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Reflexiones para un discurso de género.

Sobre la historia de la esclavitud femenina en


América
Leyda Oquendo Barrios
Archivo Nacional de Cuba
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La universalidad masculina del discur- género y la clase oprimida, ha sido, y


so histórico es imposible de obviar en es, particularmente difícil, porque la
cualquier intento de comunicación. Es visión filosófica eurocéntrica del mundo
tan simple, como que todas, somos ese es masculina: la palabra es uno de sus
hombre-concepto que se intenta patenti- vehículos y nosotras somos parte de la
zar en la “trascendentalidad” de lo que llamada cultura occidental conformada
se dice y hace, en lo que ha sucedido, en esencia por esos contenidos.
sucede o sucederá.
Entonces, ¿quiénes y qué fueron e hicie-
Rediseñar tal situación implica cam- ron las esclavas?; ¿a qué contribuyeron
biar códigos milenarios, lo cual no es en el decursar del tiempo americano para
imposible, sin embargo, hay que te- realizarse en el acto de identidad genéti-
ner en cuenta que el hecho magnífi- ca y cultural de esta parte del mundo? Las
co de la palabra está interferido por interrogantes son infinitas y dramáticas; las
esa “generosa” masculinidad que respuestas, algunas son de precisión incues-
trata de someter a su poder abso- tionable, otras son absolutamente impreci-
luto, por medios diversos, cual- sas. Estas últimas quizás sean las más laceran-
quier actividad que se realice. tes, porque, ¿quién definitivamente soy como
A partir de esta circunstancia, producto histórico, como mujer americana en
expresar el papel de la mujer lo correspondiente a categoría conceptual si no
esclavizada en la etapa de preciso el drama que me da origen? Soy una figura
la acumulación originaria psicosocial difusa si sólo veo mis pies sobre la tierra,
capitalista, asumiendo pero ignoro mis raíces y entorno.
la palabra desde posi-
ciones propias del

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¿Qué me compone como historia, a tardos y las primeras bastardas del Nuevo
quién debo mi hoy para, desde él, ac- Mundo. Ella resistió la violencia como su
tuar en consecuencia con mi mañana? hermano étnico, pero fue vientre cuna y
El diálogo interno de una mujer, pese a gran suicida1.
los esquemas establecidos que le restan
seriedad, pocas veces se hace en voz Entonces, ¿cuántos hijos se le murie-
alta y mucho menos ante un auditorio. ron dentro, cuántos fuera? ¿Cuántos le
Sin embargo, en el umbral de un nue- arrancaron de sus brazos? ¿Cuántos so-
vo milenio se rompen cascarones y la brevivieron? ¿Pudo realmente ser madre
voz femenina dice de interrogantes que la esclava indígena, particularmente la
sólo desde nuestra visión protagónica caribeña? ¿Qué les sucedió a las primeras
corresponde formularse como madres, mujeres de ese mundo transido de dolor
educadoras, trabajadoras, esposas, aman- de la conquista y colonización?
tes, intelectuales, monjas, prostitutas...,
pocas veces piratas, bandidas, asesinas..., A la reflexión hecha con mesura para la
en esa trayectoria hemos sido también cual la documentación es una fuente in-
esclavas, cimarronas, combatientes, por- directa aunque útil, ellas son infinito pe-
que la verdad, en lo profundo de la con- sar, gestantes atropelladas y, por supues-
dición individual y colectiva de la huma- to, son rebeldía que parece leyenda. Hay
nidad, es que la contribución de la mujer un nombre cimero, la gran Anacaona,
es la del amor en que hemos transfor- cacica quisqueyana, cimarrona de fuerte
mado el dolor para dar vida por encima acometida que en desafío, insurreccionó
de todo. Por eso la esclavitud femenina su entorno.
tiene entre sus componentes el aporte de
las esclavas a esa realidad sensible en la Estamos urgidas y urgidos de revalorar las
sociedad americana. fuentes primarias en busca de referencias
e indicios para rehabilitar el perfil de la
Las esclavas aborígenes esclava indígena. Hay un silencio que
parte de la imposición tendenciosa de
El marco especulativo es el escenario una visión de género de los (las) que han
donde puede vislumbrarse la imagen de escrito la historia; ellos (ellas), nosotras,
la esclava autóctona: la brutalidad capi- muchas veces somos cómplices incons-
talista la atrapa, viola, asesina; sabemos cientes del conjunto de falsedades que
que ella es la madre de los primeros bas- constituye gran parte de la información

1
Por cierto, suicida es un término femenino en español,
pero se aplica a hombres y a mujeres, ¿será que en el
fondo del tiempo –desde la génesis de la lengua– este
tipo de muerte es fundamentalmente femenina? Secre-
tos lingüísticos que son indicios a seguir.

