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El desarrollo de los movimientos populares de clase y el crecimiento

del socialismo no pasan desapercibidos para la Iglesia Católica de


Venezuela. Los reclamos de los distintos entes de las comunidades y
las inquietudes sociales que en ellos se manifiestan, así como las
acciones reivindicativas del pueblo organizado para imponerlas,
alarman a la Iglesia , instrumento al servicio de las clases dominantes.
Las asociaciones y cofradías existentes hasta la fecha tenían más bien
un carácter mutualista, de socorros, de limosnas, de ayudas. La Iglesia,
ante las nuevas realidades del movimiento Revolucionario, se
encuentra obligada a transformar el sistema de sus organizaciones
dándoles unidad e imprimiéndoles un espíritu más combativo. Jamás,
seguramente, en ninguna otra época dicen los Obispos, se ha visto tan
grande multiplicidad de asociaciones, sobre todo la asociación del
pueblo organizado.

Los Obispos de la Conferencia Episcopal Venezolana al grito de


¡Muera el socialismo! ¡Viva la religión!, organizó intensa campaña
contra la Constitución contra la Reforma, y en las Iglesias sucedió bien
pronto la acción sediciosa de los distintos grupos en contra del
Gobierno Bolivariano; ahora tratan de salirle al paso a la Ley de
Inteligencia y Contrainteligencia; contra el Presidente Chávez, y al
despertar del pueblo a través de su acción ideológica, utilizando los
altares para hacer proselitismo político, poniendo todo el peso de su
influencia espiritual al servicio de los planes de la oligarquía y de las
fuerzas patronales. La iniciación de esta política “social” de una forma
sistemática y obedeciendo a todo un plan dirigido por la CIA, en el
preciso momento en que los movimientos sociales se muestran
pujantes y ante un proceso ascendente formidable. Con anterioridad
habían aparecido otras críticas contra el Presidente Chávez, a combatir
los “errores del socialismo”. A través de ellas la Iglesia mostraba su
carácter de clase y reaccionario, cubriendo las formas de explotación,
las injusticias y miserias en que se apoyaba el orden en la 4R, y en
contra de los explotados, y empeñada en impedir el desarrollo social
de las clases pobres. La Iglesia, interpretando sus propios intereses de
casta y los privilegios de las clases explotadoras, ante la radicalización
de las masas oprimidas, viene a jugar su papel de clase, tratando de
penetrar en el movimiento popular para impedir que éste se rebele
apartándose de los principios de la Iglesia, que aspira a perpetuarle en
el marco de la servidumbre y de la resignación porque “la felicidad del
pueblo no esta en este mundo, sino en el otro...”, defendiendo la
existencia de ricos y pobres y la necesidad de la armonía entre “el
capital y el trabajo”; condenando la lucha de clases, que desaparecerá,
según ella, con la caridad de los ricos y exaltando la resignación de los
pobres a las miserias que Dios les impone en la tierra para ganar el
cielo.

