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Totalitarismo

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Aunque sus ideologías políticas eran opuestas, tanto el régimen de Stalin (estalinista), como el de
Hitler (nazi), fueron totalitarios.1

Se conoce como totalitarismos a las ideologías, los movimientos y los regímenes políticos donde la
libertad está seriamente restringida y el Estado ejerce todo el poder sin divisiones ni restricciones.

Los totalitarismos, o regímenes totalitarios, se diferencian de otros regímenes autocráticos por ser
dirigidos por un partido político que pretende ser o se comporta en la práctica como partido único
y se funde con las instituciones del Estado. Estos regímenes, por lo general exaltan la figura de un
personaje que tiene un poder ilimitado que alcanza todos los ámbitos y se manifiesta a través de
la autoridad ejercida jerárquicamente. Impulsan un movimiento de masas en el que se pretende
encuadrar a toda la sociedad (con el propósito de formar una persona nueva en una sociedad
perfecta), y hacen uso intenso de la propaganda y de distintos mecanismos de control social y de
represión como la policía secreta.

DefiniciónEl totalitarismo es una forma de Estado, es decir, una forma de organizar los cuatro
componentes del mismo (territorio, población, gobierno, poder y según el autor, también el
jurídico o el derecho). El totalitarismo no es simplemente una forma de gobierno, es una
organización en cuanto a las personas que ejercen el poder, toda una forma de estado, de tipo no
democrático que se caracteriza al igual que el autoritarismo en la falta de reconocimiento de la
libertad y los derechos humanos. Sin embargo, se diferencia del autoritarismo en que en el
totalitarismo existe una negación de la libertad y los derechos individuales, desconociendo
además la dignidad de la persona humana, convirtiendo las clases sociales en masas.

El totalitarismo considera el Estado como un fin en sí mismo, y por tanto lo maximiza, y dado que
el poder existe para el fin de las cosas, si consideramos al Estado un fin, estos dos componentes de
la política son correlativos, como consecuencia un Estado más grande nos da un poder más
grande. Así el poder del estado totalitario lo puede todo porque el fin lo abarca todo. Mussolini
(que usó por primera vez el término "totalitarismo") graficó esto en el eslogan "todo en el estado,
todo para el estado, nada fuera del estado, nada contra el estado".

Aspecto sociológico

El totalitarismo es un monismo sociológico porque su ideología supone la inexistencia y


consecuente negación de la persona como un elemento individual que posee libre albedrío, y más
bien considera al individuo en función de la sociedad, el ser humano es humano en cuanto a que
es parte o miembro de una sociedad, no en cuanto a que es una persona para sí.

Capitalismo de Estado es una expresión con múltiples significados utilizada por diversas corrientes
de pensamiento para referirse a determinados modelos económicos de mercado en los cuales el
Estado y las empresas públicas desempeñan un papel muy importante en la economía, dentro de
un marco social y económico capitalista.

Capitalismo

Sistema económico en el que los individuos privados y las empresas de negocios llevan a cabo la
producción y el intercambio de bienes y servicios mediante complejas transacciones en las que
intervienen los precios y los mercados. Aunque tiene sus orígenes en la antigüedad, el desarrollo
del capitalismo es un fenómeno europeo; fue evolucionando en distintas etapas, hasta
considerarse establecido en la segunda mitad del siglo XIX. Desde Europa, y en concreto desde
Inglaterra, el sistema capitalista se fue extendiendo a todo el mundo, siendo el sistema
socioeconómico casi exclusivo en el ámbito mundial hasta el estallido de la I Guerra Mundial, tras
la cual se estableció un nuevo sistema socioeconómico, el comunismo, que se convirtió en el
opuesto al capitalista.

El término kapitalism fue acuñado a mediados del siglo XIX por el economista alemán Karl Marx.
Otras expresiones sinónimas de capitalismo son sistema de libre empresa y economía de mercado,
que se utilizan para referirse a aquellos sistemas socioeconómicos no comunistas. Algunas veces
se utiliza el término economía mixta para describir el sistema capitalista con intervención del
sector público que predomina en casi todas las economías de los países industrializados.

