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SOCIOLOGÍA II. LEYES SOCIOLÓGICAS.

Son proposiciones con cierta validez general colectiva, que establecen


relaciones funcionales entre fenómenos sociales, ya versen sobre estructuras,
procesos causales o motivaciones o, simplemente, secuencias. El sentido de
su uso inicial como leyes universales y absolutamente necesarias ha sido
abandonado por completo. Mostremos esa evolución de las ideas.

Montesquieu (v.) había definido las leyes como aquellas relaciones


necesarias que se derivan de la naturaleza de las cosas. Comte y la primitiva
S. adoptaron un concepto análogo de ley. Pero para Comte la naturaleza de la
que se derivaban esas relaciones en la vida social no era la «naturaleza
humana» del iusnaturalismo racionalista, sino la naturaleza física, ya que el
hombre, según él, es sólo la culminación del orden físico-natural. El hombre -
afirma, por tanto-, además de estar sometido a esas leyes generales, estaría
regido por otras leyes también naturales, pero de ámbito más restringido. La
singularidad humana consistiría en que al conocer las leyes que rigen la
historia puede hacer de ella una fatalité modifiable. Las leyes sociológicas, tal
como las entendieron los primeros sociólogos, eran proposiciones necesarias
y de validez universal, que establecían relaciones constantes entre los
fenómenos y que tenían como ámbito de aplicación la historia humana. Eran,
por lo general, leyes de evolución que basaban su validez en la interpretación
del pasado y que aspiraban a demostrar su fuerza predictiva, adelantando las
características de la sociedad en fases venideras.

Otra parte de los problemas del concepto de leyes sociológicas maduró en


la estadística (v.), por obra del científico belga Quetelet, quien en su libro Sur
l'homme (1835) habló de una física social y en 1869 publicó una obra con ese
mismo título. A través de sus investigaciones estadísticas intentó mostrar la
existencia de una legalidad, incluso en las acciones humanas «aparentemente
libres» y afirmó el imperio de una ley natural sobre el libre albedrío. Las leyes
de la vida social están -dice- disimuladas al observador inmediato y, a fortiori,
al participante, porque se desarrollan en condiciones en las que lo
circunstancial y lo accidental parecen más característicos que lo regular, que

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escapa a su consideración. Según Quetelet, «la regularidad o la ley
fundamental se concreta en la convergencia de los resultados en torno a una
media. El término medio aparece así como el producto de causas regulares
liberado de la influencia de las causas accidentales que se destruyen
mutuamente en el conjunto de las observaciones; en la serie de un número
indefinido de hechos sólo subsisten las relaciones constantes y necesarias,
determinadas por la naturaleza de las cosas». Esa media estadística posee un
carácter activo y normativo, pues se impone a los hombres en su modo se
pensar y de actuar, en gran parte por vía inconsciente. En Alemania, siguieron
a Quetelet E. Engel y A. Wagner, y encontró su opositor en el filósofo H. Lotze.
En 1864 apareció el escrito de A. Wagner Die Gesetzmiissigkeit in den
scheinbar willkürlichen menschlichen Handlungen vom Standpunkte der
Statistik, en el que partiendo de los planteamientos de Quetelet, se hacían ya
serias objeciones a sus conclusiones.

Gurvitch considera que el tema de las leyes sociológicas es uno de los


«falsos problemas de la Sociología del siglo XIX». Los sociólogos del s. XIX
pretendieron establecer leyes sociológicas, buscándolas al modo de los físicos.
Sin embargo, sus resultados fueron muy pobres. La «ley de los tres estadios»
de Comte no es ni una ley causal, ni una relación constante de los fenómenos,
sino un simple postulado apriorístico acerca de supuestas fases históricas del
desarrollo europeo. Del mismo modo, la ley de «integración por
diferenciación», de Spencer, es la interpretación de una evolución que ha
sucedido una sola vez, y no se demuestra que tenga que repetirse siempre del
mismo modo. Sus continuadores enunciaron múltiples leyes sociológicas,
muchas de ellas peregrinas, pero ninguna alcanzó aceptación general. En su
libro Las reglas del método sociológico, y después de criticar las leyes
evolutivas de Comte y Spencer, recomienda Durkheim que se desarrolle el
estudio de «relaciones causales en Sociología» y que se abandonen las «leyes
sociológicas». Tanto Max Weber, como Maclver y Sorokin, son contrarios a las
leyes sociológicas, entendidas como leyes universales y necesarias, al modo
de las ciencias naturales. Gurvitch señala que hay leyes «que pueden ser
válidas en las estadísticas -aunque de hecho no son aplicables sino a sectores
muy limitados, de preferencia a la base material (morfológica y ecológica) y al
comportamiento colectivo, que se puede observar exteriormente y que es más
o menos previsible, es decir, regular, habitual, tradicional...-, pero tienen una
validez discutible cuando son aplicadas a fenómenos sociales del tipo de la

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opinión colectiva, que es esencialmente fluctuante... En todo caso los cálculos
de probabilidades no son válidos en Sociología, sino en el interior de cuadros
reales netamente delimitados». A juicio de Gurvitch, el concepto de tipo social
cualitativo y discontinuo ha eliminado en S. al concepto de ley (La vocación
actual de la sociología, 1, México 1953).

