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Trabajo práctico - Teoría Política 4

“Estados, hegemonías globales y respuestas nacionales”

1) Caracterice la ampliación del concepto de Estado operada en el pensamiento de Antonio


Gramsci y sus implicancias para la praxis política.

De acuerdo con Thwaites Rey (2007) la ampliación del concepto de Estado operada en el
pensamiento de Antonio Gramsci se funda en el reconocimiento por parte de este intelectual de
que tiene frente a sí una experiencia histórica nueva/diferente, y que sobre ella ha de reflexionar a
través de los elementos que le brindan la teoría marxista y leninista “produciendo nuevos aportes
teóricos que permiten, además de comprender la realidad, y por ello mismo, actuar sobre ella
creadoramente para transformarla” (10). Por ello pensar en Gramsci debe ser entendido como
reflexionar sobre un autor que intenta elaborar un marxismo a contracorriente (Portantiero, 1999:
72) que busca asentarse sobre realidades particulares.

Junto con Marx, Engels y Lenin, Gramsci aborda al Estado partiendo de dos premisas: su carácter
de clase y la necesidad de su extinción/ destrucción. Ahora bien, todo ello desde una perspectiva
histórica que ilumina otros aspectos que no fueron destacados anteriormente. En todo este
proceso de reflexión, y de acuerdo con Bluci-Glucksmann (1986) el intelectual italiano retiene
ciertos elementos del leninismo1 que luego tendrán un valor estratégico en su producción. Sin
embargo nosotros decidimos centrarnos en otros elementos que retoma y que nos permitirán
explicar mejor la idea de la ampliación del concepto de Estado.

Como ya enunciamos, Gramsci es un intelectual revolucionario que sostiene en el mismo sentido


que Marx la idea de la revolución como un salto cualitativo, como una inversión del curso
histórico, acompañado de una teoría del partido como trascendencia de la inmediatez proletaria.
A su vez, siguiendo a Lenin coincide en la necesidad de un elemento externo identificándolo a
través de la relación proletario-intelectual, dándole a la misma un fundamento nuevo en la
estructuración del partido. Pero también al mismo tiempo que recupera a Lenin lo critica en la
idea de revolución permanente2. Considera que esta es factible en sociedades con una sociedad
civil poco estructurada y en las que el Estado aparece con cierta “autonomía” respecto de la
misma. Para el italiano estas eran características propias de oriente3, mientras que en occidente,
desde fines del XIX con el cambio del régimen de acumulación, el Estado se presentaba de una
manera más compleja, sus funciones y sus actos se diversificaban y se desarrollaban a través de
instituciones que se constituían en trincheras que median la relación entre Estado y Sociedad Civil.
En otras palabras, el Estado fue penetrando de este modo en la Sociedad Civil. La idea del Estado
como instrumento de dominación propia del marxismo tradicional tambaleaba para Gramsci.

1
Una teoría de la revolución como creación de un Estado nuevo partiendo de las masas; una teoría del
Imperialismo; y una teoría del partido como fuerza dirigente (vanguardia) de la revolución.
2
La revolución permanente tiene como premisa la toma del Estado mediante la estrategia directa de la
lucha armada.
3
La presencia de un Estado fuerte y una Sociedad Civil débil.
De acuerdo con el italiano el Estado no se reduce a la simple dominación, refutando la idea de
Estado como instrumento de la clase dominante que lo toma y lo usa como tal. Para él el Estado es
una totalidad orgánica de dos momentos a veces hasta contradictorios: coerción y consenso,
dominio y hegemonía. Partimos de considerar a la hegemonía como dirección social, política,
cultural y moral de una clase sobre otra. Se trata de una especie de liderazgo/dirección más
dominio. Gramsci lo simplifica en la idea de “Estado= sociedad política + sociedad civil, es decir,
hegemonía acorazada de coerción” (2003: 158). “El Estado es todo el complejo de actividades
prácticas y teóricas con las cuales la clase gobernante no solo justifica y mantiene su dominio, sino
que logra obtener el consentimiento activo de aquellos a quienes gobierna” (Carnoy, 1984: 96). Por
consiguiente Gramsci advierte que la sociedad civil en las sociedades occidentales se ha vuelto una
superestructura de suma complejidad y resistente a las irrupciones del elemento económico
inmediato4.

