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Nicolas Maquiavelo El Principe Direcei6n: R. B. A. Proyectos Editoriale, S.A. Titulo original: I Princip. ‘Traduccidn: Angeles Cardona Ilystracidn: Algar-Salmer. © Porla presente edicidn: SARPE, 1983. Pedro Teixeira, 8. Madrid ‘Traduccin cedida por Editorial Bruguera, S.A. ‘Depésito legak: M. 7.122-1985, ISBN: 84499-68488 (fom0 12"). ISBN: $4-499-6852-1 (obra complet) Printed in Spain - Impreso en Espa Imprime: Altamira, 8. A. Niccolo Machine Nicolas Maquiavelo 1469 El 3 de mayo nace en Florencia Nicolés Ma- =~ quiavelo (Niceold Machiavelli, en italiano), Su familia, una de las mas prominentes de la ciudad, habia venido a menos hasta el punto de ser declarada insol- vente. Es por ello que la formacién de Maquiavelo dentro del desconocimiento casi total que hay acerca de su infancia y juventud— fue sustancialmente autodi- dacta, 1492 Muere Lorenzo de Médicis, llamado el Magni- "7© fico, Savonarola inicia sus predicaciones contra Ja corrupcién, 1494. Los Médicis son expulsados de Florencia, Se 17" instaura la repablica inspirada por Savona- rola, Segtin algunos historiadores, Maquiavelo habria ingresado en este aio en la cancillerfaflorentina, pero este hecho no ha podido ser probado documental- mente. 1498, Savonarola es derrocado y ejecutado por he- teje. Maquiavelo, hasta entonces un descono- ido, es designado, pese a su juventud, secretario de la segunda cancilleria de la repiblica de Florencia 1.500 Realiza su primera misién diplomética de im- ~—* portancia viajando a la corte del rey Luis XII de Francia 1502 Contrae matrimonio con Marietta Corsini. A =~ partir de este aito, Maquiavelo, mano dere- cha del nuevo gonfalonieto de la repiiblica Pier Sode- rini, se encargara de los asuntos exteriores y de la de- fensa de la repdblica. A finales de este afio estalla una Nicos Magutavelo revuelta de capitanes contra César Borgia —a quien Maquiavelo ha conocido en la corte de Urbino— y que es répidamente sofocada. Ello dara lugar a uno de los primeros trabajos de Maquiavelo, la Descripcién de cémo maid el dugue de Valentinois a Vittellozzo Vitelle, 4 Oliverotto da Fermo, al seior Pagolo y al duque de Gravina Orsini, obra en la que se pone de relieve la ad- miracién del secretario florentino por los métodos de gobierno de César Borgia, duque de Valentinois, el fu- turo modelo de «nuevo principe». 1503, Redacta Cémo hay que trata alos pueblos de la Valdichiana sublevados. Tras la muerte de los papas Alejandro VI, padre de César Borgia, y Pio III, Maquiavelo acude a Roma, donde permanece hasta que finaliza el c6nclave del que saldré elegido el papa Julio IL, enemigo declarado de los Borgia. 15016 Es nombrado secretario del consejo de tos Nueve, érgano destinado a controlar las mili- cias florentinas que el mismo Maquiavelo ha organi- zado a fin de suprimir el concurso de tropas mercena- rigs para la defensa del Estado, Inicia la redaccién de una obra posta: las Decenales. 1508 Estancia de varios meses en Alemania, en la corte del emperador Maximiliano 1, con el objeto de impedir que Alemania invada a Italia. A su regeso escribe Descripcidn de las cosas de Alemania 1509 Maquiavelo toma parte, al frente de su mili cia, en la reconquista de la ciudad de Pisa. Concluye las Decenales 1510 Mision diplomética en Francia. Maquiavelo intenta, infructuosamente, que Luis XII haga las paces con el papa Julio II a fin de resguardar la po- sicién neutral de Florencia, Redacta la Descripcién de las cosas de Francia, 15 11 A fin de impedir la celebracién del Concilio ~~~ cismatico de Pisa, Maquiavelo viaja de nuevo a Francia, Se crea la Santa Liga entre los Estados Pon tificios, Venecia y Espafia con el objeto de debilitar a hegemonia francesa en It 1512. Las tropas espariolas, tras vencer a las floren- tinas en Prato, propician el retorno de los Médicis a Florencia. Maquiavelo es alejado del poder. 1513 Acusado injustamente de conspiracién, es torturado y encarcelado, Aungue al cabo de Uunos meses es puesio en libertad, se le somete al des- tierro de la ciudad de Florencia por espacio de un ao En la més extrema pobreza, Maquiavelo se retira @ su propiedad de San Casciano, donde inicia la redaccidn de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, que interrumpe para escribir en unos meses El Prin cipe. Ambas obras encierran gran parte del pense- miento politico del secretario florentino, 1516 Empieza a redactar la tercera de sus grandes —— obras, Sobre el arte de la guerra, al tiempo que eseribe los poemas que al ao siguiente dara a co- nocer en el volumen El asno de oro, 1519 Concluye los Discursos sobre la primera dé- cada de Tito Livio. Muere Lorenzo de Mé- dicis, a quien Maquiavelo habia dedicado EI Principe. 1520) El gobierno de Florencia pasa a manos del carderial Julio de Médicis, quien nombra a Maquiavelo historidgrafo oficial. Este concluye Sobre el ari de la guerra, da a conocer el ensayo Vida de Cas- sruccio Castracani de Lucca y su comedia La mandréigora | ttinie | 1521 Comienza a trabajar en sus Historias floren- tings. Inicia su correspondencia con Fran- cesco Guieciardini 1525 Concluye ocho volimenes de las Historias florentinas, asi como la comedia Clizia. El papa Clemente VII (Julio de Médicis) fe anima a prose- Buir sus estudios sobre el pasado de Florencia 1526, Es nombrado secretario de fos Cinque Prov- veditori Alle Mura, consejo encargado de supervisar las forificaciones de la ciudad. Al invadir las tropas de Carlos V cl Milanesado, se traslada a Roma y Peimanece al lado de Guicciardini, lugarteniente de las tropas de la Santa Sede. 1527 Al producirse el saco de Roma por parte de las tropas imperiales, regresa a Florencia, donde los Médicis han sido expulsados por segunda ved. Maquiavelo aspira a recuperar su cargo de secreta- tio en la nueva repuiblica, pero se le cierra el paso de- bido a las relaciones que ha mantenido con los Médics. Profundamente decepcionado, cae enfermo y muere el 21 de junio en Florencia 1549 Péstumamente, se edita por primera vez una novela corta, satirica, con el titulo de Belfa- gor archidiablo. El Principe En el verano de 1513, Maquiavelo, en su obligado retiro de San Casciano, interrumpis la redaccidn de los Discursos sobre ia primera década de Tito Livio para consagrarse a la composicién de un tratado de teoria politica, que inicialmente designé con el nombre de De principatibus y que ha pasado a la posteridad (a partir de la primera edicidn pdstuma conacida, que es de 1532) com el titulo de El Principe. Con esta obra Ma- quiavelo intents, por un lado, congraciarse con los Mé- dics, que acababan de recuperar el poder en Florencia, Y, por otro, persiguié un objetivo politico de més largo, Aalcance: concdensar su dilatada experiencia en las tarcas del Estado en un opisculo que pudiera serle dil a Lo- renzo de Médicis, quien por su joveneisima edad (habia nacido en 1492) bien podia llegar a encarnar el ideal de estadista que Maquiavelo propugnaba, Si el primero de los intentos resulté frustrado (Ma- 4quiavelo ya no tecuperé jamais la posicién de que go- zaba con anterioridad a 1512), el segundo no puede fra- ccasar de manera més estrepitosa, por cuanto Lorenzo (inmortalizado por Miguel Angel en la Capilla de los “Medicis de Florencia) se revelé como un mediocre esta- dista, que estuvo lejos de comprender el alcance que encerraban las paginas de El Principe. En esencia, lo que Maquiavelo expres6 en su tratado fue la necesidad de crear un Estado nacional que uni cara, bajo el mando de un principe, aquella Italia deca Nicolés Magulavelo dente de su tiempo, despedazada en pequetios estados feudales y, por lo mismo, dominada por las grandes po- tencias del momento, Espafia y Francia, Esta unifica- cin s6lo era posible para el secretario florentino me- diante la accién de una figura excepcional, un principe que por sus extraordinarias cualidades fuera capaz de construir una monarquia absoluta mediante una poli- tica fundada en la razin de Estado y en la que el fin justficara los medios. Para este modelo de principe, ‘Maquiavelo se inspiro en dos personajes de su época: Fernando el Catélico, que «de rey débil que era se ha convertido... en el primer rey de la Cristiandady (cap. XX1), y, muy especialmente, César Borgia, quien habiendo conguistado un vasto poder en muy pocos aos, se convirtié para Maquiavelo en la imagen mas cercana, a pesar de su dertota, del estadista que podia redimir a Italia de su humillacibn. Esta sumisién a la todopoderosa razén de Estado (concepto que fuc acufiado, por ciettu, mucho mas tarde y que se encuentra ya expliito en obras de trata- distas como Giovanni Botero), junto con la idea de que el fin justifica los medios (tan préxima, por lo demas, a las formas de actuacién de la naciente sociedad capita- lista), ha producido, al extrapolarse como elementos, luna persistente deformacién del pensamiento politico de Maquiavelo, cuya riqueza y cardcter progresivo pla- nean muy por encima del cinismo adherido al adjetivo «maquiavélico», aplicado al hombre astuto que obtiene algo mediante la falsedad y el engaio En principio, Maquiavelo parte de una posicién rea- lista, no reconocida explicitamente por sus contempo- raineos, y es Ia-de una pesimista consideracién de los hombres: la vida social esta regida por las pasiones de! poder, por el afan de dominio y de riqueza, por Ia bis- queda de la utilidad en provecho propio; la vida social tiene un cardcler antagénico, estan los que tienen y los que no ticnen. El Estado introduce elementos de regu- lacién de esta vida social; ahora bien, posee una logica propia distinta de la moral que regula la vida privada. En consecuencia, una teoria del poder ha de prescindir de la moral y, en general, de cualquier valor trasc dente. Y como la naturaleza humana para Maquiavelo, como fil6sofo de la Historia, es siempre la misma —conforma una realidad sometida a unas leyes rigu- rosas, cuyo mecanismo de funcionamiento es posible conocer—, la politica ha de ser estudiada objetiva- mente, esto es, como ciencia. Maquiavelo, asi, no entra en consideraciones sobre los medios. Estos estén dados ahi, son historicos, y el Estado debe utilizarlos de la mano del principe, su ins- trumento, Se trata como mucho de racionalizar su apli- cacidn. Bs necesario, por ejemplo, que el Estado orga- nice la violencia no mediante tropas mercenarias como ocurria en la Thalia de principios del siglo XVI, sino a través de milicias autéctonas, que al reclutarse entre el campesinado robustezcan el tejido social acercando, como muy bien lo capté Gramsci, el campo a la ciudad, Y que, al mismo tiempo, este ejército de base nacional pueda enfrentarse a los elementos ociosos, es decir, feudales, y vencerlos, Si El Principe ha podido ser considerado como la ex- posicién perfecta de la técnica del poder —de como conseguirlo, conservarlo, acrecentarlo— es porque Ma- quiavelo cercené la relacién que la politica mantenia en 2 Nicole Maguiavelo Su tiempo con el teocratismo de base medieval que per- uraba a través del poder temporal del Papado. La tan denostada raz6n de Estado subsume, en ef pensa- mmiento del seeretario florentino, esos poderes feudales que, como el de la Iglesia, impedian la unificaciin de Italia y que invocaban para legitimarse su raigambre di vina. El poder de Maquiavelo es absolutamente terre- nal, no se justfica més que por i mismo y es la expre- sion del Estado absoluto. La religién ha de someterse al poder del dicho Estado, pero sin perder su valor como elemento de cohesidn social, al servicio de la or- ganizacién del consentimiento, Fsta valoracién de lo religioso permite valorar la idea maquiavélica del poder como algo més que una fuerza al servicio de la tirana Como también comprender que esta flncién subsidiae tia de lo religioso forma parte de la aguila comprensién que Maquiavelo tenia de la situacién fhistorica de su tiempo, en una Italia en la que s6lo la fuerza podia fi beratla de la corrupcidn, de fa decadencla en que se de- batia (y a diferencia de Espafia y Francia, en cuyos Es. tados, admirados por Maquiavelo, el uso de la fuerza fo constitufa ya un factor primordial de la vida poli tia), Alindependizar la politica de la religién, al romper, €n summa, con la tradicién medieval teoctatica que est blecia su fin en una vida ultraterrena, Maquiavelo $y a las nae cones. La antigua teocracia es sustituida por la patria, {a comunidad que cohesiona a los individuos, stomos perdidos fuera de ella. Las naciones, de manera similar alos individuos, tienen un papel historicd, pero enveje- cen y son reemplazadas en su misiéi ciones. Este es el caso de la Italia de su tiempo, Ahora bien, como pensador renacentista, Maguiavelo consi- dra que es posible una «tesurreccién» (al final de So- bre el arte de ta guerra afirma de su pais que «parece haber nacido para resucitar las cosus muertas») a fin de que pueda ser alcanzado el valor supremo de la gloria El poder, en consecuencia, a través de los medios que pone en prictica, ha de orientarse hacia este supremo fin, compendio de la duracién en el tiempo y en el es- pacio de una nacién Esta aptitud de una nacién para las grandes em- presas, que los italianos han tenido en la Antigiedad Tomana, Se consigue por medio de la vir (virtud), que es fuerza, energia, actividad que se transforma; en modo alguno humildad y resignacién, En el nuevo prin- cipe la virti es voluntad de poder, capacidad para for- jar un Estado. La vida politica esta regida por coyun- turas que son imprevisibles, existe un azar en la Historia, Este conjunto de elementos que escapan de la voluntad humana es para Maquiavelo la fortuna. Pero éta no la entiende al modo medieval, como rueda que gira de forma caprichosa, pues precisamente a través de la vir Ja fortuna puede ser combatida, delimitada, reducida. Las leyes de la Historia no estan reguladas por Ia fortuna, sino por la fuerza de las cosas, por una concatenacién de causas y efectos producida por los movimientos de las pasiones y de los intereses que agi- tan a los hombres. De ahi que el principe tenga que sa- ber manejar estos movimientos y de ahi, por lo tanto, que en la politica se puedan Hegar a dominar las causas que producen efectos. De ahi también, por dltimo, que Maquiavelo concluya E! Principe con unos versos de la Nicolas Maguiavelo | I | Canzone all halia, de Petrarca, con la esperanza de que la virdi haga renacer el antiguo valor en el corazon de los italiano I | El autor | en el tiempo Se ha afirmado que el pensa- Antecedentes 3 politico de Maquia- velo es deudor del|aristotelismo no ortodoxo que cal6 en algunos de los pensadores del Quatirocento italiano, sobre todo por lo que concierne a la idea ya apuntada de la naturaleza humana como una realidad explicable, sujeta a leyes. No obstante, el propio Maquiavelo afirmé en una ocasiGn no haber Tefdo la Politica de Aristételes, pero ello no quita que, efectivamente, la absorcién de elementos aristotéicos en su pensamiento procediera de otras vias. Pues, de un modo general, puede afirmarse que los antecedentes culturales de Ma- quiavelo no se encuentian en la Edad Media, sino, como hombre del Renacimiento, en la Antigiiedad cls. sica y, dentro de flla, més en'la romana que en la sriega, Tito Livio, ‘Técito; en menor medida Salustio, Plutarco, Séneca, Virgilio, son algunos de los autores que ayudaron a conformar el pensamiento del secreta- Tio florentino, forjado, esencialmente, a través de la practica politica. Ahora bien, la formacién politica e histériea de Ma- quiavelo es inseparable de su formacién literaria. Al igual que Dante, ell autor de El Principe expone en su obra una visién de eémo ha de ser Italia, pero, desde Juego, de una forma no mistica. Y desde el punto de vista del temperamento irdnico, que vacia de contenido Nicolas Maguiaveto la fraseologia medievalista, Maquiayelo es heredero de Boccaccio y el escritor que, como afirmé De Sanctis, encontré la prose exacta del italiano al desvincularla de Jos slogismos escolésticos 6poca No es exagerado afirmar que Ma- Su época Msc incomprendido en sa tiempo. Y mas atin: que su tragedia personal fue preci- samente la de elaborar una teoria politica en un pe quefio Estado, Florencia, incapaz de fecundatla y en un momento en que los vientos de la Contrarreforma le fueron hostiles Durante casi quince afios, Maquiavelo fue el autén- tico inspirador de la politica de la repiblica florentina, yen este sentido puede decirse que triunfé como esta. dista, pero s6lo en un cierto sentido, pues su diploma- cia acabé estrellando a la repiiblica, no tanto por sus ertores como politico cuanto por aquella misma causa- lidad historica que él habia puesto de relieve junto con Guieciarini y otto historiadores de la época y que exphi «alba suficientemente por qué un pequeiio Estado no po- ia subsistir en 1a Europa del siglo) XVI. Maquiavelo capt6 singularmente las caracteisticas del nuevo Estado moderno que se estaban plasmando en Espaiia y en Francia, les dio forma en sus teorias y recibié a cambio los pequefios favores de los Médicis, es decir, una incom rensidn casi total por parte de la familia que detentaba el poder en Florencia y en los Estados Pontificios, Sélo por este fracaso podrfa ser recpnsiderado el tér- mino maquiavélico en su acepcién peyorativa, pues es probable que de haber sido «maquiavélico» el secreta- tio florentino su meciro en el poder hubiera sido verda, deramente largo. Y, en cambio, el adjetivo que acom paiia en realidad el pensamiento de Maquiavelo es el de humanista, dado que supone la cuiminacién en lo politico de aquelia tadicién del Quautrocento italiano que proyecté medios literarios y artisticos de legitima- cién del hombre, a fin de que éste pudiera aduefarse del mundo como sujeto racional e histérico, 49 1 Si bien durante el Influencia posterior § en duane a Maquiavelo pasé en gran parte inadvertida, a partir del siglo XVII se convirtié en piedra de toque de la re- flexién politica en los paises europeos, ya fuera a favor © en contra. Aunque pudiera ser discutida la ausencia de moralidad en las cuestiones que ataiien al poder (como fue el caso en Espaiia del Padre Mariana, de Quevedo y Gracidn), no es menos cierto que la influen- cia de Maguiavelo se desarrallé en la linea que habfa valorado el fil6sofo inglés Francis Bacon cuando afirmé: «Mucho debemos a Maquiavelo y a otros hom- bres como él, que escribieron sobre lo que hacen los hombres y no sobre fo que deberian hacer » La influencia de Maquiavelo se orienté, pues, tanto por el lado de la consideracién de lo politico como una esfera cada vez mas mediatizadora de la vida social, ast como del reconocimiento de que la Historia es el nico territorio en el que es posible estudiar el comporta- miento politico humano. Pero, més alld de estas in- fluencias derivadas de las aportaciones del secretario florentino a los campos de fa ciencia politica y de la his- toria, subsistié también el desvelamiento —para utilizar la expresién de Arnold Hauser— que el maquiavelismo hizo de la conciencia del hombre moderno y el terror que produjo el reconocimiento de que la naturaleza hu- Nicolés Maguiavelo mana se halla movida por pasiones inconfesables. Desde este titimo punto de vista, el mismo Hauser sos- tiene que Maquiavelo ha de ser considerado como un precursor de Marx, Nietzsche y Froud, por haber sido el primero en poner de relieve la doble moral que rige fen toda sociedad, la de los explotadores y la de los ex- plotados, lade los poderosos y a de los débiles. En pleno siglo XX, el pensamiento de Maguiavelo permanecié vivo en Italia, porque la unificacién preco- nizada por el secretario se realiz6 s6lo parcialmente en el Risorgimento, pues se habfa fundado en una 5. Ahora, si considerdis de qué naturaleza de gobierno era el de Dario, lo encontraréis similar | | #6 cols Maguiavelo al reino del Turco'"®; @ Alejandro le fue necesa- rio en primer lugar atacarlo por entero y arreba- tarle la campaita; después de esta victoria, y ha- biendo muerto Dario, le quedé a Alejandro el Estado seguro por las razones arriba expuestas. Y sus sucesores, si hubieran estado unidos, po- dian gozar de él sin ninguna dificultad; porque en aquel reino no nacieron otros tumultos que los que ellos mismos suscitaron. Sin embargo, los Es- tados constituidos como el de Francia es impo: ble poseerlos tan sosegadamente!”. De aqui sur- gicron las frecuentes rebelionés de Espafia, de Francia y de Grecia contra los romanos, a causa de los numerosos principados que existian en aquellos Estados; mientras duré la memoria suya, los romanos siempre tuvieron una posesién in- cierta; pero, perdido su recuerdo, mediante la dominacién y Ia estabilidad de su imperio, se convirtieron en sus seguros poseedores'®, Cuando los romanos combatieron después entre ellos, cada partido se atrajo parte de aquellas provincias, segiin la autoridad que habia tomado alli; y las provincias, por habérse extinguido Ia familia de sus antiguos sefiores, no reconocian Por tales sino a los romanos. Una vez conside- radas, pues, todas estas cosas, nadie se maravi- llaré de fa facilidad que tuvo Alejandro para con- servar el Estado de Asia, ni de las dificultades que tuvieron los demas para conservar lo adqui- ido, como Pirro y otros muchos. Esto no procede del mucho 0 poco talento del vencedor, sino de la diversidad de los vencidos. I Principe a v DE QUE MANERA SE DEBE GOBERNAR LOS ESTADOS QUE, ANTES DE SER OCUPADOS POR NUESTRO PRINCIPE, SE REGIAN POR SUS PROPIAS LEYES 1. (MUANDO aquellos Estados que se congui: taron, como he dicho, estén acostum- brados a vivir ‘con sus leyes y en libertad, si se quiere conservarlos hay tres maneras de hacerlo: a primera, arruinarlos'°; 1a segunda, ir a vivir personalmente en ellos; la tercera, dejarlos vivir con sus leyes!!, extrayendo una contribucién anual y creando allf un Estado de un reducido néimero!