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Sobre eso quiero compartirte. Seguramente tu tienes que verte varias veces en el año
con audiencias que no les interesa el tema «Dios», «fe», «religión», «catequesis, «valores» o
cualquiera de las cosas que a ti sí te interesan y que son la razón por la que estás ahí parado
con todo listo para entusiasmar y motivar a una experiencia de fe o para profundizar en alguna
experiencia cristiana.
Quiero ofrecerte algunas ideas (no solo para salir sin tomates ni huevos sobre la cabeza), sino
para que lo que quieres transmitir sea acogido por tu audiencia y sea Dios quien llegue a los
corazones, más que tu mensaje. Estas ideas no son leyes, tampoco son métodos infalibles;
son solo algunas estrategias y principios que he ido descubriendo en la medida que me ha ido
mal y he tenido que replantearme, no para comunicar bien, sino para que Dios no se quede a
medio camino y sea Él quien hable a través mio. No solo se aplican cuando te veas enfrentado
a dar charlas, sino cuando tengas que argumentar algo tema cercano a tu fe, en tu clase de la
universidad, en tu trabajo, con un grupo de amigos, en tu familia, etc.
«La pastoral juvenil, tal como estábamos acostumbrados a desarrollarla, ha sufrido el embate
de los cambios sociales. Los jóvenes, en las estructuras habituales, no suelen encontrar
respuestas a sus inquietudes, necesidades, problemáticas y heridas». (Evangelii Gaudium
105).
1. No te desesperes
Es una reacción natural comenzar a sudar, hablar más rápido y más
fuerte, e incluso exasperarte. No te desesperes ni entres en pánico.
No hagas sentir a nadie que estás sufriendo intentando hacer algo
que no debería ser incómodo (aunque lo sea). Recuerda quien te
puso ahí, recuerda cuál es tu motivación. No se trata de decir todo y
salir corriendo, se trata de transmitir un mensaje que vives. Significa
comunicar algo realmente importante que puede cambiar la vida de
las personas.