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Traumatismos del adulto

Cirugía Ortopédica y Traumatología en zonas de menor desarrollo

4.1.Osteoarticulares

4.1.1. Luxaciones en el adulto

Luxación es la pérdida total de contacto entre las epífisis que forman la


articulación, y subluxación es la pérdida parcial de contacto. En ambas hay
que valorar la integridad del perfil óseo.

Para ello los sistemas estabilizadores pasivos de la articulación (cápsula y


ligamentos) deben estar rotos de manera parcial o total.
En la estabilidad articular interviene el tipo de perfil óseo de las epífisis.
Hay articulaciones con un alto perfil óseo (articulaciones cerradas o
estables) y otras con bajo perfil, más propensas a la inestabilidad.
Entre las más estables de las grandes articulaciones está la cadera
(enartrosis) y la del codo (trocleartrosis) y entre las más inestables la del
hombro (enartrosis) y la del tobillo (trocleartrosis).
El concepto de perfil óseo es la cantidad de hueso que envuelve la
articulación dificultando su luxación en la dirección más habitual. En la
cadera la luxación posterior es la habitual y el reborde posterior del cotilo
la dificulta en abducción del fémur, pero no limita la luxación en aducción.
En el codo la luxación se acompaña frecuentemente de fractura de la
apófisis coronoides o de la fractura de la cabeza del radio.

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Las articulaciones de bajo perfil óseo deben tener sistemas efectivos de


retención como en el caso del hombro o la rodilla, que por tener gran rango
de movimiento y bajo perfil óseo, y sus sistemas de contención pasivos y
activos son importantes.

Por lo tanto los rebordes anatómicos o las apófisis son una manera de
mejorar la estabilidad y deben ser reparados si se lesionan para no entrar
en la inestabilidad.

Luxaciones sin pérdida del perfil óseo

La mayoría de las luxaciones son lesiones puras sin afectación ósea. En


todas se produce lesión de la cápsula y la mayoría de los ligamentos.
Son habituales algunas desviaciones, la de la cadera es frecuente hacia
posterior así como la del codo. En el hombro se desplaza hacia delante y
hacia abajo siendo más raras las posteriores, y la del tobillo hacia dentro.

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La exploración orienta pero la radiología confirma el desplazamiento y su


grado. Con la radiología simple es suficiente pero la obtención de una
radiografía en estrés es muy recomendable ya que permite definir el grado
de lesión según la cantidad de desplazamiento que se obtiene forzando la
articulación en una dirección concreta.

Durante el desplazamiento se distienden o rompen otras estructuras como


nervios, que pueden estar más o menos fijos, y más raramente vasos como
la arteria axilar en la luxación del hombro o la poplítea en la luxación de la
rodilla.
La definición de los desplazamientos en las extremidades es siempre del
extremo distal en referencia con el extremo proximal y la reducción se
debe realizar en sentido contrario, llevando el extremo distal en busca del
proximal. En la columna se desplaza el segmento superior con referencia al
inferior.
Hay reducciones que es imposibles reducir si no es mediante cirugía,
debido a la interposición de partes blandas en medio de la articulación,
placa palmar en la luxación metacarpofalángica o interfalángica, tendón del
tibial anterior en la luxación interna subastragalina, ligamento palmar
transverso e intersóseos en la metacarpofalángica del segundo o quinto
dedo, nervio mediano en la luxación del codo, etc.
Dependiendo del grado de lesión de los ligamentos el tiempo de
inmovilización puede llegar hasta las seis semanas. Dependiendo de la
lesión o lesiones asociadas se puede decidir efectuar una reparación
quirúrgica de los ligamentos. Durante muchos años se pensó que la
reparación de los ligamentos del tobillo era necesaria pero posteriormente
se ha demostrado que un tratamiento funcional proporciona idénticos

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resultados, o incluso mejores, con la recuperación rápida de la


propioceptividad.
La posición de inmovilización es la posición funcional de la articulación.
Posteriormente se debe iniciar un programa de recuperación del rango
articular y especialmente de la capacidad de respuesta de la articulación
ante los movimientos forzados rehaciendo los sistemas de respuesta rápida
y adecuada mediante un entrenamiento propioceptivo que puede durar
más que la inmovilización.

Luxaciones con pérdida del perfil óseo

En esta situación entendemos tanto la fractura de un reborde óseo


(acetábulo, márgenes distales del radio, la fractura de Barton o de
Goyrand) como aquellas partes del hueso que comprometen la estabilidad
articular, sea de la propia articulación (arrancamiento de la espina tibial,
arrancamiento con fragmento óseo de un ligamento colateral, o la fractura
bimaleolar) como de un hueso vecino que colabore con la estabilidad
(cúbito en la fractura-luxación de Monteggia).

Un aspecto interesante lo observamos en las luxaciones recidivantes en


que además de la distensión permanente de los sistemas ligamentosos

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existe algún tipo de alteración ósea, como en la luxación del hombro la


existencia de una fractura del borde posterior de la glenoides o la lesión de
la cabeza humeral, o una fractura de la cabeza del fémur en la luxación de
la cadera.
La fractura de la glenoides Tipo I de Ideberg favorece la subluxación
inferior o posterior de la cabeza del húmero si el fragmento es grande, en
las de Tipo II en que el fragmento es mayor la subluxación es segura.
En la luxación recidivante del hombro la lesión de Hill-Sachs en la cabeza
del húmero (fractura por hundimiento de la parte posterior de la cabeza)
está asociada hasta en el 82% de los casos, aunque se acepta que puede
ser menor (40%-50%).

La triada terrible del codo es la asociación de luxación de codo con fractura


de la cabeza o del cuello del radio y de la apófisis coronoides. Se clasifica
siguiendo los criterios de Mason para la cabeza radial y la de Regan para la
apófisis coronoides.

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Los objetivos del tratamiento son obtener una radiocubital estable


sintetizando la apófisis coronoides o el olécranon e intentar preservar la
cabeza del radio o colocar una prótesis. Hay que reparar el complejo
ligamentoso lateral. Si no se consigue estabilizar la humerocubital se coloca
un fijador externo o agujas de Kirschner transfixiantes en la articulación
humerocubital durante 3-6 semanas.
En la luxación coxofemoral está muy aceptada la clasificación de Pipkin que
reúne la luxación posterior con la perdida del perfil óseo del cotilo o de la
cabeza del fémur.

Un pequeño fragmento de la cabeza en el interior de la articulación provoca


una reducción incongruente de la cadera y el fragmento debe ser extraído.
A nivel del tobillo la luxación con pérdida del perfil óseo se produce tanto

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por la fractura de los maléolos como por la pérdida del perfil óseo de la
tibia en su margen anterior o posterior. Ocasionalmente la luxación externa
es abierta.

4.1.2. Fracturas abiertas y por arma de fuego

La fractura abierta presenta una herida en la piel y partes blandas, con el


foco de fractura y su hematoma en contacto con el exterior. Una fractura y
una herida no quiere decir siempre que sea una fractura abierta. Su
frecuencia es de 11,5 por 100.000/año. Son más frecuentes en la tibia, y
alrededor de la rodilla.
Siguiendo la clasificación de Gustilo de las fracturas abiertas se distinguen
tres tipos, dependiendo del grado de lesión de partes blandas asociada.
Tipo I: Pequeña herida de un centímetro o menos, causada por un
traumatismo de baja energía, ya sea de dentro a fuera (fragmento óseo
que perfora la piel) o de fuera a dentro (objeto punzante que penetra hasta
el foco de fractura). En ambos casos las lesiones de tejidos blandos son
mínimas.

Tipo II: Herida amplia, pero con poca desvitalización de tejidos blandos y
pocos cuerpos extraños en la misma.

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Tipo III: Cuando a nivel de la herida cutánea (amplia) se añade gran


atrición de tejidos blandos, con zonas de tejido desvitalizado y material
extraño. También se incluyen en este grupo las amputaciones traumáticas.
Este tipo III se divide en tres subgrupos.
El tipo IIIa son heridas con gran afectación de partes blandas, por
traumatismo de alta energía, pero con tejido suficiente para cubrir el hueso
fracturado.
El tipo IIIb es una heridas con gran lesión de partes blandas, pérdida de
sustancia, denudación perióstica y exposición ósea.

El IIIc se trata de fracturas abiertas asociadas a lesiones vasculares que


precisan reparación.

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Hay que destacar, pues, que el tamaño de la herida no es lo importante


sino su grado de contaminación y el estado de las partes blandas:
músculos, hueso sin periostio, vasos y nervios.

Los tiempos orientativos de consolidación de los diferentes tipos son:

I 14,7 semanas Infección 0-2%


II 23,5 semanas Infección 2-7%
IIIb (sin pérdida ósea) 38.0 semanas Infección 7%
IIIb (con pérdida ósea) 74 semanas Infección 10-50%

Fracturas por arma de fuego

En las fracturas penetrantes por armas de fuego existe una gran fuerza que
actúa sobre una pequeña zona. Depende del calibre de la bala (de 5,56 a
7,62 mm), de su peso y de su velocidad inicial.
Las de baja velocidad son las que salen con menos de 300 metros por
segundo (revólver) y las de alta velocidad con más de 600 m/s (rifles de
asalto). Las primeras provocan fracturas limpias y las heridas vasculares
son equiparables a las de arma blanca.

Las de alta velocidad producen una cavitación. La cavidad residual tiene un


gran cono de atrición. En los vasos lesionan la íntima y provocan trombosis
aunque no exista lesión directa sobre el vaso. Es decir, las lesiones
secundarias son mucho más importantes que en las de baja velocidad
debido a su energía cinética (Ec = masa por el cuadrado de la velocidad

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dividido por dos).

La fractura por arma de fuego es un tipo de traumatismo causado por


agresión con disparo de un arma, tales como armas ligeras, incluyendo
pistolas, subfusiles y ametralladoras. Se estima que ocurren más de
500.000 lesiones cada año por el uso de armas de fuego. La Organización
Mundial de la Salud calculó en 2001 que esas heridas representaron
aproximadamente un cuarto de las 2,3 millones de muertes violentas: 42%
de ellas por suicidios, 38% homicidios y 26% relacionados con guerras y
otros conflictos armados
La magnitud de la lesión producida por un proyectil esta dada por su peso
(masa), forma, velocidad, resistencia del tejido por el cual pasa el
proyectil, coeficiente de arrastre, la combinación de forma y velocidad del
proyectil y las propiedades viscoelásticas de los tejidos, desplazamiento y
estabilidad del proyectil dentro de los tejidos y la energía cinética liberada
por el proyectil al momento del impacto.

En general, el potencial de lesión de un proyectil en particular está


determinado en gran medida por la eficiencia del mismo para transferir
energía cinética a los tejidos impactados. Así mismo, al duplicar la masa de

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un proyectil se duplica la energía cinética, pero al doblar la velocidad se


cuadriplica la energía cinética. La velocidad de un proyectil al salir del
cañón del arma permite clasificar a éstos en: proyectiles de alta velocidad
cuando viajan a más de 760 m/seg, proyectil de velocidad media de 600 a
335 m/seg, y proyectil de baja velocidad a menos de 335 m/seg. Las
lesiones causadas por los proyectiles de alta y baja velocidad difieren tanto
en magnitud como en clase y, por lo tanto, en su tratamiento.
Los proyectiles de alta velocidad tienden a producir mayor destrucción
tisular debido a su fragmentación y sus efectos de cavitación temporal.

La velocidad necesaria para atravesar la piel es de 36 m/s. Para atravesar


el hueso se necesitan 61 m/s. Entre 20 y 30 m/s se perforan todos los
huesos. La velocidad para que sea mortal un disparo se sitúa en los 122
m/s. A más de 600 m/s se produce un efecto hidrodinámico, siendo más
notable en los órganos llenos de líquidos, en los que aumenta la presión a
que son sometidos los líquidos dependiendo de la velocidad de la bala.
El proyectil no avanza en línea recta sino que cabecea y gira.

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La cavidad temporal se produce al expandirse la que será la cavidad


definitiva, la cual puede agrandarse después del paso del proyectil y
alternativamente colapsarse 4 milisegundos después y a continuación
repetirse el ciclo hasta que la energía cinética es disipada.
Al expandirse esta cavidad temporal puede ser de 10 a 15 veces mayor que
el diámetro del proyectil. Con la expansión estira, desplaza, contunde y
desgarra nervios, vasos y otros tejidos, después se colapsa, con varias
oscilaciones pulsátiles en un lapso de pocos milisegundos y al hacerlo
succiona coágulos, suciedad, fragmentos de ropa y otros detritus. El efecto
permanente de la cavidad temporal está determinado por la elasticidad de
los tejidos. El músculo es relativamente elástico por lo que su lesión es
menor, pero el hígado el bazo y el cerebro son poco elásticos y así la
cavidad temporal frecuentemente se convierte en un defecto permanente.
A mayor velocidad será más grave la lesión tisular directa y adyacente a la
trayectoria del mismo. Los proyectiles de baja velocidad producen una
cavidad permanente cilíndrica y no causan daño extenso más allá de su
trayectoria, a menos que se fragmenten o alcancen hueso, generando
proyectiles óseos secundarios.
Los rifles disparan proyectiles a mayor velocidad producen mayores
lesiones tisulares aunque su calibre, por lo general, es menor que el de las
pistolas.
La cavitación es la elongación radial de los tejidos sobre las paredes del
trayecto del proyectil. Durante el vuelo, el proyectil se estabiliza girando

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sobre su eje de gravedad por la fuerza de rotación conferida por las estrías
del cañón, entre mayor potencia (velocidad) tenga el proyectil y más largo
sea el cañón, más rápido será el giro de éste durante el vuelo y mayor la
cantidad de energía cinética. Al impactarse sobre un tejido, el cambio de
densidad hace que el proyectil trasmita su energía cinética, ocasionando
una onda expansiva que elonga los tejidos más allá de los diámetros del
calibre del proyectil provocando trauma contuso a los tejidos adyacentes y
formando lo que se conoce como cavidad secundaria o temporal.
La cavidad temporal máxima dura algunos milisegundos, después que el
proyectil atraviesa los tejidos y alcanza diámetros de hasta 20 veces el
calibre del proyectil Debido a las fuerzas que siguen el trayecto del
proyectil son de menos resistencia, la cavidad temporal tiende a ser
asimétrica y abarcar varios planos anatómicos.
Al producirse la presión negativa dentro de la herida puede succionar
cuerpos extraños como tierra y ropa.

