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EL PRINCIPIO DE JUSTICIA UNIVERSAL1


(Mercedes García Arán).

1. Principio de justicia universal y evolución de la


comunidad internacional.

La evolución de las relaciones internacionales y el


desarrollo de los acuerdos interestatales relativos a la
persecución de la delincuencia ha ido sentando progresivamente
las bases para la demanda internacional de responsabilidad penal
a los individuos, superando la vieja concepción por la que sólo
los Estados eran acreedores de responsabilidad en el plano del
derecho internacional. En ello ha resultado decisiva la
progresiva conformación de un bloque de valores o intereses que
los Estados han venido reconociendo como pertenecientes a un
orden público supranacional, en cuya conservación se encuentran
todos interesados y, por tanto, comprometidos. En orden lógico,
la consolidación de ese conjunto de intereses comunes debe
conducir a la progresiva delimitación de delitos contrarios al
orden internacional y permitir el planteamiento de la
responsabilidad individual de quien los lesiona, lo que, por
último, conduce al tema clave de los instrumentos jurídicos para
su persecución y enjuiciamiento.

Lógicamente, ello se enmarca en el proceso de consolidación


de la comunidad internacional como sujeto supraestatal que ha
venido favorecido desde el fin de la primera guerra mundial por
una serie de factores entre los que destaca la aparición de una
serie de valores relativos al bienestar, la dignidad, los
derechos humanos etc., para cuya protección resulta cada vez más
insuficiente la intervención aislada de los Estados2. El
desarrollo del concepto de comunidad internacional como sujeto
activo en la protección de intereses que le son propios,
requiere, paralelamente, la consolidación de intrumentos
jurídicos de exigencia de responsabilidad que, como el propio
concepto de comunidad internacional, también suponen un avance
respecto de los conceptos tradicionales de soberanía estatal y
territorialidad.

Este es el marco de partida en que se inscribe el llamado


principio de justicia (o jurisdicción) universal, que supone un
paso más respecto de la mera cooperación entre Estados para la
persecución de delitos. En efecto, los instrumentos de
cooperación mediante los cuales los Estados se prestan
asistencia mutua para la persecución de hechos delictivos
1
Este artículo constituye un capítulo del libro Crimen
internacional y jurisdicción universal. El caso Pinochet. García
Arán/López Garrido (coords). Valencia,Tirant lo Blanch
2000,pp.63,ss
2
Con amplio desarrollo de los factores incidentes, GONZALEZ
CAMPOS-SANCHEZ RODRIGUEZ-SAENZ DE SANTA MARIA, Curso de Derecho
Internacional público,Madrid,1998,pp.66-67
1

suponen ya un grado de reconocimiento de interés supranacional


en la represión de la delincuencia y se concretan, básicamente,
en los acuerdos sobre extradición, cooperación procesal y
policial o reconocimiento de sentencias extranjeras etc.,
destinados a compensar los límites de la actuación territorial
de los Estados, pero no tienen necesariamente su razón de ser en
el reconocimiento de unos bienes jurídicos asumidos como propios
por la comunidad internacional 3.

En cambio, es ese reconocimiento de intereses necesitados


de protección internacional el que proporciona la principal
fuente de legitimación al principio de justicia universal.
Mediante el mismo los Estados se declaran competentes para
perseguir determinados delitos cometidos fuera de sus fronteras
y con independencia de la nacionalidad de sus autores o sus
víctimas.4 Con el principio de justicia universal, por tanto, se
establece una importante excepción al principio básico de
territorialidad de la ley penal, con arreglo al cual los Estados
son competentes para enjuiciar los hechos cometidos dentro de
sus fronteras, lo que no es sino expresión de la indiscutible
vinculación entre ley penal y ejercicio de soberanía, concepto,
a su vez vinculado al de ámbito territorial del Estado. En todo
caso, se trata de una excepción a la territorialidad porque
supone la aplicación extraterritorial de la ley, pero en
realidad, se destina a complementar la aplicación territorial en
el sentido de que pretende compensar sus limitaciones,
interviniendo cuando éstas dificultan o impiden la persecución
del delito.

El principio de justicia universal no es el único caso de


extraterritorialidad de la ley penal que se admite, pero en
cambio presenta algunas características diferenciales respecto
de otros igualmente admitidos. Así, en virtud del principio
personal los Estados se atribuyen competencia para perseguir
hechos cometidos por sus nacionales (personalidad activa) o
contra sus nacionales fuera de su territorio (personalidad
pasiva), o bien, con arreglo al llamado principio real o de
protección pueden declararse competentes para la persecución de
delitos contra intereses estatales cometidos en otro país.

Desde un punto de vista formal, las declaraciones de


extraterritorialidad de la ley penal formuladas por un Estado no
plantean problemas de interferencia con la soberanía de otros.
Los Estados no pueden realizar actos de soberanía en el
3
Al respecto, PIGRAU SOLE,A. "Elementos de Derecho
Internacional Penal", en Cursos de Derecho Internacional de
Vitoria-Gasteiz, Madrid,Tecnos,1997,pp.147 ss.
4
Entre otros, MIAJA DE LA MUELA,Derecho internacional
privado,II,Parte especial,Madrid,1987,pp.631 ss. ESPINAR
VICENTE-RUIZ ENRIQUEZ,Derecho internacional privado
español.Derecho penal internacional español,
Granada,1988,p,118.,DIEZ SANCHEZ,El derecho penal internacional
(ámbito espacial de la ley penal),Madrid,1990,p.174 ss.
1

territorio de otro, pero son soberanos para decidir el ámbito de


su propio poder punitivo5. El grado de eficacia de tales
declaraciones dependerá, a su vez, del grado de legitimación
internacional que se les reconozca, especialmente si el sujeto
perseguido se encuentra en el territorio de otro Estado al que
debe solicitarse la extradición.

