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Guerra fría y globalización (cap 8, pags 285-322)

Leer con atención el texto y responder las preguntas de la guía de lectura

1) Explique cuál es la opinión de Powaski respecto de la figura de ronald reagan. Cómo


justifica el autor el cambio de sus políticas respecto de la URSS.
2)Explique qué fue el tratado referido a las armas nucleares de alcance medio (inf) y cuál
fue su importancia. Investigue respecto de la vigencia posterior del mismo desde el final de
la guerra fría hasta la actualidad.
3) Describa los alcances de la doctrina reagan según el autor. Detalle el impacto de la
misma en el tercer mundo.
4) Mencione cuál fue la postura del gobierno de reagan respecto de los derechos humanos.
Compare su política con la de su antecesor jimmy carter.
5) Describa el punto de vista de los aliados europeos de estados unidos respecto del
problema de las fuerzas nucleares de alcance medio.
6) Explique en qué consistió el programa llamado "guerra de las galaxias". Detalle
características del mismo y el impacto de este en la carrera armamentista y la situación
económica de la URSS.
7) Mencione la ponderación que Powaski realiza de las transformación en el liderazgo
soviético a partir del ascenso de Gorbachov en la URSS.
8) Describa el impacto de la nueva política de Gorbachov en la proyección soviética en el
tercer mundo.
9) Reponga la interpretación (citar) que hace el autor respecto del impacto de la política de
Reagan en el fin de la guerra fría.
10) Investigue en la obra del autor y avance con una breve descripción del proceso de
desintegración de la URSS entre 1989 y 1991.

1 La opinión de Powaski sobre Ronald Reagan no sabía nada de los asuntos de seguridad
nacional, carecía de gran conocimiento, y su única experiencia militar la había tenido en la
segunda guerra mundial, durante la cual sirvió en las fuerzas armadas realizando películas
de instrucción y documentales. También poseía poco conocimiento sobre la Unión Soviética
y el Comunismo, el cual se basaba en experiencias personales. Como presidente del
Sindicato de Actores de la Pantalla a finales de los años cuarenta, Reagan había luchado
contra lo que, a su juicio, era un intento comunista de dominar la industria cinematográfica y
esta experiencia le haría desconfiar profundamente de todo lo que fuera comunista, en
particular de la Unión Soviética.
Por carecer de grandes conocimientos de los asuntos de la seguridad nacional, Reagan se
vio obligado a depender de sus consejeros mucho más que la mayoría de los otros
presidentes de la guerra fría.Durante su primer mandato, la abrumadora mayoría de sus
principales consejeros de la seguridad nacional eran anti soviéticos y partidarios de la línea
que en gran parte procedía del Comité sobre el Peligro Actual, que era el núcleo de la
oposición conservadora al Tratado SALT II. El Comité sobre el Peligro Actual creía que la
Unión Soviética no sólo había adquirido la capacidad de atacar primero, sino que, además,
estaba dispuesta a hacer uso de ella.

2 El tratado inf era un acuerdo que prohibía a los firmantes (EEUU y la URSS) el desarrollo
de misiles balísticos y de crucero -ya fuesen con ojivas nucleares o convencionales- de corto
alcance y de medio alcance. Este tratado tuvo importancia para Estados Unidos ya que el
gobierno de Ronald Reagan quería tener supremacía armamentística sobre la Unión
Soviética y eran superados por los soviéticos en mayor cantidad, por lo que Reagan hizo ese
tratado para frenar el avance de la URSS.
Casi tres décadas después de la firma del tratado, Estados Unidos culpó a Rusia de no
cumplirlo, basándose en informes de inteligencia. Washington argumenta que el misil ruso
9M729 viola el acuerdo INF. Rusia niega las acusaciones y dice que ese misil tiene un alcance
máximo de 480 km, por lo que no viola el tratado. La Casa Blanca suspendió el Tratado INF
a principios de febrero y prometió abandonarlo por completo en 180 días si Rusia no cedía a
sus demandas. Antes de su suspensión, la Administración Trump había solicitado el
desarrollo de un misil de mediano alcance "compatible con el INF".
El Gobierno de Trump también solicitó una ojiva nuclear de "bajo rendimiento" para su flota
de submarinos, que fue desarrollada rápidamente y entró en producción en enero de este año
bajo el índice W76-2. Se trata de un arma nuclear cuya potencia es de casi un tercio de la
bomba que destruyó Hiroshima. Sin embargo, desde la suspensión de Tratado INF
Washington ha seguido una estrategia aún más agresiva. En mayo, el Pentágono anunció
dos proyectos de misiles que, aunque no son nucleares, 'encajan' en los límites establecidos
por el tratado. El primero es un misil de crucero capaz de atacar objetivos a 1.000 km de
distancia, y que podría ser probado en agosto, una vez que Estados Unidos abandone
formalmente el acuerdo. Las pruebas del segundo proyectil, un misil balístico con un rango
de entre 3.000 y 4.000 km, podrían ser en noviembre. El presidente Vladímir Putin avisó que
si Washington decide abandonar el tratado, "la respuesta de Rusia sería equivalente". Moscú
esperó casi cuatro meses desde que EE.UU. suspendió el Tratado INF en febrero hasta que
en marzo el presidente Putin firmó el decreto sobre la suspensión y en mayo presentó al
Parlamento el proyecto de ley sobre la suspensión del mismo.

3 La gente de Reagan creía que la Unión Soviética estaba decidida a aumentar su influencia
en el Tercer Mundo, ya fuera mediante la acción directa o «por poderes». Así pues, en vez
de cooperar con la Unión Soviética para resolver las crisis del Tercer Mundo, como al principio
intentó hacer el gobierno de Cárter, el de Reagan pretendió anular los avances que habían
hecho los soviéticos en las naciones subdesarrolladas y con tal fin apoyó abiertamente o de
forma encubierta a las fuerzas que luchaban contra los regímenes marxistas. El gobierno se
propuso superar el «síndrome» de Vietnam, a causa del cual la intervención estadounidense
en el Tercer Mundo había sido sumamente impopular entre los ciudadanos y en el Congreso.
Pero la región del Tercer Mundo por la que más se interesó el gobierno de Reagan fue
América Central y el Caribe.
En vez de prestar atención a las condiciones locales, Reagan achacó los problemas de
América Central al virus externo del comunismo, propagado e instigado por los soviéticos y
sus agentes cubanos. El presidente advirtió que por medio de la creación de regímenes
marionetas en América Central, Moscú y La Habana pretendían cortar la comunicación de
Estados Unidos con el resto del mundo. Lo que se necesitaba para combatir la amenaza no
era más ayuda económica, sino ayudar militarmente a los elementos antimarxistas de la
región.

4 El principal apoyo intelectual a la Doctrina Reagan procedía de Jeane Kirkpatrick, politóloga


que había criticado la defensa de los derechos humanos por parte de Cárter porque debilitaba
a gobiernos que eran amigos de Estados Unidos. En un artículo de 1979, Kirkpatrick hizo una
distinción entre gobiernos «autoritarios» gobiernos «totalitarios». Arguyó que al menos en los
países gobernados por gobiernos no comunistas autoritarios existía la posibilidad de reforma
democrática, pero que no era así en los países dominados por los comunistas. Consideró que
Estados Unidos no debía negarse a prestar ayuda a los regímenes autoritarios porque
violaran los derechos humanos. La ayuda era importante no sólo para combatir la
propagación del comunismo, sino también para fomentar el crecimiento de la democracia en
la región.
Las ideas de Kirkpatrick entusiasmaron a Reagan, que la nombró representante de Estados
Unidos en las Naciones Unidas. Kirkpatrick criticó con frecuencia a los organismos de la ONU
y a muchos estados del Tercer Mundo por no apoyar sin reservas las acciones de Estados
Unidos. Reagan demostró el desagrado que le inspiraba la ONU negándose a dar apoyo
económico al organismo mundial y suspendiendo la participación de Estados Unidos en la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
El gobierno de Reagan también hizo caso de la recomendación de Kirkpatrick de apoyar a los
regímenes autoritarios amigos. Se negó a imponer sanciones al régimen blanco y racista de
Sudáfrica o a criticar las violaciones de los derechos humanos perpetradas por los gobiernos
pro estadounidenses de El Salvador, Guatemala, Chile, Haití, las Filipinas y Pakistán. Hasta
después de que quedara demostrado que los dictadores podían ser derribados por fuerzas
izquierdistas indígenas, como ocurrió con Ferdinand Marcos en las Filipinas y Jean-Claude
(Baby Doc) Duvalier en Haití, no accedió Reagan a dejar de apoyarlos.
Carter en septiembre y octubre de 1976, durante su campaña electoral, realiza dos
intervenciones públicas en defensa de los derechos humanos y cuando asume en enero de
1977 en su discurso de posesión declara una adhesión total a los DDHH, reafirmada en mayo
de ese año al extender su compromiso con esos derechos hacia su política exterior. Poco
antes había dado a conocer un intercambio epistolar con el disidente soviético Andrei
Sakharov, lo que en el contexto de “Guerra Fría” de la época fue determinante para que desde
Moscú se calificara de “provocación” la nueva deriva de la Casa Blanca. Carter fue el primer
presidente norteamericano en visitar un país africano de los considerados del Tercer Mundo;
criticó abiertamente el apartheid en Sudáfrica; bregó por la democracia en Rhodesia y la
formación del nuevo estado de Zimbabue y denunció las violaciones a los derechos humanos
practicadas en Mozambique, Namibia, Nigeria y Uganda. Hay una diferencia clara, Carter era
un defensor de los derechos humanos por y para todos, mientras que Reagan, sólo ayudaba
a quienes no sean comunistas, sin importarle clase social o etnia, y lo hacía todo por
conveniencia.

5 A pesar de que el gobierno de Reagan no pudo impedir que se decretara la ley marcial en
Polonia, siguió presionando a los soviéticos y sus satélites. El 8 de junio, en un discurso ante
el parlamento británico, Reagan expresó su deseo de que las naciones occidentales
emprendieran una «cruzada por la libertad» que promoviese los ideales democráticos y los
esfuerzos por construir infraestructuras democráticas en todo el mundo. El presidente también
dijo que el pueblo ruso no era inmune a las exigencias de mayor libertad. Pravda respondió
advirtiendo que la cruzada anticomunista de Reagan podía provocar una «catástrofe». No
obstante, Reagan continuó pidiendo mayor libertad en la Europa del Este, y en Agosto de
1984 declaró que Estados Unidos no aceptaría pasivamente «la subyugación permanente del
pueblo en la Europa del Este». También rechazó «toda interpretación del acuerdo de Yalta
[de 1945] que sugiera que los norteamericanos estamos de acuerdo con la división de Europa
en esferas de influencia».17 Sin embargo, el gobierno de Reagan no quería empezar una
guerra con la Unión Soviética a causa de la Europa del Este. Schultz dijo que la liberación de
los satélites soviéticos tenía que ser un proceso gradual.
Los aliados de Estados Unidos en la Europa occidental, en cambio, no vieron con buenos
ojos el esfuerzo descarado del gobierno de Reagan por debilitar el control soviético sobre la
Europa del Este. Los aliados eran conscientes de que la distensión no sólo había reducido
las tensiones en Europa, sino que, además, había abierto la Europa del Este al comercio
occidental.
El conjunto de los europeos occidentales tampoco apoyó la Doctrina Reagan en el Tercer
Mundo, Tanto Francia como España se negaron a permitir que aviones de guerra
estadounidenses sobrevolaran su territorio cuando se dirigían a bombardear Libia en 1986.
En vez de tratar de derrocar a los regímenes marxistas del Tercer Mundo, los aliados
europeos preferían ofrecer a los soviéticos concesiones económicas como incentivo para que
modificasen su comportamiento en las regiones subdesarrolladas del mundo. Debido a ello,
los europeos occidentales no sólo se negaron a participar en la política de sanciones de
Estados Unidos, sino que también opusieron resistencia a los intentos norteamericanos de
aislar a la Unión Soviética tanto económica como diplomáticamente.

