Está en la página 1de 177

Broken

ANNIE GRINTON
Copyright © 2014 Annie Grinton

All rights reserved.

ISBN: 4786971
ISBN-13: 978-1499322941
DEDICATION

A mis padres, mis hermanos y amigos. Pero especialmente, a todas aquellas


personas que dijeron que no lo conseguiría.
AGRADECIMIENTOS

A mi Yuyu, por estar acosándome todo el tiempo para que continuara


escribiendo. A Mayerlin y a Gusmary, por leerse las novelas de Justin Bieber
que escribía todo el tiempo. Y a mi hermana, por confiar en que algún día
publicaría uno de mis libros.

i
Son las 2 am, ¿Por dónde empiezo?

Hay lágrimas en mi rostro otra vez. El sonido silencioso de la soledad que quiere venir
conmigo a la cama. Soy el fantasma de una chica que estuvo en la cima. Soy la cáscara de
una chica a la que solía conocer bien.

Bailando lentamente en un cuarto vacío, ¿Puede la soledad tomar el lugar que dejó mi
antigua yo? Me canto a mí misma una dulce canción de cuna, imaginando que es ella
quien está aquí para cantarla. Entonces el recuerdo se va y deja a la soledad entrar, para
llevarse mi corazón otra vez. Demasiado temerosa, me encierro en mí misma a causa del
dolor de una noche más sin amor. Porque sé que la soledad se quedará conmigo, y que me
abrazará hasta que me quede dormida.

Piezas rotas de una historia que apenas me permito recordar, donde una vez hubo amor y
ahora sólo quedo yo, y la soledad...

1
ANNIE GRINTON

2
BROKEN

PRÓLOGO
Mis pies se arrastraban por el suelo, sin querer moverse realmente. Mis
zapatos estaban destrozados, mis pantalones rotos y cubiertos de mugre, mi
camiseta completamente manchada de sangre. Pero no era mi sangre. ¿Por
qué no pudo haber sido mi sangre? Mi cabello caía enmarañado sobre mis
ojos, como si tratara de evitar que estos, rojos e hinchados, observaran algo
que no desearan ver. Como si ya no hubiese visto suficiente.
Cerré mis ojos y detuve mi caminata. Me apoyé de la pared más cercana y
me deje caer al suelo de rodillas, metiendo mi cabeza entre ellas y
rodeándola con las manos. ¿Por qué? ¿Por qué ella? Un sollozo se escapó
de mi pecho, y apreté mis brazos a mí alrededor con más fuerza. Si tan
solo… Si no hubiese insistido en que me llevara… Si le hubiese dicho que
estaba bien tomar el autobús… Quizás ella estuviera en casa en estos
momentos, tratando de ver por la ventana, esperando el momento en que
apareciera en la entrada de la casa, para salir corriendo a recibirme.
Entonces yo correría también a su encuentro, entrando en el calor de sus
brazos.
Otro sollozo se abrió paso por mi garganta, y luego otro, y otro, hasta que
las lágrimas comenzaron a bañar mi rostro y descender hasta mi pecho,
mojando mi camiseta ensangrentada. Su sangre… mi sangre… Las personas
pasaban a mi lado por el estrecho pasillo del hospital sin detenerse; y no
esperaba que lo hicieran. Me sentía sola… abandonada… desdichada… con
el peso de la culpa aplastándome. Tal vez por eso nadie se detenía. Tal vez
todos pensaban, al igual que yo, que tenía toda la culpa de que ella hubiese
muerto. ¿Quién sino yo era la responsable? ¿Quién sino yo la había matado?
Apreté mis puños y golpee con fuerza la pared en la cual reposaba mi
espalda, sintiéndome como la peor escoria.
Un par de manos se aferraron a mis brazos, y tiraron de mí hacía arriba.
Noté que era Ethan mucho antes de mirar su rostro, y supe que no estaba
enojado conmigo. ¡Debería estarlo! Había matado a mamá. Yo la había
matado. Era mi culpa. Mía. Me aferré a él, envolviendo mis brazos en torno

3
ANNIE GRINTON

a su cintura, sollozando con más fuerza en su pecho.


—Vamos a casa—susurró él en mi oído.
Negué con la cabeza fuertemente. Papá iba a matarme. Mi madre era la
cabeza de la familia, la que trabajaba para que todos estuviésemos bien.
Ahora ya no teníamos eso.
—Él va a matarme—sollocé, aún sin levantar el rostro para mirarlo.
Ethan apretó mucho más sus brazos a mí alrededor.
—No lo voy a dejar, Annie.
—No quiero volver a casa—lloré.
Pero tenía que hacerlo. No tenía a dónde más ir, y Ethan lo sabía.
En ese momento papá apareció doblando la esquina del pasillo, y sólo al
mirar sus ojos supe que me esperaba una buena en casa. Me estremecí, y
Ethan lo sintió. Siguió la dirección de mi mirada y se puso rígido, luego me
sacó a rastras del hospital. Papá se encargaría del funeral de mamá y las
otras cosas.
Estaba asustada, dolida, desesperada. No sabía qué hacer, o dónde
esconderme. Las manos me temblaban ligeramente a causa de dos hechos:
la muerte de mi madre, y la que me esperaba en casa. Bien, tal vez no me
matara, pero experimentaría dolor. Mucho. Lo sabía. Mierda.
Ethan me arrastró hasta la parada del autobús, dónde esperamos
pacientemente hasta que este llegara. Me tenía sujeta la mano, lo cual
agradecí. Dos gemelos de alrededor de unos cuatro años correteaban a mí
alrededor, y los miré con una sonrisa; me encantaban los niños.
Cuando el transporte se detuvo, me senté en uno de los primeros asientos
disponibles, y me quedé observando por la ventana. Mi hermano aún
sostenía mi mano, pero ya no la sentía. Mi mente estaba desconectada, por
los aires… había matado a mi madre. Cerré los ojos con fuerza y apreté los
puños, intentando contener las lágrimas. Odiaba llorar con público, y aquí
había alrededor de diez personas que, abriendo los ojos y notando, me
estaban observando. Supuse que mi ropa rota y manchada de sangre no me
favorecía mucho.
Llegamos a casa, y lo primero que hice fue correr en dirección al baño. Me
duché, me puse mi pijama color verde y me escondí debajo de las cobijas de
mi cama. Ethan entró unos minutos después, con una taza de té de tila. No
quería un jodido té, quería a mi madre.
Él se acostó a mi lado, y lloré en su hombro a lágrima suelta, sin
contenerme, sin aguantar nada. Mi madre, risueña, alegre y amorosa, ya no
estaba. Ethan también lloró, por mí, por ella, por nosotros. Lloramos hasta
quedarnos completamente dormidos.
No sabía cuánto tiempo había pasado ya, pero supuse que había
anochecido. Un par de manos gruesas y ásperas me tomaron de los
hombros y me lanzaron fuera de la cama. Me golpeé la espalda al caer al
suelo, y abrí los ojos un poco. Se me escapó un grito.

4
BROKEN

Mi padre se encontraba frente a mí, de espalda a la ventana de mi


habitación. Se acercó con un cinturón en su mano, y golpeó mi rostro con
él. Se sintió como si de fuego expandiéndose por mi rostro se tratara: me
había quemado.
—Por favor—lloré—por favor, ¡no me hagas daño!
Se inclinó hacia mí, agarrando con su puño mi cabello, y golpeándome la
cabeza contra la pared. Solté otro grito, esta vez no de sorpresa, sino de
dolor.
—La has matado, pequeña perra. ¿Quién se encargará de traer la comida a
esta casa, ahora?—rugió frente a mí.
Todo lo siguiente pasó en cámara lenta: Mi padre levantó su mano para
volver a golpear mi rostro, justo en el momento en el que Ethan se
levantaba de un salto de la cama y se interponía entre nosotros, con mi
guitarra en sus manos. Vi como sus brazos se tensaban mientras impactaba
el instrumento en el costado del hombre parado de pie frente a nosotros.
Ahora sí se había desatado el infierno.
Mi padre agarró a mi hermano por el cuello y lo arrojó contra la pared. Sin
darle tiempo para que se recuperara, comenzó a golpearlo en todas partes.
Me levanté del suelo de un salto y corrí a ayudarlo.
— ¡Basta!—Le grité, tratando de agarrar sus brazos—Vas a matarlo,
¡detente!
Las lágrimas caían por mi rostro.
Ethan le propinó una patada en el estómago a nuestro padre, tirándolo al
suelo momentáneamente. Corrí hacia mi hermano y lo abracé, temblorosa.
—No vuelvas a tocarla—rugió él, protegiéndome con su cuerpo.
Sorbí por la nariz, y hundí mi rostro en su cuello. Ethan apretó el agarre en
mi cintura y me colocó detrás de él cuando nuestro padre se levantó. No
quería que se pelearan, no hoy. No cuando nuestra madre había fallecido,
no cuando me sentía tan mal y culpable que tenía ganas de morirme.
Literalmente.
—Basta, por favor—susurré.
—Calma, Annie. Estarás bien—me susurró devuelta mi hermano.
Mi padre dio un paso más hacia adelante.
—Oh, no. Claro que no estará bien. Esta pequeña zorra va a saber lo que es
el dolor.
Ethan apretó sus puños y se preparó para recibir a nuestro padre,
frunciendo el ceño y dando un paso hacia adelante, también. Oh, dios. Mi
hermano.
Ethan sólo tenía un año más que yo; él tenía quince y yo sólo tenía catorce
años. No podía dejar que se enfrentara a él. No podía, Dios, ¡No podía!
<<Por favor, mamá. Por favor, has que papá se detenga. Por
favor>>sollocé en mi cabeza. Me preparé para lo peor mientras observaba
la sombra de ese hombre furioso acercarse a nosotros. Cerré mis ojos con

5
ANNIE GRINTON

fuerza, apretando los puños. Iba a alejar a Ethan lejos y quedarme indefensa
frente a mí padre cuando se detuvo.
El timbre había sonado.
Me estremecí de terror cuando vi en ese rostro demacrado y malvado un
amago de sonrisa, anticipándose a una carcajada. La persona que esperaba
abajo no podía traer nada bueno, al parecer. Pero demonios, este día ya no
podía ir peor.
Papá bajó las escaleras limpiándose las manos en sus pantaloncillos, que ya
le quedaban muy ajustados debido a su gorda y ancha barriga de borracho.
Mi hermano y yo permanecimos abrazados, con el oído aguzado,
escuchando claramente los pasos de nuestro padre al bajar pesadamente las
escaleras, y luego al abrir la puerta. Por el pasillo subió una voz fina y
delicada, la voz de una mujer; que luego, con zapatos de tacón según
imaginé, subía a encontrarnos.
Lo primero que noté fue su largo, liso y plateado cabello; similar al cabello
de los señores muy ancianos, pero ella debía tener alrededor de unos
veinticinco. Sus ojos azules parecían querer salir de sus cuencas, y estaban
rodeados por unas espesas pestañas. Su cuerpo era delgado y delicado, tal
como una muñeca de porcelana. Se quedó levemente paralizada al vernos,
aún abrazados, pero luego sonrió con pesar. De seguro nos había visto tal y
como estábamos: completamente destrozados.
—Ellos son mis pequeñas criaturas—susurró papá, con la voz entrecortada.
Hice hasta lo imposible por mantener la boca en su lugar. Ethan se había
puesto rígido a mi lado, así que supuse que también había notado la gran
actuación de papá. No estaba loca… todavía. Incluso se le estaban
derramando un par de lágrimas. <<Denle un GRAMMY al
cabrón>>pensé, enojada.
—Ya veo—susurró la mujer. Suspiró, dio un paso al frente y se arrodilló
frente a nosotros— ¿Quién de ustedes es el mayor?
Ethan levantó la mano tímidamente. Ella asintió.
—Chico… tienes que venir conmigo—susurró.
Mi corazón se detuvo por unos segundos. ¿A qué se refiera con eso de ir
con ella? ¿De qué estaba hablando? No podía llevarse a mí hermano. ¡No
podían quitarme a mi hermano!
—Ir… ¿A dónde?—pregunté, con los ojos llenos de lágrimas.
La mujer me las secó delicadamente, casi con ternura. Pude ver en su rostro
que no le agradaba hacer lo que sea que estuviese haciendo.
—Su madre era la persona que mantenía este hogar. Ahora que no está…
Por ley debemos hacernos cargo de ustedes; pero como aún tienen un padre
vivo, nos haremos cargo de uno solo. Él se ha comprometido a mantener…
sólo a uno. Por lo general siempre es al menor—susurró, mirándome.
Luego miró a Ethan—Tú debes venir conmigo.
— ¡No!—grité. Por favor, que no se lleven a mi hermanito. ¡No!—Por

6
BROKEN

favor, señora—lloré—Por favor no se lo lleve. Me he quedado sin mamá.


No me deje sola aquí, por favor. No quiero estar aquí…
Ella me miró, un poco avergonzada y dolida. Obviamente no le gustaba
hacer aquello.
— ¿Por qué no quieres estar aquí, pequeña?—preguntó.
Mi padre abrió los ojos, clara señal de que mantuviera la boca cerrada.
Ethan me empujó ligeramente, instándome a hablar. Pero si hablaba aquí
iba a morir alguien. Estaba segura.
—No… n-no es nada. —susurré, con voz patosa.
Ethan me perforaba el rostro con la mirada, pero lo ignoré. <<Mantén la
cabeza en alto. Mantén la cabeza en alto. No bajes la mirada, Annie. ¡No la
bajes!>>
— ¿Segura?—insistió.
— ¿Muy segura?—presionó mi hermano.
—Estoy segura—respondí, con un hilo de voz.
Papá asintió. Suspiré.
—Bien. Chico… tenemos que irnos.
Grité muchas cosas. Grité que su nombre era “ETHAN” y no “Chico”.
Grité que los demandaría por llevarse a mi hermano. Grité que los odiaba a
todos. Grité que me suicidaría. Pero nada la detuvo de arrastrar a mi Et
fuera de la habitación y escaleras abajo, dejándome completamente rota,
destrozada, abandonada, y a punto de ser asesinada.
—Ahora sólo estamos tú y yo, pequeña zorra—dijo él, riendo.
Luego comenzó a golpearme.

7
ANNIE GRINTON

1 DEMONIOS DEL INFIERNO

Ya han pasado tres años.


Por increíble que parezca, ya son tres años desde que ha muerto mamá,
y aún recuerdo todo como si hubiese sido ayer. El golpe del coche. La
sangre bañando mi cuerpo. Su débil susurro antes de perder el
conocimiento... “¿Estás bien, Annie? Tranquila, todo estará bien. Ya, Shh.
Saldremos de esta mi pequeña, ya lo verás. Saldremos de esta”. Suspiré. Yo
había salido. Yo.
Me encontraba sentada en el césped, frente a su tumba; tal y como
acostumbraba hacer cada día. Pasé la mano por mi cabello, alborotándolo
un poco mientras volvía a leer su sepulcro.

CLARISSA BLACK

FALLECIDA 17 DE SEPTIEMBRE DE 2010

TE EXTRAÑARÁN TUS HIJOS Y ESPOSO

DESCANSE EN PAZ

El Escrito que rezaba la lápida no había cambiado en nada, pero yo aún


no terminaba de creérmelo. Podía jurar que en las noches aún la sentía en
casa, merodeando por los pasillos, asegurándose que todo estuviese bien.
Incluso en ocasiones podía escuchar claramente como chirriaban las
bisagras de mi puerta, y podía sentir sus ojos fijos en mi espalda,
asegurándose de que dormía plácidamente. Tal vez estaba volviéndome
loca, o quizás ya lo estaba. No estaba muy segura al respecto.
Tomé mi mochila mientras me inclinaba y depositaba un beso en la fría
losa de mármol que reposaba sobre el cuerpo de mi madre, y me levanté.

8
BROKEN

En pocos minutos comenzaría el primer día de clases de lo que sería mi


último año de curso. Me colgué la mochila al hombro y salí del cementerio
(el cual quedaba a sólo un par de calles de mi casa), y me detuve en la
esquina a esperar el autobús. Odiaba ese medio de transporte. Me sentía
ridícula sentada allí, dando vueltas por toda la ciudad, observando un
camino que ya me conocía de memoria. Pero el instituto me quedaba
bastante lejos como para irme caminando, y ya iba lo suficientemente
retrasada como para prolongar más mi llegada. Sólo esperaba que el
autobús no me hubiese dejado ya; iba a maldecir los infiernos si me dejaba.
Resultó que no me tocó maldecir a nadie, porque cinco minutos de
espera y el autobús se había detenido frente a mí. Se abrieron sus amarillas y
oxidadas puertas y subí, sentándome al fondo, como siempre lo hacía desde
que había comenzado el curso luego de la muerte de mamá. Por lo general
siempre era ella quien nos llevaba a Ethan y a mí a clases. Ethan… Dios, lo
extrañaba tanto. Hacía también tres años desde que no sabía absolutamente
nada de él. No sabía cómo estaba, si estaba bien, si había sobrevivido, ¡nada!
Nunca nos habíamos comunicado desde entonces. Peter Hathaway (nunca
volví a decirle padre) había comenzado a trabajar desde ese entonces,
aunque el dinero que ganaba mayormente lo gastaba en bebidas cada noche.
Sólo me daba lo justo cada semana para comprar algo de comida, y no era
lo suficiente como para comprar cosas agradables; así que sí, comencé a
trabajar yo también. Un señor mayor de alrededor de unos setenta años me
había contratado para que lo ayudara a atender una pequeña pero muy
famosa librería que estaba en la calle 17, un par de manzanas pasada la
escuela. El pobre hombre me pagaba veinte dólares el día, que para mí eran
más de lo que podía esperar. Había reunido lo suficiente estas vacaciones
como para poder comprarme un uniforme nuevo, un par de zapatillas, una
mochila y mis cuadernos. Por ropa no me preocupaba mucho, la ropa de
mamá me quedaba perfecta ahora que tenía diecisiete años. Ella siempre
había sido delgada, por lo cual su ropa siempre fue pequeña, y se ajustaba
perfectamente a las curvas que había desarrollado con el tiempo. Parecía
una montaña rusa.
El autobús se detuvo en su destino mientras recordaba que en pocas
semanas Ethan cumpliría los dieciocho; me hacía sentir triste el hecho de
que pasaría un año más sin celebrarlo con él. Aunque bueno,
afortunadamente no tenía que soportar las borracheras de Peter. Cada vez
eran peores. Cada vez pegaba más fuerte.
Con un suspiro bajé cuidadosamente de la gran salchicha amarilla (así lo
llamaba), y salí corriendo al tercer piso, dónde tendría la primera clase:
Matemáticas. No tropecé con nadie, no hablé con nadie, simplemente me
limité a sentarme al fondo de la clase, esperando a que todo el jodido
mundo me quitara los ojos de encima mientras me sentaba. Ya, sabía que
había llegado tarde, pero ya tenía suficiente con la mirada de “Voy a hacer

9
ANNIE GRINTON

que suspendas este curso” del profesor. Saqué mis libros de la mochila,
junto a una pluma y comencé a escribir lo que estaba en la pizarra algo así a
la velocidad de la luz. No entendía ni una mierda lo que estaba garabateado
allí, joder.
—Señorita Hathaway, podría decirme por favor, ¿Qué resultado
obtengo de esta ecuación?—preguntó el profesor, mirándome con un
amago de sonrisa en la esquina de sus labios.
Mierda. Apreté los puños, irritada; él bien sabía que no tenía ni la menor
idea de qué era lo que estaba haciendo, mucho menos podía esperar a que le
respondiera.
—Pues no tengo la menor idea—respondí, claro y fuerte, encogiéndome
de hombros.
—Pues claro que no. ¿Sabes por qué?—era una pregunta retórica.
—Porque odio esta materia y no le pongo la atención necesaria, lo sé. —
dije, sin pesar—Además de que su forma de explicar me aburre.
Su sonrisa desapareció, justo como deseaba. Ahora sí, definitivamente
iba a ser el responsable de que suspendiera esta materia. Tendría que
cambiarme de profesor esta semana. Señor odio-a-este-monstruo apretó los
puños y frunció el ceño. Se escuchó una risita detrás de mí, y me giré. Un
chico de piel blanca, con cabello castaño-rubio y ojos azules me miraba con
una sonrisita en sus labios. Vestía una camiseta de algodón de color blanco,
debajo de una cazadora negra; unos Ray-Ban reposaban en su escritorio,
junto a las llaves de lo que imaginé sería una motocicleta. Era bastante
guapo, por lo cual me irritó. Odiaba a los chicos guapos. Eran unos
imbéciles.
—Acompáñeme a ver al director, señorita Hathaway—ordenó el
profesor.
Recogí mis cosas aún sin apartar la mirada del chico, el cual no borraba
esa estúpida sonrisita de sus labios. Estuve tentada a aplastar su rostro con
mi libreta de dibujos, pero amaba demasiado esa libreta como para
ofenderla de ese modo. En fin… le di la espalda y seguí al profesor fuera de
clases. Pasó todo el trayecto riñéndome por ser irrespetuosa y blablablá. No
le prestaba atención. Mi mente todavía vagaba en dirección ese chico de
ojos azules, y a su sonrisita estúpida.
— ¿Qué ha sucedido ahora, Annie?—preguntó el director, cansado.
Me encogí de hombros.
—Que lo diga él—respondí, señalando al profesor.
Comenzó con una perorata de mis impertinencias, mi falta de atención,
y concluyó con que era una mala estudiante, lo cual me hizo enojar, puesto
que tenía el mejor promedio de toda la institución, joder. Afortunadamente,
y antes de que comenzara a maldecir al mundo entero, el profesor se me
adelantó y lo desmintió, cosa que a él lo hizo cabrear también. Yo sonreí.
—Como sea—prosiguió, tratando de mantener la poca dignidad que le

10
BROKEN

quedaba—No seguiré dándole clases a esta mocosa.


Dicho eso, se fue. Yo suspiré; literalmente, Frank Mackenzie me odiaba.
Supuse que lo hacía desde que había divulgado “sin querer” que era gay, y
que pasaba las noches de los sábados en un bar dónde se practicaba el
sadomasoquismo. Si es que eso podía llamarse bar, claro.
— ¿Qué piensas hacer, Annie?—preguntó el director Connor.
—No, señor. ¿Qué piensa hacer usted? Debería despedirlo. Está
mezclando lo personal con el trabajo. Me odia por el incidente del año
pasado—afirmé.
—Ve a clases mientras decido qué hacer—ordenó.
—Usted me disculpará, pero espero me entienda cuando le digo que no
me parece adecuado volver a clases ahora mismo—dije.
Suspiró.
—Bien, espera afuera entonces—dijo, entregándome un pase de
permiso.
Caminé en dirección al parque que se encontraba detrás del instituto,
dónde difícilmente alguien me vería. Afuera hacía un calor insoportable,
pero no podía quitarme mi cazadora; si lo hacía, revelaría un par de
moretones que tenía en los brazos, de la noche anterior, y ese no era el plan.
Aunque no tenía ningún plan, eso era obvio.
Fui a subirme a las ramas de un árbol bastante grueso y frondoso que se
encontraba al otro extremo del parque, dónde definitivamente nadie me
vería. Ajusté bien mi mochila y escalé con mucho cuidado, hasta quedar
segura y firme sobre una de las gruesas ramas. Abrí el bolso y saqué mi
cuaderno de dibujos, junto a un lápiz del número dos. Le saqué un poco de
punta y comencé a dibujar unas finas y curvas líneas, sin tener nada en
mente todavía; sin saber exactamente qué quería dibujar. Todavía tenía esa
irritante sonrisa en la cabeza, así que, ¿Por qué no? La dibujé. Tomé especial
cuidado en la textura, en el suavizado, en tratar de mantener intacta la
misma proporción en el labio inferior y en el superior. Aunque, ahora que
pensaba mejor en ello, su labio inferior era un poco más grueso.
No supe ni medí cuanto tiempo había pasado, simplemente me
sobresalté cuando sonó la campana. Genial, no sólo había faltado a
Matemáticas, sino a las tres materias que la seguían. El lado bueno era que
había terminado el dibujo.
Guardé todo de nuevo en la mochila y me dispuse a bajar cuando un
grupo de chicos se colocaron debajo del árbol. Fruncí el ceño al ver al chico
de la sonrisa estúpida, y luego fijé mis ojos en los otros cinco que lo
rodeaban. En sus expresiones se leía claramente que no les agradaba el
chico sonrisa, y supe que iban a golpearlo. Bueno, en realidad iban a
matarlo, porque esos cinco acabarían con él.
—… y quiero que la dejes en paz. —decía alguien.
Un chico moreno, alto y muy, muy fornido parecía ser el líder de los

11
ANNIE GRINTON

otros cuatro, porque era el que estaba en el centro y el que parecía más
enojado.
—Está bien. —se limitó a responder sonrisa.
¿Todo esto era por una chica? Tenía que ser una broma.
— ¿Está bien? ¿Eso es todo?—preguntó súperman, atónito. — ¿No vas
a pelear?
Sonrisa bufó, riendo.
—No peleo por mujeres, idiota. Ellas pelean por mí—respondió.
Vaya jodido imbécil que era.
—Pero—continuó—Si quieres pelear… Tal vez podría complacerte.
Hace días que no te mando al hospital.
Y comenzaron a pelear. Bien pensé que los cinco iban a matarlo, pero
nada de eso. Chico sonrisa parecía estar bastante acostumbrado a las peleas
desiguales, porque se las arregló bastante bien con los otros él solo. Yo no
me movía, ni decía nada. No era muy fanática de la violencia, bastante tenía
con Peter en casa, en vivo y directo y en carne propia; pero no tuve esa
necesidad de detener la pelea sino hasta que vi que cuatro de esos cinco
salían corriendo, dejando sólo a súperman, que ya estaba a punto de perder
la consciencia. Supe que era en serio eso de mandarlo al hospital, así que
salté del árbol, cayendo justo en medio de ambos estúpidos.
—Ya basta—le dije a sonrisa.
Él me miró, luego hacia el árbol, luego a mí de nuevo. Por un segundo
pareció perdido, y al otro volvió a regalarme esa sonrisita estúpida que tanto
me irritaba, y que ya había dibujado. Algo se removió en mi estómago
mientras observaba esos labios desiguales, ¿Iba a vomitar? Lo más probable.
—Vaya, vaya; miss problemática aparece—dijo.
Tenía la voz gruesa y… ¿Por qué no admitirlo? Un poco sexy. Desvié
mis ojos de los suyos, sin replicar en eso de “problemática”. Por favor, ¿La
problemática era yo, cuando era él quien iba a mandar a un pobre chico al
hospital? Seguro. Me incliné sobre súperman y lo ayudé a levantarse.
— ¿Estás bien?—le pregunté, aunque me pareció una pregunta estúpida.
Tenía el rostro ensangrentado; su ojo derecho estaba comenzando a
hincharse y ya estaba morado, casi negro. Estaba segura de que no podría
usar ese ojo en un par de días.
—Estoy bien, gracias—susurró.
Como pudo se mantuvo en pie, y comenzó a alejarse. Sonrisa se acercó a
él.
—Hey, no he dicho que terminé contigo—dijo.
Hizo el intento de agarrarlo por los hombros, pero lo empujé lejos: con
mis dos manos en su pecho, y un empujón con bastante fuerza que casi
hace que caiga de espaldas.
—Pues yo digo que esto ya se ha acabado—le espeté. Él volvió a
sonreír, pero esta vez era una sonrisa perversa. Una sonrisa que me hizo

12
BROKEN

estremecer—Vete, chico.
Súperman me obedeció, y se marchó susurrándome un ligero “gracias”
que se llevó el viento. Chico sonrisa todavía me miraba con esa sonrisa
perversa en sus labios, la cual provocaba sensaciones extrañas en mí. No era
miedo, era algo peor, estaba segura. Miré hacia arriba, en el árbol, dónde
había dejado mi mochila, y le pasé por un lado al chico mientras escalaba de
nuevo para buscarla. El uniforme del instituto era de falda, por lo cual lo
odiaba; pero siempre había llevado un short bastante corto debajo, para que
cuando el viento soplara, los chicos no vieran nada interesante. O, podría
pasar que subiera al árbol y alguien desde abajo estaría mirando; tal y como
lo hacía sonrisa. Iba a darle un puñetazo si no apartaba la mirada.
— ¿Por qué usan short debajo de las faldas?—preguntó, mientras bajaba
de nuevo.
—Para que imbéciles como tú no estén mirando—le espeté, mientras
alisaba mi falda (que por cierto, me llegaba más arriba de los muslos) con
mis manos.
Ya sabía que tenía buenas piernas. Por lo general corría todas las tardes,
cuando ya el sol iba a ocultarse (Me gustaba hacerlo en la playa, ya que a mi
madre le gusta mucho mirar el mar, y a mí también), pero no me gustaba
que toda la población masculina clavara sus ojos en ellas, tal y como estaba
haciendo este chico. Y lo hacía sin ninguna delicadeza en observar
discretamente.
—Pero, ¿es que no fueron creadas para mirarlas?—preguntó.
—Pues te equivocas conmigo. Yo fui creada especialmente para pasar
desapercibida.
—Pues con esas piernas, lo dudo mucho. —dijo, enarcando las cejas de
modo apreciativo y metiendo su mano en el bolsillo trasero de su pantalón.
Sacó un cigarrillo delgado y largo de una pequeña caja aplastada de
Lucky Strike y encendiéndolo se lo llevó a la boca. Tuve la oportunidad de
detallar más a profundidad sus labios, notando de nuevo esa diferencia de
relleno entre el labio superior y el inferior. También los tenía ligeramente
rojizos, lo cual tendría que tener en cuenta si quería pintar el dibujo que
había hecho. Bien, no tenía que hacerlo.
Me encogí de hombros, queriéndole decir “es lo que hay” y comencé a
alejarme de él, con mi mochila al hombro, pero me detuvo. Su mano se
había aferrado a mi brazo, y sin querer solté un gemido de dolor. Maldita
sea, me había sujetado justo dónde tenía los golpes. Me miró curioso,
pasando su mano con delicadeza sobre el lugar dónde me había sujetado.
Como si me acariciara.
— ¿Qué te ha pasado?—preguntó.
Alejé su mano con fuerza.
—Como si te importara—le espeté.
— ¿Y tú qué sabes?

13
ANNIE GRINTON

—Bien, corrijo: No debería importarte.


Seguí caminando, hasta que se colocó delante de mí, haciendo que me
detuviera de nuevo. También quedó demasiado cerca.
— ¿Y qué pasa si sí me importa?
—No lo hace.
Nada. No me dejaba caminar.
— ¿Podrías mover tu culo y dejarme pasar? Tengo que llegar a casa—le
espeté, enojada.
—Te llevo.
Bien, ¿Quién me había enviado semejante regalo? Porque quería
devolverlo. Ahora.
—No, gracias.
Lo esquivé, y justo cuando creí que me dejaría continuar, se aferró del
cuello trasero de mi cazadora y la jaló, causando que se bajara y saliera de
mis brazos. Así que sí, ahora mis golpes estaban completamente expuestos
a su mirada. Se quedó pasmado cuando descubrió la razón por la cual había
gemido cuando me sujetó del brazo. Le arranqué la cazadora de las manos
súper enojada, y salí corriendo algo avergonzada.
Mis ojos estaban humedecidos, y no quería llorar, joder. No hasta que
llegara a casa. Me coloqué la cazadora mientras corría, y me detuve sólo
cuando llegué a la parada del autobús. Me senté en la acera, limpiando mis
patéticas lágrimas y respirando hondo. <<Cálmate, Annie. Sólo respira>>
lo repetía como un mantra, hasta que mi respiración se calmó. Ya no sentía
esa necesidad imperiosa de llorar, así que ya estaba mejor. Saqué mi
reproductor mp3 de segunda mano de la mochila, y coloqué los asquerosos
audífonos casi inservibles en mis oídos. Terminé de relajarme mientras
escuchaba Broken Wings con mis ojos cerrados.
Vaya estupidez había cometido.
Había una razón por la cual odiaba a los chicos guapos. Hacía un año y
medio, había conocido al chico que creí era el más guapo sobre la faz de la
tierra. Era un completo imbécil que me usó, me rompió, y se largó. Fin de
la historia. Y yo quedé jodidamente inutilizable. Había jurado no volver a
enamorarme, desde entonces.
El dolor no puede medirse, el flujo del tiempo no se puede medir
Incluso si ello pudiera llenarlo todo
Todavía puedo sentir
Aquello que cae del cielo no es lluvia...
¿Alguna vez cerré mi corazón
Porque tenía miedo de ti?
No, no podría sostenerlo por más tiempo
El amor no es un juguete
Déjame irme ahora
El tiempo que pasamos es perpetuo

14
BROKEN

Nuestro futuro no es real


Voy a saltar en el aire.
Bien, suficiente.
Estaba pasando a la siguiente canción cuando me arrancaron los
audífonos de mis oídos con un poco de brusquedad. Casi solté una
maldición. Casi.
— ¿Se puede saber qué carajos estás haciendo aquí?—le pregunté.
Estaba sobre una ducati streetfighter negra, que le daba un aspecto
peligroso. Estaba segura de que ese era el efecto que quería lograr.
—Te he seguido—dijo, encogiéndose de hombros, como restándole
importancia al asunto.
— ¿Por qué?—pregunté, frunciendo el ceño.
Suspiró.
— ¿Tengo que darte explicaciones?—preguntó, enarcando una ceja.
—Pues sí.
Se quedó en silencio un par de segundos, como meditando si debería
decirme o no. Yo ya sabía, o bueno, me imaginaba, de qué venía todo esto.
—Quiero saber que te ha pasado en los brazos—dijo, finalmente.
Sip. Lo sabía.
—Ya te he dicho que no te importa—gruñí.
—Y ya te he dicho que no podrías saberlo. ¿Qué si quiero ayudarte?
No pude evitarlo, comencé a reír a carcajadas.
—Oh, ¿No era una broma?—le pregunté, al ver que me miraba
seriamente.
Ya sabía que no lo era pero, vamos, ¿Ayudarme? ¿Ayudarme a qué? ¿A
esconderme cada vez que papá llegaba con sus borracheras? Seguro que sí.
— ¿Quién te ha hecho eso?—preguntó, señalando mis brazos con unos
de sus largos dedos.
Me quedé un par de segundos observando sus dedos… Eran largos, sí,
tan parecidos a los de un pianista. Aunque claro, esa descripción era no muy
cierta, puesto que yo tocaba el piano, y no tenía los dedos tan largos. O eso
creía.
—No tiene importancia.
—Claro que la tiene.
Me levanté del suelo, quedando a la altura de su rostro. Me sentí
repentinamente… bien. Quizás era el hecho de que parecía realmente
querer saber lo que sucedía conmigo; lo cual me hacía enojar porque
siempre había odiado que se metieran en mis cosas. Por esa razón no tenía
amigos, era una triste chica solitaria que vagaba con libros en las manos y
audífonos en los oídos. Sola. Sin la necesidad de querer contarle a nadie lo
que me sucedía porque no me agradaba el hecho de que estuvieran
preguntándome el porqué de algunas cosas que yo ni siquiera entendía.
Como el por qué tenía un hermano y hacía años que no lo veía, por

15
ANNIE GRINTON

ejemplo.
Abrí la boca para decirle que era mi padre quién me golpeaba cada vez
que llegaba a casa y no me encontraba, o encontraba alguna mancha en el
suelo, o algún plato sucio, o la comida fría, o algo por el estilo. A veces
incluso lo hacía para divertirse; siempre me llamaba “pequeña perra” o
“jodida zorra” y reía. Odiaba esos momentos. Pero la gran salchicha
amarilla se acercaba, así que mantuve mi boca cerrada.
—Tengo que irme—le dije, señalando el autobús escolar.
Le di la espalda. Las puertas del transporte se abrieron, y justo cuando
iba a subir a él me tomaron de la mano. La piel era suave, caliente,
desprendía cierta electricidad que subió por todo mi brazo, esparciéndose
por todo mi cuerpo. Se me escapó un gemido de sorpresa, y alejé mi mano
de la suya. ¿Qué demonios había sido eso?
—Yo te llevo—me dijo, girándome y colocándome de pie frente a él.
Le hizo señas al conductor para que se marchara, y así lo hizo, joder.
Ahora bien, me quedaban dos opciones: O esperaba dos horas hasta que
volviera a pasar, o me iba con chico sonrisa.
—No tienes muchas opciones—dijo, sonriendo.
Y allí estaba de nuevo esa sonrisa.
—Ya lo sé, idiota—gruñí.
Miré la moto, luego a él, luego la moto.
—Caminaré—le dije.
Después de todo, tenía que ir a trabajar, y la librería no quedaba
demasiado lejos. No me hacía mal una caminata, ¿no?
— ¿Siempre eres tan jodidamente terca?—preguntó.
—Mmmm—pensé—Casi siempre.
Asintió, sonriendo, como queriendo decir “ya, lo supuse”.
—Bien. Pues yo también lo soy, así que de aquí no te mueves si no es en
mi moto.
Me crucé de brazos, y miré la hora. Mierda, se estaba haciendo tarde.
Volví a mirar la moto, y luego a él, y en su rostro se extendió la sonrisa.
Supuse que ya intuía que me había ganado.
—No voy a casa—le advertí.
Se encogió de hombros.
—Te llevaré a dónde quieras.
Suspiré, dándome por vencida.
—Vas a llevarme directamente a donde te diga, sin paradas en lugares
extraños, ni segundas intenciones. —le advertí, con un dedo presionando
en su pecho—Nada romántico, ni pervertido, ¿Entiendes?
Asintió. Se subió a la moto, y me pasó su casco para que me lo colocara.
No supe como carajos se me había enredado en el cabello, pero a la final
tuve que pedirle ayuda a ese chico para poder colocármelo bien.
—Por cierto, soy Jack. —dijo.

16
BROKEN

—Ya.
— ¿No vas a decirme tu nombre?
—Me parece que estabas muy atento a ello cuando el profesor de
matemáticas me sacó de clases—le dije.
—Si mal no recuerdo, te llamó por tu apellido. ¿Quieres que te diga
“señorita Hathaway”?—preguntó, imitando la voz chillona de Frank.
—Soy Annie.
—De acuerdo, Ann.
—Annie. Mi nombre es Annie—refunfuñé.
—Ya, pero imagino que así te llama todo el mundo. Yo soy diferente.
Yo te diré Ann.
¿Diferente? Ningún hombre era diferente. Todos decían serlo sólo para
ganar la confianza de la chica que les gustaban y… Oh, Dios, no.
—Por favor, prométeme que no intentarás tener algo conmigo, o
parecido—le supliqué.
Sonrió.
—Te juró por los demonios del infierno que jamás te prometeré algo
así.

17
2 LAS MUERTAS EN VIDA NO SONRÍEN
Mi corazón había latido con fuerza por alguna extraña razón que, por más
que intenté, no comprendí. Jack tomó mis brazos y los cruzó por delante de
su pecho, antes de arrancar la moto. Pude palpar la dureza de su abdomen
mientras hacía el débil intento por tratar de no salir volando debido a la
corriente de aire que creaba la vigorosa velocidad a la que conducía. A mí
particularmente, me encantaba; podía sentir que volaba.

No habían pasado ni siquiera cinco minutos cuando ya estábamos doblando


la esquina de la calle 17, donde se encontraba mi pequeño trabajo: La
librería del señor Thomas. Le di un codazo a Jack para que se detuviera, y
así lo hizo. Se orilló justo frente a la puerta del local, que tenía pegado en un
lateral de la pared un afiche sobre recomendaciones para un sexo seguro.

—Muy, muy interesante tema—dijo él, llevándose las manos a su mentón y


observando el cartel con las cejas levantadas. Me miró, me regaló un guiño
y luego sonrió. Sentí un retortijón en el estómago, y fruncí el ceño. ¿Iba a
vomitar?

—Sí, de seguro ya estás bastante informado—murmuré, dándole la espalda.

—Oye, espera Ann.

Me detuve, girando de nuevo para encararlo.

— ¿Te vas a ir así, sin darme nada por traerte?—preguntó.

Solté una carcajada.

18
BROKEN

—Bien, no sé qué demonios esperas que te dé, pero de antemano déjame


decirte que no conseguirás nada. Yo no te he pedido que me trajeras, tú te
has ofrecido y has hecho que perdiera el autobús. —refunfuñé.

Se quedó en silencio un par de segundos en los cuales sopesé seriamente


darle la espalda y dejarlo allí, parado como el propio idiota que era. ¿Qué
carajos estaba insinuando? ¿Quería que me acostara con él simplemente
porque me había traído? Bien, no pasaría. Justo antes de girarme, sonrió. Al
principio era una sonrisa tímida, luego se extendió de oreja a oreja, hasta
que se convirtió en una carcajada. Sip, este chico estaba loco.

—Dime, ¿Te has olvidado de tus medicinas?—le pregunté, fingiendo


preocupación.

Volvió a reír.

—No, no. Es solo que… me caes bien. De verdad—dijo.

Y allí estaba de nuevo ese retortijón en el estómago. Definitivamente iba a


vomitar. ¿Verdad que sí? Por supuesto que sí. Maldita sea, ¡absolutamente
sí! No era agradable. No lo era.

—Bien, no sé si quieres que te dé un premio o algo parecido por esa


revelación, pero no puedo seguir aquí. Tengo que entrar a trabajar.

Asintió, sonriendo todavía. Yo me limité a enarcar las cejas.

—Adiós, entonces. ¿Nos vemos luego?—preguntó.

—Espero que no—murmuré, entrando a la tienda.

Lo último que escuché de él fue su carcajada, seguida del rugido de la moto


al alejarse. Suspiré, sintiéndome normal de nuevo. Este chico tenía una
extraña habilidad de ponerme los pelos de punta.

El señor Thomas me esperaba de pie detrás del mostrador, con un par de


cajas alrededor de sus pies, que contenían libros nuevos que él trataba de
ordenar alfabéticamente. Le saludé con la mano, y él me regaló una sonrisa,
acercándose a mí para darme un abrazo. Se lo devolví lo mejor que pude,
con algo de temor. Tenía alrededor de setenta años, me daba algo de miedo
apretarlo con demasiada fuerza y que fuera a romperlo sin querer.

19
ANNIE GRINTON

—Annie, Annie… ¿Qué tal estás, pequeña?—preguntó, con voz baja y


enferma.

Hacía dos años que el señor Thomas había desarrollado una enfermedad
que, aunque nunca me había querido decir cuál era, deducía que era letal y
dolorosa debido a las veces en las que arrugaba el rostro sin motivo
aparente, y a las constantes medicinas que tomaba.

—Bien, bien…—susurré. Allí estaba de nuevo ese ceño fruncido. El mismo


que ponía cada vez que trataba de ocultarme cuanto le dolía lo que fuera
que le dolía— ¿Y usted? Siéntese, por favor. ¿Quiere un vaso de agua? ¿Se
tomó la medicina?

—Tranquila, estoy bien—dijo, sacudiendo las manos como restándole


importancia al asunto. Fruncí el ceño. El Sr. Thomas era la única persona
en la que confiaba, y no me había traicionado. También el único que había
accedido a darle trabajo a una chiquilla de catorce años, toda sucia y
maltratada. Había aprendido a quererlo, un poco.

Un poco decía demasiado, sin embargo. Cuando te han roto el corazón


demasiadas veces, pierdes la capacidad de amar algo, o alguien. Solo estás
vacía. Como muerta. Y no me refiero sólo a lo que un imbécil puede hacer
con tus sentimientos, sino a todos en general. Todos me habían destrozado.
Todos.

—Vaya a descansar, yo me encargo—le pedí.

Me regaló otra de sus sonrisas, pasó junto a mí acariciándome la cabeza y


salió por la puerta trasera. Tenía la suerte de que su hogar estaba sólo a unas
tres casas de distancia. Imaginaba que su esposa estaba preocupada por él,
también. Aunque nunca la había visto.

Suspiré, arremangándome la cazadora hasta el codo para aliviar un poco el


calor, le subí al aire acondicionado y me puse manos a la obra. Habían
llegado al menos unas cinco cajas de libros nuevos, y tenía que organizarlos
todos. Puse mis audífonos en mis oídos y reproduje The End de Destine, para
entretenerme mientras colocaba todo en su sitio. Un año atrás, esta canción
seguiría causándome un trastorno emocional; pero hoy ya no causaba el
mismo efecto, sólo me traía recuerdos. Esta canción solía cantármela mamá

20
BROKEN

cada vez que estaba enojada, y por extraño que parezca, siempre me hacía
sentir mejor. Como dicen, qué la música amansa a las fieras.

Me quedé repentinamente quieta, sintiendo que alguien estaba detrás de mí.


Levanté la mirada y noté a una chica rubia, alta y delgada, de facciones finas
y delicadas, con una ropa que gritaba “me compran en la tienda más cara”
que me observaba con los brazos cruzados. Se acercó un paso a mí, y se
señaló sus oídos, clara señal de que quería que me quitara mis audífonos.
Sólo me quité uno.

— ¿Se te ofrece algo? —pregunté, amablemente.

— ¿Por qué te ha traído Jack Walker? —preguntó, frunciendo el ceño.

La miré con mi mejor cara de ¡WTF!

—Eh, ¿Qué?

Definitivamente hoy era el día en que me había ganado la lotería. Primero,


Peter me golpea en la mañana porque su tasa no estaba lo suficientemente
llena de café. Segundo, tuve que ir a ver al director porque mi profesor
marica me odia y busca cualquier excusa para tratar de expulsarme. Tercero,
un tipo engreído que pretende que tenga sexo con él sólo por traerme en su
moto descubre mis moretones. Y, finalmente, esta chica está reclamándome
el porqué de algo que ni yo misma sabía. ¿En qué mundo había nacido,
Dios?

—Te he visto llegar con él. —Refunfuñó— ¿Qué le has dado para que te
traiga en su moto?

Suspiré, colocando el libro que tenía en la mano en la estantería.

—No le he dado nada. Él se ha ofrecido.

—No te creo.

—Pues me importa una mierda si me crees o no—le espeté, irritada—Y, si


no te importa, lárgate a menos que vayas a comprar algo.

Se acercó a mí con paso cauteloso, como si midiera que tan peligrosa podría
llegar a ser.

21
ANNIE GRINTON

—Jackie es mío, así que te pido que te alejes—Se acercó más—La próxima
vez no te lo pediré tan amablemente.

¿Jackie?

—La próxima vez voy a romperte la cara—rugí—A mí nadie me da


órdenes, para que sepas.

Sonrió.

—Un Walker no podría estar con alguien tan bajo como tú.