Entonces el fenómeno de la dominación en las sociedades capitalistas modernas se ha vuelto un


proceso demasiado complejo en el cual, además de los aparatos de coerción -que representan una
especie de límite último que garantiza la supervivencia del orden burgués- intervienen toda una
serie de mecanismos ideológicos que buscan lograr un consenso que le otorga bases más sólidas a
la dominación (Anderson, 1981). De todo esto se deduce que la cuestión central no está en
identificar la pertenencia de clase del personal del Estado ni tampoco esperanzarse en que la
remoción de ellos traerá un cambio del carácter del mismo. Para Gramsci se trata de destrucción
del aparato del Estado y de todas las relaciones sociales que le dan sustento. Por ello, la cuestión
del Estado aparece ligada a la necesidad de desentrañar la forma concreta que adquiere la
supremacía burguesa como requisito para llevar adelante una lucha exitosa, una praxis política
revolucionaria en un contexto en el cual el desarrollo capitalista de las fuerzas productivas está
acompañado por un desarrollo complejo de las superestructuras, que conlleva a la conformación
de un bloque histórico sólido, que hace más compleja la lucha revolucionaria. Es aquí entonces
que para Gramsci cobran importancia los intelectuales en tanto mediadores entre realidades
históricamente vivas, y el partido como figura del príncipe moderno en la organización de la lucha
revolucionaria.

2) Sintetice la noción de hegemonía.

La ampliación del concepto de Estado y la consiguiente reformulación del concepto de hegemonía


producida por Gramsci es uno de los aportes más significativos para la comprensión de los Estados
contemporáneos, ya que este autor realiza un aporte invaluable para poder desentrañar lo
complejo de la dominación burguesa en las sociedades capitalistas desarrolladas. Lo que buscaba
destacar Gramsci con su análisis y posterior desarrollo teórico es que la clase dominante no solo
ejerce su poder mediante la coacción, sino además porque logra imponer una visión del mundo,
una filosofía, una moral, un “sentido común” que favorecen no solo al reconocimiento de su
dominación por las clases dominadas, sino también a su no cuestionamiento.

4
Configurándose así como un sistema de trincheras de guerra en las sociedades modernas.
El concepto de hegemonía ya tenía un desarrollo previo en el marco del movimiento comunista
internacional desde fines del siglo XIX, pero lo novedoso de Gramsci estuvo no radica solo en
haber desarrollado el aspecto ideológico de la hegemonía, sino en haberlo extendido a su análisis
de la dominación burguesa. Y es aquí que radica uno de los aspectos fundamentales, ya que para
que sea posible la difusión de ciertos valores se vuelven determinantes las relaciones de
compromiso que la clase dominante efectúa con otras fuerzas sociales, las cuales se ven
expresadas en el Estado que aparece como lugar privilegiado para las pujas y donde se
materializan las correlaciones de fuerzas cambiantes entre los grupos antagónicos en equilibrios
inestables. Uno de los logros históricos de la clase burguesa es que ha sabido imponer a través del
Estado una voluntad de conformismo en las masas. Es decir, la clase dominante busca presentar al
Estado ante la sociedad como representante del conjunto todo, de modo que cada Estado se
constituye como ético en el sentido de que una de sus funciones es la de elevar a la masa a un
determinado nivel cultural y moral que corresponde a las necesidades de desarrollo de las fuerzas
productivas, y por ende a los intereses de la clase dominante.

Es por la función hegemónica que ejerce la clase dominante que el Estado fundamenta su
representación como universal y por encima de las clases, y es la figura del Estado ampliado la que
permite articular el consenso necesario por medio del cual busca integrarse a las clases
subalternas. Por ello la posibilidad “de ejercer una supremacía hegemónica y no un mero dominio
depende, en última instancia, de las posibilidades de hacer avanzar a la sociedad en su conjunto
hacia adelante, de asegurar la incorporación de los estratos populares al desarrollo económico-
social” (Thwaites Rey, 2007: 20). Ello nos muestra que si bien busca superar cierto economicismo
llano del marxismo tradicional, no cae en una visión idealista sobre la posibilidad de construir
consenso sin referencia alguna a las condiciones materiales en las que se expresan las relaciones
de poder. Es entonces que una clase puede ser considerada como hegemónica cuando logre
mostrarse a sí misma como desarrollando las fuerzas productivas en el sentido de la historia,
haciendo aparecer a sus intereses de clase como el interés general, siempre que no haya entre
ellos un hiato evidente. Además a pesar de que muchas veces ese interés aparezca como un
modelo utópico y no como una realidad, opera de igual forma, ya que ese “espejismo” y la idea
esperanzadora de que en algún momento pueda ser alcanzado es lo que motiva a su consecución.

