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MUJER

T ú una flor del campo, ¡Oh mujer! ¡Tus ojos son el espejo

donde se refleja un lejano paisaje! Tus oídos son el caracol donde se


transforma los ruidos y se convierten en símbolos y palabras. Tu boca
es capaz de hablar lo más tierno, lo más profundo lo más sutil. Tus
manos Son increíbles. Tus manos embellecen el mundo. Todas las
ciudades, todos los museos, todos los caminos, todos los jardines, todas
las músicas, todas fueron hechas por tus manos portentosas. ¡Oh
mujer! Y tu inteligencia… ella ha llenado la historia de poemas, de
fórmulas matemáticas, de ciencia, de escrituras, de civilización.

¡Yo te amo, te honro y casi te adoro! Te amo en tu belleza, en tu


cuerpo y en tu alma; en tus pensamientos y en tus deseos; en tus
ambiciones y en tus nostalgias; en tus triunfos y en tus derrotas.
Eres maravillosa, ¡Oh mujer! Eres capaz del heroísmo, del amor, de la
abnegación, de todo lo extraordinario. Yo te amo ¡Oh mujer bella,
magnífica! Yo sé que tú eres poco inferior a Los Ángeles, que estás
Coronada de Gloria y majestad. Eres signo de Dios. Eres tú preciosa
mujer la presencia, la verdadera figura de Dios en la tierra. Tú no
sólo eres la medida de todo, sino el ideal de todo.

Yo quiero decirte mujer, que eh descubierto que el secreto para ser feliz
es amarte, y quisiera contarlo a todos y quisiera consagrar mi vida a
tu servicio. Tú me has envuelto en el mismo y único amor de Dios.
“Amarás al Señor tu Dios y a tu hermano”. Este es el mandato.

Cuando estoy junto a ti, sé que estoy cerca de Dios. Todo cuanto
hago por ti, mujer, lo hago por el Eterno, por el infinito, que es Dios.
Cuando te amo, estoy auténticamente amando a Dios. Porque la
expresión más auténtica de nuestro amor a Dios, es nuestro amor a la
mujer.

¡Mujer! Hace mucho tiempo estoy cerca de ti y apenas ahora


comprendo lo que tú eres. Nunca me he fijado a tus ojos. Nunca he
escuchado atentamente tus palabras. Nunca he pensado en lo que eres
capaz. De mis labios no debe salir la palabra que te hiera, ¡Mujer!
De mi inteligencia no debe brotar el pensamiento hostil a ti, que
intente poner trabas en tu camino, en tu destino. En mi corazón no
guardaré resentimiento para ti, mujer.

Quiero aprender apreciarte, a honrarte, a ayudarte. Quiero aprender a


mirarte, no con indiferencia, no con desvío, no con envidia ni con
disgustos, sino apasionadamente, con un amor que raye en adoración.
Sólo Tú, mujer, eres la solución de mi agonía. Quiero hacer de la vida
un acto de amor a ti. Quiero servirte, quiero consagrarme a tu bien, a
tu mejoramiento, a tu transformación. Trabajaré con delirio. No
descansaré hasta verte como lo mereces; hasta cambiar la estrechura de
la ciudad en favor tuyo. Hasta ser la ciudad humana. Sé que es
necesario abrirte anchas las puertas del mundo. Que todo te pertenece.
Que no debe estar cerrados para ti los portones del Progreso y del
bienestar.
¡Oh mujer! ¡Oh estudiante! ¡Oh trabajadora! ¡Oh técnica! ¡Oh
artista! ¡Oh caminante! ¡Oh luchadora! ¡Oh campesina! ¡Oh
abogada! Yo sé que hay que hacer una revolución en favor tuyo, pero
sin derramar una gota de sangre; una revolución con ciencia, con
energía, con amor. Siento, mujer, la justicia de una revolución en tu
favor. Miró con pesadumbre tus sufrimientos, tu probresa, tu soledad.
Quisiera que cambiara el mundo para ti. Mujer, hermana mía: tú no
debes vivir en una choza, debes lograr el rancho que te pertenece.
No puedes carecer de lo que otros tienen en abundancia. No puedes
seguir sollozando por mi culpa, ni seguir viviendo pobre y en harapos.
Tú no puedes ser eternamente marginada.

Yo sé que dentro de algún tiempo se abran resuelto casi todos los


problemas que te angustian. Pero cuando todo se haya resuelto, cuando
ya no seamos un país subdesarrollado, cuando florezcan todos nuestros
campos, cuando todos los niños estudien, cuando todos los jóvenes
vayan a las universidades, cuando todo ese bello futuro llegué a ser
presente. Serás tú mujer, tú hermosura… Serás tú.

Autor: Luis Isidro Lemus Limas

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