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Esta misma imagen tubular es la que aparece en este otro aforismo, que parece conectado
con alguna clase de costumbre o saber popular:
Dentro del sistema de estructuración interno, los pechos están conectados, por medio de
los vasos, con la zona inferior del cuerpo:
Si quieres detener la menstruación de una mujer, aplícale a los pechos una ventosa
lo más grande posible6.
Dentro del marco conceptual de la krasis, para que sea posible la generación es necesario
que las condiciones de la matriz sean propicias en la mezcla de las cualidades:
Las que tienen la matriz densa y fría no conciben. Las que tienen la matriz muy
húmeda tampoco conciben, pues el germen se apaga. Tampoco las que la tienen
seca de más y excesivamente ardiente, pues el esperma perece por falta de
alimento. En cambio las que tienen una mezcla (krasis) de ambos extremos son
fecundas7.
7 Ibid, V, 62.
Es opinión general de los tratados ginecológicos que las mujeres que son madres gozan de
mejor salud, ya que el parto ha ampliado los canales interiores y ello hace que sea más
fácil la eliminación de los residuos12, hecho que reduce también los dolores menstruales.
La regularidad de la menstruación se vincula con el tiempo de la luna asociado con la
protección de Ártemis, la diosa lunar. Las relaciones sexuales, asimismo, propician la
buena salud de las mujeres:
La ley gobierna todo, y el esperma del hombre procede de todo el humor que hay en
el cuerpo y es lo más fuerte que segrega de él. La prueba de que es lo más fuerte que
se segrega es que nos debilitamos después del coito, tras haber eyaculado una
pequeña cantidad. Sucede del siguiente modo: venas y nervios se extienden desde
todo el cuerpo hasta los genitales; al frotarlos, calentarse y llenarse, se produce
como una especie de excitación que provoca placer calor a todo el cuerpo Con el
frotamiento de los genitales y el movimiento del hombre, el humor se calienta en el
cuerpo, se vuelve fluido, se agita a causa del movimiento y forma una espuma,
como lo hacen también todos los demás fluidos al agitarse17.
Y en el caso de las mujeres afirmo que, a causa del frotamiento del aparato genital
en el coito y del movimiento de la matriz, les sobrevine como una especie de
excitación que proporciona placer y calor al resto del cuerpo. La mujer eyacula
también a partir de todo el cuerpo, unas veces dentro de la matriz —y entonces la
matriz se vuelve húmeda— y otras fuera, cuando la matriz es más abierta de lo
conveniente. La mujer goza desde el mismo inicio del coito y durante todo el
tiempo hasta que el hombre la deja; y en el caso de que la mujer experimente un
orgasmo durante el acto sexual alcanza el clímax antes que el hombre y su placer ya
no es el mismo el resto del tiempo; pero si no tiene orgasmo su placer termina al
mismo tiempo que el del varón18.
Una vez que se mezclan en la matriz, esta mantiene la mezcla seminal y, tras haberse
cerrado la boca del útero, se produce la diferenciación. Tanto el hombre como la mujer
poseen esperma masculino y femenino. Siguiendo la teoría humoral de la predominancia
(epikrateia), cuando predomina el masculino —el más fuerte—, el resultado es un varón;
cuando lo hace, a su vez, el femenino —el más débil—, una hembra. Se aduce una curiosa
17 Sobre la generación 1, trad. M. E. Rodríguez Blanco (2003). Los sueños eróticos y las poluciones
nocturnas se explican, asimismo, porque el humor ha fluido por el cuerpo, calentándose a causa del
ejercicio físico, y ha producido espuma y “como consecuencia de esto, se le presenta al varón la imagen
del coito; en efecto el humor se comporta como en el coito” (ibid.)
18 Ibid, 3. Posteriormente se añade “lo mismo que si sobre el agua hirviendo se vierte agua fría que deja
de hervir; así también el esperma del hombre al hacer dentro de la matriz, apaga el calor y el placer de la
mujer; el clor y el placer se avivan al caer el esperma dentro de la matriz, pero a continuación, cesan (…);
así también para la mujer el calor se aviva con el esperma del hombre, pero inmediatamente cesa. La
mujer goza mucho menos que el hombre durnte el coito, pero durante más tiempo que él”.
razón a la explicación a la idea de que tanto en la mujer como el hombre existe esperma
femenino y masculino19:
(…) pues muchas mujeres engendraron hembras en el trato con sus maridos, pero
después de haber tenido relaciones con otros hombres, engendraron varones; y
esos mismos hombres con los que las mujeres engendraron hembras, tras tener
relaciones con otras mujeres, produjeron descendencia masculina; y aquellos a los
que les había nacido una descendencia masculina, tras haberse unido a otras
mujeres, tuvieron descendencia femenina 20.
