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Delimitación material del Derecho de consumo: Evolución de la noción de

consumidor en la doctrina nacional

Dr. Ruperto Pinochet Olave1

Sumario
I. Delimitación material de la noción de consumidor en Chile: Evolución histórica. 1. Exclusión de
la exigencia de acto jurídico de carácter mixto. 2. Exclusión del requisito que la actividad
económica no se encuentre regulada por leyes especiales. 3. Inclusión de las personas jurídicas en
la noción de consumidor. 4. ¿Qué es un acto jurídico oneroso en la ley del consumidor? 5. El acto
o contrato debe tener por objeto la adquisición de bienes o prestación de servicios para el
consumidor: Noción jurídica y material de consumidor. II. Algunas ideas sobre los principios de
interpretación del Derecho del Consumo.

I. Delimitación material de la noción de consumidor en Chile: Evolución histórica

Antes de la entrada en vigor de la Ley Nº 19.955, publicada en el Diario Oficial (14 de julio
de 2004) modificatoria de la Ley Nº 19.496 sobre protección a los derechos de los
consumidores, los requisitos para la aplicación de la ley eran los siguientes2:
1. Debía tratarse de una relación entre un proveedor y un consumidor.
2. El acto jurídico objeto de dicha relación debía tener el carácter de mixto, es decir
mercantil para el proveedor y civil para el consumidor, según lo dispuesto en el Código de
Comercio u otras disposiciones legales.
3. La actividad económica desarrollada por el proveedor no debía encontrarse
regulada por leyes especiales.

1
Profesor y coordinador del área de Derecho Civil de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la
Universidad de Talca. rpinoche@utalca.cl
2
En tal sentido MOMBERG URIBE, Rodrigo. “Ámbito de Aplicación de la Ley Nº 19.496 Sobre Protección de
los Derechos de los Consumidores”. Rev. derecho (Valdivia) [online]. 2004, vol.17, pp. 41-62. ISSN 0718-
0950. doi: 10.4067/S0718-09502004000200002.

1
Tal situación excluía del ámbito del Derecho de Consumo vastas áreas que se entienden
claramente comprendidas en él en derecho extranjero lo que unido al hecho que una parte
importante de la doctrina3 (entre ellos J ARA y FERNÁNDEZ ) adoptaba una interpretación
restrictiva de los requisitos ya existentes, hacía que quedara muy claro que la Ley del
Consumidor 19.496 estaba muy lejos de acercarse ni siquiera lejanamente a los objetivos
que se había impuesto la misma ley.
Así en parte del Mensaje con que se inició la tramitación del Proyecto de Ley el ejecutivo
expresaba “El Supremo Gobierno se ha propuesto impulsar en el terreno económico un
proceso, de crecimiento dinámico y sostenido, con justicia social y equidad en la
distribución de sus frutos. Igualmente, considera que es responsabilidad del Estado cautelar
en forma especial los intereses de los grupos o sectores no organizados, entre los que se
cuentan los consumidores. A éstos se les debe proporcionar un marco legal que consagre
expresamente sus derechos y la forma de ejercerlos con eficacia, así como mecanismos que
faciliten su rol activo en una economía de mercado, de modo de impedir eventuales abusos
que se deriven de la carencia de un ordenamiento jurídico adecuado.
...En una economía de mercado como la nuestra, es posible sostener que la competencia es
la que regula la relación entre proveedores y consumidores, y la que resguarda los intereses
de estos últimos. No obstante, en la realidad los mercados distan mucho de ser perfectos y
competitivos, especialmente porque la información, indispensable para que éstos funcionen
en forma adecuada y se tomen las decisiones óptimas, tiene costos importantes”.4
Es justo señalar que a pesar del sombrío panorama relativo a la interpretación de la primera
versión de la Ley del Consumidor una parte minoritaria de la doctrina, entre la que destaca
VIDAL, era partidaria, aún en contra de texto expreso, de interpretar extensivamente las
normas que delimitaban la noción de consumidor, ello porque sus disposiciones debían
interpretarse de acuerdo a naturaleza protectora declarada en el mismo Mensaje del año
19975. Explica Vidal que la exigencia originaria del doble carácter del contrato de consumo

3
Ídem. Así en opinión de MOMBERG, “La mayoría de la doctrina señala que en la noción de consumidor se ha
adoptado un criterio restrictivo, centrado en el concepto de “destinatario final” del bien o servicio respectivo.
Este concepto hace referencia a dos aspectos: la exigencia que la actuación del consumidor, para ser
considerado como tal, vaya destinada a satisfacer necesidades estrictamente privadas, familiares o domésticas;
y por otra parte, a que dicha actuación sea completamente ajena a cualquier forma de actividad empresarial o
profesional. Si bien dicho sector de la doctrina reconoce que estos criterios no han sido expresamente
consagrados en la Ley Nº 19.496, está conteste en que deben ser considerados para determinar quién es
consumidor”. En dicha posición doctrinaria, que como vemos calificada de mayoritaria incluye J ARA, R.,
“Ámbito de aplicación de la ley chilena de protección al consumidor: inclusiones y exclusiones”, en CORRAL,
H. (Ed.), Derecho del consumo y protección al consumidor, Santiago, Ed. Univ. de los Andes, 1999, p. 54, y a
FERNÁNDEZ, F., Manual de Derecho Chileno de Protección al Consumidor, Santiago, Ed. LexisNexis Chile,
2003, p. 12.
4
Proyecto de Ley Relativo a Los Derechos de los Consumidores, (Boletín Nº 446-03). Fecha 21 de agosto,
1991. Cuenta en Sesión 32, Legislatura 322.
5
“En nuestro derecho, el concepto de consumidor es bastante amplio; en tanto no sólo considera como tal a la
persona natural que contrata con un profesional (comerciante), fuera del marco de su profesión; sino también,
a todas personas, a condición de que, cualquiera de ellas, actúe como destinatario final del bien, o servicio,

2
(mercantil para el proveedor y civil para el consumidor) no tenía precedente en el derecho
comparado y, distorsionaba el sistema de protección que contiene la ley, en tanto excluía de
su aplicación casos que, según su espíritu, debiesen estar necesariamente comprendidos en
ella.6
Con la entrada en vigor de la Ley Nº 19.955, que como hemos dicho modificó la Ley del
Consumidor, en un interesante artículo MOMBERG, sostuvo y, a juicio nuestro, demostró,
que sólo el primero de los requisitos de aplicabilidad de la Ley del Consumidor originaria
se mantuvo vigente como requisito general7, esto es que debía tratarse de una relación entre
un proveedor y un consumidor, quedando excluidos, en cuanto requisitos generales, la
necesidad de que el acto jurídico debía tener el carácter de mixto, es decir mercantil para el
proveedor y civil para el consumidor, por un lado, y por el otro, el requisito de que la
actividad económica desarrollada por el proveedor no debía encontrarse regulada por leyes
especiales, según explicaremos siguiendo en esta parte, los argumentos de autor referido.

