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17 Mar 2018 - 9:00 PM

Por: Armando Montenegro

Para la segunda vuelta…


Numerosos analistas predijeron hace varios meses que las elecciones
presidenciales serían una especie de segundo round del plebiscito por la paz
que ganó el “No”. Se anticipaba un nuevo enfrentamiento entre los que
proponían el desarrollo pleno de esos acuerdos (el Gobierno y los candidatos
De la Calle, Cristo, Fajardo y los de izquierda) contra aquellos que querían
“hacerlos trizas” o modificarlos de manera sustancial (los uribistas, Marta
Lucía Ramírez, Ordóñez, entre otros).

Los temas centrales del debate político, sin embargo, han sido diferentes, tal
como se observó en los meses anteriores a las consultas de la izquierda y la
derecha del pasado domingo. El futuro de las Farc y el desarrollo de los
acuerdos prácticamente no hicieron parte de la discusión (las encuestas, desde
hace rato, nos vienen diciendo que esto no figura entre los principales
problemas de los colombianos). Este cambio debilitó a De la Calle, quien
perdió así su principal bandera, y a los sectores más radicales del uribismo,
aquellos que prometían “hacer trizas” los acuerdos de paz. El debate se
desplazó hacia otros asuntos.

El cambio de foco de la campaña se originó en el hecho de que Gustavo Petro


pasó a representar fielmente un papel que Álvaro Uribe había creado para las
Farc. El expresidente había convencido a buena parte de los colombianos de
que con los acuerdos de paz se venía el castrochavismo a Colombia y que su
punta de lanza serían las Farc desmovilizadas, convertidas en partido político
(algo que, evidentemente, no sucedió; casi nadie votó por ellas y nadie las
quiere de aliadas). Pero el exalcalde de Bogotá sí hizo méritos suficientes para
encarnar esa amenaza. No sólo ha sido un admirador del experimento
bolivariano y amigo personal de sus líderes, sino que en el ejercicio de su
cargo en Bogotá exhibió un populismo y una chambonería de niveles
bolivarianos. Y, por si quedaba duda, confirmó los temores cuando anunció
que comenzaría su gobierno con la misma medida con la que Chávez inauguró
el socialismo del siglo XXI: una profunda reforma de la Constitución.

Cuando Petro se vistió con el traje del castrochavismo a su medida, el debate


electoral se polarizó, y los demás temas pasaron a segundo plano. Se convirtió
en una lucha entre el petrochavismo y sus aliados contra el establecimiento y
la economía de mercado. Con habilidad, Duque capitalizó los fundados
temores que desató Petro y se disparó en las encuestas. Y la polarización
molió a los candidatos del centroizquierda quienes vieron, semana a semana,
cómo se evaporaban sus posibilidades.

Dado que, al parecer, Duque tiene asegurado su paso a la segunda vuelta, en


las semanas que vienen se observarán esfuerzos por conformar alianzas para
enfrentar al candidato uribista: Petro, con el apoyo de otros grupos de la
izquierda —ciertos sectores del Polo y los verdes— insistiendo en su discurso
tradicional, tal vez intentando mostrarse algo menos amenazante; Vargas
Lleras, con el respaldo del Gobierno y sus aliados políticos, buscando el
centro, con la bandera de su experiencia y su capacidad de ejecución; y De la
Calle y Fajardo, agotando la última oportunidad de asegurar la hasta ahora
evasiva alianza de la centroizquierda, predicando en contra de la polarización
e insistiendo en la defensa de los acuerdos de paz y algunas reformas sociales.

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