Está en la página 1de 55
— i. | a democracia de partes il | i EN LA HISTORIA no i= 1BBOY1 990 2 _ a | eine eae, CONTEMPORANEA democracia de partidos én Histona Contemparénea de Uruguay (1808-2010) ‘omo Il - 1880/1930 9° las Gitimas contribuciones joria Nacional en cost Director y coordinador: acy cae Gerardo Caetano 2 < Este segundo tomo recorre medio siglo desc 1880 @ 1980, y marea la Css progresivadel farmeto “comercial, pastolly caucleseo" que sé el pols para dejor lugar en forma poulatina @ una implantacién 3 Capitalsta, originariamente débil. En este periodo ingresan grandes oleadas de inmigrantes. El Uruguay modemo comenzé o prefigurorse en or ‘conformacién de un primer imaginario nacionaista. Surge un gran impulse de avence 6508 tempranos de urbanizecion, secularzacién y reformista articulado por la crisis econémico-financiera de 1890y la ersis Poltice-militor de los guetras civiles de 1897 y de 1904. Fue un periodo genuinoimpuiso transformador de aquellos ahos Fundacién Fundacién Planeta MAPERE ES SP neta MAPFRE | indice vee Pay, cesentacién Yoga He ro eng Mey LO8 AULOFES nnn ing “ng Pha Las claves del peri0dd.uennnmenmen ng, a, Me @ A GERARDO CARTAN (COORDINADOR) fy eg Ban 4 L. Bscalay frontera, modernizacién y reforma. a "eng 2. La matriz “republicano liberal” ™ 3. Critica y alternativa en los vinculos con el ‘inindo.. 4. Las razones de una “prosperidad frégil” 5. Los cambios demograficos y sus impactos sociales.......28 6. De la forja de la naci6n a una “vanguardia” acuerdista y ecléctica a 7. El prestigio persistente de ese “largo 900”... 32 Capitulo 1. La vida politica Genanno Casnano, Introducci6n vin 1. Lasecuencia historica.. ~ La década “militarista” y su derrota. ~ La transicién civilista y algunas anticipaciones del “teformismo” Las revoluciones saravista y la emergencia del “primer batllismo”.. + De os legadlos politicos de la “terra purpirea” al impulso y freno del afiin reformista Gel primer batllismo... 315 ‘Aeics Lamia La Hisroma Comnenoien ~ El Centenario y el nacimiento de una “sociedad hiperintegrada” 2. LOS ASUNEOS envision nara ~ La expansién electoral y su capacidad integradora.....58 ~ InmigraciGn y politica: los limites del “crisol” y la “optimista” expansién de lo P&bLiC0 ee. canonns62, ~ Ladisputa por la nacién: el eruce con el oje cludadano y 108 partid0S weernneninesnsnnnnen 6S ~ La fuerza de la ley: Parlamento y “estatismo cultural 70 5. Las dos “familias ideolégicas" del 900 y la mateiz de la democracia uruguaya .....0esonnnnanTS ~ Republicanismo y primer batllismo: el intento de la reforma efvica de la politica ~ Componentes y tensiones de una ciudadanta con perfiles republicanos en el Uruguay del 900. ~ La respuesta del “liberalismo conservador" 3 Capitulo 2. Uruguay en ef mundo, 1880-1950. Jose Rita Estado y nacion entre dos erisis, incessant ELRio de la Plata, el panamericanismo y el Urugtayiin.....91 El pais modelo y sus contrapesos Antes de la politica De In guerra a la crisis, ew 14 Las tiltimas ilusiones. Un testigo, un eritico xy un programa... 124 Recapitulacion. 129 Capitulo 5. El proceso econémico.. Rabe Jacon ‘Uruguay en la economia intemacional.. EL ABT va Histon Connmnronanes be Uncuay Tow I ~ La ganaderia, ™ 134 Un somero balance... 138 ~ La agricuttura 159 El modelo industrial ~ La industria de exportacién.... M1 142 ~ Proteceionismno y crecimiento oa 143 + La financiacién de la industria 146 + La locatizacién geografica.. 148 - La politica energética 149 El pats de servicios. 151 ~ El comercio de los rios y fronteras, 151 - Las zonas francas... 154 * - El turismo... — 135 - La infraestructura logistica 158 El sistema financiero. 161 La inversi6n extranjera... ee 168 ~ La insercién en el nuevo orden internacional... 168 ~ De la crisis del patrén oro al derumbe de 1929.......170 La deuda externa... pata 173 Las inversiones uruguayas en el exterior 05 Las empresas puiblicas, 6 Lecciones de una crisis... 7 ~ La forja de la conciencia estatista, 180 Elestatismo beligerante, 181 Colofén... 185 Capitulo 4, Poblacion y sociedac Nicos Durrau ¥ ADELA PeLteaRino Entre el cambio de modelo demogréfico y la sociedad ue se transforma: poblacién y sociedad (1880-1930) . ~ Una dinimica demognifica en transicion.. = El fin de la “demograjia de excesos”.. = Natalidad. 37 Asics Limo on Histnts Conmeunoica ~ La inmigracién internacional. Migracion interna. mi : Los cambios cualitativos de la transicién demogratfica, EL impulso a la educaciOn oe. ~ Los cambios en el mundo del trabajo. + Vivienda a - Un intento de estratificaci6n social. Un erisol de razas?, Conelusién. Capitulo 5, La cultura,, ‘Ana Inés Lanne Borces La fundacién por la palabra Un rostro para el héroe. ee Un nuevo maestro para un nuevo americanismo... Raros y un perturbador sueiio apitida... Caleteros y editores: profesién de altruismo ‘Torres en altillos, cendeulos en perisiones.., Estocadas: el juego y el duelo. La escena nacional y su mejor personaje. Pobrecito pintor. Paleta modernist Mujeres solas. — Paris: a vida est en otra parte El tango... 3 ; Fotos privadas, vistas puiblicas. ei Los afios 20. Una vanguardia tibia en un pais feliz ‘Vanguardia de un solo hombre... Las hazafias del Centenario. Anais Lata #3 Fronts Contes amas, como aseguradoras, abastecedoras de carbén,erfa de ganado, Fue acompaiiado en los inicios del siglo XX por el norteamericang, que se orient6 a algunas actividades imprescindibles para el desarro. llo del pais: la industria de exportacién, de derivados del petrotey, portland y automotores. i El capital argentino participé de la incipiente industria text de la quimica, de la hotelesia y los balnearios. Capitales europeos, como Ios alemanes, se radicaron en el comercio exterior, en bancos, en compaiias de construcci6n y en otras empresas Bn el concierto intemacional Uruguay era una hoja en la tor ienta, sensible alas brisas y los vendavales de leregin y del mundo, Las transformaciones efeetuadas fueron insuficientes para superar la fragilidad de su economfa 186 Captruto 4 Poblaci6n y sociedad Nicotds Durray ¥ ADELA PELLEGRINO Entre el cambio de modelo demogralico y la sociedad que se transforma: poblacién y sociedad (1880-1950) Una dindmien demogrificn en transicién Una parte de la historiografia local considera que las transfor- maciones que vivié Uruguay a partir de la década de 1880 permitie- ron su ingreso al mundo moderno y la vinculacién con el circuito ‘comercial internacional. También a partir de esos afios se implemen- taron algunas medidas que podrfamos interpretar como favorables a Jos cambios demogréficos que tuvieron lugar durante el tramo cro: nolégico considerado y que repercuticron en la vida social. Desde fines del siglo XIX Uruguay inici6 el proceso de transicién demogré- fica por el cual pas6 de una situaci6n de equilibrio, consecuencia de tuna mottalidad y natalidad altas, a otra situacién de equilibrio, con ‘mortalidad y natalidad bajas, que repercutié en el crecimiento de la poblacién, a lo que deberiamos agregar Ia inmigracion masiva que Lleg6 al pats. En la primera parte del articulo, y sin descuidar los cambios cualitativos, nos referimos a las transformaciones ocasionadas en las tasas de mortalidad, natalidad fecundidad, asi como los cambios que provoeé la migracién en su dimensi6n externa e interna. En la segunda parte analizaremos algunos de los cambios cualitalivos oa sionados por el inicio de la transici6n. 187 ‘Alstaiea Lassa is 4 Histo Cantenroaen Elfin de ta “demografia de excesos” Entre 1880 y 1904 la tasa bruta de mortalidad fue estimada en 19,4 por mil, cifra que descendi6 de forma paulatina para legar a 13,1 por mil en 1905-1909 y a 11,5 por mil en el quinquenio 1930. 1954, En porcentajes, podemos decir que la tasa bruta de mortalidad descendi6 desde valores aproximados al 20% anual sobre el total de Ja poblacién en 1880 al 1496 a fines del siglo XIX. A partir de enton. ces continué con un descenso paulatino, para estancarse en la déca. da de 1950 en torno al 10%. El cambio repercutié en la esperanza de vida de la poblacién, que pas6 de un promedio de 41,6 en 1885 a 50,8 aftos en 1908-1909. Este indicador, que podriamos considerar expresivo del nivel de vida de las sociedades, nos permite equiparar al Uruguay del perfodo con las sociedades contempordneas mis de- sarrolladas. Para citar ejemplos, en la misma época, la esperanza de vida al nacer era 53,5 afios en Inglaterra, 50,4 afios en Francia, 467 afios en Italia y 41,7 afios en Espafia. Una situaci6n similar ocurri6, con la mortalidad infantil que, también de forma progresiva, descen. ig de manera significativa. Esos cambios en las tasas de mortalidad y-de muerte infantil permitieron que el pais gozara a lo lango de todo él perfodo de un particular destaque en el contexto latinoamericano, Allo deberfamos sumar que luego de 1904 finalizaron los contlictos armados de envergadura que a lo largo del siglo XIX habjan ocasio nado miles de decesos, en especial entre la poblacién masculina y joven Asimismo las politicas orientadas a fortalecer la salud publica ‘que surgieron a fines del siglo XIX y se consolidaron en las tres pri- ‘eras d6cadas del siglo XX fueron una causa importante en Ia reduc- ci6n de las tasas de mortalidad y contribuyeron al fortalecimiento de Polfticas de Estado que redundaron en notorias mejoras en la cali- dad de vida de la poblaciGn. Las cifras son elocuentes, puesto queen ¢lafio 1877 las personas que recibfan tratamiento en algén hospital o asilo regenteado por la catélica Comisién de Caridad y Beneficencia 188 Hisrowa Contanwornen 9¢ Urucun-Toxo Piblica, eran 6.488. A comienzos del siglo XX ya eran 11.327, y en 1914, 20.593 quienes se asistfan en los establecimientos dependien- tes de la Asistencia Publica Nacional (organismo laico que, desde 1910, sustituyé a la Comisién de Caridad), A esto se debe agregar la protiferacién de Asociaciones y Sociedades sanitarias privadas (en particular entre los inmigrantes), como la Asociacion Espaiiola de Socorros Mutuos (1853), Societ di Mutuo Socorsso fra gli Ope- sai laliani (1862), Societé de Mutuo Socorsso Stella d'Italia (1881), Cfrculo Calélico de Obreros (1885), entre otros. Las mutualidades agrupaban a trabajadores, quienes mediante un aporte monetario mensual obtenian proteccién sanitaria, accedian a créditos, ayuda- ban a la familia de algdin asociado que morfa y constitufan ademés am espacio de sociabitidad y encuentro, que sustituy6, desde otro éngulo, la causa piadosa de la religi6n que buseaba dar asilo al desvalido. Desde el ditimo cuarto del siglo XTX el discurso médico cubrié sus consideraciones de cientificismo y ra- cionalidad y su actuacién se justificé en pos de la defensa social. La higiene, suerte de ideologia médica de fines del siglo XIX, adquirié tun rol cada vez més ereciente porque fue utilizada no solo para p: 189 ‘Aueniea Lavra e414 Histon Cowresroninea venir cualquier tipo de enfermedad sino como un instrumento ¢ Aiseiptinamionto social que indicaba qué estaba bien y qué no. Ete ienismo comenz6 a combatir los llamados ambientes malsanos org eran considerados focos de enfermedades y epidemias, En povalele se inicié una reforma de tipo moral que buse6 eombatir hébitos Practicas “dogenerativas” como el alcoholism, la drogodependers sia, la mastusbacisn o la prosttucién. De esa campasa participarey tanto médicos como pedagogos. En 1892, el educador Luis Beyath Sostuvo que la promiscuidad sexual produefa “enflaquecimiento, de, bilidad muscular, palpitaci6n del coraz6n, contracciones epileptiton, Imes, verdadera epilepsia, pardlisis parciales o generales y mache veces psicosis que se hacen después causa ocasional para el desaro lo de Ia locura”. Mientras que el oftalmotogo Joaquin de Salterain, que participaba de campagias contra el consumo de alcohol, deci en 1916 que “Ios paises cuyo consumo de sustancias alcohslicas au, Imenta, se acerean, por el ineremento de la enajenacién mental, del estado morboso y de la criminalidad, al ocaso de st apogeo” fodostos casos, la enfermedad yl degeneracinestaban en las peo, cupaciones de quienes escribfan ese tipo de textos, y probablemente ri 0 de textos, y prol " textos, Dblement Natatidad Contamos con pocos datos fiables para estimar la fecundidad, €s decir ef ndmero de hijos que tenfan las mujeres. No obstante, Podriamos aseverar que la natalidad era muy alta todavia en las dos lltimas décadas del siglo XIX, puesto que continuaba una tendencia ue, como e sefaléen el primer tomo, caractri a todo el perfodo fesinoniai Al tomar como base de su andlisis los datos del censo 1908, la demografa e historiadora uruguaya