Se puede decir que, de existir un fundador del sistema capitalista, éste es el filósofo escocés Adam
Smith, que fue el primero en describir los principios económicos básicos que definen al
capitalismo. En su obra clásica Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las
naciones (1776), Smith intentó demostrar que era posible buscar la ganancia personal de forma
que no sólo se pudiera alcanzar el objetivo individual sino también la mejora de la sociedad. Los
intereses sociales radican en lograr el máximo nivel de producción de los bienes que la gente
desea poseer. Con una frase que se ha hecho famosa, Smith decía que la combinación del interés
personal, la propiedad y la competencia entre vendedores en el mercado llevaría a los
productores, "gracias a una mano invisible", a alcanzar un objetivo que no habían buscado de
manera consciente: el bienestar de la sociedad.

Características del capitalismo

A lo largo de su historia, pero sobre todo durante su auge en la segunda mitad del siglo XIX, el
capitalismo tuvo una serie de características básicas. En primer lugar, los medios de producción —
tierra y capital— son de propiedad privada. En este contexto el capital se refiere a los edificios, la
maquinaria y otras herramientas utilizadas para producir bienes y servicios destinados al consumo.
En segundo lugar, la actividad económica aparece organizada y coordinada por la interacción entre
compradores y vendedores (o productores) que se produce en los mercados. En tercer lugar, tanto
los propietarios de la tierra y el capital como los trabajadores, son libres y buscan maximizar su
bienestar, por lo que intentan sacar el mayor partido posible de sus recursos y del trabajo que
utilizan para producir; los consumidores pueden gastar como y cuando quieran sus ingresos para
obtener la mayor satisfacción posible. Este principio, que se denomina soberanía del consumidor,
refleja que, en un sistema capitalista, los productores se verán obligados, debido a la competencia,
a utilizar sus recursos de forma que puedan satisfacer la demanda de los consumidores; el interés
personal y la búsqueda de beneficios les lleva a seguir esta estrategia. En cuarto lugar, bajo el
sistema capitalista el control del sector privado por parte del sector público debe ser mínimo; se
considera que si existe competencia, la actividad económica se controlará a sí misma; la actividad
del gobierno sólo es necesaria para gestionar la defensa nacional, hacer respetar la propiedad
privada y garantizar el cumplimiento de los contratos. Esta visión decimonónica del papel del
Estado en el sistema capitalista ha cambiado mucho durante el siglo XX.

Liberalismo

Doctrinario económico, político y hasta filosófico que aboga como premisa principal por el
desarrollo de la libertad personal individual y, a partir de ésta, por el progreso de la sociedad. Hoy
en día se considera que el objetivo político del neoliberalismo es la democracia, pero en el pasado
muchos liberales consideraban este sistema de gobierno como algo poco saludable por alentar la
participación de las masas en la vida política. A pesar de ello, el liberalismo acabó por confundirse
con los movimientos que pretendían transformar el orden social existente mediante la
profundización de la democracia. Debe distinguirse pues entre el liberalismo que propugna el
cambio social de forma gradual y flexible, y el radicalismo, que considera el cambio social como
algo fundamental que debe realizarse a través de distintos principios de autoridad.

El desarrollo del liberalismo en un país concreto, desde una perspectiva general, se halla
condicionado por el tipo de gobierno con que cuente ese país. Por ejemplo, en los países en que
los estamentos políticos y religiosos están disociados, el liberalismo implica, en síntesis, cambios
políticos y económicos. En los países confesionales o en los que la Iglesia goza de gran influencia
sobre el Estado, el liberalismo ha estado históricamente unido al anticlericalismo. En política
interior, los liberales se oponen a las restricciones que impiden a los individuos ascender
socialmente, a las limitaciones a la libertad de expresión o de opinión que establece la censura y a
la autoridad del Estado ejercida con arbitrariedad e impunidad sobre el individuo. En política
internacional los liberales se oponen al predominio de intereses militares en los asuntos
exteriores, así como a la explotación colonial de los pueblos indígenas, por lo que han intentado
implantar una política cosmopolita de cooperación internacional. En cuanto a la economía, los
liberales han luchado contra los monopolios y las políticas de Estado que han intentado someter la
economía a su control. Respecto a la religión, el liberalismo se ha opuesto tradicionalmente a la
interferencia de la Iglesia en los asuntos públicos y a los intentos de grupos religiosos para influir
sobre la opinión pública.
A veces se hace una distinción entre el llamado liberalismo negativo y el liberalismo positivo. Entre
los siglos XVII y XIX, los liberales lucharon en primera línea contra la opresión, la injusticia y los
abusos de poder, al tiempo que defendían la necesidad de que las personas ejercieran su libertad
de forma práctica, concreta y material. Hacia mediados del siglo XIX, muchos liberales
desarrollaron un programa más pragmático que abogaba por una actividad constructiva del Estado
en el campo social, manteniendo la defensa de los intereses individuales. Los seguidores actuales
del liberalismo más antiguo rechazan este cambio de actitud y acusan al liberalismo pragmático de
autoritarismo camuflado. Los defensores de este tipo de liberalismo argumentan que la Iglesia y el
Estado no son los únicos obstáculos en el camino hacia la libertad, y que la pobreza también
puede limitar las opciones en la vida de una persona, por lo que aquélla debe ser controlada por la
autoridad real.

