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Traducción
3lik@ Mary Rhysand
Aelinfirebreathing NaomiiMora
Candy27 Rimed
Gerald Sofiushca
Jasy Taywong
Krispipe Vale
Liliana Wan_TT18
Mais Yiany
Manati5b YoshiB
Recopilación y Revisión
Mais
Diseño
Evani
Sinopsis
Mapa Capítulo 16
Prólogo Capítulo 17
Capítulo 1 Capítulo 18
Capítulo 2 Capítulo 19
Capítulo 3 Capítulo 20
Capítulo 4 Capítulo 21
Capítulo 5 Capítulo 22
Capítulo 6 Capítulo 23
Capítulo 7 Capítulo 24
Capítulo 8 Capítulo 25
Capítulo 9 Capítulo 26
Capítulo 10 Capítulo 27
Capítulo 11 Capítulo 28
Capítulo 12 Capítulo 29
Capítulo 13 Capítulo 30
Capítulo 14 Capítulo 31
Capítulo 15 Capítulo 32
Agradecimientos de la autora
Próximamente
inopsis
Las estrellas más brillantes siempre nacen en las noches más
oscuras.
—¡Serena!
—¿Papá?
—No todo es malo, Mamá. Papá me dio permiso para pasar el día
con Viola, sin tareas. —Intenté ir por una sonrisa y fallé—. Aunque casi
no me deja ir. Qué con los niños desaparecidos... y los fae. Tuve que
mentir y decir que iría directamente a la aldea, pero no podía romper con
nuestra tradición. —Puse dos dedos en mis labios. Al presionarlos sobre
la tierra, agregué—: Debería irme, no quiero llegar tarde. Lamento no
venir con noticias más felices.
Viola se rió.
—¿Darme qué?
Mi frente se arrugó.
—Esos niños eran todos más jóvenes que yo. Ni siquiera eran
mayores de edad...
Viola intercambió una mirada furtiva con John. Estaba asustada.
Ambos lo estaban.
—Lo sabemos —dijo pesadamente—. Pero para los fae, aún eres
una niña. No sé a qué edad esos demonios inmortales marcan el final de
la infancia, pero no será a los dieciocho.
Todos los habitantes de Tunnock sabían que los fae se los llevaban.
Los cuentos que el bardo de la aldea había contado eran claros: hace
mucho tiempo, habíamos acogido a los fae en nuestras tierras y pagado
el precio. Después de años de paz, se habían vuelto contra nosotros y nos
arrojaron collares al cuello. En un movimiento desesperado, la línea real
de Undover ordenó a nuestros Sumos Sacerdotes que les pidieran a los
dioses que bloquearan el puente entre nuestros reinos, exiliando a los fae
hacia las tierras del norte. En ausencia de los fae, las tierras del sur
engordaron y se enriquecieron. Eso fue hasta que la línea Undover cayó
en la ruina cuando hijo asesinó a padre y hermano asesinó a hermano
para apoderarse de la corona. Los Sumos Sacerdotes usaron la
corrupción como una excusa para escabullirse a sus torres entre las
estrellas, prohibiendo a todos los demás practicar magia y llevándose sus
conocimientos con ellos. Durante siglos, aldeas remotas como la nuestra
habían quedado indefensas. Sin embargo, habíamos aguantado,
arañando la vida desde la tierra, por siempre a la sombra de los
monstruos del otro lado del puente. Ahora, cada persona que vivía arriba
del Lago Estari había escuchado los rumores, los fae habían regresado.
Los rumores de avistamientos y desapariciones se remontaban a diez
años atrás. Hasta ahora, nuestra aldea había permanecido ilesa, pero ya
no...
Viola continuó:
—No son nuestros hijos, John. —Viola tenía acero en su voz, pero
detecté la tristeza escondida debajo.
Miré a John.
—Puede que haya manejado más pan que armas, pero puedo
cuidar de mí mismo. También tu padre. Es tan fuerte como un toro, ese.
—Apoyó las manos sobre la mesa y se estiró—. Además, faltan dos
semanas para la luna llena, y es cuando los fae han estado más activos.
No esperamos problemas esta noche.
—No, es John Baker. Vine... vine a decirles a las dos que Halvard
se ha ido, que está muerto. Gus arrastró su cuerpo desde el bosque por
su cuenta. Lo llevé con Martha; piensa que fue un ataque al corazón. El
Dr. Fagan insistió en verlo también, y está de acuerdo con la causa.
El mundo se inclinó; la tierra se deslizó debajo de mis pies. Justo
antes de que la oscuridad me reclamara, escuché a alguien gritar.
No lloré.
John la cortó:
Minutos más tarde, o tal vez horas, alguien empujó una taza de té
en mis manos. La sostuve allí sin intención de beberla, sin siquiera sentir
el calor. Nada se sentía real, mi cuerpo menos aún. Mi mente se separó
y jugó con la idea de que no era yo, Serena, sentada en su sofá, sino un
cadáver en su lugar.
—Ella no es de ustedes.
Pensé que ese podría ser el final. John tenía más poder y posición,
y ella lo sabía, pero parecía que perder a mi padre la había hecho olvidar.
Elain estaba desenmascarada.
—¡Tú horrible sapo viejo! —gritó Viola, con los ojos saltones.
Elain resopló.
—Sal de mi casa. —John dio un paso hacia ella, y por primera vez
le dio a Elain una pausa—. Bien. Esperaré afuera. —Me fulminó con la
mirada—. Cinco minutos, o voy a los ancianos y presento una queja.
Se fue apurada, tal vez más preocupada por la expresión
atronadora de John de lo que dejaba ver.
—Eso no sucederá…
—Tal vez sí, tal vez no. No puedo correr ese riesgo.
Solo esperaba que John no tuviera que venir a la cabaña, y que mis
temores sobre lo que Elain podría hacer ahora fueran infundados.
Hoy fue cortar leña hasta que ella había decidido que ya teníamos
suficiente. Al mediodía, mis manos se habían ampollado y sangrado en
puntos. Perdiendo la paciencia, incapaz de soportar el dolor, volví a la
casa, revolví por un poco de queso y me serví un vaso de agua.
—Sí, bueno, has estado trabajando tan duro, ¡pensé que podrías
necesitar un premio!
La miré.
—¿Necesitas ayuda?
Muévete.
Subí las escaleras hasta mi habitación, solo para caminar de un
lado a otro del espacio pequeño mientras una voz dentro gritaba para
saltar por la ventana y correr hacia la panadería. Elain nunca me había
hablado con amabilidad, al menos no cuando mi padre estaba ausente.
Esta versión más agradable de mi madrastra me tenía nerviosa,
esperando que sonara el último golpe del tambor, y que el monstruo
levantara su fea cabeza. ¿Era todo un juego? ¿Otro modo de tortura para
agregar a su colección?
Respira, me recordé.
Mi estómago se sacudió.
—Acerca de la fragua.
Asentí una vez. A medida que mi pánico subía un poco más, decidí
un enfoque directo. Ella podría dejar que se le resbalara la máscara,
dándome tiempo para vislumbrar sus verdaderas intenciones.
—Ese es de Papá...
No hubo elección; tuve que sentarme al lado de Gus otra vez. Puse
la botella sobre la mesa y empujé el vaso hacia él. Hizo un extraño
gruñido que supuse significaba gracias. Intenté esconder mi repulsión
cuando agarró el vaso, luego la botella y se atiborró del licor de Papá.
Elain recurrió al tema de la forja y Gus se animó más. Dejé que sus
palabras revoloteen en un oído y salieran por el otro, perdiéndome a la
lenta y meditativa tarea de fregar. Fue por eso que no noté que la
conversación disminuyó a un mínimo. Estaba viendo nieve fresca caer
por la ventana cuando algo en su reflejo llamó mi atención. Elain se
detuvo frente a la puerta de su habitación; sus ojos se encontraron con
los míos, su expresión era dura e inquebrantable, su sonrisa retorcida y
triunfante.
Este fue mi primer beso. Eso fue todo lo que pude pensar cuando
la boca de Gus encontró la mía. Su lengua avariciosa se introdujo a la
fuerza en mi boca. Sabía a vino agrio; me dio arcadas.
—Siempre supe que estaban allí en alguna parte. —Una suave risa
pasó por sus labios—. Creo que el pequeño tónico de Elain debe haber
funcionado. Eres mucho más dócil de lo que imaginaba que serías. Tengo
que decir que estoy decepcionado, es mucho más divertido domar en un
caballo salvaje.
Bien.
Con furia cantando en mis venas, le apunté con la sartén como una
espada.
—Si alguno de ustedes alguna vez se acerca a mí otra vez, los
acabaré, ¿me oyes?
—No creo que a los ancianos les agradezca que golpeemos en sus
puertas en medio de la noche. Esperemos al menos hasta la mañana —
dije en desacuerdo.
—Iré a buscar sábanas para el sofá —dijo Viola en voz baja antes
de salir de la habitación.
—Buenas noches.
—Creo que dado todo lo que sucedió esta noche, deberías usar esto.
Suspiré.
—¿Está aquí?
Él asintió tímidamente.
—Te han acusado de algo...
Mis instintos me dijeron que todo lo que hacía que Timothy evitara
la mirada de Viola de esa manera era peor de lo que podía imaginar.
Mi corazón se aceleró.
Timothy se retorció.
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N.T. Hijos de fae.
Patético.
Timothy se elevó sobre John, y aun así bajó la cabeza cuando fue
sometido a su mirada fulminante.
—Es solo que todos saben que los niños cambiados comen mucho
—murmuró.
Mi estómago se retorció.
—Por supuesto —Viola soltó, cruzando los brazos—. ¿Por qué los
ancianos no escuchan el testimonio de un grupo de chicas tontas y
celosas? ¡Eso tiene sentido!
—Tal vez no, pero si las personas obtuvieran lo que merecían, Papá
aún estaría vivo y Gus y Elain estarían enterrados.
—Sí, señora.
Me acerqué directamente a John y Timothy con la cabeza bien alta.
Me picaron los ojos cuando se encontraron con el aire frío del amanecer,
y traté de no pensar en las horas pasadas encerradas en el Village Hall.
Timothy se movió a mi lado y después de una mirada furtiva de reojo,
como si estuviera preocupado de que pudiera huir, se puso en marcha,
abriendo el camino. No escuché la puerta cerrarse detrás de mí; supe que
John y Viola verían hasta que desapareciera.
El Juicio
Baird continúo:
—Tus acusadores están aquí. Ahora que has declarado tu
inocencia, escucharemos su afirmación de que tú eres, de hecho, un niño
cambiado, también conocido como una demi-fae. Le cedo la palabra a
Elain y Gus para que expongan sus quejas y presenten pruebas que
respalden sus afirmaciones.
—Sí, Jefe —dijo Elain con firmeza. Esta vez eran nervios, no era la
emoción que la hacía respirar. Escondí una sonrisa.
—Continua.
Mi corazón se hundió. Nathan todavía parecía que la pérdida lo
estaba comiendo vivo. Esas manchas moradas bajo sus ojos mostraban
que no estaba durmiendo. La postura encorvada, el brillo hechizado y
hambriento en sus ojos, todo apestaba a desesperación. Quería culpar a
alguien de la desaparición de su hija, y yo sería el chivo del sacrificio.
Ugh.
—¡Eso es absurdo!
Me di la vuelta para ver a Viola saltando fuera de su silla.
—Por favor, escuchen. —Viola miró a los ancianos, con las manos
juntas, suplicándoles—. Conozco a Serena desde el día en que vino a este
mundo y la he visto casi todos los días desde entonces. Nunca ha
exhibido nada que este cerca de la locura…
Viola se erizó, pero John puso una mano tranquilizadora sobre ella.
Gentilmente, la bajó y Viola se sentó con un resoplido.
—Elain…continúa.
Gus dijo:
No te rindas.
Él vaciló, dejando que la duda en su voz hablara por él. Ahora todos
los miembros del consejo estaban mirando fijamente, con ojos cargados
de acusación. Honestamente, él podría haberle enseñado a Elain una o
dos cosas.
Gus continuó:
—Solo los fae son famosos por engañar y forzar a mujeres al acto.
—Sin vacilación. Sin respaldo—. Todos sabemos que Sarah también era
extraña. Despreciaba la compañía de otras mujeres en el pueblo y no
llegaba en los días festivos. Imagino que estaba demasiado dañada por la
experiencia…
—¿Por qué haría eso? —demandó Nathan a través de sus ojos fijos.
Casi podía ver las ruedas girando en la mente de los ancianos. John
era, después de todo, un respetado miembro de la comunidad, y más
importante, un hombre. Su palabra significaba algo.
Elain continuó:
—Chica inteligente.
Baird, se aclaró la garganta. Una clara advertencia que la silenció.
—¡Mentiras! ¡Calumnias!
—Para que eso sea cierto, tendrías que acusarnos de ser fae,
porque ella no corrió hacia el bosque. Vino directamente a la panadería.
Baird lo interrumpió:
—¿Y lo que contó de esa noche coincide con lo que acaba de decir?
Un breve asentimiento.
Los otros miembros del consejo no eran tan difíciles de leer. Gertie
y Castiel parecían inclinados a creerme, pero el resto todavía me miraba
con dudas y sospechas nublando sus ojos. Votaban según la mayoría,
con Baird teniendo el voto decisivo. Si pudiera influir en uno de ellos,
podría ser suficiente para ser libre. Gruñí sobre mi labio, sopesando los
riesgos. Haciendo una rápida decisión, dije:
—¿Puedo hablar?
—Rebecca Price.
—En efecto.
—Sí.
—Sabías que Henry estaba desaparecido, así que, ¿por qué no les
dijiste a tus padres o al consejo sobre lo que habías visto?
Rebecca chilló, y por una fracción de segundo sus ojos se dirigieron
hacia Elain y Gus.
—Fui una idiota por seguir la luz… ahora lo sé. Era como si
estuviera bajo un hechizo, y no dije nada… porque… yo… —se detuvo,
haciendo fuertes sonidos de sí, sí, sí..
Todo un espectáculo.
Viola resopló algo en voz baja que sonó notablemente como “Qué
conveniente”.
Cerré los ojos con fuerza. Esto tenía que ser una pesadilla. Tenía
que ser.
Abrí mis ojos para ver a Timothy sacándola. Mi mirada viajó a los
ancianos, y el conocimiento se apoderó de mi corazón, volviéndolo inmóvil
y frio. El consejo me encontraría culpable.
Condujo a los demás uno por uno a una habitación continua. Una
vez que se fueron, John y Viola corrieron hacia adelante y me atraparon
en un abrazo de tres personas.
Viola me dio un abrazo aún más fuerte que antes, y John nos
abrazó a ambas. Nos quedamos así, congelados en una burbuja,
ignorando el extraño ruido que provenía de Elain y Gus, hasta que una
puerta se abrió. Nos separamos y alzamos la mirada para ver a los
ancianos regresando al Hall.
Respiré de nuevo.
¿Un balde?
—Silencio.
La boca de Nathan se cerró con fuerza ante eso, su rostro era una
imagen de resignación.
—Serena Smith —llamó Baird.
Temblando, exhalé:
—¿Ahora?
Gertie explicó:
Por el rabillo del ojo, noté que Castiel se acercaba más, así que me
obligué a alejarme de ellos.
—Esa es la salida.
—Vuelve.
Chasquido.
Quería vomitar.
—¿Dónde …?
—Me estás llevando hacia la jaula. El hombre del que huía, ¿no lo
estás ayudando?
La cabeza del extraño se inclinó hacia un lado con cortés
incredulidad.
—¿Olor?
—Tal vez confíes en mí cuando te diga que Gus ya había salido tras
de ti cuando yo llegué; lo detuve atrapándote.
—¿Qué quieres decir con que detuviste a Gus? ¿Dónde está él? ¿Lo
llevas también a tu reino?
Slap.
¿Quién es?
¿De qué estás hablando? ¿Quién eres tú? ¿Cómo estamos hablando
así?
—¿Qué pasa?
—Serena.
—Dos días, tal vez. Nuestra cacería terminó con el mes, por lo que
saldremos a la luz del día.
Casi resoplo. ¿Mucha evasiva? Aun así, recogí los restos que me
había dado y los entregué a mi mente. Cuando obtuve todo lo que pude,
fui a hacer otra pregunta.
