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2019
Aluvión
El perdón como acto revolucionario
© Carmen María Caro González.
Proyecto de Grado
UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS
FACULTAD DE ARTES ASAB
Asesor:
Adrián Gómez
Corrección de estilo:
Juan Pulido.
Diseño editorial:
María Andrea Gamarra
Impresión y encuadernación:
El taller de las Rayas.
2019.
Índice
Agradecimientos.
Prólogo.
Máximo Gómez y la luz del sol.
1.
El coral: el perdón como concepto.
2.
De todos y de nadie: el territorio.
3.
Manigua: la fiebre y el fluido rizomático.
4.
El hormiguero: un nuevo concepto de Revolución.
5.
El cuerpo esparcido.
6.
El pájaro y la pluma: consideraciones en cuando al papel del artista.
7.
El arte colectivo: un rancho compartido.
8.
La palabra umbral: “yo soy”.
9.
El agua que limpia.
10.
Método para el perdón: un ombligo replicado.
11.
El aluvión: el perdón como revolución.
Epílogo
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Agradecimientos
Prólogo
Aluvión
Del lat. alluvio, -ōnis.
de aluvión
1. loc. adj. Dicho de un terreno: Que queda al descubierto después
de las avenidas o que se forma lentamente por los desvíos o las
variaciones en el curso de los ríos.
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Por todo esto expongo aquí, querido lector, cada vestigio que me es
posible colocar en palabras para que, ojalá, pueda transportarse a mi
diario de viaje y ponerse en mis pequeños zapatos por un momento;
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Capítulo 1
Máximo Gómez
y la LUZ del sol
.
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M
áximo1 nació en una familia tradicional bogotana,
de padres no bogotanos que conocían el campo y
la guerra, la sangre y el combate, la tierra y la vida.
Máximo fue siempre un estudiante brillante, reconocido por
sus compañeros, admirado por sus colegas; pasaría de una a
otra institución con excelentes calificaciones hasta encontrar la
vocación religiosa que lo llevaría a terminar su bachillerato en
Manizales, Caldas. Su amor por los libros y por el conocimiento
lo trasladarían a desarrollar un amor aún más profundo por la
gente, por la causa, por un sueño de ser completamente libres
bajo las tonadas armónicas de la nueva revolución: sería profesor
alfabetizando poblaciones rurales antes de graduarse de
bachillerato, como ese cura y profesor, ese que eficazmente
amaba. El mundo, su mundo, se complementaría con cada
palabra, con cada persona, para entender que desde cada libro, a
cada paso, solo el respeto al derecho ajeno sería la paz. Sus
estudios y sus causas seguirían de la mano en un crisol blanco
que permitía que todo se uniera, ahí bajo sarapes y cabelleras
encontraría la plenitud, esa de serlo todo, de darlo todo; de
entender que para todos, todo.
1. Seudónimo: Máximo Gómez (18 de noviembre de 1836 – 17 de junio de 1905) fue un militar de
la Guerra de los Diez Años y el General en Jefe de las tropas revolucionarias cubanas Mambises .
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Capítulo 2
EL CORAL: EL
PERDÓN COMO
CONCEPTO
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U
na golondrina no hace verano. Todos somos un juguete
del destino, un juguete babeado por un niño caprichoso
al que le gusta distraerse frecuentemente, no hay salida
de este turbulento laberinto de irónicas vicisitudes. Eso pensaba
cada miércoles en la tarde luego de salir de mi sesión bimensual
de infiltraciones óseas sin anestesia, tomaba el bus hacia mi casa
los días en los que nadie me podía recoger del hospital,
completamente pálida y con náuseas que me hacían estremecer
ante cualquier aroma, huyendo, escondiéndome de mi propia
existencia hasta que llegaba a mi casa y dormía. -¿Cómo está? –
Bien, bien -. La doble afirmación siempre ha sido un código
interno para la negación o indiferencia. Dormía porque ese era
el único escape a un cansancio auto infligido, porque yo había
tomado la decisión de tratarme experimentalmente por algo que
solo cinco personas en el mundo tenían, porque temía perder la
vista y no poder seguir huyendo en mis libros, mis fieles amigos
de tarde. Muchas veces me hice la pregunta de cómo sería
perder la vista, de qué manera desarrollaría otros sentidos si tal
destino era in- evitable, qué sería lo último que me gustaría
ver… la cara de mi madre, las manos de mi padre, un atardecer
muy anaranjado con arreboles que me cegaran de una vez por
todas. Cada segundo en el que no estaba leyendo, durmiendo o
tratando de aprender lo que sea para distraerme pensaba en por
qué, por qué la lotería genética me había castigado con
querubines somáticos, por qué había nacido en un país con tan
bajo desarrollo científico que se demoró 14 años en
identificar una enfermedad huérfana.