No obstante, para calibrar en su justo término la posibilidad y el sentido de


las leyes en S. es necesario considerar de qué modo -y por qué- se dan en
dichas leyes las características de generalidad y necesidad que, por definición,
tipifican a las leyes científicas, entendidas como «proposiciones generalmente
válidas».

a) Generalidad. Los conceptos empleados como sujetos en las


proposiciones sociológicas son conceptos generales de- carácter colectivo, por
lo cual dichas proposiciones no tienen más validez que la de la suma de las
proposiciones singulares que engloban, y cuando han sido formados por
inducción incompleta, completada por analogía, existe la posibilidad de
excepciones. En las ciencias sociales la «generalidad» es mucho más
compleja que en las ciencias físicas, ya que la validez universal sólo es posible
a partir de una abstracción formal o total que lleve a un concepto unívoco, lo
cual es extremadamente raro en Sociología. Las ciencias que tratan sobre el
hombre concreto, individual o socialmente considerado -y no del hombre en
cuanto tal, en su esencia abstracta (Antropología filosófica)-, no pueden llegar
a conceptos estrictamente universales y unívocos, sino que tienen que
conformarse con conceptos que son, en alguna medida, vagos, de modo que
puedan aplicarse a realidades singulares que poseen determinados rasgos
semejantes, y que soporten concreciones individuales que son básicas en su
modo de ser y comportarse, y esas diferentes posibilidades de concreción
están contenidas en la unidad del concepto. Piénsese en conceptos como:
europeo, español, trabajador, estudiante, democracia, totalitarismo, paz,
revolución, libertad, matrimonio, familia, asociación, pena, amistad, etc. Todos
esos conceptos son muy genéricos, y engloban realidades empíricas con
rasgos comunes y muy diversa singularidad. De ahí lo peculiar de la
generalidad en las leyes sociológicas: éstas no pueden aspirar a la
universalidad, porque no es propia de los objetos con los que tratan, pero ello
no supone la imposibilidad absoluta de leyes sociológicas, aunque dando a la
palabra ley un sentido diverso del que tiene en las ciencias naturales.

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b) Necesidad. Se entiende por necesidad física la de aquellas
proposiciones que no tienen ninguna excepción, en tanto que la necesidad
moral -propia de las proposiciones sociológicas- admite la posibilidad de
excepciones, a causa de la complejidad de la naturaleza humana y del libre
albedrío (v. LIBERTAD), razón por la cual algunos autores prefieren hablar de
tendencias mejor que de leyes. Aunque esta simple distinción disipa el absurdo
problema de la contradicción entre leyes sociológicas y libertad humana,
conviene añadir que la S., por ocuparse del hombre en concreto, y no en
cuanto tal, en su esencia universal, no formula proposiciones que se refieran a
la libertad de naturaleza, sino a la libertad de ejercicio. Por tanto, no afirma ni
niega nada sobre la naturaleza libre del hombre, sino únicamente sobre los
condicionantes dentro de los que dicha libertad se ejercita en los distintos
ámbitos de la vida social. Este tema ha sido tratado con gran originalidad y
acierto por Gurvitch en su libro Déterminismes sociaux et liberté humaine,
París 1955. La S. actual, si bien no siempre emplea la expresión leyes
sociológicas, ha recogido la enseñanza de las polémicas precedentes,
sustituyendo las falsas leyes de validez universal por tipologías, o, si se quiere,
leyes tipológicas, y las leyes fatalmente necesarias por leyes de probabilidad
o de tendencia. Partiendo del carácter análogo de los conceptos empleados
por las ciencias sociales, las tipologías articulan en tipos los singulares
englobados en cada concepto y modulan sus proposiciones sobre la base de
los atributos comunes y de los específicos de cada tipo, pudiendo referirse
tanto a estructuras y funciones, como a procesos; lo cual significa que las
tipologías pueden aplicarse tanto a los estudios sincrónicos como a los
diacrónicos. Por su parte, las leyes causales, abandonando sus pretensiones
anteriores, establecen probabilidades o tendencias hacia ciertos efectos, en
función de circunstancias determinadas, de modo que cuanto más se
especifiquen éstas tanto mayor será la probabilidad y más nítida la tendencia,
y viceversa. Las tipologías y las leyes de probabilidad y de tendencia perfilan
el campo actual de las leyes sociológicas, al tiempo que permiten incluir a la
S. en «un grupo de disciplinas que tienen por objeto las actividades del hombre
y por finalidad la búsqueda de leyes, éstas en su carácter de relaciones
funcionales susceptibles de verdad o de falsedad en cuanto a su adecuación
a lo real» (Piaget).

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BIBL.: G. DE GREEF, Las leyes sociológicas, Barcelona 1904; G. GURVITCH,
La vocación actual de la sociología, I, México 1953; Q. GIBSON, La lógica de
la investigación social, Madrid 1964; R. BOUDON, P. LAZARSFELD,
Metodología de las ciencias sociales, Barcelona 1973; A. RYAN, Metodología
de las ciencias sociales, Madrid 1973.

E. MARTÍN LÓPEZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991

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