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Caden Foster y Royce Spaulding planean estar juntos para

siempre, pero Kent, el padre de Caden, tenía otros planes. Los


Foster son una familia prominente de Ashton, Carolina del Norte.
La familia de Royce es todo lo contrario. Kent no está de acuerdo
con la relación de Caden con Royce, y que su propio hijo sea gay.
Entonces Caden se ve obligado a elegir entre su amante y su
familia.

Diez años más tarde, Royce y Caden se encuentran todavía


pensando el uno en el otro, ¿pero son diez años demasiado tiempo
para reparar sus corazones rotos?
Sobre el papel eran la pareja ideal.

En la superficie, era fácil suponer que llevaban una


auténtica vida de Ken y Barbie.

Caden Foster y Kelly Cameron.

Ambos nacidos tarde en la vida de unas familias que


orgullosamente se jactaban de su —vieja escuela— y lo
más importante, de las tradiciones del —dinero viejo—,
tuvieron una buena educación, conciencia cívica y, según el
padre de Caden, sin duda alguna, estaban destinados a la
Mansión del Gobernador. Kent Foster les decía a sus amigos
a menudo que ya estaba cuidadosamente planeado hasta el
último detalle. Su hijo era un líder nato, destinado a la
grandeza, que sin duda haría llenar de orgullo a las
generaciones pasadas y futuras. Acerca de esto Kent no
tenía ninguna duda, y él estaba encantado de que la hija de
su viejo amigo Jonas Cameron, estuviera de pie al lado de
su hijo durante su bien planificado ascenso en la escala
política, a menudo peligrosa.

Kelly era brillante y hermosa, encantadora y muy


versada en lo que sería su papel como la esposa de Caden.
Una rubia impresionante, con fríos ojos grises y una sonrisa
que podría derretir cualquier corazón, Kelly era elegante y
grácil, pero por debajo de la dulce imagen que proyectaba,
podía ser impulsada por el frío y la determinación cuando
se trataba de conseguir lo que quería. Y ella quería ser la
esposa de Caden Foster, porque él iba a llegar a ciertos
lugares, y ella quería ir con él.
El amor no era parte de la ecuación, y eso estaba
bien para Kelly. No tenía necesidad de amor. Las emociones
bloqueaban a las personas, creando obstáculos que
simplemente no eran necesarios en la vida que quería, de
pie junto a Caden.

Si Caden quería algo diferente... bueno, algo


diferente no estaba permitido en su mundo, un hecho que
su padre había señalado a menudo, y cuando Kelly entró en
escena, ella le repitió a Caden el mismo discurso
numerosas veces, convenciéndolo de que su padre tenía
razón.

Acerca de todo.

Él tenía un destino, pero más que eso, tenía un


propósito: había un camino que debía seguir. Se lo debía a
su familia, a aquellos que lo admiraban y apoyaban para
seguir ese camino hasta su conclusión, sin paradas ni
desvíos en el camino.

Lógicamente, Caden Foster, sabía muy bien lo que se


esperaba de él.

Por desgracia, la lógica no siempre tenía en cuenta


los asuntos del corazón, y el corazón de Caden quería una
sola cosa.

A una sola persona.

Y no era Kelly Cameron.

Royce Spaulding sabía que regresar a su ciudad


natal, primero no sería fácil. Estar en Ashton lo enfrentaría
cara a cara con muchos de los fantasmas y los demonios
que lo habían persuadido a irse en primer lugar.

Había aceptado el hecho antes de salir del pequeño


refugio que había construido en Nueva York, después de
recibir la llamada telefónica que había estado esperando
durante años. Su tío estaba muerto, y no lo sorprendió, ya
que había muerto en un accidente por conducir ebrio
después de que se quedara dormido al volante y estrellara
su viejo pick-up contra un árbol de roble.

La noticia no choqueó a Royce, y ni siquiera le


molestó. Solamente se sintió aliviado por el hecho de que
Hank Spaulding no hubiera matado a nadie cuando
finalmente acabó con su miserable vida, y Royce
sospechaba que muchos otros compartían sus
pensamientos sobre el tema. Hank Spaulding, no había
tenido muchos —tal vez ninguno— amigos, dejando pocas
dudas en la mente de Royce de que un servicio
conmemorativo, o incluso un funeral real, no serían
necesarios, lo que era muy conveniente para sus planes. Él
no tenía intención de permanecer en Ashland por más
tiempo del que su presencia fuera indispensable. La razón
principal de su deseo de hacer que su retorno fuera breve,
apareció en la forma de un gran cartel, sobre la campaña
publicitaria colocada estratégicamente al lado del marcador
de bienvenida a los visitantes, a la elegante Ashland,
Carolina del Norte:

‘Elija a Caden Foster para alcalde,


Ashland se merece lo mejor’.

No fue una sorpresa el enterarse de que Caden se


había postulado para las elecciones, y tampoco lo fue ver a
Kelly Cameron de pie a su lado en la fotografía de la
campaña publicitaria, porque Royce sabía que Kelly y
Caden estaban en camino de comprometerse, si es que ya
no lo habían hecho.

Él conocía todo acerca de los planes de Kent Foster


para su único hijo, y cómo Kelly participaba en ellos, pero
aun sabiéndolo, tenía que admitirse por lo menos, que el
simple hecho de ver cualquier fotografía de Kelly con
Caden, le cortaba el corazón con la facilidad que un cuchillo
cortaba a través de la mantequilla derretida.

Y se odiaba por ello. Él quería odiar a Caden también,


pero no podía. Le gustara o no —y seguramente no le
gustaba— él aún amaba a Caden y siempre sabía que al
igual que él, Caden todavía lo amaba.

«Pero no lo suficiente para que me eligiera, para


estar conmigo, para decirle a su padre la verdad y
construir una vida conmigo, una con la que siempre
hemos soñado».

En cambio, Caden le había permitido que se fuera,


diciendo que era lo mejor para los dos, que él no podía
darle la espalda a lo que se esperaba de él.

«Así que me dio la espalda a mí en su lugar».

La verdad siempre era un trago amargo, pero Royce


se negaba a esconderse de ella. Habría terminado
ocultando quién y qué era. Estar de vuelta en Ashland no
iba a cambiar eso, no después de diez años estando por su
cuenta. Estaba orgulloso de quién era y todo lo que había
logrado sin ayuda de nadie, y menos aún del tío que había
venido a enterrar o el amante que todavía deseaba pero
sabía que nunca podría tener de nuevo. A diferencia de él,
Caden parecía demasiado estar viviendo una mentira.
«No más de una semana como máximo, y estaré de
vuelta en Nueva York, y nunca tendré que venir cerca
de esta maldita ciudad otra vez».

Él podía manejar una semana, sin duda. No había


problema. Simplemente evitaría a Caden y ciertamente
Caden se cuidaría y lo evitaría también, tan pronto como se
enterara, probablemente escuchando de su padre que
Royce estaba de regreso en la ciudad y que todo contacto
con él no era una opción.

Y, si Kent lo decía, Caden lo escucharía.

Siempre lo hacía.

El estado actual de sus vidas separadas era prueba


de ello.
«—Nueva York.

—¿Por qué Nueva York?

—No lo sé. Sólo parece tan diferente. Tan lejos. Tengo muchas
ganas de estar lejos de aquí, Caden.

Desnudos, recostados sobre la fresca hierba verde, secándose


al sol de su más reciente caída en el lago, las manos entrelazadas,
Caden fácilmente podía oír la desesperación en la voz de su amante, y
le rompió el corazón. Sabía la vida difícil que Royce llevaba junto a su
tío, quien bebía demasiado y con demasiada frecuencia. Cuando Hank
Spaulding bebía, era un hijo de puta vicioso, abusivo, y por lo general
era Royce el que sufría la peor parte de ese abuso.

La esposa de Hank, Nancy, lo había dejado años atrás, no


mucho después de que Royce se fuera a vivir con ellos después de la
muerte de su madre, la única hermana de Hank.

En la mente retorcida de Hank, creía que Nancy se fue por


Royce, cuando en realidad, ella se fue porque estaba harta de las
palizas que le daba y de los engaños de Hank. Royce había cometido el
error de gritarle a Hank una vez, y como pago, Hank casi le rompió la
mandíbula.

Caden había querido matar a Hank después de eso, pero Royce


le había asegurado que no valía la pena. No dejaría que Caden hiciera
algo estúpido, algo que daría lugar a que Caden fuera alejado de su
lado, cuando este era lo único que le impedía volverse loco.

Eran muy amigos desde el día que se conocieron, cuando tenían


trece años de edad, Royce llegó a Ashland, y el vínculo entre ellos
desafió la lógica.
Caden era un Foster, su familia era la más respetada, la más
influyente en el condado y una de las más prestigiosas en el estado.
Royce era el sobrino del borracho del pueblo, un hombre que no podía
mantener un trabajo o controlar su infame temperamento. Caden no
tenía ninguna razón para hablar con él el primer día, no tenía razón
para sentarse con él en el almuerzo, mientras sus amigos observaban
con horror, pero lo hizo, y ello resultó ser la mejor decisión de su vida,
diría más tarde, cuando la amistad poco a poco se convirtió en mucho
más.

Cuando tuvieron dieciséis años fue la primera vez que se


besaron, a solas en el vestuario después de ganar el campeonato del
estado, y esto debería haberlos sorprendido, pero no lo hizo. Nada se
había sentido más correcto, más natural, y Caden de repente
comprendió por qué no tenía ningún interés en las chicas que lo
perseguían y por qué Royce nunca había tenido una cita. Al día
siguiente, solos por el apartado lago en la propiedad privada de la
familia de Caden, se besaron de nuevo, y una semana más tarde, en el
mismo lugar, ambos, sin experiencia y actuando sólo por instinto y lo
que se sentía bien, hicieron el amor por primera vez.

Posteriormente, sosteniéndose uno al otro, ellos dijeron su


primer ‘Te amo’ y Caden le prometió a Royce que no importaba qué,
siempre se amarían uno al otro. Que siempre estarían juntos, que
simplemente tenían que tomarse su tiempo, terminar la escuela
secundaria, la universidad tal vez, y entonces podrían decir al mundo lo
que compartían. Los planes para el futuro se convirtieron en el tema
favorito de ambos cada vez que se encontraban en su lugar seguro en
el lago.

—Nueva York o donde quieras ir, Royce. Voy a estar allí.

—Lo sé. Te amo.

—Te amo, también.

Una sonrisa compartida y luego, sus labios se juntaron de


nuevo, la pasión estalló, y se perdieron en lo único que importaba.

Uno en el otro.»
Sacado de sus pensamientos por el sonido de un
portazo en algún lugar distante de la oficina, Caden Foster
sacudió la cabeza y maldijo entre dientes.

Se había dicho que no haría esto, pero él sabía que


se estaba mintiendo. Desde el momento en que escuchó
que Royce Spaulding había sido visto en la ciudad, había
resultado imposible no pensar hacia atrás y recordar, e
incluso mucho, lo que ya no tenía ningún derecho en
absoluto a echar de menos. Royce sin duda sería el primero
en decirle eso, para recordarle que él le había dado la
espalda, que había roto cada promesa que había hecho
alguna vez a la única persona que había estado a su lado
por él mismo, y que lo aceptó sin vacilación ni condiciones
impuestas en el amor que le dio.

A diferencia de su padre, de Kelly, y de muchos otros.

«No lo hagas». «No compares a Royce y Kelly».


«No es justo».

Y no lo era.

Amaba a Royce. Él no amaba a Kelly, pero no era tan


simple como eso. Nada en su vida lo había sido nunca, ni
nunca lo sería.

Molesto consigo mismo, pero sin poder negar la


necesidad, abrió el cajón del escritorio y sacó uno de los
libros que mantenía guardados allí.

Estaban los cinco libros que Royce había publicado, y


que había leído, cada uno de ellos, infinidad de veces, pero
ahora, no leyó las palabras, simplemente volteó el libro
para ver la fotografía que aparecía en la parte posterior. Al
verlo, como siempre, su corazón comenzó a latir
precipitadamente en su pecho, el deseo atravesando su
cuerpo. Era una imagen simple, Royce recostado contra un
árbol, poderosos brazos cruzados sobre el pecho, ojos
verdes, bailando con vida, el cabello, rojo, salvaje e
indómito.

Con demasiada viveza, Caden recordó lo que se


sentía al correr las manos por el cabello rojo y espeso
cuando Royce y él se abrazaban entre sí después de hacer
el amor. Se acordó de lo que era estar envuelto en esos
brazos, apretándose contra ese cuerpo duro con la piel
caliente y tensa, y saber que ese hombre que lo abrazaba,
lo amaba con cada fibra de su ser.

«Y lo tiré todo por la borda.»

¿Y por qué? ¿Por una carrera que no quería? ¿Por el


matrimonio con una mujer que no amaba? ¿Una mujer a la
que ni siquiera le gustaba? Todo porque su padre había
dicho que era lo que se esperaba de él, que era su deber,
que no podía dejar a su familia.

