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Dialnet - A Proposito de La Obra de Jacques Dupuis Sobre La Teologia Cristologica PDF
Dialnet - A Proposito de La Obra de Jacques Dupuis Sobre La Teologia Cristologica PDF
SuMARIO
Este trabajo analiza críticamente la obra de Jacques Dupuis sobre la teología cristiana
del pluralismo religioso; es decir, sobre el lugar que ocupan las religiones no cristianas en
el orden de la salvación. El autor pretende mantenerse en la enseñanza de la Iglesia, pero
reconoce luego que, en este texto, no acierta a expresar la verdad católica sobre la media-
ción salvífica única y universal de Cristo, la unicidad y plenitud de la revelación de Cristo,
la acción salvífica universal del Espíritu Santo, la ordenación de todos los hombres a la
Iglesia; en definitiva, la correcta valoración y el significado de la función salvífica de las
religiones.
Palabras clave: teología cristiana, religiones, salvación.
SuMMARY
This article analyzes critically Jacques Dupuis’s book about the Christian theology of
the religious pluralism; it´s said, about the place of the not Christian religions in the way
of the salvation. The author tries to be in the faith of the Church, but, after that, he admits
that, in this work, he doesn´t get to express the catholic truth about the only and universal
mediation of Christ, the uniqueness and fullness of Christ’s revelation, the universal action
of the Holy Spirit, the orientation of all the men to the Church; definitively, the correct
valuation and the meaning of the function of the religions in the way of salvation.
Key words: christian theology, religions, salvation.
1. INTRODuCCIÓN
2 J. Dupuis, Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso, Santander 2000, 469.
3 Cf. Id., Jesucristo al encuentro de las religiones, Madrid 1991; Id., Introducción a la cris-
tología, Estella 1994; Id., El cristianismo y las religiones. Del desencuentro al diálogo, Santander
2002.
A propósito de la obra de Jacques Dupuis... 47
verdadera teología de las religiones. Parece que los tiempos no estaban todavía
suficientemente maduros como se muestran a la altura en que se traza este intento
a cargo del profesor Dupuis, si salvamos el caso de Boublik quien publica una obra
en 1973 con este objetivo de fondo, aunque no sólo5.
Dupuis se encarga de apuntar que tampoco Boublik ha encontrado la vía para
una solución definitiva, según él mismo reconoce y, sin embargo, cree que “hay
espacio suficiente para una nueva introducción general a la teología de las religio-
nes”, distinguida claramente de cualquier otra ciencia como la historia, la fenome-
nología, la psicología, la sociología e incluso la filosofía de la religión –es decir,
de cuanto, en una perspectiva de fe y de adhesión personal confesante, compete al
aspecto histórico-salvífico, en palabras de Boublik– que sea más generosa en su
valoración de las otras tradiciones y, al mismo tiempo, esté mejor equipada para
el diálogo con sus miembros. Incluso cree que es verdaderamente urgente, habida
cuenta del nuevo contexto en el que nos encontramos.
Como dirá el profesor Dupuis más adelante6, al tratar de distinguirla de una
teología cristiana de la religión –más abstracto– esta teología cristiana de las reli-
giones, en su esfuerzo de aunarlas a todas, debe estudiar las “diferentes tradiciones
en el contexto de la historia de la salvación y en su relación con el misterio de
Jesucristo y con la Iglesia cristiana”, así como la forma como encajen en el plan de
Dios para la salvación de la humanidad las particulares circunstancias en las que
las personas viven su vida religiosa concreta, real, existencial, no abstracta o en el
orden de la esencia, y el significado que todo este pluralismo religioso tiene a los
ojos del mismo Dios, así como la posibilidad de una convergencia mutua de las
diferentes tradiciones en el pleno respeto de sus diferencias y su mutuo enriqueci-
miento y fecundación.
Ciertamente, el texto parte de una afirmación que parece formularse sin otor-
garle la debida importancia –aunque no es menor, en modo alguno– que se quiere
situar a caballo entre el liberalismo más ecléctico, y el integrismo teológico, de los
que positivamente se distancia. Allí dice que “todas las religiones encajan en el
plan de Dios para la salvación de la humanidad7,” que sólo matiza luego al señalar
la diversa importancia que adquieren dentro del desarrollo orgánico de este plan en
la historia.