Tratamiento
Los objetivos del tratamiento para lograr la consolidación, la restauración
de la anatomía y la funcionalidad son:
1. Limpieza de la herida y foco de fractura (desbridamiento)
2. Extracción de cuerpos extraños, incluido el proyectil y tejidos
desvitalizados
3. Drenajes
4. Estabilización de la fractura
5. Antibioterapia

Del correcto, meticuloso y extenso, desbridamiento inicial dependerán los


resultados del tratamiento. Es un tratamiento de extrema urgencia.
El análisis de la viabilidad muscular es necesario. Recordemos las 4C:
Color, Consistencia, Contracción y Capacidad de sangrado. La
Contractilidad es la que mejor representa la viabilidad del tejido.
La estabilización de la lesión y el seguimiento de la herida se obtiene
mediante fijadores externos.

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Hay muchos tipos de fijadores y en caso de necesidad se pueden


improvisar con cemento o con yeso.

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Las heridas hay que dejarlas abiertas pero tapando el hueso expuesto,
incluso haciendo coberturas con músculo. En la fractura de tibia el tibial
anterior se puede escindir a lo largo y permitirá la cobertura de la lesión.

La cobertura antibiótica se inicia con una cefalosporina de amplio espectro,


pudiendo añadir los aminogricosidos para los gérmenes gram negativos.

4.1.3. Fracturas metafisoepifisarias del adulto

Todas las epífisis de los huesos largos son intracapsulares y presentan una
serie de puntos en común:
1. Tienen hueso esponjoso
2. Recubierta por cartílago hialino

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3. Corticales finas
4. No hay inserciones musculares
5. Facilidad para la isquemia de los fragmentos
6. El hematoma articular y la inmovilización de la fractura facilita las
adherencias y la pérdida de movilidad del sistema articular
7. Se precisa perfecta congruencia entre extremos articulares
8. Mala tolerancia a las mínimas irregularidades
Las epífisis son los extremos del hueso y la zona de mayor diámetro para
aumentar el contacto entre los extremos articulares y repartir las cargas
por una mayor superficie articular.

En huesos osteoporóticos la epífisis es todavía más frágil dificultando el


anclaje de cualquier osteosíntesis por disminución del número de
trabéculas.
Por ser intracapsulares no existen inserciones tendinosas. Ello hace que la
vascularización después de una fractura pueda ser muy escasa, lo que
repercutirá en la consolidación. El aporte vascular de la cápsula y los
ligamentos no llega a ser suficiente para revascularizar algunos fragmentos
de la fractura.
Es importante que en estas fracturas, por tratarse de la zona de fricción
articular, no se toleran pequeñas desviaciones o escalones que en el resto
del hueso pueden ser perfectamente aceptables.

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Todo ello conforma una zona en que la fractura repercutirá sobre el


deslizamiento de la articulación y la fibrosis de la cápsula y ligamentos lo
que lleva siempre a un grado más o menos importante de pérdida de
movimiento en la articulación.
Una fractura epifisaria debe ser reducida y estabilizada de forma correcta y
completa, debe estar inmovilizada el menor tiempo posible y debe seguir
un riguroso programa de rehabilitación con la intención de perder la menor
función. Todo esto es aplicable a cualquier epífisis pero las más proximales
de la extremidad repercutirán de forma importante en su segmento distal.
Los tendones próximos pueden traccionar y desviar grandes fragmentos
óseos (troquiter, trocánter menor, epitróclea).
Algunas metáfisis son muy superficiales, recubiertas solo por la piel
(metáfisis proximal de la tibia, y distal de radio). Este detalle, asociado al
gran sangrado de un hueso esponjoso, provoca conflictos mecánicos con
las partes blandas llegando a la isquemia de la piel (flictenas en las
fracturas de la meseta tibial).
La proximidad a grandes vasos que pasan cerca de una zona articular hace
que puedan quedar comprimidos, no solo por la desviación de los
fragmentos sino también por el hematoma (codo, rodilla) llegando a
provocar su oclusión y generando un síndrome compartamental.
Su tratamiento presenta dificultades para la estabilización por ser hueso
poco resistente, tener poco recubrimiento por masas musculares y ser
zonas relativamente pequeñas por lo que no admite grandes o voluminosas
osteosíntesis.

Fracturas epifisometafisarias del húmero

La fractura de la epífisis proximal es frecuente en mujeres por encima de


los 60 años, sobre una base osteoprótica y por caída casual.
Una característica de esta epífisis proximal es la presencia de dos
tuberosidades separadas por la corredera bicipital. La anterior e inferior
para la inserción del músculo subescapular y la superior con dos carillas,
para el supraespinoso la más superior y para el infraespinoso la más

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posterior.
El mecanismo habitual de producción es la caída sobre
el brazo y la contusión sobre el acromion en huesos
osteoporóticos, siendo posible un mecanismo de
tracción muscular brusca en las convulsiones o
electrocución.
La clasificación de Neer es la más utilizada para
comprender estas fracturas y las divide por el número
de fragmentos. La fractura con cuatro fragmentos son
la cabeza humeral, el tubérculo mayor o troquíter arrancados por el
supraespinoso e infraespinoso, el tubérculo menor o troquín arrancado por
el subescapular, y la diáfisis.

En la fractura con poco o ningún desplazamiento, o las impactadas, se


realiza tratamiento conservador mediante cabestrillo 7-10 días, seguido de
movimientos pendulares suaves hasta las 3-4 semanas en que se inicia
ejercicios en abducción hasta las 6 semanas.

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El arrancamiento aislado del troquíter (sistema abductor del hombro)


requiere la reducción quirúrgica y fijación, cuando no se logra una
reducción perfecta.

En fractura desplaza de dos fragmentos se prefiere el enclavado con agujas


a cielo cerrado, entrando por el tercio proximal del húmero. En fracturas de
tres fragmentos la osteosíntesis con placas anatómicas de bajo perfil es
una buena alternativa.

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En fracturas con cuatro fragmentos, si la osteosíntesis no es posible se


puede optar por la resección artroplastia tipo Laurent Jones o la
artroplastia con hemiprotesis ya que la tasa de necrosis en estas fracturas
oscila alrededor del 25%-30%. Los buenos resultados de la prótesis parcial
se sitúan alrededor del 85%, con un 50% de movilidad próxima a la
normalidad.

El mecanismo de lesión en la epífisis distal del húmero es la compresión


vertical con el codo entre 0º y 80º de flexión. Cuando el codo está
flexionado más de 90º el mecanismo produce una fractura del olécranon.
La zona metafisoepifisaria distal es plana y ancha con una forma de
triangulo con una columna lateral, de arco poco pronunciado, y una
columna medial más curvada. Estas dos columnas tienen el suficiente
grosor y consistencia como para poder anclar una osteosíntesis con placa

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atornillada.

Entre las dos columnas, el tercer lado del triángulo, está la epífisis formada
por el cóndilo que es una semiesfera y la tróclea que es asimétrica con una
inclinación de 4º-8º de valgo.
En el centro de este triangulo existe una zona central de menor grosor y no
debe colocarse ningún tipo de osteosíntesis para no interferir ni la flexión ni
extensión completa.
En general se produce la flexión y separación de los fragmentos.
Cuando los fragmentos están desplazados el tratamiento siempre debería
ser la reducción abierta y osteosíntesis, siendo útil el abordaje
transarticular mediante osteotomía del olécranon que posteriormente se
repara con un obenque o tornillo a compresión. La osteosíntesis nunca
debe ser con sistemas precarios como las agujas de Kirschner.

En esta epífisis hay que considerar las fracturas aisladas del cóndilo o de la
tróclea humeral. Siempre se debe intentar reponer y fijar para lo que se
puede utilizar agujas, tornillos de pequeños fragmentos.
Las fracturas del epicóndilo y la epitróclea aisladas son raras en el adulto.

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Fracturas epifisometafisarias del cúbito y radio

El olécranon es la parte proximal


del cúbito, situado totalmente
superficial y expuesto a
traumatismos directos. También
se puede lesionar por mecanismo
indirecto debido a la tracción
violenta del tríceps. Se trata de
una fractura intraarticular. Se
interrumpe el sistema extensor
del codo y es imposible
extenderlo.
La fractura no desplazada tiene tratamiento ortopédico y las desplazadas
tratamiento quirúrgico, siendo el mejor sistema un obenque que permite la
movilización al cabo de una semana o tornillo de compresión si la fractura
es transversal o placa atornillada cuando es una fractura conminuta.
La epífisis proximal del radio, cuando está íntegra, resulta ser el mejor
sistema de estabilización del codo en los movimientos de abducción y es un
segmento óseo importante en la pronosupinación. Su principal mecanismo
de fractura es el indirecto al sufrir una caída con el codo en extensión y en
valgo.
Se utiliza la a clasificación de Mason.

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Tipo I: Fractura no desplazada de la cabeza y cuello


Escalón articular menor de 2 mm.
Tipo II: Fractura desplazada de la cabeza y cuello
Escalón articular mayor de 2 mm.
Tipo III: Fractura conminuta

La fractura Tipo I se trata mediante cabestrillo o yeso con flexión de 90º del
codo durante 3-4 semanas. En las de Tipo II es importante conocer el
tamaño del fragmento y la localización del trazo de fractura, generalmente
externo. Con fragmento único y superior a 45º de la curvatura del radio, se
deber realizar la reducción y osteosíntesis con tonillos de mini-fragmentos.
Se debe comprobar que durante la pronosupinación el tornillo no entre en la
articulación radiocubital superior.
En las fracturas Tipo III, donde la reconstrucción es técnicamente imposible,
está indicada la extirpación de la cabeza del radio. Se debe realizar
preservando el ligamento anular. Las complicaciones de la extirpación de la
cabeza son tres y que se presentan de manera progresiva con el tiempo:
aumento del valgo del codo, algoparesia del nervio cubital e incongruencia
radiocubital distal por ascenso del radio.
El mecanismo de lesión de la fractura distal del radio es indirecto por caída
sobre la mano con el codo en semiflexión. Aunque es una fractura que
ocurre a lo largo de la vida, en las mujeres es muy frecuente a partir de los
entre los 60, y menos frecuente en los varones.
En el tratamiento hay que tener en cuenta la calidad ósea ya que el
tratamiento y los resultados pueden ser marcadamente diferentes. La
presencia de un fragmento dorsal o la conminución será un factor
importante en el momento de decidir la estabilización.
La fractura distal del radio no desplazada es poco habitual y se tratar con
yeso antebraquial durante cuatro semanas.
Cuando existe desplazamiento la reducción se realiza mediante tracción con
“cazamuchachas” aplicándolo en los tres primeros dedos, seguida de
inclinación cubital y flexión palmar.

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El yeso de antebrazo se colocará en esta misma posición, pero no


superando los 25º de flexión ya que la presión dentro del canal carpiano
puede comprimir el mediano.

Si existe conminución dorsal o se trata de fractura intraarticular, la


reducción se puede apoyar con agujas de Kirschner. La fractura con un gran
fragmento en cuña externa (fractura de la estiloides radial) se trata
mediante osteosíntesis con tornillo.

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Fracturas epifisometafisarias del fémur

La fractura proximal del fémur puede ser intracapsular (cervical) que se


dividen, según su nivel en subcapital, transcervical y basicervical. Las
fracturas extracapsulares son la que transcurren entre los trocánteres o
pertrocantéreas.

Tiene una incidencia de 38,2 por 10.000 habitantes. El 63% son fracturas
extracapsulares y el 37% lo son intracapsulares, más frecuentes en mujeres
(80%).
La incidencia en los países con menor desarrollo humano la situación es
diferente por varios motivos, existe una menor población mayor de 60 años,
poseen una mejor calidad ósea debido a las largas caminatas y el transporte
de peso. Con todo, a medida que el desarrollo mejora esta epidemia de los
países más desarrollados surge con fuerza.

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Bases biomecánicas de la fractura proximal de fémur

Recordemos dos clasificaciones que condicionaran el tratamiento, la de


Garden según la pérdida de alineación del las trabéculas de compresión y la
de Pauwels según el ángulo del trazo de fractura.

