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en el discurso lírico de
J.L. Borges y F. Pessoa
(Hacia una crítica de la razón dialógica)
Jesús G. Maestro
Universidad de Vigo
0. Introducción.
1 “Los estructuralistas han trabajado relativamente poco con la poesía [...]. No ha habido intento alguno de
presentar una descripción sistemática de las operaciones de lectura ni de las presuntas convenciones de la lírica”
(J. Culler, 1975/1978: 268). “Observamos que los análisis de la especificidad de la lírica se han limitado a los
fenómenos de sintaxis, con estudios de rítmica, figuras de ordenamiento y de semántica, pero muy pocos han
abordado la poesía como peculiar modo de comunicación, esto es, la pragmática ha tardado en ser un compo-
nente de interés en la indagación del discurso lírico” (J.M. Pozuelo Yvancos, 1988: 213). Sobre pragmática y
lírica, cfr., entre otros, F. Cabo Aseguinolaza (1990, 1994, 1994-1995), A. Casas (1992, 1994), A. García Be-
rrio (1978), I.I. Levin (1979), J.G. Maestro (1992, 1992a, 1993, 1994, 1994-1995), U. Oomen (1975), J.M.
Pozuelo (1988: 213-225).
1
puede responder una epistemología, o sistema de reflexiones acerca de las posibilidades de
verificar como científico el conocimiento que se pretende adquirir sobre el diálogo como
fenómeno de interacción humana.
La expresión del diálogo como discurso generado por una colectividad de hablantes,
que se encuentran dotados de la debida competencia comunicativa, responde a una facultad
interactiva ; la elaboración de un método capaz de disponer un modelo de análisis e
interpretación acerca del diálogo como objeto de conocimiento responde a una facultad
discursiva ; la fundamentación epistemológica de ese método, cuya operatividad científica
trata de justificarse mediante un análisis crítico de sus procedimientos interpretativos,
responde a una facultad crítica.
Toda concepción del diálogo, además de ser delimitable desde presupuestos formales
y semánticos, ha de tener en cuenta tres realidades esenciales, que son 1) el discurso que le
da forma objetiva, 2) los sujetos que lo generan, y 3) el contexto o circunstancias culturales
envolventes.
2
posibilidad humana de acceso al ser. Por su parte, la consideración formal y funcional del
contexto dialógico y de las circunstancias culturales envolventes, como marco de referencias
que permite interpretar el sentido del discurso interactivo en relación con los elementos del
proceso comunicativo, ha sido relativamente tardía en el ámbito de la teoría literaria, y se ha
debido fundamentalmente a estudiosos post-formalistas y post-estructuralistas (M. Bajtín, I.
Lotman, J. Mukarovski...), cuyas investigaciones se han desarrollado principalmente en el
ámbito de la pragmática y la semiología.
3
principio lógico de discrecionalidad, hemos de insistir en que el pensamiento humano, su
conducta y posibilidades de comprensión, se transmiten siempre de forma discreta, es decir,
discontinua o segmentada, y con un sentido intencional o involuntariamente diferente en
cada transmisión.
4
historia de la cultura, que constituye el factum histórico del quehacer especulativo del
hombre sobre sus creaciones literarias2.
Desde este punto de vista es posible aceptar que la lírica es con frecuencia expresión
de un sujeto (Yo) hacia otro sujeto (Tú), y de ahí su dimensión esencialmente dialógica,
como proyección del ser más allá de sí mismo y de su propia vivencia inmediata;
paralelamente, la tan frecuente proyección dialógica del discurso lírico puede entenderse
como el intento del sujeto por expresarse, y convertirse en una función objetiva en el seno de
una realidad literaria semánticamente abierta y formalmente estable.
Durante algún tiempo el sujeto poético (Yo) fue considerado como un mero “sujeto
enunciativo”3. Hoy día resulta fácilmente admisible que el yo lírico es superior e irreductible
al mero proceso locutivo de su enunciación. Es evidente que una lengua no se concibe sin
expresión de la persona, y que el lenguaje es una de las condiciones formales de la
subjetividad. Una de las características esenciales de la relación dialógica, advertidas
2
En los límites de este trabajo no sería posible considerar un análisis crítico de la investigación histórica reali-
zada hasta el presente acerca del diálogo como discurso formal y funcionalmente interactivo. Cfr., a este res-
pecto, el pensamiento de M. Buber (1922, 1942, 1959, 1965), quien considera, históricamente en algunos de
sus trabajos, que toda reflexión sobre el sujeto debe pasar por una dialógica, “en cuyo ‘estar-dos-en recíproca-
presencia’ se realiza y reconoce cada vez el encuentro del ‘uno’ con el ‘otro’” (M. Buber, 1942/1995: 151).
3
“El tan discutido yo lírico es un sujeto enunciativo” (K. Hamburger, 1957/1995: 158). Más adelante, la misma
autora formula la siguiente afirmación, respecto al uso del lenguaje en la enunciación lírica, el cual “no sirve a
otro fin que a la enunciación misma, es idéntica a ella, inmediata y sin mediación. En el poema lírico nos en-
contramos de forma inmediata ante el yo lírico” (p. 183).
5
inmediatamente por el análisis lingüístico, es la que se refeire a la proyección del sujeto hacia
la alteridad, del interlocutor (yo) al interlocutario (tú), del sujeto de la enunciación al
destinatario inmanente de ella. Ningún Yo puede permanecer o subsistir en sí mismo.
Este modelo de expresión lírica comprende aquellos poemas en los que el sujeto de la
enunciación poética (yo) utiliza el lenguaje sin objetivar o postular en su discurso la
presencia, explícita o implícita, de un destinatario inmanente o sujeto interior (tú) del poema.