5 V. Boublik, Teologia delle religioni, Roma 1973. El propio Dupuis hace referencia en su
obra a las aportaciones que en esta línea han realizado otros autores como H. Bürkle, Einführung in
die Theologie der Religionen, Darmstadt 1977; y P. Damboriena, La salvación en las religiones no
cristianas, Madrid 1973; además de la introducción de H. Waldenfels, Begegnung der Religionen,
Bonn 1990.
6 J. Dupuis, Hacia una teología…, 22.
7 J. Dupuis, Hacia una teología…, 24.
A propósito de la obra de Jacques Dupuis... 49
1. Debe ser creído firmemente que Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre,
crucificado y resucitado, es el mediador único y universal de la salvación de la
humanidad. 2. También debe ser creído firmemente que Jesús de Nazaret, hijo de
María y único salvador del mundo, es el Hijo y Verbo eterno del Padre. Para la
unidad del plan de salvación centrado en Jesucristo, se debe retener, además, que
el obrar salvífico del Verbo, se actúa en y por Jesucristo, Hijo encarnado del Padre,
cual mediador de la salvación de toda la humanidad. Por tanto, es contrario a la
fe católica, no solamente afirmar una separación entre el Verbo y Jesús, o entre
la acción salvífica del Verbo y la de Jesús, sino también sostener la tesis de una
acción salvífica del Verbo como tal, en su divinidad, independientemente de la
humanidad del Verbo encarnado.
En el capítulo once hace Dupuis una explicación con detalle sobre la mediación
salvífica de Jesucristo, su unicidad y universalidad, que encuentra algunas dificul-
tades según esta nota de la Congregación. Lo que está claro es que esta cuestión
ocupa un lugar central en la teología cristiana de las religiones, cuestionado sobre
todo por autores, como J. Hick, más favorables a un paradigma teocéntrico frente al
13 Notification sur le libre du P. Jacques Dupuis, s.j., Vers une théologie chretienne du plura-
lisme religieux, París 1997.
62 José Antonio Calvo Gómez
Dice luego Dupuis: “Con todo, esta revelación no es absoluta21.” para explicar
que se relativiza al considerar la humanidad, limitación, de Jesucristo. Guarda la
dogmática católica al expresar que “ninguna revelación puede superar o igualar,
antes o después de Cristo, la que se nos concedió en él, el Hijo divino encarnado.”
Lo que no resulta tan fácil de entender es que se pueda decir que: “la palabra deci-
siva no excluye otras palabras… ni que la palabra inicial de Dios sea la recogida
en el Antiguo Testamento”, sobre todo cuando expresa las fases o periodos de la
revelación de Dios: aquel en el que Dios concede a los corazones de los videntes
escuchar una palabra secreta, de la cual, las escrituras sagradas de las tradiciones
de todo el mundo contienen, al menos, indicios; aquel en el que Dios habla a Israel
por los profetas; preparación, ambos, para la Palabra definitiva.
También desde la exégesis neotestamentaria se han alzado algunas voces que
cuestionan la visión tradicional de Jesucristo desde el recurso al contexto de los
pasajes bíblicos, los géneros literarios, la discontinuidad histórica, etc. En defini-
tiva, se exige la desaparición de las pretensiones cristianas de hacer universal y
único un acontecimiento histórico y humanamente limitado en tiempo y espacio.
El problema que se plantea a la luz de las afirmaciones de la teología con-
temporánea, que conecta con el número de la Congregación, se encarna en la
obra de Dupuis cuando afirma, de su propia mano, que “una reivindicación bien
planteada de la unicidad y la universalidad de Jesucristo deja espacio para una
teología abierta de las religiones y del pluralismo religioso. En particular, añade,
una perspectiva cristológica trinitaria permite reconocer la presencia y la actividad
continuas de la Palabra de Dios y del Espíritu de Dios... que hace posible afirmar
una pluralidad de caminos o vías de liberación/salvación humana, de acuerdo con
el plan de Dios para la humanidad en Jesucristo; también se abre camino para el
reconocimiento de otras figuras salvíficas en la historia humana22.”
