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Delegación
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DELEGACIÓN
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DELEGACIÓN
DELEGACIÓN
Introducción
La delegación es uno de los instrumentos más potentes de los que dispone un directivo para
conseguir mejorar el funcionamiento de su organización a nivel de la distribución de tareas.
Delegar es responsabilizar de una tarea determinada a una o varias personas, que hasta
ahora no estaban realizando, o que al menos no tenían responsabilidad sobre su
ejecución global.
¿Cuáles son los motivos para delegar una tarea? ¿Por qué se valora y se recomienda la
delegación en los directivos? La razón es muy simple: partimos de que es imposible que una
persona “lo haga todo”. Por mucha capacidad que posea un profesional individual, la
complejidad del ámbito laboral hoy día, requiere del trabajo en equipo y de una distribución
de tareas y responsabilidades coherente. En muchas ocasiones esto implica una descentra-
lización de tareas y responsabilidades “hacia abajo”.
Debemos resaltar que, además de repartir la carga de trabajo de una manera más cercana
al óptimo, estamos potenciando el crecimiento de nuestro equipo. El equipo, tras la
delegación, es más polivalente y en consecuencia más flexible ante los requerimientos que
puedan aparecer en el futuro.
Tareas y funciones
Las tareas que están en función directa con los objetivos son tareas básicas o proactivas.
Estas tareas contribuyen directamente a hacer crecer el negocio. Un ejemplo podría ser
“visitar a un cliente para concretar las características técnicas del producto que desea que
fabriquemos para él”.
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DELEGACIÓN
Las tareas que no contribuyen directamente a hacer crecer el negocio, se realizan porque
son necesarias para el correcto desarrollo de las otras tareas que hemos descrito como
básicas. Un ejemplo sería “decidir la fecha y lugar de la cena previa a las fiestas de Navidad”,
o “rellenar las notas de gastos de desplazamientos”. A estas tareas las llamaremos
secundarias o reactivas.
A priori todas las tareas que se realizan en una organización están directa o indirectamente
ligadas a la consecución de los objetivos. Si se realizan tareas que no conducen a esto, es
porque los objetivos están mal definidos, porque el desempeño es incorrecto o por otro tipo
de disfunción de la organización.
Una tarea superflua es un despilfarro, y los despilfarros son una pérdida neta.
Desde el punto de vista de un directivo que dispone del apoyo de otros colaboradores, existe
también un objetivo, una misión por la cual existe su puesto de trabajo. Esa misión, esa razón
de ser del puesto, se descompone en funciones y tareas que una vez estructuradas
constituyen la descripción de ese puesto de trabajo.
En este sentido, si la organización o una parte de ésta requiere que sus miembros realicen
más tareas o tareas distintas, la organización se debe adaptar modificando su estructura y
su distribución de tareas.
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DELEGACIÓN
Traspasar una tarea de un puesto a otro de manera definitiva, no es una delegación. En todo
caso es un rediseño del contenido de los puestos de trabajo. Esto en sí no es algo negativo.
Un rediseño puede ser lo más indicado para la organización, pero no es una delegación.
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DELEGACIÓN
Proceso de delegación
El primer paso en una delegación se produce una vez tenemos una organización personal
correcta. Es en ese momento que vemos la correspondencia entre las tareas que ocupan
nuestro tiempo y las que es deberían ocuparlo.
La realidad de que “una persona no puede hacerlo todo” se pone de manifiesto. Es evidente
que debemos dejar de hacer algunas cosas. La cuestión es: ¿qué tarea delegamos?
Las tareas que implican dirección de personas no suelen ser delegables. Por ejemplo, la
contratación de nuestro personal (al menos en las últimas fases del proceso de selección),
la supervisión, la evaluación de resultados de nuestro equipo, etc.
Las tareas de carácter legal, político o confidencial tampoco son delegables, por definición.
La planificación y las decisiones estratégicas son normalmente las tareas de más alto nivel
que realiza un directivo. No se pueden delegar sin perder un contenido que identifica al
puesto.
En principio, el resto de tareas es delegable. Por supuesto, unas tareas serán más
aconsejables para ser delegadas que otras, pero el criterio debe ser objetivo, partiendo de
la tarea en sí misma, la persona en la que vamos a delegar y el proceso de delegación
necesario.
Ante la elección de qué tarea delegar, el directivo debe vencer una primera resistencia: la
sensación de pérdida de poder. Al realizar menos tareas, puede parecer que se pierde valor
añadido. Esta postura impide crecer a la organización, al directivo y a su equipo. Los tres
quedan esclerotizados ante esa postura inmovilista.
A veces el directivo busca una salida falsa: delega tareas que detesta. Si este es el único
criterio, la delegación no es más que “quitarse un muerto de encima”. Esto es expresión de
la segunda resistencia del directivo que rechaza delegar tareas que le resultan agrada-
bles, al margen de lo poco rentable que sea que el directivo sea quién haga una tarea que
podría hacer un colaborador perfectamente.
Este es el criterio que debe regir la decisión: qué tareas podrían desempeñar correctamente
(en un plazo prudencial) los colaboradores.
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DELEGACIÓN
Como resultado sabemos qué tarea y con qué resultado, vamos a delegar.
Decidiremos ahora quién va a ser la persona en la que vamos a delegar la tarea decidida en
el paso anterior.
El tercer paso es llegar a un compromiso con la persona en la que se delega. Los objetivos
deben quedar claros, así como los recursos disponibles, el periodo de adaptación en el cual
se trabajará con un contacto continuado y las posibilidades de consulta y monitorización. No
es prudente desentenderse del tema de manera brusca. El delegador debe ser una fuente
de consulta accesible para solucionar contingencias, aún cuando la tarea esté prácticamente
dominada. De hecho toda delegación implica un periodo formativo o de capacitación donde
el delegador transfiere habilidades y conocimientos al delegado.
La responsabilidad última permanece aún en manos del directivo y esto implica la obligación
y el derecho a una supervisión moderada. La delegación es un proceso progresivo en el que
la organización y las dos partes maduran profesionalmente, hasta conseguir un nuevo punto
de equilibrio en la distribución de las cargas de trabajo.
Finalmente, una vez establecido el compromiso y las “reglas del juego”, es muy importante
hacer público al personal la nueva situación en lo relacionado con la tarea y la persona
implicadas en la delegación.
El seguimiento, de cerca al principio pero cada vez más suave, es clave en el éxito del
proceso. Una vez el delegado realiza la tarea con facilidad, es necesario estar accesible a
posibles consultas, pero la delegación como proceso ha llegado al final.
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