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Lorena Vides Galiano

Contexto Mundial
Resumen tema #18: Hanna Arendt – Los orígenes del totalitarismo
(presentación del libro)

El totalitarismo es visto como un dominio total político; sin embargo, Arendt afirma,
en Los orígenes del totalitarismo, que es el terror su verdadera esencia y maquinaria.

Hanna Arendt (1906 – 1975) fue una filósofa y teórica política alemana, de origen
judío, nacionalizada estadounidense luego de un gran periodo siendo apátrida. En 1933,
inició la persecución, privación de derechos y encarcelamiento a su pueblo, por esta razón,
decidió emigrar. Dentro de su pensamiento, se consideraba pluralista, esto es, una libertad e
igualdad política. No obstante, todas sus vivencias fueron impulso para escribir, en 1951, Los
orígenes del totalitarismo.

En el libro, se profundiza sobre las raíces del fenómeno nazi, dividiéndolo en tres
áreas: antisemitismo, imperialismo y totalitarismo. En todos los apartados, analiza el
contexto político, social e ideológico de los discursos de poder (Hitler en Alemania y Stalin
en la URSS) junto a las acciones que empleaban los gobiernos autoritarios para imponer el
terror y la dominación. Entre esos elementos horripilantes aparecen: el dolor, la persecución,
la ambición, la tortura, la locura y la muerte.

En la primera sección: antisemitismo, Arendt comenta sobre cómo el pueblo judío


aprendió a sobrevivir donde fuera, puesto que no tenían un territorio fijo. Se pensaba, en ese
entonces, que eran una clase social que hacía dinero sin ser productiva. Así inició una alianza
entre la burguesía y el populacho, donde los desheredados y frustrados de la Primera Guerra
Mundial y los que sufrieron la crisis de Weimar estrechaban lazos fuertes con la burguesía.

Esta mezcla comenzó un odio sin fundamento hacia los judíos, una ideología
irracional ligada al nacionalismo; entendido esto como querer alejarlos de su territorio para
controlar las grandes empresas y entidades bancarias. Arendt los divide en dos formas
antisemitas: nacional e imperial: la primera quería la expulsión del pueblo judío; la segunda,
su aniquilación. Es con esta, más las abiertas alianzas, que se puede empezar a hablar acerca
de los inicios del genocidio.

En el segundo apartado: imperialismo, la filósofa ahonda sobre la expansión de las


potencias occidentales hacia otros países desde su necesidad empresarial. En este sentido, el
racismo se construyó como un efecto colateral para justificar la masacre, dado que la política
aparecía indispensable para conseguir objetivos económicos, «aquellos desafortunados o
derrotados son eliminados de la sociedad» (Arendt, 1951).

Las potencias afirmaron que el poder es la esencia de toda estructura política, que
solo un estado absolutista podía mantener la paz, mostrándose como salvadores de la patria.
Así, la ideología se convierte en un arma política Arendt (1951) afirma que el imperialismo
debe ser considerado como primera fase de la dominación política de la burguesía. Otra causa
para justificar el horror que se estaba cocinando fueron los ‘Panmovimientos’ que predicaban
el origen divino del propio pueblo judío contra la esencia judeo-cristiana.

La última sección: totalitarismo es quizá la más leída y comentada de todo el libro,


puesto que Arendt construye toda su teoría del terror. Primero la autora habla que solo se
puede lograr un totalitarismo exitoso cuando este organiza, controla, domina y tiene el apoyo
de las masas, pero estas deben ser políticamente neutrales e indiferentes porque son la
mayoría. Los extremos, entonces, quedarían fichados para una muerte pronta.

El terror es la verdadera esencia del totalitarismo, convierte a los ciudadanos en seres


abnegados e ínfimos. Utilizan, pone de ejemplo a Hitler y Stalin, la represión sin racionalidad
haciendo que cada individuo temiera cualquier respuesta por su arbitrariedad. Arendt los
nombra como «bohemios armados que eran el reverso de la burguesía», aquellos amantes del
caos que enloquecían las fiestas o se engrandaban con la humillación del otro, esa parte
oscura de los empoderados. Sin embargo, este adoctrinamiento se tejió poco a poco con la
propaganda, con las reformas en las escuelas, donde todo era a favor del líder y de su increíble
nación.

En este sentido, y con los sentidos adoctrinados, los campos de concentración nacían
con el propósito de acabar con el hombre inferior, con su ser, puntos centrales para conservar
el poder. Arendt (1951) afirma que los verdaderos enemigos, opositores o políticos, eran
asesinados antes, la cámara de gas era para los inocentes. El humano era reducido a una
etiqueta.

«La desaparición de los derechos del ser humano es una condición previa para su
dominio total» (Arendt, 1951) y válida para un sistema totalitario, un sistema de olvido, de
anonimato, de muertos iguales, de aniquilación mecanizada. No obstante, según Arendt, el
totalitarismo se derrumba de forma repentina, negando a los partícipes en los crímenes o en
su estancia, obligando al mundo a olvidarlos.

En conclusión, el verdadero objetivo no es solo gobernar, sino dominar cada aspecto


de la vida del individuo, eliminando su libertad y espontaneidad. Se convierte en una
estructura basada en el terror – característico de la experiencia totalitaria, envuelta con el
antisemitismo y el imperialismo –. No se trataba de eliminar físicamente a humanos, se
trataba de eliminar su espirito, de acabar con fuego su lucha.

Bibliografía
Arendt, H. (1973). Los orígenes del totalitarismo. Buenos Aires, Argentina: Tauros.
Sirczuk, M. (2014). La pregunta por la diferencia de regímenes en el pensamiendo
arendtiano. Lectora, 20. Recuperado de
https://www.researchgate.net/publication/326557761_La_pregunta_por_la_diferencia_de_r
egimenes_en_el_pensamiento_arendtiano [8 de nov. 4:50pm].

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