Kent Foster había establecido sobre Caden una carga


muy pesada, y Caden había comprado esa carga, incluso
cuando Royce le dijo que no lo hiciera, que no cediera ante
la presión de su padre, para vivir una vida que no quería.

«—Me dijo que iba a renegar de mí, Royce. Podría perder mi


familia.

—Pero tú me tienes a mí. ¿No puedo ser lo suficiente?»

Tendría que haber dicho que sí, pero no lo hizo. En


cambio, había tomado el camino fácil y que supuestamente
había lamentado desde entonces.

Y ahora, diez años más tarde, Royce estaba de vuelta


en la ciudad y, mientras él y su padre no habían hablado al
respecto aún, Caden sabía que no debía verlo, al igual que
sabía que su padre le diría que no contactara con él, ni lo
viera. Eso sólo crearía el tipo de problemas que no eran
necesarios en una campaña electoral y, lógicamente, Caden
no podía argumentar ese punto, pero no podía negar su
deseo de ver a Royce.

Sólo por un rato. Diez o quince minutos. Una


oportunidad de hablar. Eso era todo lo que quería. Diez o
quince minutos en la misma habitación con el hombre que
era dueño de su corazón. Que no era mucho pedir,
¿verdad? Ciertamente, él podría ver a Royce y tener una
conversación sin ceder a lo que él todavía sentía.

Colocando el libro en el cajón, cerró con llave,


alejando esa parte de su vida, recordando que había hecho
un compromiso con Kelly. Ella ya había aceptado casarse
con él y una vez que él fuera alcalde, anunciarían su
compromiso y empezarían a planear su boda, si Kelly no lo
estaba haciendo ya en silencio.

Hacía diez años, su padre le había dado un


ultimátum, y Caden había tomado su decisión, sabiendo
entonces como ahora sabía, que había tomado la decisión
equivocada. Por desgracia, ya era demasiado tarde para
volver atrás y hacer lo correcto. Le gustara o no, tenía que
aceptar esa realidad. Una realidad, una vida, sin Royce
Spaulding en ella.

Deseando poder terminar con todo al fin, Royce hizo


su primera parada en la funeraria, donde se reunió con el
director e hizo los arreglos necesarios. El director, un
hombre que Royce recordaba vagamente, no se mostró
sorprendido cuando optó por un ataúd sencillo, un servicio
en el cementerio y algunas flores. Él ni siquiera se molestó
en poner un aviso fúnebre en el periódico. No tenía ninguna
duda de que el rumor en una ciudad tan pequeña ya se
habría esparcido y que ya cualquier persona interesada
tendría la información. Royce estaba seguro de que
realmente nadie asistiría al funeral de despedida a Hank.
Cualquier persona que se presentara, estaría allí para
echarle un vistazo a él.

Desde que se mudó a Nueva York y comenzó su


carrera de escritor, había concedido varias entrevistas en
las que había admitido abiertamente que era gay. No se
avergonzaba de lo que él era, alguien a quien no le
interesaba andar besando el culo de nadie.

«Caden Foster incluido.»

Empujando todos los pensamientos acerca de Caden


de su mente, Royce conducía el jeep que había alquilado en
el aeropuerto al centro de la ciudad, donde se estacionó y
se dispuso a hacer frente a unos recados más. Era un día
hermoso y fresco, y la ciudad seguía siendo hermosa, con
tiendas de ladrillo y una acera de adoquines. Árboles llenos
de rojo y oro, y hojas de naranjo, se mecían con la brisa, y
se podía oír a los niños riendo mientras jugaban en un
parque cercano. Era muy diferente de Nueva York. Aunque
no le gustaba su vida en Ashland, todavía le gustaba la
propia ciudad, y se dio cuenta de que lo había perdido, pero
se conformó con el descubrimiento de que no había
cambiado su determinación de obtener la herencia de su tío
rápidamente, de modo que finalmente pudiera salir de este
lugar, dejándolo atrás de una vez por todas.

«Si tan sólo pudiera dejar atrás también los


recuerdos.»

Sabiendo que no era posible, se detuvo por primera


vez en un pequeño restaurante que recordaba, y seleccionó
una cabina de atrás, haciendo caso omiso de aquellos que
lo señalaban, murmuraban y se le quedaban mirando.
Después de todo, espera esa reacción.

Después de que comió, fue al mercado a recoger


algunos suministros mientras se quedaba en casa de su tío,
y aunque lo temía, se obligó a ir al banco.

El banco de Ahorro y Préstamo Foster.

Sabía que Caden trabajaba allí, pero era viernes por


la tarde, por lo que esperaba no verlo. Su tío en realidad no
tenía mucho. Ni siquiera demasiado en su cuenta corriente,
pero a Royce no le importaba. No le hacía falta el dinero.
Se lo daría a la caridad. En realidad, tal vez el dinero
pudiera ayudar a alguien. Hank, sin duda no había sido
muy generoso en ese sentido en vida, pero una vez muerto
él no tenía voz ni voto, y Royce podría tomar un poco de
consuelo sabiendo que el dinero no sería utilizado para
comprar más alcohol.

Agradeciendo a la mujer que lo ayudó con el papeleo,


Royce giró para irse cuando una voz que no tenía ganas de
escuchar lo llamó por su nombre, y lentamente,
conteniendo el aliento y conteniendo su temperamento, se
giró hacia Kent Foster.

Era un hombre alto, de cabello blanco y ojos azules,


que sólo podría ser descrito como frío, Kent no poseía nada
de la calidez, el encanto, y la pasión por la vida, de su hijo.

«Bien, Caden solía ser cálido y agradable, y tener


pasión por la vida.»

Las probabilidades eran que Caden fuera ahora más


parecido al hombre que estaba de pie delante de él, y
Royce odiaba esa idea. Kent le tendió la mano y lo miró,
pero se negó a aceptarla, y después de un breve e
incómodo momento, el viejo Foster permitió que su mano
cayera de nuevo a su lado.
—Me enteré de la muerte de tu tío, Royce. Lamento
tu pérdida. —Su voz era profunda, pero ni siquiera cerca de
ser sincera.

—Gracias.

—Supongo que estás de vuelta en la ciudad para


hacer los arreglos necesarios.

—Asumes correctamente. Por mucho que me


gustaría, no puedo dejar que el viejo bastardo sea lanzado
hacia el bosque.

Kent se veía pálido, o un poco más de lo que


recordaba, pero él asintió y forzó una sonrisa tan falsa a
Royce, que este se preguntó si su cara se rompería por la
tensión.

—¿Así que vas a estar en la ciudad por un tiempo?

—Lo dudo. Después de resolver el tema de los bienes


de Hank, no tengo una razón para quedarme, ¿verdad?

—No lo creo. —Kent le miró directamente a los ojos


por primera vez, y Royce no se inmutó.

—Fue un placer verte, Señor Foster. Cuídate.

—Haz lo mismo.

Se dio la vuelta, bastante orgulloso de sí mismo por


haber mantenido la calma, cuando en realidad quería
decirle a Kent Foster que era un hijo de puta, pero antes de
que pudiera llegar a puerta, Kent lo llamó por su nombre
una vez más, y otra vez, lentamente, Royce se giró a
mirarlo.

—¿Supongo que has visto los carteles en la ciudad?


—He visto un montón de carteles, por lo que tendrás
que ser más específico. «Si quieres jugar, hijo de puta,
vamos a jugar».

—Por supuesto. Me refería a los carteles de la


campaña.

—De acuerdo. Yo vi esos. Pero ya sabes... —Se


encogió de hombros—. Yo ya no vivo aquí, por lo que
Caden no puede contar con mi voto.

—Lo entiendo. Pero hay otras maneras de ayudar a


Caden.

Echando una mirada por el vestíbulo, se dio cuenta


de que la mayoría de los ojos estaban puestos en ellos,
Royce se mordió la lengua, negándose a sí mismo el
derecho a decir lo que quería, porque si decía lo que tenía
en mente, diría de Caden más de lo que debería y él no
haría eso.

Convertirse en quién era, fue la decisión de Caden, y


él había decidido no hacerlo.

—Yo nunca haría nada para dañar a Caden de


ninguna manera.

—Eso espero.

—Ese es tu trabajo, Kent. Bueno, el tuyo y el de


Caden. Él hace un buen trabajo haciéndose daño por su
propia cuenta.

—Royce...

—Que tengas un buen día. Por favor, mándale a


Caden mis saludos.

No permitiéndole al hombre más viejo tiempo para


reaccionar, se dio la vuelta y salió por la puerta de cristal
doble al aire fresco por la tarde, lanzando un suspiro.
«Hijo de puta engreído».

Por supuesto, había una razón para estar satisfecho,


razonaba Royce mientras caminaba de vuelta a donde
había dejado su Jeep.

Hacía diez años, Kent le había demandado a su hijo


tomar una decisión y Caden lo hizo, y nada podía o podría
cambiar eso. Pero Royce no tenía ninguna duda de que
tarde o temprano, vivir una mentira sería demasiado para
su ex amante, y eso le preocupaba.

Si Caden llegaba a un punto de ruptura... la idea lo


hizo temblar por dentro y por fuera cuando llegó al Jeep, se
metió dentro y cayó pesadamente contra el asiento.

Caden no era ya su preocupación, no más. Ese era el


trabajo de Kent y Kelly ahora, y Royce no quería saber
nada de ello. Él no quería tener nada que ver con Caden
Foster. La mentira era tan inverosímil, que se echó a reír en
voz alta mientras encendía la ignición del Jeep y se dirigía
hacia fuera de la ciudad.
Después de una noche de insomnio en la vieja casa
destartalada que siempre había odiado, Royce pasó la
mayor parte del sábado tratando de limpiar la propiedad
que su tío había dejado cerca de estar en ruinas. Le tomó
dos horas solo para vaciar las latas de cerveza y botellas de
licor, y el hedor persistente en cada una de las habitaciones
casi lo puso enfermo del estómago. Le recordaba
demasiado a su tío, a cómo solía oler cuando llegaba a casa
tarde en la noche buscando a alguien a quien golpear. Él
siempre llevaba consigo esos recuerdos. Royce hacía
mucho tiempo que los había aceptado. Ni siquiera podía
soportar beber, porque sabía lo que le había hecho a su tío
la bebida y él no quería arriesgarse a caminar por ese
camino. La idea de terminar tan miserable y abusivo como
Hank le aterraba.

Aliviado cuando terminó finalmente con la casa por el


momento, se quitó la camisa para disfrutar de la brisa
fresca y se puso a trabajar en el jardín que tanto lo
necesitaba.

Era obvio que Hank no había cortado el césped al


menos en un año. Los setos necesitan poda y el exterior de
la casa en sí misma era una desgracia: ventanas rotas,
cubiertas con plástico o cartón, persianas caídas, pintura
descascarillada, y un techo necesitado de una reforma
completa.

Mirando el estado en el que se encontraba todo,


Royce sabía que no tendría tiempo para hacer todas las
reparaciones por sí mismo. Tendría que contratar a alguien
para hacer el trabajo después de su partida.

«O simplemente podría arrasar con el maldito


lugar».

Lógico o no, teniendo en cuenta los malos recuerdos


que la casa contenía, la idea le atraía, pero la rechazó. No
permitiría que los malos recuerdos tomaran el control de
sus acciones ahora. Él era un adulto. Su tío ya no podía
hacerle daño.

Sólo una persona en Ashland podía, y Royce no tenía


ninguna intención de verlo. Sabía que Caden se encontraría
aliviado, ya que no había duda de que ya sabría que él
estaba en la ciudad.

«Kent me lo ha dicho y me recordó por qué


necesitaba que Caden se mantuviera lejos de mí».

Y Caden lo escucharía, al igual que lo había hecho


antes, cuando Kent finalmente se enteró de la verdadera
naturaleza de su relación, durante su segundo año de
universidad.

«La llamada de Caden, pidiéndole encontrarse en el lago, había


llegado como una sorpresa, y habría sido muy agradable si no hubiera
sido por el tono en la voz frenética de Caden.

Royce le preguntó a su amante qué era lo que estaba mal, pero


Caden había insistido en hablar en persona y Royce estuvo de acuerdo,
llegando al lago antes de que Caden lo hiciera, pero a él no le
importaba. Le dio tiempo a sacar una manta del maletero de su coche
y extenderla sobre el pasto, bajo un viejo roble imponente. A pesar de
ser otoño, el tiempo estaba todavía algo cálido, y el día era precioso,
con el cielo despejado. Royce se sintió tentado a disfrutar de un
chapuzón mientras esperaba, pero decidió no hacerlo cuando se sentó
en la manta y miró hacia el lago a la espera de Caden.
Él siempre amaba encontrarse con Caden aquí, ya que era el
único lugar donde no tenían que ocultarse. Ellos podían estar juntos,
sostenerse uno al otro y soñar con el futuro.

