R. A. Marxus
EL CRISTIANISMO.
‘Los COMTENzOS: EL JUDAISMO Y EL CRISTIANISMO
En sus comienzos, el cristianismo era la religidn de una secta ju-
dia: uno de los muchos grupos en que se dividia el judaismo, espe-
cialmente en su pattia, Palestina. Los cristianos se distingufan de los
demés judios por su creencia en que el Mesfas prometido que habia
de liberar a su pueblo ¢ inaugurar el reino de Dios ya habia yenido
al mundo en Ia persona de Jestis, el Cristo. En su persona y en st
obra, su vida, sufrimiento y muette, el Dios de sus antepasados ha-
bia cumplido las promesas hechas a Abraham y las profecias del Anti-
guo Testamento, Si los judfos eran la nacidn elegida de Dic is
tianos se sentfan como los auténticos judfos. Con ellos,
concluido Ja obta salvadora realizada entre el pueblo de la antigua
alianza.
Le estructura de la sociedad judia en Palestina se vio'sacudida por
el estallido del nacionalismo judfo en los aiios sesenta del siglo 1
dC. y por el conflicto con el gobierno romano que terminé con la
cafda de Jerusalén en el afio 70 dC. No obstante, mucho antes de
esto, los cristianos —o «nazarenos» como se les lamaba en los cfrcu-
los judfos— habfan comenzado a desbordar el medio judio en el que
hhabfan surgido. Tenfan seguidores no s6lo entre las comunidades
judias de las ciudades helenisticas situadas en tomno al Mediterréneo
oriental, sino también entre los gentiles. Cuando todavia vivia la pri-
mera generacién de discipulos de Jess, como los apéstoles Pabl
Pedro y Santiago, una serie de cuestiones de la méxima urgencia
‘menzaron a preocupar al nuevo grupo: ¢Hasta qué punto debian
EL CRISTIANISMO 163
vida
La divergencia que sobre -
era. generacién de
ica siguié siendo un rasgo del cristianismo du-
mismo tiempo que el cristianismo se difun-
, renunciando xépidamente @ muchas de las
itasy, como se les lamé t
cada vez menos abundantes en Ia iglesia ctistiana de los siglos 1 y
icas.
jente tal como lo encarnaban
r del afio 70 d.C. —y el cristianismo, que iniciaba
levaria a convertirse en una religién ‘universal, se-
ivergentes. Con su creencia de que el Mesfas se habfa
persona de Jestis e inaugurado el reino de Dios,
nos consideraban a los judfos como una nacién que habia
los judios miraban a los cristia-
aciones. Para los cristia-
‘nos, el reino de Dios sdlo quedarfa-establecido en su realidad total y
con el regreso glorioso de Dios para recibir a sus fieles cuando
se levantaren del fondo de la tierra: ese momento no habia Hegado
todavia y nadie podia decir cudndo ocurriria, Mientras tanto, A
i jan que seguir viviendo en el mundo —posponiendo inde-
finidamente Ia realizaciéa de sus anhelades esperanzas y rechazados
por ef pueblo judio— porque estaban Iamados a convertir a toda
Ja humanidad al mensaje de su Dios.
mr y eran considerados como sectes. her
El judaismo tradicional —espet
Jos rabinos a pa
EL ESTADO ROMANO ¥ LOS CRISTIANOS
Las sectas judas del siglo 1 se dividieron profundamente en sus
actitudes de colaboraciéa con las autoridades romanas o de resisten-
cia hacia ellas. Los cristianos evitaron identificarse con Jos més fa-
i -atos de resistencia o con aquellas sectas que se apar-
taban de la sociedad para evar una existencia separada. Tenian inte-164 HISTORIA DE LAS CIVILIZACIONES ANTIGUAS
rés en el mantenimiento del orden garantizado por el gobierno de
Roma; sus dirigentes se sometieron a le ley romana, xezaban por los
emperadores y Jos magistrados y les consideraban como agentes de Ja
justicia diving en el mantenimiento del orden piiblico y el castigo del
crimen. El reino que Jeais habia establecido entre los hombres no
era —como se decfa que habia afirmado— «de este mundo», y le su-
misién de los ctistianos a su autoridad no constitwia amenaza alguna
para su lealtad como ciudadanos de un imperio terrenal. De cualquier
forma, durante casi trescientos afios vivieron en frecuente conflicto
con la seccién no cristiana de la sociedad.
Las razones de ese condlicto eran variadas, Hasta el siglo 111, los
ctistianos fueron objeto de muchas suspicac
grupos encerrados en sf mismos. Hasta
marse que estaban formados por los estratos inferiores e incultos de
Ja sociedad urbana, aquellos @ los que més fécil era manipular. Su
vida comunitaria y pricticas religiosas eran objeto de todo tipo de
rumores; siempre se sospechaba lo peor de ellos. En los tumultos
urbanos etan las victimas naturales de las persecuciones; no eza di
ficil convertisles en chives expiatorios de todos los desastres, como
cocurrié con ocasién del gran incendio de Roma del aiio 64 d.C., en
tiempo de Nerén. Por lo general, las autoridades no se interesaban
mucho en ellos, excepto cuando se producfan tumultos, y les impor-
taba mds su obediencia y lealtad que sus creencias o précticas reli-
giosas.
Las pruebas de Jealtad.producian inevitablemente el choque en-
tre el monotefsmo @ ultranza de los cristianos y los fundamentos re-
ligiosos tradicionales del estado romano. En el siglo uu, durante el
cual el estado estuvo préximo a la desintegracién total como cons
cuencia de Ja inestabilided politica, de las crisis militares y econ
cas y de Jos problemas sociales, la negativa de los eristianos a aceptar
Jos cultos tradicionales romanos fue considerada como wna amenaza
para Ja homogeneidad moral de Ja sociedad romana. Las persecucio-
nes que se organizaron desde Decio (249-251) hasta Diocleciano (284-
305), inspiradas por el gobierno y de canicter sistemético, preten-
dian eliminar un peligroso grupo subversivo de le sociedad. Pero para
entonces, la naturaleza y composicién de Ja iglesia cristiana habfa
cambiado casi totalmente: ya no podia considerarse como una secta
judia rechazada por sus progenitores ni ser vista como un conjunto
de pequefios grupos encezrados en si mismos, que provoceben Ja sos-
EL CRISPIANISMO 165
y €l desagrado de todos Jos elementos ajenos a ella por sus
icas extravagantes. Las comunidades cristianas habfan penetrado
sociedad romana, y sus miembros procedian de todos Jos nive-
Tes ce Ta escala social, con una cultura, valores y gustos equivalentes
1 Jos de los no cristianos. Su impopolaridad era ahora Ia medida de
su creciente respetabilidad y de a amenaza que planteaba a las rafces
religiosas tradicionales de Ja civilizacién romana, asf como a una so-
ciedad sumida en una crisis que hacia tambalear sus cimientos.
LOS ACONTECIMIENTOS PRINCIPALES
DURANTE LAS TRES PRIMERAS CENTURIAS
‘Durante estos siglos, el cristianismo se convirtié en «la Iglesior
tal como Ia conocemos en Ia historia subsiguiente. Se habfan puesto
Jos cimientos, en todos los aspectos importantes de su ser, su vida y
su espiritu, para un ulterior desarrollo.
nc dogma de los ctistianos se centreba en Ja
pple alle dich, at he ht aetna lige
nos lugares hasta muestros dias, en general quedé eclipsada en las
dos primeras generaciones apostélices. Los cristianos Uegaron a con-
sidevar a so iglesia como un rasgo permanente del mundo; y con exe
acién de la fe y la estandarizacién del culto
‘Muy pronto se establecieron comunidades cristianes en Jerusalén,
Antioquia, Efeso, Alejendrfa y las restantes ciudades en torno al Me.
diterrdneo oriental. Antes de que terminara la primera generacién
apostélica, el movimiento habfa legado a Roma, y los viajes de los
apéctoles misioneros y sus sucesores aseguraron que Iegara a la me-
yor pare de las ciudades, especialmente donde habia comunidades
ias, primero en tomo al Mediterséneo, y luego, en todo el impe-
aie. socaean. EE wean do ext extn eoblonue Ais w tn tga
lana une fuerte impronta urbana que conservé durante mucho
tiempo después de que comenzara a penetrar en el campo. Los cen.166 HISTORIA DE LAS CIVILIZACIONES ANTIGUAS
tros del ctistianismo siguieron siendo las ciudades grec
tomo de las cuales tomé forma Ja organizacién de le
nos aparecen con claridad los erigenes del liderazzo y
en las primeres comunidades eristianas en el perfodo
genetacidn apostélica; parece haber signos de que exi
diversos. No obstante, mucho antes de que finalizara
esquema era ya muy vniforme: en todas partes, las igles
estaban gobernadas por