En la fractura subcapital impactada (Garden I) el tratamiento conservador


es totalmente aceptable, aún a riesgo de un desplazamiento secundario en
pacientes de edad. El paciente se puede sentar a los tres días, cargará a los
30 días y la mayor parte precisan bastones o andador. Una colocación de

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tornillos canulados percutáneos es una excelente opción si se prevé


mayores necesidades del paciente o que no colaborará.
En las fracturas subcapitales de fémur desplazadas en pacientes de menos
de 70 años está indicado el tornillo placa deslizante, siendo recomendable la
cirugía antes de las 48 horas del accidente. En el 86% se pueden obtener
buenos resultados. Los peores resultados se obtienen en las fracturas tipo
IV de Garden. Los fallos se deben a necrosis de la cabeza femoral (33%),
pseudartrosis (12%), fallo de la osteosíntesis (3%) o infección (1,8%). En
este caso una prótesis biarticular, o en su defecto una hemiprótesis
cementadas son la indicación.
En la fractura transcervical se puede efectuar una osteosíntesis con
tornillos, mediante un mínimo abordaje quirúrgico y en la fractura
desplazada de cuello de fémur se recomienda la osteosíntesis o la
hemiartroplastia.
Las fracturas de la zona pertrocantérea se producen por mecanismo
directos por caída sobre el trocánter y muy habitualmente por mecanismo
indirecto al caerse mientras se gira el cuerpo (especialmente en pacientes
osteoporóticos). Es una zona habitual de metástasis tumorales lo que
provoca una fractura patológica y posteriormente la caída.

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En las fracturas pertrocantéreas se han utilizado el enclavado de Ender pero


ha dado hasta un 53% de problemas mecánicos (migración del clavo)
aunque mejora con un encerrojado distal. Se puede utiliza en pacientes
mayores con pocas demandas. Se recomienda los clavos endomedulares
encerrojados que permite atornillar el cuello como punto de anclaje.
En el postoperatorio existe un 14% de complicaciones siendo las más
frecuentes la migración del tornillo cefálico por efecto corte.
La zona mefisoepifisaria distal del fémur presenta unas características algo
diferentes que deben tenerse en cuenta:

Se denomina supracondílea cuando el trazo es más o menos transversal


sobre los cóndilos y supraintercondílea cuando el trazo de fractura es en Y
afectando la articulación. Se tratan de fracturas intrarticulares
Son frecuentes en pacientes jóvenes por mecanismo de alta energía
(accidentes de tráfico) y en pacientes mayores por caídas casuales. El 20%
pueden ser fracturas abiertas, con frecuencia del Tipo II de Gustilo.

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Por tratarse de fracturas articulares se deben reducir de forma quirúrgica


para evitar los escalones articulares y realizar osteosíntesis mediante placa
condílea, tornillo placa o tornillos. Se recomienda la movilización inmediata
mediante férulas motorizadas y analgesia epidural continua para evitar la
rigidez, que puede ser importante.
La consolidación no se obtiene antes de las 16 semanas.
A pesar de todas las precauciones es frecuente perder una importante
movilidad de la rodilla.

Luxaciones en el adulto Fracturas epifisometafisarias de la


tibia

La fractura de la meseta tibial se produce en un 60% de los casos como


resultado de un traumatismo directo sobre la rodilla.

El golpe sobre la cara externa, con el pie fijo en el suelo, provoca un valgo
forzado. En ese momento se pueden lesionar los ligamentos internos de la
rodilla y al agotarse la energía no provoca lesión ósea. Si los ligamentos
resisten se produce una impactación del cóndilo femoral contra la meseta

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tibial provocando una fractura vertical. El 40% restante se produce por


mecanismo indirecto de compresión y desviación axial.

La frecuencia varía según el segmento de edad. Antes de los 60 años es


más frecuente en varones y después de esta edad es más frecuente en
mujeres. El 50% se debe a accidente de tráfico y un 46% a accidentes
casuales y se presenta un 39% de lesiones asociadas.
Se clasifican en unituberositarias (66%), espinotuberositarias (17%) y
bituberositarias (17%). Dentro de las unituberositarias la más frecuente es
la externa.

Por tratarse de fracturas epifisarias sangran mucho y las flictenas son señal
de sufrimiento de la piel debido a la isquemia.
La fractura no desplazada tiene un tratamiento conservador y si el
hundimiento central es menor de 0,3-0,5 cm se tolera aceptablemente,
pero no así las desviaciones en varo o valgo. Por otro lado una cirugía
insuficiente es peor que un tratamiento conservador.
El objetivo es obtener la mejor reducción posible evitando las
desalineaciones, para lo cual se debe reponer la superficie articular

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elevando el hundimiento que exista mediante la colocación de injerto


autólogo corticoesponjoso atornillado. El ensanchamiento de la tibia se debe
cerrar para lo cual se emplean tornillos o una placa en forma de T. El
menisco se debe conservar, pero se sutura si está desinsertado
periféricamente.
La fractura bituberositaria se aborda desinsertando la tuberosidad anterior
de la tibia y reinsertándola posteriormente. Para obtener una buena
reducción es imprescindible una visión completa de la meseta tibial.

El postoperatorio es importante y se recomienda comenzar a movilizar de


forma inmediata bajo anestesia continua epidural y un trabajo intensivo de
Fisioterapia.
Hundimientos de menos de 0,5 cm pueden dar un 97% de buenos
resultados. No existe correlación entre los resultados radiológicos y los
funcionales.
La artrosis secundaria se puede observar a partir del segundo año. Una
rodilla bien alineada tiene un 13% de posibilidades de desarrollar una
artrosis, las rodillas en valgo un 31% y las que quedan en varo un 79% de
posibilidades.
La necesidad de extirpar el menisco del cóndilo fracturado puede ocasionar
una artrosis en el 74% de los casos.
La inestabilidad también está relacionada con la aparición de artrosis. La
rodilla estable en extensión tiene un 14% de posibilidades, y la inestable un
46%. No hay correlación entre hundimiento y aparición de artrosis si no se
acompaña de desviación de ejes.
Se ha encontrado artrosis en el 14% de los pacientes con buenos resultados
funcionales y en el 89% con malos resultados funcionales.

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La epífisis distal de la tibia se lesiona con mayor frecuencia entre las


articulaciones de carga, y las fracturas del tobillo representan el 11% de
todas las fracturas.
Los mecanismos de producción son básicamente la inversión o la eversión
de pie asociada, o no, a la rotación externa de la pierna.

Si se produce un mecanismo de tracción sobre el maléolo externo tanto se


puede producir una lesión de ligamentos como un arrancamiento óseo. Una
rotación externa del pie provoca una fractura espiroidea sobre el maléolo
externo y una lesión del ligamento deltoideo o fractura del maléolo interno.
La fractura abierta del maléolo interno (10 %) no es rara y se da en los
mecanismos de eversión violenta (caída o accidente de tráfico).

La fractura de ambos maléolos provoca luxaciones anteriores del pie. Las


grandes desviaciones se pueden acompañar de lesiones vasculares o
nerviosas.

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La clasificacion más utilizadas es la de Danis-Weber:


Tipo A: Fractura del maléolo peroneal transversal al nivel de la interlínea
articular o distal a ella. Eventual fractura por inversión (trazo vertical) del
maléolo interno (13%)

Tipo B: Fractura espiroidea a nivel de la sindesmosis con ruptura del


ligamento tibio-peroneo distal anterior en el 50% de los casos. Ruptura del
ligamento deltoideo o fractura por arrancamiento del maléolo interno (35%)

Tipo C: 1. Fractura oblicua del peroné inmediatamente por encima de la


sindesmosis. Ruptura de los ligamentos de la sindesmosis con posible
arrancamiento de un fragmento óseo de la tibia.
Fractura alta del peroné con ruptura de la membrana interósea y de los
ligamentos sindesmótico.
El Tipo C representa el 51% de las fracturas maleolares.

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La clasificación de Lauge-Hansen se basa en el sistema de producción de la


fractura. Incorpora dos palabras en que la primera define la posición del pie
y la segunda la dirección de la fuerza lesionante.
Fracturas por supinación-adducción
Fracturas por supinación-eversión
Fracturas por pronación-abducción
Fracturas por pronación-eversión
Los criterios de una reducción cerrada satisfactoria serían los siguientes:
separación del maléolo tibial del astrágalo no superior a 2 mm, desviación
del maléolo medial no superior a 2 mm, menos de 2 mm de desplazamiento
lateral, menos de 5 mm de desplazamiento posterior del maléolo peroneo.
Cuando existe un maléolo posterior su separación debe ser menor de 2 mm
si su grosor representa un 25% o más de la superficie articular. El tiempo
de inmovilización es de 4-8 semanas.
Si existe desplazamiento se debe realizar la reparación quirúrgica
inmediata, independiente de la edad, por tratarse de una fractura articular.
Se puede realizar la indicación no quirúrgica en los casos con mínimos
desplazamientos y en pacientes jóvenes que toleren bien un yeso.
La técnica quirúrgica tiene objetivo la reducción anatómica de las fracturas,
reparación de los ligamentos lesionados, supresión de los cuerpos libres
articulares y fijación estable mediante osteosíntesis. Básicamente eso se
obtiene mediante placa atornillada para el peroné, obenque o tornillos para
el maléolo tibial. La osteosíntesis solo con agujas de Kirschner o clavo de
Rusch proporcionan poca estabilidad y un gran número de fracasos.

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Los defectos de reducción o de estabilización son frecuentes.

No hay que olvidar hacer una RX de toda la tibia para descartar la fractura
de Maisonneuve que es un Tipo C pero con fractura muy alta del peroné.

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La frecuencia de artrosis postraumática oscila entre el 18% y el 86% en


fracturas tratadas ortopédicamente y entre el 7% y el 70% en las tratadas
de forma quirúrgica.
La calidad de la reducción influye en que los resultados sean excelentes o
buenos. Con una buena reducción son del 86,6% y con una reducción
insuficiente solamente del 68,5%. Si se relaciona la presencia de artrosis
con los buenos resultados se observa: sin artrosis 82% de buenos
resultados, con moderada artrosis (reducción del espacio articular a la
mitad) 42%, con artrosis importante (desaparición del espacio articular)
ningún buen resultado.

4.1.4. Fracturas diafisarias del adulto

Las zonas diafisarias la cortical ya es gruesa y el canal medular estrecho e


irregular. La anchura del canal es muy variable e irregular y eso lleva a
dificultades en el momento de realizar un enclavado, dependiendo del nivel
de la fractura. El grosor de la cortical permite un fuerte anclaje de los
sistemas de osteosíntesis.
Por ser una zona central del hueso tolera pequeñas desviaciones en el plano
frontal o sagital que van a ser corregidas con la remodelación. No se toleran
los desplazamientos en el plano transversal (rotaciones).

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Los acortamientos en la extremidad inferior generan desequilibrio de la


pelvis que deben ser compensados por la columna. En la extremidad
superior existe más tolerancia a los acortamientos.
Por ser la parte más larga de los huesos se pueden provocar trazos de
fracturas largos o fracturas bifocales con tercer fragmento. Todo ello
compromete la estabilidad de la fractura.

Fractura diafisaria del húmero


Se produce por mecanismo directo o por caída, y la
rotación puede ser importante. Los mecanismos habituales
de las fracturas diafisarias del húmero pueden ser directo,
indirecto o por contracción muscular.
El mecanismo directo provoca un momento de flexión de
tres puntos (golpe directo o caída sobre un objeto) que
ocasiona un trazo de fractura transversal o con tercer
fragmento en ala de mariposa.

El mecanismo indirecto es por tracción-rotación distal


creando un patrón de fractura espiroidea. Este trazo de
fractura también se produce por movimiento de
lanzamiento al pasar de la rotación externa máxima a la
rotación interna (lanzamiento de una piedra).
Raramente la fractura es abierta. La proximidad del
nervio radial en toda la longitud del hueso puede
provocar su lesión durante el accidente o por la
manipulación de la fractura, sea cerrada o abierta. El
nervio está bloqueado en su tercio distal y externo por el tabique que
separa el compartimento posterior del anterior y es la zona de máxima
frecuencia para las lesiones. La parálisis radial se diagnóstica por la falta de
extensión del carpo y de los dedos.

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Los desplazamientos predecibles están condicionados por el


nivel y el trazo de la fractura. En fracturas por encima de la
inserción del pectoral mayor el fragmento proximal está en
abducción y rotación externa (manguito rotador). Entre la
inserción del pectoral mayor y el deltoides el fragmento
proximal se desplaza en aducción (pectoral mayor). Por
debajo de la V deltoidea el fragmento proximal está en
abducción y el distal en aducción y flexión (bíceps y braquial
anterior).

En el tratamiento de estas fracturas se aprovecha que no se trata de un


hueso de carga y el peso del resto del miembro ejerce tracción sobre el foco
de fractura. Por ello es correcto el tratamiento utilizando el propio peso del
brazo y de un yeso. El brazo se coloca a 90º y el yeso no debe pesar más
de 900 gr. para no causar separación de los fragmentos.

Otro tratamiento no quirúrgico es la colocación de


férulas en forma de U bien moldeadas desde la
axila, rodeando el codo hasta el deltoides, con el
codo a 90º. La gran incomodidad es que, en todos
estos tratamientos, es necesario dormir
semisentado.
La técnica de Hackethal consiste en colocar de un
número variable de agujas de Kirschner de 2,5

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mm de forma retrograda para la estabilización de las fracturas de la cabeza


y de la diáfisis de húmero.

El mejor tratamiento quirúrgico es el clavo encerrojado y las placas


atornilladas, aunque estas últimas se van utilizando menos. El índice de
paresias del radial oscila entre 0% a 5%.