—No.
—Un huérfano.
Bajé la vista hacia el cabello rubio arenoso que se asomaba entre
las mantas y sentí una punzada de compasión.
—Que considerado.
—¿Qué es eso?
—No quiero…
—¿Hemos cruzado?
—No.
Un suspiro de alivio.
Me inquieté.
—Oh.
Luego de una rápida observaciónn del área, noté que nos habíamos
movido desde la noche anterior. Los árboles ahora estaban florecientes
con capullos y tallos, y la helada bajo los pies había dado paso a césped
de primavera.
—Se rápida.
No puedes.
Ya lo hice.
Kesha se acercó.
Permanentemente.
—¡Ponte de pie!
Dudé. El momento en que mis ojos vieran el mundo sería real: yo,
separada de mi familia adoptiva por un puente que ningún humano sabía
cómo cruzar.
Me encogí de hombros.
—Soy Brandon.
—Un talento útil. —Con sus ojos brillando con regocijo oculto,
continuó—: Tienes bastante razón. Los dejamos en el reino humano.
—Tengo hambre.
—No quiero ser vendido —dijo Billy. Sin miedo. Solo palabras
sombrías.
Mi corazón se rompió por él. Había visto demasiado ya. Un alma
vieja atrapada en el cuerpo de un niño.
—No te preocupes.
—Estaremos bien.
¿Usar magia?
Dormir, murmuré.
Mi temperamento se calentó.
Prometía ser una noche fría pese al calor de primavera que había
bendecido el día. Disfruté el sabor del estofado con mucha carne,
rodándolo en mi lengua. Era insípido, pero caliente, por lo que estaba
delicioso. Observé mientras Billy, Brandon e Isabel recibían su propia
comida.
Mordí mi lengua.
Isabel, aún despierta, miraba duramente hacia los dos fae. Ondeé
mi mano hacia arriba y abajo violentamente y capté su mirada. Ella se
encogió de hombros: no sabía lo que sucedía. Por suerte, Billy y Brandon
no habían notado nada y parecían estar dormidos, habiendo devorado su
comida en minutos.
—¿Qué…?
—¿Qué…?
—¡Abajo! —gritó.
Las risas ásperas sacudieron a los tres fae que habían aterrizado y
rodearon a nuestro grupo, atrapándonos en el lugar.
Silbó bajo y dirigiendo al enjambre sobre las dos fae heridas que
estaban en el borde del bosque. Las luces obedecieron. Ellas volaban
sobre ellos para bañar a los machos heridos en un brillo misterioso
mientras luchaban por levantarse. No pude ver ninguna flecha
sobresaliendo de ellos, pero sus alas estaban llenas de sangre y sus caras
se habían vuelto blancas como el hueso.
Uno de los fae que nos protegían saltó hacia adelante, levantó al
que llevaba la máscara de Lobo y se retiró a las profundidades del bosque.
Mientras tanto, el que se llamaba Badger, quien apenas podía pararse,
cojeaba detrás de ellos, luchando por mantener el paso. Y así como así,
tres de su grupo se habían ido. Como no nos habíamos liberado de ni
siquiera dos fae, los tres restantes también podrían haber sumado cien.
Y luego:
—Zorro.
Miré a los dos chicos. Billy fruncía el ceño, pero Brandon había
dejado de inquietarse. Incluso se veía un poco melancólico.
Mi pecho se calentó.
—Estoy seguro que lo son —dijo con una voz ronca—. Pero no
podemos quedarnos con cada humano que nos encontramos, y ya
tenemos muchas mujeres. No tenemos el espacio, o la comida para
alimentarlas.
—Lo siento —dijo Halcón con voz dura. Esta sonaba como el
verdadero macho detrás de la máscara, no el encantador y galante que
pretendía ser—. Tenemos que dejarlas. Hay menos posibilidades de que
nos sigan si lo hacemos. Zorro, toma cualquier cosa de valor y vámonos.
El color de sus irises eran del color de su cabello: la plata del acero,
Y sin embargo, de alguna manera estaban en llamas.
—Fallaste.
Halcón dio un paso atrás y se miró las uñas. Sacó una daga de su
cinturón y recogió la tierra debajo de sus uñas. Otra piel, otra máscara
para deslizarse: aburrimiento, irreverencia.
—Puede ser que no estemos arriesgando nuestro cuello para
salvarlas de la esclavitud. Pero cada segundo que perdonamos a un
miembro de Caza Salvaje es un segundo que estamos poniendo en peligro
todo lo que apreciamos.
Por primera vez, escuché una nota de pena. Mi corazón dolía por
él. Sería demasiado fácil olvidar que era solo un niño.
Zorro se inclinó una vez más en nuestra dirección. Oso tomó a Billy
en sus brazos y preparó sus alas marrones para el vuelo. Antes de que la
compañía pudiera tomar vuelo, Brandon se soltó de mis manos y corrió
hacia ellos.
—¡Esperen, llévenme!
—Deberíamos correr.
Soltó mi mano y miró con anhelo el camino. Girando su cabeza con
una sacudida triste, agregó:
Levanté mi barbilla.
—No lo estaba.
Monstruo.
—Lo dudo.
—Alza la mirada.
—¿Te gusta?
—¿Oh?
—Oh. —Decepción.
—Es por eso que estaba tan molesta cuando ayudaste a Kesha a
poner esos sedantes en mi garganta.
Su siguiente aleteo fue cortado y caímos unos pocos pies. Por puro
instinto, levanté mi brazo libre y lo envolví alrededor de su cuello.
Yo me rompí primero.
—Pareces ser… eres mejor que esto. Tienes compasión. Así que,
¿por qué hacerlo? —Quería, necesitaba, una respuesta seria; ninguna
otra cosa sería suficiente—. ¿Tienes que saber que está mal? No importa
si somos marginados. Si no venimos aquí voluntariamente…
—Mira… no puedo hablar más sobre esto. —Su mirada tomó una
deslumbrante intensidad—. ¿Entiendes?
Me ruboricé.
—De nada. —Su voz se volvió ronca cuando añadió—: Sé que para
los humanos somos los monstruos, pero debo ser honesto; los de tu tipo
no parecen mucho mejores.
—¿Qué estás…?
Mi estómago cayó.
Lo sentía mirándome.
Suave, contemplativo.
Parpadeé.
Un chisporroteo de alivio.
—Déjame pensar las cosas. Hay tanto que podría decirte, pero no
tenemos años. —Se puso de rodillas y rebuscó en su mochila—. Y
deberías comer. No lo has hecho desde... —No se molestó en terminar. El
ataque de los Demonios Alados ya se sentía como hace una vida—.
También hace frío. Eres humana, deberías abrigarte.
Me pasó un bollo pegajoso en forma de anillo y luego arrojó una
gruesa manta de lana alrededor de mis hombros. Presioné mis labios
juntos. El movimiento se sintió protector, cuidado. Mi cuerpo se tensó; la
idea era tan extraña para mí, casi incómoda. Aparté mi cuerpo,
necesitaba algo de distancia.
Asentí vagamente.
—Aurora.
—¿Qué puedes decirme sobre las cortes? ¿Cuáles son los más
amigables para los humanos?
Me mordí el labio.
Levanté la vista a tiempo para verlo tirar el palo y sus alas caídas.
—Continua.
Algo se aflojó en su interior, y el hielo en el que se había sido
encerrado se derritió.
—No había otra opción. Debes tener más de dieciséis para entrenar
en uno de los campamentos de Diana en la Tierra de los Ríos, y no tenían
magia. No había otro lugar para ellos.
Suspiró.
—Hay reinos fae vecinos al otro lado de los mares hacia el este.
Piensa que el conflicto con ellos es inevitable. Desde que ha estado en el
poder, ha estado presionando para que los humanos eleven nuestros
números y llenen las filas, ya sea como sirvientes o soldados de a pie.
Cualquier cosa para mantener a raya a un ejército invasor.
—La mayoría de las peleas entre fae suceden en el aire, pero los
humanos pueden ser utilizados para eliminar a nuestros enemigos que
caen al suelo. O si nuestro enemigo también tiene soldados humanos,
entonces esos dos ejércitos se enfrentarían en el campo de batalla. La
cantidad de humanos que cada lado tiene a menudo puede ser el factor
decisivo en una guerra: así es como los fae de Aldar fueron expulsadas
de nuestra tierra natal —agregó con tristeza—. Tuvimos poder puro de
nuestro lado, pero al final, fuimos abrumados por el ejército humano
contrario y sus vastos números.
—Lo siento, olvidé con quién estaba hablando. Los fae de Aldar
solían vivir en esos reinos al este con nuestros hermanos, pero había
interminables conflictos y guerras, así que huimos. —La línea de su
mandíbula se tensó.
Hunter me miró.
—¿Y no hay manera de que me puedas llevar allí? ¿Para estar con
Isabel?
No me moví.
—¿Por qué?
Su mano bajó.
Arrugué mi nariz.
—Eso es bárbaro.
Parpadeé. Esa forma de pensar era tan extraña, tan antigua, y sin
embargo tenía sentido. Cuando sus mentes no recordaban los siglos de
recuerdos, sus cuerpos podían actuar como mapas para anclarlos a su
pasado.
—¿Por qué?
—Así que hazlo ahora, Hunter. ¿Por qué alguna vez serías parte de
esto? Demuestra que puedo confiar en tu juicio... por favor.
—¿Y ahora?
—¿Serena?
—Mmm.
—Puedes…
—¿Puedes perdonarme?
—¿Qué?
—Dudo que esto signifique mucho, pero desearía que las cosas
fueran diferentes. Te mereces algo mejor. —Mis ojos encontraron los
suyos. Estaba sonriendo, pero parecía triste. Resignado—. Si puedo
hacer algo...
Le di un pequeño asentimiento.
La luz del fuego desapareció cuando su ala coriácea nos pasó por
encima y nos envolvió. Estaba a punto de apartarla cuando Hunter dijo:
—Duerme ahora.
Mi estómago saltó.
—¿Quién es él?
—¿Hilda?
—No me rendiré.
—¿Kaeli? —pregunté.
—¿Qué es eso?
—¿Estás seguro?
—Oh.
—¿Qué cambió?
Hunter continuó.
Su voz era un murmullo. Y tal vez fue eso, o los ojos tristes que me
hicieron decir:
Mis ojos siguieron a un fae de piel oscura con alas de pino verde
que ascendió para encontrarnos.
Respiré de nuevo.
Señaló con uno de sus cuatro dedos como salchichas. Caminé por
el umbral para encontrar una habitación con forma de caja. Un fregadero
desconchado y un solo armario adornaban la pared derecha, una silla
grande y cómoda y un fuego abierto cubrían la izquierda. Dos puertas en
la pared del fondo, esteras de paja en el piso y una mesa circular con dos
sillas colocadas en el centro conformaban el resto de la habitación. Sin
embargo, se escapó de la etiqueta "simple" debido a varias decoraciones
quisquillosas. Mantas coloridas, cortinas alegres, y montones y montones
de cojines de lana salpicaban la habitación. Y dadas las enormes agujas
y bolas de hilos multicolores esparcidos por todas partes, supuse que
también hacía su propio tejido.
—Espero que Bert no note que su silla de repente apesta —le dije,
mirando hacia la monstruosidad de lana marrón que era mi vestido.
—Si dice que no, si todos dicen que no, ¿puedo quedarme contigo?
—me quebré.
Bueno, eso fue inesperado. Esperé para que Hunter dijera algo,
solo que no lo hizo. Bert estaba frunciendo el ceño, y Hilda parecía a un
segundo de marchar fuera. No podía decir nada, pero si su disgusto o
esclavitud era algo por lo que ir, este definitivamente parecía el mejor
lugar para mí.
Hilda no esperó. Salió por la puerta. Hunter fue detrás de ella, pero
yo me quedé atrás un poco.
—No dejes que te intimide. —Bert sacó una pipa del bolsillo de su
delantal y mordió el final—. Aun así, probablemente es mejor no
mantenerla esperando tampoco —sugirió con una sacudida de su mano.
—¡Recluta! Deténgase.
—Únase a nosotros.
—¡Arriba!
Asentí y le agradecí.
—Me dijiste que no había ningún otro lugar al que ir, además de
los mercados. —Me crispé ante el pensamiento de ser vendida en una
subasta como ganado.
—De vuelta a lo de Bert, entonces. —Su voz tenía una alegría falsa
horrible.
Huh.
Bert miró por encima de sus agujas de tejer y me dio una sonrisa
torcida.
—Gracias, Bert.
—Err…
Bert asintió.
—Eso debe ser todo. Por allí hay un libro rojo. —Pinchó su dedo
como una salchicha en la mesa debajo de él—. Firma tu nombre y la
cantidad recibida. —Bert caminó pesadamente de regreso a su sillón.
—¡Feliz encuentro!
Era una voz musical con notas suaves debajo. Me volteé para ver a
una chica más o menos de mi edad con un montón de flamantes rizos
color fresa. Era más bajita que yo, pero tenía curvas como había días.
Una rápida punzada de envidia perforó mi tripa, pero se derritió tan
rápido como sus ojos verdes se encendieron con una sonrisa. Mientras
se movió hacia mí, una cálida brisa se precipitó, una que hizo que mi piel
hormigueara en reconocimiento. Olía a hierba, rosas, y algo dulce, como
fresas azucaradas.
—Aparentemente —balbuceé.
No tenía palabras.
Saqué las ropas que se parecían a las de Liora, junto con tres pares
de botas. Me enderecé, pero dudé antes de levantar mis faldas. Liora
instantáneamente se volteó de espalda, dándome privacidad.
—No fuiste muy lejos, por lo que veo —dijo ella, con diversión viva
en su voz.
—¿Qué cosa?
—¿Por qué estás haciendo esto? ¿Ofreces una parte a todos los
humanos que tomas? —Mi voz se rompió con emoción.
—Es hora.
Encontré su mirada.
—Adiós, amigo.
—Ojalá.
—Los baños están ahí. Toma tu mochila; puedes usar las toallas
que te di. Esperaré aquí y haré guardia.
Fruncí el ceño.
—¿Harías eso?
Me encogí de hombros.
Liora tiró del pomo de la pesada puerta, que se abrió con un crujido
todopoderoso, y me hizo pasar. Fui a recibida por una ráfaga de aire
cálido lleno de deliciosos olores. Mis ojos se vieron inmediatamente
atraídos por una enorme chimenea de piedra a la izquierda, que
sobresalía entre los paneles de madera oscura. El centro del espacio
estaba dominado por seis mesas largas ubicadas en filas a lo largo de la
sala, con una mesa más pequeña en el extremo opuesto. A diferencia de
los demás, esta mesa alta era horizontal y estaba tripulada por una mujer
joven con un cucharón en la mano, de pie sobre varias macetas negras.
Solo había dos fae y otro humano cerca, y todos estaban sentados en los
bancos, comiendo tranquilamente.
Liora suspiró.
—Hola Patti.
—Encantada de conocerte.
—La última vez que revisé, Li, no puedes prohibirme hacer nada.
—Cosa segura.
Mi estómago clamó por más comida, así que tomé otro bocado.
Movió sus cejas hacia mí. Fue tan ridículo que casi me atraganto
con mi boca llena de zanahorias y carne.
—Eso es, si nos cuentas todo sobre cómo llegaste a estar con
nosotros a mitad de temporada. —Cai me lanzó otra sonrisa llena de
dientes.
—Ignóralo. —Se inclinó hacia adelante y miró más allá de mí. Por
suerte, dirigió su ira hacia su hermano—: Ella no tiene que contarnos
nada.
—Eso fue cruel, Li. Además, estoy seguro de que Serena perdona
mi curiosidad, ¿verdad?
—Lo siento —dijo en voz baja—. Estoy siendo un asno curioso, pero
puedo decir que le gustas a mi hermana.
—Los fae reclutas piensan que está por debajo de ellos ser
amigables con los humanos, y a los humanos no les gustamos porque
somos de la Media Luna.
—Pensé que ya que eres del Guantelete y has llegado tan tarde, no
te importaría tanto. —A pesar de sus palabras, no parecía tan
convencido—. La pregunta era una forma de sentirte, ver si podíamos
confiar en ti.