Me quedé en silencio esperando que continuara. De seguro seguiría con


“Pareces una zorra”, “Podría jurar que incluso te drogas” y esas cosas que
ya me habían dicho antes. Pero no, eso fue todo lo que dijo.

—Oh, ¿Eso fue toda la ofensa? Bien, dame un momento para poner una
expresión de ofendida—hice una extraña mueca y la miré— ¿Te parece
bien así?

Pude observar los tendones de su mano tensarse cuando las hizo un puño.

—No comparto lo que es mío—gruñó.

Bien, ya tuve suficiente.

—Escucha, no sé qué carajos está cruzando por tu diminuto cerebro en


estos momentos, pero te digo que no le he dado nada a… Jackie. Él solito se
ofreció a traerme porque perdí el autobús. No entiendo cuál es tu drama.

—Jack Walker no lleva a nadie en su moto. Jamás.

Ah, eso era todo. Estaba celosa de que señor sonrisa estúpida me trajera en
su moto y que, seguramente, a ella la ha dejado con las ganas en más de una
ocasión. De no ser porque había perdido la costumbre de reír, hubiese
estallado en carcajadas.

—Bien, a mí me ha traído.

—Ya lo sé, por eso quiero saber por qué.

22
BROKEN

A través del vidrio de la puerta pude observar que el Sr. Thomas se


acercaba. Traía un pequeño plato de porcelana en sus manos, y trataba de
caminar rápido para no llevar sol. Maldita sea, no podía dejar que está loca
siguiera discutiendo conmigo frente a él.

—Escucha, lo vi dándole una paliza a un chico, ¿de acuerdo? De seguro se


ofreció para que no fuera a contárselo al director. ¿Puedes irte ya? —le dije.

Se quedó pensando un par de segundos, como si decidiera creerme o no. Si


ese maní que tenía por cerebro no funcionaba rápido, iba a sacarla tironeada
por ese cabello rubio hasta la calle.

—Bien, es posible. Jackie tiene un expediente interminable de chico malo, y


mujeriego—murmuró. En mi cerebro se quedó grabada la palabra
“mujeriego”. —Está bien. Me voy. Es obvio que sólo lo hizo por su
beneficio.

Asentí, deseando que se fuera. Dio media vuelta y se encaminó a la puerta.


Salió justo en el momento en el que mi jefe entraba, con una débil sonrisa
en su rostro.

—Esa chica parecía enojada—comentó él.

Me encogí de hombros.

—Preguntó por los libros de la saga Hush, Hush y le dije que estaban
agotados. Ya sabe cómo se ponen las fanáticas de Patch cuando no
encuentran los libros. ¿Recuerda como me puse yo?

Soltó una breve y ligera carcajada.

—Lo recuerdo, parecías una leona. —Afirmó— ¿Quieres un poco de pastel


de chocolate?

Asentí, y me senté a su lado, detrás del mostrador. Charlamos un poco


sobre los libros que habían llegado, y me obsequió uno llamado Hopeless.
Discutimos la organización de todo, y luego hablamos de lo jodido que era
el clima. Lo descubrí mirando fijamente mis brazos, y cuando bajé la mirada
a mis codos, se podía ver un poco el moretón que tenía en la parte superior

23
ANNIE GRINTON

del brazo. Me bajé la manga de la cazadora rápidamente, esperando que no


hiciera ninguna pregunta. No la hizo.

Después de cerrar, me dirige a casa a hacer la cena antes de que Peter


llegara. Hoy no estaba de ánimos para una golpiza. Sin embargo, antes hice
una parada en el supermercado para comprar papas y salchichas. Prepararía
para mí un par de perros calientes.

La casa estaba vacía y a oscuras cuando llegué. Deposité las compras en la


despensa, y subí rápidamente a dejar mi libro en el ático. Allí era dónde
ocultaba mi pequeña biblioteca, la ropa que había dejado mamá, y mis
pinturas. Si Peter descubría todo aquello, lo más seguro es que quisiera
quemar todo, sólo para ver como se pulverizaba el pequeño trozo de
corazón que quedaba dentro de mí. Dejé el libro junto a los demás, y volví
abajar las escaleras corriendo. Me lavé las manos, saqué unos panes de la
nevera y me dispuse a preparar la comida.

Peter llegó justo cuando acaba de terminar la limpieza del lugar, gracias a
Dios. Le llevé el plato de comida al sofá, junto con una cerveza, como
siempre hacía. Lo dejé en la mesita que estaba junto a él, y le di la espalda
para subir a mi habitación a darme una ducha rápida para subir al ático. Sin
embargo, cuando iba a mitad de las escaleras, me llamó. Solté una maldición
por lo bajo, y me giré para encararlo. No estaba en el sofá, se encontraba en
la cocina.

— ¿Qué sucede? —pregunté, cuando me detuve frente a él.

— ¿Qué se supone que es esto que estoy comiendo? —preguntó,


frunciendo el ceño.

—Comida—le espeté.

Me dio un empujón contra la pared, que me hizo jurar de nuevo.

—Ya lo sé, pequeña zorra—gruñó—Me refiero a que esto fue lo que


cenamos ayer, también—rugió.

Enderecé mis hombros.

24
BROKEN

—Pues hubiese preparado otra cosa si dejaras de gastar tu dinero en alcohol


y dejaras suficiente para comprar comida decente—le espeté.

Ya, si aprendiera a mantener mi boca cerrada tal vez él dejara de golpearme


cada vez más fuerte. Pero no tenía caso quedarme en silencio, pues de igual
forma me golpeaba. Me dio un puñetazo en el estómago, que me tiró al
suelo jadeando por aire. Tomó el encendedor de la cocina, y prendiéndolo,
me lo estampó en la muñeca. Intenté gritar, lo cual me hizo quedarme sin la
mínima cantidad de aire que tenía. Será cabrón, tuve que meter la cabeza
entre las rodillas para tratar de respirar, y cerré los ojos con fuerza para no
llorar frente a él. Soltó una odiosa carcajada de satisfacción, tomó otra
cerveza de la nevera y me empujó con sus pies para salir de la cocina. Yo
me quedé allí tirada como por diez minutos más, hasta que pude respirar de
manera normal. Joder, me dolía la muñeca.

Salí corriendo a mi habitación y me encerré en el baño a darme una ducha


de agua fría. Necesitaba relajar el ardor de la quemadura, y nada mejor para
eso que el agua helada. Enjaboné con cuidado la zona herida, mi madre una
vez me había dicho que el jabón causaba picor. Lavé mi cabello con
cuidado y un par de minutos luego ya estaba fuera, envuelta en toallas.

Me acerqué al armario, y saqué de entre un par de cajones viejos y cubiertos


de polvo una venda sucia, pero que me serviría. Rebusqué hasta encontrar
una crema refrescante de quemaduras, y la apliqué con mucho cuidado.
Envolví mi muñeca con la venda, me tomé tres aspirinas y me metí en la
cama, a esperar a que las pastillas surtieran efecto y me drogaran
completamente. Mi vida era un asco, lo sabía.

***

A la mañana siguiente, el pitido irregular de mi trasto celular me despertó.


Abajo no se escuchaba absolutamente nada, por lo que deduje que Peter se
había ido a trabajar. Pateé las cobijas aún adormilada, y me arrastré como
pude hasta el baño. Había olvidado la herida de mi muñeca, así que cuando
el agua caliente impactó en ella, solté una maldición. Me duché con cuidado
de nuevo, tratando de dejar incapacitada la mano lastimada por el mayor
tiempo posible. Me coloqué el uniforme que colgaba del armario, haciendo
nota mental de lavar el anterior. Sólo tenía dos de ellos.

25
ANNIE GRINTON

No me maquillé por dos simples razones; primera, sólo poseía una mínima
cantidad de maquillaje que guardaba especialmente para esos días en los que
a Peter le daba por desfigurarme el rostro; y segunda, no me gustaba.
Colocarme esa máscara en la cara me hacía sentir tan igual a las demás, y yo
no era así. Me gustaba ser diferente.

Abrí uno de los cajones que tenía junto a la cama para sacar un par de
medias, de los tres juegos que tenía. La madera estaba algo maltratada y
desvencijada, y la gaveta tenía un pequeño agujero en el fondo, pero aún me
servía para guardar algunas cosas. Como la jodida carta de Alec West. No
sabía por qué la conservaba todavía, ni por qué motivo mis manos se
encontraban abriéndola justo ahora; pero no pude detener a mis ojos
cuando comenzaron a leer las mismas palabras que habían observado años
atrás.

Annie…

Me encuentro perdido entre pensamientos e imágenes transitorias, ni hablar de la


música que escucho, que me embarga y me llena la mente de un extremo a otro con
fotografías dónde puedo ver sólo tu rostro. Siento que una parte muy importante
de mí ha cambiado, desde hace días que lo viene haciendo.

No puedo dejar de recordar ese momento en el que te vi por primera vez, ¿Tú lo
recuerdas? Me sentí tan avergonzado de haberte lastimado con mi maleta, Dios,
deseé que me tragara la tierra. Recuerdo también que lo primero que pensé al ver
tus ojos fue: Estoy de pie frente a un ángel. Fue como si con esa mirada mortal
que me echaste, me hubieses hechizado. Me sentí tuyo desde el momento en que me
arrancaste la maleta de las manos y la arrojaste detrás de ti, porque estaba tan
petrificado ante tu belleza que me fue imposible articular palabra alguna para
pedirte disculpas.

Recuerdo que te observé marcharte, te vi caminar hasta que subiste al autobús y te


alejaste, y yo aún seguía de pie allí, tratando de encontrar el control de mi cuerpo
nuevamente. Debo confesar que me llevó bastante tiempo poder moverme de allí y
recoger mis cosas. Sonreí, tenía en mi rostro la sonrisa de un niño porque jamás
había conocido a alguien que pudiera hechizarme de esta manera. Eres la

26
BROKEN

primera; no sé si serás la última, pero créeme que no deseo otra cosa más que estar
contigo por el resto de mi vida. No deseo nada más que quererte, cuidarte y
valorarte de tal manera que nadie nunca lo ha hecho. Quiero que cada chica que
nos vea sienta celos de ti; no por mí, sino por no ser como tú. Quiero que cada
chico que nos vea tomados de las manos reviente de impotencia; esta vez si por mí,
pero no me malinterpretes, me refiero al hecho de que van a envidiar a
sobremanera estar en mi lugar. Dios, ¿Estoy diciendo muchas tonterías? Bien,
pues sigue leyendo, que para tonto estoy esta noche, especialmente si es para ti.

No recuerdo la primera vez que pensé en besarte, fue sólo una idea fugaz que
cruzó mi mente, pero sólo fue eso, la primera vez. No sabría decir si el primer
deseo llegó al verte a la mañana siguiente, cuando pasé por tu salón de clases.
Desde la ventana podía ver tus labios fruncidos ante la cantidad inmensa de
números en la pizarra, y di gracias al cielo por haberlo notado. Tenía ya una
excusa para acercarme a ti.

Una vez tras otra la idea aparecía en mi cabeza, y a veces no sólo como una idea,
sino como un fuerte deseo. Quería abrazarte contra mí y fundirme contigo, pero
jamás lo creí posible. Era como ese sueño inaccesible que debes contentarte sólo con
soñar, como ese amor imposible que nunca podrás tener, pero, bien sueño, bien
amor, me valía con que existiese, pues me hacía sentirme bien, divertido, en
ocasiones llegaba a avergonzarme de mis pensamientos tanto que los colores
poblaban mi rostro. Afortunadamente nunca lo notaste.

Pero el otro día, un rayo de esperanza iluminó mi deseo, descubrir lo que habías
escondido en tu corazón y tu mente tanto tiempo, me hacía temblar de emoción, me
hacía estremecerme. ¿Recuerdas que me lo habías dicho todo desde el computador
de la biblioteca? Yo lo recuerdo. Y casi no podía escribirte en mi ordenador. Si te
hubiese tenido aquí, frente a mí, no habría podido resistir el no pegarme a ti hasta
quedarme sin aliento. Lo que había deseado y temido a la vez, ¡se estaba haciendo
realidad! También habías pensado besarme, también querías hacerlo, y no podía
creerlo. Dejé que hablaras, dejé que te confesaras conmigo, que sacases todo
aquello que te agobiaba, y luego, fue mi turno. El corazón quería salírseme del
pecho, apenas atinaba a escribir, y las lágrimas empañaban tanto mis ojos que
casi no podía ver la pantalla. Sólo el ordenador me unía a ti y, precisamente, era

27
ANNIE GRINTON

lo que me separaba de tu lado. No recuerdo haber estado tan desesperado por


encontrar a alguien antes.

Sé que es demasiado pronto pero, estoy enamorado de ti. Tan enamorado que
haría una locura con tal de mantenerte siempre a mi lado. Tan enamorado, que
haría lo que fuera para que no mirases a alguien más.

Estoy enamorado de ti.

Y no me importa que sea una locura.

-Alec.

Arrugué el papel con mi puño, cerrando los ojos con fuerza. Maldita sea,
era tan jodidamente sentimental a veces. Respiré profundamente mientras
obligaba a las lágrimas a retroceder, en un intento desesperado por no
romper mi promesa de no llorar por ningún chico, jamás. Pero lo había
amado tanto, tantísimo, que en ocasiones era complicado no desempolvar
una vieja herida. Ya no sentía lo mismo por él, por supuesto que no, pero la
humillación que me había hecho pasar jamás iba a olvidarla.

<<No puedo dejar de recordar ese momento en el que te vi por primera vez, ¿Tú lo
recuerdas?>> Pues claro que lo recordaba. Pero no quería hacerlo, nunca
quería. Pero lo hacía.

“Me senté en las escaleras del instituto, observando unos pájaros sobrevolar la copa de un
árbol que se encontraba en el jardín. El instituto se encontraba particularmente vacío, a
excepción de aquellas personas que limpiaban el lugar. Yo no deseaba irme a casa, no
todavía. Mamá había muerto, y papá me pegaba mucho, y muy fuerte. Aquí estaba bien.
Aquí podía respirar con tranquilidad unos momentos.

Cerré mis ojos e inspiré el aire primaveral que chocaba en mi rostro, también incliné un
poco la cabeza hacia atrás, relajándome. Hasta que unos pasos apresurados resonaron
por las escaleras y algo me golpeó la cabeza. Solté una maldición.

28
BROKEN

—Joder, ¿Qué te pasa?—le espeté a ese chico de ojos claros muy guapo. Su cabello
castaño casi cubría sus ojos, y sus labios rojizos estaban ligeramente abiertos. Sin
embargo, no decía nada—Oye, estoy esperando una disculpa—gruñí, mano en la cabeza.

Nada, sólo me miraba. Me enojé, porque bastante que me había dolido el golpe, y este
idiota sólo me miraba como si estuviera idiotizado. Le arranqué la maleta de las manos,
tocando su piel suave y caliente. Me estremecí, pero lo ignoré. Arrojé la maleta por encima
de mi cabeza, enarcando mis cejas para que protestara.

Nada.

Fruncí el ceño, me di la vuelta y decidí que era mejor llegar a casa.

—Los hombres son unos enfermos con problemas—gruñí, mientras me alejaba.

Sin embargo, no pude sacarme la imagen de ese enfermo por el resto de la tarde”

Arrojé la nota al cesto de basura, observándolo un largo rato antes de


marcharme bajando las escaleras. Caminé un par de calles más a la
izquierda, hasta llegar al cementerio y detenerme frente a la tumba de
mamá. Seguía con mi costumbre de leer la lápida. Tal vez era porque seguía
manteniendo la esperanza de que en algún momento, el nombre allí escrito
cambiara, y que mamá apareciera doblando la esquina riendo a carcajadas,
burlándose de mí por ser tan tonta e imaginar estas cosas. Porque ella había
prometido estar siempre conmigo, y nunca rompería su promesa. Pero eso
todavía no pasaba.

—Hola, mamá—susurré. —Hoy no te he traído flores. El dinero de mi día


de trabajo no fue suficiente para comprarte nada, lo siento. —acaricié la
lápida, como solía acariciar su cabello—Ayer he conocido a un chico. Es un
poco arrogante. —Suspiré—Bien, ni siquiera sé porque te estoy hablando
de él.

—Admítelo, te gusto—dijo una voz detrás de mí.

Me sobresalté, y miré detrás de mí rápidamente. Jack reposaba sobre el


tronco de un árbol que estaba a unos tres metros de distancia, y ni siquiera
lo había escuchado acercarse.

29
ANNIE GRINTON

— ¿Qué haces aquí?—pregunté.

Señaló detrás de él, dónde un par de lápidas juntas rebosaban con flores
nuevas y preciosas. Vivas. Llenas de colores.

—Vine a visitar a papá y a mamá—me dijo.

Me quedé completamente muda. Mis labios se abrieron un poco a causa de


la sorpresa, y él solo me regaló una pequeña e incómoda sonrisa al
percatarse de mi reacción. Ni siquiera me hubiese imaginado que Jack no
tuviera padres. Era una noticia que me dejaba… fuera de juego. Caminó
despacio hasta la tumba de sus padres, agarró un par de flores de cada uno,
y vino a sentarse a mi lado.

—Espero que no te moleste, pero te he escuchado hablar con ella—dijo,


mirando fijamente el nombre de mi madre. Colocó las flores junto a la
lápida, y me miró. Fue una mirada intensa, diferente a las demás. Una
mirada que reflejaba lo que era perder un padre, pero que te decía que era
imposible que supieras lo que significaba perder a los dos.

—No pasa nada—susurré, sintiéndome repentinamente vulnerable.

Regresé mis ojos a la lápida frente a mí, evitando contacto visual.


Estuvimos en silencio por unos largos segundos, en los que sólo se
escuchaba el susurro de los árboles contra el viento.

—Fue un incendio—murmuró, de pronto. —Mamá regresó por mí, y papá


regreso por ella. Ninguno de los dos pudo salir.

—Lo siento…

Sonrió, soltando una pequeña carcajada que no tenía ni una gota de humor
ni alegría.

—No tienes porqué sentirlo.

Otros segundos de eterno silencio. Retorcí mis manos nerviosamente


mientras pensaba en algo para decir. Era una situación un poco incómoda,
por lo general porque no acostumbraba a hablar de mi madre. Mucho
menos de su muerte. Bien, él me había contado sobre los suyos, ¿no?

30
BROKEN

—Fue mi culpa—comencé, sintiendo que se creaba un nudo en mi


garganta—Iba a la librería. Mamá insistió en llevarme en su coche. Tuvimos
un accidente—dije, casi en un hilo de voz. Mis ojos se humedecieron—Ella
me prometió que saldríamos de esta. Ella dijo que todo estaría bien—
susurré.

Parpadeé rápidamente para despejar las lágrimas. No me gustaba llorar,


mucho menos frente a alguien que posiblemente se burlara de ello.

—No pienso que sea tu culpa, Ann. Y estoy seguro de que nadie lo cree.

—Pues díselo a mi padre—murmuré.

No pensé que me escuchara, pero lo hizo.

—Se lo diré.

Sonrió, como si intentara aliviar la tensión de la situación. Yo sólo pude


quedarme observando su estúpida sonrisa, que causó que mi estómago se
removiera inquieto de nuevo. Subí mi mirada de su boca a sus ojos, y nos
contemplamos fijamente unos minutos.

¿Decirle a mi padre? Lo mataría. Y luego me mataría a mí, de eso estaba


segura. Le di una última caricia a la lápida de mi madre y me puse de pie.

—Se hace tarde, debo irme a la escuela—le dije, dándome la vuelta y


alejándome.

Me detuvo de la cazadora. Me aferré a ella antes de que pudiera quitármela


de nuevo. Los moretones de los brazos aún no habían desaparecido.

—Te llevo—me dijo.

Lo miré.

—Jack Walker no lleva a nadie en su moto. Jamás—recité las palabras de la


rubia.

Jack arrugó la cara.

— ¿Te has encontrado con Melanie? Dios, cuanto lo siento—dijo.

31
ANNIE GRINTON

Me encogí de hombros.

—Jackie, ¿Te parece que sé su nombre?

—Sip, definitivamente es Melanie. No vuelvas a llamarme así, odio ese


apodo—gruñó.

Asentí.

—Bien, Jack, tengo que irme.

Me sujeto de nuevo.

—Repítelo—me dijo.

Lo miré confundida. ¿Estaba sordo?

—Tengo que irme—repetí.

Sacudió la cabeza.

—La parte en la que dices mi nombre—murmuró, mirándome


intensamente.

—Jack…—comencé. Dios, esa mirada. —Tengo que irme.

Sonrió de nuevo. ¿Qué acaso no se cansaba de mostrar esa sonrisa


estúpida?

—Te llevo. ¡Eh!—me detuvo cuando comencé a protestar—No acepto un


no por respuesta.

Suspiré, y dejé que me arrastrara hasta su mot… Nop. Ya no tenía la moto.


Ahora tenía una Hummer Negra. ¿Era millonario, este chico? Me ayudó a
subir al coche, y tuve que pedirle ayuda para abrocharme el cinturón,
porque era una jodida idiota con esas cosas. Al menos en presencia de él, lo
cual no era reconfortante.

—Parece ser que tienes problemas con lo moderno—dijo, y aquí va, otra
risa.

Me quedé en silencio, observando sus manos moverse.

32
BROKEN

—Parece ser que Miss problemática odia sonreír—murmuró.

—No lo odio—añadí, rápidamente—Sólo perdí la costumbre de hacerlo.

Se quedó en silencio, dejando sus manos en mis caderas más tiempo de lo


necesario.

— ¿Por qué?—preguntó, curioso.

Me encogí de hombros, mirando a través del parabrisas.

—Eso pasa cuando tu vida pierde sentido, sabes—murmuré—Las muertas


en vida no sonríen.

Me pellizcó el puente de mi nariz y acarició levemente mi mejilla.

—Pues entonces nos encargaremos de darle vida a esta muerta—susurró.

33
ANNIE GRINTON

3 LA HERMANA DEL DEMONIO

Si me hubiesen preguntado qué cosas robarían el corazón de las


personas, en estos momentos respondería que las palabras de Jack podrían
hacerlo. Sin embargo, yo no tenía un corazón que él pudiera robar; aunque
tenía uno que podría reparar. Justo ahora, sus palabras habían recompuesto
un trocito de mi corazón hecho pedazos.
Me quedé observándole fijamente, analizando que lo que había
escuchado no era ninguna broma, pero no sonreía. De hecho, estaba
bastante serio. Cerró la puerta y caminó hasta subirse en el lado del chofer,
junto a mí. Encendió el coche y aceleró, con ambas manos en el volante del
vehículo. En el reproductor sonaba un Sad Emotional bastante relajante, así
que cerré mis ojos por unos momentos.
—No pareces ser de esas chicas amantes de la música clásica—dijo.
Mantuve mis ojos cerrados, dejando fluir por mis venas la tragedia que
emanaba la melodía.
— ¿Qué clase aparento ser?—murmuré.
—Pues, ya sabes, de las que aman el Punk, el Rock y el metal. Lo
pesado.
—También me gustan esas. Pero la clásica es distinta… me mueve.
— ¿Te mueve? ¿Qué quieres decir con eso?
Suspiré.
—Me hace sentir que todo estará bien por un momento. Sobre todo
cuando toco.
Se quedó en silencio, imaginé que un poco asombrado.
—Bien, tampoco imaginé que tocaras el piano—murmuró.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí.
—Pues cuéntamelas.
Bufé.
—Lo siento, pero no suelo contarle mi vida a un extraño.
Abrí mis ojos y lo observé, esperando que no se sintiera ofendido. No lo
estaba. Me miraba con esa sonrisa estúpida que me removía el estómago.
Me puse nerviosa ante el hecho de que aun conducía y no le prestaba

34
BROKEN

atención a la carretera, pero esperé un par de segundos más para que


regresara su objetivo a dónde tenía que estar. No lo hizo.
—Mueve tus ojos a las calles, ahora—le espeté.
Se amplió más su sonrisa.
—No vamos a chocar—me dijo.
—Ya, claro. Pensé que el único que podría alardear de eso era Paul
Walker, el de rápidos y furiosos, pero murió en un accidente. Déjate de
tonterías, mira por donde conduces.
Ahora me miraba con cara de horror.
—Que Paul Walker… ¿¡Qué!?
—Sí, murió. ¿Qué no sabías?
—Acabas de arruinar mi infancia, y mis fantasías—gruñó.
—Pues vaya fantasías…
Llegamos al instituto con un poco de tiempo de sobra. Traté de ignorar
el hecho de que toda la población estudiantil me miraba, sin poder creer
realmente de que coche me había bajado, pero era un poco difícil cuando
nadie mostraba el mínimo interés en tratar de disimular.
Ajusté mi mochila al hombro y caminé al cuarto piso, dónde tenía la
primera clase del día de hoy. Afortunadamente no era matemática, iba a ser
asesina de maricas si el tipo que me daba clases comenzaba tan temprano a
darme la lata. No tengo nada en contra de la homosexualidad, pero tengo
todo en contra de este gay en particular.
Jack venía detrás de mí, en silencio. No quise preguntarle qué clase le
tocaba, sólo deseaba que no fuese en la misma que me tocaba a mí.
Caminamos hasta detenernos en la escalera principal, dónde una Barbie nos
esperaba. Joder, ella de nuevo.
— ¡Jackie!—gritó.
“Jackie” se sobresaltó a mi lado, y soltó una débil maldición.
La chica rubia no me prestó atención mientras pasaba por mi lado y le
brincaba encima a su Jackie, para darle un beso en los labios. Juro que iba a
vomitar.
—Melanie, que sorpresa—dijo él, con pesar.
Bien, no iba a quedarme a escuchar toda su conversación. Continué con
mi camino, o eso planeaba, hasta que me tomaron del brazo y me halaron
hacia atrás, tirando mi mochila al suelo.
—Te dije que te alejaras de él—me espetó la Barbie.
—Si no me sueltas el brazo ahora mismo voy a romper tus manitas—le
advertí.
Fue como si la hubiese electrificado. Su mano me soltó rápidamente.
—Te advertí que…
—Me sabe a… comino lo que me advertiste. Te dije que si volvías a
hablarme así iba a romperte la cara—hablé en voz baja, dándole un tono
amenazador al momento.

35
ANNIE GRINTON

—Mi padre es el mejor abogado penal del país y si yo quiero…


—Me importa una mierda quien sea tu papá—la interrumpí de nuevo—
Y si yo quiero, no vuelves a caminar en tu vida. Déjame jodidamente en
paz, Barbie.
La chica estaba tan blanca como un papel, y la entendía. Ni yo misma
me reconocía. Sí, en ocasiones era bastante mala, pero hoy me estaba
excediendo. ¿Qué me pasaba, por qué me enojaba tanto con ella?
—Jackie, ¿Estás escuchando como me está hablando?—preguntó, en un
susurro.
Lo miré, y él me miraba con la boca ligeramente abierta.
—Sí, lo estoy escuchando…
Su voz se perdió entre la multitud que comenzaba a rodearnos, como si
presintieran que estaba a punto de perder el control sobre mí misma. Ya,
que estaba bastante enojada pero no me atrevería a hacerle algo así a esta
oxigenada. La fulminé con la mirada, me colgué la mochila al hombro de
nuevo y me abrí paso entre los curiosos, adentrándome en los pasillos para
subir a la clase de Biología.
No había demasiadas personas allí, solo unas diez, como máximo. Fui a
sentarme en una de las mesas del fondo, y tiré la mochila al suelo. Saqué
mis cosas de dibujos, y comencé a garabatear para eliminar un poco la
tensión. Hice un par de trazos, esbozos, curvas. Hasta que sentí que poco a
poco me iba sumergiendo en las aguas de la inconsciencia. Ya no dibujaba
yo, era algo más fuerte que había tomado posesión de mí. Dibujaba desde
hacía tiempo, y siempre me había gustado. Era una de las pocas cosas que
me hacían olvidar quien era yo, y dónde me encontraba.
La silla contigua a mí se movió, pero seguía sumergida en mis
pensamientos, tratando de terminar rápidamente el dibujo que había
comenzado. Más curvas, más trazos, más rapidez. Estaba como en un
trance que no me permitía parar.
Hasta que ella habló.
—Parece ser que te gustan los labios de Jack. ¿Besa bien?—era una voz
de mujer.
Fue sólo así que pude regresar a la realidad. Y sí, el dibujo que tan
desesperadamente necesitaba terminar, era el de la sonrisa estúpida de Jack
Walker. Levanté la mirada, y me encontré con los ojos azules de una
pelirroja que imaginé era teñida, porque su piel pálida y sus rasgos faciales te
hacían darte cuenta que era rubia por naturaleza. Además del increíble
parecido que tenía con…
—Sí, sí. Soy la hermana del demonio—dijo, y me regaló una sonrisa.
Tenía un piercing en la nariz, bastante pequeño y plateado; y uno en la
comisura de sus cejas, justo por encima de sus pestañas.
—Pues…—comencé. No sabía qué decirle, sobre todo no después de
que hubiese visto los labios de su estúpido hermano grabados en mi libreta,

36
BROKEN

y oh, vaya, ¡dibujados por mí!—No me gusta tu hermano, para aclarar.


Sí, magnífica forma de comenzar una conversación, ¡GENIA!
Soltó una pequeña carcajada.
—Ya, está bien—aceptó.
—Lo digo en serio—insistí.
Levantó sus manos como diciendo “Vale, si tú lo dices debo creerte”.
Luego las bajó, y me tendió una de ellas.
—Me llamo Belinda.
—Annie—le dije, y estreché su mano.
Por lo general no hacía estas cosas. Era bastante asocial, por lo cual
invertía todo mi tiempo en no hacer amigos (bueno, no todo mi tiempo,
pero algo), sin embargo ella tenía algo diferente. Era como si no fuese igual
a las demás, o a la Barbie que estaba besuqueándose con Jackie en algún
baño, o en uno de los pasillos.
—Dibujas bastante bien—halagó.
Carraspeé.
—Gracias—murmuré.
En ese momento el profesor apareció, caminando delante de un par de
alumnos, entre ellos Barbie y Jack. Cerré el cuaderno y lo guardé en la
mochila antes de que él pudiera verlos, con su hermana ya tenía suficiente.
Sólo tenía que asegurarme de que ella no abriera la boca.
—Oye, no le dirás a tu hermano lo que dibujé, ¿verdad?—le pregunté.
Sonrió.
— ¿Te importa?
—No, no me importa. Es sólo que no quiero tener que explicárselo, y tu
hermano es bastante pesado cuando se lo propone—murmuré.
—Un pesado—repitió, como estando de acuerdo. —No te preocupes,
no diré nada.
Asentí, agradecida.
Jack pasó junto a mí, sentándose en la mesa que estaba a mi lado.
Inmediatamente la Barbie ocupó el otro asiento disponible. Miró en mi
dirección y batió las pestañas en un acto sarcástico, como si me restregara el
hecho de que Jackie estaba con ella. Inmadura. Le hice una mueca y miré al
frente, ignorándolos. Jamás en mi vida había presenciado una clase tan
aburrida como lo estaba siendo esta. Si me quedaba cinco minutos más acá,
entraría en coma. Y no podía seguir dibujando porque Jack estaba
peligrosamente cerca, y no necesitaba que él también pensara que me
gustaba. Con Belinda tenía suficiente.
La miré, y noté que no le estaba prestando atención a la clase, tampoco.
Garabateaba unas plumas en la tapa de su cuaderno, y movía la cabeza al
ritmo de una canción que sonaba en sus audífonos. Como percatándose de
que la miraba, levantó la cabeza y sonrió.
—Pareces drogada, o algo—susurró, para que no nos escucharan.

37
ANNIE GRINTON

—Estoy a punto de entrar en coma—le confesé.


Su sonrisa se amplió.
—Venga, amiga. ¿Tan poco interesante es la clase?
¿Amiga? Dios.
—Dime qué tipo de música escuchas, y te diré si podemos ser amigas—
le dije.
Asintió, como aceptando la oferta.
—Ten, escucha—dijo, pasándome uno de sus auriculares.
No era muy abierta a escuchar música de otras personas, pero mi
reproductor mp3 se encontraba en la mochila, y sería demasiado obvia si
trataba de sacarlo ahora mismo, así que lo acepté de buena gana. Además,
ella me había dicho “amiga” y yo le di una condición, lo cual era más
extraño aún.
Reconocí una canción de Mayday Parade que escuchaba cada noche, las
primeras semanas en las que Ethan se marchó.

Partida en dos se acuesta despierta


La luz de la luna es suave, la luz de la luna como el día
Otra noche que pasa sola
Sin su toque su piel es muy fría
La sangre que corre por sus venas
Con cada latido, no hay escape
Perdida en todo lo que confía
Aun no parece saciarse
Y aunque el mundo que ama
Nunca volverá a ser como antes
Y su corazón de piedra dejo el de ella roto
Cada noche ella llora
Y muere un poquito cada vez más
Dile que le amas
Nada queda en su interior
Dile que le amas
Y el silencio la liberara
Recuerdos, la devuelven
Cada momento, se tiñe de negro
Cada beso y cada sabor
Ella desea que el tiempo calme el dolor
Y aunque el mundo que ama
Nunca volverá a ser como antes
Y su corazón es débil, sus manos tiemblan
Cada noche ella llora
Y muere un poquito cada vez más
Dile que le amas

38
BROKEN

Nada queda en su interior


Dile que le amas
Y el silencio la liberara
Y cada noche ella llora
No sé si algún día lo hará bien
Porque está tan rota por la amargura de la soledad
Y esto le da miedo
No sé si algún día lo hará bien
Porque está tan rota por la amargura de la soledad
Y tiene mucho miedo
Y aunque el mundo que ama
Nunca volverá a ser como antes
Y su corazón de piedra dejo el de ella roto
Cada noche ella llora
Y muere un poquito cada vez más
Di que le amas
(Le amas)
Nada queda en su interior
Di que le amas
Y el silencio la liberara
(Y cada noche ella llora)
(Y cada noche ella llora)
Y el silencio la liberara

Me quité el auricular y se lo devolví, tratando de ser amable, pero creo


que notó que la música no me había hecho bien. Cerré mis ojos unos
segundos y respiré pausadamente para alejar los recuerdos de cuando
comenzó mi pesadilla, porque si no era capaz de alejarlos comenzaría a
llorar, y no estaba dispuesta a hacerlo. Había prometido no llorar, y estaba
completamente dispuesta a cumplir mi promesa.
—Oye, ¿Estás bien?—preguntó, mirándome.
Asentí, mirando al frente, sin querer mirarla a los ojos.
—Todo bien, Belinda.
—Llámame Bel.
—Bel.
La melodía seguía dando vueltas en mi cabeza, una y otra vez. El motivo
por el cual había dejado de escucharla, era porque ya no esperaba que papá
me dijera que me amaba, ni que dejara de pegarme, ni siquiera dejé de
sentirme sola. Y no me hacía ningún bien recordar cada noche los
momentos en que Ethan dormía conmigo, o cuando nos bañábamos juntos.
Bueno, él me bañaba a mí. Mayday Parade se había convertido en mi banda
favorita, porque cada una de sus canciones podía llegar a decir exactamente
lo que sentía.

39
ANNIE GRINTON

En fin… sacudí la cabeza, alejando todo tipo de pensamiento de mi


cabeza.
—Annie, no pareces estar muy bien—murmuró ella.
Ahí si la miré. ¿Qué podía saber ella? ¡No me conocía de nada!
—Tú no me conoces—solté.
—Tal vez te conozca más de lo que creas, con sólo mirarte a los ojos—
insistió.
— ¡No me sueltes esa mierda!—gruñí.
Guardé todo en la mochila y me levanté de la mesa, caminando en
dirección a la salida. Todos me miraban con la boca ligeramente abierta, y
estaba segura de que algunos me miraban como si me hubiese vuelto loca,
pero me daba igual.
—Señorita Hathaway, no ha terminado la clase—me riñó el profesor.
—Me importa una mierda su clase—solté, y crucé la puerta.
Los pasillos estaban vacíos, y aproveché para correr al árbol que había
encontrado ayer para dibujar. En el jardín tampoco había nadie, lo cual era
mucho mejor. Mis ojos picaban con las lágrimas que ansiaban salir, y estaba
segura de que mi rostro estaba completamente rojo por el esfuerzo que
hacía para tratar de reprimirlas.
Tiré la mochila al suelo y comencé a escalar, soltando un alarido por la
mano lastimada, y clavándome astillas debajo de las uñas. Quién me viera
diría que estaba enloquecida, trastornada, desubicada, que me faltaba un
tornillo, y quien sabe qué cosas más, pero no me importaba. Quizás lo
estaba.
Era la primera vez que montaba una escena en clases, sin tomar en
cuenta la de ayer, claro. No sabía exactamente qué me sucedía, pero me
sentía cansada. Quizás cansada de mantener un promedio excelente y que
no me sirviera para nada, o cansada de llevar la vida que llevaba. ¿Qué por
qué no me escapaba? Bien, una vez lo intente. Peter me encontró y me dio
una paliza que me mantuvo en cama siete días, sin poder moverme porque
gritaba del dolor. Nunca volví a tomar en cuenta esa idea. No hasta que no
pudiera reunir el dinero suficiente como para mantenerme por mi cuenta.
Una lágrima se derramó y la limpié con frustración, llenándome el rostro de
la sangre que brotaba de mis uñas rotas. ¡Maldita sea, Ethan, te necesito
tanto! Necesitaba dejar de sentirme tan sola, tan vacía. Necesitaba alguien
de quién sostenerme.
Cerré mis ojos y reposé mi cabeza contra el tronco del árbol. La brisa
soplaba suavemente y tambaleaba ligeramente la rama en la que me
encontraba sentada, por lo cual me pude relajar un poco. El silencio era
consistente, un silencio al que estaba acostumbrada.
—Quiero estar viva, joder—susurré.
Pero no lo estaba.
Hacía dos años que me habían asesinado.

40
4 SONRÍE, ES GRATIS
—Buenas.
Al principio su voz me sobresaltó, pero poco a poco fui relajándome de
nuevo. Abrí los ojos y miré hacia abajo, observando a Bel con la mochila al
hombro y las manos en sus bolsillos. El viento alborotaba su cabello rojo, y
le daba un aspecto encantador. Era bastante guapa.
—No sé qué tiene de buenas—le dije.
Soltó un suspiró y miró detrás de ella.
—Escucha, no sé qué fue lo que hice, pero lo siento ¿vale?
—No te disculpes, no es tu culpa.
No lo era. Ella no era adivina para saber que mi vida era un asco, así que no
la culpaba por el hecho de mostrarme precisamente esa canción. En fin, de
igual forma yo ya tendría que haber aprendido a superarlo. Bajé del árbol de
un salto, cayendo justo a su lado. Su mandíbula cayó abierta formando una
perfecta O mientras me miraba el rostro, y las manos.
—Santo cielo, niña, ¿Qué has hecho?—preguntó.
Sacó un pañuelo blanco de su mochila y se acercó lentamente, para
limpiarme el rostro. Era extraño, me sentía bastante indefensa y expuesta
mientras dejaba que me limpiara, pero agradecí al acto. No deseaba que
todo el mundo me viera el rostro manchado de sangre.
—Por cierto, ¿Por qué te has salido de clases?—le pregunté.
Se encogió de hombros.
—La clase era una verdadera lata, y el profesor pidió que alguien viniera a
por ti así que… Me le adelanté a mi hermanito—dijo, con una sonrisa.
Asentí. Uff, más agradecida estaba de que fuese ella y no “Jackie” quien se
hubo atrevido a seguirme. Primero, porque eso le daría una razón más para
creer que entre su hermano y yo pasaba algo, y segundo, porque no quería
seguir soportando su sonrisita estúpida. Tomé mi mochila y me la colgué al
hombro, y le devolví el pañuelo a la chica. Iba a lavárselo, pero ella me dijo
que no había problema.

41
ANNIE GRINTON

— ¿Puedo hacerte una pregunta?—soltó de pronto.


—Está bien.
Podía imaginar de qué iba su pregunta.
— ¿Qué se traen tú y mi hermano?
¡Bingo!
—No sé a qué te refieres—mentí.
—Venga, claro que lo sabes. ¿Pasa algo entre ustedes dos?
Suspiré.
—No, no pasa nada.
Belinda suspiró, claramente decepcionada.
—Ya, que mala suerte. Me hubiese encantado llamarte cuñada, o algo—
dijo, encogiéndose de hombros de nuevo—Supongo que tendré que
conformarme con tenerte como amiga.
—No somos amigas—le solté.
Ella se encogió de hombros y entrelazó su brazo con el mío.
—Lo somos. Nadie más de este inmundo colegio me agrada, así que sí, eres
mi amiga—dijo.
—Bien, tal vez sí podamos.
Si ella odiaba al resto del mundo, quizás se parecía un poco a mí. Y si se
parecía un poco a mí, quería decir que podíamos llevárnosla bastante bien.
—Bien. ¿Desde hace cuánto conoces a mi hermano?
—Ayer.
—Oh. ¿No te sientes nada por él, no?
—Ya te he dicho que no.
—Pues bien, porque mi hermano es una mierda. —No pude evitar mirarla
perpleja mientras decía aquello. —Ya, sé que te dije que me encantaría
llamarte cuñada, y es así, eres diferente a las plásticas, se te nota por encima.
Pero no puedo negar que Jack es un jodido Don Juan; para él la “fidelidad”
es un tipo de comida para perros, o algo así. La última vez que una de mis
amigas terminó involucrada con él, mi rostro quedó plasmado en una
puerta. Literalmente. Estuve dos semanas en el hospital tratando de
convencer al médico de que me hiciera una cirugía plástica porque mi nariz
estaba completamente destrozada. No me la hizo, obviamente, soy menor
de edad, pero en fin. El punto es que, si vamos a ser amigas, me alegra de
que no sientas nada por él aunque quisiera. Porque, si vamos a ser amigas,
mi trabajo es evitar que te lastimen. ¿Vamos a ser amigas verdad?
Nunca me habían dicho una frase tan larga en toda mi vida. No desde que
mamá me hizo memorizar el capítulo de Romeo y Julieta dónde ambos
mueren, y lo recitó millones de veces para que pudiera lograrlo. La miré en
silencio por unos segundos, sin saber realmente qué contestar.
Una parte de mí deseaba y necesitaba desesperadamente de una amiga,
porque con ello otro pequeño trocito de mi corazón podía verse reparado;
pero otra desconfiaba infinitamente en la manera extraña en la que se había

42
BROKEN

dado nuestra charla. Además, ¿Qué me garantizaba a mí que si aceptaba ella


no me traicionaría como lo habían hecho los demás?
—Escucha, no tengo nada en tu contra ni nada pero… No soy buena
teniendo amigos—le dije.
—Pues bien. Yo tampoco.
—Es sólo qué... no confío en nadie.
—…no confío en nadie.
Ambas nos escrutamos con la mirada unos segundos. Pues vale, quizás se
parecía bastante a mí. En especial porque la última frase la dijimos al mismo
tiempo.
—Annie, si no quieres ser mi amiga, está bien. No hay problema. No tengo
bronca con andar sola por los pasillos—dijo, rindiéndose ante la posibilidad
de entablar una amistad conmigo. ¿Pero que podía esperar? Una amistad no
nace de buenas a primeras. Sin embargo, me hacía sentir mal el hecho de
dejarla ir así como así, porque me hacía sentir una mala persona.
—Podemos intentarlo. —Murmuré.
Ella sonrió.
—Me parece genial. ¿Vamos a mi casa? Tengo la serie completa de GRIMM
en DVD, alta definición y en un TV de setenta y cinco pulgadas. Oh,
también tengo helado de fresa, chocolate y uva.
Bien, si había una manera rápida de hacernos amigas, era esta. Primero,
estaba completamente enamorada del Detective Nick Burkhard, y segundo,
el helado de uva era mi perdición. Sin embargo, debía recordar que tenía
planes, y que esos planes consistían en ganar el dinero con el cual
sobrevivía.
—Me encantaría, pero tengo que trabajar—le dije, colgándome la mochila al
hombro y sacudiéndome la falda del uniforme.
— ¿Trabajar? ¿Trabajas? ¿Dónde?
—Una librería. Sí, trabajo. Algunos tenemos que aprender a ganarnos la
vida. No todos podemos comprar un TV de setenta y cinco pulgadas.
Sus ojos se abrieron de par en par.
—Oye, no pretendía ofenderte ni nada, yo sólo…
Levanté mi mano, para detenerla.
—Bel, no estoy ofendida. Sólo es la realidad.
Se quedó en silencio unos segundos, escrutándome con la mirada.
—Bien. ¿Siempre eres así de seria?
—Oh, sí. Siempre—Intervino una voz que ya conocía bastante bien.
Ambas giramos el rostro en su dirección, y mi corazón dio un vuelco al ver
su cabello ser despeinado por la brisa. Su camisa sobresalía de sus
pantalones, y la corbata estaba un poco desasida. Joder, tuve que alejar mis
ojos de él rápidamente. Lo odiaba. Lo odiaba.
—Veo que no pudiste aguantar estar en clases, palomita. —dijo Bel.
Él sonrió.

43
ANNIE GRINTON

—Igual que tú, campanilla—respondió él.