Fractura diafisaria del cúbito y radio


Desde el punto de vista biomecánico recordemos que en el antebrazo se
realiza la pronosupinación. El mecanismo de producción de estas fracturas
es múltiple pero el accidente de tráfico y la agresión son los más frecuentes.
En estas fracturas es imprescindible realizar un diagnóstico radiológico con
una placa que incluya la articulación del codo y del carpo para ver si hay
subluxación o luxación y comprobar la integridad de las epífisis.

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El cúbito en visión lateral es casi rectilíneo


menos en su parte proximal que presenta
una suave curva hacia atrás. En visión
anterior se curva ligeramente hacia fuera en
su centro, y en la porción distal se aproxima
al radio. El radio presenta una pequeña
curva en el tercio proximal hacia fuera y en
su centro una gran curvatura hacia dentro.
Los dos huesos dejan una zona en el tercio
medio de sus diáfisis en que están más separados, teniendo la membrana
interósea una anchura de 3 cm. Ninguno de los dos es totalmente recto, por
lo tanto el enclavado no es la mejor opción, además no bloquea la rotación
de los fragmentos. Estas curvas hay que reconstruirlas después de una
fractura para conservar la pronosupinación.

La sección del radio es de forma prismática


triangular con una cresta o borde interóseo
en el tercio media de sus diáfisis, lo que hace
que tenga una cara anterior y posterior
aplanada. Este es el lugar para la colocación
de las placas atornilladas.
En la fractura del radio la desviación de los
fragmentos dependen del nivel de la
fractura. En la fractura del
tercio proximal el
fragmento proximal (por
encima de la inserción del pronador redondo) está en
supinación completa por la tracción del bíceps, y el
fragmento distal en pronación completa por la acción del
pronador redondo y del pronador cuadrado. Se debe
reducir en supinación completa.

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Si la fractura está en el tercio medio-distal (por debajo de la inserción del


pronador redondo) el fragmento proximal está equilibrado entre la tracción
del bíceps y el pronador redondo, lo que lo coloca en pronación intermedia.
El fragmento distal está en pronación completa por el pronador cuadrado y
se reduce en supinación intermedia.

Se trata con yeso braquial si no existen desplazamientos después de la


reducción y es totalmente estable. De lo contrario existe la indicación de
osteosíntesis con el objetivo de dar estabilidad y reconstruir las curvas de
ambos huesos, especialmente las del radio. La cirugía debe realizarse antes
de las 48 horas para facilitar la reducción. En niños la utilización de agujas
de Kirschner es correcto, no así en el adulto.
La placa a utilizar ha de ser de orificios ovalados para colocación excéntrica
de los tornillos, lograr la compresión dinámica y debe se de bajo contacto.

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Fractura diafisaria de fémur


El fémur es un hueso colocado profundamente y totalmente rodeado de
musculatura, rectilíneo en visión anteroposterior y algo curvado en visión
lateral. En sección no es redondo por presentar una gruesa rugosidad
posterior y media para la inserción muscular. Los cóndilos están paralelos al
suelo y el eje del fémur se abre hacia fuera con un ángulo de 10º. El eje de
carga pasa por la cabeza del fémur y el centro de los cóndilos para seguir
por el centro de la meseta tibial hasta el centro del tobillo. Los músculos
que rodean el fémur forman tres compartimentos. El anterior contiene el
tensor de la fascia lata, sartorio y cuadriceps; el medial los aductores,
pectíneo y recto interno, y el posterior los isquiocrurales, semimembranoso,
semitendinoso y bíceps femoral. La arteria femoral pasa del compartimento
medial al posterior por el anillo de Hunter formado por las inserciones del
aductor mayor a nivel de la zona medial diafisometafisaria distal, quedando

bloqueada en este punto donde se puede lesionar.


El canal medular no es uniforme siendo más estrecho en la zona media y
superior que en la inferior, comenzando a abrirse de forma progresiva en su
tercio medio distal.
Hay dos grandes mecanismos de fracturas, en personas jóvenes son
mecanismo de alta velocidad o violencia directa y en personas con algún
grado de osteoporosis lo es por mecanismo poco violento, frecuentemente
indirecto, por rotación de la extremidad.
Siempre se produce acortamiento de los fragmentos y el distal se desplaza
hacia en varo por la tracción de los aductores y el proximal en flexión,

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abducción y rotación externa por la


tracción del psoas y glúteo medio. En
los trazos distales el fragmento distal
está en flexión por la fuerza de los
gemelos.
Se pueden clasificar por su nivel y por
su trazo, la presencia de tercer
fragmento o por la presencia de
conminución en uno o varios de ellos.
El objetivo del tratamiento implica una correcta alineación para que la línea
articular de la rodilla permanezca paralela al suelo y corregir el
acortamiento. En una fractura sin tercer fragmento o trazos poco oblicuos
las relaciones se mantienen y la reducción tiene referencias, se podría
utilizar una tracción continua para su estabilización (solo utilizada en
niños).
Una opción útil es la tracción de Perkins aunque tiene el inconveniente de su
duración y ocupación de camas.

La osteosíntesis con placa no se está utilizando por la gran exposición,


perdida hemática y riesgo de infección, a favor de los enclavados
endomedulares encerrojados, fresados o no, que mantienen la alineación y
la longitud. Estos clavos tienen una forma curvada en sentido
anteroposterior para adaptarse al fémur.

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El enclavado endomedular abierto es


una opción de recurso, aunque el
riesgo de infección es mayor y no se
acostumbra a fresar lo suficiente
cuando no se utiliza motor.
Para las fracturas abiertas se
recomienda el fijador externo.

En fracturas patológicas el enclavado


sigue siendo la primera opción ya
que, aunque la lesión siga
evolucionando el fémur permanecerá
estable.

Fractura diafisaria de tibia y peroné


La diáfisis de la tibia es recta de sección aproximadamente triangular
recubierta por músculos salvo en su cara anterointerna que es superficial en
toda su longitud. La diáfisis del peroné es rectilínea y algo aplanada
haciéndose superficial su cara externa en el extremo distal. Los músculos
que se inserta en la tibia comienzan a generar sus tendones en el tercio
distal lo que hace que la cortical no tenga inserciones musculares, siendo
más fácil la isquemia cortical cuando existe un trazo de fractura a ese nivel.
La membrana interósea mantiene unida la tibia y el peroné en todo su
trayecto. La arteria poplítea queda anclada en el anillo del sóleo en la zona
metáfisodiafisaria proximal.
En la pierna existen cuatro compartimentos musculares, el compartimento
posterior ocupado por gemelos, plantar delgado, sóleo, poplíteo, tibial
posterior, flexor largo de los dedos y del dedo gordo. El compartimento
anterior ocupado por el tibial anterior, extensor largo de los dedos y del
dedo gordo, y por el peroneo anterior cuando existe (92% en los europeos

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y 86% en la raza negra). El compartimento lateral contiene al peroneo largo


y al corto.

Los mecanismos de lesión más frecuentes son las caídas, lesiones


deportivas, impactos directos o agresiones, accidente de tráfico y lesiones
por arma de fuego. La fractura aislada de tibia o de peroné se produce por
algunos mecanismos directos, pero es más frecuente la fractura asociada de
los dos huesos. La caída desde altura tiene una baja incidencia (17,8%)
pero en cambio es la que presenta más fracturas abiertas (53 %), junto con
las producidas por arma de fuego, seguidas
por los accidentes de tráfico (40 %) y el
impacto (30%).
La edad de aparición presenta una distribución
bimodal en varones de 31 años y mujeres de
54 años, con una mayor frecuencia en varones
jóvenes de 15 a 19 años. Estas estadísticas
son orientativas ya que son cambiantes entre
países (más fracturas por armas de fuego en
países en conflicto bélico), entre niveles de industrialización (accidente de

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tráfico) o en regiones con deportes de riesgo (automovilismo en que son


más frecuentes en peatones y motoristas que en conductor o viajeros)
El desplazamiento es siempre con acortamiento y con poca desviación en el
plano frontal y sagital, el peso del pie hace que el fragmento distal esté en
rotación externa.
La fractura de tibia y peroné se puede tratar mediante enyesado
cruropédico (desde la zona inguinal hasta las cabezas de los metatarsianos)
durante 13-15 semanas pero el 22% de las fracturas tardan 20 semanas o
más. Las fracturas abiertas presentan un 60% de retardos o seudartrosis.
Este tipo de tratamiento provoca un 20% de rigideces articulares que llegan
al 70% en caso de
seudartrosis. Es
evidente que estos
resultados no son
aceptables.
El yeso funcional de Sarmiento hasta la rodilla con apoyo en el tendón
rotuliano o las férulas funcionales para determinadas fracturas mejora los
resultados, pero no evitan los acortamientos ni soluciona totalmente el
problema de la rigidez del tobillo y subastragalina.

Una opción es utilizar el sistema de Boehler


que utiliza dos clavos de Steinman en tibia
y calcáneo para reducir y sobre el colocar
una botina de yeso.

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No es se recomienda utilizar placa atornillada sino el enclavado fresado o


encerrojado dependiendo del tipo de fractura. En las fracturas abiertas el
fijador externo es la mejor indicación.

4.1.5. Fracturas y luxaciones de la columna

Traumatismos del raquis cervical


LATIGAZO CERVICAL
Son una serie de lesiones
producidas por mecanismo
indirecto ligado no solo a un
accidente de tráfico sino a
cualquier movimiento brusco en
hiperextensión-hiperflexión,
inclinación lateral o compresión
axial. Hay gestos de la vida diaria
que provocan aceleraciones (g)
de la misma magnitud que se
observa en los latigazos cervicales ocurridos a baja velocidad.
Los síntomas más frecuente son el dolor cervical en el 98% de los casos,

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con irradiación a la nuca en el 72%, a los hombros en el 36%, y brazos en


el 20% y columna lumbar en el 26%. El vértigo se encuentra en el 20% de
los casos, así como síntomas auditivos y visuales.
Los signos neurológicos se observan en el 10% de los pacientes
sintomáticos y se presentan más claramente a las tres semanas del
accidente.
El estudio radiográfico muestra pocos datos. La pérdida de la lordosis
fisiológica tiene un valor relativo, pero la persistencia es índice de mal
pronóstico. Los signos degenerativos de la columna no son propios de esta
afección, pero cuando existen provocan cuatro veces más de clínica que si
no los presentaban.
Pueden existir lesiones del ligamento longitudinal anterior, fracturas de la
placa marginal, lesiones de la parte anterior del disco, hernia discal y lesión
de los ligamentos interespinosos.
Entre un 14% y 42% de los pacientes con esguinces cervicales
desarrollarán dolor crónico en el cuello y un 10% llegan a tener dolor
constante y severo de manera indefinida.
En la fase aguda se utiliza la fisioterapia que es más efectiva que la
inmovilización con collar.
En la fase crónica se utilizan de forma totalmente subjetivas los
analgésicos, antidepresivos, tracciones, masajes e infiltraciones. El collar
cervical blando no inmoviliza la columna y se puede considerar con efecto
placebo.
Existen muchos factores de mal pronóstico, la duración de los síntomas de
más de un año, la edad superior a 50 años, las alteraciones psicológicas
(82% de los caso), así como la gravedad de los signos al inicio, el sexo
femenino, la irradiación a extremidades superiores, el dolor dorsal o lumbar
y el dolor occipital, son signos de peor pronóstico.

Fracturas del atlas

Representan el 4,7% de las fracturas cervicales y frecuentemente por


mecanismo de compresión axial.

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La radiografía de frente y perfil es imprescindible, pero la anteroposterior


debe realizarse con la boca abierta. En ella se puede observar si existe
desplazamiento de las masas laterales.
Se clasifican en tres tipos. En el Tipo I el arco del atlas está fracturado por
dos partes (mecanismo de
avulsión). En El Tipo II está
fracturado en cuatro puntos
(mecanismo de hiperextensión) y
el ligamento transverso
seccionado (fractura de Jefferson).
Las fracturas Tipo III ocurren a
través de las masas laterales.

Las fracturas Tipo II estables tienen tratamiento


ortopédico con ortesis durante 12 semanas. Las de
Tipo II inestables tienen tratamiento quirúrgico.
Si las masas laterales están desplazadas menos de 7
mm se coloca un halo-chaleco. Si es superior a 7
mm (rotura del ligamento transverso) se realiza una
tracción axial hasta la consolidación de la lesión.
Puede estar indicada la artrodesis occipito-atlas.

Puede existir un 17% de pseudartrosis, sobre todo en las fracturas


conminutas de las masas laterales.

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En las fracturas Tipo I presentan molestias en un 50% de los casos a largo


plazo, las del Tipo II son las que tienen peor pronóstico con un 70% de
molestias y las de Tipo III presentan un 30% de molestias.

Fracturas del axis


Las fracturas de la odontoides representan el 10%-15% de las fracturas
cervicales del adulto, la mayor parte causadas por accidente de tráfico al
golpear la frente contra alguna parte de la cabina.
La fractura del arco del axis se produce por un mecanismo muy típico de
hiperextensión e inclinación (fractura del ahorcado).
El os odontoideum es la falta de unión entre la odontoides y el cuerpo del
axis. Se caracteriza por provocar inestabilidad que requiere,
frecuentemente, artrodesis.

Existe un antecedente de traumatismo torácico superior, del cuello o de la


cabeza. El raquis cervical es doloroso y
está contraído. La exploración
radiográfica consiste inicialmente en un
perfil de columna cervical, seguido de una
AP con la boca abierta y dos oblicuas.
Puede ser oportuno realizar la TC, pero
en las reconstrucciones sagitales se
puede pasar por alto fracturas
transversas situadas en el plano del corte de la TC.

