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Ius ad Bellum es el término utilizado para referirse a la rama del derecho que
define las legítimas razones que un Estado tiene para entrar en guerra y se
enfoca en ciertos criterios que para hacer la guerra justa. El término, de
apariencia antigua por su sacralidad latina, fue acuñado durante la vigencia de
la Sociedad de Naciones y su uso sólo tomó auge después de la II Guerra
Mundial, especialmente a finales de la década de los cuarenta del siglo XX.
El principal recurso legal del Ius ad Bellum deriva de la Carta de las Naciones
Unidas, el cual declara en su art. no. 2 (4) "Los Miembros de la Organización,
en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al
uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de
cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de
las Naciones Unidas."1 y en el art. 51 señala que "Ninguna disposición de esta
Carta menoscabará el derecho inmanente de legítima defensa, individual o
colectiva, en caso de ataque armado contra un Miembro de las Naciones
Unidas.
Ejemplo
Un acuerdo en el que se consigna aquellas razones justificables para que un
país declare la guerra contra otro tiene directa relación con el Ius ad Bellum,
como lo es también un pacto bilateral de no agresión, ejemplo de ellos es el
Pacto Briand-Kellogg por el que se proscribe la guerra como instrumento de
política nacional; La Carta de Londres (carta de Núremberg), que definió los
crímenes en contra de la paz como una de las tres grandes categorías de
crímenes perseguidas después de la Segunda Guerra Mundial; y la Carta de
las Naciones Unidas, la cual obliga a las naciones a buscar soluciones por
medios pacíficos a sus disputas, además de requerir autorización de las
Naciones Unidas para que un país pueda hacer uso de la fuerza contra otra. En
contraste, acuerdos que definen los límites de una conducta aceptable mientras
se está en guerra, son consideradas reglas de la guerra y se refieren al Ius in
bello.
Ius In Bello.
Derecho en la guerra. Rama del derecho internacional, también conocida como
derecho internacional humanitario, que regula lo relativo a las acciones
armadas, tanto a lo que respecta a la protección de la persona humana de
acuerdo con su rol en las mismas como en lo que tiene que ver en el uso de los
medios y modos de hacer la guerra.
ORIGEN DE LA DISTINCIÓN
En el Derecho Internacional Público la aplicación del uso de la fuerza armada
por un Estado u otros actores diferentes (por ejemplo las Alianzas de Estados
establecidas con este fin, el sistema de “Apartheid” e incluso la fuerza utilizada
en contra de los Palestinos), es relativamente reciente y viene a distinguir entre
los denominados Ius ad Bellum (derecho internacional que regula el uso de la
fuerza armada o derecho a recurrir a la guerra) y Ius in bello (Derecho
Internacional Humanitario)
. Esta distinción apareció en los escritos de Vattel, se desarrolló por Vitoria y
Grocio; aun así, Kant formuló la división más clara entre el derecho de ir a la
guerra Ius ad Bellum y el derecho en la guerra Ius in bello.
Mientras que el primero específica las normas que permiten o prohíben el uso
de la fuerza; el segundo establece las normas de conducta que deben
A principios del siguiente siglo, los civiles sufrieron ante el uso de nuevas
armas capaces de incrementar la potencia de destrucción y su alcance como,
por ejemplo, el gas mostaza y los aviones militares. Por ese motivo la
comunidad internacional formuló la necesidad de poner límites y control ante al
uso de la fuerza en tratados internacionales que determinaran la autoridad
atribuida, cuándo se imputa y los fines de este uso.
Con la Carta de la ONU se formó la parte más importante que acordó el uso de
fuerza en su jerarquía legal sólo en caso de autodefensa y las resoluciones que
autorizan a intervenir para restablecer la paz y la seguridad internacionales.
También estableció la prohibición del uso de la fuerza en las relaciones
internacionales del Art. 2.4.
Para llevar a cabo un ataque armado, deben respetarse las normas del Ius ad
Bellum así como las del Ius in bello, de forma similar y sin ninguna infracción de
las pautas que conllevan independientemente de la legalidad de la parte que
actúa , porque no existía una norma del Derecho Internacional que prohibía ir a
la guerra– para que se aplique, bajo el Derecho Internacional, el derecho al
“uso de la fuerza”
En su capítulo VII aparece este caso bajo el Art. 51: “Ninguna disposición de
esta Carta menoscabará el derecho inmanente de legítima defensa, individual o
colectiva, en caso de ataque armado contra un Miembro de las Naciones
Unidas, hasta tanto que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas
necesarias para mantener la paz y la seguridad internacionales”
En una materia específica, se anota la distinción entre ambas partes, como por
ejemplo en la opinión consultativa de la Corte Internacional de Justicia sobre la
legitimidad de las armas nucleares , que debilitó el control que tenía la Carta
sobre el uso de la fuerza, en este caso sobre las armas nucleares y la formuló
en la legítima defensa. El Tribunal “deja abierta la posibilidad que el uso de las
armas nucleares, aunque en contrario al derecho humanitario, puede ser
legítimo. Esto va más allá de cualquier cosa que fue reivindicado por el Estados
de armas nucleares que comparecen ante la Corte, que plenamente aceptan
que cualquier amenaza o uso de armas nucleares lícito tendrían que cumplir
tanto con el Ius ad Bellum y el Ius in bello”
En la guerra del Golfo, se mezcló el Ius ad Bellum y el Ius in bello por las
grandes potencias que consideran la justa causa del uso de fuerza armada con
fines humanitarios, saltando las normas internacionales en los años 90,
llamándose guerras humanitarias.
Se aporta solo por estas dos partes; es decir, los Estados son quienes
documentan hoy en día todos los detalles de la entrega que incluye la parte
receptora, la cantidad y la fecha de entrega, que debería ser el trabajo de la
OCHA.
Dadas las dificultades para determinar cuál causa era justa y cuál no, puesto
que ambas partes en un conflicto aducían que la suya era la causa justa y la
del adversario, la injusta, y ante la falta de organismos con jurisdicción para
dirimir esta cuestión, la doctrina medieval, encabezada por San Agustín y luego
retomada por Santo Tomás de Aquino, estableció ciertos requisitos que una
guerra debía cumplir para poder ser considerada “justa”: entre ellos, se solía
decir que la guerra debía ser declarada por una autoridad, es decir por el
Estado; en segundo lugar, que quienes fueran atacados lo merecieran por
alguna causa. Finalmente, se requería que fuese recta la intención de los
contendientes; es decir, una intención encaminada a promover el bien o a
evitar el mal. Asimismo, la doctrina medieval solía reconocer tres causas que
justificaban el recurso a la guerra: defensa contra un ataque, la recuperación de
algo que ha sido tomado ilegítimamente, y el castigo de un mal.
Sin perjuicio de ello, sólo quienes estuvieran peleando por una causa justa
podían ser considerados combatientes regulares, y como tales, estar sujetos a
la protección que el Ius armorum proveía. Quienes luchaban por una causa
injusta eran combatientes irregulares, puesto que aquél cuya causa no era
justa, no estaba luchando por un objetivo legítimo, y de esa manera no podía
pretender estar amparado por la ley. Ni la guerra injusta ni aquellos peleando
en ella tenían “standing in law”
De la subordinación a la independencia
Esta concepción medieval de la relación entre la causa justa y las restricciones
bélicas comenzó a cambiar hacia el siglo XVII. GROCIO, en su obra De iure
belli ac pacis, planteó un gran avance en lo que respecta a la conducción de las
hostilidades y a la protección en el marco de un conflicto armado, pero su
doctrina seguía estando teñida de referencias a la licitud de la guerra, por lo
que las normas a las que se alude en sus escritos sólo eran aplicables a los
contendientes de una guerra justa.
Si bien hay razones para las dificultades económicas a nivel nacional de esos
países como la corrupción e impuestos extremadamente bajos que no deberían
ser subestimadas, la Troika sólo se concentra en las causas nacionales; sin
embargo, los asuntos sistémicos a nivel europeo y mundial son más
importantes. Además, los blancos preferidos por la Troika son los sueldos, las
horas laborales y los gastos sociales, preservando, una vez más, sólo los
intereses de los más adinerados.
Estas medidas y reformas, las condiciones que los países deben cumplir para
continuar recibiendo dinero, se encuentran estipuladas en un tipo de contrato
denominado Memorando de Entendimiento (MdE). La Troika organiza misiones
de evaluación en las que visita países con los que tiene un MdE; si determina
que el país no ha hecho lo suficiente para recibir el dinero, puede decidir
posponer el pago del siguiente tramo. De este modo, la Troika ejerce una gran
influencia en las políticas económicas y financieras de los países que están
sujetos a ella.
Por este fin es importante cooperar con las partes competentes en las crisis
humanitarias, en este caso con los estados para obtener la documentación
transparente de aplicación.