1. Exclusión de la exigencia de acto jurídico de carácter mixto

En cuanto a la exclusión como requisito general de la primera de las exigencias de


aplicación de la Ley del Consumidor, esto es que debía tratarse de un acto jurídico de
carácter mixto8, es decir mercantil para el proveedor y civil para el consumidor, se funda en
el hecho de que el nuevo texto del artículo 2 no está redactado en términos excluyentes,
sino que se limita a enumerar actos y contratos a los cuales es aplicable la Ley: “Quedan

objeto del contrato. ....Sin embargo, el inciso 1° del artículo 2° de la ley, se opone a esta interpretación. De
acuerdo con el precepto, para que sea aplicable la protección contenida en la ley es menester que el contrato
de consumo sea de carácter civil para el consumidor. En el caso de los contratos que celebre el comerciante
para la compra de bienes y servicios destinados a complementar accesoriamente su empresa, la ley comercial
los considera mercantiles. Así las cosas, a pesar que ese comerciante, según el concepto legal, es consumidor
(destinatario final), queda excluido de la protección de la ley. La conclusión anterior nos obliga a
cuestionarnos sobre el verdadero sentido y alcance de la disposición del inciso segundo citada.
Aparentemente, el espíritu de la ley, al definir al consumidor, fue proteger al consumidor en tanto destinatario
final del bien o servicio concernido, ya que en esta condición su situación de desequilibrio no dista de la del
consumidor no comerciante”. V IDAL O LIVARES, Álvaro Rodrigo, “Contratación y Consumo. El Contrato de
Consumo en la Ley N° 19.496 Sobre Protección a Los Derechos de Los Consumidores”, Revista de Derecho
de la Universidad Católica de Valparaíso XXI, Valparaíso, Chile, 2000, p. 235.
6
V IDAL O LIVARES, Álvaro “Contratación y Consumo. El Contrato de Consumo en la Ley N° 19.496 Sobre
Protección a Los Derechos de Los Consumidores”, Revista de Derecho de la Universidad Católica de
Valparaíso XXI, Valparaíso, Chile, 2000, p. 234.
7
MOMBERG, Rodrigo “Ámbito de Aplicación de la Ley Nº 19.496 Sobre Protección de los Derechos de los
Consumidores”. Rev. derecho (Valdivia) [online]. 2004, vol.17, pp. 41-62. ISSN 0718-0950. doi:
10.4067/S0718-09502004000200002.
8
Que era considerado por la doctrina primera doctrina que hemos denominada mayoritaria como un requisito
general para determinar la aplicación de la Ley.

3
sujetos a las disposiciones de esta ley, letra a): Los actos jurídicos que, de conformidad a lo
preceptuado en el Código de Comercio u otras disposiciones legales, tengan el carácter de
mercantiles para el proveedor y civiles para el consumidor”, y además debido a que a
continuación la norma enumera una serie de actos o contratos de naturaleza o carácter
especial o particular, debemos entender que también los actos mixtos deben considerarse
especiales o particulares para efectos de la Ley.
En esta parte, según explicaremos con más detalle más adelante, además debe agregarse, a
nuestro parecer, que ante la duda en la interpretación ésta debe resolverse en el sentido de
ampliar el ámbito de aplicación de la Ley de Consumidor dado el carácter esencialmente
protector de dicha disciplina9.

2. Exclusión del requisito que la actividad económica no se encuentre regulada por


leyes especiales

Por lo que dice relación con el segundo de los requisitos que debe entenderse excluido por
la modificación del año 2004, esto es que la actividad económica del proveedor no se
encuentre regulada por leyes especiales, el nuevo artículo 2 bis señalaba “No obstante lo
prescrito en el artículo anterior, las normas de esta ley no serán aplicables a las actividades
de producción, fabricación, importación, construcción, distribución y comercialización de
bienes o de prestación de servicios reguladas por leyes especiales, salvo:
a) En las materias que estas últimas no prevean;
b) En lo relativo al procedimiento en las causas en que esté comprometido el interés
colectivo o difuso de los consumidores o usuarios, y el derecho a solicitar indemnización
mediante dicho procedimiento, y
c) En lo relativo al derecho del consumidor o usuario para recurrir en forma
individual, conforme al procedimiento que esta ley establece, ante el tribunal
correspondiente, a fin de ser indemnizado de todo perjuicio originado en el incumplimiento
de una obligación contraída por los proveedores, siempre que no existan procedimientos
indemnizatorios en dichas leyes especiales.
De esta forma y a través de la excepciones contempladas en las letras a), b) y c) del nuevo
artículo 2 bis, y utilizando una redacción que da la apariencia de que la regla general de que
los actos regulados por leyes especiales siguen excluidos del estatuto genérico de la Ley del
Consumidor, el resultado es precisamente el inverso, pues hoy, según pasamos a explicar,

9
Sobre las características del Derecho de Consumo y su relación con el Derecho Civil y el Derecho
Comercial puede consultarse mi artículo: PINOCHET OLAVE, Ruperto, “¿Integra el Derecho de Consumo
el Derecho Civil, el Derecho Mercantil o conforma una disciplina jurídica autónoma?” Estudios de Derecho
Civil III, V Jornadas de Derecho Civil, Valparaíso, Editorial Legalpublishing, 2007. pp. 9-20.

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la excepción es que no resulte aplicable el estatuto de protección del consumidor, ello
aunque la materia pueda entenderse regulada adicionalmente por alguna ley especial.
Pasemos a analizar la técnica legislativa utilizada en la redacción del artículo 2 bis. Tal
como vimos en la trascripción de la norma en análisis, en su primer párrafo nos señala que
las normas de esta ley no serán aplicables a las actividades de producción, fabricación,
importación, construcción, distribución y comercialización de bienes o de prestación de
servicios reguladas por leyes especiales, salvo a) en las materias que esta últimas no
prevean.
Sobre el particular es fácil advertir que si se considera que la materia principal de la Ley es
la protección del mismo consumidor, como lo señala el epígrafe de la Ley, los mensajes de
los proyectos del Ley, tanto del año 1997, Ley Nº 19.496, como del año 2004, Ley Nº
19.95510, es muy difícil que los estatutos jurídicos especiales contengan normas de
protección de los consumidores y usuarios, y aunque así fuera, todavía quedaría por
determinar cuál de esos estatutos resultaría aplicable, y en caso de cúmulo de normas, a
quién correspondería la elección del estatuto jurídico aplicable en definitiva. Sobre este
punto profundizaremos en la parte final de este trabajo dedicada a esbozar alguna idea
sobre el sistema y elementos de interpretación propios del derecho del consumo.
Más probable es que una ley especial contuviera algunas disposiciones referidas a
responsabilidad civil que se pudieran considerar superpuestas a las normas de
responsabilidad civil contenidas en la Ley de Protección de los Consumidores11. Pero en
este caso también sería lícito preguntarse cuál de esos estatutos resultaría aplicable y a
quién correspondería la elección del bloque normativo regulador.
Lo anterior si aún pudiéramos considerar que, por ejemplo, la responsabilidad civil
establecida en materias sanitarias, excluye la aplicación de la Ley del Consumidor, si el