Bel sonrió.
—Regresaré a clases—dijo ella, mirando en mi dirección—Pasaré por ti a
las seis, necesito que me envíes la dirección. Dame tu número telefónico, te
llamaré.
Sacó un IPhone de su bolsillo y me lo pasó. Con un poco de vergüenza
tuve que devolvérselo, y dictarle el número para que ella lo escribiera. No
tenía ni la menor idea de cómo se usaba ese celular. Imaginé que reiría, pero
por el contrario, se mostró bastante amable.
Un punto más para nuestra amistad.
Se marchó tarareando una canción, dejándome sola con Jack, el cual me
miraba fijamente sin decir ni una sola palabra. Me sentí repentinamente
nerviosa, por extraño que parezca. Era como si con esa mirada tratara de
meterse debajo de mi piel, como si tratara de adivinar mis pensamientos.
—Aún no es hora de ir a trabajar—me dijo.
— ¿Cómo puedes saberlo?—le pregunté.
—Siempre te vas al salir de clases, ¿y qué crees? Aún no terminan.
Me regaló una sonrisa fugaz y se sentó debajo del árbol dónde me
encontraba minutos atrás. Colocó ambas manos detrás de su cabeza, y se
recostó al tronco, relajándose. Cerró los ojos, y suspiró. Todo estaba en
absoluto silencio para mí. Lo único que escuchaba era el sonido de su
respiración, y el de la suave brisa al mover sus cabellos y las ramas de los
árboles. Me sentía atraída hacia algo. Como si estuviese de pie sobre un
objeto que bajaba en picada a algún lugar desconocido, sintiendo cosas
extrañas en mi estómago y en mi piel.
Jack abrió uno de sus ojos azules y me miró, palmeando el lugar junto a él
para que me sentara. Me quedé mirándole fijamente, sintiéndome
confundida. ¿Por qué siempre estaba sobre mí, junto a mí, alrededor de mí,
o conmigo? ¿Por qué, si no tenía nada que ofrecerle, como él quería? ¿Por
qué, si desde ayer que lo conocí lo he tratado mal?
— ¿Por qué no me dejas sola?
La pregunta salió de mis labios antes de que pudiera detenerla. Por un
escaso segundo pensé que no quería saber la respuesta, y esperé que él no la
tomara de mala forma y se marchara. Pero decidí que si se marchaba era
mejor, porque dejaría de sentirme tan extraña en su presencia, o bajo la
influencia de su sonrisita estúpida.
Él abrió ambos ojos, con una expresión completamente seria en su rostro.
Bajó sus brazos de su cabeza y los cruzó sobre su pecho, tomando una
postura un tanto a la defensiva.
— ¿Quieres que te deje sola?—preguntó.
No respondí.
No sabía que responder, para ser exactos. Me vi sometida a una lucha
interna entre decirle que se largara de una puta vez, o que siguiera allí,

44
BROKEN

acompañándome, tratando de darle calor a algo que hacía años se había


congelado. Suspiré.
—No es eso—respondí, finalmente—No lo sé. A veces sí, a veces no. Es
sólo que es extraño, tener compañía luego de estar tan acostumbrada a estar
sola. Es un poco… sobrecogedor.
Se relajó, volviendo a su postura anterior.
—Sé que es extraño. A veces te resulta más difícil hacer compañía que estar
solo. Pero—añadió, mirándome a los ojos—Tienes que acostumbrarte. No
te voy a dejar sola. —Volvió a palmear el suelo junto a él—No me dejes
solo, tampoco.
En silencio me senté a su lado, manteniendo mis ojos fijos en su rostro
relajado. Cuando se encontraba en ese estado, su cara podría compararse
con la de un niño: tanta dulzura, tanta inocencia en una persona que se
hacia el rudo. Mis ojos bajaron a sus labios y me dije a mí misma que tenía
que dibujarlos de nuevo, porque los que ya había hecho no se parecían en
nada. No podía plasmar esa perfección que los delineaba. Me molestó eso,
también.
Sus labios se separaron y comenzaron a moverse. Jack tarareó una melodía,
a la que luego le añadió letra. No la conocía.
Cruzamos la mirada
Tan solo esta basto
Para sentir su fuerza
Su tremenda atracción.
Pude seguir sus pasos
Ella no me sonrió
Buscaba una palabra
Tan solo dije amor.
Me sentí prisionero en su piel
Y traté de su voz retener
Aunque fuera una solo esperanza
Algo que sirva para entender
Que nos haga comprender la razón.
Amor a primera vista
Tocaste mi corazón
Llegaste con tanta prisa
Me atrapaste con tu amor
Yo siento que eres mi vida
Que llenas cada rincón
Que envuelves mis ilusiones
Me llené de tu atracción.
Era una tarde bella
De esas que brilla el sol
Me enamore de ella

45
ANNIE GRINTON

De su bello color.
Me sentí prisionero en su piel
Trate de su voz retener
Aunque fuera una sola esperanza
Algo que sirva para entender
Que nos haga comprender la razón.
Amor a primera vista
Tocaste mi corazón
Llegaste con tanta prisa
Me atrapaste con tu amor
Yo siento que eres mi vida
Que llenas cada rincón
Que envuelves mis ilusiones
Me llene de tu atracción.
Me sentía como en un trance, como si algo me hubiera atado con fuerza y
me llevara en alguna dirección, sin rumbo fijo, atraída por la canción que
salía de sus labios. Hasta que se detuvo.
Abrí los ojos sin saber que los había cerrado, y parpadeé varias veces para
aclarar mi cabeza.
—Vaya, no sabía que cantabas—murmuré.
Él soltó una pequeña carcajada. El sonido se metió bajo mi piel.
—Hace años que no lo hago. —dijo, aun riendo.
—Bien, pues no has perdido práctica.
Me miró.
—Pues tú deberías practicar la sonrisa. Hace tiempo que perdiste práctica,
supongo.
Suspiré.
—Pues sí, hace bastante tiempo—admití.
—Pues venga. Sonríe, es gratis.
—Pero no es sencillo.
Se quedó pensativo unos segundos, en silencio. Y justo cuando iba a
preguntarle qué sucedía, se abalanzó sobre mí. Su cuerpo era caliente, suave,
y olía a hierbabuena y canela. Era extraño, pero delicioso. Con una mano
sujetó las mías sobre mi cabeza, y la otra la colocó en mi estómago.
— ¿Tienes cosquillas?—preguntó.
Iba a gritarle que se me bajara de encima cuando comenzó a mover sus
dedos en mi panza. La reacción fue instantánea, lo cual me sorprendió. Fue
como si una corriente eléctrica disparara toda su energía a través de mis
venas. La risa fluía de mí como si nunca hubiese desaparecido, como si riera
cada día.
No se detuvo incluso cuando le grité que parara, ni cuando comenzaron a
salirme las lágrimas por tanto reír. Ni siquiera dejó de hacerme cosquillas
cuando juré que me dolía todo el cuerpo ya, pero me alegré de que no lo

46
BROKEN

hiciera. Porque cuando lo hizo, cuando finalmente se detuvo, me sentía


nueva. Me sentía otra persona.
Me sentía normal.
—Te odio—le dije, sobándome el estómago.
—No, no lo haces.
Y era cierto, no lo hacía.
De manera instintiva le sonreí; pero fue una sonrisa pequeña, tímida.
—Gracias—le dije, sinceramente.
—Es el sonido más hermoso que he escuchado en mi vida.
—No es cierto, mi risa es patosa.
—Es sincera. Eso la hace realmente hermosa para mí.
Lo miré fijamente, tratando de descubrir la burla en sus ojos. Pero no había
nada más que verdad absoluta, lo cual me intimidó.
—Tengo q-que irme—tartamudeé.
Me levanté rápidamente y comencé a caminar (más bien debería decir
correr) en dirección a la salida, pero una mano que sujetó la mía me detuvo.
—Te llevo.
—N-no hace falta—dije.
—Insisto.
Bien, supe que si seguía discutiendo no saldría ganando ni aunque tuviera
toda la suerte de mi lado, así que sí, acepté que me llevara. Sin embargo, en
todo el trayecto en el que íbamos en el coche, me juré a mi misma tratar de
controlarme en su presencia. Porque vamos, era demasiado obvio lo
nerviosa que estaba, tenía que haberse dado cuenta, joder.
En todo el camino no dije ni una sola palabra, y él tampoco, aunque tenía
esa sonrisita estúpida en sus estúpidos y sensuales labios. Me obligué a mí
misma mantener mis ojos fijos en la carretera, para cerciorarme de que me
llevaba a la librería. No quería que se le ocurriera otra de esas locas ideas
como lo de las cosquillas, por ejemplo.
—Bien, gracias por traerme—le dije, en cuanto se detuvo.
Abrí rápidamente la puerta, pero luego recordé mi intento por parecer
normal, y bajé con lentitud del coche.
—Parecías tener mucha prisa por llegar—me dijo.
Me encogí de hombros.
—Se me hacía tarde—mentí.
Sonrió.
—Espero que no quieras ser actriz—dijo.
— ¿Por qué?
—Eres una pésima mentirosa.
—Y tú muy metiche.
—No, yo lo que soy es un bombón.
—Engreído.
—Eso podría ser, también. Pero dicen que los engreídos atraen a las chicas.

47
ANNIE GRINTON

—Te cuesta aceptar que no soy como las demás, Jack.


Volvió a sonreír.
—No, eso lo supe desde que te vi.
Me dejó en silencio. Pude sentir como otro trocito de mi corazón se
recomponía, y algo cálido lo llenaba.
—Tengo que entrar—le dije, señalando la tienda.
Asintió.
—Pasaré a recogerte.
—No, tu hermana vendrá.
Se llevó una mano al corazón, en un gesto sarcástico que decía que se sentía
traicionado.
— ¿Me has cambiado por mi hermana?
—Tal vez.
—La mataré.
Casi sonreí. Aún no me acostumbraba a ello. Me despedí agitando mi mano
y di media vuelta para entrar en la tienda.
—Hey.
Me detuve. Lo miré.
— ¿Qué?
— ¿Cómo sonríes?
Idiota.
—Con la boca.
Se rió.
—Ya, en serio. ¿Cómo sonríes?
Poco a poco fui extendiendo la sonrisa en mis labios. Él sonrió, satisfecho.
—Así es como sonríes.
Sí, era un idiota.

48
5 A LA DERIVA

La librería estaba cerrada.


Fruncí el ceño y me encaminé a la casa del dueño, esperando
encontrarlo en la cocina preparando algún pastel. Quizá fuera de chocolate,
quizá fuera de zanahoria. El sol estaba brillando en toda su altura, causando
que mi cabello se viera un poco rojizo, por los reflejos. Mis zapatos
resonaban en la grava, y los autos pasaban a toda velocidad a mi lado. Jack
se había marchado rápidamente, con una sonrisa en el rostro, y con la
promesa de vernos de nuevo, pronto.
Un mensaje de texto llegó mientras caminaba.
Este es mi número. Llámame si me necesitas. -Bel.
Guardé el número en mi agenda y devolví el celular a mi bolsillo. La
puerta de la casa del señor Thomas se encontraba abierta de par en par, lo
cual me extrañó. Dentro se encontraban unos señores de traje, y un par de
jovencitas lloraban. A la izquierda, en la primera habitación, había dos
médicos con sus batas blancas hablando en susurros. Por la expresión de
sus rostros, deduje que no había pasado nada bueno.
Sentí que mi corazón se encogía.
Me acerqué a una chica de alrededor de quince años que se encontraba
sola en un rincón, su cabello rojo se pegaba a sus mejillas y a su boca.
Estaba sosteniendo una foto entre sus manos y sollozando
descontroladamente.
—Disculpa—le llamé—Lo siento, ¿Puedes decirme qué es lo que está
pasando? Trabajo en la tienda del señor Thomas, pero llegué y él no…
—Está muerto—me interrumpió.
Mis ojos bajaron a la fotografía en sus manos, y sí, era mi jefe, cuando
tenía alrededor de cuarenta años. Mi garganta se cerró, y me vi sumergida
en unas aguas profundas que amenazaban con ahogarme hasta morir.
—No, no podía haber pasado todavía…—susurré, aunque sabía que en

49
ANNIE GRINTON

cualquier momento pasaría.


La pelirroja sorbió su nariz y me miró.
—Le dio un ataque al corazón. Estaba solo… Él no…—no pudo
continuar. Los sollozos salían descontroladamente de su boca.
Sin embargo, ya había escuchado suficiente. “Estaba solo”. Dios, ¿Qué
clase de personas podrían dejar a un señor bastante mayor vivir en una casa
completamente solo?
— ¿Dónde está su esposa? —pregunté, sintiendo mis ojos humedecerse.
— Murió el año pasado—respondió—Yo venía a traerle su comida,
como siempre lo hago. Lo encontré en el piso, con las llaves de la casa en
sus manos. Deduje que iba a salir. Llamé al 911 y a mi mamá, que es su
hija—sollozó.
Necesitaba salir de aquí.
Era difícil decir cómo me sentía. El Sr. Thomas fue el único que me
ayudó a salir adelante, porque desde un principio supe que él no necesitaba
a nadie que atendiera su librería. Noté ese día que sólo me daba el trabajo
porque sabía que lo necesitaba. Porque se veía reflejado en mi rostro.
Salí de nuevo de nuevo a la calle, teléfono en mano. Mis dedos
temblaban mientras buscaba el número de Bel y marcaba la tecla de llamar.
— ¿Bueno? ¿Annie? —respondió al segundo pitido.
—Bel—susurré. No estaba segura de si me había oído, así que carraspee
para aclararme la garganta—Bel. ¿Puedes venir por mí a la librería? Sólo
está a unas calles del instituto.
—Claro, ¿pasa algo? —preguntó, preocupada.
—Sólo ven, por favor.
Colgué.
Caminé de regreso a la librería con paso lento y apesadumbrado. Sentía
cada una de mis terminaciones nerviosas entumecidas, apagadas, fuera de
servicio. Llámenme sentimental, pero mi jefe fue el único que estuvo para
mí (aunque indirectamente) cuando Alec me rompió el corazón. Cuando mi
padre me dio aquella paliza que casi me mata. Y sobre todo, todas aquellas
veces en las que pasaba hambre porque el dinero no me alcanzaba para
comprar comida en buen estado. Era difícil tener que decirle adiós, cuando
lo consideraba mi única familia.
Me senté en el suelo, apoyando mi rostro en las rodillas, tratando de
contener mis lágrimas. No estaba acostumbrada a mostrar mis sentimientos
en la calle, o frente alguna persona. Y Bel llegaría en cualquier momento, así
que limpié mis ojos con las yemas de mis dedos cuidadosamente, para que
no enrojecieran, y respiré pausada y profundamente.
Un Volkswagen 2013 descapotable se detuvo frente a mí, y una maraña
de cabello rojizo saltaba a la vista escandalosamente cuando se encontraba
bajo el sol. Bel bajó de un saltó, y se situó a mi lado.
— ¿Estás bien? ¿Te sientes mal? ¿Quieres que te llame un médico? —

50
BROKEN

preguntó, nerviosa.
—Estoy bien—susurré—Sólo quiero que me lleves a casa.
Pasó su brazo por mis hombros y me ayudó a levantarme. Estuve a
punto de decirle que yo podía sola, pero la verdad es que no sería cierto.
Mis piernas habían renunciado a su trabajo.
Cuando subía al coche, la chica pelirroja que lloraba anteriormente
apareció frente a mí.
—Vamos a sepultarlo esta noche—dijo—Será cerca de medianoche,
porque él amaba ese momento. Puedes venir, si quieres.
Me quedé de piedra. No quería, no, no quería. Significaría despedirme,
llorar, y sufrir. Claro que no iría. ¡No lo haría!
—Iré—susurré.
Ella asintió, y se marchó.
—Bien, ahora sí que no entiendo nada—dijo Bel.
Giré mi rostro en su dirección, y la miré a los ojos.
Supuse que había entendido, porque no volvió a decir absolutamente
nada. Ni siquiera me miró cuando una lágrima se derramó inesperadamente.
Llorar era un asco.
Condujo en silencio por los siguientes cinco minutos, hasta que el coche
se detuvo en una casa que, definitivamente, no era la mía. Tenía tres pisos,
grandes ventanales y puertas de vidrio. El jardín era el doble de mi propia
casa, y no quería ni imaginar cuán grande serían las habitaciones. Había una
piscina a la derecha, con un trampolín de al menos unos tres metros de
altura, más o menos. A esto es lo que cualquiera llamaría una casa de ricos.
—Debí suponer que eran ricos—murmuré, y la miré— ¿Por qué me has
traído aquí? Te pedí que me llevaras a casa.
—Estás en casa—respondió.
Bien, eso me hizo sentir un poco mejor.
—Me refería a mí casa—susurré.
Me ignoró. Se apeó del coche y dio la vuelta hasta situarse a mi lado,
abriéndome la puerta y tomándome del brazo para llevarme fuera. El sol me
dio de lleno en el rostro, por lo que tuve que cerrar los ojos un momento
mientras me acostumbraba, dejándome ser arrastrada por Bel hasta su casa-
mansión-millonaria-de-lujo.
—Por cierto, hablaba en serio cuando dije que estás en casa—dijo,
mientras seguíamos caminando—Puedes venir cuando quieras, a la hora
que quieras. Y… Oh.
Nos habíamos detenido abruptamente, y el sol ya no me molestaba en
los ojos, por lo que supuse que habíamos entrado. Abrí mis ojos
automáticamente y mi corazón cesó de latir una fracción de segundo. Sobre
el sofá, en el centro del salón, se encontraba Jack con la rubia-sofisticada-
deja-en-paz-a-Jackie tragándose mutuamente. Deseé volver a cerrar los ojos,
pero ya era demasiado tarde. Jack se había percatado de nuestra presencia, y

51
ANNIE GRINTON

tenía sus ojos clavados en los míos. Ya no quería cerrar los ojos, ahora
quería desaparecer.
— ¿Podemos subir a tu habitación? —le susurré a Bel, lo
suficientemente bajo como para que solo ella lo escuchara.
Me tomó de la mano y me arrastró a la derecha, dónde se encontraban
unas escaleras enormes que seguí rápidamente tratando de no pensar en
nada que no fuera en mí, y en el Sr. Thomas.
—Ann…—llamó Jack desde abajo.
Bel se giró y lo fulminó con la mirada.
—Está ocupada, palomita. La próxima vez que quieras venir a ensuciar
mí sofá con cualquier basura con faldas que se te cruza avísame para no
traer a mis amigas a casa y que terminen vomitando con el espectáculo—
dijo, bastante enojada—Y por favor, asegúrate de dejarlo limpio, es de
colección y es bastante costoso.
Dicho eso, terminamos de subir las escaleras.
La habitación de Bel era la tercera al fondo, con vista al jardín trasero.
Estaba en lo cierto cuando imaginé cuán grande eran estas habitaciones. Mi
casa podría caber perfectamente en esta habitación, y posiblemente sobrara
espacio. Ya, estaba exagerando, pero era bastante grande. En el centro se
encontraba una cama con doseles blancos y dorados, a la derecha una
biblioteca repleta de al menos unos doscientos libros, y más allá un
computador conectado a un equipo de sonido con cornetas de mi tamaño,
lo cual debía sonar estupendo.
—Si me caso contigo, ¿Todo esto será mío? —le pregunté, en broma.
Ella sonrió.
—También lo sería si te casaras con mi hermano—respondió.
Me quedé en silencio. Definitivamente eso no iba a suceder nunca. Bel
se sentó en unos pequeños sofás que estaban al fondo, y me hizo señas para
que la imitara.
—Cuéntame, ¿Quién es él? —preguntó, cuando me senté a su lado.
Sabía que se refería a mi exjefe, y no estaba completamente segura de
querer contárselo.
—Está bien, no me lo cuentes si no quieres. Sólo quería ayudar—dijo
ella.
¿También leía mentes? Joder.
—Era mi jefe, el dueño de la librería dónde trabajaba. —murmuré,
medio en contra de mi voluntad.
—No entiendo, ¿Querías tanto a tu jefe?
Sabía que no entendería, no a menos de que se lo explicara con detalles.
Y no era muy amante de los detalles. Pero sentía esa necesidad de contarle a
alguien lo que me pasaba, quería que por primera vez en muchísimo tiempo
alguien se preocupara por mí.
—Hace dos años, mi madre murió—comencé. —Mi hermano fue

52
BROKEN

llevado a una casa hogar, o algo así, y no he sabido nada de él desde


entonces. Mi padre…—Tuve que detenerme abruptamente. No estaba
dispuesta a admitir que mi padre me golpeaba casi a diario—Mi padre no
trabaja, por lo que tuve que buscar un trabajo yo. Necesitábamos comida.
El señor Thomas fue el único dispuesto a darle trabajo a una chica de
catorce años, y me acostumbré a él. Solía ser bastante sarcástico con
respecto a algunos temas, y era bastante divertido. Me hacía olvidar algunos
momentos que no deseaba tener en mi mente. Aunque nunca me sacó una
sonrisa en el rostro, siempre hacía sonreír a mi alma. Aprendí a quererlo y
ahora… Ahora no está—susurré, con un nudo en la garganta.
Bel me observaba en silencio, y justo cuando abrió la boca para decir
algo que seguramente me haría sentir mejor, se levantó de un brinco del
sofá.
— ¿Qué mierda haces ahí parado, Jack? —preguntó, en ese tono
enfadado.
Yo también me levanté sobresaltada, y giré mi rostro para observarlo.
Estaba en silencio, completamente serio, parado en la puerta con las manos
en los bolsillos y recostado al marco. Me miraba a los ojos intensamente,
como si quisiera leer mi mente, como si hubiera alguna respuesta escrita en
mi mirada a una pregunta silenciosa que él se hacía. Tuve que admitir que
me vi sumergida en la profundidad de sus ojos azules, sin tener realmente
las ganas de pedir ayuda para salir de allí. Sin embargo, mi corazón aún
palpitaba fuerte al recordar el encontronazo que tuve con él en la sala de
estar, al llegar y verlo con Melanie o como se llame.
— ¿Qué has escuchado? —le pregunté, con un hilo de voz.
—Todo—respondió, sin dejar de mirarme.
— ¿Qué no te han dicho que escuchar conversaciones ajenas es de mala
educación? —le espeté.
Se encogió de hombros.
—La buena educación me importa una mierda—miró a su hermana—
Déjame a solas con ella.
Bel se cruzó de brazos.
—No.
Jack dio un paso dentro y caminó hacia mí, haciéndome retroceder.
—Déjala en paz, palomita. Vete a jugar con la rubia—le espetó su
hermana.
Él la fulminó con la mirada, y terminó de acercarse a mí, tomándome del
brazo y tironeándome hasta la puerta.
— ¡Déjame! —le ordené, pero me ignoró.
Batallé con él, pero perdí cuando pasó sus manos por mis piernas y me
levantó, colocándome en su hombro como si fuera un costal de harina.
Pataleé y grité, y le pedí a Bel que me ayudara, pero cuando Jack dio la
vuelta y salió de la habitación, alcancé a ver una pequeña sonrisa en el

53
ANNIE GRINTON

delicado rostro de Belinda.


Él me llevó al tercer piso, se detuvo en la habitación del fondo, también.
Abrió la puerta con una mano mientras que con la otra me sostenía las
piernas, y luego la cerró de una patada. Se acercó a una cama enorme
cubierta con sábanas de seda negra y me lanzó en ella. Mi cuerpo rebotó un
par de veces, hasta que él se colocó sobre mí.
—Vas a escucharme, ¿está bien?
— ¡Suéltame, joder! —grité, luchando con él.
Subió mis brazos sobre mi cabeza y allí los sostuvo con una de sus
manos, mientras que con la otra me inmovilizaba las piernas, para luego
sentarse en ellas, quedando su cuerpo al ras del mío. Mi respiración se
aceleró un poco, aumentando cuando sujetó mi rostro con esa mano ahora
libre.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó.
—Eso no es de tu incumbencia—le espeté.
Soltó un suspiro de exasperación.
— ¿Cómo es que le tienes más confianza a mi hermana, que la conociste
esta mañana, y a mí no? —preguntó.
—A ti te he conocido ayer, no hay mucha diferencia.
—La hay, para mí.
—Déjame en paz, joder. Tengo que irme.
Pero no me soltó. En cambio, bajó su mano por mi cuello, acariciándolo
suavemente con las yemas de sus dedos, con cuidado, como si cualquier
movimiento pudiera romperme.
—Tú me debes algo—murmuró, sus ojos fijos en mi cuello.
Mi pulso se aceleró, por más que intenté controlarlo. ¡Maldito! ¿Qué
estaba haciéndome, joder? Su mirada subió de nuevo a mis ojos y sonrió.
Odio esa sonrisa. La odio. Aunque mi estómago no parece estar de acuerdo.
<<Voy a vomitar>> pensé. Y deseé hacerlo, para que se apartara de mí.
Desafortunadamente no pude hacerlo. No aún cuando su comentario me
había hecho enojar.
—No te debo nada—le espeté. — ¿Por qué no me dejas en paz y vas a
buscar a tu prospecto de novia? Debe estar esperando por ti.
—Pareces celosa, Ann. —dijo, claramente divertido.
—Lo siento, pero tengo la suerte de desconocer ese sentimiento—le
dije, con voz calmada.
Sus ojos se entrecerraron y sus labios se acercaron a mi oído.
—No te creo—susurró.
Bufé.
—Da igual. Tengo que irme, necesito prepararme para un entierro. —le
dije, aunque aún faltaba demasiado. Lo que necesitaba era llegar a casa y
prepararle la cena a Peter.
Él enarcó las cejas. Subió mi camisa del uniforme y… oh, Dios, “echó

54
BROKEN

un vistazo”.
—Creo que estás lista, llevas ropa íntima negra. ¿Quién va a… ya
sabes… ser enterrado?
Oh, Dios, que jodido imbécil que era.
— ¡No me refiero a… ese tipo de entierro, mente sucia! —grité,
avergonzada. —El Sr. Thomas… Él…
—Ah, sí, tu jefe—murmuró, aflojando su agarre—Por un momento lo
había olvidado, lo siento.
—Suéltame—pedí por última vez.
—No saldrás corriendo, ¿verdad? Aún no te he explicado lo que pasó
allá abajo con Melanie.
Suspiré.
—Jack, de verdad, no tienes que explicarme nada. No me interesa en lo
más mínimo lo que ha pasado o no, sólo quiero irme a casa—le dije,
cansada.
Él se quedó en silencio, mirándome con intensidad nuevamente. Luego
se levantó, soltándome. Inmediatamente me abalancé sobre él, golpeándolo
en su estómago y en su pecho, hasta finalmente darle una bofetada.
— ¿Por qué mierda ha sido eso? ¿Estás loca? —gritó.
—Eso fue por la “miradita” que me echaste—le espeté, enojada.
Y salí corriendo de la habitación.
Belinda me esperaba en el salón, leyendo un par de revistas de música.
Se levantó enseguida en cuanto me vio, y agitó las llaves en su mano.
—Te llevo—dijo.
Asentí y la seguí fuera, tratando de escapar lo más rápido posible de Jack
y de sus ojos inquietos que odiaba. Y de su sonrisa estúpida que también
odiaba. Y de sus labios sensuales que, ¿Qué creen? También odiaba.

***

Bel me dejó en mi casa y se marchó rápidamente, no sin antes meter un


trozo de papel en el bolsillo de mi mochila. Entré a la casa y subí
rápidamente a mi habitación, me quité el uniforme escolar y luego de
colocarme ropa de casa, bajé y lo metí a la lavadora.
Me adentré en la cocina para prepararle la cena a Peter, y la dejé en el
horno para que se mantuviera caliente. Cuando llegó, estaba extraño. No
me miró, no me habló, simplemente se limitó a sacar la comida del horno y
a sentarse en el sofá a ver la asquerosa televisión. Me quedé extrañada,
porque sentía que algo pasaba; pero le resté importancia al asunto.
Necesitaba ir a un entierro. Digo, a una sepultura. Desde ahora, la palabra
“entierro” no tendría el mismo significado para mí.
Subí las escaleras hasta mi habitación y entré a darme una ducha de agua
tibia. La medianoche se acercaba, y necesitaba relajarme, controlarme. Me

55
ANNIE GRINTON

enjaboné con cuidado, tratando de no mojar el área dónde estaba la


quemadura y la venda.
Salí envuelta en toallas, tratando de mantener el calor, y corrí en
dirección a la ventana para cerrarla. La mochila en el suelo llamó mi
atención, así que me acerqué a ella recordando el papel que dejó Bel.

No puedo llevarte a medianoche; Paul (oh, Dios, recuérdame que tengo que hablarte
de Paul), ha reservado un lugar para pasar la noche. Sin embargo, no puedo dejar que
vayas sola a ese lugar. La medianoche me aterra, especialmente en los cementerios. Le
diré a Jack que pase por ti. Por favor, Annie, POR FAVOR, no te vayas sin él. Si se
porta mal, sólo tienes que decírmelo, ¿Vale? No hagas que me preocupe demasiado por
ti.
PD: Si te llegas a ir sin mi hermano, considérate chica muerta porque voy a acabar
contigo. Si es que no te secuestran o te violan en el camino, claro. En ese caso, sería luego
de rescatarte, o de recuperarte.

Genial, eso era precisamente lo que me faltaba.


Me coloqué un sencillo vestido color azul cielo que era de mamá, y alisé
mi cabello con el peine, aunque sólo se mantendría lacio mientras estuviera
mojado. Cuando secara, las ondas tomarían su lugar. Me calcé mis converse
azul jean, y miré el reloj; faltaba una hora para medianoche.
Saqué mi reproductor de la mochila y me coloqué los audífonos. Me
recosté en la cama y cerré mis ojos, relajándome. Estaba escuchando Hold
onto me cuando me quedé completamente dormida.

***

Sentía un cosquilleo en mi mejilla derecha, y fruncí el ceño. Algo me


estaba moviendo suavemente, pero con impaciencia. La música se había
detenido, y en su lugar una voz gruesa y sensual me susurraba…
—Ann, tenemos que irnos…
Qué bonita voz… sentí que una sonrisa ligera y suave se dibujaba en mi
rostro.
—Cántame… una canción…—susurré, con voz teñida de sueño.
Se escuchó una ligera carcajada, suave y sensual.
—Podría hacerlo, después. Tenemos que irnos, Ann. Abre los ojos.
Me removí inquieta. ¡Déjame dormir, joder! Algo suave se colocó en mí
oído.
—Ann—susurró esa voz sensual, y me estremecí—Cariño, ya casi es
medianoche.
¿Medianoche? ¡Medianoche! ¿Había mordido la manzana? ¿Iba a morir?
—Entonces bésame…—susurré.
Silencio. Estaba a punto de perder la consciencia de nuevo, cuando la

56
BROKEN

voz sensual volvió a reproducirse.


—Lo haría, Ann, si no estuvieses medio muerta.
Sonreí.
—Qué bonita voz…
Una carcajada ligera de su parte.
—Oh, Ann. Me pregunto si debería grabarte, o si tú sola recordarás
todo esto…
No respondí. Giré mi rostro, colocándome de lado, sintiendo que mi
cara hacía contacto con… ¿Una pierna? No lo sabía. Suspiré, relajando mi
cuerpo nuevamente. Tenía que dormir… Necesitaba dormir… En mis ojos
se posó algo suave y sedoso, un poco húmedo… ¿Unos labios? me removí
inquieta.
Lo sedoso, suave y húmedo se trasladó hasta mi mejilla… Giré el rostro
de nuevo, en otra dirección. Otra vez el mismo objeto, en la comisura de
mis labios…
Me desperté.
Abrí los ojos confundida, observando a Jack sentado en mi cama, junto
a mí. La sorpresa me hizo sentarme de golpe.
— ¿¡Qué demonios estás haciendo en mi cama!? —le pregunté.
Sonrió con esa sonrisa estúpida que odiaba.
—Vine a buscarte. Faltan cinco minutos para la medianoche. Estuve
esperando en el coche por diez minutos, pensé que te habías ido sin mí.
Cuando estuve a punto de marcharme para buscarte en dónde sea que
estuvieses, se me ocurrió entrar a echar un vistazo y asegurarme de que no
estabas, ya que vi tu ventana abierta. —Dijo—Vaya sorpresa me llevé al
verte dormida… y en vestido.
Sus ojos bajaron a mis piernas, y yo seguí su mirada. ¡Mierda! Se había
subido hasta la parte superior de mis muslos, casi mostrando mi ropa
interior que, por cierto, volvía a ser negra. En realidad, toda mi ropa interior
era negra. Era mi color favorito.
Rápidamente bajé la falda del vestido y me ruboricé.
—No debiste haber entrado—gruñí.
Se encogió de hombros.
—Da igual, vengo a llevarte a un entierro—dijo, y me guiñó.
Eso lo sumaba a otra de las cosas que odiaba de Jack Walker.
Me levanté de la cama con paso desorientado, y me acerqué a la puerta
de mi habitación. Genial, Peter ya estaba roncando.
—Bien, vámonos—murmuré.
Él se acercó a la ventana de nuevo, pero lo detuve.
—Bajaré yo primero—le dije.
— ¿Por qué?
—Porque no quiero que te quedes mirando mi ropa interior mientras
bajo después de ti, idiota.

57
ANNIE GRINTON

Soltó una carcajada silenciosa.


—Yo no te he dicho que te pongas un vestido.
Lo ignoré y comencé a bajar por la ventana. Era bastante fácil, ya que
había una especie de reja pegada a la pared en la cual una planta (que no
recuerdo como se llama, pero que a mamá le gustaba bastante) podía
enredarse, y ésta servía de escaleras. Detrás de mí venía Jack, y mientras
bajaba, pude disfrutar un momento de la luna llena.
Subimos a su coche, y él condujo hasta el cementerio, que era el mismo
en el cual estaba sepultada mi madre, y los padres de Jack. En el
reproductor se escuchaba The Journey de Michael Ortega, y tuve que
inclinarme a apagar el reproductor. Mis ojos anegados en lágrimas.
— ¿Qué sucede? —preguntó Jack, preocupado.
—E-esa canción…—susurré. Cerré mis ojos, y una lágrima se derramó.
¡Joder! La limpié con frustración. Tragué, intentando disolver el nudo en mi
garganta y aclarar mi voz—Esa canción la escuchaba siempre con mi
madre. A ella le encantaba que la tocara.
—Lo siento yo…
—Tú—lo interrumpí—no tenías idea. No pasa nada.
Nos detuvimos en el cementerio, que se encontraba a oscuras. Odiaba la
oscuridad. Digo, realmente la odiaba. Me aterraba.
—Jack—susurré, junto a la puerta del coche, sin poder cerrarla todavía.
Sentí que el caminaba hasta colocarse frente a mí.
— ¿Qué pasa? —dijo, encendiendo una linterna.
¡Gracias a Dios! Sin embargo, aún no era suficiente.
—Jack…—volví a susurrar. Me acerqué a él, y cerré mis ojos, sin querer
decir lo que iba a decir— ¿Puedo sujetar tu mano?
Se quedó en silencio unos segundos, pero luego envolvió su mano con
la mía. Su contacto envió chispas por todo mi cuerpo.
—Tienes las manos frías, ¿Estás bien?
—Le tengo miedo a la oscuridad—admití.
— ¿Y aún así estabas dispuesta a venir tú sola? Estás demente.
Mi turno de guardar silencio.
Caminamos en silencio por los alrededores, tratando de localizar a la
familia de mi exjefe.
—Por cierto…—comenzó él— ¿Crees que tengo linda voz?
¿Eh?
— ¿Qué?
—Eso, ¿alguna vez has pensado que tengo linda voz?
— ¿Estás loco? —pregunté, frunciendo el ceño.
¡Jamás había pensado algo así! O al menos, hasta donde recordaba.
—Olvídalo, no importa.
Continuamos caminando, hasta que finalmente divisamos la luz al final
del túnel. O mejor dicho, del camino. Había alrededor de diez personas

58
BROKEN

rodeando un ataúd de madera, pero no quise acercarme. Conservaría el


recuerdo de él cuando estaba vivo, sonriente. No quería una imagen de un
Thomas muerto en mi cabeza.
Ni siquiera pude acercarme, aunque Jack lo sugirió.
Aquí estaba bastante bien. Desde aquí podía decirle adiós, y llorar
silenciosamente. Desde aquí podía aceptar que volvía a quedar sola. Sin
trabajo, y por lo tanto sin comida. Estaba a la deriva.
A la deriva, de nuevo.
Jack le dio un ligero apretón a mi mano, y limpió una de mis tantas
lágrimas en silencio. Me dio un beso en la cabeza, y me abrazó. Yo le
devolví el abrazo, sollozando en su pecho.
Por primera vez en mucho tiempo lloraba frente a alguien.
Alguien que seguía acariciándome.
Tal vez, después de todo, no me quedaba sola.
Tenía a Jack. Al menos por ahora.
Pero lo tenía.

59
ANNIE GRINTON

6 SÉ QUE VOY A ARREPENTIRME DE ESTO

Jack me llevó de vuelta a casa.


Esta vez, el reproductor del coche estaba en silencio, al igual que nosotros.
Era cerca de las dos de la mañana; me había quedado en el cementerio un
largo rato, observando la luna llena, junto a Jack. Mi corazón aún no podía
latir tranquilamente.
— ¿Podrías regalarme un poco de agua? —preguntó él.
Asentí.
—No hay problema, ¿Quieres pasar?
— ¿Tengo que hacerlo por la ventana?
—De otra forma no se puede.
—De otra forma no lo haría. —Fruncí el ceño. —Subir a tu ventana me
hace sentir como Romeo.
Sonreí.
—Yo no soy Julieta.
—Y yo no soy Romeo—sus ojos fijos en mis labios—Sonreíste.
—Me has regresado la habilidad de hacerlo—le dije.
Nos miramos fijamente por unos segundos, hasta que carraspeó.
—Bien, ¿Quieres subir tú primero? No tengo ningún problema.
Volví a sonreír. Se estaba haciendo fácil.
—Pues yo sí. Anda, sube pervertido—le dije.
Hizo pucheros, y esa expresión causó un revoloteo en mi interior. Sacudí la
cabeza mientras lo observaba subir, y me dije a mi misma que no podía
permitir seguir sintiéndome así en su presencia. ¡Esto tenía que parar!
Subí las escaleras un par de segundos después, y para cuando entré a mi
habitación, lo vi bien acostadito en mi cama, ojeando mi cuaderno de
dibujos. Mi corazón me llegó a la garganta, pero me calmé nuevamente
cuando noté que era el cuaderno cincuenta y cuatro. Era bastante viejo. El
que estaba en mi mochila, dónde tenía sus dibujos, era el cuaderno ochenta

60
BROKEN

y seis.
— ¿Los dibujos son tuyos? —preguntó.
Enarqué una de mis cejas.
— ¡Nah, que va! Simplemente los había robado por diversión. Me encanta
robar el trabajo ajeno, ¡Idiota! —le espeté.
Sonrió con malvado encanto. Me estremecí.
—Puedo verlo. —Dijo, aún sonriendo—Me pregunto si es una idea propia,
o si has visto a ese ángel en otra parte.
Ah, bueno.
—No es un ángel. Es un arcángel.
Se quedó en silencio, poniendo los ojos en blanco, como diciendo “no me
importa que sea, solo responde a mi pregunta”.
—Es una idea propia; o al menos eso creo. Lo vi en un sueño. —continué,
sentándome a su lado y cerrando el cuaderno.
Sin embargo, antes de guardarlo, tomó mi muñeca y tuve que ahogar un
gemido. Su contacto envió chispas de electricidad por todo mi torrente
sanguíneo, justo como había sucedido ahora. Fingiendo no haberse
percatado de mi reacción, acercó mi mano a su cuerpo, arrancándome el
cuaderno de las manos. Me miró de tal forma que decía “No he terminado
aún” y luego de soltarme la mano, se puso a revisar todos mis dibujos. Al
menos los de ese cuaderno.
— ¿Tienes alguna obsesión con los tipos que tienen alas? —preguntó.
Me aclaré la garganta, ya que su contacto me había puesto los órganos de
gelatina. Algo que hasta ahora ningún chico había sido capaz de hacer,
maldita sea. Fijé mi atención en el cuaderno de dibujos, y recordé que para
el momento en que lo dibujaba, yo recién leía Hush, Hush. Por lo que todo
el cuaderno estaba repleto de tipos con alas.
—Podría decirse—respondí, encogiéndome de hombros.
Me miró, ladeando la cabeza y mostrándome una sonrisa torcida.
— ¿Qué hay de los tipos con cuernos?
Le arranqué el cuaderno de las manos.
—No creo en ellos.
Hizo un sonido que fue mitad bufido, mitad carcajada.
—Deberías. Ellos creen ti.
Me puse rígida.
—Es broma—dijo, riendo.
— ¡Eres un idiota! —le espeté, golpeando su brazo.
—Eh, cuidado. Podría creer que estás coqueteando conmigo.
No pude evitarlo, mi boca se abrió unos centímetros a causa de la sorpresa.
— ¿Qué estoy… qué?
—Coqueteando. Conmigo.
—Yo no coqueteo. Con nadie. No sé cómo hacerlo—admití.
— ¿Y cómo has tenido novios? —preguntó.

61
ANNIE GRINTON

Vaya, el tema de los novios. No tenía muchas ganas de decirle que sólo
llegué a tener uno, y que se llevó todo cuanto pude darle. Las cosas me
pasaban por idiota.
Supuse que Jack malinterpretó mí silencio.
—Qué, ¿Vas a decirme que nunca te has enamorado? —preguntó,
golpeando su rodilla con la mía. Sonreí melancólicamente.
—Oh, no. Sí me he enamorado. Una vez. Y fue suficiente.
— ¿Qué sucedió? —preguntó, poniéndose serio.
Miré hacia otro lado.
—Bueno, no es algo de lo que me guste hablar…—murmuré.
—Está bien, no tienes que decirlo si no quieres—dijo.
Pero sí quería. Ese era el problema. Tenía esa enorme necesidad de contar
mis cosas, de aligerar esa carga que siempre llevaba encima. Y aunque con
Bel existía cierta confianza, con Jack estaba un poco más segura.
— ¿Te importa si lo cuento en tercera persona? Es que me resulta más fácil.
Me hace imaginar por un momento que no soy yo.
Asintió, entrelazando sus manos con las mías.
—Bien, voy a contarte mi historia. —le dije, mis ojos fijos en nuestras
manos. Tomé aire, poniéndome repentinamente seria—Había una vez, una
chica que se sentía sola, vacía, incompleta. No tenía a nadie con quien
sentarse en los recreos, tampoco con quien hacer su tarea. Nadie deseaba
explicarle los temas de matemática que no entendía, y nadie quería prestar
sus apuntes. Ella amaba a un chico, mucho, muchísimo, incluso más de lo
que se amaba a sí misma. Y ese fue el problema. Él era simpático, dos años
mayor, atento con todos; incluso con ella. Por eso se enamoró. Él se ofreció
a darle clases de matemáticas. Ella le devolvió el favor ayudándolo con las
horas de servicio comunitario. Resultó ser que el chico atento no era más
que el mejor actor que había conocido nunca. La engañó, para que ella
cayera en sus redes. Él había apostado con sus amigos que en menos de un
mes la tendría sudando y gritando en su cama. Y sí, fue así. —Cerré los
ojos, tratando de desechar esos recuerdos—Bien, diez segundos luego de
vestirse me dijo que me largara, que él jamás se fijaría en alguien como yo, y
que había sido divertido jugar conmigo. Me dio las gracias por hacerlo ganar
cien dólares, y prometió que ese juego no saldría del círculo de sus amigos.
Me sacó de su casa y, al menos, tuvo la decencia de pagarme un taxi. Y yo
quedé como “el juguete” para ellos durante el resto del año en la escuela;
hasta que se graduó. Hace ya dos años de eso, yo tenía catorce. Fin.
Jack estaba en silencio, mirando hacia el infinito, pensando en algo. Por un
momento no quise interrumpir sus pensamientos, y menos cuando me
sujetaba la mano tan fuerte como lo estaba haciendo. Mis ojos no se
apartaban de su rostro, ni de sus labios, que estaban ligeramente fruncidos.
Acaricié suavemente el costado de su mano con mi pulgar, que estaba libre.
Me miró.

62
BROKEN

—Voy a matarlo—dijo.
No pude evitarlo, reí. Últimamente la risa me salía con facilidad, cuando
estaba con él.
—No digas babosadas—le dije.
Me miró serio.
—No estoy bromeando, Ann. Quiero matarlo—dijo.
Dejé de reírme. Mierda. Le sonreí con un poco de tristeza, y pasé mis dedos
por su rostro. A veces me hacía sentir tan… bien. Pude sentir como otro
pequeño trozo de mi corazón se reparaba.
—No vale la pena, Jack. —susurré. —Además, se ha ido. Hace ya dos años
que no ha venido a joder.
—Pues más le vale que no regrese, porque voy a patearle el culo si lo llego a
ver por aquí.
—No sabes quién es.
—Oh, pero me dirás.
—No lo creo. Lo más probable es que te lo diga mi expresión cuando lo
vea—murmuré.
Jack se puso rígido.
—Ann…
No le miré. No quería ni siquiera imaginar cómo me sentiría si Alec
regresaba a la ciudad.
—Ann… ¿Le amas? ¿Todavía le amas? —preguntó, mirándome con
intensidad.
— ¿Cómo se puede amar a alguien que te destrozó completamente? —
pregunté, en lugar de responder a su pregunta.
—Se puede, Ann. Se puede—murmuró.
—Sí, pero ¿Cómo?
—Como siempre lo has hecho: Amándolo. Sólo que con cada fragmento
que quedó de tu corazón.
Agaché la mirada, observando mis converse. ¿Lo amaba? ¿Después de tanto
tiempo? Si me hubiesen hecho esa pregunta unas semanas atrás, podría
decir que tal vez aún lo hiciera. Porque me dolía recordar esos tiempos, y si
no lo amara no hubiese dolor. Pero… Ya no había tanto dolor como antes.
Sopesé la pregunta unos largos segundos, hasta llegar a una respuesta.
—No. No lo amo. Ya no—susurré.
— ¿Estás segura?
—Sí.
—Bien.
Siguió mirándome. Lo miré. Sonreímos. Y de nuevo sentí que me
estremecía. Sí, estaba segura de que ya no amaba a Alec.
— ¿Qué hay de tu mamá? —preguntó.
Mi turno de ponerme rígida. Si había algo de lo que no me gustaba hablar,
era de ella. Me deprimía en grado sumo. Me quedé en silencio, esperando a

63
ANNIE GRINTON

que siguiera hablando. Faltaba algo. Estaba segura de que preguntaría algo
más.
— ¿La extrañas? —preguntó.
Sip. Ya sabía. Me quedé en silencio otro par de segundos, respirando
pausadamente.
—Es extraño alejarse de alguien con quien pasabas horas y horas
hablando—acepté—Alguien que te prometía muchas cosas, alguien que te
juraba que no te abandonaría, que siempre estaría a tu lado. Alguien que
planeó un futuro junto a ti… Claro que la extraño. La extraño demasiado.
Jack envolvió sus brazos a mí alrededor y depositó un beso en mi cabeza.
Escondí mi rostro en su cuello, y aspiré su aroma a menta fresca. Su mano
descendió por mi espalda, y me estremecí, cerrando mis ojos por un
momento. Me sentía tan bien estando con él… Me sentía completa.
—Sé que mi cuerpo es bastante deseado, pero cariño, sigo esperando mi
vaso de agua—dijo.
Solté un sonido que era mitad bufido mitad carcajada.
—Tú sí que sabes arruinar un momento agradable—le dije.
Sonrió.
—Me han dicho que esa es mi especialidad.
Bajé las escaleras en silencio, adentrándome en la cocina para buscar el
jodido vaso de agua. Mientras la servía en el vaso, no podía sacarme de la
cabeza el momento agradable que acabábamos de vivir. Se sentía bien
contarle mis cosas. Él me escuchaba, tal vez no me entendía, pero podía
jurar que hacía el intento. Lo odié un poquito menos por eso, pero continué
odiándolo. Tenía que odiarlo porque, ¿Quién sabe y si no lo hago termino
enamorándome?
Subí de nuevo a mi habitación y le entregué el agua. Se la bebió de un solo
trago y pasó su mano por su boca para limpiarse.
—Creo que me voy, mañana tenemos clases y es tarde—dijo, levantándose
de mi cama.
—Vale, ten cuidado al manejar.
— ¿Te preocupa que pueda pasarme algo, cariño? —preguntó, con una
sonrisa burlona.
—Sí.
Sus ojos se dulcificaron y me guiñó. Luego salió por la ventana.
Me quedé parada ahí hasta que observé al coche perderse en la oscuridad de
la madrugada.

