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¿Cómo ser un apóstol en un ambiente

difícil? 13 consejos muy útiles


Quiero ofrecerte algunas ideas, para que lo que quieres transmitir sea
acogido por tu audiencia y sea Dios quien llegue a los corazones, más que
tu mensaje

Una porción no menor de mi tiempo lo dedico a visitar comunidades, agrupaciones,


movimientos y parroquias. Esas visitas son generalmente para hacer una charla sobre algún
tema relacionado a la vida juvenil y la experiencia cristiana. Pero no siempre juego de local.

Un número no menor de mis experiencias consiste en dar conferencias en colegios,


universidades, institutos y otras organizaciones con jóvenes y adultos no católicos, a veces
incluso ni siquiera son cristianos. Solo están sentados ahí porque los obligaron a ir y porque el
organizador de la actividad tiene la esperanza de que esa charla les toque el corazón. Casi
nunca es fácil y casi nunca es cómodo, pero siempre pasan cosas y siempre Dios está en
medio de todo haciendo algo.

Sobre eso quiero compartirte. Seguramente tu tienes que verte varias veces en el año
con audiencias que no les interesa el tema «Dios», «fe», «religión», «catequesis, «valores» o
cualquiera de las cosas que a ti sí te interesan y que son la razón por la que estás ahí parado
con todo listo para entusiasmar y motivar a una experiencia de fe o para profundizar en alguna
experiencia cristiana.
Quiero ofrecerte algunas ideas (no solo para salir sin tomates ni huevos sobre la cabeza), sino
para que lo que quieres transmitir sea acogido por tu audiencia y sea Dios quien llegue a los
corazones, más que tu mensaje. Estas ideas no son leyes, tampoco son métodos infalibles;
son solo algunas estrategias y principios que he ido descubriendo en la medida que me ha ido
mal y he tenido que replantearme, no para comunicar bien, sino para que Dios no se quede a
medio camino y sea Él quien hable a través mio. No solo se aplican cuando te veas enfrentado
a dar charlas, sino cuando tengas que argumentar algo tema cercano a tu fe, en tu clase de la
universidad, en tu trabajo, con un grupo de amigos, en tu familia, etc.

«La pastoral juvenil, tal como estábamos acostumbrados a desarrollarla, ha sufrido el embate
de los cambios sociales. Los jóvenes, en las estructuras habituales, no suelen encontrar
respuestas a sus inquietudes, necesidades, problemáticas y heridas». (Evangelii Gaudium
105).

1. No te desesperes
Es una reacción natural comenzar a sudar, hablar más rápido y más
fuerte, e incluso exasperarte. No te desesperes ni entres en pánico.
No hagas sentir a nadie que estás sufriendo intentando hacer algo
que no debería ser incómodo (aunque lo sea). Recuerda quien te
puso ahí, recuerda cuál es tu motivación. No se trata de decir todo y
salir corriendo, se trata de transmitir un mensaje que vives. Significa
comunicar algo realmente importante que puede cambiar la vida de
las personas.

2. Con audiencias grandes: sé cercano


Es difícil mantener a un gran número de personas completamente
atentas a lo que estás intentando compartir y comunicar. Evita
comenzar por la información dura: cosas como fechas, datos
estadísticos, citas textuales y grandes cantidades de texto; todo eso
que hace que la gente se disperse y se distraiga. Cuando la audiencia
es grande es más fácil llegar al corazón que a la cabeza. Comienza
por ahí. En Chile decimos «tocar la fibra», que se refiere a
interpelarlos más que con contenidos concretos, con experiencias y
con ideas que les hagan sentido. Hazlos emocionarse como tu estás
emocionado.

3. Con audiencias pequeñas: dirígite a ellos como te dirigirías


un amigo
No esperes que se conmuevan hasta las lágrimas cuando les cuentes
una historia, tampoco que rían al punto de rompen en aplausos y
carcajadas. Las audiencias pequeñas son un buen lugar para ser
concreto, pues es más fácil mantenerlos atentos, mirarlos a los ojos y
hablarles por su nombre, como con los amigos. Las audiencias
pequeñas son un buen escenario para dar números, fechas, listas de
cosas, datos históricos y cualquier tipo de contenido teórico que sea
más cercano al mensaje, todo esto acompañado de tu experiencia
personal.