10
Así en lo relativo a la Ley originaria Ley Nº 19.496, el Mensaje de S.E. El Presidente de la República, con
el que inicia un Proyecto de Ley que establece Derechos de los Consumidores. Fecha 21 de agosto, 1991.
Cuenta en Sesión 32, Legislatura 322. (Boletín Nº 446-03). Cámara de Diputados, señalaba en tiempo: “El
Supremo Gobierno se ha propuesto impulsar en el terreno económico un proceso, de crecimiento dinámico y
sostenido, con justicia social y equidad en la distribución de sus frutos. Igualmente, considera que es
responsabilidad del Estado cautelar en forma especial los intereses de los grupos o sectores no organizados,
entre los que se cuentan los consumidores. A éstos se les debe proporcionar un marco legal que consagre
expresamente sus derechos y la forma de ejercerlos con eficacia, así como mecanismos que faciliten su rol
activo en una economía de mercado, de modo de impedir eventuales abusos que se deriven de la carencia de
un ordenamiento jurídico adecuado”. Por su parte la reforma del año 2004, Mensaje Nº 178-344 de S.E. El
Presidente de la República con el que inicia un Proyecto de Ley que modifica la ley N° 19.496, sobre
protección de los derechos de los consumidores. Cuenta en Sesión 35, Legislatura 344, septiembre 8 de 2001,
señala que entre los principios de la reforma el primer principio señala: “Ampliar sustantivamente los
espacios de protección de los consumidores. Es de pública constatación que existen aún sectores en que no
tienen acceso a la debida protección, sea porque no existe organismo al cual recurrir para que los oriente y
defienda, porque los mecanismos para hacer efectivos sus derechos son deficientes, o bien porque la
información disponible al momento de la decisión de consumo es inapropiada”.
11
Tal como prevé la letra c) del mismo artículo, la que analizaremos más adelante.

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problema sanitario afectara a un ciudadano en su calidad de consumidor. La pregunta sería
¿se trata de la misma materia cuando una ley especial regula responsabilidad civil desde su
óptica en comparación a cuando lo hace la ley del consumidor desde la perspectiva de la
defensa de los consumidores y usuarios? Tal problema se plantea en términos expresos en
la letra c) del artículo 2 bis según tendremos oportunidad de ver.
Como podrá apreciarse el interrogante abre diversas posibilidades de análisis a las cuales
volveremos también a propósito de los criterios de interpretación en materia de derecho de
consumo.
Siguiendo con nuestro análisis del artículo 2 bis, la letra b) señala que las normas de esta
ley no serán aplicables a las actividades de producción, fabricación, importación,
construcción, distribución y comercialización de bienes o de prestación de servicios
reguladas por leyes especiales, salvo b) En lo relativo al procedimiento en las causas en
que esté comprometido el interés colectivo o difuso de los consumidores o usuarios, y el
derecho a solicitar indemnización mediante dicho procedimiento.
En consecuencia, basta que el consumidor quiera ejercitar acciones por interés colectivo o
difuso con el fin de solicitar indemnización de perjuicios para que, independiente de que
exista un estatuto jurídico especial que regule la materia, pueda escoger la aplicación de la
Ley de Protección del Consumidor.
Aunque la historia de la Ley 19.955 no lo aclara, la ratio legis presente en dicha
modificación puede encontrarse en que la incorporación de acciones para la defensa de
intereses colectivos y difusos establecía una excepción a las reglas generales previstas en
nuestro ordenamiento jurídico, por lo que era muy difícil que la posibilidad de accionar de
tal modo estuviera prevista en leyes especiales. El legislador entonces, probablemente,
razonó del modo siguiente: Como en las leyes especiales no se faculta para accionar por
intereses colectivos y difusos debe permitirse en todo caso la aplicación de la Ley del
Consumidor para que tales acciones puedan siempre ejercitarse cumpliendo, eso sí, los
requisitos que la misma Ley N° 19.955 prescribe para su procedencia.
Por último, la letra c) del artículo 2 bis señala que las normas de la ley del consumidor no
serán aplicables a las actividades de producción, fabricación, importación, construcción,
distribución y comercialización de bienes o de prestación de servicios reguladas por leyes
especiales, salvo c) En lo relativo al derecho del consumidor o usuario para recurrir en
forma individual, conforme al procedimiento que esta ley establece, ante el tribunal
correspondiente, a fin de ser indemnizado de todo perjuicio originado en el incumplimiento
de una obligación contraída por los proveedores, siempre que no existan procedimientos
indemnizatorios en dichas leyes especiales.
La letra c) por tanto, es la que más amplía el ámbito de aplicación material de la Ley de
Protección del Consumidor, pues aunque se trate de materias que las leyes especiales
prevean, y aunque lo que quiera el consumidor es accionar individualmente y no por
intereses colectivos o difusos, éste podrá elegir el procedimiento contenido en la Ley del
Consumidor y ante los tribunales que tal norma declara competentes a fin de ser

6
indemnizado, siempre que no existan procedimientos indemnizatorios en dichas leyes
especiales.
En la letra c) en análisis, se presenta en términos explícitos el problema, que ya habíamos
adelantado, en el sentido que la superposición entre la ley especial y la ley del consumidor
se produzca entre un procedimiento indemnizatorio consagrado en una ley particular y
aquel general previsto en el estatuto de defensa del Consumidor.
La respuesta al problema planteado de acuerdo al texto expreso del artículo c) debiera ser
que si existe un procedimiento indemnizatorio en la Ley especial no es posible invocar la
aplicación del régimen general indemnizatorio de la Ley 19.955.
Con todo, creemos que tal disposición puede y debe ser objeto de interpretación,
especialmente para aquellos casos en que existiendo un régimen indemnizatorio en la ley
particular éste no ofrezca al consumidor los mismos estándares de protección que los
contenidos en la Ley del Consumidor.
Entonces aquí cabría también preguntarse, como lo hemos hecho anteriormente, ¿se trata de
la misma materia cuando una ley especial regula responsabilidad civil desde su óptica en
comparación a cuando lo hace la ley del consumidor desde la perspectiva de la defensa de
los consumidores y usuarios? ¿Podemos entender que existe una opción o cúmulo de
responsabilidades? Y si así fuera ¿a quién corresponde ejercitar la opción entre las acciones
indemnizatorias posibles?
Como se comprenderá la respuesta a tales interrogantes daría para un trabajo por si mismo,
referido al cúmulo u opción de responsabilidades entre la Ley del Consumidor y otros
estatutos jurídicos especiales o en relación a otro más general: el contenido en el Código
Civil, por lo que no podemos abordar directamente la materia sin alejarnos del tema central
de nuestro trabajo: el concepto de consumidor o usuario y, consecuencialmente, las
implicancias que tiene tal definición en el ámbito de aplicación de la Ley de Protección de
los Consumidores. No obstante, como hemos adelantado en el último párrafo relativo a
algunas nociones esenciales acerca de la interpretación de las normas relativas al Consumo
adelantaremos alguna opinión, aunque no el fundamento completo sobre tales materias, por
no permitirlo los alcances del presente trabajo.
Concluyendo el interesante análisis que hizo en su momento MOMBERG referido a que sólo
uno de los tres requisitos originales exigidos para la procedencia de la Ley del Consumidor
se mantuvo vigente después de la modificación del año 2004 por la Ley 19.955,
revisaremos los requisitos que en último tiempo ha creído ver SANDOVAL para la
configuración de la noción de consumidor o usuario.
Así para el autor citado y “De acuerdo con la definición, deben cumplirse las siguientes
exigencias para que estemos en presencia de un consumidor o usuario:
a) La celebración por parte de la persona natural o jurídica de un acto jurídico
oneroso. Si el producto o servicio se obtiene mediante un acto o contrato gratuito,
no se cumple el requisito para se considerado consumidor;

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b) Que el acto o contrato tenga por objeto la adquisición de bienes o prestación
de servicios para el consumidor;
c) Que el consumidor sea el destinatario final de los bienes o servicios objeto
del acto o contrato celebrado. Esto implica que la relación de consumo tiene que
producirse entre un proveedor de bienes o prestador de servicios y un sujeto que
destine a su uso o consumo el bien adquirido o servicio prestado. La persona que
adquiera un bien o demande un servicio para incorporarlo en un proceso de
producción de otros bienes o de prestación de otros servicios, no es consumidor”.12