El núcleo de osificación de la odontoides aparece entre


los 3-6 años de edad y se fusiona sobre los 12 años,
pero a veces persiste hasta la edad adulta y puede ser
confundida con una fractura.

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Se dividen en fracturas de la apófisis odontoides y fracturas del arco. Las


fracturas de la odontoides se clasifican en tres tipos en las que el Tipo I es
una fractura parcelar de la apófisis por avulsión. Las del Tipo II ocurren a
nivel del cuello, y las del Tipo III transcurren en su base entre las dos
articulaciones, ambas por flexo-extensión.

Las fracturas del arco (espondilolisis


del axis) se clasifican en tres tipos. Las del
Tipo I son fisuras sin desplazamiento,
en las del Tipo II existe desplazamiento,
y en las de Tipo III existe una luxación
C2-C3. Estas presentan un 33% de
mortalidad.

Las fracturas de la odontoides Tipo I son muy raras y se pueden asociar a


luxaciones occipito-atlas. Si no coexiste la luxación se trata de lesiones
estables y se puede inmovilizar con
una ortesis durante 6 semanas.
En las fracturas del Tipo II el
tratamiento conservador es proclive
a las pseudartrosis. Este riesgo se ve
aumentado si existe un
desplazamiento anterior superior a 5
mm o se produce un desplazamiento
posterior. En fracturas no desplazas
se puede utilizar un collar cervical
rígido tipo SOMI (un collar blando
inmoviliza solo el 75% de los movimientos de esta zona) o un yeso tipo
minerva. Una forma de evaluar la consolidación es practicar una radiografía

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dinámica (flexión-extensión). Si persiste la línea radiotransparente se


continúa con la inmovilización durante 2 meses más.

En fracturas desplazadas 5mm o más está indicada la osteosíntesis directa


de la fractura por abordaje anterior. Los índices de complicaciones pueden
llegar al 24%.
El tratamiento
conservador de las
fracturas Tipo III
requiere una
inmovilización rígida.
Existe un 13% de
pseudartrosis y un 15%
de consolidaciones viciosas, especialmente en los casos tratados con
ortesis cervicales. Esta quedaría indicada para las fracturas no desplazadas.
Las fracturas del arco Tipo I y II se tratan de forma conservadora (Halo-
vest) y la las de Tipo III tienen indicación reducción y artrodesis debido a su
gran inestabilidad. La artrodesis C1-C2 consolida en más de un 90%. Una
vez lograda la artrodesis existe una perdida de la rotación en el 40% de los
pacientes.

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La consolidación viciosa se puede dar en los niños y llegando a provocar una


importante cifosis.

Fracturas y luxaciones del raquis cervical bajo

El tipo de lesión que sufre la columna cervical dependerá de la actitud de la


cabeza y el cuello en el momento del impacto, la dirección e intensidad de
la fuerza determinarán la gravedad.
Existe un antecedente de traumatismo en el cual el cuello ha sido forzado
en alguna dirección, con dolor y contractura. Es importante detectar la
gravedad del accidente (caída, colisión de vehículo, expulsión violenta) y los
signos clínicos inmediatos apercibidos por el paciente (calambre, parestesia,
parálisis). Se explora de forma sistemática la fuerza y sensibilidad en las
cuatro extremidades.

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El estudio radiológico requiere poder ver todas las vértebras cervicales, para
lo que es necesario descender los hombros y analizar la zona cervicodorsal
o realizar proyecciones especiales (posición del
nadador) con una precisión del 84%.
Existen signos de inestabilidad si la inclinación entre
cuerpos vertebrales es superior a 11º, si hay un
desplazamiento superior a 3,5 mm, si las apófisis
espinosas o las carillas articulares están separadas,
desalineación de las espinosas en visión frontal,

rotación de las articulaciones en visión


lateral.

Una mayor exactitud en el conocimiento de


las lesiones se puede obtener con las
planigrafías o la TC. Ocasionalmente la
radiografía dinámica de perfil, con el
paciente despierto, ayuda a detectar
pequeñas inestabilidades.
La luxación unilateral de las facetas
articulares puede pasar desapercibida en un
primer momento. El 85% ocurren a nivel de C5-C6 y C6-C7 de las cuales el
40% sufren un retraso en el diagnóstico de dos semanas.

Las lesiones marginales del cuerpo o de


las apófisis son estables y se tratan con
ortesis rígidas, tipo SOMI, durante 6
semanas.
La fractura por estallidos del cuerpo se
deben a compresión axial, y no tiene por
que ser inestable, o flexión-compresión
que son siempre inestables. Si existe un
aplastamiento menor del 25% se coloca un yeso Minerva o un halo-chaleco

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durante 12 semanas. Cuando el aplastamiento es mayor y existe


retropulsión de los fragmentos hacia el canal se recomienda estabilizar la
lesión mediante corporectomia anterior más injerto y placa atornillada, o
fusión posterior.
Las luxaciones se producen por
mecanismos de flexión y engloba desde
esguinces ligamentosos hasta luxación
unilateral o bilateral. Las luxaciones
unilaterales pueden pasar desapercibidas.
Tanto la unilaterales como las bilaterales se
pueden asociar a hernia discal por lesión
traumática del disco. El tratamiento va
desde la reducción con tracción progresiva
con compás craneal y la colocación de un
yeso minerva o un halo-chaleco. Si la
inestabilidad es importante se puede optar
por una artrodesis anterior.
La complicación más importante de estas fracturas es la lesión radicular o
medular. Otras complicaciones son las pérdidas de corrección (cifosis
cervical o falta de lordosis) que provoca rigidez cervical y rectificación de la
columna dorsal.
La pseudartrosis es una de las secuelas más
frecuente (17% en el atlas y 32% en el
axis) lo que provoca inestabilidad cuando
ocurre a nivel del axis. La inestabilidad es
causa de mielopatía cervical a largo plazo (en
ocasiones a los 20 años de la lesión). Está
indicada la artrodesis artrodesis atlas-axis.
La consolidación viciosa de la odontoides se considera cuando el
desplazamiento en cualquier plano es superior a 5 mm o la inclinación superior
a 10º.

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Traumátismos de la columna dorsolumbar

El accidente de tráfico es el motivo más frecuente de fractura en la columna


dorsolumbar con un 45% de los casos, seguido de caídas (20%) y
accidentes deportivos (15%). Entre el 15% y el 20% tienen lesiones
neurológicas, y en el 10%-15% lesiones viscerales asociadas.
El mecanismo más frecuente es la flexión forzada (48% de los casos)
seguido de las compresiones axiales y la flexión más tracción. Los
segmentos altos (D1 a D10) son estables debido a la presencia de las
costillas y la caja torácica. La situación cambia a nivel de la charnela dorso-
lumbar, donde al existir cambio de dirección de las curvas y mayor
movilidad se localiza la mayor parte de las fracturas. Lesiones altas con
aplastamientos importantes sin un traumatismo suficientemente violento o
claro debe hacer pensar en fracturas patológicas (mieloma o metástasis).
Existe un antecedente violento, o muy violento, fácilmente identificable. En
personas de más de 65 años el traumatismo puede ser menor y como
patología previa se debe valorar la osteoporosis.
El dolor espontáneo y a la movilización es significativo. Se debe explorar las
extremidades inferiores para detectar alteración neurológica, su nivel e
intensidad.
El estudio radiográfico en anteroposterior y lateral es imprescindible. La TAC
permite valorar la conminución y desplazamiento de las fracturas, así como
la invasión del canal y tamaño de los fragmentos. No está indicada en casos
de fracturas simples por acuñamiento. En
caso de lesiones complejas puede ser útil la
reconstrucción tridimensional con la TAC.
Hay tres grados de inestabilidad, la de
primer grado es una inestabilidad
mecánica con riesgo de cifosis evolutiva. La
de segundo grado es una inestabilidad
neurológica y la de tercer gradoes la suma
de las dos (mecánica y neurológica).

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La columna se puede dividir en tres pilares o columnas. El anterior formado


por el ligamento longitudinal anterior, el anillo fibroso anterior y la parte
anterior del cuerpo vertebral. La media formado por el ligamento
longitudinal posterior, el anillo fibroso posterior y la parte posterior del
cuerpo vertebral. El posterior lo forma el arco posterior y el complejo
ligamentoso posterior.
La inestabilidad clínica es la perdida de la capacidad de la columna para
mantener, bajo cargas fisiológicas, su patrón de desplazamiento
produciéndose un déficit neurológico inicial o secundario, una deformidad o
un dolor incapacitante.
La incidencia de fractura vértebras se da con más frecuencia entre los 15 y
los 30 años debido a accidentes de alta energía en que casi el 50% son
debidos a accidentes de tráfico y el resto a caídas o accidentes deportivos.
Hay seis mecanismos que
pueden provocar fracturas
toracolumbares y provocar
inestabilidad de la columna. La
fractura por compresión o
acuñamiento (48%) es la lesión
del pilar anterior y se trata de
una lesión básicamente estable.
La fractura por estallido (14%)
es la lesión del pilar anterior y
medio, se trata de una lesión inestable. La fractura por cinturón de
seguridad (16%) o fractura de Chance afecta el pilar medio y posterior. Se
trata de una lesión por flexión-tracción. La inestabilidad depende del grado
de afectación del pilar posterior. El cinturón de dos puntos ya no está
homologado en España, por lo que esta frecuencia es seguramente mucho
menor. La fractura luxacion (5%) es una lesión inestable y existe lesión de
los tres pilares.
Se puede considerar juntas otras fracturas menos frecuentes como la las
apófisis transversas (14%), fracturas articulares (1%), fracturas de las
espinosas (1%) o de la istmo (1%).

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En el mecanismo de hiperflexión de la columna provoca un fallo de la


columna anterior por compresión de los cuerpos vertebrales. Las columnas
osteoligamentosa media y posterior suelen quedar intactas cuando el
hundimiento anterior es inferior al 50% de la pared anterior del cuerpo
vertebral (muro anterior). Estas lesiones, más frecuentes en la columna
torácica, se suelen considerar estables. Si la compresión anterior es
superior al 50% la columna posterior está sujeta a fuerzas de tracción muy
importantes y puede fallar tanto de forma aguda como crónica.
En el mecanismo de compresión axial la carga axial actuará según la
localización de la fuerza aplicada y la alineación de la columna (cifosis o
lordosis). Una carga axial en la columna torácica (cifótica) provoca un
momento flexor y falla el muro anterior. Si la columna no tiene excesiva
cifosis se provoca un fallo de la columna anterior y media por compresión.
Se produce una fragmentación del cuerpo vertebral y expulsión del muro
posterior hacia el interior del canal con déficit neurológico. Si la compresión
es grave se puede producir un fallo de la columna posterior por compresión
manifestándose en forma de fractura articular, del arco posterior o de la
espinosa.
En la compresión lateral se provoca un
colapso asimétrico del cuerpo vertebral
en el lado de la presión y un fallo por
tracción en el lado contrario. Se provoca
una escoliosis localizada que puede ser
inestable y progresiva.
En la flexión-separación el eje de giro
aplicado se encuentra por delante del
cuerpo vertebral, en la pared torácica
anterior o en la pared abdominal
(ejemplo, cinturón de seguridad). La
columna posterior falla por tracción, continuando la lesión hacia el espacio
discal o el cuerpo vertebral (fractura de Chance). La lesión puede progresar
hacia la columna media provocando una compresión en la columna anterior.

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Con la flexión-rotación se
provoca un fallo de las tres
columnas y provoca una
lesión muy inestable. En la
columna anterior se produce
una flexión, una lesión de las
articulares interapofisarias por
rotación, y al progresar la
rotación se provoca un
desgarro a través de la
columna media dando lugar a una luxación del segmento raquídeo. La
fractura-luxación se puede reducir espontáneamente dando una falsa
impresión de estabilidad.

La lesión en extensión se provoca un fallo del ligamento longitudinal


anterior y de la parte anterior del disco con avulsión del margen del cuerpo
vertebral. La columna posterior queda sujeta a compresión y se puede
producir fractura de las apófisis espinosas, las láminas e incluso los
pedículos. Estas raras lesiones son frecuentemente estables.
Las fracturas por compresión estables se tratan ortopédicamente mediante
reducción en hiperextensión y yeso de tres puntos. Las inestables
(acuñamiento mayor del 50%) tienen tendencia a progresar después de un

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tratamiento conservador, aumentando la cifosis dorsal o lumbar. Se provoca


un desequilibrio postural muy importante. Se recomienda la reducción
quirúrgica y la estabilización mediante instrumentación. La corrección de la
lordosis pretende también evitar la migración posterior de un disco
degenerado.