Se trata, en suma, de un modelo de comunicación lírica que formaliza u objetiva un proceso
4
Se trata de un concepto condicionado históricamente por la teoría psicológica de W. Dilthey sobre la literatu-
ra, y suele aplicarse como designación admitida convencionalmente para un tipo de lírica surgido en Europa a
finales del siglo XVIII, la que se centra en el sentimiento personal y la expresión literaria del sentimiento, en
contraposición a una lírica esencialmente convencional, social y formal de períodos precedentes.
5
“Aunque es muy improbable que Pessoa y Borges se hayan encontrado realmente en la Lisboa de 1923, en la
sobrevida de sus textos, y en lo que tiene de texto literario la secreta vida de ambos, Borges y Pessoa dialogan
sin pausa” (E. Rodríguez Monegal, 1985: 397 ss). Sobre J.L. Borges y F. Pessoa, vid., entre otros, M.F. Abreu
(1988); J. Blanco (1989); H. Bloom (1994); T.R. Lopes (1987a, 1987b), y su trabajo todavía inédito titulado,
Pessoa, Borges e as tranquilas aventuras do diálogo; B. Matamoro (1985); E. Rodríguez Monegal (1985).
6
semiósico de expresión, en el que el sujeto poético habla sin tener en cuenta de forma
inmediata a ningún tipo de interlocutario. El sujeto emisor se relaciona exclusivamente con el
lenguaje, sin reconocer o postular enunciatarios que reciban su mensaje; el resultado es un
discurso que autores como D. Villanueva califican de “nouménico”, es decir, sin relaciones
comunicativas inmanentes, frente a textos “fenoménicos”, que textualizan una situación
comunicativa de orden dialógico. Es lo que sucede, por ejemplo en el célebre poema de
Pessoa titulado “Autopsicografia”, en que ni tan siquiera el sujeto de la enunciación se
modaliza en el enunciado, al no implicarse formalmente en el discurso que él mismo genera,
y referirse a una tercera persona en quien se identifica la esencia de la actividad poética,
como discurso fundamentalmente fingido y teatral. El lenguaje se convierte en uno de los
principales simulacros de experiencia.
O poeta é um fingidor.
Finge tão completamente
Que chega a fingir que é dor
A dor que deveras sente.
6
En las citas de F. Pessoa seguimos la edición bilingüe de su obra poética a cargo de M.A. Viqueira [vid. F.
Pessoa (1990)]. Indicamos en numeración romana el volumen en que se encuentra el poema, y en guarismos la
página correspondiente al volumen. Vid., en este caso, I, 98.
7
o de interacción (Bajtín), sino que es también un ser implicado esencialmente en una realidad
efectivamente existente (Feuerbach, Heidegger...), y capaz en su existencia de objetivarse
formalmente de múltiples modos.
Los objetos no aparecen de forma ingenua o casual en el discurso del sujeto lírico, y
su presencia no es meramente testimonial, sino que adquieren una carga significativa que la
mirada semantizada del poeta descubre o añade. La mirada semántica del sujeto lírico se
7
“Los poemas de este tipo son ejemplos particularmente instructivos aunque también sutiles, por cuanto en
ellos hasta el sujeto enunciativo lírico se presenta centrado en el objeto y empeñado en una adecuada descrip-
ción de la cosa. De ahí que no sea azar si tales poemas se prestan con particular facilidad a la designación de
“textos” y por así decir se agrupan en la frontera que discurre entre enunciación lírica e informativa” (K. Ham-
burger, 1957/1995: 174).
8
Seguimos, para las citas de los poemas de J.L. Borges, la edición de sus, Obras completas (1923-1985), Bar-
celona, Emecé Editores, 1989 (3 vols.) Como en el caso de F. Pessoa, citamos en numeración romana el volu-
men, y en guarismos la página correspondiente, en este caso II, 370.
8
utiliza como signo de valor en sí mismo, como expresión metonímica del propio sujeto que
asume la enunciación del discurso. Los objetos son y están, tienen presencia óntica; los
signos, además de ser y de estar, significan; poseen presencia semántica. Al margen de toda
expresión dialógica, los objetos de la lírica borgeana están considerados en relación con la
idea de finitud en que desemboca todo lo existente; si la existencia del objeto depende, según
el idealismo más exacerbado, de la del sujeto, con el fin de éste (“los pocos días / Que me
quedan...”) aquéllas, las cosas, acabarán por persistir inertemente: “Notas que no leerán...”,
“la ajada/ Violeta...”, “cuántas cosas... / ... durarán más allá de nuestro olvido”. El ser de las
cosas queda implicado en el existir humano.
9
Cfr. Poemas inconjuntos (1913-1915), poemas de Alberto Caeiro (I, 298).
10
Una reflexión teórica acerca de la semántica de objetos en el discurso lírico no dialógico de Borges y Pessoa
nos abligaría a extendernos demasiado. No obstante, no conviene olvidar la estrecha relación de analogía, se-
mántica, formal y temática, existente entre los dos poemas de Borges titulados “Ajedrez”, de El hacedor
(196)(II, 191), y el de Pessoa “Os jogadores de xadrez”, perteneciente a las odas de Ricardo Reis, y fechado el
1 de junio de 1916 (II, 39-44).
11
Cfr. O guardador de rebanhos, poemas de Alberto Caeiro (I, 290).
12
Cfr. “El amenazado”, en El oro de los tigres (1972) (II, 485).