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Capítulo 3
DE TODOS Y DE
NADIE:
EL TERRITORIO
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L
a noche anterior habíamos bailado salsa y merengue
hasta que se nos cerraron los ojos. Estábamos
preparándonos para dar la sesión de taller de serigrafía:
los pequeños marcos habían quedado preciosamente
entelados, todo estaba dispuesto dentro del aula. Del
aparato de mi compañera de viaje salieron tres acordes de
guitarra española. Yo, descansando sobre la mesa como
quien pretende dormir, me paré de la banca y corrí. Corrí
hasta el sendero que ya conocía, corrí descalza sin sentir
los talones contra la maleza filosa. Corrí hasta alejarme
del rango de visión o escucha de cualquier persona, corrí
mientras mi falda se enredaba con las espinas de la
guadua. Corrí hasta que vi la entrada al sendero y la selva
se abrió ante mí, crucé el puente y el pequeño riachuelo,
crucé sobre el tronco caído lleno de musgo en el que
solía recostarme a ver a los micos en la mañana. Corrí
hasta que ya no escuchaba a nadie y nadie me escuchaba,
hasta que la selva se puso tupida y el sol ya no entra- ba.
Corrí hasta llegar al Bailadero de Brujas2 y me senté
agotada tras correr ciega por las lágrimas de vidrio. Me
desplomé partida en dos por ese llanto que te divide la
existencia y caí sobre la biomasa húmeda del claro.
2. Área en el suelo selvático donde solo crece un tipo de árbol que evita el crecimiento de otras
plantas despejando el terreno como una pista de baile.
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Lloré hasta que todo fue silencio dentro de mí, hasta que la rabia
desde adentro se derramó sobre el verde de afuera, hasta que
incluso los animales se detuvieron a escucharme llorar. Lloré
hasta que ya no quedara nada, solo la presencia de las antiguas
Delias a las que siempre invoco cuando me siento perdida. Me
perdí porque me sentía desolada y encontré la calma en el
silencio de mis propios pasos. Mi dolor era mío y de todos, mío y
de nadie; lo lloraba aquí pero le pertenecía a todos los territorios.
De repente recordé que estábamos a punto de iniciar la
capacitación y me levanté del suelo, caminé de nuevo y en dos
pasos llegué al aula.
3. Cocina comunitaria
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La primera vez que llegué fui recibida como en casa y hasta hoy
nunca ha cambiado esa situación. Allí conocí que existen
canciones revolucionarias en más de 8 géneros musicales, que
cuando una pareja se une a otra se llaman socios y que un cuadro
es un individuo. Aprendí la complejidad de la identidad fariana;
la manera en la que se bordaban los uniformes, especialmente de
socia a socio, cómo interactuaban durante la vida de combate y
cómo involucraban esta vida con las necesidades humanas básicas;
cómo se enamoraban, caminaban, construían, aprendían, se
iluminaban y sanaban. Aprendí que hasta hace un par de años un
universo de individuos salió a la luz abierta lejos de la selva, con
números de cédula recientes y sin haber participado de votaciones
nunca antes en su vida.
Capítulo 4
LA MANIGUA:
RIZOMA DE
RESISTENCIA
”
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5. Dulce de guayaba.
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Capítulo 5
EL
HORMIGUERO:
UN NUEVO
CONCEPTO DE
REVOLUCIÓN
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C
on curiosidad le retiré una pata a la hormiga y la coloqué de
nuevo en el pasto, diciéndole “Camina” con voz imperativa;
luego, al observar detenidamente su comportamiento, retiré
otra pata y repetí el procedimiento hasta culminar la amputación de
las extremidades de la hormiga. Al ver lo fallido de mi experimento
inicié de nuevo con otro espécimen. ¿Acaso no es fascinante cómo la
crueldad infantil puede mostrar pequeños indicios de psicopatía, o
en el mejor de los casos de curiosidad investigativa?