—Fue igual con Li. Todavía preferiría tenerte de nuestro lado. ¿Qué
dices?
—Le dije que estarías enojado si fuera mala con tu hermana —dijo
alegremente.
—Continua.
—Hilda dijo que me dirías cómo funciona este lugar, pero no creo
que sea suficiente. Necesito a alguien que me cuide la espalda. —Liora
me dirigió una sonrisa sombría, confirmando mis peores sospechas. Mi
estómago saltó un poco—. Y si también quieres un aliado, entonces
necesitamos confianza. Entonces, ¿qué tal una respuesta para una
respuesta? Podemos seguir así hasta que toda nuestra curiosidad se haya
agotado.
—Has conseguido un trato, pero podría ser una idea tener esa
conversación con más privacidad que la que tenemos ahora. —Lanzó una
mirada significativa a los que quedaban en el salón y luego a Patti.
—¿Deberíamos ir a otro lugar? —Levanté mis piernas sobre el
banco y me aparté de la mesa.
—He tenido que usarlo cada maldito día, gracias a tener alrededor
a tantos fae que espían —dijo Cai, con la voz más ronca que antes.
Liora comenzó:
Palidecí. Dioses.
—¿Qué?
—No hay nada malo con Wilder. No es cruel como Dimitri —dijo
suavemente.
—¿Pero…?
—¿Me lastimarán?
—Les diré. —Fijé mis ojos en el piso del comedor, incapaz de mirar
a ninguno—. Aunque quizás cambien de opinión sobre ser aliados una
vez que hayan oído. La historia es larga y horrible, pero esta es la versión
corta: Mi madrastra era… —Busqué palabras más amables, pero no
había ninguna—. Una perra malvada.
Liora lo interrumpió:
Una pausa. Miré hacia los dos. La expresión de Cai era tormentosa
y los ojos de Liora se tensaron como si estuviera en agonía.
Liora continuó:
—Te dije que ambos éramos brujos, pero que Cai es el único con
poder activo. Eso es cualquier cosa más allá de poder hacer pociones.
Un recuerdo brilló.
Di un asentimiento.
Liora continuó:
Cai parecía no querer encontrar mis ojos, pero Liora dejó escapar
un suspiro tembloroso.
Cai interrumpió:
Liora se tensó.
—Contrólate, Cai.
Debía saber.
—Es posible, pero mucho más complejo que el bloqueo en sí. Pocos
brujos lo intentarían. Y no tendría sentido. No con Morgan.
—Jem, Jem.
Sobrecogida, dije:
—Hasta dónde sabemos no hay otros brujos entre los reclutas, pero
incluso si tuvieran afinidad con la magia, no les sería de utilidad en la
arena de entrenamiento. La magia está prohibida allí.
Cai bufó.
Él se detuvo.
Liora rió.
Mi corazón saltó.
Nos detuvimos.
Gemí para mi interior. Sí, por supuesto, Cai y Liora con sus
sonrisas brillantes y su cabello rojo y dorado. Una criatura noble y
majestuosa era acorde.
—¿Lista?
Asentí para decir sí, mientras el resto de mi cuerpo gritaba no. Dejó
ir mi mano para abrir la puerta y me hizo señas para que entrara. Luz
emitida por las linternas de cristal colgaba de las paredes de madera. Los
únicos muebles, seis camas individuales, se encontraban una junto a la
otra del lado izquierdo. Al final de la habitación había una puerta abierta
que daba a un baño y lavadero. Era sombrío y expuesto. Había también
una persona—un fae sin alas—descansando en una de las camas
individuales del medio.
Creí captar el asomo de una sonrisa, pero debieron ser las sombras
aferrándose a su rostro, porque cuando miré otra vez todavía fruncía el
ceño.
La punta de mis orejas quemaba en este punto. Casi podía oír sus
pensamientos cuando sostuvo mi mirada por un latido. No es mi
problema.
—¿Bien?
—Lamento que no funcionara. Pero así son los fae para ti. No hacen
amigos fácilmente.
Dejó escapar una sonrisa. Ambas sabíamos que Frazer podía oír.
Tragué saliva.
—Te veré pronto. —Giró sobre sus talones y caminó hacia afuera,
lanzando hacia Frazer una fría mirada de acero a su paso.
—¡OYE!
Unas manos tiraron de mis sábanas. Mi corazón chocó contra mi
pecho; la adrenalina inundó mi sistema. Llevé mis brazos frente a mí,
cubriendo mi cuerpo instintivamente.
—¿Quién dice?
Mierda.
Era el más alto, con cabello de cobre, vino y hebras de fuego, con
alas de ámbar para combinar. Algo acerca de sus ojos grises profundos
hizo que la voz susurrara nuevamente: Él es el cuchillo en tu espalda. El
veneno en tu copa. No lo subestimes.
Ten valor.
No estás ayudando.
Llené mis palabras con tanto veneno como era posible. Dustin y
Tysion parecieron vacilar, pero nada podía hacer razonar a Cole.
—Adrianna.
Ancestros ayúdenme.
—¿Cómo me ayudarás?
No lo dudaba.
—Y supongo que haré que Tysion y los otros dos te dejen en paz.
Estaba impresionada.
Parpadeé. ¿Korgan?
—Bien. Sígueme.
Me apresuré.
No era tan frío como en Guantelete, pero aun había frío en el aire.
Santo infierno.
—Hay una plataforma hacia la que nado, pero está en el centro del
lago. Tus costillas están magulladas, así que cuando el dolor sea
demasiado, devuélvete.
—¿Cuánto es demasiado?
—Solo diré esto una vez porque no quiero que protestes: tienes muy
poco músculo.
Como si no lo supiera.
—Mmm.
—Vamos.
Por cinco minutos intenté seguir el ritmo y fallé. Por los siguientes
veinte minutos, estuve en blanco. Mi concentración se enfocó en
mantener mi cuerpo funcionando, un pie frente al otro, inhalando aire
con mis magullados pulmones y limpiando el ardiente sudor de mis ojos.
—Terminaste.
Quería llorar.
—Sí.
—Si soy la primera hembra que has visto desnuda, ¿cómo sabes lo
que es normal?
Adrianna me miró.
—Mi madrastra dijo que me veía como un niño. —Me pasé una
mano por el pelo corto y mojado—. Y me dijo que estaba condenada
porque a los hombres no les parecían atractivas ese tipo de cosas.
2
N.T. Es un dulce de desayuno popular principalmente en los Estados Unidos. Es un
pastel con levadura aromatizado con almendra cuyas piezas son semicírculos grandes
e irregulares con cortes en los bordes que recuerdan a la forma de la garra de un oso.
Absorta en la comida, no noté la llegada de Cai y Liora hasta que
una voz familiar sonó:
—¡Madre luna!
La boca de Liora se abrió con horror. Cai, por otro lado, parecía
asesino.
—Algo me dice que se han salido con la suya con cosa mucho
peores —dije, intentando parecer indiferente.
Mostró sus dientes en una sonrisa burlona, pero Adrianna era más
que un reto para él. Ella lo observó durante medio segundo y marchó
hacia el banco, despidiéndolo tan fácilmente como podría hacerlo con
una mota de polvo.
—Eso es increíble.
—¿Te gusta?
Dioses, no.
Liora se tensó.
—¿Qué? —jadeé.
Asqueroso infierno. Era una idea fea, pero tenía sentido. Observé a
Adrianna, esperando su reacción. Hubo un destello de una furia helada
formándose y luego, nada. Sus rasgos se suavizaron y se deslizó de nuevo
en su piel altiva de sangre fría. Inclinando su cabeza con una especie de
gracia casual que era tanto despectiva como divertida, le mostró los
dientes, como si fuera un depredador que se apoderara de su presa.
Como si estuviera a punto de comérselo vivo.
Adrianna no parpadeó.
—Oh... sí —murmuré.
—Sin sutileza.
—Cierto.
—Sí.
—Sigue mi ejemplo.
—Sere…
—Por supuesto —gemí. Muy bien podría haber sido una oveja.
Mis rodillas chocaron juntas. Se hacía más difícil mirarlo a los ojos.
—No será fácil —dijo Wilder con una sonrisa en su boca—. Incluso
los fae consideran nuestro entrenamiento demandante, y tienes la
desventaja de venir en esto en pobre forma, con solo un mes antes que
empiecen las pruebas.
Wilder continuó:
—No espero que sigas el ritmo, pero eso no es una excusa para
relajarte. ¿Me oyes?
Alcé la barbilla. Había hablado con fuego, pero mi interior era hielo.
—Ve.
El comando fue insensible y absoluto. Como si estuviera
acostumbrado a completar la obediencia. Una chispa de desafío se
encendió cuando recuerdos de Elain ordenándome como un perro
inundaron mi consciencia. Pero entonces, la visión de esas cicatrices
gemelas rápidamente extinguió mi veta rebelde.
—Sí… Wilder.
—Madre, ten piedad, ¿qué te pasa? —Cai dejó caer su tenedor junto
a la pila de papas que estaba consumiendo para mirarme, con los ojos
muy abiertos.
—¿Es este aburrido chisme del mismo tonto que te dijo que una de
las pruebas involucraría luchar contra los leones con nuestras propias
manos?
Dejé escapar una risita sofocada. Esa debió ser una de mis teorías
favoritas. Cai definitivamente tuvo un toque teatral.
—Oh, por favor. Es tan probable como aquello que nos contaste
acerca de pelear con nuestros instructores uno a uno.
—Esfuérzate más.
—Bien. Ahora…
Ahí fue cuando llegó la ira. Una marea de llamas, una tormenta de
perfecta claridad. Él no había hecho nada más que criticar y negarme a
reconocer las ventajas de los fae desde que comenzó nuestro
entrenamiento. No le presté atención a que era probablemente antiguo, o
mi maestro, o que para él siempre sería una niña estúpida. Ella—la voz—
tenía razón. Él había presumido que no había sufrido, porque era joven.
¿Cómo? Es fae.
Hice lo único que pude para mantener el control: fui por sus alas.
Sus magníficas alas verdes, coriáceas. Era un truco sucio, realmente
imperdonable, pero el fuego en mi garganta cantaba en mi sangre. No
retrocedas. No retrocedas.
Soltó un gemido. Algo me dijo que era un acto para hacerme vacilar.
—Ríndete.
—Eso fue muy, muy estúpido. Atacando las alas de los fae de esa
manera nos puede volver locos, lo suficiente como para matar primero y
hacer preguntas más tarde... Y para hacerme someter, eso es
simplemente cruel.
Ah. Cierto.
Mi barbilla se levantó.
Mi garganta se onduló de miedo, y tal vez algo más. Sus ojos fueron
allí.
Oh, mierda.
—Bastardo —siseé.
Eso provocó algo; él retrocedió y me alejó de sí. Caí unos pies más
lejos, enfadada pero no herida. Me levanté y lo vi revolverse, parado,
apretando su estómago. Las luces de fuego lo mostraron doblándose y
lanzar sus tripas.
Una vez que retomó el control sobre su estómago, miró hacia mí,
con sudor cubriendo su frente.
—Tu reacción fue mucho más lenta, sin embargo. Él vomitó justo
luego de probarla. Es por lo que me olvidé —balbuceé.
Mordí mi labio.
—Jódete, Wilder.
—No soy estúpida. No iré por tus alas nuevamente, pero los fae
tienen otras debilidades: sal y hierro, por ejemplo.
—¿Torrente de sangre?
—De acuerdo.
—Hemos decidido una nueva regla. Una que hace que cada fae lleve
una mochila con peso. Esta prueba es para presionar a cada uno a su
límite y, dadas sus ventajas frente a los humanos, esta es la única
manera de evaluarles como grupo. Volar también estará estrictamente
prohibido durante la primera prueba.
Compartí una mirada con Liora. Parecía tan nerviosa como yo.
Nada era seguro.
—Li, tus niveles de energía están por encima de lo normal luego del
bloqueo —razonó Cai. Luego volteó hacia mí—. Tú no te rendirás. Eres
demasiado testaruda.
—¿Qué…?
Parpadeé.
Se tensó.
—No. No lo hará.
—Escúchame, Kovaysi.
—Gracias.
—¿Qué tal si la prueba dura por horas? Beber mucha agua puede
salir mal bastante rápido.
Huh.
—¿De qué hablas?
Frunció el ceño.
—Oh.
—¿Oh?
—Podrías unirte.
Cai se alzó sobre las puntas de sus pies para escanear la multitud.
3
N.T. Hace referencia a que es débil.
—Hazme un favor —dijo, emanando satisfacción—. Aguanta hasta
que alguien más renuncie. Hice la apuesta de que serías la segunda.
—¿Por qué no nos insultas de nuevo y ves qué pasa? —Los ojos de
Dustin se estrecharon con una sombra.
—Por cierto, Liora, eres una de las favoritas para fallar también —
gritó Tysion tras nosotros.
Ugh.
—Todos los fae, recuerden recoger sus mochilas cargadas antes del
inicio del circuito —gritó Wilder a la multitud—. Los encontrarán a los
pies del primer obstáculo.
Dimitri la miró.
Asentí distante.
Esa fue mi señal. Mi pulso ahora galopando por mis venas, marché
a la escalera. Adrianna ya estaba escalando, pero dudé. Fue solo por un
momento, pero fue suficiente para notar a Frazer reflejando mis
movimientos.
Frazer ahora estaba moviéndose sobre la cima y, aun así, para mis
ojos, seguía pareciendo que iba demasiado lento para un fae. Debe ser
una estrategia. Razoné.
Las flamas no eran altas, pero cubrían un buen estrecho del suelo
frente a mí. Cinco pies, tal vez más.
Pestañeé. ¿Qué?
Mi corazón saltó.
Pestañeé. Sus palabras se habían sentido más cerca esa vez, más
íntimas. Como si las escuchara siendo habladas.
Goldwyn gritó:
Quédate. Yo lo traeré.
Sudor se deslizó por mi frente. ¿Hola? Creo que puedo escuchar tus
pensamientos….
¿Estás seguro?
Una pausa.
¿Puedes hablar… o…
Escojo no hacerlo.
Idiota sarcástico.
Mierda. Genial, ¿así que ahora puedes escuchar cosas que no quiero
que escuches?
Perturbador.
Ninguna respuesta.
Cecile continuó:
Goldwyn se levantó con Patti en sus brazos. La chica tenía sus ojos
cerrados, tal vez por vergüenza, tal vez por haberse desmayado.
Crucé los brazos y consideré lo que estaba frente a mí. Una ladera
y un bosque. Todo lo que tenía que hacer era seguir caminando al paso.
Aun así, la cáscara exhausta y sucia que tenía por cuerpo me gritó una
simple verdad: no iba a sobrevivir mucho más. Estaba sosteniéndome
junta por puntadas desgastadas. El pánico tocó su fiel melodía.
Sigue practicando.
—Quédense.
Y se volteó lejos. Nos dejó y le murmuró algo a Goldwyn. Le dio una
rápida vista de sus brillantes dientes en respuesta. Algo oscuro y vicioso
se despertó en mi pecho y le rugió a ella.
Mi corazón trastabilló.
¿Qué hay de mi conexión con Frazer? ¿Vas a decirme cómo nos estás
ayudando a comunicarnos? O, diablos, me conformo con por qué. El collar
se supone que me proteja. ¿Cómo hablar con él hace eso?
¿En serio?
A la mierda.
—No te detendré.
—Tu turno.
—No creo que pueda seguir este ritmo por horas —dije, con un
pequeña voz.
—Así es como los reclutas fallan. Usan nuestra ausencia como una
excusa para ralentizarse, y en el segundo que eso pasa, su adrenalina
muere. En el pasado, hemos hecho a los reclutas que se detienen y se
quedan dormidos. Solo toma un momento. Necesitas alguien que te
cuide. Frazer se ha mantenido pegado a ti; úsalo.
No esperó por una respuesta. Wilder se empujó adelante.