9
La expresión dialógica en el discurso lírico fragmenta a través del uso dialogado del
lenguaje la imagen del sujeto que la genera, un lenguaje que avanza (continuidad) mediante
secuencias expresadas por varios interlocutores (fragmentación); sin embargo, el discurso
lírico que carece formalmente de expresión dialógica sólo puede fragmentar la imagen del
sujeto mediante la referencialidad del lenguaje, que inscribe con frecuencia al yo lírico en el
decurso de una temporalidad existencial, desde la que tratan de determinarse sus rasgos
esenciales como ser humano. El sujeto lírico queda de este modo implicado en una
sucesividad temporal, una secuencia infinita y discontinua de yoes, que lo fragmenta, al
someterlo a una expresión procesual y discreta de su existencia, y postular incluso su
disolución o deconstrucción como sujeto.
Os impulsos cruzados
Do que sinto ou não sinto
Disputam em quem sou
Ignoro-os. Nada ditam.
A quem me sei: eu ’screvo15.
13
Cfr. “Juan, I, 14”, en Elogio de la sombra (1969)(II, 355).
14
Cfr. “Heráclito”, en Elogio de la sombra (1969)(II, 357).
15
Perteneciente a las odas de Ricardo Reis (II, 84).
10
diferentes yoes que constituyen existencialmente el ser global del sujeto (Yo = yo1 + yo2 +
yo3... yon ), tal como sucede en el poema de Borges titulado “Yesterdays” (La cifra, 1981).
16
Cfr. en J.L. Borges (III, 312).
17
Cfr. “Things that Might Have Been”, de Historia de la noche (1977) (III, 189). Respecto al tema de los
“yoes ex-futuros” en Borges, vid. el poema titulado “En memoria de Angélica”, de La rosa profunda (1975)
(III, 108).
18
Cfr. en Fernando Pessoa, ortónimo (I, 184).
11
II.2.A. El dialogismo hacia el Sujeto Interior.
En otros casos, el destinatario inmanente del poema puede funcionar como signo del
lector real, al que convierte en su referente extralingüístico, como sucede en el poema de
Borges titulado “A quien está leyéndome”19, donde persiste, vinculada en este caso a la
alteridad (tú), esa idea de finitud existencial, en el seno de las formas proteicas de lo humano.
El Sujeto Interior (tú) puede funcionar en otros casos como signo de identidad de un
referente real, es decir, de un sujeto humano, efectivamente existente, al que esté dedicado el
discurso lírico, como sucede en el poema que Pessoa consagra a su amigo, y colaborador de
la revista Orpheu, “Sá-Carneiro”, en 1934, dieciocho años después de que se hubiera
suicidado. Pessoa ofrece en este poema un ejemplo sumamente revelador de la expresión
dialógica como proyección del sujeto hablante hacia la alteridad (tú = Mário de Sá-Carneiro),
que llega incluso a formalizarse en el lenguaje como si se tratara de la propia identidad del
sujeto lírico.
19
Cfr. El otro, el mismo (1964) (II, 302).
12
Hoje, falho de ti, sou dois a sós.
Há almas pares, as que conheceram
Onde os seres são almas.
20
Sic.
13
Sube a mi vieja cara que declina
Pero te sé más lejos que aquel niño
Que te entrevió en las láminas de un sueño
O aquí en este jardín, una mañana.
La blancura del sol puede ser tuya
O el oro de la luna o la bermeja
Firmeza de la espada en la victoria.
Soy ciego y nada sé, pero preveo
Que son más los caminos. Cada cosa
Es infinitas cosas. Eres música,
Firmamentos, palacios, ríos, ángeles,
Rosa profunda, ilimitada, íntima,
Que el Señor mostrará a mis ojos muertos21.
trascendencia
inmanencia
Sujeto Lírico [Receptor implícito]
(b) (b')
Autor Real -> Lector Real
[Borges] -> [lector X]
(a) interlocutor ---> interlocutario (a')
(c) (c')
[Atta de Nishapur] [“the unending rose”]
Discurso lírico
Este modelo semiótico de expresión dialógica puede considerarse como una variante
del anterior, y quizá su característica más destacada, además de la multiplicidad de
destinatarios inmanentes (pluriapelación), es la unidad formal del sujeto lírico (yo), como
soporte funcional, en un mismo discurso, de estructuras dialógicas diferentes.
21
Cfr. en J.L. Borges (III, 116).
14
El dialogismo hacia múltiples sujetos interiores es más frecuente en Pessoa que en
Borges, si bien en este último autor resulta una construcción morfológica más elaborada y
compleja, mientras que en Pessoa suele limitarse a las composiciones del heterónimo Alvaro
de Campos, y siempre en poemas muy extensos, como la “Ode marítima” y “A Passagem das
Horas”. Veamos algunos ejemplos.
En el poema de Borges titulado “Epílogo” (La cifra, 1981), es posible identificar tres
estructuras dialógicas diferentes, coordinadas locutivamente por un mismo y único sujeto de
la enunciación lírica: a) Desdoblamiento textual del yo lírico (vv. 1-5); b) Dialogía en la
enunciación lírica (vv. 6-13); c) Dialogía hacia un Sujeto Interior (vv. 14-21).
22
Cfr. en J.L. Borges (III, 304).
23
Cfr. en los poemas del heterónimo Alvaro de Campos (II, 218).
15
acerca de la multiplicidad del sujeto y el problema de la identidad, apoyándose en imágenes
y conceptos que, como el espejo24, encuentran una manifiesta relación de intertextualidad
con la lírica borgeana.
Outra vez te revejo,
Cidade da minha infância pavorosamente perdida...
Cidade triste e alegre, a outra vez sonho aqui...
Eu? Mas sou eu o mesmo que aqui vivi, e aqui voltei,
E aqui tornei a voltar, e a voltar,
E aqui de novo tornei a voltar?