Raquel Pollero esti im une fecundidad de seis hijos por mujer en el pasaje del siglo XIX un promedio elevado para la época. Esas tasas comenzaron tun paulatino decrecimiento que se consolidé hacia fines del perfodo 190 Histon Coxssaroniss be Usvociy Too I tratado. Desde comienzos del siglo XX la tasa de natalidad comenz6 su descenso y se consolid6 en 1930 con una tasa global de fecundi- dad de tres hijos por mujer: Los cambios en la nalaliad no fueron homogéneos en las di- ferentes arcas geogréficas ni en los distintos estratos sociales. Las mujeres de Montevideo iniciaron el control de la natalidad ms tem- pranamente que las del interior det pats. Adela Pellegrino y Pollero {segiin andlisis retrospectivo del Censo de Poblacién de 1975) mues tran que las mujeres de la generacién de 1920-1930, residentes en Montevideo, al final del periodo fértil, tuvieron un hijo menos que Jas mujeres del interior urbano. Pero al mismo tiempo se produjo un fenémeno significativo y es que la reduccién de Ta fecundidad y del ‘mimero de hijos no impidié que aumentara la cantidad de mujeres que tuvieron al menos un hijo. Aunque, de forma paralela, durante las primeras décadas del siglo XX, las mujeres montevideanas que no tuvieron hijos llegaron a representar un cuarto del total de la pobla- cin femenina mayor de 15 afios. En el Gréfico 1 se ve la evolucién del nimero de hijos declara- dos por las mujeres (de 45 afios y més) on el censo de 1975. Con el correr del siglo, y con el avance de la transici6n demogrifica, dismi- nuy6 el néimero de mujeres con cuatro hijos o més y también el de Jas que declararon no haber tenido hijos. Fue Ta familia con dos hijos 1a que terminé imponiéndose como modelo dominante. El retraso de la vida matrimonial (y en muchos casos la consi- ‘guiente represién sexual) significé una forma indirecta en el control de los nacimientos. Si bien las mujeres estaban més condicionadas por la moral dominante (secular 0 catdlica), que las oblig6 a alejar ‘cualquier indicio de iniciacién sexual temprana, los hombres tam- bién debian refrenar sus impulsos. El diario anarquista El Trabajo criticaba, a comienzos del siglo XX, esas convenciones al vincularlas con los infanticidios que tenfan Jugar en el pais: “Si la mujer y la sociedad moderna no creyeran un delito 1a reproduccién de la especie sin que antes el hombre y la 191 osc Lam v4 Hisroaia ConteonAsca mujer se hayan sometido a ciertos ritos civiles 0 religiosos, es decir, casindose, los infanticidios no tendrian lugar, pues el caso de que tuna mujer tuviese un hijo no serfa un motivo de vergtienza, ni para ocultarlo habrfa necesidad de llegar hasta el crimen’: A partir de las Gltimas décadas del siglo XIX, los sectores di gentes impulsaron el matrimonio como Ambito tnico de la conyi vvencia de las parejas, En esa postura coincidieron politicos, médicos, higienistas, pedagogos y abogados. Esta idea iba de la mano con la conceptualizacién de la familia como el espacio de la reproduccién social y la estabilidad. En la visién de los sectores dirigentes la fami- Tia tipo se constitufa por una esposa madura y un ntimero de hijos, que garantizaba el nivel de reproduccién de la poblacién, La familia constitufa para los discursos hegemonicos de la épo- ca el pilar de la sociedad, y la mujer, como garante de la reprodue- ci6n, cumplfa un rol esencial en ta organizacion familiar. “La alcoba y la cocina son les dos columnas del templo de la Civilizacién’, la mujer que no comprendiera esta méxima se guiaba por un “marima- chesco feminismo”, decfa en 1903 el libro del higienista Fernando Carbonell. Los roles masculinos y femeninos se hicieron cada vez nds estancos ¥ a su ver. se dictaminé una suerte de catecismo sobre lo que se esperaba de cada uno, Un libro de lectura escolar editado cen 1889 reafirmaba ese rol de la mujer como sumisa (de la “mujer con dedal”): “Susana es una nifia bondadosa, Pasa casi todo el dia en la clase, y cuando vuelve a su casa se pone a coser. Un dia su papa le compré una cajita con dedal, agujas, hilo y muchas otras cosas y le dijo que ella en adelante debia coserle siempre su ropa. Desde ese dia Susana le cose las camisas a su papé, le pone los botones cuando se caen y le remienda las medias” Una vez mas surgfa el modelo familiar hegeménico, con su pro- totipo femenino consiguiente: esposa sumisa, guardiana del hoger, madre abnegada eran los rigidos ejes normativos que pretendian guiar su accién, Para el hombre, el trabajo y la manutencién de la Familia, Florencio Sénchez hace decir a Laura, uno de los personajes 192 ‘Msreaa ConrwrorAnta ne URDGUAY = Tomo I de su obra En Familia: “Todavia no hemos encontrado un novio capaz dle casarse y mantener a toda la familia”. Estos roles definidos y predeterminados comenzaron a perder vigencia al entrar al siglo XX con Ia ineorporacién masiva de mujeres al mercado laboral y al mundo de la ensefianza, A eso se agrega otro dato relevante: si bien el matrimonio sigui6 siendo una modalidad mayoritaria, la “unin libre” (categorfa que no se registraba en los censos) pasé a ser un estilo de vida generalizado en parte de la poblaci6n. En el medio rural, por ejemplo, en 1944, pero en un anilisis retrospectivo, los politicos Miguel Saralegui y Juan Vicente Chiatino definfan a una familia rural tipica que “se constituye por un régimen monogamico de matriareado en que la ffiiaci6n, de exclusiva vinculacién materna, acumula hijos de distin tos padres, a veces dos y a 1o mas tres de cada uno, otras veces todos de distintos padres: ‘de cada pueblo un paisano’, como dicen en stu desgarrada ironia’ Por tanto, se puede decir que el modelo de matrimonio que se intent6 imponer también escondia situaciones heterogéncas. La “uni6n libre” no se registr6, pero fue asumida por parcjas con di- ferentes niveles de estabilidad. E1 conso de 1908 muestra que en la poblacién de 14 afios y més, los solteros eran el 69% de los hombres 1 56,60 de las mujeres uruguayas, y entre los inmigrantes eran 379% y 23%, respectivamente, demostrando que el comportamiento fren- te al matrimonio era diferente entre los dos grupos. Pero al mismo tiempo nos ayuda a preguntarnos si tras esas categorias tan rigidas no habia en realidad uniones conyugales de facto, El primer Cédigo Civil del Uruguay (1869) reconocié el eardcter sacramental del matrimonio y proclams la indisolubilidad del vin- culo conyugal; las leyes que regulaban la vida matrimonial se regfan desde los tiempos coloniales por el derecho canénico. El Cédigo también fij6, como edades minimas para easarse, 12 afios cumplidos en la mujer y 14 en el varén. En el marco del profundo proceso de secularizacién que vivid el pais entre fines del siglo XIX y las prime- 193 Autsca Laws La Histon Conmetrontvca ras décadas del XX, cl matrimonio civil fue declarado obligatorig en 1885 y la naturaleza sacramental del vinculo fue eliminada de ja normativa, Esto favorecié los matrimonios en segundas nupcias: tal vez uno de los ejemplos mas sonados fue el de Matilde Pacheco, casada con Ruperto Michaelsson, con quien tnvo cinco hijos, y vuelta a casey, luego de enviudar, con su primo politico José Batlle y Ordéitez, con quien tuvo ottos cinco hijos. Una situaciGn similar vivi6 el catdlico Juan Zortilla de San Martin, casado en primeras nupeias con Elvita Blanco Sieara, con quien tavo seis hijos, y, a los pocos afios de la muerte de esta, vuelto a casar con Concepcién Blanco Sienra, con quien tuvo otros diez. hijos. El impulso al matrimonio civil fue parte del movimiento de se cularizacién que predominé en la sociedad de la época y que el go- bierno de José Batlle y Ordéiiez. consotid6 definitivamente desde el Estado. A fines del siglo XIX fueron varios los eventos que podria: ‘mos considerar parte del proceso de laicizaci6n de la vida y la admi- nistracién piblica. Entre ellos podemos destacar: la secularizacion de los cementerios, creacién del Registro Civil y matrimonio civil obligatorio, 4 inicios del siglo XX se decreté la laicizaci6n total de la instruecién publica y de los espacios hospitalarios. El proceso culmi- 1n6 con la reforma constitucional de 1917, que consagré la separacién absoluta de la Iglesia y el Estado. La demégrafa uruguaya Wanda Cabella destaca las leyes divor- cistas como uno de los hitos que marcaron el proceso de seculariza- cién, Con la aprobacién de esta normativa, Uruguay se adelanté en nds de medio siglo a los patses latinoamericanos y a varios europeos {que no coniaron hasta entrado el siglo XX con leyes que permitieran Ja disotucién del matrimonio civil. Las leyes del divorcio se hicieron en nombre de un nueva tipo de matrimonio y de la liberacién de la mujer que asumié el modelo batllista. Cabella seftala el influ de los movimientos feministas y su posible incideneia en la promulgacién, al menos en la discusién pdblica, de este tipo de medidas. La gene 194 Histowa Copenrausea oe Unoay~Towo I salizaci6n del divorcio tendria lugar décadas més tarde. Sin embar- go, la discusi6n piblica sobre la unién y la separaci6n civil también ‘marcé el ritmo politico de la época y la preocupacidn de los sectores {que se oponian a la medida o a la pérdida del poder de la Iglesia en la vida cotidiana de las personas. La ley de divorcio se aprob6 el 26 de octubre de 1907 yen esa norma se establecié que se podria conceder el divorcio “por adulte- rio de la mujer en todos los casos 0 del marido en la casa conyugal 0 con esedndato pitblico; por tentatioa de uno de tos cényuges contra 1a vida del otro; por actos graves de violencia; por injurias graves y jrecuentes y por los malos tratos det marido”. Mientras que cl oficia- liso batllista y sus aliados se hacian eco de los reclamos feministas ‘poyando fervientemente el proyecto de divorcio, los movimientos catélicos, las clases conscrvadoras y sus portavoces emprendicron una vigorosa campaita de propaganda contraria a su aprobacién. ‘Mas de 90.000 mujeres firmaron una carta reprobatoria enviada al Parlamento al iniciarse las discusiones de la nueva ley, considerada foco de disolucién de la base de la sociedad: la familia, En 1912 José Batlle y Ordéfiez exigia hacer “una ley esencialmente feminista que sombre al mundo, qute atraiga sobre nuestro bello y progresista pais, la simpéitica atencidn de (oda fa humanidad”, Una modificacién del Cédigo Civil en 1913 determiné que el divorcio podia producirse por la sola voluntad de la mujer, es decir, sin tener que dar cuenta de ninguna causal. Desde esta fecha Uru- guay contaria con una de las legislaciones mas liberales del mundo en materia de divorcio. La legislacién sobre el divoreio implicé un cambio muy grande en una sociedad donde el bienestar femenino estaba vinculado al matrimonio. Con estas politicas sobre el divorcio la mujer estaba en con- diciones de emaneciparse del poder masculino, que hasta entonces, mediante ejercicios de poder y violencia, regfa su vida y la de sus hijos. Esto no gener6, pese a los temores de los sectores catdlicos y conservadores, una ola de separaciones. Hasta Ia década de 1940 la 195 ‘Avwiucs Laman 1a isin, Conmroasvra dlisolucién del matrimonio civil se mantuvo en cinco cada cien, embargo, algunas separaciones legales como la de la poetisa De| Agustin, en junio de 1914, conmocionaron a la opiniGn prblica pop ale su exmarido, Enrique Job Reyes la asesin6 de dos balazos el 6 de julio de ese afto para vengar la infamia que haba suftido, La inmigracién internacional A mediados de 1860 el gobierno de Bernardo Prudencio Bee 170 Fealiz6 el segundo eenso de poblacicn en territorio uruguayo, Aunque seguramente con numerosas carencias, dada la incapacidad del Estado para cubrir todas las zonas y el trasiego de la poblacién ‘etrante de la campatia, es posible extraer algunas conclusiones, Seatin las cifras disponibles, desde el dkimo asiento en 1859, 'a poblaci6n habia pasado de 152,000 personas a 221.000 en 1860, Montevideo habfa crecido de 34.000 habitantes a 58,000 en menos Ae diez aos. Al ver los datos de la inmigracién constatamos la parte ue le eupo a los extranjeros en el crecimiento demogrético, ya que pasaron de ser el 21,64 del total de la poblacisn a constituir ol 35% en 1860. En Montevideo, sin contar la descendencia directa, constituian ¢1 48% de toda la poblacién, En ese sentido es que podemos alir. ‘mar que la migraci6n internacional es otro de los componentes fun damentales de la dindmica demografica y de las transformaciones sociales que vivid el pais durante el perfodo. La inmigracién inter. nacional originada en los paises europeos, ast como la inmigracién Limi trofe, constituyeron un factor determinante en el crecimiento de '1 poblaci6n uruguaya, En 1879 Adolphe Vaillant (director de la oft cina estadstica) estimé la poblacién uruguaya en 438.245 personas Casi treinta afios més tarde, el censo de 1908 registts un tolal de 1.042.686 personas. De todos modos, Ios contemporsineos no interpretaron esas ci- fras como buenas, “Los datos del censo nacional [..] demuestran que 196 Herons Corrine ve Unvousy-Tono I ro tenitoro est despoblndo, desierto% se lefa en ax pina del Piri oficialista BI Dia; “el ltimo censo ha sido-una ingrata reve Bor afrsbe cl oposite Et Siglo, vero u peer dela desion hs contempordneos, se puede concluir que el creiinlatn ae poblacién fue notorio. ¥ en buena medidla ese aumento depen Ja presencia de la inmigeacién. Cuadro 1: POBLACION SEGUN ‘CENSOS NACIONALES Y ESTIMACIONES OFICIALES Uruguay 505207; ” 164028 215061 728447 315647 Toa26a6) 509251 950 | 655389 Cuadro 2. PORCENTAJE DE LA POBLACION NACIDA FUERA DEL Pats. TOTAL DEL PAIS Y DE MONTEVIDEO Uruguay 160 | 385 1908 mal Montevideo ‘| 1854 4a 1889 46, [1008 3044 acon de 1908 riroducn a In publican del Cons N fence es Nacionales: 1908 , estimaciones del INE. ‘Gensoe de Montevideo 84,1885 1850. 