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3.7.i. Apuntes ginecológicos y embriológicos.

En sus nociones y prescripciones, los tratamientos ginecológicos resultan


sorprendentes y es posiblemente el área de atención médica en la que los contenidos
simbólicos, las nociones de purificación o polución de la sanación mágica y la cultura
popular se vuelven más visibles. Las sustancias prescritas para diversos problemas
femeninos, como la esterilidad, las amenorreas, menorragias y otros problemas uterinos,
son radicalmente distintas a las que se mencionan en otros tratamientos e incluyen
excrementos y orines de vaca, partes de animales vírgenes, hiel, mirra, alumbre, gálbano,
escila, resina de cedro, vino o aplicaciones de misoto, una pasta comestible hecha de
queso, ajo, aceitunas negras, miel y hierbas, en baños, fumigaciones o en una especie de
supositorios1. En algunos casos, como sucede con las heces, son sustancias asociadas con
ritos mágicos a las que se considera portadoras de fertilidad y poder reproductivo.
Los tratados sobre ginecología forman una especie de sección temática aparte
dentro del Corpus. En ellos aparecen cuestiones que son exclusivamente particulares de la
fisiología de las mujeres, junto a una serie de conocimientos técnicos sobre el parto, sobre
embriología y trato del neonato o conocimientos propios de las parteras, y seguramente
también de las alcahuetas, sobre el tratamiento de dolencias internas del aparato
reproductor femenino o interrupciones de embarazo. En ellos se recogen, por tanto,
saberes diversos, con una fuerte carga empírica —y mezclados con operaciones que
resultan más propias de la magia—, que los médicos y fisiólogos formalizan para construir
una teoría sobre ese “otro” cuerpo que es el de la mujer2. Como señala V. Gazzaniga, desde
la fabricación de Pandora (Hesíodo, Teogonía 572 y ss. y Trabajos y días 59 y ss.), el
cuerpo de la mujer parece portador de una extrañeza originaria, a la vez que de una
inquietante diferencia3. Organizada en torno a un gaster, la cavidad abdominal, el vacío
interno en el que se produce el proceso de generación, el cuerpo femenino se construye
culturalmente en torno a los lugares anatómicos que sirven para la reproducción de la
especie. Como modelo de representación, por lo general el interior de una mujer se
muestra como un hueco tubular que conecta la parte superior, la boca, con la inferior, la
vagina. La buena salud depende de la permeabilidad y del paso fluido. De este modo se
encuentran curiosas recomendaciones:

1 Sobre los lugares en el hombre 47.


2 Cabe apuntar que, frente al mundo romano, en este aspecto menos pudoroso, la Grecia arcaica y clásica
parece tener un cierto reparo a la hora de mostrar el cuerpo femenino desnudo en las representaciones
artísticas. Frente al modelo atlético y agonal del kouros, el joven-adulto desnudo en su esplendor
corporal y anatómico, la kore adopta siempre una representación vestida cuyo encanto y belleza radica
más en aquello ornamental que porta que en lo propiamente anatómico.
3 2015, p. 115
Maneras de expulsar la placenta: dése un estornutatorio y ciérrense las narices y la
boca4.

Esta misma imagen tubular es la que aparece en este otro aforismo, que parece conectado
con alguna clase de costumbre o saber popular:

Si una mujer no concibe y quiere saber si va a concebir, cúbrela con un manto y


quema perfumes debajo. Si parece que el olor penetra a través de su cuerpo hasta la
boca y la nariz, piensa que no es infecunda por sí misma5.

Dentro del sistema de estructuración interno, los pechos están conectados, por medio de
los vasos, con la zona inferior del cuerpo:

Si quieres detener la menstruación de una mujer, aplícale a los pechos una ventosa
lo más grande posible6.