™ que cuide de conservartelos amigos. Pues, siendo el tribunal creado por el principe, sabe que no puede subsistir sin su amistad y do- minacion, y ha de hacerlo todo por mantenerlo. 'Y més ficilmente se contiene una ciudad hab tuada a vivir libre por medio de sus ciudadanos, que de cualquier otro modo, si se la quiere con- servar"™, 2. Ejemplo de ello son los espartanos y los ro- manos. Los espartanos tuvieron Atenas y Tebas, creando en ellas un Consejo de pocos ciuda- danos; sin embargo, las perdieron'™*. Los ro- manos, para poseer Capua, Cartago y Numan- cia, ‘las desorganizaron, y no las perdieron; quisieron tener Grecia casi como la tuvieron los espartanos, haciéndola libre y dejandole sus leyes, ¥ no tuvieron éxito, de modo que se vieron 6 Nicolis Maguiavelo obligados a desorganizar muchas ciudades de esta provincia para conservarla™ 3. Pues, en verdad, no hay ningdin otro medio seguro de poseerlas que la ruina'?’. Y quien se convierte en dueio de una ciudad acostumbrada a vivir libre, y no la destroza, cuente con ser des- trozado por ella; porque ésia siempre tiene por refugio, en la rebelidn, el nombre de la libertad y sus antiguas leyes, las cuales nunca se perderan ni por lo dilatado del tiempo, ni por beneficios del conquistador. Y por més que se haga o se provea, si no se desunen o dispersan los habi- tantes, no olvidarén aquel nombre ni aquellas leyes, ¢ incluso, en cualquier ocasién, recurrirén a ellos, como hizo Pisa después de cien afios de haber estado bajo ta dominacién de tos floren- tinos™. 4. Pero cuando las ciudades 0 las provincias estén habituadas a vivir bajo un principe, cuya familia se haya extinguido, como por una parte estén habituadas a obedecer, y por otra carecen de su antiguo principe, no concuerdan entre si para elegir uno nuevo, y no saben vivir libres, de suerte que son mas lentas en tomar las armas, y con més facilidad puede un principe ganarlas y asegurarse de elas". Sin embargo, en las repit- blicas hay mayor valentia, mayor odio, mas deseo de venganza; ni deja, ni puede dejar perder la memoria de la antigua libertad, y por lo tanto el ‘més seguro camino consiste en disolverlas™ 0 habitar en ellas!" arms : | ow ADQUIEREN CON EL VALOR PERSONAL DE LOS renoue ees NUEVOS QUE SE YY CON LAS ARMAS PROPIAS | 1 UE nadie Se sorprenda’® si, al hablar como lo haré de principados enter: mente nuevos, y dé principes y de Estados, pre- sento grandes ejemplos; porque, caminando casi siempre los hombres por los caminos trillados por otros, procediendo en sus acciones a imitacién de sus antecesores'™, y no pudiendo seguir en todos los caminos de los demas ni elevarse a la perfec- cién de aquellos a quienes imitan, debe el hom- bre prudente elegir siempre los caminos trillados por varones insignes ¢ imitar a los que sobrepuja ron a los demas, a fin de que, si no logra igua- larlos, al menos se acerque a ellos™; debe hacer como los arqueros avisados, que, al parecerles el lugar donde desean| apuntar demasiado lejano, y conociendo hasta d6nde aleanza la fuerza de su arco, apuntan mas alto que el objeto que tienen en mira, no para legar con sus flechas @ tanta al- tura, sino para poder, con la ayuda de esta cota, aleanzar su objetivo!*, 2. Digo, pues, que en los principades comple- tamente nuevos, donde haya un principe nuevo, se encuentra para mantenerlos més o menos difi- cultad, segtin sea més o menos valeroso el que los adquirié. Y como el hecho de convertirse de particular en principe presupone valor o suerte™®, so Nicolés Maguiavelo Parece que la una o la otra de estas dos cosas mi- tiga on parte muchas dificultades; sin embargo, el que fue menos auxiliado de la fortuna se man. tuvo mas'””. Proporciona también facilidades que el principe, por no tener otros Estados, se vea obligado a venir personalmente a habitar en el que ha conquistado. 3. Pero hablemos de aquellos que por su pro- pio valor y no por la fortuna se convirtieron en principes', como Moisés, Ciro, Teseo, Romulo, ¥ otros, todos dignos de admiracién. Y aunque sobre Moisés no debemos discurrir, por ser un mero ejecutor de las cosas que Dios le habia or- denado, sin embargo debe ser admirado s6lo por aquella gracia que le hacia digno de hablar con Dios". Pero consideremos a Ciro y a los otros que adquirieron o fundaron reinos; los encontra- réis a todos admirables™; y si se consideran sus acciones ¢ instituciones en particular, no parece- an distintas de las de Moisés, que tuvo tan gran preceptor’. Y, examinando sus acciones y su vida, no se verd que ellos tuvieran cosa alguna de la fortuna més que una ocasién propicia, que les facilité el medio de poder introducit en sus nuevos Estados la forma que les convenial*; si esta ocasién, el valor de su animo se habria ex- tinguido, y sin este valor la ocasiGn se habria pre- sentado en vano™ 4. Le era, pues, necesario a Moisés encontrar al pueblo de Israel, en Egipto, esclavo y opri- mido por los egipcios, a fin de que aquéllos, para salir de la esclavitud, se dispusieran a seguitle' EL Principe st Convenia que Rémulo no quedara en Alba y fuera expuesto al nacer, si se queria que se con- virtiera en rey de Roma y fundador de la pa- tia’, Era necesario que Ciro encontrara a los persas descontentos del imperio de los medas, y a los medos débiles y afeminados a causa de la larga paz'"*, Teseo no hubiera podido demostrar su valor si_no hubiese hallado dispersados a los atenienses'*’, Estas ocasiones, por lo tanto, hicie- ron a estos hombres felices, y su excelente valor hizo que fuera conocida la ocasién gracias a la cual su patria fue ennoblecida y consiguié la prosperidad* 5. Aquellos que por caminos valerosos, seme- jantes a éstos, se convierten en principes, adquie- ren el principado con dificultad, pero lo conser- van con facilidad; y las dificultades que experimentan al adquirir el principado, en parte nacen de las nuevas leyes y modos que se ven forzados a introducir para fundar su Estado y su seguridad”. Y se debe considerar que no hay cosa mas dificil de tratar, ni mas dudosa de con- seguir, ni més peligrosa de manejar, que conver- tirse en jefe para introducir nuevos estatutos"®, Pues el introductor tiene por enemigos a todos os que sacaron provecho de los antiguos esta- tutos'*!, y tiene tibios defensores en todos los que se aprovecharén de las nuevas disposi- ciones"™. ‘Semejante tibieza nace, en parte, del miedo a los adversarios, que sacaron partido de las antiguas leyes, y en parte de la incredulidad de los hombres, que no creen realmente cn las 32 colds Maguiavelo cosas nuevas, si no se han hecho de ellas una s6- lida experiencia’, De ahf resulta que, siempre que los que son enemigos tienen ocasién de ata~ car, lo hacen por espiritu de partido, mientras gue los otros se defienden tibiamente, de modo que peligra el principe con ellos’. 6. Es necesario, por lo tanto, cuando se quiere discurrir adecuadamente sobre este punto, exami- nar si estos innovadores se mantienen por si mismos, o si dependen de los demés; es decir, si para dirigir su operacién tienen necesidad de ro- gar, o si pueden forzar. En el primer caso gobier- nan siempre mal y no Hegan a ninguna parte’; pero, cuando dependen de sf mismos y pueden forzar, entonces ocurre que raras veces peligran. De esto procede que todos los profetas armados vencen'®*, y los desarmados pierden’*’. Porque, ademas de las cosas que hemos dicho, la natura- leza de los puchlos es variable: y resulta facil per- suadirles de una cosa, pero es dificil mantenerlos en esta ereencia’®®. En consecuencia, conviene estar preparados de manera que, cuando ya no crean, se les pueda hacer creer a la fuerza’*. 7. Moisés, Ciro, Teseo y Rémulo no habrian podido hacer observar durante largo tiempo sus constituciones, si hubieran estado desarmados, como en nuestros tiempos le ocurrié a fray Jer6- nimo Savonarola'™®, el cual se arruind en sus nuevas instituciones, porque la multitud comenz6 ‘ano creerle, y él no tenfa medio de poder man- tener firmes a los que habfan creido, ni de hacer creer a los que ya no crefan. Sin embargo, estos EI Principe 8 principes experimentan grandes dificultades en su conducta, todos sus pasos van acompaiiados de peligros, y conviene que los superen con el va- lor; pero cuando los han superado y comien- zan a ser respetados, como han sojuzgado a los que tenfan envidia|de su calidad de principe, se quedan poderosos, seguros, honrados y felices'® 8. A tan elevados ejemplos quiero afiadir un ejemplo menor que, sin embargo, no estaré en desproporcién con ellos, y quiero que me baste para todos los dems por el estilo: el de Hierén el Siracusano!™, De particular que era, se convir- tid en principe de| Siracusa, sin tener de la for~ tuna mas que una) favorable ocasién; halkindose oprimidos los siracusanos, lo eligieron como cau- dillo, mereciendo ser hecho después su prin- cipe'*, Y fue de tanta virtud en su condicién pri vada, que quien escribe acerca de él dice: «quod nihil illi deerat ad regnandum praeter regnums'®, Licencié Ia antigua milicia y formé otra nueva; dej6 a sus antiguos amigos y se hizo otros nuevos; y como tuyo amigos y soldados que eran realmente suyos, pudo levantar, sobre tales fun- damentos, otro edificio; de modo que lo que le costé tanto trabajo conquistar, le costé poco mantener". s Micolas Maguiavelo vu DE LOS PRINCIPADOS NUEVOS QUE SE ADQUIEREN CON LA FORTUNA Y LAS ARMAS AJENAS 1 QUELLOS que sélo gracias a su fortuna se convierten de particulares en prin- cipes, con poca fatiga lo hacen”, pero con mu- cha se mantienen'*; y no tienen ninguna dificul- tad en su camino, porque son elevados como en alas: pero todas las dificultades nacen cuando han Hegado al poder!™. Esos principes, para adquirir el Estado, lo hicieron de alguna de estas ma- neras: 0 por dinero, o por gracia de quien Io con- cede; como sucedié a muchos en Grecia, en las ciudades de Jonia y del Helesponto, donde fue- ron hechos principes por Darjo'”, a fin de que las conservaran para su seguridad y gloria!”; como ocurrié también con aquellos emperadores romanos que, de particulares, por corrupcién de los soldados, legaron al imperio. 2. Tales principes se hallan simplemente some- tidos a la voluntad y fortuna de aquellos que los exaltaron, que son dos cosas muy volubles ¢ ines- tables, y no saben ni pueden mantener aquel grado'”; no saben, porque a no ser un hombre de gran ingenio y talento, no es verosimil que, habiendo vivido siempre en una condicién pri- vada'”®, separa gobernar; no pueden, porque no poseen tropas con cuya amistad y fidelidad pue- dan contar'', Ademas, los Estados que surgen Er Principe ss de repente, como todas las demés cosas de la na~ turaleza que nacen y crecen con prontitud, no pueden tener las rafces y adherencias necesa- rias'”$, de modo que el primer choque de la ad- versidad los arruina’”®, si, como he dicho, los que tan de repente se han convertido en prin- cipes no son de un vigor bastante grande para es- tar dispuestos de inmediato a conservar lo que la fortuna ha puesto en sus manos, ni se han procu- rado los mismos fundamentos que se habjan pro- curado los demas antes de que se convirtieran en principes"”” 3. De cada una de estas dos maneras de con- vertirse en principe, mediante el valor o me- diante la suerte’”’, quiero exponer dos ejemplos sacados de la historia de nuestros tiempos: son Francisco Sforza y César Borgia. Francisco, gra- cias a los recursos de su ingenio y su gran valor, de particular se convirtié en duque de Milén'™; y aquello que con mil afanes habia adquirido, con poco trabajo lo conservé. Por otra parte, César Borgia™, llamado por el vulgo el duque de Va- lentinois, adquirié el Estado con la fortuna de su padre, y'con ella lo perdi, a pesar de que em- pleara todos los medios e hiciera todas aquellas cosas" que un hombre prudente y valeroso debe hacer para consolidarse en los Estados que las armas y fortuna ajenas le habfan concedido. Pues, como se dice més arriba, quien no preparé antes los fundamentos, podria hacerlo después si tenia un talento superior’, aunque se formen con disgusto del arquitecto y peligro del edifi- 56 Nicolés Maguiavelo cio! Si se consideran, pues, todos los progresos del duque, se veré que habia levantado pode- rosos fundamentos para su futura dominacién’™; y no juzgo superfluo darlos a conocer’, porque no sabrfa qué preceptos mejores dar a un prin- cipe nuevo, mejores que el ejemplo de sus a ciones: y si sus instituciones no le aprovecharon, no fue culpa suya, sino que provino de una ex- traordinaria y extremada malignidad de la for- 4. Alejandro VI", al querer engrandecer a su hijo el duque, encontré muchas dificultades en lo presente y futuro. Primeramente, no veia medio de hacerle sefior de un Estado que no pertene- ciera a la Iglesia; y, cuando dirigia los ojos ha- cia un Estado de Ia Iglesia para quitérselo, pre~ veia que el duque de Milén y los venecianos no consentirian en ello"; ademds, Faenza y Rimini estaban ya bajo la proteccién de los venecianos. Vela ademas de esto que los ejércitos de Italia, y en especial aquellos de los que habria podido ser- Virse, estaban en manos de los que debian temer el engrandecimiento del Papa’; en consecuen- cia, no podia fiarse de ellos, porque estaban todos mandados por los Ursinos, Colonnas y aliados suyos!™” pues, necesario que se tur- bara este orden de cosas y se introdujera el de- sorden en sus Estados’, para poder apoderarse con seguridad de una parte de ellos!”. Esto le fue facil, porque se encontré con que los vene- cianos, movidos por otras razones™, habfan de- cidido hacer que los franceses volvieran a Ita- EI Principe 7 lia; y no sdlo no se opuso a ello, sino que facilit6 la maniobra con la sentencia de la disolu- cin del antiguo matrimonio del rey Luis™* 5. Pas6, pues, el rey a Italia con la ayuda de los venecianos'” y el consentimiento de Alejan- dro; en cuanto estuvo en Milén, el Papa obtuvo de 61 tropas para la empresa de la Romafia’™®, la cual Ie fue cedida @ causa de la reputacién del rey. Habiendo, pues, el duque adquirido la Ro- mafia y derrotado a los Colonnas, y queriendo conservarla y seguir més adelante, lo impedian dos cosas: I una, sus ejércitos, que no le pare- cfan fieles, y la otra, la voluntad de Francia; es decir, que ios ejéreitos de los Ursinos, de los cuales se habia valido, le faltaran, y no sélo le impidieran conquistar, sino que le quitaran lo conquistado, y que él rey no le hiciera también lo mismo. Su desconfianza en los Ursinos'® se ba saba en que cuando, después de tomar Faenza, asalt6 Bolonia, los habia visto obrar con tibieza en el asalto; y en cuanto al rey, conocié su énimo cuando, tomando ef ducado de Urbino, asalté a Toscana, empresa de la cual le hizo desistir el rey. Por esto el duque resolvié no depender nunca més de los ejércitos y de la fortuna ajenos™. 6. Y, primero de todo, debilité los partidos de los Ursinos y de los Colonnas en Roma”; a todos sus aliados que fueran gentileshombres, se los gan6 haciéndolos gentileshombres. suyos y dindoles elevados empleos, y los honrd, segin sus cualidades, con gobiernos y mandos, de modo 8 Nicos Maguiavelo que en pocos meses se extinguié en sus énimos el afecto de los partidos, que se volvié por entero hacia el duque””. Después de esto, esperd la ocasin para acabar con los jefes de los Ur- sinos*, habiendo dispersada ya a los de la casa Colonna, que se le volvid favorable, y la traté mejor”; y habiendo advertido muy tarde los Ur- sinos que el poder del duque y de la Iglesia era su Tuina, convocaron una Dieta en Magione, en el pais de Perusa®®; de ello resulté la rebelion de Urbino y los tumultos de 1a Romafia, asi como infinitos peligros para el duque™; pero este supers todas las dificultades con la ayuda de los franceses?”, 7. Y, después de haber recobrado la repu- tacién, no fiéndose de Francia ni de otras fuerzas externas, y para no tener que recurrir de nuevo a ellas, recurri6 a los engaftos; y supo disimular tan bien sus intenciones?, que los Ursinos, por me- diacién del sefior Paulo, se reconciliaron con él; el duque no carecié de medios serviciales para asegurarselos, dandoles dinero, vestidos y caba- Hos: tan bien, que su simplicidad les condujo a caer en sus manos en Sinigaglia”. Derrotados, Pues, los jefes’”, y convertidds los partidarios de éstos en amigos suyos, el duque habia propor- cionado muy buenos fundamentos a su domina- ci6n, ya que tenfa toda la Romatia con el ducado de Urbino”, y le parecfa, ademas, que se haba hecho amiga la Romafia y ganado todos sus pue- blos, por haber comenzado a gustar el bienestar que tenfan?®. | | | | | | EL Principe 39 8. Y como esta parte es digna de comentarse y de ser imitada por otros, no quiero pasarla por alto", Después que el duque hubo tomado la Romafa, y encontrindola mandada por seftores ineptos que més bien habfan despojado que co- rregido a sus stibditos’'*, y que les habjan dado motivo de desunién, no de unién*®, en tanto grado que esta provincia estaba lena de latroci- nios, de contiendas y de todas las demas clases de desérdenes?!”, juzgé que era necesario, si queria hacerla pacifica y obediente el brazo gio, darle un buen gobierno*'®, Entonces envi alla messer Ramiro de Oreo”, hombre cruel y expedito, al cual dio plenos poderes™®. Este, en poco tiempo, la convirtié en una provincia paci- fica y unida, con grandisima reputacién™", Des: pués pensé el duque que no era necesaria tan ex- cesiva autoridad*, porque temfa que se volviera odiosa; y asf erigié en el centro de la provincia un tribunal civil, presidido por un hombre exce- lente”, y en el que cada ciudad tenia su defen- sor™*, Y, como sabia que los rigores pasados le habfan granjeado algiin odio, para purgar los co- razones de los pueblos y ganérselos del todo, quiso mostrar que, si se habfa cometido alguna crueldad, no procedia de éF*, sino de la acerba naturaleza del ministro. Y a la primera ocasin que se le presents, una mafiana, en Cesena, lo hizo exponer en dos pedazos en Ia plaza®* con un trozo de madera y un cuchillo ensangrentado al lado*””, La ferocidad de semejante especticulo hizo que aquellos pueblos, durante algin tiempo, o Nicolés Maguiavelo quedaran tan satisfechos como asombrados™. 9. Pero volvamos al punto de que partimos. Decia que, hallandose el duque muy poderoso y en parte asegurado contra los peligros presentes, porque se habia armado a su modo y tenia des- truidas en buena parte las armas de los vecinos que podian perjudicarle, le quedaba, queriendo extenderse mas en sus conquistas, el temor del rey de Francia; pues sabia que el rey, que se hi bbfa dado cuenta demasiado tarde de su error”, no se lo permitiria. Por ello, empez6 a busc nuevos amigos, y tergiversé*™ con respecto a Francia, cuando vinieron los franceses hacia el reino de Népoles contra los espafioles que sitia- ban Gaeta?"!, Su intencién era asegurarse de ellos: y lo habrfa conseguido pronto si Alejandro hubiera vivido™, Estas fueron sus precauciones en cuanto a las cosas presentes. 10, Pero, en cuanto a las futuras, tenfa que te- mer en primer lugar que el nuevo sucesor de la Iglesia no le fuera favorable y tratara de quitarle Jo que Alejandro le habia dado. Por ello, pens6 asegurarse™ de estas cuatro maneras™: 1.*, ex- tinguir a todas las familias de los sefiores a quienes él habia despojado, para quitar al Papa la ocasién de ayudarles**; 2.*, ganarse a todos Jos nobles de Roma, como he dicho, para poder poner con ellos un freno al Papa; 3.*, atraerse lo mis que pudiera el sacro colegio de los carde- nales; 4.*, adquirir, antes de que el Papa mu- riese*, tan gran dominacién, que pudiera por si EL Principe 6 mismo resistir el primer asalto. De estas cuatro cosas, a la muerte de Alejandro, habia realizado tres; la cuarta esta casi concluida, Maté a cuantos habia podido coger de aquellos seitores despo- jados, y poquisimos se salvaron?”; se habia ga nado’ los nobles fomanos*, y gran parte del sacro colegio estaba a su lado; y, en cuanto a nuevas conquistas, habia proyectado convertirse en sefior de la Toscana, y posefa ya Perusa y Piombino*®, y habia tomado a Pisa bajo su pro- teceién. 11. Y, como no debia ya temer a Francia (por- que los franceses habfan sido despojados ya del reino por los espafidles, de manera que cada uno de ellos estaba precisado a solicitar su amis- tad)™®, se lanzaba sobre Pisa. Después de esto, Luca y Siena cedetian fécilmente, en parte por envidia de los florentinos, en parte por miedo; y los florentinos no disponian de medios para evi- tarlo. Si esta empresa hubiera triuntado (y asi ha- bria ocurrido el ato mismo en que Alejandro murié), habria adquirido tan grandes fuerzas y tanta reputaci6n, que por si mismo se habria sos- tenido, sin depender ya de la fortuna y de las fuerzas de los otros", sino de su propio poder y talento™?. Pero Alejandro muri6 cinco afios de: pués de que el duque hubiera comenzado a de- senvainar la espada, Lo dejé teniendo solamente el Estado de la Romatia consolidado, con todos los demas vacilantes, entre los poderosisimos ejércitos enemigos, y mortalmente enfermo™* 12, Posefa el duque tanta fuerza y tanto valor, a Nicolés Maguiovel sabfa tan bien c6mo se tienen que ganar o perder os hombres, y tan solidos eran los fundamentos que en tan poco tiempo se habian formado, que, si no hubiera tenido enfrente aquellos ejércitos, 0 hubiera estado sano, habria salvado cualquier di- ficultad. Resulta evidente que sus fundamentos eran buenos: la Romaiia le esperé durante mas de un mes; en Roma, aunque moribundo, ha- bria estado seguro™®, ya pesar de que los Ba- slionis, Vitellis y Ursinos vinieron a Roma, no intentaron nada contra él; si ho pudo hacer Papa al que él queria, al menos impidié que lo fuera quien no queria™®. Pero si al morir Alejandro hubiera gozado de buena salud, todo le habria resultado facil. El dia en que Julio II fue nom- brado Papa, me dijo que habia pensado en lo que podia ocurrir al morir su padre, y que para todo habfa encontrado remedio, excepto que no pensé nunca, sobre su propia muerte, que fuera €1 quien estuviera a punto de morir™”. 