Y ahí es donde se encuentra una de las principales


diferencias entre el principio de justicia universal y otros
casos de extraterritorialidad. En efecto, el principio personal
y el principio real o de protección, son supuestos en los que el
Estado extiende sus propias competencias más allá de sus
fronteras por motivos distintos a los que inspiran el principio
de justicia universal; así, cuando el art. 23.2 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial española (LOPJ) declara competente
al Estado español para perseguir delitos cometidos por españoles
en el extranjero (principio personal) pretende, entre otras
cosas, juzgar a los autores cuando se hayan refugiado en España
después de delinquir en otro país que resultaría competente por
el principio de territorialidad y ello porque, de ser solicitada
la extradición para ser juzgados en el país de comisión, España
debería denegarla en aplicación del principio de no entrega de
los nacionales que recoge la Ley de Extradición Pasiva6 . El
principio aut dedere, aut iudicare (o se entrega o se juzga),
obliga a juzgar el hecho en España y para ello los Tribunales
españoles deben considerarse competentes aunque el hecho se haya
cometido en otro país. Por otra parte, el principio de
protección (art. 23.3 LOPJ) se basa en la pretensión de extender
la autoprotección del Estado más allá de los límites
territoriales y se trata, por tanto, de una extensión de
soberanía sólo ejercitable si resulta reconocida por el país
competente por el principio de territorialidad, lo que plantea
innumerables problemas si el autor se encuentra en otro país y
éste deniega la extradición por considerar los hechos como
delito político.

En cambio, el principio de justicia universal constituye el


punto de conexión entre la soberanía estatal y las normas de
derecho internacional -normalmente convencionales- que
establecen las bases para la demanda de responsabilidad por
atentados a intereses supranacionales de diferente importancia.
No se trata por tanto, de una mera extensión de la propia
competencia para proteger a los propios nacionales o los propios
intereses, sino del ejercicio de la soberanía propia, en cierta
forma como delegación de un grado de soberanía supranacional
admitido en torno a determinados bienes jurídicos o como órgano
de la comunidad internacional que es el primer titular de los
5
Así, JESCHECK,HH. Tratado de Derecho penal.Parte General.I,
(Trad. Mir Puig-Muñoz Conde),Barcelona, 1981,p.223.ESPINAR
VICENTE-RUIZ ENRIQUEZ, Derecho..cit.,p.128, remitiéndose a la
doctrina mayoritaria.
6
MUÑOZ CONDE-GARCIA ARAN, Derecho Penal.Parte general.3ª ed.
Valencia,1998,p.173 ss.
1

mismos.7

En virtud del principio de justicia universal el Estado se


reserva la competencia para perseguir hechos cometidos por
españoles o extranjeros fuera del territorio nacional cuando
lesionan determinados bienes jurídicos reconocidos por toda la
comunidad internacional y en cuya protección ésta se encuentra
interesada. Desde este punto de vista, el reconocimiento de este
principio por los Estados supone no sólo una asunción de
competencias, sino también el compromiso en la persecución de
hechos lesivos para intereses de carácter supranacional y
frecuentemente lesionados por formas de delincuencia
internacional. Por tanto, se trata de un instrumento que
posibilita la persecución por cualquier Estado que lo asuma, de
hechos cometidos fuera de sus fronteras, pero en cuya represión
se encuentra interesado como miembro de la comunidad
internacional.8

Es este carácter internacional de los intereses protegidos


el que proporciona una especial fuente de legitimación al
principio de justicia universal y el que debería también
proporcionarle un mayor grado de reconocimiento y eficacia
interestatal. Por todo ello decíamos que el principio de
justicia universal va más allá de la mera cooperación procesal o
policial en la persecución de cualquier clase de delincuencia
para tender hacia la configuración de un espacio universal de
jurisdicción compartida y destinada a la persecución de
determinados comportamientos delictivos9.

Puede decirse que los bienes jurídicos normalmente acogidos


por el principio de justicia universal son heterogéneos y
dificilmente reconducibles a un único denominador común, pero
ello no invalida su carácter eminentemente internacional. En
efecto, el art. 23.4 de la LOPJ española, acogedor del principio
de justicia universal, autoriza a la persecución
extraterritorial de los siguientes delitos:

a) Genocidio
b) Terrorismo
c) Piratería y apoderamiento ilícito de aeronaves
d) Falsificación de moneda extranjera
e) Los relativos a la prostitución
f) Tráfico ilegal de drogas psicotrópicas, tóxicas y
estupefacientes
7
BARQUIN SANZ,J."Universalidad de jurisdicción por delitos
de carácter internacional". Revista de la Facultad de Derecho de
la Universidad de Granada,14,1987,p.29. ESPINAR-RUIZ
ENRIQUEZ,Derecho..cit.,p.118
8
QUINTANO RIPOLLES,A. Tratado de derecho penal internacional
e internacional penal, T.II,Madrid,1957,p.95
9
PIGRAU, "Elementos..",cit.p.148 recogiendo el antecedente
doctrinal tradicionalmente situado en Grocio.
1

g) Y cualquier otro que, según los tratados o convenios


internacionales deba ser perseguido en España.

Es cierto que en esta enumeración de delitos pueden


apreciarse distintos grados de implicación de la comunidad
internacional. En la persecución de la falsificación de moneda o
del tráfico de drogas existe un interés común en evitar su
internacionalización y la transferencia de efectos de unos a
otros países, posibilitada por las formas de comisión de estos
hechos, pero, al fin y al cabo, cuando se cometen, lesionan
bienen jurídicos que podríamos denominar "internos". En cambio
en el genocidio o el terrorismo se afecta a los contenidos
básicos de los derechos humanos que se aspira a consolidar como
parte de una cultura internacional. En este sentido, puede
hablarse de bienes jurídicos consagrados desde las declaraciones
de organismos o Tratados internacionales y, por tanto, emanados
de la comunidad internacional. Ello es especialmente claro en
muchas de las materias que penetran en el principio de justicia
universal por la vía de la letra g) del art. 23.4 de la LOPJ y
su referencia a los delitos que deban ser perseguidos en España
en virtud de los tratados o convenios internacionales, vía por
la que se incluye, como tendremos ocasión de mencionar, el
delito de tortura (Convención contra la tortura y otros tratos o
penas crueles, inhumanos o degradantes, de 10 de diciembre de
1984. BOE 9.11.87).

La vinculación con intereses internacionales se encuentra


presente en todos los delitos que la LOPJ incluye en el
principio de justicia universal porque todos ellos se apoyan en
la suscripción de convenios o tratados, lo que por otra parte,
explica la referencia genérica a los Tratados de la letra g) del
art. 23.4 LOPJ que se constituye así en cláusula de recogida de
todos los supuestos no contenidos en apartados anteriores y
consagra un fundamento común a todos ellos: el compromiso
internacional en la persecución de delitos.

2. Principio de justicia universal, derechos humanos y


crimen contra la humanidad.

