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No nos van a atacar por lo que hagamos, nos van a atacar por lo que somos.

Pablo Iglesias.

PUNTO DE VISTA
LA CULTURA DE LA ‘PEINADA’
Por Ricardo Villa Sánchez

¿En una sociedad de pensamiento homogéneo, habría un poder hegemónico? Parece lógico,
sencillo o de simple sentido común, hacerse esta pregunta, sin embargo, a veces, como si
estuviéramos en el recreado mundo de Matrix, cualquiera se podría cuestionar si vamos hacia
allá o ya estamos en este recuadro.

Alguna vez fui a darle la mano a alguien con el que había tenido un breve, por demás corto
y hasta cordial debate, a partir de un incómodo trino, que no sé si nació desde mi cuenta o de
la de él, no obstante, el individuo, en vez de estrechar mi mano, en completo silencio me dio
la espalda y se fue. Aún no sé si por dignidad o por ego. Sin embargo, ahora considero que
recibí, para mal o para bien, una lección de vida.

A veces sin saludar u otras con la intensidad de un mosco en el umbral de la oreja, en un


cuarto cerrado, con un ventilador de techo que rueda a la velocidad de la escena introductoria
de Apocalipsis Now, de Francis Ford Coppola, en el sopor etílico de la siesta del capitán
Willard, mientras suena The End de The Doors, de este a oeste, salen los dobles de la gente,
a asumir el personaje del día, superhombre, seudogladiador de la ‘peinada’, poseedor de la
verdad revelada, todopoderoso mientras cacarea sus dogmas, en la batalla tras las pantallas,
sin saber si algunas de estas ideas fueron sembradas o impuestas por la sociedad de consumo,
otras dictadas por el fetiche de turno o recreadas desde las alas de la mente, en el nuevo
escenario de disputa, en las redes comunitarias, de la dispersión, eufemísticamente llamadas
sociales. Quizás muchos nos convertimos en cajas de resonancia, otros en bodegas de
reacción, en este actual espacio público (¿?) de expresión para quienes no tienen voz, pero,
también, para quienes anhelan haya un solo eco. La trampa de las redes sociales, que
anunciaba Bauman o el poder de la difusión viral de imágenes e ideas a través de la
interconexión, que evoca Manuel Castells.

En ese contexto, dentro de las cabañuelas de 2020, se denota que seguirá floreciendo la
indignación, la auto convocatoria desde diversos escenarios a la movilización social, a la
resistencia civil pacífica y al compromiso ciudadano por una Colombia más justa y más
humana, en Paz. Sin embargo, ha sido particular que, en un debate de yo con yo, de ‘pajazo’
mental, se ha propagado la idea de sólo hablar, comunicarse, unirse, con los pares. Mirando
para otro lado o a su propio ombligo, de los argumentos van, argumentos vienen, de que lo
más sano del debate es hacerlo con el interlocutor válido, que controvierta, para llegar, en
algunos casos, a puntos en común, a pactos o, también, a disensos, sin convertirse por esto
en enemigos. No siempre se gana o la victoria es doblegar o tachar al otro. Es más, no existiría
quien siempre tiene la razón; sólo sé que nada sé, diría Sócrates.

Cuando sólo se sigue a quien piensa, habla y actúa igual, bajo los mismos principios y fines,
se encerraría el individuo en una comunidad de intereses y lenguaje, tan rígidos, que lo
alejarían de las realidades cambiantes o generaría una actitud dogmática, purista y sectaria,
tipo gran hermano. Desde esa orilla, ¿cómo puede formarse un individuo un criterio libre,
razonable, coherente, si sólo escucha, lo que quiere escuchar, y se rodea de sus gemelos? El
mundo de la vida es diverso, contradictorio, paradójico y las relaciones sociales son
complejas, mutables, paradigmáticas.

En esa coyuntura crítica, las masas, quizás, no se darían cuenta de que caerían, o caeríamos,
en lo más cercano al fascismo, a una sociedad segmentada, en la que hay mayor control, se
los repito, se los repito, dentro del pensamiento homogéneo y el poder hegemónico. Allí va
la pregunta: ¿qué deliberación puede haber en el espacio público o acción comunicativa o
consensos o disensos, si todos piensan, hablan, sienten, ven o actúan de la misma manera?
La democracia es pluralista. Puede haber matices, a lo el yin y el yang. Además, así piensen
distinto, los contradictores, tienen dignidad, derechos, y libertad para expresarlo a su manera
y hasta para equivocarse; así como cualquier otra persona, así como uno mismo.

¿Dónde queda la inclusión, el pluralismo y la democracia? ¿Sólo siguiendo a los buenos o


callando ─eliminando─ a los ‘mamertos’? Bajémonos de esa nube. El único camino no sería
hacia este aparente mundo feliz, que podría terminar por llevarnos al aburrimiento del
totalitarismo. No caigamos en ese juego. Es más, cuando uno separa entre los buenos y los
malos, desatiende que así la elección ética de cada uno o moral, que acepta el grupo, sea
diferente, a la de una mayoría o de una minoría dominante, eso no choca con la idea de que
los otros también son seres humanos que aman, que viven, que piensan, que sienten, que
escriben su propio relato, y que, en su otredad, es necesario reconocerles su existencia como
ciudadanos, como sujetos de derechos y actores políticos, en una visión del mundo en que la
democracia, ojalá, fuese parte de su forma de vida.

Santa Marta, DTCH, 8 de enero de 2020.

Fuente:
https://ciudadcaotica.blogspot.com/2020/01/la-cultura-de-la-peinada.html

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