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Uno de los supuestos básicos de nuestra psicología “folk” es que podemos llevar un registro,

relativamente confiable, de las razones que motivan nuestras elecciones. Cuando llegamos del
supermercado, por ejemplo, sin duda podemos recordar por qué compramos la mayoría de los
productos que estamos desempacando. Y nada parece más natural, ¿por qué desconfiaríamos
de una capacidad que explotamos casi a diario?

Sin embargo Petter Johansson, Lars Hall, Sverker Sikström y Andreas Olsson han diseñado un
experimento que siembra dudas preocupantes acerca de este supuesto. La historia va
aproximadamente así: se presentan dos fotografías a un sujeto y se le pide seleccionar una en
base al atractivo del rostro de la imagen. Mediante un sencillo juego de manos el investigador le
entrega al sujeto la foto que NO ha seleccionado inicialmente. Pero al interrogarlo por la foto, el
sujeto no sólo es incapaz de detectar que ésta no corresponde con su elección inicial, sino que
propone razones que justifican una elección que nunca hizo.

Por una parte identificar razones es nuestro principal recurso para suponer que hemos elegido
realmente un resultado. Pero el experimento de Johansson y compañía sugiere que, al menos
en algunos casos, producimos razones sin importar si hemos elegido el un resultado.

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