Capítulo 6
EL CUERPO
ESPARCIDO
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U
n diente dislocado, un hematoma de quince centímetros,
una inflamación con todos los fluidos que podía tener en
mi cuerpo acumulados en un solo lugar, raspaduras, una
laceración de 6 puntos y 4 onzas de sangre derramada. Con el
cuerpo abatido se detonaron dolores antiguos a partir de las fibras
de nuevos dolores. Rota, viajé intermunicipalmente por 3 horas
hasta que el sueño dominara el dolor. Siempre me había dicho que
si no te penetra la existencia no existe realmente la relevancia de
alguna situación: ahora había sido completamente intervenida. Al
llegar a mi destino colapsé en llanto pero por algún motivo ya
estaban dispuestas sobre el mesón todas las cosas necesarias para
mi pronta curación: caléndula para las raspaduras, vinagre para
los hematomas, hielo para la inflamación, acetaminofén para el
dolor de cara y agua de panela para el dolor del alma. Poco a
poco me sané en cuerpo y espíritu.
Capítulo 7
EL PÁJARO Y LA PLUMA:
CONSIDERACIONES
EN CUANTO AL PAPEL
DEL ARTISTA
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E
n completa catarsis y llena de una pasional ira lloré silencio-
samente lágrimas de rabia por el temor a caer en lo que más
temía: ser un vampiro de oportunidades, una aspiradora de
circunstancias. Me sentí ridícula tratando de salvaguardar una
especie de disciplina amorfa que se involucrara con mis vicios para
mantener lo que consideraba era correcto. Vi entonces cómo mis
experiencias se concatenaban en una sola y luego, al limpiarme las
lágrimas de los hinchados labios, sentí el cansancio de la frustración:
mi profesión se había convertido en un manojo de mentiras bien
vendidas y mal argumentadas.
La ligereza que tanto había atacado en la que el artista solo hacía por
hacer (sin responder a su contexto) se había convertido en la constan-
te, lozas y trapos se elevaban en metáforas cristalinas que no decían
nada, solo que existen el dolor, la violencia, la muerte y nada más, que
no se puede hacer nada al respecto, que somos cifras en un informe.
Así, todo sería todo, todo sería arte, todo valdría, incluso la injusticia
y la desaparición de la identidad misma. Una palabra, un oficio que
antaño significaba conocimiento a pesar de su segregación, ahora era
nada: un eufemismo para una ligereza frívola, la pereza cognoscitiva y
el uso desmedido del mesianismo cuando yo, en perfecta inocencia, la
añoraba como vórtice de todos los campos del conocimiento, de todos
los mundos, de todas las luchas.
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Capítulo 8
EL ARTE COLECTIVO:
UN RANCHO
COMPARTIDO
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H
acía mucho tiempo no tomábamos esa ruta hasta San Vicen-
te pero el trayecto por Florencia estaba bloqueado, aunque
me entretenía pensar en las 8 horas de trocha arenosa que
te llenaba la piel de polvo y los riñones de moretones. Tras 4 horas de
camino nos dimos cuenta que era imposible seguir andando, pues no
paraba la lluvia y teníamos miedo de que se quemara el motor o nos
quedáramos atascados en lodo arcilloso. Allá arriba en temperatura
de páramo no se puede contemplar el lujo de esperar sin perder la
nariz por el frio, por lo que entramos a un pequeño rancho mientras
soportábamos la lluvia, pedimos permiso antes de pasar y saludamos
a un amable anciano que parecía quebrarse con el viento, quien nos
trajo agua de panela hirviendo y queso siete cueros mientras pasaba el
aguacero. Al salir agradecimos por la hospitalidad y el anciano nos
interpeló con una última frase: “yo solo le abro mi casa a la gente que
saluda, nadie se mete al rancho de uno sin pedir permiso” y nos
sonrió.
6. Colectivo integrado por Daniel Felipe Rodriguez y Carmen María Caro que investiga y escarba
en las posibilidades de la imagen reproducible como constructora de realidades paralelas; en donde
se investiga el espacio público y se reconoce como propio y ajeno, por lo tanto se es consciente de la
fuerza de éste como mensajero y receptor primigenio, porque todo el mundo tiene acceso a él.
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Capítulo 9
LA PALABRA UMBRAL:
“YO SOY”
T
odo tenemos sustantivos que nos definen: artista, madre,
carpintero, guerrillero, excombatiente. Algunos de estos fue-
ron decididos por nosotros y otros fueron impuestos por las
personas que tenían el poder de hacerlo, sea cual fuere la intención.
Capítulo 10
E
ra la última tarde en la que haríamos murales. Estábamos
cansadas de pintar y bailar merengue llanero en la celebra-
ción de la noche anterior, y finalmente pudimos unirnos al
grupo de personas que estaban recorriendo el territorio como
visitantes y que ahora se habían convertido en nuestros amigos.