La fractura por estallido se produce por un mecanismo de compresión axial


de las columnas anterior y media con un fallo a la compresión o tracción de
la columna posterior. Estas lesiones son más frecuentes en la charnela
toracolumbar ya que la columna dorsal rígida actúa como brazo de palanca
sobre la columna lumbar móvil. Al estar la zona de transición relativamente
horizontal la compresión axial provoca una compresión pura sobre las tres
columnas dando lugar a una angulación cifótica en el punto de lesión, una
retropulsión de fragmento del cuerpo vertebral en el canal y lesión
neurológica.
Para la clasificación de las lesiones neurológicas se recomienda la
clasificación de Frankel, en cinco grados:
A – Déficit neurológico completo
B – Pérdida de la sensibilidad solamente

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C – Fuerza inútil
D – Fuerza útil
E - Intacto

Los pacientes con menos de 20º de cifosis segmentaria y menos de un 45%


de invasión del canal sin afectación neurológica pueden ser tratados con
métodos conservadores (reposo y yeso en extensión durante tres meses)
pero deben ser controlados radiográficamente durante unos años. Los
criterios de inestabilidad radiológica los podemos observar en la figura 15-
13.
Cuando no se cumplen estos criterios está indicada la cirugía para reducir y
estabilizar la lesión y evitar la deformidad progresiva. La estabilización
puede conseguirse mediante una instrumentación posterior o anterior,
aunque hay fracturas que pueden requerir de ambas. Ocasionalmente, en
niños, pequeños cerclajes son válidos.

La barra de Harrington no se utiliza ya que no confiere suficiente


estabilidad, no mantiene las cuervas fisiológicas sino que las endereza, y la
fusión es excesivamente larga (tres niveles sobre la fractura y dos bajo
ella).

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La instrumentación transpedicular permite unas fusiones más cortas y la


posibilidad de mantener las curvas fisiológicas. La tracción se puede realizar
pero se debe tener cuidado cuando existe un fallo en la columna posterior
ya que la separación podría agravar la deformidad.
Se ha demostrado que en una fusión estable se produce una reabsorción
hasta de un 50% del fragmento protruido dentro del canal.

Cuando existe lesión neurológica está indicada la descompresión del canal al


mismo tiempo que se estabiliza la columna.
El tratamiento de las lesiones por flexión-separación (fractura de Chance)
viene dado por el grado de lesión ósea y de los elementos estabilizadores.
Si la lesión no afecta de forma total la columna anterior se puede tratar con
inmovilización enyesada en hiperextensión durante tres meses. Si se afecta
de forma completa el pilar anterior, porque exista una lesión discal, está
indicada la estabilización posterior a compresión.
La fractura-luxación acostumbra a presentar lesión neurológica debido a
que se producen por mecanismos de alta energía y combinación de fuerzas.
Se debe estabilizar rápidamente la columna para poder movilizar al
paciente. La movilización precoz y la colocación en bipedestación reducen la
mortalidad y la morbilidad en estos casos. La fijación rígida posterior y la
descompresión posterior o anterior permiten mantener el control de las
fuerzas axiales, de cizallamiento y de rotación, no precisando habitualmente
soportes externos.

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En las fracturas por


compresión el
tratamiento es
conservador, mediante
ortesis termoplásticas
toracolumbares
reducción si el
desplazamiento es menor
del 50% o reducción y yeso si es superior. Aunque sean fracturas estables
se puede encontrar a largo plazo un 75% de dolor y un 20% de
incapacidades, sin relación entre la severidad de la lesión y la clínica, y con
cambios degenerativos a los 4 años.
En fracturas por estallido existe un déficit neurológico en el 50% de los
caso. Si existe una disminución de la altura de la vértebra superior al 50% o
una cifosis mayor de 30º (o existe lesión neurológica) se tiene tendencia a
realizar una estabilización posterior mediante instrumentación
transpedicular. Se obtiene una corrección media, a largo plazo, del 50% de
la obtenida en el postoperatorio inmediato, una desaparición del dolor del
91%, con solo el 8,6% que precisaban de medicación. Pueden regresar al
trabajo un 52%, y un 21% tienen incapacidades, desarrollando el resto
actividades sedentarias.
En el déficit neurológico se puede efectuar descompresión por abordaje
anterior, posterior o posterolateral reconstruyendo el cuerpo vertebral con
injerto.
Tras una fractura el diámetro del canal puede disminuir en un 37% sin
provocar lesión neurológica. La reducción postoperatoria mediante
instrumentación es discreta (14%). Lo verdaderamente importante es la
remodelación posterior del canal toracolumbar, aumentando sus diámetros,
y disminuyendo la estenosis hasta un 20%.
En las fracturas por flexión tracción (fractura de Chance) se dividen en tres
tipos según se produzcan a través del hueso, a través de las partes blandas,
o en ambos sitios. Se pueden asociar a lesiones abdominales en el 50% de
los casos y neurológicas en el 20%. Su tratamiento, si no existen

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complicaciones neurológicas, puede ser conservador. En algunos casos


puede estar indicada la estabilización quirúrgica después de reducir la
distracción. La subluxación de las facetas es una indicación de reducción
quirúrgica. Debido a la afectación de las apófisis articulares solo se obtienen
excelentes resultados en una tercer parte de los casos. En un 50% de los
pacientes se puede observar una cifosis residual superior a 17º.
Las fracturas-luxaciones son por definición inestables y provocan, casi
siempre, afectación neurológica. En lesiones incompletas se puede realizar
un abordaje posterior para reducir la fractura y descomprimir las
estructuras nerviosas.
Las fracturas de las apófisis transversas se producen por tracción de la
musculatura paravertebral y se tratan mediante reposo o con vendajes
elásticos curando en 3-4 ss. En una revisión a los 13 años se observó un
52% de los pacientes libres de molestias para cualquier actividad, un 38%
con limitación para el trabajo de esfuerzo y un 10% con limitación
importante.

4.1.6. Fracturas del anillo pélvico y acetábulo

Las fracturas del anillo pélvico no solamente pueden ser fracturas graves
sino poner en peligro la vida del paciente por lesiones asociadas en la
cavidad pélvica.
El anillo pélvico formado por tres huesos es una estructura tridimensional
de gran volumen que contiene vísceras digestivas y genitourinarias. Está
orientado con una inclinación anterior de 45º. Su densidad esponjosa y su
proximidad a grandes vasos, nervios y vías urinarias provocan sangrado y
lesiones asociadas. En una radiografía simple las diferentes partes del hueso
se superponen y algunos trazos de fractura son difíciles de interpretar
precisando de más información a través de proyecciones especiales (difíciles
de obtener en muchos casos por el estado del paciente) de la TAC o
reconstrucción tridimensional.

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La fractura por mecanismo de baja energía


acostumbra a ser de una parte aislada del hueso
sin afectación de la integridad del anillo y
representan un 33%.
La lesión por tracción muscular (espina ilíaca
anterosuperior y anteroinferior, tuberosidad
isquiática y cresta ilíaca) acostumbran a ser
accidentes deportivos y antes de la maduración
ósea.

La fractura aislada de sacro representa entre un 2% al 3% y se producen


por compresión axial y es de trazo transversal. La fractura vertical en
general se asocia otros trazos de fractura del anillo pélvico.

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El mecanismo de alta energía produce frecuentemente fracturas complejas


con lesiones de tejido asociada. El accidente de tráfico, la caída de altura y
el aplastamiento son los mecanismos habituales. Una RX simple no siempre
de información suficiente, es preciso una TAC.

Si la interpretación de los trazos de fractura es difícil una buena clasificación


de las factura de pelvis lo es más. En las fracturas de Tile se diferencia la
estabilidad (Tipo A) de la inestabilidad (Tipo B y C) y dentro de éstas si
están lesionados los ligamentos sacroilíacos anteriores (Tipo B) o los
anteriores y posteriores (Tipo C). La diferencia consiste en que en las Tipo A
la pelvis se abre pero no asciende. Su tratamiento es simple, cerrando la
pelvis con un fijador externo, pero en las Tipo C el ascenso se produce por
la ruptura de los ligamentos sacroilíacos posteriores. Esta lesión es más
importante y más difícil de reducir y estabilizar.

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Según el mecanismo de lesión as fracturas por compresión lateral se deben


a un aplastamiento de la pelvis por fuerzas laterales que, además de la
fractura vertical del sacro y de la rama ilio e isquio pubiana junto a la
sínfisis o el ala sacra, acortan los grandes ligamentos de la escotadura
ciática (sacrotuberositarios y sacroespinoso) y los sacroilíacos. Puede haber
una inestabilidad horizontal pero no vertical.
La fractura por compresión anteroposterior se producen por compresión
directa de la pelvis o por mecanismo indirecto a través de la tuberosidad
isquiática o la extremidad inferior unilateral con la cadera en flexión.
Provoca una lesión tipo libro abierto sin ascenso de la hemipelvis.
La fractura vertical por cizallamiento se produce cuando la pelvis sufre una
fuerza vertical o longitudinal por caída de una altura con las piernas en
extensión, al igual que en un choque frontal en que el ocupante extiende las
piernas, o en un derrumbe con compresión desde arriba. Son fracturas que
lesionan los ligamentos sacroilíacos posteriores y la hemipelvis asciende.
No es infrecuente que se asocien los
mecanismos de compresión lateral y
cizallamiento vertical. Los sangrados pueden
ser importantes.
Las fracturas Tipo A de Tile tienen
tratamiento ortopédico, en las Tipo B y C,
cuando el desplazamiento es superior a 1,5 cm, se deben reducir y
estabilizar. Se puede hacer mediante fijadores externos para cerrar la pelvis
o mediante osteosíntesis para estabilizar la sínfisis pubiana o la sacroilíaca.

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Fracturas del acetábulo

En realidad estamos hablando de fracturas del iliaco que transcurren a


través de la articulación por lo que adquieren unas características
especiales. La interpretación de estas fracturas presenta los mismos
problemas que con las del anillo pelviano, se deben realizar proyecciones
radiológicas especiales y la TAC, pudiendo ser útil la reconstrucción
tridimensional. Son muy orientativas las proyecciones oblicuas en rotación
interna (proyección obturatriz en que se ve totalmente desplegado el anillo
obturador) y la proyección oblicua en rotación externa (proyección alar, en
que se puede ver toda la ala ilíaca).

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El mecanismo es siempre indirecto por impactación de la cabeza femoral


sobre el ilíaco. La dirección del trazo dependerá de la posición, rotación, de
la cabeza femoral. En rotación interna se produce la fractura de la parte
posterior del ilíaco y en rotación externa de la parte anterior del ilíaco. En
aducción se fractura la parte inferior y en abducción el borde superior del
acetábulo. La calidad del hueso, en pacientes osteoporóticos, influye en que
con impactos menores se produzcan fracturas importantes.
Judet y Letournel publicaron una clasificación comprensiva de estas
fracturas con un enfoque anatómico en simples (pared y columna) y
asociadas. En el tipo simple se puede fracturar uno de los siguientes
elementos: columna anterior, pared anterior, columna posterior, pared
posterior o fractura transversa.

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Pared se refiere al reborde anterior o posterior del acetábulo y columna y


es toda la zona del hueso ilíaco anterior o posterior al acetábulo. La
columna anterior se extiende desde la cresta ilíaca a la sínfisis del pubis e
incluye toda la pared anterior del acetábulo. La columna posterior incluye
desde el ala ilíaca pasando por el centro del acetábulo y orificio obturador a
la rama púbica y tuberosidad isquiática. Las zonas superior e inferior de
ambas columna son de hueso esponjoso y la parte central, alrededor de la
articulación de hueso, cortical y esponjoso.
Una fractura que mantenga el eje de carga y el perfil óseo será tributaria de
tracción y reposo hasta la consolidación. La fractura de menos de un 20%
de la pared posterior puede ser estable y la de más de un 40% siempre
será inestable. Si el trazo de fractura atraviesa la zona de carga y es menor
de 45º (respecto a la horizontal) en las tres proyecciones (AP, alar y
obturatriz) está alterada la zona de carga.
La dirección e la tracción dependerá de la posición de la cabeza, si ha
ascendido se hará una tracción longitudinal sobre los cóndilos femorales,
pero si se ha medializado (luxación central de la cadera) deberá ser
transversal sobre el trocánter. En el tratamiento conservador con tracción
se debe alternar la tracción fija con la tracción-suspensión un mínimo de
seis semanas.
Los casos en que, por su complejidad, la reconstrucción quirúrgica se
prevea ineficaz se tratarán mediante tracción.

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La reducción quirúrgica se realiza, dependiendo del tipo de fractura, por un


abordaje anterior, posterior o combinado. La osteosíntesis será con tornillo
para los fragmentos del muro y con placa para las columnas.
Estas fracturas presentan frecuentes complicaciones: lesión del nervio
ciático en un 30%, nervio femoral y glúteo superior, osificación heterotópica
hasta en un 62%, infección en un 5%, y condrolisis.

4.1.7. Fracturas del carpo y mano

Fracturas del carpo


En el carpo no hay inserciones musculares salvo en el pisiforme, el resto
son huesos arrastrados por el movimiento de la mano. La mayor parte de
los huesos, especialmente los del pilar móvil, escafoides y semilunar, está
recubiertos por grandes superficies de cartílago hialino. Son huesos que
deben ocupar posiciones muy concretas para permitir el rango de movilidad
de esta región. Cualquier modificación en la cadena cinética llega a la
incongruencia y a la artrosis de forma rápida.

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En el carpo la fractura más


frecuente es la del escafoides
(70%) y las del hueso piramidal
(20%), las demás son mucho
menos (pisiforme 3%, trapecio
5%, trapezoide 0,7%, hueso
grande 0,4-1,4% y ganchoso 0,5-
4,6%).