3. Inclusión de las personas jurídicas y también las sociedades en la noción de


consumidor

Veamos el primero de los requisitos sistematizados por SANDOVAL: “La celebración por
parte de la persona natural o jurídica de un acto jurídico oneroso”.
Lo primero que debemos aclarar, aunque pudiera parecer obvio, es que en el concepto de
consumidor se comprenden tanto personas naturales como jurídicas, y toda clase de
personas jurídicas, con y sin fines de lucro, alguna opinión en seminarios que interpretaba
restrictivamente la Ley del Consumidor expresaba su opinión en el sentido que sólo debería
comprenderse dentro del concepto de personas jurídicas consumidoras a aquellas sin fines
de lucro. Es probable que dicha idea haya sido inspirada en el antiguo requisito de que el
acto debía ser comercial para el proveedor y civil para el consumidor, y que la mayor parte
de las sociedades tienen carácter mercantil.
Por nuestra parte somos de la idea que en concepto de consumidor deben incluirse también
las sociedades e incluso las mercantiles, por cuatro razones:
a) Por que el artículo 1.1. de la Ley de Consumidor no distingue y, en
consecuencia, debe entenderse que cualquier persona jurídica puede ser
catalogada de consumidor, siempre cuando cumpla los demás requisitos
establecidos en le Ley para ello.
b) Porque dejar afuera a las sociedades mercantiles supone dejar afuera del ámbito
de aplicación de la Ley del Consumidor a miles de personas jurídicas que son
destinatarios finales de productos y servicios, lo que implicaría restringir
fuertemente el ámbito de aplicación de la Ley.
c) Porque la Ley del consumidor, por su mismo carácter protector, debe ser
interpretada en el sentido de ampliar sus espacios de protección y no de

12
SANDOVAL LÓPEZ, Ricardo, Derecho Comercial. Actos de comercio, Noción general de empresa
individual y colectiva, Santiago de Chile, Santiago de Chile,, Séptima edición actualizada, Tomo I, volumen
1, p. 131.

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restringirlos, para así dar acabado cumplimiento a los principios inspiradores de
la Ley plasmados en los mensajes con que se inició la discusión de las leyes
19.496 y 19.955 de los años 1997 y 2004, respectivamente.
Lo cierto es que el verdadero problema para determinar si una sociedad mercantil queda
regida por la ley del consumidor se encuentra no en su carácter de mercantil, sino más bien
en la exigencia que realiza el mismo artículo 1.1. de la Ley del Consumidor, en el sentido
que dichas personas jurídicas adquieran, utilicen, o disfruten, como destinatarios finales,
bienes o servicios.
Lo que sucede es que al tratarse de empresas es fácil pensar que éstas adquieren bienes o
servicios para incorporarlos a su cadena productiva, caso en el cual no cabe duda que
dichas entidades no se desenvuelven en dichos actos como consumidores. Sin embargo,
nada obsta a que adquieran bienes o servicios como destinatarios finales, tal como si una
empresa constructora compra servicios de alimentación o de librería para apoyar sus
actividades de edificación.
La verdad es que determinar lo que debe entenderse por destinatario final y aquello que
debe entenderse incorporado en un proceso productivo ofrece tanta complejidad como las
teorías desarrolladas para la causalidad en el derecho de daños13. Así podría darse el
absurdo de considerar que los colchones que se compran para el buen descanso de operarios
agrícolas se agregan en el proceso productivo agrícola y, en consecuencia, su compra no se
encuentra amparada por la Ley del Consumidor. De ese modo, y extremando las cosas, la
adquisición de cualquier bien o servicio, al menos de un modo indirecto, podría entenderse
incorporado a un proceso productivo limitando en términos absurdos la aplicación de la
Ley de Consumidor, y contradiciendo con tal lectura de las cosas, los principios más
evidentes que gobiernan el Derecho del Consumo.
La clave, a nuestro parecer será, en el caso de las personas jurídicas con fines de lucro,
determinar si el bien o servicio se incorpora o no directamente en el proceso productivo que
constituye el giro principal de los negocios de la sociedad. Si la respuesta es negativa debe
considerarse la sociedad como destinataria final y, en definitiva, consumidora u usuaria.

13
Con todo existen buenos intentos. Así GEMA B OTANA nos explica: “Lo que pretende el consumidor es
hacerse con el valor de uso de lo adquirido, no emplearlo en su trabajo para obtener otros bienes o servicios;
en este sentido, el consumidor participa en la última fase del proceso económico. En cambio, el empresario, a
diferencia del consumidor, adquiere el bien por su valor de cambio, esto es, para incorporarlo transformado, a
su proceso de producción o distribución, a fin de recuperar lo invertido más tarde y multiplicarlo; es decir,
para obtener nuevos valores de cambio”. BOTANA GARCÍA, Gema, Curso sobre Protección Jurídica de los
Consumidores, Madrid, Ed. Mc Graw Hill, 1999, p. 28.

9
4. ¿Qué es un acto jurídico oneroso en la ley del consumidor?

El primer requisito esbozado por el profesor Sandoval, siguiendo el texto de la Ley, exige
que la persona natural o jurídica haya celebrado un acto jurídico oneroso de modo que los
actos jurídicos gratuitos no podrían considerarse integrados dentro del ámbito de protección
de la Ley del Consumidor.
El requisito parece claro, con todo, es preferible efectuar algunas precisiones acerca de lo
que es oneroso o gratuito en una relación de adquisición de bienes o servicios.
Nada más ilustrativo es lo que ha ocurrido con la evolución jurisprudencial que se ha
observado en nuestro país por los robos ocurridos en vehículos estacionados en
supermercados o en otros centros comerciales en estacionamientos aparentemente
“gratuitos”.
Es así como hace diez años muchos fallos de Juzgados de Policía Local desestimaban las
demandas por robos en estacionamientos de supermercados u otros centros comerciales, en
el caso de que el usuario no hubiere pagado directamente por el servicio de
estacionamiento, estimando que se trataba de actos jurídicos gratuitos. Hoy en día la línea
jurisprudencial dominante piensa, a nuestro juicio correctamente, que el servicio de
estacionamiento de un supermercado o centro comercial no es gratuito, sino que se
encuentra incorporado dentro de la estructura de costos de la oferta de productos o servicios
que el consumidor o usuario contrata de modo oneroso.
Como una clara demostración de la evolución jurisprudencial reseñada y de la línea hoy
dominante encontramos, entre muchas otras sentencias Astudillo con Supermercado Lider,
rol 32.548-05 del Juzgado de Policía Local de San Bernardo que en sus considerandos más
importantes señala:
13) Que, respecto de los descargos formulados por la denunciada cabe señalar que ella no
puede pretender que el servicio de estacionamiento que presta sea una simple dádiva que
gratuita y desinteresadamente entrega al público en general. Primero la denunciada no es
una persona jurídica sin fines de lucro, por lo que, la creación de estacionamientos en
beneficio de personas indeterminadas, constituye un concepto ajeno absolutamente a su
giro. En segundo lugar, es un hecho público y notorio que la creación de ventajas por parte
de los proveedores busca precisamente embargar, cautivar o persuadir al público en general
de que su oferta puede ser aceptada en condiciones más favorables que las otorgadas por su
competencia, cuestión que finalmente reditúa en una mayor clientela y por ende en un
mayor lucro. En el mismo sentido, tal circunstancia permite que su oferta compita de igual
a igual con otros proveedores que igualmente entreguen tal beneficio al público. En este
orden de ideas el servicio de estacionamientos que presta constituye un incentivo para que
el público acuda hasta sus dependencias a comprar.
14) Que, las disposiciones de la Ley N° 19.496 si se aplican al caso concreto toda vez que
como ya se dijo la denunciada no puede pretender que el acceso a estacionamientos que ella