Escalando la orilla llena de guijarros, trotó por el camino sinuoso. Hice
mi mejor esfuerzo para seguir el paso, pero al llegar a tierra seca de
nuevo, mis polainas empapadas y mis botas llenas de agua me causaron
incomodidad al escalar. Dejé salir un suspiro pesado, imaginando a mi
cansancio irse con él, y seguí la disposición del sendero del bosque que
forzó memorias que no eran bienvenidas de casa. El camino a casa de
John y Viola era bastante parecido. Como lo era el del ataúd de mi madre,
y el del cementerio en el que mi padre descansaba. No junto a mi madre,
Elain se había asegurado de eso. Ahora nunca estaría frente a ellos de
nuevo. Nunca vería a John y Viola de nuevo. La ola de aflicción rodó y me
inundó.
Si paras, fallas.
Wilder asintió.
Lo haré, le dije.
Presumido.
—Algo me dice que este solo está interesado en una puesta fácil.
Realmente no levantará un dedo para detenerme de hacer lo que es
necesario. —Sus ojos centellaron y su espalda se arqueó—. Porque si te
noqueo, un golpe, sin marca, este infierno se acaba. Y solo eres la perra
que se quedó dormida.
Un latido de rabia enfurecida pulsó del otro lado del hilo. Algo me
dijo que esto era en realidad parte de Frazer, algo constantemente
hirviendo bajo la superficie, lista para saltar y devorarse al mundo.
—Vamos.
—Lo siento. —Me alejé, secando mis ojos con mi manga—. Solo no
creí que lo lograría.
Cai se alejó.
—¿Guardabosque? —cuestioné.
Oh, dioses.
Me encogí de hombros.
—Fascinante —dijo.
—Mmm.
Asentí atontada.
Asentí.
—Pero para que dijera que sus escudos mentales estaban arriba,
eso tiene que ser una mentira, o… —presionó Cai.
Una nota de inseguridad obstruyó mis oídos. Podía adivinar por
qué.
Liora lo acalló.
—Santamierdaimpresionante.
Liora pasó una mano por su rostro con una risita áspera.
—Un brujo del clan artesano podría saber más sobre el collar —
añadió Liora, frunciendo el ceño a la mesa—. Pero para que haga todas
las cosas que estás diciendo, darte su fuerza y hablarte; hacer posible
que tú y Frazer se comuniquen; esas no son acciones de un amuleto de
protección sin mente. Lo que sea, o quien sea…
—No me responde.
Silencio.
—Solo buena suerte, supongo. —Junté mis brazos con los suyos.
Pestañeé.
—¿Quién?
—Adivina.
Casi lo niego, pero esta era Liora, no Cai. Nunca le había dicho
sobre mis sentimientos por Wilder, pero los había visto de todas formas.
—Un tiempo.
—Un momento.
—Li.
—Ve.
—Buena elección.
—Serena Smith.
—Frazer.
—Serena, ¿Goldwyn sabe algo que nosotros no? —Cai levantó una
ceja.
—Bueno, estoy feliz de que nunca haya dicho nada; de otra forma,
puede que no hubiera tenido la posibilidad de escogerla.
No jodas.
No fue hasta la noche antes que tuviéramos que partir que el efecto
de estar callada y alineada como la boca de Frazer me alcanzó.
Cuidado, niña.
Con los ojos abriéndose, metió la gotita de vuelta bajo mi top y sus
manos cayeron de mi cuello.
—Pero no el tuyo.
Un asentimiento.
Me quedé boquiabierta.
—No te detengas.
Asentí.
—¿Sabías eso?
Resopló.
—Por supuesto. Bueno, una vez tuve ese honor, y ahora mírame,
entrenando soldados de infantería en una corte en sus últimas piernas.
Abrí la boca para preguntar qué había dicho, cuando una voz alta
y cruel interrumpió.
—¿Qué es esto?
—Me alegra oír eso. —Dio un paso hacia nosotros. Una clara
amenaza—. Porque si estuvieran haciendo algo, me sentiría obligado a
decirle a ciertas... partes interesadas que te has estado contaminando
con suciedad humana.
—Como bien sabes, lo que sea que hagas no será nada comparado
con la forma en que Goldwyn actuó antes de Cecile, o la cantidad de
reclutas que atraviesa Mikael.
Guau. Interesante.
—Tendría que revisar eso si fuera tú. Ella parece estar en las garras
de una enfermedad.
Grité internamente.
—¿Estamos solos?
Mi sangre se heló.
—Para disculparme.
Continuó.
—No te culpo, pero eso solo debería decirte cuántos fae en Aldar
ven cómo se mezclan nuestros tipos.
—¿Qué peligro?
Me estremecí.
—Correcto.
Date la vuelta y no mires atrás, dijo Tita, con voz de hierro. Asentí
distante.
—Adiós, entonces.
—Buena suerte con el resto de las pruebas —dijo. Frío y tan seguro
de sí mismo.
MI MADRE.
Mi padre.
John y Viola.
Wilder.
¿Cuándo terminaría?
—No sabía que te sentías así. —Liora apretó mi mano con más
fuerza.
—Te critica mucho menos que al resto de nosotros —dijo Liora, con
risa en su voz—. Creo que para ella eso significa que le agradas. Ahora…
—Apoyó sus palmas en sus muslos—, te quiero fuera de este piso
congelado. El resto de la manada está en el comedor. Me mandaron a ver
si habías terminado de entrenar. Adrianna quiere repasar las cosas para
mañana. De nuevo. —Dejó escapar un pequeño suspiro.
—Tal vez.
4
´N.T. Nativos de la Tierra de los Ríos.
Cazada
Traducido por Krispipe
Santas cortes.
—Buena suerte.
—Estás seguro de eso, ¿verdad? —Sin risas. Sin burlas. Solo ira.
Un Cai muy diferente.
Un cabeceo brusco.
—Bien.
—Sin argumentos.
Bien.
No. Pero pueden volar; yo no, lo que significa que siempre estaré en
desventaja.
Comenzará la caza.
Pronto.
Casi le enseño los dientes. Dioses, había pasado demasiado tiempo
alrededor de fae.
Dile que probablemente esté tomando una ruta más larga para
deshacerse de ellos y dividir sus fuerzas, proyectó Frazer.
—¿Dónde está?
—No sé mucho sobre los brujos en esta área, pero dudo que nos
den el pelo voluntariamente. Podrían pensar que queremos maldecirlas.
—Me lanzó una mirada llena de ansiedad—. Y ahora, hemos conseguido
a todos esos chacales cazándonos.
—Lo entiendo…
—Lo sé.
—No fue tu culpa lo que pasó allí. —Mis manos se volvieron
pegajosas pensando en Cai—. Encontraremos una manera, Li. No
seremos los débiles siempre.
—¿Qué dones?
—Pero… ¿Wilder? —La voz de Adrianna sonó una octava más alta—
. Es algo más. No solo lo venciste; hiciste que se sometiera. Ahora, no he
sentido que usaras magia, pero debe de haber algo, algún gran potencial
o habilidad que mantienes oculto.
—No estoy segura de cuán útil sea esto, Adi —argumentó Liora—.
Mi hermano está por ahí en alguna parte. Deberíamos estar pensando
qué hacer ahora, no dando sermones.
—Eres una bruja —dijo Adrianna sin rodeos, sus fosas nasales
como si lo olieran—. ¿Por qué no usaste la magia que sea que tengas para
ayudar a Cai? Incluso si no eres tan poderosa como él…
—No tomó demasiado tiempo para que las cosas se desmoronen sin
mí.
—¿Magia? —pregunté.
—Durante los últimos tres días, todo lo que has hecho es actuar
como portavoz de un fae macho: un fae que no te ha devuelto el favor
ayudándote a entrenar. A pesar de que él es claramente el mejor recluta
—dijo con los dientes ligeramente apretados—. Y ahora ha decidido
actuar como tu perro guardián oficial.
Me quedé boquiabierta.
—Voy a pensar en lo que has dicho porque hay verdad en ello. Pero
en algún momento, deberías de poner esa mirada perceptiva sobre ti
misma y preguntar por qué no fuiste la primera elección como líder
cuando eres una luchadora de primera clase.
Adrianna se quedó estupefacta.
—Mierda.
—¿Oh?
—¿Mmm?
Mi temperamento se encendió.
—¿Cómo?
—Preguntando.
Era obvio que se refería a hablando con el collar, con Tita. No haría
ningún bien. Ella nunca respondía a mis interrogatorios.
Hablaremos de esto.
Es glorioso.
¿Qué sabrías tú? ¿Qué sabes sobre cualquier cosa? Eres una niña.
Mi pecho se ahuecó.
Adrianna aterrizó junto a nosotros, batiendo sus alas escamosas
para secarlas de la lluvia.
Cai apareció.
—Serena, déjalo.
La ignoré y añadí:
—No quiero que ninguno de ustedes intervenga.
Los recuerdos vinieron ahora sin ser invitados. Una tempestad sin
timón. Mi historia: una colección de pensamientos y sentimientos
fluyendo fuera de un pozo tan vasto que temía que nos ahogaran a
ambos.
Creo que te ayudaría compartir lo que sea que estás cargando. Puedo
soportar el peso. Pero, no puedo forzarte a hacer nada. Enséñame, o no lo
hagas, es tú decisión. Te amaré, con lo que sea que decidas.
—¿Por qué estás haciendo esto? —Mi voz salió temblando, me odié
por eso.
Un encogimiento de hombros.
—¿Qué sucedió?
—Estoy bien.
—¿No vas a darnos más que eso? —preguntó Cai, su voz manchada
con cansancio—. Nos haces cagarnos encima con miedo y…
Me volví al par de ojos más amable, la apuesta más segura por una
simple respuesta. Liora.
—Así que, hice la única cosa que pude pensar y te noqueé antes de
que tuvieras un ataque o destrozaras tu voz —continuó Adrianna.
—Bien.
Adrianna pestañeó.
Me preparé y dije:
—Lo que sea que pasó entonces... No tiene que arruinar el resto de
tu vida.
—No, no lo necesitan.
—Mi rey quería aliarse con Morgan, pero eso venía con un precio.
Uno pesado. Ya que una de las demandas que ella hacía en el tratado era
que los afamados Guerreros Sami de nuestra corte mataran a sus
enemigos por ella, lo que significaba asesinar a cualquiera lo
suficientemente valiente para hacerle frente. Fui puesto a cargo de esa
misión.
—Supongo que los rumores eran ciertos por una vez. ¿Por qué
siquiera entrenarías como un soldado de infantería? ¿Seguramente
convertirse en un Iko está por debajo de ti?
—Pero todos saben que la Reina Diana odia a Morgan. —La falta
de aire de Liora me hizo mirarla fijamente.
Adrianna bufó.
—Por supuesto que lo hace, ¿pero ¿quién no? Ella es una perra del
infierno.
¿Por qué en las estrellas parecía tan aterrorizada? No era solo ella
tampoco. Cai tenía los nudillos blancos, mirando fijamente al fuego.
—Así que, ¿por eso es que estás en Kasi? —preguntó, sus ojos
estrechándose—. Me preguntaba por qué dos brujas viajarían de la Media
Luna para convertirse en soldados de infantería para la Tierra de los Ríos.
Compartí una mirada con Cai. Hubo un latido de duda que esperé
que tuviera todo que ver con la seguridad de Liora y nada que ver
conmigo. Luego sus labios se movieron, sus ojos se agitaron, y algo se
aflojó en mi pecho mientras la liberación de mi juramento de nunca
contar sus secretos se rompió.
A pesar del apretado agarre del hechizo, los secretos de mis amigos
eran la única cosa que había sido incapaz de revelar, incluso en
memorias compartidas. Pero no fue a él a quien respondí. Mi atención
era únicamente para Liora.
—Tal vez por eso se fueron, pero no es por lo que vinieron a Kasi,
¿o sí? —presionó Adrianna—. Creyeron los rumores que esos tontos
esparcieron sobre Diana liderándonos contra Morgan cuando sea el
momento correcto.
Adrianna no lucía satisfecha, solo triste. Liora dejó caer todas las
pretensiones a este punto. Su voz se elevó, más insistente.
Interesante.
—Hay algunos que creen que Morgan comenzó esos rumores para
deshacerse de los rebeldes. Además, ¿no crees que, si ustedes dos
escucharon esos rumores al otro lado de Aldar, la corte de Morgan no
sabría de ellos también? Si hubiera siquiera un fragmento de verdad en
ellos, la perra fae hubiera reunido a sus fuerzas contra Diana hace mucho
tiempo.
Un asentimiento.
—Lo es, en la forma que toda magia está viva —dijo Liora.
—Solo que solía ser nuestro hogar, pero había un conflicto con los
otros fae, así que huyeron y vinieron aquí. Y que Morgan piensa que la
guerra puede estar viniendo.
—Los fae de Aldar y la Alianza del Este firmaron una tregua luego
de trescientos años de guerra. Ambos lados sufrieron pérdidas no dichas.
Estábamos rotos, sangrando, y cansados, así que nuestra gente accedió
al exilio con condiciones. —La línea de su mandíbula se apretó.
Nadie habló.
Lo hago.
Le di un asentimiento.
—Difícilmente.
Adrianna no pestañeó.
—Buena distracción.
Pensé que alcancé a ver los ojos de Liora brillando solo un toque
más claro. Lucía machacada.
Adrianna sacó el saco de dormir enrollado de su mochila.
Sacudiéndolo, continuó.
No luches.
—Un eerie.
Cai saltó, sus brazos barrieron el aire frente a él. Una barrera de
sonido surgió. Adrianna y Frazer se detuvieron y observaron.
Frazer asintió.
—¿Eso es lo que hay allí fuera? ¿No se supone que son imposibles
de matar?
—¡Cai!
Su desesperación me impulsó para luchar contra Frazer.
Frazer dio un paso atrás, llevándome con él. Una risa fría y salvaje
se deslizó de los labios arrugados del eerie. Se inclinó hacia un lado,
apresurándose hacia nosotros, pero Cai lanzó llamas a su rostro. El eerie
retrocedió unos pasos, siseando, chillando y maldiciendo. Pero no se fue;
no funcionaría.
—Puedes encontrar un área poblada más rápido sin mí. Puedes ver
en la oscuridad...
—No.
—No tenemos más opciones. Ve. Dile a Liora que fue mi elección...
Y que no me odie demasiado.
—¿Qué escuchas?
—Vayan.
—¡Corran!
Hazlo.
¿Qué es eso?
¿Es el eerie?
Consecuencias.
Me estremecí.
—Las cosas deben de estar mal para que seas tan suave conmigo.
—Lo siento. —Mi voz era delgada como el papel, apenas más que
un susurro.
—Está despierta.
¿Qué pasa?
Ninguna respuesta.
—¿Cómo qué?
Liora negó con la cabeza, haciendo que sus rizos rojos atraparan el
sol.
—No, pero solo porque tan pronto como hicimos algunas pruebas
básicas, era obvio que no estabas herida; estabas sufriendo de un
agotamiento...
Me ericé.
Habría sido fácil ver solo la irritación en sus palabras. Pero había
algo más. Algo totalmente fuera de lo común para Adrianna.
Parpadeó. Maldita sea. ¿De qué me había perdido estos últimos dos
días?
Los ojos azules de Adrianna me observaron. Calculando. Pero no vi
a alguien insensible. No esta vez. Se sentía más como si estuviera
sopesando cómo y qué debería decir.
Comenzó lentamente:
—Cuando esa cosa vino a por ti, Cai ya había colapsado, y Liora
estaba escondida en un árbol, a pesar de sus serios intentos de
arrancarme los ojos. —El fantasma de una sonrisa, se desvaneció en el
momento en que añadió—: Pero Frazer y yo debimos observar mientras
te arrancaba la vida. No podíamos movernos. Y sus gritos... —Sus ojos se
cerraron; parecía dolida—. Deberías intentar hablar con él.
—Lo haré.
—Toma con calma. Solo sorbos por ahora. —Sonaba tan mal como
yo. Nada más que susurros roncos y gruñidos. Al menos estaba
hablando.
Oh, ratas.
Para mi sorpresa, no fue una demanda para que me explicara con
lo que continuó.
Por primera vez desde que desperté, vi la rabia allí, hirviendo bajo
un rostro tranquilo. Adrianna se puso rígida. Uh oh. Liora no dirigió una
mirada en su dirección, sino hacia su hermano. Eso era nuevo.
Liora lo rompió.
—Supongo que sabemos por qué Hunter nunca sintió magia en ti.
Porque en realidad no estaba dentro de ti en ese momento.
Adrianna asintió.
Me resigné a lo inevitable.