13. Después de haber recogido todas las ac- ciones del duque, no podrfa criticarle; incluso me parece que puedo, como lo he hecho, proponerle por modelo a todos aquellos que, gracias a la for- tuna y con las armas ajenas, Se elevaron a la so- beranfa***. Porque él, teniendo relevantes prendas y elevadas miras, no podia conducirse de otro modo™®; y sélo se opusieron a sus designios la brevedad de Ia vida de Alejandro y su propia enfermedad", Asi pues, quien juzgue necesario, en su nuevo principado*", asegurarse de los ene- migos, ganarse amigos, vender por la fuerza 0 EL Principe eo con engafios, hacerse amar y temer por los pue- bios, seguir y respetar por los soldados, desemba- razarse de aquellos que puedan o deban perjudi- carle, mudar los antiguos estatutos en otros recientes, ser severo y agradable, magnénimo y liberal, suprimir la tropa infiel y crear otra nueva, conservar la amistad del rey y de los prin- cipes de modo que tengan que beneficiarle con ja u ofenderle con respeto, no puede encon- trar més fresco ejemplo que las acciones de este duque®™. Td, Solamente se le puede acusar en Ia erca- cién de Julio’ como pontifice™, en To cual hizo tuna mala elecci6n; pues, como he dicho. diendo crear un Papa a su gusto”, pod el que éste 0 aquél no fueran Papas; y no debia consentir nunca que llegara al papado ninguno de los cardenales a quienes é| hubicra ofendido, o que, convertidos en Papas, hubieran de tener miedo de él, Pues los hombres ofenden por miedo 0 por odio. Los que él habia ofendido eran, entre otros, el de San Pedro ad Vincula, Colonna, el de San Jorge y Ascanio””; todos los demés, una vez convertidos en Papas, estaban en el caso de temerle***, excepto el de Ruan y los espaiioles; éstos, porque estaba confederado con ellos y le debian favores***, y aquél por su fuerza, ya que tenia por sf el reino de Francia. Por tanto el duque, ante todo, debia hacer elegir por Papa a un espafiol, y si no podia, debfa con- sentir en que fuera el cardenal de Ruan y no ef de San Pedro ad Vincula, Quien crea que los 6 icolds Maguiavelo nuevos beneficios hacen olvidar a los grandes personajes las antiguas injurias™, se engafa Err6, pues, el duque en esta eleccién, y ello oca- sioné su ruina, Vu DE LOS QUE LLEGARON AL PRINCIPADO POR MEDIO DE MALDADES 1. JDERO, como de particular se puede uno convertir en principe de otros dos modos, ya que no se puede atribuir todo a la for- tuna o al valor, no me parece que deba aquf omi- tirlos, aunque de uno de ellos se pueda discurrir con més amplitud donde se trata de las Repi blicas*'. Estos dos modos son cuando, o por cualquier camino malvado y detestable se as- iende al principado™, 0 cuando un ciudadano particular, con el favor de sus conciudadanos, se convierte en principe de su patria. Y, ha- blando del primer modo, se demostrara con dos ejemplos notables, uno antiguo y otro moderno, sin entrar de otra forma en los méritos de esta parte, pues juzgo que, al que se vea necesitado de ello, le basta imitarlos* 2. El primer ejemplo es el del siciliano Agato- 5, que nacido en una condicién no sélo co- min y ordinaria, sino también infima y vil condi- cién, Hegé a empufar, sin embargo, el cetro de Siracusa’, Hijo de un alfarero, tuvo durante Ei Principe Co toda su vida una ¢onducta reprensible””: no obs- tante, acompais us perversas acciones con tanta fortaleza de alma y de cuerpo”, que, entregado ala milicia, a través de sus distintos grados, legs a ser pretor de Siracusa”. Después de haber a canzado este puesto, habiendo resuelto conver- tirse en principe y retener con violencia y sin de- bérselo a nadie la dignidad que habia recibido del libre consentimiento de sus conciudadanos?”, y tras haberse entendido acerca de su designio con el cartaginés Amilcar, que con sus ejércitos mil taba en Sicilia’”!, reunié una mafana al pueblo y al Senado de Siracusa, como si tuviera que deli berar con ellos casas pertinentes a la Repiiblica, yauna sefial acordada hizo que sus soldados ma- taran a todos los senadores y a los més ricos ciu- dadanos; una yez muertos, ocupé y conservé el principado de aquella ciudad sin ninguna guerra iP. Y, aunque fue dos veces derrotade e in- cluso sitiado por los cartagineses no s6lo pudo defender su ciudad, sino que también, habiendo dejado parte de sus tropas para custodiarla, con el resto atacé Africa”, y en breve tiempo liberé a Siracusa del asedio, y puso a los cartagineses en extrema necesidad: éstos se vieron obligados a tratar con él, 2 contentarse con la posesin de Africa y a dejar Sicilia a Agatocles*™* 3. Si consideramos, pues, las acciones y el va- lor de éste, no veremos nada o casi nada que pueda atribuirse a la fortuna; no con el favor de hinguno, como he dicho mas arriba, sino por me- dio de los grados militares, que habia adquirido 6 Nicolds Maguiavelo con il fatigas y peligros, consiguié la sobera- nia?”5, y después se mantuvo en ella mediante una muititud de acciones tan valerosas como peli grosas*”*. Sin embargo, no se puede lamar valor & matar a sus conciudadanos, traicionar a los amigos, y carecer de fe, de humanidad y de reli- gidn; estos medios pueden llevar a adquitir el im- perio, pero no la gloria””’, Pues si consideramos el valor de Agatocles en la manera de arrostrar los peligros y salir de ellos, y la grandeza de su 4nimo en soportar y superar los sucesos ad- versos?”", no vemos por qué habla de ser consi derado inferior a ningin excelente capitin?”; no obstante, su feroz crueldad ¢ inhumanidad, con sus infinitas maldades, no permiten que sea cele- brado entre los més excelentes hombres”. Asi pues, no se puede atribuir a Ia fortuna o al valor lo que él consiguié sin una ni otro” 4. En nuestros tiempos, reinando Alejan- dro VI, tenemos el segundo ejemplo, el de Olive- rotto de Fermo®?, cuando afios atras era atin nifio, sin padre, fue educado por un tio materno llamado Juan Fogliani, y en los primeros tiempos de su juventud fue colocado por éste en la tropa del capitan Pablo Vitelli®**, a fin de que, some- tido a la disciplina, legara a algiin grado clevado cen las armas. Muerto después Pablo, milité bajo su hermano Vitellozzo; y en breyisimo tiempo, como tenia talento y era gallardo de cuerpo y de espiritu, se convirtié en el primer hombre de su tropa. Pero, pareciéndole servil permanecer con los demas, pens6, con Ia ayuda de algunos ciuda- EI Principe or danos de Fermo para quienes era mas preciada la esclavitud que la libertad de su patria™, y con el favor de Vitellozzo, ocupar Fermo; y eseribid a Juan Fogliani que, habiendo estado tantos afios fuera de casa, queria ira ver a él y a su ciudad, y reconocer en algiin modo su patrimonio; y, como no se habia fatigado por otra cosa que por adqui rit honor, con objeto de que sus conciudadanos vieran que no habia gastado el tiempo en vano, queria presentarse de manera honrosa y acompa- flado de cien caballos de sus amigos y servi- dures’; y le rogaba que se sirviese ordenar que os habitantes de Fermo le recibieran con ho- nores: lo cual no solamente le honraria a él, sino al mismo Fogliani, puesto que era su diseipulo. 5, En consecuencia, Juan no olvidé ningéin fa~ yor debido al sobrino; hizo que los habitantes de Fermo le recibieran con honor, y le hospedé en su casa; alli, transcurridos algunos dias, y atento 2 preparar secretamente lo que era necesario para la maldad que premeditaba, dio un esplén- ido banquete, al cual invité a Juan Fogtiant y a todos los hombres importantes de Fermo™*, En cuanto se hnubo terminado la comida y todas las conversaciones usuales en semejantes banquetes, Oliverotto, diestramente, hizo ciertos graves ra- zonamientos, hablando de la grandeza del papa ‘Alejandro y de su hijo César, asi como de sus ‘empresas, Cuando Juan y los demas respondian a estos razonamientos, él de repente se levant6, di- ciendo que aquellas cosas habia que tratarlas en tun lugar més privado; se retiré entonces a un os Nicolts Maguiavelo aposento, al que le siguieron Juan y todos los demés ciudadanos. Apenas se disponian a sen- tarse, cuando de ocultos lugares de la estancia sa- jeron soldados que mataron a Juan y @ todos los demés, 6. Después de esta matanza, Oliverotto monté, a caballo, recorrié la ciudad y sitié en su palacio al principal magistrado**”; de manera que por miedo se vieron obligados a obedecerle y formar un gobierno del cual se constituyé en principe™*. Y, muertos todos aquellos que, por estar descon- tentos, podian perjudicarle”, fortalecié su auto- ridad con nuevos estatutos civiles”” y mili- tars", de modo que, en el espacio de un aio que posey6 Ia soberania®”, no sdlo estaba seguro en la ciudad de Fermo, sino que también era te- mido por todos sus vecinos. Y hubiera sido tan perdurable como Agatocles, si no se hubiese dl jado engafar por César Borgia, cuando en Si gaglia, como dije mas arriba, prendié éste a los Ursinos y Vitellios; alli, preso también Olive- otto, un alo después de cometer su parrici- dio”, fue ahorcado junto con Vitellozzo, que habia sido su maestro de valor y maldad**, 7. Podria alguien preguntarse por qué Agato- cles y otros como él, después de infinitas tra ciones y crueldades, pudieron vivir por mucho tiempo seguros en su patria y defenderse de los enemigos exteriores, y por qué sus conciudadanos no conspiraron nunca contra ellos, mientras que muchos otros, mediante la crueldad, no pudieron conservar cl Estado, ni en tiempo de paz, ni en El Principe “0 tiempo de guerra. Creo que esto dimana del uso bueno o malo de las crueldades y ta traicién™® Podemos Hamar bien empleadas (si es licito ha- blar bien del mal) a aquellas que se ejercen de una vez, por la necesidad de poveer a la pro- pia seguridad”, y en las que después no se in- siste®8, sino que se convierten cuanto es posible en mayor utilidad de los sibditos*’’; mal em- pleadas son aquellas que, aunque al principio sean pocas, con él tiempo aumentan répidamente en vez de disminuir™, Los que observan el pri- mer método, puetien, con la ayuda de Dios y de los hombres, poner remedio a su situacién, como le ocurrié a Agatocles; los demas es imposible que se mantengan* 8. Por ello es de notar que, al conquistar un Estado, debe el jocupador pensar en todos los actos de rigor que le es necesario hacer, y ha- cerlos todos de yna sola vez, para no tener que renovarlos todos los dias, y poder, no reno- vandolos, tranquilizar a los hombres y gandrselos haciéndoles bien. |EI que acta de otro modo por timidez 0 por malos consejos, se ve obligado a tener siempre la| cuchilla en la mano™; y no puede contar nunta con sus stibditos, al no poder éstos, a causa de sus recientes y continuas ofensas, fiarse de él, Los actos de rigor se deben hacer todos juntos, a fin de que, habiendo menos distancia entre ellos, ofendan menos“; en cam- bio los beneficios se deben hacer poco a poco, @ fin de que se saboreen mejor. Un principe debe ante todo conducirse con sus siibditos de 7 Nicotts Mequiaveto manera que ninguna contingencia, buena o mata, le haga variar®’’; porque, si sobrevinieran tiempos adversos y dificiles, no le quedaria ya lu- gar para remediar el mal™*; y el bien que hace entonces no le aprovecha®, pues lo miran como forzoso y no se lo agradecen. Ix DEL PRINCIPADO CIVIL ERO, volviendo a la otra parte, cuando un ciudadano particular, no mediante crimenes 0 cualquier intolerable violencia”, sino con el favor de sus conciudadanos, se convierte en principe de su patria, al cual principado se le puede llamar civil (para Hegar a él no se necesita ni mucho valor, ni mucha fortuna, sino mas bien una acertada astucia)""!, digo que se asciende a este principado con el favor del pueblo © con el de los grandes". Pues en toda ¢iudad se encuen- tran estas dos inclinaciones distintas: que el pue- bblo desea no ser dominado ni oprimido por los grandes, y los grandes desean dominar y oprimir al pucblo; de estas dos inclinaciones opuestas nace en las ciudades uno de estos tres efectos: 0 principado, o libertad, o anarquin™ 2. El principado surge gracias al pueblo 0 a los grandes, segtin que el uno o el otro de estos dos EI Principe ” partidos tenga ocasién para ello; cuando los grandes ven que no pueden resistir al pueblo", comienzan a formar una gran reputacién a uno de ellos", y lo convierten en principe®, para poder bajo su. sombra desahogar sus inclina- ciones. Entonces el pueblo, viendo que no puede resistir a los grandes, apoya también a uno de ellos y nombra principe, para que con su auto: dad le defienda™””, El que llega al principado con Ja ayuda de los grandes se mantiene con més difi- cultad que el que Tega con ayuda del pueblo’; porque se encuentra principe rodeado de muchos que se tienen por iguales que él", y por esto no puede mandarlos ni manejarlos a su manera. 3. Pero el que alcanza ta soberania con el fa- vor popular, se encuentra solo", y tiene alre- dedor poquisimos 0 ninguno que no estén dis- puestos a obedecerle””. Ademiés, no se puede con honestidad satisfacer a los grandes sin agra- viar a los otros, pero si se puede satisfacer all pueblo; porque el fin del pueblo es més honrado que el de los grandes, queriendo éstos oprimir, y aquél no ser oprimido, Por otra parte, un prin- cipe no puede estar nunca seguro del pueblo si le tiene por enemigo, por ser demasiados; de los grandes, en cambio, puede asegurarse, por ser pocos. Lo peor que pueda esperar un principe del pueblo que no le ama es ser abandonado por 41; pero si le son contrarios tos grandes, no s6lo debe temer verse abandonado, sino también des- truido por ellos; porque teniendo tales hombres mas previsin y astucia, avanzan siempre a 2 icolas Maguiavelo tiempo para salvarse, y buscan dignidades al lado de aquel que esperan que venza™'. Ademés, el principe esté en la necesidad de vivir siempre con el mismo pueblo; pero puede obrar ciertamente sin los mismos magnates, ya que puede hacer otros nuevos y deshacerlos todos los dias, ast como darles crédito 0 quitarsclo a su antojo™* 4. Y, para aclarar més esta parte, digo que los grandes deben considerarse principalmente bajo dos aspectos. O se conducen de modo que se unan en un todo con la fortuna, 0 proceden de forma contraria: los que se enlazan con ella y no son rapaces™*, deben ser honrados y amados; los que no se unen con la fortuna tienen que consi- derarse bajo dos aspectos. O se comportan ast por pusilanimidad y falta de animo, y entonces debes servirte de ellos, sobre todo cuando te dan buenos consejos, porque te honran en la prospe- ridad, y no tienes que temer nada de ellos en Ia adversidad™’. Pero cuando no se empefien més que por calculo y por causa de ambicién™’, es sefial de que piensan mas en ellos que en ti; y de éstos debe guardarse el principe, y temerlos como si fueran enemigos declarados, porque siempre, en la adversidad, ayudaran a hacerle caer. . Por tanto, uno que se convierta en principe mediante el favor del pueblo debe conservarlo como aliado: lo cual le es facil, porque ct pueblo s6lo Ie pide no ser oprimido. Pero el que en con- tra del pueblo se convierte en principe con el fa- vor de los grandes, debe, antes que ninguna otra EL Principe 8 cosa, tratar de ganarse al pueblo: Io cual le es fé- cil, cuando le toma bajo su proteccién™, Y, como los hombres, cuando reciben bien de aquel de quien solo esperaban recibir mal, se apegan més a su bienhechor™, el pueblo se vuelve de pronto mas favorable a él que si le hubiera le- vado con sus propios favores a la soberanfa: y el principe puede pandrselo de muchas maneras, para las cuales, debido a que varfan segin el sujeto, no se puede dar una regla fija, y las deja- remos aparte. 6. Coneluiré diciendo s6lo que a un principe le es necesario tener al pueblo de su lado™?: de lo contrario, no tiene remedio en Ia adversidad?®*, Nabis™, principe de los espartanos, sostuvo el sitio de toda Grecia y de un victorioso ejército romano, y defendié contra ellos su patria y su Estado: le bast6, al sobrevenir el peligro, asegu- rarse de algunos enemigos; pero si hubiera tenido al pueblo como enemigo, esto no le habria bas- tado. Y que no haya nadie que rechace mi opi- nién con el repetido proverbio de que quien edi- fica sobre el pueblo, edifica en la arena®™: porque esto s6lo es vélido para el ciudadano pri- vado que, satisfecho con semejante fundamento, creyera que el pueblo le libraria si fuera oprimido por los enemigos © por los magistrados. En este caso podria verse a menudo engafiado, como los Gracos™ en Roma y Jorge Scali®”” en Florencia. Pero si el que s¢ funda en el pueblo es un prin- cipe que pueda mandarle y un hombre de cora z6n, que no se atemorice en la adversidad, no ol- | | 7” Nicolas Maguiavelo vide Jas disposiciones oportunas y mantenga con sus estatutos y su valor el de la generalidad de los ciudadanos, nunca sera engatado por él, y re- conocerd que los fundamentos que se ha formado son buenos*, 7. Estas soberanfas suelen peligrar cuando pasan del orden civil al de una mondrquia absoluta; por que estos principes mandan o por s{ mismos, 0 por medio de magistrades. En el tltimo caso su situa- cidn es més débil y més peligtosa, ya que depen- den enteramente de la voluntad de los ciudadanos que ejercen las magistraturas: éstos, especialmente en los tiempos adversos, pueden quitarle con gran facilidad el Estado, o sublevandose contra &l, 0 no obedeciéndole™”. En los peligros, el principe no esté a tiempo de fecuperar la autori- dad absoluta; pues los ciudadanos y siibditos, que suelen recibir las Grdenes de los magistrados, no estan dispuestos, en tales circunstancias, a obede- cer las suyas™®; y en tiempos dudosos carece él siempre de gentes de quienes pueda fiarse™". Se- mejante principe no puede fundarse sobre lo que ve en tiempos de paz, cuando| los ciudadanos ne- cesitan del Estado, porque entonces todos co- tren, todos prometen, y cadd uno quiere morir por él, en atencidn a que la muerte esta lejos**; pero en tiempos adversos, cuando el Estado ne- cesita de los ciudadanos, entonces solo se en- cuentran poquisimos de ellos. Y esta experiencia es tanto més peligrosa cuanto uno no puede ha- cerla mas que una vez“, Sin embargo, un prin- cipe prudente debe imaginar un modo por el cual EI Principe 1s sus ciudadanos, siempre y en cualquier circuns- tancia, tengan necesidad del Estado™* y de él: asf siempre le seriin fieles. a DE QUE MODO DEBEN MEDIRSE LAS. FUERZAS DE TODOS LOS PRINCIPADOS 1. (CIONVIENE tener, al examinar las clases de estos principados, otra consideraci6n: es decir, si un principe tiene tan gran Estado que, en caso necesario, pueda regirse por sf mismo™%, o si tiene siempre necesidad del auxilio de otros, Y, para aclarar més este punto, digo que juzgo que pueden sostenerse por s{ mismos los que por abundancia de hombres o de dinero puedan formar un ejército suficientemente pode- roso como para dar batalla a cualquiera que tle- gase a atacarlos*”: y juzgo que tienen siempre necesidad de otros los que no pueden salir a cam- paiia contra los enemigos, sino que se ven obli gados a refugiarse dentro de sus muros y guar- darlos™8. El primer caso ya se ha comentado, y més adelante volveremos a él. En el segundo caso, no podemos menos de alentar a tales prin- cipes a fortificar y mantener la ciudad de su resi- dencia, y no inquictarse por lo restante del pafs™®. 'Y cualquiera que haya fortificado bien su 76 Nicolés Maguiavelo ciudad, y respecto a los demés gobiernos y a sus Siibditos se haya comportado como he dicho mas arriba y se diré més adelante, sera siempre ata- cado con gran circunspeccién; porque los hom- bres son siempre enemigos de las empresas en que se vea dificultad, y no puede esperarse un triunfo facil atacando a un principe que tenga fortificada su ciudad y no sea odiado por el pue- bio 2. Las ciudades de Alemania son muy libres, tienen en sus alrededores poco territorio, obede- cen al emperador cuando le quieren, y no temen ni a él ni a ningin otro potentado que tengan cerca, ya que estén fortificadas de tal modo que cada uno piensa que debe ser tedioso y dificil atacarlas®*!. Todas tienen fosos y murallas ade- cuados, tienen artilleria en abundancia; conser- van siempre en los almacenes ptiblicos comida, bebida y lefia para un afio; y ademés, para poder tener al populacho alimentado, y sin que sea gra- voso al piblico, tienen siempre en comiin con qué darle de trabajar por espacio de un aio en aquellas obras que son el nervio y el alma de la ciudad, y con cuyo producto se sustenta la plebe. Mantienen también en gran consideracin los ejercicios militares, y cuidan sobremanera de que permanezcan en vigor, 3. Un principe, pues, que tenga una ciudad fuerte y no se haga odiar, no puede ser atacado; y, silo fuera, quien le atacase partiria de alli con oprobio; las cosas de! mundo son tan variables, que es casi imposible que alguien pueda con sus EL Principe ” ejércitos permangcer asediéndolo durante un aiio entero™. Y a quien replicara que si el pueblo tu- viese sus posesiones afuera y las viese quemar perderfa la paciencia, y el largo asedio y el pro- pio interés le harfan olvidar el de su principe, le responderé que un principe poderoso y valiente superard siempre todas las dificultades, ora dan- do esperanzas a Sus siibditos de que el mal no duraré mucho, ora haciéndoles temer la crueldad del enemigo, ora asegurandose con destreza de aquellos que le parezcan demasiado osados™. Aparte de esto, Habiendo debido naturalmente el enemigo quemar| y asolar el pais desde su Ile- gada, cuando los nimos de los hombres estaban ain en el primer ardor de la defensa, el principe debe tener tanta menos desconfianza después, cuanto que, pasatos algunos dias, los dnimos se han enfriado, los dafios estén ya hechos, los males se han sufrido, y no hay ya remedio: y en- tonces los ciudadanos Tegan a unirse con el prin- cipe tanto m4s cuanto les parece que ha con- traido con ellos una nueva obligacién, a causa de haber perdido sus casas y arruinado sus pose- siones, en defensa suya***, La naturaleza de los hombres es obligarse unos a otros, tanto por los beneficios que conceden como por los que reci- ben. De ahi que, si se considera todo bien, no le sea dificil a un principe prudente, desde el co- mienzo hasta el final de un asedio, tener incl nados a su persona los énimos de sus conciuda danos, cuando no les falte de qué vivir ni con qué defenderse™, 7 colds Maguiavelo XI DE LOS PRINCIPADOS ECLESIASTICOS 1 Sx nos resta ahora hablar de los princi- pados eclesidsticos: acerca de ellos, todas las dificultades se encuentran dntes de poseerios, ya que se adquieren mediante] valor 0 mediante fortuna, y se conservan sin und ni otra, se sostie, nen por medio de instituciones antiguas de la re- ligidn, las cuales son tan poderosas y de tales Propiedades, que conservan a los principes en su Estado, de cualquier modo que procedan y se conduzcan**’. Sélo éstos tienen Estados y no los defienden; sibditos, y no los gobiernan; y los Es- tados, aunque indefensos, no les son arrebatados: y los sibditos, aunque sin gobierno, no se pre. ocupan de ello, y no piensan ni pueden cambiar de principe. Asi pues, s6lo estos principados pros- peran y estén seguros. 