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El gringo del yajé

Jimmy Weiskopf no nació en la selva pero conoce los secretos de la planta sagrada del
Amazonas. Acaba de publicar un libro que recoge su experiencia de 10 años como
yajecero.

El gringo del yajé


El yajé, o ayahuasca, entró en la vida de Jimmy Weiskopf hace más de 10 años y desde
entonces lo estremece. La planta sagrada del Amazonas, cuya cocción mezclada con otras
hierbas produce un brebaje purgante y sicotrópico, ha sido utilizada durante siglos por las
comunidades indígenas como un remedio eficaz para las dolencias del alma y del cuerpo.
Jimmy, un periodista y traductor de 60 años nacido en Nueva York y nacionalizado en
Colombia, no se considera un experto en la materia pero sí un entusiasta. Un entusiasta que
le ha dedicado una década de su vida al estudio del yajé desde aquel remoto día en el que
sus hijos adolescentes regresaron de unas vacaciones y le contaron que habían probado una
extraña bebida en la selva.

Ha leído cuanto libro existe, conoce los puntos de vista de antropólogos, indígenas,
sacerdotes, sicólogos y botánicos y ha vivido en carne propia los efectos de la misteriosa
planta gracias a las largas temporadas que ha pasado en la selva con los taitas y a su
experiencia de tomador en los rituales privados que se realizan desde hace unos años en la
ciudad. Esta escuela empírica ha servido de mucho. Tanto que acaba de publicar con
Villegas Editores el libro Yajé, el nuevo purgatorio, en el cual recoge lo más significativo
de su largo trasegar por la cultura del yajé, entendida como una terapia universal que toca el
alma de las personas y destapa sus fachadas. Un saber que, sin perder espontaneidad,
intenta adaptarse a las nuevas circunstancias sociales para poder sobrevivir.

"El blanco y el indígena miran el asunto de maneras distintas. Lo que para nosotros es algo
fabuloso que conecta al tomador con, digamos, mundos extraterrestres, para los chamanes
es una planta de carácter excepcional que, según ellos, contiene el 99 por ciento del poder
del reino vegetal".

Pero el bejuco tiene una manera singular de expresarse. En el camino hacia la iluminación
el cuerpo debe pagar un peaje de vómitos e intensa defecación que muchos no están
dispuestos a soportar. "Parece un sinsentido buscar la espiritualidad en medio de semejante
suciedad y confusión porque nuestros conceptos religiosos occidentales, por lo menos en su
forma desnaturalizada actual, se basan en la idea de que Dios es un ser invisible,
inalcanzable, que vive en las nubes. Enseña que el sendero que conduce a la iluminación se
realiza a través de la mente o la voluntad en vez del cuerpo".

La vía del yajé sería, entonces, más rastrera. La planta humilla al cuerpo, lo hace hincarse
de rodillas y lo obliga a expulsar todas las toxinas para purificarse. Jimmy sabe de sobra
que las primeras tomas no siempre llenan las expectativas de los participantes, quienes
llegan con la esperanza de tener visiones reveladoras y se muestran ansiosos por encontrar
mensajes ocultos en cada trago convencidos de haber hallado la poción que los redima de
todos sus pecados.
"Yo sigo siendo el mismo pecador de siempre. No puedo decir que antes mi vida era
miserable y que después de tomar yajé mejoró. A mí me gusta fumar y cada vez que tomo
yajé el bejuco me cobra ese vicio. Lo que sí ha hecho es que me ha enseñando a reír, a ser
más creativo, ha mejorado mi estado de salud y me quitó el estrés. La persona es la que
hace el cambio, el yajé muestra un camino. Cada uno lo interpreta como quiera. Si la
persona es católica puede creer que los mensajes son de la Virgen María y si es indígena
puede creer que se trata de la Madre Naturaleza. A fin de cuentas se siente la presencia de
un espíritu femenino".

La mejora en las vías de acceso entre la selva y la ciudad, promovida por la expansión de
los cultivos ilícitos en el sur del país, ha acortado la distancia entre los dos mundos. Ahora
es más fácil que los taitas vengan a la ciudad y que los tomadores participen en los ritos sin
abandonar el perímetro urbano. Dicha situación ha hecho que el yajé se vuelva famoso y
esta repentina popularidad ha generado toda clase de historias en favor y en contra de su
uso. Por un lado están los grupos que abogan porque la planta no salga de las comunidades,
están los charlatanes que la comercializan en forma de ungüentos y pastillas para curar
hasta lo inimaginable y los que comparan la planta con la coca por sus efectos sobre el
sistema nervioso.

"Puede que en Estados Unidos vendan pastillas de ayahuasca contra el dolor físico pero la
parte espiritual del ritual no se puede mercadear. Lo peor que podría pasar es que ahora, por
desconocimiento, quisieran erradicarlo como una droga cuando no lo es. El yajé no es para
trabarse. ¿O es que a alguien le gusta vomitar por placer?".

Hace unos años surgió una fuerte polémica a raíz de la patente de una variedad nueva de
yajé que había sido otorgada a Loren Miller, un empresario norteamericano, en 1986. Al
conocerse la noticia miembros de la Confederación de Organizaciones Indígenas de la
Cuenca Amazónica (Coica), que representa a 400 tribus, con el apoyo de varias ONG
viajaron a Estados Unidos e hicieron presión hasta que anularon la patente. Después de lo
ocurrido las comunidades se han vuelto recelosas ante el interés de los extranjeros por la
planta.

"No se puede seguir creyendo que el indio es bueno por ser indio y que el blanco es malo
por ser blanco", dice Jimmy en la entrevista, y remata con otro fragmento de su obra: "Mi
relación con el bejuco se debe a la apertura y, a pesar de la nostalgia, trato de ser realista.
Soy blanco de la ciudad y, por haber sido criado bajo la sombra de la bomba atómica,
nadaísta por naturaleza. No quiero vestirme de plumas para sentirme más compenetrado
con el yajé. Si sigo siendo indigenista con el yajé es por razones prácticas en el sentido de
creer que mientras exista un saber indígena, no importa su dilución, debemos aprovecharlo
porque da buenos resultados".

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