La Iglesia está polemizando con el socialismo, ataca la obra del


Presidente Chávez, sus formulaciones filosóficas, los principios de
nuestro socialismo revolucionario, declarando la guerra al principio de
la lucha de clases. La toma de posición de los movimientos populares
frente a las falsas posiciones de toda clase de ideologías reaccionarias
inquieta a la Iglesia que se apresura a salirle al paso de ese nuevo
estado de conciencia del pueblo. La Iglesia basa su acción demagógica
basada en los principios y concepciones sociales establecidas en la
encíclica de 1931 por Pío XII, Cuadragésimo Anno; animando la
creación de Asociaciones, Comunidades profesionales y confesionales
para contrarrestar la acción de las organizaciones populares de clase,
dividirlas, impedir su desarrollo y neutralizar su acción reivindicativa.
A finales del 2001 empezaron a manifestarse con más fuerza sus
actividades, celebrando reuniones con los grupos oposicionistas,
preparando las condiciones para ir a la organización de una oposición
frontal contra el Gobierno del Presidente Chávez y organizar el golpe
de estado de abril 2002, en asociación con la Oligarquía y el gobierno
de los Estados Unidos. Es decir, la Iglesia sigue el mismo camino, el
mismo proceso de las organizaciones del oposiciónismo reaccionario.
La Iglesia establece una política de oposición radical frente a la acción
educadora y revolucionaria del movimiento popular y socialista, al
comprobar que su militancia del movimiento socialcristiano (COPEI)
fracasó, que, no tiene importancia en el ámbito Nacional, no por eso,
por su poder económico deja de ser un obstáculo más en el camino del
pueblo hacia su verdadera emancipación. Las organizaciones católicas,
profesionales, “amarillas”, al servicio de la oligarquía, manejadas por
la Iglesia, juegan su papel de traición a los intereses de clase del
pueblo. La burguesía acude a la Iglesia para utilizar su influencia
ideológica y contrarrestar el proceso político y reivindicador del
movimiento popular; su adhesión a los principios del socialismo, en el
que encuentra el pueblo el camino de su verdadera liberación social.
La superación social del pueblo y su emancipación no pueden
realizarse más que entrando en antagonismo con los defensores
interesados del capitalismo, el cual, por su condición misma, debe
conducir inevitablemente a la socialización de los medios de
producción.

Un poquito de seriedad y de honradez, señores Obispos de la Iglesia


Católica. No sean esquizofrénicos, no se pasen de listos, no jueguen a
la guerra, no obliguen a comulgar con las ruedas de molino de la más
flagrante e irresoluble contradicción a quienes no han estudiado para
teólogos ni están por ello, preparados para dirimir cuestiones y
contradicciones de alta filosofía. El cristianismo literalista está
condenado por su propia esencia, y contenido, por su orientación o,
más bien, desorientación, por la definición que la Iglesia le ha dado y
los límites en los que lo ha ensartado, a ser siempre, ayer como hoy y
como mañana, por los siglos de los siglos, si los hubiere, una religión
integrista. Escorada a la derecha, como lo estuvo con Hitler, con
Mussolini, con Franco, y apoyando a las dictaduras del cono sur de
finales de siglo anterior y con el imperialismo yanqui; o escorada a la
izquierda, como en el caso de ese cristianismo al que llaman de base o
en el de los teólogos de la liberación, pero integrista siempre.
“La absurda destrucción de nuestro acervo pagano es la mayor
tragedia de la historia del mundo occidental. No es fácil abarcar y
calibrar la magnitud de la pérdida. El misticismo pagano y la
investigación científica se vieron desbancados por el autoritarismo
dogmático. La Iglesia romana se valió de las amenazas y de la
violencia para imponer su credo, y negó a muchas generaciones de
seres humanos el derecho a pensar de forma independiente y a
encontrar su camino personal hacia la salvación de su espíritu”. La
verdad es la realidad de las cosas. Cuando las conocemos como son en
sí, alcanzamos la verdad; de otra manera, caemos en la mentira.

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El Presidente Chávez, que se ha propuesto constituir al pueblo en


ejército de esta lucha de clases, tiene el deber, ante todo, de iniciarlo
por un trabajo metódico, reflexivo e incesante con conciencia de sus
intereses y de su fuerza y de usar a este efecto de todas las armas que
la situación política y social actual pone entre sus manos y que su
concepción superior de la justicia le sugiere. La técnica de tratar con el
pueblo cuyas opiniones no son del agrado de ciertos grupos de
individuos poderosos ha sido abordada y perfeccionada y constituye
un gran peligro para los grupos explotadores.

Estamos obligados para salvar la Revolución y continuar con el


desarrollo de nuestro socialismo; lograr la conquista del poder político
en todas las gobernaciones y en la mayoría de las alcaldías, es en base a
la unión de todos los revolucionarios en un solo bloque dejando de
lado los intereses particulares de grupos o personas, lo cual sólo
lograremos con UNIDAD y nada más que UNIDAD.
Bibliografía
Taibo, M. (19 de Junio de 2008). Ingerencia de la Iglesia en la política venezolana. Obtenido de
Aporrea: https://www.aporrea.org/actualidad/a58546.html

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