Ou somos todos os Eu que estive aqui ou estiveram,
Uma série de contas-entes ligadas por um fio-memória,
Uma série de sonhos de mim de alguém de fora de mim?
... ... ... ... ... ... ...
Outra vez te revejo,
Mais, ai, a mim não me revejo!
Partiu-se o espelho mágico em que me revia idêntico,
E em cada fragmento fatídico vejo só um bocado de mim.
Um bocado de ti e de mim!...
24
Cfr., a este respecto, “Los espejos” (El hacedor, 1960): “Yo que sentí el horror de los espejos /.../ un imposi-
ble espacio de reflejos”; “Everness” (El otro, el mismo, 1964): “... Los miles de reflejos/ Que entre los dos
crepúsculos del día/ Tu rostro fue dejando en los espejos/ Y los que irá dejando todavía”; “Al espejo” (El oro
de los tigres, 1972): “Eres el otro yo del que habla el griego/ Y acechas desde siempre /.../ Cuando esté muerto
copiarás a otro/ y luego a otro, a otro, a otro, a otro...”; “El Angel” (La cifra, 1981): “El Otro lo mira/ Que re-
cuerde que nunca está solo.../ El incesante espejo lo atestigua”. “Borges introduce aquí otro de los elementos
esenciales de su poética, expresado por medio de uno de sus símbolos más personales y ricos: el espejo. Efecti-
vamente, según su punto de vista, la literatura, tanto en la práctica de la escritura como en la de la lectura, im-
plica una revelación, una autognosis. Como el cristal de un espejo, el texto puede depararnos nuestro propio
rostro, comprometiéndonos vitalmente con él” (A. Huici, 1993: 48; respecto al espejo y a la figura del doble,
vid. también A. Huici, 1994).
16
II.2.C. El desdoblamiento textual del Yo autorial.
Heteronimia y deconstrucción del sujeto.
El tema del doble puede considerarse como una característica recurrente de la lírica
del siglo XX, y constituye además un capítulo importante en el desarrollo de determinadas
disciplinas, como la sociología, el psicoanálisis freudiano y lacaniano, la mitocrítica de G.
Durand y, más recientemente, la semiología literaria.
El doble es una cuestión que con frecuencia -al menos así sucede en la creación
literaria del siglo XX- suele plantearse como interrogación 26 en torno al sujeto, considerado
como sistema de yoes, es decir, como una de las características que afecta a las condiciones
vivenciales o existenciales del ser. La presencia del doble siempre se refiere a la existencia
de un “otro”, de una alteridad, lo que supone el planteamiento de cualidades humanas en
recurrencia, sincretismo u oposición. En todo caso, el doble remite a la expresión o
reconocimiento de una carencia o insatisfacción en el seno del propio sujeto, con frecuencia
fuertemente interiorizada. El doble constata y certifica una personalidad escindida; es un
concepto dialógico, al exigir condiciones formales propias de la interacción, y con
frecuencia existencial, al implicar al sujeto en una secuencia temporal en la que cada uno de
sus yoes adquiere forma objetiva. Como signo objetual de desdoblamiento, el espejo
representa al ser que se es, y supone la representación del sujeto desde la exterioridad, el
examen del propio yo como algo ajeno, como un “tú”. El “yo” puede percibir de este modo
diferencias respecto a sí mismo, diferencias que pueden existir, que son o han sido vividas,
bien de forma real, contrastando en el tiempo o en el espacio los diferentes modos de ser
(doble, alteridad...), bien de forma imaginaria, elaborando virtualmente una multiplicidad de
personalidades (heteronimia).
25
Cfr. J. Alazraki (1976, 1984), M.R. Barnatán (1995), M.M. Caballero Wanguemert (1993), C. Cañeque
(1995), A.M. Fagundo (1993), C. Meneses (1993), S. Yurkievich (1993).
26
“¿A quién asisto? ¿Cuántos soy? ¿Quién es yo? ¿Qué es este intervalo que hay entre mí y mí?” (F. Pessoa,
1982/1994: 45).
17
El poema titulado “Mateo, XXV, 30” (El otro, el mismo, 1964)27 constituye
formalmente un discurso autodialógico, al establecer una relación de identidad 28 entre los
dos interlocutores que intervienen en la enunciación lírica.
El poema reproduce una fórmula recursiva en la que el discurso del sujeto lírico
(Yo1) contiene un proceso semiósico de comunicación (Yo2 -> Tú) cuyo interlocutario o
27
Cfr. en J.L. Borges, II, 252.
28
Hablaríamos de relación metafórica si el desdoblamiento textual del Yo autorial se produjera por semejanza
entre los interlocutores, y de relación metonímica si se produjera por afinidad. El autodiálogo se da siempre que
la relación es de identidad, como sucede en el ejemplo arriba citado. “El ápice” (La cifra, 1981) es un poema en
el que se plantea el problema del doble y el concepto existencial de la vida como un proceso discrecional de
vivencias, donde el desdoblamiento se produce por relación metonímica o de afinidad, entre el sujeto lírico y el
resultado de su palabra, su escritura y su materialidad temporal, objetivada en el verbo:
Otro poema característico de la última etapa borgeana, en que se amalgaman el problema del doble y la concep-
ción discrecional de la existencia, es el titulado “Correr o ser” (La cifra, 1981); el desdoblamiento se produce
en este caso por relación metafórica:
18
destinatario (Tú) mantiene una relación de identidad con el sujeto principal de la enunciación
lírica. La situación comunicativa del poema podría expresarse en la siguiente proposición:
Yo1 -> [Yo2 -> Tú], cuando Tú = Yo1. Dado que no existe interacción inmediata, sería
preferible hablar de autodialogismo, en lugar de emplear el término autodiálogo.
a) La primera parte está constituida por las cinco primeras estrofas (serventesios), y
formula, a través de una dialogía implicada en la enunciación lírica, una concepción
existencialista del ser, limitada por la muerte.