—No creía que era posible ocultar tu magia sin unirla a ti.
Parpadeé y me mordí el labio. Tita, ¿hay alguna forma para que ella
pueda replicar lo que me hicieron?
Silencio.
Hay otra manera, otro camino para Liora. Lo que te pasó no es algo
que ella pueda imitar.
—Solo la opinión de un fae, pero esta Tita suena como una imbécil
burlona.
Una risa febril se derramó dentro de mí. Los otros forzaron algunas
sonrisas, pero estaban claramente demasiado perturbados como para
encontrarlo tan gracioso.
—Deberías comer.
—Toma esto.
—¿No deberíamos...?
Su expresión se oscureció.
—No me mimes.
—¿Ella te…?
—Lo siento.
Casi sonrío.
Ah, el ‘pero’.
—Cuando te vi... muriendo, fue... nunca pensé sentir ese miedo así
otra vez. Pero me has dado mucho de ti, todos tus recuerdos, todos ellos.
Ha sido como absorber a otra persona. Así que cuando ese extraño eerie
aplastó el aire de tus pulmones, sentí como si mi corazón se detuviera.
Como si se detuviera al segundo que lo hizo el tuyo.
Se movió, por otra parte. Tenía que mirarlo a los ojos o ser
calificada como cobarde.
—Continua.
—Los enlaces fae no son lo mismo que los humanos. Son más
intensos. Y es precisamente debido a ello nuestra resistencia a las
relaciones que cuando uno se desarrolla, los apreciamos y los protegemos
por encima de todo lo demás.
—Por supuesto.
Asintió, distante.
—¡Lynx?
Sus ojos se apagaron. La angustia cantaba a través de éstos,
apretando mi corazón.
Curvó su labio.
Asentí y sonreí.
—¿Puedo?
Frazer se marcó con mi sangre y soltó esa mano solo para pinchar
mi otra palma. Rodeando nuestras manos, dijo:
—¿Siska?
—¿Cómo?
Me di la vuelta para ver que Cai traía un montón de leña, que dejó
caer sin ceremonias en medio de lo que sería nuestro campamento por la
noche.
—Ni siquiera nos fuimos por una hora —maldijo Cai en voz alta,
cruelmente.
—Supongo que eso fue todo lo que tomó —mi respuesta fue agria.
—Claramente.
—Lunas, eso fue audaz —dijo Cai. Sin juicio. Algo digno de
admiración.
—Déjame adivinar, ¿te dio una línea sobre cómo estarías en peligro
si estuvieran juntos? —Lo intenté en un tono ligero pero terminé con
amargura.
—Oh.
Cuan cierto.
¿Traidor? Interesante.
—Entonces ella debería ser aún más cuidadosa. Los traidores son
capaces de cualquier cosa.
Aun así, tenía que haber límites. Tenía que haber una maldita línea
en alguna parte. Por supuesto, él vio directamente a través de mí.
Dibuja una línea algún otro día. Este no es el momento. Acabas de
tener magia en tus venas. Ya tenemos demasiadas preguntas sin
responder sobre eso y otras cosas. Eres vulnerable...
Brata.
—Cuidado.
Siempre optimista.
—Los brujos aquí no son como los de Media Luna. Son solitarios.
No forman clanes ni combinan su magia, lo que los hace sospechar de
los forasteros. Pero aún necesitan ganarse la vida, y algunos individuos
venden su magia —dijo, sonando frágil—. También protegen sus puertas,
por lo que no podemos colarnos. Nuestra mejor opción podría ser visitar
a un brujo que tiene clientes regulares fuera del pantano. Hay una bruja
que vive cerca. Ella podría dejarnos entrar a alguno de nosotros.
—Sí.
—Esta no es tu decisión...
Adrianna se erizó.
Mula obstinada.
Una victoria.
—Si estás de acuerdo con esto, le diré a Maggie que tú eres la que
busca la lectura.
—¿Alguna razón?
Una emoción ansiosa sacudió los vellos de mis brazos, pero aun así
asentí.
Maggie mostró sus dientes. Podría haber sido una sonrisa o una
amenaza. De cualquier manera, hizo que mi corazón tropezara.
—Conoces las reglas: deja tus armas afuera. Eso significa que tú
también, jovencita —dijo mirándome.
Casi lo hice.
Mi espalda me picó.
—Esto no es de adorno.
Lo siento…
—¿Usaste el polvo?
—Ya veo. Bueno, puedes tenerlo, pero solo si haces algo por mí a
cambio.
—Siéntese. No morderé.
—¿Estás segura?
Quería decir que no, por supuesto que no. Me encogí de hombros
y busqué el consejo de Adrianna al otro lado de la mesa.
—¿Cumplirá su palabra?
—Sí.
—Serena Smith.
Algo picó bajo mi piel. Una oleada de calor siguió. Podía saborear
la quemazón. Lo que fuera que estuviera dentro—mi magia—se estaba
poniendo inquieta.
Me dio coraje.
Maggie sostuvo el vaso negro con una mano mientras usaba la otra
para llevar una taza a sus labios. Bebió el resto del té. Solo una vez que
lo había terminado continuó con una voz tranquila y áspera:
—¿Qué en los ríos ardientes significa eso? Nunca puedes ser más
específica, ¿verdad?
—Auta mina oh vilsa, ole soka ja olet vilsa. Naytä mien Serena
tulavasus.
Sus ojos se abrieron de golpe; esta vez ambos eran plateado pálido.
Liora soltó mi mano en conmoción. Cai y Adrianna se echaron hacia
atrás, haciendo una mueca. Frazer parecía listo para saltar.
—No lo dudo.
Me atreví a preguntarle:
—¿Puedes leerlo?
Podrido infierno.
Frazer sirvió más té y lo deslizó hacia mí. Tal vez sintió que mis
nervios se debilitaban. Dudaba que una taza de manzanilla me ayudara
ahora.
Su voz se quebró.
Le ofrecí mi taza, y ella la tomó con un asentimiento. Después de
unos pocos tragos, lo dejó a un lado y se aclaró la garganta.
—Es la que puede darte respuestas. Hay algo que llevas... Un objeto
de gran poder.
La bruja lo ignoró.
—Qué es eso…
Silencio muerto.
—¿Está en Aldar?
¿Quecomocuando?
Ninguna manera.
Liora cruzó los brazos sobre la mesa, mirando una taza de té sin
tocar.
—¿Morgan?
—Esto es más grande que ella. Pero sí, es ciertamente parte de eso.
Grosero. Abrupto. Pero no pude evitar estar de acuerdo con él, así
que me quedé en silencio.
Tita, yo…
No pude detenerme.
—¿Compañero?
—De acuerdo.
Nadie discutió.
Necesitaba aire.
Parecía perdida.
—Cuando nos dijeron que las pruebas serían difíciles, no creo que
tuvieran esto en mente.
Eso me tranquilizó.
—No sé sobre eso. Todo esto se siente un poco como una maldición
para mí.
—No lo conoces. Querrá venganza por lo que hizo Cai. Supongo que
colocará una trampa en el único lugar en el que sabe que estaremos,
cerca del campamento.
—Definitivamente.
—Ahí.
—¿Qué es?
—Hay una bruja con el nombre de Hazel Greysand que vive en esas
partes, pero no pretende ser nada más que una vendedora de cervezas
curativas y el encanto antiguo.
Compañero.
Siguiendo Migajas de Pan
Traducido por Yiany & NaomiiMora
Tenía magia ligera en mis venas, algo que se supone era imposible.
Una vez listo, nuestra manada trazó el mismo camino que ayer.
Pasamos el viejo sauce y cruzamos el pantano, a través del velo de niebla,
volvimos a tierra seca y caímos en una línea familiar. Cai a la cabeza,
Liora y yo en el medio, Frazer cuidando nuestras espaldas y Adrianna
como nuestros ojos en el cielo. Pero algo había cambiado entre nosotros.
Algo que se profundizó en los huesos, una afinidad que no existía antes.
Maggie tenía razón. Estábamos vinculándonos.
—Lo sé. Solo estoy molesto que estemos atrapados aquí hasta que
regrese.
Cai se pasó las manos por el pelo, que en los últimos días se había
convertido en un lío ingobernable con mechones rizados que sobresalían
en todas direcciones.
Cai comenzó:
Eso era culpa en sus ojos. Mi corazón se movió un poco. Menos ira,
más amor.
Cai se puso rígido, pero Liora solo continuó, más fuerte, más firme
que antes.
—No vi una emboscada, pero tuve que mantenerme alta para usar
la cubierta de nubes.
—No hay peligro de eso —respondió Cai con una sonrisa coqueta.
El más grande de los tres fae era un gigante con una melena de
cabello castaño. Estaba encordando una flecha a su arco. La sangre se
congeló en mis venas.
Qué carajo, no se les permitía lastimarnos.
—Mierda. Lo siento.
Silencio mortal, solo un eco lejano. El vínculo debía ser más débil
tan lejos el uno del otro. Podrido infierno.
—¿Dónde? —grité.
—Él es más rápido, puede llegar a ella antes. Le dije que fuera a
ayudar.
—¿Por qué no fuiste con él? —preguntó Liora. Su voz destilaba ira.
Su rostro se tensó.
—Frazer oyó que Tysion les ordenaba usar armas. Pensó que podría
ser una trampa.
—¡Por las lunas, esto es lo que quieren! —le gritó Cai—. ¡Quieren
que fracasemos! Ve a darle a Goldwyn el pelo. Repórtalos. ¡Es una orden!
¡FRAZER!
Ya estaba corriendo.
—Por aquí.
Los pasos de Cai sonaban pesados detrás de mí, mientras que los
míos eran ligeros, rápidos. Casi como correr el viento por la tierra. Y
ahora esa cinta de luz estaba en mi centro, mi núcleo, tirando de mí hacia
adelante. El instinto me guió, moldeando mis movimientos en una danza
fluida. Salté sobre rocas y caís esquivando troncos, y árboles. Claro, mi
respiración era superficial, pero no me impidió bombear mis brazos y
piernas aún con más fuerza, hasta que el ruido del acero y los gritos
captaron mi oído. Me detuve, desenvainando mi Utemä.
Patético.
—¡No! Cole es mío. Toma al otro —le gritó Adrianna a Cai.
Cai respondió con una risa que era áspera y abrupta, deteniéndose.
—¡Detén a Cole!
—Mentiroso —gruñí.
—Caminarás.
—Llévame de vuelta.
—No.
—¿Acerca de qué?
—Gracias.
Claro, era pequeña y torcida, pero aun así hizo que mi pulso
cantara.
—Frazer viene.
—¿Qué? —soltó.
Así que ahora esperábamos por las noticias. Les había contado todo
sobre mi escondite de Dimitri con Wilder, y después de eso hablamos, en
su mayoría palabras ociosas para distraernos. Solo Frazer sintió lo que
yo no estaba diciendo. Que mi corazón se había congelado y estaba
ardiendo, todo a la vez.
—¿Qué?
Maldita sea.
—No tienes que hacer eso —dijo Frazer, mirándome de soslayo—.
Nuestra manada estará entrenando con otra desde ahora en adelante.
—Eso es cierto.
5
N.T. Es una entidad sobrenatural. Normalmente se entiende como criaturas parecidas
a hadas o duendes.
—Aquellos sprites que han sido clasificados como asesinos de
primera clase. No intenten asesinar a uno a menos que tengan confianza.
—Cecile juntó sus manos detrás de ella y continuó—: Si fallan en traer
evidencia del asesinato, serán automáticamente expulsados. No hay
segundas oportunidades en el aro de entrenamiento. Si tienen éxito, sin
embargo, tienen que presentarle su prueba a Bert.
—Con esa nota feliz, los dejamos con Bert —cantó Goldwyn—. Él
les proveerá los detalles de la cuarta prueba.
Parpadeé. ¿Cuarta?
—Buena suerte.
6
N.T. Un tipo de sprite maligno.
Con eso, los cinco mentores tomaron los cielos. Bert—hoy, luciendo
una bata multicolor—observó sus trayectorias de vuelo desde detrás de
sus lentes. Una vez que estuvieron fuera de vista, comenzó a hablar.
—La cuarta tarea requiere que cada recluta robe un objeto de uno
de sus instructores.
Le fruncí el ceño.
—¿Qué quieres decir?
Sonrió maliciosamente.
—Cuarta prueba.
—¿No Wilder?
—Yo tampoco.
Adrianna aspiró.
Oh.
—Estamos unidos ahora —dijo Adrianna con un elegante giro de
muñeca, girando su mano en un círculo—. Esto es por todos nosotros.
—No esta vez. Adi es la única que puede hacer esto. Lo sabes.
Adrianna apretó sus alas con más fuerza contra su cuerpo. Como
si fueran conscientes del alcance de su herida.
Malditos fae.
—Cuanta ayuda.
—He escuchado que kelpies habitan las cuevas cerca del mar en la
costa. Eso está a una caminata de distancia —dijo Frazer suavemente.
Me quemaba por él. No era tan ingenua como para pensar que
podía curar las heridas de su pasado. Y ciertamente no tenía ningún
deseo de tocar cicatrices y reabrir heridas antiguas, pero no podía dejar
de desear que me dejara entrar más.
—Sé la teoría.
Silencio.
Nadie rio.
Una mirada rápida alrededor de nuestro círculo reveló la
preocupación y la duda escrita en cada una de las caras. Para mí, no solo
era luchar contra un monstruo o encontrarme con Hazel lo que hacía
doler mi corazón. Era que íbamos a ir en direcciones separadas. Moría
por inclinarme hacia Frazer, para reconfortarme y para darle consuelo de
vuelta. Pero el contacto físico era algo que él solamente toleraba. Eso lo
sabía muy bien.
7
N.T. Un personaje hechicero del juego StarCraft.
Hazel
Traducido por Candy27
Una pausa. Seguido por Cai riéndose entre dientes, lanzado las
sábanas a un lado, saliendo de la cama y levantándose con nada excepto
sus calzoncillos.
—Sutil.
—¿Y lo hizo?
—Hora de irse.
Esperé que viera lo mucho que significa para mí. Cuanto significa
ella para mí.
—No mueras.
—Intentaré no volar muy alto, pero no tendré opción una vez que
llegue a…
Te echaré de menos.
—Como dijo mi amiga, estás confundida. Fue otra bruja la que nos
envió aquí. Pensó que Hazel sería capaz de ayudarme.
—Maggie UnOjo.
La hembra era más baja que nosotros. A lo mejor ese fue el porqué
su postura cambió para elevarse a su estatura completa y decir:
—Conozco el nombre, pero sigo sin ver porqué debería ayudarlas.
—Tú primero.
Asentí distraídamente.
—Podemos volver.
—No. —Eso me ganó una mirada de desaprobación, pero
continué—. Me quedaré, pero tú deberías ir. No encontramos nada de
camino aquí, y no podemos permitirnos demorar más la cacería.
No dijo que no, pero dejó ir mi brazo. Sus labios se apretaron por
los bordes. La misma mirada que hacia Viola cuando estaba
contemplando decir que no.
—Sí.
No probable.
—Está bien.
Mierda.
¿Desconfiaba tanto?
—¿Eres Hazel?
—¿Lo eres?
—Deberías entrar.
Sin querer darle una excusa para que cambiara de opinión, me giré
y caminé directamente dentro de su casita de campo. No me molesté en
cerrar la puerta detrás de mí.
La pared opuesta.
—Siento eso.
—No lo hice: lo hizo la casa. Puede ser muy grosera cuando quiere
serlo.
Espera… ¿Qué?
—La casa tiene sus propias razones para hacer las cosas, Puede
que todavía no confíe en ti.
—Como quieras.
—Lo siento.
—¿Mi edad?
—¿Quién es Sati?
—Tu madre.
Muerte. Silencio.
Asentí. Eso es todo lo que tomó para que una marea de aflicción
me barriera, inesperada y no querida. Mi visión se nubló y bajé la mirada
al suelo. Aspiré para estabilizarme, dentro, fuera, dentro, fuera.
—¿Serena?
Mi barbilla se levantó.
Hazel cacareó.
—Desde el principio.
Mi historia—verrugas y todo—salió. No esperaba que fuera tan
duro. Enseñárselo a Frazer había sido fácil, de alguna manera. No
necesitaba explicaciones.