***

A la mañana siguiente, me costó un montón hacer que mis ojos se


despegaran; ni hablar de todo lo que tuve que hacer para lograr sacar a mi
cuerpo de debajo de las cobijas.

64
BROKEN

Tomé una ducha rápida de agua caliente y me coloqué el uniforme,


sujetando mi cabello con una coleta. No tenía ni la menor idea de que tal
podría verme peinada de esta forma, pero tal y como lo veía, era mejor
llegar horrible a clases que llegar retrasada, y sólo me quedaban diez
minutos para entrar. Hoy era miércoles, por lo que tendría que volver a ver
al profesor que me odiaba. Genial. Hubiese deseado tener varicela, o que se
yo, fiebre.
Bajé corriendo las escaleras y tomé la última barra de cereal que quedaba en
la despensa, con l duda de si ya estaba vencida o no. Salí a la calle, cerrando
la puerta con un golpe fuerte y deseando desesperadamente que a Frank
Mackenzie se hubiese tomado un café en mal estado y que lo mantenga en
el baño otros veinte minutos, para poder llegar a tiempo. Tenía que correr,
el autobús escolar ya había pasado hacía bastante rato, y no podía darme el
lujo de pagar un taxi.
Mi respiración se estaba agitando al doblar la esquina en el cementerio,
disculpándome mentalmente con mamá por no poder venir a visitarla esta
mañana. Era primera vez en los últimos tres años que faltaba a nuestra cita
diaria, y no me hacía sentir precisamente bien, pero sé que ella me mataría si
faltara a clases. También me disculpé con el señor Thomas.
Mi coleta se estaba deshaciendo y unas pequeñas gotas de sudor resbalaban
por mi espalda; tenía suerte de estar acostumbrada a correr (aunque lo hacía
sólo los fines de semana), pero ayudaba. De otra forma estaría llorando por
el dolor de mis músculos al esforzarlos tanto. A lo lejos visualicé el instituto
y aceleré un poco más el paso, esperando poder llegar a tiempo, aunque lo
dudaba.
Cuando finalmente crucé las puertas de entrada, con el corazón golpeando
mis costillas, me adentré en los pasillos hasta finalmente localizar la puerta
del salón donde vería clases. Me llevé un chasco y maldije por lo bajo al ver
a Frank sentado en su mesa de siempre.
—Buenos días—susurré. Él desvió la mirada de los alumnos hacia mí,
frunciendo el ceño con desprecio— ¿Podría dejarme entrar a su clase?
Si había algo que detestaba, era tener que rogarle a una persona que me
odiaba que por favor me diera clases. Era horrible depender de alguien más.
¿Por qué uno no podía estudiar por internet?
—Señorita Hathaway—canturreó con fingida felicidad—Me parece que se
le ha hecho tarde. Oh, es muy común que eso pase, ¿no?
Me limité a asentir.
—Lamentablemente eso no es de mi incumbencia. —Sonrió. Sabía lo que
diría a continuación, ¡Maldito! —No, no puede entrar a mi clase. Retírese.
Se escuchó un golpe en una mesa y mis ojos automáticamente se desviaron
a una pelirroja sentada en una mesa vacía. Tenía el ceño fruncido.
—Eso no es justo, sólo ha llegado cinco minutos tarde, ¡cinco putos
minutos! ¿De verdad no la va a dejar entrar por eso? ¿Qué cuando usted

65
ANNIE GRINTON

llega tarde? ¿Los chicos no lo dejan entrar, eh?


Miraba a Bel con la boca ligeramente abierta. Un punto más para nuestra
amistad.
Un movimiento a su lado me hizo mirar a Jack directamente a los ojos, y
luego a una sonrisa pícara y torcida. Las ganas de vomitar regresaron.
—Belinda Walker, cierre la boca si no quiere ir a hacerle compañía—le
espetó Frank.
Oh, no, no, no. Nunca mandes a callar a una chica enojada.
— ¿Qué me calle? ¡¿Qué me calle?! —repetía Belinda. Sí, aquí venía lo
bueno— ¿Por qué no se calla usted, jodido imbécil? ¿Cree que privando de
sus estúpidos conocimientos a una chica que se le escapó decir que usted
era gay podrá vengarse de ella? ¡No sea imbécil, hombre y madure! ¿Y sabe
qué? —dijo, señalando con un dedo al profesor para que no se atreviera a
hablar. —me importa una mierda su clase, así que no se moleste en
echarme que ya me voy yo solita.
Oh, Dios, mío.
Frank estaba patidifuso, con una mirada de estupefacción en su rostro. Jack
apretaba los puños para no reírse a carcajadas, igual que el resto del grupo.
Bel se levantó furioso, cogiendo la mochila del suelo y saliendo a grandes
zancadas. Me cogió por un brazo y me arrastró hacia atrás por el pasillo,
dirigiéndonos al jardín.
Ajá, esta era mi nueva mejor amiga.
Sonreí.
—Odio a ese tipo, ¡lo odio! —gritó, tirando la mochila al pie del árbol
dónde ahora era costumbre estar.
Mi sonrisa se hizo un poco más grande.
—Bienvenida al club—le dije.
Pero ya no vociferaba enojada, ni daba vueltas de un lado para otro. Ahora
se encontraba mirándome estupefacta, casi tanto como lo estaba el profesor
cuando ella explotó.
—Dios mío…—susurró, con la mirada fija en mi rostro.
Fruncí el ceño.
— ¿Qué pasa? —le pregunté.
—Annie… ¿Eso que acabo de ver en tu rostro… era una sonrisa?
Puse los ojos en blanco, y volví a sonreír.
—Culpa a tu hermano.
—Oh.
Ella me miraba de tal forma, que estaba segura de que me estaba evaluando.
No se creía del todo que entre su hermano y yo no pasaba nada, ahora
menos si le había dicho que era precisamente él quien me había devuelto la
sonrisa. Supuse que para ella era extraño verlo.
—Sigo sin creer que entre ustedes dos no pase nada—murmuró.
—Lo sé—admití.

66
BROKEN

—Pero espero que sigan así. No quiero otra puerta en mi cara.


Sonreí de nuevo.
—Yo jamás te haría algo así, tonta—le dije.
Ella me devolvió la sonrisa.
— ¿Me lo juras?
—Te lo juro. Y si lo hago, juro pagarte una cirugía plástica. Tu nariz está
deformada.
Soltó una carcajada.
— ¿Te burlas de mí nariz? ¿Qué pasa contigo? ¿Te viste ya ese cabello todo
despeinado y horrible?
¡Mi cabello! Dios, ¿Jack se estaba burlando de mí, por eso sonreía cuando
me miraba?
—Me he tenido que venir corriendo. Se me hacía tarde—le dije.
Hizo una mueca.
—No pasé a recogerte porque pensé que Jack lo haría, y cuando lo vi acá y
le pregunté por ti, el me dijo exactamente lo mismo. Lo siento.
Me encogí de hombros.
—No los esperaba, de todas formas.
—Por cierto, ¿Qué harás esta tarde? —preguntó.
Suspiré y fui a sentarme debajo del árbol, junto a la mochila.
—Tengo que buscar trabajo, necesito dinero—respondí, cerrando mis ojos
y reposando mi espalda en el tronco.
Ella se quedó en silencio en unos segundos, como si pensara en algo. Yo
me concentré en el sonido de las ramas siendo agitadas por los árboles, y en
el arrullo de unos pájaros que estaban sobre mi cabeza. Al menos, estaba
concentrada en eso hasta que ella volvió a hablar.
—Puedes trabajar en mi casa—murmuró.
Sonó más como pregunta, pero no quise tomármelo como tal.
—Estás de broma, ¿no?
—No, es en serio—insistió. —En casa necesito de alguien que sepa
cocinar, y que lave los baños. Quizá no sea el trabajo que esperabas, pero
juro que te pagaré el doble de lo que te pagaban en esa librería—dijo,
juntando las manos como si orara y haciendo pucheros—Por favor, por
favor, apiádate de mi hermano y de mí. ¡Yo no sé cocinar! Y el pobre ha
tenido que pedir pizza estas dos últimas semanas. Te juro que si vuelvo a
ver una pizza en todo lo que me resta de vida voy a vomitarle encima.
¡Annie, por favor!
Me quedé en silencio unos segundos, mientras sopesaba la propuesta. ¿El
doble de lo que me pagaban en la librería? Pues no me vendrían nada mal
unos cuarenta dólares al día.
—El señor Thomas me pagaba veinte dólares por día—le advertí—Serían
cuarenta, según lo que estás ofreciéndome.
—Te pagaré cincuenta, y una semana de adelanto—dijo, parpadeando con

67
ANNIE GRINTON

inocencia fingida.
¡Maldita sea! Me tenía atada de pies y manos. ¿Doscientos cincuenta
dólares?
—Sé que necesitas el dinero, puedo ver reflejada en tu mirada esa lucha
interna que tienes ahora mismo. —Dijo—Acepta, por favor.
—Creo que es demasiado dinero, Bel—admití, a mi pesar, aunque vaya si
no necesitada todo ese dinero.
—Bah. Con lo que nos ha dejado nuestros padres, puedo pagarte cinco mil
dólares por día por el resto de tu vida y seguiríamos siendo millonarios.
Contuve el impulso de sujetarme la boca, ya que hice todo mi esfuerzo por
mantenerla cerrada. De no haber podido, mi boca llegaría al suelo de la
sorpresa. Niños ricos. Genial.
—Bel…
—Annie…
—No lo sé… Yo…
—Que sean cien por día. —Casi me ahogué con mi propia saliva. —Y si te
sigues negando aumentaré la cuota.
Bien, esto era sencillamente genial.
—Está bien, acepto. Pero que se quede en veinte por día, con eso puede
bastarme. Era lo que me daba el señor Thomas—refunfuñé.
—Nop. Nada de eso. Cien.
—Entonces me negaré, y podrás subir a cinco mil, diez mil si quieres, pero
siempre diré no.
—Vale, que sean ochenta entonces.
—Bel…
—Setenta.
— ¡Belinda!
— ¡Cincuenta! Y ya no bajo más.
Suspiré derrotada y asentí.
—Está bien, ¿Cuándo comienzo?
—Esta tarde, al salir de clases—dijo, y corrió hacia mí, lanzándoseme
encima con un abrazo— ¡Gracias!
Le devolví el abrazo con torpeza, y con una débil sonrisa.
Sé que voy a arrepentirme de esto.

68
7 UNA APUESTA DELICIOSA

Tendría doscientos cincuenta dólares en mi bolsillo todos los viernes.


Era sencillamente genial. Lo único que rondaba en mi cabeza mientras la
hora de química pasaba, era en los diferentes zapatos que podría
comprarme. Zapatos, y mucha ropa. Bien, quizás no tanta, pero sería
suficiente. Porque si ahorraba por dos semanas, serían quinientos dólares. Si
lo hacía por cuatro semanas, serían mil. Y mil dólares si que es bastante
dinero.
En fin, el resto de las clases se fueron volando. Mi estómago rugía con
hambre, pero me bebí un vaso de agua para soportar. Tenía que ir a
trabajar.
Bel me esperaba en la salida, con una sonrisa en su rostro de oreja a
oreja.
—No puedo esperar a ver la cara de mi hermano cuando te vea con el
uniforme que te compré—decía, dando saltitos de emoción y unas cuantas
palmadas.
Mis ojos se abrieron de par en par llenos de horror. ¿Uniforme?
—Espera, ¡no me dijiste nada de un uniforme! —le dije.
Ella sacudió su mano, restándole importancia al asunto.
—No es nada. Es genial, lo encontré en una tienda de… hmm… bueno,
una tienda. Imagino que te quedará a la perfección. Le pedí a la chica que
atendía que se lo midiera, tiene casi la misma contextura que tú.
—Belinda, voy a matarte—susurré, las manos en mi rostro.
—No, cariño. No lo harás.
—Sí, lo haré. Y como soy tan malvada, lo haré después de que me
pagues. Tiraré tu cadáver al rio y me robaré todas tus pertenencias, para
vendérselas a los turcos y hacerme rica a tu costa. ¡Ah! También te
sonsacaré la clave de tu tarjeta de crédito y vaciaré tus cuentas bancarias,
dejando a tu hermano en la bancarrota y con muchas deudas. Luego

69
ANNIE GRINTON

incendiaré tu casa, y asesinaré también a tus vecinos para que no le vayan


con el chisme a los bomberos y no puedan salvar absolutamente nada. ¿A
poco no es un plan genial?
Bel soltó una risotada.
—Bastante genial. Incluso llegó a darme miedo—dijo, fingiendo estar
aterrada—Pareces una chica sacada de una peli de terror. Pero, ¿Por qué no
mejor es a Jack a quien matas, y a mí me dejas en la bancarrota? Prefiero ser
pobre, pero estar viva.
—Bien, no es tan mala idea.
Ambas reímos, subiendo al Volkswagen 2013 de mi amiga.

**

El coche se detuvo frente a la entrada de la casa de los Walker. Mi


corazón golpeaba frenéticamente porque imaginaba que volvería a
encontrar una escena como la anterior, en el sofá. No es que me hubiese
molestado, sino que… bien, tal vez me haya molestado un poco. Aunque
no debería, dado que no es de mi incumbencia lo que Jack Walker haga, o
deje de hacer.
Nos apeamos del coche, mi corazón en un puño, y nos acercamos a la
puerta de entrada. Mantuve mis ojos fijos en el suelo presa de un extraño
nerviosismo, con una parte dentro de mí que rezaba porque no haya nada
rubio gimiendo en el sofá carísimo de Bel en estos momentos.
No lo había.
El salón se encontraba completamente solo, igual que, según parecía, la
casa en sí. Jack debía estar llevando a su prospecto de novia a dar una vuelta
por ahí en su moto. O en su coche. O en el de ella, quién sabe. Podrían
estar incluso en un jodido yate del niño rico, haciendo quien sabe qué el
uno sobre el otro. Y… ¡Maldita sea! Ya debería de dejar de pensar en él.
—Subamos a mí habitación—ordenó ella.
La seguí escaleras arriba, suspirando con tranquilidad al asegurarme de
que Jack realmente no se encontraba. Mis ojos siguieron vagando escaleras
arriba, tratando de dirigirse a una habitación en particular que se encontraba
en el tercer piso. Sentí mi cara enrojecerse, y maldije por lo bajo. Yo no era
de las que se sonrojaban.
—Mi habitación la limpio yo misma, así que no te preocupes por ello.
—Continuó diciendo Bel—La habitación de Jack es un completo desastre,
así que te aconsejo que la dejes de última. Repito la palabra clave: ¡desastre!
—Sonreí, imaginando que tan desordenado podría ser el chico. —Todas las
chicas que trabajan aquí tienen un uniforme, pero el tuyo será diferente.
Eres mi amiga, así que tengo que darte un trato especial—Me miró por
encima del hombro y sonrió con picardía—El ático está inservible, así que
no te atrevas a subir a él hasta que lleguen los técnicos a repararlo. La

70
BROKEN

madera se mojó la primavera pasada y está bastante frágil, así que es


imposible caminar sobre ella sin correr el riesgo de caer y partirte el cuello.
Jack estuvo dos semanas en el hospital por dárselas de guapito.
—A todas estas, ¿dónde está Jack?
Me mordí la lengua inmediatamente después de que esas palabras
escaparan de mis labios. Bel frunció los suyos, tratando de reprimir una
sonrisa sin mucho éxito.
—Espero que aún siga claro lo de “Prohibido enamorarse de Jack
Walker” —murmuró, luego se encogió de hombros—No lo sé, no tengo la
menor idea de dónde está. Tampoco es que me importe demasiado, a decir
verdad.
Bien, a mí tampoco es que me importe demasiado. O de eso trataba de
convencerme.
—Ajá… Bien, aquí tienes—dijo, sacando una bolsa de su armario y
colocándola en mis manos.
Me acerqué a su cama, sentándome en una de las esquinas con la bolsa
en mis piernas. La abrí con cuidado, metiendo mi mano dentro para extraer
el uniforme. La tela era extremadamente suave al tacto, y cuando lo extendí
frente a mis ojos, tuve que contener un grito de espanto.
—Belinda Walker, ¡¿Qué demonios es esto?!
Era una especie de vestido de tela negra, el cual tenía adherido a sí un
delantal blanco. La falda me llegaba mucho más arriba de las rodillas, un
poco más arriba de la mitad del muslo. También venía una malla negra, para
darle un toque más… ¿Caliente? Ya podría imaginar de dónde demonios
había sacado ese vestido, ¡Parecía un disfraz de prostituta!
—No pienso ponerme esto—susurré, avergonzada con sólo imaginarme
metida en esa... cosa.
Belinda se cruzó de brazos, frunciendo el ceño.
—Oh, sí. Lo harás. Es tu uniforme de trabajo—dijo.
—Bel…—supliqué.
Ella negó con la cabeza y señaló el vestido.
—Tengo una cita con Paul en unos minutos, así que tengo que irme.
Cuando regrese te contaré de él. Y más te vale, Annie Hathaway que te
consiga con el uniforme puesto—amenazó, y se marchó.
Y yo quede completa y absolutamente sola en una casa en la que se
podría meter a toda mi familia y seguiría quedando espacio para los 101
dálmatas y los oompa loompas de Willie Wonka. Ya, que mi familia ya no
era tan grande.
Recordé que Ethan cumpliría los dieciocho años en once días,
justamente el catorce de septiembre; cerré mis ojos unos segundos y
suspiré, recordando el sonido de su risa y sus brazos alrededor de mí cada
vez que me protegía. Lo extrañaba a lo grande.
Decidí comenzar a limpiar la cocina, adentrándome en los más estrechos

71
ANNIE GRINTON

rincones para que todo quedase perfectamente limpio. No me agradaba


mucho esto de la limpieza, pero necesitaba dinero, y la única forma en la
que podría ganarlo de manera honesta sería trabajando duro. Finalmente
limpié la sala, los jardines, la habitación de huéspedes, el recibidor, las
escaleras, una enorme chimenea que se encontraba en el fondo del salón, la
biblioteca de la oficina que estaba en el segundo piso, las cortinas, las
ventanas, los cuadros de maderas, todo.
Sólo me faltaba una habitación en el segundo piso: La habitación de
Jack.
Subí las escaleras hasta el tercer piso con la escoba en la mano, y una
cubeta en la otra. El hecho me recordaba a mamá, cuando subía a limpiar
mi habitación con una sonrisa en su rostro y tarareando Hold Onto me de
Mayday Parade. Quizá la razón de que la considerara mi banda favorita se
debía a que en algún momento fue la de ella, y no quería dejarla ir
completamente. Incluso cuando iba a visitarla todas las mañanas (con
excepción de hoy), cada vez me sentía más lejos de ella, cada vez se sentía
más el vacío.
Parpadeé rápidamente para alejar las lágrimas que se comenzaban a
formar, y abrí la puerta de una habitación que sólo había tenido la
oportunidad de ver una vez, pero que la recordaba perfectamente. Sólo que
esta vez sí pude detallarla a fondo y notar algunos detalles que había pasado
desapercibidos, como los posters de Icon for hire, The Beatles, Gun’s and
roses, y Good Charlotte. En el fondo de la habitación, a la izquierda, se
encontraba un equipo de sonido igual o incluso más grande que el de Bel.
No pude resistir la tentación de acercarme, a sabiendas de que estaba
completamente sola en la casa. En lo primero en lo que me fijé, fue en el
CD Anywhere but here de Mayday Parade.
Mi corazón casi se sale de mi pecho.
Automáticamente lo coloqué en el reproductor, y le subí todo el
volumen. ¡Sonaba malditamente asombroso! La primera canción, Kids in
love, se adhirió a mi torrente sanguíneo, haciéndome cerrar los ojos. Ni
hablar de Anywhere but Here, la canción que le seguía y que tenía el mismo
nombre del álbum. Me vi limpiando la habitación (que no se encontraba tan
desastrosa como Bel había dicho, la mía estaba muchísimo peor) en
cuestión de minutos, con mucha rapidez.
Para cuando sonó Bruised and Scared, ya había terminado. Y fue genial,
porque esa canción declararía mi muerte en cualquier momento. No sólo
porque me recordaba mi deprimente historia de amor, sino que era otra de
las canciones favoritas de mamá. Esta era su banda predilecta, ¿recuerdan?
Supongo que me la había heredado.
Dejé la escoba en el suelo, junto al balde, y me recosté en la cama,
cerrando mis ojos y colocando mi brazo derecho sobre mi rostro. A veces
llegaba a ser demasiado masoquista.

72
BROKEN

Todo esto se remonta al primer beso


Era lo que yo pensé que nunca extrañaría
Tal vez fuimos uno de los afortunados
Quizás no soy lo suficientemente fuerte
Esta se suponía que era la parte fácil
Pero romper es lo que encontré difícil
Ahora estoy usando esa sonrisa en que no creo
Dentro de mí siento ganas de gritar
El me dio razones para creer que había encontrado al único
Pero mis dudas de alguna manera se vendieron
Estoy golpeado y con cicatrices
Sálvame de este corazón roto
Todo mi amor lentamente se desvanece y se desmorona
Alguien por favor cante esta melodía de amor enfermo
Di mi nombre si sientes miedo
Solo estoy a un beso de distancia
Estoy encontrado el camino difícil
La consecuencia de todos los errores que he cometido
¿Cómo se siente estar solo?
(¿Cómo se siente estar solo?)
No lo quiero saber, no lo quiero saber
Ella me dio razones para creer que había encontrado a la única
Pero mis dudas de alguna manera se vendieron
Estoy golpeado y con cicatrices
Sálvame de este corazón roto
Todo mi amor lentamente se desvanece y se desmorona
Alguien por favor cante esta melodía de amor enfermo
Di mi nombre si sientes miedo
Solo estoy a un beso de distancia
Se honesto
¿Esto es lo que querías?
Estamos perdiendo lo que empezamos
Y descubrimos mucho más de lo que queremos saber
(Más de lo que queremos saber)
Acerca de como lo estamos dejando ir
(Acerca de como lo estamos dejando ir)
Se honesto
¿Esto es lo que querías?
Estamos perdiendo lo de que empezamos
Y descubrimos mucho más de lo que queremos saber
Estoy golpeado y con cicatrices
Sálvame de este corazón roto
Todo mi amor lentamente se desvanece y se desmorona

73
ANNIE GRINTON

Alguien por favor cante esta melodía de amor enfermo


Di mi nombre si sientes miedo
Solo estoy a un beso de distancia
Algo húmedo se posó en mi oído, y por un acto instintivo me estremecí.
Supe quién era en el momento en el que un olor a cigarrillos mezclado con
perfume de hombre se abrió paso en mi nariz, así que no me sorprendí
cuando abrí los ojos y me encontré con Jack frente a mí.
O más bien debería decir: Sobre mí. Sus labios estaban puestos en mi
oreja y sólo alcanzaba ver su cuello; un cuello que me estaba provocando
morder. Cerré mis ojos de nuevo, sintiendo el corazón palpitarme con
fuerza y tratando de no hiperventilar, ¡Joder, con Alec nunca me sentí así!
Además, ¿Morder un cuello? ¿Era en serio?
—“¿Estoy golpeado y con cicatrices, Sálvame de este corazón roto?” —
repitió en un susurro, su aliento chocando en mi oído. Volví a
estremecerme—Voy a salvarte, Ann. Te lo prometo.
Traté de empujarlo con débiles fuerzas; claramente no cedió.
—No tengo el corazón roto—mi voz se quebró al final.
—Sé que sí lo tienes, cariño. Y voy a reconstruirlo—dijo, de nuevo en
un susurro.
Su cabeza se elevó y me miró a los ojos, tratando de sumergirse en ellos,
buscando la manera de adivinar mis más oscuros pensamientos. Mi sangre
se había vuelto agua, lo juro. Trazó una línea recta en mi mejilla y,
desviando la mirada a mis labios, los acarició con su pulgar.
— ¿Sabes qué es lo primero que miro de las chicas? —preguntó, sin
apartar la mirada.
— ¿El culo? —me atreví a decir, tratando de aligerar la tensión. No
sonrió.
—Los labios. Y debo decir que, los tuyos son sencillamente perfectos—
murmuró.
En los cinco segundos que pasaron después de haber dicho eso, y de
que mi corazón prácticamente se detuviera, me di cuenta de un par de
cosas. La primera, era que ya había pasado antes por una situación así, pero
sólo Jack me tenía tan emocionada como estaba ahora. La segunda, era que
iba a besarme. No sabía qué era peor: El hecho de que una parte de mí
estaba completamente desesperada porque lo hiciera, o que la otra parte no
tuviera absolutamente ni idea de que hacer.
—Jack, tengo que irme—susurré, un tanto desesperada.
No era completamente mentira, ya comenzaba a oscurecer y en
cualquier momento Peter regresaría a casa.
— ¿Irte? Te llevo—susurró de vuelta, acercando sus labios a los míos.
Antes de poder detenerlo presionó su boca sobre la mía, causando que
abriera mis ojos de par en par. No fue un beso como tal, sólo era un simple
contacto, pero sentía el burbujear de mi sangre hirviendo bajo la piel, y mis

74
BROKEN

mejillas sonrojarse al extremo. Sus labios eran suaves y dulces, pero tenían
cierto toque rudo que me hacía querer más, que moviera sus labios, que me
besara realmente. Pero no lo hizo.
Lo empujé con toda la fuerza de la que fui capaz en ese momento, que
no fue mucha, y me levanté corriendo de la cama aprovechando su
desconcierto. Bajé las escaleras a las carreras, deseando desesperadamente
no caerme en el descenso. ¡Y lo que me faltaba! Bel estaba llegando.
—Oye, ¿Estás bien? —preguntó, observándome con el ceño fruncido
mientras bajaba.
Claro, estoy bien. ¡Si estar a punto de colapsar puede llamarse bien!
—Perfectamente—respondí con brusquedad, y luego crucé la puerta de
salida— ¡Te llamaré en una hora!
Corrí calle abajo, con la oscuridad de la noche echándoseme encima. La
casa de los Walker quedaba bastante distanciada de la mía, así que imaginé
que llegaría bastante tarde, y Peter me daría la paliza del año.
Mis piernas seguían temblando debido al roce-medio-beso que me había
dado Jack, y no lograba entender el porqué. No era como si me hubiese
gustado… ¿O sí? ¡Maldita sea, joder!
Estaba tan perdida en mis pensamientos, que casi me llevo por delante
un coche que pareció de la nada. O, más bien, el coche casi me lleva por
delante a mí. Le grité unas vulgaridades típicas de cuando me enojaba o
asustaba, y pateé el capó. El coche era un Mustang de color negro, con los
vidrios polarizados. Continué caminando, hasta que escuché la puerta del
conductor abrirse.
— ¡Hey! —gritó un hombre.
Me di la vuelta, y efectivamente, un hombre de cabello negro estaba
recostado sobre la puerta del precioso coche. Llevaba un traje negro, con
una corbata roja y unos mocasines negros. Tenía una asquerosa sonrisa en
su rostro, con tres de sus dientes delanteros de un color amarillo; eran de
oro.
— ¿Eres la hija de Peter Hathaway? —continuó.
Di un paso hacia atrás instintivamente.
— ¿Quién eres? —pregunté, un poco nerviosa.
Se encogió de hombros.
—Eso no es importante ahora, tenemos todo el tiempo del mundo para
charlar sobre eso. Sube al coche, ahora—ordenó.
Retrocedí otro paso, ahora sí, bastante asustada.
— ¿De qué d-demonios estás h-hablando? —tartamudeé.
—Tu padre me debe una alta suma de dinero, y te ofreció como pago.
Debo decirlo, ha sido un pago delicioso—murmuró, perdiendo su mirada
en mis piernas, que estaban al descubierto debajo del maldito vestido.
Hice lo más lógico que pude hacer en ese momento: Correr.
Sin embargo, una mirada hacia atrás me hizo ver que el hombre venía

75
ANNIE GRINTON

tras de mí, cuchillo en mano. Mis ojos se humedecieron y parpadeé


rápidamente para despejar la vista, pero no pude. Tropecé con mis propios
pies y caí al suelo.
—Corres bastante rápido, para ser una niña—murmuró, colocándose
frente a mí.
—Tú también… para ser un viejo—susurré.
Sonrió.
—Ya vas a ver lo que este viejo puede hacer.
Y comenzó a desabrochar su cinturón.

76
8 ¡POR FAVOR, NO!

Intenté removerme y alejarme en el momento en que su cinturón quedó


fuera, pero me detuvo sujetándome las piernas. ¡Maldita sea, necesitaba salir
de aquí!
Pataleé en el intento de darle entre las piernas, pero no podía salirme de
su agarre.
—Quédate quieta, primor. Si te mueves, puede que duela bastante—
dijo, rozando el cuchillo en mi cuello.
Una lágrima se derramó por mi mejilla.
Me daba igual, tenía que intentarlo. Prefería morir antes de pasar por
algo así.
Me removí inquieta de nuevo, logrando zafar una de mis piernas de su
agarre, y lo pateé. Él soltó una maldición y me la sujetó de nuevo,
arrancándome la falda del corto vestido y posicionándose entre mis piernas.
Grité.
— ¡Cállate, maldita sea! —gruñó, intentando tapar mi boca.
No me callé. Seguí gritando, y seguí pataleando.
El cuchillo se hundió ligeramente en mi brazo, causando que gritara un
poco más fuerte de lo que ya estaba haciéndolo. Sentí la sangre húmeda y
espesa derramarse por mi pantorrilla hasta el suelo. Más lágrimas salían.
—Te prometo que voy a hacerlo rápido, primor—se burló.
Maldita sea, joder. Mis lágrimas caían desesperadamente por mi mejilla,
sin saber qué hacer para liberarme de este enfermo. Seguía luchando con
mis piernas, y tratando de alejarlo de mis manos, pero no servía de nada.
Pesaba una barbaridad, y tenía bastante fuerza.
Acercó su rostro al mío, intentando darme un beso, pero giré el rostro
rápidamente. Alcancé a sentir un olor a alcohol rancio y añejo. Luego su
mano descendió en mi vestido hasta alcanzar mi ropa interior, y bajarla con
brusquedad. Volví a gritar.

77
ANNIE GRINTON

—No, ¡Por favor, no! —lloré.


Pero no sirvió de nada. Lo único que hacía el muy maldito era reírse
ante mis súplicas. Cerré mis ojos con fuerza y mordí mis labios hasta
hacerlos sangrar cuando sentí su pene rozar mi entrepierna, a un paso de
entrar en mí.
Entonces se escuchó el rugido de una moto, y mi agresor salió volando
hacia atrás. Abrí mis parpados lentamente, sólo para observar a Jack frente
a mí, con una mirada aterradora en su rostro. Parecía tener verdaderas ganas
de matar a alguien.
—Oh, Dios…—susurré aliviada, tratando de cubrirme y de controlar
mis lágrimas.
Jack aún no me miraba.
— ¿Qué no te han dicho que no se le toca a una dama sin su
consentimiento? —gruñó él.
Sus manos estaban en puños, y su mandíbula apretada con fuerza. Se le
veía muchísimo más que furioso. Esa expresión en su rostro daba miedo.
Se acercó un paso más al desconocido, y este levantó el cuchillo bañado
en sangre. Jack frunció el ceño y me miró rápidamente, observando la
sangre en el suelo y brotando de mi pierna. Sus ojos azules casi se tornaron
negros. Regresó su mirada al enfermo.
—Voy a matarte, cabrón. Tan lentamente que desearás no haberte
cruzado con ella—dijo Jack, en voz tan baja que dejaba en claro que lo
decía en serio.
Yo sabía que lo decía en serio.
Se quitó su chaqueta de cuero y la colocó sobre mis hombros, para que
me cubriera, ya que el maldito vestido que me había dado Bel no me servía
de nada. Rompí las mangas, y lo bajé, usando la parte de arriba como falda,
y cubriéndome con la chaqueta. Acarició mi mejilla, aún con esa mirada
perdida, oscura, y se alejó.
Todo comenzó con demasiada brutalidad.
A pesar de que el tipo ese tenía un cuchillo en sus manos, Jack no se
sintió intimidado. Lo primero que hizo fue arrancárselo de las manos con
una patada, para luego abalanzarse sobre él. Sus puños impactaban con
demasiada rapidez en el rostro del hombre que había intentado abusar de
mí, y a pesar de que por un momento había deseado desesperadamente que
un rayo cayese y lo matase, no quería que muriese en manos de Jack. Sabía
que luego él no podría con la culpa, y yo no era nadie para obligarlo a
cometer tal cosa.
—Jack…—susurré, con voz patosa.
El hombre que tenía en sus manos ya había perdido la consciencia, y su
rostro estaba bañado en sangre. Por un momento temí que hubiese estirado
la pata, porque no me lo perdonaría. Jack lo levantó y lo tiró al suelo de
nuevo, su cabeza rebotando contra el duro asfalto. Me levanté del suelo

78
BROKEN

rápidamente.
— ¡Levántate, maldita sea! ¿Te crees muy machito para abusar de una
chica y no puedes aguantar una jodida pelea? ¡Arriba! —gritó, dándole una
patada en las costillas.
—Jack… suficiente—volví a susurrar, mi voz sin querer aclararse.
Nada. No me miraba, no reaccionaba, era como si estuviese poseído por
algo. Algo que era mucho más fuerte que él. Me acerqué unos pasos a su
espalda.
—Jack, vas a matarlo… —añadí, temblando ligeramente.
— ¿Matarlo? Eso fue lo que dije. Voy a matarlo—gruñó.
Retrocedió y agarró el cuchillo que antes había estado en las manos de
mi agresor, para luego caminar en su dirección. Me interpuse en su camino.
—Jack, ya basta. Es suficiente—susurré, asustándome de nuevo. —No
lo mates, no te conviertas en algo que no eres.
Me miró, deteniéndose unos segundos. Sus ojos viajaban de mí al
hombre tirado en el suelo que, ¡Gracias a Dios! Apenas y se movía.
—Regresa a mí, por favor—mis manos en su pecho, aferrándome a su
camiseta.
Frunció el ceño, confundido.
—Estoy aquí—respondió, con voz fría y neutral.
—No, no lo estás. Regresa, Jack.
Me acerqué a él lo suficiente como para que bajara su mirada a mis
labios, y supe lo que tenía que hacer para traerlo de vuelta. Éste no era mí
Jack, este era un monstruo que se había apoderado de su cuerpo.
Subí mis manos hasta su cuello, dónde entrelacé mis dedos y lo atraje
hacia mí. Mi boca entró en contacto con la suya por segunda vez en este
día, y pude sentir como mis piernas se adormilaban de nuevo. El cuerpo
tenso de Jack comenzó a relajarse, y supe que había regresado a ser él
mismo cuando sus manos se colocaron a cada lado de mi rostro.
Consideré oportuno ese momento para alejarme, pero él no quiso
soltarme. Abrí mis ojos, aún con nuestros labios unidos, para encontrarme
con que él también estaba mirándome. Me estremecí, porque esa era su
mirada cautivadora de siempre. Intenté alejarme de nuevo, pero sus ojos me
gritaron que no, que estaba loca si me creía que este beso terminaba aquí.
Una de sus manos descendió con delicadeza por mi espalda, hasta colocarse
en mi cintura y apretarme con más fuerza contra él. Cerró sus ojos, yo cerré
los míos y abrí ligeramente mi boca para posicionar mejor nuestros labios.
Esto era una locura, lo sabía perfectamente. Pero dicen que un gramo de
locura al día no hace daño, por el contrario, relaja tensiones y emociones.
¡Qué blasfemia! Mis emociones no estaban relajadas, estaban a punto de un
colapso. Los labios de Jack se movían suavemente y con delicadeza sobre
los míos, como si tuviese miedo de que en cualquier momento pudiera
romperme, como si quisiera disfrutar del momento porque de un segundo a

79
ANNIE GRINTON

otro podría desaparecer. Mis manos se transfirieron por sí solas hasta su


cabello, dónde se enredaron y habituaron como si fuese algo muy normal
para ellas.
Jack interpretó el gesto como que quería intensificar más el beso, porque
eso hizo. Demonios, si antes mis piernas estaban adormiladas, ahora mismo
estaban a punto de sufrir un paro. Mi sangre hervía en todo mi cuerpo, era
como si me hubiesen prendido en fuego y nadie era tan amable como para
vaciarme encima un extintor. La cosa se estaba poniendo bastante intensa, y
este no era el lugar, ni el momento.
Me alejé como pude.
—Tenemos que irnos—dije, con voz entrecortada por falta de aliento.
Su mirada inmediatamente se desvió al lugar donde se encontraba el tipo
medio muerto, y suspiró.
—Tengo que llevarlo a un hospital. —Dijo, luego mirándome de arriba
a abajo—Pero primero te llevaré a casa.
Negué con la cabeza y entrelacé mis manos con las suyas.
—Te acompaño.
—No, necesitas descansar.
—Jack, estamos juntos en esto.
Él me miró, y me regaló una media sonrisa.
— ¿Qué? ¿Rose, del Titanic, cuando llegaste? —Preguntó, burlón—
¿tengo que besarte para que vuelvas a ser Ann?
Sonreí.
—Si tú saltas, yo salto. ¿No es cierto?
Apretó nuestras manos.
—Si tú saltas, yo salto.
Si alguno de los dos salta, el otro salta también. Y era en serio.
—Oye, ¿Sabes manejar una motocicleta? —preguntó él, deteniéndose de
pronto.
Lo miré. Bien, no podíamos llevar a alguien medio muerto en una moto,
no cabíamos. Jack me tendió las llaves de su Ducati y enarcó las cejas. Le
arranqué las llaves de las manos. Él tendría que llevar al herido en su propio
coche a urgencias, y yo tendría que manejar sola.
—Nos vemos en el hospital central—le dije.
Sonrió.
—Nos vemos ahí, cariño.
Levantó al tipo en sus brazos y lo lanzó con un poco de brusquedad
dentro del asiento trasero del coche, me regaló un guiño mientras subía al
asiento del conductor y encendió el auto, acelerando con demasiada rapidez
y perdiéndose en la oscuridad.
Yo me quedé allí de pie unos segundos más, mientras analizaba todo lo
que acaba de suceder. No lo entendía. Sencillamente no entraba en mi
cabezota como era posible que hubiese sucedido lo que acababa de suceder.

80
BROKEN

¿Qué significó? Esa pregunta retumbaba en las paredes de mi cerebro sin


cesar, ¿qué pudo haber significado ese beso para él? ¿Y para mí?
<<No puedo negar que Jack es un jodido Don Juan; para él la
“fidelidad” es un tipo de comida para perros, o algo así. >> Las palabras de
Bel se repetían en mi cabeza, y tuve que aceptar que lo que había sucedido
no tenía ningún valor emocional.
Saqué uno de los Lucky Strike que se encontraban en el bolsillo de la
chaqueta de cuero y lo llevé a mis labios junto con el encendedor. Mientras
le daba una calada, pensé en que era patético tener que tratar de ignorar un
beso que según no significó nada, cuando todavía sentía temblar mis
piernas ligeramente. Apestaba. Tosí a causa del humo, ya que no sabía
fumar, y lo tiré al suelo, pisándolo con la punta de mis zapatos. Fumar
también apestaba.
Suspiré, subí a la moto y la encendí.
***
Jack me esperaba recostado sobre la pared del fondo, a la izquierda,
justo en la salida del lugar, con un cigarrillo en su boca y una mano detrás
de su cabeza. El viento despeinaba con brutalidad sus cabellos, dándole un
toque “Oh mi Dios”.
—Te has tardado—dijo, caminando hacia mí.
Me encogí de hombros.
—Me entretuve con mis pensamientos. —Respondí.
Frunció el ceño.
—Te noto el cambio de humor, ¿qué pasa?
Apagué la moto y saqué las llaves, tendiéndoselas. No las cogió.
—Con respecto a lo del beso…—Sus ojos se iluminaron—No significó
nada, ¿no? ¿Fue un beso de amigos?
Cero luces en sus ojos ahora. Frunció los labios por unos segundos
mientras pensaba en una respuesta. Por favor di que si tuvo significado, por
favor, por favor, por favor.
—Sí, de amigos. Claro, ¿Qué esperabas?
Sentí que caía desde lo más alto de la torre Eiffel sin nada que me
sostuviera la caída. Claramente escuché mi cabeza impactar contra el suelo,
rompiéndome. Amigos. Por supuesto.
—Ah. Ya. Nada, supongo—mentí, encogiéndome de hombros de
nuevo. — ¿me llevas a casa?
—Llévate tu misma.
No pude evitarlo, mi boca se abrió completamente. Él rió.
—Ann, tienes mis llaves. Conduce tú. —Dijo, montándose detrás de mí
y rodeándome la cintura con sus brazos. Mi estómago se llenó de animales
con alas desesperados. Acercó sus labios a mi oído—Además, he de admitir
que te ves altamente sexy en mi motocicleta.
— ¿Estás seguro que quieres que conduzca? —Pregunté. Es probable

81
ANNIE GRINTON

que tengamos un accidente si sigues tocándome, maldita sea—No soy muy


buena conduciendo.
—Correré el riesgo.
Metí la llave de nuevo en el contacto, la encendí y aceleré.
Bien, si me preguntan en estos momentos cuál es la actividad física más
peligrosa sobre la faz de la tierra, respondería que era conducir cuando Jack
me tocaba. Yo sabía conducir, conducía bastante bien porque mi vecino
tenía una moto de motocross y él me enseñó; pero vaya mierda era tratar de
concentrarse con Jack pegado a mi cuerpo.
Sin embargo, mis débiles intentos por tratar de aparentar tranquilidad
funcionaron, porque al cabo de unos minutos detuve el aparato un par de
casas más allá de la mía. En estos momentos, el rugido del motor podía
despertar a Peter, y no me apetecía verlo ahora mismo. Además, de seguro
imaginaba que estaba siendo violada una y otra vez por un tipo asqueroso
sobre cualquier cama barata de motel de mala muerte, o peor, en el asiento
trasero de su coche.
—Has estado bastante callada—dijo Jack, interrumpiendo mis
pensamientos.
— ¿Estaba siendo callada? Lo siento, no lo noté—murmuré.
Asintió.
— ¿Por qué te has detenido aquí? —preguntó, mirando en dirección a
mi casa.
Me encogí de hombros.
—No quiero despertar a Peter.
— ¿Quién es Peter?
—Mi padre.
—Ah. ¿Por qué?
¿Quedaría mal visto que le contara lo que acaba de suceder? Bien, Bel no
estaba aquí para desahogarme, y podía contarle todo mediante un mensaje
de texto, pero no sabía si me quedaba el crédito suficiente en el teléfono.
Ya, era pobre, pero después de que me pagaran podía mejorar la renta de
mi celular.
—Bien, he tenido un pequeño pero grave problema con él, aunque
todavía no lo sabe—dije.
Él me miró desde toda su altura, haciéndome sentir pequeña, y eso que
era bastante alta.
— ¿Qué problema? —preguntó, sus ojos tratando de sacarme la verdad
de los míos. —No tendrá que ver con el hecho que casi sucede hace unos
minutos atrás, ¿no?
Mierda, ¿Qué era adivino o qué?
—Ann…
Suspiré.
—Tal vez tenga un poco que ver—susurré, temerosa de cómo podría

82
BROKEN

ser su reacción. ¿Y si reaccionaba como lo había hecho anteriormente?


¿Significaba eso que tendría que volver a besarlo, para que regresara en sí
mismo y no matara a Peter?
Maldita sea, me encontré con una lucha interna entre desear
desesperadamente que reaccionara como un loco sin control, o distraerlo
para que se marchara. La primera me daba ganas de querer arrancarme el
cabello. Tenía que hacerme jurar a mí misma que nunca volvería a besar a
Jack. Éramos amigos, y yo no besaba a mis amigos de la forma en la que
nos habíamos besado. ¡Maldita sea, ni siquiera sabía porque pensaba en
estas cosas! Se supone que yo odie a Jack Walker, y a su sonrisa estúpida
que siempre me da ganas de vomitar. Tal vez los animalitos con alas que
sentía en el estómago eran… no sé… ¿Gusanos con alas, tal vez? Podría ser
posible.
— ¿Un poco? —insistió.
Volví a suspirar.
—Vale, tal vez mucho—admití.
— ¿Qué sucedió? —preguntó, cejas juntas, mandíbula apretada.
Joder, si le mentía sabría que lo estoy haciendo. Y si le digo la verdad,
mataría a Peter. No es que me moleste que pierda el control, no, para nada.
Por mí encantada de hacerlo volver en razón. Pero, ¡Maldita sea, yo y mis
jodidos contradictorios pensamientos! Lo odio, lo odio, lo odio. En fin…
—Bueno… parece ser que Peter debía un dinero y me ofreció como
pago. Eso es todo.
Sus ojos se oscurecieron, y apretó los puños con fuerza.
— ¿Y lo dices así, tan tranquila?
Me encogí de hombros.
—Estoy acostumbrada a que las personas piensen que soy un objeto
con poco valor—admití.
Jack colocó sus manos a ambos lados de mi cabeza y me acercó a él,
nuestras miradas conectadas.
—Escúchame bien, Annie Hathaway: No todo el mundo piensa eso de
ti. Para mí no eres una cosa. Para mí eres alguien. Alguien de mucho valor,
demasiado. Alguien que vale más que toda el agua del rio Nilo convertida
en oro, te lo juro.
Y justo así, otro trocito de mi corazón se recompuso.
Sonreí.
—Gracias—susurré.
Él besó mi frente, y me soltó.
—Bien, ahora tengo otro herido a quien llevar al hospital. Si me
disculpas…
Y comenzó a caminar con tranquilidad en dirección a mi casa.
Corrí rápidamente en su dirección, y lo sostuve de la mano, sintiendo de
nuevo esa electricidad que emanaba de su piel, esta vez sin alejarla.