29
Cit. en J. Bargalló (1994), donde se ofrece además una valiosa documentación acerca de la presencia del
tema del doble en diferentes manifestaciones y tradiciones literarias. En relación con el concepto de alteridad y
creación poética, cfr., a este respecto, A. Clancier (1973), J. Cremerius et al. (1979), E. Gans (1981), M. Mer-
leau Ponty (1969), O. Rank (1914, trad. 1992), M.L. Ryan (1981) y Tz. Todorov (1979). “Lo Otro es algo que
no es como nosotros, un ser que es también el no ser [...]. Ese Otro es también yo. La fascinación sería inexpli-
cable si el horror ante la ‘otredad’ no estuviese, desde su raíz, teñido por la sospecha de nuestra final identidad
con aquello que de tal manera nos parece extraño y ajeno [...]. La experiencia de lo Otro culmina en la expe-
riencia de la Unidad. Los dos movimientos contrarios se implican. En el echarse hacia atrás ya late el salto
hacia adelante. El precipitarse en el Otro se presenta como un regreso a algo de que fuimos arrancados. Cesa la
dualidad, estamos en la otra orilla. Hemos dado el salto mortal. Nos hemos reconciliado con nosotros mismos”
(O. Paz, 1956/1992: 129-133).
30
Cfr. en J.L. Borges, II, 257.
19
del dialogismo, que resulta postulada por la autonominación final, como apelación retórica
del sujeto lírico al autor real.
31
Vid., respecto a este poema, las siguientes palabras de G. Sucre: “Si Borges impone límites a su poesía es
quizá porque ya él mismo escribe, no desde una situación límite (ello parecería excesivamente patético), sino
desde los límites de su propia experiencia, de su vida. Desde tal perspectiva, vivir es sobre todo rememorarse.
Así, Borges escribe un poema sobre su destino; ese destino que, de alguna manera, ha sido la sabiduría o el
conocimiento, un largo viaje por el universo” (G. Sucre, 1970/1984: 102; vid., a este respecto, más ampliamen-
te, G. Sucre, 1967).
20
confirmación del propio “yo”. Las pulsiones o exigencias autodialógicas, es decir, el deseo
de proyectar sobre sí mismo una relación comunicativa o interactiva, surgen en el sujeto
que, por razones muy diversas, falla en sus posibilidades de establecer con los demás, esto
es, la alteridad, relaciones dialógicas adecuadas. Como en el caso de Borges, no faltan en
Pessoa ejemplos de este tipo. En uno de sus poemas ortónimos de 1931, que reproducimos a
continuación, el sujeto lírico del poema mantiene con su destinatario inmanente una relación
dialógica que admite una lectura formalmente reflexiva, capaz de postular entre ambos una
relación de semejanza, cuyo límite sería la identidad (A = A), y de diferencia (A ≠ A), al
cuya expresión se manifiesta en el verso “[Tú] eres mejor que tú”, lo cual supone reconocer
objetivamente una desigualdad, es decir, una diferencia en la identidad (desdoblamiento).
É ouvi-lo melhor
Do que o dirias.
O que és não vem à flor
Das frases e dos dias.
21
Campos (poeta existencialista, metafísico, precursor de la poesía moderna, de trascendencia
resignada)36.
36
Más adelante surgirán otros heterónimos, como António Mora y Bernardo Soares. Este último, el más impor-
tante, quedará reservado para la prosa. En el caso de F. Pessoa se ha tratado con frecuencia de dar una explica-
ción al fenómeno de los heterónimos desde un punto de vista que podría considerarse clínico, o en todo caso
patológico, y se ha olvidado a veces la dimensión literaria que la heteronimia alcanza en su obra poética, como
expresión formal y funcionalmente definitoria de su creación lírica: “¿Es Pessoa un solo poeta, o es varios?
¿Son los heterónimos realmente distintos, o son lo mismo con formas diferentes? La respuesta ha de ser necesa-
riamente un término medio, ha de contener la participación de ambos presupuestos. Pessoa es el único y mismo
poeta con cuatro voces distintas afinadas en el mismo tono. Pessoa es cuatro poéticas y una sola poesía [...].
Podríamos decir que la creación de heterónimos con existencia literaria (y real por dentro, con biografías que
van hasta los detalles más insignificantes), e incluso de los demás para uso doméstico, es la solución, desde
luego inconsciente, que Pessoa encuentra para su esquizofrenia particular, para su atormentada múltiple perso-
nalidad y su expresión externa” (M.A. Viqueira (ed.), en Pessoa, 1990: 38).
37
“El fenómeno del drama em gente no aparece como un problema exclusivamente literario, sino también, y
especialmente, vital y biográfico. La propia caracterización de la heteronimia pessoana hacía plausible la hipó-
tesis de la esquizofrenia. Los heterónimos no consisten en la mera superposición de un nombre bajo el que se
oculta el verdadero autor (eso precisamente los diferencia del seudónimo), tampoco suponen la simple creación
de uno o varios personajes de ficción dramática, de los que el autor se distancia durante todo el proceso de su
génesis. En Pessoa, un heterónimo es un alter ego del autor, una fracción de sí mismo que emerge de manera
autónoma, en un proceso no siempre controlado -o no siempre bien controlado- por el autor, que se percatará a
posteriori de la autonomía que posee respecto a él la causa generadora de la obra literaria, identificando en ella
una unidad singular que se diferencia de él, y en la que no se reconoce” (cfr. el prólogo de J. Dámaso a la trad.
esp. del estudio de M. Saravia, 1990/1996: 12).
