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JESUCRISTO, POESÍA DE DIOS

Francisco de Jesús OCDS

La poesía se define como la manifestación de la belleza o del sentimiento


estético por medio de la palabra, lo que con respecto a Dios está muy bien traído
porque las Sagradas Escrituras nos revelan en el capítulo primero del Libro del
Génesis, al Dios único que, también en este caso, es el único Dios que crea mediante
su palabra. No obedece al azar que la versión griega de la Biblia utilice el término
“poesía” para referirse a la acción creadora de Dios, de este modo, podemos
entender el sentido que encierran las palabras del religioso ortodoxo Pavel Florensky:
“La Verdad revelada es Amor, y el Amor realizado es Belleza”, porque la verdad que
se nos revela es que “Dios es Amor” (1 Jn 4, 8), y esa verdad se manifiesta en
Jesucristo; “la verdad, el camino y la vida” (Jn 14,6). El Amor realizado, por lo tanto,
es Jesucristo, Él es la belleza encarnada del Deus absconditus1, Él que es el
absolutamente Otro está absolutamente con nosotros -el Emmanuel-, Él es el Logos
divino, la Sabiduría de Dios, “reflejo de la luz eterna, espejo inmaculado de la actividad
de Dios e imagen de su bondad” (Sb 7, 26) El Hijo es el supremo pulchrum -belleza
suprema-, que en su humanidad, nos transforma y eleva a todos en hermosura, nos
hace bellos a los ojos del Padre; santos, inmaculados e irreprensibles ante el Amor
(Col 1 , 22). Fue precisamente esta belleza santificante pero aún así tan humana, la
que dejó el pecho de Santa Teresa de Jesús “por su amor muy lastimado”2: “¡Oh
hermosura que excedéis a todas las hermosuras! Sin herir, dolor hacéis, y sin dolor,
deshacéis el amor de la criaturas!“3

La belleza es la cualidad de un ser o una cosa capaz de provocar en quien los


contempla o los escucha un placer sensorial, intelectual o espiritual, debido a que allí
donde hay belleza, hay armonía, hay proporción, hay deleite y complacencia. Dios
mismo reconoce que Él sólo es Padre de belleza: “Este es mi Hijo amado, en quien me
complazco” (Mt 3, 17). Dios mismo se refleja en su bella Creación que, como una obra
de arte única, exhibe la sensibilidad del artista. El Libro de la Sabiduría (13, 1) afirma
que “son necios por naturaleza todos los hombres que han desconocido a Dios y no
fueron capaces de conocer al que es a partir de los bienes visibles, ni de reconocer al
Artífice, atendiendo a sus obras”, sin embargo, la Creación narrada en el Génesis, aún

1
Dios escondido
2
Del poema “El Pastorcico” de San Juan de la Cruz.
3
Poesía lírica de Santa Teresa de Jesús.
siendo bella, no deja de ser un bello marco casi propedéutico4 que posibilita que
contemplemos la obra de arte final según nuestra sensibilidad: la Encarnación,
paradigma de la Gloria de Dios, pues “el arte existe…para mostrar la gloria de Dios; o
para decirlo empleando los términos de la psicología moderna, para despertar y
mantener vivo en el ser humano el sentimiento de lo maravilloso”5 Esta es la marca
exclusiva de Dios; la belleza de su presencia como experiencia personal y no como un
hecho estético o una idea original. Cuando al finalizar la Creación “vio Dios cuanto
había hecho y estaba muy bien” (Gn 1, 31), no sólo reconocía la bondad de lo creado,
sino que se deleitó con su belleza, es decir, su sentido, su proporción, su armonía y su
razón, porque todo fue creado por el Logos divino, la Palabra de Dios que no es una
palabra fonética, sino que está viva y nace de Él, presencia personal suya: su Hijo. Por
esta razón la palabra de Dios “hágase”, “haya” o “que exista” (Gn 1), es Jesucristo
mismo, poesía viva de Dios. Con la Encarnación, Dios cautiva el espíritu del hombre,
porque, como decía la filósofa Simone Weil: “la belleza seduce a la carne con el fin de
obtener permiso para llegar al alma”. Prosigue diciendo Simone Weil: “En todo aquello
que nos provoca una auténtica y pura sensación de lo bello, existe realmente
presencia de Dios. Hay una especie de encarnación de Dios en el mundo, cuya marca
es la belleza.”6 Por tanto, ¿Quien nos salvará? La respuesta la da el escritor ruso
Dostoyevski: “La belleza salvará al mundo”; porque para eso vino Jesucristo al mundo
(Jn 12, 47) Esta cautivadora experiencia personal de la belleza de Dios como
presencia plenaria, su Palabra de vida, es lo que inspira la poesía del salmista cuando
declama: “Me brota del corazón un poema bello, recito mis versos a un rey; mi lengua
es ágil pluma de escribano. Eres el más bello de los hombres, en tus labios se
derrama la gracia, el Señor te bendice eternamente” (Salmo 44. I)