Dentro del marco conceptual de la krasis, para que sea posible la generación es necesario
que las condiciones de la matriz sean propicias en la mezcla de las cualidades:

Las que tienen la matriz densa y fría no conciben. Las que tienen la matriz muy
húmeda tampoco conciben, pues el germen se apaga. Tampoco las que la tienen
seca de más y excesivamente ardiente, pues el esperma perece por falta de
alimento. En cambio las que tienen una mezcla (krasis) de ambos extremos son
fecundas7.

La diversidad de la mujer no es sólo anatómica, la propia estructura de su cuerpo muestra


una musculatura más laxa y porosa que la del varón. Su constitución es más líquida y
húmeda y esta tendencia a la acumulación de humedad hace que el cuerpo de las mujeres
sea más blando8. Este exceso impide que los alimentos se quemen completamente, lo que
produce residuos que tienden a permanecer en forma de un exceso de sangre, de ahí la
necesidad fisiológica del ciclo menstrual que es producto del paso al útero de estos

4 Aforismos V, 49 (trad. J. A. López Férez (1990).


5 Ibid, V, 59. Como señala el traductor en su nota, Aristóteles (Sobre la generación de los animales 747a)
se hace eco de este procedimiento, que parece común: “comprueban a las mujeres mediante pesarios
(supositorios vaginales), por si los olores llegan, desde abajo hast arriba, al aliento (…). Si esos efectos no
se cumplen, ello demuestra que las vías por las que se expulsan los residuos están obstruidas e
inutilizadas”.
6 Ibid, V, 50.

7 Ibid, V, 62.

8 Sobre las enfermedades de las mujeres I, 1.


residuos digestivos y mediante el cual se impide que generen enfermedades en el cuerpo9.
La menstruación, por tanto, aparece como una purga (katharsis) natural en la que la
naturaleza de la mujer elimina un exceso de sangre cuya permanencia en el cuerpo podía
resultar nocivo para su salud. La menstruación, para la mentalidad antigua, no señala el
comienzo de la pubertad, sino de la edad adulta, al menos en la medida en que apunta la
disponibilidad de la mujer a entrar en el rol social que le corresponde, el de madre en la
generación10. En Epidemias VII se anota un curioso caso en el que se combina la noción de
que la menstruación regular, señal de salud en la mujer, se ve interrumpida
patológicamente una vez que deja de resultar posible el desempeño de su papel social
como esposa:

En Abdera, Faetusa, el ama de llaves de Piteas, había tenido hijos anteriormente, y


cuando su marido se fue desterrado, se le retuvieron las menstruaciones durante
mucho tiempo; después dolores y enrojecimientos en las articulaciones. Tras
sucederle eso, el cuerpo se le masculinizó y se le cubrió de vello; le creció barba, la
voz se le puso áspera y dura; y aunque nosotros hicimos todo cuanto había para
hacer bajar las menstruaciones, no se presentaron, sino que murió sin haber vivido
mucho tiempo después11.

Es opinión general de los tratados ginecológicos que las mujeres que son madres gozan de
mejor salud, ya que el parto ha ampliado los canales interiores y ello hace que sea más
fácil la eliminación de los residuos12, hecho que reduce también los dolores menstruales.
La regularidad de la menstruación se vincula con el tiempo de la luna asociado con la
protección de Ártemis, la diosa lunar. Las relaciones sexuales, asimismo, propician la
buena salud de las mujeres:

Sucede también en las mujeres lo siguiente: si tienen relaciones con hombres,


tienen mejor salud; y si no las tienen peor, pues, por un lado la matriz en el coito se
vuelve húmeda y no se seca; si está seca, se contrae de forma violenta, más de lo
conveniente y, al contraerse violentamente, provoca sufrimiento a todo el cuerpo.
Por otro lado, el coito, al calentar y humedecer la sangre, hace el camino más fácil

9 Frente a la tendencia a la idea de un calentamiento patológico en el cuerpo femenino, los tratados


biológicos aristotélicos, en cambio, tienden a atribuir a la mujer un exceso de frío, lo que parece ser la
“excusa” fisiológica para explicar la definición de la mujer con ser débil y físicamente incapaz,
caracterizado por un frío interno que dificulta la buena pepsis humoral (Sobre la generación de los
animales 727b31-33).
10 V. Gazzaniga, 2014, p. 116.