197 Austen Lame 2. Hlsoiua Conronronsnea En la segunda mitad del siglo XIX, los inmigrantes europeos que predominaron fueron los italianos y espafioles, y en menor medi. da otras colectividades como franceses, alemanes, ingleses o suizos, Segiin el censo de 1860 haba en Montevideo 7582 italianos (27% del total de inmigeantes), solo superados por los espafioles, que su. ‘maban 7811 personas (28,22% del total). En 1884 los italianos eran 32.829 (45,11% del total de la poblacién inmigrante), conformando uuna colectividad con diez mil personas mas que la espafiola (scgun- a con 22.122), En 1908 los espaftoles eran el 25,5% de los extranje- +08, mientras que Tos italianos, el 34%, La Primera Guerra Mundial corté las comunicaciones interna: cionales y con ella buena parte de las oleadas migratorias, que recién retomaron su transcurso normal en Ia década de 1920. La inmigra- cin de entreguerras present6 una modificaci6n en la composicién Gtaica, por razones ligadas a cambios estructurales y politicos de los ppafses de origen, Aunque no dejaron de llegar los grupos tradiciona- les (espafioles ¢ italianos), aument6 la participacién de nuevas co- lectividades como armenios (el genocidio por parte del Estado turco tuvo lugar entre 1915 y 1917), judios de Ia Europa Oriental, rusos, 4rabes, frente a los cuales se intentaron promover politicas de fisca. lizaci6n, en especial durante la década de 1950. La crisis econémica que se inicié en 1929 en el mundo indus- {tial implic6 que se detuvieran los flujos de migracién desde Europa, A ello debemos agregar, como veremos, las leyes restrictivas apro- badas por el gobierno uruguayo durante la década de 1950. Hacia fines de este Gitimo decenio el inicio de la Segunda Guerra Mundial limit6 las comunicaciones y recién con ol fin del conificto se reinicié Ja inmigraci6n con Ia llegada de refugiados, aunque su volumen no resulta significativo desde el punto de vista cuantitativo. Al norte del rio Negro la mayorifa de los propietarios ganade- ros eran riograndenses instalados en nuestro pais desde la segunda mitad del siglo XIX. Una vez finalizada la Guerra Grande ta de- preciaci6n del valor de tierras y las leoninas ventajas obtenidas por 198 Histon Coxcaronises be Usui Too I ‘el Imperio de Brasil favorecieron que los brasileros se hicieran de cuantiosas extensiones territoriales. De esta forma los riograndenses terminaron por influir en Ia lengua y las costumbres de los departa- mentos nortefios del Uruguay; los habitantes de los limites del Uru- guay contaban con familia a ambos lados de la frontera y formaban parte de redes sociales y econdmicas que se extendfan desde el Norte turuguayo hasta Rio Grande Migracién interna Al componente inmigratorio que provocé numerosos cambios sobre todo on Montevideo, debemos agregar las transformaciones ue generé la migraci6n intema desde el medio rural hacia las prin- cipales ciudades del pais. Durante cl perfodo estudiado la incorporacién de algunas trans formaciones tecnol6gicas (alambramiento de los campos, mestiza- cin de la ganaderia, maquinaria) provocé una alta tasa de desocu- pacién entre la poblaciGn rural, que perdié oportunidades laborales 0 debi6 dedicarse a otro tipo de tareas no relacionadas con el mundo agricola-ganaclero (como la incorporacién a la policfa 0 a los bata- llones del ejército) o incluso resolvieron emigrar hacia la ciudad, en especial a Montevideo. La utilizacién del alambrado para el cercamiento de los eam- pos habfa comenzado a inicios de la década de 1870, sin embargo desde 1876 el cerramiento adquirié un ritmo vertiginoso, Fin 1872 cexistfan en Uruguay ciento veinte estancias alambradas, una década ‘més tarde esa cifra trop a cuatro mil novecientas. El alambramiento buscaba delimitar la propiedad, pero al mismo tiempo tecnificar la produccién mediante una explotacién més racional de los ganados a través de la mestizacién de animales y del uso de potreros que evi- vad Ta dada de 1880 ol dai lle Boos del Pree salud6 el avance del alambramiento, al informar sobre el cereamien- 199 Anais Lanna 514 Hisona Cosrenronanin to de los campos en Santa Rosa y Constituci6n, y alerts sobre el fin de la estancia cimarrona, que desaparecerfa en poco tiempo, cuand, no hubiera en el pafs ni “un solo eampo que no esté cereado”. La versién original del Cédigo Rural (vigente desde el 17 de enes ro de 1876) no establecfa la obligatoriedad del cereamiento, pero la revision y modificaci6n de enero de 1879 introdujo la medida de forma indirecta al incorporar la medianeria forzosa, pot la cual el estanciero que alambraba su campo tenfa derecho a exigit la mitad del costo a sus linderos. La Ley de Contribucion Directa gravo més rigurosamente los campos sin alambrado, lo que obligé a muchos propietarios -sobre todo minifundistas- a alambrar o vender su pro. Piedad por no poder afrontar los gastos que el cercamiento requeria Si seguimos a Raul Jacob podemos decir que el alambramiento “sir- vié como elemento material de un proceso que se arrastraba de afios la consolidacin det latifundio” El alambrado permitis mayor productividad de la mano de obra, pero al no generar nuevas fuentes de ocupacién expuls6 de los ‘campos a peones, arreadores y agregados, que pasaron a constituir cl excedente de mano de obra de Ia estancia “progresista’, Hasta la introduccién del alambre las tareas rurales que requerian de més ‘trabajo humano eran justamente las que se encargaban de vigilar yy separar el ganado, pero con el alambre este no se podfa escapar, mezclar 0 perder. A la vez, la consolidacién de los derechos de pro- piedad y el alambramiento marginaron a un segmento de poblacién ‘campesina que vivia agregada a la estancia ganadera y consolid6 la estructura del latifundic. - Segéin cifras manejadas por los historiadores uruguayos José Pe- dro Barrén y Benjamin Nahum, durante el periodo de la moderni- zacién unas cuarenta mil personas (cerca del 10% de la poblacién rural del pais) se encontraban desocupadas, abundancia de mano de obra que provocé una considerable disminuciGn de los salarios. Para as mujeres, las Gnicas ocupaciones permanentes fueron el servicio doméstico, la prostitucién o el contrabando. 200 ison Cowrenronsnn oe Unica Tos I Federico Balparda, uno de los ditigentes de la Asociaci6n Rural mas conspicuos, en un alegato de 1879 para que el Estado otorgara tietras fiscales a los desocupados rurales, sostuvo que cada estancia slambrada “representa 10, 15 0 20 individuos o familias que quedan en la miseria, sin otro horizonte que una vida incierta, degradada por el servlismo del que tiene que implorar la caridad para vivir y alentando en su coraz6n odios hacia esos cercos, causa de su terrible estado” Pero ademés sostenfa, no sin preocupacién, que los des- ocnpados rurales “quisieran ver desteuidos” los alambrados y “como nica esperanza alientan la risuefia expectativa de una revolucién que les permita la destruccién de todos ellos” ‘Tambien planted una perspectiva similar un afio mas tarde Mo- ‘esto Cluzeau Mortet, otro encumbrado estanciero, cuando presen: t6.al alambrado como “un gran elemento de progreso”, pero también ‘como la causa “de la miseria” que amenazaba con “estrechar en sus potentes brazos al débil y pasivo jornalero que en otras 6pocas era el motor principal de la riqueza pablica’, que apurado “por el hambre y la necesidad” se podta tornar un elemento subversivo “contra las imejoras que buscamos”, A pesar de los temores de algunos estancie- +08, el costo social del alambramiento de los campos no se tradujo en formas de resistencia organizada. ‘Sin embargo, para los propietatios los desocupados o Ios hom- bres libres de la campaiia resultaban peligrosos porque se podian convertir en la base de las huestes caudillescas, que destrufan alam- riminada, 0 en hombres bres y consumian animales de forma indi que asaltaban las estancias para robar y matar: Los pobres eran con- siderados peligrosos en la medida en que los actos delictivos que po- fan protagonizar eran una subversién al orden establecido. Contra ellos recay6 la persecucién policial, pero también, y como lo prucba Rati Jacob, contra hombres que sin incurrir en el mundo delictivo carecfan de vivienda o trabajo estable, y que muchas veces fueron simas de la leva que los reclut con destino a los batallones 0 a los trabajos pablicos. 201 ‘Auten Larva ex Histo Conteurnca . ‘Las décadas de 1880 y 1890 marcaron el fin del “gaucho”, siderado el tfpico exponente rural. Pero también fue el ‘tunel a sobre el rural La entrevista que el diario ont ante ola ato realiz6 en octubre de 1879 al “troperg considerado por el priodstaeoma “el dine de nearei ble y valerose poblacin de nuestra campaia® que “tend «desc Tecer, pues lo que se llama civilizacién hace una ruda guert i costumbres de esos hombres”. “a Mas virulenta, en mayo de 1882, la Revista de la Asociaciéy ta! et gi ambi on rere hts ts edo li anuneié que “el reinado del fogén y de la chuza, ce eaninado ea errecetiones ee janes se van y en efecto habré deseparecido cai por eompleta deca ous pate oe oe areata ‘ele revista ruralista. El encubrimiento ideol6gico el cal licto social en el medio rural a través de una construcci i ] dad en la oposicién entre los criollo ylo eftaiinn perbaita al en la Tteratura de fines del siglo XIX, asf como 2 la ee artes plésticas, hicieron que modos y tradiciones propies del al tural se transformaran en motivos de identidad para el conj a la sociedad uruguaya, ee mong mortancia que tuo ta corrente migratoria interna hacia lontevideo queda manifiesia en el Censo Nacional de 1908, dor de se ropata que cl 12.72% de sus habitantes eran oriundos de los departamentos de la campaia, EL medio urbano, en particular Mon. tevkdeo, cecio deforma desproporcionada en relaion a ous ta dices del interior. sto también eonsolde el proceso, que proven iglo XIX, de macrocefalismo, por el cual los espacios inslitu- cionales, educativos y de decisiones politicas se concentraron en la Ifticas se concentrare capital del pats 202, osvom Commons oF Unucuny Tos I }.0s cambios cualitativos de la transicién demogratfica Blimpulso a la educacién Los cambios demogréficos encontraron un complemento en la reforma educativa que comenz6 a atravesar el Uruguay desde la dic~ tadura de Lorenzo Latorre, iniciada en 1876. A partir la segunda mitad del siglo XIX toda la clase politica entend{a el valor de la edu- cacién como un factor estabilizador capaz. de diseiplinar a las masas discolas. La educaci6n debia asegurar la paz social, erradicando las costumbres violentas y las précticas incivilizadas; ayudar al aumento de la produceiGn del pais, dotando a la masa rural de eonocimientos tfenicos, y ser el elemento esencial que imprimiera el rechazo del ocio, de la haraganerfa y toda actividad improductiva. Los guiaba Ja lucha contra Ja “molicie y la holganza’, como decfa una nota de 1882 escrita por Domingo Ordofiana, estanciero y fundador de la Asociaci6n Rural. Este clima ambienté la aprobacién del decreto-ley de educa- ci6n comin, que declaré 1a instrucciGn primaria gratuita y obliga toria para nifios de 6 a 14 afios, en todo el territorio nacional (24 de agosto de 1877). El desarrollo de Ia accién educativa del Estado fue producto de una estrecha vinculacién del gobierno con Ja so- ciedad de Amigos de la Educacién Popular, liderada por José Pedro Varela, quien en 1874 habia publicado un compendio de sus ideas al respecto llamado La Educacién