—Deberías odiarme.
Soltó un graznido.
—Solo… dímelo.
—Supongo que tengo que empezar con por qué destrocé a un bebé
todavía en el vientre.
Apestaba a remordimiento. Sin duda: ¿en el vientre? Mi madre
debió haberlo sabido, y mintió acerca de todo, incluso de su nombre. A
mí. A su marido. El mundo se deslizó debajo de mí. Descentrado, dando
vueltas, apreté mi estómago y colapsé más profundamente en el sofá, en
Salazar.
Hazel continuó.
La Sacerdotisa siguió.
—La única razón por la que me rastreó era porque yo estaba mejor
versada en ese tipo se hechizos. Solo accedí a realizarlo para proteger a
ambas de Morgan.
—Piénsalo de esta manera: toda magia deja una huella, algo que
puede ser rastreado por un talentoso cazador de brujas, o el hechizo
predictivo adecuado. Y Morgan no solo era un prodigio, era
completamente obstinada con sus búsquedas. Mis barreras y
protecciones más fuertes no hubieran durado para siempre, así que
necesitaba algo extremo. Algo que eliminé toda la magia rastreable y te
exilié a una tierra que, al menos en ese momento, estaba fuera del
alcance de Morgan.
—Que…
Así que, ¿ahora mi padre también tenía una vida secreta? Estaba
mareada, con nauseas.
—Mi madre, Sati, dejó a este Dain y después se casó con otro
hombre… ¿Qué era mi padre, qué era Halvard para ella? ¿Solo
conveniencia? ¿Alguien que podía ser engañado para criar la hija de otro
hombre?
Mis labios temblaron; los apreté juntos. Por los años, la memoria
de mi madre había sido una fuente de confort. Ahora, se había hecho
añicos, y la pérdida era más de lo que podía soportar.
—Él lo sabía…
—¿Qué era?
—No del todo. Dain fue el que erigió la barrera para prevenir que
los fae y los humanos se masacraran los unos a los otros. Ese escurridizo
bastardo diseñó la puerta con un vacío y le confió a Sati el secreto. Ella
nunca me dijo que era, solo que él quería que lo usara si perdía ante
Morgan. —Dejó salir un suspiro lleno de dolor, un verdadero dolor de
cabeza—. Lo que por supuesto hizo.
—Incluso si eso era verdad, Dain tendría que haber vivido cientos
de años atrás.
—Esto no es…
Mi padre…
—Adelante.
—Tu madre era viuda cuando conoció a Dain. Había estado casada
previamente, con un macho llamado Lycon II, Rey de la Corte Solar.
—Por un tiempo. Y…
—¿Y?
—Se quién es. —Soné borde y frágil, incluso para mis oídos.
Una mentira. Esto solo era otra verdad que venía hacia mí,
susurrando a mi sangre.
—No. Pero Sati nunca me dijo dónde fue Sefra. Solo que tu
hermana estaba buscando una manera de derrotar a Morgan, así estarías
a salvo. Así todos lo estaríamos.
—¿Volver?
Hazel cruzó las piernas, juntando las manos. Como si esta fuera la
conversación que había estado construyendo todo este tiempo.
—Oh no. Eres la viva imagen de Dain. Tenía el pelo del color de las
plumas de los cuervos y una frente severa, también. Todas las hembras
estaban locas por él. Pero cómo te llevas a ti misma… tus expresiones;
son puro Sati.
Tan vaga como siempre. Aun así, se las repetí a Hazel quien
simplemente asintió.
—Es mejor que morir —continuó sin rodeos—. Porque esa gota de
sangre fae en tus venas, no es suficiente para mantener más o menos
atada la magia de luz en un extremo para siempre. Tu cuerpo humano
se romperá bajo el peso de ello. Solo es cuestión de cuándo. Para ser
franca, estoy sorprendida de que no hayas empezado a sentir la presión.
La magia protectora del collar puede que sea agradecidamente, parte de
ello también.
—¿Qué? ¿Quién?
—¿Adi?
Predador a predador.
—No, ¿qué está mal? Tu esencia apesta a dolor y miedo. —Su voz
era urgente, inflexible.
—No es relevante.
Hazel continuó:
—¿Es verdad?
—Sí.
Intenté ajustarme por una muy difícil razón; mi mente había puesto
las piezas juntas. Adrianna estaba a punto de conocer que su madre,
Diana, había rechazado ayudar a mi hermana, y había dejado a la Corte
Solar caer ante Morgan. Que nos haría eso, no tenía ni idea.
Inclinó la cabeza.
Parecía más triste que nunca. Mierda. Esto era tan diferente a ella
que apenas podía soportarlo.
—Y lo harás.
Sacudió la cabeza.
—Tienes magia de luz. Así que a menos que vayas a esconderte por
el resto de tu vida, no serás capaz detener que se hable de ti. Y ya viste
lo que esa elección hizo a Liora.
—Sí, pero aun así voy con ella —continuó con fervor—. Y buena
suerte parando a los otros miembros de nuestra manada nos acompañe.
Estamos juntos. Maggie nos dijo que estábamos destinados a mirar las
espaldas de los otros.
Muy bien. Entonces, una vez que completen las pruebas, deben
escapar y encontrarme en Ewa.
Una pausa.
Adrianna se me adelantó.
Mierda.
Adrianna se enderezó.
—Muy bien. —Hazel saltó hacia arriba y dijo—: Cojan el mapa que
Maggie les dio.
—El resto de las secciones redondeadas son para cada uno de los
objetos que necesitamos. En la parte de atrás es donde he escrito la
información que necesitan para encontrarlos. —Hazel arrastró un dedo
por las cuatros secciones diferentes del mapa: Los Acantilados Wisinder,
el Bosque del Azar, las montañas Barsul, y el Bosque Attia.
—¿Qué es…?
Hazel interrumpió.
Me enderecé.
—No puedo escuchar nada. Pero las arañas son una versión
retorcida de los Sami; son expertas en permanecer sin ser detectados.
Sin embargo, no hay razón para que vinieran detrás de nosotras, aparte
de la curiosidad. Esperemos que nuestra suerte se mantenga.
—Eso no va a pasar.
—Bien. Entonces debes saber que los korgans son sprites de piedra
y pueden matar en un solo golpe. Por lo tanto, si se acercan a ti, no dejes
que te golpeen. Esquiva o corre. Mientras tanto, intentaré abordarlo
desde el aire.
—Sus ojos y sus orejas son sus puntos más débiles —dijo, tocando
un lado de su cabeza—. No te molestes en usar tu Utemä. Simplemente
desafilarás el filo o romperás la hoja.
Cobarde.
No pensé.
—¡OYE! ¡TÚ FEA PILA DE MIERDA! ¡SI LA TOCAS JURO POR LAS
CORTES OSCURAS, LAS CORTES DE LUZ Y CADA DIOS QUE ALGUNA
VEZ VIVIÓ QUE TE CONVERTIRÉ EN MIL PIEZAS!
—¿Qué?
¡Muévete!
No. Estaría bien. Tenía que estarlo. Aparté las partes de mí que
querían arrodillarse, llorando en la suciedad.
¿Qué instintos?
Silencio.
Maldición. Piensa.
No podía ver su cuerpo desde esta posición. Eso solo casi me hizo
correr. Pero algún impulso salvaje me instó a abandonar el camino más
fácil y buscar en su lugar el imposible.
Miré a la criatura que casi nos había matado a las dos. Asimilando
su pesada piel, dije:
No era broma.
—Si lo hace, echaré a nuestra manada sobre él. Cai estaría allí en
un instante. Cualquier cosa para defender tu honor.
—Siska.
Me volví para ver los brazos de Cai extendidos hacia Adrianna, pero
su ceño fruncido los hizo aflojarse a los costados. Soltó un bufido
demasiado fuerte y se pasó una mano por el pelo.
—Cinco días sin un baño harán eso. —Un vano intento de hacer
una broma.
Lo que sea que dijo hizo que la cara de Frazer se aflojara. Como
aturdido.
Asentí sombríamente.
—Lo sé.
—Lo es.
Desde allí recité todo lo que Hazel nos había dicho lo mejor que la
memoria me permitía. Liora jadeó un par de veces, y Cai maldijo mucho.
Frazer, sin embargo, permaneció en silencio. Su reacción era la que más
me preocupaba. Una expresión vidriosa y vacía y las mejillas sin sangre
rara vez equivalían a algo bueno.
—Realmente no.
Adrianna resopló.
—Ojalá. No, mis parientes no son tan dignos. —Una pausa tensa
fue seguida por—: Diana Lakeshie es mi madre.
Liora parpadeó.
Apenas una explicación, pero Liora rara vez era tan obstinada. Mi
resistencia se debilitó, y dejé que me sacara de los cuarteles. No me soltó
hasta que salimos. Me volví hacia ella, frunciendo el ceño.
—He vivido entre los fae toda mi vida. Todavía me cuesta entender
su comportamiento. Todo lo que puedo decir es que muchos fae
desprecian a Diana. Tal vez más que a Morgan.
—¿Por qué?
—La verdadera amistad es casi sagrada entre los fae. Y Diana y
Sefra eran cercanas. La negativa de Diana a ayudar fue una traición a
esa conexión. Me imagino que Frazer probablemente siente eso aún más
agudamente. Eres su pariente —agregó simplemente—. Eso también
hace de Sati y Sefra su familia.
Liora continuó.
—¿Estás segura?
—Sí.
Miré hacia el edificio del personal otra vez y consideré cómo jugarlo.
—En realidad, estaba pensando que podría ser una idea para ti
intentar con Wilder.
Un pasillo con seis puertas, tres a cada lado, nos recibió. Liora fue
directamente a la primera habitación a la izquierda, que, gracias a
Adrianna, sabíamos que pertenecía a Goldwyn. Miró por encima del
hombro, sus ojos viajaron desde mí a la puerta de Wilder y de regreso a
mí, como si dijera, Sabes que quieres hacerlo.
Sí y no.
¿Quería verlo?
¿Debo golpear?
Mierda.
—¿Serena?
Correcto. ¡Piensa!
—Lo siento. —Mi voz salió calmada, tranquila. Una sorpresa, dado
cómo reaccionaba mi cuerpo—. Adi me dijo que esta era la habitación de
Goldwyn.
Tita gimió.
—Golpeé.
Interesante.
—No lo planeé.
—Lo sé.
Parpadeé.
—Yo, por otra parte, no lo soy. Puedes confiar que lo que sea que
tengas que decir nunca irá más allá de estas paredes.
¿Qué podía decir? ¿Podía confiar en él? No sabía casi nada sobre
su pasado. Al final, me conformé con una media verdad.
—Continúa.
Descarté eso con una risita suave, débil incluso para mis oídos.
Mi pulso se aceleró.
Algo horriblemente parecido al reconocimiento apareció en su
rostro.
—Tal vez deberías guardar el resto para ti. Algo me dice que no
estás lista para compartir el resto, de todos modos. Pero, quiero que sepas
que si tuvieras algún tipo de problema, te ayudaría.
—Tal vez lo estoy —suspiró—. Su olor está sobre ti. ¿Lo sabías?
Se quedó con sus alas para mí, la madera agrietándose bajo sus
dedos. No sabía qué me hizo confesar; tal vez fue mi conmoción absoluta
de que hubiera admitido eso.
—No es así.
—Pero sus esencias están demasiado enredadas para que sea otra
cosa.
—Eso no es posible.
—Entonces... No, por favor, por favor, por todos los malditos dioses,
no lo hiciste. ¡Dime que no hiciste ese vínculo con él!
—No lo tocarás.
Verme con una cara amenazadora pareció templar algo en él. Las
líneas de ira se desvanecieron de su rostro, y su boca se alzó en un
espasmo involuntario. Su brazo parecía estar alcanzándome, pero en el
último segundo, lo levantó y apretó la parte posterior de su cuello. Parecía
tan perdido, que la rabia asesina desapareció. Eso no me impidió decir:
—Sé que a otros fae no les va a gustar, pero ya está hecho. Deja
que el mundo piense que solo somos amantes. Eso no está prohibido —
dije, amargura coloreando mi voz.
Wilder no pareció darse cuenta. Se desplomó de nuevo en el sillón.
Apoyando los codos contra las rodillas, comenzó a frotarse la frente.
Me levanté de golpe.
—Adivinaste, ¿verdad?
Eso me enojó.
Resopló burlonamente.
—¿Cómo sabes tanto sobre lo que ella haría con Frazer y conmigo?
—¿Qué cambió?
—Sabes que solía ser un Sabu, pero no que presté servicio en los
ejércitos de Sefra durante más de dos siglos.
—¿No lo fue?
Mi respiración se atoró.
Parpadeé. Estrellas…
Dioses, quería creer eso. Pero había servido a la misma fae que
había destrozado a mi familia, asesinando a mi padre y obligado a mi
hermana y madre a exiliarse.
—¿No lo extrañarás?
—Supongo que no. —Me puse de pie para meter el libro debajo de
mi brazo y añadí a la ligera—: ¿Y si Dimitri descubre que me has estado
regalando libros?
—Deberías irte.
Casi gemí en voz alta. Había habido una paz frágil entre ellos a raíz
de su lucha. Hoy, apenas unas horas antes de la prueba, el conflicto
parecía listo para volver a encenderse.
El habla me abandonó.
No estaba equivocado.
—Oh, querido.
Había estado dentro una vez antes para ver el juego entre las
manadas de Wilder y Dimitri. Ahora era mi turno. Hice todo lo posible
para prepararme para esto, pero todavía no me parecía suficiente. Nunca
sería suficiente.
—¿Invitados? —grazné.
—Bloquéalo. Estamos luchando los unos por los otros ahora. Eso
es todo lo que importa.
Entonces vi a alguien volar hacia las gradas que hizo que mis
entrañas se petrificaran.
Hunter.
Me tambaleé precariamente.
Hunter.
Hilda continuó:
Voy a arrancarle las alas por sugerirlo. Y luego mataré a ese gusano
infiel al que llamaste amigo.
No. No.
No fui yo.
No había prestado mucha atención a los otros reclutas en nuestras
sesiones de boxeo. Al principio, debido a un cierto fae distractor.
Entonces, nuestra manada se había absorbido totalmente entre nosotros
y nuestra misión. Por los breves destellos que había visto de ella, era una
luchadora decente, mejor que yo, de todos modos.
Oh.
De alguna manera, tenía que hacer que contara. Para hacer eso,
tenía que superar esta maldita prueba. Mi estómago se calmó, y mi pulso
dejó de latir frenéticamente.
La fae que puede hacer más que hacer promesas vacías a los
condenados.
Hilda gritó:
Andaline era una hembra fae y más que un rival para Roan. Tal vez
esta maldita lista sería justa.
—Bien. —Frazer me lanzó una sonrisa salvaje. Sabía que era para
mí bien.
Hilda gritó cuatro nombres más antes de pedir a los demás que se
hicieran a un lado. Supuse que eso me hacía del Equipo B, junto con Cai
y Liora.
Giré y encaré a las gradas mientras miraba furtivamente a mi
competencia. Con algunas excepciones, como Cai, los mejores de nuestra
clase estaban peleando en el primer grupo. No me molesté en celebrar.
—¡Prepárense! ¡Empiecen!
Hilda lo finalizó.
—Cole. Ve a la pared.
Él era uno de los de Mikael. Alto, rubio, guapo. Y por la sonrisa que
jugueteaba alrededor de su boca, arrogante como el infierno.
Jace tomó su posición al otro lado. Wilder nos gritó que tomáramos
nuestras posiciones. Incliné un pie delante del otro y recé para que mi
entrenamiento me ayudara a superar esto.
—¡Empiecen!
—Eso fue increíble. —Lo más increíble fue que Adrianna me había
elogiado por algo.
—Gracias —murmuré.
Dos nombres más fueron llamados. Así que, eran las únicas que
quedaban en pie. Liora estaba a la defensiva. Quería cerrar los ojos,
bloquear la imagen. En cambio, los nervios me hicieron tomar la mano
de Frazer y, como idea de último momento, de Cai. Parecía dolorosamente
neutral. Aunque incluso él no podía parar el temblor de su mano cuando
Liora le cortó el aliento a Reese con una patada en el pecho.