11 Epidemias VI, 8, 32, trad. E. García Novo (1989).

12 Sobre las enfermedades de las mujeres I, 1.


para las menstruaciones; por el contrario cuando las menstruaciones no fluyen, el
cuerpo de las mujeres enferma13.

Las teorías antiguas que explicaron la generación se enfrentaron también a la


necesidad de dar una razón a la diferenciación sexual. Aristóteles (Sobre la generación de
los animales 4, 1, 763b30-764a11) transmite las teorías con las que algunos fisiólogos
anteriores intentaron dar razón de esto. Parece que Anaxágoras consideraba que el semen
provenía del varón y que la participación de la hembra se reducía a albergar el proceso en
su seno. Esta imagen aparece frecuentemente en la tragedia, en la que las cuestiones
familiares, de sangre, descendencia y filiación son centrales: la analogía se establece con la
fecundación de la tierra, es el grano sembrado por el varón el que germina en la tierra, que
lo guarda y acrecienta para generar fruto. Según Anaxágoras, nacían varones de los
embriones generados en el lado derecho y hembras de los generados en el izquierdo, dada
la vinculación de lo derecho con lo bueno y lo izquierdo con lo “siniestro” —de acuerdo al
étimo latino—, presente también en ritos adivinatorios y otros aspectos culturales14. Por
otra parte, según Empédocles la diferenciación se producía en el útero: si la matriz estaba
caliente, salían varones; si fría, hembras y la temperatura de la matriz dependía del flujo
de las menstruaciones, si era más antiguo o más reciente. Demócrito, en cambio,
consideraba que no se producía la diferenciación a causa del estado del útero, sino que era
la predominancia del semen de uno u otra la que explicaba la diferenciación sexual. Para
Demócrito el semen procedía de todo el cuerpo —es la llamada teoría panespermática—
frente a aquellos como Alcmeón y los pitagóricos primero, y Platón y Diocles después, que
defendían el origen cerebral del semen15, u otros como Diógenes de Apolonia y, más tarde,
Aristóteles que lo situaban en el cerebro. Tratados medicos como Sobre la generación,
Sobre la naturaleza del niño y Sobre las enfermedades IV se hacen eco de la teoría
pangenética y la encardinan en la teoría humoral16. En Sobre la generación, un tratado
que tradicionalmente se ha vinculado con la órbita empirista cnidia se detalla, con una
notable capacidad de observación del detalle, aunque sesgada por la mirada masculina, el

13 Sobre la generación 4, trad. M. E. Rodríguez Blanco (2003). Frente al puritanismo sexual —


principalmente con relación a las mujeres— que caracterizará los siglos de la cristiandad, resulta curioso
que en los tratados ginecológicos antiguos se recomienden las relaciones sexuales para mantener la
salud femenina. En todo caso, esta recomendación está vinculada con la función reproductora de la
mujer en la polis griega, no tanto con la idea de una liberación sexual. Las heteras, muy influyentes
socialmente en algunos casos, permanecían en los márgenes de la polis, aunque con su labor cumplieran
una función en el seno de esta.
14 Esta idea de diversos compartimentos en el interior procede, seguramente, de la anatomía animal, en

la ue se producen varias crías a la vez, cf. supra, p. X.


15 Acerca de esto se tratará con más detalle en el siguiente apartado en el que se expliquen las tendencias

encefalocentristas y hematcentristas de la fisiología antigua.