Humanismo

Después de la edad media, el liberalismo se expresó quizá por primera vez en Europa bajo la forma
del humanismo, que reorientaba el pensamiento del siglo XV para el que el mundo (y el orden
social), emanaba de la voluntad divina. En su lugar, se tomaron en consideración las condiciones y
potencialidad de los seres humanos. El humanismo se desarrolló aún más con la invención de la
imprenta que incrementó el acceso de las personas al conocimiento de los clásicos griegos y
romanos. La publicación de versiones en lenguas vernáculas de la Biblia favoreció la elección
religiosa individual. Durante el renacimiento el humanismo se impregnó de los principios que
regían las artes y la especulación filosófica y científica. Durante la Reforma protestante, en algunos
países de Europa, el humanismo luchó con intensidad contra los abusos de la Iglesia oficial.

Según avanzaba el proceso de transformación social, los objetivos y preocupaciones del


liberalismo evolucionaron. Pervivió, sin embargo, una filosofía social humanista que buscaba el
desarrollo de las oportunidades de los seres humanos, y así también las alternativas sociales,
políticas y económicas para la expresión personal a través de la eliminación de los obstáculos a la
libertad individual.

El liberalismo moderno

En el siglo XVII, durante la Guerra Civil inglesa, algunos miembros del Parlamento empezaron a
debatir ideas liberales como la ampliación del sufragio, el sistema legislativo, las responsabilidades
del gobierno y la libertad de pensamiento y opinión. Las polémicas de la época engendraron uno
de los clásicos de las doctrinas liberales: Areopagitica (1644), un tratado del poeta y prosista John
Milton en el que éste defendía la libertad de pensamiento y de expresión. Uno de los mayores
oponentes al pensamiento liberal, el filósofo Thomas Hobbes, contribuyó sin embargo al
desarrollo del liberalismo a pesar de que apoyaba una intervención absoluta y sin restricciones del
Estado en los asuntos de la vida pública. Hobbes pensaba que la verdadera prueba para los
gobernantes debía ser por su efectividad y no por su apoyo doctrinal a la religión o a la tradición.
Su pragmático punto de vista sobre el gobierno, que defendía la igualdad de los ciudadanos, allanó
el camino hacia la crítica libre al poder y hacia el derecho a la revolución, conceptos que el propio
Hobbes repudiaba con virulencia.
El comunismo, en el sentido político, es un movimiento cuya doctrina se basa en el marxismo22 y
que, de acuerdo con esta doctrina, tiene por principal objetivo la toma transitoria del poder del
Estado para la instauración de una revolución social que, a través de tres fases, implante una
organización económica y social socialista/comunista basada en el control colectivo de la
producción.23 El comunismo está representado por una organización internacional que lleva el
nombre de Internacional Comunista y que coordina en cada región a un partido político que a su
vez suele llevar el nombre de comunista. Cada corriente doctrinal comunista tiene su propia
"Internacional".24

El comunismo (de común),3 entendido como concepto sociológico, refiere a un orden


socioeconómico basado en la posesión colectiva de los bienes, sea de producción o de consumo.

En la definición del sociólogo Émile Durkheim, el comunismo es descrito como aquel orden social
(propiamente comunal) en el que el consumo se organiza colectivamente, mientras persiste una
elección libre e individual del papel en la producción (aunque el producto del trabajo se dedique al
servicio de la comunidad). El comunismo es así definido en oposición al socialismo en el cual se
pauta colectivamente la producción y la forma del trabajo, mientras que el consumo se disfruta en
privado y depende de un libremente elegido aporte laboral a la sociedad:

Es cierto que uno y otro sistema hacen entrar en el terreno colectivo modalidades de actividad
que, según las concepciones individualistas, deberían corresponder al terreno privado; y, sin duda,
eso es lo que mayormente ha contribuido a la confusión. Pero también en este punto hay una
tajante oposición. Según el socialismo, las funciones económicas propiamente dichas, es decir, las
funciones productoras de servicios (comercio e industria) deben estar organizadas socialmente;
pero el consumo debe seguir siendo privado. No hay, como hemos visto, doctrina socialista que
niegue al individuo el derecho de poseer y emplear como guste lo que ha adquirido
legítimamente. En el comunismo por el contrario, el consumo es común y la producción sigue
siendo privada. En la Utopía cada cual trabaja por su lado, como quiere, y está obligado
simplemente a no permanecer ocioso. Cultiva su jardín, se ocupa de su oficio, como podría hacerlo
en la sociedad más individualista. No hay regla común que determine las relaciones de los
diferentes trabajadores entre sí, la forma en que esas actividades diversas deben concurrir a los
fines colectivos. Como cada cual hace lo mismo, o casi, no hay que reglamentar ninguna
cooperación. Sólo que lo que cada uno ha producido no le pertenece. No puede disponer de ello a
placer. Es preciso que lo aporte a la comunidad, y sólo lo usa cuando ésta misma lo usa
colectivamente. Entre estos dos tipos de ordenación social hay, pues, la misma distancia que
separa la organización de ciertas colonias de pólipos de la de los animales superiores. En la
primera, cada uno de los individuos asociados caza por su cuenta, a título privado; pero lo que
atrapa va a parar a un estómago común y el individuo no puede tener su parte de la riqueza
común, es decir, su parte de comida, sin que toda la sociedad coma al mismo tiempo. En cambio,
entre los vertebrados, cada órgano está obligado, en su funcionamiento, a adecuarse a reglas
destinadas a armonizarlo con los otros; es el sistema nervioso el que asegura este acuerdo. Pero
cada órgano, y en cada órgano cada tejido, y en cada tejido cada célula, se alimentan aparte,
libremente, sin depender para de los demás. Incluso cada una de las partes del organismo tiene su
alimentación especial. La distancia entre las dos concepciones sociales que con tanta frecuencia se
han emparejado no es menos considerable.4

El economista y sociólogo Max Weber parece coincidir con esta definición respecto al llamado
"comunismo doméstico", pero no respecto al comunismo en general. Para Weber el término
"socialismo" se puede usar a fines prácticos como una forma de describir una forma "racional" de
comunismo en la cuál la producción y el consumo de los individuos son también organizados en
forma colectiva, mientras que en los eventuales comunismos premodernos tanto la producción
como el consumo son individualmente libres pero su objetivo y origen, respectivamente, son
siempre un fondo colectivo común:

El principio del comunismo doméstico, sin "asignaciones" individuales, sino que el individuo
contribuye según sus fuerzas y goza según sus necesidades (en tanto como alcanzan los bienes),
perdura todavía hoy como la característica más esencial de la comunidad doméstica de nuestra
"familia", claro que casi siempre como un residuo limitado al consumo doméstico.5

[...] Comunismo, si por él entendemos la ausencia de "cálculo" en el uso de los bienes y no la


organización racional de su producción con vistas a cualquier ordenación ("socialismo").6

Weber describe la naturaleza de la forma más cabal del comunismo como una planificación
general que organiza la producción, contrastándola con una sociedad de mercado:

En el concepto de "orden administrativo" se incluyen todas las normas que pretenden valer tanto
para la conducta del cuadro administrativo como para la de sus miembros "frente a la asociación",
o como se suele decir, para todos aquellos fines cuya prosecución y logro tratan de asegurar las
ordenaciones de la asociación mediante una acción planeada, y positivamente prescrita por ellas,
del cuadro administrativo y sus miembros. En una organización económica de absoluto carácter
comunista toda acción social sería aproximadamente de esa clase; en un estado de derecho en su
forma pura y absoluta sólo serían, al contrario, de esa clase las acciones de los jueces, policías,
jurados, soldados y las actividades legislativas y electorales. En general -aunque no siempre en
particular- el límite de los órdenes administrativos y reguladores coincide con la separación,
dentro de una asociación política, entre derecho "público" y "privado".7

El sociólogo Ferdinand Tönnies describe cómo en el comunismo la finalidad última de los medios
sociales de producción y de los bienes fabricados es colectiva y a la vez compartida por todos,
mediante la participación directa de los miembros en un único ámbito de vida común que los
implica,8 noción que es compartida como el matiz etimológico para deducir el concepto del
término.9 3

Karl Marx, filósofo alemán principal desarrollador de la teoría comunista, además de importantes
doctrinas filosóficas ligadas a éste como el materialismo histórico.
Karl Marx describió en sus primeros manuscritos la naturaleza del desarrollo y formas que toma la
idea del comunismo como proyecto social en función de la naturaleza de la propiedad privada que
genera las condiciones para su desarrollo, pero sin intentar una definición esencialista ni una
diferenciación entre comunismo y socialismo.