«Apenas dos años más», pensaba Royce formando una sonrisa


en su rostro.

Tan pronto como Caden terminara la universidad, le hablaría a


su familia sobre su relación con Royce y cualquiera que fuera su
reacción, no importaba, porque Caden ya le había asegurado a Royce
que construirían su vida juntos y serían felices.

Ese había sido el plan desde que tenían dieciséis años, cuando
finalmente se admitieron a sí mismos y al otro que eran mucho más
que amigos.

Por supuesto, Royce había sabido durante un tiempo que era


gay. Lo había averiguado cuando tenía catorce años, pero el miedo le
había impedido contárselo a nadie. Sabía que su tío lo mataría si se
enteraba, y al mismo tiempo, mientras crecía la confianza en Caden,
aún no había compartido su descubrimiento con su mejor amigo,
porque junto con darse cuenta de que era gay, Royce también había
descubierto que sentía algo por Caden y que ese sentimiento iba
mucho más allá de la amistad.

Nunca había esperado que sus sentimientos fueran


correspondidos, nunca había creído que Caden pudiera amarlo, pero el
primer beso que se dieron en el vestuario lo cambió todo.

Y fue Caden quien lo había besado. Sin previo aviso, aún en lo


más alto de su victoria, había empujado a Royce contra una fila de
armarios, y antes de que Royce pudiera reaccionar, los labios de Caden
fueron presionados contra él, duro, exigente, e increíble.

El beso fue breve, pero significativo, lleno de necesidad, y


cuando terminó, Royce y Caden sabían que su vida había cambiado.

Para mejor.

Cuatro años más tarde, el vínculo entre ellos no podía


romperse.
O al menos eso creía Royce.»

Royce parpadeó para alejar el sudor de sus ojos, y se


dio cuenta de que había estado de pie en el mismo lugar
durante al menos diez minutos, con un puño lleno de
malezas, mientras estaba perdido en los recuerdos que no
tenía derecho revisar. Disgustado, tiró las malas hierbas en
el suelo y salió al maltratado porche, sentándose en el paso
que parecía más adecuado para mantener su peso mientras
que tomaba una botella de agua que había dejado allí.
Tomó un largo trago, suspiró y cerró los ojos, realizando
una profunda respiración. Él sabía que estaba siendo tonto
caminando por el camino de sus recuerdos junto a Caden.
Esto no lograría nada, aparte de reabrir viejas heridas que
nunca se habían curado en el primer lugar, pero estar
aquí... era imposible no recordar, lo bueno y lo malo y lo
peor aún, era imposible no desear lo que podría haber sido.

«Lo que debería haber sido». «Maldita sea».

A pesar suyo, se preguntó si Caden estaría


arrepentido de su decisión ahora. ¿Se habría dado cuenta
de que había cometido un error? ¿Se habría preguntado
alguna vez cómo sería si hubiera seguido a su corazón, en
lugar de a las expectativas de su padre?

«¿Me extraña?» «¿Se despierta por las noches


deseándome?»

Él nunca había obtenido la respuesta a esas


preguntas, pero no podía dejar de preguntárselo más de lo
que podía dejar de recordar su pasado.
«Él supo en el momento en que vio la cara de Caden que algo
andaba mal mientras que el otro hombre cayó junto a él en la manta
que había extendido sobre la hierba. Siempre podía leer a Caden como
un libro, conocía cada uno de sus estados de ánimo, qué le hacía reír y
sonreír, qué despertaba su temperamento, pero era algo raro el ver a
Caden como estaba en ese momento, con sus hermosos ojos azules
inyectados en sangre de tanto llorar.

Alarmado, Royce se sentó y Caden dejó caer en sus brazos,


hundiendo la cara en el hueco de su cuello, y mientras lo hacía, Royce
sintió las lágrimas en su piel. Susurrando el nombre de Caden, enredó
una mano en su cabello, manteniéndolo cerca, mientras la otra mano
se movía por su espalda, deslizándose por debajo de su camiseta. No
fue un gesto sexual, sino un gesto con intención de confortarlo. Él
sabía lo que un simple toque, incluso con inocente intención,
provocaba en Caden. Era su manera de expresar sentimientos,
transmitir lo que sentía. Royce no había imaginado que un toque podría
llevar tanto significado hasta que Caden entró en su vida, y muchas
veces, después de altercados desagradables con Hank, Caden hacía
que el dolor y la rabia se fueran simplemente sosteniendo su mano y
pasando los dedos por su cabello.

Royce quería desesperadamente ofrecerle el mismo tipo de


consuelo cuando era obvio que Caden lo necesitaba.

Durante mucho tiempo, se sentaron así, abrazándose, sin decir


nada, sin que Royce preguntara qué le pasaba. Tenía la sensación de
que él lo sabía, y lo más importante, sabía que Caden se lo diría
cuando estuviera listo, cuando él mismo estuviera repuesto.

Cuando Caden finalmente levantó la cabeza y lo miró, el dolor


en sus ojos rasgados partió el corazón de Royce.

—Caden...

—Él lo sabe, Royce. Mi padre lo sabe. Todo sobre nosotros.

—¿Cómo? ¿Le dijiste?

Él negó con la cabeza. —No. Él me siguió ayer. Y vio...

—Él nos vio hacer el amor. —Royce acarició una mano a través
del rebelde cabello negro de Caden.

—’Hacer el amor’ no es como él lo llamó.

—Estoy seguro. Pero a pesar de la forma terriblemente fea en la


que él lo haya dicho, nosotros sabemos que no es así.
—Él está furioso. Dijo... dijo un montón de cosas y...

—Hey —atrapó la cara de Royce entre las manos—. Está bien. Yo


sé que tiene que ser duro, pero ahora lo sabe, lo que significa que la
parte más difícil ha terminado, y que sólo tendrá que encontrar una
manera de aceptar que tú y yo estamos juntos porque nos amamos
uno al otro.

Sin embargo no fue así de simple. Para Royce, lo que realmente


sucedía, es que Caden y él compartían algo especial, y ambos lo
sabían.

O eso creía.»

Sacado de sus pensamientos por el timbre del


teléfono que sonaba en la casa, Royce frunció el ceño, se
levantó y entró. No tenía idea de quién podría estar
llamando. Dudaba que hubiera alguien que lo hiciera. Nadie
en Nueva York conocía este número, y eso le llevó a creer
que la persona que llamaba era alguien que probablemente
no había oído hablar de la muerte de su tío. Hank no había
tenido amigos, por lo que Royce esperaba escuchar la voz
alegre de algún vendedor cuando finalmente decidió
responder.

Pero estaba equivocado.

—Hola, Royce. Soy yo.

Cuatro palabras, cada una tan angustiosa como un


golpe físico en el estómago, o peor aún, en el corazón.

Agarró con las manos el teléfono con tanta fuerza que


sus nudillos se pusieron blancos y empezó a doler, una voz
en el fondo de su mente le gritó que colgara, y al hacerlo,
enviara un firme mensaje.

Pero no pudo hacerlo.

—Royce, ¿estás ahí?


—Sí. Sí, estoy aquí, Caden.

Oyó un suspiro, uno que parecía de alivio. —Me


enteré de lo de Hank. Yo diría que he llamado para
ofrecerte mis condolencias, pero los dos sabemos que no
las necesitas.

Era una simple declaración, pero que le recordó a


Royce lo bien que se habían conocido uno al otro en otro
tiempo, y eso le molestaba. Se giró, apoyando la espalda
contra la pared, los ojos cerrados.

Sólo con escuchar la voz de Caden... él podía sentir


su pene duro, y maldijo por ser un tonto.

—Mira, yo ya me encontré con tu padre y...

—Lo sé. Me lo dijo.

Royce se echó a reír, pero era un sonido duro, sin


sentido del humor, incluso para sus propios oídos. —Me di
cuenta de eso. No me cabe duda de que te dijo que no me
contactaras. ¿No? Te recordó que soy una mala noticia.
Que arruinaré tu vida.

—Royce...

—Disculpa. Vida no es la palabra correcta. Quiero


decir, Kent y tú dijisteis que es tu vida, pero en realidad es
tu mentira.

—Me merezco eso.

—No sé lo que te mereces, Caden, pero sí sé lo que


yo me merezco, y me merezco un poco de respeto.

—Lo sé. Lo sé. Yo no he llamado para molestarte. Por


favor, cree eso.

—¿Entonces por qué me has llamado? ¿Por qué?


—Yo sólo quería hablar contigo. Yo quería... Dios, yo
quería oír tu voz. ¿De acuerdo? Yo quería oírte decir mi
nombre.

Hubo emoción en estado puro en la admisión y Royce


se estremeció al escucharlo, al oír el dolor que se mezclaba
con una desesperación profundamente arraigada con la que
estaba familiarizado.

—Caden...

—No tengo derecho a preguntar. Ya lo sé. Pero yo...


te quiero ver.

—No. No, nosotros... por favor, no lo hagas. No me


pidas que te vea. No es justo.

—Lo sé. Yo soy un bastardo por pedírtelo...

—Tú has hecho tu decisión. Yo no lo quería. Podrías


haberme detenido cuando me fui de la ciudad, pero no lo
hiciste.

—Lo sé...

—He visto los carteles de la campaña. Estás viviendo


el sueño de Kent. —Abrió los ojos y volvió a reír—. No
puedo hacer esto... tú me dejaste ir, dejaste ir lo nuestro, y
no vengas ahora y me llames para pedir que nos veamos, y
seguro como el infierno no llegues actuando como si
todavía te importara un comino algo sobre mí.

—Yo sé lo que hice, pero tienes que creerme cuando


digo...

—¿Cuando dices, qué? ¿Qué todavía me amas?

—Sí.
La respuesta no era lo que esperaba, no estaba
preparado para escucharla y pareció absorber todo el aire
de sus pulmones, ahogándolo.

«No. No. No». «No puedo hacer esto». «No puedo


caer en esto». «No puedo».

—Tu padre no querría oír eso. Tampoco Kelly. Y yo


tampoco.

—Royce, por favor...

No pudiendo, no queriendo escuchar más, terminó la


llamada, consciente de que su corazón estaba tronando
cuando lanzó el teléfono en la habitación.

Viendo cómo se rompía el espejo, las emociones se


agolparon en su interior, se dejó caer al suelo, las piernas
encogidas, con la frente apoyada en sus rodillas.

«—¿Cuando dices, qué? ¿Qué todavía me amas?

—Sí.»

Con los ojos cerrados, sintió el pecho apretado


cuando la conversación se hizo eco en su mente, agitando
su corazón, a pesar de sí mismo, se preguntó si tal vez,
sólo tal vez, Caden lo decía en serio.

Tal vez todavía lo amaba... tal vez... él dejó escapar


un suspiro que no se había dado cuenta que estaba
sosteniendo, levantó la cabeza para secar las lágrimas que
se negaba a arrojar de sus ojos, recordándose con
severidad que no necesitaba ni deseaba este tipo de drama
interrumpiendo su vida.

Tenía una buena vida en Nueva York. Tenía su


carrera. Tenía amigos.
Había dejado a Caden Foster en el pasado cuando
abandonó la ciudad hacía diez años y no podía cambiar eso,
no podía volver atrás en el tiempo o permitirse creer que
podría haber una segunda oportunidad.

Si Caden no estaba contento con su vida, y era


dolorosamente obvio que él era realmente infeliz, él mismo
debía hacer los cambios necesarios, pero Royce no podía,
no, ser parte de ello, ya que las probabilidades eran nulas.
Caden nunca encontraría la fuerza para cambiar nada por
su propia cuenta, para reconocer lo que realmente era.

«No voy a esperar a que eso suceda, nunca


sucederá». «No voy a ser herido de nuevo».

Caden era su pasado y tenía que quedarse allí,


aunque su corazón siguiera aún y siempre quisiera mucho
más.
—Tenemos un problema.

—¿Quieres decirme que es exactamente lo que


quieres decir?

Con sus ojos grises parpadeando, Kelly Cameron se


volvió hacia su futuro suegro caminado directo hacia donde
estaba sentado detrás de su escritorio de caoba, viéndose
bien y digno como siempre, y Kelly le odiaba porque él
sabía de lo que estaba hablando.

Pero él iba a hacer que ella lo dijera, iba a forzarla a


pedir ayuda porque él tenía en algún sentido poder sobre
ella y siempre se trataba de poder a la hora de hablar de
Kent Foster. Era su adicción, por lo que vivía, lo que más
amaba, y Kelly reconocía que debido a que compartía con
él la misma adicción, nunca se aplacaba esa sed de poder.