Hay una gran belleza en el martirio de Dios, pues “la Omnipotencia de Dios es
la Omnipotencia del Amor, y la Omnipotencia del Amor es la muerte” 7. Cuando Él
pensó en crear, dio testimonio de su gran amor por el mundo, pues “martirio” significa
precisamente “testimonio”; Dios renuncia a su absolutismo por amor providente y crea
a un agente distinto a Él arriesgándose a que aquel lo hiera, lo niegue e incluso intente
destruirlo. Dios se pone en peligro de ser martirizado: “Porque tanto amó Dios al
mundo que entrego a su Hijo Unigénito” (Jn 3, 16), esta es la prueba de amor de Dios,
“que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.” (Rm 5, 8), Él “fue
entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación” (Rm 4, 25) La

4
Enseñanza o preparación previa al aprendizaje de una materia.
5
“Por qué soy católico” Gilbert Keith Chesterton.
6
“La Gravedad y la Gracia” Simone Weil.
7
“La Fuerza del Silencio” Cardenal Robert Sarah.
demoledora afirmación de Critón: “Todo lo que me recibe en los cementerios, todo lo
que me habla en la poseía, todo ello canta una misma canción: Dios no existe” fue
respondida, en parte, por Sócrates, su interlocutor, afirmando que “el ser es lo que
puede ser dado”8; visto que “todo puede ser intercambiado entre los seres, salvo el
existir”9, el don de la vida, si Dios es Amor, es inseparable de éste y, si Dios me ama,
si “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta”
(Núm 23, 19), entonces yo nunca moriré, porque con la misma poesía con la que crea
ex nihilo10, es la poesía con la que levanta a Lázaro a la vida; esta es la belleza del
amor realizado por parte de la Verdad revelada, que con solo intuirla causa
entusiasmo, porque etimológicamente entusiasmado significa “estar poseído por Dios”.
Entre las cosas que entusiasman al ser humano, no hay otra con mayor belleza que la
contemplación del surgimiento de la vida que progresa en inexorable silencio, cuyo
despliegue es un verdadero recital para nuestros sentidos capaz de despertar en
nosotros la posibilidad de maravillarnos, de emocionarnos y sentirnos mejores, de
amar y recibir amor, de apreciar lo bueno de este mundo y vernos reflejados en él, en
definitiva, de entusiasmarnos, porque como intuyó el científico católico francés Blaise
Pascal “todas las cosas cubren algún misterio; todas las cosas son velos que cubren
a Dios” En definitiva, la vida que se despliega ante nuestros ojos, progresa contra
todo pronóstico incluso allí donde se han producido las mayores catástrofes, las
mayores tragedias o los más terroríficos crímenes contra el ser humano. Siempre es
Dios declamándonos divinamente la poesía de su amor eterno que es la primera y
última palabra de un diálogo sin fin: Jesucristo. Por esta razón Jesús resucitó; para
contradecir las mundanas conclusiones de cualquier Critón, para mostrarnos quién
hace posible que la vida se abra paso por encima de la muerte, para que en los
cementerios todavía se espere poesía porque sabemos que a todo viernes de pasión
que experimentemos en esta vida, le sucede un interminable domingo de gloria. Para
eso recitó Dios su bello poema, Jesucristo, para que tengamos vida y la tengamos en
abundancia (Jn 10, 10) Dios elige ser martirizado por amor puro con sus pobres
criaturas porque “la pobreza del hombre es el objeto específico de la misericordia de
Dios”11 Me atrevo a decir que el principal martirio de Dios no fue la Cruz, sino la
Encarnación, así el Logos, la Palabra de Dios, se hace humana en Jesucristo para que
podamos verla, la palabra se hace fonética para que podamos escucharla, la Palabra
sangra para que podamos escribir poesía, porque la sangre derramada de la Palabra

8
Diálogo extraído de “El asbsurdo y el misterio” Jean Guitton.
9
“Ética e infinito” Emmanuel Lévinas.
10
De la nada.
11
“Orar. Enseñanzas del Evangelio” J. Helewa OCD
encarnada, Jesucristo, es la tinta con la que Dios imprime en nuestros corazones la
palabra AMOR.

Si Jesús es poesía, el silencio de Dios no es mutismo, sino que “Dios nos habla
de muchas formas aunque no nos demos cuenta” (Job 3, 14) Las Escrituras refieren la
forma en la que Dios ha hablado al mundo de forma definitiva: “Muchas veces y de
muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas;
en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo” (Hb 1, 2) San Juan de la
Cruz, recapitula todo lo dicho en una persona: “Una Palabra habló el Padre, que fue su
Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma”.
No obstante, Él se adapta a cada momento, a cada situación, a cada persona, a toda
condición, por esta razón, escribe Julien Green en su obra “Partir antes del alba”: “Dios
habla con suma dulzura a los niños y lo que tiene que decirles suele decirlo sin
palabras. La creación le proporciona el lenguaje que necesita: las hojas, las nubes, el
agua que corre, un punto de luz. Es el lenguaje secreto que no se aprende en los
libros y que los niños se saben tan bien”. Una vez recitada su poesía, Dios queda en
silenciosa acogida de aquellos que tengan la sensibilidad de apreciar la simpleza y la
libertad de su métrica: “Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de
los que son como éstos es el Reino de los Cielos.” (Mt 19, 14) Pues sólo en el silencio
puede resonar el eco intemporal de su voz, el elocuente silencio del Autor de la belleza
misma (Sb 13, 3).

La belleza como experiencia reclama contemplación porque, en contemplación,


nos llenamos de su presencia, sólo así se desata “la música callada, soledad sonora,
la cena que recrea y enamora”12. En contemplación, el corazón apremia y la palabra
estorba; en contemplación somos conscientes de que el silencio de Dios no es
ausencia sino que es amorosa y atenta escucha, pues “el lenguaje que Dios más oye
solo es el callado amor”13. En la quietud de la contemplación se disuelve cualquier
ídolo y dejamos brillar el resplandor del rostro de Dios sobre nosotros (Sal 4), porque
“el único poder de Dios es amar en silencio. Es incapaz de cualquier fuerza opresiva.
Porque Dios es Amor, y el Amor no puede obligar, forzar ni presionar para que se le
devuelva amor”14. La contemplación es retirarse allí donde se escucha el “silbo de los
aires amorosos”15, la suave brisa que hizo arder de amor al profeta Elías en el monte
Horeb (1Re 19, 3-15) La contemplación es caricia suave de la poesía de Dios

12
“Cántico espiritual” San Juan de la Cruz.
13
“Dichos de amor y luz” San Juan de la Cruz
14
“La Fuerza del Silencio” Cardenal Robert Sarah
15
“Cántico espiritual” San Juan de la Cruz
susurrándonos un romance. En contemplación, Jesús se convierte en el Amado
solícito del alma enamorada, “Dulce Amor”16 en palabras de Santa Teresa de Jesús,
para que todo lo tenga en Él: “Quien a Dios tiene nada le falta”17. De este modo se
expresa también el alma enamorada de San Juan de la Cruz: “El mismo Dios es mío y
para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿qué pides y buscas, alma mía?
Tuyo es todo, y todo es para ti”18 En contemplación, el alma enamorada es el “jardín
cerrado, fuente sellada” del Cantar de los Cantares (4, 12), es “lo secreto” (Mt 6, 6)
donde el alma descansa con el Amado y exclama: “Quédeme y olvídeme, el rostro
recliné sobre el Amado, cesó todo y déjeme, dejando mi cuidado entre las azucenas
olvidado”19. En contemplación ocurren “las cosas de mucho secreto de Dios y el
alma”20. En silenciosa contemplación, “estando mi casa ya sosegada”21, el alma quieta
se abre generosa a los ojos de su Amado cuyo mirar “es amar y hacer mercedes”22;
secretos entre esposos, fuente sellada: “Mi secreto para mí”23

16
Poema “Vuestra soy, para Vos nací” Santa Teresa de Jesús.
17
“Nada te turbe, nada te espante” Santa Teresa de Jesús.
18
“Oración del alma enamorada” San Juan de la Cruz.
19
“Noche Oscura” San Juan de la Cruz.
20
“La Moradas” Santa Teresa de Jesús
21
“Noche Oscura” San Juan de la Cruz
22
“El mirar de Dios es amar y hacer mercedes” San Juan de la Cruz
23
“Calla lo que Dios te diere y acuérdate de aquel dicho de la esposa: Mi secreto para mí” San Juan de la
Cruz.

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