38
Ofrece una lectura psicoanalítica, que identifica, bajo el título de “Leitura estruturante do drama em gente”,
implicaciones y pulsiones edípicas en la lírica de F. Pessoa.
39
A. Crespo (1984: 95-139) identifica la heteronimia de Pessoa con la expresión de “una dialéctica en torno al
hecho religioso”, que relaciona con el “paganismo” (“el paganismo se nos revela como la justificación del na-
cimiento de los heterónimos”) y los movimientos de la literatura vanguardista en Portugal (sensacionismo,
saudosismo...); llega incluso a ofrecer “una sucinta caracterización de cada uno de los cuatro heterónimos en
relación con sus ideas y creencias religiosas” (p. 118).
40
Respecto a las interpretaciones psicoanalíticas sobre la génesis de los heterónimos, como las de M. Saraiva
(1990), cfr. las siguientes palabras de O. Paz (1965/1994: 99): “La psicología nos ofrece varias explicaciones.
El mismo Pessoa, que se interesó en su caso, propone dos o tres. Una crudamente patológica: “probablemente
soy un histero-neurasténico... y esto explica, bien o mal, el origen orgánico de los heterónimos”. Yo no diría
“bien o mal” sino poco. El defecto de estas hipótesis no consiste en que sean falsas: son incompletas. Un neuró-
tico es un poseído; el que domina sus trastornos: ¿es un enfermo? El neurótico padece sus obsesiones; el crea-
dor es su dueño y las transforma. Pessoa cuenta que desde niño vivía entre personajes imaginarios. (“No sé, por
supuesto, si ellos son los que no existen o si soy yo el inexistente: en estos casos no debemos ser dogmáticos”.)
22
M. Moisés ha considerado el problema de los heterónimos de Pessoa como un deseo
del poeta por acceder al conocimiento de la realidad de que forma parte. La argumentación es
interesante, pero de la cuestión heterónima apenas revela nada esencial para la literatura,
fuera del punto de vista de la teoría del arte como discurso gnoseológico. En un principio, la
heteronima no parece formalizarse en la lírica de Pessoa como un proceso de conocimiento,
que el propio poeta rechazaría por doloroso e inútil41, sino más bien como un despliegue de
posibilidades -formales, antes que funcionales- de ser, una pulsión proteica, de múltiples
manifestaciones, objetivada formalmente a través de varias contrucciones literarias, es decir,
estéticas, discursivas, ficticias. Para Pessoa ser Uno es fingirse Otro42. Pessoa idea los
heterónimos para ser formalmente, literariamente, lo que no pudo ser de otro modo. La
heteronimia permite que las formas faculten en el sujeto (lírico) posibilidades que el ser
(autorial) no posee, superando de este modo un estado existencial de carencias: “Quiero ser
tal cual he querido ser y no soy. Si cediese, me destruiría. Quiero ser una obra de arte, del
alma por lo menos, ya que del cuerpo no puedo serlo” (F. Pessoa, 1982/1994: 171).
Los heterónimos están rodeados de una masa fluida de semiseres [...]. Todo esto -como su soledad, su alcoho-
lismo discreto y tantas otras cosas- nos da luces sobre su carácter pero no nos explica sus poemas, que es lo
único que en verdad nos importa”.
41
“Ningún problema tiene solución. Ninguno de nosotros desata el nudo gordiano; todos nosotros o desistimos
o lo cortamos [...]. Como nunca podemos conocer todos los datos de una cuestión, nunca podemos resolverla.
Para llegar a la verdad nos faltan datos suficientes, y procesos intelectuales que agoten la interpretación de esos
datos” (F. Pessoa, 1982/1994: 138). Y más adelante, en el epígrafe 193 del Livro do desassossego, escribe: “Yo
mismo no sé si este yo, que os expongo, en estas sinuosas páginas, realmente existe o tan solo es un concepto
estético y falso que he formado de mí mismo. Me vivo estéticamente en otro. He esculpido mi vida como una
estatua de materia ajena a mi ser. A veces no me reconozco, tan exterior a mí mismo me he puesto, y tan de un
modo puramente artístico he empleado mi conciencia de mí mismo. ¿Quién soy por detrás de esta irrealidad?
No lo sé. Debo de ser alguien...” (F. Pessoa, 1982/1994: 171).
42
“Vivir es ser otro. Ni sentir es posible si hoy se siente como ayer se sintió: sentir hoy lo mismo que ayer no es
sentir: es recordar lo que se sintió ayer, ser hoy el cadáver vivo de lo que ayer fue la vida perdida” (F. Pessoa,
1982/1994: 95).
43
La heteronimia es un fenómeno que surge y se manifiesta en la literatura, donde adquiere forma objetiva;
heteronimia y literatura mantienen, pues, en Pessoa una relación genuina y específica que no puede eludirse.
Frente a las diferentes observaciones que ponen en relación la cuestión de los heterónimos con aspectos ajenos
a la literatura, no conviene olvidar la que acaso pueda considerarse como la declaración más relevante de la
célebre carta sobre el origen de los heterónimos, que F. Pessoa escribe a Adolfo Casais Monteiro el 13 de enero
de 1935: “Seja como for, a origem mental dos meus heterônimos está na minha tendência orgânica e constante
para a despersonalização e para a simulação” (F. Pessoa, Páginas de doutrina estética, 1946; trad. esp. en 1990:
322), “fingimiento” cuya realización se formaliza siempre en el ámbito del discurso estético o literario.