Era una de las razones por las que Kent la había


elegido para su hijo, explicándole a ella, incluso antes de
que ella comenzara a salir con Caden, que su hijo estaba
destinado a la grandeza y ella podría estar a su lado,
disfrutando del poder y la fama, si jugaba bien sus cartas.
Si ella se aseguraba de que Caden se quedara en el camino
que Kent había trazado para él, lo que significaba, ante
todo, mantener a Caden lo más lejos posible de Royce
Spaulding.

—Caden hizo una llamada telefónica ayer por la


noche —explicó Kelly mientras caminaba por la habitación
hasta situarse de pie frente al escritorio de Kent—. Y en
caso de que necesites que sea más clara, aquí está. Llamó
a Royce y le preguntó si podía verlo, pero Royce dijo que
no y Caden no lo tomó muy bien. Salió de la casa y no
regresó hasta esta mañana, alrededor de las seis.

—¿Crees que él estaba con Royce?

—No. Estaba en un bar cualquiera. Llegó medio


borracho. Estaba durmiendo la mona cuando salí para venir
aquí.

Kent asintió en silencio, procesando la información


mientras Kelly permanecía allí, golpeando su zapato contra
el piso de madera dura, evidentemente molesta.

—Supongo que no tiene idea de que sus llamadas


están siendo grabadas.

—Obviamente no. Pero es una buena cosa que


pensaras hacer eso.

—Yo pienso en todo, querida. ¿No te has dado cuenta


de eso aún?

Ella rodó sus ojos, colocando sus manos sobre la


mesa y acercándose a él mientras él la miraba con esos
ojos malditos que no revelaban nada. —¿En serio? Bueno,
espero que hayas pensado en un plan para mantener a
Caden lejos de su primer amor, porque claramente aún
quiere a ese hijo de puta.

—Ahora, ahora, Kelly. No te molestes.

—No seas condescendiente conmigo. Yo no me lo


merezco. Si la verdad acerca de Caden y Royce sale...

—No lo hará. Te lo aseguro. Nadie sabrá nunca sobre


el pasado que Caden compartió con Royce.

—¿Qué pasa si Caden decide contar la verdad,


admitir que es gay? ¡Seré humillada públicamente!
—Bueno, no podemos permitir eso, ¿verdad? —
Sonrió, esa sonrisa fría que siempre la helaba y la fascinaba
a la vez.

—¿Así que tienes un plan?

—Por supuesto, querida. Comencé a hacer los


arreglos cuando oí que Royce estaba de vuelta en la ciudad.

—¿Piensas compartir conmigo lo que tienes en


mente?

Empujando su silla giratoria de cuero lejos de su


escritorio, se puso de pie, una mirada depredadora cobraba
vida en sus ojos, poniendo a Kelly inmediatamente en
guardia cuando se acercó y colocó sus manos en la delgada
cintura de ella. Volviendo a ella, él la apretó contra la mesa
y ella puso sus manos sobre su pecho, no rechazándolo,
sino que, ansiosamente, enredó sus dedos en su camisa.

—¿De verdad quieres saber lo que tengo en mente,


Kelly? ¿Quieres los detalles sucios?

Sus labios rojos se curvaron en una sonrisa. —Tal


vez.

—Esta vez no, querida mía. Después de todo,


queremos mantener tus pequeñas y hermosas manos
limpias.

—¿Y tus manos?

—Creo que ambos sabemos lo que intento hacer con


mis manos.

Colocando los brazos alrededor de su cuello, ella se


apretó contra él, sintiendo su erección. La emocionaba
saber que podía hacerle eso a él, que podía excitarlo.

Eso le daba en cierto sentido poder sobre él.


Siempre era todo, siempre, sobre el poder.

Al final Kelly sabía, al igual que Kent, que el poder


era lo único importante, y de alguna manera, juntos, a
través de medios correctos o incorrectos, harían que Caden
se enfrentara a esa verdad y la aceptase. Si Royce
Spaulding terminaba sufriendo... bueno, Kelly decidió que
podría vivir con eso, mientras Kent afirmó su boca en un
beso exigente que le devolvió con alegría.

«—¿Qué me estás diciendo, Caden?

—Royce...

—Porque parece que me estás diciendo que tu padre te dijo que


me dejaras, y eso no puede ser, porque me amas tanto como yo te
amo.

—Por favor, escúchame. —Él llegó a las manos de Royce, pero


por primera vez en cuatro años, Royce se apartó de su toque y se
quedó allí, dejando a Caden mirando hacia él con desesperación en
sus ojos—. Te amo. Te amo tanto que me vuelve loco en el interior. Pero
yo... Dios, mi padre estaba muy enfadado y empezó a hablar acerca de
cómo tengo que vivir de acuerdo con ciertas expectativas, y que si no lo
hago, le voy a fallar. Voy a fracasar en mantener la memoria de mi
madre. No puedo hacer eso, Royce. No puedo fallarles, y yo... —Sacudió
la cabeza—. Soy su único hijo y me dijo que iba a renegar de mí, y lo
decía en serio. Pude ver en sus ojos que lo decía en serio.

—Siempre supe que era una posibilidad. Tú sabías desde el


principio que Kent no estaría feliz con esto.

—Lo sé. Yo lo sabía. Es decir, sabiendo esto y luego oyéndolo


decir lo que dijo...

—Entonces, ¿qué hiciste, Caden?

—Roce...
—¡Dímelo! Maldita sea, dime que no te convertiste en un
cobarde.

—Yo... yo no soy tan fuerte como tú, Royce.

—No se trata de que yo sea fuerte. —Rompió Royce—. Se trata de


ti. Se trata de lo que sientes por mí.

—Te amo. —Se puso en pie, dando un paso hacia Royce, que
retrocedió.

—Y yo te amo.

—Tenemos que mantener esto en secreto por un tiempo. Dame


tiempo...

Sin embargo, Royce estaba sacudiendo la cabeza, con dolor y


disgusto en sus ojos. —Te amo. Yo siempre te amaré. Sin embargo, he
guardado la verdad acerca de quién soy, encerrándolo el tiempo
suficiente y habría tenido que esperar dos años más para que tú
pudieras estar listo para decirle la verdad a Kent, pero él ya lo sabe
ahora.

—Por favor...

—No voy a ser tu pequeño esqueleto vergonzoso escondido en el


armario. Me merezco algo mejor.

—Sé que te lo mereces.

—Pero después de cuatro años, cuatro jodidos años, quieres


seguir escondiéndome. Puedo verlo en tus ojos. Después de todo por lo
que tú y yo hemos atravesado después de....

Un sonido, medio sollozo medio risa, se le escapó. —¿Cómo


puedes hacerme esto a mí? ¿A nosotros? ¿Puedes realmente
permanecer ahí, y decirme que esté feliz con vivir una mentira? ¿Para
complacer a Kent? Todos nuestros sueños y planes no son nada para
ti... Yo no soy nada para ti...

—¡Eso no es cierto!
—Mentira, es la verdad. La propia verdad. Si me amas, es todo o
nada. Y creo que ya has elegido que no será nada, y yo nunca te
perdonaré por eso.»

Con su cabeza golpeando, y su boca asquerosamente


seca, Caden abrió los ojos lentamente, consciente de que
sólo él tenía la culpa de la forma en la que se estaba
sintiendo. Nunca había sido un gran bebedor, pero ayer por
la noche al parecer lo había olvidado. Ayer por la noche él
había querido olvidar, escapar, pero no había funcionado, y
maldijo en voz baja mientras rodaba a su lado, cerrando los
ojos otra vez.

Él sabía que tenía que levantarse para hacer frente a


la red de mentiras en la que se había convertido su vida,
pero por el momento, era mucho más fácil quedarse justo
en la cama y sentir lástima de sí mismo.

«No es que tenga el derecho de sentir lástima por


mí cuando yo hice este lío».

La conversación con Royce le había recordado ese


hecho. No es que se le hubiera olvidado nunca. Durante
diez años, había vivido con el pesar, vivía con la culpa. En
un momento de debilidad lamentable, había permitido que
el deseo de ser lo que su padre esperaba sobrepasara y
consiguiera que él hiciera caso omiso de lo que realmente
quería, y no sólo había pagado el precio, sino también lo
había hecho Royce.

Royce se merecía algo mejor. Se merecía un hombre


que pudiera hacerle frente a su padre, un hombre que no
tuviera miedo de vivir su vida en sus propios términos.
Escuchar la voz de Royce confirmó lo que Caden había
sabido todo el tiempo. Hace diez años, había tomado la
decisión equivocada, hace diez años había tomado el
camino de un cobarde y ahora era el momento, el tiempo
para un cambio de sentido. No había tenido ninguna
posibilidad de tener a Royce de regreso. Ni siquiera se
había permitido la esperanza de eso, pero podía poner fin a
la farsa que estaba viviendo de una vez por todas,
admitiendo que él no quería ser alcalde, que no quería
participar en la política, y aún más importante, que seguro
como el infierno que no quería casarse con Kelly.

Diablos, la mayoría de los días, no quería estar en la


misma habitación con Kelly.

«¿Qué demonios he estado haciendo?»

Empujándose fuera de la cama, Caden se estremeció


de nuevo, pero esta vez ignoró el dolor cuando se puso de
pie y se dirigió escaleras abajo. En primer lugar, necesitaba
café, y en segundo lugar, necesitaba una ducha. Y
entonces... por primera vez en diez años, sonrió porque
sabía en su corazón y en su alma, que estaba a punto de
recuperar su vida, y una vez lo hiciera, él la viviría a su
manera.

Era un paso audaz, estaba aterrorizado, pero


orgulloso de haber tomado la decisión. De lo único que se
lamentaba era de no haberla tomado diez años antes.
El memorial —y Royce sentía casi vergüenza de que
se llamara así— duró menos de diez minutos e incluso así
fue demasiado largo. Estaba ansioso e incómodo de
escuchar las palabras del ministro que estaban destinadas a
proporcionar comodidad a aquellos que luchaban con el
dolor de la pérdida, pero Royce no sentía dolor. No por su
tío. Durante años, él había odiado a Hank, odiaba todo lo
relacionado con él y con su vida, y aunque estaba mal,
realmente no le importaba el hombre que estaba muerto y
enterrado.

El mundo era un lugar mejor sin el hijo de puta


borracho y abusivo.

«—Alguien debería matarlo.

—Caden...

—Lo digo en serio.

—Lo sé. Y eso es lo que me asusta.

Con un suspiro y la sensación de los labios de su amante


besando el hematoma que Hank había dejado en su hombro durante
su última borrachera, Royce volvió a mirar a Caden, y pudo ver
claramente la preocupación en esos ojos azul profundo que amaba.

—Tan pronto como nos graduemos de la secundaria, voy a


alejarme de Hank.

—Eso es un año más. Más tiempo para que él te haga daño.

—Voy a sobrevivir. Tengo una razón para hacerlo gracias a ti.

—Tú siempre me tendrás.»


Una mueca de dolor atravesó su cara justo cuando el
ministro ofreció una oración final, Royce dio las gracias y
luego se dirigió a la izquierda del cementerio sin tener que
esperar para ver a los trabajadores que esperaban para
cubrir el ataúd. No tenía nada que decirle a Hank
Spaulding, y pronto no tendría vínculos que lo retuvieran en
Ashland y esa era la forma en que lo quería, la forma en
que lo necesitaba. Estar aquí dolía demasiado. Le traía
muchos recuerdos, y peor aún, despertaba en él anhelos
que no podía tener.

La vida no venía con un botón de rebobinado. No


había vuelta atrás, sólo hacia adelante.

«Adelante sin Caden».

Él lo había estado haciendo durante años y podía


continuar haciéndolo, Royce se convencía mientras se
quitaba la corbata, colocándose la chaqueta sobre uno de
sus hombros y volviendo a casa de su tío. Él todavía tenía
más trabajo que quería hacer en la casa, lo que requeriría
un nuevo viaje a la ciudad para obtener más suministros,
pero no estaba de humor para eso en ese momento, y
como era domingo dudaba que la ferretería siquiera
estuviera abierta. Y no tenía a nadie a quien quisiera ver.
Sus emociones eran demasiado crudas para manejar
razonablemente otro posible encuentro con Kent Foster o
Caden, o aún peor, Caden y Kelly juntos, actuando como la
feliz pareja ante el resto del mundo que creía que ellos lo
eran.

¿Cómo pudo Caden mantener la pretensión día tras


día? Royce no lo sabía.

No podía imaginarlo. Y Kelly tenía que saber la


verdad, ¿no? Royce estaba casi seguro de que ella la sabía,
una vida sin amor no era un problema para ella. Ella estaba
con Caden por otras razones, todas ellas superficiales, y en
la opinión de Royce era muy triste, pero si esa era la vida
que ella y Caden querían, no podía y no quería detenerlos.

«Solo Caden podía hacer eso».

Llegando a la casa de su tío, apagó el motor y salió


del jeep. No había dormido bien la noche anterior. La
llamada de teléfono de Caden había hecho imposible que
pudiera cerrar su mente y relajarse, y estar en casa de su
tío no le ayudaba.