No es claro Dupuis en relación con el acontecimiento Jesucristo. Por un lado
dice que “aquí se evitará constantemente el uso de la expresión `carácter abso-
luto´ en relación con Jesucristo y, a fortiori, con el cristianismo”, cuando antes,
criticando a K. Rahner lo ha identificado con “unicidad”; y luego dedica toda una
sección a reafirmar la unicidad constitutiva de Jesucristo en el contexto del actual
cuestionamiento por parte de los teólogos pluralistas.
Evidentemente Jesucristo, y sus pretensiones de unicidad y universalidad,
provoca dificultades para el que no admite su acontecimiento como definitivo en
el orden del ser y de la salvación. Pero renunciar a esta afirmación sería, sencilla-
mente, dejar de ser cristiano. ¿Se podría, como se pretende, distinguir entre Jesús y
Cristo; entre lo particular y lo universal; para reducirlo a un universal concreto, al
“rostro humano de Dios” en el que son resumidas y recapituladas todas las aproxi-
maciones de Dios a los hombres en la historia, en una especie de primus inter
pares, como una figura salvífica entre otras?
El mismo Dupuis afirma que “un vicio constante del paradigma pluralista con-
siste en imaginar que la única alternativa concreta al propio punto de vista es una
superación dogmática y exclusivista de las otras religiones” ya que “sostener la
unicidad constitutiva de Jesucristo no tiene como resultado la condena de las otras
religiones y sus figuras salvíficas.”
Por esto decimos que no deja claro su punto de vista personal. Para entrar
en diálogo con las otras religiones, en este contexto de pluralismo, ¿deberíamos
poner entre paréntesis nuestra fe en Dios tal y como nos la ha revelado Jesucristo,
Palabra definitiva? Dupuis no lo exige, al contrario, pero deja abierta la necesidad
de replantear poderosamente las afirmaciones sobre Jesucristo, cercana a las tesis
de la cristología revisionista y pluralista ampliamente desarrollada en la segunda
parte del capítulo once, que recorremos23.
En un intento por acercar las posiciones, se puede haber forzado excesi-
vamente lo que Dupuis llama la particularidad histórica de Jesús como inevitable
limitación al acontecimiento Cristo, para dejar las puertas abiertas a la compren-
sión de una cristología pluralista que no garantiza la verdad de la fe cristiana con-
temporánea.
Al afirmar que “la iluminación y el poder salvífico del Logos no están circuns-
critos por la particularidad del acontecimiento histórico”, y que “superan todas las
fronteras temporales y espaciales”, llega a la conclusión de que “por medio del
poder trascendente del Logos, la cristología trinitaria puede explicar la función
mediadora de las tradiciones religiosas en el orden de la salvación, poniendo así el
fundamento para el reconocimiento de un pluralismo en la forma en que Dios se
relaciona con la humanidad24,” lo que contradice, en parte, las afirmaciones de la
teología católica.
Santo se pueda extender más allá de la única economía salvífica universal del
Verbo encarnado.
También en este punto, J. Dupuis sigue fundamentalmente la posición de K.
Rahner al respecto, cuando afirma, según vimos, que el acontecimiento Cristo
constituye el objetivo o el fin de la acción anticipada del Logos-que-se-hará-
hombre y de la obra universal del Espíritu en el mundo. Por esta razón, el Logos
antes de la Encarnación, anota Dupuis, en clara teología católica, “está orientada
al acontecimiento Cristo, del mismo modo que es correcto decir que el Espíritu es
“el Espíritu de Cristo” desde el inicio de la historia de la salvación. En él, Dios ha
dicho al mundo su palabra decisiva25.” Nada que añadir aquí.
“Los elementos de verdad y de gracia –anota más adelante26, en conformi-
dad con el decreto AG 9- están presentes en las culturas y las religiones humanas
debido a la acción combinada de la Palabra de Dios y de su Espíritu. Desde aquí
sólo hace falta dar un pequeño paso para llegar al reconocimiento de una función
mediadora de estas religiones para transmitir a sus adeptos el ofrecimiento de
gracia y de salvación de Dios.” El problema es garantizar la afirmación sobre la
dependencia de acción del Espíritu de Cristo, que pareciera obrar ajeno al hecho de
la encarnación en un aparente deseo de garantizar una presencia pneumática, que
no hiciera necesaria la cristología más explícita y aparentemente excluyente de la
teología católica contemporánea.