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otorga sea un elemento desvinculado de su establecimiento de comercio, más aún si se
considera que tal elemento opera directamente en su beneficio económico.
16) Que, cuando la denunciada señala que ella no es proveedora pues no prestaría un
“servicio de estacionamientos”, se equivoca pues dicho servicio como ya se indicó apunta
precisamente a incentivar y promover sus ventas, a través de la captación de clientela, por
lo que no puede pretender que sus estacionamientos sean una prestación desvinculada de su
giro”.14
De este modo, lo que hemos querido destacar es que cuando se exige que el consumidor
haya adquirido el bien o servicio a título oneroso debe analizarse detenidamente si el bien o
servicio aparentemente gratuito se encuentra comprendido dentro de la estructura de costos
de otro bien o servicio mayor que sí pueda ser estimado de carácter oneroso. Tal sería el
caso de un niño que acompaña a la compra a sus padres a un supermercado u otro centro
comercial, le regalan un globo o un dulce que resulta defectuoso 15. En este caso, al igual
que en el de los estacionamientos estimamos que esos globos o dulces no son gratuitos sino
que están comprendidos dentro de la estructura de costos del centro comercial para que el
público consumidor los prefiera frente a otros puntos de venta de la competencia, por lo que
debieran ser igualmente aplicables las normas protectoras de la Ley del Consumidor.

14
En una línea similar en Primer Juzgado de Policía Local de Viña del Mar, Krebs con Cencosud, rol 8761-
2009, en que a pesar de haber absuelto al demandado por falta de prueba se estableció en sus considerandos
cuarto, quinto y sexto lo siguientes: “4°. Que la existencia de estacionamientos en un supermercado,
constituye la prestación de un servicio de tal manera inherente a la comercialización de bienes que estas
empresas realizan, que no es posible concebir un establecimiento comercial de ese tipo, sin un espacio para el
aparcamiento de los vehículos de sus clientes.

5°. Que según dispone el artículo 1825 del Código Civil: “...al vendedor tocan naturalmente los costos que se
hicieren para poner la cosa a disposición de entregarla...”, de manera tal que aún cuando no se cobre tarifa por
estacionamiento, es constituye un servicio que genera costos de mantención para el establecimiento comercial
y es por tanto, en esencia, un elemento necesario para la entrega y puesta a disposición del cliente de los
productos que se comercializan.

6°. Que, consecuentemente con lo anterior y a juicio del Tribunal, la empresa denunciada, Cencosud
Supermercados S.A., tiene en el caso sub-lite, el carácter de proveedor de los servicios de estacionamiento en
sus dependencias”.
15
En el ejemplo propuesto se nos presenta un segundo problema referido al concepto de consumidor material
y consumidor jurídico. En efecto, y aunque el padre hubiere pagado por el globo, se podría estimar que sólo él
es el consumidor jurídico y, por tanto, protegido, y no su hijo. Ya ahondaremos más adelante en este trabajo
sobre el punto.

11
5. El acto o contrato deba tener por objeto la adquisición de bienes o prestación de
servicios para el consumidor: Noción jurídica y material de consumidor.

El segundo de los requisitos que cree ver, el destacado profesor SANDOVAL, para que nos
encontremos ante un acto de consumo se refiere a que el acto o contrato deba tener por
objeto la adquisición de bienes o prestación de servicios para el consumidor.
Aparentemente este segundo requisito no ofrece mayor dificultad, sin embargo, se debe
esclarecer como debe interpretarse que el bien o servicio tenga por objeto la adquisición de
bienes o prestación de servicios para el consumidor”.
La pregunta aquí es: ¿Únicamente el que compra el bien queda protegido por la ley del
Consumidor y no su mujer o sus hijos? por ejemplo. Tal interrogante nos llevará a
distinguir entre dos nociones acuñadas por la doctrina: la de consumidor jurídico y la de
consumidor material.
En esta parte recurriremos a la investigación efectuada sobre el punto por BARRIENTOS 16.
Explicando tales nociones señala la autora referida “El consumidor jurídico es el comprador
de la cosa. Sólo el comprador de la cosa estaría, en principio, facultado para ejercer
acciones que derivan del incumplimiento del contrato de compraventa de bienes de
consumo. El comprador jurídico o adquirente de la cosa es el único sujeto beneficiado con
las técnicas o mecanismos de protección que contempla la ley por incumplimiento del
proveedor de su obligación de garantía”.
Debemos advertir que el trabajo de BARRIENTOS está circunscrito al incumplimiento del
proveedor a su obligación legal de garantía –tema del trabajo de la autora-, pero no vemos
razones de peso para no extrapolar tal requisito para los demás derechos que contempla la
Ley del Consumidor, la conclusión por analogía sería, en el caso de seguir la línea de
pensamiento expuesta: sólo el comprador –consumidor jurídico- se encuentra facultado
para ejercitar las acciones de protección contempladas en la Ley de Protección de los
Consumidores.
Reafirmando tal opinión, pero advirtiendo que la opinión de los autores que se citan a
continuación ha sido formulada únicamente en relación a la obligación de garantía del
proveedor BARRIENTOS señala “Cuando se refiere a la legitimación activa de la garantía
legal CORRAL expresa que: [P]arece claro que la ley sólo otorga derecho al consumidor
adquirente del bien, es decir, al que ha celebrado el contrato con el vendedor. Este régimen
deja fuera a terceros relacionados con el adquirente que hubieren sufrido daño por el
defecto del producto, ya sea usándolo o por el uso que otro hace de él17. Anteriormente, sin

16
B ARRIENTOS C AMUS, Francisca. “La Protección del Consumidor por Vicio de la Cosa en la Jurisprudencia
Chilena reciente. Evaluación y propuestas”. Trabajo presentado para obtener la habilitación como candidata a
doctora de la Universidad de los Andes. Julio de 2010. Calificado con la máxima calificación Sobresaliente.
No editado.
17
CORRAL T ALCIANI, Hernán. “Ley de Protección al Consumidor y Responsabilidad Civil por Productos y
Servicios Defectuosos”, en Derecho del Consumo y Protección al Consumidor. Estudios sobre la ley 19.496 y