Poder punitivo

Así, el poder punitivo, es la fuerza extrema que tiene el Estado para con sus ciudadanos, por ello
es que, el derecho penal se sustenta en la denominada: “ultima ratio del Estado”, esto es, la
alternativa más recargada de fuerza que tiene el Estado para hacerse obedecer sus mandatos ante
sus gobernados, pero es evidente que, todos los autores de derecho penal, y cualquier ciudadano
conoce que esta creciendo el derecho penal, más delitos, más penas, y con ello más vigilancia
policial, vigilancia no de jueces, sino de las autoridades administrativas que, en muchas de las
ocasiones lo que se protegen no es el interés publico o social, sino en realidad, un control de la
sociedad, por ello es que, en los sistemas judiciales la función de los jueces y magistrados está
relegado a simplemente, aplicar la ley: “Un sistema judicial no tiene que preocuparse por las
razones que impulsan a alguien a cometer un delito. La justicia está para castigar a los culpables,
absolver a los inocentes y defender los intereses de los ciudadanos respetuosos de la ley”.[iii] En
conclusión, el derecho penal en particular se ha vuelto el instrumento básico de control para el
cumplimiento de la ley.

El poder punitivo del Estado.

Publicado el 9 febrero, 2015

por clarabs31

El derecho en general se entiende como el conjunto de normas jurídicas que regulan la conducta
de los individuos, las cuales imponen deberes y confieren derechos, con la finalidad de garantizar
la armonía y la paz social, es decir, el bien común.

El derecho para su estudio se divide en derecho público y derecho privado.

Para Fernando Castellanos el derecho público “es el conjunto de normas que rige las relaciones en
donde el Estado interviene como soberano”[1].

A esta definición considero importante agregar “con los ciudadanos y con otros Estados”, y
entonces quedaría de la siguiente manera:

“Derecho público es el conjunto de normas que rige relaciones en donde el Estado interviene
como soberano con los ciudadanos y con otros Estados”.

El derecho privado, en cambio, regula las relaciones de los particulares entre sí.
El derecho penal en sentido objetivo se entiende como un conjunto de normas relativas a los
delitos, las penas y las medidas de seguridad que establece el Estado para garantizar el orden
social.

El derecho penal en sentido subjetivo se identifica con el ius puniendi o poder punitivo del Estado.

El derecho penal es una rama de Derecho Público en virtud de que al cometerse un delito, de
acuerdo con Fernando Castellanos, la relación jurídica “se forma entre el delincuente y el Estado
como soberano y no entre aquél y el particular ofendido”[2].

En mi opinión, el Derecho Penal en esta relación jurídica que se da entre el Estado y el


delincuente, también debe considerar como sujeto de esta relación a la víctima del delito, en
razón de que desde mi punto de vista, el Derecho Penal al no contemplar a la víctima en esta
relación jurídica se le está ignorando.

En este sentido, el Estado al ejercer el monopolio de la reacción penal, no repara el daño causado
por el delincuente, por lo que al cometerse un delito no tan sólo se crea una relación jurídica entre
el Estado y el delincuente, sino que también se crea una relación jurídica entre el Estado y la
víctima la cual tiene el derecho de que le sea reparado el daño.

El ius puniendi o poder punitivo del Estado “representa el monopolio que ejerce el Estado para el
uso de la fuerza, es una delegación de la voluntad popular a cambio de que ese Estado proteja a su
población de amenazas de todo tipo”[3].

El autor Eugenio Raúl Zaffaroni en “La cuestión criminal”[4] nos dice acerca del poder punitivo del
Estado que en las primeras civilizaciones no fue aplicado en principio el poder punitivo, sino que
los conflictos se arreglaban con una reparación, se entregaban animales, metales etc…, sin
embargo, el poder punitivo aparece al desarrollarse dichas civilizaciones.

En los siglos XII y XIII, señala Zaffaroni, las pocas leyes que existían para limitar al poder punitivo
eran irracionales e injustas.

El ejercicio del ius puniendi durante la época del imperio romano y la Inquisición fue justificado
para reforzar la autoridad del Estado e incluso sirvió como escarmiento, en el que predominó la
discriminación y el racismo.

Debido a las crueldades y masacres que se han cometido a lo largo de la historia en el ejercicio del
monopolio de la fuerza es necesario limitar al poder punitivo del Estado.

Desde mi punto de vista, considero que en todo Estado es necesaria la existencia del ius puniendi
siempre y cuando se respeten las libertades y los derechos fundamentales de los gobernados.

En este orden de ideas, el autor Zaffaroni nos dice que

…la función del derecho penal de todo Estado de Derecho debe ser la reducción y contención del
poder punitivo dentro de los límites menos irracionales posibles. Si el derecho penal no logra que
el poder jurídico asuma esta función, lamentablemente habrá fracasado y con él habrá caído el
Estado de Derecho[5].

En este sentido, de acuerdo con el autor Raúl González-Salas Campos

…mediante el principio del bien jurídico se pretende imponer un límite material al ius puniendi, en
cuanto limita al legislador como juzgador en la imposición de las sanciones penales, para que no
castigue comportamientos que no sean lesivos de bienes jurídicos, ni los pongan en peligro[6].

…Cuando se habla de que el bien jurídico tiene la función de limitar preventivamente al ius
puniendi estatal, se hace referencia a que pretende refrenar el uso de la pena”[7].

En todo Estado de Derecho deben establecerse límites de carácter constitucional al poder punitivo
para evitar que decaiga en un estado absolutista.

La responsabilidad de los servidores públicos es un aspecto importante de la democracia en todo


Estado de Derecho, por lo tanto, se debe someter a la ley a todo aquel que se desempeñe como
representante del poder.

En el caso de que un servidor público sea sujeto de responsabilidad penal, política, administrativa
o civil es cuando el Estado en el ejercicio del poder punitivo debe sancionar e imponer las penas
de acuerdo con los procedimientos que señala la Constitución Federal y las leyes respectivas
aplicables.

LA SEGURIDAD PUBLICA OBLIGACION DEL ESTADO

La Seguridad Pública es un reclamo legítimo de los habitantes en todos los Estados Democráticos
contemporáneos, pero la respuesta de los gobernantes no en todos los casos esta a la altura de
sus responsabilidades.

Algunos gobernantes, frente a su obligación de proporcionar Seguridad Pública suelen pretender


que se trata de una facultad discrecional o un don gracioso que pueden atender según su
particular gusto y conveniencia.

Pero esa pretensión está equivocada, por el contrario, la Seguridad Pública es un Derecho Humano
irrenunciable de los gobernados para exigir del Gobierno, como parte del Estado, la mayor
protección a su integridad física y a su patrimonio, sin menoscabo de la paz social y el pleno
respeto para sus libertades y derechos. (1)

Y es así, porque la Seguridad Pública es un elemento esencial en la génesis del Estado


Democrático. Rousseau, lo explica en los siguientes términos: “Encontrar una forma de asociación
que defienda y proteja con la fuerza común la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual
cada uno, uniéndose a todos, no obedezca sino a sí mismo y permanezca tan libre como antes.”
· La Seguridad Pública es una obligación ineludible del Gobierno

Con frecuencia escuchamos decir a los gobernantes que la Seguridad Pública es una obligación del
Estado, pero esa forma de decirlo aunque es relativamente cierta, tiene el inconveniente de
resultar oscura y propiciar la fuga de responsabilidades, porque ésta entidad política: El Estado, se
integra con varias partes que la mayoría de los tratadistas identifican como La Población, El
Territorio y El Gobierno.

Por razones obvias la Seguridad Pública no puede ser responsabilidad de el Territorio y tampoco
puede serlo de la Población, si se considera que de acuerdo con la explicación contractualista del
origen del Estado Democrático, por su propia voluntad (3) las personas consintieron en renunciar a
formas primitivas de justicia como la “ley del más fuerte”, “la ley del talión”, etc., a fin de
preservar la tranquilidad y el orden dentro del grupo, sujetándose al imperio de las leyes, al
depositar la responsabilidad del uso de la violencia legítima, el jus puniendi (4), en manos de la
autoridad.

El uso de la violencia legítima, el jus puniendi, quedo en manos de la autoridad: el Gobierno, como
un deber ineludible y, en consecuencia, como un derecho irrenunciable de los gobernados frente
los gobernantes por la cualidad bilateral de las normas jurídicas, que consiste en que frente a todo
obligado existe un derechohabiente y viceversa.

· ¿En qué se traduce el Derecho Humano a la Seguridad Pública?

El Derecho Humano a la Seguridad Pública se traduce en la facultad que tienen los gobernados de
exigir al gobernante que les garantice vivir dentro de un clima de paz y seguridad que les permita
desarrollar una vida tranquila y productiva.

¿Qué le pueden exigir concretamente los gobernados a los gobernantes en uso de su Derecho
Humano a la Seguridad Publica?

En uso de este Derecho Humano los gobernados tienen mucho que exigirle a los gobernantes en
materia de Seguridad Publica, sin ser exhaustivos y solo como ejemplos se pueden mencionar
ocho:

1.- Que el gobernante con sus acciones y programas proporcione precisamente eso: Seguridad
Publica. Bajo ninguna excusa puede resultar aceptable que sus actos de gobierno deriven en los
opuestos, como son mayor violencia e inseguridad, y menos de forma permanente.

2.- Que el gobernante con sus acciones y programas, o las de sus subordinados, respete
plenamente los demás Derechos Humanos de todos los gobernados, sin excepción. No se justifica
que en nombre de la Justicia la autoridad incurra en actos de barbarie.
3.- Que nadie pueda ser tachado de culpable, ni sufra ser denostado como criminal, si no hay la
sentencia de un Juez que así lo declare en un juicio seguido de acuerdo a las leyes vigentes. El
calificar a priori a quien sea, vivo o muerto, como delincuente sin haber sido juzgado, es un acto
de vileza en contra de los agraviados y de sus familias.

4.- Que ningún crimen quede impune. En el marco de un Estado de Derecho Democrático, todo
acto delictivo debe ser debidamente investigado y castigado.

5.- Que el gobernante seleccione a los responsables directos de la Seguridad Publica sobre
criterios de honestidad y capacidad profesional, nunca de amiguismo o de incondicionalidad, y que
responda por los resultados de aquellos removiendo sin demora a quienes resulten ser
deshonestos o ineficaces.

6.- Que el gobernante enfoque sus acciones en materia de Seguridad Publica, a combatir las
verdaderas causas primarias de la inseguridad: la impunidad y corrupción, el desempleo, la falta
de oportunidades educativas, el lavado de dinero, la falta de coordinación gubernamental. El
problema de la inseguridad no es un asunto exclusivamente policiaco, como algunos pretenden
hacerlo creer.

7.- Que los más altos responsables dentro de todas las esferas y niveles de gobierno conozcan
plenamente cuáles son sus obligaciones en materia de Seguridad Publica y se coordinen con las
demás, de forma eficiente y en apego a las leyes vigentes.

8.- Que los gobernantes usen los recursos presupuestarios con economía y racionalidad para
cumplir su obligación de proporcionar Seguridad Publica de forma eficaz y eficiente. Deben evitar
ante todo que la burocracia tienda a administrar el problema de la inseguridad de forma tal que se
convierte en una costosa y creciente carga pública.

· Este Derecho Humano es distinto del Derecho de Petición …

El Derecho Humano a la Seguridad Publica no debe confundirse con el Derecho de Petición (6),
que puede recibir una atención discrecional de los gobernantes en uso de las facultades que las
leyes les concedan.

Muchos gobernantes del mayor nivel se resisten tenazmente a dar al Derecho Humano a la
Seguridad Publica el trato que le corresponde como una facultad plena de los gobernados para
exigir su cabal cumplimiento por las vías institucionales: Tribunales u Organismos Protectores de
los Derechos Humanos. Esto constituye un grave error, primero porque se priva a los ciudadanos
del ejercicio de su facultad de control del ejercicio de los deberes gubernamentales; segundo,
porque de esta forma se les despoja del medio jurídico idóneo para hacer valer su Derecho de
forma eficaz y, tercero, porque se instala un mal ejemplo ante las autoridades de menor nivel para
proceder de igual forma.
Paradójicamente, esos gobernantes que cierran las puertas a los ciudadanos para el ejercicio
institucional de sus derechos suelen reclamar vehementemente de los mismos una participación
valiente y decidida para combatir la inseguridad…

· Las Consecuencias de Derecho de su incumplimiento…

Una cualidad fundamental del Derecho Humano a la Seguridad Publica es la viabilidad de ser
exigido a través de la Autoridad Judicial, con la posibilidad de obtener una sentencia que obligue a
la autoridad a respetarlo.

Esto se puede obtener, por ejemplo en el caso de México, mediante una sentencia en el Juicio de
Amparo (7) que le obligue a rectificar políticas lesivas que lesionen este Derecho Humano; por
ejemplo, el caso del nombramiento de jefes policíacos o penitenciarios con pésimos antecedentes;
en donde la sanción por incumplimiento de tal resolución judicial puede consistir en la separación
del cargo. (8)En relación con el Juicio de Amparo en México, como medio para exigir de las
autoridades el cumplimiento de las obligaciones eminentemente positivas que establece el
artículo 21 Constitucional, así como de su potencial para efectos prácticos, es preciso mencionar
que con fecha 6 de junio de 2011, se expidió el Decreto por el que se reforman, adicionan y
derogan diversas disposiciones de los artículos 94, 103, 104 y 107 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos (9) …el juicio de amparo, institución protectora de los derechos
fundamentales por excelencia, … se ve robustecido al ampliarse la procedencia del amparo
respecto de cualquier norma general, al preverse su procedencia por violaciones a los derechos
humanos plasmados en los tratados internacionales de los que el Estado mexicano sea parte; con
la introducción de figuras como el amparo adhesivo y los intereses legítimos individual y colectivo;
la adopción de nuevos conceptos en torno a la violación de derechos por omisión de las
autoridades; la declaratoria general de inconstitucionalidad cuyos alcances y condiciones se
determinarán en la ley reglamentaria; la creación de los Plenos de Circuito; y una nueva forma de
integrar jurisprudencia “por sustitución”.

· El Derecho Humano a la Seguridad Publica en México

El concepto de Seguridad Pública literalmente se encuentra presente en la Constitución Política de


los Estados Unidos Mexicanos desde 1917, dentro del Título I, Capítulo Segundo, de su texto
original, De los Mexicanos, artículo 32.

El artículo 21 Constitucional, en relación con el tema de la seguridad pública, a partir de 2008 (11)
se encuentra en los siguientes términos:

Artículo 21. (Noveno y décimo párrafos)

La seguridad pública es una función a cargo de la Federación, el Distrito Federal, los Estados y los
Municipios, que comprende la prevención de los delitos; la investigación y persecución para
hacerla efectiva, así como la sanción de las infracciones administrativas, en los términos de la ley,
en las respectivas competencias que esta Constitución señala. La actuación de las instituciones de
seguridad pública se regirá por los principios de legalidad, objetividad, eficiencia, profesionalismo,
honradez y respeto a los derechos humanos reconocidos en esta Constitución.

Las instituciones de seguridad pública serán de carácter civil, disciplinado y profesional. El


Ministerio Público y las instituciones policiales de los tres órdenes de gobierno deberán
coordinarse entre sí para cumplir los objetivos de la seguridad pública y conformarán el Sistema
Nacional de Seguridad Pública, que estará sujeto a las siguientes bases mínimas:

En plena Sociedad del Conocimiento lo importante de una ley no es sólo lo que pretende, sino lo
que consigue. La ley no sólo debe tener un valor simbólico”.

El Artículo 1o de nuestra Ley Fundamental establece que En los Estados Unidos Mexicanos todas
las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados
internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su
protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las
condiciones que esta Constitución establece.

Como se hizo notar anteriormente, el concepto de Seguridad Pública, se encuentra mencionado


expresamente en nuestra Constitución Política, en el artículo 21, dentro del Título Primero,
Capítulo I, De los Derechos Humanos y sus Garantías (antes De las Garantías Individuales), y ya por
este solo factor debe considerarse como un Derecho Humano individual o colectivo.

Debe considerarse además que el artículo 1o Constitucional en su párrafo segundo dispone que
Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con esta
Constitución y con los tratados internacionales de la materia favoreciendo en todo tiempo a las
personas la protección más amplia.

Lo anterior despeja cualquier duda que pudiera existir: se trata de un Derecho Humano
establecido expresamente y tutelado por nuestra Constitución.

En todo caso, la atención que los gobernantes den al Derecho Humano a la Seguridad Publica
debería ser tomada en cuenta dentro de los parámetros que la Población considere útiles para el
ejercicio de su Cultura de la Evaluación Política.

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