del Pueblo. En 1876 Varela pre- sents su proyecto de ley de Educacién Comsn donde proponfa crear tuna Comisi6n Nacional de Educacién y una Inspeceién Nacional de Educacién (para la designacién y destitucién de los maestros), cstableciendo los principios de gratuidad y obligatoriedad, para regit la escuela pablica ‘Varela planteé que “en la via del mejoramiento social, ol plan- teamiento de un buen sistema de instruccién pabliea es uno de los és activos motores; y asf como puede asegurarse que sus resultados 203 es 96 Unvonsy- Tou I sro Coyronrowisas ve Avenca Lenn Ws La Haron Conroe in maestra pasé a ser una actividad tipicamente serin siempre relativamente ineficaces mientras en las otis eae. rs dela actividad social eontingen obrando ls causas cormiptonay Buede alirmarse también que ni los pueblos ni los gobieros podnen, "realizar nunca reformas que tengan alguna importanci sin el ani de un buen sistema de instruccién public”. Varios de esos postuly, dos fueron tendos en cuenta al momento de aprobar el deceta ley de 1877 que establecis la Direecion Nacional de InstrucciGn abla cay al frente dele cual se hallara un inspector nacional, cargo que recay6 en Varela y en su hermano Jacobo tras la muerte del prinerg en 1879, 1a capacidad de leer, considorada una picza decisiva en la ideo. logta del progreso, fue vista como una de los motores de la moo demizaci6n y convitti6 a las personas alfabetizadas en potenciales receptoras de las noticias y las volvié eapaces de recibir la misme informaci6n al mismo tiempo. La eultura escrita se present como luna necesidad, en primer lugar frente a los desafios de la econo. O Ntpneieate tna tecnificada que exigia unos minimos conocimientos de lecture else ure en manque Ng de ts dts ¥ escritura, asf como el desarrollo de un discernimiento logico. En «taj domesticn a ues dsb en segundo lugar, se configuraba como un apoyo indispensable para la rs das 22000scondmicamentcatas ciencia y fa culture, que avanzaban a paso raudo en el marco de le Aino, pes angus de guns dro a ce sociedad uruguaya, contrarrestando a la tradicién oral como fuente cin deals iver In ofr ecto "are ues? blades pts pata ser apcadasen ns tres domi ‘adn dal Ropar Bl eprendzaj i eave gane nal ee ee ‘ner, llegado el momento, un buen “part _ om aii el batllismo, la preocupacién por aon con k, na qucdé mailto ereain del Universid de Mee SeceinFemenina de Ensefanza Secundaria, en 1912, a Fseuela de Esa Indie 915, Las nasa intuconespovan explicar una posible via de superacion igualitaria. Sin , femenina A su verse generaron mcanismes que permitieron Ia enn. A nrporacién de las mujeres a los estudios secundarios, terciarios rns la preparacidn téeniea. El acceso y la participacién de las = vores on estas esferas de actividad transformaron el paisaje socal y jeres en Itural y les abrié toda una gama de posibilidades para construir sus vidas y destinos. de 15.000 al tiempo que intenté limar las “diferencias de clase” mediante una educacién uniforme. Un aspecto de la reforma fue el impulso a la educacién para lis mujeres, condicién que en el largo plazo permitié reducir el analfabetismo y aumentar el nivel educativo, También las mujeres fueron incorporadas a la ensefianza como educadoras y Ia for- maci6n de los nifios fue recayendo mayoritariamente sobre ellas, 204 208 Aries Las ta Histon Contesuonaven régimen diferenciado por géncro también contribuy6 a perpetuar clasificacion y desigual socializaciGn, preparacign y localizacin sq, cial de las personas, segiin fueran hombre o mujer: q Cundro 5, ALUMNOS MATRICULADOS EN EDUCAC r Du PRIMARIA PUBLICA Y PRIVADA Hoy 1920 [124.117 1930 [178.264 Fuente: Lidia Melendres, nstito Nacional , Instituto Nacional de Estdstica ‘Area sociodemogrdjica educectn ycapactactn, Montevideo, INE, 2000, feciuto 1p. 2 Cundea 4, ALUMNOS Ma "EN EDUCACION SECUNDARIA Inscriptos| 7900755 i910 | 1920 [691 1930 [6.685 Puente: Melendies, 0, cit, p. 26 Cuadro 5, ALUMNOS MATRICULADOS t NN EDUCACI TERCIARIA UNIVERSITARIA PUBLICA scION a [seis 900-407 1910 L039 [rsa fa49 1950/1900 Fuente: Lais Bértola, Reto Bertoni, Educact6 ces Las Bitola i, Educacton y aprenalizaje on escendvios 1 convrgnciay dloencia, Montesieo, Unidad Mulihsepinai = de Cienciss Sociales - iniverskiad de la Republica, 1998, Dacumentos de Trabajo, n® 16. " 206 Fhsroma Cassano oe Une Tono TE En los cuadros precedentes se puede apreciar el aumento de matriculados en las tres ramas de la ensefianza, dato que sirve para constatar el papel que el Estado confirié a la educacién durante el perfodo. En el andlisis de esta nueva situacién vale mencionar la prolongacisn de la escolatidad en los oficios (éenicos, que servia para mejorar la formacién de la mano de obra vinculada a la pro- fesionalizacién de determinadas tareas. Aunque un estudioso de la historia de la ensefianza técnica como Jorge Bralich considera que la formacién “tendi6 a respaldar los requerimientos del sector terciario, fundamentalmente la rama comercial del mismo”. Desde comienzos del siglo XX a nadie se le escapaba la relacién (no siempre directa) entre educaci6n y ascenso social. Las expectali- ‘Vos que se depositaban en el conocimiento y en el aprendizaje de un oficio (y ni que hablar de una carrera universitatia) evaban a que las families montaran verdaderas estratagemas para poder enviar a toda su descendencia a la escuela. El diplomatico Pedro Erasmo Callorda, nacido en 1879, record6 en sus memorias la decisiGn adoptada por su familia para que realizara estudios secundatios y terciarios. En un texto que habla més de las expectativas de los progenitores que de la voluntad del alumno, nos dice: “Yo, que entonces nada pretendia ser en la cortedad de mis afios, me hice la promesa de estudiar bastante con el objeto de ver si podia llegar a complacer a mi madre. Y, fran- camente, por ella estudié”, Sin embargo, no todos interpretaron con ‘buenos ojos la ansicdad que ocasionaban el estudio y su relaci6n con el ascenso social, En 1901 el médico Alfredo Giribaldi seftal6 las consecuencias de un estilo de vida vertiginoso que generaba numerosas impresio- nes e inseguridades. Segdn el profesional, el hombre moderno se encontraba “viviendo ligero, muy ligero, como si temiéramos llegar tarde a la meta, en este vertiginoso fin de siglo”. ¥ “allé vamos, con os conocimientos clementales prendidos con alfileres en un lugar :ms 0 menos rec6ndlito de nuestra memoria’, con los conocimientos ‘generales “hilvanados, como vestido de novia que solo debe durar et 207 Avenues Lamina tna Histona Covrennonssa espacio de una noche” y “los eonocimientos profesionales incomple. tos, zurcidas mas o menos bien’ Tal vez repasendo su experiencia vital, para Giribaldi esto ery responsabilidad de Ia ansformacién moderna pero también de un sistema educativo que obligaba a convertirse en “cologiales aos § aftos’,“bachilleres a los 15" y “médicos 0 abogados a los 20 0 217 Luego de eso “nos casamos, formamos hogar, cuando no lo hemos hecho antes y legamos a ser padres de numerosa prole”: Pero no todos los sectores sociales podian mandar a sus hijos ‘la escuela, Mueos nifios debfan ingresar al mercado laboral para colaborar con sus padres. Uno de los problemas més graves era el ausentismo, es decir que muchos se anotaban, pero no todos final zaban In escuela, Este ntimero era realmente alarmante en el medio rural. En 1909 los Anales de Instruccién Primaria se referfan ast alos cscolares de la campaita: “EI semisalvaje nifio de campo [...] va a la escuela no solo para aprender a leer y escribir, sino prineipalmente Para cambiar su andrajoso traje por otro mejor, después para apren- der a dominar las violentas manifestaciones de esa indémita y sal- vvaje naturaleza agigantada por su vida errante y libro” ¥ finalizaba con un argumento abiertamente xendfobo (y, 2 tono con Ia época, Positivista) “La eseuela primaria es pues, elemento primero para la formacion indispensable en la formacién de la vida colectiva civili- zada, Los paises nuevos, cuya poblacién se compone del promiscuo aluvi6n de todas las nacionalidades de Europa, juntamente con los indfgenas, deben dar justamente una grandisima importancia a la ‘nstruccién primaria’. Esto serd un problema endémico de Uruguay. Alines de la década de 1960, por cada poblador rural que termin6 el Ciclo escolar, dos no Hlegaron a empezarlo y cuatro desertaron antes de finalizar. En 1905 el gobierno de Batlle, retomando una antigua expec- tativa de José Pedro Varela, autorizé el funcionamiento de cuatro cursos para adultos, tres para varones y uno para mujeres, con un 208 Hraroms Conrenironévrs 0 Una” - Tout programa de lectura, gramética, escritura, aritmética, higiene, consti tucidn, historia, geografia, geomeitia, dibujo, moral y urbanidad. En 1916 funcionaban 23 escuelas nocturnas en Montevideo y 22 en el interior del pais (del total, 12 eran para mujeres). éDe qué da cuenta esto? De que la difusion de la enseftanza primaria no apuntaba solo alniio, sino que la formacién intelectual y escrita se encaré con una posicién universalista: adultos, nifios, mujeres, hombres, inmigran- 0s. ve nes de 1877, cuando la obra de la reforma educativa apenas, se dejaba ver, funcionaban 196 escuelas con 17541 alumnos inserip- los. Tres afios después la cifra habfa ascendido 310, con un total de 24.785 alumnos. Sin embargo, segiin cifras del mismo Varela, atin Imbia en el pais entre 60 y 80 mil nifios analfabetos. En 1908 los inscriptos en las escuelas eran 98.828 alumnos que correspondian al 58% de la poblacién en edad escolar (5-14 afios), guarismo que ascendié al 48% en 1950 con 178.204 escolares. Los cambios en el mundo del trabajo En el casi medio siglo que transcurtié entre el censo de 1860 y el siguiente recuento de poblaciGn que se realiz6 en 1908, hubo tun largo proceso de consolidaci6n del mereado de trabajo. El cen- so de 1908 es el primer instrumento estadistico que identified las ‘ocupaciones de la poblacién residente en el territorio y caracteriz6 como poblacién activa a aquellos que tenfan una tarea identificada: se trata de 358.561 varones y 67.955 mujeres (83,3% y 16,7%). De esta poblacién clasificada como “activa” tenian menos de 15 afios el 12,5%, entre 15 y 64 affos el 84%, y los mayores de 65 afios repre- sentaban el 3,5%, Segiin la estadistica realizada por la historiadora Marfa Camou y la sociGloga Silvana Maubrigades en base al censo de 1908, la estructura ocupacional de la sociedad se dividia en partes iguales, 40%, en el sector primario y terciario, mientras que el sector secundario se ubica en un 20%. 209 -Ausuca Lani La Hisrom Conmrrordses Estos datos perfilan algunas caracteristicas de la fuerza de tra. bajo al inicio del siglo XX. Se puede decir que la participaci6n de lag mujeres era baja, pero similar a la conocida en otros patses en igual periodo. Sin embargo, la extensién del mercado laboral y la incor. poracién de mujeres provocaron un cambio cualitativo importante La presencia femenina en el mercado de trabajo debilité los lazos de dependencia econémica respecto a padres y maridos, y rompié con la divisién del espacio pablico (productivo) y el espacio privado (doméstico). Desde la segunda década del siglo XX el mereado laboral fe- ‘menino permitié que miles de mujeres salieran a trabajar. Sin em- bargo, a pesar de incorporarse a un trabajo productivo, no dejaron de atender las “obligaciones” asignadas a su género. La abruma- dora mayorfa de mujeres que se incorporaron al mereado laboral lo hicieron en edad fértil, por lo cual no serfa extrafio que hayan Lenido varios hijos, con las consiguientes dificultades para su crian- za y cuidado, mientras también realizaban sus jornadas fabriles y labores domésticas. Los defensores de la funcién procreadora y doméstica de la mu- jer, en especial los catélicos, insistieron en que la integracién feme- a al trabajo asalariado fuera de la casa provocarta “vicios” y “des- ‘moralizacién social’, tal como rezaba un documento oficial de 1890. La misma era vista como una transgresi6n a los roles espectticos asignados segtin el género, Por el contrario, los industriales, en una clara manifestacion de la ideotogia burguesa ascendente, se conve ticron en defensores del trabajo femenino, insistiendo en una nueva funei6n que alejaba a la mujer de su mero rol como progenitora, Liberada de la exclusiva funcién de la proceacién, la tasa de natalidad, como ya se anoté, comenz6 a descender. Pese a lo cual el Estado impuls6 algunos instrumentos para mejorar la calidad de ida de las embarazadas y fomentar la reproduccién. En 1915 se aprob6 la disposicién por la eval las mujeres dispondsfan de 40 das de descanso en el perfodo de embarazo. 