83
ANNIE GRINTON

—Por favor, no le hagas nada, por favor—supliqué. —Si te ve, va a


matarme, te lo digo en serio.
Lo pensó durante unos largos segundos y luego asintió.
—Está bien.
Sentí que mi cuerpo se relajaba.
—Gracias.
Lo acompañé de regreso a su moto, y me quedé de pie a su lado
esperando a que se marchara. Intenté entregarle su chaqueta de cuero, pero
me dijo que podría quedármela. Lo despedí con la mano, pero justo cuando
di media vuelta, me detuvo por la cintura.
—Una cosa más—dijo.
Y antes de poder evitarlo, o siquiera imaginar qué pasaría, conectó su
boca con la mía. Fue otro de esos besos destruye-nervios que sólo él sabía
dar, suave, lento, con delicadeza y dulzura. Sus labios se movían sobre los
míos con ternura, llevándolos en una danza que no había bailado antes. Mis
ojos se cerraron sin mi consentimiento, y no pude abrirlos hasta que él se
separó.
—No significó nada. Después de todo, sigue siendo un beso de
amigos—me dijo, y aceleró.
Me quedé petrificada allí donde estaba, sin poder mover mis piernas que
se habían vuelto de gelatina mientras lo observaba perderse en la oscuridad.
¿Beso de amigos?
Pues vaya beso de amigos.

84
9 NO SIGNIFICÓ NADA

No entendía como no me había dado ya un colapso mental. Es decir, mi


cuerpo hacía el simulacro de sufrir de combustión espontánea para luego
calmarse con semejante balde de agua fría: “Fue un beso de amigos”. Pues
bien, si él quería que eso fuera un beso de amigos, ¡Pues genial! Porque lo
catalogaría como un jodido beso de amigos. No le daría importancia, y no
pensaría en ello, porque no era lo suficientemente importante, maldición,
¡no lo era!
Cerré su chaqueta en mi torso, tiritando por el repentino frío que estaba
haciendo. Apreté mis dientes, frustrada, y di media vuelta para
encaminarme a la casa. Pero un chico de cabello negro y ojos azules que me
miraba desde el balcón de la casa de al lado de la mía me hizo detenerme en
seco. Estaba sin camisa, por lo que pude admirar su pecho tonificado.
—Tú debes de ser Annie Hathaway, ¿no? —preguntó, con una sonrisa
asomada en la comisura de sus labios.
Enarqué una de mis cejas.
— ¿Y tú eres? —pregunté.
Su sonrisa se ensanchó.
— ¿Olvidaste la mejor parte de tu infancia? Soy Josh. Josh Adams.
¡Oh por Dios, no podía ser cierto!
— ¿Josh? ¿El mismo Josh que se aventó del árbol que está frente a mi
ventana y cayó de cabeza sólo para llamar mi atención? —pregunté, con un
deje burlón.
Su cabeza cayó por unos segundos, preso de la vergüenza.
—Ese mismo. ¿No podía quedarte otro recuerdo de mí? ¿Tenía que ser ese?
Sonreí. Josh Adams era uno de los mejores amigos de Ethan. La última vez
que lo había visto, su padre se lo llevaba a Nueva York a vivir con él; hace
aproximadamente seis o siete años. No lo recordaba tan… guapo. Por lo
general, siempre tenía mocos colgando de su nariz, o manchas de tierra en

85
ANNIE GRINTON

el rostro. Era divertido estar con él. Al menos en ese entonces.


—Oh, tengo mejores recuerdos, te lo aseguro—añadí, caminando en su
dirección— ¿Cuándo has llegado?
—Espera un segundo. Bajaré.
Y se perdió detrás de la cortina de la puerta de su balcón. Mis piernas
comenzaban a congelarse, pero podría esperar un poco más, supuse. Josh
Adams era el único chico que nunca me había tratado como una chica,
razón por la que me caía tan bien. Incluso, cuando se detuvo frente a mí y
no echó ni un solo vistazo a mis piernas semi-desnudas, supe que seguiría
agradándome.
Corrió en mi dirección y me envolvió entre sus ahora gruesos y tensos
brazos, apretándome en lo que él consideraba como un abrazo cariñoso.
—Ahora sí, ¿qué decías? —preguntó, soltándome.
— ¿Qué cuando has llegado? —repetí.
—Oh, hace unas horas. Pasé por tu casa, pero tu padre me dijo que no
estabas, y que sinceramente no creía que regresaras pronto, por lo que dejé
de insistir—dijo. Apreté mis puños ante la mención de Peter—Por cierto,
¿Era ese el que te trajo tu novio?
Sentí que me ruborizaba hasta los pies. ¡Maldito seas, Jack! Nos habían
visto.
—No, no lo es.
—Ya. ¿Y por qué te has ruborizado?
—No estoy ruborizada.
—Uh-hmm.
—Es cierto—repliqué.
Él sólo sonrió, contagiándome su patética sonrisa.
—Me alegra haber vuelto, Annie. Me hacían demasiada falta. Lamento no
haber estado aquí cuando pasó lo de tu madre, en serio—dijo, con voz
suave.
Contuve el aliento por unos segundos y luego suspiré.
—No pasa nada, Josh. Estabas bastante lejos. Ethan no pudo localizarte y
tu madre estaba de viaje, así que no te sientas culpable—le dije.
Su rostro se iluminó.
— ¡A todas estas! ¿Dónde demonios está Ethan que no lo he visto? Ni
siquiera se me ocurrió preguntar por él, soy un idiota—dijo, riendo.
Pero esta vez no lo acompañé en la sonrisa. El trío perfecto siempre fuimos
Et, Josh y yo. No en el mal sentido, así que no me malinterpreten; pero
éramos algo así como los tres mosqueteros, los tres súper amigos. Ahora
sólo estábamos dos.
—No tengo la menor idea, Josh. Una mujer de servicios sociales se lo llevó
luego de la muerte de mi madre. No lo he visto desde entonces.
Poco a poco, y muy lentamente, la sonrisa en su rostro se fue desdibujando.
— ¿No hay correos, cartas, mensajes de texto, llamadas?

86
BROKEN

—Nada. No hay nada.


Un minuto de silencio. Me estaba poniendo verdaderamente incómoda ante
el silencio sepulcral, pero finalmente abrió la boca.
—Bien, eso es una mierda—me dijo.
—Completa y total mierda—coincidí.
—En una semana cumple los dieciocho, ¿no? Será un hombre libre—dijo,
dándome esperanzas.
— ¿Crees que me busque? ¿Crees que regrese? —pregunté, en un hilo de
voz.
—Sé que lo hará, Annie. Tú eres su vida. Regresará.
Y en el fondo, estaba completamente desesperada porque fuera cierto.
Tenía la loca esperanza de que luego de cumplir su mayoría de edad, mi
hermano regresaría a mí. Él no podría haberme olvidado, ¿verdad? Él no
podría haberlo hecho.

***

A la mañana siguiente, me levanté cuando sentí el coche de Peter alejarse.


Había tenido que entrar por la ventana de mi habitación, para que el crujido
de la puerta al abrirse no lo alertara de mi presencia. Estaba bastante segura
de que sospechaba que no volvería a verme jamás, ya que imaginaba que su
amigo enfermo me había llevado cautiva. Y casi lo logró, de no ser por Jack.
Me duché, me puse una de las camisetas favoritas de mi madre (de The
Beatles) con unos pantaloncillos cortos ajustados y unas vans que había
comprado hace un par de meses, cuando había reunido la cantidad de
dinero suficiente como para comprarme ropa nueva. Alisé mi flequillo,
dejando mis ondas naturales caer libremente sobre mi espalda y me apliqué
un poco de brillo labial sobre mis labios. Sólo un poco.
Tomé mi mochila, mis cosas de dibujo y bajé las escaleras rápidamente,
cerrando la puerta detrás de mí con un portazo.
Caminé hasta el cementerio, con unas flores que había arrancado de una de
las plantas de mis vecinos, y las coloqué frente a la lápida de mi madre. Me
senté de rodillas en el lugar, dejando la mochila a un lado, posicionándola
para tomarla como almohada. Me acosté sobre mi madre, en la misma
forma en la que lo hacía cuando estaba con vida.
—Hola, mamá—susurré, con un nudo en la garganta—He estado bastante
bien últimamente. He vuelto a sonreír, ¿puedes creerlo? Sí, lo sé, lo sé.
Puedes culpar a Jack, el chico que estuvo la otra vez aquí, ¿Lo recuerdas? Es
genial. Cuando quiere, claro. ¡Se ha atrevido a besarme! ¡Imagínate eso! Sí,
mamá, quería golpearlo. No me gustó. Te lo prometo. —Sonreí con
melancolía. Mi madre estuviese gritando de la emoción—Por cierto, Josh
regresó a vivir con su madre. ¿Recuerdas a Josh? Solías decirme que estaba
enamorado de mí. No lo está madre, sólo es un buen amigo. —Una lágrima

87
ANNIE GRINTON

se derramó y descendió por mi mejilla y la sequé rápidamente. —Me ha


preguntado por Ethan. La verdad, es que yo también quisiera saber donde
está mamá. Lo extraño mucho. Y a ti también te extraño mucho.
Le di un beso a su tumba y me levanté, recordando que había dejado mi
libro de historia en la casa, por lo que tuve que regresarme rápidamente.
Esta vez sí entré por la puerta principal, tomé el libro, y la chaqueta de
cuero de Jack, que me gritaba desde dónde la había colgado que la regresara
con su dueño. Cerré la puerta de nuevo, y caminé en dirección a la parada
de autobús.
— ¡Buenos días! —gritó una voz por encima de mí.
Josh se encontraba de pie en la entrada de su casa, con el uniforme de los
chicos de mi instituto. Me acerqué a él sonriendo (algo que últimamente se
me daba bastante bien, debía admitirlo), y lo saludé con un beso en la
mejilla. Más extraño de mi parte.
—No me digas, ¿Vas a ir al Heatorn High? —le pregunté, enarcando las
cejas.
Él sonrió.
—Annie, es el único instituto que hay por aquí cerca—dijo.
Pues, sí que tenía razón. La ciudad era bastante pequeña.
—Oh, bien. ¿Nos vamos? El autobús pasará en cinco minutos—le dije.
Asintió.
En el camino, tuve la leve esperanza de encontrarme con Jack, pero sacudí
la cabeza para borrarme esa idea. Lo más probable era que en estos
momentos anduviese buscando a su prospecto de novia en su moto. Si es
que ya le había permitido montarse, claro.
Esperamos el autobús en silencio, aunque no era para nada incómodo. Él
estaba acostumbrado (Al menos lo estaba antes de que se marchara) a que
yo no era tan habladora, así que estábamos bien aquí. Nos subimos y nos
sentamos en uno de los últimos puestos, donde por lo general lo hacía
desde siempre, y observamos el “paisaje” a través de la ventana.
Cuando el autobús finalmente se detuvo y logré bajar, una muy enojada Bel
me esperaba con los brazos cruzados.
— ¿Se puede saber por qué diablos no me habías contestado las llamadas?
—preguntó, frunciendo el ceño.
Le regalé una sonrisa tímida y avergonzada.
Bien, no estaba completamente deseosa de que se enterara de lo que había
sucedido. Sí, puede que seamos amigas, pero cuando están a punto de
abusar de ti lo único que quieres es que se olvide el tema, y estaba
completamente segura de que si se lo comentaba a ella, nada de eso
sucedería. Lo más probable es que también quisiera salir a terminar el
trabajo que Jack ya había comenzado, y que gracias a mí no había
terminado.
—Llegué a casa bastante cansada, necesitaba dormir. No escuché el

88
BROKEN

teléfono, lo siento—mentí.
La verdad era que ni siquiera me acordaba de ese aparato. Tanteé en mis
bolsillos y no lo sentí, supuse que estaría en la mochila. Era lo más
probable.
—Está bien—dijo, con un tono más suave—Imagino lo que la habitación
de Jack te haría, pobre.
Solté una risita.
—La verdad es que la habitación de tu hermano está mucho más ordenada
que la mía—admití.
Sus ojos se abrieron de par en par, en una clara muestra de horror.
—Pues llévame a tu casa. Necesito darle una buena limpieza—exigió.
Me congelé. Bien, eso claramente no sería posible.
—Escucha… No creo que sea buena idea—murmuré.
Frunció el ceño.
— ¿Por qué no?
—A Pe… Mi padre no le gusta las visitas. Si de por casualidad llega a verte
por allí, va a matarme.
Se cruzó de brazos y me evaluó con la mirada, tratando de descubrir si
mentía. No lo hacía. Si tan sólo ella supiera cuanta verdad contenían mis
palabras…
—Está bien. —Se rindió—Por cierto, Jack anda buscándote, ¿Qué pasó
ayer?
— ¿Qué pasó… de qué? —Inquirí.
—No lo sé, por eso pregunto. Anoche Jack llegó completamente
desorientado a la casa. Estaba mitad enfadado mitad eufórico, y no
entiendo una mierda. No quiso decirme cuando se lo pregunté.
—Pues, ¿qué te hace pensar que lo sé?
—Salió corriendo detrás de ti cinco minutos después de haberse marchado.
— ¿Qué te hace pensar que corrió detrás de mí? Pasaron cinco minutos,
después de todo.
—Porque iba diciendo tú nombre una y otra vez, Annie. Incluso se llamó
así mismo “idiota”. Lo cual fue extraño, porque nunca lo había visto hacer
eso.
Me mordí el labio, sin saber qué decir. Bel estaba esperando una respuesta,
la misma respuesta que estaba intentando no darle.
—Oye, Annie, ¿Vas a ir a clases o qué? —preguntó él.
Sentí que el alivio corría por mis venas. Salvada por la campana.
Me giré para ver a Josh y le regalé una sonrisa de alivio, y él me miró
incrédulo.
— ¡Josh! Claro, no hay problema. Por cierto, oye, esta es mi amiga
Belinda—le dije, señalando a la pelirroja.
Él la miró, y le sonrió. Y ella se quedó embobada con su sonrisa. ¿Tan
guapo era Josh?

89
ANNIE GRINTON

Contuve el impulso de soltar una carcajada ante la cara que tenía mi amiga,
y me limité a sonreír. Se había olvidado del tema.
Josh vería historia conmigo en estos momentos, por lo que nos
encaminamos al salón de clases. La profesora Suzanne no había llegado
todavía, así que fui a sentarme con mi amigo al final del salón de clases,
recordando que tenía la libreta de dibujos en el fondo de mi mochila. Tomé
una de las mesas, saqué mis cosas, e ignorando deliberadamente a mi
compañero, me puse a lo mío.
Creo que es la tercera vez que dibujo esta sonrisa estúpida, pero era como si
se apoderara de mí. No podía detenerme. Tracé los contornos de sus labios
con mis dedos, suavemente, recordando la textura de su piel contra la mía.
Sentí que me ruborizaba y continué pintando, sintiendo esos extraños
animales con alas en mi estómago. No quería saber qué me pasaba, aunque
ya me lo imaginaba. La relación que había tenido con Alec había sido
bastante trágica, y no quería que se repitiera, por lo cual tenía que sacar a
Jack de mi cabeza. Pronto. Antes de que algo verdaderamente trágico
sucediera. Como enamorarme de él, por ejemplo.
La profesora entró, seguida de un par de estudiantes más. Mi mano se
quedó congelada alrededor de mi lápiz cuando vi quién venía detrás de ella.
Jack Walker.
Y sin Melanie.
Cerré el cuaderno automáticamente y con un poco de brusquedad, haciendo
algo de ruido. La mayoría de los estudiantes del salón me miraban
confundidos, especialmente Josh. Jack, sin embargo, no me miraba a mí.
Estaba fulminando con la mirada a mi antiguo amigo, que debo decir, se
encontraba bastante cerca de mí.
— ¿Estás bien? —preguntó él, tomándome de la mano. —Pareces bastante
nerviosa. ¿Estás mareada?
Negué con la cabeza, aclarándome la garganta. Bien, suponía que ese era un
efecto Jack.
—No, no. Estoy bien—dije, y añadí antes de que protestara: —De verdad.
Me sonrió, asintiendo, tomando mi palabra.
Suspiré.
Jack pasó junto a mí, colocándose en la mesa que estaba justo a mi lado.
Maldije por lo bajo, porque su acercamiento me había hecho estremecer, y
mis dedos estaban temblando ligeramente. En parte porque su mirada sobre
mí me estaba poniendo nerviosa, y en parte porque me moría por terminar
el dibujo de su sonrisa que tanto odiaba.
Otro chico se sentó junto a él, y comenzaron a platicar del partido anterior,
cosa que no me atraía mucho. Dejó de prestarme atención. Y menos mal,
porque la profesora había comenzado la clase, y no estaba segura de poder
prestar atención con sus ojos sobre mi cara.
Una bola de papel aterrizó en mi mesa.

90
BROKEN

Fruncí el ceño, y la desdoblé.

No tuve que pensar mucho para saber que se trataba de Jack.


¿Yo que sé? ¿Tendrá algo que ver que somos amigos? Le escribí, y luego le
devolví su pelota de papel. Menos de un minuto después estaba de regreso
en mi escritorio.

Suspiré.
Jack, lo conozco desde que andaba en pañales.

Fruncí el ceño, confundida.


¿Por qué?

Puse los ojos en blanco.


Es el mejor amigo de mi hermano.

Rudo y temperamental. Idiota.


¿Qué te importa? ¿Por qué se supone que nadie debe mirarme? ¿Qué pasa si yo quiero
que me mire?
Bien, eso no fue muy maduro de mi parte.

Me ruboricé, maldita sea. ¡Eso no era… cierto! No lo era, ¿o sí?


Cierra la jodida boca.

Idiota.
Pues arráncate las manos.

Como si fuera posible, me sonrojé aún más.


No voy a volver a besarte. Jamás.

Arrugué el papel y lo miré, fulminándolo con la mirada. El descarado sólo


se reía.
Cuando tocaron la campana, Josh me ayudó a recoger mis libros y me

91
ANNIE GRINTON

esperó para salir juntos. Le sonreí, agradecida. Sin embargo, mi sonrisa se


borró cuando visualicé a Jack parado en la puerta, con una sonrisa tirando
de la comisura de sus labios.
Y supe que nada de lo que pasaría a continuación iba a gustarme.
—Oye, tú. —Le dijo a mi acompañante— ¿Me das los libros de mi chica?
Muy amable de tu parte ayudarla, pero ya me encargo yo.
Josh se quedó petrificado, y me lanzó una mirada que decía “¿No que no
era tu novio?”. Yo le lancé otra que decía “Está completamente loco”.
—Ella dijo que no eran nada—le espetó Josh, con un tono filoso.
Parpadeé sorprendida.
Jack me miró, tenía una sonrisa en sus labios todavía, pero en sus ojos se
veía que ese comentario lo enojaba.
—Oh, eso dijo—murmuró, chasqueando la lengua en reprobación—
Deberías dejar de decir mentiras, Ann.
Tomó mi rostro entre sus manos, y atrajo mi cabeza muy cerca de la suya,
soplando entre mis labios antes de colocar su boca sobre la mía. Mis ojos se
cerraron automáticamente, y mis manos se hicieron puños para evitar
enredar mis dedos en su cabello. Rozó su lengua con la mía tímidamente y
se separó, moviendo su boca a mi oído, donde susurró:
—Sigue siendo un beso de amigos, ya lo sabes.

92
10 A ESTE JUEGO JUEGAN DOS

Me dio un rápido beso debajo de la oreja y se alejó, sonriendo de esa


forma que odiaba. Miró a Josh de manera despectiva, de arriba abajo, y
luego posó su mirada en mí de nuevo.
—Está bien, dejaré que lleves sus cosas—dijo a Josh, para luego dirigirse
a mí—Y tú… Hablaremos de esto más tarde. Deberías dejar de negarme,
Ann.
Apretó mi nariz y se marchó.
Juro que iba a desmayarme.
Mis piernas temblaban ridículamente, y mi respiración estaba fallando.
Sentía como si hubiese corrido una maratón de varias horas, era
vergonzoso. Mis ojos seguían fijos en el lugar por el cual Jack se había
alejado, y podía sentir la mirada de Josh fija en mi rostro, que seguramente
estaba completamente rojo. ¿Ahora qué le decía?
—Ann…—comenzó.
—Te dije que no era mi novio, no lo es—lo interrumpí.
Bufó, con un deje de sarcasmo incluido.
—Bueno, a menos de que haya sido una asquerosa visión, acaba de
besarte frente a mí, y tú no has protestado mucho que se diga. —Dijo, con
un deje filoso—En realidad, no has protestado nada.
Parpadeé sorprendida ante el tono de su voz.
—Josh…
— ¿Sabes qué? No importa. Llegarás tarde a clases. Es mejor que te des
prisa.
Me entregó mis libros con un poco de brusquedad y se alejó por el
pasillo, sin mirar atrás ni una sola vez. Fruncí el ceño, más confundida que
nunca. ¿Qué demonios le pasaba a Josh, y a Jack? Suspiré, acomodando mis
libretas entre mis brazos y salí al pasillo.
Jack se encontraba al final, escondido entre los casilleros, con una

93
ANNIE GRINTON

sonrisa perversa en sus labios. Lo había visto todo. Me regaló un guiño, se


dio media vuelta y finalmente desapareció por completo, dejándome con las
ganas de darle una patada por ser tan imbécil.
Pero esto no se quedaría así.
A este juego jugaban dos.

***

Cuando finalmente tocaron la campana que indicaba el cierre del día


escolar, me reuní con Belinda en nuestro lugar de siempre, debajo del árbol
frondoso que estaba en la parte trasera del jardín. Tenía un rostro bastante
alterado, por lo que deduje que estaba bastante molesta. Especialmente
porque al llegar a mi lado, aventó todas sus cosas al suelo, sin importarle
que pudiera romper algo.
— ¿Problemas en el paraíso? —bromeé.
Mamá siempre me preguntaba eso cuando peleaba con Ethan. Me
ahorré un suspiro.
—En el paraíso y en el jodido infierno, A.
— ¿Qué ha pasado?
Se sentó con brusquedad.
— ¿Recuerdas a Paul?
—Técnicamente, sí—le dije—Nunca me hablas de él.
—Oh, vaya. Es cierto—dijo, golpeándose la frente con el puño—En fin,
ya no vale demasiado la pena. Pensé que era un chico bastante genial,
¿sabes? Sobre todo porque se había portado de lo más maravilloso. Pero
resulta y acontece que se estaba acostando con Melanie Becket.
Abrí mis ojos de par en par.
— ¿Melanie? ¿La misma Melanie-prospecto-novia de tu hermano? —
pregunté, asombrada.
Pero vaya zorra.
—Prospecto no, novia como tal. Llevan dos años saliendo—dijo ella,
con seriedad.
Sentí que una abeja me aguijoneaba el corazón. ¿Dos años?
—Ah. ¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a decirle a Jack? —inquirí, deseosa de
cambiar el tema.
Iba a destruir a esa zorra si Jack sufría por ello.
—Ya lo sabe. Él estaba conmigo cuando me enteré.
Oh, mierda.
— ¿Y qué tal se tomó la noticia?
Se encogió de hombros.
—A él le da igual. Se limitará a cortarla y a conseguirse otra. Es lo
propio de él.
Bien, eso fue otro aguijonazo.

94
BROKEN

— ¿Tanto le cuesta permanecer soltero? —murmuré.


Otro encogimiento de hombros.
—Yo que sé. Desde los quince años jamás ha estado soltero.
Pues, vaya. En fin… no tenía por qué importarme la parte emocional de
su vida. En realidad, no tenía porqué importarme él, en absoluto.
—En fin… tenemos que irnos. El señor Zanahorias nos está esperando
en el jardín delantero. Dice que tenemos que cumplir una actividad especial
o yo que sé.
— ¿El señor zanahorias? —pregunté, confundida.
—Seh. Me refiero el señor Connor. ¿Director? ¿Acaso has visto su
cabello?
No pude evitarlo, comencé a reír como una tonta. En los años que
llevaba en este instituto, jamás lo había escuchado ser llamado así. En
realidad, tampoco había visto nunca a Bel, o a Jack.
—Oye, a todas estas, ¿Por qué nunca los había visto a ti o a tu hermano?
—pregunté.
Bel me miró extrañada.
—No tengo idea de dónde has sacado esa pregunta, pero bueno… Yo
estudiaba en el extranjero, pero Jack me obligó a regresar. Cada vez que
hacíamos video llamadas temía que la casa se desplomara por la suciedad. Y
Jack… Bueno, Jack es un año mayor, sólo que perdió el año pasado por la
muerte de mamá y papá. Es probable que lo hubieses visto hace dos años, y
que no lo recordaras. Yo que sé. Él también sabe pasar desapercibido.
—Oh. —fue lo único que alcancé a decir.
Bel se levantó y sacudió la tierra de su falda. Yo la imité, aflojando la
presión de la corbata alrededor de mi cuello. Lo primero que haría al
graduarme, sería quemar este maldito uniforme. Primeramente la falda.
¿Qué clase de institución te exige usar una mínima cantidad de tela sobre
tus piernas? Solo esta.
Me colgué mi mochila al hombro y nos encaminamos al jardín principal,
donde ya se encontraba casi la totalidad del instituto. El director Connor
(O, mejor dicho, el señor Zanahorias) se encontraba de pie frente a todos,
con un montón de cajas a sus pies. Le seguí los pasos a Bel que, tarde para
darme cuenta, se colocaba junto a su hermano, el cual tenía pegada a su
brazo a Melanie.
Todo mi organismo comenzó a gritar ¡ALERTA, UNA ZORRA!, pero
fueron callados por los gritos de ¡JACK, ESTA PUTA TE ENGAÑÓ,
ALÉJALA! Sin embargo ahí estaba, muy sonriente, con la zorra besando su
maldito cuello. Apreté mis puños con fuerza, y desvié la mirada,
encontrándome con los ojos de Josh. Le hice señas para que se acercara, y
lo hizo.
—Pensé que había dicho que eras su chica—susurró en mi oído, al
colocarse a mi lado.

95
ANNIE GRINTON

Supuse que se refería a Jack y a su… ella.


—Te dije que no era mi novio—le susurré de vuelta.
—Perdón—susurró, riendo.
Le devolví la sonrisa, y me encogí de hombros, como diciendo “no hay
problemas, viejo”.
Señor zanahoria se aclaró la garganta, y los murmullos que había se
extinguieron. Dio un paso al frente, con la mirada paseándose frente a
todos nosotros, evaluándonos con una sonrisa en su rostro.
—Bien, como verán, hoy la institución cumple quince años de creada—
comenzó. ¿De verdad? Vaya, no me interesa—Y por eso, he decido hacer
una pequeña celebración. Los que quieran pueden quedarse, los que no,
márchense ahora.
Un grupo bastante reducido se marchó, despotricando sobre cosas
tontas y blablablá. Yo me quedé, por Josh y Bel, que me miraron en plan
“ni se te ocurra moverte de aquí”.
—Gracias a los que se quedaron—dijo zanahorias, sonriendo—En estas
cajas, hay unos “Globos de los deseos”. Creo que serán suficientes para que
cada uno de ustedes tome uno. Traen una pequeña tarjeta para que pidan 10
deseos, y una cerilla para que los enciendan. —Acercó las cajas a nosotros, y
yo me le quedé observando fijamente—Luego de que enciendan los globos
y se eleven en el cielo, procederemos a compartir los alimentos que sus
profesores han preparado. Y finalmente, aquí tenemos unas guitarras para
aquellos que quieran dedicar a la institución alguna que otra canción.
Dicho eso, todos, incluyendo Josh, Bel y Jack, se acercaron a tomar un
globo. Yo me quedé paralizada en mi lugar, observándolos a todos. Un
parte de mí estaba enojada, gritando que todo esto era estúpido, pero había
otra parte que decía “Aprovecha tu oportunidad. Pide tu deseo”
Antes de decidirme a qué parte de mi cerebro escuchar, Josh me entregó
uno de esos globos.
—Pide tus deseos—dijo, y acercándose a mí, susurró: —Recuerda pedir
que regrese Ethan, porque yo pediré lo mismo.
Mis ojos se humedecieron, y asentí, tomando el globo entre mis manos.
Caminé sola hasta el árbol más cercano y me senté en sus ramas,
abriendo la envoltura del globo y sacando la tarjeta. Tenía diez líneas,
específicamente para los diez deseos. Saqué un marcador y lo preparé en mi
mano, para comenzar a escribir, pensando en los deseos. Sin embargo, me
di cuenta de algo muy importante.
Yo no necesitaba diez deseos.
Yo sólo quería uno.
Coloqué la hoja de forma horizontal, y abarcando las diez líneas, escribí:

ENCUÉNTRAME.
HEATORN HIGH.

96
BROKEN

+4145704363556
ANNIE.

Cerré el marcador y lo aventé a mi mochila, colocándome de pie.


Busqué a Josh con la mirada y lo encontré sentado a unos metros de
distancia, así que me acerqué. Él levantó la mirada y sonrió, palmeando el
lugar a su lado para sentarme.
— ¿Ya terminaste? —preguntó.
Asentí.
—Quiero que lo lancemos juntos, ¿Estás listo? —pregunté.
Su boca se abrió ligeramente, y se sonrojó. Mierda, ¿dije algo malo?
— ¿Qué pasa? —pregunté, confundida.
Negó ligeramente con la cabeza, luchando por reprimir una sonrisa.
—Nada, nada. ¿Me ayudas con la lista? La verdad es sólo tengo nueve
deseos. Dime el último.
—Déjame ver.
Me entregó el trozo de cartón y le eché una ojeada.

1- Deseo que Ethan Hathaway regrese con su hermana. Ah, y


conmigo, claro.
2- Ethan.
3- Hathaway.
4- Regresar.
5- Con su hermana.
6- Que no me mate si regresa y se da cuenta que estoy enamorado
de su hermana.
7- Quiero a su hermana.
8- A su hermana.
9- ¡¡A su hermana!!

Estaba oficialmente congelada. Petrificada. Paralizada. Horrorizada. Y


todo lo que termine en “Ada” que pueda describir mi situación. Lo miré,
boquiabierta y ruborizada. Él intensificó su sonrisa.
— ¿Desde cuándo? —me atreví a preguntar.
Soltó una ligera carcajada.
—Desde que caí de cabeza del árbol que está en tu casa.
Me mordí el labio.
—Bien, no sé qué decir—susurré, incómoda.
Se encogió de hombros.
—No digas nada. Ya sé que no me correspondes, y está bien. Pero
quiero que sepas que todo puede cambiar, y estoy dispuesto a hacer cambiar
las cosas.
—Josh yo…

97
ANNIE GRINTON

—No, Annie. Está bien. ¡Oh! Ya tengo el último deseo.

10- Espero que Jack Walker no me mate cuando le robe a “su


chica”.

Eso, definitivamente eso era lo que faltaba. Que se creara una guerra
entre Jack y Josh. Aunque bueno, no hacía falta. Jack y yo no teníamos
absolutamente nada, y él no tenía por qué celarme, ¿no? Dios. Colapso
mental.
—Venga ya, quita esa cara. Vamos a lanzar nuestros globos—dijo,
levantándome de un tirón.
Lo seguí, aun medio aturdida. Encendimos las cerillas y lanzamos los
globos al aire, observándolos perderse entre la pobre luz del atardecer.
Luego de eso, Josh se acercó al lugar dónde estaban las guitarras. Oh
Dios mío, oh Dios, por favor, que no piense hacer lo que estoy pensando
que va a hacer.
—Director, voy a dedicar una canción, pero espero que no le moleste
que no se la dedique a la institución.
No, no, no, no. Sentí que Jack me clavaba la mirada en la cabeza desde
el otro lado del lugar.
—No hay problema—respondió zanahoria, con una sonrisa. — ¿Será a
tu novia?
—A la que espero que sea mi novia, sí.
Mi cara estaba oficialmente roja. Especialmente porque todos me
miraban. Iba a matar a Josh. Sí señor, lo haría. Lento y doloroso.
—La canción original es This song saved my life, pero voy a cambiarle
un par de cosas.
Y sí, comenzó a tocar.

Quiero empezar por hacerles saber esto


Porque gracias a ella, mi vida tiene un propósito
Ella me ayudó a ser quien soy ahora
Me veo en cada palabra que ella dice
A veces siento como si nadie pudiera atraparme
En un mundo donde todos me odian
Hay mucho de eso que yo estoy pasando
No estaría aquí, si no fuera por ella
Estaba quebrado
Estaba asfixiado
Estaba perdido
Ella salvó mi vida
Estaba sangrando
Paré de creer

98
BROKEN

Podría haber muerto


Ella salvó mi vida
Estaba decaído
Estaba ahogado
Pero llegó justo a tiempo
Ella salvó mi vida
A veces siento como si me hubiera conocido siempre
Siempre sabe cómo hacerme sentir mejor
Porque gracias a ella mi padre y yo
Estamos más cercanos de lo que solíamos estar
Es mi escapatoria cuando estoy atrapado en esta pequeña ciudad
Me alegra cada vez que estoy mal
Ella me conoce como ningún otro
Eso está bien para ser yo mismo
Estaba quebrado
Estaba asfixiado
Estaba perdido
Ella salvó mi vida
Estaba sangrando
Paré de creer
Podría haber muerto
Ella salvó mi vida
Estaba decaído
Estaba ahogado
Pero llegó justo a tiempo
Ella salvó mi vida
Tú nunca sabrás lo que significas para mí
Que no estoy solo
Que nunca será así
Estaba quebrado
Estaba asfixiado
Estaba perdido
Ella salvó mi vida
Estaba sangrando
Paré de creer
Podría haber muerto
Ella salvó mi vida
Estaba decaído
Estaba ahogado
Pero llegó justo a tiempo
Ella salvó mi vida
Mi vida, mi vida
Ella salvó mi vida

99
ANNIE GRINTON

Mi vida, mi vida
Ella salvó mi vida

Silencio. Miradas sobre mí. Mi boca ligeramente abierta. Mis mejillas


ardiendo al rojo vivo. Mi corazón latiendo con desesperación y miedo. Jack
apretando sus puños y fulminando con la mirada a Josh. Melanie
fulminándome a mí con la mirada. Belinda riendo ante mi reacción. El
director aplaudiendo. Josh esperando a que dijera algo.
No dije absolutamente nada.
Él bajó la guitarra, y se acercó a mí, con una sonrisa lenta y sensual en su
rostro. Inmediatamente traté de huir, pero estaba rodeada de muchos
espectadores. Opté por una última cosa, de la cual posiblemente iba a
arrepentirme: Miré a Jack.
Y ya, eso fue suficiente. Era como si él estuviese esperando
precisamente eso, una mirada, para meterse en el camino. Tal y como hizo
ahora. Se abrió paso entre todos los que me rodeaban, e ignorándome, se
acercó a Josh.
—Espero que no te haya molestado que le cante algo a tú chica—dijo
mi amigo, provocándolo.
—Oh, sí. Me molestó. Mucho—respondió Jack, apretando los puños.
Mierda. Esto era peor.
Ahora Belinda me miraba confundida, con una cara que gritaba una
explicación. Mierda.
—Vaya, pues no me interesa. Deberías estar con ella, en lugar de
coquetear todo el día con esa zorra de allá—le espetó Josh, señalando a
Melanie.
Bueno, por ese comentario, le regalaba diez puntos.
Jack flexionó su brazo derecho, y eso fue alerta suficiente para el
director, quien intervino rápidamente.
—Muy bien, basta. Ya todo ha terminado. Por favor retírense a sus
hogares. —dijo.
Poco a poco todos fueron obedeciendo, hasta quedar nosotros cuatro:
Jack, Josh, La zorra, y yo. Josh me miró.
— ¿Nos vamos? —preguntó.
—Sobre mi cadáver—intervino Jack, cubriéndome con su cuerpo.
—No estoy hablando contigo… Estoy hablando con Annie—le espetó
Josh.
Suspiré, frustrada.
—Me voy a ir con Belinda, ¿de acuerdo? Así que métanse en sus
asuntos. Los dos. —exigí.
Di media vuelta y me encaminé al estacionamiento. Sólo para
encontrarme con que mi amiga ya se había ido. Absolutamente genial.
Me senté en la orilla de la calle, a esperar a que pasara el autobús escolar.

100
BROKEN

No pasaba.
Diez minutos después, tampoco pasó.
Así que sí, comencé a caminar a mi casa. Y me encontré con Jack
besando a Melanie al final de la calle, con la mano debajo de la camiseta de
la chica. Otro retortijón en mi estómago, y un pinchazo más en mi corazón.
Apreté mis puños.
Recordé que había decidido que a este juego podían jugar dos, y se me
ocurrió algo bastante oportuno para hacer enojar a Jack. Saqué su chaqueta
de cuero de la mochila, y me acerqué a ellos con una falsa sonrisa en el
rostro.
— ¡Jack! —grité, llegando a su lado— Oh, Dios, gracias por interrumpir
ese momento tan embarazoso hace unos minutos—le dije, estando
consciente de la mirada mortal que me daba Melanie. Le tendí su
chaqueta—Gracias, por lo de anoche. De verdad. Fue la mejor noche de mi
vida. Deberíamos repetir, ya sabes.
Y dicho esto, coloqué una mano en su cuello y bajé sus labios a los
míos.
Pude sentir que se ponía rígido, pero no detuvo el beso. Imité su
movimiento de la última vez, soplé aire entre sus labios y pasé mi lengua
sobre ellos con suavidad. Finalmente, siguiendo el ejemplo de uno de mis
libros, mordí su labio inferior y tiré suavemente de él.
Luego, acerqué mis labios a su oído y susurré:
—Sigue sin significar nada. Somos amigos, ¿no?

101
ANNIE GRINTON

11 VEN CONMIGO
Si me preguntan qué demonios sentí cuando vi a Jack tragándose a Melanie
frente a mis narices, podría decirte que en un primer plano sentí ira. Pero
ahora que me detenía a pensar un poco sobre esto, estaba completamente
horrorizada, frustrada y furiosa. O sea, ¡Hola! ¡Se acostó con el novio de tu
hermana, por Dios! ¿Sería mucho pedir un poco de pudor?
Jack me miraba medio aturdido, como si no se acabara de creer lo que
acababa de hacer. Bien, yo tampoco era que me lo creía mucho, sabía que
más tarde podría arrepentirme de esto, pero tan furiosa como estaba, no le
presté atención.
Di media vuelta y seguí mi camino a casa, notando que estaba
peligrosamente cerca de anochecer. La actividad que se había realizado esta
tarde había durado bastante; sólo esperaba que Peter no hubiese llegado ya.
Sería un poco difícil entrar a la casa sin hacer ruido, ya que las ramas que
utilizaba para subir por la ventana hasta mi habitación emitían un poco de
ruido.
Estaba cruzando la calle próxima cuando una motocicleta se detuvo a mi
lado con un rugido sordo. Miré al conductor.
— ¿Qué, te cansaste de jugar con la plastilina de tu chica? —pregunté,
irritada.
Él solo se rió.
—No es mi chica. Al menos, ya no más—respondió, encogiéndose de
hombros.
Bufé.
—Claro, ya te acostaste con ella, ya no sirve de nada—espeté.
—Cierto.
Mi boca se abrió sin poder evitarlo. No era tanto la respuesta en sí, sino la
manera despreocupada en la que lo había dicho. Como si ella hubiese sido
un simple objeto de diversión y nada más. Apreté mis puños para no sacarle
los dientes de un puñetazo. Rodeé mis ojos y seguí caminando, porque se

102
BROKEN

hacía cada vez más tarde. Tenía que llegar antes que Peter.
—Ann, no te vayas.
Y mis piernas obedecieron, deteniéndome a mitad de zancada.
Me sentía estúpida y enojada, porque era como si mi cuerpo obedeciera
todas sus órdenes. Estaba segura de que si me pedía que me lanzara desde
un acantilado con ese tono de voz sensual, provocador y sexy que acababa
de utilizar, lo haría sin pensármelo dos veces. Otra cosa que sumar a las
cosas que odiaba de Jack Walker.
— ¿Qué pasa? —pregunté, sin mirarlo, sin girarme.
Se colocó detrás de mí, su chaqueta de cuero rozando mi espalda.
—Te llevo—susurró cerca de mi cuello.
Me estremecí.
Y me di cuenta, que Jack pensaba que yo también era un juego. ¿El beso?
¿Su cama? ¿La sonrisa burlona y estúpida? Todo formaba parte un patético
plan por demostrar algo. Pero yo no era fácil, y sobre todo, no era un
juguete. Lancé mi codo hacia atrás y lo hice retroceder.
—No te acerques tanto, necesito espacio personal—le lancé, caminando
nuevamente.
Pude sentir su perplejidad incluso sin mirarlo. La motocicleta se puso en
marcha, pero no dejándome atrás, sino manteniéndose a mi lado mientras
caminaba. El gesto me hizo recordar la noche que me salvó de ser violada,
cuando sujetó mi mano al confesarle que le tenía miedo a la oscuridad, el
cementerio… ¿Podría ser parte de su juego, también?
— ¿Qué sucede? —preguntó.
—Nada. No sucede nada—respondí sin mirarlo todavía.
—Y un demonio si no pasa nada. ¿Qué es lo que he hecho ahora?
Me detuve por segunda vez y lo fulminé con la mirada. Tal vez tendría que
decirlo, tal vez tenía que bajarle los humos a este jugador.
—Pasa, que me enoja bastante que trates a Melanie como si fuese un
juguete. Vaya, es zorra, sé que lo es. Tu hermana me contó lo de Paul. Pero,
¡Sigue siendo una mujer, por Dios! ¿Cómo osas hablar así de ella, como si
no te importara todas las veces que te la llevaste a la cama? ¡Como si no
hubieses compartido con ella un vínculo sentimental!
—Nunca hubo vínculo sentimental. Ella sólo quería sexo. —Dijo,
mirándome de una manera extraña—Alguna vez me atrajo, cuando la
conocí. Pero lo primero que dijo en nuestra primera cita fue “No te
enamores, porque yo no soy de un solo chico” ¿Qué se supone que tengo
que pensar de eso? ¿Qué es una buena chica que le gusta compartir?
Bien, eso se eleva en la categoría de mucho más allá de puta. Tal vez Jack
no tuviera exactamente toda la culpa de tratarla así. Tal vez ella se había
ganado esa reputación. A la mierda, tal vez no. Ella se lo había ganado. Pero
había algo en lo que Jack comentó que hizo picar mi curiosidad, y que por
más que intenté no pude contener la pregunta:

103
ANNIE GRINTON

— ¿Tú sabías que Paul se tiraba a Melanie también?


Su mandíbula se desencajó ligeramente, abriendo los ojos a causa de la
sorpresa. Luego frunció el ceño.
— ¿Crees que le hubiese permitido seguir con vida a ese cabrón, y que no le
hubiese dicho a mi hermana lo que pasaba? —preguntó, con un deje de
frialdad en su tono de voz.
De acuerdo, tal vez estaba siendo demasiado desubicada.
—Bien, lo siento. Estoy siendo un poco paranoica—admití, mordiéndome
el labio.
— ¿Estás celosa?
Me quedé en silencio unos segundos. Yo no era celosa, no comúnmente.
Los últimos celos que sentí en mi vida fue cuando mamá decidió dormirse
con Ethan porque estaba teniendo pesadillas extrañas. Sin embargo, tal vez
sí lo estaba, porque no se sentía bonito las sensaciones en mi panza, mucho
menos al recordar la mano de Jack debajo de la camiseta de Melanie.
—Quizá—murmuré.
Jack me regaló una sonrisa, esa que ponen los futbolistas en su rostro
cuando anotan un gol y su novia se levanta de las gradas y grita su nombre.
Los animales de procedencia desconocida amenazaron con abrir en dos mi
estómago.
—Vaya, no has mentido.
—No soy de las que miente—Bueno, no siempre. —Si lo siento lo digo. Si
lo pienso… Bueno, normalmente si lo pienso lo pinto.
Se quedó en silencio unos segundos, mirándome fijamente. El color azul de
sus ojos se volvía cada vez más intenso, y amenazaba con hundirme en ellos
si no apartaba la mirada pronto. A lo lejos, el sol comenzaba a ponerse y a
oscurecer las calles, y yo aún no estaba ni la mitad de cerca de lo que tenía
que recorrer a casa.
— ¿Qué estás mirando? —pregunté, sin poder dejar de verlo aunque lo
intentaba.
—A ti.
— ¿A mí? ¿Qué puedo tener yo de interesante?
—Todo.
Me ruboricé, abriendo y cerrando los dedos de mis manos rápidamente. Un
pequeño fragmento de mi corazón roto se adhirió a ese trozo que estaba
reconstruyéndose. Me di cuenta, muy a mi pesar, que estaba oscureciendo
con rapidez. Las calles estaban comenzando a teñirse de un naranja oscuro,
y supe que era cuestión de minutos para que cayera la noche. Tenía que
irme a casa ahora mismo, y llegar rápido.
— ¿Me llevas? —le pregunté, acercándome.
Sonrió, se echó hacia atrás, dejándome espacio para conducir y me tendió la
mano.
—Llévate tú misma, niña mala.

