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Alejandra Cortez 1

La configuración de Rosas en la Generación del ‘37

Entre 1820 y 1830 la Argentina se encontraba con el estadillo de la guerra civil. La inestabilidad
política era el resultado de las posturas entre el interior y Buenos Aires. Las provincias lideradas
por caudillos, se oponían a las pretensiones de Buenos Aires, que ejercía un poder centralizado.

Federales y unitarios chocaban en congresos y batallas tratando de imponer sus ideas acerca de
un gobierno nacional unificado.

En 1829 la Junta de Representantes eligió a Rosas como gobernador de la provincia de Buenos


Aires, dándole el poder para enfrentar los conflictos internos.

Durante el gobierno de Rosas, la iglesia fue un arma fundamental para él, ya que se había unido
al poder. Y sin duda los unitarios se volvieron sus enemigos y cualquier persona que no
estuviera de acuerdo con su ideología.

Su gobierno era centralista y tenía un criterio nacionalista, pues era anti europeo. Suprimió la
libertad de prensa y se adueñó de ella. Exigió un culto a su persona obligando colgar su retrato
en todos los actos públicos e impuso usar una cinta punzó a todos los trabajadores provinciales.
Consolidó su poder haciendo uso de actividades violentas tiránicas, que le permitió controlar a
todas las clases sociales, sobre todo a los de más bajos recursos y relegó la educación de los
habitantes a mano de la Iglesia.

Luego de años de luchas, en este periodo de relativo orden, comenzó a cobrar importancia la
Universidad creada por Rivadavia, donde se conocieron algunos integrantes de la” Primera
Generación Romántica”

Esteban Echeverría, quien venía de estudiar cinco años en Francia, introduce un nuevo
movimiento a la Argentina: El Romanticismo, que abarcó las artes plásticas, la literatura, la
música y la política. Tenía como centro el sentimiento y la emoción por sobre la razón. Una de
las corrientes del Romanticismo europeo tenía dos variantes: la social, que es tocada por la
generación del ‘37 y la del Romanticismo sentimental, tal como la novela, Amalia de José
Mármol de la siguiente generación.

El Romanticismo se dividió en tres grupos: 1° Generación de 1837: Marco Sastre, Esteban


Echevarría, Juan M. Gutiérrez, Domingo F. Sarmiento, Juan J. Alberdi, entre otros.
(Generación de proscriptos: unitarios perseguidos por federales). 2° Generación de 1853:
Mansilla. (Generación de la constitución). 3° Generación de 1866: José Hernández, Rafael
Obligado. (Romanticismo gauchesco).

Echeverría. Juan M. Gutiérrez, Domingo F. Sarmiento, Juan J. Alberdi, entre otros, se reunía en
el salón literario de Marcos Sastre; quienes se encontraron con una realidad de país y se
dispusieron a transformarla. En 1837, se constituyó el Salón Literario, espacio donde realizaban
lecturas de sus ensayos. Cada uno de los trabajos muestra la focalización en la patria como
objeto central de reflexión y la convicción de que son los escritores quienes deben asumir la
tarea de pensar un destino para el país naciente.
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Ellos consideraban a Rosas un producto de la evolución nacional o americana, algo propio del
nuevo medio en formación, una etapa inevitable y necesaria para alcanzar realidades mejores.
Más tarde, los jóvenes románticos y del Salón Literario cambiaron de posición, en parte por sus
ideas liberales, que contrastaron cada vez más con las situaciones y hechos violentos que veían
y que no toleraban. Seleccionaron momentos del pasado, dividiéndolos en aceptables y no
aceptables; la Revolución de Mayo fue aceptable, y descubrieron aquello que, por no cumplido
hasta entonces, apuntaba como promesa y programa de acción. Consideraron no aceptable
el absolutismo español, y lo vieron proyectado en Rosas, prolongado en odios, luchas, descuido
del pueblo y de los intereses de la patria. Esto los hizo apartarse del unitarismo, pero más aún
del federalismo.

En 1838, disuelto el Salón literario, el grupo fundó clandestinamente la “Asociación de la


Joven Argentina”, también conocida como “Asociación de Mayo”.

Estos intelectuales se miraron a sí mismos como “hijos de los héroes de la independencia” y se


apropiaron de la tarea de alcanzar la emancipación intelectual para concluirla comenzada en
mayo de 1810 por la emancipación política: a la etapa desorganizadora y destructiva de la
espada, deben sucederle la de la inteligencia, la razón y la letra.

Las condiciones que posibilitaron este nacimiento fueron: la existencia de un grupo homogéneo
de autores a quiénes unía el origen social, la educación, la experiencia común del exilio y el
impacto que les causó Rosas.

