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EL ENORME DAÑO CAUSADO POR LOS ECONOMISTAS

NEOLIBERALES

Vicenç Navarro

Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas

Universitat Pompeu Fabra

27 de diciembre de 2019

Joseph Stiglitz (premio Nobel de Economía en el año 2001),

escribió un artículo publicado en la revista Social Europe, “The end

of neoliberalism and the rebirth of history” (26.11.19) en el que

señalaba las consecuencias negativas de la aplicación de las

políticas neoliberales (que incluían reformas laborales

encaminadas a debilitar a los sindicatos y facilitar el despido de los

trabajadores, así como políticas de austeridad con el intento de

disminuir la protección social mediante recortes del gasto público

social) en la calidad democrática de los países a los dos lados

del Atlántico Norte (incluyendo España), así como en el

bienestar de las clases populares de los países donde tales

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políticas se han estado aplicando. La evidencia de que ello ha sido

así es clara y contundente.

El objetivo del artículo de Stiglitz era denunciar a los

economistas que han promovido tal ideología política (el

neoliberalismo), los cuales han alcanzado un dominio casi

completo en fórums donde se reproduce la sabiduría

convencional de los establishments políticos y mediáticos. Tal

dominio ha sido promovido por las élites financieras y

empresariales, así como por los sectores más pudientes de la

población, que han ejercido (y continúan ejerciendo) una enorme

influencia sobre tales establishments y que eran, y son, los que se

benefician más de la aplicación de tales políticas, beneficios que

están basados, según Stiglitz, en una enorme explotación de las

clases populares, cuya calidad de vida ha empeorado

considerablemente como resultado de la aplicación de esas políticas.

Una de las consecuencias de esta realidad ha sido el enorme

crecimiento de las desigualdades en la mayoría de estos

países en los que tales políticas se han aplicado.

El principio básico del dogma neoliberal, según


Stiglitz

Detrás de un lenguaje aparentemente científico, los

economistas neoliberales han estado promoviendo un principio muy

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sencillo y que raramente aparece explícito en su argumentario. Tal

principio es que “la eficiencia del sistema económico requiere

incrementar la riqueza de los de arriba (las élites financieras y

empresariales, así como las profesionales a su servicio), a fin

de que tal riqueza vaya extendiéndose a los de abajo, que son

todos los demás”. Este principio ha estado vigente siempre en las

“ciencias” económicas dominantes, habiendo alcanzado niveles

extremos durante la Gran Recesión. Según dicho dogma (y no hay

otra manera de definirlo), lo que beneficia a los propietarios y

gestores del capital financiero, así como de las grandes

empresas del país (que son una minoría de la población),

beneficia automáticamente a la mayoría de la población.

El problema con tal ideología es que los datos no muestran

esta realidad, pues las rentas de los primeros han ido creciendo

muy significativamente durante todos estos años de neoliberalismo

imperante, mientras que las de los segundos ha ido descendiendo. En

todos estos países del capitalismo desarrollado, las rentas

derivadas del trabajo han ido disminuyendo como porcentaje

de todas las rentas, mientras que las rentas derivadas de la

propiedad del capital han ido aumentando. Y dentro de la

masa salarial, ha habido también una enorme polarización de

los salarios, con una minoría que se ha visto muy beneficiada

a costa de una mayoría que se ha visto muy perjudicada.

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La abusiva promoción del neoliberalismo por parte de
los establishments políticos y mediáticos

En este escenario, Stiglitz señala que tales economistas

neoliberales eran los que aparecían (y añadiría yo que en

España continúan apareciendo) en los mayores medios de

información, monopolizando el área de lo que se presenta

como “ciencias” económicas, marginando, impidiendo y

silenciando las voces críticas que no comulgaban con las falacias

que sostenían sus argumentos y propuestas. Los primeros eran los

ortodoxos del dogma neoliberal, que marginaban a los heterodoxos,

definidos como “ideólogos” o “demagogos”.

Ahora bien, el fracaso del neoliberalismo es tan patente, claro y

contundente que por fin se ha visto que “el rey estaba desnudo” y

hoy, según Stiglitz, estamos viendo el fin del dogma neoliberal,

que se había iniciado en los años ochenta del siglo pasado con

la revolución neoliberal empezada por el presidente Ronald

Reagan en EEUU y por la Sra. Margaret Thatcher en el Reino

Unido, y que fue asimilada más tarde por lo que se definía

como la Tercera Vía en EEUU (Clinton) y en la Unión Europea

(Blair, Schröder y Zapatero). Esta revolución causó, en última

instancia, la Gran Recesión, la cual acentuó todavía más los

efectos negativos de tales políticas. Dicho fracaso es también la

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causa de la enorme crisis de legitimidad política que viven las

democracias liberales en EEUU y en Europa. Esta conclusión de

Stiglitz es, según mi parecer, excesivamente optimista, pues si bien

es cierto que tales políticas neoliberales están desacreditadas

extensamente en gran parte de los círculos académicos y en algunas

agencias internacionales, no lo está tanto en las esferas políticas y

mediáticas de muchos países, siendo España uno de ellos.

El gran fracaso del neoliberalismo en España

Todo lo que Stiglitz define, critica y denuncia puede

aplicarse totalmente a España. Este es uno de los países

donde tales políticas se han aplicado más clara y

contundentemente. Como consecuencia de ello, España está,

en cuanto a indicadores de calidad de vida de las clases

populares se refiere, a la cola de los países capitalistas

desarrollados. Un indicador tras otro muestran que, en temas

de bienestar, estamos a la cola de los países a los dos lados

del Atlántico Norte. Los elevados porcentajes de precariedad en el

mercado de trabajo, la elevada tasa de desempleo, el bajo nivel de

los salarios, la elevada desigualdad en la distribución de la propiedad

y de las rentas, el bajo gasto público social, la escasa protección

social, etc., muestran que estamos entre los peores países. Miren los

datos y lo verán (ver mi libro Ataque a la democracia y al

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Bienestar, Crítica al pensamiento económico dominante.