4. Transmite una experiencia, no entregues una información


«El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan
testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan,
es porque dan testimonio» ( Evangelii nuntiandi, n. 41).
Por lo tanto, tomando las palabras del Papa Pablo VI, aunque el
mensaje que compartas contenga contenidos y doctrina, el gancho
que mantendrá a tu audiencia atenta es tu testimonio de vida y tu
«ser cristiano en la vida real» más que en los libros. Pero no olvides
que es fundamental el contenido. No te quedes pegado en la
anécdota, también necesitamos estructura y una base sólida, sino no
sabemos dónde iremos a parar.
5. ¡Ve al punto!
«Lo que pasa es que lo que quiero decirte te lo quería decir pero no
estoy seguro de poder decírtelo porque al decirlo la verdad es que no
te lo estoy diciendo…». No des vueltas o los vas a marear. Si lo que
tienes para compartir es breve, pues sé breve. No es necesario que te
extiendas más allá de lo necesario y que el querer complementar una
idea te haga zarandearte de un lado para el otro sin ser concreto y
puntual. Nada más revisa de vez en cuando el twitter del Papa
Francisco, que en menos de 140 caracteres nos da tremendos
mensajes y no necesita de toda una hora.

6. El humor es un buen ingrediente


No tienes que preparar una rutina de «stand up comedy», tampoco
tener una lista de chistes escritos para salir del paso cuando todos se
distraigan (aunque a veces sirve tener alguno bajo la manga por si
las moscas).
Es un dato, que algunos santos tenían una notable vena humorística,
incluso supieron utilizarlo para transmitir el propio carisma. Tal es el
caso —entre muchos— de San Juan Bosco que hasta tenía que hacer
de mago y equilibrista Santa Teresa de Ávila, con un gran sentido del
humor pero pasando por momentos difíciles y muchas pruebas, dijo a
Dios en oración: «Si esta es la forma en que tratas a tus amigos, ¡No
es de extrañar que tengas tan pocos!». Se trata de que seas tú,
espontáneo, alegre y natural –obviamente guardando los cuidados de
solemnidad si la ocasión lo requiere–. Usa el humor a tu favor, hazlos
reír, ríete con ellos, pero nunca te rías de ellos.
7. Los Santos son un excelente ejemplo. Conoce sus historias y dalas
a conocer
santos
Conocer las historias de los santos es importante, no sólo porque
inspiran nuestras vidas y son un modelo en cuanto al seguimiento de
Cristo, sino porque además son una fuente inagotable de anécdotas,
historias entretenidas y testimonios de fragilidad humana pero lucha
y santidad, que de seguro te ayudarán a ejemplificar lo que sea que
quieres comunicar.
Cada vez que puedas, estudia la vida de algún santo, tener ese
conocimiento fresco en tu memoria no solo te ayudará a salir del
paso con una buena historia, sino que es la Iglesia misma la que se
pone contigo adelante para hablar de Dios.

8. Prepárate no solo teóricamente


Esta muy bien que estudies y te prepares, de hecho sería una
irresponsabilidad si no lo hicieras. Dominar lo que estás compartiendo
es crucial cuando la audiencia se pone cuesta arriba. También es
importante que prepares un buen material, ya sean diapositivas o un
texto que desees entregar a todos los asistentes. Tener un buen
soporte que compartir siempre facilita las cosas. Pero lo más
importante es que inviertas tiempo de oración por esas personas, por
ti, por tu conversión, para que seas un mejor apóstol. No significa
que si las cosas no salen como esperabas es porque rezaste mal o
poco. Dios no toma venganza, la oración parte de nuestros
apostolado, a través de la oración es que nos encontramos con Dios
para poder transmitirlo.

9. No te quedes con los estereotipos, conoce a tu audiencia


No juzgues a quien tienes al frente y no te quedes con su apariencia.
Muchas veces nos hacemos de estereotipos, sobre todo con los
jóvenes y con la gente mayor. No caigas en generalizaciones, cada
uno es un ser único, por lo tanto dale la oportunidad de sorprenderte.
El desafío es mantenerte constantemente actualizado para saber qué
cosas están haciendo en su tiempo libre, que ven en televisión e
Internet, como gastan su dinero y sus energías. Al mismo tiempo
piensa en cómo eres tú cuando formas parte de una audiencia. Yo me
he descubierto sentado viendo las mejores charlas de mi vida pero
echado atrás sobre la silla, de brazos cruzados, mirando el techo,
muy serio y aparentemente distraído, pero mi corazón estaba
completamente ahí. Considera la posibilidad de que, quienes se ven
tan apáticos frente a ti, están siendo tocados no solo por tu mensaje,
sino por Dios, aunque no le hayan avisado a su cara.

10. Recuerda que no es una disertación, ¡es tu vida!


Aunque estés en una clase en el colegio o en una reunión de
catequesis donde si o si debes abordar algunos contenidos, el fondo
de todo es que estás hablando de algo que te mueve las entrañas.
Que eso nunca deje de ocurrirte. Tener la oportunidad de poder
enseñar, formar y acompañar a otros en la fe es un regalo y como
apóstol que eres, deberías vibrar de pasión por estar ahí. Por lo
tanto, como estás compartiendo algo que le da sentido a tu vida,
considera hacerlo con pasión, dejar en corazón en la cancha, darlo
todo, aunque sea una reunión para tres o cuatro personas.
«Esta pasión suscitará en la Iglesia una nueva acción misionera, que
no podrá ser delegada a unos pocos ‘especialistas’, sino que acabará
por implicar la responsabilidad de todos los miembros del Pueblo de
Dios. Quien ha encontrado verdaderamente a Cristo no puede tenerlo
sólo para sí, debe anunciarlo. Es necesario un nuevo impulso
apostólico que sea vivido, como compromiso cotidiano de las
comunidades y de los grupos cristianos» (Carta Novo millennio
ineunte, n. 40).
11. Evita el lenguaje complicado
Hay ocasiones en que el lenguaje puede crear barreras de
comunicación, prestándose para burlas, malas interpretaciones o
definitivamente para que no entiendan nada de lo que quieres decir.
Imagina que estás en una actividad de evangelización y una de tus
diapositivas los invitas a ser apóstoles y titulas: «Sean pescadores de
hombres». Nosotros aquí dentro de la barca te entendemos, pero
seguro más de alguien lo va a mal interpretar. La lista de cosas que
solo nosotros entendemos es inmensa, cuida esas expresiones para
comunicarte mejor con quien no está familiarizado. Hay conceptos
teológicos y filosóficos que para la mayoría de la gente no son
familiares. Un evangelizador es un traductor que explica las
enseñanzas de la Iglesia al lenguaje accesible a todos.

12. A veces simplemente hay que callar


Aunque han sido pocas veces, me ha pasado que quienes están
frente a mi, no sólo son apáticos o están distraídos, sino que son
agresivos, cuestionadores e incluso violentos en su lenguaje.
Ciertamente no le deseo a nadie estar en una situación así, pues es
muy incómoda. Debemos aprender que hay ocasiones en que
debemos aprender a hacer silencio. No es dar la pelea por perdida, se
trata de discernir que hay ocasiones en que no vale la pena dar
ninguna pelea pues carece de sentido. En mi experiencia, cuando
alguien desea atacar a la fe, a la Iglesia y a Dios, eso es lo que
quiere: atacar, y digamos lo que digamos, no le haremos cambiar de
opinión. Lo único que lograremos es que se radicalice más su postura
y nosotros en la nuestra quedando cada vez más lejos el uno del
otro. ¿Sirve de algo esa discusión?

13. Escribe tu consejo aquí…


La idea es dejar este espacio vacío para que tú añadas otro punto
que creas nos esta faltando en esta galería y puedas así ayudar a
otros desde tu experiencia :)

¡Ánimo!, sigue perseverando, busca nuevas estrategias y ¡no


te rindas!, aunque quienes estén frente a ti tengan cara de
que no les interesa lo que estás compartiendo.

Artículo tomado de Catholic-link.com

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