16 Sobre la generación 3. Para un desarrollo extenso sobre el semen femenino en los tratados y en

Galeno, cf. López Férez, 2015, pp 41 y ss.


proceso del coito heterosexual y el proceso de generación a partir de la mezcla de los dos
semina. En el comienzo explica la formación del semen masculino:

La ley gobierna todo, y el esperma del hombre procede de todo el humor que hay en
el cuerpo y es lo más fuerte que segrega de él. La prueba de que es lo más fuerte que
se segrega es que nos debilitamos después del coito, tras haber eyaculado una
pequeña cantidad. Sucede del siguiente modo: venas y nervios se extienden desde
todo el cuerpo hasta los genitales; al frotarlos, calentarse y llenarse, se produce
como una especie de excitación que provoca placer calor a todo el cuerpo Con el
frotamiento de los genitales y el movimiento del hombre, el humor se calienta en el
cuerpo, se vuelve fluido, se agita a causa del movimiento y forma una espuma,
como lo hacen también todos los demás fluidos al agitarse17.

A continuación se explica el proceso femenino durante el coito:

Y en el caso de las mujeres afirmo que, a causa del frotamiento del aparato genital
en el coito y del movimiento de la matriz, les sobrevine como una especie de
excitación que proporciona placer y calor al resto del cuerpo. La mujer eyacula
también a partir de todo el cuerpo, unas veces dentro de la matriz —y entonces la
matriz se vuelve húmeda— y otras fuera, cuando la matriz es más abierta de lo
conveniente. La mujer goza desde el mismo inicio del coito y durante todo el
tiempo hasta que el hombre la deja; y en el caso de que la mujer experimente un
orgasmo durante el acto sexual alcanza el clímax antes que el hombre y su placer ya
no es el mismo el resto del tiempo; pero si no tiene orgasmo su placer termina al
mismo tiempo que el del varón18.

Una vez que se mezclan en la matriz, esta mantiene la mezcla seminal y, tras haberse
cerrado la boca del útero, se produce la diferenciación. Tanto el hombre como la mujer
poseen esperma masculino y femenino. Siguiendo la teoría humoral de la predominancia
(epikrateia), cuando predomina el masculino —el más fuerte—, el resultado es un varón;
cuando lo hace, a su vez, el femenino —el más débil—, una hembra. Se aduce una curiosa

17 Sobre la generación 1, trad. M. E. Rodríguez Blanco (2003). Los sueños eróticos y las poluciones
nocturnas se explican, asimismo, porque el humor ha fluido por el cuerpo, calentándose a causa del
ejercicio físico, y ha producido espuma y “como consecuencia de esto, se le presenta al varón la imagen
del coito; en efecto el humor se comporta como en el coito” (ibid.)
18 Ibid, 3. Posteriormente se añade “lo mismo que si sobre el agua hirviendo se vierte agua fría que deja

de hervir; así también el esperma del hombre al hacer dentro de la matriz, apaga el calor y el placer de la
mujer; el clor y el placer se avivan al caer el esperma dentro de la matriz, pero a continuación, cesan (…);
así también para la mujer el calor se aviva con el esperma del hombre, pero inmediatamente cesa. La
mujer goza mucho menos que el hombre durnte el coito, pero durante más tiempo que él”.
razón a la explicación a la idea de que tanto en la mujer como el hombre existe esperma
femenino y masculino19:

(…) pues muchas mujeres engendraron hembras en el trato con sus maridos, pero
después de haber tenido relaciones con otros hombres, engendraron varones; y
esos mismos hombres con los que las mujeres engendraron hembras, tras tener
relaciones con otras mujeres, produjeron descendencia masculina; y aquellos a los
que les había nacido una descendencia masculina, tras haberse unido a otras
mujeres, tuvieron descendencia femenina 20.

