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EL “TREN” LLEGA A ALMERÍA

LA ALTA VELOCIDAD Y LO QUE ESCONDE


jose a. miranda
https://sites.google.com/site/fandangorevolucion

Parece que llegará el “Tren” a Almería, mucho más tarde que temprano, pero parece ya una
realidad que el TAV (puesto que nadie concibe ya otro tipo de “tren”) conectará Almería con el
“corredor mediterráneo”. Antes de hablar, no obstante, del caso particular de la llegada de la
modernidad a este “oscuro rincón del sureste peninsular”, deberíamos hacer una pequeña semblanza
de las virtudes y defectos del tren que tantos quebraderos de cabeza está provocando a los dirigentes
locales y regionales de la zona.
Aunque no se deben escatimar palabras para repetir hasta la saciedad los daños físicos,
económicos y sociales que el TAV conlleva, ya que nunca serán suficientes frente al inmenso
aparato de propaganda que el consenso estatal-empresarial ha puesto en marcha para que a nadie se
le ocurra poner en duda la necesidad de su gran obra faraónica, me gustaría comenzar resaltando la
que para mí es la gran virtud de este “acontecimiento” allá por donde pasa. El Tren de Alta
Velocidad (o Alta Velocidad Española -AVE- en su versión nacional) tiene la gran virtud de poner a
cada uno en su sitio, es decir, obliga a tomar posiciones, frente o a favor, del capitalismo, de la
dominación y del progreso irracional y suicida de los que se ha convertido en el gran abanderado.
Dudar de la necesidad del “tren de las clases dirigentes” significa oponerse a todo el sistema de
relaciones estatal-capitalista, a la sociedad del espectáculo, al Estado del Bienestar, a la sociedad
tecno-industrial, y apostar por otro tipo de sociedad más libre, autónoma y consciente.
Y aquí suele llegar la sorpresa para los que no conocen demasiado en profundidad el tema,
cuando vemos alineados en el mismo bando, junto a los consabidos políticos neoliberales y la clase
empresarial, a los partidos socialdemócratas y los sindicatos de Estado, a toda la izquierda
parlamentaria por muy “revolucionaria” o “anticapitalista” que se haga llamar, a los sindicatos
llamados combativos, a los grupos ecologistas y a la legión de intelectuales de izquierdas que
plagan los medios locales y estatales. La oposición ni siquiera se concibe en toda esta jauría de
generadores de opinión pública: ir contra el TAV significaría ir contra todos los avances
tecnológicos que facilitan nuestras teledirigidas vidas, contra el sistema que las facilita, contra los
“derechos” que hemos adquirido o se nos han concedido aunque sean tan extremadamente precarios
y peligren a cada nuevo invento de control tecnológico y cada nueva ley que nos ahoga social,
económica y laboralmente. La oposición, cuando surge, no es nunca para poner en duda tan
monstruoso avance, sino como mucho para oponerse o quejarse de tal parte o tal otra del trazado de
la gran procesionaria que arrasa un territorio ya suficientemente devastado y una sociedad sin base
comunitaria ni conciencia de clase. Así que, como mucho, se impugnará, siempre judicialmente,
casi nunca en combate a pie de obra, el paso del trazado por algún paraje natural que a pesar del
estatus de protección concedido por la administración medioambiental, las autoridades no tendrán
empacho en sacrificar al gran dios del progreso y el desarrollo económico de sus “abandonadas”
ciudades. Sacrificio que sólo abandonarán si la oposición es lo suficientemente obstinada y
mediática como para poner en peligro sus réditos electorales y siempre tras una evaluación
concienzuda del incremento del gasto y el retraso temporal que supondrá, con las subsiguientes
quejas del empresariado ansioso de que la velocidad llegue lo más velozmente posible a sus
ciudades.
Daños físicos, económicos y sociales
Sin embrago, como decimos, no son pocos los efectos secundarios que, como los médicos con
los medicamentos, las autoridades minimizan o directamente se callan y se dejan para el estudio de
los expertos autorizados. Enumeraremos unos cuantos de ellos, sin pararnos demasiado.
De entre los daños que causa esta salvaje infraestructura los más flagrantes, si bien no los únicos,
son los infringidos sobre el territorio. Debido a la gran anchura de sus vías y a la necesaria rigidez
de su recorrido para no perder velocidad, son cientos los desmontes, las canteras, los túneles y los
puentes que deja a su paso, impactando con virulencia en los ecosistemas que atraviesa. Como una