44
A este respecto, M. Moisés (1988: 91) considera que en el caso de la lírica de F. Pessoa, “o objeto do pensa-
miento está simultaneamente fora e dentro do Poeta: a realidad concreta e a do ‘eu’, como espelhos paralelos.
Mas a sondagem nesse duplo convergentemente unitário e excludente conduz à sensação de uma mutabilidade
constante”.
23
expresión musical que el dodecafonismo alcanza en los compositores de la Escuela de Viena;
la teoría de la relatividad de A. Einstein (1905); la fragmentación del átomo, lograda por
Rutherford en 1911, descubre una estructura polimórfica, íntima e insospechada, que
contraría una convicción milenaria; las posibilidades del psicoanálisis freudiano, al
identificar en la psique humana ámbitos desconocidos que determinan pulsionalmente buena
parte de nuestra conducta aparentemente consciente; el desarrollo del existencialismo en el
presente siglo, debido a la crisis del neokantismo, la sociedad de masas, el individualismo
kierkegaardiano, el nacimiento de la antropología cultural, la crisis de los fundamentos de la
ciencia; los movimientos estructuralistas y post-estructuralistas, desde los que se propone en
muchos casos la deconstrucción del yo, constituyen, entre otras, algunas de las corrientes
que, desde del pensamiento de Marx, Nietzsche y Freud, han ido cuestionando, hasta diluirla,
la concepción metafísica del sujeto45. Concretamente J. Lacan (1966) propone un concepto
de sujeto descentrado respecto a su Yo, lo que le permite dar cuenta de las dificultades que
encuentra el individuo, fragmentado en estas condiciones, en el proceso de conformación de
su subjetividad, en el seno de una sociedad en la que los valores resultan determinados por la
multiplicidad infinita de signos, en medio de los cuales se debate la constitución del Yo. El
concepto de sujeto que describe expresa la relación conflictiva entre el individuo y la
sociedad, especialmente respecto a los mecanismos de orden político, económico y social
que inciden en su ser más íntimo.
45
No es casualidad, pues, que, en este contexto, la manifestación discrecional del sujeto pessoano en una serie
de heterónimos esté próxima a un planteamiento deconstructivista del propio sujeto: “He creado en mí varias
personalidades. Creo personalidades constantemente. Cada sueño mío es inmediatamente, en el momento de
aparecer soñado, encarnado en otra persona, que pasa a soñarlo, y yo no. Para crear, me he destruido; tanto me
he exteriorizado dentro de mí, que dentro de mí no existo sino exteriormente. Soy la escena viva por la que
pasan varios actores representado varias piezas” (F. Pessoa, 1982/1994: 51). Vid., acerca del problema del
doble y la alteridad en F. Pessoa, E.F. Agro (1983), J. Blanco (1983, 1985), J.P. Coehlo (1949), A. Crespo y J.
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1989), D. Villanueva (1974).
24
Un segundo factor, en este caso de naturaleza histórica, está representado por la
relación del hombre con la realidad moderna que él mismo ha generado, y que resulta
radicalmente problemática e insegura. El sujeto es incapaz de dominar el mundo que él
mismo ha creado, y no es capaz de desembocar en una coordinación racional de los
elementos que ha generado en la modernidad de su evolución histórica. En tres órdenes
fundamentales el ser humano ha perdido su control y dominio sobre la realidad que habita y
genera: la triple acción de la técnica, la economía y la política.
46
M. Moisés (1988: 104) ha ido aún más lejos al hablar de los heterónimos como arquetipos universales: “os
heterõnimos são projeções arquetípicas do inconsciente (colectivo) de Pessoa”. La expresión es afortunada por
su atractiva intertextualidad con el pensamiento de K.G. Jung, pero no hay que olvidar que un heterónimo es
ante todo la ficcionalización literaria de la persona que lo genera, y que precisamente por esta razón no todo
heterónimo responde siempre, al menos en su génesis o expresión, a este principio general, aunque en su recep-
ción e interpretación por parte de un público pueda ser considerado como arquetipo del inconsciente. “A hete-
ronímia conotaria, a essa luz, uma ‘queima’, ‘alinação’, em conseqüência do desenvolvimento excessivo da
persona, que ‘pode produzir uma personalidade que preenche com precisão os papéis sociais, mas deixa a im-
pressão de que não existe, ‘dentro’, uma pessoa real’46. A irrupção de tantos arquétipos no interior do mesmo
‘eu’, se constitui sinõnimo de riqueza, de expansão, implica simultaneamente um débito psíquico, para os lados
do núcleo interior. Não é impunemente que Fernando Pessoa se desdobrava em Alberto Caeiro, Ricardo Reis,
Alvaro de Campos, Fernando Pessoa ‘ele mesmo’, Bernardo Soares, etc.: jogando com sua identidade, perdeu-a
para sempre, ou jamais chegou a concretizá-la, visto desde cedo se haver instaurado em sua psique o gosto pela
multiplicação anímica, assim povoando de ‘gente’ sua irremissível solidão existencial” (M. Moisés, 1988: 106).
25
meramente virtual, como simple soporte modal de una expresión dialógica limitada al acto de
enunciación lírica. Como resulta habitual en su producción poética, Borges plantea una vez
más, a través de este modelo dialógico, el problema del desdoblamiento textual del Yo
autorial.
En otros casos, este tipo de apelación lírica, interrogativa siempre, sirve de apoyo
formal a formulaciones segmentadas, discrecionales, existencialistas, del concepto de sujeto
(Yo = yo1, yo2, yo3... yon), como desarrollo o manifestación de posibilidades vivenciales que
han ido “muriendo” a medida que se han ido realizando48.
47
Cfr. “Poema de los dones” (El hacedor, 1960) (II, 187).