En los años posteriores, sobre todo después de 1840, los escritores de esta generación,
proscriptos por Rosas, fuero partiendo uno a uno hacia el exilio y se refugiaron en las ciudades
de Montevideo, Santiago de Chile, entre otros. El destierro les permitió ver la Argentina a la
distancia y les produjo un sentimiento de añoranza y admiración por su grandeza. Rosas les
generó sentimientos contradictorios: su origen popular, sus actitudes irracionales y su poder los
fascinó, a la vez que les provocó rechazo.

Sarmiento afirmaba que el desenlace trágico de la Revolución de Mayo fue el choque entre dos
culturas: la de la campaña pastoril y la de la ciudad. También afirmó que esas culturas eran
hostiles a cualquier orden moderno. La civilización se identificaba con la ciudad, con lo urbano,
lo que estaba en contacto con lo europeo, o sea lo que para él era el progreso. Y la barbarie, por
el contrario, era el campo, lo rural, el atraso, el indio y el gaucho. Mientras que Alberdi creía
que el enfrentamiento estaba entre la Europa y la barbarie: todo lo que no es europeo, es
bárbaro. Decía que Argentina se dividía en dos regiones: Argentina del Litoral, que tenía
contacto con países más modernos y Argentina Mediterránea, privada de ese contacto, anclado a
la época colonial.

Cada uno de estos escritores manifestó de alguna manera en sus obras la situación del país y su
rechazo hacia “El Restaurador”: Echeverría con El Matadero, Sarmiento con Facundo o
Civilización i Barbarie, Alberdi con El Gigante Amapola.

El Matadero no se queda con las costumbres contemporáneas, sino que hace una denuncia
política y social. La visión romántica y el lenguaje crudo del realismo se entrecruzan en el plano
ideológico del narrador. En este “matadero” que no es más que la representación del país,
donde la “casilla” es Buenos Aires, “el Juez” es Rosas y los “matarifes la mazorca; y donde
cada uno de los episodio es más duro que otro.
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La historia transcurre en la época en que se debió guardar luto obligatorio por la esposa de
Rosas y sumado a eso estaba en cuaresma, pues la Iglesia Católica prohibía consumir carne.

En este aspecto podemos ver el vínculo que ejercía el gobierno con la Iglesia. En un tono
irónico se muestra al Restaurador como un católico fiel, pero a él no le faltaba la carne.

Al llover varios días en abundancia, el matadero se inunda, entonces no se pueden ejercer la


ejecución del ganado.

La descripción del matadero simboliza la situación del país en ese momento: como por ejemplo
el barro el barro: el pueblo atascado en medio de un caos. La vida en ese matadero era
miserable, tal como se veía el país, ya que toda orden era ejercida por Rosas, quien abusaba del
poder. Los negros, mulatos y demás era la representación del pueblo, fácil de manipular.

Los carniceros y los enlazadores, es una mera representación de la mazorca. En ellos se refleja
la crueldad y frialdad cuando se les escapa el toro, que por querer enlazarlo degüellan a un niño
que miraba con curiosidad esa tarea. Nadie se preocupa por él y se van tras el toro “indomable”
para atraparlo. Este toro no es más que la representación de los unitarios que eran perseguidos.

Alguien del matadero ve a un joven unitario que venía en su caballo, ven que no tiene divisa ni
luto en el sombrero. El Matasiete lo agrede y junto con los demás comienzan a torturarlo. La
expresión “Matasiete era un hombre de pocas palabras, pero de mucha acción” demuestra el
salvajismo y la falta de cultura que tenían los federales. También lo vemos en el carnicero
cuando lo describe con el torso desnudo, pelo largo, con un cuchillo en la mano, bañado en
sangre, figura que representa un animal.

El unitario que atrapan se muestra pedante ante estos, orgulloso de ser lo que es. Lo llevan a la
casilla por orden del Juez, donde allí se burlan, lo atan, lo desnudan y lo colocan en forma de
cruz. El joven revienta de rabia y muere, pues muere de la misma forma que el toro.

En esta obra el autor identifica el régimen rosista con la actividad que se llevaba en los corrales
de la época. La descripción del lugar, los hechos que se realizaban allí, el despotismo de los
federales sobre un unitario, demuestran abiertamente el concepto de tiranía y de opresión que el
autor quería dar a conocer al pueblo.

Todos estos intelectuales construyeron una imagen de país, instalaron la idea de Nación
Argentina, y fueron fundadores de la literatura nacional y de la crítica literaria del país.

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