gran cicatriz sobre la piel seca de la Península.
Otra gran “virtud” del TAV es la de dividir, separar el territorio, haciendo un “efecto barrera”
que impide a los habitantes (tanto humanos como animales) de la derecha pasar a la izquierda y
viceversa, provocando el aislamiento de los pueblos y dificultando su desenvoltura habitual.
A este tipo de obra tan descomunal suele ir aparejado un alto nivel de accidentes laborales,
algunos de los cuales llegan a la opinión pública pero son rápidamente silenciados, el uso de
subcontratas no debe tener una relación menor con esta gran cantidad de siniestros.
Es innegable aunque difícil de mensurar la contaminación electromagnética producida por el
gran tendido eléctrico que acompaña todo el recorrido de las vías. Además de necesitar de un
consumo energético desproporcionado que ronda las seis veces más que un tren normal. Lo que a su
vez supone la construcción de nuevas centrales térmicas y líneas de alta y de Muy Alta Tensión
para proporcionar la energía eléctrica necesaria. Esto suele olvidarse o no tenerse en cuenta
deliberadamente por parte de las autoridades “responsables”, los daños causados por estas mega-
tecnologías no terminan en ellos mismos, sino que ponen en marcha otras que su vez necesitaran
otros tan dañinos o más que los anteriores en una pescadilla ultradestructiva sin fin y que es
inherente, eso sí, al propio progreso.
Económicamente no podemos decir que el TAV no sea un negocio rentable, claro que lo es,
como todos los negocios, si no probablemente jamás se hubiera llevado a cabo en ningún lugar del
planeta. La cuestión es para quién es rentable. Y al responder a esta pregunta vemos cómo salen
beneficiados por igual el empresariado y las autoridades políticas locales de las ciudades en las que
el tren aterriza. No en vano serán ellos, ejecutivos y políticos locales, los únicos que lo utilizarán
con asiduidad. Se trata de un tren cuyos billetes son caros y por tanto la población en general no
tendrá acceso a él más que para alguna visita ocasional a la capital. Con el agravante de que donde
el TAV aparece el tren normal desaparece, desapareciendo a su vez una gran cantidad de estaciones
cuyas paradas harían imposible que se alcanzaran las velocidades adecuadas para este tren-bala. Así
el TAV pone en el mapa (como se dice en el argot político en torno a este negocio) a las capitales
con estaciones, haciendo que en éstas haya un incremento de actividad económica, así como una
afluencia de población en sus núcleos periurbanos y alentando la especulación urbanística. Pero al
mismo tiempo hace desaparecer del mapa a muchas otras localidades no elegidas, que se quedan
desasistidas, y su población obligada a abandonarlas para marchar allá donde la floreciente
economía crea puestos de trabajo en el sector servicios, aunque éstos tiendan a ser cada vez más
precarios. De esta manera podemos concluir que el TAV no cambia efectivamente las cosas, los que
vivían a tutiplén seguirán haciéndolo y los que malvivían de curro en curro lo seguirán haciendo,
sólo que tendrán que hacerlo en otro sitio.
Políticamente tiene la gran virtud de articular, aún más si cabe, la periferia con el centro de la
Península, viniendo a sustituir en parte los famosos puentes aéreos. Todo debe girar en torno al
centro político de la capital, Madrid, como se observa rápidamente echando un vistazo al mapa de la
red ferroviaria del nuevo tren. Casi puede decirse que con el TAV la rentable costa mediterránea,
con su turismo y su agricultura intensiva, así como la costa cantábrica, pueden considerarse ahora
las afueras de Madrid, facilitando la globalización de los capitales y el acceso de éstos a los
mercados europeos y mundiales.
Para los políticos y los empresarios, nunca tan unidos en sus intereses particulares como hasta
ahora, todo son beneficios, de ahí el empeño tan grande que ponen en la propaganda de la mega-
construcción. Para la población de a pie, nunca mejor dicho, todo son inconvenientes y molestias.
Tierras expropiadas por una miseria, obras molestas que se alargan indefinidamente, grietas en los
edificios colindantes con los necesarios soterramientos en su paso por las ciudades, el ruido
ensordecedor del pajarito para aquellos cuyas viviendas hayan tenido la suerte de caer junto a las
vías, y un largo etcétera que podemos comprobar preguntando a los que ya lo han vivido en muchos
lugares del Estado.

Luchas y resistencias
De ahí que en algunos sitios -podemos decir que en poquísimos teniendo en cuenta la gran
cantidad de kilómetros de vías que pueblan la Península- se hayan dado algunos conatos de
resistencia. Por desgracia estos suelen ser parciales, como hemos dicho, más para intentar salvar
alguna población o paraje que para poner en duda el entramado del negocio del TAV, que es el del
sistema industrial capitalista. Y fácilmente resueltos con derramas económicas o de infraestructuras
en las poblaciones o asociaciones que levantan la voz, o contentando con algún cambio de trazado a
las grupos ecologistas o partidos de izquierdas que nunca se oponen totalmente a la lógica del
capital y por tanto no pueden estar abiertamente contra el TAV. No obstante, afortunadamente
podemos decir que sí ha existido una auténtica resistencia, y han dejado gran cantidad de crónicas y
documentos teóricos que lo atestiguan y pueden servir para nutrir futuras luchas, en Euskal Herria,
dentro del Estado español, y en Val de Susa, en el Estado italiano. A ellas apelamos como ejemplos
a seguir o al menos a tener en cuenta.

El TAV en la periferia (Almería)


Todas estas vicisitudes son especialmente sangrantes en lo que podríamos llamar las periferias
del Estado. Ya lo han vivido o lo siguen sufriendo en Galicia, Asturias o Extremadura. También allí
los retrasos son o han sido una constante y un quebradero de cabeza para la clase empresarial de la
región. Lógicamente no son tan prioritarios los desplazamientos de la clase ejecutiva y política de
Asturias, Extremadura o Almería como los de aquellos que tienen sus negocios en los grandes
centros económicos y de poder de la Península, véase Valencia, Barcelona, Sevilla, Málaga o
Bilbao.
Parece ser que uno de los próximos objetivos del poder destructor de la bala supersónica es el
sureste peninsular. Como en Galicia, en Almería el empresariado también se organiza para solicitar
inversiones y que se solucione rápidamente la paralización de la línea Murcia-Almería del Corredor
del Mediterráneo para que el AVE esté listo para el 2021. No contentos con ésta, también abogan
por una “plataforma” con Granada y Linares. La llamada Mesa del Tren ha demostrado además su
capacidad de movilización, haciendo de su objetivo de no perder comba en la economía globalizada
un problema social de primera magnitud y convocando a la ciudadanía a manifestaciones como la
del pasado 22 de junio de 2017. En ésta, curiosamente, pudimos observar cómo una manifestación
que abría una pancarta inscrita en una larga bandera española (aquello parecía Bienvenido Mr.
Marshall), con todas las autoridades políticas representadas, era secundada por miembros y
responsables de los partidos de izquierdas y grupos ecologistas de Almería. Todos a una. Ya en
alguna reunión anterior se había escenificado a nivel político esta unanimidad aberrante: los
representantes de C's, PSOE, Unidad Popular-Izquierda Unida, UPyD y PP coincidieron de forma
unánime al resaltar que el tren en Almería «es impropio de una sociedad avanzada». (Ideal, 28
noviembre 2015).
Como vemos el “Tren” llegará y lo hará sin ninguna resistencia, al menos por parte de la
izquierda ecologista local. Sin embargo, no debemos dejarnos aplastar por la supuesta unanimidad
que nos venden en pos de una Almería que se lanza al progreso desde la única “plataforma” posible.
Podemos y debemos denunciar los verdaderos intereses de uno de los artilugios más destructores de
esta sociedad del bienestar y a sus falsos opositores. Podemos y debemos levantar nuestra voz para
que la oigan aquellos que no mejorarán sus vidas precarias por más TAV que venga, aunque
insistentemente se anuncie lo contrario desde la propaganda mediática interesada.

A MODO DE BIBLIOGRAFÍA:
Para una mayor profundización e información sobre todo lo relativo al TAV recomendamos
algunos textos y enlaces:
Miguel Amorós ha ido dejando un reguero de artículos sobre el TAV en diferentes libros,
citamos cuatro de ellos, aunque no son los únicos, también se pueden encontrar éstos y otros en
internet:
- “La trastienda del TAV” y “¿Qué es el TAV?” en Las armas de la crítica (Mutureko
burutazioak, 2004).
- “¡Alta velocidad no! ¡Capitalismo tampoco!” y “La lucha contra el TAV ¿Asambleas
o plataformas?” en Golpes y contragolpes (Pepitas de Calabaza y Oxígeno dis., 2005).
- “El tren de los dirigentes”, “El cuestionario del tren”, “Galiza partida” y “Los
cornudos de la mundialización: El AVE por Extremadura” en A carne viva. Exabruptos
anticapitalistas (Corsarias Ed., 2009).
- “La reconversión del territorio asturiano y el TAV” en Perspectivas
antidesarrollistas (Varias editoriales, 2011).

El dosier compuesto por la CNT de Valladolid titulado El Tren de Alta Velocidad y sus
consecuencias, que se puede encontrar en este enlace:

https://www.cntvalladolid.es/el-tren-de-alta-velocidad-y-sus

El blog de AHT Gelditu – Parar el TAV. Plataforma anti-TAV de los territorios vascos:
http://noaltavahtgelditu.blogspot.com.es

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