12
referirse expresamente a la distinción entre consumidor jurídico o consumidor material, este
autor ya opinaba que el régimen de la garantía legal tenía naturaleza civil contractual 18, lo
que significa que sólo el consumidor adquirente puede ejercer las acciones derivadas del
vicio de la cosa. En el mismo sentido se pronuncia Jara”19.
El consumidor material es el que consume propiamente tal, o sea disfruta o utiliza el bien.
El consumidor jurídico puede ser también el consumidor material, pero puede suceder que
ambas personas no coincidan, como cuando la madre compra la mercadería para las
necesidades de su grupo familiar. Según la opinión de los autores a que hemos hecho
referencia ambas categorías de consumidores no se encontrarían legitimados para impetrar
los mecanismos resarcitorios que la ley ofrece al comprador sino únicamente el consumidor
jurídico.
Antes de entregar nuestra propia opinión sobre el punto, debemos decir que BARRIENTOS
cree ver identidad en el concepto de usuario y en el de consumidor material, en tal sentido
señala: “El usuario es conocido en nuestro medio como “consumidor material”; como el
que disfruta del bien, pero no lo adquiere”20 y en este punto creemos que incurre en un
error.
Si bien no existe dificultad para distinguir entre el consumidor jurídico y el material, que
pueden coincidir o no en la misma persona, según se ha explicado, no existen razones de
peso para apartarnos del sentido natural de las palabras en la interpretación de la Ley y
asignar un significado al usuario distinto de lo que jurídicamente se entiende y se ha
entendido por él.
De este modo la diferencia esencial entre consumidor y usuario, es que mientras el primero
adquiere productos y los consume jurídica o materialmente, el usuario usa o utiliza
servicios, esto es disfruta la oferta de bienes o servicios que no supongan la destrucción
física o jurídica de determinados bienes.

sus principales tendencias extranjeras”. Cuaderno de extensión de la Universidad de los Andes. Santiago.
1999, p. 184.
18
Ídem., p. 184.
19
J ARA, R., “Ámbito de aplicación de la ley chilena de protección al consumidor: inclusiones y exclusiones”,
en CORRAL, H. (Ed.), Derecho del consumo y protección al consumidor, Santiago, Ed. Univ. de los Andes,
1999, p. 54, pp. 61-62.
20
B ARRIENTOS C AMUS, Francisca. “La Protección del Consumidor por Vicio de la Cosa en la Jurisprudencia
Chilena reciente. Evaluación y propuestas”. Trabajo presentado para obtener la habilitación como candidata a
doctora de la Universidad de los Andes. Julio de 2010. No editado, p. 14. Continúa la autora en el párrafo
siguiente “Tal como se expuso anteriormente, este consumidor no podrá disponer de los remedios derivados
de la responsabilidad por incumplimiento de la ley, porque no es el adquirente. Para el vendedor (es decir,
para el proveedor), el consumidor material es un tercero ajeno al contrato de compraventa de bienes de
consumo”.

13
Recordando nociones clásicas diremos que cosas consumibles son aquellas respecto de las
cuales no puede hacerse el uso conveniente a su naturaleza sin que se destruyan, como un
alimento, o un cartucho de tinta para una impresora, y las inconsumibles, aquellas respecto
de las cuales puede hacerse más de un uso de acuerdo a su naturaleza sin que se destruyan,
como una impresora o una motocicleta.
El dinero en cuanto lo pierde el que lo emplea como tal, es cosa consumible jurídicamente,
no consumible materialmente21.
Para distinguir entre consumo y uso, antes que otros elementos de interpretación, debemos
recordar que su concepto originario se encuentra en las facultades que entrega el derecho de
dominio enunciadas por el artículo 582: uso, goce y disposición.
Se denominan facultades materiales las que se realizan mediante actos materiales que
permiten el aprovechamiento de la cosa, como las facultades de uso, goce y consumo físico
de la cosa, por el contrario se denominan facultades jurídicas las que se realizan mediante
actos jurídicos22.
Para nosotros, antes de vincular el concepto de usuario al de consumidor material el que,
como hemos visto, según varios autores, puede quedar impedido de accionar por la Ley del
Consumidor si no es también consumidor jurídico, se debe volver al sentido natural de las
palabras y entender, en principio, que consumidor es quien adquiere bienes, y usuario quien
usa bienes o es destinatario de servicios en virtud de derechos personales23.
De modo que el consumidor sería el género, y el usuario una especie de consumidor que
utiliza bienes sin consumirlos o disfruta bienes sin disponer de ellos ni apropiarse de sus
frutos. Usuario es, por ejemplo, quien usa frecuentemente el servicio de metro de la ciudad,
es consumidor en sentido amplio pero no lo es en sentido estricto.
Después de hechas estas aclaraciones conceptuales que, aunque nos apartan de las
discusiones de las que nos hemos hecho cargo en este trabajo, ayudan al propósito final de
delimitar con más precisión la noción de consumidor y/o usuario, debemos retomar el
problema que ha creído ver la doctrina en el caso de que el consumidor material no sea
consumidor jurídico que, como hemos visto sostienen, al menos en lo que se refiere a la
garantía legal de los productos, que el consumidor material no se encuentra legitimado

21
Debe recordarse que nuestro Código Civil contiene una imprecisión en el artículo 575 definiendo como
consumible lo que la doctrina entiende como fungible y viceversa.
22
Son formas de disposición la renuncia, el abandono y la enajenación. El uso -jus utendi- faculta para
servirse de la cosa sin consumirla –material o jurídicamente-, ni aprovecharse de sus frutos, ya que tal utilidad
se encuentra incluida en el derecho de goce, se usa un automóvil cuando se lo conduce, pero no se lo usa en el
caso que se lo arriende o venda. La facultad de disposición -jus abutendi- permite al dueño disponer a
voluntad de la cosa ya sea destruyéndola materialmente o transfiriéndola a través de un acto jurídico.
23
En un sentido similar Botana García explica que un consumidor “es un sujeto de mercado que adquiere
bienes o usa servicios...”, oc p. 28.

14
activamente para accionar en contra del proveedor. A nuestro parecer tal cuestión debe
resolverse en un sentido completamente diverso al propuesto inicialmente por la doctrina,
utilizando para ello una interpretación extensiva de la noción de consumidor jurídico24.
Para presentar tal idea en primer lugar algunos ejemplos. Cuando concurro al supermercado
a comprar lo hago para mi núcleo familiar, y es evidente que no lo hago exclusiva ni
primordialmente para satisfacer mis necesidades personales. Así si compro pañales para
recién nacido es fácil saber, en mi caso, que lo hago para mi hijo Santiago Ruperto, si
compro pañales XXG, por su parte, será fácil suponer que estoy comprando para satisfacer
las necesidades de mi hija Laura de dos años. Lo que intento decir es que así como puedo
comprar un departamento para un hijo, a través de la fórmula habitual “compro para mi hija
María Jesús” también puedo efectuar actos de consumo para otros miembros del grupo
familiar, sean capaces o incapaces, y en este caso el consumidor jurídico debe entenderse
todo mi grupo familiar, porque otros compran a través mío los bienes o servicios que
necesitan para cubrir sus necesidades o dicho de otro modo, me encuentro mandatado por
mi grupo familiar para contratar por ellos la adquisición de bienes o servicios necesarios
para satisfacer sus necesidades.
De tal forma si mi mujer sufre un accidente al manipular el centro de cocina que compré
ayer en el supermercado, debe estimarse que ella está comprendida dentro del concepto
amplio de consumidor que propongo, pues forma parte del núcleo de usuarios para el que
fue comprado el producto, o deberá entenderse, con el mismo efecto práctico enunciado
anteriormente, que el uso que hacen los demás miembros de mi familia de tales artefactos
es asimilable por completo al uso que pudiera hacer yo del mismo. De modo que, en todos
los casos propuestos nos encontraríamos legitimados activamente para accionar por medio
de los medios que nos entrega la Ley de Protección de los Consumidores.
De nuevo lo que propugnamos en este punto es una interpretación amplia del concepto de
consumidor nada de extraña por lo demás, en derecho comparado. Así BOTANA define al
consumidor como aquel que adquiere bienes o usa servicios “para destinarlos a su propio
uso o satisfacer sus propias necesidades personales o familiares”, incluyendo como puede
observarse en la definición, las necesidades del grupo familiar, como aquellas que pueden
legítimamente satisfacerse en el acto de consumo que ejecuta un miembro del grupo
familiar, sin por ello perder su naturaleza de acto de consumo.
En un sentido inverso a la línea de interpretación expuesta y al ejemplo planteado y por
tanto, a nuestro entender errónea, en Chávez con Falabella el Segundo Juzgado de Policía
Local de Iquique, 15 de diciembre de 2005, Rol N° 10.873-E, desestimó por falta de
legitimación activa la acción de la actora, acogiendo los argumentos del proveedor, que al
demandar la responsabilidad civil del proveedor por la infracción de los derechos de la