104
BROKEN

***

Detuve la moto un par de casas por debajo de la mía. Estaba a tiempo de


subir y esconderme en mi habitación todavía, porque faltaban algunos
minutos para que Peter llegara a la casa. Me bajé del vehículo y miré a un
muy sonriente Jack a los ojos, contagiándome de su sonrisa.
— ¿Qué? —pregunté, curiosa.
—Tu cabello. Parece un nido de… Yo que sé, tiranosaurio.
Solté una carcajada y alisé mi cabello con las manos.
—Qué agradables palabras—murmuré, entregándole las llaves.
Retrocedí unos pasos para alejarme de la moto, e hice ademán de alejarme.
—Tengo que irme.
— ¿No vas a invitarme a pasar?
—Sí, pequeña perra. ¿No vas a invitarlo a pasar?
Mi corazón se detuvo en el momento en el que el sonido de su voz penetró
mis órganos auditivos. Me volví lentamente, mi vista hacia arriba, sólo para
observar a Peter descender con aire furioso hacia mí. No entendía. Se
suponía que él llegaría más tarde, ¡No acostumbraba a estar aquí a estas
horas! ¿Qué demonios había pasado? Mierda. Ahora sí estaba oficialmente
muerta.
—Vete—le susurré a Jack antes de que Peter llegara—Por favor, ¡Vete!
Con el ceño fruncido, metió la llave en el contacto y aceleró, perdiéndose
en el comienzo de la noche. Peter me dio alcance con facilidad y me sujetó
con brusquedad por uno de mis brazos, tirando de mí hacia arriba.
Caminamos la poca distancia que nos separaba de la casa, y al entrar en ella,
fui arrojada con demasiada fuerza sobre el pútrido sofá que estaba en la
sala, causando el impacto que el mueble se deslizara hasta chocar contra la
pared.
— ¿Qué cojones estás haciendo en esta casa, perra? —gritó él, botella en
mano.
No había manera alguna de que pudiera salir indemne de esta situación, así
que no le vi el caso de mentir. Me puse de pie lo más firme que pude y le
miré a los ojos, unos ojos que en algún momento de su vida habían sido
verdes y que ahora estaban tan oscuros como el negro.
— ¿Te refieres aquí como, de por qué no estoy con cierto hombre
asqueroso y enfermo, siendo violada una y otra vez y, probablemente,
maltratada?
La mano que sostenía la botella hizo un poco más de presión, y él dio un
paso adelante.
—Más te vale que regreses con él, hija de puta. No estoy dispuesto a perder
mi vida.
— ¿Vida? ¿Llamas vida a estar día tras noche tan borracho que es difícil que

105
ANNIE GRINTON

puedas terminar de idealizar un pensamiento? ¡Tú, tú eres el jodido hijo de


puta que no hace más que castigarme a mí por los errores que comete!
¡Estoy cansada de esta mierda! ¡De que noche tras noche tenga que irme a la
cama con la esperanza de que el moretón que saldrá al día siguiente no sea
lo suficientemente grande como para que todo el mundo se dé una jodida
cuenta de que en casa están a punto de matarme! —Le grité, dando un paso
hacia adelante también—Estoy cansada de esta mierda, y voy a confesar.
Voy a gritarle al mundo la clase jodida de hombre que eres. No, corrijo: La
clase jodida de cobarde que eres. Me sabe a mierda si me voy con los de
servicios sociales, hasta un agujero en la tierra es mejor que sobrellevar esta
porquería contigo.
Me había parecido extraño que me hubiese dejado terminar de hablar, pero
para él era mejor, porque tendría más excusas para golpearme. En cuento
terminé mi monólogo, alzó la mano que sujetaba la botella de Whisky y me
la estampó en mi costilla izquierda, haciéndome soltar un grito. Si sus
intenciones ahora era matarme, sabía que lograría hacerlo. Porque no le
bastó con golpearme las costillas (que seguramente había roto) sino que
también me dio un puñetazo en la cara. Era ridículo, porque él se había
cuidado siempre de lastimarme el rostro; sabía que no serían golpes muy
fáciles de cubrir. Le habían constado las veces en las que hacía un débil
intento por maquillarlas, él notaba que no siempre funcionaba. Pero
también era preocupante, porque había una razón por la cual ahora no se
contuviera, por la que ahora no mostrara inteligencia alguna: Iba a matarme.
Tenía que huir, y tenía que hacerlo ahora. Pero la puerta principal se
encontraba bloqueada, y la trasera hacía años que había sido eliminada. La
única opción que tenía era tratar de salir por la ventana de mi habitación,
con la esperanza de que ninguna de mis costillas se moviera de su lugar. Se
me ocurrió también que podría gritar lo suficientemente fuerte como para
que Josh o su madre me escucharan y llamaran al 911 pero, eso sería
extender la muerte hasta su sombra, y conociendo a Peter como sabía que
lo conocía, no estaba dispuesta a correr ese riesgo.
Así que sí, cuando dio otro puñetazo a mi rostro y dejó caer la botella al
suelo que, por alguna extraña razón no se había roto, la tomé y golpeé su
cabeza. No tuve la fuerza necesaria para dejarlo inconsciente, pero si fue
suficiente para dejarlo fuera de juego por unos segundos. Unos segundos
que necesitaba. Lo observé caer de rodillas y llevarse las manos a su frente,
de la cual salían minúsculas gotas de sangre; la consideré mi señal para salir
corriendo. Me puse de pie, soltando otro grito, llevándome una mano a mi
costado izquierdo, lágrimas fluyendo con rapidez. Me dolía como el
infierno.
Subí las escaleras de dos en dos, apoyándome de la barandilla para tratar de
llegar un poco más rápido. Podía escuchar a Peter gruñendo y tratando de
levantarse, para terminar lo que había comenzado. Mi corazón latía

106
BROKEN

desbocado, como si de un caballo salvaje se tratase. Necesitaba salir de allí.


Pero me dolía completamente todo el cuerpo, y mi visión comenzaba a
nublarse. No podía perder el conocimiento. No ahora, Dios.
Entré a mi habitación, eché el pestillo y traté de acercarme a la ventana,
pero algo, o mejor dicho, alguien, estaba estorbándome el paso.
—Jack—susurré, esperando no estar completamente bañada de sangre—Te
dije que te fueras.
Aunque estaba completamente aliviada porque no me hubiese escuchado.
— ¿Por qué no me lo dijiste? —Susurró, observándome de pies a cabeza—
¿Por qué no confiaste en mí? Yo te hubiese sacado de aquí, Ann. Yo te
habría protegido de él.
Una lágrima corrió por mi mejilla y sollocé, causando que el dolor en mis
costillas ardiera. Me mordí el labio para no gritar. Jack se acercó a mí
rápidamente, deteniéndose antes de tocarme con brusquedad.
—Creo que tengo roto el costado izquierdo—susurré, sintiendo que me
faltaba el aire.
Apoyé ambas manos en su pecho, notando por primera vez que estaban
manchadas de sangre. Miré por encima de su hombro, al espejo. Podría
jurar que me parecía a la mujer muerta que salía en la película “El
Fotógrafo”. Mi rostro estaba cubierto de sangre, que brotaba de una herida
en mi ceja derecha y del labio inferior. Podía ver la sangre acumulándose
debajo de la piel para crear un hematoma. No saldría a la calle como por un
mes. Tenía un aspecto horrible.
La perilla de la puerta dio una sacudida violenta, alertándome de que Peter
ya estaba aquí.
Jack hizo ademán de hacerme a un lado y acercarse a la puerta, pero lo
retuve.
—Jack—advertí.
Él me miró, y pude ver ese azul cristalino oscurecerse. Jack estaba a punto
de sufrir su transformación psicópata. No quería que saliera a la luz de
nuevo, y que cometiera una estupidez de la cual podría sentirse culpable,
porque en estos momentos no tenía la fuerza que necesitaba para detenerlo.
Lo arrastré hasta colocarlo frente al armario.
—Escóndete aquí. —Le pedí—Voy a tratar de calmarlo y hacerlo bajar.
—No, Ann. Dejarás que pase. Voy a destrozar a este imbécil.
Otra vez mi visión se tornó borrosa, y me mareé. Me aferré al hombro de
Jack.
— ¡Por favor, sólo escóndete allí! —Susurré, sintiendo que perdía fuerza en
mis piernas.
— ¡Va a matarte, Ann! ¿Cómo crees que voy a permitir que pase algo así?
—Por favor, sólo... —Mis ojos se cerraban lentamente—Por favor.
Escóndete en el armario, y pase lo que pase, no salgas.
Mis ojos cerrados completamente, mis oídos pitando. Mi cuerpo

107
ANNIE GRINTON

debilitándose. Jack lo notó y me tomó en sus brazos con cuidado,


haciéndome soltar un gemido debido a lo maltratado que estaba mi cuerpo.
—Ann, está bien. No voy a matarlo ahora, pero necesito sacarte de aquí.
No cierres los ojos, por favor.
Pero era demasiado tarde, porque las aguas de la inconsciencia me llamaron,
y yo me dejé llevar.

***

Cuando abrí los ojos, estaba rodeada de blanco. Paredes blancas, sábanas
blancas, una bata blanca. Había un extraño aparato metido en mi nariz,
soltando un aire frío y que apestaba a hospital; así supe dónde me
encontraba.
Me llevé la mano lentamente a mi rostro, y estuve a punto de arrancarme
esa cosa de mis fosas nasales cuando una mano me detuvo.
—No puedes respirar bien. Es mejor que dejes esa cosa en tu cara.
Jack se encontraba a mi lado, con su camisa del uniforme manchada de
sangre todavía puesta. Tenía un aspecto bastante demacrado, con ojeras
rodeando sus ojos.
— ¿Qué haces aquí? —pregunté en voz baja.
—Conteniéndome de ir a cometer un asesinato—respondió, con voz neutra
y sin emociones. — ¿Por qué no me lo habías contado, Ann?
—Si se tratara de ti, ¿me lo habrías dicho?
Su mirada se intensificó, provocando que un súbito calor recorriera mi
cuerpo.
—Sí, Ann. Te lo hubiese dicho—Tomó mi mano y la llevó a sus labios,
depositando un beso en la palma. Me estremecí—Tuve miedo, ¿sabes?
Miedo de que ese imbécil te hubiese hecho un daño que no se pudiera
reparar.
—Me rompió, Jack—susurré—Desde hace dos años que lo viene haciendo.
Besó cada uno de mis dedos con delicadeza, sin dejar de mirarme.
—Eso tiene arreglo. Afortunadamente, dispongo de pegamento extrafuerte.
—Sonrió—Estoy aquí, voy a cuidarte, y no dejaré que nadie más vuelva a
hacerte daño.
Los recuerdos de ese momento regresaron a mi cabeza sin haberlos
llamado.
—Fuiste mi héroe—susurré, con un nudo en la garganta.
Peter me hubiera matado. Mis ojos se humedecieron.
—Eso es lo que siempre quiero ser.
— ¿Lo prometes?
—Lo prometo.
Suspiré, haciendo regresar a las lágrimas a su lugar de origen.
—Jack, pero no tengo a dónde ir.

108
BROKEN

—Claro que sí. Ven conmigo.


— ¿Qué quieres decir? —pregunté, sin entender realmente.
—Mi casa, Ann. Estaré encantado de recibirte, y Bel también.
— ¿Estás pidiéndome que viva con ustedes?
—No. Te estoy informando que vas a vivir con nosotros. No tienes otra
opción. No voy a permitir que regreses a esa casa.

109
ANNIE GRINTON

12 UNA SEMANA DESPUÉS

Era extraño, vivir con dos hermanos sumamente diferentes. Pero


también era bastante divertido.
Había pasado ya una semana desde que Peter me envió al hospital, y mi
héroe no me permitió regresar a casa incluso cuando le dije que tenía que ir
a por mis cosas.
En su lugar, le pidió de la forma más descarada a Josh que lo hiciera.
Luego de nuestra primera conversación en el hospital, supe que Josh
había escuchado mis gritos, y que fue él quien ayudó a Jack a sacarme de
allí. Entró justo en el instante en que me desmayé, y mantuvo a raya a Peter
cuando derribó la puerta. Me sentí culpable, porque Josh se ganó un
moretón en el ojo por mi causa. Jack lo odiaba, o al menos eso parecía.
Decía que no podía soportar la manera descarada en la que me miraba, y la
verdad era que me hacía sonrojar. Jack, me refiero, no Josh.
Lo cual era un grave problema.
Los moretones de mi rostro estaban desapareciendo lentamente, pero al
menos hasta ahora podía cubrirlos perfectamente con maquillaje. Le saqué
punta al lápiz que tenía entre mis dedos y terminé de trazar una diminuta
curva en la comisura de la sonrisa que estaba dibujando. Por el amor de
Dios, era el dibujo número ocho que hacía esta semana. Era frustrante.
Estaba sumamente sensible a todas las emociones; me enojaba con
facilidad, me reía por todo, lloraba hasta por la muerte de una mosca, y
sentía que nadie me entendía. Pero no era porque estuviera en “esos días”,
se trataba de que mañana era el cumpleaños número dieciocho de mi
hermano. Suspiré, me apoyé de las almohadas de la cama y miré por la
ventana. El sol se estaba ocultando, y Jack se encontraba ayudando a Bel a
sembrar unas plantas. Claro, él hacía todo el trabajo, ella sólo se sentaba a

110
BROKEN

su lado para “supervisar” lo cual consistía en tener una taza de café en la


mano y una revista sobre el último grito de la moda en la otra. Él estaba sin
camiseta, sus músculos contrayéndose mientras insertaba la pala en la tierra
para hacer un agujero, gotas de sudor bajando lentamente. Dios, ¿Cómo era
posible que esa imagen llamara a los insectos voladores de mi panza?
Mi teléfono vibró sobre la mesita de noche de la habitación de
huéspedes, y lo tomé, cerrando el cuaderno con suavidad; tenía que bajar a
hacer la cena, y de todas formas, el dibujo ya estaba terminado.

TE ENCONTRÉ.

Fruncí el ceño ante el remitente desconocido, y decidí ignorarlo. Bajé las


escaleras, trenzándome el cabello hacia un lado, tal y como lo hacía Katniss
Everdeen. Me adentré en la cocina y saqué las cosas que necesitaba para
preparar una pizza: La caja de pizza instantánea, y una bandeja donde
pondría todo. Vivir en casa de los Walker tenía sus ventajas: Podía comer
absolutamente todo lo que quisiera, sin tener que preocuparme de si estaba
en mal estado, porque Bel tiraba a la basura todo aquello que tuviera más de
una semana en su refrigerador. Aquí nadie sufría de intoxicaciones.
Cuando la pizza comenzó a oler, aproximadamente cuarenta minutos
después de meterla al horno, Jack entró a la cocina sólo con una toalla
blanca que cubría todo de su cintura para abajo, dejando al descubierto el
pecho. Por lo cual debo decir que vivir aquí también tenía ciertas
desventajas: No podía parar de babear cada vez que lo veía en paños
menores, lo que era un serio problema que golpeaba de lleno mi juramento
de no volver a enamorarme jamás; Y, claro está, Jack se paseaba todas las
noches por mi habitación, haciéndome reír con cualquiera de sus bromas
estúpidas, como la vez que me envió un mensaje de texto que decía que
Belinda estaba en el hospital inconsciente. Llegué al hospital, y no había
absolutamente nadie. O, también aquella vez que me dijo “búscame al
fondo del lago” y creí que se iba a suicidar. Tenía un extraño amor por los
mensajes de texto crueles, lo cual me hacía recordar algo.
— ¿Me has enviado un texto? —le pregunté, tratando de mantener mis
ojos en los suyos, y no en su pecho.
Se encogió de hombros.
—Te he enviado muchos textos, cariño—respondió.
Suspiré.
— ¿Hoy? —Insistí.
Me regaló un guiño, tomando uno de los panecillos de la barra y
llevándoselo a la boca.
—Quien sabe—Respondió, retrocediendo hasta las escaleras.
Solté un suspiro de frustración, llevándome las manos a la frente.
— ¿Podrías ser más útil? —Grité, escaleras arriba— ¡No me dices nada

111
ANNIE GRINTON

con eso!
— ¡Podría ser útil, nena, Si me dejaras! —Gritó de vuelta.
Eso tampoco me decía nada, pero se había dibujado una patética sonrisa
en mi rostro y podía sentir mi rostro ardiendo. Se escuchó el golpe sordo de
la puerta al cerrarse dos pisos más arriba y regresé a mi labor de la cena. Bel
se unió a mí cinco minutos después, con un rostro satisfecho al percibir el
buen olor de la comida. Sacó la vajilla y preparó la mesa, silbando la
melodía de una canción que desconocía.
Jack bajó luego de un momento, con unos vaqueros gastados y una
camiseta de los Gun’s And Roses. Su cabello húmedo estaba ligeramente
despeinado hacia atrás, dándole un aspecto un poco rudo. Imaginaba que
esa era la imagen que esperaba transmitir.
—Huele bastante bien—dijo, sentándose junto a su hermana.
Tomó otro panecillo y se lo llevó a la boca, mirándome descaradamente.
Me ruboricé, di media vuelta y saqué la pizza del horno. La piqué en ocho
pedazos y los coloqué en el centro de la mesa, para que cada quien pudiera
tomar los que desease. Yo agarré sólo uno.
— ¿Han escuchado hablar de ese parque de atracciones que inauguraron
en la calle 23? Dicen que es bastante bueno—Intervino Bel, pizza en mano.
Jack se encogió de hombros.
—Algo me comentó Lucas, sí—Dijo, masticando—Voy a llevar a mi
chica esta noche.
Mi mano se detuvo a medio camino de llevar la pizza a mi boca. Joder,
ya no tenía hambre. ¿Cómo era tan descarado para hablar de “su chica”
frente a mí? ¿Qué no se daba cuenta que a nadie le interesaba si salía o no?
Quiero decir, a mí no me interesa en absoluto. Negativo. Nada.
—Porque vamos a ir, ¿No, Ann? —Continuó.
Eh… ¿En qué pensaba hace unos segundos? Porque no recuerdo nada.
—Acabas de decir que Ann es tu chica, ¿O me estoy volviendo loca? —
Quiso saber Bel.
Mi hambre había regresado, y la pizza llegó finalmente a la boca.
—Bueno… no ahora. —Dijo Jack.
—Ni nunca—murmuré.
Sí, bueno, seguía manteniéndome firme. La verdad era que, con los
besos olvidados y tratándonos solo como amigos, estaba tratando
desesperadamente por ignorar el hecho de que quizá estuviese sintiendo
algún tipo de sentimiento no rencoroso hacia él. Me había salvado la vida,
dos veces; ¿Qué clase de persona agradecida sería si no le tomara un poco
de afecto?
Jack sonrió de tal forma que se vieron marcados un par de hoyuelos en
cada comisura de sus labios. Lo hacía ver tierno, y… Mierda. Desvié mi
atención hacia Bel, que me miraba extrañada. Volví a desviar mis ojos y los
posé en mi pizza. Sí, era mejor tenerlos allí.

112
BROKEN

—Voy a vestirme. Ann, deberías hacer lo mismo. Nos vamos en diez


minutos—anunció Jack, levantándose cuidadosamente de la mesa.
— ¿Diez minutos? ¡¿Qué clase de chico le da diez minutos a una chica
para estar lista?! ¿Qué no sabes que tenemos que hacer muchas cosas para
estar guapas? —Chilló su hermana.
—Campanilla, tal vez haya muchas cosas que tú tengas que hacer para
estar guapa. Pero Ann no necesita gran cosa. Ella está hermosa siempre—
Dijo su hermano, mirándome directamente a los ojos, causando que me
sonrojara.
Maldita sea, ¿Ven porque era malo vivir aquí? Suficiente tenía con verlo
en la escuela.
—Voy a vestirme—Murmuré, olvidando que tenía media pizza en el
plato frente a mí.
Subí las escaleras rápidamente y me adentré en mi habitación, echándole
el pestillo a la puerta en cuanto estuve dentro. Corrí en dirección a mi
armario, y por un segundo quise tener ropa exclusiva, quise verme más que
hermosa para Jack. Lo cual, desde mi punto de vista, era realmente patético.
¿Por qué querrías parecer hermosa para alguien a quien (Bien, ya no podía
decir que odiaba) te irritaba? Era extraño. En grado sumo.
Opté por colocarme uno de los vestidos de mamá que me gustaba
bastante. Era como una camisola que llegaba hasta medio muslo, de color
gris suave. Tenía algunas piedras plateadas colocadas en la base del cuello, y
una franja negra debajo del busto. No usaba sandalias, así que me puse unas
vans grises que tenía, ya un poco desgastadas. Dejé mi cabello suelto, con el
flequillo alisado y de medio lado. No estaba muy acostumbrada a
maquillarme, pero con los moretones que tenía en el rostro todavía, tenía
que hacerlo.
Miré el reloj que reposaba sobre la mesita de noche junto a la cama, y ya
se habían caducado los diez minutos que tenía, así que bajé al salón de
nuevo. Jack me esperaba junto a la puerta, sosteniendo unas llaves en su
mano. Llevaba puesta su chaqueta de cuero que olía tan bien, unos
pantalones negros y una camiseta blanca, junto a unas botas negras. Su
cabello estaba ligeramente despeinado, y me pregunté si realmente se veía
así siempre, o si él se preocupaba mucho porque luciera así. Tal vez algún
día lo sepa.
Me miró, o debo decir, me escaneó completamente. Desde mis ojos
hasta la punta de mis pies, dejando un rastro de fuego por cada trozo de
piel en el que sus ojos se posaban. ¡Jodido idiota, deja de hacer eso!
— ¿Nos vamos? —Pregunté, con la voz entrecortada.
No dijo nada, se limitó a abrirme la puerta y dejarme espacio para salir.
Nos subimos a su camioneta, y él encendió rápidamente el reproductor,
el cual invadió el ambiente con la melodía de Stay the nigh de Hayley
Williams ft. Zedd. Lo miré, alzando una ceja, pero no me miraba. Fruncí el

113
ANNIE GRINTON

ceño, e intenté bajarle al volumen para preguntarle si pasaba algo, pero me


sujetó la mano antes de acercarme siquiera.
Fuego corriendo por mis venas. ¡Demonios! ¿Esto siempre iba a ser así?
Me soltó rápidamente la mano y la colocó en el volante, su mirada fija en las
calles. Mi corazón golpeaba frenéticamente, y no sabía cómo calmarme.
Estaba segura de que a él también le sucedía algo, llámenme paranoica.
No me moví del asiento, incluso cuando el coche se detuvo. Y él
tampoco. Ambos teníamos la mirada al frente, dónde podía verse un
bullicio de personas riendo y bebiendo. Suspiré.
— ¿Se puede saber qué carajos te pasa? —Le pregunté.
—No me pasa nada—respondió.
— ¿Entonces por qué estás ignorándome?
Ahí si me miró, su rostro pareciendo confundido.
—Lo siento, sólo estaba metido en mis pensamientos. No me di cuenta.
Mi humor se suavizó un poco y lo miré.
— ¿En qué pensabas? —Quise saber.
—En ti.
— ¿En mí? ¿Qué pensabas de mí?
—Qué eres la única chica que ha logrado ponerme nervioso.
De acuerdo, eso no me lo esperaba. ¿Nervioso en qué sentido? ¿En el
bueno o en el malo? Aunque claro, ¿Eso tenía un buen sentido?
— ¿A qué te refieres? —Pregunté.
—A qué me gustas, Ann. Realmente me gustas.
Mi corazón se detuvo, al igual que mi respiración. ¿De qué estaba
hablando cuando decía que “le gustaba”? ¿No se refería al típico “gustar”
de “atraer”, verdad? Porque si era ese típico gustar, a mí me iba a dar algo.
Eso no ayudaba para nada al hecho de que yo estaba tratando de ignorar a
los insectos voladores que habían vuelto a hacer acto de presencia en estos
momentos.
—Y puedo ver, que yo no te gusto, ¿no es así? —preguntó, girando su
cuerpo hacia mí.
Lo miré perpleja.
— ¿Por qué lo preguntas? —Murmuré.
Suspiró.
— ¿No es obvio, Ann? Siempre estás evitándome. Siempre dices que no
a mis insinuaciones, y créeme cuando te digo que eres la primera que se
niega. Es extraño y frustrante—Una media sonrisa curvó sus labios—Pero
me gusta. Es como si de esa manera me exigieras que luche por ti, y lo
confieso: estoy dispuesto a hacerlo.
Estaba a punto de sufrir un colapso emocional, intestinal y colosal. Dios,
¿Qué hacía? No, mejor pregunto: ¿Qué decía?
—Yo…—Comencé. Él esperó pacientemente a que dijera algo, y eso
me puso más nerviosa todavía. Comencé a retorcer mis dedos

114
BROKEN

inquietamente y miré a través de la ventanilla. ¿Qué pasa con ese “No es


necesario que digas nada” que siempre dicen en las películas cuando se
presentan situaciones como estas? Suspiré. —Yo no sé que siento, Jack. A
veces… A veces podrías gustarme, también. Pero tengo tanto miedo a
volver a ser herida, que siento la necesidad de repeler todas esas emociones.
Me escondo. Huyo.
Sentí sus ojos fijos en mi rostro, así que lo miré. Me estremecí, porque
ahí estaba ese brillo peculiar que ya había visto una vez. Ese brillo que
indicaba que no había vuelta atrás, que ya estabas en la mira, y que
difícilmente podrías salir de ahí.
—No hagas esto—susurré.
— ¿Hacer qué? —Preguntó— ¿Mirarte?
Negué lentamente con la cabeza.
—Enamorarte.
Se quedó en silencio unos segundos, apretando el volante del coche con
fuerza. Suspiró.
— ¿Me estás diciendo que vas a romperme el corazón si lo hago?
—Te estoy diciendo que no voy a enamorarme. Ya resulté herida una
vez. No quiero volver a hacerlo.
—Yo nunca te lastimaría.
—Lo dice el chico que se tira a una tipa por diversión.
—Melanie ya quedó en el pasado, Ann. He acabado con ella.
— ¿Eso fue antes o después de que la manosearas?
—Después. Oye, pero ¿Qué es lo que estoy escuchando? ¿Esos son
celos?
Bufé.
—No. No son unos malditos celos. Sólo estoy siendo realista.
Abrí la puerta del coche y me bajé con brusquedad, haciendo que casi se
rompa mi vestido al quedarse enganchado en el asiento. A pesar de que
quería tirar de él con fuerza, lo quité con cuidado para no dañarlo.
Caminé hasta el interior del parque, pisando fuerte y duro. No entendía
por qué estaba enojada, pero era una chica, y las chicas nos enojábamos por
naturaleza. Era como algo que necesitábamos de vez en cuando.
Me tomaron del brazo.
—Oye, ¿Podrías esperarme? Soy yo quien tiene el dinero para comprar
las entradas.
Miré a Jack, quien sonreía abiertamente. Contuve las ganas de darle un
puñetazo en la nariz.
—Estoy considerando la idea de regresar a casa.
— ¿A qué? ¿Ver una película romántica con mi hermana?
—O sola. Pero de seguro será más divertido que estar aquí contigo—le
espeté.
Soltó una carcajada.

115
ANNIE GRINTON

—Oh, nena. Es divertido estar conmigo.


—No cuando me haces enojar.
—Es más divertido cuando estás enfurruñada y haciendo pucheros.
—No estoy…—Sí, lo estaba. Me mordí el labio—Mierda. ¿Podrías dejar
de hacer esas cosas?
— ¿Qué?
—Evaluarme. Estar al pendiente de cada movimiento que hago.
—No puedo.
—Pues inténtalo.
—No quiero.
Apreté mis puños; estaba exasperándome.
— ¡Eres…! Mierda. Me voy.
Di media vuelta y comencé a caminar en dirección al estacionamiento,
pero me rodeó la cintura con sus brazos y pegó mi espalda a su pecho. Me
estremecí.
— ¿Soy mierda? ¿Eso crees? —Susurró en mi oído, con un tono
divertido.
—No me refería ah… Yo sólo decía que…—No podía decir nada con
coherencia, maldita sea.
—Está bien, Ann. Está bien. Ya, quita esa cara y vamos a divertirnos.
Besó mi cuello, haciendo que mi corazón bombeara fuego en lugar de
sangre por todo mi cuerpo. Me estremecí de nuevo, y me soltó. Me tomó
de la mano y me llevó hasta la puerta de entrada, dónde pagó por dos
brazaletes.
En cierto modo, el lugar me recordaba al Delphic, el parque de
atracciones que Nora Grey describía en Hush, Hush. Sólo que aquí no
había un arcángel, ni el salón de juegos, al parecer. Sin embargo, tenía esa
cierta magia, esa esencia de que había una historia detrás de este lugar. Las
personas reían, se divertían, estaban juntos. Y yo quería estar así, como
ellos. Sin preocuparme por nada, sin pensar en que tenía que regresar a casa
temprano porque de lo contrario amanecería muerta.
Aunque Jack no me permitiría regresar a casa jamás.
— ¿Te gusta? —Preguntó él, a mi lado.
Asentí.
—Está muy bonito—susurré, con mis ojos vagando entre la multitud.
—Espera aquí. Ya regreso.
Jack se marchó rápidamente y yo me adelanté unos pasos, siguiendo una
melodía que sonaba casi imperceptiblemente. Se trataba de un violín, estaba
completamente segura. La melodía era triste, trágica y pedí a gritos ayuda.
Me dolió en el alma, y sentía que era a mí a quien llamaba. Comencé a
abrirme paso entre la multitud, un poco desesperada e histérica, tratando de
llegar al lugar donde se encontraba él o la que iniciaba la música.
Pero dejó de sonar.

116
BROKEN

Por unos instantes me quedé perdida, observando a mí alrededor,


tratando de recordar por dónde había caminado, o tratando de localizar a
Jack, pero no pude. Decidí continuar mi camino, después de todo, el lugar
tenía que ser un círculo, así que volvería al lugar de dónde había venido. O
eso esperaba.
—Oye, ¿Dónde te habías metido? ¿No te dije que me esperaras?
Jack estaba justo frente a mí, con el semblante preocupado.
—Lo siento, es que escuché una melodía y la seguí. Quería saber quien
la tocaba. Perdón.
Sonrió, suavizando su rostro.
—Está bien, no pasa nada. Ten—Me entregó una rosa azul.
Era extraño, porque era la primera vez que observaba una rosa de ese
color. Era preciosa, estaba llena de vida y repleta de pétalos. Miré al chico a
los ojos, al de estúpida sonrisa, al que me había salvado, al que no peleaba
por chicas pero que estuvo a punto de pelear por mí, al que nunca se ponía
nervioso pero yo lo hacía, lo miré fijamente, y sonreí.
Sonreí porque sabía que me gustaba. Sonreí porque de verdad,
realmente, era una farsa que lo odiaba. Y sobre todo, porque deseaba que
me besara, aquí y ahora, por un largo rato.
Pero no lo hizo.
Mi teléfono vibró en mi bolsillo y lo saqué, observando que era un texto.
Anónimo de nuevo.

TE ENCONTRÉ, CHAPARRITA. TE ENCONTRÉ, Y VOY A


RECUPERARTE.

117
ANNIE GRINTON

13 TE ENCONTRÉ

A la mañana siguiente, el texto había quedado olvidado. Jack insistió en que


no era él el de los mensajes, ¿Pero quién más podría ser, sino? Era el único
que tenía mi número de teléfono, porque Josh nunca me escribía, siempre
me llamaba. Y Bel, bueno, Bel no me haría esto.
Me duché y me coloqué el uniforme, porque tenía que ir a clases. Apliqué
maquillaje nuevamente en mi rostro y me eché perfume. Bajé las escaleras
con mi mochila en mano, dónde me encontré con los hermanos Walker.
— ¿Podrías apresurarte, querida? Me ha llegado un texto de que cierto
chico ardiente se ha unido a nuestro programa estudiantil; necesito llegar
para evaluar el término “ardiente”, y decidir si es una exageración o no. —
Dijo Bel.
Sonreí.
—Buenos días, querida. Sí, dormí bien, ¿Qué tal tu noche? —Insinué.
Ella sonrió a modo de disculpa.
—Está bien, buenos días. ¿Nos podemos ir ya, por favor?
Asentí.
Jack abrió la puerta para las dos, y contemplé su moto aparcada en la
entrada. Supuse que la había limpiado y pulido, porque el negro metal
brillaba de una manera que me robaba el aliento. Siempre me había sentido
atraída por las motos, pero había algo en esta que me dejaba sin aliento.
Jack sonrió, sacó las llaves de su bolsillo y me las tendió.
— ¿Qué? ¿Quieres que te lleve a la escuela, cariño?—Le dije, enarcando una
ceja.
Él amplió su sonrisa.
—Seguro.
Le arranqué las llaves de las manos, y me encaramé con demasiada rapidez
en ella, riendo.
—Oye, estás quitándome a mi mejor amiga—Le espetó Bel a su hermano.

118
BROKEN

Él se encogió de hombros.
—Pues cómprate una Ducati y te aseguro que la tendrás de vuelta—Le
respondió él.
Encendí la moto y aceleré, en dirección al instituto. Amaba la sensación del
aire en mi rostro, era épico. Aceleré un poco más, sintiendo a Jack pegarse a
mí, buscando mi oído con sus labios.
—Te gusta la adrenalina, Ann—Susurró.
Me estremecí, pero si tenía un poco de suerte, él asumiría esa reacción
como consecuencia del frío aire filtrándose en mi cuerpo. Tenía una sonrisa
tonta en mi rostro mientras observaba de vez en cuando sus manos
entrelazadas en mi estómago, apretándome contra él. Que me encadenaran
al infierno si llegaba a decir que esto no me gustaba.
Me detuve en algún lugar cerca de la entrada principal de la escuela, dónde
un grupo de chicos estaban reunidos. Nos miraron, primero a mí y luego a
Jack, y rieron a carcajadas. Jack frunció el ceño, un poco divertido.
— ¿Ahora son las chicas quienes te traen? ¿Qué ha pasado contigo, Walker?
—Escupió uno de ellos.
Jack simplemente se encogió de hombros, y me señaló.
—Ya quisieras que semejante bombón estuviese delante de ti, tan pegada a
tu delantera que podrías violarla si te placiera. Y, debo añadir, con una
motocicleta vibrando debajo de ustedes. Puedes envidiarme—Respondió él,
guiñándole.
Oh, por Dios. Me ruboricé.
— ¿Es ese el único motivo por el cual me dejas conducir tu moto? —Le
pregunté a Jack, luego de cruzar las puertas y dejar a ese grupo de chicos
con una extraña mueca en el rostro.
—Tal vez. Todavía no lo he pensado—Se encogió de hombros una vez
más.
—Eres un jodido pervertido.
Me encontré con Josh en la puerta del salón de clases, y lo saludé. Parecía
un poco…. ¿Nervioso? No lo sabía. Pero había algo detrás de esa emoción
que me ponía los pelos de punta y el corazón un poco agitado. Caminamos
hasta el fondo del salón, dónde tomamos asientos juntos en una de las
mesas desocupadas, y sonreí al ver que Jack se sentaba con otro chico, no
con Melanie.
— ¿Qué te pasa, hombre? —Le pregunté a Josh antes de que llegara el
profesor.
—No es nada—Se limitó a responder, tratando de parecer aburrido. Pero
ese brillo en los ojos me decía otra cosa.
—Sé que hay algo. Cuéntamelo.
Suspiró, y desvió la mirada a la puerta, por la cual acababa de entrar el
maestro. Se llevó una mano a la cabeza y alborotó un poco sus cabellos,
para luego entrelazar sus dedos sobre la mesa.

119
ANNIE GRINTON

—Tu padre estuvo en mi casa anoche—Susurró.


Mi estómago dio un vuelvo.
— ¿Qué te ha dicho?
Se encogió de hombros.
—Quiere saber dónde estás. Dijo que hay un tipo que está buscándote, y si
no te encuentra, va a matarlo. No me sorprendería que un día de estos
llegue a la escuela para sacarte de aquí.
— ¿Quién está buscándola? —Interrumpió Jack.
¡Qué metiche! Lo fulminé con la mirada, pero él no me prestaba atención.
—No lo sé, no lo dijo. —Respondió Josh, sin mirarlo.
Pero Jack si sabía, al igual que yo, de quién podría tratarse.
—Él no es mi representante legal, no lo van a dejar entrar—Continué,
esperanzada.
—Es tu padre, Annie. Al comprobar eso, claro que le cederán el paso.
Maldición, tenía razón.
Josh miró a Jack, directamente a los ojos, con todo su rostro impasible y
serio.
—Tienes que cuidarla lo mejor que puedas. Si algo le pasa, acabaré
contigo—Le espetó.
Jack frunció el ceño.
—Siempre la he cuidado, idiota—le dijo.
Y era cierto, siempre lo había hecho.
—Silencio en mi clase, por favor—Inquirió el profesor.
Hice acallar a mis amigos llevándome un dedo a los labios y me concentré
en el proceso biológico que explicaba el profesor.

***

— ¡Rompe ovarios! Joder, así está el chico nuevo—Dijo Bel, sentándose


frente a mí, en la mesa de la cafetería.
Se había terminado el primer período y nos sentamos todos juntos en unas
de las mesas que estaban cerca del jardín, dónde podía llevar un poco de
sol. Josh estaba junto a Bel, Bel junto a Jack, y Jack junto a mí.
Reí.
— ¿Está contigo en alguna clase? —Pregunté, rompiendo la bolsita de mis
papas fritas.
—No—Dijo, lamentándose por ello—Va a último año. ¡Pero Dios, ese tipo
es un adonis! La belleza personificada.
Jack frunció el ceño.
—Bel, cierra la boca. Estoy comiendo—le espetó a su hermana.
Josh lo miró.
— ¿Tú le has visto? —Preguntó a Jack.
Éste se encogió de hombros.

120
BROKEN

—No realmente. Le vi cuando iba al baño, pero estaba de espaldas. ¿Por


qué? ¿Quieres saber si es realmente guapo como lo pinta mi hermana?
Josh rió y levantó sus manos, como deteniendo el tráfico.
—Oye, si tu hermana dice que es guapo, lo es. No necesito más opiniones.
— ¿Qué, vas a ir tras él? —Me burlé.
Él negó, sacudiendo su cabeza, divertido.
—Voy detrás de ti, ¿lo olvidas?
Mierda. Me tensé, igual que Jack a mi lado. Josh volvió a reír.
Luego levantó la mirada, observó detrás de mí, y se quedó petrificado.
—Oh, mi Dios Santísimo. ¡Ahí viene, A! —Chilló Bel.
Me giré, y mi corazón se detuvo, sacando todo el aire de mis pulmones
como si me hubiesen dado un puñetazo en el estómago.
Lo primero que vi fue su cabello negro intenso, tan intenso como el mío,
como el de Peter. Lo segundo que vi fueron sus ojos azules, tan azules y
profundos como el propio mar, heredados de nuestra abuela, seguramente.
Su piel blanca, sus manos suaves pero firmes y fuertes, que siempre me
defendieron. Sus labios rojos, esos labios que besaban cada noche mi frente
antes de irme a la cama. Pasaron ante mis ojos todos los recuerdos de
nuestra infancia, como un cortometraje de una película. Mi garganta se
cerró y pude sentir mis ojos humedecerse, así que apreté los puños para no
llorar.
Hasta que me miró.
Su sonrisa fue inmediata, y sus brazos se abrieron para mí, tal y como lo
habían hecho siempre. La única diferencia, es que él estaba mucho más alto
a como lo recordaba. Pero seguía siendo él, mi Ethan, mi hermano.
Me levanté de mi lugar, corriendo como una niña desesperada, reviviendo
aquella tarde en mi casa, cuando la mujer de servicios sociales llegó para
llevárselo. Recordé mis gritos, recordé la manera en que rompía mi guitarra
sobre la espalda de mi padre, sólo para defenderme. Para defender a su
chaparrita. Ahora lo entendía. “Te encontré, Chaparrita”. ¿Cómo demonios
no se me pudo ocurrir que fuese él?
Sus brazos me envolvieron y enterré mi cabeza en su cuello, sollozando
descontroladamente. ¡Mi Ethan! ¡Estaba aquí, mi hermano! Él me apretó
con fuerza, y me consoló unos segundos, antes de alejarme un poco para
verme el rostro. Lo veía un poco borroso a causa de las lágrimas, así que
parpadeé para aclarar mi vista. Sus dedos quitaron la humedad de mis
mejillas, y claramente no faltó su beso en mi frente.
—Chaparra, chaparra… Como has crecido—Murmuró, sobre mi oído.
—Y tú… —Sollocé—Estás vuelto un tren.
Él rió, a carcajadas, como siempre lo hacía. Me sentí en casa, me sentí
pequeña de nuevo.
—Te extrañé tanto…—susurré.
—Shh. Y yo a ti, chaparra. Y yo a ti.

121
ANNIE GRINTON

Entonces, Jack lo tomó por la camiseta azul eléctrica que tenía puesta y lo
empujó hacia atrás, lejos de mí. Me protegió con su cuerpo, y lo fulminó
con la mirada.
—Quita tus asquerosas manos de ella—gruñó, dando un paso hacia
adelante.
Bel me tomó de la mano y comenzó a arrastrarme lejos cuando vi que Jack
tomaba impulso para lanzar su puño contra la cara de Et. Todos,
absolutamente todos nos miraban.
— ¡Es mi hermano! —Grité, en el momento justo en que Josh tomaba a
Jack y lo hacía retroceder.
Jack se petrificó. Bel me miró boquiabierta. Todos nos miraban a nosotros.
Josh miraba a Ethan, Ethan miraba a Josh. Se abrazaron también, y rieron
porque, joder, eran mejores amigos desde que andaban en pañales.
— ¿Dónde demonios habías estado? —Le dijo Josh, alborotando sus
cabellos con el puño.
—Es una larga historia. Pero tú… ¿No estabas con tu padre? ¿Cuándo
llegaste?
—Hace unas semanas… Dios, no puedo creer que estés aquí. Tu padre
estaba tan…
—Josh, cállate.
Pero de nada sirvió pedirle que se callara, porque Ethan había entendido.
Sus ojos se oscurecieron, y me miró.
—Nunca dejó de hacerlo, ¿verdad? —Preguntó, en un susurro.
Me limité a mover mi cabeza de un lado a otro, con la mirada en el suelo.
—Oh, Dios… Voy a matar a ese maldito.
— ¡Por fin! ¡Alguien que tiene la misma reacción que tuve yo! ¿Podríamos
matarlo muy lentamente, por favor? Necesito que vea al demonio antes de
mandarlo al infierno a hacerle compañía—Intervino Jack.
— ¿Se refieren a los golpes, no? —Preguntó Bel.
Se lo había contado todo aquella noche que me llevaron a su casa, así que
me limité a asentir con la cabeza. No le había quitado la mirada de encima a
Ethan. Aún no me creía que estaba aquí.
— ¿Podríamos regresar a la mesa? Todos nos están mirando—murmuré.
—Claro, hablaremos de esto más tarde, cuando regresemos a casa—Dijo
Ethan, pasando un brazo por mis hombros y encaminándome a la mesa
dónde me había visto.
Jack lo detuvo, posando una mano en su pecho. Ethan miró primero su
mano, luego su rostro. Supe inmediatamente que aquello no le gustaba. Lo
último que necesitaba era que Ethan lo odiara, joder.
—Ella se va conmigo. —Dijo—No dejaré que la lleves a tu casa. No
mientras ese hombre siga ahí.
Ethan frunció el ceño y apretó los puños.
—Yo voy a cuidarla—Gruñó.

122
BROKEN

— ¿Sí? ¿Así como la has cuidado estos dos años que han pasado? —Le
espetó Jack, y pude ver en los ojos de mi hermano que ese comentario le
había dolido.
—Jack…—Comencé, pero me interrumpió.
—No, Ann. Nada de “Jack” con ese tono. —Dijo, mirándome—Este chico
estuvo desaparecido dos años. No envió mensajes. No envió cartas. No te
llamó ni una sola vez, y ni mencionar que jamás ha venido a visitarte.
—Es mi hermana—Escupió de vuelta Et—Si a alguien le debo
explicaciones, es a ella. Y a ella se las daré.
—Ethan—Advertí. Suspiré, poniéndome en medio de estos dos hombres;
Bel y Josh luciendo incómodos, el resto de la escuela esperando por una
pelea—Tranquilízate.
— ¿Qué me tranquilice? Lo haré cuando este tipo me quite las manos de
encima—dijo.
Miré a Josh, y este entendió mi mirada rápidamente.
—Oye hermano, tranquilízate. En serio. —Lo tomó del brazo y comenzó a
hacerlo retroceder—Vamos a charlar sobre esto civilizadamente en la mesa,
por favor, ¿De acuerdo?
Luego de unos segundos en silencio, asintió. Sin embargo, antes de girarse y
comenzar a caminar, le espetó a Jack:
—Quita tus manos de mi hermana.
.

123
ANNIE GRINTON

14 DESORDEN MENTAL

No podía despegarme de Ethan.


No era tanto por el hecho de que llevaba dos años sin verlo, joder él
tenía que explicarme porqué se había desaparecido tanto tiempo sin
comunicarse; era más porque trataba de evitar un enfrentamiento entre Jack
y él. Incluso probé desviando el tema, felicitando a mi hermano por su
cumpleaños, pero apenas me regaló una sonrisa.
En nuestra mesa, nadie le prestaba atención a su comida. Las miradas
caían de uno al otro, esperando que alguien dijese algo. Yo deseaba que Jack
mantuviera su boca cerrada, pero cuando se apoyó en el respaldo de su silla
y se aclaró la garganta, supe que sería él quien hablaría primero.
—Bien, las cosas están así—Comenzó Jack, Ethan mirándolo
seriamente, con los labios fruncidos—Parece ser que cierto hermano
desaparecido, ya no está desaparecido, lo cual es lamentable… Él, como
buen hermano, debería darle explicaciones a su hermana de dónde mierda
ha estado, y ella, como buena amiga, debería exigir que nosotros, sus
mejores amigos, estemos presentes para escucharlo, antes de que cierto
chico sexy y peligroso, sí, estoy hablando de mí, explote por la situación y
asesine a ese dichoso hermano. ¿Hemos entendido todos?
— ¿Siempre eres tan violento?—Preguntó mi hermano, tratando de
aparentar tranquilidad. Pero podía ver la ira brillando en sus ojos.
—De acuerdo, basta. No estoy entendiendo cual es el problema aquí.—
Intervino Bel, golpeando la mesa, un poco exasperada.
—El problema, hermana, es que este… chico pretende llevarse a Ann a
su casa de nuevo. Y no lo voy a permitir. Ya lo he dicho, no mientras ese
hombre siga ahí.
Ethan abrió la boca para reprochar, pero sea lo que fuese que tenía que
decir, sus palabras fueron ahogadas por la presencia del Director Connor.
Todos lo miramos en silencio, mientras se dirigía a mí. Mierda, ¿Qué había

124
BROKEN

hecho ahora?
—Señorita Hathaway, acompáñeme a la oficina—dijo.
Fruncí el ceño, extrañada.
— ¿Qué he hecho ahora?
—Oh, nada en absoluto. Su padre la está esperando.
Mi corazón se aceleró rápidamente, en conjunto con mi respiración. La
tensión invadió la mesa sólo una fracción de segundo antes de que Jack y
Ethan se levantaran con brusquedad, con el mismo objetivo en sus mentes.
El director los miró confundido, y susurró algo a mis espaldas que no
entendí. Estaba más preocupada persiguiendo a esos dos chicos que corrían
como alma que lleva el diablo por los pasillos.
Este encuentro no sería nada épico.
El primero en entrar bruscamente a la oficina fue Jack, quien abrió la
puerta de una patada. Un gesto bastante dramático, a mi parecer.
—Tienes tres jodidos segundos para que salgas de aquí ahora mismo—
Le espetó él, apretando sus puños a los costados.
Peter sonrió; una sonrisa que decía a gritos que se avecinaban
problemas.
—Vaya, vaya… Tú eres el chico que estaba en la habitación de esta
perra ese día, ¿no?
Jack cerró sus puños, tomó impulso y lo estampó contra la nariz de
Peter. Él inmediatamente retrocedió, llevándose una mano a la parte baja de
su espalda y sacando un arma. Ahogué un grito cuando apuntó
directamente a la cabeza de Jack.
—No quisiera matarte, jodido imbécil. No soy un asesino. Pero lo haré
si no te quitas y me dejas salir de aquí con ella—Me señaló con la cabeza.
Maldición, mi corazón golpeaba con fuerza las paredes de mi pecho,
amenazando con explotar en cualquier momento. Jack me miró, frunció el
ceño y me cubrió con su cuerpo.
—Adelante, dispara. Solo así podrás llevártela: sobre mi cadáver.
Y así, con sólo esa frase, terminó de reparar mi corazón. Me aferré a su
mano y la apreté, para luego salir de detrás de su espalda.
—Voy a ir, sólo deja que se vayan—Susurré.
Y justo en ese momento, Ethan cruzó la puerta.
—No vas a ir a ninguna parte. Y tú, suelta esa cosa—Dijo, avanzando
hasta donde él estaba.
Peter desvió su arma a su cabeza y quitó el seguro. Si mi hermano tenía
la idea de que él solamente estaba bromeando, pues estaba equivocado. No
había traído un arma simplemente para exhibirla.
—Ethan, retrocede—dijo Josh, apareciendo detrás de él.
—Vaya, vaya. El pequeño súperman ha aparecido. ¿Dónde está tu capa
y tus súper poderes?
—No intentes bromear conmigo. Déjala en paz.

125
ANNIE GRINTON

—A ver, las cosas están así: Mi vida está en riesgo si no entrego a esta
chica, ¿Me entiendes? No voy a morir por ella. Que se joda, ni que fuera tan
importante para mí.
Bien, eso me dolió lo suficiente como para hacer que mis ojos se
humedecieran. Me enojé bastante, ¿Por qué demonios tenía que sentir
alguna emoción a causa de este hombre? No lo merecía.
Jack intentó dar una zancada hacia adelante para golpearlo, pero coloqué
una mano en su pecho, adelantándome. Desafortunadamente, había
quedado expuesta con ese avance, por lo que Peter me haló del cabello y
me puso de espaldas a él, con el arma en mi cabeza.
—Los quiero fuera a todos, ahora. —Les dijo.
Ethan hizo el intento por abalanzarse, pero Jack lo detuvo.
—Aléjate, no voy a correr el riesgo—Le dijo a mi hermano.
Ethan se relajó, dando un paso hacia atrás, no muy convencido. Algo
brillaba en su mirada que me hacía saber que estaba pensando en qué hacer.
Solo esperaba que ese algo no nos matara a todos aquí y ahora.
—He dicho que salgan—Gruñó Peter, haciendo presión con el arma.
Ahogué un grito.
Jack se movió inconscientemente, pero Ethan lo retuvo. Sin embargo,
con el acercamiento quedó demasiado cerca de nosotros, y Peter no quería
correr ningún riesgo.
Separó el arma de mi cabeza, y le apuntó.
Todo lo que pasó a continuación, lo vi como en cámara lenta; como si
fuera la repetición de algunos de esos programas malísimos que pasan en la
tv y fingen un poco de suspenso. Ethan me miró a los ojos, y pude ver en
ellos el reflejo de mi mayor miedo… Peter acercó el dedo al gatillo, y sentí
mi corazón salirse por mi garganta, pero corrí el riesgo.
Con toda la fuerza que pude lo empujé hacia atrás, haciéndole perder el
equilibrio. Inmediatamente sentí un puño en mi estómago y luego una
patada que me envió directo a la pared, dónde me golpeé la cabeza. Todo se
puso negro, pero antes de sumergirme en la inconsciencia, escuché
claramente cuando el arma fue disparada.

***

Abrí los ojos escuchando un molesto pitido que chillaba en mi oído. Me


dolía la cabeza como el demonio. Parpadeé para aclarar las ideas anudadas
que tenía en la mente y suspiré cuando todos los recuerdos me golpearon.
Inmediatamente intenté sentarme, pero una mano que conocía bastante
bien me detuvo.
—Ethan—susurré, con voz patosa.
Jack y Belinda estaban al otro lado de la habitación, mirando por la
ventana. Jack se giró cuando me escuchó hablar.

126
BROKEN

— ¿Estás bien? —Preguntó, acercándose.


Asentí.
— ¿Qué ha pasado? —Quise saber.
Fue cuando me percaté de la tensión que flotaba en el aire, tan densa
que podía palparse.
—Ethan, ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Peter? —Me estaba poniendo
nerviosa.
—Él… está muerto, Annie—Susurró, tomándome de la mano.
¿Pero qué…? Mi corazón latió fuerte una vez, quejándose de que no
podría llevar mucho dolor, así que me pedía que no sufriera. Joder, que él
me había maltratado por dos años, diariamente. Pero seguía siendo mi
padre.
—Eso no es todo—Agregó Jack, la mirada en la ventana.
—Jack—Advirtió Bel.
Los ojos de mi hermano se humedecieron y derramaron una lágrima.
— ¿Qué pasa? —Pregunté, pero tenía ese amargo sabor en la boca, ese
de bilis, que me cerraba el estómago, protestando por mi curiosidad. Algo
en mí gritaba que no quería saber la respuesta.
—Josh… Josh también está muerto, Ann.
Y como un remolino, sentí que era absorbida hasta el pasado.
“—Oye, vas a caerte de ese árbol, idiota.
Él rió, limpiando su nariz mientras estaba de cabeza.
—No lo haré, soy bueno en esto. Además, estoy tratando de
impresionarte.
Sentí que me ruborizaba.
—Pues hace falta algo más que colgar de esa rama para impresionarme,
tonto.
— ¿Ah sí? ¿Y si me caigo y me parto la cabeza es suficiente?
Soltó una de sus manos y se me escapó un grito. Él volvió a reír.
—Eres muy guapa, cuando estás asustada. Y cuando estás enojada. Y
cuando estás feliz. Eres muy guapa, sea cual sea tu estado de ánimo.”
Y ahí venía, esa enorme roca demoledora que atacaba mi corazón. Años
de inocencia y amistad pasaron rodando por mi cabeza, como un flashback.
Años que ahora se habían perdido para siempre.
— ¿Qué? —Fue lo primero que atiné a decir— ¿Cómo… cómo pasó?
Ethan sorbió por la nariz y se alejó, adentrándose en el baño. Imaginaba
que esto era más difícil para él que para mí, porque ambos eran como
hermanos. Intenté levantarme una vez más, pero Jack no me lo permitió
ahora. Lo fulminé con la mirada.
—Esto no tiene nada que ver con mis celos, te lo digo. Es sólo que no
puedes levantarte de esa cama hasta que un médico lo autorice.
Maldije por lo bajo.
—Yo iré a verlo—Dijo Bel, siguiendo a mí hermano.

127
ANNIE GRINTON

El silencio reinó en la habitación de manera súbita, y me mordí el labio


con fuerza, para tratar de retener las lágrimas.
— ¿Qué fue lo que pasó? —Susurré.
Jack se sentó a mi lado, en la camilla. Me acarició la mejilla y suspiró.
—Luego de que te estamparan contra la pared como una galleta, me
enfurecí. —Comenzó, en sus ojos se veía reflejada la culpa—No me
importó que tu padre estuviese armado, me lancé contra él. Lo golpeé una y
otra vez, con Ethan pegado a mi espalda, sin hacer nada. Él también quería
hacer lo que yo estaba haciendo. Pero…
— ¿Pero?
—Pero a nadie se le ocurrió quitarle el arma de la mano. Yo hasta la
olvidé por ese instante. Lo único que me preocupabas eras tú, y Ethan ya
estaba recogiéndote del suelo, así que no encontré otra cosa en la que
pensar. Hasta que disparó. —Se quedó en silencio unos segundos, y vi que
sus ojos se humedecían—Iba a matarme, Ann. Tu padre tenía su arma
apuntando directamente a mi cabeza. Pero Josh se interpuso.
Una lágrima se derramó por mi mejilla al imaginar a Jack sin vida, y no
pude hacer menos que estremecerme de miedo. Pero eso no significaba que
me sintiera bien respecto a la muerte de uno de mis amigos.
—Me sentí impotente, así que intenté quitarle el arma a tu padre. —
Continuó—En ese momento entró Ethan, y se quedó pasmado unos
segundos. Luego se abalanzó sobre él, y me alejó. Le gritó, le pegó, y se
enfrascaron en una lucha que daba terror solo verla. Entonces tu padre le
apuntó, y yo quise intervenir, pero Ethan logró desviar el arma y cuando él
disparó, se hirió a sí mismo en el pecho. Una herida de muerte.
Cerré mis ojos, luchando por mantener mis labios cerrados y no gritar.
Inhalé y exhalé varias veces seguidas, tratando de calmar el dolor en el
pecho, pero no podía. Se sentía como si hubiesen enterrado en mi corazón
un puñal oxidado y con azufre, dándole vueltas una y otra vez para que
doliera, para que doliera muchísimo.
—Ann, lo siento muchísimo, yo…
—No es tu culpa—Lo interrumpí—Sea lo que sea que vayas a decir, no
es tu culpa.
—Si yo no hubiese sido tan…
—Ella tiene razón, no es tu culpa.
Ahora era Ethan quién lo decía, saliendo del baño con Bel a su lado y
tomándolo de la mano. En otras circunstancias, hubiese sonreído.
—La has mantenido a salvo todo este tiempo, y te doy las gracias por
ello—Continuó él, acercándose y tendiéndole la mano—Creo que hemos
empezado mal. ¿Paz?
Jack la estrechó.
—Paz.
Todos fijaron su mirada en mí, que lloraba como una idiota.

128
BROKEN

—Voy a extrañarlo muchísimo—susurré.


Ethan hizo una mueca y se acercó a mí, rodeándome suavemente con
sus brazos y besando mi frente.
—Yo también, chaparrita. Yo también.

129
ANNIE GRINTON

15 HOGAR, DESGRACIADO HOGAR

Luego del funeral de Josh, al que sólo asistimos unas diez personas,
incluyendo sus padres, Ethan me trajo a casa. Al principio Jack se tensó,
pero se quedó más tranquilo cuando le dije que podía acompañarnos. Así
que, aquí estamos, nosotros cuatro, sentados en el asqueroso sofá de Peter
que huele a cerveza rancia y a suciedad.
—Hogar, desgraciado y deprimente hogar—susurré.
—Necesito una cerveza. —Dijo mi hermano, levantándose— ¿Quieres
una, Jack?
—Seguro.
—Que sean tres, también necesito una—Dijo Bel.
Me crucé de brazos y me acurruqué en el zarrapastroso mueble.
—Que sean cuatro—Añadí.
Ethan se detuvo una fracción de segundo y me miró, enarcando una
ceja.
—Serán tres cervezas, y una 7up para ti—Advirtió.
Bufé.
—Lo único que hay en ese refrigerador es licor.—Protesté.
—Pues iré a comprar algunas cosas. Enseguida regreso—Dijo, tomando
las llaves de la casa.
Pude notar a Bel retorciendo sus dedos, como si quisiera acompañarlo.
Sonreí internamente.
—Bel puede llevarte. Tiene coche—Dije, mirándola. Ella se ruborizó.
¡Dios mío, de verdad le gustaba mi hermano! Belinda Walker ruborizada.
Qué novedad.
—Seguro, ¿No te importa?—Le preguntó él.
Ella simplemente negó con la cabeza, levantándose. Le dio la espalda un
segundo y me guiñó, agradecida. Solté una risita.
—Jack—Avisó mi hermano antes de cruzar la puerta—No quiero ver tu

130
BROKEN

lengua en el fondo de la garganta de mi hermana cuando llegue.


—Y yo espero que tus manos se queden quietas mientras vayas en el
coche con mi hermana. Que lleve un vestido no quiere decir que esté
abierta.
Ethan sonrió, y cerró la puerta detrás de sí.
—En serio necesito una cerveza—murmuré, tratando de hacerme más
pequeña en ese asqueroso sofá.
Jack se arrimó a mi costado, y pasó su brazo por mis hombros.
Acomodé mi cabeza en su pecho y sollocé, sin saber exactamente por qué
lo hacía. Tal vez era porque Josh había muerto, o porque mi padre lo había
hecho, o porque, joder, simplemente quería hacerlo y ya. Sea cual sea la
razón, de igual forma Jack me consoló, y depositó un beso en mi frente.
—Querida Ann… Basta de lágrimas… Que los ángeles sufren por ti…
Ellos no quieren verte así… Por eso me han mandado a mí… Para tratar de
hacerte reír… Para tratar de hacerte feliz…—Nunca en mi vida había
escuchado esa melodía. Pero me agradaba, era acogedora. Enterré más mi
cabeza en su cuello, hasta el punto en que mis labios lo rozaban. Pude sentir
su pulso acelerarse.
—No dejes de cantarla…—Susurré, con mis ojos cerrados.
—Querida Ann… Basta de lágrimas… Que me duele escucharte
sollozar… Yo quiero sanar tu dolor… Yo quiero sanar tu furor… Para
tratar de hacerte feliz…
Sentí que su rostro se movía, buscando el mío. Abrí ligeramente mis
ojos y lo vi, sus labios peligrosamente cerca de los míos. Su mano acariciaba
suavemente mi rostro, mientras sus ojos me recorrían el rostro enteramente.
Me puse nerviosa, mi pulso se aceleró.
Quería que me besara. Ahora mismo. Ya.
—Yo quiero hacerte feliz—susurró, su aliento chocando mi rostro.
No tenía ni una jodida idea de si esa frase tenía que ver con la melodía o
no, pero me daba igual. Coloqué una mano en su rostro y lo atraje a mí,
para besarlo.
Al principio pareció sorprendido de que lo besara, pero luego se relajó.
Colocó ambas manos en mi cintura y me atrajo a él, colocándome a
horcajadas sobre su cintura. Luego hizo presión en mis caderas,
juntándonos más, como si fuese de alguna manera posible. Mi lengua rozó
tímidamente la suya, lo cual causó que ambos soltáramos un pequeño
gemido.
Su mano jugueteó con el borde de mi camiseta, y sentí sus dedos
calientes rozar mi abdomen. Me estremecí. Estaba algo así como fuera de
control cuando me aferré a su camiseta y la halé hacia arriba, sacándola por
sus brazos. El beso se tornaba cada vez más intenso, y mi respiración estaba
cada vez más agitada. Me sentía como en un trance; lo quería a él, todo de
él.

131
ANNIE GRINTON

Hasta que se escuchó el auto de Bel estacionarse en la entrada.


Jack me alejó, riéndose y colocándose la camiseta rápidamente.
—Tu hermano va a matarme si se da cuenta—murmuró, sonriendo.
Me levanté con brusquedad y corrí a mi habitación. Pasé directamente al
baño y me miré en el espejo, observando mis mejillas acaloradas. Joder,
¿Qué demonios había sido eso? Fue intenso. Abrí el grifo y mojé mi rostro
varias veces, hasta que regresó a su color normal. Cuando mi respiración
también se calmó, bajé las escaleras.
Ethan, Jack y Belinda estaban sentados en el sofá, ellos con una cerveza
en mano, ella con dos 7up. Me miró, y me tendió una.
—Tu hermano no me dejó tomarme una cerveza—Dijo, a modo de
protesta.
Sonreí, tratando de no mirar a Jack.
—Típico. A mamá tampoco la dejaba—Dije, tomando la botella que me
ofrecía.
Ese comentario me recordó algo importante, una conversación entre mi
hermano y yo. Lo miré, y el asintió, entendiéndome. Le di un trago a mi 7up
y miré los alrededores.
—Tengo que quitar esas asquerosas cortinas. —Murmuré para mí
misma—Y pintar las paredes. Y tirar a la basura ese mugroso sofá, y el
televisor, y la nevera. La casa está hecha un asco.
Bel se puso de pie a mi lado y dejó la botella en el suelo.
—Puedo ayudarte a pintar, si quieres. Jack y Ethan sacaran los muebles,
y luego irán a comprar otros. Preferiblemente luego de que terminemos de
pintar, porque dudo que puedan elegir los adecuados.
—Bel, no tienes que…
—Sí, si tengo. A ver, movimiento todo el mundo. Arriba, ustedes dos.
Cortinas fuera. A, ve por esponjas y cubetas. ¡Rápido!
—Yo la ayudaré—Escuché que dijo Jack.
—Nonecesitoayuda—respondí tan rápido que ni me entendieron.
— ¿Qué?—Preguntó Jack, ignorándome y caminando de todas formas.
Demonios.
—Que no necesito ayuda—dije, más calmada.
—Oh. Lo sé, sólo quería decirte algo—dijo, inclinándose en los
armarios de la cocina y sacando las cubetas. —Hace rato…
Cerré mis ojos y me ruboricé.
—Lo sé, lo siento. Te juro que no tengo idea de por qué lo hice. No lo
volveré a repetir, lo prometo.
Él hizo una mueca, y desvió la mirada.
—No era eso lo que quería—se limitó a decir.—Me preocupaba saber
cuándo lo repetiríamos.
Mi corazón se aceleró y ralentizó en el mismo segundo.
—Jack…—Iba a decirle que, demonios, yo también pensaba en

132
BROKEN

repetirlo. Pero me mordí la lengua—No soy uno de tus juguetes.


¿¡QUÉ DEMONIOS!? No era eso lo que quería decir. En fin, él se
enojó bastante. Cerró la puerta del armario con fuerza y se levantó.
— ¿Juguete? ¿Eso es lo que piensas? Ann, te dije que me gustabas.
¡Incluso que me ponías nervioso, algo que nadie había hecho! Me he
contenido para no besarte a cada rato, para no abrazarte, ¿Y tú crees que te
miro como un juguete?—Escupió—Pues vaya, gracias. Eso dice mucho de
lo que piensas de mí.
— ¡Te he dicho lo que pienso sobre ti, idiota!
—Creo que te has guardado algunos detalles—Espetó, acercándose a mí
rápidamente.
Comencé a retroceder.
— ¿Ah, sí? ¿Cómo cuáles?
—Que tengo unos labios jodidamente ardientes, y que beso
malditamente bien.
Mi espalda chocó contra la pared.
—Yo jamás he pensado eso de ti.
¡Mentira! ¡Mentira, mentira!
—Mientes. Pero tranquila—Añadió, y acercó su rostro—Tú también
besas malditamente bien.
Y así, señores y señoras, me besó. Dejó caer las cubetas al suelo y se
aferró a mis piernas, levantándome y colocándolas alrededor de su cintura.
Se presionó contra mí, y se me escapó un gemido.
Pude sentir como sonreía.
—Eres un idiota—susurré contra sus labios, tironeando su cabello.
—Cállate y sigue besándome.
No era necesario que me lo dijera.
Sin embargo, nos interrumpieron.
— ¡Annie, estás tardándote mucho con Jack ahí adentro!—gritó mi
hermano.
— ¡No te preocupes, Ethan, no voy a violarla!—Gritó Jack de vuelta.
Luego añadió bajito: —Aún.
Se me escapó una risita tonta y lo empujé, colocando mis pies en el
suelo. Mis piernas temblaban ridículamente.
—Vamos a cenar esta noche.—Dijo.
—Eso no parece una pregunta.
—No lo fue, era un aviso.
Reí.
—Podemos quedarnos, en serio. Prepararé algo de cenar para Ethan,
además de que aún tenemos que hablar sobre su paradero.
—Eso puede esperar, créeme. Lo que voy a decirte es más importante.
— ¿Ah, sí? ¿Por qué?
—Porque trata de lo que siento por ti.

133
ANNIE GRINTON

Ay, Dios.
— ¿Por qué no puedes decírmelo ahora mismo?
—Porque no planeo que tu hermano, o mi hermana, sean testigos de mi
lado cursi.
Estaba nerviosa. Muy, muy nerviosa maldita sea.
— ¿Tienes un lado cursi?
Soltó una ligera carcajada, y por un instante me pareció el mejor sonido
del mundo. Sí, tan jodida estaba.
—Te sorprendería—murmuró.
—Oh, créeme, ya estoy sorprendida.
—Vas a quedar inconsciente cuando me escuches, entonces.
—Por favor, dime que no habrá poesía ni nada parecido.
—No voy a decirte nada. Es una sorpresa.
—Ya no es sorpresa, ya me dijiste lo que harás, idiota.
Se detuvo antes de entrar a la sala y me miró.
—Te dije lo que haré, pero no cómo lo haré.
Bueno, tenía que intentarlo:
— ¿Cómo lo harás?
Por un instante tuve esperanza de que hablara, cuando vi sus labios
abrirse en una respuesta. Pero se calló, y luego sonrió.
—Buen intento—dijo.
Maldición.
—Tenía que hacerlo.
Me regaló un guiño y fue a quitar las cortinas y a lavar las maderas.
Suspiré, le hice señas a Bel para que se acercara, y cuando lo hizo, susurré:
— ¿Qué puedo usar esta noche para verme guapa?
Me miró divertida, enarcando una ceja. Sonreí.
— ¿Cuál es la ocasión?
—Una cena.
Miró a Jack, luego a mí, luego a Jack de nuevo.
—Bien, creo que Jack preferiría que te vistieras como tú misma. Eres
guapa así como estás.
Bufé.
—Por una noche, quiero verme más que guapa para él.
Sus labios se abrieron ligeramente, y yo me ruboricé al decir eso en voz
alta.
— ¿Qué pasará esta noche?—Quiso saber.
—No tengo idea—Admití. —Pero puedo asegurarte que esta noche
promete.

134
BROKEN

16 ESTOY JODIDA

Luego de que termináramos de limpiar, y de que Jack me recordara la


cena de esta noche, los hermanos Walker se fueron. Quedé tirada en el
nuevo sofá de piel roja junto a Ethan, quien sostenía una cerveza en su
mano, y mi cabeza en sus piernas.
—Extrañaba esto—murmuró él, acariciando mi cabello con suavidad.
Suspiré.
—Sí, yo también—Le di un apretón a su mano y me preparé para iniciar
nuestra conversación pendiente. — ¿Dónde habías estado todo este tiempo,
Et?
Su turno de suspirar. Se acomodó mejor debajo de mí y dio otro trago a
su cerveza.
—Al principio no lo sabía—Comenzó, mirándome a los ojos—Mary
dijo que si me lo decía, trataría de escaparme. El hecho es que… No me
entregó a una casa hogar como me esperaba. Me llevó a vivir con ella.
Vendó mis ojos todo el camino, y durante año y medio pagó a varias
personas para que me instruyeran en casa. No podía salir. —Desvió la
mirada y bebió un poco más—Quería llamarte, saber cómo estabas. Por las
noches no podía dormir, pensando en qué demonios podría estar
haciéndote papá… Por tres días seguidos estuve insistiéndole que me dejara
llamarte. Enviarte una carta, al menos. Pero como te dije, no me dejaba salir
de casa. Ella sabía que podía escaparme, y que a la mínima oportunidad, iba
a hacerlo. No habían teléfonos en casa, ni computadoras, fax, nada. Estaba
desesperado. Así que lo único que se me ocurrió fue calmarme y ganarme
su confianza. Hacerle ver que no iba a irme a ninguna parte, que sólo quería
saber de ti. Pero era lista, ella nunca me creyó.
Bebió otro poco de cerveza.
— ¿Era?
Asintió.

135
ANNIE GRINTON

—Murió. Resultó ser que tenía cáncer en alguna parte de su cabeza, y


que por eso me llevó con ella. No quería morir sola. Su familia la había
abandonado cuando se decidió por estudiar música, y no medicina como
todos los demás. En fin… el hecho es que, cuando salía del cementerio, un
globo de deseos aterrizó a unos cuantos pies de distancia.
—Me estás jodiendo—murmuré.
Sonrió, y me acarició el cabello una vez más.
—No, puedo jurártelo. Tenías que ver mi reacción cuando vi que eras
tú.
Reí.
—Puedo imaginármela.
—Lo primero que hice fue comprarme un teléfono y escribirte. Me
sentía torpe usando una de esas cosas, pero te escribí. Nunca respondiste.
—No sabía que eras tú. Pensé que eras Jack, solía jugarme bromas
pesadas por texto. Una vez me hizo llegar al hospital pensando que Bel
estaba en coma.
Nos quedamos en silencio unos segundos, ahí, abrazados. Su cerveza
estaba enfriando mi brazo, pero no me importaba. Finalmente me sentía en
casa.
—Hablando de Jack… ¿Qué hay entre ustedes dos?
¡Demonios! Me ruboricé.
—Nada—murmuré.
—Pues “Nada” parece bastante intenso.
— ¿A qué te refieres?
—A que te mira como si quisiera encerrarte en alguna cueva para que
nadie más disfrute la vista. Que debo decir, es bastante apetitosa.
— ¡Ethan!
Se carcajeó.
— ¿Qué? ¡Cuando me fui no estabas así! Pareces una montaña rusa.
—Eres un jodido idiota.
Se inclinó y besó mi frente.
— ¿Qué no te lo dijeron? Así son los hermanos.
Me levanté y pasé mis brazos por su cuello, abrazándolo con fuerza.
—De verdad que te extrañé mucho.
—Yo también, pequeña.
Luego vi la hora, y mi corazón dio una sacudida. Me levanté con
brusquedad, causando que mi hermano derramara el licor,
afortunadamente, sobre el suelo.
—Por poco haces que Belinda me asesine, Dios. —Dijo, levantándose y
sacudiendo el alcohol de sus zapatos— ¿Sabes lo que me haría si hubiese
manchado ese sofá? ¡Me castraría!
Sonreí.
—Te gusta Belinda, ¿Eh?

136
BROKEN

Sonrió.
—Tanto como a ti te gusta Jack.
Parpadeé sorprendida.
—Demonios, ¿Tanto así? ¡La conociste hace como, tres días! —Dije.
Habían pasado tres días desde aquel accidente. La madre de Josh esperó a
que me recuperara para autorizar el velorio.
— ¿Tanto así? O sea, ¿Qué Jack te gusta excesivamente?
Jo. Der. Debí suponer que era una trampa.
—Sólo un poco—Gruñí, subiendo las escaleras.
—Pues vaya, ojalá yo le gusta ese “sólo un poco” a tu amiga.
—Créeme: Lo haces.
Y me encerré en mi habitación.
Ahora bien, el jodido dilema sería ver qué carajos iba a ponerme para
lucir hermosa esta noche. Jack mencionó que hablaría de sus sentimientos,
pero puede que esté sintiendo muchas cosas. Puede que se haya cansado de
esperar alguna reacción por mi parte y que se quiera distanciar, aunque
después del beso en la cocina, realmente lo dudo. Quizá quiera decirme que
le sigo atrayendo, pero que conoció a otra persona que no está tan jodida
como yo. Demonios, eso sí era probable. ¡Joder, tenía que dejar de pensar!
Me coloqué un vestido sin mangas que me quedaba realmente ajustado.
Me lo regaló mamá antes del accidente. El escote era azul cielo, y la falda de
color negro, uniéndose justo por debajo de mis pechos. Mis piernas
quedaban en gran parte descubiertas, así que los tacones negros le daban un
aspecto más estilizado. Agregué un anillo, una cadena plateada con
piedrecillas azules y un par de brazaletes. Levanté mi cabello en una coleta,
que me daba un aspecto elegante y me maquillé sólo ligeramente.
Mi corazón estaba acelerado, agitado, tembloroso, sufriendo
convulsiones y ¡qué sé yo qué más! Con sólo imaginarme a Jack entablando
una conversación sería me estremecía. ¡Jodido idiota, por eso me había
dicho que hablaría de sus sentimientos! Él sabía que estaría echa un manojo
de nervios. ¡Lo odiaba, demonios!
Mi teléfono sonó y me exalté. Lo cogí.
ESTOY YENDO A BUSCARTE. –JACK.
<<Muy bien, Ann. Respira. Inhala. Exhala. ¡Lentamente idiota, no estás dando a
luz!>>
Guardé el teléfono en la pequeña cartera que tenía en las manos y bajé
las escaleras con mis piernas temblando. Ethan detuvo la botella a medio
camino de sus labios.
—Da media vuelta y quítate ese vestido. Ahora mismo.
—No seas idiota.
—Hablo en serio.
—Yo también.
—Annie… ¿Tienes idea de lo que un vestido así puede hacerle a un

137
ANNIE GRINTON

hombre?
Bufé.
—Me lo imagino—murmuré.
—Entonces ve a quitártelo. Si quieres ir a cenar, usa unos jeans y un
suéter.
Fruncí el ceño.
— ¿No quieres que me eche una cobija encima, también? —Gruñí.
Se encogió de hombros.
—No sería mala idea.
Me crucé de brazos.
—No sé qué tipo de instinto sobreprotector se te ha desarrollado estos
últimos dos años, pero sé cuidarme sola. No voy a cambiarme. Me gusta
cómo me veo, y demonios si no me voy así.
—A…
—Et.
Suspiró.
—De acuerdo, está bien. Pero júrame que si se pasa contigo vas a
llamarme para que vaya a romperle el trasero. Más aún si te rompe el
corazón.
Sonreí con melancolía.
—Créeme: Sé cómo reponerme ante un corazón roto.
Y justo en ese momento, tocaron la puerta.
Mi hermano me miró a sabiendas de que teníamos una conversación
pendiente, y suspiré. Abrí la puerta.
Y sí, casi necesité de una cubeta para que recogiera la baba que estaba
segura que soltaba. Si había algo realmente sexy, era un hombre con
smoking. Y si había algo en lo que Jack Walker podía verse jodidamente
ardiente, era en un smoking.
—Cierra tu jodida boca, Jack. Y sube esa mirada—Le espetó mi
hermano, apareciendo detrás de mí.
Maldije por lo bajo.
—Vámonos—murmuré, arrastrando a Jack hasta su camioneta.
— ¡No quiero ver ese vestido arrugado cuando llegues! —Continuó
gritando.
— ¿Puedes cerrar esa maldita boca que tienes? —Le grité de vuelta.
¡Dios!
Jack me ayudó a subir al coche y cerró la puerta. Cuando subió al lado
del conductor, estaba riéndose.
— ¿Qué es tan gracioso? —Quise saber.
— ¿Tu hermano es muy observador? —Preguntó, en lugar de
responder.
—No lo sé, algo. ¿Por qué?
—Demonios. Realmente tenía intenciones de devolver ese vestido

138
BROKEN

completamente arrugado hoy. Eso, si llegara a quedar de una sola pieza.


Oh. Jodida. Mierda. ¿Qué planes tenía este hombre?
En el coche lo único que se escuchaba era “Stuck in the middle” de la
banda Boys like girls. Retorcía mis dedos inquietamente mientras trataba de
adivinar a dónde demonios podía estarme llevando.
Eso, hasta que se detuvo frente al Laurentiss Restaurant.
Si había un lugar al dónde sólo podían ir los ricos y prestigiosos,
estúpidos derrochadores de dinero, era este.
—Oh, no. No, no, no. ¡Debes estar bromeando!
Sonrió.
—No, no es una broma.
—Jack, podría prostituirme tres meses y el dinero no me alcanzaría para
pagar un vaso de agua de este lugar.
—Bueno, eso no tendrás que hacerlo nunca. Primero, porque soy yo el
que tiene que pagar. Segundo, porque mataría a todo aquel que se atreviera
a ponerte un dedo encima. Lo bueno es que tu hermano me ayudaría.
—Hablo en serio, este lugar es carísimo. No vale la pena, podemos…
— ¿No vale la pena? —Me interrumpió, tomando mi mano y
llevándosela a la boca para darle un beso—Créeme, vale toda la pena del
mundo. Además, con ese vestido estás demasiado perfecta como para ir a
sentarnos en una esquina a comer hamburguesas.
Detuvo el coche al pie de las escaleras, y un mayordomo me abrió la
puerta. Me tendió el brazo y me ayudó a bajar. Jack se reunió conmigo,
tomando el lugar del anterior hombre y observando cómo se llevaban el
coche para estacionarlo.
—Siempre había querido venir a este lugar—dijo, caminando.
— ¿Y por qué no lo habías hecho? —Quise saber.
Se encogió de hombros.
—No conocía a nadie con quien realmente quisiera venir.
Me ruboricé, y mi corazón creció considerablemente.
La mesa que Jack había reservado estaba junto a la ventana del final,
dónde casi nadie podría mirarnos, a menos que se esforzaran realmente por
hacerlo. Había dos copas con vino champanizado sobre ella, y unas rosas
rojas. Jack me ayudó a acomodarme en mi asiento.
Sonreí.
—Está perfecto todo—Comenté.
—Me alegra que pienses eso. Ese era el plan.
—Pues así está todo.
Sonrió.
— ¿Quieres que lo haga ahora o después de cenar?
Suspiré.
—Dudo que pueda cenar, así que dilo ahora.
—Bien, no sé cómo comenzar con esto—Dijo, quedándose en silencio

139
ANNIE GRINTON

unos segundos y luego suspirando—Cuando te vi, aquel día que caíste del
árbol y me empujaste hacia atrás… lo único en lo que pensé fue: Esta chica
tiene que ser mía. Me volvió loco que fueras tan ruda, tan aislada, tan…
fuera de serie. Nunca había conocido a nadie igual, y te lo digo en serio.
Tenía esa costumbre de no llevar a nadie en mi moto, porque me dije a mí
mismo que el día que llevara a alguien, es porque esa persona era la que
había estado esperando toda mi vida. Así que me sorprendí a mí mismo
cuando me atacaron las ganas de llevarte a dónde sea. Y cuando vi tus
brazos… Joder, tuve ganas de quemar el mundo entero para saber quién
había sido. —Se llevó la copa a sus labios y dio un sorbo—Esa tarde,
cuando llegué a casa, estuve caminando de un lado a otro por horas,
pensando de qué forma podría acercarme. ¡Y tú no me dejabas! Y en lugar
de sentirme repudiado debido a tu constante rechazo, me sentí atraído. Más
con esa forma de mirarme que tienes… es como si pudieras ver dentro de
mí. Me ponías nervioso, no te salías de mi cabeza, te veía en todas partes…
Y así me di cuenta, que estaba enamorado de ti. Y que sea como sea, tenía
que hacer que te enamoraras de mí, porque sé que yo soy tu chico perfecto.
Yo te haré feliz. Deseo desesperadamente hacerlo.
Bien, me quedé en silencio unos segundos.
Y esos segundos se convirtieron en minutos.
Él se acercó a mí, con el ceño fruncido, esperando a que dijera algo. Que
lo rechazara, o que le correspondiera. Pude ver en su rostro que se
encontraba nervioso, y un poco asustado. Yo también estaba asustada,
porque lo que él me hacía sentir era aterrador para mí. Porque nunca sentí
nada tan fuerte, tan intenso, como lo que sentía ahora mismo bajo su
mirada. Lo que tuve con Alec fue fuerte, porque prácticamente fue mi
primer novio, y creí que el mundo terminaría con esa relación pero… Jack
me hizo ver que siempre vendrá alguien más que esté dispuesto a dar todo
por ti, tal y como tú diste todo por alguien alguna vez. Eso era más de lo
que tuve con Alec. Eso era más de lo que tuve alguna vez. Decidí que lo
mejor sería sacar todo, ser sincera, aceptar lo que no quería aceptar. Porque
estaba enamorada de él, tan jodidamente enamorada que dolía de solo
imaginar no tenerlo a mi lado.
—Cuando te vi…—comencé. No había mejor comienzo que el
principio—Cuando te vi, me enamoré. Y tú sonreíste porque lo sabías.
Odié tanto esa sonrisa; la odié tanto que la veía en todas partes, la pinté
tantas veces que ahora podría hacerlo con los ojos cerrados, la odiaba tanto
porque hacía que todo se removiera dentro de mí. Traté de que no se
notara, traté de convencerme de que lo único que causabas en mí eran unas
inmensas ganas de vomitar. —Jack sonrió—Pero no. Tienes muchos
efectos en mí, pero ninguno de ellos es nauseabundo. Vértigo, adrenalina,
excitación, desesperación, y miles de emociones más… Hasta amor. Me
enamoré de ti cuando juré no volver a enamorarme de nadie más. Te odié

140
BROKEN

más por eso, también.


—Y ahora lo aceptas. —Dijo, riendo.
Asentí.
—Te quiero, Ann. De verdad te quiero.
—Yo también, Jack. Yo también te quiero.
Siempre estuve jodida, y ahora más.
Sí, estaba jodida.
Jodidamente enamorada.

141
ANNIE GRINTON

17 ¡CORRE!

—De acuerdo, creo que he bebido suficiente—dije, sintiéndome


mareada luego de bajar el champan de mis labios.
Él sonrió y acarició mi mejilla.
—Sí, yo también lo creo. Es hora de que nos vayamos a casa—dijo,
levantándose y ayudándome luego. Se acercó a mí, tomó mi rostro entre sus
manos y me dio un suave y casto beso que me hizo doblar los dedos de los
pies—Voy a pagar la cuenta, y a decirle al camarero que necesito mi coche.
Puedes esperarme en la salida.
Asentí, sintiendo como esa típica sonrisa de estúpida enamorada de
extendía por mi rostro. Tomé mi cartera y me encaminé a la salida,
cruzando las puertas de vidrio para esperar a Jack en las escaleras.
Sentí un par de ojos en mi espalda, así que me giré. A mi izquierda, a
unos diez metros, había un pequeño jardín que se encontraba a oscuras.
Pude jurar que logré visualizar a alguien detrás de uno de esos árboles,
observándome. Me estremecí.
Un par de brazos se enrollaron en mi cintura y me giraron,
encontrándome cara a cara con mi novio, el cual volvió a darme un casto
beso. ¿No quería ir más lejos o simplemente estaba provocando? Sonreí,
tratando de despejar mi mente debido a lo que acababa de imaginar.
El coche se detuvo frente a nosotros, y Jack me abrió la puerta para
luego ayudarme a subir.
—Estás callada—Dijo él, luego de acelerar.
—Estoy un poco nerviosa—admití, mirando por el espejo retrovisor.
Un coche venía detrás.
Él frunció el ceño.
— ¿Por qué?
Suspiré, cruzándome de brazos. Estaba haciendo frío y no me traje una
cazadora.

142
BROKEN

—Creí ver algo en el restaurante—Confesé.


Jack se puso alerta, y me tendió su chaqueta que reposaba en el asiento
trasero. La tomé y me la coloqué lentamente mientras él preguntaba:
— ¿Qué viste?
—Nada, realmente. —Miré a través de la ventana, sintiendo algo
extraño en mi pecho—Sentí que me estaban observando al salir, y cuando
miré me pareció ver a alguien en el jardín de atrás. Estaba completamente
oscuro, así que de seguro lo imaginé.
Me sujetó la mano y la llevó a sus labios para darle un beso.
— ¿Estás bien?
—Sí, creo que sí—susurré.
Pero no me sentía bien. Estaba nerviosa, realmente nerviosa. Tenía esa
extraña sensación de que algo malo podría pasar en cualquier momento.
Desvié mis ojos de nuevo al frente, pero se desviaron por su propia
voluntad de nuevo al espejo retrovisor. El coche seguía detrás de nosotros.
Me alarmé.
—Ese coche nos ha seguido desde que salimos, Jack—Dije, sintiendo
que mi corazón se tornaba frío por el miedo, y los nervios.
Jack miró también, y maldijo por lo bajo. Disminuyó un poco la
velocidad para ver si el coche nos adelantaba, pero se mantuvo al ritmo.
Volvió a maldecir y aceleró, soltándome para conducir con ambas manos.
El coche de atrás hizo lo suyo, y se mantuvo al ritmo.
—Abróchate el cinturón—Me ordenó, y obedecí, con mis manos
temblando ligeramente.
— ¿Qué vas a hacer? —Pregunté, tratando de parecer tranquila.
—Voy a intentar perderlos.
— ¿Quieres que llame a la policía? —Pregunté, en un intento de ser útil.
—Mi teléfono se ha quedado sin batería, y por estos lugares no hay
señal—Dijo, moviendo la palanca un par de veces y acelerando cada vez
más—Vamos a tener que salir de esto sólo nosotros.
¡Dios mío! Me llevé las manos al rostro y suspiré.
—Lo siento tanto Jack, esto es por mi culpa, lo sé.
Tenía unas malditas ganas de llorar por meterlo en problemas, pero las
lágrimas no solucionarían nada en este punto.
— ¿Tu culpa? ¿Por qué demonios sería tu culpa, Ann?
—No sé, solo lo sé.
Se desvió del habitual camino a casa y tomó la calle 110, que daba a una
montaña que hacía a veces de campamento infantil. Fruncí el ceño y lo
miré.
— ¿Qué hacemos aquí?
Jack me miró de soslayo.
—Solía venir todos los fines de semana a acampar a este lugar con mi
padre, mientras mamá y Bel se quedaban en casa de la abuela. Me conozco

143
ANNIE GRINTON

este lugar a la perfección, y sé que hay un camino que nos llevará directo a
unas calles más debajo de mi casa. Vamos a escapar de sea quien sea.
—Jack, es de noche y el lugar está oscuro.
Se encogió de hombros.
—Una pequeña complicación. Nos la arreglaremos.
— ¿Y tu coche?
—Se quedará aquí. Con un poco de suerte, se interesará más por el
coche que por ti.
— ¿Y si se lo lleva? Jack, es tu coche.
—Ann, no estás entendiendo. ¡Se trata de ponerte a salvo! No me
importa el jodido coche, sólo me importa sacarte de aquí.
Entonces se escucharon disparos, y se me escapó un grito. ¡Maldita sea!
Me giré para ver hacia atrás.
—Uno de los tipos, el que va en el copiloto, sacó un arma—Le
informé—Están tratando de darle a las ruedas.
Volvió a maldecir, y trató de acelerar más, pero ya el coche estaba a todo
lo que podía.
—Escucha, se avecinan unas curvas. —Me dijo, hablando
rápidamente—Vas a saltar, ¿me escuchas? Rápido. Hay un montón de rocas
grandes cerca, escóndete entre ellas hasta que llegue. La oscuridad va a
cubrirte, no te verán. ¿Puedes hacerlo?
—No tengo miedo.
Al menos no de lo que pudiera pasarme a mí. Él sonrió y me miró.
—Sé que no.
— ¿Tú que vas a hacer?
—Voy a volcar el coche. ¡Saltaré antes de que me pase algo, te lo
prometo! —Añadió, cuando estuve a punto de replicar.
Santo Dios, esto no me gustaba nada.
— ¿Qué pasa si no puedes saltar? ¿Qué pasa si te ven?
—No seas negativa, no lo harán.
—Jack, tengo miedo de que te pase algo…
—Hey, Hey. No me pasará nada—Dijo, seriamente. — ¿Estás lista?
Mi corazón latiendo aceleradamente. Asentí. Abrí ligeramente la puerta,
y el frío aire invadió nuestra privacidad. Comenzaron a castañearme los
dientes, así que apreté fuertemente mi mandíbula.
—Tres… Dos… ¡Salta!
Y me arrojé fuera.
La gravedad me empujó hacia arriba y hacia atrás, haciéndome caer
rápidamente entre la maleza del lugar. Me golpeé el rostro con un par de
rocas al caer, pero me levanté rápidamente y corrí a esconderme,
tropezando innumerables veces. Me agaché y me quedé en silencio,
escuchando claramente como el metal del coche arañaba el suelo. Mi
corazón dio un vuelco y comencé a rezar para que no lo vieran, ni le pasara

144
BROKEN

nada.
Pasaron un par de segundos en los que me quedé en suspenso, sin tener
una jodida idea de qué podría estar sucediendo. Me quité los tacones
sigilosamente, sintiendo la tierra fría bajo mis dedos. Entonces comencé a
escuchar disparos, y unas ramas rompiéndose rápidamente. Me levanté de
mi escondite, corriendo al lugar dónde imaginaba podría estar Jack. Pero la
oscuridad no me permitía ver claramente.
Me di de bruces contra algo cálido y fuerte.
—Demonios—gruñó, con su voz.
El alivio me embargó y corrió por mis venas. Coloqué mis manos en su
rostro y tanteé en busca de alguna herida.
—Oh, gracias a Dios. ¿Estás bien? ¿Te pasó algo?
—Después, ¡Corre!
Me sujetó la mano y me llevó en dirección contraria a la que venía,
corriendo rápidamente. Los disparos seguían resonando detrás de nosotros,
pero cada vez se escuchaban más lejos. No parecía haber señal alguna de
que nos estuviesen siguiendo.
—No… nos… siguen—dije, agitada.
—Deben estar en el coche, tratando de interceptarnos en la calle de
abajo—dijo, deteniéndose y tratando de calmar su respiración—Pero no
saldremos por ahí.
Continuamos caminando en silencio, atentos a cualquier ruido de la
noche. A menudo me tropezaba con algo, pero Jack me sujetaba firme para
no caerme. Sentí que algo rompía mi piel, y se me escapó un gemido de
dolor. Él me preguntó qué pasaba.
—Mis pies… están lastimándose—murmuré.
Él se detuvo un momento e hizo ademán de quitarse sus zapatos, pero
lo detuve.
—Tus pies son más grandes que los míos, idiota. No podré correr si me
los pongo. No soy una blandengue, estoy bien.
Pude imaginar una sonrisa adornando su rostro.
—Ann, yo…
—Te juro, Jack Walker—Lo interrumpí—Que si empiezas a tratarme de
manera diferente a la que has venido haciendo todo este tiempo, voy a
cortar contigo.
—De acuerdo, chica ruda.
—De acuerdo.
—Por cierto… Logré ver al tipo que conducía—dijo, quedándose en
silencio repentinamente.
La tensión bañó el ambiente.
— ¿Quién era?
—El mismo de aquella noche que… perdí el control.
Mi garganta se cerró.

145
ANNIE GRINTON

—Dios mío, pero si Peter está muerto…—susurré.


—Tal parece que de igual manera quiere su pago—Murmuró—Pero voy
a matarlo si se atreve a tocarte. Esta vez es en serio.
Suspiré, tratando de relajar mi cuerpo.
—Hay que llegar a casa rápido—murmuré.
—Lo sé, el camino del que te hablé está bastante cerca. Llegaremos a
casa y llamaremos a la policía.
Comenzamos a correr nuevamente por el oscuro lugar, yo seguía
tropezándome constantemente pero nunca me detuve, ni siquiera cuando
sentí mi pecho comenzar a arder. Me dije a mí misma que tenía que retomar
mis carreras por la tarde, como solía hacerlo. Nunca se sabía cuando podías
necesitar de un buen par de piernas.
El camino del que hablaba Jack se encontraba atravesando una pequeña
colina de hierbas y arbustos, que me arañaron los brazos mientras
pasábamos. Estaba tratando de evitar la imagen de una serpiente
cruzándose en mi camino, pero me estaba costando trabajo.
Afortunadamente ninguna apareció.
A medida que avanzábamos se podía visualizar un poco mejor, ya que
cada vez se iluminaba un poco más el lugar; hasta que finalmente salimos a
la calle concurrida. Podía reconocerla, había pasado por aquí antes cuando
iba a la casa de Jack. Me sujetó de la mano y comenzamos a caminar
tranquilamente, entre la multitud. Él se quitó su chaqueta y sacó su camisa
hacia afuera, y soltó mi coleta.
—Es para tratar de mezclarnos con los demás. —Dijo, al ver mi mirada
interrogativa—Si salimos corriendo ahora mismo quizá nos noten. No
sabemos si están por aquí cerca observando.
Asentí, y me aferré a su mano, temblando ligeramente a causa del frío.
Él pasó un brazo por mis hombros, moviéndolo de arriba abajo para
calentarme con la fricción, luego me dio un casto beso. Sonreí.
Llegamos a su casa un par de minutos después, cerrando todas las
ventanas y las puertas. Me quedé paralizada un minuto entero al ver a Ethan
en el sofá, él estaba de la misma forma, pero supuse que por razones
distintas. Mi vestido estaba vuelto un asco.
— ¿Qué ha pasado? —Exigió saber, poniéndose de pie, Bel detrás de él
con los ojos con los ojos como platos mientras observaba a su hermano
asegurar todo.
—Puedo jurarte que no ha sido Jack—le dije.
Él me miró de tal manera que me hizo saber que en lo menos que pensó
fue en eso. Suspiré y me senté al pie de las escaleras, reposando la cabeza
contra la pared y sobándome mis pies lastimados. Algunas heridas brotaban
sangre todavía. Bel corrió a la cocina en busca del botiquín de primeros
auxilios mientras Jack se desparramaba a mi lado, su respiración agitada
igual que la mía.

146
BROKEN

—Alguien nos estaba persiguiendo—Dijo Jack.


—En realidad me perseguían a mí—Murmuré, Ethan mirándome con
ambas cejas enarcadas. Suspiré—Jack, cuéntale lo que ha pasado mientras
no estaba.
Él suspiró, miró a mi hermano fijamente a los ojos y comenzó a contar
todo desde el principio. Los moretones en mis brazos aquel primer día de
clases, el incidente en el que Jack perdió el control, la noche en que me
sacaron de casa, todo… Incluyendo lo que acabábamos de vivir hace un
momento. Ethan escuchaba con mucha atención.
—Y bueno, era ese mismo tipo el que nos seguía hace unas horas—
Finalizó Jack.
Mi hermano me miró, enojo y tristeza reflejado en sus ojos.
— ¿Por qué no me habías dicho nada? —Demandó.
Me encogí de hombros.
—Sinceramente, lo había olvidado.
—Pues ya es momento que vayas recordando todo, ¿No? Te escucho.
—La verdad es—Interrumpió Jack, tomándome la mano—Que prefiero
que hablen mañana. Hemos pasado un terrible momento, y estoy seguro de
que Ann necesita descansar.
—De acuerdo, vámonos a casa, chaparra.
Jack se aferró a mi mano y enfrentó a mi hermano.
—Preferiría también que se quedara. Ambos—añadió rápidamente él,
ante la mirada de Ethan—No quiero correr el riesgo de que el perseguidor
ande todavía por ahí fuera.
Belinda rodeó la cintura de mi hermano con un brazo y lo miró. Yo
enarqué ambas cejas a causa de la sorpresa, pero nadie me prestó atención.
—La verdad es que estoy de acuerdo con Jack. ¿Quieres que te
acompañe a la habitación de huéspedes? —Le preguntó. Mi hermano me
miró de soslayo y asintió.
—Pero esa era mi habitación—Me quejé.
Bel me miró y sonrió.
—Tú dormirás conmigo—Dijo, luego mirando a Jack con los labios
fruncidos. Él sofocó una risa.
Luego de que Bel y Ethan desaparecieran por el pasillo, Jack me empujó
hacia las escaleras.
—Rápido, ¡sube!
— ¿A dónde me llevas? —Susurré, mirando a hurtadillas detrás de mí.
—No creerás que realmente te dejaré dormir con Belinda, ¿Verdad?
¡Apresúrate, antes de que Ethan nos descubra!
Se me escapó una risilla nerviosa.
— ¿Me llevas a tu habitación?
—Digamos que es un secuestro, pero no pienso pedir rescate.

147
ANNIE GRINTON

18 LOS ENAMORADOS TIENEN UNA LOCA


FORMA DE PENSAR
En la habitación de Jack, las cosas se tornaron un poco… intensas. Sus
manos reposaban en mis caderas, y de vez en cuando se deslizaban por mis
piernas que estaban a cada lado de su cintura. Nuestros labios se movían
uno sobre otro en perfecta sincronización, y teníamos una pequeña
competencia que consistía en saber quién mordía primero a quién.
Estábamos sobre la cama, riendo y susurrando cada algunos segundos a la
espera de que Belinda nos descubriera.
Sólo esperaba que no se lo contara a Ethan. Él me mataría.
—Tu hermana se va a enojar si me descubre aquí—Murmuré, mientras
acariciaba su cabello.
Él se aferró a mi rostro e intensificó un poco más el beso antes de
detenerse.
—Ella probablemente está haciendo lo mismo con tu hermano allá
afuera.
— ¿Y no vas a discutirlo? Ethan lo haría.
Él se encogió de hombros.
—Él no la tocaría si ella no quisiera, y no pienso interrumpir… lo que
sea que estén haciendo.
— ¿Lo que sea que estén haciendo? —Pregunté, enarcando mis cejas—
No creo que eso vaya más allá de un par de besos… espero. ¡Están al otro
lado del pasillo, por favor!
Volvió a encogerse de hombros y besó mi cuello. Mi respiración falló.
—Los enamorados tienen una loca forma de pensar.
— ¿En qué estás pensando ahora mismo? —sonó como un susurro,
débil.
Me obligó a mirarlo a los ojos, y me perdí en las profundidades del azul
cristalino puro y brillante. No había rastro de burla alguna en su mirada,

148
BROKEN

estaba completamente serio. Colocó un mechón de cabello detrás de mi


oreja, y sin parpadear, me soltó:
—Quiero que seas mía.
Mis ojos se abrieron ligeramente a causa de la sorpresa, y mi corazón
tembló ligeramente. ¿Suya? ¿Primer día de novios y ya quería que fuese
suya? Sonrió abiertamente, aparentemente divertido, y me colocó un dedo
en los labios para detenerme de lo que sea que fuese a decir, aunque
realmente no iba a decir nada, porque una parte de mí, y no sabía que tan
grande era esa parte, deseaba ser suya.
—Espera—Añadió—No me refiero al sentido sexual de la palabra. Me
refiero a… Mía. Legalmente. Que todo el mundo lo sepa.
— ¿Legalmente?
—Quiero casarme contigo, Ann. Quiero que mi apellido esté junto a tu
nombre.
De acuerdo, definitivamente no entendía. Estaba loco. Demente,
seguramente.
— ¿Por qué?
— ¿Por qué no?
— ¿Por qué sí?
—Porque te quiero.
—Eso no es razón suficiente, Jack.
—Es razón suficiente para mí. Quiero que tu cabeza repose en mi pecho
cuando llegue la hora de dormir, que cuando abra los ojos en la mañana lo
primero que vea sea tu cabello desordenado y tus labios cubiertos de
baba…
—Eso no es divertido, yo no babeo.
—No me interrumpas, coño—gruñó, divertido— ¿Dónde estaba? Ah,
sí, lo de despertarme… luego de darte los buenos días y decirte lo horrible
que te ves, quiero bañarme contigo y luego bajar a prepararte un buen café.
No como esos que venden en el instituto, uno bueno de verdad. Y el
desayuno…
—El desayuno podría hacerlo yo.
—No, nada de eso. Quiero que seas mía para consentirte, no para que tú
me consientas a mí. Quiero darte todo, Ann. Quiero ser tu todo, siempre.
—Todavía no lo entiendo—admití—Tengo diecisiete años, Jack.
—Y yo no soy mucho mayor, pero eso no importa. Cumplirás la
mayoría de edad este año, puedo esperarlo. Pero quiero que seas mía.
Quiero estar contigo hasta que ya no pueda respirar.
Ay, mi Dios santo. Mi corazón se estaba derritiendo por tanta ternura.
Mis ojos se humedecieron.
— ¿Por qué yo? ¿Hace cuanto nos conocemos Jack? ¿Dos semanas?
¿Un mes?
— ¿De verdad importa?

149
ANNIE GRINTON

—No nos conocemos de hace mucho…


—Tal vez fue corto el tiempo, pero yo te conozco más que a mí mismo.
—Pero…
—Ann, tú lograste hacer lo que nadie más pudo. Y eso es razón
suficiente para querer casarme contigo. Yo no voy a dejar de sentir esto
jamás; de hecho, crecerá con cada día que pasa.
Me mordí el labio.
— ¿Qué hice? —Pregunté, curiosa.
—Me hiciste quererte.
— ¿Y eso que tiene de especial? Has querido a muchas.
Él negó con la cabeza, pasando sus dedos por mi cuello, haciéndome
estremecer.
—Hay una diferencia entre tener sexo y hacer el amor. —Dijo,
moviendo sus labios en mi cuello. Suspiré—En el sexo, el cuerpo disfruta.
Es meramente carnal. —Ahora sus labios estaban en mi oído. Bajó la voz
hasta convertirla en un sexy susurro—Cuando se hace el amor, es el alma
quién goza. Y te juro, Annie Hathaway, que jamás en mi vida me había
sentido de esta manera. Con sólo verte… con sólo rosarte, mi corazón late
tan fuerte que siento miedo de que pueda explotar en cualquier momento.
Pero si muero, no es el miedo a lo que pueda haber más allá lo que me
preocupa, sino que me da miedo dejar de verte.
Y finalmente su boca encontró la mía de nuevo. Mis manos reposaban
en su pecho, así que podía sentir a su acelerado y cálido corazón latir bajo
mi palma. Y se sentía extremadamente bien saber que causabas ese efecto
en alguien que te hacía sentir miles de emociones diferentes. Tal vez ahora
podía entender las historias de Federico Moccia. Cuando se quiere a alguien
tanto, nada tiene sentido. Después de todo, los enamorados tienen una loca
forma de pensar.
Rompí el beso con una sonrisa, y se me escapó una carcajada ligera.
—Jack, quiero casarme contigo.
Sus ojos brillaron.
— ¿Lo dices en serio o sólo para hacerme sentir mejor?
—Lo digo en serio.
— ¿Aunque Ethan se enoje?
Le di un casto y sonoro beso.
—Aunque se caiga el cielo.
Él rió, y me acercó a él de nuevo. Mis manos se fueron directamente a
su camisa, pero antes de que pudiera sacarla por sus brazos, me detuvo.
—Cariño, contigo quiero hacer la cosas bien…—murmuró, su voz un
poco agitada—Deseo esto tan malditamente tanto, te lo juro… Pero quiero
darte la importancia que mereces. Quiero estar contigo de esta forma en
nuestra luna de miel… Quiero que sea perfecto.
—Pues yo quiero hacerlo aquí, y ahora. —Me acerqué a sus labios, pero

150
BROKEN

me hizo retroceder.
— ¿Con tu hermano al otro lado del pasillo?
—Podría estar detrás de la puerta, y no me importaría.
—Eso no lo pensabas hace cinco minutos.
—Las mujeres solemos cambiar de parecer con bastante rapidez.
Intenté besarlo de nuevo, pero me detuvo.
—Ann…—Comenzó.
—Jack. —Lo interrumpí, bajándome de su regazo y acostándome a su
lado—Dijiste que querías consentirme… darme todo lo que quiero. Te
quiero a ti, y te quiero ahora.
—Pero…
Me crucé de brazos, enarqué las cejas y me enfurruñé.
—Dije: ¡Ahora!
Lo último que vi antes de que me rompiera la ropa fue la sombra de una
sonrisa en la comisura de sus labios.

***

— ¡Annie Hathaway! ¡Voy a matarte!


Me llevé las manos a los oídos ante el estridente chillido, y abrí
ligeramente los ojos. Mi cabeza reposaba sobre el pecho de Jack, y los
recuerdos de la noche que habíamos vivido me hicieron ruborizarme.
Aunque claro, el que Belinda haya logrado entrar y nos haya conseguido
envueltos en la misma sábana no ayudaba mucho.
—Buenos días—susurró Jack en mi oído.
Sonreí tontamente.
—Buenos días—Le respondí.
— ¿Buenos días? ¡Ya veremos si son buenos días cuando Ethan se
levante y te encuentre aquí!
Miré a Belinda a los ojos, aterrada.
—No puedes decirle—supliqué.
Se cruzó de brazos, enarcó las cejas y me señaló la puerta con los ojos.
—A mi habitación, ¡Ahora!
—Primero necesito vestirme—murmuré, mirando el suelo, más
ruborizada que nunca— ¿Te das la vuelta?
Ella se agachó, recogió mis cosas y me sacó por un brazo de la cama.
Jack soltó unas risitas mientras yo me envolvía bien y desaparecía por la
puerta. Por todo el pasillo Belinda murmuraba maldiciones, y cuando
finalmente nos detuvimos en su cuarto, me fulminó con la mirada.
— ¿Qué mierda pasó anoche? —exigió saber.
Me mordí el labio.
— ¿Qué no te lo imaginas? —Insinué, señalando mi “Vestimenta”.
—Pero ¡Ustedes se odiaban! Siempre intuí que pasaba algo entre ambos,

151
ANNIE GRINTON

pero nunca pensé que llegaran a esto. Annie, te dije cómo era mi hermano.
Sé lo que va a hacerte, posiblemente ya esté llamando a otra chica, y no
quiero que mi nariz vuelva a ser maltratada porque yo no…
—Vamos a casarnos.
—…Tengo la edad suficiente para… ¿¡Qué!?
—Lo que escuchaste.
— ¿Estás de broma?
—Nop.
— ¿Van a casarse?
—Sip.
— ¿Con anillo y todo? ¿Por la iglesia?
—Posiblemente.
—No me lo creo.
Reí.
—Sí, ya me lo imaginaba. Oye, pero es un secreto, no se lo cuentes a
Ethan todavía.
—De acuerdo.
Y hablando del rey de Roma, el idiota que se asoma.
—Buenos días mi am… Hola.
Belinda se ruborizó y desvió la mirada, y entonces lo entendí. Claro,
después de todo, ella no fue a buscarme a la habitación sino hasta esta
mañana, ¿no? Abrí mi boca ligeramente y la miré, ella sin mirarme todavía.
—Tú…—Comencé.
—Después—Me interrumpió.
¡Claro! ¡Ella me había comido viva y yo tenía que aguantarme hasta
después!
—Chaparra, tenemos que irnos a casa.
Parpadeé para regresar en mí.
—De acuerdo. Igual y tengo que cambiarme. Voy a despedirme de Jack.
Salí corriendo de la habitación de mi amiga, dejándola a solas con mi
hermano mientras subía a ver a mi prometido. Sonaba gracioso en mi
cabeza, no quería ni imaginar cómo sonaría fuera de mis labios. Entré a su
habitación sin llamar, y lo encontré todavía en cama, pero en bóxers.
Sí, bueno, ya podía solicitar botes para que navegaran en la laguna de
baba que había hecho.
— ¿Disfrutando de la vista? —Preguntó, sonriendo.
Saltó enseguida de su cama y corrió para cargarme y girarme. Reí a
carcajadas y le di un sonoro beso en el cuello.
—Bastante—admití.
Soltó una ligera carcajada.
— ¿Qué, lograste escapar de mi hermana?
—Sí, pero sólo vine a despedirme. Regresaré a casa con Ethan.
Su rostro se descompuso, pero luego se recuperó.

152
BROKEN

—Bueno, no será por mucho. Cuando nos casemos, vivirás conmigo.


Sonreí.
—Claro.
—Te quiero.
Mi corazón se detuvo y volvió a palpitar rápidamente.
—Yo también te quiero.
Y así, con una sonrisa de tonta enamorada que me llegaba de oreja a oreja,
regresé a la vieja casa con mi hermano.

153
ANNIE GRINTON

19 EL COMIENZO DEL FINAL

Llegamos a casa en cuestión de minutos, riéndonos. Estaba bromeando


con mi hermano acerca del hecho de que Belinda no durmió en su
habitación. Él no sabía que yo tampoco había dormido ahí, así que fingía
estar dolida porque me dejaron sola. Hacía un esfuerzo por no sonreír.
Mientras caminábamos hasta la puerta, ambos abrazados, me sentí
desfallecer. La puerta de nuestro hogar se abrió de par en par, y aquel
hombre arrastrado y psicópata que me había perseguido se hizo paso hacia
afuera con dos escoltas armados. Mi corazón se detuvo y funcionó de
nuevo en cuestión de segundos. Este era mi fin.
—Ethan, corre—susurré, mientras mis ojos se humedecían.
Sentí esa necesidad de ver a Jack, de abrazarlo, de besarlo. Era probable
que después de esto no volviera a verlo jamás.
—Estás loca si crees que voy a…
Pero no lo dejaron terminar.
Los dos escoltas del tipo psicópata dieron un paso adelante, levantando
sus armas y apuntando a un solo objetivo: Mi hermano. Las balas
atravesaron su pecho una, dos, tres, tantas veces que no había posibilidad
alguna de recuperación. Cayó al suelo, frío e inmóvil, justo como me
encontraba yo ahora mismo.
Me sentía presa de una pesadilla, un mundo carente de sentido, vacío…
—Entra, niña. Ahora—Rugió él.
Los matones guardaron sus armas y retrocedieron de nuevo,
escondiéndose detrás de la espalda de su amo. La adrenalina de la rabia, la
desesperación y el desconcierto se apoderó de mi cuerpo. No deseaba morir
tan pronto, ni de una manera tan dolorosa, pero no quería rendirme tan
fácilmente. Giré sobre mis talones y comencé a correr calle abajo, lejos de
allí.
Las fuertes pisadas comenzaron a resonar tras mi espalda, clara señal de

154
BROKEN

que me seguían. Me sentí orgullosa de mí misma por todas aquellas tardes


en las que salí a trotar, porque tenía la resistencia suficiente como para
correr con bastante velocidad, más de lo normal. Estaba claro que la
adrenalina también influía, y el miedo que sentía.
Pero me quedé paralizada cuando una camioneta negra apareció en mi
campo visual.
Jack.
Estaba con Belinda, ambos venían riendo, sólo Dios sabe sobre qué. Y
una frase llenó mi cabeza: Después de una sonrisa, viene una lágrima.
Intenté esconderme, pero estaba justo en medio de la calle, y no había
forma de hacer un solo movimiento que pasara desapercibido. Menos
ahora, que sus ojos estaban fijos en mi cuerpo. Me di una rápida mirada, y
me quedé sin aliento. La sangre de mi hermano bañaba mis ropas, y me
sumergió en un doloroso recuerdo de años atrás. La voz de las enfermeras
susurrando en los pasillos, las máquinas soltando pitidos en las
habitaciones, una puerta blanca y una pared de vidrio, uno de los finales
más dolorosos de mi vida.
Jack supo que había algo mal con sólo mirarme, luego se fijó en los
otros tipos que venían detrás.
No detuvo la camioneta.
— ¿Jack? ¿Jack que estás…?
Pero se acercaba a toda velocidad, su mirada fija en mis perseguidores.
Los arrolló a todos, dejándolos inmóviles sobre el pavimento. Mi
corazón dejó de latir.
— ¿Estás bien? —Preguntó Belinda, bajándose rápidamente.
Llegó a mi lado en cuestión de segundos, con Jack pisándole los talones.
Pero él la alcanzó fácilmente y la adelantó, rodeándome con sus brazos
rápidamente.
— ¿Estás bien? Dime que estás bien—Hablaba rápido y emocionado.
Yo sólo me limité a asentir, y a aspirar su aroma. Me sentí relajada,
segura. La sensación de que todo había terminado florecía en mi interior.
Hasta que se escuchó el disparar de un arma.
Y Jack se deslizó de mis brazos, al ritmo de los gritos de Belinda, hasta
llegar al suelo.
Caí de rodillas frente a él, sin poder creer lo que pasaba frente a mis
ojos. Me sentía presa de una pesadilla, algo frío e irreal.
Sus ojos no soltaron los míos en ningún momento, y se humedecieron
mientras se retorcía en el suelo y se llevaba las manos al pecho.
—Lo siento, Ann—Susurró, la sangre brotando de sus labios.
El tipo que le había disparado logró salir corriendo, pero no le presté
demasiada atención. Mi corazón estaba ahí, tendido en el suelo, dejando de
latir poco a poco.
—Jack, no te atrevas a dejarme—Le dije, llorando. Le sujeté el rostro

155
ANNIE GRINTON

con mis manos mientras le gritaba a Bel que llamara a una ambulancia.
—Te amo, Ann.
Sollocé, porque era la primera vez que lo decía.
—No, ¡No me lo digas aquí! Vamos a salir de esta, Jack. Ya verás que sí.
Tosió, y me llenó las manos de sangre, pero no me importó.
—Voy a seguir cuidando de ti, te lo prometo.
—No, Jack. ¡Cállate maldita sea! ¡Si te mueres te mato!
—Perdóname Ann. Perdóname.
Y cerró sus ojos, justo cuando la ambulancia se detenía.
— ¿Jack? —Susurré. —Jack, no es gracioso. ¡Jack, abre tus ojos! ¡Abre
esos malditos ojos, Jack! ¡JACK!
Belinda me sujetó, porque estaba golpeándolo para que despertara.
Pero no lo hizo.
El mundo empezó a darme vueltas, el tiempo se detuvo…
Y me desmayé.

156
BROKEN

20 EL FINAL

Había experimentado el dolor de distintas maneras.


Un brazo roto al caer de una bicicleta, un tobillo fracturado al caer por
las escaleras, quemaduras, cortes, golpes, costillas rotas. ¿Pero esto? Esto
era desproporcional. Ilógico. Inhumano. Sentía como si luego de darme alas
y elevarme hasta lo más alto del cielo, hubiesen decidido arrancármelas y
dejarme caer sin pudor alguno. No había compasión, no había sentimientos.
Todos me observaron caer y nadie se atrevió siquiera a mirar en mi
dirección, en intentar tenderme una mano.
Podría decir que me arrancaron el corazón y en su lugar dejaron agujas,
cuchillos y veneno. Estaba muriéndome lentamente, mi sangre dejando de
correr por mis venas, mis ojos cerrándose con suavidad por un débil intento
de mantener las lágrimas dentro, pero no podía; ya estaba cansada de
oprimirme.
Llegué a casa junto a Bel, quien no decía ni una sola palabra. Mejor así,
no estaba de ánimos para entablar conversación.
Caminé despacio hasta mi habitación, su habitación, arrastrando mis
pies en un débil intento por retrasar lo que sucedería a continuación.
Porque estaba cansada, estaba rota, estaba completamente destrozada por
perder a todos aquellos que alguna vez significaron algo para mí. Por perder
a alguien que lo fue todo, incluso más.
Abrí la puerta, mis manos temblando. Ya no saltaría de la cama al
verme, ni me regalaría una de esas sonrisas que tanto empeño puse por
hacerme creer a mí misma que odiaba. Tampoco me levantaría del suelo y
me haría girar, ni enterraría su rostro en mi cuello para oler mi perfume,
porque simplemente ya no estaba. Se había ido. Me lo habían arrebatado.
Mis piernas fallaron en ese momento, arrojándome al suelo con
brusquedad. La puerta se cerró detrás de mí y me apoyé en ella, observando
con nostalgia y tristeza todo lo que me rodeaba. Todo lo que era mío y era

157
ANNIE GRINTON

de él, todo lo que compartimos. Las lágrimas se deslizaban por mi mejilla


rápidamente, una tras otra, y el agujero en mi pecho amenazaba con
absorberme. Cada vez se hacía más grande, más doloroso.
A mi lado, sobre la repisa, descansaba una hojilla de metal que él
utilizaba para afeitarse. Contuve un grito, un gemido, el llanto. Maldita sea,
¿cómo podía extrañarse tanto a alguien? ¿Cómo podía existir tanto dolor,
desesperación, agonía en una persona? ¿Cómo podía amarse tanto a alguien,
tan malditamente tanto que puedas verlo incluso cuando sabes que ya no
está ahí? Porque lo veía. Lo veía sobre la cama, conmigo sobre su pecho. Lo
veía en la ventana, hablándome sobre lo hermosa que estaba la luna. Pero
sobre todo, lo veía en el espejo, utilizando la hoja de acero para quitar la
barba incipiente que él tanto odiaba.
Cerré mis ojos con fuerza, apretando mis puños contra ellos, tratando
de devolver las lágrimas. Tratando de no romperme ante un amor que me
había reconstruido. Pero no podía engañarme a mí misma. Ahora estaba
sola, como lo estuve hace un tiempo. No tenía familia, y la única amiga que
me quedaba estaba igual que yo, en el piso de abajo. No podía buscar
consuelo en alguien que podría hacerme sentir peor, aunque dudaba que eso
fuera posible.
Sentía que la oscuridad me llamaba. El vacío me decía a gritos que era
bienvenida en su hogar, que me daría un frío recibimiento. Soledad. Muerte.
No más dolor carnal, nada de corazones rotos, nada de agonías, nada de ver
a alguien que se ha ido. Y la verdad es que ya no podía más.
Cerré mis dedos alrededor de la hoja afilada y la deslicé hasta mis
muñecas, mordiéndome con fuerza el labio para no gritar. Nunca había
hecho daño a mi cuerpo. No yo misma. Estaba aterrada; me asustaba el
hecho de no saber qué podría esperarme al otro lado, y por eso mi mano
temblaba ligeramente. Pero había una leve posibilidad de que volviera a
verlo, y eso me alentaba. Realicé un corte vertical desde la base de mi mano
hasta mi codo, para que no haya manera de recuperarme. Ya no había
vuelta atrás. No quería que hubiera marcha atrás. Estaba cansada de sentir
dolor por Ethan, por Josh, incluso más por Jack. Podía ser lo
suficientemente fuerte con él a mi lado, pero sin él no podía. Sin él nada
tenía sentido, porque era él quien me sostenía.
Apoyé la cabeza del marco de la puerta, mientras escuchaba los suaves
sollozos de Bel subir desde su habitación. Entonces me alarmé, porque ella
quedaría sola. No tenía padres, se había quedado sin su hermano y sin su
novio. Tal y como me había sucedido a mí. Comencé a desesperarme,
porque justo como había querido en un principio, con estos cortes no había
vuelta atrás. Era una pésima mejor amiga. Era una maldita crueldad dejarla
luchar con otra muerte a sus espaldas.
—Lo siento, Bel…—sollocé, tratando de apretar mis puños, sin éxito.
La sangre comenzaba a bañar el suelo de la habitación, y mi cuerpo se hacía

158
BROKEN

cada vez más pesado.


Cerré mis ojos, soltando las últimas lágrimas que derramaría en este
mundo. Pero entonces, cuando estuve a punto de caer en la inconsciencia,
noté que algo hacía presión en mis brazos. Volví a abrir mis ojos, poniendo
toda la fuerza que me quedaba en ese simple movimiento. Mi corazón cesó
de latir.
— ¿Qué demonios estás haciendo, Ann?
Su cabello estaba despeinado, y su camiseta ligeramente abierta. Tenía el
mismo aspecto con el que había llegado esta mañana a casa. Sexy y
peligroso. Mis ojos se volvieron a llenar de lágrimas y su mirada enojada se
suavizó un poco. Hizo un poco más de presión en mis brazos, envolviendo
lo que parecía ser una venda alrededor de las heridas. La sangre había
cesado de salir. Simplemente así, se detuvo con su toque. Y ya no quedaba
sangre en el suelo. Estaba completamente limpio.
— ¿T-tú… tú q-que e-estás… haciendo? —tartamudeé, sin poder hablar
con claridad.
Su rostro se descompuso, mostrando tristeza, dolor, agonía. Un reflejo
de las emociones que yo sentía.
—No puedes venir conmigo, Ann. No ahora—susurró.
Lágrimas caían de mis ojos. Agujero negro absorbiéndome desde mi
pecho.
—Pero quiero estar contigo—susurré.
Se quedó en silencio unos segundos, mirándome fijamente a los ojos.
Los suyos comenzaron a humedecerse lentamente, y eso me dolió, porque
nunca lo había visto llorar. Él era el más fuerte, ¿por qué lloraba ahora?
—Te amo, Annie Hathaway. Te amé con mi vida, te amo con mi alma, y
te amaré con mi existencia. Estaré contigo día y noche, en la salud y en la
enfermedad. Ni siquiera la muerte podrá separarme de ti—susurró,
chocando su frente con la mía, nuestras lágrimas mezclándose—Pero no
puedo hacerte esto. Tienes que vivir, tienes que salir adelante, tienes que ser
fuerte. Eres fuerte. Podrás superar esto.
—No quiero superarte—lloré—Quiero estar contigo. Siempre.
—Siempre vamos a estar juntos, mi amor. Siempre. No me importa si
no me ves, debes tener siempre presente que voy a estar a tu lado, pase lo
que pase. Y cuando finalmente tengas que morir, cuando sea realmente tu
hora, voy a estar en las puertas del cielo, esperándote. Te lo prometo.
Solté un grito ahogado y él me consoló. ¿Cómo pretendía que me
mantuviera firme cuando manteníamos esta conversación? Me dolía como
el infierno todo esto.
—Te amo Jack—sollocé en su hombro—Y no he amado a nadie como
te amo a ti. Y no amaré a nadie más, como a ti.
Él sonrió, limpiando sus lágrimas.
—Tienes que volver a amar, Ann. Tienes que seguir adelante.

159
ANNIE GRINTON

— ¿Cómo puedo seguir adelante si no te tengo a mi lado?


—No lo sé, pero encontrarás la manera—limpió mis lágrimas con
suavidad y me quitó la hoja de metal de la mano para arrojarla detrás de
sí—Y no hagas ninguna tontería. Bel te necesita. Ella es tu hermana ahora.
¿Acaso estabas bien sabiendo que ibas a dejarla sola?
Negué con la cabeza, mirando en la profundidad de sus ojos azules.
—Te amo—repetí, sollozando. —Y no voy a olvidarlo. No voy a
olvidarte nunca.
Volvió a sonreír.
—Sé que no lo harás. Soy imposible de olvidar.
Reí y lloré al mismo tiempo. Él era mí Jack. Mío. Siempre.
—Tengo que irme—susurró.
Me alarmé. Aferré su camisa con mis dedos y me obligué a mantenerlo
ahí todo el tiempo que pudiera. No quería que se fuera, quería que se
quedara conmigo ahí. Que detuviera el tiempo.
—Ann…—sollozó—Ann, debo irme. No quiero, pero tengo que. Por
favor, por favor, deja de llorar mi niña. Deja de sufrir por mí. Cuando me
enamoré de ti, y me propuse enamorarte también, me juré a mi mismo que
no te haría sufrir nunca. Me duele a las mil maneras verte tan destrozada, mi
amor. Por favor, basta de lágrimas.
—No quiero que te vayas. ¡No quiero, Jack! ¡No quiero! —grité,
abrazándolo con fuerza.
Sus brazos me elevaron con facilidad y me depositaron en la cama con
suavidad, su cuerpo presionando el mío por encima de mí. Su boca buscó
con desesperación la mía y me besó con ferocidad, con hambre voraz, con
lujuria, con pasión, y sobre todo, con todo el amor que sentía. Mi corazón
estaba a punto de colapsar por el torrente de emociones que me
embargaban, pero lo único que podía hacer en ese momento era devolverle
el beso, porque sabía que quizá era la última vez que volvería a verlo.
—Te amo, Ann. Siempre lo haré. Eres tú, mi chica perfecta. La que
siempre soñé. Te amo. No lo olvides. No me olvides.
Y poco a poco, se desvaneció.

***

Cuando abrí mis ojos, estaba todavía sentada en el suelo con la espalda
reposando en la pared. La hojilla de metal se encontraba todavía sobre la
repisa, y mis brazos estaban en perfecto estado.
Un sueño.
Todo había sido un jodido sueño.
Cerré mis ojos de nuevo y suspiré, sintiendo el aroma de mi prometido
abrirse paso por mis fosas nasales. Iba a volverme loca, eso lo sabía. Este
dolor era simplemente el comienzo. Todo empeoraría cuando regresara al

160
BROKEN

instituto, cuando viera su mesa, cuando me acercara a nuestro árbol. Donde


comenzó todo. Por supuesto, también recordaría a mi hermano y su
excesivo nivel de celopatismo. Las noches en las que dormíamos juntos,
cuando me contaba historias, cuando me defendía de Peter, incluso
recordaría el tiempo en el que estuvo desaparecido.
Maldita sea, me sentía como una pluma en el aire.
—Voy a extrañarlos jodidamente tanto—Sollocé. —Tan jodidamente tanto
que no sé si pueda vivir con ello.

161
ANNIE GRINTON

EPÍLOGO

Era una tarde de Julio, con el anochecer bastante cerca. La brisa soplaba
con fuerza y hacía estremecer las ramas de los árboles. El sol se ocultaba
cada vez más rápido por detrás de las montañas, y el frío se hacía cada vez
más presente.
Allí estaba yo, de pie frente al árbol donde comenzó todo. La toga se
arrastraba por las hojas que corrían por el suelo, y el birrete reposaba entre
mis dedos, colgando flácido y como si no estuviera allí. No podía quitar la
mirada de aquella rama en la que me colgaba siempre, escondiéndome para
que nadie observara los dibujos que con tanto esmero me empeñaba en
perfeccionar.
Si me concentraba lo suficiente, podía revivir aquella escena en la que
nuestros caminos se cruzaron. En la que lo toqué y me tocó. En la que…
—Deberías entrar, vas a coger un resfriado con este clima.
Me giré.
Un chico con el cabello alborotado, negro y rizado me sonreía. Sus ojos
verdes eran amables, reflejando en ellos que conocían la historia. Mi historia
con este árbol.
—No me importa enfermarme—Le respondí, mirándolo con expresión
seria.
Dio un par de pasos hasta detenerse a mi lado y contemplar mi árbol.
—Siempre he pensado que este árbol poseía cierta magia. Solía pasar las
tardes en sus ramas, ocultándome de los profesores y mis amigos.
No pude evitar sorprenderme.
— ¿Estudiaste aquí? —Pregunté, enarcando mis cejas.
—Me gradué hace tres años. Ahora estoy estudiando arquitectura en la
universidad de Londres.
—Vaya, allí es a dónde me iré en un par de días, junto a mi hermana.
Sonrió, y esa sonrisa me trajo muchos recuerdos. Memorias que hacía

162
BROKEN

que mi estómago se retorciera y mi corazón doliera.


— ¿Tienes una hermana? ¿De tu edad?
Asentí.
— ¿Cómo se llama?
—Belinda.
Sus ojos brillaron en reconocimiento.
—Oh, vaya. Ya entiendo.
Me quedé en silencio de nuevo, mirando las hojas de mi árbol, que junto
a sus ramas eran agitadas rudamente por el frío viento.
— ¿Quién te ha contado la historia? —Le pregunté, sin mirarlo.
Su turno de quedarse en silencio. Luego de unos segundos, suspiró y
carraspeó con incomodidad.
—Vaya, creo que he sido bastante obvio, lo siento. Mi hermano,
Sebastián Field, estudió contigo este último año y me lo contó todo.
—Es increíble cómo se corrió toda la historia. Creí que mi vida era un
secreto, que era invisible para todos.
—Eras muchas cosas, menos invisible. Podría decir que incluso eras
popular. Todos te conocían. No había ninguna reunión en casa donde los
amigos de mi hermano no hablaran de ti.
—Pues vaya sorpresa. Estaba acostumbrada a creer que nadie me
miraba. Siempre pasaba desapercibida.
—Pues con esas piernas, lo dudo mucho.
Mi aliento se estancó, y el Deja Vu me hundió hasta el cuello en aquel
momento. Esas mismas palabras… Tuve que parpadear un par de veces
para alejar las lágrimas de mis ojos, y él percibió que algo andaba mal,
porque enseguida me pidió disculpas.
—A veces soy muy atrabancado, lo siento. No era mi intención revivir
viejas heridas.
—No se puede revivir algo que nunca ha muerto. —Murmuré, a
sabiendas de que esa herida siempre estará ahí. Le di un último vistazo a mi
árbol, y di media vuelta—Tengo que irme, mi hermana me está esperando.
—Mi coche está aparcado en el estacionamiento. Te llevo.
No puse resistencia, me limité a asentir, con el corazón latiendo a mil
por hora, sangrando.
— ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Ya estás haciendo una.
—De acuerdo, ¿Puedo hacerte otra?
—Ahí va la segunda.
Sonrió.
—Demonios. Está bien, déjame intentarlo así: Necesito hacerte una
pregunta.
Yo no sonreí.
—Dispara.

163
ANNIE GRINTON

— ¿Qué pasó con el tipo que… ya sabes?


—La policía lo capturó y apresó. ¿Podemos cambiar de tema?
—Claro, perdona.
Abrió la puerta de un Mustang GT rojo para mí, y me tendió la mano
para ayudarme a subir.
—Por cierto, soy Jace. Jace Field. ¿Annie Hathaway?
Volvió a sonreírme, y el deseo desesperado de no quedarme rota para
siempre me hizo devolverle la sonrisa. Supuse que él imaginaba que Belinda
y yo nos llamábamos hermanas por una razón, y el papeleo estaba en
trámite.
—Soy Ann. Ann Walker.

164
BROKEN

ESCENAS EXTRAS
NARRADAS POR JACK

165
ANNIE GRINTON

1 PRIMER ENCUENTRO

Estacioné la moto en un agujero que encontré al fondo. Seguramente


iba malditamente tarde, pero no me importaba. Tenía clases con el estúpido
profesor que fantaseaba con que yo le hiciera quién sabe qué tipo de cosas a
solas. Iba a darle un puñetazo en esa cara suya un día de estos si no paraba
de mirarme. Se me espelucaba el cuerpo de asco con sólo notarlo.
Me adentré en el salón, en medio de la clase ignorando la mirada
represora de todos por llegar tarde y me senté en uno de los últimos
pupitres lo más alejado de Melanie posible. Llevábamos teniendo sexo por
dos años, y aunque era malditamente buena en lo suyo, ya estaba pensando
en dejarlo. Conseguiría otra chica con facilidad.
Y justo la vi al levantar la vista.
Lo que más captó mi atención, fue su falda. Dejaba al descubierto unas
piernas perfectamente cuidadas y moldeadas, sin marcas, sin
imperfecciones, levemente bronceadas y suaves a la vista. Luego miré su
rostro, y no era sólo bella, era perfectamente hermosa. Caminó con la vista
en el suelo sin atreverse a levantarla, hasta sentarse en la mesa que estaba
frente a mí.
Tal parecía que era mi día de suerte. Sacó sus libros y los esparció por la
mesa, cogiendo una pluma y comenzando a hacer garabatos con el único
objetivo de conseguir que apartaran la vista de ella. Pero no lo consiguió.
—Señorita Hathaway, podría decirme por favor, ¿Qué resultado
obtengo de esta ecuación?—preguntó el profesor, mirándole con un amago
de sonrisa en la esquina de sus labios.
Pude sentir la tensión emanar de su cuerpo. Pensé que se encogería aún
más, incluso que lloraría, porque era tal su belleza que podría jurar que se
rompía con facilidad, que era débil emocionalmente. Pero me equivoqué.
—Pues no tengo la menor idea—respondió, claro y fuerte,
encogiéndose de hombros.

166
BROKEN

—Pues claro que no. ¿Sabes por qué?—era una pregunta retórica.
—Porque odio esta materia y no le pongo la atención necesaria, lo sé. —
dijo—Además de que su forma de explicar me aburre.
¡Santa mierda, ella no acaba de decir eso! Se me escapó una risita ante la
cara del profesor, lo que casó que ella girara a verme. Tuve que esforzarme
para no perderme en su mirada, manteniendo la sonrisa diminuta en mis
labios. Ella no sonrió, me miraba como si fuese algo peligroso.
—Acompáñeme a ver al director, señorita Hathaway—ordenó el
profesor.
Recogió sus cosas aún sin apartar la mirada de mí, y deduje que estaba
pensando en decirme algo. Tal vez no le agradaba, no lo sabía. Pero ella me
había agradado, mucho.
Lo suficiente como para quererla como reemplazo de Melanie.
Recogió sus cosas y se marchó, siguiendo los pasos del profesor. Yo
todavía sonreía como un idiota.
—Oye, yo que tú, no me molestaría en intentarlo—Susurró León
Daviali, a mí lado—Es Annie Hathaway, nadie nunca ha logrado salir con
ella. Es tan cerrada, y asocial…
Mi sonrisa se hizo aún más amplia.
— ¿Cerrada? Genial. Soy un experto abriendo chicas. —Murmuré.
Él bufó.
—No es lo mismo abrir un corazón que un par de piernas.
Lo miré, enarcando mis cejas.
—Es parecido. Sólo tengo que cambiar la técnica.
Y lo haría. A esa chica tenía que lograr enamorarla, costara lo que costara.

167
ANNIE GRINTON

2 VISITA AL CEMENTERIO

Estacioné la camioneta un par de metros más debajo de su casa, para no


correr el riesgo de despertar a su padre. Saqué las llaves con cuidado y me
bajé, esperando encontrarme con Ann en la entrada de su casa.
No estaba.
Imaginé que estaba arreglándose o haciendo cualquier otra cosa, así que me
quedé en la camioneta un par de minutos para esperarla. No llegó. Me dije a
mi mismo que la esperaría cinco minutos, pero cuando pasaron los cinco
minutos y le di cinco más, supe que no iba a llegar.
Estaba comenzando a enojarme.
¡¿A dónde demonios pudo haberse ido sin mí?! Belinda me dijo que
necesitaba que la llevara al cementerio, cosa que era bastante tétrica si nos
fijábamos en la hora, así que me subí al coche para alcanzarla, con suerte la
vería en el camino.
Hasta que se me ocurrió que quizá estuviese en su habitación todavía.
Así que comencé a caminar hasta su casa, me detuve frente a su ventana y la
llamé. Como no me respondió, aproveché algunas ramas que estaban
sujetas ahí para apoyarme mientras escalaba. Casi me da un ataque al
corazón en cuanto la vi tendida en su cama.
Su pecho subía y bajaba lentamente con cada respiración, moviendo
ligeramente los cabellos que se le pegaban al rostro. Tenía una mano debajo
de su mejilla y la otra sobre su pecho, con una expresión tranquila y relajada
en el rostro. Sonreí, porque sin el ceño fruncido que cargaba
constantemente, parecía un ángel. Sin embargo, no había sido enteramente
eso lo que casi me da un ataque, sino el delicado vestido azul cielo que
llevaba puesto, y que se le había subido casi enteramente.

168
BROKEN

Ya me había dado el lujo de admirar sus piernas antes, en el instituto, pero


ahora… Ahora veía mucho más de lo que ya había visto. Tuve la necesidad
de pasar mis dedos por ellas, y lo hice, comprobando cuan suave era su piel.
Ella soltó un gemido y se removió, y me alejé antes de que pudiera
percatarse de algo. Mis piernas temblaban, la necesidad de enterrarme
dentro de ella palpitaba dentro de mí… pero me obligué a mí mismo a
controlarme. Ella no sería “una de esas chicas” ella sería la que se quedaría
en mi corazón siempre.
Bajé un poco su vestido para ocultarme un poco de la vista, y para
controlarme mejor. Me senté a su lado, ya con todas las intenciones de
despertarla porque no sabía qué podía hacer si seguía dormida.
Besé su mejilla y la moví un poco.
—Ann, tenemos que irnos…
Frunció el ceño, y luego sonrió. Algo cálido se extendió por mi pecho, y me
pregunté si podría estar soñando conmigo. Tal vez no quería despertarla…
—Cántame… una canción…—susurró, con voz teñida de sueño.
Solté una carcajada ligera, relajada, cálida. Me sorprendí a mí mismo.
—Podría hacerlo, después. Tenemos que irnos, Ann. Abre los ojos.
Se removió inquieta. Acerqué mis labios a su oído.
—Ann—susurré, ella se estremeció y tuve que cerrar los ojos. “Contrólate”
me repetí una y otra vez—Cariño, ya casi es medianoche.
Soltó otro gemido, y frunció el ceño una vez más.
—Entonces bésame…—susurró.
Dios. Eso era justamente lo que quería hacer desde ahora por el resto de mi
vida. Quería besarla, y hacerla reír, y… Dios. Pero ella estaba dormida, y
hacerlo sería algo así como aprovecharme de ella.
—Lo haría, Ann, si no estuvieses medio muerta.
Sonrió.
—Qué bonita voz…
Una carcajada ligera de mi parte.
—Oh, Ann. Me pregunto si debería grabarte, o si tú sola recordarás todo
esto…
No respondió. Giró su rostro, colocándose de lado, colocándola en mi
pierna. Volvió a suspirar y vi que tenía planeado seguir inconsciente. Sonreí,
humedecí mis labios y los posé en sus ojos. Se removió inquieta. Trasladé
mis labios a su mejilla, saboreando su piel, y sentí esa necesidad de
continuar… No me importaba si estaba dormida. Tenía que saber a qué
sabía su boca, ahora. Me arrastré hasta la comisura de sus labios, y justo
cuando estuve a punto de besarla, despertó.
Maldije por lo bajo y me alejé rápidamente.
Cuando me observó a su lado, abrió los ojos de par en par y se sentó de
golpe.
— ¿¡Qué demonios estás haciendo en mi cama!? —Gritó.

169
ANNIE GRINTON

Sonreí.
Ya la besaría en otra ocasión.

170
SOBRE EL AUTOR

Annie Grinton es el pseudónimo de una chica de diecisiete años lo


suficientemente asustada del mundo como para dar a conocer las cosas que
escribe bajo su nombre real. Nacida en Venezuela, en un pequeño pueblo
de Yaracuy, llamado San Felipe. “Broken” es el primer libro de tantos, que
logra terminar. Inspirado en la historia de una de sus mejores amigas.

Para más historias, visita:

www.wattpad.com/user/BroknWings

www.facebook.com/AnnieGrinton

171

También podría gustarte