Fracturas de Escafoides
El mecanismo de lesión más habitual es la caída sobre mano en extensión o
el puño cerrado provocando una flexión dorsal forzada.
El escafoides hace de unión en sentido vertical entre la fila proximal y la
distal, está inclinado unos 45º en el plano lateral y se fractura en un 75%
en su tercio medio y un 22% en su polo distal. Su consolidación es lenta y
tiene tendencia a la seudartrosis o a la consolidación en posición defectuosa
(flexión y acortamiento).
La fractura no desplazada del escafoides se pueden tratar mediante yeso
braquial incluyendo el pulgar hasta la articulación interfalángica durante
seis semanas y yeso antebraquial seis semanas más.

El índice de seudartrosis en el polo proximal es del 42% y necrosis del 40%


y en el tercio medio un 7,5% de seudartrosis.

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La fractura desplazada se debe reducir a cielo abierto y efectuar


osteosíntesis con tornillo a compresión, siendo los más utilizados los de
Herbert o similares.

En la seudartrosis del escafoides los tratamientos propuestos son diversos:


reconstrucción, carpectomia proximal, extirpación del escafoides, artrodesis
intercarpiana o artrodesis del carpo.

Fracturas de mano
TRAUMATISMOS ÓSEOS
Probablemente la fractura de metacarpianos y
falanges son las más frecuentes en el sistema
esquelético llegando, en determinados
ambientes, a representar el 28% de todas las

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lesiones del cuerpo.


Las fracturas abiertas son frecuentes y se clasifican en dos tipos: Tipo I,
heridas limpias sin apenas contaminación tratadas antes de las 12 horas y
Tipo II, contaminación y atrición tratadas después de las 24 horas.
FRACTURAS DE LOS METACARPIANOS
Las fracturas de los metacarpianos se clasifican por la zona anatómica en
que se localizan: fractura de la cabeza, del cuello, de la diáfisis o de la base.
Las fracturas de la cabeza son lesiones intrarticulares, afectan con mayor
frecuencia al segundo metacarpiano y se producen por mecanismos directos
con el puño cerrado (golpear contra los dientes o por mordeduras).
La reducción
abierta y
osteosíntesis se
recomienda
cuando no se
puede reducir de
otra forma. Casi
siempre existirá
una limitación de
la movilidad.
La fractura del cuello se produce con mayor frecuencia a nivel del quinto
metacarpiano y se debe a un golpe directo con el puño cerrado sobre una
superficie dura (puñetazo). Se desplaza en flexión palmar y la angulación
residual se tolera mejor en el cuarto y quinto metacarpianos que en el
segundo y tercero debido a su menor movilidad.

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El tratamiento es la reducción cerrada y la


inmovilización con yeso o férula. El tiempo de
consolidación es de 4 semanas seguido de
rehabilitación durante otras 4. Puede precisarse
una fijación percutánea con agujas de Kirschner,
u otra osteosíntesis, cuando existen lesiones
asociadas o existen otras fracturas en la mano.
La fractura en la diáfisis del metacarpiano puede
ser transversa, oblicua o conminuta. Para
tratarla hay que corregir su acortamiento,
angulación y rotación.
Las fracturas transversales se producen por
mecanismo de contusión directa y se angulan
dorsalmente por la acción de la musculatura
intrínseca. Se trata mediante tracción y férula,
corrigiendo así las tres desviaciones si el dedo se
coloca alineado con la eminencia tenar para evitar
los defectos de rotación. Si la inclinación es
pequeña (5º-10º) no existe déficit funcional.
Ocasionalmente se pueden utilizar varias agujas de
Kirschner (enclavado fascicular) para estabilizar la
fractura.
Las fracturas oblicuas se
producen por mecanismo de
torsión al ser rotado el dedo
violentamente. Un acortamiento
de 5 mm puede ser aceptado
sin pérdida de la funcionalidad.
Estas fracturas se tratan bien
mediante inmovilización con
yeso o férulas. En fracturas
múltiples de la mano está indicada la fijación con agujas o la osteosíntesis
con placa.

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La fractura conminuta se produce por traumatismos directos


violentos (aplastamientos o heridas por arma de fuego)
asociado a grave afectación de partes blandas. El tratamiento
se realiza mediante férulas de yeso o fijadores externos,
según el grado de las lesiones no óseas.

Las fracturas de la base de los metacarpianos se producen por mecanismo


de aplastamiento. Los problemas de rotación se amplifican en la extremidad
del dedo, por lo que se deben evitar.
Las fracturas la base del primer metacarpiano se diferencian en
intrarticulares y extrarticulares. Las intraticulares son la fractura de Bennett
(Tipo I) y la de Rolando (Tipo II).
La fractura-luxación de Bennett es la fractura oblicua de la base con
luxación del metacarpiano debida a la tracción ejercida por el abductor largo
del pulgar y flexión forzada. El tratamiento se realiza mediante tracción-
abducción con el fin de colocar la base del metacarpiano en su articulación.
Se estabiliza mediante agujas al segundo metacarpiano o al trapecio,
tracción elástica de Thoren u osteosíntesis.

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La fractura conminuta de la base (fractura de Rolando) es una fractura-


luxación con un trazo en Y o en T. Se produce por un violento traumatismo
longitudinal sobre el metacarpiano. Se trata mediante tracción y abducción
y posterior estabilización como en la fractura de Bennett. Ambas dejan
rigidez de la articulación CMC sin poder descartar la realización de una
artrodesis entre el trapecio y el primer metacarpiano.

En las fracturas abiertas y en las lesiones múltiples es frecuente que se


produzca rigidez de la MCF y de las IF proximal y distal. Son frecuentes las
lesiones de los tendones extensores con adherencias y cicatrices en la
musculatura intrínseca con importantes contracturas en la mano. Es
fundamental la prevención mediante movimiento precoz y el tratamiento
con movilizaciones.

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La consolidación viciosa en flexión o inclinación de 30º o más debe ser


corregida mediante osteotomía de apertura o de cierre estabilizada
mediante agujas o miniplaca.
La consolidación en rotación puede incapacitar a la hora de cerrar la mano
y entorpece al tomar objetos con mango. La incapacidad es mayor cuando
ocurre en los dos primeros dedos al realizar las pinzas de precisión. Puede
requerir una osteotomía derrotativa.
Las agujas percutáneas deben retirarse antes de las cuatro semanas por el
riesgo de infección, pudiendo llegar a provocar osteítis.

FRACTURA DE LAS FALANGES


Entre los 0 a 9 años de edad el 41,8% son debidas a aplastamiento. Entre
los 10 y los 19 años son accidentes deportivos en un 43% de los casos. Lo
mismo sucede entre los 20 y los 29 años aunque su incidencia desciende al
27%. Entre los 30 y los 39 años el 21,6 % es debido a accidentes
deportivos y el 19% al uso de maquinaria (accidente laboral o casual).
Entre los 40 y los 59 años el accidente con maquinaria oscila alrededor de
del 27%.

FRACTURA DE LA FALANGE DISTAL


Más de la mitad de las fracturas de las falanges se producen a nivel de la
distal.
Se clasifican en transversales, longitudinales y conminutas. Las
longitudinales no presentan desplazamiento. Las transversales acostumbran
a presentar angulación en flexión. Las conminutas son, con frecuencia,
lesiones distales.
En todas ellas el tratamiento es simple. Una férula externa que inmovilice la
articulación interfalángica distal no sólo como sistema de contención sino
como protección a los golpes.
Las fracturas abiertas acostumbran afectar el lecho ungueal. Se tiene
tendencia a no extraer la uña y a utilizarla como férula mientras se
consolida la fractura.

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El arrancamiento del tendón extensor de la base de la falange provoca un


dedo en martillo y se manifiesta como una flexión persistente de la falange
distal e incapacidad de extenderla. Existen tres tipos de lesiones, el
estiramiento del tendón (Tipo I), el arrancamiento a ras del hueso (Tipo II)
y el arrancamiento de un fragmento óseo (Tipo III). Este tercer grupo se
identifica en un 24% de los casos. Las lesiones del Tipo I y II las
analizaremos entre las lesiones tendinosas.
Las lesiones del Tipo
III son fracturas por
arrancamiento y
pueden provocar una
subluxación palmar
de la falange cuando
el tamaño del hueso afecto representa una tercera parte, o más, de la
superficie articular. Tiene indicación quirúrgica cuando el desplazamiento es
superior a 2-3 mm, cuando existe afectación de más del 30% de la
superficie articular o luxación palmar de la falange.
El objetivo es la reducción
exacta del fragmento y su
estabilización. Esto último no
siempre es fácil debido a que
puede existir conminución. Las
dos técnicas más empleadas son la fijación con punto extraíble de alambre
o con tornillo de minifragmentos, seguido de una protección externa que
impida la flexión. A las 6 semanas se puede extraer el alambre.

FRACTURA DE LA SEGUNDA Y PRIMERA FALANGES


Se trata de traumatismos directos que provocan fracturas transversales por
encima o por debajo de la inserción del tendón flexor que provoca
angulación dorsal o palmar, o fracturas oblicuas con acortamiento,
inclinación lateral y rotación.

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El tratamiento a emplear debe contemplar siempre la perfecta alineación de


la falange sin rotaciones ya que de persistir provocaría un entrecruzamiento
de los dedos al cerrar la mano.
El tratamiento conservador se efectúa inmovilizando la MCF a 90º y la IFP a
0º. Se puede asociar tracción dinámica del dedo. Sólo se debe inmovilizar el
dedo, o los dedos, afectos dejando los demás libres para permitir una
movilización completa.

Si la fractura es inestable y de difícil reducción, o


existen otras fracturas o lesiones asociadas,
puede estar indicada la estabilización mediante
agujas percutáneas u osteosíntesis con tornillos o
placa atornillada.

Los desplazamientos en las


fracturas de la falange proximal
son los mismos que en la
segunda falange, pero en éstas
se producen mayor número de
adherencias al aparato extensor
del dedo.

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La fractura espiroidea es muy inestable y requiere fijación interna.

Entre los defectos de consolidación, uno de los más incapacitantes es la


rotación por una reducción incompleta. La rotación de menos de 10º se
tolera bien y no requiere corrección. Cuando la rotación es mayor la
incapacidad consiste en un entrecruzamiento de los dedos al cerrar la
mano. Se debe corregir mediante una osteotomía. Lo recomendable es
realizarla en la base del metacarpiano del radio correspondiente pudiendo
corregir 25º de rotación en el quinto dedo y algo menos en los demás.

Las consolidaciones en inclinación lateral o palmar también son


incapacitantes y se corrigen mediante osteotomías de cierre.

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Las adherencias tendinosas se producen en las lesiones abiertas y en los


aplastamientos así como en las inmovilizaciones prolongadas. Se debe
tratar mediante una fisioterapia intensa y valorar la cirugía cuando la
incapacidad residual sea importante. No es una cirugía fácil ni de resultados
brillantes.

Traumatismos articulares

LUXACIÓN CARPOMETACARPIANA (CMC)


La articulación CMC del pulgar se produce por compresión longitudinal y
moderada flexión como por ejemplo al recibir un fuerte golpe con la mano
cerrada y sujetando un mango (motoristas). La reducción e inmovilización
en abducción puede ser suficiente.

La articulación CMC del 2º y 3º es más estable que la del 4º y 5º. El


mecanismo de producción es siempre muy violento (accidente de tráfico,
aplastamiento). La luxación es más habitual hacia el dorso. Se asocian a
fracturas de los huesos de la fila distal del carpo, en especial del ganchoso.
La reducción sigue con inmovilización con yeso o estabilización mediante
agujas de Kirschner.

LUXACIÓN METACARPOFALÁNGICA(MCF)
Son articulaciones con gran rango de movilidad en flexión y cuando se luxan
lo hacen en sentido lateral o dorsal rompiendo los ligamentos MCF laterales
e incluso arrancando un fragmento óseo. Se producen por inclinaciones

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violentas. Se pueden utilizar RX forzadas para valorar el grado de lesión o


en el caso que un arrancamiento óseo no sea visible.
En el pulgar es fácil producir una inclinación forzada en sentido radial
cuando el dedo es arrastrado por un instrumento con mango. Se
diagnostica observando la inestabilidad articular o midiéndola mediante
radiografías.

La lesión ligamentosa se trata mediante inmovilización simple y la lesión


ósea mediante reinserción del fragmento. Esto requiere la colocación de un
punto extraíble de alambre.
La luxación dorsal de la MCF de los demás dedos, en especial del segundo y
quinto, lesiona la placa palmar y la cabeza del metacarpiano se queda
bloqueada por las estructuras ligamentosas y tendinosas haciéndola
irreductible (luxación compleja). Hay que efectuar una reducción quirúrgica
e inmovilizar en posición funcional.

LUXACIONES INTERFALÁNGICAS
Los diversos grados de lesión articular son: lesión de los ligamentos
colaterales, lesión de la placa volar, luxación y fractura-luxacion.

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La lesión de los ligamentos laterales se produce por abducción o aducción


forzada al quedarse el dedo atrapado o ser retorcido e inclinado (por
agresión o accidente deportivo) en posición de extensión. Si no se observa
arrancamiento óseo se precisa RX forzada y se recomienda efectuarla con
unos 20º de flexión.
Si se trata de una lesión ligamentosa se inmoviliza en posición funcional con
una férula durante 3-5 semanas y si existe lesión ósea con desplazamiento
se requiere reducción y fijación con alambre transóseo.
Este tipo de lesión puede pasar desapercibida y mostrarse como una lesión
crónica.
La luxación completa de las articulaciones es el tipo más común de todas las
lesiones. Al tratarse de una lesión muy llamativa se suele reducir
rápidamente en cuanto es diagnosticada. Se inmoviliza en posición funcional
durante 3-4 semanas.

