Está en la página 1de 3

INSTITUTO ZACATECANO DE ESTUDIOS UNIVERSITARIOS

CRIMINOLOGÍA Y CRIMINALÍSTICA

RETÓRICA Y ARGUMENTACIÓN

SALMA ESCOBAR

“POEMA"

PAOLA ALEJANDRA VILLAGRANA MAURICIO

17/07/2018
Rosas de hierro

Como jardinero, como depredador máximo de la flora autóctona de una región, me he


visto siempre a mí mismo rodeado de flores, de árboles y de campos pastizales y
trigales interminables, de mareas verdes, naranjas y marrones inagotables y de vida
exuberante hasta donde alcanzan mis ojos a ver.

No podía creerlo cuando me agazapé a tomarlo... Sujetaba firmemente el objeto sólido


y frío en mis manos, y sin embargo sabía que era imposible que eso estuviese ahí, en un
campo de flores cerca del fiordo y que yo conocía bien como a mis más profundos
temores. Era una rosa de hierro, pulcramente labrada, imposiblemente por mano
humana, sino más bien parecía un encanto, un hechizo antiguo, algo perturbador y
atemorizante, pero no malvado. Sostenía la rosa entre mis dedos, y podía sentir la
atención de los cielos en ello…

Yo sabía que era una rosa, la había visto un millar de veces, pero a la vez, no había
visto algo semejante jamás. Me sentí como observando mi reflejo por primera vez en
una vida, descubriendo un hombre nuevo, el hombre que había sido siempre y no
había logrado conocer. Mirar esa rosa restando en mi palma me hizo cuestionarme qué
tanto sabía de lo que creía saberlo todo, me hizo notar que puedes conocer algo de
todas tus vidas, y aún así sentirte inmensamente maravillado al detenerte a observar.
Me hizo llorar de vergüenza y de inmensa alegría a la par.

-Te conozco, a ti, a tus misterios irresueltos, a las dudas que me planteas, a lo que
desconozco de ti.

Le hablaba a los rectángulos perfectos e intrínsecos, a la figura revolucionaria que


formaban apilados obsesivamente uno junto al otro, en una proporción más desafiante
que la colisión de dos mundos prohibidos el uno para el otro.

-Te desconozco, a ti, a tus ausencias inexplicables, a tu paradero migrante, a tus ideas
cambiantes, a todo aquello que creí conocer de ti.

Apenas rocé el borde afilado de sus pétalos se develó el misterio que rodeaba tan
improbable creación. Mientras la sangre escapaba de la yema de mi índice y se
ennegrecía al gélido tacto con el hierro, comprendí su verdadera naturaleza, aquella
que aseguraba que, de soltarla al suelo, la rosa estallaría en mil fragmentos
irreparables... misma frágil y afilada naturaleza que me mataría desde las entrañas si
intentase comérmela. Una rosa de hierro inerte, en un campo de vida incontable, una
flor de un tallo que no se puede cortar, de pétalos que no se pueden arrancar, de
espinas que hieren el alma, de naturaleza perfecta y azarosa a la vez.

Como jardinero, como depredador máximo de la flora autóctona de una región, jamás
volví a verme a mí mismo rodeado de flores, y de árboles y de campos pastizales y
trigales interminables, sino que desde ese momento, siempre me contemplé a mí
mismo de rodillas, admirando lunático lo único divino entre todo lo terrenal hasta que
la vida se cansase de mí, sin atreverme a tocarlo por miedo a romperle, por miedo a
morir…

También podría gustarte