Chaparro llenó una olla con pedazos de cerdo asado, papas saladas
y tajadas de aguacate. Nos montamos en el platón de la camioneta
y soportamos el calor exacerbado por la resaca y deshidratación,
dormimos, cantamos, la hermana Sandra nos vio pasar en la
camioneta haciendo barullo y nos reprochó con una sonrisa burlona
y amable. Finalmente llegamos al río Lozada, descargamos todo y
exploramos el agua, cada uno por su parte sintiendo la refrescante
calma del agua fría en cuerpos tostados. Yo me sumergí hasta
donde pude sostener- me con la corriente hasta el cuello y
simplemente me hundí, en mis pensamientos, en el cansancio, en el
frío y calor simultáneo, en todo lo que me había pasado en esa
última semana, en el profundo dolor que me había llevado a aceptar
ese viaje; en haber conocido a un grupo de personas que marcarían
mi vida para siempre. Me sumergí profundamente en mis propios
dolores, en las decepciones y frustraciones constantes, en la vida.
El sonido de las rocas bailando debajo de mi tratando de agarrarse
unas a otras y no dejarse llevar por la corriente me arrulló, cerré los
ojos y canté una canción que escuchaba siempre al viajar con mis
padres sentada en el asiento trasero, con el viento en la cara que te
ensordece la voz. Canté aunque el río apagara mi voz, canté
quemándome la cara con el sol del trance interno y dejé de sentir
cansancio.
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Capítulo 11
MÉTODO PARA EL
PERDÓN,
UN OMBLIGO
REPLICADO
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S
olo quien tiene la valentía para ayudarse a sí mismo tiene la va-
lentía para ayudar a los demás. La anterior frase es atribuida al
Ché Guevara, aunque es aplicada desde muchas otras perspecti-
vas: esta frase es el epítome de la metodología para alcanzar el perdón.
Durante el tiempo en el que esté trabajando con y por otros sabrá muy
profundamente que también lo hace por sí mismo, porque lo necesita,
porque le llena y ahora puede exudar sus amarguras. Soñará en
conjunto con otros y se llenará de esperanza de que alguien entienda
lo que le ha ocurrido. Creerá que es el único al que esto le ha pasado
y luego despertará para darse cuenta de que son vivencias recurrentes
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EL ALUVIÓN:
EL PERDÓN COMO
REVOLUCIÓN
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N
o para de llover. Cada vez que tratamos de acercarnos la tie-
rra se mueve más y más, nos ahuyenta. Este ha sido el viaje
más largo de todos. Viajé sola por 48 horas a causa de los
derrumbes en las vías caqueteñas mientras la tierra roja se soltaba cada
vez más por el paso del agua, que la golpeaba constantemente. En el
camino de Florencia a San Vicente se sentó junto a mí un soldado, se
presentó como Juan, a un año de jubilarse y con un oficio actual de sol-
dado constructor de casas; él cree firmemente en el trabajo colectivo y
asegura que eso es lo que va a salvar al país.
Su madre, Doña María, ha sufrido por décadas, pues tiene 3 hijos: dos
de ellos soldados y uno guerrillero de las FARC – EP. Juan cuenta que
en muchos momentos de combate, durante los tiempos de guerra, mi-
raba a la cara antes de disparar para estar seguro de que aquel en su
mira no fuera su hermano.
7. Grupos paramilitares
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Ahora llego a ellos una vez más sabiendo que el único manifiesto que
falta es el mío. Al anochecer entro a mi caleta9 y pienso realmente en
quién soy, en si he llegado a ese perdón, a autodefinirme por encima
de lo que me ha ocurrido, a decidir quién soy.
Lloro.
Epílogo
Arendt, H. (2018).
La libertad de ser libres. Madrid: Taurus.
Castro, F. (1961).
Departamento de versiones taquigráficas del gobierno revolucionario. Discur-
so realizado por el comandante Fidel Castro Ruiz, primer
ministro del gobierno revolucionario en el desfile efectuado en la plaza cívi-
ca el 2 de enero de 1961.
Jankélévitch, V. (1999).
El perdón. Barcelona: Seix Barral.
Lipovetsky, G. (2016).
De la ligereza. Barcelona: Editorial Anagrama.
Sádaba, J. (1995).
El perdón: la soberanía del yo (1ra ed.). Barcelona: Editorial Paidón ibérica.
Weil, S. (1998).
La gravedad y la gracia. Valladolid: Trotta.
REFERENCIAS VIRTUALES: