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Cátedra: Castellano
Maracay, Edo-Aragua
Profesora:
Belkys Céspedes
Alumna:
Octubre, 2019
La desesperada búsqueda de oportunidades y la avaricia sin límites, capaz de consumir a
cualquier mortal que la padezca, sacó la malaria de las remotas minas de oro de la selva en la cual
esta brutal enfermedad había permanecido en silencio, dormida y totalmente erradicada desde hace
más de setenta y cinco años.
Profesores, meseros, taxistas, contadores, y hasta funcionarios públicos viajan hasta estas
terroríficas minas a cribar oro para el mercado negro, bajo el mando de grupos armados que les
impone altas tarifas y castigos crueles y despiadados en caso de que estos no les obedezcan. Todo
esto debido al ahogo presentado por la extenuante crisis venezolana la cual ha obligado a miles de
venezolanos a incurrir a este arduo trabajo.
Esta es una sociedad en crisis, en la que personas de cualquier estatus social abandonan sus
hogares, sus trabajos cómodos que tienen en la ciudad, por duros y peligrosos trabajos,
desesperados por lograr que el dinero les alcance para mantener su estilo de vida, y en la mayoría
de los casos, para si quiera sobrevivir en el caos llamado vida que viven los millones de
venezolanos que aún residen en el país; sin embargo, el costo es elevado: la malaria.
Erradicar la malaria fue una meta difícil de alcanzar en los años 60, sin embargo, en el año
1961, Venezuela la cumplió, siendo el primer país a nivel mundial en acabar con esta atroz
enfermedad. Fue un gran logro para una pequeña nación en ascenso, lo cual allanó el camino para
el desarrollo de Venezuela como una potencia petrolera y aumentó la esperanza de que esta fuese
un ejemplo para el resto de las naciones para lograr erradicar la malaria del mundo entero.
Y así fue, desde entonces, el mundo ha dedicado tiempo y muchísimo dinero en pro de
eliminar esta enfermedad de su territorio y, de hecho, se ha logrado reducir un sesenta por ciento
de las muertes de aquellas poblaciones que sufren de malaria, según la Organización Mundial de
la Salud, una cifra muy alentadora para la salud a nivel mundial.
Todo comienza en las minas, como se expuso anteriormente, más de 700.000 personas de
cualquier estrato social se han trasladado hacia las minas, y durante su estadía en estas se han estado
infectando a medida de que aumenta la explotación de oro en pozos de agua, el terreno perfecto
para que se proliferen los mosquitos que transmiten la malaria, por cierto.
Y así, estas miles de personas, luego de culminar su cometido, o de volver a sus ciudades por
otras razones, vuelven con el virus en su organismo, y debido a la falta de medicinas e insumos en
el país, la malaria se extiende, enfermando a más y más personas por todo el territorio, y otro factor
de estrés se estrena en las casas venezolanas.
Fiebre, escalofríos y temblores incontrolables, todos síntomas presentados por cada persona
que contrae la malaria, entre ellos, un grupo de 300 mineros ilegales que arribaron un hospital en
Ciudad Guayana en mayo del presente año.
Sin luz, sin agua, sin insumos, sin medicinas; una realidad latente que viven todos los
venezolanos ha hecho que esta crisis epidémica se haya vuelto más desesperante y totalmente
estresante.
Los mineros regresan enfermos a sus casas, sus esposas e hijos inevitablemente se contagian,
tanto de malaria como del estrés y la angustia que vive alguien enfermo en Venezuela. Colegios,
centros de esparcimiento público, todo está infestado, mosquitos portadores del virus por doquier,
y los fumigadores públicos desaparecieron hace más de cuatro años.
Pese a no ser números oficiales, se estima que en el año anterior, habían más de 1.000.000
de casos de malaria en los 23 estados del país, cifras no vistas en varias décadas en esta pequeña
pero hermosa región.
El problema de vigilancia, diagnóstico y control de la malaria se ha ido desmantelando poco
a poco desde el 2012, producto de toda la crisis económica, política y social que vive el país los
últimos veinte años, lo que ha magnificado esta peligrosa epidemia de manera totalmente
descontrolada y desenfrenada, y aunado a ello, la minería ilegal, otro enorme problema que enfrenta
la nación, también se ha ido incrementando por los difíciles tiempos que se viven justo ahora en el
país, atrayendo personas de otros sitios a las minas y llevándose toda clase de enfermedades
consigo. Lo más terrible de todo esto, es que el gobierno no acepta ni reconoce dicha crisis, por lo
cual, no hace absolutamente nada por solucionarla y muchos menos acepta ayuda internacional
para atenuar la situación. Además, los científicos afirman que si esta situación sigue creciendo al
ritmo al que va, se podría extender a países vecinos tales como Colombia, Ecuador, Brasil, Perú,
Argentina, Chile y América Latina en general.
Lo más lamentable de toda la crisis epidémica que se está viviendo en Venezuela, es que la
salud de su población y la sanidad laboral de los mineros, legales o no, sean parte de un sucio plan
de estrategia de sometimiento social de un régimen comunista y dictatorial.