3) Relacione los conceptos de Estado-Hegemonía-Clase.

Si partimos de la base de lo que venimos desarrollando tanto en la respuesta anterior como así
también en la que abordamos la noción ampliada de Estado veremos que cierta relación entre los
conceptos ya hemos ido tejiendo. La idea de que la burguesía logra asentarse como clase
“dirigente”, y no sólo como dominante, en la medida en que sus intereses logran expresarse como
los intereses de la sociedad concebida como un todo nos permitirá abordar la presente consigna.
Como ya dijimos, el Estado para Gramsci no se reduce a simple dominación -refutando la idea de
Estado como instrumento de la clase dominante que lo toma y lo usa-, sino que es el lugar en el
que esta -la clase dominante- se unifica y constituye su dominación no solamente mediante la
fuerza, sino a través de una complejidad de mecanismos que lo que hacen es garantizar el
consentimiento de las clases subalternas. Es en ese sentido que enunciamos anteriormente que el
Estado se vuelve ético, en cuanto una de sus funciones es la de elevar a la masa a un determinado
nivel cultural y moral que corresponde a las necesidades de desarrollo de las fuerzas productivas, y
por ende a los intereses de la clase dominante. La existencia del sufragio universal, de partidos
políticos, de sindicatos, y de muchas otras instituciones intermedias como las escuelas, la iglesia,
entre otras, muestran la complejidad de las sociedades capitalistas de occidente y el denso
entramado de relaciones sociales que el desarrollo de las fuerzas productivas ha permitido
construir. La clase dominante no solo ejerce su poder mediante la coacción, sino además porque
logra imponer una visión del mundo, una filosofía, una moral, un “sentido común” que aunque
utópico favorece no solo al reconocimiento de su dominación por las clases dominadas, sino que
hace a la voluntad de conformismo de estas últimas.

Gramsci busca advertir que el fenómeno de la dominación en las sociedades capitalistas modernas
es un proceso complejo que va más allá de los aparatos de coerción -una especie de límite último-,
en el que intervienen toda una serie de mecanismos ideológicos tendientes a lograr un consenso
que le da bases más solidas a la dominación. En un párrafo anterior dijimos que para el intelectual
italiano la cuestión revolucionaria se centra en la transformar las relaciones de producción que le
dan el sustento al aparato del Estado. Por ello la cuestión del Estado aparece ligada a la necesidad
de desentrañar la forma concreta que adquiere la supremacía burguesa, pero no solo como un
afán teórico, sino como requisito para una lucha política exitosa, una praxis revolucionaria en un
contexto en el que las relaciones sociales revisten cada vez una mayor complejidad.

La estructura y la superestructura para Gramsci forman un “bloque histórico”, de modo que el


conjunto complejo y discordante de la superestructura -siguiendo la teoría marxista- es el reflejo
del conjunto de las relaciones de producción. De allí se deduce que ese sistema de ideologías
contradictorio refleja las contradicciones de la estructura, y representa la existencia de las
condiciones objetivas para una praxis subversiva. Por ello, si bien la clase que dispone de los
medios de producción material dispone con ello de los medios para la producción espiritual, lo
cual hace que se sometan las ideas de quienes carecen de estos, no quiere decir que no sea
posible una práctica revolucionaria. Para que el proletariado llegue a modificar su conciencia es
necesario un cambio en las condiciones materiales de existencia, y a su vez para que esto suceda
es vital que las clases subalternas desarrollen una batalla intelectual y moral dirigida a construir su
propia hegemonía.