24
Desde hace varios años se puede distinguir nociones más amplias o más restringidas. Así Botana García
distingue una noción concreta o estricta, centrada fundamentalmente en quienes adquieren bienes o servicios
para uso privado y una noción abstracta o amplia, que incluye a todos los ciudadanos en cuanto personas que
aspiran a tener una adecuada calidad de vida.

15
garantía legal, ya que la demandante sufrió quemaduras en su mano por las fallas de un
termo que compró su cónyuge en el local del proveedor25.
El problema señalado acerca de si los consumidores materiales quedan legitimados
activamente para impetrar la protección del Derecho de Consumo también puede
producirse por medio del análisis de las primeras condiciones que ha señalado SANDOVAL
para que nos encontremos dentro del concepto de consumidor, esto es que la adquisición de
bienes o servicios por parte de la persona natural o jurídica lo haya sido por medio de un
acto jurídico oneroso.
En tal sentido alguna jurisprudencia considera que la inclusión de los consumidores
materiales pugna con la definición legal de consumidor, la cual exige que el consumidor
celebre un “acto jurídico oneroso”26.
No obstante, del análisis que ya hemos efectuado de este requisito y de lo que debe
entenderse por acto jurídico oneroso y gratuito en materia de consumo, creemos que en este
punto también debe efectuarse la interpretación extensiva que propugnamos para el
concepto de consumidor jurídico. Así cuando compro a título oneroso bienes o servicios
para mi grupo familiar, debe entenderse que cada uno de los miembros de mi grupo familiar
ha adquirido dichos bienes o servicios a título oneroso.
Nos apoyamos para ellos en las mismas razones antes expresadas para pronunciarnos a
favor de la ampliación del concepto de consumidor jurídico.
Es evidente que si la adquisición de dichos bienes o servicios ha sido efectuada desde el
inicio a título gratuito no se cumplirán las condiciones exigidas por la Ley y no nos
encontraremos legitimados para accionar a través del estatuto jurídico de defensa del
consumidor, pero si los bienes o servicios han sido, como hemos dicho, adquiridos

25
Hay que dejar en claro que en el trabajo citado, Francisca Barrientos aclara que “Si bien, este caso se acerca
a los productos defectuosos, me parece que habría que reconocerle al consumidor material la posibilidad de
ejercer acciones que surgen de la garantía legal”, B ARRIENTOS C AMUS, Francisca. “La Protección del
Consumidor por Vicio de la Cosa en la Jurisprudencia Chilena reciente. Evaluación y propuestas”. Trabajo
presentado para obtener la habilitación como candidata a doctora de la Universidad de los Andes. Julio de
2010. Calificado con la máxima calificación Sobresaliente. No editado.
26
Por ejemplo, en Corte de Apelaciones de La Serena, 29 de agosto de 2008, Rol N° 90-2008, Cofré Y Otros
Con Aguas Del Valle (Legal Publishing N° 39807) quedó demostrado la inundación de aguas servidas que
ocurrió en un barrio residencial es un sector de Coquimbo. Este hecho provocó una serie de perjuicios a los
demandantes que eran los habitantes del sector afectado. Ellos demandaron por sí y en representación de sus
hijos menores de edad los perjuicios sufridos por la inundación de aguas contaminadas. En este caso, la Corte
estableció que los menores no eran consumidores y acogió la excepción de falta de legitimación activa de los
menores que actuaban representados por sus padres. En su concepto no resultó posible admitir que los
menores tuvieran la calidad de consumidores “…por cuanto la lógica y la experiencia que indican que el
carácter de consumidor lo tiene quien responde por la contraprestación del servicio que entrega el
proveedor… (considerando 8°)” [las cursivas son mías]. Indirectamente, ver Corte de Apelaciones de
Concepción, 17 de mayo de 2007, Rol N° 31-2007 González Con Supermercados Santa Isabel (Westlaw
Chile J5001/2007).

16
inicialmente a título oneroso por cualquier miembro del grupo familiar27, debe entenderse
entonces que se cumple con el requisito señalado.

II. Algunas ideas sobre los principios de interpretación del Derecho del Consumo

Hemos anunciado un último párrafo destinado a ensayar algunas ideas sobre lo que debe ser
algunos de los principios de interpretación que deben animar el derecho del consumidor.
En efecto, en algunos trabajos que nos ha correspondido revisar nos parece falta la
explicación de las características fundamentales del derecho de consumo, las que lo cruzan
en todas y cada una de sus instituciones, y constituyen elementos fundamentales al
momento de interpretar cada una de sus normas.
El derecho de consumo, es una denominación que designa un conjunto de disposiciones que
tienden a corregir un desequilibrio contractual, protegiendo a los consumidores o bien
orientadas a la regulación de modalidades especificas de contratación28.
En cuanto a la primera gran división del derecho, entre público y privado, lo cierto es que el
Derecho de consumo posee manifestaciones tanto en el ámbito de lo público como de lo
propiamente privado incidiendo algunas de sus normas en la teoría general del contrato, a
saber: “la juridificación de la fase preliminar, con la imposición a la empresa de extensos
deberes de información; el creciente formalismo; la imposición legal de obligaciones; la
integración de publicidad en el contrato; la objetivación de la responsabilidad de la
responsabilidad contractual; un cierto control de las condiciones generales; la exigencia
de equilibrio en la relación; la admisión –como regla general- de la nulidad parcial; y, por
último, la posibilidad, en ciertos casos, del desistimiento unilateral del consumidor” 29.