Demasiados recuerdos y ninguno de ellos bueno.

Subió los escalones del frente, que ya había reparado


lo mejor que podía, metiendo las manos en su bolsillo para
encontrar las llaves para abrir la puerta, cuando lo vio. Un
pedazo de papel doblado, pegado en la puerta con su
nombre escrito en letra negrita que reconoció fácilmente,
incluso después de diez años.

«Maldito seas, Caden».

Arrancó la nota de la puerta, con la intención de


tirarla a la basura sin leerla. Le había dejado clara su
posición a Caden ayer por la noche, pero él siempre había
sido demasiado curioso para su propio bienestar.
Maldiciendo de nuevo, a Caden y a sí mismo en ese
momento, inclinó un hombro contra la puerta que seguía
cerrada y desdobló el papel.

«Royce,

Yo vine porque sabía que era el funeral de Hank. En


realidad pensé en ir, pero sé que no me querías allí. Pero hay
algunas cosas que necesito saber.
En primer lugar, voy a tener una conferencia de
prensa mañana, y tengo la intención de anunciar que
abandonaré la elección, y quería que fueras el primero en
saberlo.
En segundo lugar, se lo diré a mi padre y a Kelly el
día de hoy. No espero que sea bonito. Pero la cosa es que no
me importa.
Ya no más.
He estado luchando durante mucho tiempo con las
mentiras y verdades a medias, y vivir una vida que no quiero,
pero cuando regresaste a la ciudad, finalmente me di cuenta
de que yo no puedo seguir con esto. No es justo para mí ni
para la gente de este pueblo que cree que realmente quiero
estar a su servicio.
Ese es el sueño de Kent. No el mío.
He perdido mi sueño, mi todo, hace diez años,
cuando te perdí.
No tengo derecho a pedírtelo de nuevo, pero lo haré,
porque soy un bastardo egoísta que quiere verte.
Voy a estar en nuestro lugar especial esta noche, a
las seis, después de hablar con mi padre y Kelly. Yo no soy
un tonto. Sé que no me puedes perdonar por ser tan estúpido
en todos esos años atrás y haberte hecho tanto daño como te
hice, pero quiero verte, solo por un rato.
Por favor, Royce. Déjame que te vea. Te he echado
mucho de menos.
E incluso aunque tú no lo creas, aunque no
signifique ya nada para ti, te amo.
Siempre lo haré.
Caden»
—¡Maldito seas, hijo de puta!

Sopló el aire de sus pulmones molesto, abrió la


puerta, pero no se atrevía a entrar, giró en lugar de
caminar de regreso sobre sus pasos y se sentó donde
estaba, mirando la carta que aún sostenía.

No podía creer que Caden realmente iba a hacerlo.


Abandonar la carrera. Poner fin a su relación con Kelly.
Enfrentarse a la ira de su padre. Aun cuando ya era
demasiado tarde para ellos, era un gran paso para Caden y
sabía que no sería fácil para él, especialmente si Kent ponía
sobre sus hombros nuevamente la culpabilidad y toda la
mierda sobre las responsabilidades de Caden que nunca
había solicitado, y no le cabía duda de que Kent de seguro
jugaría esa carta. El hombre era un bastardo manipulador
de primera clase.

Después de tratar con él, podía ser que Caden


necesitase un amigo, alguien con quien hablar, alguien que
lo entendiera.

«Voy a estar en nuestro lugar especial esta noche a


las seis, después de hablar con mi padre y Kelly».

Sólo había un lugar al que podía estar refiriéndose.

«El lago».

Cerrando los ojos, no se molestó con el esfuerzo


simbólico de decirse a sí mismo que no estaría allí, porque
sabía que estaría. Inteligente o no, se reuniría Caden,
estaría ahí para él.

Esperaba no terminar con el corazón roto otra vez


por sus esfuerzos.
—¡No puedes hacer esto! ¡No voy a permitirlo!

—Puedo y lo haré y no tenéis voz en ello. Mi


resolución está hecha.

—¡Hijo de puta estúpido! ¿Te das cuenta lo que estás


tirando?

La rabia en los ojos de Kent Foster coincidía con la de


su voz cuando se enfrentó a su hijo, mientras que Kelly
estaba en silencio a su lado, en plena ebullición. —Esto ha
sido tu trabajo por un largo tiempo, Caden. Todo en tu vida
ha sido por estas elecciones y el comienzo de tu carrera
política. He trabajado muy duro para asegurarte el que
tengas todas las ventajas posibles, y ahora estás de pie
aquí y me dices que te retiras, pero eso no es una opción,
jovencito.

Rastrillando una mano por su cabello, Caden se alejó


de su padre, consciente de que Kelly le miraba quemándolo
por el disgusto. Él tenía la intención de hablar con su padre
y después con Kelly, pero cuando llegó a casa de su padre,
Kelly ya estaba allí.

Le explicaron una historia sobre que discutían ideas


de regalos para su próximo cumpleaños, pero Caden no era
tan estúpido como su padre y ella creían.

—Es simple, papá. No quiero ser alcalde. No quiero


ser algún día gobernador. No quiero estar en la política.

—Joven...
—Y no quiero casarme, Kelly.

—¿Perdóname? Estamos comprometidos…

—Relájate, Kelly. Aunque no te cases conmigo


puedes seguir jodiendo con mi padre.

Su grito audible y la forma en que sus mejillas ardían


habrían sido divertidos si toda la situación no fuera tan
condenadamente triste. En realidad había sido un tonto al
dejarse llevar por esa mentira durante tanto tiempo.

—Yo... ¿Qué es lo que estás diciendo, Caden? Yo no


estoy...

—No sigas, Kelly. Lo sé desde hace tiempo, y


francamente, no me importa.

—Bueno, no es como que tú hayas tenido algún


interés en mí.

—Y yo... diablos, yo diría que lo siento, pero los dos


sabemos que sabías la verdad durante todo el tiempo.

Ella lo miró, pero no dijo nada, volviendo la mirada


enojada hacia Kent, que seguía en pie detrás de su
escritorio, tratando de aferrarse a un cierto control de su
temperamento.

Era obvio que estaba furioso, pero Caden había


esperado mucho. Su única sorpresa ante la reacción de su
padre era su propio descubrimiento de que a él no le
importaba que Kent estuviera enojado, o que Kelly
estuviera molesta. De repente, lo que había importado una
vez hacía tantos años, ahora resultaba sin importancia
aparente, y de nuevo se maldijo por haber sido tan
estúpido. Si hubiera tomado esta resolución hace diez años,
él estaría con Royce ahora.
—Caden, sé razonable —comenzó Kent, la voz
cuidadosamente controlada.

—Estoy siendo razonable. Y he tomado mi decisión.

—El infierno que lo has hecho.

—No espero que me entiendas o me apruebes. Y eso


está bien... —Sacudió la cabeza—. Hace diez años, me di
por vencido ante todas tus demandas y ante todas tus
amenazas, y perdí por ello a la única persona que me ha
importado en la vida y creo que nunca me perdonaré por
eso. Pero puedo hacer cambios ahora. Puedo recuperar mi
vida.

—¿Quieres decir a Royce? —Escupió Kelly.

—Ruego a Dios que pueda conseguir a Royce de


nuevo, pero dudo que eso sea posible.

—No seas tonto. ¿De verdad crees que el hombre es


lo suficientemente bueno para ti? Él es basura, Caden...

—¡No! ¡No te atrevas! ¡No te atrevas a denigrar a


Royce! Es un hombre mejor que tú o que yo.

—¡Su tío era un hijo de puta borracho!

—Y mi padre es un fanático imbécil.

—¿Cómo te atreves...?

—Tengo que preguntar, papá, cuál era el auténtico


problema hace diez años. ¿Que yo fuera gay? ¿O que
amase a Royce?

—Las dos cosas. Y no voy a estar de acuerdo ahora.


No voy a permitir que hagas caer en la desgracia a esta
familia.

Caden negó con la cabeza, disgustado. ¿Cómo le


había importado alguna vez la opinión de este hombre?
—Hace diez años dijiste que renegarías de mí si yo
quería estar con Royce. Dijiste que te fallaría, a ti, a mamá
y a todos los Foster que vivieron en los últimos cien años.
Has dicho muchas cosas sobre el deber de la familia y la
forma en que te debía a ti y... Dios, me quedé duro por
todo eso, y me he arrepentido todos los días desde
entonces, pero ya he terminado con el pesar y la mentira, y
he terminado contigo, papá.

—¿Qué significa eso?

—Significa que soy yo quien reniega de ti.

—Caden...

—No crees que sea lo suficientemente bueno para ser


tu hijo a menos que yo viva mi vida en tus propios
términos. Bien, me he dado cuenta de que tú no eres lo
suficientemente bueno para ser mi padre.

—Has perdido la cabeza —rabió Kent, su cara roja,


los ojos encendidos.

—En realidad, por primera vez en mucho tiempo,


estoy en mi sano juicio. Y se siente muy bien.

Se dio la vuelta y caminó hacia la puerta, haciendo


una pausa cuando llegó a ella para mirar hacia atrás a su
padre y a Kelly, la vida de la que se alejaba. Y no sentía
remordimientos. Sólo alivio.

—Voy a celebrar una conferencia de prensa mañana


para anunciar que estoy bajando de la elección.

—Por favor, Caden, reconsidera...

—Lo he hecho. Volví a examinar la decisión estúpida


que hice hace diez años.

—Estás arruinando tu vida —dijo Kelly, que se


trasladó a estar al lado de Kent. Caden sonrió.
—No. Estoy tomando el control de mi vida otra vez, y
nunca voy a cederlo de nuevo.
Royce llegó al lago quince minutos antes de las seis.
De pie en la orilla, vio el sol asentarse en el horizonte.

Colores vivos pintaban el cielo, azules, rosas y


morados, mientras una brisa fresca barría sobre el agua.
Royce respiró profundo, reteniendo todo, al recordar cómo
había amado este lugar. Todo estaba en silencio y calma,
pareciendo seguro y aislado y bien alejado del resto del
mundo, con sus problemas, los dramas y el dolor. Caden y
él siempre había encontrado la paz aquí, perdidos uno en el
otro, en sus sueños, y Royce no podía negarse que estar
aquí y ahora le dolía por la necesidad de sentir esa clase de
paz de nuevo.

Más que nada, le dolía la necesidad de sostener a


Caden cerca de él.

Caden, quien había dicho que todavía lo amaba.

¿Que había querido decir con eso? ¿Royce podría


confiar en él? ¿Había aceptado venir aquí porque quería
confiar en él?

Sabía la respuesta a la última pregunta. Desde el


momento en que había leído la carta de Caden, una
esperanza que se resistía a reconocer había estado
construyéndose dentro de él, y eran las probabilidades de
ese hecho las que lo hacían un tonto, pero no podía
evitarlo. Él amaba a Caden. Había tenido citas en los
últimos diez años, y se había preocupado por algunos de
los hombres que pasaron por su vida, pero si fuera honesto
consigo mismo, no se había acercado lo suficiente como
para amar a ninguno de ellos.

¿Cómo podría?

Ya estaba enamorado, le había dado su corazón a


Caden cuando tenían dieciséis, y nunca lo había
recuperado. Él nunca lo haría. No estaba seguro de
quererlo de vuelta, no si había una posibilidad... «incluso
una pequeña...» de que Caden y él finalmente pudieran
estar juntos.

Cerró los ojos y se quedó allí, rodeado por el fresco y


la tranquilidad, el recuerdo de las esperanzas del pasado y
del futuro. Era un poco loco estar dispuesto a arriesgarse
una vez más, pero la vida era sobre tomar riesgos. Él sabía
que era así, y si Caden lo entendía ahora, si estuviera
finalmente listo para romper con su padre, tal vez sus
sueños todavía pudieran hacerse realidad. Tal vez Ashland
tenía una última cosa que ofrecerle, después de todo.

Abriendo sus ojos, se quitó los zapatos y luego se


quitó los calcetines, sonriendo cuando sus pies descalzos se
hundieron en el pasto fresco, ligeramente húmedo.

A pesar de la frialdad, estuvo medio tentado de


sumergirse en el lago, como Caden y él lo habían hecho
tantas veces en el pasado.
«Caden nadó hacia él cuando Royce sonrió y se deslizó en sus
brazos, levantando las manos para empujar el cabello mojado de
Caden que estaba sobre su cara.

—¿He mencionado hoy que te amo?

Royce se encogió de hombros. —Una o dos veces.

—¿Te importa si lo vuelvo a decir?

—No, en absoluto. No me importaría volver a escucharlo.


—En ese caso: Te amo.

—Te amo, también, Caden. No lo olvides. Nada me haría dejar


de amarte.»

Resultó que había tenido razón en eso, Royce se dio


cuenta. Nada podría terminar el amor que sentía por
Caden, ni siquiera las malas decisiones que Caden había
hecho hacía mucho tiempo.