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referente a esta temática, sin embargo, lo insólito, fueron sobrevivientes de
la verdad está en el tiempo, la esclavitud una catástrofe humana de magnitu-
de taínos, siboneyes, arauacas, aztecas, des que jamás podrán ser descritas
huelches, irokesas... es un grito presente, cabalmente. Entonces, ¿cuál era el
aún enmascarado en parte, pero capta- calibre de esas espantadas criaturas?
ble al oído receptivo. La pregunta no tiene una respuesta
sino que ella conduce a otras mu-
Hay que reunir datos dispersos, leer chas interrogantes; se llega incluso
entre líneas, interpretar expresiones al absurdo: ¿Eran realmente mujeres
“manidas”, cuyo mensaje oral puede ser o sólo alcanzaban a ser entes feme-
revelador, para ello es necesario romper ninos? ¿Qué era una mujer en los lu-
códigos eurocéntricos que utilizan lo gares de donde ellas procedían? ¿Son
masculino como símbolo de contenidos ellas comparables a las europeas o a
generales, con lo cual en la práctica se las indígenas? ¿Es posible ser captu-
desconoce la participación femenina en radas, almacenadas, flageladas, vio-
casi todo tipo de acción histórica. Vis- ladas, destrozadas y aún seguir siendo
to esto con claridad, vencido el mito, simplemente humanas, continuar vi-
emergerá la imagen de la mujer indí- viendo y reproducir al género, la cla-
gena esclavizada en América, su lucha, se, las tradiciones ancestrales?
su amor, su sacrificio, su holocausto no
pueden ser espacios de silencio. Ellas de- Pienso que las mujeres esclavizadas en
ben alcanzar las magnitudes de realidad América procedentes de África no eran
histórica que les corresponden en este humanas, no como dijeran algunos ideó-
presente configurador de percepciones logos racistas, cuyos seguidores valoraron
más sensibles y científicas. y valoran a lo africano en rango subhu-
mano, sino que ellas puedan situarse en-
Las esclavas africanas tre los seres sobrenaturales, por su insólita
capacidad de resistencia y combate que
Estas mujeres víctimas de un atro- las hace alcanzar categoría de deidad.
pello físico de dimensiones incalcu- ¿Muy especulativo de mi parte?, ¿idealis-
lables, lo fueron también, como las ta? Sí, es el drama de que no hay palabras
indígenas, de la violencia impuesta para hechos tales y hay que ir a metáforas
por olores y sonidos emanados de la en su perfil más afilado y auténtico, para
masculinidad de depredadores cuyas catalogar de orishas a esas vírgenes impre-
imágenes les eran extrañas. Ellas, so- cisas que en miríadas fueron desarraiga-
metidas al tránsito marítimo a través das, avasalladas, despersonalizadas y, sin
del océano por siglos, en condicio- embargo, aún quedan nombres-huellas,
nes de hacinamiento que encarnan descripciones en documentos primarios

