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La Batalla de Junín

El 6 de agosto de 1824, Simón Bolívar y Antonio José de Sucre derrotan al ejército


español en el lago de Junín (batalla de Junín). Esta victoria preparó el escenario para
la BATALLA DE AYACUCHO, donde otra victoria patriota asegurada la libertad para el
Perú y toda América del Sur.
A principios de 1824, Colombia y Venezuela habían sido liberados, el golpe de gracia fue
la Batalla de Boyacá. Ecuador había sido liberado por Antonio José de Sucre sin embargo
Perú seguía siendo un bastión realista y había dos poderosos ejércitos españoles en las
tierras altas cerca de Cuzco: catorce mil soldados al mando del general Jerónimo Valdez y
seis mil soldados al mando del general La importancia de la batalla de Junín tomó un
tiempo desarrollarse. Los patriotas, obviamente, había ganado, matando o capturando a
unos 500 soldados españoles, mientras ellos perdieron menos de 200. En comparación con
otras batallas, como Maipú y Boyacá, Junín era más que una escaramuza. Sin embargo, los
efectos psicológicos de la guerra eran enormes.
De Canterac había batido en retirada todo el camino de regreso a Cuzco. La derrota y la
retirada posterior desanimaron mucho a los realistas. Algunos estiman que la pérdida en
Junín puede haber dado lugar a la pérdida de hasta 3 000 soldados realistas debido a
la deserción o enfermedad.
El ejército realista se reunió y jugó al gato y al ratón con Sucre en el altiplano hasta el 9 de
diciembre 1824, cuando se reunieron en la decisiva batalla de Ayacucho. Sucre derrotó al
ejército realista, lo cual provocó el fin del dominio La batalla de Ayacucho fue el
último gran enfrentamiento dentro de las campañas terrestres de las guerras de
independencia hispanoamericanas (1809-1826) y significó el final definitivo del
dominio administrativo español en América del sur. La batalla se desarrolló en la
Pampa de Quinua o Ayacucho, Perú, el 9 de diciembre de 1824.
La victoria de los independentistas supuso la desaparición del contingente
militar realista más importante que seguía en pie, sellando la independencia del
Perú con una capitulación militar que puso fin al Virreinato del Perú. No
obstante, España no renunció formalmente a la soberanía de sus posesiones
continentales americanas hasta 1836. El tratado de paz, amistad y reconocimiento
con el Perú fue firmado el 14 de agosto de 1879 en París. La Serna, además de reunir
a un grupo de soldados experimentados de España, se encargó de organizar a un conjunto
de campesinos por medio del reclutamiento.Intentaron debilitar en repetidas ocasiones al
ejército liberal, asestando la disminución en la cantidad de soldados y armas de las que
disponían. Más, al enfrentarse en el campo de batalla, estos hombres que no tenían
ninguna clase de experiencia militar se dispersaron y no ofrecieron oposición alguna.
Por otra parte, cuando el ejército realista atacó, esperaban encontrar a sus enemigos
desprevenidos y sin ningún vestigio de organización. Sin embargo, los liberales se dieron
cuenta de su estrategia, lo resultó en una pérdida lamentable de muchas vidas de
soldados que ni siquiera pudieron defenderse. De hecho, los decesos contabilizados de esta
batalla son: por parte del ejército liberal: 609 soldados heridos y 370 soldados
asesinados. Y en el caso de los soldados que representaban al ejército español: 700
heridos y 1.800 soldados fallecidos. El General conocido como Pedro Antonio Olañeta,
instigó una rebelión en contra del virrey que España había nombrado sobre Perú José de la
Serna. Esto ocurrió debido a que el cargo del mandatario fue inhabilitado. Durante el 7 de
noviembre del año 1823, el general Rafael del Riego es ejecutado en la horca y sus
seguidores fueron enviados al exilio o asesinados, luego que Fernando VII tomara el
poder del reinado de España. Uno de los decretos del monarca español fue dejar sin efecto
cualquier orden que hubiera sido certificada durante los tres años posteriores del gobierno
anterior, lo cual incluía el cargo que La Serna ocupaba.
CONSECUENCIAS DE LA BATALLA DE AYACUCHO
 En aproximadamente cuatro horas, el virrey La Serna fue derrotado y después hecho
prisionero.
 El 9 de diciembre del año 1824 finalmente se firma el tratado de rendición de los
realistas, pero a la vez se exige a la recién formada Republica Peruana que pague la deuda
con aquellas naciones que permitieron que la guerra se llevara a cabo.
 Acrecentó de manera sobresaliente la influencia y respeto que había por el libertador,
no se aceptó su renuncia al cargo que ya desempeñaba como presidente de Colombia, y, en
su país de origen, Venezuela, específicamente en la ciudad de Caracas se creó una estatua y
una plaza en honor a su nombre, como recordatorio a su importante papel en la lucha por la
independencia.
 Se convoca en diciembre de ese mismo año al “congreso de Panamá” a fin de confirmar la
fundación del grupo nacional conocido como Gran Colombia.
 El territorio del Alto Perú tomó la decisión de ser un estado soberano e independiente, por
lo cual se conformó la “Republica Bolívar”.
 Al formarse la “República de Bolívar” se nominó a Simón Bolívar como su gobernante,
sin embargo, él, aunque agradecido, optó por no aceptar tal oferta. Por esta razón, más
tarde Antonio José de Sucre es quien llega a ser presidente de Bolivia.