Pero explicaré antes cómo pude ver un embrión de seis días. Una mujer conocida
mía contaba con una cantante famosa, que frecuentaba a los hombres y a la que no
le convenía quedar encinta para no perder su fama. La cantante había oído lo que
las mujeres hablan entre ellas: que si una mujer va a quedar embarazada el
esperma no sale, sino que permanece dentro de la matriz. Comprendió lo que había
19La interesante teoría del semen femenino fue criticada por Aristóteles (Sobre la generación de los
animales 727a2 y ss; b33-36 y 728a1-4) ya que, para Aristóteles, el flujo menstrual incapacita la
posibilidad de generación de semen generativo. La contribución de la mujer es meramente espacial-
orgánica, ya que por su frialdad, necesita ser calentada por el semen masculino.
20 Ibid, 7. Luego, de manera muy hipocrática, se señala que las secreciones no son siempre fuertes o
débiles en cada persona, sino que varían y es de esa variación de la que surgen las posibilidades. La
criatura, niño o niña, se parecerá más al padre si el hombre aporta más esperma y a la madre en caso
contrario, pero forzosamente ha de parecerse en algo a ambos: “Por el contrario forzosamente debe
parecerse a ambos en algo, porque el esperma llega al hijo del cuerpo de los dos; s parece más a aquel de
los dos que contribuya con más cantidad al parecido y desde más partes del cuerpo”.
escuchado y estaba siempre vigilante; y, cuando se dio cuenta de que el esperma no
había salido, se lo contó a su patrona y el asunto llegó a mis oídos. Yo, tras
escucharla, le aconsejé saltar hasta llegar con los talones a las nalgas; y, cuando ya
había saltado siete veces, el esperma cayó al suelo e hizo un ruido; ella, al verlo, lo
contempló y se llenó de estupor21.
24 Sobre la naturaleza de la mujer 3-8, 30-38, 47-49, 54-62. Cf. también Platón, Timeo (91c-d): “Los así
llamados úteros y matrices en las mujeres —un animal deseoso de procreación en ellas, que se irrita y
enfurece cuando no es fertilizado a tiempo durante un largo período y, errante por todo el cuerpo,
obstruye los conductos de aire sin dejar respirar— les ocasiona las peores carencias y les provoca
variadas enfermedades (…)”, trad. F. Lisi (1992).
en el habla e incluso demencia. La histeria es una enfermedad que aparece en las mujeres
estériles y en las viudas jóvenes, aquellas que no pueden desempeñar su papel social como
progenitoras, manteniendo con ello la especie y la comunidad que es la polis. Además de
la prescripción de fármacos y diversos remedios destinados al “rescate” del útero en su
loco desvarío, mediante atracciones y repulsiones con aromas o sustancias desagradables,
como si fuera un ser animal, solo el embarazo puede fijar la matriz en sus prolapsos y
hacer que vuelva a su estado de salud. La afección muestra una serie de aspectos
psíquicos: terrores infundados, visiones, delirios, tedio vital, ansiedad y es posible que la
paciente muestre tendencias suicidas. El médico actúa desde su condición de benefactor
de la comunidad —es decir, desde su rol en esta y su autoconciencia—, y asume, para ello,
un marco de análisis en el que el fin social de la reproducción es la única determinación
posible del diagnóstico y del tratamiento. De una manera análoga a lo que sucede con
otras experiencias femeninas ritualizadas, como el menadismo dionisíaco, una mujer que
no cumple su papel en la comunidad genera conflicto en el seno de esta. Por tanto, la
mujer que padece histeria ha de regresar a la normalidad social mediante el matrimonio y
el embarazo:
25 Sobre las enfermedades de las mujeres II, 127 Littré, trad. P. Laín Entralgo (1987, p. 293). Como
señala Laín (ibid., p. 294), intentando, quizá erróneamente, desvincular el hipocratismo “serio” de estas
teorías: “Es bien conocida la pertinaz influencia de estas ideas hipocráticas —seudohipocráticas, si se
quiere— hasta que Le Pois y Sydenham describan las formas masculinas de la histeria, y en definitiva
hasta que la medicina del siglo XIX acometa con resolución el estudio de las afecciones histéricas”.