Posteriormente, comienza la fase de formación del feto, cuya culminación depende


de la diferenciación sexual: más breve para el varón, más larga para el hembra, cuya
humedad natural ralentiza el proceso de desarrollo. Durante el período inicial, la criatura
no se alimenta. En Sobre la naturaleza del niño se expone el proceso de desarrollo del
embrión. En breves palabras, el útero, esponjoso y absorbente, se convierte en una suerte
de horno destinado a la cocción de la mezcla: el esperma exhala un aliento (pneuma), que
es el principio y el aliento vital. Al calentarse e hincharse el esperma genera una
membrana externa en el que se abre un paso de entrada y salida para el aire. El embrión es
parecido a un huevo crudo: el aspecto es redondo y, encerrado por la membrana, se ve el
esperma transparente en el interior. En medio de la membrana hay un fino hilo, el cordón
umbilical, que es identificado como el lugar por el que el feto hace la inspiración y la
expiración. El autor explica porqué conoce de primera mano el estado de un feto de seis
días en uno de los primeros testimonios de un aborto provocado y asistido, un texto muy
poco citado, pero de gran interés por la cercanía del autor a los hechos, un claro ejemplo
de dedicación continua a la fisiología:

Pero explicaré antes cómo pude ver un embrión de seis días. Una mujer conocida
mía contaba con una cantante famosa, que frecuentaba a los hombres y a la que no
le convenía quedar encinta para no perder su fama. La cantante había oído lo que
las mujeres hablan entre ellas: que si una mujer va a quedar embarazada el
esperma no sale, sino que permanece dentro de la matriz. Comprendió lo que había

19La interesante teoría del semen femenino fue criticada por Aristóteles (Sobre la generación de los
animales 727a2 y ss; b33-36 y 728a1-4) ya que, para Aristóteles, el flujo menstrual incapacita la
posibilidad de generación de semen generativo. La contribución de la mujer es meramente espacial-
orgánica, ya que por su frialdad, necesita ser calentada por el semen masculino.
20 Ibid, 7. Luego, de manera muy hipocrática, se señala que las secreciones no son siempre fuertes o

débiles en cada persona, sino que varían y es de esa variación de la que surgen las posibilidades. La
criatura, niño o niña, se parecerá más al padre si el hombre aporta más esperma y a la madre en caso
contrario, pero forzosamente ha de parecerse en algo a ambos: “Por el contrario forzosamente debe
parecerse a ambos en algo, porque el esperma llega al hijo del cuerpo de los dos; s parece más a aquel de
los dos que contribuya con más cantidad al parecido y desde más partes del cuerpo”.
escuchado y estaba siempre vigilante; y, cuando se dio cuenta de que el esperma no
había salido, se lo contó a su patrona y el asunto llegó a mis oídos. Yo, tras
escucharla, le aconsejé saltar hasta llegar con los talones a las nalgas; y, cuando ya
había saltado siete veces, el esperma cayó al suelo e hizo un ruido; ella, al verlo, lo
contempló y se llenó de estupor21.

Durante el embarazo, la menstruación se interrumpe, ya que la sangre en vez de


ser purgada una vez al mes, se desplaza diariamente sin esfuerzo hacia la matriz y sirve
para que el embrión crezca. El embrión se desarrolla en miembros por efecto del pneuma
y cada elemento se agrupa en virtud de la ley de lo semejante. Se forman progresivamente
los huesos, solidificados por el calor, y se ramifica el cuerpo como un árbol. Se crean los
tejidos, el vientre, los intestinos y las demás partes. El proceso se concluye en treinta días,
en el caso de los varones, y de cuarenta y dos en el caso de las hembras. A medida que
crece, salen uñas, pelo, etc. Si es niño comienza a moverse a los tres meses, cuatro en el
caso de una niña. El feto se nutre de la madre como las plantas se nutren de la tierra.
Cuando llega el momento de parto, el niño se agita y con sus movimientos rompe una de
las membranas interiores. Las membranas, rotas, ya no pueden seguir reteniendo al niño
que sale forzando y ensanchando la matriz. El parto implica una situación de riesgo. Así se
entendía generalmente: Medea, en la tragedia homónima de Eurípides, afirma que
prefiere la guerra a los dolores del parto (vv. 250-252) y la ley de Esparta concedía que el
nombre de las mujeres muertas durante el parto apareciera en sus estelas funerarias,
como el de los héroes que habían dado su vida en el campo de batalla22.
Para los tratadistas ginecológicos el carácter móvil del útero es lo que determina
una enfermedad extraña y peculiar que asume el nombre de la parte que enferma: la
histeria, que comienza aquí su historia clínica 23 . Parece que ya los papiros médicos
egipcios consideraban que la matriz no estaba establecida en un lugar anatómico concreto.
Podía desplazarse hacia el hígado, el diafragma, la cabeza, los hipocondrios o la cabeza. A
través de estos movimientos y sus prolapsos, intenta salir del cuerpo a una dimensión en
la que sea posible el encuentro con el varón, según un imaginario claramente masculino24.
Cuando eso sucede, y dependiendo de dónde se establezca y el tiempo que permanezca
allí, en las enfermas aparecen cefaleas, dolores en la nariz, somnolencia, problemas
respiratorios, dolores en el pecho, exceso de salivación, dificultades motrices, trastornos