210 Visroms Conrenronsta ne Uns ~Tox i Hacia la segunda década del siglo XX la idea del “trabajo fe- menino” ya estaba asentada. En 1919, el médico Miguel Becerro de Bengoa (tal vez uno de los facultativos que més se interes6 por el combate a la homosexualidad en el novecientos) mostrd su preocu- pacisn por los trabajos “indebidamente ocupados por hombres” que “rebajaban” “su dignidad de tales, tomando aire y maneras afemi- nadas? y “se pasan el dia despachando puntillas, medias de scfior 0 pplumas, mientras pasan necesidades en sus hogares 0 vagan por las calles miles de mujeres j6venes’. Otro rasgo caracterfstico del mercado laboral era la alla pre- seneia de nifios menores de 15 afios. Mientras los sectores medios y altos “descubrian” la nifiez y la juventud como etapas diferenciadas y farticulares de la vida, en el caso de los sectores populares estos pe- rfodos, al igual que en la primera mitad del siglo XIX, quedaban in- definidos y ligados a la entrada al mercado laboral. Julia Arévalo, a la postre diputada comunista, ingress a trabajar en 1908, con 10 aftos, .una fabrica de fésforos y dos afios mas tarde # una tabacalera. En 1911 la Oficina Nacional de Trabajo describié asf a los ni- fios de una fabrica de vidrios: “Falanges de nifios de aspecto triste y enfermizo, vestidos pobremente, descalzos, trabajando jomadas de ocho horas, soportando una temperatura media de 50°, acarreando las piezas elaboradas o cerrando y abriendo los pesados moldes en un ir y venir fantastico, tiznados y jadeantes como pequefios seres dantescos, pasando junto a la incandescencia del jadeante humo [..] y todo ello para ganar 20 0 30 centésimos a Io sumo”, Los industria les defendian el trabajo infantil por tratarse de un espacio de “apren- dizaje’, tal como decia el Informe sobre la ley de ocho horas del Centro de Fabricantes de Calzado de la Uni6n Industrial Uruguaya, presentado en 1908 a la Camara de Representantes, Segiin datos proporcionados por el economista Luis Faroppa, habfa en el periodo 1876-1886, 300 fabricas diversas (aunque no establece su tamafio), 50 saladeros, 34 molinos, una empresa de aguas corrientes, 155 barracas de productos varios, 300 casas im- 2u1 Avick Lana ev La Histon Coston sea portadaras, 849 almacenes al por mayor, 4 empresas ferroviariag ‘empresas de tranvfas que empleaban un total de 40.789 personge, A principios del siglo XX, las llamadas industras, segiin Barrén y Nahum, ocupaban en promedio no menos de veinte trabajadores or establecimiento. Solo el 4,65% conlaba con més de cuarenty empleados; dentro de esas fabricas solo catoree ocupaban a pcg mas de 8.500 personas, unos 614 cada una Se ha interpretado que la escala de los talleres e industrias coadyuv6 a que los contlictos obrero-patronales no se intensificaren demasiado en esos afios y serfa un componente para explicar las di- ficultades que permiten identificar un movimiento sindical vigoroso, Sin embargo, es posible ver en es0s afios sucesivas contlictos gremia- les en reclamo de mejoras laborales y salariales, La formacion del proletariado industrial respondi6 a dos 6rde. nes de razones. Por un lado, la modernizacién de la produccién pe- cuaria liber a un importante contingente de mano de obra ociosa, ue ya no encontraba ocupacién en el campo y que, por esa razén, emigro a la ciudad. Por otra parte, la inmigracién masiva que nutrié al pais de brazos econémicamente activos. La importante oferta de mano de obra y diversas disposiciones legislativas proteccionistas fa- Yorecicron el desarrollo de una incipiente industria en nuestro pats Los horarios de entrada y salida del trabajo, las rutinas de paso, Jos momentos y lugares de descanso, las caracteristicas especificas de los paisajes y locales laborales, las tareas desempefiadas, asi como las relaciones sociales que se Hevaban a eabo alrededor del trabajo, Constituyen una parte principal de la vida de los asalatiados. La existencia de miles de trabajadores también repercutis en su vida cultural, con sus diversas formas de organizacion (sindical, ‘mutual, barrial, cooperativa) que los acompafiaban desde fines del siglo XIX. Una verdadera “cultura obrera’, asociada a espacios re- reativos, uso del tiempo libre, précticas, publicaciones, zonas de re- sidencia, surgid en Uruguay. Barrios claramente identificados como obreros: el Cerro, La Teja, la Uni6n, Marofias, en Montevideo, pero 212 Faron Coyratrontnts oc Unceusy-Towo I también en Juan Lacaze, en Colonia o en Paysands, configuraban el a0 ee presen de os inmates enn atid ccna era rechazada por sectores de la sociedad que temfan la competencia profesional y comercial, Muchas fuentes de la época explicitan esas dudas y los prejuicios sobre los extranjeros. Ese rechazo al extaie 10 no era monolitico; por ejemplo, en febrero de 1882 el dao Democracia plante6 la inconveniencia de algunas propuestas i dientes a “limitar y resttinjir los derechos del extranjero en la vi - colectiva del pa” En su andlisis del Censo de la Capital en 1889, el abogado Martin C. Martinez afirmé que el 72,92% de los comer- ciantes capitalinos y cl 78,60% de los hombres en edad activa wan Exiranjeros, Asimismo, era extranjero el 62% del personal crip lo cn la industria, En 1908 el 60% de los establecimientos industriales y comerciales de Montevideo segufan en manos foréneas y eran fo- rasteros cerca del 40% de los empleados. ; ; Un gran niimero de inmigrantes (mayoritariamente jovenes y varones) pasaron a integrar el creciente proletariado urbane. bn inmigrantes se las arreglaron como vendedores o trabajadores vax cuenta propia ~artesanos, comerciantes-, a veees, como un prime paso dela pequefia empress familiar. Entre estos tltimos se destaca- ron los verduleros, los vendledores ambulants, los almaceneros, que construyeron la geogratffa social y comercial, callejera y barrial Asf1o cuenta Guillermo Garefa Moyano, un nifio a comienzos del novecientos: “Pasado el mediodta a eso de las dos, cuando empe- zabamos el partido con pelota de goma en la vereda ‘del Tano, ofa- ‘mos allé lejos, todavia a dos o tres cuadras, el pregén de vor sone del italiano Don Stéfano [...] entre dos luces salfa don Carluecio, verdulero de la mafiana’: svete at rambién el compositor musical Victor Sol comes det Montevideo de su intania donde predoninabaa los trabejadores extranjros: “Guido, el bizcochero italiano con gorra de vvaseo y bigotes de mosquetero con la canasta cargada de sabrosos 10, rememoraba los 213 ‘Awesucs Lara 26 a Histon Conran borrachos, napoleones y panes de leche; a Coji Tranca que se yong. ta la vida como sacristin de la Catedral y terminé como mozo de PPigall|...] Monsieur Courau que durante afios se desempefié como Maitre del Hotel Pirdmides y nos embelesaba contandonos historias de clientes famosos' Capitulo aparte merece Ia buroctacia del Estado, que pasé de contar con unos pocos empleados en el siglo XIX, a cientos de mi les pocas décadas més tarde. El censo de 1908 arrojé que ol Estado luruguayo empleaba a 15 mil personas en todas sus reparticiones, cifra que en pocas décadas se multiplicé casi por diez. Segtin cifras de la Comisién de Inversiones y Desarrollo Econémica, en 1955 los funcionarios piblicos legaban a 166.400, lo que representa respecto al aflo 1952 un aumento cercano a las 115,000 personas, a un ritmo sostenido de 5.000 nuevos funcionarios estatales por aiio. Los em: pleados piiblicos eran en 1952 el 2,9% de la poblacién total del pa en 1955 eran el 71%. EI fendmeno del empleo pablico dio lugar a diversos abusos y vicios, como fa utilizacién polftica del ofrecimiento de cargos por parte de los politicos como estrategia para conseguir votos. Ademés 1 crecimiento del funcionariado piiblico tiene una explicaci6n: Ia ampliacién del papel econémico, administrativo y de proveedor de servicios del Estado, el aumento de la obra ptblica, la nacionaliza- cin de distintas actividades econdmicas y la creacién de diversas empresas estatales tambi de trabajo, Los cambios en el mundo laboral también repercuticron en las organizaciones de trabajadores y empleadores. En 1871 se fund6 la Asociacin Rural, en 1914 la Cémara de Industrias, en 1915 la Fe- deracién Rural. En paralelo surgieron numerosos sindicatos, asocia- ciones de trabajadores o instituciones culturales que promovian la instruccién entre los obreros. La participaci6n de los inmigrantes en las actividades politicas fue muy marcada en el mundo sindical. La historiografia ha sefia- implicé la creacion de nuevos puestos 24 coat Conesronssa oe Uni = Tow {ado Ja importaneia de los extranjeros en la formacién de los pri- eros sindicatos y el peso ideoldgico que tuvieron divulgando las ideas anarquistas y marxistas, asf como el rol central que jugaron cen la creaci6n de la prensa sindical. De 1878 data El Intemacional, = 7 hs ic | de Aztia cuando describe el universo contra el ql ~_ aed a Ja generacién modernista: “en todas partes la vs eae Al ade cierta chatura, el culto de la felicidad, el afan Herre ncomataie ‘materialismo utilitario y préetico como tono tuna sana, pero prosaica y fea, vulgaridad en todas las dela conducta, eas de lo cuanti i ‘existencia, el predominio ‘manifestaciones de la : bre lo cualitativo y de lo medivere sobre lo ejemplar, la preeminencia 247 ‘Ani Lari eX Us Hisonia Coste deo colectvo y malting, vel rf eo, pero income una igualdad concebida sobre todo como uniformidad iva de vida, conciencias y personas’ ie _, Bsa “imuerte del ideal” fue percibida como afin @ una “nordoma nf una expen stad por Rod, rencinen a superiorided sajonas sobre la decadencia de las latinas. La derrot, de Espafin en la guerra de Cubs, en 1898, se interpretaba desde ese Perspectiva: “la escuela yanqui, racional, humana, floreciente, es ie ue ha vencido a la escuela de Espafa, primitiva, rtinaria y po, bre La admiracin por Estados Unidos habia contado en Urugray con decisivos eultores como José Pedro Varela, el reformador de ty escucla, que vijé a Estados Unidos para concer mejor el ivan educativo que adopts como modelo ee od os tt de cos yes ideas escrii José asigos su Ariel. EI mensaje antinosteamericano era solo una parte de su prédica, aunque resulté la més escuchada, En Buenos Aires, aio antes de la publicacin de Ariel, Paul Groussac habia slerade sobre “ol yanquismo democratco,ateo de tod idea, qu inva mundo’, pero fue Rod quien log la comunicacign con las jure, tudes de América a quienes, sin modesta, dedies su libro, BI arielismo fue acaso un ‘smo! americano menos fuyaz que otros, capaz incluso de engendrar su eontrapare, el ‘antiriclione: en una controversia tan apasionada como la de eualquier vanguar, dia, Sea sido, sin embargo, més proclive a sefalario como un evan zslo™ Su tno reposado, st optima en pa, relucrsan et eon or correo con apostlica perseverancia, con la confianza y la fe del evangelizadlor. Pero esa calma en el mensaje yen l mane parmsina oe toga’ no ate ov expanin vil por Area Latina, Dindonos a rain, en dda vencolene Coe amen Rod eri Ariel com ao pretax un moni ‘o"-“Darante muchos aflos -eseibio Pedro Henrquer Urefia- desde éxico y las Antillas hasta la Argentina y Chile, todo el mundo leyé 248 Histon Conretrontsta 5e Unvouse Tow I y discutis el Ariel y el arictismo sustituyé a la nordomanfa, cuando ‘menos entre muchos de los jovenes"” ‘Ariel fue una de esas obras que superan en fama a su autor, pero tanto su posibilidad como sus repercusiones responden un tipo nuevo de escritor que Rod6 encarné. Fue, como dijo también su colega dominicano, “el primero entre los americanos que infiuys con solo la palabra escrita”. Rodé fue un pensador y su obra esta ‘c6moda en la categoria de la “literatura de ideas”, pero fue también, como declara en La vida nueva, “un modemista’, Bsa reivindicada pertenencia “a la gran reaccidn” es la que explica su culto al ideal de pelleza y cl esteticismo formal de su estilo. El comité de estudiantes {que le rindié homenaje previo a su partida final supo resumir bien st perfil cuando salud6 al “pensador y prosista, que parte para Europa”, Rod6 fue un autodidacta peculiar, alejado de los cafés y con modos de académico, aunque obligado por necesidad al periodis- ‘mo, También acepts “esa fatalidad de la vida sudamericana que nos empuja a la politica a casi todos los que tenemos una pluma en la mano”, Fue por tres veces diputado por el Partido Colorado, pero rompi6 con Batlle y acabé por convertirse en su més tenaz opositor. ‘Aunque supo quejarse de “lantas y tan poco fticas preocupaciones como trac consigo el respirar el aire de los clubes y las asambleas