6 Los soviéticos sospechaban que el gobierno de Reagan estaba más interesado en fabricar
armas nucleares que en reducir su número, y esta sospecha se hizo mayor cuando en marzo
de 1983 Reagan decidió emprender un programa que duraría cinco años y costaría 26.000
millones de dólares para la creación de un sistema nacional de defensa antimisiles balísticos
(BMD). Aunque el nombre oficial del programa fue Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE), los
medios de información lo llamaron en seguida «La guerra de las galaxias», que era el título
de una popular película de ciencia ficción. Si bien al principio el gobierno estudió varias
posibilidades relativas al sistema BMD, todas ellas preveían la creación de un sistema de
defensa de varios niveles en el cual armas emplazadas en tierra y en el espacio, entre ellas
armas de rayos y de partículas, así como cohetes buscadores, destruirían los misiles
balísticos soviéticos y sus cabezas nucleares antes de que pudieran dar en los blancos
situados en Estados Unidos. El gobierno de Reagan tenía otro objetivo más ambicioso para
«La guerra de las galaxias». Daniel O. Graharn, teniente general retirado, afirmó que la IDE
«sería una dura prueba, quizás hasta el extremo de trastornarlos, para los recursos
tecnológicos e industriales de los soviéticos, que ya estaban muy agobiados». Como mínimo,
según Edward Teller, el padre de la bomba de hidrógeno norteamericana y partidario decidido
de la IDE, el programa obligaría a los soviéticos a incrementar sus gastos militares más de lo
que podían permitirse razonablemente. Teller declaró que aunque sólo sirviera para eso,
«hubiéramos logrado algo».
Pero los detractores de «La guerra de las galaxias» no aceptaron ni siquiera sus objetivos
menos ambiciosos. Afirmaron que los soviéticos podían tomar fácilmente varias
contramedidas que harían que la IDE fuese ineficaz. Los soviéticos podían sencillamente
incrementar el número de misiles balísticos que tenían 'desplegados, cargar algunos de ellos
con cabezas nucleares falsas y burlar el sistema BMD. Por cada rublo que los soviéticos
gastaran en tales contramedidas, que eran relativamente baratas, Estados Unidos tendría
que gastar millones de dólares en aparatos capaces de distinguir entre cabezas nucleares
verdaderas y falsas.
No obstante, era evidente que la IDE podía desestabilizar el equilibrio nuclear y que esto
preocupaba muchísimo a los soviéticos. Se dieron cuenta de que incluso si era eficaz sólo en
parte, la IDE daría al atacante una ventaja sobre el defensor. El agresor podía albergar la
esperanza de destruir la inmensa mayoría del arsenal ofensivo del defensor en un primer
ataque y luego eliminar la mayor parte de los misiles que pudieran lanzarse utilizando para
ello incluso un sistema BMD que sólo fuera parcialmente eficaz. Hasta Reagan reconoció que
la IDE podía tener un potencial ofensivo, pero añadió: «Pienso que nadie en el mundo puede
creer sinceramente que a Estados Unidos le interesa algo así o alguna vez se pondría en
semejante situación». Su promesa de compartir la tecnología de la IDE con la Unión Soviética,
que los soviéticos nunca tomaron en serio, pareció ser el reconocimiento implícito de que el
despliegue unilateral de defensas estratégicas por parte de Estados Unidos podía ser
desestabilizador.
Los detractores de la IDE temían que obligase a los soviéticos a ampliar su propio sistema
ABM, lo cual provocaría una peligrosa y costosa intensificación de la carrera de armamentos
nucleares en un teatro nuevo, el espacio, donde estaba prohibida por los tratados que habían
firmado la Unión Soviética y Estados Unidos, entre ellos el Tratado de Prohibición Limitada
de Pruebas Nucleares de 1963, el Tratado sobre el Espacio Exterior de 1967 y el Tratado
ABM de 1972.