Anagrama, 2015).

Echen un vistazo a los gurús económicos que aparecen

en los grandes medios (radiofónicos y televisivos) y verán que

la única diferencia entre ellos es que unos proponen la versión

dura del neoliberalismo y los otros su versión blanda,

presentando inexactitudes (con gran pomposidad y

arrogancia) como “verdades científicas”, aunque en realidad

sean falsedades que carecen de credibilidad. En tales fórums es

muy infrecuente que aparezca una voz crítica con tal dogma.

Todo esto que está ocurriendo era muy predecible, y


así lo hicimos unos pocos

Efectivamente, todo lo ocurrido fue predicho. Véase, como

ejemplo, mi libro Neoliberalismo y Estado del Bienestar (Editorial

Ariel Económica), escrito ya en 1997. En aquel libro indiqué que

las políticas neoliberales que se estaban aplicando en los

países capitalistas más avanzados causarían una enorme crisis

económica. La derrota del mundo del trabajo, con la

consiguiente disminución de los salarios y de la demanda

doméstica, crearía dicha crisis, ya que forzaría a las familias y a

las empresas pequeñas a endeudarse, lo que provocaría a su vez el

gran crecimiento del sector financiero, que al invertir en los

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sectores de mayor rentabilidad como era el sector

especulativo de la economía (del cual el inmobiliario era el más

extendido) crearía burbujas que al explotar causarían una crisis

financiera. Y todo lo que se predijo, ocurrió. Cuando la reina del

Reino Unido pidió a un grupo de economistas cómo era posible que

no hubieran sabido prevenir la crisis, el portavoz de dicho grupo, Luis

Garicano, el gurú económico de Ciudadanos, no supo responder,

cuando, en realidad, era muy fácil de ver si uno abandonaba la

fe en el dogma neoliberal (siendo tal economista uno de sus

más fervientes creyentes) para mirar simplemente la realidad que

le rodeaba.

Los impactos sumamente negativos que presentaban tales

políticas se justificaban bajo el lema de que “no había otras

alternativas”. Juan Torres, Alberto Garzón y yo mostramos la

enorme falsedad de tales propuestas, señalando que por cada

recorte de gasto público social que dañaba a las clases

populares, se podría haber hecho otro recorte, sustituyendo al

anterior, que hubiera afectado a las clases más pudientes. Y

también mostramos que el hecho de que no se escogiera una

alternativa y no la otra se debía precisamente a la enorme

influencia que tales clases pudientes tenían sobre el Estado

español y sus partidos gobernantes.

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Así pues, y como ya he indicado antes, lo que ocurrió era muy

predecible, así como también lo fue la protesta popular en

contra de la aplicación de tal dogma. En España dicha protesta

tomó la forma del 15-M, el movimiento de los indignados, que

tuvo un enorme impacto en el país y que tenía como objetivo la

denuncia de la nula representatividad de las instituciones que se

definen a sí mismas como representativas. El eslogan “no nos

representan” lo decía todo. Fue un auténtico tsunami. Y de ahí

nació un movimiento político-social, Podemos. Así fue como nos

pidieron a Juan Torres i a mí que hiciéramos un borrador de su

programa económico, que elaboramos en base a nuestra obra Hay

alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social

en España (Editorial Sequitur, 2011), realizada conjuntamente con

Alberto Garzón. Dicho programa fue mejorado más tarde por las

deliberaciones y las discusiones dentro de aquella formación política.

La respuesta de hostilidad por parte del establishment

político-mediático hacia dicho programa fue enorme. Y como

era predecible, lo intentaron destruir, mintiendo y presentándolo

como “escrito en Venezuela” (antes, durante la Guerra Fría, se

utilizaban otros puntos de referencia, como Moscú o Pequín), cuando

en realidad era un programa de sensibilidad kaleckiana, que

quiere decir socialdemócrata de raíces escandinavas. La escasa

densidad intelectual de las fuerzas conservadoras y neoliberales hace

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que en España (incluyendo Catalunya) se sustituya el debate por

el insulto, magnificado en las cajas de resonancia que

proporcionan los medios.

Las clases populares son conscientes de esta situación,

de ahí que la clase política y los medios de información estén

en España entre los menos valorados en la Unión Europea.

Pero el cambio es posible, y para ello es importante romper el

fatalismo de aquellos que se muestran pasivos porque dicen que hay

muy poco que se pueda hacer. Y una cosa que deberían hacer los

lectores que son conscientes de este enorme desequilibrio es

escribir cartas de protesta a tales medios de información para

mostrar el desacuerdo con lo que están diciendo. Porque el

nivel de estos medios es tal que deberían ser definidos como

medios de persuasión y manipulación. Lo peor que puede

ocurrir es que la gente se mantenga pasiva, absorbida por una

mentalidad según la cual no se puede hacer nada para

cambiar esta situación. Y este es precisamente el mensaje que

tales medios continúan promoviendo, acentuando que no hay

alternativas o algo parecido. Pero la evidencia científica

muestra claramente que sí que las hay, y que no se hayan

llevado a cabo se debe a que las élites financieras y

económicas del país son determinantes en las políticas

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gubernamentales. Es necesario y urgente que esto cambie,

porque, insisto, de haber alternativas sí que las hay. Lo que ha

faltado hasta hoy ha sido voluntad política para aplicarlas. Así

de claro.

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