Aunque los instrumentos de protección supranacional


(asistencia, cooperación, jurisdicción universal) se hayan
establecido en torno a diversos intereses de la comunidad
internacional, la protección de todos los derechos humanos se
considera una prioridad de la comunidad internacional lo que
determina el proceso de universalización de los mismos10, que
tiene su hito más importante en la Declaración Universal de los
Derechos humanos de 10 de diciembre de 1948, seguida del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos de Nueva York de
19 de diciembre de 1966.

10
GONZALEZ CAMPOS-SANCHEZ RODRIGUEZ-SAENZ DE SANTA
MARIA,Curso,p.718.DIEZ DE VELASCO,Instituciones de Derecho
internacional público,Madrid,1997,pp.525 ss.
1

El carácter prioritario y universal de la protección de los


derechos humanos determina que éstos puedan considerarse el
núcleo duro del compromiso en la persecución de delitos. Los
atentados a los derechos humanos como bienes jurídicos emanados
del orden internacional son así identificados como los
auténticos crímenes contra la comunidad internacional.

A partir de la segunda guerra mundial se observa


internacionalmente la necesidad de normas imperativas para los
Estados en materia de violación de derechos humanos tras los
masivos atentados cometidos durante el período nazi. En ello
supone un hito significativo en el Estatuto del Tribunal de
Nüremberg (confirmado por la Asamblea General de Naciones Unidas
en resolución 95 (II) de 11 de diciembre de 1946), cuyos
principios básicos son acogidos en los trabajos de la Comisión
de Derecho Internacional al elaborar un Proyecto de Código de
Crímenes contra la paz y la seguridad de la humanidad por
encargo de la Asamblea General de las Naciones Unidas en 194711.
Entre los principios del Estatuto de Nüremberg cabe destacar:

Principio II: El hecho de que el derecho interno no imponga pena


alguna por un acto que constituya delito de derecho
internacional, no exime de responsabilidad en derecho
internacional a quien lo haya cometido.

Principio IV: El hecho de que una persona haya actuado en


cumplimiento de una orden de su Gobierno o de su superior
jerárquico no la exime de responsabilidad conforme al
derecho internacional si efectivamente ha tenido la
posibilidad moral de opción.

Principio VI c): son delitos contra la humanidad: el asesinato,


el exterminio, la esclavización, la deportación y otros
actos inhumanos cometidos contra cualquier población civil,
o las persecuciones por motivos políticos, raciales o
religiosos, cuando tales actos sean cometidos o tales
persecuciones sean llevadas a cabo al perpetrar un delito
contra la paz o un crimen de guerra o en relación con él.

Posteriormente, las cuatro Convenciones de Ginebra


ratificadas por España (BOE 5 septiembre 1952) recogen los
hechos considerados como crímenes contra la humanidad (art. 147
Convención IV: asesinato, tortura o tratos inhumanos,
deportación ilegal etc.) y la persecución internacional de los
mismos (Convención I,art.49; Convención II, art.50; Convención
III, art.129; Convención IV,art. 146).

A lo largo de esta obra tendremos ocasión de referirnos


frecuentemente al concepto de crimen contra la humanidad, pero
de los principios del Estatuto de Nüremberg se desprenden unas
características del concepto que pueden sintetizarse como sigue:

11
Ampliamente, PIGRAU, "Elementos..",cit.pp.142 ss.
1

1. Persecución de la disidencia política o ideológica


2. Violación generalizada de los derechos humanos y
exterminio físico de personas disidentes
3. Irrelevancia de que se cometan obedeciendo órdenes de la
autoridad, lo que supone reconocer que el Estado o sus
autoridades pueden ser responsables de los mismos.

La apertura de los conceptos utilizados permite encajar en


ellos hechos de determinadas características con independencia
de cuál sea el "nomen iuris" que reciban en los derechos
internos de los países e incluso, con independencia de que el
ordenamiento del país donde se cometen los haya tipificado o no
expresamente (Principio II del Estatuto de Nüremberg). Por
tanto, es perfectamente posible referir al concepto de crimen
contra la humanidad hechos que con arreglo al derecho interno
sean calificables como genocidio, terrorismo o tortura12 ; y,
por otra parte, la nota por la que se admite la comisión de los
delitos "desde" el Estado o con su anuencia proporciona una
especial dimensión a su inclusión en el principio de justicia
universal.

En efecto, aquellos delitos que, en su realización concreta


revisten las características del crimen contra la humanidad y se
cometen utilizando la autoridad del Estado afectan a lo que aquí
hemos considerado como núcleo duro del principio de justicia
universal y le dotan de especial operatividad : lesionan bienes
jurídicos pertenecientes al orden internacional como son los
derechos humanos cuando se lesionan por el Estado y
precisamente por ello, necesitan de la intervención de la
comunidad internacional porque el Estado del territorio en que
se han cometido no los persigue o no puede perseguirlos.

La vinculación entre los derechos humanos y el crimen


internacional puede sintetizarse en torno a los siguientes
puntos: 1) cuando el derecho internacional incorpora los
derechos humanos a sus instituciones reconoce supranacionalmente
la dignidad de la persona, a quien se atribuye la calidad de
sujeto de derecho internacional y, lo que es más importante, se
le reconocen derechos fundamentales que no pueden ser
desconocidos por los Estados. 2) En consecuencia, la violación
de los derechos humanos no es una cuestión de derecho interno
sino un problema internacional pues se ve afectado el orden
internacional. 3) Ello está en la base de ese nucleo duro del
principio de justicia universal que parte de la consideración de
la persona como sujeto de derecho internacional. Por tanto,
dicho principio es una norma de derecho internacional
incorporada a la legislación interna española.

Todo ello, por otra parte, coincide perfectamente con la


naturaleza excepcional del principio de justicia universal como
12
Respecto del genocidio, resulta evidente su consideración
criminológica como delito del Estado o cometido con el apoyo de
órganos del Estado: FEIJOO SANCHEZ, "Reflexiones sobre los
delitos de genocidio (art. 607 CP)", La Ley, num.4693,1998,p.1
1

caso de extraterritorialidad de la ley penal: precisamente


porque no se aplica la ley del territorio que en principio
resultaría aplicable, la justicia universal permite la
intervención supletoria de las normas internacionales
concretadas en las leyes de los países que las asumen.

Esta dimensión del principio de justicia universal se


expresa claramente en la regulación del art. 23.4 de la LOPJ
interpretada sistemáticamente en el siguiente sentido: en este
caso no rige la exigencia de doble incriminación que se
mantiene, en cambio, para el principio personal del num. 2 del
mismo art. 23 LOPJ. Con la doble incriminación se exige que los
hechos cuya competencia reclama la jurisdicción española sean
también delictivos en el pais donde se han cometido (art.
23.2,a) LOPJ); ello resulta comprensible porque el principio
personal es un complemento del principio básico de
territorialidad, destinado a evitar impunidades que la
territorialidad estricta podría provocar; recuérdese el ejemplo
apuntado anteriormente del español que delinque en el extranjero
refugiándose en España y que no podría ser extraditado al pais
donde delinquió en virtud del principio de no entrega de los
nacionales, lo que obliga a que pueda ser juzgado en España
aplicándose extraterritorialmente la ley española. Pero
precisamente porque el principio personal complementa la
territorialidad y no puede contradecirla, no puede aplicarse a
hechos no previstos como delito en el territorio de comisión,
puesto que ello supondría una intromisión en la soberanía
extranjera que el principio personal no permite porque no se
dirige a proteger bienes jurídicos internacionales.

Pues bien, lo importante no es si los hechos calificables


como genocidio, terrorismo o tortura son o no punibles en el
lugar donde se cometen. Lo importante es que, al incluirse en el
principio de justicia universal del art. 23.4 LOPJ, no se les
impone el requisito de la doble incriminación, precisamente
porque el principio de justicia universal opera respecto de
bienes jurídicos internacionales y, por esa misma razón, admite
la intervención supranacional incluso aunque los hechos no
fueran delictivos en el lugar donde se cometieron.

En la misma línea, debe citarse el art. 15.2 del Pacto


Internacional de Derechos Civiles y Políticos hecho en New York
el 19 de diciembre de 1966, en el que se resume el predominio de
los principios internacionales sobre el derecho interno cuando
se trata de responsabilidad internacional. En efecto, tras
recogerse las principales consecuencias del principio de
legalidad penal para los derechos internos y, concretamente, la
irretroactividad de las leyes penales, se establece que:

"Nada de lo dispuesto en este artículo se opondrá al juicio ni a


la condena de una persona por actos u omisiones que, en el
momento de cometerse fueran delictivos según los principios
generales del derecho reconocidos por la comunidad
internacional".

Con ello se establece un principio de legalidad


1

internacional en virtud del cual, aunque los hechos no sean


delictivos en el lugar de comisión, son perseguibles
internacionalmente si en el momento de cometerse constituyen
delitos contra los principios reconocidos por la comunidad
internacional. Podría decirse, desde luego, que dichos
principios no siempre gozan de la necesaria concreción, pero
ésta resulta suficiente cuando se trata de delitos respecto de
los cuales existen tratados que acuerdan su persecución
supranacional, como en el caso del genocidio o la tortura. Y
sobre todo, no pueden albergarse dudas sobre la afectación al
orden internacional de aquellos comportamientos que pueden
incluirse en el concepto de crimen contra la humanidad.

En suma, los delitos que la comunidad internacional está


interesada en perseguir como tal, están sometidos al principio
de legalidad en su dimensión supranacional, esto es: basta con
que sean considerados hechos delictivos para las normas
internacionales aunque no lo sean en el país en que se cometen.

La forma habitual de asunción de compromiso en la


persecución internacional de determinados delitos es la de los
Tratados. Por lo que respecta al objeto de este trabajo, los
principales acuerdos que fundamentan el compromiso del Estado
español son la ya citada Convención contra la Tortura de 10 de
diciembre de 1984 y el Convenio sobre la prevención y castigo
del delito de genocidio de 9 de diciembre de 1948 (BOE de 8 de
febrero de 1969). Pero el ordenamiento español, al igual que el
alemán o el italiano (arts. 6 y 7 de sus respectivos Códigos
Penales) ha incorporado expresamente el principio de justicia
universal a una ley emanada del Parlamento propio, como es el
art. 23.4 de la LOPJ. Prima facie, con tal declaración resulta
suficiente para el establecimiento de la competencia, porque,
como se ha dicho más arriba, los Estado son soberanos para
establecer el ámbito de su propio poder punitivo y éste puede
ser ejercido sin mayor fundamentación si los sujetos imputados
por los delitos en cuestión se encuentran a disposición de las
autoridades españolas. Sin embargo, cuando se encuentran en otro
país y es necesario instar la extradición, o, en general,
cualquier mecanismo policial o procesal de cooperación, cobra
pleno sentido la auténtica fundamentación del principio de
justicia universal en la existencia de acuerdos internacionales
que proporcionan legitimidad material a la competencia para que
ésta resulte reconocida por otros.

A partir de aquí, abordaremos los principales puntos objeto


de controversia en relación al principio de justicia universal
tal como han aparecido en la persecución de los delitos
cometidos durante la dictadura imperante en Chile a partir de
1973 e imputados al general Pinochet. Básicamente, se han
centrado en los siguientes: 1) el carácter internacional de los
intereses protegidos; 2) el grado de incorporación del principio
de justicia universal a los ordenamientos internos y 3) el
principio de justicia universal y la cosa juzgada.

3. La controversia sobre el carácter internacional de los


intereses protegidos.
1

En el momento de redactar estas páginas, la evolución de


los acontecimientos en el asunto Pinochet ha permitido superar
en gran parte la discusión sobre el fundamento de la
intervención extraterritorial en aplicación del principio de
justicia universal. Declaraciones de organismos como el
Parlamento europeo, peticiones de extradición formuladas por
otros paises13 y el implícito reconocimiento de la competencia
española por el Reino Unido al proceder contra Pinochet mediante
su detención, han puesto de manifiesto que el principio de
justicia universal alegado por España se basa en el carácter
internacional de los intereses a que se refiere.

Sin embargo, en los momentos iniciales de la actuación


judicial española contra Pinochet, los términos de la
controversia expresaban una todavía muy escasa asunción del
fundamento internacional del principio, lo que, por otra parte,
permite en estos momentos evaluar la evolución de la cultura de
la justicia universal.

Lógicamente, uno de los primeros textos en que aparece la


apelación al fundamento del principio de justicia universal es
la denuncia formulada por la Unión Progresista de Fiscales
(Escrito de 28 de abril de 1996 ampliando los argumentos de la
denuncia). En efecto, ahí se destaca que en virtud de dicho
principio "el Estado se compromete a perseguir aquellos
atentados que afectan a los intereses solidarios de todos los
Estados" así como el carácter residual de la jurisdicción
española respecto de la del Estado en cuyo territorio se hayan
cometido los delitos. Dicho carácter residual -que en el
apartado anterior hemos identificado como supletorio -, es el
que permite a los denunciantes relacionar la jurisdicción
española con el ejercicio del derecho a la tutela judicial
efectiva en el plano internacional. En efecto, el derecho a la
tutela judicial se concreta en el derecho a obtener una
resolución fundada en derecho, esto es, en el enjuiciamiento. Si
se trata de bienes jurídicos protegidos internacionalmente cuya
lesión no encuentra respuesta jurisdiccional por parte del
Estado originariamente competente en aplicación de la lex fori,
el principio de justicia universal permite la intervención de
otros Estados como parte de la comunidad internacional en la
resolución de controversias originadas por la afectación a
bienes jurídicos asumidos por ésta.

Tanto el genocidio como la tortura ofrecen pocas dudas


acerca del carácter internacional de los intereses afectados. El
genocidio es clasificado por el propio Código Penal español como
delito contra la comunidad internacional (art. 607 del Tit. XXIV
del Libro II) y, como se ha dicho, la competencia sobre la
tortura se asienta en la mención a los Tratados internacionales
que formula el art. 23.4 LOPJ. Por ello no es de extrañar que la
13
Sobre los principios fundamentadores de la
extraterritorialidad en otros ordenamientos, AMBOS,K. "El caso
Pinochet y el derecho aplicable". Revista penal,4,1999,pp.6-7
1

mayor discrepancia en torno a la naturaleza -interna o in


ternacional- de los bienes acogidos en el principio de
justicia universal se haya producido en torno del delito de
terrorismo, igualmente incluido en éste.

El problema aparece en relación a este delito, porque la


LOPJ exige que los hechos sean calificables como terrorismo
"según la ley española" y, según ésta, el terrorismo es un
delito contra intereses españoles: la seguridad interior del
Estado según el CP anterior y el orden público en el actualmente
vigente. Al respecto, no deja de sorprender que, pese a resultar
indiscutida la referencia al interés supranacional que domina en
todos los delitos mencionados por el art. 23.4 LOPJ, aparezca el
argumento de que el terrorismo es sólo un delito contra
intereses españoles a estos efectos, argumento que, en realidad,
haría incomprensible su inclusión en el ámbito del principio de
justicia universal. La respuesta cabe buscarla en el hecho de
que, en los inicios del proceso, el compromiso internacional que
constituye el denominador común de la justicia universal todavía
se encontraba muy escasamente asumido, lo que, por otra parte,
coincide con lo sentido por un sector de la opinión pública,
extrañada ante la necesidad de intervenir penalmente en hechos
cometidos fuera de las fronteras españolas.

Los escritos provinientes del ámbito de la Fiscalía fueron,


en un inicio, matizados respecto de la competencia española,
para decantarse posteriormente en contra de la misma, pero uno
de los puntos de inflexión se produce, precisamente en la
conexión entre principio de justicia universal e intereses de la
comunidad internacional.

Así, el Informe de la Secretaría General Técnica de la


Fiscalía General del Estado mantiene que el terrorismo es un
delito contra el orden constitucional español por lo que no
resulta aplicable a hechos cometidos contra otros órdenes
constitucionales, lo que conduce a negar que la LOPJ permita la
competencia española frente al terrorismo supuestamente
realizado en Chile. Pese a ello, reconoce que su inclusión en el
principio de justicia universal obedece a principios distintos
del conocido como real o de protección (dirigido a intereses
estatales españoles y recogido en el núm 3 del art. 23 LOPJ),
afirmando: "Este matiz, abonaría la idea de que los delitos de
terrorismo son perseguibles por la jurisdicción española aunque
no atenten contra bienes nacionales".

En ese "matiz" se encuentra la clave de la cuestión: en


efecto, en la ley española, el terrorismo es delito contra el
orden español, pero cuando en la LOPJ se establece la
competencia extraterritorial para perseguirlo junto a otros
delitos internacionales, se está superando ese plano interno y
se está dando cumplimiento al compromiso internacional en la
persecución de determinados hechos. Con ello, la Secretaría
General Técnica de la Fiscalía General del Estado está
proponiendo ya la interpretación integrada de las normas
internas y aquellas que tratan estos delitos como delitos
internacionales, criterio crucial en toda esta materia.
1

Pese a todo, posteriores escritos provinientes de la


Fiscalía de la Audiencia Nacional insistieron de nuevo en que,
siendo el terrorismo "según la ley española" un delito contra
intereses españoles, no podían calificarse como tales hechos
contra el orden chileno. Tal es la opción mantenida en el
escrito de la Fiscalía de 20 de enero de 1998 presentando
cuestión de jurisdicción, apelando a que en el momento de los
hechos el terrorismo era un delito contra la seguridad del
Estado (español), no contra el derecho a la vida o las
libertades públicas. Sobre la relación entre los atentados a
bienes personales y terrorismo volveremos al analizar esta
última calificación.

En el informe emitido por el Fiscal Jefe de la Audiencia


Nacional (conocido como "Informe Fungairiño) no se esgrime la
necesidad de que el terrorismo atente contra el orden español
para ser objeto de persecución extraterritorial sino que se
mantiene una especial interpretación política de los hechos
cometidos por las Juntas Militares como conservadores del orden
constitucional previo; sin embargo, la incomprensión del alcance
del principio de justicia universal y de la dimensión
internacional de los intereses que protege queda patente en la
formulación de ciertos interrogantes contenidos en dicho
escrito: "¿puede un Juez de Paris entender de un delito de
prostitución de menores en Sao Paulo (Brasil) porque una
asociación internacional haya entendido a dicho juez competente
frente a otros?".

Lo cierto es que no es necesario que la hipotética


asociación considere al hipotético juez competente "frente a
otros", porque con ello se estaría manteniendo una concepción
territorial y excluyente, que resulta ajena al principio de
justicia universal. Con arreglo a éste, bastaría con que a ese
hipotético juez se le considere "competente" y para serlo, basta
con que la legislación francesa reconozca la protección
universal frente a los delitos relativos a la prostitución. A
partir de ahí, quedaría establecida la competencia
jurisdiccional que, para poder ejercerse si los imputados no se
encuentran en el territorio del pais que se considera
competente, necesitará de otros mecanismos legales o policiales
de cooperación dirigidos a colocarlos realmente bajo su
jurisdicción. Pero, en primer lugar, si los hechos se persiguen
en Brasil, no será necesario que se ponga en funcionamiento el
mecanismo internacional y, sobre todo, la hipotética dificultad
de hacer efectiva la competencia internacional no puede llevar a
vaciar de contenido el principio de justicia universal.

Como ha quedado apuntado al inicio de este apartado, el


desarrollo posterior de los acontecimientos hizo que ganara
fuerza la única interpretación posible del principio de justicia
universal como destinado a la protección de bienes jurídicos
internacionales. Este es el sentido del Auto de prisión dictado
contra Pinochet por el Juzgado de Instrucción num. 5 de la
Audiencia Nacional (18 de octubre de 1998. vid. anexo num. )
que apoya la calificación jurídico penal de los hechos en
1

distintas normas de carácter internacional (Estatuto de


Nüremberg de 1945, Convenio contra el genocidio, Pacto de New
York, Convención contra la Tortura, entre otros).

Asimismo, el Auto de la Audiencia Nacional de 5 de


noviembre de 1998 por el que se confirma la competencia española
interpreta el principio de justicia universal como expresión de
un compromiso en la persecución de delitos internacionales, con
especial referencia al genocidio, calificación que el Pleno de
la Audiencia Nacional consideró prevalente aunque inclusiva de
las de terrorismo y tortura (Anexo num. ) Similares argumentos
pueden verse también en el Auto de solicitud de extradición de
Pinochet de 3 de noviembre de 1998 (Anexo num. ).

Con todo ello han quedado desvirtuados los argumentos por


los que se exigía que el país reclamante tuviera un especial
interés -derivado de intereses internos- o una especial conexión
con los hechos cometidos fuera de sus fronteras. Exigir otra
vinculación que no sea la derivada del principio de justicia
universal conduce inevitablemente a negar dicho principio14. La
vinculación del pais reclamante con los hechos sometidos al
principio de justicia universal es la pertenencia a la comunidad
internacional que está interesada en perseguirlos, especialmente
si el país donde se han cometido renuncia a hacerlo.

A partir de aquí cabe preguntarse por qué el art. 23.4 LOPJ


exige que los hechos sean calificables como genocidio,
terrorismo etc. "según la ley española" y la respuesta se
encuentra en el mismo sentido del principio de justicia
universal. España puede perseguir los hechos aunque no sean
calificables de la misma forma en el lugar de comisión porque
atentan contra intereses supranacionales y, precisamente por
ello, no se exige aquí la doble incriminación. En este sentido,
la referencia a la "ley española" tiene el significado de que
basta con considerar las calificaciones de acuerdo a esta ley,
sin ser necesario que la calificación se efectúe con las leyes
del país en que se hayan cometido los hechos. En suma, se
establece que la competencia extraterritorial se ejerce
aplicando la ley española porque serán los Tribunales de este
país los que deban aplicarla, pero ello no significa que opera
sólo para proteger intereses españoles porque resultaría
incomprensible el principio de justicia universal.15.
14
ESPINAR VICENTE-RUIZ ENRIQUEZ,Derecho internacional.."
cit.p.119. recuerdan que la competencia establecida en el art.
23.4 LOPJ existe incluso cuando España no tenga vinculación ni
con el lugar de comisión, ni con la nacionalidad de los sujetos
ni con el ataque a intereses estatales.
15
SUAY,C., considera preferible que el principio de justicia
universal permitiera juzgar los hechos según la ley del pais de
comisión o lex fori, excepto si ésta no protege el bien
jurídico afectado o lo protege fragmentariamente. "El delito
de genocidio y el principio de justicia universal".Simposio
contra la impunidad y en defensa de los derechos humanos.
Barcelona,1998,p.102 ss.
1

Por tanto, el fundamento del principio de justicia


universal impone una interpretación del art. 23.4 LOPJ integrada
con los textos internacionales que constituyen su fuente de
legitimación. Esta cuestión adquiere importancia al abordar el
segundo de los temas objeto de controversia que se han
enunciado: la incorporación del principio de justicia universal
a los ordenamientos internos.

4. La incorporación del principio de justicia universal a


los ordenamientos internos.

Como ha quedado enunciado más arriba, la forma más habitual


de asunción del principio de justicia universal por parte de los
Estados es la suscripción de los Tratados en los que se
establece el compromiso de persecución de determinados delitos.
A partir de ahí, la mayor o menor eficacia del principio para
los firmantes de los Tratados depende, a su vez, del grado de
incorporación a los ordenamientos internos que se produzca en
cada uno de ellos.

En el caso español, el art. 96 de la Constitución establece


la plena incorporación al ordenamiento interno de los tratados
internacionales válidamente celebrados. Por tanto, desde la
ratificación del Convenio contra el genocidio (art.5) o del
Convenio contra la tortura (art.5), España se encuentra
comprometida a prevenir y sancionar tales hechos. Sin embargo,
en el caso español se ha producido, además, una decisión
legislativa por la que dicho compromiso no se limita a lo
dispuesto en los Tratados, sino que pasa a formar parte
expresamente de las reglas sobre competencia de los Tribunales
españoles y, concretamente, se establece la competencia
extraterritorial en el tan repetido art. 23.4 de la LOPJ. Una
disposición similar se encuentra en el art. 6 del Código Penal
alemán.

Lo que se plantea al respecto es hasta qué punto los


términos estrictos del Tratado condicionan los límites de la
competencia asumida por la ley española, o si, por el contrario,
el acuerdo contenido en el Tratado es un compromiso de mínimos
que no impide que el Estado parte, en su legislación interna,
amplíe el alcance de la persecución a la que se encuentra
comprometido.

La cuestión se ha planteado ya en la controversia del


proceso contra Pinochet, objeto de estas líneas y puede
sintetizarse como sigue.

El art. 1 del Convenio contra el genocidio establece que


"las Partes contratantes confirman que el genocidio, ya sea
cometido en tiempo de paz o en tiempo de guerra, es un delito de
derecho internacional que ellas se comprometen a prevenir y
sancionar". Tras la definición de los actos de genocidio, el
art. 6 del Convenio establece que las personas acusadas serán
juzgadas "por un Tribunal competente del Estado en cuyo
territorio el acto fué cometido, o ante la corte penal
1

internacional que sea competente...". Por tanto, el Tratado


obliga a España a sancionar el genocidio, pero, al establecerse
que los genocidas serán juzgados por un Tribunal del territorio
de comisión o por una corte internacional, no queda obligada a
extender su jurisdicción a hechos cometidos en el extranjero.

