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(Selección extraída del libro «En Busca de la Verdad II», por Rabí Eliyahu Dessler, ©
Editorial Jerusalem de México)
Hay un dicho bien conocido de nuestros sabios que proclama: «No hay recompensa para una
mitzvá en este mundo».
Con esto generalmente se entiende que a una persona no se le da la recompensa por sus mitzvot
en este mundo; le están reservadas en el mundo por venir. Sin embargo, de hecho, el asunto tiene
una mayor profundidad y esta declaración de nuestros Rabís bien merece un análisis cuidadoso.
Nuestros Rabís han dicho: «Una hora de satisfacción en el mundo por venir es mejor que toda la
vida de este mundo». Este también es un dicho que requiere análisis si hemos de comprender todo
su significado. ¿Qué es lo que se quiere dar a entender con «una hora de satisfacción»? ¿y qué,
es «toda la vida de este mundo»?
Me propongo revelar aquí algo que aprendí de mi venerado maestro e instructor, el Rabí Tzvi
Hirsch Braude, de bendita memoria. El explicaba «toda la vida de este mundo» como sigue.
Todos sabemos que la vida es una bendición mixta: en el curso de una vida todos tenemos cierto
grado de alegría y felicidad. Reunamos estas horas y minutos diseminados de placer y gozo de
toda una vida y concentrémoslos en un minuto; tendremos una experiencia extremadamente
intensa de gozo.
Reunamos ahora todas las horas de placer experimentados por todos los amigos y conocidos de
una persona a través de su vida e imaginemos que podemos concentrarlas en ese mismo minuto
de la vida de esa persona; la intensidad de tal experiencia estaría seguramente más allá de toda
descripción.
Vayamos más adelante y concentremos en ese mismo minuto toda la felicidad y gozo
experimentados por toda la gente en esta ciudad a través de todas sus vidas. Más aún: añadamos
toda la felicidad de toda la gente en todas las ciudades de ese país y de cada país; es decir todo lo
que sea placentero y agradable en todo el mundo durante toda una generación; sumémoslo todo,
concentrémoslo todo en un minuto y désemoslo a una persona. …Sin embargo esto aún no sería
«toda la vida de este mundo». Toda la felicidad de este mundo se alcanza solamente si sumamos
toda la felicidad experimentada por todas las generaciones de hombres desde el principio de la
creación hasta el final del tiempo. Si hubiésemos de tomar todo esto -todas las buenas cosas de
este mundo sin ninguna excepción- se lo diésemos todo y a una persona de una vez, hubiéramos
entonces alcanzado un grado de felicidad mundana que con seguridad sería imposible de superar.
No obstante «la satisfacción en el mundo por venir» la supera. ¿Y qué, es lo que se quiere dar a
entender con este «breve lapso de satisfacción en el mundo por venir»? Mi venerado suegro, el
Rabí Najum Velvel Sieff salía explicar que esto se refiere al grado más bajo posible e imaginable
de satisfacción, algo así como la satisfacción que siente un hombre pobre que pasa por la cocina
de una mansión en donde se prepara un banquete y puede al menos gozar del aroma de la
comida. Así, en el mundo por venir, una persona que no merece participación en los deleites
espirituales de ese mundo, pero a quien se permite pasar por afuera y gozar el aroma» del mundo
por venir -esto es lo que designa como «satisfacción en el mundo por venir» (es decir, cierta
satisfacción en ese mundo, aunque no el deleite de ese mundo mismo). Esto representa la
recompensa más pequeña posible, asignada a la más pequeña mitzvá imaginable (pues cada
mitzvá tiene alguna recompensa en el mundo por venir), ¡y es esta mínima satisfacción en el
mundo espiritual la que los Rabís dicen que no puede igualarse con todos los gozos y placeres
acumulados de este mundo desde su principio a su fin!
Ahora debe ser perfectamente aparente por qué no puede haber «ninguna recompensa para una
mitzvá en este Mundo». La razón es que no hay mitzvá, por pequeña que sea, cuya recompensa
no sea mucho más grande que todo lo que este mundo pueda contener. Las palabras son
literalmente ciertas:
No hay en [todo] este mundo [suficiente felicidad, gozo o recompensa capaz de ser] la recompensa
de una mitzvá [aún de la mitzvá más pequeña que uno pueda posiblemente imaginar].
Se concluye por lo tanto que la santidad está inherente en todos los asuntos mundanos, pues
todos ellos pueden ser utilizados para aumentar santidad. Son keylín («instrumentos») de la
santidad.
En el Santo Templo, todas las vasijas, y de hecho todo lo que pudiese servir a los sagrados fines
del servicio en el Templo, participaba de la santidad. En forma similar, en el mundo cotidiano, todo,
no importa que tan «mundano» sea, tiene algo de esa misma cualidad de santidad, puesto que
puede ser utilizado para un propósito sagrado. Este es el significado profundo y prodigiosa del bien
conocido dicho de nuestros Rabinos en el sentido de que la mesa de un talmid jajham es como un
altar y su comida semeja un korbán. Para tal persona el comer es en verdad un acto sublime y
santificado puesto que le permite reforzar sus poderes para poder cumplir con la Torah.
¡Feliz es aquél a quien se le permite cumplir mitzvot como éstas en santidad y pureza!
Rabí Eliyahu Dessler