7 La subida de Gorbachov al poder desde una relativa oscuridad fue fruto de los problemas
críticos y, como demostrarían posteriores acontecimientos, fatales que eran inherentes al
sistema soviético y obvios desde mediados del decenio de 1980. La causa fundamental del
fracaso soviético tenía relación directamente con problemas estructurales profundamente
arraigados en el sistema. La debilidad más significativa era la economía. La baja
productividad, el enorme despilfarro, los errores de planificación y las constantes escaseces
habían frenado las tasas de crecimiento de la Unión Soviética durante decenios. Pero la crisis
económica alcanzó su apogeo cuando la economía soviética resultó incapaz de producir o
absorber las innovaciones tecnológicas, en particular la tecnología informática, que
constituían la base de la expansión económica en los países industriales avanzados. A causa
de ello, en los años ochenta, y por primera vez desde la guerra, el abismo entre el rendimiento
económico de la Unión Soviética y el de los principales países industriales se hizo más amplio.
La aguda crisis de la economía soviética se agravó a causa de una crisis social cada vez más
generalizada que se manifestaba por medio del creciente alcoholismo, el absentismo laboral
y las tasas de mortalidad infantil. Las inversiones soviéticas en servicios sociales no eran
suficientes para atender a las necesidades de la población, y dichos servicios se
caracterizaban por las escaseces y la mala calidad. A su vez, las deficiencias del consumo
generaban descontento popular, reducían los incentivos y contribuían a que la moral de los
obreros estuviese baja, así como a la producción de artículos inferiores.

8 La Unión Soviética tenía que sumar a los gastos de defensa el creciente coste de mantener
su imperio de satélites y sustentar a sus estados clientes en el Tercer Mundo. Si bien el
número de países controlados por los comunistas aumentó durante la era de Breznev, la
mayoría de ellos eran relativamente subdesarrollados y, por tanto, dependían mucho de la
ayuda soviética. Gorbachov se dio cuenta casi en seguida de la necesidad de reducir las
obligaciones de la Unión Soviética en el Tercer Mundo y evitar contraer nuevos compromisos.
Decidió reducir la ayuda soviética a las fuerzas marxistas de
Nicaragua, Camboya (Kampuchea), Angola y Etiopía, así como poner fin a la
costosa e inconcluyente intervención militar en Afganistán.
Como cabía esperar, también vio que la reducción de armamentos era elelemento clave para
mejorar la imagen soviética en Occidente. El fin de la ca- rrera de armamentos no sólo
reduciría los gastos de defensa soviéticos, sino que también reduciría las tensiones con
Occidente, que se mostraría más dispuesto a prestar la ayuda económica que tanto
necesitaba la Unión Soviética.
Para poner en práctica su «nuevo pensamiento», Gorbachov tuvo que revisar las antiguas
proposiciones marxistas-leninistas sobre el carácter de la política soviética y la naturaleza de
las relaciones internacionales. Rechazó el precepto marxista-leninista que hablaba de la
inevitabilidad histórica del choque entre el comunismo y el capitalismo.