El corazón latía desbocado en su pecho al sonido de


un coche acercándose, y luego, cuando apagó su motor,
Royce tragó un nudo de emociones, pero no se giró a
mirar.

Todavía no.

Este momento había estado diez años


construyéndose y no quería apresurarse o arruinarlo, y él
no confiaba en sí mismo para hablar sin hacer el ridículo,
incluso cuando la familiar voz que conocía tan bien y que
había extrañado por tanto tiempo dijo su nombre.

—Royce.

Poco a poco, aun descalzo, se giró y miró, y su


respiración se alojó en su garganta, al ver a Caden de pie a
unos diez metros de él.

«Dios, él es perfecto».

Caden siempre había sido un espectáculo para la


vista, pero la última década había sido buena con él. Él
estaba más bello que nunca, con su cabello oscuro revuelto
por sus manos, sus piernas largas y poderosas encerradas
en unos jeans bien gastados, mientras que su suéter azul
asentaba ligeramente el color de sus ojos, intenso y lleno
de emociones, Royce lo podía ver claramente, incluso desde
la distancia, todas las promesas de juventud que habían
hecho. Royce se dio cuenta de que Caden dio dos pasos
más hacia él y luego hizo una pausa, como si estuviera
inseguro o asustado.

Eso se veía mal, porque este era su Caden y Caden


nunca tuvo que sentirse inseguro con él.

—Has venido —la mitad de Caden susurró.


Claramente sorprendido y muy a su pesar, Royce sonrió.

—Parece que lo hice.

—Yo... yo no estaba seguro de que lo hicieras. Quiero


decir, yo no podría culparte si no lo hubieras hecho.

—Parece que todavía tengo dificultades para negarte


algo. —Era una admisión peligrosa en algunos aspectos,
pero era la verdad y Royce sintió la necesidad de decirlo—.
¿De verdad lo hiciste? ¿Decirle a tu padre que te saldrías de
las elecciones, que no deseas postularte para un cargo?

—Se lo dije. Justo hace un rato.

—¿Y?

Para su sorpresa, Caden sonrió, una sonrisa


despreocupada, torcida, que Royce recordaba y amaba
tanto ver de nuevo, casi arrancando justo ahora el corazón
de su pecho.

—Él estaba enojado. Y gritó una gran cantidad de


mierdas. Y yo le grité y luego lo repudié.

Royce levantó una ceja. —¿Repudiaste a tu padre?

—Sí. Y acabé las cosas con Kelly. No es que hubiera


mucho que terminar.

—Caden...

—Ella ha estado durmiendo con mi padre por un


tiempo.
—¿Kent? ¿Kelly y Kent?

—No trates de hacer una representación visual. No es


una imagen que desees flotando alrededor de tu mente.
Créeme.

—Dios, Caden, no sé qué decir. Lo siento. No puedo


creer que Kent te haya hecho eso.

Agitando la mano en un gesto desdeñoso, Caden


negó con la cabeza. —Está bien. Realmente no me importa.
No me importa si ella termina casándose con mi padre, y
realmente no me importa si alguno de ellos no me habla de
nuevo, porque... bueno, yo no los necesito. Yo no los
quiero. Realmente no puedo creer que quería tanto la
aprobación de mi padre. Supongo que, de alguna manera
retorcida, pensé que si estaba conforme conmigo, eso
significaba que me amaba, y quería tener su amor, pero
ahora sé que nunca lo he tenido porque Kent Foster no es
capaz de amarme a mí ni a cualquier otra persona,
incondicionalmente ni de otra manera.

—Caden...

—Cometí un error, Royce. Uno muy malo. He


cometido tantos errores, pero hiriéndote…

—Fue hace mucho tiempo.

—Tal vez. Pero yo te hice daño y te defraudé. No soy


mejor que Hank.

—Eso no es cierto, Caden. Tú no eres para nada


como Hank.

—¿No lo soy? ¿Cómo es que lo que te hizo no fue


peor de lo que te hice yo?
—Nunca os he comparado a los dos en mi mente —le
aseguró Royce, que odiaba el dolor que escuchaba en su
voz.

—Lo hice. Y quiero que sepas que lo lamento. Tan


malditamente lo lamento y si pudiera hacerlo todo de
nuevo, sería diferente.

—¿Qué harías tú?

—Me gustaría huir contigo, como lo habíamos


hablado.

—¿Y ahora? ¿Qué quieres ahora, Caden? —Oyó la


necesidad que hacía eco en cada palabra, pero a él no le
importaba.

—¿La verdad? Quiero tocarte tan mal...

—¿Qué te detiene?

Vio los ojos de Caden ampliarse un poco al


escucharlo, y luego, sin saber quién se movió primero,
quién dio el primer paso y sin preocuparse verdaderamente
de ello, estuvo de repente en los brazos que había perdido,
y los labios Caden estaban en los suyos, tan ansiosos, así
como exigentes, ya que era la primera vez desde hacía
mucho tiempo.

Bombardeado por las emociones, superado por la


necesidad, Royce enredó una de sus manos en el cabello de
Caden, saboreando la sensación de las hebras de seda
jugueteando con sus dedos mientras Caden trazó la lengua
por sus labios. Royce abrió la boca ansiosamente. Quería,
necesitaba más. Por primera vez en muchos años se sintió
vivo, casi en el fuego. No pudo acercarse lo suficiente ni
siquiera cuando la mano de Caden vagó por su espalda
para agarrar su culo posesivamente, moliéndolos juntos.
Abriendo la boca ante la sensación de la mezclilla de
Caden cubriendo su erección y empujándose contra su
propia erección, Royce se retiró del beso, mirando a los
ojos azules que estaban un tono más oscuros por el deseo.

—¿Estás seguro? Por favor, asegúrate, Caden...

—Estoy seguro de que es lo que quiero. Lo que


siempre he querido.

Era toda la tranquilidad que Royce necesitaba, todo lo


que podía pedir en ese momento, cuando llegó a la orilla
del jersey de Caden y este levantó los brazos sin decir
palabra, para permitirle a Royce tirar de la ropa sobre su
cabeza y dejarla caer al suelo.

—Dios, eres hermoso.

—Difícilmente...

—Tú lo eres. —Él puso una mano sobre su pecho, por


encima de su atormentado y desbocado corazón.

—Tan malditamente hermoso. —Nada había


cambiado, en ese sentido. En todo caso, era aún más bello,
con sus abdominales de lavadero perfectamente definidos,
y una piel suave, tersa, y Royce quería probar cada
centímetro de él. Quería perderse completamente en sus
necesidades, en los deseos del uno por el otro y mirando a
los ojos de Caden otra vez, era obvio que él quería lo
mismo.

Royce retrocedió ligeramente, lo suficiente como para


eliminar de forma rápida su propia camisa, cayendo al
suelo junto a sus pies mientras Caden daba un paso
adelante para colocar las manos firmes en su cintura.

—Te he echado de menos, Royce. Cada maldito día,


te he echado tanto de menos.
—Muéstrame. Muéstrame lo mucho que me has
extrañado.

Fue toda la invitación que Caden necesitó para


besarlo otra vez, al principio lentamente y jugueteando
mientras sus manos se movían buscando lugares
familiares.

Royce se apretó aún más. Amaba sentir la piel de


Caden contra la suya, amaba la sensación de sus manos
acariciando su espalda, incluso cuando Caden rompía el
beso para posar sus labios en el cuello de Royce, raspando
con los dientes, aprovechando un gemido que le hizo reír
justo antes de pellizcar juguetonamente en el punto
sensible por encima de la clavícula.

Royce se estremeció en reacción, los dedos


clavándose en los hombros de Caden, quien volvió a reír,
un sonido cálido, rico y maravilloso que se apoderó de
Royce como una ola del mar.

«Dios, he echado de menos su risa, su sonrisa, todo


en él y ahora lo tengo de vuelta».

La pura emoción hizo presión en su pecho durante un


momento, pero contuvo el aliento y sonrió, deslizando
lentamente su mano por el pecho de Caden.

—Royce...

—Te necesito. Ahora.

—Yo también te necesito. Pero yo... ha pasado mucho


tiempo... —Él se sonrojó ligeramente, cuando hizo la
admisión.

—Kelly y tú, nunca...

—No. Ni siquiera nos hemos besado más allá de las


demostraciones públicas de afecto.
—¿Qué voy a hacer contigo, Caden Foster?

—Tengo algunas sugerencias.

Riendo, se sorprendieron por la forma


despreocupada, tan correcta, en la que pronto se sintieron.
Royce rozó un beso sobre los labios de Caden, sonriendo
cuando este le desabrochó los pantalones y abrió la
cremallera, deslizando su mano en el interior para envolver
los dedos alrededor del pene ya dolorosamente duro de
Royce.

—Caden...

Todos los pensamientos se perdieron cuando Caden


lo besó una y otra vez, y con manos temblorosas, Royce se
obligó a alejarse del toque que necesitaba y anhelaba el
tiempo suficiente para empujar sus jeans por las caderas y
patearlos a un lado, antes de pararse con asombro
mientras Caden hacía lo mismo.

En la tenue luz, su piel parecía casi dorada,


impecable, su oscuro cabello enmarañado y sus ojos vivos
con pasión. Este era el hombre que amaba, el hombre que
había perdido, el hombre que nunca más perdería.

Sintiendo el dolor y el vacío de los últimos diez años


derretirse, se abrazaron nuevamente. Sus bocas
fusionadas, las lenguas jugueteando y degustándose con
impaciencia, los brazos enredados, mientras se hundían
juntos sobre el suelo frío y húmedo, impulsados sólo por
una necesidad desesperada. Había pasado mucho tiempo
desde que habían estado aquí, desde que habían
compartido esto. Royce quería tomarse su tiempo y
disfrutar de este momento, pero la fuerza de sus deseos
combinados hacía imposible que yaciera de espaldas en la
hierba con Caden rodeándolo.
Con la piel húmeda a pesar de la frescura de la tarde,
Royce enredó sus manos en el cabello de Caden cuando
este lo miró y sonrió.

—Te amo, Caden.

—Yo te amo y te quiero de regreso.

Fundiéndose en otro beso mientras el sol desaparecía


del cielo, Royce sabía que realmente todo iba a estar bien.
Volver a la casa de su tío, era lo último que quería
hacer Royce, pero parecía la opción más lógica si él y
Caden quería estar a solas.

Caden le aseguró a su amante que estaba bien. No le


importaba dónde pasaran la noche siempre y cuando la
pasaran juntos, pero él entendía las razones por las que
Royce se sentía incómodo. Su vida con Hank había sido un
infierno y la casa le recordaba eso. Él siempre había
querido mantener a Caden separado de eso lo más que
fuera posible. Nunca lo había admitido, pero Caden conocía
una parte de Royce que lo hacía sentir avergonzado cuando
se enfrentaba a los abusos que había sufrido, y estaba
arrepentido de eso.

Lo lamentaba por un montón de cosas y de alguna


forma, de alguna manera, él haría todo para que Royce lo
superara, aunque le llevara el resto de su vida el hacerlo.

Agotados pero contentos, cuando llegaron a la vieja


casa compartieron una ducha antes de establecerse en la
antigua habitación de Royce. La cama era un poco
pequeña, pero les dio otra excusa para enredarse juntos
mientras se quedaban dormidos.

Caden no estaba seguro de cuánto tiempo durmió, no


más de unas pocas horas, de eso estaba seguro, cuando
algo, un ruido débil pero inquietante lo despertó, y se sentó
lentamente en la cama, mirando a su lado a Royce aun
durmiendo.

«Yo no lo merezco». «Él tiene que saber eso».


Una vez más, el sonido de raspado ligero lo alcanzó y
frunció el ceño. Él sabía que las casas antiguas hacían
ruidos todo el tiempo y trató de decirse que estaba siendo
tonto, y justo cuando se recostaba para volver a dormir,
una voz persistente en el fondo de su mente le susurró que
algo no estaba bien.

Cuidando de no perturbar a Royce, se puso de pie,


inmóvil por un momento, escuchando, y después, él atrapó
una bocanada de humo tenue.

«¿Qué demonios?»

Cruzó la habitación y abrió la puerta, dándose cuenta


de que el olor era más fuerte en el instante que las llamas
estallaban a la vida en la sala de estar. Caden dio un paso
atrás y cerró la puerta, girando mientras Royce se sentaba
en la cama.

—¿Qué fue...?

—¡La casa está en llamas!

—¿Qué demonios?

Tirando las mantas enredadas en el suelo, Royce salió


de la cama, pero Caden bloqueaba el camino hacia la
puerta.

—Creo que el fuego comenzó en la sala de estar. No


podemos ir por ese camino.

—Mierda. —Se pasó una mano por el cabello—. La


ventana es la única opción.

Caden asintió con un gesto mientras el humo


comenzaba a llenar la habitación, ondeando bajo la puerta.
Vio cómo Royce se acercó a la ventana y trató de abrirla.