Esta disposición fué alegada por el Ministerio Fiscal en su


recurso ante el Pleno de la Audiencia Nacional contra el Auto
que declaraba la competencia española. Según dicho recurso, la
declaración del art. 6 del Convenio al establer el
enjuiciamiento del genocidio en el territorio de comisión o ante
una corte internacional, excluye la competencia jurisdiccional
española sobre actos de genocidio supuestamente cometidos en
Chile o, a la inversa, la limita a los actos de genocidio
cometidos en España. Por tanto, la incorporación del convenio al
ordenamiento español en 1968 habría supuesto también una
limitación para que el legislador estableciera la competencia
extraterritorial sobre el genocidio cuando en 1985 promulgó la
Ley Orgánica del Poder Judicial16

La interpretación contraria de la Audiencia Nacional al


resolver sobre este extremo del recurso es muy clara: el
Convenio "no excluye la existencia de órganos judiciales con
jurisdicción distintos de los del territorio del delito o de un
tribunal internacional". El Convenio pretende un compromiso de
las partes para evitar la impunidad del genocidio y sería
contrario al mismo pretender que el citado art. 6 limita el
ejercicio de la jurisdicción y excluye a todas las que no sean
la del territorio o la de una corte internacional. En suma, "que
las partes contratantes no hayan acordado la persecución
universal del delito por cada una de sus jurisdicciones
nacionales no impide el establecimiento, por un Estado parte, de
esa clase de jurisdicción para un delito de trascendencia en
todo el mundo y que afecta a la comunidad internacional
directamente...".

Como puede verse, la interpretación que se impone conduce a


entender que el Tratado contiene un compromiso de mínimos
(prevenir y sancionar) que no impide al legislador interno ir
más allá en sus decisiones favorecedoras de la persecución y
sanción del delito objeto del acuerdo, estableciendo la
competencia extraterritorial en virtud del principio de justicia
universal. En realidad, esta es una interpretación frecuente en
la doctrina17 : del convenio no se deriva la competencia
universal, pero tampoco existe una prohibición de la misma, lo
que, vinculado a la posibilidad de establecer unilateralmente la
competencia (siempre que no se ejerzan actos de soberanía en el
territorio de otro Estado), impide considerar que el Convenio
16
Apunta el mismo argumento, RODRIGUEZ RAMOS,"La extradición
de Pinochet: error jurídico, ¿error político?", La
Ley,num.4837,(12.7.1999).
17
ESPINAR-RUIZ ENRIQUEZ, Derecho internacional..,cit.p.125-
128
1

contra el genocidio suponga una limitación al principio de


justicia universal en la LOPJ española.

La discusión puede reproducirse en torno al delito de


tortura y de hecho ya ha sido planteada. Sus términos plantean
alguna peculiaridad puesto que el art. 23.4 LOPJ no se refiere
expresamente al delito de tortura sino que efectúa una remisión
implícita a la Convención que regula su persecución. Por ello,
esta cuestión será abordada en el apartado destinado a este
delito (infra,4.4.)

5. Principio de justicia universal y cosa juzgada.

La existencia de leyes de amnistía o de "punto final" tanto


en Chile como en Argentina ha motivado controversia sobre el
tema que se acaba de enunciar. En efecto, la hipotética
relevancia de estas decisiones se plantea en relación a la
exigencia de la LOPJ española por la que el delincuente no debe
haber "...sido absuelto, indultado o penado en el extranjero o,
en este último caso, no haya cumplido condena" (art. 23.5 en
relación a los apartados 4 y 2.c) de la LOPJ.

El argumento de la cosa juzgada (res iudicata) como


impdimento para ejercer la competencia española fué alegado por
la Fiscalía de la Audiencia Nacional en los inicios del
procedimiento y prontamente rebatido por el Pleno de la
Audiencia Nacional. El escrito de la Fiscalía presentando
cuestión de jurisdicción aludía a ello (anexo num..) aunque sin
desarrollarlo por considerar suficientes los argumentos
relativos a la calificación de los hechos y a la
irretroactividad de la LOPJ, pero el argumento se mantenía más
ampliamente en el informe del Fiscal Jefe de la Audiencia
Nacional, Sr. Fungairiño. En él se alude a la legislación de
punto final argentina como "equivalente a una amnistía o
indulto" y a la "legislación de inmunidad" dictada por los
militares chilenos, concluyendo que revisar por parte de un juez
español la legislación adoptada por parlamentos extranjeros
"supone una fase de judicialización internacional del control de
las violaciones de los derechos humanos para la que la comunidad
internacional no ha puesto todavía las bases jurídicas..." (vid
anexo num....).

En este argumento puede apreciarse una equiparación entre


hechos juzgados e indultados (que serían los afectados por el
principio de cosa juzgada y excluidos de un nuevo juicio) y
decisiones legislativas de paises extranjeros para las que el
informe considera que el derecho internacional todavía no ha
previsto revisión supranacional. Sin embargo, ni se trata de
situaciones equiparables, ni es cierto que la legislación
interna de los Estados prevalezca sobre el derecho internacional
cuando se trata de delitos como éstos.

El Auto de la Audiencia Nacional admitiendo la competencia


no sólo afirma que el Decreto Ley de amnistía chileno (2.191 de
1978) pudiera ser contrario al ius cogens internacional, sino
1

que establece claramente la diferencia entre una decisión


legislativa determinante de la impunidad y actos
jurisdiccionales en los que se resuelve sobre la culpabilidad o
inocencia de acusados concretos. Veamos con mayor detenimiento
la problemática planteada, a partir de la distinción entre: a)
aquellos responsables que fueron objeto de un procedimiento
jurisdiccional y de un indulto y b) aquellos a quienes sólo
afectarían las normas citadas en tanto que decisiones
legislativas generales.

a) Respecto a quienes fueron juzgados, condenados y


posteriormente indultados debe decirse, en primer lugar, que no
lo fueron por los delitos que ahora se les imputan, lo que
bastaría para mantener la competencia extraterritorial española.

Con todo, es imaginable un argumento opuesto que conviene,


a su vez, contraargumentar. En efecto, podría alegarse que la
referencia de la LOPJ a una anterior condena, absolución o
indulto, se formula en relación a los hechos objeto de
procedimiento judicial anterior con independencia de la
calificación que hubieran recibido: aunque no se hubieran
imputado delitos de genocidio o terrorismo, los hechos habrían
sido objeto de una decisión jurisdiccional.

Sin embargo, con ello, nuevamente, se vacíaría de contenido


el principio de justicia universal. Como se ha repetido, lo que
pretende el art. 23.4 de la LOPJ es ejercer
extraterritorialmente la jurisdicción frente a delitos que
afectan a bienes jurídicos internacionalmente reconocidos, entre
los que se encuentran los más elementales derechos humanos. La
justicia universal opera cuando dichos intereses internacionales
no se ven protegidos en el país donde se delinque, cuando éste
renuncia a la jurisdicción sobre los mismos. El sentido del
principio, como también se ha repetido, es evitar la impunidad
de estos delitos al amparo de normas internas y por eso, puede
prevalecer sobre ellas.

La cautela establecida en la LOPJ pretende, efectivamente,


evitar dos decisiones jurisdiccionales sobre un mismo hecho.
Pero estos hechos no se integran sólo por sus componentes
fácticos sino también por la afectación a bienes jurídicos
internacionales. Y las decisiones jurisdiccionales ya formuladas
se basaron, en su caso, en la infracción de leyes internas que
no reflejaban el desvalor de las calificaciones en que se basa
la imputación internacional. Por estas razones, la calificación
de los hechos ahora imputados no es irrelevante. Si puede
decirse que lo contrario vaciaría de contenido al principio de
justicia universal es, nuevamente, porque éste pretende evitar
la impunidad de crímenes internacionales al amparo de normas
internas. Y para burlarlo, bastaría con aplicar el derecho
interno con cualquier calificación de los hechos ajena al
contenido internacional de la infracción y, sencillamente,
provocar su absolución o bien acudir al indulto.

b) En cuanto a quienes no hayan sido objeto de


enjuiciamiento alguno (como el general Pinochet), la conclusión
1

es mas clara porque lo mantenido hasta aquí se refleja con mayor


rotundidad.

El predominio del principio de justicia universal sobre los


ordenamientos internos para evitar que éstos provoquen la
impunidad de delitos como los que aquí interesan ha sido
establecido expresamente respecto de las leyes de impunidad
dictadas por las dictaduras argentina y chilena. Así, los
organismos internqacionales no les reconocen validez: el Comité
de Derechos humanos de Naciones Unidas (CCPR/C/ 79/ Add.46) y la
Comisión Interamericana de Derechos humanos de la OEA
(OEA/Ser.L/V/II.82/ Doc.28/92) se han pronunciado en este
sentido respecto de Argentina. La ley chilena de autoamnistía ha
recibido idéntico pronunciamiento en Marzo de 1997.

Asimismo, la Convención de Viena sobre Derecho de Tratados


de 23 de mayo de 1969, ratificada por España, Argentina y Chile
dispone en su art. 27 que las partes contratantes "no podrán
invocar las disposiciones de su derecho interno como
justificante del incumplimiento de un Tratado".

Pero, en todo caso, de lo que aquí se trata es de concretar


si la amnistía chilena plantea problemas para la competencia
española en tanto en cuanto ésta se encuentra limitada por el
principio de cosa juzgada. La respuesta no puede sino ser
negativa como ya estableció la Audiencia Nacional: obsérvese que
ya no estamos planteando el vigor de decisiones jurisdiccionales
territoriales frente a otras competencias jurisdiccionales
derivadas del ordenamiento internacional (lo que sí se
relacionaría con la cosa juzgada), sino la colisión de una
decision legislativa (la chilena) con normas internacionales o
con el ordenamiento de otro país que se declara competente
basándose en esas mismas normas internacionales. La conclusión
no puede ser otra que la prevalencia de las segundas.

Es el propio art. 23.4 LOPJ el que, legitimado por los


compromisos internacionales, permite establecer dicho
predominio; como se ha dicho al exponer el principio de justicia
universal, éste es operativo aunque los hechos no sean punibles
en el lugar de comisión porque no se exige lo que conocemos como
doble incriminación. Por eso, aunque una decisión legislativa
del país de comisión declare impunes los hechos de terrorismo o
genocidio concretamente cometidos, la competencia
extraterritorial se mantiene. En otras palabras, la doble
incriminación es un reconocimiento a la soberanía legislativa
de otros Estados, pero no limita el principio de justicia
universal porque éste se basa en el compromiso con normas
internacionales y por tanto, decisiones legislativas de amnistía
como las que ahora contemplamos no necesitan ser tenidas en
cuenta a estos efectos.

Esta observación vale también para la ley de "obediencia


debida". Además de que el ordenamiento español no la reconoce
frente a órdenes manifiestamente ilegales, se trata de una
decisión legislativa que, pese a utilizar la técnica de la causa
de justificación, tenía los mismos efectos que una
1

destipificación legal: provocaba la imposibilidad de ejercer la


jurisdicción frente a determinados comportamientos legalmente
circunscritos personal, temporal y situacionalmente.

Con ello bastaría para zanjar la cuestión, pero resta una


última consideración que se encadena con las anteriores y que
también tiene su fundamento en la propia LOPJ.

En efecto, las leyes de amnistía son, obviamente,


decisiones legislativas que poco tienen que ver con los
indultos. Cuando se concede un indulto, se ha ejercido la
jurisdicción y, posteriormente se condona la pena impuesta en
ejercicio del derecho de gracia por el poder ejecutivo. En
cambio, las leyes de amnistía contienen una renuncia a ejercer
la jurisdicción, formulada por el poder legislativo. Por tanto,
es ontológicamente imposible considerarlas como indultos
generales dejando de lado que, incluso como tales, no serían
reconocidos por el derecho español ya que nuestra Constitución
los prohibe.

Pero sobre todo, el principio de justicia universal es, por


definición, supletorio respecto de la jurisdicción del país
donde se han cometido los delitos y por ello opera especialmente
cuando en éstos se renuncia a juzgarlos. No sólo se trata de una
vía para la aplicación de las normas internacionales cuando el
principio de territorialidad no lo permite, sino que se deduce
claramente a sensu contrario del propio tenor del art. 23.4
LOPJ: se exige que el reo no haya sido "absuelto, condenado o
indultado" anteriormente, es decir, la competencia
extraterritorial española sólo se retira cuando la jurisdicción
ya ha sido ejercida anteriormente.

En conclusión, las leyes de amnistía no sólo no son un


obstáculo a la competencia extraterritorial española sino que,
en tanto contienen renuncias a la jurisdicción proporcionan el
genuino supuesto de hecho para que dicha competencia adquiera
vigor y pueda ser ejercida. Ello confirma que el principio de
justicia universal proporciona cauce para el ejercicio de la
tutela judicial efectiva -como derecho a obtener una resolución
judicial- en el plano internacional.

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