Al ser el bloque histórico un sistema totalitario de ideologías que refleja racionalmente las
contradicciones de la estructura es que podemos pensar la posibilidad de una transformación
radical. La crisis de hegemonía tiene lugar cuando aunque manteniendo su propio dominio las
clases políticamente dominantes no logran sostenerse como dirigentes de todas las clases5,
mientras que la clase subalterna logra ir articulando soluciones concretas a los problemas dejados
irresueltos a la vez que va expandiendo su cosmovisión hacia otros estratos. Se hace evidente una
crisis orgánica, una ruptura entre la estructura y la superestructura en el seno del bloque histórico,

5
En otras palabras no logran resolver los problemas de toda la colectividad e imponer a toda la sociedad la
propia concepción del mundo.
como resultado de las contradicciones agravadas por la evolución de las estructuras y la ausencia
de la respectiva en la superestructura. El momento revolucionario aparece inicialmente a nivel de
la superestructura -político, moral, intelectual, etc.-, pero traspasa a la sociedad en su totalidad
compleja, embistiendo hasta su estructura económica. En este sentido, para lograr el triunfo
revolucionario la crisis orgánica se vuelve algo más que un dato objetivo, al cual hay que sumarle
el elemento subjetivo -expresado por una vanguardia real, el príncipe moderno y los intelectuales.
Acaba siendo la expresión de un todo complejo en descomposición, en el que intervienen en un
mismo movimiento objetividad y subjetividad.

4) Luego de leer el artículo periodístico “China y Estados Unidos: diario de la Guerra del Cerdo” y
teniendo en cuenta el marco teórico gramsciano responda:

a) ¿Qué elementos, en términos generales, nos permiten pensar la noción gramsciana de


hegemonía desde una perspectiva global? ¿Qué roles ejercen los Estados?

La reformulación que Gramsci realiza del concepto de hegemonía en el marco de su desarrollo


teórico para la praxis revolucionaria no solo nos permite analizar las particularidades de cada
Estado, sino también lo hace aplicable al ámbito de las relaciones internacionales. En sintonía con
Robert Cox (2016 [1983]) entendemos que pensar la noción gramsciana de hegemonía desde una
perspectiva global no es algo simple y sencillo, y va más allá de un cierto orden entre Estados. Se
trata más bien de un orden de las cosas dentro de una economía mundial, con un modelo de
producción dominante que penetra en todos los Estados y los vincula -económica, social, cultural,
moral y políticamente-. Concordando con Gramsci, la hegemonía global puede ser definida a
través de un marco social (de consenso) y político (de dominio), no pudiendo ser solamente uno
de ellos, sino ambos a la vez. Además, si hacemos un paralelismo con el análisis que Gramsci hace
de la Sociedad Civil en las sociedades de occidente, la hegemonía mundial encuentra su apoyo en
instituciones y mecanismos que contribuyen al establecimiento de reglas generales de
comportamiento para los Estados y para aquellas fuerzas que actúan más allá de las fronteras
nacionales. No está de más aclarar que se trata de reglas que sostienen el régimen de acumulación
dominante.

Podríamos decir que las hegemonías de este tipo son instauradas por Estados que han atravesado
por fuertes revoluciones sociales y económicas, las cuales no sólo modificaron las estructuras
económicas y políticas internas del mismo, sino que también desataron fuerzas que se
extendieron más allá de sus fronteras. Lo que en un comienzo podemos explicarlo como una
hegemonía a nivel nacional, se expande a través de “instituciones intermedias” hacia afuera
convirtiéndose en patrones de imitación exterior. Todo ello tiene su impacto en los países
periféricos que van incorporando elementos del modelo hegemónico hibridándolos con sus
propias realidades. “En el modelo hegemónico mundial, la hegemonía es más intensa y
consistente en el centro y más cargada de contradicciones en la periferia” (Cox, 2016 [1983]: 148).

Los Estados vendrían a hacer las veces de actores/agentes (que dentro de su complejidad
responden a los intereses de las clases dominantes) que luchan por el dominio y la instauración de
un orden a nivel global. Del mismo modo que ocurre con las clases al interior de los Estados,
podemos hablar de una hegemonía global cuando uno de ellos es capaz de imponer a través del
entramado de instituciones intermedias una voluntad de conformismo en los demás. Un Estado
que busca establecer un orden hegemónico mundial tiene a comportarse de manera ética, en la
medida en que busca elevar al resto de los Estados a un nivel de desarrollo determinado, el cual
corresponde con las necesidades de desarrollo de las fuerzas productivas, y por consiguiente a los
intereses de sus clases dominantes6. Entonces la posibilidad de ejercer una supremacía
hegemónica, y no solamente dominio, depende de las posibilidades de hacer avanzar al orden
mundial en su conjunto hacia adelante -en el sentido de la historia-, de asegurar la incorporación
de todos.