—Mierda. La cerradura está oxidada.


Agarrando la lámpara que estaba sobre una mesita
junto a la cama, Caden lo empujó fuera del camino. —Cuida
tus ojos.

Utilizando la base de la lámpara, la estrelló contra la


ventana haciendo una mueca, rompiendo los vidrios y
dejando una abertura irregular.

—¡Aquí!

Con el brazo envuelto en una manta de la cama,


Royce golpeó el resto de los vidrios liberando la ventana
justo cuando la puerta de la habitación se rompió y el
corazón de Caden latió descontroladamente.

«Dios, por favor. Por favor, sácanos de aquí. No


puedo perderlo ahora».

—Vamos. Tú primero.

—Royce...

—No discutas conmigo. ¡Vamos!

Maldiciendo, se dirigió a la ventana que estaba lo


suficientemente baja, así que fácilmente podría arrastrarse
a través de ella. Haciendo caso omiso de los restos de
vidrio roto que cortaban sus pies una vez que él estuvo
fuera, ayudó rápidamente a Royce a salir y estar seguro.

Al oír el silbido de fuego, ya atravesando la puerta,


Caden tomó a Royce de la mano, tirando de él fuera de la
casa.

—Mi celular está en mi coche. Voy a llamar al 911.


Vamos, tenemos que alejarnos.

Royce asintió sin dejar de mirar el fuego que


consumía la casa mientras Caden tiraba de su mano,
consiguiendo finalmente llevarlo a un terreno más seguro.
Cuando llegaron los bomberos con la policía, ya no quedaba
nada de la casa que salvar, pero eso no le importaba a
Royce en lo más mínimo. Al ver el lugar en llamas se había
puesto como catártico, algo que iba a compartir con Caden
más tarde, tan pronto como estuvieran solos. Por el
momento, con el fuego convertido en cenizas, el lugar
estaba repleto de bomberos en busca de alguna pista sobre
cómo había empezado el incendio, y Royce lo observaba
todo con calma, de pie junto a un camión de bomberos con
Caden a su lado.

Un bombero les había pasado a ambos unas mantas


poco después de llegar a la escena y Royce estaba
agradecido por eso, teniendo en cuenta que llevaba sólo
unos bóxers y Caden un par de calzoncillos diminutos.

Con una mueca de dolor, se dio cuenta demasiado


tarde de que su atuendo, o la falta de él, debía tener las
mentes de los espectadores trabajando.

«Mierda».

Realmente no le importaba lo que dijeran o pensaran


de él, pero esto no era justo para Caden. Con ese
pensamiento en mente, Royce se estremeció otra vez al
levantar la vista para ver al jefe de policía yendo
pesadamente hacia ellos con el ceño fruncido. Un hombre
bajo y fornido con una mata de cabello gris que parecía ir
en todas direcciones a la vez, sus ojos marrones lo
evaluaron con frialdad cuando se detuvo en frente de ellos,
sus manos apoyadas en las amplias caderas.

—Spaulding. Señor Foster.


—Jefe Morgan. —Mientras Caden hablaba, sus ojos se
entrecerraron—. Estoy seguro de que recordará al Sr.
Spaulding. —No había manera de confundir el indicio de
molestia en la voz de Caden cuando señaló con astucia lo
que vio como una muestra arrogante de falta de respeto
por parte del Jefe dirigido a Royce, quien sonrió
abiertamente.

A él realmente no le importaba en lo más mínimo si


el jefe se sintió obligado a ser grosero, o incluso hostil,
pero lo divirtió y le tocó tiernamente que Caden claramente
se ofendiera y esperara algo mejor.

«Te recompensaré luego, amor».

—Por supuesto. —El jefe Morgan lo saludó con una


inclinación de cabeza—. Mi esposa es una gran fan suya.
Lee todos sus libros.

—Dígale que le doy las gracias.

Él asintió de nuevo, echando un vistazo a la pila


humeante de cenizas que había sido una casa apenas unas
horas atrás.

—El Jefe de Bomberos cree que ha descubierto la


causa de su pequeño fuego.

—¿Fue el cableado? —Parecía una conjetura lógica,


pero Morgan negó con la cabeza.

—No. Parece que fue un incendio provocado.

—¿Incendio? ¿Alguien prendió fuego a la casa? —


Preguntó Caden.

—Eso parece. El lugar fue rociado con un combustible


muy bueno. Parece que el fuego comenzó en la cocina y la
sala de estar.
—Dios. Si yo no lo hubiera oído... —El simple
pensamiento de eso quedó en el aire, sin poder terminar
mientras Morgan miraba a Caden y Royce.

—¿Tiene este lugar asegurado?

Escuchando la nota de sospecha, Royce decidió hacer


caso omiso, por lo que se encogió de hombros. —Era de
Hank, no mío, pero si tuviera que aventurar una conjetura,
diría que no estaba asegurado. Hank nunca pensó mucho
en cosas como esa.

—¿Heredó el lugar cuando Hank falleció?

—Se podría decir eso. Hank no dejó testamento, pero


para mi suerte, yo era su única familia.

—Ya veo.

—Jefe, si usted está tratando de sugerir que Royce


incendió este lugar, está muy equivocado.

—No estoy sugiriendo nada, señor Foster. Tan sólo


trato de reunir los hechos.

—Está bien, jefe —interrumpió Royce—. Yo lo


entiendo. No hace más que su trabajo.

—Bueno, a lo largo de esa línea, tengo unas cuantas


preguntas más.

—Por favor, pregunte.

—¿Qué es exactamente lo que lo despertó, Sr.


Spaulding?

—Yo desperté —contestó Caden fácilmente—. Oí un


ruido y me levanté para echar un vistazo alrededor y vi el
fuego.

—¿Y alertó al Sr. Spaulding?


—Lo hice. Rompimos una ventana en la habitación y
salimos por ella. Llamé al 911.

—¿Y qué estaba usted haciendo aquí tan tarde, señor


Foster?

—Yo estaba durmiendo.

—¿Estaba con usted? —El jefe sonrió y miró de Royce


a Caden, para medir su reacción.

—Lo que sea que esté pensando, Jefe Morgan, puedo


confirmarlo por usted si así lo quiere.

—Caden... —Royce colocó una mano sobre su brazo,


pero Caden no rompió el contacto visual con Morgan.

—No hay razón para eso, señor Foster.

—Si ya hemos respondido a todas sus preguntas, al


Sr. Spaulding y a mí nos gustaría ir a la ciudad para
encontrar un hotel donde poder descansar un poco.

—Por supuesto. Voy a contactar con usted tan pronto


como sepamos más.

—Gracias, Jefe.

El jefe asintió con un gesto y Royce fue muy


consciente de que el hombre los miraba mientras se
dirigían al coche de Caden y se metían dentro. Cuando las
puertas estuvieron cerradas, Royce se giró en el asiento
para mirar a Caden. —Lo lamento...

—¿Por qué? Royce, el fuego no fue culpa tuya.


Alguien... mierda, alguien inició el fuego en el lugar
sabiendo que estabas dentro, lo que significaba que alguien
estaba tratando de hacerte daño, incluso matarte, así que
por favor, no me pidas disculpas.
—Por la mañana, todos en el pueblo sabrán que
pasaste la noche conmigo.

—No me importa.

—Dices eso ahora y creo que lo sientes de verdad,


pero así no es cómo querías que saliera a la luz.

—No importa. —Caden buscó su mano—. Te pude


haber perdido esta noche. Para siempre esta vez. Así que
¿sabes qué? Estoy listo para que el mundo sepa que te amo
y más vale que Morgan haga muy bien su trabajo para
encontrar quién jodidos inició ese fuego.

—¿Realmente crees que fue alguien que quería


hacerme daño?

—¿Qué otra cosa podría ser?

Royce volvió a mirar la casa donde habían estado. —


Tengo que admitir que me exasperé un poco, pero... el
hecho de que el lugar se haya ido… —Movió la cabeza
lentamente—. Es extraño, pero ver la casa sumirse en
llamas es como si realmente dejara partes malas del
pasado, pasando a través de él. —Miró de nuevo a Caden y
medio sonrió—. ¿Eso suena loco?

—No, en absoluto. Quiero que las partes malas del


pasado no tengan nunca más el poder de hacerte daño.

—Tal vez debamos darle las gracias al que incendió el


lugar.

—Yo no iría tan lejos. Todavía quiero la piel de quien


estaba tratando de hacerte daño.

—Deja que la policía se encargue, Caden. Por favor.

—Por supuesto. Pero... —Sacudió la cabeza, mientras


subía al coche. —Vamos a buscar un hotel. Tan
emocionante como esta noche ha sido, todavía tengo una
conferencia de prensa a las diez y necesitamos nuestro
hermoso descanso.

—¿Nosotros? —Sonrió Royce.

—Sí. Nosotros. Si vamos a ser la comidilla de la


ciudad, démosles algo de qué hablar.

Riendo, Royce se apoyó en el asiento del coche, más


que seguro de que Caden y él podían manejar todo lo que
la conferencia de prensa trajera esa mañana y el chisme
que en el pequeño pueblo podrían lanzar en sus caminos.
Juntos, Royce no tenía ninguna duda de que podrían
enfrentarse a cualquier cosa y superarlo.
A las nueve treinta de la mañana, una gran multitud
de periodistas se habían reunido en El City Hall, a unos
pasos de donde Caden intentaba realizar la conferencia de
prensa, pero si Caden estaba nervioso o tenía dudas, no lo
mostró.

Para Royce, parecía tranquilo, seguro de sí mismo y


de su decisión. No había dormido mucho, incluso después
de llegar al hotel la noche anterior, no parecía cansado,
muy agradecido de que su ama de llaves no hubiera hecho
demasiadas preguntas cuando él llamó y le pidió que
trajera algo de su ropa a ‘El Cedro Inn’, teniendo en cuenta
que Royce ni siquiera tenía una camisa puesta cuando
escaparon del fuego.

Royce no tenía ninguna duda de que por el estado en


el que se habían registrado en ‘El Cedro Inn’ la noche
anterior había personas que ya estarían hablando,
alimentando los rumores iniciados por el Jefe Morgan, pero
si a Caden no le importaba, Royce no veía ninguna razón
por la que a él debería importarle. Buscando a través de la
pila de ropa que el ama de llaves había entregado, Royce
encontró un par de jeans y un suéter que le quedaban
bastante bien. Sin embargo tendría que hacer algunas
compras. Era ligeramente más alto que Caden, por lo que
la mayoría de su ropa no era una opción. Royce quería
ayudar a Caden a hacer frente a la conferencia de prensa y
una vez hecho esto, podrían hablar de su próximo
movimiento. Alojarse en Ashland por un tiempo prolongado
no era una opción.
Royce conocía la ciudad lo suficientemente bien y
tenía la certeza de que la mayoría de la gente aceptaría la
naturaleza de su relación con Caden, pero Kent Foster
nunca les permitiría un momento de paz.

Sentado en el borde de la cama, sumido en sus


pensamientos, levantó la vista cuando oyó la puerta del
baño abrirse y Caden entró en la habitación. Vestido con un
traje azul marino de tres piezas que resaltaba la belleza del
cuerpo debajo de él, se veía increíble.

—Se ve muy bien, señor Foster.

Caden sonrió y se encogió de hombros. —Imaginé


que podría ser necesario tener puesta un poco más de ropa
que la pasada noche.

—Eso podría ser una buena idea. Pero me gustó la


ropa de anoche.

—Para ser honesto, a mí también.

De pie, Royce cruzó la habitación, se tomó un


momento para ajustar el lazo de la corbata de Caden,
mientras se decía que no tenía razón para estar nervioso.

Caden era el que estaba a punto de hacer un


movimiento que cambiaría su vida.

—No estoy cambiando de idea, Royce, y lo que pase


después de esto con la campaña, mi padre o lo que sea, no
me importa.

—Es así, ¿no? —Descansó las manos sobre el pecho


de Caden, disfrutando simplemente de estar de pie cerca
de él.

—Así es. Ojalá hubiera hecho esto hace diez años...

—Hey, no vamos a hacer eso. ¿De acuerdo? No


vamos a pensar en el tiempo perdido, porque no podemos
cambiar el pasado. Todo lo que podemos hacer es estar
aquí y pensar en el futuro.

—El futuro. Tengo que admitir que eso suena bien.

—También suena bien para mí.

Compartieron una sonrisa que decía más que


palabras, pero antes de que Royce pudiera apoyarse en el
beso que él necesitaba, el teléfono de Caden sonó y este
maldijo.

—Responde. —Royce dio un paso atrás y Caden hizo


una mueca.

—Lo lamento.

—Está bien. Habremos dado vueltas a la maldita cosa


cuando volvamos de la conferencia de prensa.

Caden sonrió y contestó el teléfono, poniendo una


expresión oscura de inmediato. Royce notó su
preocupación, preguntándose si Kent había decidido llamar
a su hijo en un esfuerzo final por convencerlo de que
cambiara de opinión.

—¿Cuando sucedió esto, Jefe?

«Eso lo explica todo».

Royce pudo percibir fácilmente el disgusto de Caden


por el hombre la noche anterior, y ahora nuevamente,
junto con una nueva tensión cuando Caden maldijo.

—Sí. Gracias por hacérmelo saber. Iré después de mi


conferencia de prensa.

Cerrando el teléfono, lo metió en el bolsillo de su


chaqueta y miró a Royce, que se acercó colocando una
mano sobre su brazo.

—Caden, ¿qué pasa? ¿Qué quería?


—Encontraron a la persona que inició el fuego en la
casa de Hank.

—¿Quién fue?

—Un tipo llamado Mark Lewis. Fue detenido por beber


y conducir esta mañana temprano.

—¿Por qué sospecha la policía que inició el fuego?

—Encontraron latas de combustible y algunos otros


objetos sospechosos y confesó, pero... Royce, yo sé quién
es este Mark Lewis.

—No entiendo...

—Trabaja para mi padre. Mark Lewis trabaja para mi


padre.

—¿Me estás diciendo...? —No se atrevía a decir


realmente las palabras, pero Caden asintió con la cabeza.

—Mi padre pagó a Lewis para que provocara el


incendio. Mi padre estaba tratando de matarte.

A pesar de su shock, Caden insistió en ir a la


conferencia de prensa y Royce estaba con él, de pie
ligeramente hacia un lado, mientras Caden tomaba el
centro del escenario antes de que los medios de
comunicación se reunieran.

Si estaba nervioso, no lo mostraba y Royce estaba


orgulloso de él.

—En primer lugar, me gustaría agradecer a todos


ustedes por estar hoy aquí y me gustaría expresar mi más
profundo agradecimiento a todo el mundo en Ashland, que
me ha respaldado y apoyado en mis esfuerzos en las
elecciones.
Hizo una pausa, mirando en dirección a Royce
brevemente, antes de girarse hacia la prensa.

—Sin embargo, en este momento, quiero anunciar


que me retiro de la campaña, terminando mi candidatura
para el cargo de alcalde. He tomado esta decisión, porque
me he dado cuenta de que realmente no pertenezco a esa
oficina. Servir en una posición política no es algo que me
apasione, y sin pasión, sólo dejaría de ser el verdadero
campeón que este pueblo merece.

Como era de esperar, hubo una máscara de sorpresa,


seguida de un aluvión de preguntas enredadas.

—¿Cuál es la reacción de la Srta. Cameron? Ella no


está aquí hoy. ¿Apoya esta decisión?

—La Srta. Cameron y yo nos hemos separado


recientemente.

—¿Y su padre? Él ha invertido mucho en la campaña.


¿Cuál es su reacción?

—Me temo que tendrá que discutir eso con mi padre.

—Sr. Foster, hay rumores que circulan...

Caden levantó una mano. —Sólo puedo imaginar la


naturaleza de los rumores.

—Se ha informado que se encontraba en el lugar de


un incendio en una casa la noche anterior, y las
circunstancias fueron algo inusuales.

—¿Está involucrado en una relación con un hombre,


Sr. Foster?

—El Sr. Spaulding está hoy aquí con usted. ¿Podemos


asumir que eso confirma la naturaleza de su relación?
Royce se tensó un poco. Odiaba la dirección en la que
se dirigía la cosa, pero Caden y él ya lo habían discutido y
le había aconsejado a Caden que revelara sólo lo que se
sintiera cómodo en revelar. Era un gran paso. Royce había
vivido abiertamente su sexualidad durante años, pero
Caden había pasado los últimos diez años tratando de vivir
una mentira, y poner fin a esa mentira era bastante difícil
sin hacer un anuncio al mundo a través de los medios de
comunicación.

Cuando Caden lo miró de nuevo, se sorprendió al


verlo sonreír ligeramente antes de mirar a los reporteros
una vez más.

—El Sr. Spaulding y yo tuvimos una relación hace


años y recientemente la hemos reavivado, y lo que
hagamos es nuestro asunto personal. Admito esta relación
porque no me avergüenzo de ello y, además, no tiene nada
que ver con mi decisión de abandonar la campaña.

Royce lanzó una bocanada de aire que no se había


dado cuenta de que estaba sosteniendo cuando Caden lo
miró, le sonrió y asintió. —Eso es todo lo que tengo que
decir en este punto y les doy las gracias por su tiempo.

Los reunidos continuaron gritando más preguntas,


pero Caden los ignoró mientras se acercaba hacia Royce,
tomó la mano que le ofreció, y juntos se alejaron
tranquilamente.
—Ya era hora de que te dejes caer por aquí.

Haciendo caso omiso de la rabia evidente de su


padre, Caden se sentó tranquilamente en la silla de metal,
agradecido por la mesa de madera entre ellos que los
separaba.

—¿Está mi abogado aquí todavía? Espero estar fuera


de este lugar en una hora.

—No tengo ni idea de dónde está tu abogado, pero si


yo fuera tú, esperaría a estar aquí por más de una hora o
incluso dos.

—No seas absurdo, Caden. Yo...

—No lo hagas. —Su decisión de mantener la calma se


rompió, la rabia tomaba demasiado control—. No lo
niegues. No conmigo.

—No puedo creer los cargos... —Kent se enderezó en


su silla con una mirada de indignación—. Lewis está
claramente loco. Él está en problemas y buscando una
manera de salvarse a sí mismo. Cualquier idiota puede ver
eso y tú eres mi hijo, así que espero que me creas cuando
te digo...

—Ahórratelo. No creo una palabra de lo que dices,


porque yo te conozco. Sé que eres despiadado y un hijo de
puta, y yo sé cómo te sientes acerca Royce y de mi... —
Sacudió la cabeza con disgusto—. No puedo creer que
alguna vez me interesara lo que pensabas. No puedo creer
que quisiera tu aprobación, que haya perdido diez años de
mi vida porque estaba tratando de seguir el camino que
querías para mí.

—Yo sólo quería lo mejor para ti.

—Tonterías. Nunca fue por mí. Se trató siempre de ti.

—No seas tonto, Caden. No tires tu vida.

—Mi vida está finalmente en la senda correcta, y para


que lo sepas, tuve mucha suerte.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Significa que Royce todavía me ama. Él me ha


perdonado por ser tan estúpido hace diez años.

Los ojos de Kent se oscurecieron. —Tú no me puedes


decir que ese hombre y tú...

—Royce y yo estamos juntos, y tan pronto como se


resuelvan aquí algunos problemas, me voy a mudar a
Nueva York para estar con él.

—No puedes hablar en serio.

—Lo digo en serio. Y para que lo sepas, anoche,


cuando tu amigo Marcos prendió fuego a la casa de Hank,
yo estaba dentro. —Se paró de nuevo, viendo a su padre
un poco pálido—. Oí un ruido y gracias a eso Royce y yo
salimos de allí a tiempo, pero podría haber sido al revés
fácilmente.

—Caden...

—Trataste de matar al hombre que amo y te juro que


nunca te perdonaré por eso.

—Hijo, no sé... tienes que creerme, yo no estaba


tratando de matar a nadie.

—¿Qué estabas tratando de hacer?


—Pensé que el fuego asustaría a Royce, que lo
enviaría de regreso a Nueva York... —Abatido, se pasó una
mano por el cabello, con una mirada casi frágil, tal vez de
arrepentimiento—. Por favor. Nunca esperé que estuvieras
en peligro.

—¿Qué pasa con Royce? ¿Qué pasa si yo no hubiera


estado allí? ¿Y si no hubiera despertado?

—Hijo...

—Pudo haber muerto y a ti no te importa eso.

De pie, Caden no sentía ninguna compasión ni


tristeza, sólo asco al mirar al hombre cuya aprobación le
había parecido tan importante.

Hacía diez años, había cometido el error de su vida


en un esfuerzo por complacer a su padre, pero el destino y
Royce le dieron otra oportunidad, una oportunidad para
hacerlo bien esta vez, y Caden no iba a desperdiciarla.

—Ya he terminado contigo. Lo dije antes y lo digo


otra vez para que sepas que es verdad.

—No puedes dejarme aquí.

—No te preocupes. Conociéndote, estoy seguro de


que vas a comprar a un juez o algo así.

—Caden...

—Dudo que te pudras en la cárcel, incluso si eso es lo


que te mereces. Pero no veo a Kelly de pie junto a ti.

—Esto no es divertido —espetó Kent, de pie.

—No. Realmente no lo es. Es triste. Por lo menos


para ti.

Giró hacia la puerta, abriéndola y sin mirar hacia


atrás cuando Kent le gritó. Él había dicho lo que tenía que
decir, estaba listo para seguir adelante y su padre no era
parte del futuro hacia donde se estaba moviendo.

Royce esperaba a Caden en el hotel y se dijo que lo


mejor era que él no estuviera cerca de Kent Foster, ni
ahora ni nunca. Siempre había sabido que el hombre era
cruel y manipulador —sin duda había manipulado a Caden
en los últimos años— pero un incendio, un posible intento
de asesinato, eran otra cosa completamente distinta. Era la
prueba de que el hombre haría cualquier cosa por tener lo
que quería, y Royce se lamentaba por el bien de Caden.
Incluso si él estaba dispuesto a vivir su vida en sus propios
términos, el descubrimiento de lo bajo que su padre estaba
dispuesto a hundirse, tenía que dolerle.

«Pero al menos está libre de él, al menos Kent no


tiene más control sobre él».

Sentado en la cama con el sonido de la llave de


Caden abriendo la puerta, dejó que se estableciera el
cómodo silencio que existía entre ellos cuando Caden cruzó
la habitación y se dejó caer junto a él en la cama.

—Me pregunto cómo fue, pero creo que con


seguridad puedo adivinar que no fue muy lindo.

—Ofreció excusas y justificaciones, y en su mente, él


no hizo nada malditamente malo.

—No puedo decir que esté sorprendido.

Caden lo miró, buscando su mano cuando Royce se


tendió junto a él. —Lo sé. Y yo... Dios, Royce, lo siento.
—Detente. Tú no eres responsable de lo que Kent
hizo.

—Pero podrías haber sido asesinado.

—Lo mismo va para ti.

—Pero fue mi padre...

—Basta. No voy a dejar que hagas esto. No voy a


dejar que Kent nos haga esto.

Royce dijo con voz firme. —Mira, no me importa lo


que le suceda a Kent. Todo lo que me importa en esta
ciudad, todo lo que me preocupa aquí, eres tú y yo, y por
mi parte creo que lo que tenemos que hacer es seguir
adelante con nuestra vida.

—Bueno, no tengo ninguna razón para quedarme


aquí. Quiero decir, ya no tengo un trabajo.

—Y yo no tengo un lugar para vivir aquí.

—Ahora que lo pienso, yo tampoco —pero la forma en


que sonrió dejó claro que no le importaba eso.

—Sin embargo...

—Tú tienes un lugar en Nueva York, ¿verdad?

—Un gran lugar. Más que suficientemente grande


para dos.

Caden sonrió, empujando a Royce a la cama y


moviéndose con facilidad a horcajadas sobre sus caderas.
—¿Cama grande?

—Enorme. Y una tina de agua caliente.

—Wow. Al ‘Sr. Escritor famoso’ le gusta el lujo.


—Me gustan algunos de los lujos de la vida aquí y
allá, pero sobre todo, me gusta la idea de compartir esas
cosas contigo.

—Quiero compartir mucho contigo, Royce. Te amo


mucho.

—Te amo, también.

—Hay muchas cosas que tengo que hacer para...

—Podrías comenzar ahora, cortando las disculpas y


besándome.

—Bueno, yo puedo hacer eso, creo. —Caden sonrió,


una sonrisa fácil, sin preocupaciones

Royce siempre lo había amado. —Pero antes de


entrar a la tarea de besarte, yo sólo quiero darte las
gracias.

—¿Por qué?

—Regresaste a casa. Volviendo a mí. Amándome a


pesar de todo.

Enhebrando los dedos por el cabello negro y sedoso,


Royce sonrió.

—Amarte es fácil y tú eres el que vino a mí, pero


deberías saber que yo nunca te dejaré ir otra vez, señor
Foster.

—¿Me lo prometes?

—Promesa. ¿Qué tal si cerramos el trato con un


beso?

Sin necesitar otra invitación, Caden solamente lo


hizo.
Lisa Marie Davis es una chica de Florida, nacida y

criada allí, quien ha estado escribiendo durante todo el

tiempo que ella recuerda. No hay nada que le guste más

que escribir. Su mente siempre está haciéndose preguntas,

creando personajes y tramas.

Ha sido acusada de soñar despierta muchas veces,

pero no parece verse como una falta.


Gaby

May

Gaby

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