En otro lugar, sin embargo, apura Dupuis en su interpretación de la doctrina
católica al afirmar que “la acción salvífica de Dios, que actúa siempre dentro
del marco de un plan unificado, es única y al mismo tiempo polifacética27.” Y lo
explica: “No prescinde nunca del acontecimiento Cristo, en el que encuentra su
máxima densidad histórica. Sin embargo, la acción de la Palabra de Dios no está
limitada por el hecho de que se hizo hombre históricamente en Jesucristo; ni tam-
poco la obra del Espíritu está limitada a su efusión sobre el mundo por el Cristo
resucitado y exaltado. La mediación de la gracia salvífica de Dios a la humanidad
adopta dimensiones diferentes que deben ser combinadas e integradas.” Este
punto habría que retomarlo con más detención, lo que no estamos en condiciones
de hacer por las características de esta disertación, pero pone en serio peligro la
relación-identificación-diferencia del Logos con Cristo; de Cristo con el Espíritu, y
de la continuidad-identidad-diferencia de la acción de uno y otro.
La relación de los textos del Antiguo Testamento con otros relatos extrabí-
blicos la enfrenta el profesor Dupuis en varias ocasiones. Entre ellas, al tratar de
explicar la necesidad de no forzar la diferencia entre historia de la salvación gene-
ral, manifestada en la alianza con Noé, y la especial, encarnada en la alianza con
Moisés y consumada en Jesucristo.
Allí argumenta sobre la conveniencia de no excluir a priori a las tradiciones
extrabíblicas de la pertenencia a la historia especial de la salvación. “Será necesa-
rio dejar a un lado la distinción demasiado rígida entre mito e historia, según la
cual las otras tradiciones estarían constituidas exclusivamente por mitos, mientras
que lo histórico sería la reserva exclusiva de la tradición judeocristiana. En esta
perspectiva, el mito es considerado como relato carente de credenciales de ver-
dad… No es posible mantener claramente separados los relatos extrabíbicos de
los bíblicos como relatos míticos contrapuestos a relatos históricos… tales mitos
fundadores pueden ser portadores de un mensaje divino… Ni siquiera los relatos
de Abraham y Moisés carecen de un cierto fondo mítico36…”
Tal vez no insista demasiado en presentarlos como preparación evangélica en
un plano de igualdad con el Antiguo Testamento, pero no es menos cierta la más
que generosa ambigüedad en que quedan formulados sus planteamientos. Donde
mejor expresa, y con mayor detención, el problema de la validez de los textos fun-
dantes y normativos de las otras religiones es en el capítulo nueve, que ha titulado
“Palabra de Dios, única y universal.”
El primer escollo que debemos anotar, al margen de otras consideraciones e
intenciones, es el salto que se da, sin aparente razón, entre Hb 1, 1-2 y Jn 1, 1-9,
y la explicación que hace inmediatamente después sobre la revelación de Dios
por medio de figuras proféticas en distintas tradiciones religiosas tanto antes
como después de Jesucristo37. ¿Dónde están aquí los profetas ajenos a la tradición
judeocristiana?, ¿dónde los libros sagrados o las tradiciones orales de otras religio-
nes que contengan una palabra dicha por Dios a los creyentes de estas religiones o
incluso a toda la humanidad, como expresa Dupuis en estas líneas?
Esto nada obsta a que una teología cristiana de la Palabra de Dios busque los
signos de la acción de Dios, las “semillas de la Palabra”, como anota el concilio
Vaticano II siguiendo a san Justino (AG 11,15), y la “impronta de su Espíritu” en
las experiencias y acontecimientos fundamentales sobre los que se han edificado
las diferentes tradiciones religiosas, así como las huellas de los mismos en los
libros sagrados y en las tradiciones orales que constituyen el testimonio oficial y
la memoria viva de dichas tradiciones. Pero nunca como algo complementario,
donde vaya a encontrarse algo que abarque más allá de la revelación judeocris-
6. CONCLuSIÓN