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donde aparecen como jornaleras, iyalo- Las esclavas criollas
chas, cimarronas, mal de santo que hasta
son deificadas popularmente. La reproducción natural de la esclavitud
creó este nuevo ser con su correspon-
Melchora, Carlota Conga, Fermina Lu- diente conciencia social, en tierras de
cumí, Anastasia Esclava, Nanny Capi- América. Mujeres que nacían esclavas
tana de Palenques, son algunos nombres y cuyo status etnorracial era disímil. Las
insignias de rebeldes combatientes de esclavas criollas hablaban como lengua
montañas, montes, ciénagas, muchas de propia la de la cultura dominante, a un
ellas establecieron refugios permanente- buen por ciento de ellas les corría por las
mente en tierras liberadas. venas sangre de los depredadores. Hábi-
tos y recuerdos de la cultura de la que
Otras tantas mujeres esclavas, que mayoritariamente provenía su clase so-
apenas se vislumbran como algo tan- cial les eran transmitidos por la práctica
gible, son quienes amamantaron hijos oral, su cotidianidad no tenía la expe-
e hijas a generaciones de amos y amas riencia del barco negrero ni la remem-
que se los y las confiaban. Quizás, no branza de la tierra madre, de vivencia
se enteraron que ellas no eran dóciles, independiente como sus predecesoras y
doblegadas y dieron vida a guerreros, coetáneas procedentes de África.
guerreras, libertadores, libertadoras;
profundamente sabias, poderosas, les Probablemente, las esclavas criollas
arrancaban el crío propio, al gestado pudieron tener mecanismos de adap-
por dentro, entonces ellas gestaban al tación a las condiciones de cautiverio,
otro, al que le daban a amamantar. que no tenían las africanas. Se les lla-
maba negras ingenuas, mientras que a
En el interior de generaciones de escla- estas últimas, durante un período ini-
vistas de gesto depredador (de las que cial y no reglamentado de estadía, se
son herederas las de los racistas actuales les denominaba bozales.
de América), clamando por justicia es-
tuvieron ellas, que fueron acusación a la Las criollas, no obstante, sobre todo las
conciencia de quienes intentaron igno- esclavas urbanas, estaban capacitadas
rarlas, porque las primicias de caricias y para reconocer su posición relativa en
calor humano de criollos que serían luego la sociedad en la que habían nacido y
amos, libertadores, gobernantes, intelec- de la que formaban parte. Por ejemplo,
tuales, fueron entregadas por esas esclavas las esclavas jornaleras de La Habana te-
negras africanas, primero, luego serían nían una relativa movilidad autónoma
ellas también criollas, negras y mulatas. atendiendo los menesteres comerciales
¿Cuánto deben las independencias de los y domésticos de los que fueran capaces,
países del continente a estas mujeres? autorizadas por sus amos, mientras les

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proporcionaren a estos, tres reales y me- por tanto fueron codificadas, como todas
dio en tiempos normales y cinco cuando sus iguales de clase. Y como ellas, tam-
hubieren flotas o galeones. bién afirmaron su condición y dignidad
en la ascendencia que alcanzaron en el
Ya desde 1690 se refiere que estas es- inconsciente colectivo de la presencia
clavas tenían ese status y muchas de humana en América. La esclava criolla
ellas hábiles para el negocio se hicie- es, por lo regular, esa negra amada y pin-
ron libres y consolidaron ciertas rique- toresca que, en algunos casos, crió a los
zas, incluso fueron poseedoras de al- amitos y amitas, les enseñó a comer, a
gunos esclavos, como puede leerse en reír, poblando su conciencia de referen-
documentos testamentarios. cias en cuanto a formas de belleza, textu-
ra, ritmos, pensamientos. Ética y estéti-
La jornalera era una mujer trabajadora, in- ca afroamericana fue conformándose en
cluso empresaria, se buscaba la vida como una interacción espontánea, enjundiosa,
podía, incluido el ejercicio de la prosti- vital y secreta.
tución, como claramente dan a entender
algunas fuentes. Por supuesto que muchas La esclava criolla marca la identidad de
africanas traídas muy jóvenes debieron esta parte del mundo como ente dinámi-
ser también jornaleras, pero la criolla se co, tanto en el ámbito genético como en el
encontraba en el ambiente propio. cultural. No es simplemente que dé lugar
y sea ella misma, en gran medida, lo que
Las esclavas criollas fueron medio her- afirmaban los gallegos en Cuba, que era su
manas de sangre de señoritas y señoritos; máxima creación: las mulatas, como si se
también hermanas de leche y madres de autoengendraran, ya que se asumían como
algunos y algunas de ellos y ellas. No es progenitores únicos. Sino que son las es-
suposición o falta de razón, asumir que clavas criollas, a no dudarlo, las cómplices
eran las preferidas en las casas de vivien- activas y promotoras del blanqueamiento,
das, como juguetes y acompañantes, por para salvar a su descendencia.
ende compartieron intimidades, vieron
diferencias y debilidades. La alta sociedad criolla latinoamericana
del siglo XVII en adelante debería hacer
Las esclavas criollas urbanas tuvieron que un monumento en cada una de nuestras
ser más asimiladas a la cultura de la cual capitales a estas mujeres negras y mesti-
eran parte las africanas, sin embargo, el zas que proviniendo del fondo, llegan a
hecho colonialista-esclavista funcionó la superficie de sociedades racistas colo-
también para ellas, así que no debieron niales y vencen generación a generación,
estar exentas de violaciones, ultrajes y apoderándose del status del dominador.
compraventa. También les arrancaron el Por supuesto, esto conllevó a riesgos de
vástago concebido por fuerza o por amor; muerte para ellas que fueron ocultadas,