po- pulares” la politica lo atrajo y Te permitié incidir en las eondiciones de la cultura de su tiempo. Legisl6 la exenci6n de impuestos a la im- portacién de libros (ley Rodé, hasta hoy vigente), de consecuencias tan importantes en la historia de Uruguay como la ley de divoreio y la jomada de ocho horas sancionadas por el primer batllismo Tam ign avanz6 en la legislaci6n relativa a la propiedad intelectual, que {ue parte del proceso de protesionalizacién del escritor iniciado en este perfodo gracias al crecimiento de la prensa eserita. Su biografia muestra las complejidades del lugar del escritor en el capitalismo temprano y las complicadas relaciones del intelectual con el poder, Su solitaria muerte las resume con elocuencia. Rodrf- ‘guez Monegal relata, con conmovida amenidad, la parabola de su dl- 249 ‘Auvéacs Lar ux Hissnta Coxrmroncnea timo viaje. Desanimado por las tensiones de la politica y desemplea- do de su banca legislativa, Rod busc6 alejarse por un tiempo “de le patria y de Batlle” y consiguié que lo contratasen como corresponsal de la revista argentina Caras y Caretas en Europa. Come se trataba del “mayor eseritar nacional’, la noticia pro: voed escfindalo y el senado quiso tramitarle una Cétedra de Confe- tencias, uno de los mecanismos de socorro para los intelectuales que habia patentado el Estado uruguayo y del que se habia beneficiado Vaz Ferreira en 1913. Pero Rod6 rechazé de plano la posibilidad de tuna ayuda oficial. El episodio sirvi6, sin embargo, para que la despe ida fuera de homenajes, Entre otros, un banquete en el Jockey Club en el que el parfait se llam6 Ariel y el gateau, Motioos de Proteo. Sus amigos prolongaron su célido adiés acompafiando un buen trecho al transatlintico desde una pequefia embareacién ___ De Europa solo regresarian sus restos repatriados, El viaje se interrumpis en Palermo, donde Rod6 no fue més que un extranjero andnimo y moribundo en un cuarto de hotel. Murié, poco después de su traslado a un hospital, el 1° de mayo de 1917 Raros y un perturbador suefio apatrida En 1896, ya instalado en la proxima Buenos Aires, Rubén Dario publicé Los raras, donde reuni6 las semblanzas de artistas que ha- ban satido antes como colaboraciones para cl diario La Nacién. Lo que Darfo hizo en la kiea del Verlaine de Les poetes maudits (1884) ¥ del Théophile Gautier de Les grotesques (1844), incluyé la adap- tacién para América Latina de una idea, un tipo humano y una sibilidad que defini6 con la palabra “aro” y que habria de eumplir ‘un papel particularmente fértil en Uruguay. Angel Rama retoms el concepto en los afios sesenta cuando publicé Aqui, cien aitos de raros (1966), una antologia de narrativa minoritaria y disidente del canon hegeménico de la literatura nacional. En 2011, un aborda- 250 Hisroma Consronds oe Uzuso Too TL je académico se propuso pensar la literatura uruguaya a partir de cesa categoria (Raros uruguayos: Nuevas mmiradas). En todas estas series comparecié siempre y en lugar de privilegio, Isidore Dueasse, Conde de Lautréamont, El que sera hétoe del surrealismo en Euro- pa, se codeaba en la selecci6n de Dario con Leconte de Lisle, Ver- laine, Villiers de F'isle, Ibsen y Marit, amparaba en Rama a Quiroga, Felisberto Heméndez y Armonia Somers y, en los ensayos més recientes, es visto como precursor més 0 menos oculto de textos que, sin renunciar a su excentricidad, se han convertido en el nuevo canon, La recutrencia al dandismo y el decadentismo de! 900 y a Felisberto Herndindez y sus descendientes avisa que 1a de los raros fue y sigue siendo una categoria insoslayable para pensar la cultura uruguaye. En el 900, muchos jévenes reaccionaron a la mesocracia y el filisteismo impuesto por lo que Ortega y Gasset llam6 la sociedad de masas de modo diferente a la paciente argumentacién de Rods. Respondieron afilidndose a la sensibilidad de los “raros” a través de gostos, actitudes, palabras y vestimenta. Dieron el espectaculo de las polémicas, se atrincheraron en cenéculos y conspiraron en los cafés; se burlaron y despreciaron a la sociedad burguesa, ramplona y provineiana que los ignoraba, No querfan educar a nadie y por es0 prefirieron el manifiesto a la comunicacién y la denuncia @ la persua- siGn, Se manifestaron decadentes y cultivaron el credo modemnista de la exacerbacién de la sensualidad y cl erotismo, la inclinacién ‘mérbida, el culto por lo aristocrético y exquisito y una repulsa por lo pragmatico y provinciano, lo municipal y espeso. | decadentismo no prestaré atencién al amor sano, sino al amor enfermo ~resumi6 Victor Arreguine- no ama la patria y la hu- manidad como conjunto le es indiferente”. Aunque coincidieron en €l novelero entusiasmo por lo nuevo y “la abierta primacia dada a Ia belleza sobre cualquier otto valor’, segiin formulacién de Real de ‘Ania, pudieron definirse mejor por todo lo que negaron. Manuel Ugarte, que participé del movimiento, describié, retrospectivamente, 251 ‘Aue Larus Hisroms Conrenrouinea saves crsunstanci como “una castcin momenta degen <¥eabinan Io gue exit si elarrlo que desea” 7 lucho se ha discutido la : cutido la actitud de esta 1 sete a. nueva promoci de pots, cuss yesecuarmene denies, po mol de toematisno, “Me arebujo en mi desdn por odo lo dem als, deperessndome en los morales de a inderencia arc. i dese ia ~artiou Sel posta Jui Herrera y Resi miro, sonientey compl to los sucess, as polémicas, los volaines dela maroma = eI én as [2 open por las tsnuras presupuestiors que huye cantando, los acuerdos electorates, 7 el galope el tiempo cisiones”. ci i lone psi con no e mre mejor ti n ie le escribir una pagina de historia patria, la menor apo ’ - i sus héroes mitolégicos [. ] Solo alguno que otro bo: ‘call le literatura, un hipo de malhumar, is do ‘amit a Julio Herrera, sobrino de un. presidente y vastago de una foi patricia vinculada al poder, una excepcién en este rechazo eeiiees a los deberes de la patria. La desafiante eleccién de la ? 7 lue repetida por otros, Roberto de las Carreras, epitome del any li, se declaraba “un gran holgaziin” y podfa definirse en verso: ae ideal, de condicién suicida/ suelo escribir, esto es, despe cea ne” Ese alarc or reivi * , oe ne Ese alarde por reivindicar “el derecho a la Pereza” tiene igual un ade el hom6nimo folleto de Paul Lafargue de 1883 que o gran difusién en esos aiios: una feroz m como sistema y como idevlogfa. ed , aos establecido que Ia resistencia al statu quo burgués tuvo “ ; tismo estético y la del anarquis- ‘ 10 social, y que no fueron necesariamente excluyentes. owes timonia Manuel de Castro en uno de sus Cronicones, “la sociol i juventud”. El anarquismo novecentista ha merecido tltir oe una revision que revela que tchoneps tuvo una incide ana 1a incidencia mayor de la sospe- 252 ‘ison Conreuronsvt ne Unocunr = Toxo I EL decadentismo, histéricamente mejor estudiado, exhibié las manifestaciones més provocadoras de altanero desprecio por el pats y por la politica. En la tertulia comandada por Julio Herrera en et flillo de su casa familiar, un cartel advertfaa los visitantes: “Prohi- Dida la entrada a los uruiguayos”, pero también los poetas del lirismo social, sefiala Achugar, *habfan borrado de su alma la palabra pa- tra”, EI anarquista Florencio Sanchez sostuvo esa posiciGn en sus provocadoras Cartas de un flojo Las dos formas de rebeldfa fueron posibles por la atmésfera to- lerante que promovi6 en sus primeros afios la politica de José Batlle y Ord6fiez, La llegada de inmigrantes écratas perseguidos o echados de Buenos Aires, pero bien recibidos en Uruguay, alenté la ideolo- “gfa libertaria, El antilericalismo batllsta y su accién secularizadora coincidié con el affn de liberacién sexual de los decadentes. Rober- to de las Carreras irrumpiendo en una conferencia en contra de la ley de divorcio en el Ateneo, ejemplifica la alianza que podia darse centre el gobierno y los intelectuales, aunque en su gran mayorfa, Tos intelectuales acabaron alejéndose de las divisas tradicionales que di vvidian al pais en blancos y colorados. La tolerancia batllista muchas veces pasé de tolerancia a coop- tacién y consiguié seducira intelectuales y anarquistas (a estos quiz ‘con més éxito), Un cambio de sensibilidad tan radical no pudo, sin embargo, dejar de generar resistencias, hoslilidad activa, incluso de parte del gobierno, o indiferencia negadora. Es lo que denuncié en desafiante discurso un jovencisimo AL erto Zum Felde cuando interrumpi6 la ceremonia en el entierro de Julio Herrera y Reissig: “Muchos de los que estdis aqui, habéis venido solo porque el muerto leva un apellido distinguido y porque su familia es de abolengo en cl pals. Pero sabed que Julio Herrera yy Reissig esté muy por encima de su apellido; que la majestad del poeta se rie de esas vanidades sociales y que por otra parte, los mis- ‘mos que hoy visten de luto, renegaron muchas veces de él. No; entre todos los que aqui hacemos acto de presencia, somos pocos, muy 253 eee -Awnicn Lem NA Hina Conreonacen ocos, los que podemos llamarnos amigos del que ha muerto, & tos somos? éCuéntos los que amamos su orgullo y su locura? 4 Que sentimos un profundo respeto por su existencia de exiliado? Jure que somos pocos, muy pocos los que estamos. Yo sé la frase que esié ahora en muchos labios: reconocemos su talento, pero creemnae {Que su vida ha sido un error. iMentira! Lo més grande que ha tenidg este hombre es su vida. talento es cosa que puede discutirse, la or, Binalidad literaria, 1a propiedad de las ideas, la escuela postica, todo 80 es secundario, todo puede ponerse en tela de juicio. Lo que eg innegable, lo que es evidente, lo que es absoluto, es la grandeza pura de su alma consagrada a la belleza inmortal,y es la belleza de su vida Solitaria, orgullosa, erguida en un ambiente de adaptaciones mezqui as como una rebeldfa indomable de la dignidad del pensamiento, St, sellores, sf; lo que yo quiero deciros sinictizando el esprit de mi alocucién, que ha venido a turbar la armonfa convencional de este acto, porque era necesario que asf fuese, lo que quiero deciros de luna vez por todas es que a pesar del homenaje sincero o no que aqut estdis tributando, este cadéver no os pertenece. Y si ahora os fue de aqut, no quedaria més solo de lo que esté en este momento” las palabras de Aurelio del Hebrén, nombre adoptado por el joven poeta en La Torre de los Panoramas, dicen con contundencia las tensiones entre los artistas y la sociedad de aque fin de siglo. La Soledad del artista, su condicién de exiliado, fueron los buseados atributos de un tipo de eseritor nuevo, entregado y justificado por Jo que escribfa, aunque sin paiblico y en radical desajuste con la so- ciedad, La reivindicaciGn desafiante del valor de la vida del poeta sobre la obra revelaba una concepcisn distinta del arte. Estos poctas asumicron la religién del arte como tinico credo y convirtieron a la ‘moral en un arte donde el mayor pecado fue la vulgaridad. En apego al mandato romantico y vanguardista de Rimbaud, la nueva sensi- bilidad busc6 unir arte y vida y estuvo dispuesta a inmolarse con {al de no traicionar esa maxima, Muchos afios después, Juan Carlos Onetti, en otro ejercicio de provocacién al Uruguay provinciano de 254 Histon Conmmipousnes v¢ Usoouar “Tow IL Ja década del cuarenta, invocaré la. erenela cevaica ae supieron tener el coraje y la coherancla de “vivir vidas: wei z La muerte de Julio Herrera y Reissig en 1910, a los 35 afios y sin haber Hegado a publicar un libro, se replicé con ate ffa de otros escritores del 900. Florencio Sindhi mt 3 kee .dad de tuberculosis en noviembre de ese mismo afio en tt ea. th, Delmira Agustini fue asesinada a los 27 afios pers = Alos 45 habfa muerto = premier a unre i yubli enajenada, Maria \ia ‘erreit sree roy ae iden Argentina n 1957 un ai aca qe suanga Alfonsin Stomly que Leopoldo Lagones su ments ueron los finales trégicos de quienes habfan protag ado celebFaciGn més libre de a vida que conocis el Uruguay: ave ie ue mavera pagan sencendiy se conus vides ae es se sumé la dispersién tempran: i Deze est, donde publicé todo su Sa eed regres6 a Uruguay més que ee me én emigr6, en 1903, para triunfar en Buer : Cement bats coe ‘c6nsul a Brasil en 1907 y regres6 perdido jonte de sf mismo. enamine person opceron le do de aquella generacién bri tele sig, Maria Eugenia Vaz Ferreira y Delmira Agustink | ermal i iana, Carlos Reyles y Horacio Quiroga; dos Jost oy Caos rs. rat Tri Sanchez, conformaron el grupo selecto que disefié aquel ere ron eibidasas gue encontraron un espacio par Geet speaom lar i evs lap, ceo los cafés. La Revista Nacional (1895-1899) de Rodé, oe am