LA ÚLTIMA RESISTENCIA
REALISTA EN CHARCAS

La incursión de tropas realistas en Charcas provocó el levantamiento de


latifundistas criollos que abrazaron la causa de la Independencia, disponiendo
sus haciendas para los gastos de guerra, con el apoyo de sus indios. La
resistencia se prolongó por una década y media, en una guerra sin cuartel. A lo
largo y ancho de Charcas, surgieron republiquitas autónomas, que emplearon
el método de lucha de la guerrilla, para asestar certeros golpes a las tropas de
los ejércitos imperiales. En Larecaja, el cura Ildefonso de las Muñecas, con el
apoyo de los hermanos Gregorio, Victorio y Martín García Lanza, combatió a
los españoles enviados del Cusco, Arequipa y Lima. En Cinti, el patriota Vicente
Camargo amenazaba Cotagaita, puerta de ingreso a Potosí. En Chuquisaca se
formó un ejército al mando de Manuel Ascencio Padilla, que se hizo fuerte en
Tomina y La Laguna, entre los ríos Grande y Pilcomayo, bastión desde el cual
controlaba Chuquisaca y la ruta por la que trajinaban los ejércitos argentinos.
En Chayanta, dominaba el medio geográfico Betanzos e Ignacio de Zárate. En
Tarija, Eustaquio “Moto” Méndez, Camargo, Medinaceli, Francisco y Manuel de
Uriondo, colaborados por el legendario general Martín Güemes desde Salta,
hacían estragos a las tropas españolas. En Cochabamba, se levantó la fortaleza
de Ayopaya, donde se formó un formidable ejército de cochabambinos, dirigido
por José Miguel Lanza. A esas tropas se sumó el ejército de Esteban Arze, que
presionó sobre Oruro con el concurso de indios que venían de los confines de
Tapacarí, Sacaca y Chayanta, a los que sumaron 5.000 indígenas de Arque. El
ejército argentino de Castelli fue apoyado por Cáceres, quien en 1814 entró en
contacto con la guerrilla de Manuel Ascensio Padilla, luego de lo cual se pierde
su rastro. El bravo Ignacio Warnes combatió bajo el ejército argentino de
Belgrano en Tucumán y Salta, quien lo designó Intendente de Santa Cruz de la
Sierra, el cual, a raíz de su derrota en la batalla de La Florida, se unió a las
tropas de José Antonio Álvarez de Arenales, que armó su cuartel general en
Mizque y Vallegrande. Desde allí controlaba los caminos que unían a
Cochabamba, Santa Cruz y Chuquisaca, con el apoyo del ejército
cochabambino.

Tanto los patriotas como los españoles, sumaron el apoyo de tropas indígenas,
casi siempre como “carne de cañón”. El Cacique quechua de Chinchero, Mateo
García Pumacawa, y Manuel Choquehuanca, fieles a España, desolaron a
sangre y fuego las poblaciones aymaras, apoyando a las tropas del gobernador
Manuel Quimper y Goyeneche, con 20.000 plazas reclutadas en Arequipa,
Lampa, Azángaro, Tacna, Cusco, Pucara, Guancané, que ingresaron por el
Desaguadero para liberar a La Paz del cerco indígena de 1811, en el que
participaron entre 15.000 y 19.000 indios aymaras y quechuas de La Paz. Las
tropas indias, situadas en Pampahasi, se extendían por Pequepunco, Palca,
Cohoni, Potopoto, Coroico y Songo, comandadas por Juan Manuel de Cáceres y
los caciques Titicocha, Santos Limachi, Vicente Choque, Pascual Quispe, entre
otros. Esclavos pardos y morenos, liberados por Warnes, pasaron a engrosar
las tropas patriotas. En las tierras bajas, los indios Canichanas de la Misión de
San Pedro, los Caciques Juan Maraza, Pedro Ignacio Muiba y su lugarteniente
José Bopi, se unieron a la emancipación.

Las mujeres protagonizaron actos de temeridad. En la Coronilla de


Cochabamba, las madres, esposas e hijas de los patriotas se inmolaron ante
un enemigo extremadamente cruel, el 27 de mayo de 1812. En el sur, Juana
Azurduy de Padilla libró las memorables batallas de febrero y marzo de 1816,
en las que las tropas de criollos e indios derrotaron a lo más granado del
ejército español, ese formidable ejército de veteranos realistas que había
entrado triunfante en La Paz, Puno, Cochabamba, Arequipa y el Cusco; que se
había llenado de laureles en Villcapujio, Ayoma y Sipesipe; las fuerzas del
Mariscal de Campo Miguel Tacón, del Coronel Francisco de Aguilera, de Vicente
Sardina (que brilló en la guerra de España contra Napoleón); del Comandante
Felipe Rivero, las piezas de artillería del comandante Espartero, las 500 plazas
del Escuadrón de Notables del coronel Manuel A. Tardío; las 800 plazas, al
mando del comandante Cueto, enviadas por el Virrey Joaquín de la Pezuela; y
las del comandante cochabambino José Serna.

Mientras se creaban las repúblicas sudamericanas, la situación geopolítica de


Charcas la convirtió en un terreno en disputa entre tres potencias: las tropas
realistas enviadas desde Lima y luego de España; los ejércitos argentinos que
subían para resguardar Potosí, y el Ejército Unido Libertador del general Simón
Bolívar, que bajaba imparable, desde el norte. Las republiquetas no lograron
consolidar un proyecto político propio, al dispersar su atención en esos frentes,
hecho hábilmente aprovechado por un grupo de avezados criollos, hijos de
españoles, realistas conversos de última hora, que tomaron por un audaz golpe
de mano el control de Charcas, excluyendo en ese proceso a los líderes
históricos de aquella guerra de 16 años (1809-1825).

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