Así como el resto de conceptos desarrollados por Gramsci podemos aplicarlos al análisis desde una
perspectiva global, el caso del concepto de bloque histórico no es una excepción. La idea de que la
estructura y la superestructura conforman un bloque histórico, y de que el conjunto complejo,
contradictorio y discordante de las superestructuras es el reflejo del conjunto de las relaciones
sociales de producción. Al ser el bloque histórico un sistema totalitario de ideologías que refleja
racionalmente las contradicciones de la estructura es que podemos pensar la posibilidad de una
transformación radical. Se hace evidente una crisis orgánica, una ruptura entre la estructura y la
superestructura en el seno del bloque histórico, cuando se producen contradicciones agravadas
por la evolución de las estructuras y la ausencia de la respectiva en la superestructura.

b) ¿Es posible identificar un proceso más general a partir de la guerra comercial entre EEUU y
China? ¿Cuál?

Lo que podemos encontrar detrás de la guerra comercial entre EEUU y China se vincula a lo que
dejamos apenas como un esbozo en la respuesta anterior. De acuerdo con Arrighi (1998) y Cox
(2016 [1983]) lo que se evidencia es una crisis de hegemonía, el fin de un ciclo sistémico de
acumulación. “Estos períodos de competición intensificada, expansión financiera e inestabilidad
estructural no son sino "el otoño" que sigue a un importante desarrollo capitalista. Es el tiempo en
el que el líder de la expansión anterior del comercio mundial cosecha los frutos de su liderazgo en
virtud de su posición de mando sobre los procesos de acumulación de capital a escala mundial.
Pero es también el tiempo en el que el mismo líder es desplazado gradualmente de las alturas del
mando del capitalismo mundial por un emergente nuevo liderazgo” (Arrighi, 1998: 3).

Se trata de una de esos momentos en los que no acaba de morir lo que existe ni termina de nacer
“lo que viene”7. La crisis orgánica trae consigo un caos sistémico8, en el que el agotamiento de una
hegemonía manifiesta sus últimos manotazos con medidas de carácter más violento, mientras que
el relevo aún no termina de articularse ni como construcción discursiva para el lugar que ha de
ocupar. Lo que sucede es que en el pasado las redistribuciones de este tipo generaron

6
Se articula todo un consenso necesario que busca integrar en el “orden” a los Estados dominados.
7
“China, la más beneficiada por la expansión del comercio y la generación de cadenas de valor globales,
encuentra en el actual gobierno norteamericano una traba seria para su desarrollo” (Schapiro, 2019)
8
Hay un fragmento de la noticia en la que se refleja algo muy paradigmático: son las mismas reglas
diseñadas por los Estados Unidos las que hoy día se han vuelto en su contra.
considerables turbulencias políticas, económicas y sociales, en las que los centros organizadores
de los ciclos de expansión estaban bien posicionados para beneficiarse de ellas. Ahora bien, con el
paso del tiempo fueron esas mismas turbulencias las que socavaron el poder de los viejos centros
y prepararon su desalojo por parte de nuevos centros capaces de promover u mantener una nueva
expansión del la producción y el comercio… Pero el caso actual de la crisis de hegemonía
norteamericana parece traer consigo mucha incertidumbre acerca de qué es lo que podría llegar a
suceder.

c) De ser así: ¿Cómo repercute ese proceso en América Latina teniendo en cuenta la historia de la
región?

Un pasaje de la noticia puede resultar muy esclarecedora al respecto: “Una América Latina donde
la integración es un anhelo cada vez más lejano, consolida su doble dependencia, de la demanda
china y la tasa de interés norteamericana. Una situación que seguramente habrá de traerle
problemas…” (Schapiro, 2019) Si bien el fragmento hace referencia mayormente al contexto de la
guerra comercial entre China y Estados Unidos, como detrás de ello hemos podido identificar una
crisis hegemónica -el fin de un ciclo sistémico de acumulación- la idea de una Latinoamérica
dependiente no puede quedar como algo sin observar. Vinculándolo con la teoría estructuralista
cepalina, la teoría de la dependencia, entre otras, veremos que por su historia América Latina ha
ocupado siempre un lugar periférico, subalterno, en el que el progreso ha impactado a modo de
revolución pasiva, y en el que muchos de sus desarrollos han ido siendo “transformados” para
beneficio de los centros organizadores9.