Si se acompaña de una
fractura de un margen
articular se tratará de una
fractura-luxación, siendo lo
más importante la reducción
y estabilización del
fragmento óseo. Por este
motivo tiene frecuente
indicación quirúrgica para osteosíntesis.
La fractura no reducida, o reducida de forma insuficiente, aboca
rápidamente a la artrosis dolorosa y puede estar indicada la artrodesis
interfalángica que, a nivel de la IFD, es muy poco incapacitante pero no así
a nivel de la IFP.
La lesión de placa palmar se produce por mecanismo de hiperextensión
forzada del dedo. El dolor en la cara volar es sugestivo y el diagnóstico se
puede realizar por ecografía. Se trata con una férula en flexión del dedo
durante 4-6 semanas. Raramente está indicada la cirugía.

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Puede quedar una rigidez con una falta de extensión de los últimos 20º. Si
no se diagnostica se produce una hiperextensión de la IFP y una flexión
compensadora de la IFD (dedo en cuello de cisne).

4.1.8. Traumatismos del pie

Fracturas del tarso y pie


El pie es el segmento de la extremidad inferior que trasforma las cargas
verticales trasmitidas desde la tibia y peroné en oblicuas hacia atrás y hacia
delante repartiéndolas sobre la planta. Los puntos de contacto con el suelo
son la tuberosidad mayor del calcáneo, todo el quinto metatarsiano y las
cabezas de los metatarsianos. Esta superficie de carga es continuamente
cambiante durante la bipedestación, la marcha, carrera y salto.

FRACTURAS DEL ASTRÁGALO


Representan el 0,14%-0,32% de las fracturas del pie. Las fracturas del
cuello son las más frecuentes (30%). No es raro encontrar lesión asociada
de la piel, ligamentos, tendones (tibial posterior) o nervio tibial posterior.
Existe un antecedente violento de caída vertical o flexión dorsal forzada del
pie y el tobillo está muy tumefacto. El astrágalo es un hueso sin inserciones
musculares lo que hace que esté poco vascularizado en caso de fractura. Su
principal problema es el riesgo de necrosis si el trazo de fractura ocurre a
nivel del cuerpo.
Debemos distinguir las fracturas del cuello (las más frecuentes) las del
cuerpo, de la cabeza, del proceso lateral, proceso posterior y fracturas
osteocondrales.

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Hawkins clasifica las fracturas del cuello en tres tipos:


Tipo I - Fracturas no desplazadas
Tipo II - Fractura desplazada del cuello y subluxación subastragalina
Tipo III - Son las fracturas en que tanto la articulación subastragalina como
la tibioastragalina están desplazadas.

La frecuencia y severidad de las complicaciones está directamente


relacionas con el desplazamiento. Las de peor pronóstico son las del Tipo
III.
La fractura no desplazada se trata con yeso 8-12 semanas. Las
desplazadas deben reducirse y fijarse con tornillos a compresión. El riesgo
de necrosis y seudartrosis es alto.

La secuela más importante y frecuente a nivel de las fracturas del cuello del
astrágalo son el retardo de consolidación, la pseudartrosis, los callos
viciosos y la necrosis avascular.

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La necrosis avascular se produce en un 3% en las lesiones Tipo I, en un


31% en las Tipo II y en un 77% en las de Tipo III, y hasta en el 100% en
las de Tipo IV.
La necrosis avascular se puede reconoce
en las radiografías a partir de la 6ª-8ª
semana. La artrosis postraumática puede
afectar tanto a la articulación
tibioastragalina (31%), como a la
subastragalina (47%). Casi en un 25%
afecta a ambas articulaciones.

FRACTURAS DE CALCÁNEO
El calcáneo es un hueso cúbico de gran densidad esponjosa y con una
cortical relativamente fina, lo que permite importantes hundimientos de
muy difícil reparación. La mitad anterior de su cara superior es articular
(articulación subastragalina) y la mayor parte de las fracturas ocurren en
esta zona comprometiendo los movimientos de inversión-eversión.
Constituyen el 2% de las fracturas del esqueleto y el 60% de las fracturas
del tarso con una mayor incidencia en varones en la década de los 40 años.
El 20% son bilaterales. Se producen por caída sobre los talones desde una
cierta altura (80% de los casos).
Se asocia a fracturas de columna en un 10% de los casos y en un 27% a
otras lesiones en la extremidad, siendo abiertas en un 7%.

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Existe un antecedente de caída desde altura, con una clínica llamativa de


tumefacción importante con ensanchamiento del talón, equimosis
submaleolar y flictenas pasadas las doce primeras horas.

La radiología simple debe incluir la axial del calcáneo, siempre que sea
posible, ya que orienta hacia las fracturas articulares. En la radiografía
lateral observaremos el ángulo de Böhler y el desplazamiento de la
subastragalina, hundimiento vertical (fractura en lengua o lengüeta) o
horizontal. La TAC resulta actualmente imprescindible para determinar el
alcance de la lesión y planificar el tratamiento.

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En el momento de clasificarlas debemos establecer si afectan o no a la


articulación subastragalina. Las fracturas intrarticulares representan el 75%
y pueden ser con mínimo desplazamiento o con hundimiento vertical o
horizontal de la carilla articular.
Las fracturas extrarticulares representan el 25%-30% y se dividen en cinco
grupos: fracturas de la apófisis mayor, fractura de la tuberosidad posterior,
fractura de la apófisis medial o lateral, fractura del substentaculum tali y
fractura del cuerpo sin afectación articular
La fractura de la tuberosidad posterior afecta la inserción del tendón de
Aquiles y es siempre quirúrgica
(sistema extensor del pie).
Los objetivos del tratamiento
están encaminados a reducir la
incongruencia subastragalina,
bajar la tuberosidad posterior
(corregir el ángulo de Böhler) y
reducir el ensanchamiento del
calcáneo.

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Las fracturas extrarticulares tienen tratamiento conservador menos las


fracturas en pico de pato (4% de las fracturas de calcáneo) debidas al
ascenso del fragmento por la tracción del tendón de Aquiles que se tratan
con osteosíntesis.

Actualmente en el
tratamiento
conservador se
tiene tendencia a la
movilización
inmediata con un
93% de excelentes
o buenos
resultados.
En las fracturas articulares del Grupo I y II, en que no existen
desplazamientos significativos el tratamiento es conservador (como mucho
reducir la anchura del calcáneo mediante compresión lateral bajo anestesia
general) con movilización inmediata.
Las del Grupo III pueden intentar reducirse mediante elevación de la
subastragalina de forma percutánea y fijación con agujas de Kirschner. La
inmovilización es de 4 semanas, posteriormente se extraen las agujas y se
realiza una descarga de otras 4 semanas.

Las del Grupo IV se pueden tratar de forma ortopédica.


Las fracturas intrarticulares del la tuberosidad mayor y del substentaculum
tali pueden desembocar en la seudartrosis.

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El dolor se puede deber a artrosis subastragalina, generalmente cuando el


desplazamiento de la superficie articular es mayor de 2 mm, tendinitis o
atrapamiento de los tendones peroneos, atrapamiento nervioso o
prominencia plantar de los fragmentos. Se puede tratar mediante artrodesis
de la subastragalina, liberación de los tendones peroneos, liberación
nerviosa o resección de los fragmentos que ocasionan las molestias.
La artrodesis de la
articulación subastragalina
revisada a largo plazo da un
89% de buenos resultados,
mejorables cuando se utiliza
algún sistema de fijación.
Se coloca el talón en 6º de
valgo, el tiempo de
descarga es de 7 semanas y
la inmovilización de 12
semanas.
La deformidad y la tumefacción persistente es habitual después de las
fracturas articulares. El ensanchamiento de 1 cm se observa en el 50% de
estas lesiones. Un ensanchamiento mayor se asocia a mal pronóstico, lo
que obliga a utilizar calzados anchos o especiales así como algún tipo de
soporte plantar, especialmente en la deformidad en pie plano.
La rigidez se debe a la anquilosis fibrosa de las articulaciones lo que impide
la marcha sobre terreno irregular incapacitando para determinados tipos de
trabajo o subir por escaleras verticales.

FRACTURAS DEL ESCAFOIDES TARSIANO.


La caída de un peso sobre el dorso del pie puede producir una fractura por
aplastamiento generalmente conminuta y con poco desplazamiento. La
causa más habitual es la caída con el pie en flexión plantar forzada y apoyo
sobre los dedos (posición digitígrada) en que ocurre un mecanismo de
inversión y torsión. El escafoides queda comprimido entre el astrágalo y las

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cuñas y la línea de fractura acostumbra a ser transversal. El fragmento


superior se luxa hacia arriba.
La radiología convencional y en proyección oblicua de 30º confirma el
diagnóstico. Se asocia frecuentemente a lesiones de los huesos vecinos.

Las fracturas no desplazadas se tratan con una botina de yeso durante 6-8
semanas. Se precisa frecuentemente de un soporte plantar durante los
siguientes meses. La reducción adecuada de un 60% de la superficie
articular, tanto en la proyección anteroposterior como lateral, proporciona
resultados satisfactorios en más del 70%.
En caso de precisar una reducción abierta se estabiliza con agujas y siempre
que sea posible mediante atornillado. Las buenas reducciones llevan a un
90% de buenos resultados. Las complicaciones más frecuentes son el pie
plano postraumático, la necrosis isquémica y la artrosis. Pueden ser
tratadas con artrodesis de la columna interna o la doble artrodesis
modelante.

FRACTURAS DE LOS METATARSIANOS


El mecanismo directo violento (caída de pesos) es el más frecuente y en
segundo lugar por tracciones de los músculos que se insertan en el primer y
quinto metatarsiano. Se pueden presentar de forma aislada o de forma
múltiple y se dividen en fracturas de la base, de la diáfisis y cabeza-cuello.
La clínica es de edema, equimosis y tumefacción. La radiología en
proyección AP y oblicua son suficientes para el diagnóstico.

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El objetivo del tratamiento es mantener


el alineamiento de las diáfisis y la
alineación cabeza-cuello. Los
acortamientos son tolerados pero las
desviaciones provocan sobrecargas
(metatarsalgias) en la planta del pie.
Las fracturas aisladas y con poco
desplazamiento se tratan con botina de yeso y descarga durante 6
semanas, o yeso conformado plantar. La fractura desplazada y las del cuello
se tratan mediante tracción esquelética a través de los dedos
correspondientes durante el mismo tiempo. La tracción esquelética
mediante agujas de kirschner se puede constuir doblando una aguja
después de introducida, tal como se observa en la imagen.

La osteosíntesis está indicada en fracturas desplazadas del primer


metatarsiano y en las fracturas múltiples tanto de las diáfisis como del
cuello. Se realizan con agujas de Kirschner endomedulares y con menor
frecuencia mediante mini-placas atornilladas.
Una de las secuelas más frecuentes es la metatarsalgia por defectos de
alineación de los radios metatarsianos. Las plantillas de descarga tienen
bastante utilidad y se recomienda realizarlas a la medida de cada caso
cuantificando el desequilibrio de presiones bajo la cabeza de los
metatarsianos con métodos electrónicos.

FRACTURAS DE LAS FALANGES


Se producen por traumatismos directos y estos no deben ser
obligatoriamente importantes. Con frecuencia son lesiones abiertas que

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afectan el aparato tendinoso o se producen fracturas luxaciones. Son


frecuentes las lesiones de varios dedos.
Son fáciles de diagnosticar y la radiología simple, bien realizada, es
suficiente. Por tratarse de las partes acras hay que pedir proyecciones
centradas en los dedos ya que de lo contrario quedaran oscuras y no se
verán las lesiones, pasando desapercibidas.
El tratamiento habitual es la inmovilización con esparadrapo al dedo
adyacente, que actúa como férula, en las fracturas diafisarias, y la tracción
esquelética en las lesiones articulares.

Ocasionalmente las fracturas del hallux precisan reducción y estabilización


mediante agujas de Kirschner o con osteosíntesis para conseguir una buena
movilidad articular.
La secuela más importante es la rigidez de los dedos que provoquen
callosidades o alteraciones de la marcha. De ellos el más importante es el
primer dedo.

FRACTURA-LUXACIÓN DEL LISFRANCH


Se utiliza la clasificación que las divide en Tipo I o de incongruencia total,
Tipo II o de incongruencia parcial (luxación medial o luxación lateral) y Tipo
III o espatular divergente (con luxación o subluxación).

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Existe un antecedente claro y una tumefacción en dorso del pie importante.


La radiología simple es suficiente.
El objetivo del tratamiento es obtener una reducción anatómica para lo que
se precisa de forma habitual que esta sea abierta y no existe correlación
previa entre el tipo de luxación y sus resultados.
En las luxaciones con poco desplazamiento que se reducen de forma
anatómica con la manipulación se puede realizar una inmovilización con
yeso. Cuando se trata de una fractura-luxación o no se logra una perfecta
reducción con manipulación se debe realizar una reducción abierta y
estabilización con agujas o una osteosíntesis. Los resultados definitivos se
obtienen entra los 3 y los 16 meses desde la curación de la lesión.
Los desplazamientos
de 5 mm, o más, entre
el primer y segundo
metatarsianos llevan a
resultados
insatisfactorios.
Una moderada artrosis
secundaria se puede
observar en el 78% de
los casos, de las
cuales solo el 25% son
sintomáticas. Ocasionalmente precisan de artrodesis.

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