Martines Vig y Pézez Petit, crucial en a fin de autores como ilzche, D’Annunzo, Mallarmé e Ten fue también vefelo di pea americanista de Rod6; otras publicaciones sirvicron de 255 Asonca Lanne bs -s Histon Conreronsna iniciacidn a sus directores, como La Revista de Herrera y Reissig 9 la Revista de Satto de Quiroga, El intercambio intelectual, las polé. micas y la copiosa publicacién de pocmas tuvieron a su disposicion cantidad de revistas literarias o de actualidad ~Apolo, Rojo y Blan. 0, La Alborada- y un gran miimero de publicaciones anarquistas ue atin estd siendo relevado, También se escribfa en publicaciones argentinas como Caras y Caretas 0 La Nueva Ailéntida, que circu. aban en Uruguay. Cafeteros y editores: profesién de altruismo Los cafés, en el estilo parisino y de fa mas cereana Buenos Aires, propiciaron la vida bohemia, En la calle Sarandf, el Moka donde paraba De las Carreras y el Briténico, cobijo de ajedrecistas; en la plaza Independencia reiné el mitico Polo Bamba del gallego Seve- tino San Romén, preferido por los anarquistas y donde Zum Felde escribid, en una noche, su despedida a Julio Herrera, Cerca, cl viejo ‘Tupf Nambé de su hermano Francisco duré més y alcan76 a albergar a las vanguardias del 20, Los ducfios compartian la ambicién litera- ria y lbertaria de sus clientes y muchos acabaron fimdiéndose, Gran arte de Ia historia intelectual de esta generacion y de la siguiente Pas6 por las mesas de estos cafés y dio origen a un anecdotario fron- doso que cuenta con una bibliogratia propia. El Centro Internacional de Estudios Sociales, fundado en 1897 Por sastres italianos, fue otto foco de renovacién en el que privé la tendencia crata. Su accionar cultural fue importante como irrad dor del activismo social y como escuela de agitadores y polemis- tas que aprendieron y ejercitaron allt su capacidad dialéctica y su habilidad oratoria. “La controversia (oral y escrita) constituys no s6lo el modo de operar sobre Ia realidad social que los anarquistas Privilegiaron -sefiala Zubillaga— sino un principio bésico de su pré- dica, desde que esta se justificaba por su capacidad cuestionadora del orden existente” 256 Histon Conmenieocanta i Uncouay Tow I Puncion6 también como cendculo de bohemios que combinaron su esteticismo decaciente con la utopfa libertaria, Poetas det lirismo social como Alvaro Armanclo Vasseur, Angel Falco y el dramaturgo Emnesto Herrera (Herrerita, de brevisima vida) fueron parte de ese espacio militante. En el Centro, De las Carreras proclamé los dere- cchos del amor libre y Florencio Sanchez. “desengaftado de la politica tradicional y renegando de su nacionalismo, hizo en una memors- ble noche, profesién de fe anarquista’, segiin records Zum Felde. Florencio se desempeiié ademas eomo bibliotecario del Centro, dio cantidad de conferencias y estren6 iLadrones! y Puertas adentro, sus primeras piezas draméticas. Cercano al Centro Internacional, a veces polémico protagonis- ‘2 de su historia, amigo y protector de Florencio Sanchez, el italia no Orsini Bertani fue parte de los libreros y editores que en el 900 crearon un sistema de circulacién de libros imprescindible para la modernizacién de una cultura, En la tradicién inaugurada por An- tonio Barreiro y Domaleche y Reyes, y continuada tuego por don Claudio Garefa, a quien su vocacién llev6 a la miscria, Bertani acom- pafié, como editor, el periodo més brillante de la literatura uruguaya y comparti6 con los “eafeteros” un enorme amor por la cultura que Jos animaba a todos ellos a emprender aventuras tan altruistas como ruinosas. Orosmén Moratorio lo recuerda como “un hombre siempre joven a pesar de su enorme calva, expulsado de Buenos Aires como anarquista peligroso que puso una libreria La Moderna y abarat6 el libro en proporciones asombrosas, al punto que la generacién que entonces surgia pudo satisfacer todas o casi todas sus inquie- ‘udes espirituales”, Fue el editor de los poetas sociales, del espaftol- paraguayo Rafael Barrett, de tado Florencio Sanchez, de Javier de Viana, Herrerita y el argentino Armando Discépolo y, con selecto eniusiagmo, de los poetas Julio Herrera y Reissig, Delmira Agustini y los liticos sociales Vasseur, Faleo y Emilio Frugoni, junto a otros ya olvidados. 257 Aenea Lara xa Histon Conminro nea Pablo Rocca dedica una extensa memoria al emprendimiento ‘editorial de Bertani en la que rescata el concepto de “editor-artista” Enel diltimo libro que edits en 1917: Pantheos, 6pera prima de Car. los Sabat Ereasty, el fatigado editor anunciaba desde la portada un paréntesis en su labor, y con elegancia amarga pronunciaba el duro balance del editor-mértir: “Miles de tomos que contienen los me- jores versos, y las més exquisitas prosas de mis editados esperan la llegada de este nuevo compafiero que ir a compartir con ellos, en los pelvrienos escaparates de las obras nacionales, la gloria de no ser leido” Torres en alti censiculos en pensiones En 1900, regresado Quiroga de su viaje a Paris y terminada la aventura de su revista saltefia, se trasladé a Montevideo y, junto a sus compinches, fundé El Consistorio del Gay Saber. Por las mismas fe- chas Julio Herrera fundaba La Torre de los Panoramas que, en 1902, enconirarfa su sede definitiva en la azotea de su casa familiar, Los espléndidos nombres con que se bautizaban estas tertulias cesigna- ‘ban, casi siempre, infraestrueturas precarias, El Consistorio funcioné cen la pensi6n que alojaba a los estudiantes saltefios y fue primero “una piecita baja, larga y angosta (no muy larga tampoco) con un baleén en el que nunca habfa sol” en la calle 25 de Mayo, Luego se mudaron a la calle Cerrito, a una casa “convertida en conventillo 0 inquilinato mas menos menudo”. En 1901, alojaron allfa Leopoldo Lugones que “se dejé olvidado un saco verde con el que después se abrig6 dos inviernos” Ferrando. La Torre de los Panoramas, todavia cen pic en Ituzaings y Reconquista, tampoco fue més que “un alillo casi decrépito", aunque “en ese cuartucho desmantelado se clabors 4a renovaci6n literaria del Uruguay”, segiin cl entusiasta testimonio de César Miranda, uno de sus contertulios Las palabras podfan transformar la realidad y a ellos mismos. En La Torre, el joven Zum Felde era Aurelio del Hebron, Miranda 258 stows Conesrovea ou Unveuse -Towo I era Pablo de Grecia y Pablo Minelli Gonzilez, autor de Mujeres fla- ‘cas, ray firmaba: Paul Minelly. En el rival Consistorio, las palabras distribufan titulos eclesidsticos: Quiroga era el Pontifice, Ferrando el Arcediano, Jaureche el Sacristano, Femnéndez Saldavia junto a As dibal Delgado eran Monagos menores. Todo era un gran juego, una alegre cofradia. En un testimonio que Quiroga guard6 durante afios, se dice que mientras los otros componfan poemas, Jaureche, que dormitaba en un catre, “se levant6 y cebé quelques mates”. Los consistoriales erearon alli diez mandamientos que muestran cl chisporroteo de esos encuentros y una sensibilidad irreverente: “Amar al yo sobre todas las cosas’, “Gustar el placer donde quie- ra que Io encontremos’, “No creer en el pecado”, “Desterrar para siempre jamés prejuicios inttiles’, “Mantener el secreto’, “Cambiar de ideas, si esto puede parecer conveniente o agradable” y, el més descarado: “No adular en vano” En 1902, la accidental muerte trégica de Ferrando sella la disolucién del Consistorio y pone fin a la etapa modernista de Quiroga. La Torre declina hacia 1904, cuando Julio Herrera se enamora de Julieta y viaja a Buenos Aires. Ambos cendculos sig- nificaron un sito de iniciacién para los escritores que los dirigie- ron y fueron parte de su “obra”, Pero también fueron un sitio de resistencia al afuera hostil, “un espacio otro” que al mismo tiem- po que un refugio fue un espacio transitado, no abierto indiseri- ‘minadamente, pero dispuesto a recibir -selecciondndolas- ideas, visitas, versos. Carla Giaudrone los propone como “heterotopfas” del 900. Fueron un laboratorio de experimentacién poética y una plataforma para las estrategias de ingreso y de intervencién del grupo (y de los lideres) en el campo literario. Se dice que Roberto de las Carreras entrenaba en La Torre para duelos de esgrima. Los caseros cendculos, aptos para la leyenda, fueron también disc! nados gimnasios donde concentraron y se ejercitaron los nuevos artistas antes de dar batalla. 259 Ancies Lam tv Eso Connenrosaes Estocadas: el juego y el duclo En el novecientos la esgrima verbal y la de las armas iban juntas, Las polémicas se resolvian en duelos. La absurda muerte de Ferran, do, a los 24 afios, ocurrié cuando, junto a Quiroga, examinaban ¢] arma con Ia que aque! iba a batirse por una disputa en la prenay, Hubo polémicas serias, como la campafia de Pedro Figari contra la pena de muerte (1903) y la polémica entre Rodé y Pedro Diaz sobre |a iniciativa del gobierno de quitar los crucifijos de los hospitales (1906), pero también arreciaban los desaffos gratuitos y el retGrice juego del insulto, En esa categorfa billé, inigualable, Roberto de las Carreras, porque la réplica punzante y el ingenio verbal fueron parte esencial del areté del dandi. “El dandismo modela la vida entera de un hombre; es una disciplina exigente y total que no se limita a una corbata blanca o @ unos guantes de piel de succia’”, escribié Idea Vi- larifio al negarle esa condicién a Herrera y Reissig, y su perspicacia ayuda a comprender la incidencia que el dandismo unipersonal de De las Carreras tuvo en la cultura uruguaya. “En aquellos dias la figura de Roberto de las Carreras llenaba toda la calle Sarandf"; con este intuitivo acierto inicia Orosmén Mo- ratorio su evocacién, El dandi precisa la escenografia de un paisaje urbano ritualizado en los paseos, los cafés, las redacciones, lugares donde puede exhibir su figura, actuar sus gestos, amplificar sus pax labras, y perpetrar sus desplantes ante el aplauso de sus ficles y el escindalo de los burgueses. Mostrarse es un arte que requiere una deliberaci6n disimulada, una aparente indiferencia resignada * sentir que le observara el vulgo” Roberto lo sabia y cuando un hermano celoso lo hiere con dos disparos, apenas se recupera vuelve a pasearse por Sarandf luciendo cl saco con los agujeros como “condecoraciones”. Wildeanamente habfa puesto su talento en su obra y su genio en st vida. Hijo ilegiti mo del patriciado aristocrético, reivindicé su origen bastardo e hizo su destino en la osadia de “convertir el bochorno en arrogancia, el ‘acon- 260 istoxs Cowreniroxtsts or Useune-Towo I secreto en propaganda, el dolor en fiesta bufa” como propone su bi6- grafo Carlos Maria Dorninguez. Con consenstada justicia su nombre no fue incluido en el canton postico del pais, pero su extravagante personalidad y su vida dilapidada es la que mejor encarna el espiritu de Epoca. En 1895, en Europa, de las Carreras encontré a Athos, su joven profesor de esgrima, y escribié una crGnica sobre cl arte del florete que resulta reveladora: “Es que su juego es completamente intelec. tual. Su espada razona, No ataca airopelladamente al adversario, lo busca. No tira ningtin golpe al acaso. Es enemigo del estilo figurado yy su aceién es sencilla, lo més simple posible. Su ejecucién, exenta de convencionalismo, tiene la verdad del arte modemo”, Pasa luego a defittir esa verdad por el principio del ataque: “La parada no tiene raz6n de ser ~argumenta citando a su maestro-, siendo en sf misma una negaci6n. Hasta ahora no se habfa ofdo nada semejante. Es tan nuevo como Wagner en su tiempo. [..] ‘Atacar! Esta es Ia divisa de Athos, entendiendo por ataque la eleccién del tiempo” La estrategia que Roberto atribuye a su maestro de esgrima es 1a misma que obliga al dandi frente a la sociedad burguesa: atacar aunque eso inevitablemente conduzca a la derrota, Hay un fatalismo respecto a Ia imposibilidad de entendimiento que impone el ataque Eso explica el ejercicio temerario y sin céleulo del desalfo y la po- \émica. Como afirma, otra vez respecto a la esgrima, y vale para su dandismo: “De ser derrotado, no seria vencida en él més que la eje- ‘cucién: isu arte supremo quedarfa en pie!” Entre 1900 y 1902, aiios prédigos en concreciones poéticas y personales, Julio Herrera y Reissig compuso ademés un ensayo ‘monstruoso y fascinante, el ya citado Tratado de la imbecilidad del pais..., una invectiva violenta contra los uruguayos. Est escrito en rosa brillante e irdnica y puede entenderse como epftome del arte de injuriar que practiearon los poetas decadentes en sus polémicas y escaramuzas verbales y de las que, precavido, se abstuvo Herrera. ‘Tampoco publico su gran ataque y no hay testimonio de que lo haya 261 ‘Axe Lana 814 Hasna Conrenronica intentado. En otro indisimulable desencuentro con Ia eu Pals, los manuscrtos tardaron cien alios en ser publicades completa (2006), “a __Abocado mayoritariamente a combatir la hipocres s ‘idicula pudibundez nacional, el tratado establece tambiéy wt cio con las polticas partidaias y se dedica a escarnecer la bury etal ya motes de urs pots elect oe como una “anti-Suiza de América” y también como “el anti, ¥ su corrosiva mirada justifica estas interpretaciones, f cxigen contextualizaciGn. Aldo Mazzucchelli, s +humaci6n y prologuista, advierte que para m: Baille asume la presidencia, el enjuiciamiento politico rei Jo” y a sus reformas, De todos modos la pieza crea una disonancia, ampli scomodos entre aguas autsnuehe arias a sin pablico, El libro de Herrera escrito en complicidad con Rob {ue el testamento secreto del dandismo finisecular. 