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sepultadas nuevamente en las sombras del ejemplo! Sin embargo, valga la referencia
abismo del cual habían emergido, aunque para constatar cuánto de silenciado hay
ahora de forma diferente, porque ellas es- aún del ser femenino y su existencia en
tán como diluidas pero son identidad. Cuba y América.

La esclava criolla es catalizadora en su En el marco de la reflexión al desgarrar la


condición natural de asimilada. El siglo memoria histórica masculinizada, brota
XIX cubano es una excelentísima mues- la imagen de la mujer europea esclava en
tra a estudiar en cuanto a la evolución América. No se trata de la mestiza casi
y resultado de la criolla esclava, pienso blanca nacida en barracones, haciendas
que falta un estudio coherente de esa o sensalas, sino de la posible enganche;
entidad histórica cuyo verdadero papel la hembra, el lado femenino de los traba-
social aún está tapiado. Las urbes de toda jadores contratados por el colonialismo
América podrían ser áreas de investiga- francés para sus colonias del Caribe.
ción de esta apasionante temática.
¿No hubo mujeres?... ¿Es cierto que
Las esclavas chinas y blancas sólo se tratan europeas prostitutas a
América o candorosas doncellas con-
Miseria y olvido rodean también a la es- sagradas al esposo? La epopeya ameri-
clavizada mujer asiática, china o filipina, cana, como la del mundo entero, tiene
que arribó hace algo más de siglo y medio flojo el lado femenino.
a costas americanas en condición de tra-
bajadora contratada, culíes cuya función Cimarronas
era la misma que la de las esclavas africa-
nas y criollas. Se enmascaraba su condi- De las esclavas surgieron las cimarronas,
ción de total enajenación, con una paga por eso las hubo indígenas, africanas,
que no pasó jamás de cuatro pesos, no criollas..., pienso que también chinas y
bien precisada, en cuanto a si eran men- blancas. Es decir, el cimarronaje es una
suales o anuales. Es cierto que su entra- consecuencia de la esclavitud.
da no fue masiva, según fuentes escritas,
pero si bien las cantidades no aparecen en ¿Qué es una cimarrona? Nuevamente
el reporte historiográfico, como alarman- se abren mil interrogantes frente a esta
tes, la calidad del hecho esclavista es de pregunta, que tiene que ver, por una
idéntica sustancia: infinito sufrimiento, parte, con circunstancias, épocas, luga-
espantoso desarraigo, castigos, violacio- res procedencias, etc.; en tanto que, por
nes... ¡Cuánto hay que subrayar la bru- otra, se relaciona como visión filosófica
talidad esclavista cuya denuncia en este del mundo; visión de clase, género y
caso apenas ha podido enarbolarse como raza; nivel intelectual, talento y, sobre

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todo, acceso a información que permita Creo firmemente en la necesidad de
acumular material para la reflexión. conocer, de investigar, de asumir el ci-
marronaje femenino como indicio y
El cimarronaje es controvertido per se; no muestra de una realidad distinta y de
ha podido ser ignorado, pero ha sido dada una lucha aún no terminada de la mujer
su magnitud en tiempo y espacio, poco por la justicia y la libertad en cualquier
tratado. Hay investigadores e investiga- parte y época del mundo. Siento que el
doras del tema de tendencias ideológicas cimarronaje femenino es una categoría
disímiles, algunos lo ven como figura de- de combate actual.
lictiva, otros, entre ellos yo misma, como
logro humano de dignidad máxima, así lo Bibliografía
afirma y demuestra el maestro de historia-
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