48
Este planteamiento es frecuente en la creación lírica del siglo XX. Basta recordar algunos poemas de Miguel
de Unamuno, recogidos en su libro Teresa (1924), u otros de Juan Ramón Jiménez, como el titulado “Presen-
te”, de La realidad invisible, compuesto hacia 1918:
¡Cómo me siguen
en fila interminable
todos los yos que he sido!
26
En el discurso lírico de F. Pessoa, la breve mención alocutiva que adquiere en
algunos versos la presencia de un receptor imaginario, debida a la expresión dramática que
confieren a la lírica los enunciados interrogativos, puede admitirse como un signo lingüístico
y literario de expresión dialógica, desde el momento en que presupone un Tú no explícito en
el enunciado, como vocativo poético, y se configura como un modelo semiótico específico de
expresión comunicativa, que suscita varias interpretaciones y sentidos (inquietud, problemas
de identidad, desconocimiento, alteridad no determinada, síntesis de contrarios, etc...)50
Um cansaço de existir,
De ser,
Só de ser,
O ser triste brilhar ou sorrir...
50
“A causa de la loro forma sintattica interrogativa, gli enunciati interrogativi retorici presuppongono necessa-
riamente un allocutore al quale si chiede -ma solo in apparenza- di reagire verbalmente con una riposta. Inoltre
tali enunciati esprimono spesso un certo atteggiamento affetivo nei confronti dell’allocutores. La dimensione
allocutiva assume quidi una particolare rilevanza nel contenuto di queste frasi” (S. Stati, 1982: 205).
51
Cfr. F. Pessoa, ortónimo (I, 86).
27
dirigido a un Yo. El dialogismo -y el diálogo también, como una de sus variantes- es una
forma de reflexividad alterada, una forma de reflexividad orientada hacia la alteridad52. El
poema de Borges titulado “Ein Traum” (La moneda de hierro, 1976) presenta un diálogo
referido por un sujeto lírico que parece distanciarse considerablente de la anécdota que
comunica el discurso lírico. Sin embargo, todo el desenvolvimiento dialógico y pragmático
del poema puede entenderse como un desarrollo reflexivo de su propio yo.
Las exigencias del diálogo desbordan siempre la conciencia del propio Yo, pero como
construcción formal la interacción no deja de ser con frecuencia un simulacro de
reflexividad, o un pretexto para la afirmación aquel sujeto que mejor utiliza las modalidades
en el momento de hablar (saber, poder querer... hablar ). ¿Es, pues, todo acto dialógico un
ejercicio de reflexividad?
28
diálogo directo (yo <-> tú), modelo semiótico de expresión dialógica que supone la renuncia
de las funciones y mecanismos de intercambio en favor de una disposición formal
frecuentemente reflexiva. El tú no puede ser considerado al margen de una situación
interlocutiva ideada por el Yo. No hay yo actual sin tú virtual. No hay yo sin (un) doble
(posible).
El discurso lírico de F. Pessoa demuestra, si cabe aún con más firmeza que en Borges,
el carácter reflexivo que adquiere en la lírica el diálogo como forma de expresión interactiva.
En uno de los poemas del heterónimo Alberto Caeiro, la alternancia de enunciaciones se
dispone por parte del primero de los interlocutores como condición formal para el discurso
apelativo e interrogativo, de modo que la interacción (entre yo <-> tú) se convierte en
comunicación (del yo -> al tú) y el diálogo en interrogatorio.
Pese a que el propio F. Pessoa dejó escrito que “en prosa es más difícil otrarse que en
verso”55, sus diálogos, ni en prosa ni en verso, son funcionalmente interactivos, aunque sí
conserven formalmente esa apariencia. Se trata más bien de autodiálogos, pues en semejantes
discursos no hay, por parte del sujeto que dispone el uso del lenguaje, una conciencia clara
de la alteridad como realidad discursiva exterior al propio sujeto. Los presupuestos de la
filosofía idealista y trascendental ponen de relieve la importancia de la actividad
intersubjetiva en el uso del lenguaje y en la adquisición de conocimientos. Como en la obra
de todo poeta lírico, el lenguaje de Pessoa puede ser comprendido por el discurso, y el
54
Cfr. poemas de Alberto Caeiro, heterónimo (I, 270).
55
Cit. por J. de Sena (1982: 239).
29
discurso por la comunicación. La dimensión dialógica de la referencia, es decir, del Yo, está
estrechamente unida a la dimensión referencial del diálogo, y en el caso de algunos autores,
especialmente en el siglo XX, en quienes se interioriza la fragmentación existencial de la
realidad en que viven, constituye con frecuencia una expresión fundamentalmente reflexiva,
antes incluso que dialógica.
Referencias bibliográficas
56
Cf. “Ontologie und Theologie”, Zeitschrift für Theologie und Kirche, Neue Folge IX, 333.
57
En otro lugar, con mayor firmeza, M. Buber (1942/1995: 141) considera, respecto a la doctrina de Heidegger
y Scheler, que “una antropología individualista que no se ocupa esencialmente más que de la relación de la
persona humana consigo misma, de las relaciones entre el espíritu y los impulsos dentro de ella, etc., no puede
llevarnos a un conocimiento de la esencia del hombre [...]. La cuestión de qué sea el hombre no puede ser con-
testada con la consideración única de la Existencia o “uno mismo”, en cuanto tales, sino mediante la considera-
ción de la conexión esencial de la persona humana con todo el ser y de su relación con todo el ser [...]. En lugar
de estudiar al hombre real, Heidegger ha examinado una esencia y composición metafísica, una especie de
homúnculo metafísico...” (M. Buber, 1942/1995: 115).
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