Con todo, no cabe duda que sus disposiciones son de orden público, ya que no han sido
establecidas en el sólo interés del individuo, sino que su cumplimiento interesa a toda la
sociedad siendo protectoras de una gran cantidad de individuos: los consumidores. Como
las facultades que concede el derecho del consumo no han sido otorgadas en el sólo interés
del consumidor –individualmente considerado- no puede éste renunciar a aquellas
prerrogativas que, por su trascendencia y generalidad son elementales para el buen
comportamiento de la economía y el respeto de derechos básicos de la persona. Todo lo

27
Utilizando para ello un concepto amplio de lo que debe entenderse por familia.
28
Sobre los orígenes del Derecho de Consumo y su relación con el Derecho clásico de contratos puede
consultarse mi trabajo PINOCHET OLAVE, Ruperto, Integra el Derecho de consumo el Derecho civil, el
Derecho Mercantil o conforma una disciplina jurídica autónoma?, Estudios de Derecho Civil III, V Jornadas
Nacionales de Derecho Civil, Pontificia Universidad Catolica de Valparaíso, 2007, Ed. LegalPublishing,
2008, p. 9.
29
MARTINEZ DE AGUIRRE, Carlos, “Trascendencia del Principio de Protección a los Consumidores en el
Derecho de obligaciones”. Anuario de Derecho Civil, 1994, p 74

17
dicho encuentra su fundamento normativo en el artículo 12 del Código Civil, como norma
de carácter general integradora del ordenamiento jurídico chileno que dispone: pueden
renunciarse los derechos conferidos por las leyes, con tal que sólo miren al interés
individual del renunciante, y que no esté prohibida su renuncia.
Nuestra Ley del Consumidor, siguiendo por lo demás, los principios inspiradores del
Derecho de Consumo a nivel mundial señala en su artículo 4: “Los derechos establecidos
por la presente ley son irrenunciables anticipadamente por los consumidores”,
consagrando en términos explícitos que, en esta materia, no nos encontramos frente a
derecho disponible por la simple voluntad o consentimiento de las partes.
La realidad de desequilibrio contractual, dato esencial desde el cual se construye un sistema
articulado de remedios para la protección de aquel que se encuentra en una situación de
inferioridad: el consumidor, contiene entre otros instrumentos la regla interpretación que
consagra el principio pro consumidor30.
Dicha regla, en este trabajo la hemos limitado a un precepto de interpretación dentro de la
Ley del Consumidor sin embargo, debemos advertir que en Europa se discute más allá de
nuestra pretensión, si el principio de protección de los consumidores es un principio general
del ordenamiento jurídico31 y es nuestro país, al menos, existen antecedentes para
considerar que las disposiciones de protección a los consumidores tienen un carácter
supletorio en el ordenamiento jurídico nacional.
Dejando atrás los temas esbozados, nos centraremos nada más en el contenido del principio
pro consumidor o, como lo denominan algunos autores principio pro consumatore o in
dubio pro consumidor.
Aunque parezca increíble nuestra Ley del Consumidor no contiene el principio en términos
explícitos, por lo que revisaremos algunas definiciones dadas por normas de derecho
comparado para llegar a algunas conclusiones.
Así la directiva europea 93/13/CEE del Consejo, de 5 de abril de 1993, sobre las cláusulas
abusivas en los contratos celebrados con consumidores señala en su artículo 5. “En los
casos de contratos en que todas las cláusulas propuestas al consumidor o algunas de ellas
consten por escrito, estas cláusulas deberán estar redactadas siempre de forma clara y
comprensible. En caso de duda sobre el sentido de una cláusula, prevalecerá la

30
Además pueden mencionarse deberes especialmente calificados de exigencia de información
precontractual; control de incorporación de condiciones generales de la contratación; control de contenido de
las condiciones generales de la contratación -comprendiendo no sólo la posibilidad de declarar la ineficacia
total del contrato sino también la ineficacia parcial; la regulación especial de las cláusulas abusivas; las
acciones colectivas y reglas especiales de responsabilidad civil aplicables a las relaciones de consumo. Todo
lo anterior más una abundante normativa especial de protección en diversas materias tales como: contratos a
distancia; comercio electrónico; servicios turísticos; derecho de aprovechamiento por turno; compraventa y
arriendo de viviendas; contratos de seguros con consumidores, etc.
31
Se puede consultar una síntesis de dicha discusión en LASARTE ÁLVAREZ, Carlos, Manual sobre
Protección de Consumidores y Usuarios, Madrid, Dykinson, 2003, p. 31 y siguientes.

18
interpretación más favorable para el consumidor. Esta norma de interpretación no será
aplicable en el marco de los procedimientos que establece el apartado 2 del artículo 7 de la
presente Directiva”.
En Italia, el Decreto Legislativo de 6 de septiembre de 2005, que contiene el Código del
Consumidor32, prescribe en su artículo 35, bajo el epígrafe, Forma e interpretazione 1. 1.
“Nel caso di contratti di cui tutte le clausole o talune clausole siano proposte al
consumatore per iscritto, tali clausole devono sempre essere redatte in modo chiaro e
comprensibile. 2. 2. In caso di dubbio sul senso di una clausola, prevale l'interpretazione
piu' favorevole al consumatore”.
En Francia su Code de la consommation, version en vigueur au 28 décembre 201033,
artículo L133-2 dispone, en el mismo sentido que las demás normas analizadas: “Les
clauses des contrats proposés par les professionnels aux consommateurs ou aux non-
professionnels doivent être présentées et rédigées de façon claire et compréhensible.
Elles s'interprètent en cas de doute dans le sens le plus favorable au consommateur ou au
non-professionnel. Le présent alinéa n'est toutefois pas applicable aux procédures engagées
sur le fondement de l'article L. 421-6".
Por último la Ley española 26/1984, de 19 de julio, General para la defensa de los
consumidores y usuarios34, dispone en su artículo 10 2. “Cuando se ejerciten acciones
individuales, en caso de duda sobre el sentido de una cláusula prevalecerá la interpretación
más favorable al consumidor” en tanto que la Ley Argentina de Defensa del Consumidor
N° 24.240, artículo 3° señala: “Interpretación. Las disposiciones de esta ley se integran con
las normas generales y especiales aplicables a las relaciones jurídicas antes definidas, en
particular las de Defensa de la Competencia y de Lealtad Comercial. En caso de duda, se
estará siempre a la interpretación más favorable para el consumidor”.
Como puede apreciarse el contenido del principio es sencillo y prácticamente de idéntica
redacción en todas las normas de derecho comparado revisadas: en caso de duda debe
estarse a la interpretación que más favorezca los intereses del consumidor.
¿Quién decide qué interpretación es la más favorable? Evidentemente, como en todo
estatuto jurídico protector, el protegido: en este caso el consumidor.
Cabe en este punto preguntarse por qué en nuestro país una regla de interpretación tan
sencilla no se recogió en la Ley, lo que ha creado algún grado de incertidumbre en doctrina
y jurisprudencia, que las ha hecho, en más de una ocasión tomar un rumbo errático.

32
Código de Consumo, de conformidad con el artículo 7 de la Ley de 29 de julio de 2003, n° 229.
33
Créé par la Loi n°95-96 du 1 février 1995.
34
Boletín oficial del Estado, números 175 y 176, de 24 de julio de 1984.

19
Aunque no exista texto expreso en Chile, la correcta exégesis de nuestra Ley de Protección
de los Consumidores no puede dejarnos de llevar a otra conclusión que en nuestro país
también en caso de duda debe preferirse aquella más favorable al consumidor.
Ello porque dicha Ley, tal como su nombre lo indica, consagra un estatuto protector
conteniendo de modo evidente, un principio de defensa del consumidor, el que se
materializa en materia de interpretación, al igual que en los demás estatutos protectores,
piénsese materia laboral, en el principio in dubio pro consumidor, pues eso significa
interpretar dichas leyes de acuerdo a sus principios y finalidades inspiradoras. Cualquier
conclusión contraria es absurda.
Es por las razones expuestas que ante las diversas posibilidades de interpretación frente a
los problemas que hemos revisado en el presente trabajo, que nos ponen ante la disyuntiva
de ampliar o restringir la noción del consumidor –sin apartarnos de los principios de la
misma Ley- hemos optado por la interpretación que favorece sus intereses, por considerar
que nos encontramos frente a un imperativo en la interpretación de las normas del
consumidor.

20

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