Un cambio de ciclo de acumulación obviamente que traerá cambios para América Latina, tanto en
su estructura de producción como en la articulación de sus relaciones sociales y del consenso a su
interior, pero nada más allá de eso. Lo que resaltamos con ello es que se hace evidente el carácter
dependiente de la región. Pero ello no significa que no haya otra salida, sino que en las
alternativas -aún inciertas- que se disputan, el rol de periferia no parece modificarse10. Para
entender la posibilidad de articulación de una contrahegemonía y su potencial revolucionario hay
que comprender que los órdenes mundiales están fundados en relaciones sociales. Por lo tanto la
potencialidad de un cambio significativo en el orden mundial puede ser probablemente
identificada con algún cambio de importancia en las relaciones sociales y órdenes políticos
nacionales que se correspondan con las estructuras de esos Estados11. Ello nos muestra, según la

9
“El transformismo también absorbe potencialmente las ideas contrahegemónicas y las hace congruentes
con la doctrina hegemónica. La noción de independencia, por ejemplo, comenzó como un reto para la
economía mundial proponiendo un desarrollo autónomo determinado de manera endógena. El término no
ha sido transformado para que signifique apoyo de las agencias de la economía mundial a programas de
bienestar propios en los países periféricos. Estos programas pretenden capacitar a las poblaciones rurales
para alcanzar la autosuficiencia, detener el éxodo rural a las ciudades, y para lograr así un mayor grado de
estabilidad social y política entre poblaciones que la economía mundial es incapaz de integrar. La
independencia en su significado transformado se convierte en complementaria y apoya los objetivos
hegemónicos de la economía mundial” (Cox, 2016 [1983]: 150)
10
Puede volverse más o menos beneficioso, pero periférico al fin.
11
Según Gramsci esto ocurriría con la emergencia de un nuevo bloque histórico.
reflexión que estamos siguiendo, que para una mejor comprensión debemos trasladar el problema
de “cambiar” el orden mundial y sus instituciones intermedias al interior de las sociedades
nacionales; es decir, en resumen, que el proceso de “cambiar” el orden mundial comienza con el
largo trabajo de construir nuevos bloques históricos al interior de las fronteras nacionales, con la
suficiente fuerza para que su capacidad expansiva contribuya a una fuerte penetración en el
exterior.
Bibliografía

 ANDERSON, Perry (1981) Las antinomias de Antonio Gramsci. Editorial Fontamara. España.
 ARRIGHI, Giovanni (1998) "La globalización, la soberanía estatal y la interminable
acumulación del capital", en Iniciativa Socialista n°48. Recuperado de:
http://www.globalizacion.org/desarrollo/ArrighiGlbzSoberaniaEstado.htm
 BLUCI-GLUCKSMANN, Christine (1986) Gramsci y el Estado. Editorial Siglo XXI. Buenos
Aires.
 CARNOY, Martín (1984) El Estado y la teoría política. Editorial Alianza. México.
 COX, Robert (2016 [1983]) “Gramsci, hegemonía y relaciones internacionales: Un ensayo
sobre el método”, en Relaciones Internacionales, n° 31. Grupo de Estudios de Relaciones
Internacionales (GERI) – UAM. Madrid
 GRAMSCI, Antonio (2003) Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado
moderno. Editorial Nueva Visión. Buenos Aires.
 PORTANTIERO, Juan Carlos (1999) “José Aricó: desventuras del marxismo
latinoamericano”, en Aricó, José, La hipótesis de Justo. Escritos sobre el socialismo en
América Latina. Editorial Sudamericana. Buenos Aires.
 SCHAPIRO, Martín (2019) China y Estados Unidos: diario de la Guerra del Cerdo,
recuperado de: https://www.cenital.com/2019/08/19/china-y-estados-unidos-diario-de-
la-guerra-del-cerdo/64042
 THWAITES REY, Mabel (2007) “El Estado "ampliado" en el pensamiento gramsciano”, en
Thwaites Rey, Mabel (comp.) Estado y Marxismo: un siglo y medio de debates. Editorial
Prometeo. Buenos Aires. Págs. 129-160.

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