2, Pero como son gobernados por causas supe- riores que Ia mente humana ng alcanza, los pa- saré en silencio; porque, siendo erigidos y conser- vados por Dios, discurrir sobre fllos seria propio de hombre presuntuoso y temerario™®. Sin em- bargo, alguien me pregintar de qué proviene que la Iglesia se haya elevado fs tanta grandeza en las cosas temporales, ya gue antes de Alejan- dro los potentados italianos*”, ¥ no sélo los que se llamaban potentados, sino también cada barén y cada seiior, por poco poder que tuvieran, en lo que se refiere a las cosas tempdrales, 1a estim Et Principe ~ ban en poco, y ahora un rey de Francia tiem- bla ante ella, la cual pudo echarle de Italia y arruinar a los venecianos*: aunque estos hechos son conocidos, no me parece superfluo represen- tarlos en parte**. . 3. Antes de que Carlos, rey de Francia, pa- sara a Ttalia, esta provincia se hallaba bajo el imperio del Papa, los venecianos, el rey de Né- poles, el duque de Milan y los florentinos. Estos potentados debian tener dos cuidados principales el uno, que ningin extranjero entrara en Italia con sus ejércitos; el otro, que ninguno de ellos ocupara mas territorio’®*. Aquellos contra quienes se tomaban més precauciones eran el Papa y los venecianos*®, Para contener a los ve- necianos era necesaria la unién de todos los demis, como ocurrié en la defensa de Ferrara**”; y para contener al Papa se servian de los barones de Roma; éstos, halléndose divididos en dos bandos, Ursinos y Colonnas, siempre estaban pe- ledndose entre ellos; y, con las armas en lt mano y ala vista del Pontifice, tenfan al pontificado dé- bil y vacilante®’. Y aunque surgiera alguna vez un Papa animoso, como lo fue Sixto™, sin em- bargo, Ia fortuna o su ciencia no podfan nunca desembarazarle de este obstaculo. Y la brevedad de su mandato dificultaba la tarea; pues en el es- pacio de diez afios que, regularmente, reinaba un Papa, era dificil que pudiera abatir una de tas facciones; y si, por ejemplo, uno habia casi extin- guido a los Colonnas, surgia otro, enemigo de los Ursinos, que los hacfa resurgir, y los Ursinos no o Nicolas Maguivelo estaban ya a tiempo de aniquilarlos. Esto hacia que las fuerzas temporales del Papa fueran poco consideradas en Italia’, 4. Surgié*” después Alejandro VI, el cual, mejor que todos los pontifices que haya habido nunca, mostré cudnto puede prevalecer un Papa, con el dinero y ta fuerza*”, e hizo, tomando por instrumento ai duque Valentino y aprovechando Ja ocasi6n del paso de los franceses, todas aque- Ilas cosas de que he hablado més arriba al tratar de las acciones det duque. Y, aunque su inten- cién no hubiera sido engrandecer a la Iglesia, sino al duque, sin embargo, lo que hizo ocasion6 el engrandecimiento de la Iglesia, la cual después de su muerte, y extinguido el duque, hered6 el fruto de sus guerras. Vino después el papa Ju- lio, y hallé a Ia Iglesia muy poderosa, pues te- nia toda la Romatia, y todos los barones de Roma carecian de fuerzas, porque Alejandro, con sus diversas artes de guerra, habia destruido ies; y encontrs también el camino abierto para el medio de acumular dinero", que Alejandro nunca habia puesto en practica. 5. Julio no s6lo siguid estas cosas, sino que les aiiadié otras; pens6 en conquistar Bolonia’”®, re- ducir a los venecianos y arrojar a los franceses de Itatia*””; todas estas empresas le salieron bien, y con tanta més gloria para él mismo, cuanto que hizo todo esto para engrandecer a la Iglesia, y no a ningdn particular. Mantuvo también las fac- ciones de los Ursinos y los Colonnas en los tér- minos en que las encontré*"; y, aunque habia en Et Principe 8 ellas algunos jefes capaces de ocasionar altera- ciones, sin embargo dos cosas los mantenian sumisos: una, Ia/grandeza de la Iglesia, que les atemorizaba; y 14 otra, no tener cardenales de su familia, que son origen de disensiones entre ellos Nunca permanegerdn sosegadas estas facciones mientras tengan) algunos cardenales™, porque éstos mantienen, en Roma y fuera de ella, unos partidos que los barones estan obligados a defen- der: y asi, de la ambicién de los prelados™® na- cen las discordias y las guerras entre los barones Su Santidad el papa Len*** encontré, pues, el pontificado muy| poderoso: y se espera que, si aquéllos lo engrandecieron con las armas, éste, con su bondad y sus infinitas virtudes, lo hard grandisimo y yenerado. XIE DE LAS DIFERENTES ESPECIE DE TROPAS, Y DE LOS SOLDADOS MERCENARIOS 1 ESPUES de haber hablado en particular de todas las clases de principados sobre Jos que al principio me propuse razonar, conside rado bajo algunos aspectos las causas de su buena o mala constitucién, y mostrado los me- dios con que muchos trataron de adquirirlos y conservarlos, me queda ahora discurrir, de un 8 | Nicolés Maguiavelo modo general, sobre Ios ataques y defensas que en cada uno de los Estados mencionados pueden ocurrir. Hemos dicho més arriba que un principe necesita poscer unos buenos fundamentos; de lo contrario, forzosamente se atraerd su ruina. Los principales fundamentos que pueden tener todos, los Estados, tanto los nuevos, como los antiguos © mixtos, son las buenas leyes y las buenas armas. Y, como no puede haber buenas leyes donde no hay buenas armas y (donde hay buenas armas conviene que haya buenas leyes, dejaré para otra ocasion el razonar sobre las leyes*™ y hablaré de las armas 2, Digo, pues, que las armas con que un prin- cipe defiende su Estado son o las suyas propias, © mercenarias, o auxiliares, 0 mixtas. Las merce: narias y las tropas auxiliares son inttiles y peli grosas™°. Si un principe apoya su Estado con tropas mercenarias, nunca se hallaré seguro, por cuanto esas tropas, desunidas y|ambiciosas, indis- ciplinadas ¢ infieles, fanfarronas en presencia de Jos amigos y cobardes frente a|los enemigos, no tienen temor de Dios, ni buena fe en los hom- bres; tanto se difiere el desastré cuanto se difiere el ataque™; en Ia paz el principe es despojado por ellos, y en lz guerra por Jos enemigos. La causa de esto es que no tienen/mas amor ni mo- tivo que los apegue a ti que su| escaso sueldo, el cual no es suficiente para hacer|que deseen morir por ti. Quieren ser tus soldadgs mientras ti no hhagas la guerra, pero si ésta sobreviene, huyen y quieren retirarse™™ El Principe a 3. Poco trabajo me costaria convencer de todo esto, porque actualmente Ia ruina de Italia no es causada por otra cosa que por haber descansado en el espacio de muchos aiios en las tropas mer- cenarias®®, Estas hicieron algiin progreso en fa- vor de tal o cual principe, y se mostraron ani: mosas contra tropas del pais; pero, cuando legs el extranjero, le mostraron lo que eran en reali- dad. Por esto a Carlos, rey de Francia, le fue sencillo apoderarse de Italia con greda. Y el que decia que nuestros pecados eran la causa de ello, decia la verdad; pero no eran tos que 41 cieia, sino los que yo he mencionado™": y, como estos pecados eran Ios de los principes, también ellos sufrieron el castigo™. 4. Quiero demostrar mejor ta desgracia que acatrean estas tropas. © los capitanes mercena- ios son hombres excelentes con las armas, 0 no lo son: si Jo son, no puedes fiarte de ellos, por- que siempre aspiran a su propia grandeza, sea oprimigndote a ti que eres duenio suyo, sea opri- miendo a los otros contra tus intenciones**?; pero, si el capitén no es valeroso™, comtinmente causa tu ruina, Y si alguien responde que cual quier capitén que tenga tropas a su disposicién har lo mismo, sea o no mercenario, replicaré que estas tropas han de ser empleadas por un principe o por una Repablica. El principe debe ir en persona y hacer él el oficio de capitan"; Ta Reptblica ha de mandar a sus ciudadanos; y, cuando manda uno que no sea un hombre va- liente, debe cambiarlo, y, cuando Io sea, conte- ea Nicolds Maguiavelo nerlo mediante las leyes para que no pase del punto sefialado™, La experiencia ensefia que s6lo los principes y las Reptiblicas con ejércitos propios hacen grandes progresos, y que los ejér- citos mercenarios nunca hacen més que daito™”. Por otra parte, con més dificultad se somete a la obediencia de un ciudadano suyo una Repiblica armada con sus propios ejércitos, que una Rept- blica armada con ejércitos extranjeros™. 5. Roma y Esparta se conservaron armadas y libres durante muchos siglos. Y los suizos se mantienen muy armados y muy libres. Entre los ejércitos mercenarios de la antigiedad, tenemos el ejemplo de los cartagineses, que acabaron siendo oprimidos por sus soldados mercenarios, una vez concluida ta primers guerra contra los romanos, a pesar de que los cartagineses tuvieran por jefes a sus propios ciudadanos®®, Filipo de Macedonia fue nombrado por los tebanos, des- pués de li muerte de Epaminondas, capitan de sus gentes; y les quit6, después de Ia victoria, la libertad”. Los milaneses, muerto el duque Fe- lipe, se aliaron con Francisco Sforza contra los venecianos; y éste, derrotados los enemigos de Caravaggio™”, se unié a ellos para sojuzgar a los milaneses, sns patronos”®. Sforza, su padre, es- tando a sueldo de la reina Juana de Napoles, de repente Ia dejé desarmada™; por esto ella, para no perder el reino, se vio obligada a echarse en Jos brazos del rey de Aragon™. 6. Si los venecianos y florentinos extendieron su dominacién con esta clase de ejércitos, y sus Et Principe 85 capitanes no se hicieron a si mismos principes*, sino que les defendieron, haré constar que en este caso los florentinos fueron favorecidos por la suerte; porque entre aquellos valerosos capitanes, a los cuales podian temer, algunos no vencie- ron, algunos encontraron insuperada oposi- cién®, y otros dirigieron su ambicién hacia otra parte“. E] que no vencié fue Juan Acat®, cuya fidelidad, al no vencer, no se pudo conocer; pero todos convendran en que, si hubiera vencido, los florentinos quedaban a su discrecién. Sforza tuvo siempre a los Bracceschi® como enemigos, aun- que no chocaron entre si*®”: mientras Fran- cisco“ dirigia’ su ambicién hacia la Lombardia, Braccio iba contra la Iglesia y el reino de Na poles. Pero recordemos lo que sucedié hace poco tiempo“, Los florentinos hicieron capitan suyo a Pablo Vitelli, hombre muy prudente, y que ad- quirié una gran reputacidn a pesar de su condi- cién humilde. Si se hubiera apoderado de Pisa, nadie negara que convenia a los florentinos per- manecer con él; pues, si se hubiera convertido en asalariado de sus enemigos, no tenian ya reme- dio; y, si lo conservaban, tenian que obede cerle, 7. Si se considera los progresos de los vene- cianos, se veré que obraron segura y gloriosa- mente, mientras hicieron ellos mismos la guerra (esto fue antes de que se dirigieran con sus em- presas a tierra firme), y su nobleza luché valero- samente con la plebe armada‘; pero cuando comenzaron a) combatir en tierra firme aban- % Neots Maguiavelo donaron su valor y siguieron tq costumbre de las guerras de Italia, Al principjo de sus adqui ciones en tierra firme, como ho tenfan en ella un pais considerable y gozaban de una gran repu- tacién, no tenfan mucho que temer de sus capi- tanes; pero cuando se hubieron engrandecido, bajo el mando de Carmagnola‘?*, se dieron cuenta en seguida de este error. Pues viendo a este hombre tan valeroso dejarse vencer por el duque de Milin, y conociendo por otra parte su frialdad en la guerra, juzgaron que no podfan ya vencer con él", porque no queria, ni podian li- cenciarlo, por no perder lo que habfan conquis- tado: entonces, a fin de consérvarlo, se vieron obligados a matarle®. Tuvieron después por ca- pitanes a Bartolomé de Bérgamo*"®, a Roberto de San Severino*!’, al conde (le Pitigliano*™* y otros semejantes, con los cuales debfan temer pérdidas, no ganancias: como shicedié después en Vailat, donde en un solo dia| perdieron lo que en ochocientos afios, con tants fatigas, habfan adquitido™®. De estos ejércitos slo nacen lentas, tardfas y débiles conquistas, y repentinas e in- mensas pérdidas. Y como estos ejemplos me han conducido a hablar de Italia, que durante muchos ailos ha sido gobernada por ejércitos mercena- rios, quiero razonar sobre ello mas ampliamente, a fin de que, viendo su origen y sus progresos, se pueda corregir mejor su uso“), 8. Tenéis, pues, que recordar cémo, después de que en estos iiltimos tiempos el emperador co- menzara a ser arrojado de Italia” y el Papa ad- EL Principe a quiriera en ella una gran dominacién temporal, se dividié Italia en muchos Estados"; muchas ciudades grandes tomaron las armas contra sus nobles, quienes, favorecidos al principio por el ‘emperador, las tenfan oprimidas; Ia Iglesia favo- recia a las ciudades para adquirir valimiento en las cosas terrenas‘?*; de muchas otras, sus ciuda- danos se convirtieron en principes*. De ahi que, habiendo caido casi toda Italia en Jas manos de la Iglesia y de alguna Repiiblica, y no estando los sacerdotes y los demas ciudadanos habituados ala profesion de las armas, comenzaron a contra- tar tropas extranjeras*. El primero que dio re~ putacién a esta milicia fue el romafiol Alberico de Cunio. En su escuela se formaron, entre otros, Braccio y Sforza, que en sus tiempos fue- ron firbitros de Italia, Tras ellos vinieron todos aquellos otros que hasta nuestros dias han gober- nado estos ejércitos’. Y el resultado de su valor es que Italia fue recorrida por Carlos’, tomada por Luis, sojuzgads por Fernando™® y vitupe- rada por los suizos*”. 9. El método que siguieron estos capitanes consistia primeramente en privar de toda conside- racién a la infanteria, para proporcionarsela a si mismos. Obraron asf porque, al no poseer ningin Estado, no podian alimentar a muchos infantes, y pocos no les proporcionaban renombre*™; prefe- ian la caballeria, que por ser en nimero soporta- ble era alimentada y honrada, Las cosas habjan Tiegado al punto de que en un ejército de veinte mil soldados no se contaban dos mil infantes**, Pa Nicolés Maguiavelo ‘Ademés, habfan empleado todos los medios para desterrar de si mismos y de sus soldados el can- sancio y el miedo, no matando en las refriegas, sino haciendo prisioneros, y sin pretender rescate por ellos‘, Por la noche no acampaban en las tierras, y los de las tierras no volvian a las tiendas"*; no hacian alrededor de su campa- mento empalizadas ni fosos; no acampaban du- rante el invierno. Todas estas cosas estaban per- mitidas en su disciplina militar y eran buscadas por ellos para huir, como he dicho, de la fatiga y los peligros**: hasta tal punto, que condujeron a Italia a la esclavitud y al envilecimiento*™ XI DE LOS SOLDADOS AUXILIARES, MIXTOS Y PROPIOS 1. J AS armas auxiliares, que son las otras ‘armas indtiles, son cuando se Hama a un principe poderoso para que con sus tropas venga a ayudaros y defenderos*®: como hizo en estos ltimos tiempos el papa Julio, el cual, habiendo visto en la empresa de Ferrara la triste prueba de sus armas mercenarias*”, se dirigié a las auxi- liares; y convino con Fernando, rey de Espaia, que éste deberfa ayudarlo con sus gentes y sus ejércitos. Estas tropas pueden ser titiles y buenas , pero son casi siempre perjudi- El Principe » ciales para el que las Hama; porque, si pierdes, quedas derrotadd, y si vences, te haces prisionero suyo 2, Aunque las, antiguas historias estén lenas de ejemplos que prueban esta verdad‘, sin em- bargo, no quiero pasar por alto el ejemplo re- ciente del papa Julio IT, que tomé un partido que no podia ser ms funesto, pues para conquistar Ferrara se puso [por entero en las manos de un extranjero, No obstante, su buena fortuna hizo hacer una tercera causa, para que no recogiera el fruto de su mala eleccién?: porque habiendo sido derrotados sus auxiliares en Ravena*, y después de sobrevenir los suizos, que contra’ su esperanza y la dé los demés echaron a los vence- dores, no quedé hecho prisionero de sus ene- migos, pues habfan huido, ni de sus auxiliares, ya que habia vencido con otras tropas, y no con’ las de ellos. Los florentinos, hallandose sin ejér- cito, condujeron) diez mil franceses a Pisa para apoderarse de ella‘: esta resolucién les hizo co- ret més peligros que cualquier empresa marcial El emperador dé Constantinopla, para oponerse & sus vecinos, introdujo en Grecia diez mil turcos, los cuales, acabada Ia guerra, no quisie- ron salir de ella”: esto fue el principio de la sujecién de Grecia a los infieles**. 3. Sdlo el que|/no desee vencer*® debe valerse de semejantes tropas, porque son mucho mas pe- ligrosas que las imercenarias: Cuando son yen- cidas, no por ell quedan todas menos unidas y dispuestas a obedecer 2 otros que a ti; en cambio 0 Nicole Maquiavelo las mercenarias, después de haber sido vencidas, necesitan més tiempo y mejor ocasién para ata- carte, porque no forman todas un mismo cuerpo, y han sido reunidas y pagadas por ti; en ellas, un tercero a quien confieras ef {nando no puede ad- quirir de pronto tanta autorjdad como para ata- carte. En suma, en las tropas mercenarias es mas pelgrosa la cobardia, y en tas auxilires el va- rors 4. Por ello un principe sabio ha rehuido siem- pre estas tropas y recurrido| a las propias; y ha preferido perder con las suyds que vencer con las, ajenas, juzgando que no es yerdadera victoria la que se consigue con las armas ajenas. No titu- bearé nunca‘ en citar a César Borgia y sus ac- ciones. Este duque entré en Romaria con tropas auxiliares, conduciendo a ella fuerzas francesas, con fas cuales tomé Imola y Forli‘, Pero des- pués, no pareciéndole seguras tales tropas, recu- rrid a las mercenarias, juzgahdo que en aquéllas habia demasiado peligro, y tomé a sueldo las de los Ursinos y Vitellis, Hallando después que éstas obraban de un modo sospethoso, infiel y peli- groso, se deshizo de ellas, y| recurrié a las pro- pias“. Se puede ver facilmente la diferencia que hay entre unas y otras tropas| considerando la di- ferencia que hubo entre la reputacién del duque cuando tenia s6lo a los franceses y cuando tenia a los Ursinos y Vitellis, y la que se granjeé cuando se quedé con sus propios soldados y se apoyé en si mismo: se hallard ésta muy|superior a la prece- dente; y nunca fue més estimado que cuando Er Principe o todos vieron que é! era enteramente poseedor de sus propias tropas. 5. Aunque no he querido desviarme de los ejemplos italianos y recientes, tampoco quiero dejar de lado a Hierén de Siracusa, uno de los que ya he nombrado anteriormente**, Este, como dije, nombrado por los siracusanos jefe de sus ejércitos, conocié en seguida que la milicia mercenaria no era itil, porque sus jefes eran lo que fueron en adelante ios capitanes de Italia; y, al ver que no podia conservarios ni retirarlos, los hizo descuartizar a todos": hizo despues la gue- ra con sus propias armas, y no con las ajenas**, Quiero traer a la memoria todavia un hecho del Antiguo Testamento que guarda relacién con mi materia’, Ofreciendo David a Saul ir a pelear con Goliat, provocador filisteo, Saal, para darle alientos, Jo armé con sus propias armas: David, después de habérselas puesto, las rehus6, di- ciendo que con ellas no podia valerse bien por sf mismo, y que preferfa acometer al enemigo con su honda y su cuchillo. En fin, las armaduras de los demas, o se te caen de fos hombros, 0 te pe- san, 0 te aprietan demasiado. 6. Carlos VII, padre del rey Luis XI, habiendo liberado a Francia de los ingleses con su fortuna y valor, conocié Ia necesidad de armarse con armas propias‘, y ordend que en su reino hu- biera infanteria y caballerfa. Después, el rey Luis, su hijo, acabé con fa infanterfa y comenz6 a tomar suizos 2 sueldo: este error, seguido por los demas, es, como lo vemos ahora, la causa 2 Nicolas Magulavel de los peligros de aquel reino. Porque, habiendo dado reputaci6n a los suizos, desalenté a su pro- pio ejército; porque al suprimir por completo la infanterfa hizo dependiente de las armas ajenas su propia caballeria; y porque ésta, acostumbrada a militar con los suizos, no eree que pueda ven- cer sin ellos. De ahi resulta que los franceses no bastan para pelear contra los suizos, y sin los suizos no intentan nada contra otros. Los ejér- citos de Francia eran, pues, mixtos, en parte mercenarios y en parte propios: estos ejércitos, todos juntos, son mucho mejores que los simple- mente auxiliares o simplemente mercenarios, y muy inferiores a los propios"*'. Y baste dicho ejemplo: porque el reino de Francia seria inven- cible si la instituci6n militar de Carlos se hubiera acrecentado o al menos conservado“?, Pero la poca prudencia de los hombres les lleva a aceptar tuna cosa que, por tener apariencias de bien, hace que no se acuerden del veneno que oculta, como dije antes acerea de fas fiebres tisicas. 7. Por lo tanto, aquel que en su principado no descubre los males cuando nacen, no es verdade- ramente sabio: y esto es dado a muy pocos*®, Si considerdramos la primera causa de la ruina del Imperio romano encontrarfamos que reside en el momento en que comenzaron a tomar godos a sueldo, porque desde entonces empezaron a enervarse las fuerzas del Imperio romano; y todo el valor que se le hacia perder se convertia en provecho de elfos. Concluyo, pues, que sin te- ner armas propias ningiin principado esta se- EL Principe euro“, antes dep al no tener el valoy fenderle en la adv y maxima de los tam infirmum aut non sua vi nixat® estén compuestas danos, © por cried mercenafias © aur marse armas propi examinan las instt citado antes”, y padre de Atejandl piblicas y princip. Ton: y a estas co mente DE LAS OBLIG, EN LO QUE COI 1 N principe, jeto ni otro arte mas que plina de los ejérci arte que se espera Yes de tanto vala a los que han naci veces, a los homb 93 inde enteramente de la suerte, que serfa necesario para de- rsidad. Y fue siempre opinién jombres sabios, quod nihil sit instabile, quam fama potentiae Las armas propias son las que por siibditos, 0 por ciuda- bs tuyos: todas las demas son iliares"*. El modo para for- is sera facil de hallar*” si se tuciones de los cuatro que he si se considera cémo Filippo, Magno, y cémo muchas Re- is se armaron y se constituye- stituciones me remito plena- xiv ACIONES DEL PRINCIPE ICIERNE AL ARTE DE LA GUERRA pues, no debe tener otro ob- {tro pensamiento, ni cultivar uerra, el orden y la dis ”, porque éste es el nico fet ejercido por el que manda Ir, que no solamente mantiene lo principes, sino que muchas res de condicién privada, les la fos" | | | | | ty Nicole Maguiarel hace ascender a aquel grado"; y por el contrario se ve que, cuando los principes han pensado mas en las delicias de la vida qué en las armas, per- dieron su Estado". Y la primera causa que te lo hace perder es descuidar este|arte; y la razén que te hace conquistarlo es profesar este arte 2. Francisco Sforza, por ser hombre de armas, de particular se convirtié en duque de Milan’; y sus hijos, por huir las inepmodidades de las armas, de duques se convirtieron en particu- lares*”®, Entre las demas razpnes del mal que te acaeceré si no ejerces por ti) mismo el oficio de las armas est ef menosprecio*”; ésta es una de las infamias de las que el ptincipe debe preser- varse, como més adelante se dird. Entre el que es guerrero y el que no lo es, o hay ninguna pro- porcién; y no es razonable que quien est ar- mado obedezca gustosamente al que est4 des- armado*®, y que el desarmadlo se encuentre se- guro entre servidores armado}*”. Pues, habiendo en el uno desdén y en el otro sospecha, no es po- sible que realicen juntos bugnas operaciones™’. Por otra parte, un principe qe no entiende nada de guerra, ademés de las otras calamidades, como he dicho, no puede ser apreciado por sus soldados, ni fiarse de ellos"! 3. Debe, por tanto, no algjar nunca el pensa. miento del ejercicio de la guerra, y en la paz se debe ejercitar mas que en lal guerra; esto puede hacerlo de dos maneras: und con acciones, y la otra con pensamientos. En ciianto a las acciones, ademés de tener bien ordenadas y ejercitadas sus EI Principe 9s tropas, debe ir a menudo de caza, mediante la cual, por una parte, acostumbra el cuerpo a la fa- tiga, y por otra observa la naturaleza de los Iu- gares y conoce cémo surgen los montes, c6mo desembocan los valles, emo yacen las lanuras, y jsmo comprende la naturaleza de los riés y de los lagos, en todo lo cual debe poner la mayor atencién'™, Estos conocimientos son atiles de dos modos. En primer lugar, aprende a conocer el propio pais, y puede entender mejor su de~ fensa; y ademas, mediante el conocimiento y la fa frecuente de aquellos lugares, comprende con facilidad como debe ser cualquier otro lugar fen el que tenga que combinar operaciones mili- tares: porque las colinas, los valles, las Hanuras, los rios y los lagos que hay, por ejemplo, en Tos- cana, tienen con los de las otras provincias cierta similitud: hasta tal punto, que mediante el cono- cimiento de una provincia se puede facilmente llegar al conocimiento de las otras“. El principe que carece de esta pericia, no posee el primero de los talentos necesarios a un capitén; porque ella ensefia a encontrar al enemigo, a tomar alo- jamiento, a conducir ejércitos, a dirigir batallas, a talar un territorio con acierto™. 4, Filipmenes", principe de los aqueos, en- tre las numerosas alabanzas que Ie dieron los es- critores, esta la de que, en tiempo de paz, no pensaba nunca si no en los modos de hacer la guerra’; y, cuando estaba en el campo con sus amigos, @ menudo se detenia y razonaba con ellos: «Si los enemigos estuvieran en aquella co- 9% Nleolés Maguiavelo lina, y nosotros nos encontréramos aqui con nuestro ejército, zquién de nosotros tendria ven- taja? {Cémo se podrfa ir, observando las reglas de la téctica, a su encuentro? Si quisiéramos re- troceder, ;cémo tendriamos que hacerlo? $i ellos retrocedieran, {cémo hariamos para seguirlos?»‘*”, Y les proponia, andando, todos los casos en que se puede encontrar un ejército; escuchaba su opinicn, decia la suya, y la corroboraba con razones: de modo que, gracias a estas continuas reflexiones, al guiar sus ejércitos nunca podia sobrevenir acci- dente alguno cuyo remedio no tuviera**, Pero, en cuanto al ejercicio de la mente, debe el principe leer las historias, y en ellas considerar las acciones de los hombres insignes, ver cémo se gobernaron en las guerras, examinar las causas de sus victorias y sus pérdidas, para poder evitar éstag e imitar aquéllas; y sobre todo debe, como hicieron ellos, escoger entre tos anti- guos héroes cuya gloria fue més celebrada un modelo cuyas proezas y acciones estén siempre presentes en su 4nimo™: como se dice que Ale- jandro Magno imitaba a Aquiles, César a Alejan- dro, Escipién a Ciro, Cualquiera que lea Ia vida de Ciro escrita por Jenofonte, reconoceré des- pués en la vida de Escipién cudnta gloria le re- sulté de aquella imitacién, y hasta qué punto en la castidad, Ia afabilidad, la humanidad y la libe talidad se conformé Escipién con aquellas cosas que de Ciro eseribe Jenofonte®!. Estas son las feglas que debe observar un principe sabio, y lejos de permanecer ocioso en tiempo de paz, EL Principe ” formese con talento jan abundante caudal de re- cursos, para poder vhlerse de ellos en las adver- sidades, a fin de que, cuando la fortuna se le wuelva contraria, le Encuentre dispuesto a resis- tirse a ella. xv DE LAS COSAS POR LAS QUE LOS HOMBRES, Y ESPECIALMENTE LOS PRINCIPES, SON ALABADOS. O CENSURADOS UEDA ahora por ver cudles deben ser las formas le comportarse un principe con los sibditos y con los amigos. Y, como sé que muchos han escrito sobre este tema, no temo, al escribir tanjbién yo sobre ello, se nido por presuntuoso, ya que partiré, especial- mente al tratar esta materia, de lo dicho por ellos. Pero, siendd mi intencin escribir una cosa itil para quien Ja comprende, me ha pare- cido mas conveniente seguir la verdad real de la materia® que los desvarios de Ia imaginacién en lo concerniente a elld**, Muchos han imaginado Repiblicas y principados que nunca vieron ni existieron en realidad’. Hay tanta distancia de cémo se vive a como se deberfa vivir, que el que deja el estudio de lo gue se hace para estudiar lo que se deberia hacet aprende mas bien lo que debe obrar su ruina que lo que debe preservarle Nicos Maquivelo de ella: porque un hombre que en todas las cosas quiera hacer profesién de bueno, entre tantos que no lo son, no puede llegar més que al de- sastre. Por ello es necesario que un principe qu: quiere mantenerse aprenda a poder no ser bueno, y a servirse de ello 0 nb servirse segdin las circunstancias®”. 2. Dejando, pues, a un ladd tas cosas imagina- rias acerca de un principe, y hablando de las que son verdaderas, digo que todos los hombres, cuando se habla de ellos, y en particular los prin: cipes por estar colocados a mayor altura, se dis tinguen con algunas de aquellas cualidades que Jes acarrean censuras 0 alabarizas. Y asf, el uno es tenido por liberal, el otro pot miserable (usando un término toscano, porque en nuestra lengua avaro es también el que desea enriquecerse me- diante rapifias, y Hamamos misefable al que se abs- Gene demasiado de usar 1o que pose); uno es con siderado dadivoso y otro rapaz; uno cruel y otro compasivo; uno desleal y otrp fiel; uno afemi- nado y pusilinime, y otro ferdz y valeroso; uno humano, otro soberbio; uno lascivo, otro casto; uno sincero, otro astuto; uno duro, otro flexible: uno grave, otro ligero; uno religioso, otto ineré- dulo, ete. 3. Y yo sé que todos confesarsin que seria cosa muy loable que en un principe se encontraran todas las cualidades mencionadas, las que son te nidas por buenas": pero, comb no se puede te- nerlas todas, ni observarlas a la perfeccién, por- que la condicién humana no|Jo consiente, es El Principe » necesario que el principe sea tan prudente, que sepa evitar la infamia“” de los vicios que le ha- rian perder el Estado, y-preservarse, si le es posi- ble, de los que no se lo harfan perder; pero, si no puede, estaré obligado a menos reserva aban- donandose a ellos". Sin embargo, no tema incu rir en Ia infamia de aquellos vicios sin los cuales dificiimente puede salvar el Estado; porque, si se pesa bien todo, se encantrard que algunas cosas que parecen virtudes, si las observa, serén su ruina, y que otras que parecen vicios, siguién- dolas, le proporcionaran su seguridad y su bien- estar. XVI DE LA LIBERALIDAD Y DE LA AVARICIA 1, FQMPEZANDO, pues, por la primera de dichas cualidades, diré cuan til resulta- ria el ser liberal. Sin embargo, la liberalidad, usada de modo que seas temido, te perjudica; porque, si ésta se usa prudentemente y como se la debe usar, de manera que no lo sepan®®, no te acarreara la infamia de su contrario™'; pero, para poder mantener entre los hombres el nom- bre de liberal es necesario no abstenerse de pare- cer suntuoso, hasta el extremo de que siempre, un principe ast hecho, consumiré en semejantes obras todas sus riquezas; y al fin, si quiere con- servar su fama de liberal, estara obligado a gra- 100 Nicolas Maguiavelo var extraordinariamente a sus sibditos, y a ser fiscal para hacer todas aquellas cosas que Se pue- den hacer para conseguir dinero. Esto empezaré a hacerle odioso a sus stibditos*™, y al empobre- cerles perder Ia estimacién de todos; de manera que con esta liberalidad, habiendo perjudicado a muchos y favorecido a pocos, sentira vivamente la primera necesidad*®, y peligrara al menor riesgo”; y si quiere retroceder, porque reconoce su error, incurrira sibitamente en la infamia del miserable. 2. Un principe, pues, no pudiendo sin dafo propio ejercer la virtud de la liberalidad de un modo notorio, debe, si es prudente, no preocu- parse del calificativo de avaro, porque con el tiempo sera considerado cada vez més liberal, cuando vean que con su moderacién le bastan sus rentas, puede defenderse de cualquiera que le de- clare la guerra, y puede acometer empresas sin gravar a sus pueblos®; por este medio ejerce la liberalidad con todos aquellos a quienes no quita nada, cuyo niimero es infinito, y la avaricia con todos aquellos a quienes no da, que son pocos®". En nuestros tiempos sélo hemos visto realizar grandes cosas a los que han sido considerados avaros: los demas quedaron vencidos. El papa Julio I, que se sirvio de ta reputacién de liberal para alcanzar el Papado®"', no pens6 después en mantenerla, para poder hacer la guerra; el actual rey de Francia ha sostenido muchas guerras sin imponer un tributo extraordinario a los suyos, silo porque su amplia moderacién le suministré EL Principe wo lo necesario para log gastos superffuos*”, El ac- tual rey de Espaia, si hubiera sido liberal, no ha- bria realizado tantas empresas ni habria vencido en ellas"” 3. Por tanto, un principe, para no tener que despojar a sus sibditos, para poder defenderse, para no convertirse en pobre y miserable, para no verse obligado a ser rapaz, debe temer poco el incurrir en la repitacién del avaro; porque la avaricia es uno de los vicios que aseguran su rei- nado™. Y, si alguno dijera que César consiguis el Imperio con su liberalidad®, y que muchos otros, por ser liberalés en realidad y considerados como tales, legaron a puestos elevadisimos, le responderia: 0 posees ya un principado, o estas en camino de adquirirlo. En el primer caso, esta liberatidad es perjudicial; en el segundo, es muy necesario que pases por liberal". César era uno de los que querian llegar al principado de Roma®"”; pero si, después que hubo Hegado a él, hubiera vivido algin tiempo y no bubiera mode: rado sus dispendios, habria destruido el Imperio. Y si alguno replicara que ha habido muchos prin- cipes que con sus ejércitos hicieron grandes cosas y que tenfan fama de ser muy liberates", le res- ponderia: 0 el principe expende lo suyo y de sus sibditos, 0 expende lo de los demés. En el pri- mer caso debe ser parco: en el segundo, no debe omitir ninguna especie de liberalidad’”, 4. El principe que con sus ejércitos va a le- narse de botin, de saqueos y carnicerfas, y dis- pone de los bienes dp los vencidos, necesita esta mor Nicos Mequiavelo liberalidad; de lo contrario, ho seria seguido por sus soldados”. Puedes mosttarte mucho mas da- divoso, ya que das lo que no es tuyo ni de tus subditos, como hicieron Cito, César y Alejan dro™!; porque gastar lo de Ids otros no perjudica a tu reputacién, sino que le) afiade una mis so- bresaliente™”; gastar lo tuyo| es lo tinico que te perjudica. No hay nada que se consuma tanto a mismo como la liberalidad;| mientras la ejerces, Pierdes la facultad de ejercerfa; te vuelves pobre y despreciable**, 0, para escapar de la pobreza, Tapaz y odioso™#. Entie todas las cosas de que un principe debe preservarse| esta la de ser me- nospreciado y aborrecidio; y la liberalidad te con- duce a ambas. Por tanto, hay més sabiduria en soportar la reputacién de avaro, que produce una infamia sin odio, que en verse, por el deseo de tener fama de liberal, en ta necesidad de incurrir en la nota de rapaz, que produce una infamia con odio XVI DE LA CRUELDAD Y DI) Y SI VALE MAS SER A\ TEMIDO A CLEMENCIA, (ADO QUE SER 1 ESCENDIENDO después a as demés cualidades alegadas anteriormente, digo que todo principe debe desear ker tenido por cle- mente y no por ctuel; sin embargo, debe cuidar EL Principe 103 de no usar mal esta clemencia™. César Borgia era considerado cruel; no obstante, su crueldad habla reparado los males de la Romaiia, extin- guido sus divisiones, restablecido en ella la paz, y la habia hecho fiel™’, Si consideramos bien todo esto, veremos que él fue mucho mas clemente que el pueblo florentino, el cual, para huir de su fama de cruel, dej6 destruir Pistoya’™. Un prin- cipe, por tanto, no debe temer Ia infamia aneja a la crueldad, a fin de tener a sus stibditos unidos y fieles*®: porque con poquisimos ejemplos sera mas clemente que aquellos que, por demasiada clemencia, dejan engendrarse desérdenes, de los cuales no nacen mas que asesinatos y rapifias: pues éstos suelen ofender a la universalidad de los ciudadanos, mientras que los castigos que di- manan del principe s6lo ofenden a un particu- lar". Ademés, entre todas las clases de principe, al principe nuevo le es imposible evitar la repu- tacién de cruel", a causa de que los Estados nuevos se hallan Ienos de peligros. Virgilio, por boca de Dido, dice: Res dura, et regni novitas me talia cogunt Moliri, et late fines custode tueri™. Sin embargo, debe ser comedido al creer y al actuar, no atemorizarse nunca él mismo®, y proceder moderadamente, con prudencia y huma- nidad, de modo que fa confianza desmedida no lo convierta en incauto, y la desconfianza exagerada no le haga intolerable*™ 108 Nicolas Magulovelo 2. Nace de ello una disputa: si vale mas ser amado que temido, o todo lo contrario™®. Se res- ponde que se quiere ser las dos cosas; pero, como es dificil conseguir ambas a la vez, es mu- cho més seguro ser temido primero que amado, cuando se tiene que carecer de una de las dos cosas*®, Porque de los hombres en general se puede decir esto: que son ingratos, volubles, si muladores y disimulados, que huyen de los peli gros y estin ansiosos de ganancias”; mientras les haces bien, como dije més arriba, te son ente- ramente adictos, te ofrecen su sangre, su caudal, su vida y sus hijos®, cuando la necesidad esti cerca; pero cuando la necesidad desapareee, se rebelan. Y el principe que se ha fundado por en- tero en la palabra de ellos®®, encontrandose des- nudo de otros apoyos preparatorios, decae; por- que las amistades que se adquieren con el dinero y no con la grandeza y nobleza de alma™’, no son de provecho alguno en los tiempos dificiles, por mas bien merecidas que estén. Y los hombres tienen menos consideracién en ofender a uno que se haga amar que a uno que se haga temer™!; pues el amor se retiene por el vinculo de la grati- tud, el cual, debido a Ia perversidad de los hom- bres, es roto en toda ocasién de propia utilidad; pero el temor se mantiene con un miedo al cas- tigo que no abandona a los hombres nunca, 3. Sin embargo, el principe debe hacerse temer de modo que, si no se granjea el amor, evite el odio; porque puede muy bien conseguir al mismo tiempo ser temido y no odiado; esto lo EL Principe conseguird siempre, cienda de sus ciuda: sus mujeres": y ou rramar la sangre de justificacién conveni pero, sobre todo, al ajenos™*: porque pronto la muerte del trimonio™”, Adem: tobar los bienes ajen de rapinas, siempre derarse de lo ajeno pretextos para derra faltan con mayor fre 4, Pero cuando el y tiene que gobernar tonces es completam coupe de la reputaciéi putaci6n no se tiene dispuesto para ningu tables acciones de niendo un numerosi hombres de paises char en tierras extray guna disensién, ni el cipe, tanto en la fortuna®**. Esto no inhumana crueldad, virtudes le hizo sien ojos de sus soldados; tado sus demas vi efecto®. Los escrit 05 ise abstiene de robar la ha- Janos y stibditos, y de robar indo le sea indispensable de- guien, hégalo cuando exista jente y causa manifiesta™®; téngase de tomar los bienes los hombres olvidan mas padre que la pérdida del pa , nunca faltan razones. para s; el que comienza viviendo ncuentra pretexto para apo- “8; y, por el contrario, los ar sangre son més raros, y rincipe esté con sus ejércitos ‘a multitud de soldados, en- nte necesario que no se pre- de cruel, porque sin esta re- nunea un ejército unido ni ia aceién®®. Entre las admi ‘Anibal se cuenta que, te- jimo ejército, compuesto de uy diversos, y que iba a Iu- fas", no surgié nunca nin- tre ellos ni contra el prin- mala como en la buena judo provenir mas que de su {que junto con sus infinitas Fe respetable y terrible a los y sin ela no le habrian bas- tudes para obtener aquel ires poco reflexivos en esto, 106 Nicos Maguiavelo por una parte admiran su accion, y por otra vitu: peran su principal causa 5. Y para convencerse de/que sus demas vir tudes no habrian bastado, pocemos mencionar a Escipin, hombre excepcional no solamente en su tiempo, sino en toda la historia de las cosas cono- cidas™, contra el cual se rebelaron sus ejércitos en Espatia’*, Esto no derivélde otra cosa que de su exceso de clemencia, qué dejaba a sus sol dados més licencia de 1a que|eonventa a la disci plina militar’. En el Senado, le reconvino de ello Fabio Maximo, quien le lamo corruptor de Ja milicia romana‘*, Los loctios, habiendo sido destruidos por un lugarteniente de Escipion, no fueron vengados por él, ni la insolencia del lugar teniente fue castigada, proviniendo todo ello de su natural blando,-en tal grado que, uno que quiso excusarle en el Senado, dijo que habfa mu chos hombres que sabian mejor no errar, que co rregir los errores*”. Este natural habria salterado con el tiempo la fama y la gloria de Escipion, si 41 lo hubiera conservado en el mando; pero. como vivid bajo la direccién del Senado, esta cualidad perniciosa no s6lo dekapareci6, sino que se convirtié en gloria suya®, 6. Volviendo a la cuestion de ser temido y amado, concluyo, pues, que, Amancio a los hom: bres a su voluntad y temiendg a la del principe, debe un principe cuerdo fundarse en lo que e suyo*", no en lo que es de otrps: debe solamente ingenidrselas para evitar el ddio, como he di cho EI Principe wor XVIII DE QUE MODO LOS PRINCIPES DEBEN GUARDAR LA FE DADA 1. (XUAN loable es en un principe mantener la fe jurada y vivir de un modo integro y no con astucia®®’, todos® fo comprenden: sin embargo, la experiencia de nuestros dias nos muestra principes que han hecho grandes cosas‘ y, no obstante, han hecho poco caso de la buena ie y han sabido atraerse con astucta las mentes de los hombres***, de modo que incluso han aca- bado triunfando de los que se fundaban en la lealtad™, 2. Debsis, pues, saber que hay dos maneras de combatir: una con las leyes, y otra con Ia fuerza; la primera es propia del hombre, la segunda lo es de los animales; pero, como muchas veees Ia pri- mera no basta, conviene recurrir a la segunda’ Por tanto, a un principe le es necesario saber ha- cer buen uso de una y otra. Esto es lo que con palabras encubiertas ensefiaron a los principes los antiguos autores, los cuales escribieron que Aquiles y muchos otros principes de la antigitedad fueron confiados en su nifiez al centauro Quirén, para que los custodiara bajo su disciplina™®. Tener por pre- ceptor a un maestro mitad bestia y mitad hombre no quiere decir otra cosa sino que un principe ne- cesita saber usar una y otra naturaleza™; y que la una sin la otra no es duradera 3. Asi pues, viéndose un principe en la necesi- 108 Nicolas Maguiavelo dad de saber obrar competentemente segin la naturaleza de los animales, debe entre ellos imi- tar a la zorra y al le6n a un tiempo; porque el leén no se defiende de las trampas, y la zorra no se defiende de los lobos’”!. Es necesario, pues, ser zorra para conocer las trampas, y leén para destrozar a los lobos. Los que sélo toman por modelo al leén no entienden sus intereses*”*. Por tanto, un principe prudente no puede ni debe mantener fidelidad en las promesas, cuando tal fidelidad redunda en perjuicio propio, y cuando las razones que la. hicieron prometer ya no exis- ten”, Si los hombres fueran todos buenos, este precepto no seria bueno*™; pero, como son malos y no observarian su fe con respecto a ti, ti tampoco tienes que observarla con respecto a ellos”, Nunca le faltan a un principe razones legt timas para cohonestar Ia inobservancia’”®, De esto se podrfan dar infinitos ejemplos recientes, y mos- trar cuntos tratados de paz, cudintas promesas han quedado anuladas y vanas por la infidelidad de tos principes®””: el que mejor supo obrar como z0- 17a, tuvo mejor acierto. Pero es necesario saber encubrir bien este natural, y tener gran habilidad para fingir y disimular’’®: los hombres son tan simples, y se someten hasta tal punto a las nece- sidades presentes, que quien engafta encontrara siempre quien se deje engaiar®™ 4. Entre los ejemplos recientes, no quiero pa- sar uno en silencio. Alejandro VI no hizo nunca otra cosa, ni pensé nunca en otra cosa que enga- far a los hombres, y siempre encontré medios de £1 Paincipe 109 poder hacerlo’, No existié nunca un hombre que tuviera maybr eficacia. en aseverar, y con mayores jurdmentos afirmara una cosa, que al mismo tiempo la observara menos; sin embargo, sus engafos le salicron siempre a me- dida de sus deseds, porque sabfa e6mo hacer caer a los hombres con semejante estratagema®! No es necesario, pues, que un principe posea de hecho todas las cualidades mencionadas, pero es muy necesario que parezca poseerlas. Incluso me atreveré a decit que si las posee y las observa siempre, serén perjudiciales, y, si parece po- seerlas, fe seran ttiles**; puedes parecer manso, fiel, humano, leal,| religioso y serlo™; pero es preciso retener tu alma en tanto acuerdo con tu espiritu que, en caso necesario, sepas variar de tun modo contrario, Y hay que comprender bien que un principe, ¥ especialmente un principe nuevo, no puede gbservar todas aquellas cosas por las cuales Jos) hombres son considerados buenos, ya que a tnenudo se ve obiigado, para conservar el Estadd, a obrar contra la fe, contra la earidad, contra {a humanidad, contra la reli- gidn®®, Es menester que tenga el énimo dis- puesto a volverse segiin que los vientos de la for- tuna y las variaciongs de las cosas se lo exijan, y, como dije més arriba, a no apartarse del bien, mientras pueda‘, sino a saber entrar en el mal, cuando hay necesiddd 5. Un principe, pues, debe tener gran cuidado de que nunca le salga de la boca una cosa que no esté Hlena de las cinto mencionadas cualidades, y 0 Nicolis Maguiavelo de que parezca, al verle y/oirle, todo bondad, todo buena fe, todo integridad, todo humanidad, todo religion’. Y no hay|cosa mis necesaria para aparentar tener que esta iiltima cualidad®”, Los hombres en general juzgan més por los ojos que por las manos®**; porque el ver pertenece a todos, y el tocar a pocos. Tpdos ven lo que pa- Teces, pero pocos comprenden lo que eres": y estos pocos no se atreven a dponerse a la opinién de muchos, que tienen la thajestad del Estado que les protege’; en las agciones de todos los hombres, especialmente de los principes contra los cuales no hay juicio a quien reclamar, se con- sidera el fin Procure, pues,| un principe conser. var y mantener el Estado: lo medios que emplee serdn siempre considerados honrosos y alabados Por todos; porque el vulgo s¢ deja siempre coger Por las apariencias y por el acierto de la cosa y en el mundo no hay sino vulgo; los pocos espi- ritus penetrantes no tienen lugar en él, cuando la mayorfa tiene dénde apoyarsé™”, Un principe de nuestros tiempos, al cuat|no esté bien nom- brar, jamas predica otra cosa que paz y lealtad, y en cambio es enemigo acérrimo Ue una y otra; si él las hubiera observado, muchas veces le habrian quitado la reputacién o el Estado. EI Principe m1 XIX DE QUE MODO SE DEBE EVITAR SER DESPRECIADO Y ODIADO. 1. JDERO como acerca de tas cualidades de que mas arriba se hace mencién he hablado de las mas importantes, quiero discurrir sobre las otras brevemente y de un modo general; asi pues, que el principe intente, como he dicho mas arriba, evitar aquellas cosas que le hagan odi so y despreciable™; y cada vez que Io evite habr cumplido con su obligacién y no hallara peligro alguno en cualquier otra censura®’. Le hace odioso, sobre todo, como dije, el ser rapaz y usurpador de as propiedades y las mujeres de sus stibditos: de ello debe abstenerse™; siempre que no se quita a la generalidad de los hombres su propiedad ni su honor, viven contentos, y solo se ha de combatir con la ambicion de pocos, la cual se frena de muchas maneras y con faci dad”. Cae en el menosprecio cuando pasa por variable, ligero, afeminado, pusilinime, irreso- Iuto: un principe debe protegerse de todo esto como de un escollo, ¢ ingeniarse para que en sus acciones se advierta grandeza, valor, gravedad, fortaleza**; en torno a las tramas de sus sib- ditos, debe procurar que su sentencia sea irrevo- cable™”; y manténgase en tal opini6n, que nadie tenga el pensamiento de engafiarle, ni de entram- parle 2. Bl principe que da de sf esta opinién es muy m Nicolés Maguiavelo estimado; dificilmente se conspira contra el que es reputado™, y dificilmente se le ataca, pues se comprende que sea excelente y respetado por los suyos. Un principe debe tener dos temores: uno en el interior por cuenta de sus siibditos, y otro en el exterior por cuenta de potencias vecinas. Contra este ltimo se defenderd con buenas armas y con buenos amigos; y siempre, si tiene buenas armas, tendrd buenos amigos; siempre estardn aseguradas las cosas interiores, cuando estén aseguradas las exteriores, a no ser que las haya perturbado una conjura™; y, aunque los del exterior intentaran algo, si el principe ha go- bernado y vivido como he dicho, con tal de que no le abandonen los suyos®", siempre sostendré todo ataque, como dije que hizo el espartano Nabis™. 3. Sin embargo, acerea de los sibditos, aun ‘cuando los del exterior no maquinen nada, se ha de temer que no conspiren secretamente; el prin- cipe se asegura contra ello evitando ser odiado y despreciado, y teniendo al pueblo ‘satisfecho de 41, lo cual es necesario conseguir, como se dijo més arriba por extenso®’, Uno de los més pode- rosos remedios que tiene un principe contra las conjuras consiste en no ser odiado por el pueblo; porque el que conspira cree siempre que con la muerte del principe satisfaré al pueblo; pero, cuando crea ofenderlo, no se atreverd a tomar se~ mejante partido, porque las dificultades que se presentan a los conjurados son infinitas™. La ex- periencia enseita que ha habido muchas conjuras, EI Principe ¥ que pocas han Ik conjura no puede ‘compaiia, sino la d contentos*”; y en ci descubierto tu inter contentarse, ya que rar toda clase dev viendo por una part otra viéndola dudos vendria que fuera ui gran ami enemigo totalmente para que te observar 4. Para reducir la digo que por parte que miedo, celos y atemoriza; pero por jestad desu sobera los amigos y del Es! manera que, afiadier nevolencia popular, bastante temerario un conspirador sient de la ejecucion del también después (te! blo”), aunque triui refugio®* alguno, 5. Sobre esta mat ejemplos; pero q solo, cuya memoria padres, Siendo asesi Se conjuraron cont abuelo del actual Ani 13 gado a buen fin; pues quien uno solo, ni puede tomar aquellos que cree estin des- anto a un descontento le has cin’, le das materia para ‘manifiestamente puede espe- ntajas*; de tal modo que, segura la ganancia‘', y por y lena de peligros , con- 10,0 que fuera un irreconcitiable del principe, it fidelidad. a cuestion a breves términos, del conspirador no hay més ‘ospecha de una pena que lo parte del principe hay la ma- a, las leyes, la defensa de ado, que le protegen®®: de ido a todas estas cosas la be- es imposible que nadie sea ara conspirar®"*, Porque si por lo comin temor antes al, en este caso debe temer hiendo por enemigo al pue- fara, no pudiendo esperar ia podriamos dar infinitos ero contentarme con uno os transmitieron nuestros jado por los Canneschi, que ‘a él, Anibal Bentivoglio, al, que era principe de Bo- ma Nicole Maguiavelo Ionia, y no quedando de él mas que su hijo Juan, que estaba atin en mantillas, inmediatamente des- pués de tal asesinato, se levanté el pueblo y maté a todos los Canneschi®, Esto fue resultado de la benevolencia popular que ta casa Bentivoglio go zaba en aquellos tiempos: esth benevolencia fue tan grande, que, no quedand9 en Bolonia nadie de aquella casa que pudiera, muerto Anibal, re- gir el Estado®', y teniendo indicios de que en Florencia existia un descendiente de tos Bentivo- glio que hasta entonces era considerado hijo de tin artesano®?, fos bolofieses acudieron en su busca @ Florencia y le dieron| el gobierno de la ciudad, fa cual gobernd hasta que Juan hubo lle- gado a una edad conveniente para gobernar™. 6. Por tanto, concluyo que] un principe debe inquietarse poco de las conspiraciones cuando el pueblo le tenga buena voluntad™; pero, cuando le sea contrario y le tenga olio, debe temerlo todo y a todos. Los Estados bien ordenados y los principes sabios han cuidado siempre muy di- ligentemente de no descontentar a los grandes y de satisfacer al pueblo y tenerlo contento™’; ésta es una de las cosas mas importantes que ha de tener en cuenta un principe. 7. Entre los reinos bien ordenados y gober- nados en nuestros tiempos esté ef de Francia, Se halla en 1 una infinidad de buenos estatutos, de los que dependen Ia libertad y Ia seguridad del rey; el primero de ellos es el Parlamento y su au- toridad®; cl fundador del actual orden de este reino, conociendo Ia ambicién de los grandes y EI Principe us su insolencia, y juzgando que era necesario po- nerles un freno que les contuviera, y por otra parte sabiendo que el odio del pueblo contra los grandes estaba fundado en el miedo, y deseando apaciguarlos, no quiso que este cuidado quedara a cargo particular del rey, para quitarle el enfren- tamiento que pudiera tener con los grandes favo- eciendo al pueblo, y con ef pueblo favoreciendo a los grandes; por ello establecié un tercer juez, que fuera quien, sin participacién del rey, repri- miera a los grandes y favoreciera a los pe- quefios™. Esta disposicién no podfa ser mejor ni mas prudente, ni un mejor medio de seguridad para el rey y su reino. De aqui se puede sacar una notable conclusién: que los principes deben dejar a otros la disposicién de las cosas odiosas. y reservarse para si mismos las de gracia®™'. Con- cluyo de nuevo que un principe debe estimar a los grandes, pero no hacerse odiar por el pueblo. 8. Parecera quizé a muchos, considerando Ia vida y muerte de diversos emperadores romanos, que hay ejemplos contrarios a esta opinién, en- contrando que alguno vivi6 siempre notable- mente y mostré gran valor de espfritu, y sin em- bargo perdi6 ef Imperio o fue asesinado por los suyos, que conspiraron contra él, Por tanto, qu riendo responder a estas objeciones, examinaré las cualidades de algunos emperadores, mos- trando las razones de su ruina, no diferentes de la que eduje anteriormente; y haré tomar en con- sideraci6n aquellas cosas que son notables para quien lee las acciones de aquellos tiempos**. Me us colds Maguiavelo bastard tomar a todos los empetadores que se sucedieron en el Imperio desde Marco el filésofo hasta Maximino, los cuales fueron Marco Aure- lio, su hijo Cémodo, Pertinax, Juliano, Septimio Severo, su hijo Antonino Caracalla, Macrino, Heliogabalo, Alejandro y Maximino. 9, Primeramente hay que notar que, mientras en los otros principados s6lo se tiene que luchar con la ambicién de los grandes y la insolencia del pueblo, los emperadores romanos tenfan una ter- cera dificultad, la de tener que soportar la cruel: dad y avaricia de tos soldados, Esto era muy difi- cil®, que fue causa de la raina de muchos, al ser dificil satisfacer a los soldados y al pueblo; tos pueblos aman la tranquilidad, y por esto aman a los principes moderados"*, mientras que los sol- dados aman al principe que tenga espiritu militar y que sea insolente, cruel y rapaz. Querian que él ejercitara estas cosas en ios pueblos para poder tener paga doble y desahogar su avaricia y cruel dad. 10. Estas cosas hicieron que aquellos empera- dores, que por naturaleza o por arte no tenian tuna gran reputaci6n, de suerte que con ella refre- naran a unos y otros, siempre quedaban ven- cidos; y la mayorfa de ellos, méxime los que lle- gaban a la soberanfa como principes nuevos, conociendo la dificultad de conciliar ambas cosas, se inclinaban a satisfacer a los soldados®’, sin te- mer mucho el ofender al pueblo, Esta decision era necesaria®: porque, no pudiendo los prin- cipes evitar ser odiados por alguien”, se deben EL Principe um esforzar primeramente en no ser odiados por la mayorfa; y cuando|no puedan conseguir esto, de- ben ingeniarse de Ja manera que sea para evitar el odio de la mayoria que es mas poderosa®", En consecuencia, los ¢mperadores que por ser prin- cipes nuevos tenfah necesidad de extraordinarios favores, se apegabiin a los soldados antes que al pueblo; sin embaigo, esto le resultaba ben cioso 0 no segin que el principe supiera mante- ner su reputacidn entre los soldados™ 11, De las razones mencionadas procede que Marco, Pertinax y Alejandro, siendo todos de moderada conduct, amantes de la justicia, ene- migos de la cruelddd, humanos y benignos™, tu- vieron todos, excepto Marco, un triste final. Solo Marco vivid y murié muy venerado, por- que sucedié al emperador por derecho heredita- Tio, y no tenfa que] agradecerlo ni a los soldados, nial pueblo’; ademas, estando dotado de mu- chas virtudes que 1¢ hacian respetable, tuvo siem- pre, mientras vivid) a los unos en orden y al otro dentro de unos limites, y nunca fue odiado ni despreciado™*. Pero Pertinax, creado emperador contra la voluntad de los soldados™’, los cuales, estando habituados a vivir ticenciosamente bajo Cémodo, no pudieron soportar la vida honesta a ja que Pertinax queria reducirles™*, engendré en ellos odio contra sd persona™®, y a este odio afta did el menosprecip por ser viejo, acabando arruinado al principio de su administracién. 12. Aqué debe hhcerse notar que el odio se ad- quiere mediante lab buenas acciones, tanto como 118 Nicolés Maguiavelo mediante las malas; por esto, como dije mas arriba, si un principe quiere cofservar el Estado, a menudo se ve obligado a no ser bueno®'; cuando la mayoria, ya sea pueblo, soldados 0 grandes, de la que piensas tener necesidad para mantenerte, esté corrompida, t conviene seguir su humor para satisfacerla®™| y entonces las buenas acciones seran tu perditin®*, Pero vol- vamos a Alejandro“: fue tant su bondad, que e dedican esta entre las demds alabanzas que § la de que, en los catorce afios| que conservs el Imperio, nunca hizo morir a nadie sin juicio: sin embargo, siendo considerado| afeminado®* hombre que se dejaba gobernar por su madre®, y habiendo caido por ello en desprecio, el ejér. ito conspiré contra él y le asesin6. 13, Poniendo ahora en oposicidn las cualidades de Cémodo, de Severo, Antonino Caracalla y Maximino, los encontraréis muy crueles y ra- paces: ellos, para satisfacer a los soldados, no perdonaron ninguna clase de injuria que se pu- diera cometer contra el pueblo; ¥y todos, excepto Severo, tuvieron un triste fin.) Severo? tenia tanto valor, que, conservando don él la inclina cién de los soldados, aunque gravara al pueblo, pudo siempre reinar felizmente™*; pues sus cuali- dades le hacian tan admirable e el concepto de los soldados y del pueblo, que éste_permanecta en cierto modo aténito y asombrado*”, y aquéllos respetuosos y satisfechos". Y como las acciones de Septimio Severo fueron grandes y notables en un principe nuevo, quiero mostrar brevemente EL Principe us cuiin bien supo hacer de zorra y de ledn, a los cuales es necesario que imite un principe, como dije mas arriba", 1d, Habiendo conocido Severo la cobardia del emperador Juliano, persuadié a su ejército, que estaba bajo su mando en Esclavonia™, de que haria bien en marchar a Roma para vengar la muerte de Pertinax, ef cual habia sido asesinado por la guardia pretoriana®; con este pretexto, sin mostrar que aspiraba al Imperio, arrastr al ejército contra Roma, y estuvo en Italia antes de que se supiera su partida®'. Habiendo legado a Roma, el Senado, atemorizado, le eligié empera- dor, y fue muerto Juliano", Después de este principio, le quedaban a Severo dos dificultades, si queria ensefiorearse de todo el Estado: la una en Asia, donde Pescennio Niger, jefe de los ejér- citos asiaticos, se habia hecho proclamar empera- dor, y la otra en poniente, donde estaba Albino, que aspiraba también al Imperio™”, Y, como juz- gaba peligroso declararse enemigo de fos dos, de- cidié atacar a Niger y engaiar a Albino%®. A éste le escribié que, habiendo sido elegido empe- rador por ef Senado, queria repartir con él esta dignidad: le envié el titulo de César, y por deci- sién del Senado se asocié a & como colega%®; Albino acepté estas cosas como verdaderas. Pero, después que Severo hubo vencido y muerto a Niger, y apaciguadas las cosas en oriente, vol- vid a Roma, y se quejé en el Senado de que Al- bino, poco réconocido a los beneficios recibidos intentado matarlo a traicién, y por 20 Nicolés Maguiavelo esto se vela obligado a ir a castigar su ingratitud. Después fue a su encuentro a Francia, y le quité el Estado y la vida. 15. Quien examine, pues, atentamente sus ac- ciones, hallaré que era un ferocisimo Ieén®” y una zorra muy astuta, y veré que era temido y reverenciado por todos sin ser odiado por sus ejércitos, y no se maravillard de que é1, principe nuevo, hubiera podido conservar tan vasto Impe- rio; porque su grandisima reputacién® le pre- serv siempre de aquel odio que los pueblos, a causa de sus rapirias, habfan podido concebir. Pero su hijo Antonino fue también un hombre que tenia excelentisimas cualidades que le hacian admirable en el concepto de los pueblos y grato a los soldados; era un guerrero que soportaba hasta el final todas las fatigas, y despreciaba todo ali- mento delicado y cualquier otra clase de molicie: esto le hacia ser amado por todos los ejércitos”*, Sin embargo, su ferocidad y crueldad fue tanta y tan inaudita, por haber hecho perecer, después de infinitos asesinatos particulares, a gran parte del pueblo de Roma y a todo el de Alejandria, que se hizo sumamente odioso a todo el mundo®’®; comenz6 a ser temido incluso por los, que tenia alrededor, de modo que fue asesinado por un centurién, en medio de su ejército, 16. Por ello es de notar que semejantes muertes, las cuales son consecuencia de la decision de un 4nimo obstinado, son imposibles de evitar por los principes, porque cualquiera que no tema morir puede ofenderlos; pero el principe debe temerles El Principe na ‘menos, porque son rarisimos*”, Solo debe guar- darse de no cometer una grave injuria contra nin- guno de aquellos|de los cuales se sirve™” y que tiene en torno suyo al servicio de su principado: asi hizo Antonind®™, que habia mandado matar ignominiosamentd a un hermano de un centurién, y éste diariamenté lo amenazaba; sin embargo, le dejaba la custodit de su persona: su actitud era temeraria y propitia para ser asesinado, como asi ocurrié, 17, Pero vengamos a Comodo, al que le era tan facil conservar el Imperio, puesto que Io te- nia por derecho hereditario, al ser hijo de Marco; s6lo le bastaba seguir las huellas de su padre, y habria satisfecho # los soldados y al pueblo; pero, siendo de cardcter cruel y brutal, para poder ejercer su rapacidad sobre los pueblos, se dedicé a favorecer a los ejércitos y hacerlos licenciosos; por otra parte, no conservando su dignidad, des. cendiendo a menudo a los teatros para luchar con los gladiadores, y haciendo otras cosas muy viles y poco dignas de Ja majestad imperial, se conv 116 en despreciable a los ojos de los soldados. Y siendo odiado por una parte y despreciado por la otra, se conspiré gontra él y fue asesinado™™ 18. Quedan por exponer las cualidades de Maximino®!, Este fue un hombre muy belicoso, y estando los ejétcitos disgustados de la molicie de Alejandro, del) cual ya he hablado, muerto é lo eligieron para el Imperio. No lo poseyé mucho tiempo, porque Ie hacian odioso y despreciable dos cosas“: la una era su bajo origen®, por ha- ad Nicolis Maguiavelo ber guardado los rebafios en Tracia (lo cual era conocido por todos y le granjeaba un profundo desprecio por parte de cualquiera); la otra, por- que, habiendo diferido el marchar a Roma y en- trar en posesién del trono imperial al comienzo de su soberanfa, dio de sf mismo la opinion de muy cruel, ya que mediante ‘sus prefectos, en Roma y en otros lugares del Imperio, ejercié mu- chas crueldades**, Asi pues, leno todo el mundo de desdén por la bajeza’ de su origen, y de odio por el temor de su ferocidad, se rebelé primeramente Africa’, despuge el Senado con todo el pueblo de Roma: y toda Italia conspiré contra él. A ellos se uni6 su propio ejército; éste, que estaba acampado en Aquilea y encontraba dificultades en su conquista, fatigado por su crueldad, y temiéndole menos al verle con tantos enemigos, le maté®’, 19. ‘No quiero hablar de Heliogabalo, de Ma- crino* ni de Juliano, los cuales, por ser despre- ciables en todo, perecicron muy pronto; pero vuelvo a la conclusion de este discurso. Digo que los principes de nuestros tiempos experimentan menos, en su gobierno, esta difjcultad de satisfa- cer a los soldados por medios ¢xtraordinarios™, a pesar de que se deba tener coh ellos cierta con- sideracién, sin embargo todo se resuelve pronto, Porque ninguno de estos principes tiene ejércitos que se hayan amalgamado al mismo tiempo con las autoridades y las administraciones de las pro- vincias™, como sucedta con los ejércitos det Im- perio romano. Pero, si entonces era necesario sa- EL Principe uw tisfacer mas a los soldados que al pueblo, era porque los soldados podian més que el pueblo; ahora es ms necesario para todos los principes, excepto para el Turco y el Sultén, satisfacer a los pueblos més que a los soldados, porque los pue- blos pueden més que aquéllos® 20. Entre ellos excepto al Turco™, porque siempre tiene alrededor de si doce mil infantes y quince mil caballos, de los que depende la seguri- dad y Ia fortaleza de su reino®, y es necesario que, por encima de cualquier otra consideracién, el soberano los mantenga como amigos. Lo mismo sucede con el reino del Sultén®®, que, es- tando por entero en manos de los soldados, con- viene que también él, sin consideracién hacia el pueblo, conserve su amistad®, Tenéis que notat que cl Estado del Sultan es diferente de todos los demés principados; porque es semejante al ponti- ficado cristiano, que no puede Iamarse princi- pado hereditario, ni principado nuevo®”; no son herederos ni se vuelven soberanos los hijos del principe anterior, sino aquel que es elegido para este cargo por los que tienen autoridad para ello®*, Y siendo este orden muy antiguo, no se le puede Ilamar principado nuevo, porque en él no hay ninguna de las dificultades que existen en Jos nuevos; y aunque el principe es nuevo, las constituciones de tal Estado son antiguas y orde- nadas para recibirlo como si fuera su sefior here- ditario®™. 21. Pero volvamos a nuestro tema. Cualquiera que reflexione sobre lo que dejo expuesto, verd ne Nicotis Maguiavelo que el odio 0 ef menosprecio fueron la causa de la ruina de ios emperadores mencionados, y co- nocera también de dénde procede que, habiendo obrado de un modo una parte de ellos, y de un modo contrario la otra, slo uno de ellos, si guiendo esta 0 aquella via, tuvo un dichoso fin, y os demas lo tuvieron desastroso. Para Pertinax y Alejandro, por ser principes nuevos, les fue inttil y perjudicial querer imitar a Marco, que reinaba por derecho hereditario™; y de igual suerte para Caracalla, Comodo y Maximino les fue muy per- nicioso imitar a Severo, por no tener tanto valor que bastara para seguir sus huellas. Por tanto, un principe nuevo, en un principado nuevo, no puede imitar las acciones de Marco, ni tampoco le es necesario seguir las de Severo”; pero debe tomar de Severo aquellos procederes que son ne- cesarios para fundar su Estado, y de Marco los que son convenientes y gloriosos para canservar un Estado que ya se halle fundado y asegu- rado™, EI Principe fee XxX SILAS FORTALEZAS Y OTRAS MUCHAS COSAS QUE LOS PRINCIPES HACEN CON FRECUENCIA SON UTILES © NO 1. ALGUNOS | principes, para tener con se- guridad el Estado, desarmaron a sus stibditos; algunos otros mantuvieron divididas las tierras ocupadas; unos alimentaron enemistades con. tra s{ mismos; otros se dedicaron a ganarse a aque- Hlos que les eran Sospechosos al principio de su reinado; algunos edificaron fortalezas; otros las arrasaron y destruyeron™, Y, aunque sobre todas estas cosas o se puede dar una regla fija, sino se contempla en particular alguno de los Es tados en que bubigra de tomarse una determina- cién semejante, sin embargo hablaré de ello del modo extenso quel la materia misina permita”™ 2. No sucedi6 munca, pues, que un principe nuevo desarmara d sus stibditos; incluso, cuando los encontré desarmados, siempre los arms"; ya que, armandolos, estas armas se convierten en as tuyas propias, se Juelven fieles los que te eran sospechosos, y los que eran fieles se mantienen y de sibditos se conyierten en partidarios tuyos. Y como no se puede armar a todos los siibditos, aquellos a quienes armas reciben un favor de ti, y con Jos otros se puede obrar con mas seguri- dad”*: la diferenciq de proceder que ven con res- Pecto a ellos hace « los primeros deudores tuyos, y los otros te disculpan, juzgando que es nec Rs Nicolas Maguiaveto rio que tengan mas méritos aquellos que soportan més peligros y més obligaciones. Pero, cuando los desarnas, empiezas a ofenderlos, y muestras que no tienes confianza en ellos,|o por cobardia, © por poca fidelidad””: y una y otra de estas opi- niones engendra odio contra ti, Como no puedes permanecer desarmado, conviene| que te dirijas a la tropa mercenaria, la cual tiene los incon- venientes que més arriba he dicho”; y, aun cuando fuera buena, no puede serlo hasta tal punto, que te defienda de los gnemigos pode- 10508 y de los stibditos sospechosds™. 3. Por esto, como he dicho, un|principe nuevo, en un principado nuevo, siempre se formé una tropa suya’"”; de esta clase de fjemplos estén Ilenas las historias. Pero cuando un principe ad- quiere un Estado nuevo que, como miembro, se aade al antiguo, entonces es necksario desarmar a aquel Estado, excepto a los que, al conquis- tarlo, fueron partidarios tuyos’"; e incluso a ellos, con el tiempo y en las ocasjones propici es necesario hacerlos suaves y afeminados”?; hay que ordenar las cosas de modo que todas las armas de tu Estado se hallen sélp en manos de tus soldados propios, que viven en tu antiguo Es- tado cerca de ti 4, Nuestros mayores y los que eran conside- rados sabios solfan decir que era necesario con- servar Pistoya con facciones’™ y Pisa con forta- Jezas; por esto en algunos lugares alimentaban las diferencias entre sus sibditos, para poseerlos mas fécilmente, Esto, en tiempos en que Italia estaba El Principe Rr en cierto modo equilibrada, podia convenir; pero ho creo ya que se pueda dar hoy por precepto, Pues no creo que las divisiones hagan ningin bien’"*; antes es necesario, cuando el enemigo se acerca, que las ciudades divididas se pierdan en seguida; porque la parte mas débil se unira siem- pre a las fuerzas exteriores, y la otra no podra regi 5. Los venecianos, movidos, segin creo, por Jas razones mencionadas, alimentaban a las sectas de los gitelfos y gibelinos en las ciudades de su dominacion; y, aunque no tes dejaran nunca tle- gar a derramar sangre, alimentaban sin embargo entre ellas las rencillas, a fin de que, ocupados los ciudadanos en sus diferencias, no se unieran contra ellos”, Esto, como se vio, no redundé en beneficio suyo; pues, habiendo sido derrotados en Vaila, de pronto una parte de estas facciones tom6 aliento y les quité el Estado”. Por tanto, semejantes medios muestran la debilidad del principe”: porque en un principado vigoroso nunca se permitiran tales divisiones; solo son pro- vechosas en tiempos de paz, ya que mediante aquéllas se puede manejar mas facilmente a los stibditos””; pero, si sobreviene la guerra, seme- jante solucién muestra sus fallos. 6. Sin duda, los principes se convierten en grandes cuando superan las dificultades y la opo- sicién con que se encuentran”: no obstante la fortuna, especialmente cuando quiere engrande- cer a un principe nuevo, que tiene mayor necesi- dad de adquirir reputacién que un principe here- rs Nicole Maguiavelo ditario, le hace nacer enemigos y le induce a iniciar empresas contra ellos, a fin de que tenga ocasién de triunfar, y, con la escala que le traen sus enemigos”, de subir mas arriba. Pero mu- chos juzgan que un principe sabio debe, cuando tenga ocasi6n, alimentar con astucia cualquier enemistad, a fin de que, reprimiéndola, aumente su propia grandeza™. 7. Los principes, y sobre todo los que son nuevos, encontraron mas fidelidad y més. prove- cho en aquellos hombres que al principio de su reinado eran considerados sospechosos, que en los que al principio eran sus confidentes”. Pan- dolfo Petrucci™', principe de Siena, regia su Es- tado mas con aquellos que le fueron sospechosos que con los otros. Pero de todo ello no se puede hablar extensamente, porque los casos nunca son los mismos”®, Sélo diré que, a aquellos hombres que al comienzo de un principado eran enemigos, y que son tales que para mantenerse necesitan apoyos, el principe siempre podra ganérselos con muchisima facilidad”*: y se ven obligados a ser- virle con fidelidad, mayormente cuando saben que les es muy necesario borrar con sus acciones la siniestra opinién que se tenia de ellos”. Y asi cl principe sacar siempre més utilidad de estas gentes que de aquellas que, sirviéndote con de- masiada tranquilidad”®, descuidan los intereses del principe. 8. Puesto que lo exige fa materia, no quiero dejar de recordar a los principes que adquirieron de nuevo un Estado mediante los favores intrin ELPn iv | 19 secos de éste, gute onsideren bien qué razén mox Vi6 a los que fe aydaron a favoreverle: y, si no 8 por afecto naturdl hacia ellos, sino s6lo porque no estaban contentbs del Estado, con gran fatlga Y diticultad podré gonservarlos por amigos, por. que seré imposible) que logre contentatios®™. analizando bien, con los ejemplos sacados de los hechos antiguos y modernos, la causa de ello, se vera que es mucho] més facil ganarse Ia amistad de los hombres qu¢ se contentaban con el ante- rior gobierno, aunghe eran sus enemigos”, que de los que, no estado contentos”, se convirie, ton en amigos suyos y le ayudaron'apoderase 9. Los principes, para poder conservar con mds seguridad su Estado, tenian la costumbre de Cdilcarfortalezas que sirvieran de rienda y freno 4 cualquiera que lconcibiese designios “cor ellos™, y de poseer| un refugio seguro contre i Fepentino ataque”™.| labo esta medida, ya q es usada desde antigho: sin embargo, cn meses tiempos, se vio a Nigolés Vitelli demoler dos for talezas en la ciudad! de Castello para conser, varla”™’. Guido Uballio, duque de Urbino, le ne. gteso a su Estado, lel que le habia expulsado César Borgia, arruin6 hasta los cimientos toda las fortalezas de esta provincia; juzes que sin cllas le resultaria mas dificil volver @ perder ol Estado”. Los Bentivoglio, tras regresat a Bolo- nia, utiizaron parecidas medidas. Asi pues, las fortalezas son sitiles 4 no segiin los tiempos: y =: te benefician bajo un aspecto, te perjudican bajo 130 Nicolas Maquiavelo otro. Puede reducirse esta chestién de Ja manera que sigue: 10. El principe que tiene mas miedo de su pueblo que de los extranjerds debe construir for talezas””’; pero el que tiene mas miedo de los e: tranjeros que de su pueblo debe dejarlas de lado El castillo de Milén, que eUifies alli Francisco Sforza, atrajo y atracré més|guerras a la familia de Ios Sforza que cualquier otro desorden en aquel Estado. Sin embargo, la mejor fortaleza que existe es no ser odiado por el pueblo™: por. que, aunque tengas fortalegas, si el pueblo te odia, no te salvaran'®”: nunéa faltan a los pue blos, en cuanto han tomadd las armas, extran jeros que les socorran™. Eh nuestros tiempos, no vemos que las fortalezas Hayan sido de prove. cho a ningin principe, si noles a la condesa de Forli, después de la muerte de su esposo, el conde Gerénimo; gracias a la fortaleza pudo evi tar el ataque del pueblo y esperar el socorro de Milin, para recuperar el Estado”, Las circuns- tancias hacfan que los extrahjeros no pudieran socorrer al pueblo”; pero después, de poco le sirvieron a ella las fortalezas, cuando César Bo! gia la atacs, y el pueblo, endmigo suyo, se unis al extranjero™". Por tanto, etonces y antes, ha bria sido mas seguro para la condesa no ser odiada por el pueblo, que tener las fortalezas™! Consideradas, todas estas cosas, alabaré a quien construya fortalezas y a quien no las construya, y censuraré al que, fidndose de las fortalezas, tenga en poco el ser odiada por el pueblo’ BI Principe BI XXI COMO DEBE CONDUCIRSE UN PRINCIPE PARA SER ESTIMADO 1 INGUNA cosa le granjea mayor estima- cién a un principe que las grandes em- presas y las acciones raras*. Tenemos en nues- tros tiempos a Fernando de Arag6n, actual rey de Espaiia. A éste se le puede lamar casi prin- cipe nuevo™”, porque de rey débil que era se convirtié, gniado por la astucia y la fortuna més que por el saber y Ia prudencia, en el primer rey de la Cristiandad”*: si consideramos sus ac- ciones, las encontraremos todas sumamente grandes y algunas extraordinarias™. Al principio de su reinado, atacé Granada’; y esta empresa fue ef fundamento de su Estado. La comenz6 sin pelear y sin miedo de hallar estorbo en ello: tuvo ‘ocupados en esta guetta los énimos de los nobles de Castilla, los cuales, pensando en ella, no pensa- ban en innovaciones; por este medio, él adquiria reputaci6n y dominio sobre ellos, sin que lo advir tieran”*!. Con el dinero de ta Iglesia y del pueblo pudo mantener ejércitos y formarse, mediante esta larga guerra, sus tropas, que Ie atrajeron mucha gloria’, Ademés, alegando siempre el pretexto de la religién para poder llevar a efecto mayores hazafas, recurrié a una devota crueldad, expulsando y despojando a los moros de su reino’™': no puede ser este ejemplo mas misera- ble ni mas extrano. Bajo esta misma capa de reli a Nicolds Maguiavelo gidn atacé Africa’, acometié la empresa de Ita- lia”, ultimamente ha atacado Francia’: y asi siempre ha hecho y concertado cosas grandes, las cuales siempre han tenido sorprendidos y admi- rados los dnimos de sus sébditos, y ocupados en el resultado de las mismas’*”, Estas acciones han nacido de tal modo una de otra’, que, entre una y otra, nunca ha dado a los hombres espa- cio para poder urdir algo tranquilamente contra a 2. Ayuda también a un principe dar de si ejemplos raros en el gobierno interior de su Es- tado™, semejantes a los que se cuentan de Ber- nabé”*! de Milén; cuando sucede que alguien hizo una accion extraordinaria, en bien o en mal, en el orden civil, es necesario hallar, para pre- miarla’® o castigarla’®, un modo que dé mucho que hablar. Y sobre todo un principe debe inge- nidrselas para que cada una de sus operaciones le proporcione fama de hombre superior y de gran disimo ingenio™*, 3. Es también estimado un principe cuando es verdaderamente amigo 0 enemigo, es decir, cuando sin ninguna preocupacién se declara a fa- vor del uno contra el otro”, Esta resolucion es siempre més itil que la de permanecer neu- tral”; porque, cuando dos poderosos vecinos tuyos Se declaran entre sf la guerra, 0 son tales que, al vencer uno de ellos, tengas que temer al vencedor 0 no”’, En cualquiera de estos dos casos, te sera siempre mas itil declararte y hacer una guerra abierta’®; en el primer caso, si no te El Principe declaras, seras sie con placer y satis ido”, y no endr fienda ni que te d quiere amigos sospe; la adversidad; y qui haber ti querido en fa mano”! 4. Antioco paso lios para echar de a tioco oradores a los Jos romanos, para i tales; y por otra pa ton de que cogiera Esto fue materia de los aqueos, donde el suadia de que perma legado romano pres dicunt non interpon alienum rebus vestr tate, praemium victor 5. Siempre suce; amigo tuyo te pedird amigo te pediré que las armas. Los princi peligros inmediatos veces la via de fa nei veces caminan hacia principe se declara v: de las partes, si aqui que sea poderoso y sentira obligado haci 23 pre presa del que venza”®, ccién del que ha sido ven- is nada ni nadie que te de- asilo. Pues quien vence no chosos y que no le ayuden en n pierde no te acoge, por no Irrer su suerte con las armas Grecia, lamado por los eto- lia los romanos, Mand An- 1ueos, que eran amigos de ducirlos a permanecer neu- te los romanos les persuadie- in las armas en favor suyo jeliberacién en el consejo de enviado de Antioco les per- inecieran neutrales; a esto, el rte refut: Quod autem isti jendi vos bello, nihil magis est, sine gratia, sine digni- is eritis™. # jera que aquel que no es la neutralidad, y el que es je declares en favor suyo con s irtesolutos, para vitar los . siguen la mayoria de las tralidad, y la mayoria de las su ruina”, Pero cuando el lientemente en favor de una al que te unes vence, aun- di quedes a su discrecién, se fa ti, y os unira el aprecio: 134 los hombres no son nunca tai te opriman demostrandote 1 Ademiés, las victorias no son rh como para que el vencedor no deracion, y maxime a la justici con quien te unes pierde, ser mientras pueda te ayudaré, y compafiero de una fortuna que En el segundo caso, cuando entre sf son tales que no teng del que vence, hay tanta mas p) a uno de ellos; porque lograrsi con la ayuda de quien lo del fuera prudente; venciendo, manos; y es imposible, con t venza”™®. 6. Aqui hay que notar que atacar a otros, debe cuidar de con uno més poderoso que él, cesidad le obligue a ello, arriba’; porque, si triunfa manos”®”: y los principes deben sea posible, permanecer a disp Los venecianos se aliaron con duque de Milén, y habrian podi zacién de esta alianza, de la cu pia ruina’*, Pero cuando no (como sucedi6 a los florenti Papa y Espaiia acudieron con s car la Lombardia), entonces, mencionadas, debe el princip otros. Que ningiin Estado crea Nicolas Maguiavlo deshonestos, que inta_ingratitud’”* lunca tan decisivas tenga cierta cons 1", Pero, si aquel is acogido por él; fe convertira en el [puede mejorar”. los que combaten is nada que temer uudencia en unirte Ia ruina de_uno erie salvar”, si quedaré en tus ayuda, que no in principe, para jo asociarse nunca no ser que la ne- como dije mas |, quedas en sus levitar, cuanto les sicidn de otros" [Erancia contra el ido evitar Ia reali- I resulté su pro- se puede evitar os”, cuando el Is ejércitos a atae por las razones unirse con los poder nunca to- EI Principe ns mar una resotucién segura”, antes piense que ha de tomarla mas que dudosa; porque es con- forme al ordinario curso de las cosas que no trate uno de evitar nunca un inconveniente sin caer en otro”; 1a prudencia consiste en saber conocer la calidad de tos inconvenientes y tomar por bueno el menos malo. 7. Debe también un principe mostrarse amante de los talentos, siendo generoso con los hombres destacados y honrando a Ios que sobresalen en cualquier arte”. En consecuencia, debe animar a sus cindadanos 2 ejercer pacificamente su pro- fesion, sea en el comercio, sea en la agricultura, sea en cualquier otro oficio de los hombres, y ha- cer que éste no tema engrandecer sus posesiones por temor de que Ie sean quitadas, y aquél_no tema abrir un comercio por miedo a los im- puestos”®”; debe preparar premios para quien quiera hacer estas cosas y para cualquiera que piense, del modo que sea, ampliar su ciudad 0 su Estado". Debe, ademas, en las épocas conve- nientes del afio, tener ocupados a los pueblos con fiestas y especticulas””. Y, como toda ciudad esté dividida en gremios o en tribus™, debe te- ner miramientos con estos grupos”, reunirse con ellos alguna vez, dar ejemplo de humanidad y de munificencia, consetvando, no obstante, siempre inalterable 1a majestad de su clase, ya que estos actos de popularidad”? no se hacen nunca sin que se humille de algin modo su dignidad” 136 Nicolés Maguiovelo XXII DE LOS SECRETARIOS QUE LOS PRINCIPES TIENEN A SU LADO L © es de poca importancia para un prin- cipe ta eleccién de los ministros, los cuales son buenos 0 no segin la prudencia del principe™, La primera conjetura que se hace so- bre el talento de un principe es ver los hombres gue tiene alrededor”; cuando son suficientes y fieles™*, siempre se le puede considerar inteti- gente, porque ha sabido conocerlos bastante bien y mantenerlos fieles””; pero, cuando sean de ‘otro modo, siempre se puede formar sobre él un juicio poco favorable: pues el primer error que comete, 10 comete’en esta eleccién”*. No habia nadie que conociera a Antonio de Venafro™, ministro de Pandolfo Petrucci, principe de Siena, que no juzgara que Pandolfo era un hombre pru- dentisimo, por haber tomado a aquél por minis- tro%, 2. Hay tres especies de cerebros: unos entien- den por si mismos®”!, los segundos disciernen lo que otros entienden®, y los terceros no entien- den ni por si mismos ni por otros; los primeros son excelentisimos, los segundos excelentes, los terceros convenia, por tanto, necesa: riamente, que si Pandolfo no era de la primera especie, fuera de la segunda: porque, toda vez que un principe posee suficiente juicio para cono- er el bien o el mal que otro hace y dice™*, aun- EI Principe a7 que no tenga ingenio inventivo, conoce tas bue- has y malas obras del ministro, y exalta unas, y corrige las otras; y|como el ministro no puede esperar engaiiarlo, sé portard bien. 3. Pero je6mo puede un principe conocer al ministro? He aqui uh medio que no falla nunca. Cuando ves al ministro pensar mas en si mismo que en ti, y que en| todas sus acciones busca su provecho, piensa que ese individuo que asi se comporta nunca seri buen ministro®®, y nunca podras fiarte de él: porque el que tiene tu Estado en su mano, no debe pensar nunca en si mis- mo, sino siempre en el principe”, ni recordarle nunca nada™ que no se refiera a los intereses de su Estado. Y por ottp lado, el principe, para con- servar a un buen ministro, debe pensar en él, honréndolo, enriqueciéndolo, atrayéndoselo por el reconocimiento y participandole honores y cargos, a fin de que] vea que no puede estar sin 41, y que los numerdsos honores no le hagan de- sear mas honores, Ids abundantes riquezas no le hagan desear més riquezas!™, y los importantes cargos le hagan temer los cambios", Asi pues: cuando los ministros| y los principes con respecto a los ministros, se edmportan de este modo, pue- den confiar el uno eh el otro", y cuando sucede lo contrario, acabarah siempre mal uno u otro" colds Maguiaselo XXIII DE QUE MODO SE DEBE HUIR DE LOS ADULADORES, 1 O quiero dejar de lado un punto impor- tante y un error del ue los principes se preservan dificilmente, si no son muy prudentes, © Si no saben clegir. ¥ éstos fon Jos aduladores, de los cuales estén Ilenas las cortes*; los hom- bres se complacen tanto en suis propias cosas, de tal modo se enganan en ello, que con dificul tad se defienden de esta peste: y si quieren de- fenderse de ella, se corre el péligro de caer en el menosprecio*, No hay otro modo de guardarse de la adulacién que hacer comprender a los hom- bres que no te ofenden cuando te dicen Ia ver- dad*"*; pero cuando todos pueden decirte la ver- dad*"*, te falta el respeto. 2, Pot tanto, un principe pridente debe poseer un tercer medio, eligiendo en su Estado hombres sabios, y sélo a ellos debe dar|libre arbitrio para que le digan la verdad, y sobre aquellas cosas que él pregunta, y no sobre qtras*"’; pero debe preguntarles sobre todas las cosas*®, escuchar sus opiniones y después delibetar por si mismo y actuar a su manera”; y con|estos consejos, y con cada uno de ellos, portarse de manera que cada uno conozea que, cuanto mas libremente se Ie hable, tanto més se le agrad4ra: fuera de ellos, no debe escuchar a nadie, hacer en seguida lo que ha resuelto, y ser obstinado en sus determi- Et Principe od naciones®”, Quien haga lo contrario, 0 se dejara Hevar por lo aduladores, 0 variara frecuente- mente a causa de la diversidad de pareceres* de aqui resulta que haran muy poco aprecio de a 3. Acerca de este punto quiero presentar un ejemplo moderno. El sacerdote Luca™, servidor de Maximiliano, actual emperador, hablando de Su Majestad, dijo que éste no tomaba consejo de nadie, y sin embargo no hacia nunca ninguna cosa a su gusto™: esto proviene de que sigue un camino opuesto al que he indicado. El empera- dor es un hombre misterioso que no comunica sus designios a nadie ni solicita el parecer de ni die; pero como al ponerlos en practica se empie- zan a conocer y descubrir, aquellos que tiene al- rededor comienzan a contradecirlos"*; y desiste facilmente de ellos’, De esto dimana que las cosas que él hace un dia, las destruya al siguien- te; que no se prevé nunca lo que quiere o proyecta hacer, y gue no se puede contar con sus determi- naciones** 4. Un principe, por tanto, debe aconsejarse siempre, pero cuando é1 quiera, y no cuando guieran los otros”; incluso debe quitar a cual- quiera las ganas de aconsejarle sobre cualquier cosa, si él no se lo pide; pero debe pedir con- sejo con mucha frecuencia, ademas de ser acerea de las cosas preguntadas un paciente oyente de la verdad; incluso desazonarse cuando advierte que alguien no se la dice por algin motivo de res- peto™, Muchos estiman que un principe que se 10 Nicolas Maquiavelo hace querer por su prudencia no la debe a si mis- ‘mo, sino a los buenos consejos de los que le r0- dean, y sin duda se equivocan®™. Hay una re gla general que no falla nunca: que un principe que no es prudente de sf mismo no puede ser bien aconsejado, a menos que, por casualidad, se remitiera a uno solo que le gobernara en todo y que fuera un hombre muy prudente™!, En este caso, podria conducitse bien, pero esto durarfa poco, porque aquel gobernador en breve tiempo le quitarfa el Estado; pero, aconsejandose con ms de uno, un principe que no sea prudente™, no recibiré nunca consejos que concuerden, ni sa bra conciliarlos por si mismo; cada uno de los consejeros pensar en sus propios intereses, y é1 ho sabré corregirlos ni conocerlos™”, Y no se puede encontrar otros ministros distintos; porque los hombres siempre son malos, si no son buenos por necesidad**, Concluyamos, pues, que los buenos consejos, vengan de quien vengan, con. viene que nazcan de la prudencia del principe, no la prudencia del principe de los buenos i sejos” El Principe i XXIV POR QUE RAZON LOS PRINCIPES DE ITALIA PERDIERON SUS ESTADOS®* 1 L’s cosas mencionadas, observadas pru- dentemente, hacen parecer a un principe huevo, antiguo, y lo aseguran y afirman mas rép damente en el Estado, que si hubiera sido anti- guo*”. Porque un principe nuevo es mucho més observado en sus acciones que otro hereditario; y, cuando las juzgamos grandes, atraen mucho mis a los hombres y se los apegan mucho més que la propia antigitedad de la sangre®®, Los hombres son atrafdos mucho més por las cosas Presentes que por las pasadas*”, y cuando en las presentes hallan el bien, se alegran y no buscan nada més; incluso defienden en todo al nuevo principe*®, mientras en las demés cosas no se {alte a sf mismo™', Asf tendré una doble gloria: ta de haber dado ofigen a una nueva soberania, y la de haberla adorado y corroborado con buenas leyes, buenas armas, buenos amigos y buenos ejemplos*; asi como tendré una doble afrenta el que, habiendo nacido principe, haya perdido su Estado por su po cia 2. Y, si se considera aquellos sefiores que en Italia han perdido su Estado en nuestros dias, como el rey de Napoles*, ef duque de Milan® Y otros, se encontrard en ellos, primero, un de- fecto comin en cuahto a los ejércitos, por causas que anteriormente hemos explicado por extenso; Fe mame 1a Nicolés Maguievelo después se verd que alguno de ellos tuvo al pueblo como enemigo™®, 0 que el que tenia al pucblo por amigo no supo asegurarse de los grandes** sin estas faltas, no se pierden los Estados que pre- sentan bastantes recursos pata que puedan tener un ejército en campana™®. Filip de Macedonia, no el padre de Alejandro, sino el que fue vencide por Tito Quinto, posefa un Estalo pequetio con respecto a la grandeza del de los romanos y los griegos que le atacaron: sin embargo, como era belicoso y sabfa contener al pueblo y asegurarse de tos grandes®, sostuvo por muchos urivs la guerra contra ellos; y, si al final perdié la sobera- nia de alguna ciudad, le queds, sin embargo, el reino™, 3. Por tanto, aquellos principes nuestros que durante muchos afios permaneciefon en st princi- pado, que no acusen, por haberlo después per- dido, a la fortuna’, sino a su edbardia: porque, no habiendo pensado nunca en tiempos de paz que podian cambiar las cosas (es defecto comin a todos los hombres no preocuparse de la tempes- tad cuando hay bonanza)*, cuahdo después vi- nieron los tiempos adversos, pengaron en huir® y no en defenderse'; y esperaron que los pue- bos, fatigados con Ia insolencia del vencedor** les reclamaran®. Este partido eg bueno cuando faltan los otros; pero es cosa malisima el haber abandonado los otros remedios por éste; porque no se deberfa caer nunca, por creer que encon- trards quien te reciba. Esto no sucede, o si sucede no hallards seguridad en ello, porque esta EI Principe M6 defensa es vil y no depende de ti®*”. Y solamente son buenas, ciertas y durables las defensas que dependen de ti mismo y de tu propio valor** XXxV CUANTO DOMINIO TIENE LA FORTUNA EN LAS COSAS HUMANAS, Y DE QUE MODO PODEMOS RESISTIRLA 1 © me es desconvcidy que muchos tenfan y tienen la opinién de que tas cosas del mundo son gobernadas de tal modo por la for- tuna y por Dios, que los hombres con su pruden- cia no pueden corregirlas, e incluso que no tienen hingdn remedio®”; por esto podrian juzgar que no vale la pena fatigarse mucho en tales oca- siones, sino que hay que dejarse gobernar por la suerte, Esta opinién esta mas acreditada en nues: tro tiempo a causa de las grandes mudanzas de las cosas que se vieron y se ven todos los dias, fuera de toda conjetura humana®. Pensando yo alguna vez en ello, me incliné en cierto modo ha- cia esta opinion. 2. Sin embargo, como nuestro libre albedrio no esta anonadado, juzgo que puede ser verdad que la fortuna sea el arbitro de la mitad de nues- tras acciones, pero que también elas nos dejan gobernar la otra mitad, aproximadamente, @ no- “1. La comparo con uno de esos rios fa: sotros tales que, cuando se embravecen*?, inundan las a Nicolés Maguivelo lanuras, derriban los Arboles y los edificios, qui tan terreno de un paraje y lo llevan a otro: todos huyen en cuanto le ven, todos ceden a su impetu sin poder resistirle. Y, a pesar de que estén he- chos de esta manera, no por ello sucede menos que los hombres, cuando estén serenos los tem- porales, pueden tomar precauciones con diques y esclusas*, de modo que, cuando crece de nuevo, © correra por un canal, 0 su impetu no -seré tan licencioso ni perjudicial®* 3. Sucede lo mismo con respecto a la fortu- na®®, Ia cual demuestra su dominio cuando no encuentra una virtud que se le resista®™, porque entonces vuelve su impetu hacia donde sabe que no hay diques ni otras defensas capaces de man- tenerlo. Si considerdis Italia, que es Ia sede de estos cambios y la que les da impulso, veréis que es una campifa sin diques y sin ninguna defensa: que si hubiera estado defendida con la conve- niente virtud®”, como Alemania, Espafia y Fran- cia, la inundacion de tropas extranjeras que sufrié no abria ocasionado las grandes mudanzas que experimenta®®, 0 no habria venido™®. Y es- pero que baste haber dicho esto en cuanto a la necesidad de oponerse a la fortuna en general’. 4. Pero, restringiéndome mas a lo particular, digo que se ve cémo un principe es alabado hoy, y destituido mafana, sin que sé le haya visto mu- dar de naturaleza ni de cualidades®”; creo que esto nace en primer lugar de las causas que he explicado antes extensamente, es decir, de que el principe que se apoya por entero en la fortuna, EL Prinipe Ms cae segtin que clla varia”. Creo también que es feliz aquel que armoniza su modo de proceder con la calidad de las circunstancias, y de la mis ‘ma manera que es infeliz aquel cuyo proceder est en discordia con fos tiempos*” 5. Se ve, en efecto, que tos hombres, en tas cosas que los conducen al fin que cada uno se Propone, procetlen diversamente: el uno con cir. cunspeceién, el otro con impetu, el uno con vio- lencia, el otto ¢on arte, el uno con paciencia, ef otro con todo Ip contrario; y cada uno, por estos diversos medids, puede conseguirlo®”*. Se ve también que de dos hombres moderados, el uno consigue su fin y ef otro no, y del mismo mode que otros dos aciertan igualmente por dos ca, minos distintos, siendo el uno moderado y el otro impetuoso: lo cual no dimana de otra cosa sino de la calidad de los tiempos, que concuerdan o no con su proceder*”*, De aqui nace lo que he dicho, que dos hombres, obrando diversamente logran el mismo efecto, y otros dos, obrando del mismo modo, el uno aleanza su fin'y el otro no 6. De esto depende también la variacion de se felicidad; porque, si uno se conduce con modera. cidn y paciencia, los tiempos y las cosas giran de modo que su gobierno sea bueno, y él prospera Pero, si los tiempos y las cosas varian, sobreviene su ruina, porque|no muda de modo de proceder No se encuentra) hombre tan prudente que sepa acomodarse esto; sea porque no se pueda des. viar de aquello 4 que la naturaleza lo inclina’”® sea también porque, al haber prosperado siempre 1s | cole Maguinele caminando por una senda, no puetle persuadirse de que hard bien en desviarse de ella”. El hom- bre moderado, cuando ha Ilegado| el tiempo de actuar con impetu, no sabe hacerlo, de ello re- sulta su ruina; si se mudara de naturaleza con los tiempos y con las cosas*”, no se mudaria la for tuna. | 7. El papa Julio II procedié en todas sus cosas impetuosamente®™; y encontré los| tiempos y las cosas tan conformes con su manerd de proceder, que siempre alcanz6 un feliz fin. |Considerad la primera empresa que hizo contra Bolonia, vi viendo atin Juan Bentivogtio™'. Ilos venecianos no la aprobaban; el rey de Espaiia tampoco; en Francia se deliberaba acerca de tall empresa; y él sin embargo, con su ferocidad y st impetu, acu dié personalmente a aquella expedicion™. Este acto dejé suspensos e inméviles a Espaia y a los venecianos®, a éstos por miedo, y a aquélla por el deseo que tenfa de recuperar todo el reino de Népoles; por otra parte, atrajo a su bando al rey de Francia, porque, viendo a este| rey en movi miento®*, y deseando hacerlo su allado para aba- tir a los venecianos®S, juzg6 que no podria ne- garle sus tropas sin injuriarlo de forma manifiesta 8. Asi pues, consiguid Julio, con su impetuoso paso, lo que otro Pontifice, con toda la prudencia humana, nunca habria conseguido"*; si, para partir de Roma, hubiera esperado hasta tener firmes sus determinaciones y todas las cosas orde- nadas, como habria hecho cualquier otro Ponti fice®*”, jamas habrfa triunfado, porque el rey de El Principe a Francia habria alegado mil excusas, y los otros le habrian infundido mil temores*®. Quiero dejar de lado sus otras acciones, ya que fueron todas similares, y todas le salieron bien; la brevedad de stt vide" no le dejé experimentar lo contrario; ya que, si bubieran legado tiempos en que hu- biera convenido proceder con circunspeccién, le habria legado su ruina, pues nunca se habria desviado de aquella conducta, a la que su propia naturaleza le inctinaba™, 9. Concluyo, pues, que, si la fortuna varia, y los hombres permanecen obstinados en su modo natural de obrar, son felices mientras aquélla y éste concuerdan, e infelices si no concuerdan. Creo que es mejor ser impetuoso que circuns- pecto®, porque la fortuna es mujer: y es necesa rio, cuando queremos tenerla sumisa, zurrarla y zaherirla. Se ve, en efecto, que se deja vencer mas por éstos que por los que proceden fria- mente. Por otra parte siempre, como mujer, es amiga de los jovenes®®, porque son menos cir- cunspectos, més iracundos y le mandan con més audacia, vs Nicos Maguiavelo XXVI EXHORTACION PARA APODERARSE DE ITALIA Y LIBERARLA DE LAS MANOS DE LOS BARBAROS' 1. (NONSIDERANDO, pues, todas las cosas mencionadas anteriormente, y pensando para mis adentros si ahora, en Italia, es el mo- mento indicado para que un principe nuevo sea ensalzado, y si existen las circunstancias que den ocasién, a uno prudente y valeroso, de introducir una nueva forma que le honrara a él e hiciera la felicidad de los italianos*, me parece que con curren tantas cosas en beneficio de un principe nuevo, que no sé si habra nunca un momento més adecuado para esto™’. Y si, como dije, era necesario, para yer el valor de Moisés, que el pueblo de Isracl fuera esclavo en Egipto, y para conocer Ia grandeza del animo de Ciro, que los persas fueran oprimidos por los medos, y para apreciar la excelencia de Teseo, que los ate nienses fueran dispersos; asi al presente, para co: nocer el valor de un alma italiana, era necesario que Italia se hallara reducida a los términos en que esté ahora, y que fuera mas esctava que los hebreos, mas sierva que los persas, mas dispersa que los atenienses, de suerte que sin jefe, sin or- den, vencida, despojada, despedazada y asolada hubiera soportado toda clase de ruinas™®, 2. Y aunque hasta aqui se haya advertido en alguien” cualquier indicio de inspiracién que in El Principe i duzca a juzgar que fue destinado por Dios pai la rendicién de Itilia™*, se vio, sin embargo, de pues, que en sus més grandes acciones era repro- bado por la fortuna, de modo que, permane ciendo Italia como sin vida, espera a aquel que pueda curarle sus heridas y ponga fin a los sa- queos de Ia Lombardia, a 10s pillajes de Reame y de Toscana, y la cure de aquellas Hlagas que han sangrado durante tanto tiempo™. La vemos ro- gando a Dios que|le envie alguien que la redima de las crueldades ¢ insolencias de los bérbaros™” La vemos incluso muy pronta y dispuesta a seguir una bandera, con tal de que haya uno que la des- pliegue Pero actualmente no vemos en quign podria ella esperar mas que en vuestra ilustre casa”?, que con su fortuna y valor, favorecida por Dios y por la Iglesia, a la que ella dio su principe, pueda emprender esta redencién””, Esto no os seré muy dificultoso, si tenéis presentes las acciones y la vida de los que he mencionado™™. Y aunque esta clase de hombres hayan sido raros y maravi- Nosos”™, no por ello fueron menos hombres™®, y ninguno de ellos tavo mejor ocasiGn que la pre Sente: porque sus empresas no fueron més justas que ésta ni més féciles, ni Dios les fue més propi- cio que a vos. Aquf hay una gran justicia: «itus- um enim est bellum quibus necessarium, et pia arma ubi nulla nist in armis spes est.» Aqui son grandisimas las, disposiciones de los pueblos; y, cuando hay grandes disposiciones, no puede haber grandes dificyltades®”, con tal de que éstas 150 Nicolds Meguiavelo abracen algunas de las instituciones de las que he propuesto por modelos. Ademfis de esto, se ven aquf sucesos extraordinarios yy sin ejemplo, diti- gidos por Dios: el mar se abrid; una nube os mostr6 el camino; la peita abastecié de agua; aguf ha caido del cielo el mana”; todo concurre al acrecentamiento de vuestra grandeza, Lo demas debéis hacerlo vos”®. Dios no quiere ha- cerlo todo, para no quitarnos ¢l libre albedrio y parte de la gloria que nos corresponde”” 4. Y no es maravilla si ninguno de los italianos mencionados ha podido hacer Ip que se puede es- perar que haga vuestra ilustre casa, ni si, en fantas revoluciones de Italia y| eq] tantas manio- bras guerreras, parecié siempre| que en ella se ha- bia extinguido el valor militar.| Esto procedia de que sus antiguas instituciones? no eran buenas, y de que no habfa ninguno que supiera inventar otras nuevas’: y ninguna cosa hace tanto honor a un hombre recientemente ¢levado, como las nuevas leyes y las nuevas instituciones halladas por 61°. Estas cosas, cuando estin bien fun- dadas y tienen grandeza en si mismas, le hacen digno de respeto y admiracién’™: y en Italia no falta nada de lo necesario para introducir en ella formas de toda especie”. Aquf hay un gran va- lor en los miembros, aun cuando faltara en los jefes. Ved en los duelos y en los combates de un corto niimero, como los italianos son superiores en fuerza, en destreza y en ingenio®, Pero no se manifiestan tales en os ejércitos. ¥ todo procede de la debilidad de los jefes; porque los que la co- El Principe i nocen no quieren obedecer, y cada uno cree co- nocerla, no existiendo hasta hoy nadie, que haya sabido elevarse por su valor y fortuna, a quien los otros se sometan””, De esto nace que, du- rante tanto tiempo, y en tantas guerras hechas en los uiltimos veinte aos, cuando se tuvo un ejér cito enteramente italiano?"*, siempre hizo mal pa- pel. De ello es testimonio en primer lugar el Taro?; después Alejandria”°, Capua", Gé- nova, Vaila””, Bolonia”™ y Mestri’=>. 5. Si quiere, pues, Vuestra Hustre Casa imitar a [os insignes varones que libraron sus provincias, es necesario, antes que cualquier otra cosa, como verdadero fundamento de toda empresa, pro- veerse de ejércitos propios; porque no se puede tener mas fieles, ni mas verdaderos ni mejores soldados. Y, aunque cada uno de ellos sea bueno, todos juntos serén mejores cuando se vean mandados, honrados y mantenidos por su principe’. Es necesario, por tanto, proporcio- narse tales ejércitos, para poder defenderse de los extranjeros con el valor italiano”. 6. Y, aunque las infanterias suiza y espafiola sean consideradas terribles, sin embargo, tienen ambas un defecto, a causa del cual una tercera clase de tropas podria no solamente oponerse a ellas, sino confiar en superarlas”*. Los espafioles no pueden sostener los embates de la caballerfa, y los suizos deben tener miedo a la infanteri cuando se encuentran con una que combate con tanta obstinacién como ellos. Por esto se vio, ¥ se vera por experiencia, que los espafioles no 132 Nicolés Maguiavelo pueden hacer frente a una caballeria francesa, y los suizos son aniquilados por una infanteria es- paiiota””. Aunque de esto ultimo no se haya he- cho enteramente la prueba, sin embargo, se vio un ejemplo en la batalla de Ravena”™, cuando la infanteria espafiola se enfrenté con las tropas ale- manas, las cuales observaban el mismo método que los suizos: de ahi que los espafioles, con la agilidad de su cuerpo y Ia ayuda de sus brazales, hubieran penetrado entre las picas de los ale- manes y se hallaran en seguridad para atacarlos, sin que ellos tuvieran medio de defenderse; y si no los hubiera embestido la caballeria, los ha brian destruido a todos. Se puede, pues, cono- cido el defecto de una y otra infanterfa, estable- cer una nueva que resista a la caballerfa y no tenga miedo de Ia infanteria; esto lo conseguira la clase de ejércitos y el cambio en el modo de combatir™!, Estas son aquellas cosas que, orde- nadas de nuevo, dan reputacién y grandeza a un principe nuevo” 7. No se debe, pues, dejar pasar esta ocasién, es decir, la de que Italia, después de tanto tiem: po, vea a su redentor”®. No puedo expresar con qué amor serfa recibido en todas estas provin- cias que sufrieron con la inundacién de los ex tranjeros; jcon qué sed de venganza, con qué obstinada fidelidad, con qué piedad, con qué la grimas! {Qué puertas se le cerrarian? ;Qué pue- blos le negarian la obediencia? {Qué envidia se le opondria? {Qué italiano le negaria el obse- quio? A todos repugna esta barbara domin: BI Principe | 1s cin. Acometa, pues, Vuestra Hustre Casa este asunto, con el dninjo y con Ia esperanza con que Se acometen las emhpresas justas; a fin de que. bajo su bandera, nuestra patria sea ennoble. cida’™, y bajo sus auspicios se verifique aquella prediccién de Petratca alia mia: Virti contro a furore Prendera Varme, ¢ fia el combatter corto: Che Vantico valore Nelliitalici cor non @ ancor morto™®,

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