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El año 396 es nombrado obispo auxiliar de Hipona por Valerio, pasando a ser
titular tras la muerte de éste. En los años 418 y 422, en plena descomposición del
imperio tras el saqueo de Roma por Alarico, participa en el concilio de Cartago y
continúa su activa producción filosófica y religiosa que abarcará más de 100
volúmenes, sin contar las Epístolas y Sermones. El año 430, estando sitiada Hipona
por las huestes de los vándalos de Genserico, morirá, poco antes de que la ciudad
fuera completamente arrasada.
Las principales herejías que combatió San Agustín fueron las siguientes:
Según San Agustín, un hombre puede estar seguro de que existe porque está
vivo. Además, está claro de que ese hombre entiende tanto el hecho de su existencia
como el hecho de que vive. Por lo tanto, existimos y sabemos que existimos. San
Agustín proclama, pues, la certeza de lo que conocemos por la experiencia interior,
por la autoconsciencia.
El punto de partida para la búsqueda de la verdad se halla en la intimidad de la
conciencia, en un proceso de interiorización que lleva al hombre más allá de sí mismo
(autotrascendimiento)
El logro de un conocimiento pleno y absoluto consiste en una dialéctica
ascendente que consta, como en Platón, de las siguientes etapas:
San Agustín adopta la tesis neoplatónica que sitúa las Ideas o esencias
eternas e inmutables en la mente de Dios, ya que si son eternas e inmutables, no
pueden tener su origen en el alma humana, finita y limitada, sino sólo en la
inteligencia divina.
A diferencia de Platón, San Agustín niega que el acceso a la verdad se
produzca a través del recuerdo o reminiscencia del alma. El acceso a la verdad se
produce por iluminación. Las Ideas se encuentran en la mente de Dios. Dado su
alejamiento de lo sensible, realidad en la que se encuentra el hombre, las ideas sólo
se pueden conocer mediante esa especial iluminación que Dios concede al intelecto.
La teoría de la iluminación está inspirada en la Idea de Bien platónica como el sol
que ilumina el mundo inteligible (símil del sol)
San Agustín defiende esta teoría de la iluminación porque la mente humana es
mutable y temporal, de modo que lo que es inmutable y eterno la trasciende y parece
no estar al alcance de su capacidad. San Agustín aclara que no entiende por “luz” el
intelecto o la actividad de éste, pues si postula la existencia de la iluminación divina
es precisamente a causa de las deficiencias del intelecto humano.