7 Pero alg responsable de la ex. arzo de 1903, cuando «1 libro ya estaba concluide, por lo que. fiere a una etapa anterior al “pais mode. ‘La escena nacional y su mejor personaje Dijo Zum Felde que en Uru ne iguay el teatro fue insignificante has- de Florencio Sanchez; muchos af ia 5 8 afios después, el ar- BSentino Jorge Lafforgue dita que también lo fue después de Séncher ¥ extenderia ol juicio a las dos orillas del Plata, De un modo eurio. oats evident, el dramaturgo acab6 siendo responsable dela fete we un oximoron: un teatro nacional para dos pafses. No lo esa, tampoco, la tnica disputa sobre su legad é después de muerto, ante la iniciati ie un nena a iciativa de construirle un mont ; umen- {0, los perisdicos anarquistas de Montevideo reclamnaron al morte de rain Pio ef un tono similar al que us6 Zum olde en elentierro le lerrera: “Los patr a ra He “Los patriotas que hoy se inclinan ante un poco Polvo, [oy que ayer negaban sus métitos y le odiaban porque 262 ison Commeurondne of Unicity Tow IL “stacaba sus prejuicios y necedades [...] todos los histriones, todos los jarsantes de las letras y de la escena, todos los cretinos, han tomado jos restos del genial dramaturgo y con ellos han hecho bandera de nacién, orgullo de la patria, [...] Honrar a los muertos, es bueno, después que les han envenenado la vida {...] reconocerlos grandes, después de haber intentado con los recursos més viles, desnaturali- gat su obra revolucionaria’, Estas y otras diatribas de tenor parecido cierran Ia investigacién de Daniel Vidal Florencio Sanches y el anarquismo, La reivindica- ciGn de los anarquistas insiste en los contenidos revolucionarios y de critica social de st dramaturgia, en desmedto de su-nacionalismo. Hay consenso unénime en que el estreno de M’hijo et dotor (1908) consagra a Sanchez, le abre las puertas al teatro profesional ‘en Buenos Aires y, al mismo tiempo, lo pone en el camino de con- vertirse en el dramaturgo fundacional que acabarfa siendo. En Mon- tevideo, la pieza llen6 cuatro veces el Solis y fue aplaudida desde el palco presidencial por José Batlle y Ord6fiez; tuvo, sin embargo, una extraiia reaceiGn en el poderoso erftico Samuel Blixen, quien insté a su amigo a dejar las teorfas socioldgicas: “Déjese de tesis, de perso- najes simbolicos, de socialismo y anarquismo en acci6n ~que en esas honduras més vale no meterse por ahora y hégase sainetero, pinto exacto de las costumbres y los tipos de nuestra campaita” No se trata de mera censura ideolégica, previene Vidal, que re- contextualiza minuciosamente el caso, Hacfa apenas unos meses que Florencio se habia negado a participar en las iniciativas de Blixen (¥ de Batlle) para fundar 0 refundar el teatro nacional a través de una Asociacién de Fomento de Teatro Uruguayo. Sénchez, reticente & atarse a un proyecto oficial, sostuvo su independencia, pero eso no impidié que la mayoria de Ia erftica y el ptiblico celebraran M’hijo el dotor como el nacimiento de un nuevo teatro nacional. También aplaudi6 el gobierno que haba buscado antes infructuosamente for- ‘mas de acercamiento al pujante movimiento teatral, capaz.de vender en un afio mas entradas que habitantes tenfa la reptiblica, 263 Autacs Lar La Histon ConmanonAnen La obra de Sénchez, puesta por la compat de los Podest arras6 la escena portefia y la montevideana e instauré una relacsgg nueva con el Estado truguayo, Inauguré una etapa de mutuo ene, dimiento con el batlismo y, en 1908, llev6 a Sincher a partivingy en Ia fundacién de la Asociacién de Autores (Agedu). Cuando v4 j6 Buropa -subvencionado por el Estado- se entrevst6 en Tag con Batle, que le propuso colaboraciéa en el caso de una segunda Presidencia; pero cl 1° de marzo de 1911, cuando Batlle asumig a Segundo mandato, Florencio Sénchez ya habfa muerto en Milén, Es interesante como se solapé, en su caso, la busqueda de un teatro nacional con la aspiraci e de una dramaturgia con concien- cia social y aun con la profesionalizacion del escritor. El gran teas {ro que cred en su altima etapa —Barranca abajo, En familia, La sringa, Nuestros hijos, Los dereckos de la salud~ habia encontrado, senialmente, la aleacién entre la modemidad y la tradicién criolla, y habia incorporado para siempre al teatro nacional de dos orillas la debatida “euestidn social”. Esa simbiosis, que hasta hoy alimenta lag discusiones en tomo a su ideologia, no fue acaso tan ajena al laborae torio batllista y las pugnas ideolégicas que acompafiaron el ingreso del pais a la modernidad. Pobrecito pintor. Paleta modernista A diferencia de lo que ocurti6 con los poetas, para los pinto- res del novecientos Paris no fue la meca. Gabriel Peluffo explica gue siguieron yendo a Italia, aun cuando ya Francia era el centro indiscutido de renovacién en el arte, precisamente porque “era lo Opuesto a toda garantfa de seguridad doctrinaria para los tenaces aprendices uruguayos”. Entre los que viajaron a Europa entre 1890 y 1900 cl erftico nombra a los que a su yuelta fueron portavoces del espiritu renovador del arte europeo: Carlos Federico Sée7, Mila Beretta, Carlos Marfa Herrera y Pedro Blanes Viale. Salvo Beretta, murieron relativamente j6venes, pero tampoco alcanzaron en su ju- 264 Hisroms Canreaonsnes ve Una - Tomo HL venlud a formar una generacidn, aunque compartieron el ambiente y lespititu de la Belle époque, resumible en el lema con el que Blanes Viale obtuvo el segundo premio de afiches convocado por Figari en el Ateneo: “Verted vino nuevo en odres viejos" Seduce en ese escenario la pintura y la figura de Carlos Federico Séez, muerto de tuberculosis a los 22 afios. La brevedad de su vida ha resultado inversa a la intensidad de su talento y es otro mito del hiéroe trunco del 900. Al igual que Delmira Agustini, que asimila y domina en muy poco tiempo el lenguaje moderista, Séez sorprende a los estudiosos por la velocidad de su aprendizaje. Blanes, que lo inst6 a viajar a Ttalia donde se formé, no pudo sospechar que ambos rmorirfan el mismo afio, 1901. Al cumplirse un afio de su muerte, Pe- dro Figari le dedicé una pagina donde recupers el recuerdo de la ju- ventud del amigo en Roma, su figura de dandi que prefiere catalogar “de artista”: “Tenfa imitadores, Su estilo, su peinado, su sombrero, su porte, sus corbatas, sus alhajas, era todo distinto de lo que se estila” En el museo Malba de Buenos Aires hay un retrato de Julio He- rrora y Reissig pintado por Saez; nada sabemos de la relaci6n entre ambos, pero ese retrato recuperado para la iconograffa det poeta, concilia a los artistas mas sensibles y formalmente dotados del pe- iodo, Figari cuenta también las circunstancias de su muerte, que coincidié con la convocatoria de un concurso de afiches en el Ate- neo que gané aunque no pudo asistir al acto de premiaci6n: “6Re- ccuerdas, lector, a aquel adolescente raro, muy raro, ya la vez alegre, chancero, expansivo, simpaitco, elegante que, a su regreso de Roma, expuso en el Bazar Maveroff..? El pobrecito muri6”, En 1949, un grupo de j6venes plésticas -Espinola Gémez, Barcala, Luis A. Solari yy Juan Ventayol- se nombraron “Grupo Sée7”, en su homengje. ‘Mujeres solas La tradicién ha establecido que la literatura escrita por mujeres se fund6 en el Uruguay del Novecientos con los nombres de Marfa 265 Aenea Lanna bv Ua Hiroa Consearonsvea Eugenia Vaz Ferreira (1875-1924) y Delmira Agustini (1886-194 Hiubo precursoras como Petrona Rosende, la Safo Oriental, uni, mujer antologizada en El Parnaso Oriental (1835) de Luciano Lim 4 xy Marcelina de Almeida, autora de Por une fortuna una cruz (1860), la primera novela escrta por una mujer, recuperada recién en 199) como una muestra de precoz literatura feminista, pero pertenecen mis a la historia literaria que a la literatura. __Las dos poetas del 900 entraron en el canon con una legitima. cin artstca inmediata y pareja a Ia de sus pares poetas masculinos, Pero tuvieron un protagonismo suisltemo en la trama social y cul, tural y estuvieron supeditadas a un orden de diversos modos patriar~ cal, Aunque el feminismo avarizaba aliado con ef batllismo y la U versidad extendia los primeros titulos a mujeres pioneras, aunque otras mujeres destacaban audaces en el sindicalismo y la cétedra, la ‘cultura artfstica fue un espacio mas complejo y arduo de conquistar. Las vidas de las escritoras estuvieron duramente condicionadas, cn tuna sociedad que, a pesar de los avances reformistas, no tenfa previs, to para las mujeres el desarrollo artistico o intelectual serio, Las palabras de tosca misogit atribuidas a Enrique el mismo dfa de su boda con Delmira, son una fouedia oun or cio generalizado: “Yo me encargaré de romper los devaneos y de ale- jarla de toda preocupacisn intelectual. Es una mujer como las otras, !a poesfa y el piano son entretenimientos de soltera, sin ninguna sig- nificacién’. Es verdad que Delmira, a diferencia de Maria Eugenia a Quien su madre no paraba de presentarle pretendientes, encontré en su familia entusiasmo por su genio poético, pero la obsesin materna or empujar la carrera artistica de la hija funcioné asimismo como lun ahogo. Manuel Ugarte escribié a distancia de la tragedia, la que ¢s tal vez la primera reflexisn que contextualiza el trigico fin de Del- mira con el medio asfixiante que la rodeé e inaugura una vision de género: “No comprendicron el talento y el destino de a cal eextasihan. so descbrern, se aanaron por coma Elespititu de excepci6n resulta molesto en el hogar y solo es recano- 266 roma Coscentonssas ne Unuccar- Towo cido por los familiares después de Ia muerte cuando esos familiares ‘empiezan a recoger las rentas de prestigio que derivan del sacrificio del héroe y de la ignorancia, cuando no de la cobardta, de los que le rodeaban”. Sefialaba también que una mujer como Colette en la Academia de Francia era impensable en Hispanoamérica, Marfa Eugenia fue sin embargo profesora de literatura en la Universidad de Mujeres, La Femenina” creada por Batlle, aunque ella misma no recibié nin- guna educacién formal, pero eso no la salvé del aislamiento, En un ensayo dedicado a analizar Ia situacién de estas dos poctas del 900, Carina Blixen sigue el itinerario que tuvieron sus vidas y descubre las estrategias que usaron para hacer posible sus vocaciones. ‘Tomo mujeres estaban confinadas a la casa, la familia, los espa- cios privados y vigilados, no tenfan acceso a los cafés ni eran libres de circular sin compaiiia. Bso las excluy6 de las tertulias y cenéculos donde sus pares varones pudieron experimentar y compartir fest ‘vamente ideas y versos. Para sortear ese encierro encontraron fugas distmiles. Ninguna, concluye Blixen, enfrent6 o corts radicalmente con el medio o la familia: Delmira acept6 las méscaras que se le ofrecian y jig6 con ellas el juego peligroso del ocultamiento, Maria Hugenia se recluy6 en si misma, en el celibato, la excentricidad, la negacién. Ambas se refugiaron también en la enfermedad, fingida o real coartada de tantas mujeres del 900. ‘También a la hora de enfrentarse a su vocaci6n estaban solas: los modelos que admiraban, Dario, D’Annunzio, Amado Nervo, Sa- ‘main, eran hombres, y escrita por hombres la literatura que sspiraban 4 escribir. $i la poesia de la primera Maria Eugenia y la centralidad de Ia obra de Delmira fueron expresi6n de erotismo y de las ansias de su sexo, el desacuerdo con los modelos masculinos disponibles se agudizé hasta el antagonism, Lo extraordinario es que supieron rebelarse en los textos, dar ‘welta los tropos, desobedecer consignas, inventar otra manera. En el caso de Delmira, son reveladores los estudios de Sylvia Molloy 267 ‘Avtthaea Lacs 14 Bloods Coseuatrounes respecto a Darfo; de Gwen Kirkpatrick a Rodé Beatriz Colombi en relac le ; & Nictasch ‘

También podría gustarte