9 "El hecho de que Reagan fuera el destinatario reacio de las propuestas de Gorbachov, no
obstante, no disiminuye la importancia de su contribución al fin de la guerra fría. Reagan no
tenía por qué apoyar los esfuerzos de Schütz por mejorar las relaciones de Estados Unidos
con la Unión Soviética, y tampoco tenía que aceptar las concesiones de Gorbachov. En vez
de ello, hubie- ra podido seguir la misma política de línea dura que había empezado en los
comienzos de su primer mandato, aunque es posible que esto hubiera provocado la derrota
de Bush en las elecciones presidenciales de 1988.
Aunque hubiera sido difícil predecir las consecuencias de continuar el enfrentamiento con la
Unión Soviética, sin duda una de ellas hubiese sido aumentar todavía más las dificultades de
Gorbachov en su intento de transformar el sistema soviético. Una continuación del
enfrentamiento también hubiera podido adelantar mucho la reacción de los partidarios de la
línea dura contra el dirigente soviético, y tal vez con mejores resultados que el intento de
golpe de Estado contra Gorbachov en agosto de 1991. La aceptación por parte de Reagan
del nuevo pensamiento de Gorbachov, de hecho, sirvió para que éste ganara tiempo y, lo que
es más importante, permitió que el movimiento democrático soviético, que se hallaba en
estado embrionario, se afianzara entre el pueblo ruso, al menos lo suficiente para contribuir
al fracaso del golpe de los partidarios de la línea dura.
Con todo, el precio que pagó Estados Unidos durante la presidencia de Reagan a cambio de
«ganar» la guerra fría fue elevado. La decisión de rebajar impuestos mientras ponía en
marcha el mayor y más costoso incremento del poderío militar en tiempos de paz de la historia
de Estados Unidos, sumada a la negativa del Congreso a reducir los gastos interiores,
contribuyó a un enorme aumento de la deuda nacional. Además, no se prestó atención a
acuciantes problemas de orden interior como, por ejemplo, la decadencia de la infraestructura
de la nación, el aumento de la delincuencia, las desigualdades en la educación y muchos
más, demasiados para citarlos aquí. Futuras generaciones de norteamericanos tendrán que
pagar la factura de la «victoria» de Reagan en la guerra fría" (Powaski, La Guerra Fría
Estados Unidos y la Unión Soviética 1917-1991, págs 321 y 322).

10 Cuando empezó 1990 y la política norteamericana con respecto a los soviéticos dejó de ir
más allá de la contención para ir más allá de la guerra fría, los crecientes problemas internos
de la Unión Soviética afectaban de forma creciente las relaciones entre los dos países. Por
encima de todo, la perestroika no sólo no había producido ninguna mejora visible en la
economía, sino que ha- bía contribuido a su empeoramiento. En abril de 1990 un informe de
los servicios de espionaje de Estados Unidos declaró que la economía soviética estaba «al
borde de la crisis», con sólo leves perspectivas de mejora. Una evaluación de la CÍA atribuyó
el colapso económico a diversos factores, entre ellos la anacrónica y centralizada estructura
de planificación, el ineficiente sistema agrícola y la falta de tecnología informática avanzada.
Además, los desastres naturales como el terremoto de Armenia en 1988 y los errores
humanos como el incendio del reactor nuclear de Chernóbil en 1986 mermaron los ya
limitados recursos soviéticos.
Si bien la caída del comunismo se debió en gran parte a factores que estaban fuera del control
de Gorbachov, éste fue como mínimo responsable en parte de ella. Gorbachov temía que un
cambio rápido a un sistema de mercado libre hiciera subir los precios y el paro hasta niveles
que ni siquiera un pueblo generalmente dócil como el soviético hubiera tolerado, así que
rehusó tornar las dolorosas medidas necesarias para detener la caída en picado de la
ecomomía, tales como poner fin al mantenimiento de los precios por parte del gobierno. En
vez de ello, durante cinco años Gorbachov tomó medidas poco eficaces que debilitaron el
sistema centralizado de planificación sin sustituirlo por un eficaz sistema de mercado libre.
Las consecuencias fueron escaseces, poca productividad, huelgas e inflación galopante.

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