21 Sobre la naturaleza del niño 13, trad. M. E. Rodríguez Blanco (2003).


22 Plutarco, Vida de Licurgo, 27, 2. Tomado de V. Gazzaniga, 2014, pp. 123-124.
23 V. Lazzaniga, 2014, p. 125.

24 Sobre la naturaleza de la mujer 3-8, 30-38, 47-49, 54-62. Cf. también Platón, Timeo (91c-d): “Los así

llamados úteros y matrices en las mujeres —un animal deseoso de procreación en ellas, que se irrita y
enfurece cuando no es fertilizado a tiempo durante un largo período y, errante por todo el cuerpo,
obstruye los conductos de aire sin dejar respirar— les ocasiona las peores carencias y les provoca
variadas enfermedades (…)”, trad. F. Lisi (1992).
en el habla e incluso demencia. La histeria es una enfermedad que aparece en las mujeres
estériles y en las viudas jóvenes, aquellas que no pueden desempeñar su papel social como
progenitoras, manteniendo con ello la especie y la comunidad que es la polis. Además de
la prescripción de fármacos y diversos remedios destinados al “rescate” del útero en su
loco desvarío, mediante atracciones y repulsiones con aromas o sustancias desagradables,
como si fuera un ser animal, solo el embarazo puede fijar la matriz en sus prolapsos y
hacer que vuelva a su estado de salud. La afección muestra una serie de aspectos
psíquicos: terrores infundados, visiones, delirios, tedio vital, ansiedad y es posible que la
paciente muestre tendencias suicidas. El médico actúa desde su condición de benefactor
de la comunidad —es decir, desde su rol en esta y su autoconciencia—, y asume, para ello,
un marco de análisis en el que el fin social de la reproducción es la única determinación
posible del diagnóstico y del tratamiento. De una manera análoga a lo que sucede con
otras experiencias femeninas ritualizadas, como el menadismo dionisíaco, una mujer que
no cumple su papel en la comunidad genera conflicto en el seno de esta. Por tanto, la
mujer que padece histeria ha de regresar a la normalidad social mediante el matrimonio y
el embarazo:

Estos accidentes los experimenta de repente, en plena salud. Sobrevienen sobre


todo en las viudas que, siendo todavía jóvenes, siguen en viudedad, y especialmente
en las mujeres sin hijos y estériles, porque en ellas no hay partos, ni, por tanto,
purgación loquial, razón por la cual el útero no se hincha, ni se reblandece, ni
regurgita (…). Si la viuda puede, lo mejor es que quede encinta. En cuanto a las
solteras, se les aconsejará que se casen25.

25 Sobre las enfermedades de las mujeres II, 127 Littré, trad. P. Laín Entralgo (1987, p. 293). Como
señala Laín (ibid., p. 294), intentando, quizá erróneamente, desvincular el hipocratismo “serio” de estas
teorías: “Es bien conocida la pertinaz influencia de estas ideas hipocráticas —seudohipocráticas, si se
quiere— hasta que Le Pois y Sydenham describan las formas masculinas de la histeria, y en definitiva
hasta que la medicina del siglo XIX acometa con resolución el estudio de las afecciones histéricas”.

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