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Al igual que Medio Oriente, han sido desde fines del siglo XIX hasta nuestros días
territorio de pillaje, dominación y disputa de las grandes potencias imperialistas
Desde el Congreso de Berlín en 1878, cuando las principales potencias europeas decidieron
“organizar” las fronteras ante el constante repliegue del Imperio Otomano, los pueblos
balcánicos han visto condicionada su realidad política y económica desde el exterior.
La Primera Guerra Mundial
A partir del siglo XIX las transformaciones políticas, más allá del accionar de los movimientos
nacionalistas locales, tuvieron que ver con las pujas y disputas entre los imperios Otomano,
Austrohúngaro, Zarista, Alemán, y Francia y Gran Bretaña. Las permanentes tensiones incluso
provocaron el estallido de las Guerras Balcánicas en 1912 y 1913, que fueron la antesala de
la Primera Guerra Mundial (PGM).
El asesinato de Franz Ferdinand, a manos del nacionalista serbio Gravrilo Princip, fue la
excusa “ideal” para el desencadenamiento de la guerra. En poco tiempo, la península
balcánica, como buena parte de Europa, se convirtió en un polvorín. Las contradicciones
irresueltas entre el desarrollo de las fuerzas productivas al interior de las principales economías
europeas, y la diferencial posesión de colonias hizo que estallara el enfrentamiento bélico que
iba a costar millones de vidas.
Entreguerras
La finalización de la PGM modificó el mapa político y territorial balcánico a principios de 1919.
Desaparecidos Austria-Hungría y el Imperio Otomano, surgió el reino de los serbios croatas y
eslovenos (reino de Yugoslavia en 1929), Albania vio la luz como país independiente (aunque
sujeto a tutela italiana), Rumania amplió su territorio a costa de lo que perdió Hungría, Bulgaria
también se vio favorecida territorialmente a costa de Turquía, y Grecia mantuvo su status.
El periodo de entreguerras fue testigo de la fascistización de la mayor parte de los gobiernos
balcánicos. En 1940, los reinos de Yugoslavia, Rumania y Bulgaria firmaron la adhesión al
Pacto Tripartito, pero antes habían surgido formaciones políticas que sintonizaban
ideológicamente con Adolf Hitler y Benito Mussolini, como los ustashas en Croacia, la Guardia
de Hierro en Rumania, Zveno en Bulgaria y el gobierno de Ioannis Metaxas en Grecia.
Segunda Guerra Mundial
Las formaciones políticas de izquierda, especialmente los partidos comunistas, estaban
prohibidos y actuaban en la más profunda clandestinidad. Con la llegada de la Segunda Guerra
Mundial (SGM) salieron a la luz en Yugoslavia y Grecia, y jugaron un rol determinante en la
lucha contra la invasión nazi-fascista y sus colaboradores. Los partisanos yugoslavos y
griegos, además de llevar adelante una lucha de liberación nacional, se enfrentaron a las
fuerzas reaccionarias autóctonas que pugnaban por mantener el status quo previo a la guerra.
En Yugoslavia resultaron vencedores y como consecuencia surgió un Estado socialista, pero
en Grecia fueron derrotados tras duros años de guerra civil, y pudo entonces restablecerse la
dominación político-económica previa a la SGM. En Bulgaria, Rumania y Albania, como
consecuencia de la liberación de los territorios por parte del Ejército Rojo [con ayuda de los
partisanos], se establecieron gobiernos socialistas.
Guerra Fría
Luego de la SGM y hasta principios de 1990, salvo en el caso de Grecia que se mantuvo bajo
la órbita capitalista, el resto de los países balcánicos tuvieron regímenes socialistas. Con
diferentes matices, pues Yugoslavia no fue un satélite soviético como sí lo fueron Bulgaria,
Albania y Rumania (desde la llegada de Nicolae Ceausescu al poder mantuvo una relativa
independencia en política internacional); estos países fueron el escenario en donde surgió y
se consolidó una “nueva clase” (2): la burocracia socialista. El proceso de expropiación de la
burguesía trajo como resultado profundas transformaciones para la clase obrera y el conjunto
de los trabajadores, pero terminó quedando trunco y en definitiva su fracaso fue la condición
de posibilidad para el restablecimiento de la economía de mercado y el régimen político
burgués.
La Perestroika y la Glasnost, las reformas económicas y políticas llevadas adelante en la Unión
Soviética a mediados de la década de 1980, habían ido mostrando el camino para la
restauración capitalista en los regímenes socialistas de los Balcanes. El premier soviético,
Mijaíl Gorbachov, viabilizaba por medio de la Doctrina Sinatra (3) la posibilidad de que cada
país socialista decidiera sobre su destino; los tanques rusos del Pacto de Varsovia ya no iban
a invadir e interferir en la política interna de los “satélites” [para contrarrestar la interferencia
de EEUU], como lo habían hecho anteriormente en Hungría (1956) y Checoslovaquia (1968).
De vuelta a la economía de mercado
El relampagueante paso de una economía socialista a la de mercado conmovió a los
habitantes de los Balcanes. La seguridad en materia socioeconómica, a pesar de todas las
carencias que pudieran existir, se desvaneció de un día para el otro. En el caso yugoslavo, el
pasaje del socialismo al capitalismo fue particularmente trágico pues costó la vida de miles de
personas como consecuencia de distintas guerras civiles y fratricidas. Las guerras de
desintegración de Yugoslavia, fogoneadas y usufructuadas desde el exterior, no sólo tuvieron
como consecuencia la muerte de casi un cuarto de millón de personas, sino que además el
pasado de convivencia y fraternidad entre los eslavos del sur fue gravemente dañado por una
mitología nacionalista que pretendía y pretende sostener que las diferencias religiosas y
nacionales provocan, por sí mismas, tensiones irreconciliables.
Las guerras civiles de Croacia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia y en el conflicto de Kosovo,
con la intervención y bombardeo de la Organización de la Alianza del Atlántico Norte (OTAN),
no fueron sólo consecuencia de los distintos intereses de los nacionalismos locales, ya fueran
estos encabezados por históricos disidentes comunistas -como Franjo Tudjman en Croacia y
Alija Izetbegovic en Bosnia- o encumbrados dirigentes que habían abandonado, ayer, la
“ortodoxia” socialista y se habían volcado al campo del nacionalismo, como Milan Kucan en
Eslovenia y Slobodan Milosevic en Serbia.
Las principales potencias imperialistas también jugaron un radical rol desestabilizador.
Alemania, El Vaticano y muchos países europeos rápidamente reconocieron las
independencias de Eslovenia, Croacia y Bosnia-Herzegovina, inhabilitando la negociación y
promoviendo la desintegración. La venta ilegal de armas, la ayuda económica y la logística
militar brindada a los nacionalismos croata, musulmán y albano-kosovar por parte de
importantes gobiernos y organizaciones occidentales como la OTAN, Alemania y los EEUU de
América no hicieron más que alentar el conflicto bélico. Luego, con el desastre consumado,
terminaron jugando el rol de “garantes de paz” para terminar quedándose con buena parte del
“botín”.
Actualmente, el capital alemán es mayoritario en los países de la ex Yugoslavia y el gobierno
de Donald Trump tiene instalada en Kosovo la base militar estadounidense más grande fuera
de los EEUU. Croacia, Eslovenia, Montenegro, Rumania, Grecia, Albania y Bulgaria son
miembros de la OTAN, mientras que Bosnia-Herzegovina, Macedonia y Serbia son aspirantes.
Bien lejos parece haber quedado el Pacto de Varsovia y la autonomía en política internacional
de la Yugoslavia de Tito, pero bien cerca la dependencia político-militar del imperialismo
liderado por EEUU.
Balcanes
La península Balcánica o península de los Balcanes es una de las tres grandes penínsulas
del sureste de Europa, continente al que está unida por los montes Balcanes al este (cordilleras
que han dado nombre a la península) y los Alpes Dináricos, al oeste.
Se encuentra rodeada de mares por tres de sus lados: el Adriático y el Jónico, al oeste; el
Egeo, al sur; y el Mármara y el Negro al este. Al norte, se delimita la península generalmente
por el curso de los ríos Danubio, Sava y Kupa. Está separada de Asia por los estrechos de
Dardanelos y del Bósforo. Esta región comprende una superficie total de más de 550.000
km² y tiene una población de casi 53 millones de habitantes.
La Rusia zarista se mostró dispuesta a intervenir aunque era consciente de que necesitaba el
visto bueno del Imperio Austro-Húngaro, lo que acabó consiguiendo.
En 1877, tuvo lugar la Guerra Ruso-Turca que acabó con una total victoria rusa.
Se firmó el TRATADO DE SAN STÉFANO (1878). Se creó la Gran Bulgaria que quedó bajo
influencia rusa. Además, Rusia ganó parte de la Dobrudja. (al sur de Besarabia, actual
Moldavia). También se cedieron territorios a Rumania, Serbia y Montenegro.
Vista de satélite de la península (imagen de julio 2007 mostrando la ola de incendios de ese verano)
Localización administrativa
País(es) Albania
Bosnia y Herzegovina
Bulgaria
Croacia
Eslovenia
Grecia
Italia
Kosovo
República de Macedonia
Montenegro
Rumania
Serbia
Turquía
Localización geográfica
Mapa(s) de localización
La península balcánica o península de los Balcanes es una de las tres grandes penínsulas
del sureste de Europa, continente al que está unida por los montes Balcanes al este (cordilleras
que han dado nombre a la península) y los Alpes Dináricos, al oeste.
Límites y características generales
Se encuentra rodeada de mares por tres de sus lados: el Adriático y el Jónico, al oeste; el
Egeo, al sur; y el Mármara y el Negro al este. Al norte, se delimita la península generalmente
por el curso de los ríos Danubio —el principal de la zona—, Sava y Kupa. Está separada de
Asia por los estrechos de Dardanelos y del Bósforo. Al oeste, los Alpes Dináricos separan el
interior del mar Adriático.1 En el sur, diversos ríos —entre ellos el Vardar y el Struma— que
desembocan en el Egeo facilitan el acceso al centro peninsular. La principal ruta de
comunicación norte-sur la componen los ríos Morava y Vardar, que en conjunto casi cruzan
toda la península.
Esta región comprende una superficie total de más de 550 000 km² y tiene una población de
casi 53 millones de habitantes. Su nombre proviene de la cadena montañosa homónima en
turco, situada en el centro de Bulgaria.
La península, administrativamente, pertenece a los Estados de Albania, Bosnia y Herzegovina,
Bulgaria, Croacia, Eslovenia, Grecia, República de Macedonia, Montenegro, Rumanía, Serbia,
Kosovo y la región turca de Estambul. Diversas ciudades sirven de canal comercial con el
interior de la península: en el oeste, Dubrovnik, Split; en el este Constanza, Burgas y Varna; y
en el sur, la principal, Salónica.
Una cadena montañosa de unos 650 msnm atraviesa dicha península, separando Bulgaria de
Rumanía, entre las cuencas del Danubio, el Mármara, el archipiélago de las islas Espóradas y
los Dardanelos, a la que corresponde la montaña de Yumkusal (2380 m).
La vertiente meridional es mucho más abrupta que la del norte. Bosques de coníferas y
caducifolias. El valle de Iskar y los puertos de Sipka y de Trojan son los pasos más importantes.
Con el topónimo Hemo se aludía en la antigüedad al macizo montañoso de los Balcanes, en
Bulgaria, que se prolonga de oeste a este desde Serbia hasta el mar Negro.
Composición política
Situación territorial en 1913, tras la firma del Tratado de Bucarest que puso fin a la segunda
guerra balcánica.
Las guerras supusieron la expulsión definitiva del Imperio otomano de la península de los
Balcanes salvo en el extremo oriental de Tracia, el establecimiento de fronteras casi definitivas
que perduraron salvo breves intervalos durante las guerras mundiales y el nacimiento de
Albania como Estado independiente. No resolvieron, sin embargo, las disputas territoriales
entre los países balcánicos; Bulgaria mantuvo sus deseos de alcanzar las fronteras del Tratado
de San Stefano y mientras que los territorios de Macedonia, Tracia y Dobruya continuaron
disputados entre los países de la zona.
Refugiados turcos de Adrianópolis. La derrota otomana supuso el desplazamiento de cientos de miles de
personas de los Balcanes perdidos a las tierras del truncado imperio.
Bulgaria sufrió importantes bajas en las dos guerras: sesenta y seis mil muertos y ciento diez
mil heridos de una población de poco más de tres millones.
Serbia casi dobló su territorio (pasó de tener 48 300 km² a 87 300 km²) y aumentó notablemente
su población (creció de los 2,9 millones a los 4,4). Para Serbia las consecuencias también
fueron graves, pese a la obtención de nuevos territorios. La movilización de cuatrocientos mil
soldados durante unos diez meses costó al Estado tres veces el presupuesto de 1912, por lo
que en 1914 el país quedó sumido en una grave crisis económica. El reclutamiento también
había perjudicado el rendimiento de las cosechas de 1912 y 1913 al privar al campo de parte
de la mano de obra, lo que causó inflación en los precios de los alimentos y hambruna en
algunas comarcas. La reducción de la producción agrícola en un país predominantemente
rural también menguó los ingresos del fisco. La contienda también causó gran número de
muertos y heridos y consumió gran parte del armamento disponible, lo que dejó al Ejército en
malas condiciones para librar la siguiente guerra. En las dos guerras, el Ejército había tenido
36 500 muertos —16 300 de ellos fallecidos por enfermedades, no en combate— y 55 000
heridos graves, muchos de los cuales acabaron impedidos de por vida. Se calcula que el
Ejército perdió algo más de un cuarto de sus hombres (unos noventa y un mil) y otros tres mil
hombres fallecieron en los combates en Albania y en los territorios conquistados.
Para el Imperio otomano, estas guerras supusieron un gran descalabro: el país perdió el 80 %
de sus territorios europeos y cuatro millones de habitantes, un 16 % de la población total del
imperio. Unos cuatrocientos mil refugiados abandonaron los territorios perdidos y se asentaron
en lo que quedaba del imperio. Militarmente, también resultaron muy costosas: el Ejército
perdió catorce de sus cuarenta y tres divisiones y la guarnición de Adrianópolis. Solo seis de
las divisiones existentes antes de la guerra no participaron en los combates. Estos costaron
más de doscientas cincuenta mil bajas a los otomanos y desbarataron la organización del
Ejército.