Hilda continuó:
—Haz que los fae que esperan en las gradas te lleven a ti en vez de
a mí.
—No puedes ser amigo de un fae. ¿Estás segura de que no fue otra
cosa? —dijo Cassandra con veneno.
Respiré y continué:
—Adiós entonces.
—Por ahí.
—¿Ese es el déspota?
—Lo sé.
Sí, brata.
—¿Lista?
—Sí.
No hubo respuesta.
Sentí una gran oleada de respeto por ella. Hunter, por otro lado,
simplemente frunció el ceño.
—No todos los hogares son iguales. Y no todos los fae son crueles.
Parece que has escuchado un par de historias de horror y asumes que
todos somos iguales.
Entonces espeté:
—Sí. Sí la tienes. Así que por favor, por mí, lleva a Cassandra al
burdel. Uno de los mejores, si es que esa cosa existe.
Los ojos de color arcilla de Hunter encontraron los míos. Había un
dolor ahí. Uno que no entendí. Finalmente suspiró por la nariz y miró
hacia otro lado, pero también asintió.
Eso solo hizo sentirme más culpable. Culpable de que una vez
llamé a este fae mi amigo. Esperaba que eso se viera cuando miré por
sobre su hombro hacia sus ojos temerosos y dije:
Ni siquiera parpadeó.
Puro sarcasmo.
—¿Ahora tienes amigos? —preguntó con una sonrisa triste—. Eso
es bueno.
Se recostó un poco hacia atrás para poder mirarme a los ojos. Una
resistente mirada intensa.
—Por supuesto…
Estaba ya asintiendo.
—¿Qué tiene que ver esto con creer que debes protegerme?
—En el pasado, los reclutas que fallaban las pruebas más de una
vez eran revendidos en la Tierra de los Ríos, y a menudo se convirtieron
en empleados domésticos en casas de altos nacidos o en la corte.
—Pero Diana ha cambiado sus leyes otra vez. Todo para acomodar
los esfuerzos de guerra de Morgan. Así que ahora, la Caza es llamada
para escoltar las fallas de la Corte Solar, donde las entregamos a las
arañas.
Parpadeé. Severo.
Hunter comenzó:
—No hay nada que hacer. No puedo hacer lo que ella quiere. Ambos
seremos asesinados.
Ese tono resignado. Había mentido.
—¿Ni siquiera vas a advertirle? —mi voz era suave, tan suave.
Parpadeé y espeté:
—Estás enfermo.
—Esfuérzate más.
—…sino que también te has acostado con un desviado sin alas que
parece que no puede dejar de correr para rescatarte. Y por la mirada de
dolor que éste te ha disparado durante nuestra conversación… —Dimitri
hizo un gesto hacia Hunter—, ¿supongo que también están involucrados
de alguna manera?
—Considérame advertida.
Parecía desconcertado.
—¿Lo soy?
—No importa cómo la llames. Eso es lo que ella es. Ahora, vete —
ladró Wilder.
—¿Serena?
—Entonces adiós.
—¿Estás bien?
—Define “bien”.
Wilder no pestañeó.
Un conciso asentimiento.
Allí estaba la famosa corte de luz entre las estrellas, donde las
almas buenas se divertían con la luz, la música y el arte. Y, por supuesto,
la corte oscura que estaba ubicada debajo del volcán sin nombre. Los
malhechores, los demonios y toda clase de criaturas retorcidas
encontraron su hogar allí. El tercer reino era la luna, o la corte "espejo",
donde residía el destino.
Pero un fae había escrito La Canción Más Oscura como si los dioses
y las cortes fueran reales. Era una historia escrita, no un tomo religioso.
Ninguno de mis estudios con Viola había revelado la mitad. Por supuesto,
los humanos en el Guantelete siempre habían sabido que nuestras
creencias religiosas persistentes habían sido compartidas por los fae. Si
se le creía al libro, entonces los humanos habían perdido mucho. Nuestra
espiritualidad era ceniza y caprichos en comparación con el rico tapiz
presentado en La Canción Más Oscura.
Wilder regresó al salón con una bandeja con dos tazas y dos vasos.
—Wilder, ¿por qué estoy aquí? ¿No escuchaste lo que dijo Dimitri?
—Oh.
—Te amenazó.
—Sí.
No pude evitarlo.
—¿Nosotros?
—Maldita sea.
Mi risa murió.
—¡Serena!
—¿Qué?
Reprimí una réplica. Porque tenía razón. Eso no lo hizo más fácil
de digerir. Esto no era lo que quería: que él me viera como un deber
oneroso.
Asentí.
—Tendré a mi manada.
Wilder estaba de repente allí de rodillas, tirando de mi barbilla
suavemente hacia él para que nuestros ojos se encontraran. Su mirada
era abrasadora, exigente, y mi pecho se incendió.
—No, pero...
—Podrías irte después de que me hayas regresado de la sexta
prueba. Ciertamente, estarías más seguro sin que nosotros te
desaceleremos —dije, con voz ronca.
Eso, allí, revolvió mis entrañas. Floté hasta mis rodillas para que
estuviéramos al nivel de los ojos, y dejé que mi mano se deslizara hacia
la línea de su mandíbula. Solo un dedo. Su cuerpo se tensó ante mi toque,
pero no se alejó. Así que dejé que mi otra palma aplanada subiera a su
pecho para colocarse contra él: un macho cálido y sólido.
—Wilder...
—Tenemos que tomar esto lento. Soy fae, y tú eres humana. Yo...
Necesitamos llegar a un acuerdo con lo que eso significa. Estamos
destinados a perdernos.
Sin duda.
—Estás bromeando.
Bastardo.
—Te veré en tres días al amanecer. No intentes irte sin mí. Puedo
rastrear mejor que cualquier fae de la Caza Salvaje. Especialmente a la
que estabas abrazando.
—No es mío.
—Está bien, pero, ¿confías en él? Quiero decir, ¿lo suficiente para
creer lo que dijo sobre la Tierra de los Ríos? —Estaba tratando tanto de
no sonar como si la idea le doliera.
Un silencio sosegado.
—Pobre Cassandra.
Mi voz se descongeló.
—No peleé con él porque si tiene razón sobre que las amenazas son
reales, entonces volar a Attia hace las cosas más fáciles.
Un silencio bochornoso cayó durante ocho rápidos latidos, durante
los cuales sus ojos se movieron hacia arriba para penetrar en mí con esos
ojos azul marino que ardían como el mineral fundido.
Me encogí de hombros.
—Qué emocionante.
—Él sabía que Dimitri podría ser un problema. Por eso me hizo
salir por la ventana.
Me enfrenté a ella.
—¿Y supongo que también han usado ese truco en las habitaciones
de los otros instructores? —murmuró Adrianna.
—Supongo que sí... —Se iluminó con una sonrisa, y algo encajó en
su lugar—. ¿Quieres usar eso para entrar y robar algo más?
Cai apoyó los codos en sus muslos y puso sus manos en la posición
de campanario, agregando:
Eso fue todo. Cai frunció el ceño un poco, pero Adrianna apenas
reaccionó. En lugar de eso, fue al paquete en su cama, sacó la cuchara y
la arrojó. Frazer la hizo girar entre los dedos, sus ojos se desviaron hacia
los míos.
Allí estaba.
Estaba segura de que lo había dicho para mi beneficio, así que dije
"gracias", en el preciso momento en que Cai dio una palmada. Nadie la
vio devolviendo la sonrisa y asintiendo en reconocimiento.
Éramos los mismos: los dos codiciados por los fae que parecían
estar muy por encima y más allá que eran tan fríos y distantes como las
estrellas. A veces, solo necesitabas una mano para mantenerte en la
oscuridad. Tenía eso.
SALÍ TRES DÍAS después para ser recibida por un cielo teñido de
coral, nubes ondulantes y una brisa fresca que me enfrió las mejillas y
me alegró de haber tomado medidas para protegerme del frío, a pesar de
la estación. Envuelta con una capa y guantes, respiré hondo, llenando
mis pulmones con el primer olor de un verano fragante.
—¿Lista?
Mi corazón se apretó.
—¿Es Wilder?
—Ahí.
Guardó su arco y flecha cuando mi cabeza se estiró hacia el dosel
enredado.
Wilder.
Wilder.
—¿Qué pasa?
Lo consideré.
Asintió distante.
—¿Por qué?
Una pregunta cautelosa. No podía imaginar por qué. Era una cosa
tan pequeña para preguntar.
—Suena más como una figura materna que como una amiga —
continuó.
—¿Oh?
—Aunque no lo hará.
—Hilda nos habló de un nuevo pedido; uno que nos hizo entregar
esos reclutas a la Caza. Pero asumí que serían devueltos a los Mercados
en Solar, para ser vendidos. Morgan desprecia la debilidad en todas sus
formas. ¿Por qué iba a comprar soldados fallidos? ¿Hunter te dio sus
sospechas?
—¿Qué pasa?
—Lo que me preocupa es: ¿por qué ahora? ¿Qué la ha hecho tan
paranoica? —murmuró Wilder.
—Por mucho que me sienta tentado de verte acercar sus pies a las
brasas, mi amor, no queremos molestar a Morgan más de lo necesario.
—¿Wilder.
—¿Mmm?
Maldita sea.
—¿Supongo que no hay nada cerca que podamos cazar que sirva
para una mejor cena?
Eso cambió algo en mí. Suficiente para que cerrara los ojos y
susurrara:
—Eso es correcto.
Fue menos juguetón de lo que esperaba. Más serio. Las comisuras
de mis labios se levantaron mientras trazaba líneas por mis brazos. Envié
una última súplica desesperada por la seguridad de Frazer antes de
finalmente someterme y hundirme en el olvido.
El Corazón del Bosque
Traducido por Gerald, Mary Rhysand & NaomiiMora
—Sí.
¿Más fuerte?
Tal vez, lo que sea que hubiera entre nosotros se convertiría en otra
cicatriz en mi corazón.
Pero... había sobrevivido.
—Serena.
—Ahora no.
—Dioses —exhalé.
—Eso es suficiente.
Aflojé los cordeles del saco. Siempre tan gentilmente, intenté reunir
los tallos espinosos dentro del saco sin tocarlos. Eso falló. Así que, con
un vientre retorcido, me preparé para tomar un tallo con mi pulgar y dedo
índice. Había tomado unos guantes de cuero del armario de suministros.
¿Seguramente serían suficientes para protegerme de las espinas?
—Está bien.
Abrí los cordones del saco tanto como podían abrirse y lo coloqué
cerca de las zarzas. Wilder utilizó el borde de su daga y un movimiento
rápido de la muñeca para maniobrar el tallo. Las espinas se engancharon
en los costados del saco. Mi corazón golpeteó una vez y se detuvo.
Entonces, éxito.
Escuché un siseo.
Mierda.
Cierto.
—¡No! Estarás expuesta. Serena, por favor, solo vete. —Una orden
y una súplica desesperada.
Me quedé boquiabierta.
—Serena, corre.
Esos ojos verdes se cerraron, y cayó sobre su frente. Quieto y sin
vida.
—Capturé a un traidor.
Por una fracción de segundo pensé que debía ser una coincidencia.
Luego vi la ropa familiar verde y marrón, pelo corto y negro y alas
tormentosas. Un puño de hierro se apoderó de mi corazón y pulmones, y
apretó y apretó. La sangre de mi corazón se derramó cuando sus ojos se
encontraron con los míos.
No la muerte.
—Tal vez.
¿Y luego qué?
—Lo sé. Es por eso que vas a tomar a Wilder y nos dejarás atrás.
Él es el premio, no ella.
Dejé de respirar.
—Bien.
—Explícate.
Hunter se apresuró:
—¿Por qué te enviaría? Si vio que tenías sentimientos por mí, ¿por
qué confiar en ti para capturarme?
—¿Por qué arriesgar eso para salvarme entonces? Estás más que
dispuesto a sacrificar a Wilder.
—Serena...
Eso me calló.
—No me toques.
—¿Qué plan?
Una pausa.
—Bien. Ve al punto.
—Es llamado Kaskan. Una vez encantado, no puede ser usado para
dañar a su dueño. Es tuyo ahora, y nunca se perderá, siempre y cuando
el objetivo esté en la mira y tengas la concentración y el corazón para
dispararle a alguien. Son prácticamente imposibles de conseguir. Así que
fue al único brujo que aun los hace. Nunca me dejaría entrar, así…
—¿Lo robaste?
Estaba impactada.
—¿Está bien?
Asintió de nuevo.
—Isabel me dio algo más, algo que nos ayudará. —Su mano libre
se clavó en sus cueros marrones para sacar un trozo de cristal de cuarzo
que parecía estar emitiendo ondas de luz—. Tiene un poderoso encanto
de ocultación en su núcleo. Impidió que Wilder nos sintiera, pero ahora
puede hacer lo mismo por ti y por mí. —Lo guardó en el bolsillo y continuó
con un tono más brillante y esperanzador—. Ven conmigo, Serena. Con
la piedra, puedo llevarnos a través del mar a Asitar o Makara. Podríamos
estar seguros allí. Tendríamos la oportunidad de una vida fuera del
control de Morgan…
Hunter solo me miró, con los ojos aguados. Cuando habló, su voz
estaba rota. Una escofina.
—No había pensado en ello aun. Morgan no es toda poderosa, y la
mente no es un libro abierto en el que puedes pasar las páginas a
voluntad.
Dudó.
—Ya lo hiciste.
Pero no había dado diez pasos antes de correr directo a otro cuerpo
masculino. Me alejé desorientada. ¿Tysion?
—Comprobando.
Él fue inflexible.
Sin duda.
—Bien.
Me detuve.
—¿Puedes rastrearlo?
Mierda.
—¿Ya?
Frazer resopló.
—¿Cómo no encontraste?
Algo, un recuerdo, brilló a través del vínculo. Fue difícil no jadear
en voz alta. ¿Dejaste que Adi te llevara?
Frazer continuó:
Mi estómago se volcó.
—Sí.
No había palabras…
—No puedo creer que ese atontado idiota pensara que te irías con
él. Después de lo que ha hecho. —Apuntó con una ballesta cargada hacia
Tysion y gruñó—. Y esta cosa es el vástago de Dimitri. Ugh, no es de
extrañar que sea tan vil.
—He oído que el Paso está lleno de cuevas, todo el camino hasta
las montañas. Puede que haya algunas que sean seguras para pasar la
noche.
Nunca había sido un lagarto solar, pero ahora esa luz iluminaba
mi mundo. Hacía que las montañas sombreadas volvieran a brillar en
tonos cobrizos cuando el helecho que se aferraba allí estaba expuesto.
Entonces, mientras el valle cobraba vida ante mi mirada atónita, vi cómo
se movía el prado, cantando en sintonía con la brisa del verano. Pelusas
de diente de león flotaban perezosamente y las flores silvestres se
balanceaban, ondeando y brillando con residuos húmedos. Respiré
hondo, atrapando el olor de la lluvia reciente. El follaje había sido tan
espeso en Attia, que no era sorprendente que me hubiera perdido un
chaparrón.
—Te traicionó.
Divagué:
—Fui inútil. Más una carga que cualquier otra cosa. Y no sé cómo
sentirme realmente acerca de convertirme en fae. Pero ahora mismo, si
fuera posible, marcharía directamente hacia Ewa y exigiría a Hazel que
me cambiara en el acto. Siempre y cuando eso significara que nadie tenga
que protegerme así de nuevo.
—Pero…
—¡No! —gruñó.
—¿Cuándo?
—¿Puedo abrazarte?
Sentí un destello de humor negro en el vínculo. Era tan Frazer.
Asentí.
—También te amo.
Así que fue con un suspiro de alivio que oí batidas de ala. Adrianna
aterrizó a nuestro lado. Antes de que tuviera la oportunidad de preguntar,
ella dijo:
—Es mejor que cualquier otra cosa que yo pudiera haber hecho —
le dije con gratitud.
No más esperar.
—Lo siento.
—¿Tienes hambre?
Respondió instantáneamente:
—Yum —murmuré.
—¿Está bien?
—Entendido.
Frazer aun así me revisó una vez más tan pronto como entró. Luego
comenzó a olfatear la cueva.
—Serena me dijo que ambos nos salvaron. Solo puedo decir que
agradezco que sospecharan que fuera traidor —dijo Wilder.
Le devolví la mirada.
—Deja de entrometerte.
Adrianna interrumpió:
Frazer asintió hacia mí. Tal vez había visto mis pensamientos de
todos modos.
Wilder intercedió:
—¿Y qué hay de ti? Por todo lo que Hunter le dijo a Serena, parece
que Morgan no esperará más. Suena como si ella estuviera enamorada
de ti. ¿Qué le impide tomarte y forzar su camino hacia tu mente? Podría
ver los planes de nuestra manada de desertar. —Sus ojos encontraron
los míos y agregó—: Y cualquier cosa que le digas.
—Si puedo descansar mi ala esta noche, debería estar listo para
volar mañana.
Frazer se enderezó.
Ella pausó.
—Imposible.
—Sé que esto tiene magia. Sé que tienes algo grande que decirme.
Pero Frazer no se equivocaba cuando aconsejó cautela. Confiar en mí con
tu historia es peligroso, y si Morgan alguna vez se entera…
—Bueno, entonces…
—Di algo.
Su mirada se profundizó.
—Y como un fae con luz mágica, no serás tan frágil. Tal vez,
entonces, no me preocuparé cada vez que dejes mi lado —empezó Wilder.
Su boca dejó la mía con una pequeña mordida a mis labios que me
hizo inhalar profundo.
Dulce, exquisita tortura. Así fue. Cada sentido se redujo a ese único
punto de contacto donde la sangre de mi corazón latía con fuerza y sus
agujas esperaban. Gemí un poco cuando su culo se apretó y él se metió
en mis caderas.
El cuerpo de mi macho.
Abrí mi boca para decir que me importaba una mierda, pero Wilder
ya estaba diciendo:
Luché para encontrar esa fuerte voz. Liberó mi mano para agarrar
mi nariz entre su pulgar e índice. No dolía, pero no fue gentil cuando
arrastró mis ojos a los suyos. —No me dejes fuera. —Me soltó la nariz y
continuó—: Me sentiría honrado de ser el primero, pero no quiero que
esté en una cueva, eso es todo.
Le di mi mejor gruñido.
Sonrió beatíficamente.
Lo empujé.
—Sí.
—¿Debo decirte lo que quiero, Serena? —Se echó hacia atrás así
podía mirarlo, sus ojos ardían como dos estrellas, ahogándome—. Quiero
que nuestra primera vez sea lejos de todo el mundo, donde puedas estar
más cómoda. Donde pueda hacerte el amor.
Entonces, se detuvo.
—No te detengas.
Másmásmásmás.
—Wilder…
—Cariño —ronroneó.
—Arriba.
—Vamos.
—¿El qué?
—Claro.
Adrianna continuó:
Ese apoyo trajo una sonrisa a mis labios, como hizo la vista de su
pelo revuelto y sus ojos empañados mientras se retorcía fuera de su saco
de dormir.
—Mal.
—El mío fue un poco mejor. Me las arreglé para encontrar algunas
cuevas prometedoras. Voy a volver esta noche y explorar las ubicaciones.
— Sí —dije suavemente.
Confusa, pregunté:
—Dice mucho.
Un levantamiento de ceja.
Bien.
Grité.
Me ericé:
Idiota.
Siempre.
Wilder me cortó.
—Oh.
—Relájate Serena.
—Wilder, yo...
Una sonrisa tímida. Algo que nunca había pensado ver en una cara
tan dura.
Mi nombre sonaba como una risa y una plegaria en sus labios. Ese
pensamiento me atrapó, haciéndome querer estallar en luz y brillar como
una estrella en el cielo. Y olvidé.
Olvidé que era joven y que él viejo, al menos según los estándares
humanos.
—Te amo.
Me quedé mirándole fijamente a los ojos, un hueco ardiendo en mis
entrañas, esperando a su reacción.
Ligeramente.
Wilder continuó:
—Quiero que estemos seguros el uno del otro antes de que digamos
y hagamos cosas que nos cambien permanentemente.
Sentí que se había levantado una barrera, y peor aún, era obvio
que mi declaración había causado la distancia.
Demasiado cobarde para mencionarlo, desaté otra serie de
preguntas, todas sobre cuál era su plan para mañana. Cualquier cosa
para que me hablara.
—Duerme, Serena.
—¿Cómo lo cerrarás?
¿Ahora qué?
Wilder.
—¿Qué pasa?
—Por favor, solo dime lo que pasó. He odiado sentarme aquí, sin
saber.
No lo hizo.
Fruncí el ceño.
—El único instructor que dejó temprano a Hilda fue Cecile —dijo
Wilder, acariciando su barba—. Pero ella habría sabido que yo no estaba
aquí. —Se lamió los dientes y continuó—: Es una excelente rastreadora,
por lo que podría haber captado tu esencia desde el exterior. No sé porque
necesitaría hablar contigo aunque...
Tal vez. Pero se sentía como otra jaula. Y había tenido suficiente de
esas.
La tristeza se hundió.
Wilder me ofreció la palma abierta. Lo miré fijamente, resentida y
hosca.
—Serena.
Oh, mierda.
—Serena, si ella pone sus manos sobre ti o sobre mí, usará todos
los sentimientos que pueda para manipularnos. E incluso si derrotamos
a Morgan, entonces serás la heredera de una corte, o al menos, una
princesa. No puedes estar con un Guerrero deshonrado que mató a
sprites y fae en el nombre de esa perra malvada. Podemos ser amigos y
amantes y mucho más entre medias, pero amor... eso es diferente.
Parpadeé ¿Qué?
Solté una risa plana y fría. Estaba más allá de preocuparme en este
punto.
Una herida supurante había sido abierta ante mis ojos. Había
mordido demasiado profundo, ido demasiado lejos. Debería disculparme.
En su lugar, solté:
—Eres un cobarde. Ni siquiera estás seguro de que no seamos
compañeros. Las cosas pueden cambiar o ponerse en su lugar más tarde,
y no le estás dado una oportunidad. Simplemente estás usando una
profecía que no tiene sentido para poner distancia entre nosotros.
Parecía que quería escupir fuego. Pero en sus ojos, había algo
bastante familiar, que las palabras salieron atropelladamente.
—Porque si hay alguien más ahí fuera para mí, hay una posibilidad
de que te rechace. Tienes miedo.
—Wilder… —comencé.
Sal de mi vista.
Fue Frazer.
—Por supuesto.
—No me ha tocado.
—Cree que nos hará más vulnerables, pero yo creo que es porque
no cree que sea mi compañero, gracias a la profecía de Maggie. Así que
quiere esperar hasta que yo entienda lo que significa amarlo.
Adrianna continuó:
—Así que todos los fae que me han gustado han sido mayores.
Mientras más viejo sea el fae, más cauteloso. Es por eso que nunca he
tenido sexo —admitió sin rodeos.
—Solo comprobaba.
—Mmm.
—Wilder me dijo que las puertas están protegidas con una frase.
Pero no pude oír lo que era.
—La palabra clave siendo a veces —dijo Frazer con una ceja
levantada.
Adrianna falló con el pestillo.
Le eché un vistazo.
—¿Quién? ¿Wilder?
Me quedé boquiabierta.
—En realidad, creo que es una de las razones por las que se siente
tan atraído por ti. Pero aun así te empujó a quedarte confinada en sus
habitaciones durante días.
—¿Quécómocuándo? —escupí.
—¿Qué hacemos?
—Se fue.
Los ojos oscuros de Dimitri brillaron ante la protección con ese solo
movimiento.
—Cecile es asesinada, ¿y tú y tu demonio sin alas son los únicos
alrededor?
—Vete ahora.
A la garganta de Wilder.
—¿Sabes que solía ser una espía? —le dije a la espalda de Wilder.
Se volvió lentamente.
—¿Adrianna te lo dijo?
Una mano me agarró del hombro. Levanté la vista para ver una
cara salvaje por el miedo. Frazer.
—Estoy muriendo.
El Vínculo
Traducido por Wan_TT18
Obedeció.
—¿Dónde empezamos?
—Vaya dificultades.
—Quisquilloso —murmuré.
—Pobre Cecile.
Liora continuó.
Me rompió el corazón.
Liora se levantó.
—Siska.
—¿Estás bien?
Un rápido asentimiento.
—Bien. Ahora que Serena está mejor, todos deben volver a entrenar
para la batalla en la arena.
Todos los ojos fueron a Cai, pero Liora fue la que respondió.
Cai la interrumpió:
—Sí —golpeó.
—Oh.
Me quedé boquiabierta.
—Necesito que hagas algo por mí. O más bien, necesito que me
dejes hacer algo por ti.
—Quiero luchar por ti, Serena... ¿Smith? ¿Raynar? —dijo, con una
sonrisa jugando en su boca.
Me cortó en seco.
Era tan tranquilo, tan suave. Una súplica que tiró de mí.
Maldito sea.
Confía en tu corazón.
Doble maldición.
Maldición.
Siempre me había gustado Myla. Sería más fácil luchar contra una
persona odiosa.
Bien. Los fae sufren sin una apropiada movilidad de sus alas. Será
más lenta y torpe.
—¡Empiecen!
Estás dejando que dicte los términos. Haz algo. Urgió Tita.
Un golpe.
No pares.
Dos golpes.
Una sonrisa apareció en mis labios ante la vista del macho. Envainé
mi espada y caminé hacia el lado de la arena, hacia el área de los
ganadores. Cai era el único ahí. Corrí y le cogí en un fiero abrazo.
— Lo hicimos —susurré.
Cai murmuró algo que creo que podría ser: “Gracias a las
hermanas” mientras Liora esprintaba. Chocamos en un abrazo a tres
bandas, nuestras cabezas chocaron.
Sus ojos brillaron con sorpresa, pero asintió una fracción. Un pulso
cálido me atravesó repentinamente. Nos liberamos los unos a los otros y
Liora habló.
Se lo dejé a Liora.
—Le encontraremos.
Una buena estrategia, sin embargo, gruñí en voz alta cuando fue
contraatacada. Previendo una finta, Cole golpeó suavemente su brazo.
Un golpe a su favor. Las alas de Adrianna se extendieron ampliamente
en sorpresa y se tambaleó, realmente se tambaleó hacia atrás.
Un asentimiento diestro.
Hilda se ralentizó por una fracción demasiado largo. Ahí fue cuando
un arpón la atravesó la garganta. Un lanzamiento imposible posiblemente
desde el otro lado de la arena.
—¡Cai! ¡Flechas!
—¡Muévete!
—¡No!
Sonidos del vómito de Cai contra las baldosas viajó por encima de
mis gritos.
Bendito alivio.
—No agua. Algo más fuerte, para calmar el dolor —Adrianna dejó
salir forzosamente.
—El Braka está en el segundo gabinete desde la derecha —dije,
naturalmente, demasiada familiarizada con las habitaciones de Wilder.
—Adi, termínalo.
—¿Ahora qué?
Ewa.
—Cierto.
—Voy a encontrarlo.
—Pero hoy, hoy debemos huir —dije, odiando cada vil palabra que
escupí de mi lengua.
Liora había elegido una hoja delgada y recta. Cai había cogido una
espada larga. Luego de guardar el kit médico, Frazer sacó una daga y una
Utemä. Adrianna fue la última en el anaquel, seleccionando una larga
hoja de doble filo; afilada por un lado, serrada por el otro. Cuando se
movió hacia los arcos, Frazer la bloqueó.
—Sí, pero los arcos son incómodos para llevar volando y no estás
completamente curada. Así que seré yo el que lo lleve —dijo Frazer,
cogiendo un carcaj.
Un silencio.
Intente de empujarlo.
Cai llego primero a la puerta con señas para que entrara. Había
pasado un tiempo desde que la había visto; el cambio en su apariencia
era sorprendente. La muerte de Cecile la había devastado: moretones
púrpuras manchaban sus párpados inferiores, su bronceada piel se
había vuelto pálida, y ese halo dorado de cabello se veía grasiento. Las
únicas partes de ella que permanecían fieles a su estatus de guerrera
eran las placas negras de armadura que llevaba y la hoja curva en su
cadera.
—Puedo ver por los bolsos que están planeando huir. Considerando
lo que acaba de pasar no los culpo. Pero si quieren la oportunidad de
recuperar a Wilder, estoy aquí para ayudar.
—Mi fuente dice que Dimitri se está dirigiendo hacia una araña en
el bosque. Después de eso, sus órdenes son volver aquí y tomar el control
de las cosas. Aparentemente está obsesionado con capturarte —terminó,
mirándome fijamente, frunciendo los labios.
Decisión hecha.
Por supuesto…
Me retrasé un poco para flanquear a Liora y encontrarme con su
expresión curiosa. Moví mi kaskan e hice un gesto a su espada.
Intentando señalarle con mi cara y cuerpo. Estate preparada.
Goldwyn fue generosa y nos dio otro aliento para protestar. Nadie
lo hizo, así que se volvió hacia Adrianna.
—Bien.
Nada estaba bien, eso estaba claro. Aun así Goldwyn asintió. No en
aprobación. Sino con un desolador entendimiento.
Mi corazón tembló.
A través del claro, Wilder estaba con los ojos cerrados, obviamente
inconsciente. Estaba atado a un árbol. Su pelo caramelo se había soltado
del nudo donde usualmente lo mantenía, y tenía un horrible corte en su
labio. Más allá de eso, se veía de una sola pieza.
¡SERENA!
No, no el…
Tita fue ahogada por el cloqueo de una lengua y una extraña helada
voz femenina.
—Hunter, no.
—No lo necesitamos.
Todo verdad.
Hunter se preparó para salir, sus alas golpeando como los ecos de
pánico de mi corazón. Obtuve una última torturada mirada mientras él
murmuraba:
—Adiós Serena.
—Buen libramiento.
—No sabes nada. Hago lo que debo para mantener fuerte el imperio
de Morgan, para proteger a su gente de algo peor. ¿Crees que me ha
gustado perder mis años en ese campo de mierda, espiando a Wilder?
¿Qué nos ha gustado? —Retorció su cabeza hacia Dimitri—. Pero Morgan
quería su perro macho, su Sabu. Oh, cuando llegaste Serena, fue una
bendición de la corte de luz. Dimitri tuvo que tratar muy muy fuerte para
esconder su brillo. Aun así, yo fui quien tuvo el trabajo más difícil; pasé
semanas escuchando los mortales monólogos de Wilder. Él no podía estar
contigo, pero no se había sentido así antes, bla, bla, bla.
Una lágrima encontró mi mejilla.
—¿La mataste?
Lancé otra flecha, pero era demasiado tarde. Las espadas de Liora
y Goldwyn se habían perdido en la lucha, pero esa perra de dos caras
tenía una daga escondida y estaba presionándola contra la garganta de
Liora.
—¡Detente!
Estaba más allá de razonar, más allá de duda. Solo eres una voz en
mi cabeza.
—¿Qué me importa?
¿Cómo?
Si la salvará, quémalo.
Entonces déjalo ir, Serena. Déjalo salir. Eres libre ahora, susurró
Tita.
Estoy muerta…
Una sonrisa débil arrugó esos ojos cálidos, los ojos de una mujer
por la que había llorado la mayoría de mi vida.
—¿Eres Tita?
—¿Siska? —graznó.
—No sabía que siquiera fuera posible usar las líneas ley en una
persona.
Mi corazón trastrabilló.
—Solo díganme, ¿lo que sea que estuvieran hablando es algo que
deberíamos de saber?
—¿Quién es él?
—Nuestros ancestros dicen que Abraxus casi sin ayuda cazó los fae
de Aldar del este. Él era el líder, invicto en el campo de batalla. Y sin
embargo, no tenía magia propia.
—Se dice que él debe haber odiado nuestra especie por nuestra
riqueza y poder, particularmente nuestros lanzadores de luz mágica, que
son únicas en nuestra raza.
—Bien. Si crees que puedes lidiar con el dolor, será mejor que te
levantes y comiences a guiarnos. Usaré mi magia para esconder nuestros
rastros y nuestras esencias mientras vamos. No seré capaz de mantenerlo
infinitamente pero mi fuerza deberá durar hasta que hayamos aclarado
este desastre.
—Vamos.
S.B.Nova
Próximamente
A Kingdom of Nomads (Outcast #2)