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Reivindicar

CONVIVIO
la decepción
Ha pasado un año desde que amlo asumió
48 la presidencia. El plazo, si bien no alcanza
para evaluar a fondo sus políticas públicas,
resulta suficiente para tomarle el pulso a
su gobierno.
LETRAS LIBRES
DICIEMBRE 2019
CARLOS BRAVO REGIDOR

Con frecuencia queremos tener lo mejor de dos mundos incompa-


tibles y, como resultado, no obtenemos nada. En cambio, cuan- o Francisco Labastida, esta vez anticipaban un desen-
do empeñamos nuestros recursos intelectuales en un solo lado, no lace holgado, sin tensiones, que dejaba poco margen
podemos recuperarlos de nuevo y quedamos atrapados en una para el nerviosismo o la suspicacia. La ventaja para el
suerte de inmovilidad dogmática. Podemos imaginarnos como
cazadores de tesoros en un bosque, pero gastamos nuestros esfuer- candidato puntero era muy cómoda. Así que decidí
zos en evadir emboscadas y, si tenemos éxito, nuestro éxito con- volar desde el sábado también cómodo, sin presio-
siste precisamente en eso: evadir emboscadas. Es una ganancia nes de tiempo y, ni modo, no votar. Pero si hubie-
neta, desde luego, pero no es la que buscábamos. ra votado, lo sabía entonces y lo sé todavía ahora,
Leszek Kołakowski, Modernity on endless trial hubiera votado por Andrés Manuel López Obrador.

N
Aunque siempre ha sido una figura que me des-
la elección presi-
o voté en pierta muchas dudas, ya antes había votado por él. No
dencial del 2018. Pocas se- en el 2006, cuando opté por la candidatura socialde-
manas antes del primero de mócrata de Patricia Mercado –que no tenía posibili-
julio se concretó una buena dades de triunfo mas representaba una alternativa de
oportunidad de trabajo: izquierda progresista, liberal, igualitaria, con la que
colaborar en el seguimiento me identificaba desde entonces y a la que me hubie-
de la jornada electoral para ra gustado ver crecer y consolidarse–, pero sí en el
una cadena de televisión 2012. No fue una decisión difícil. De un lado esta-
hispana en Estados Unidos. El llamado, en Miami, ba el pan. Una opción de derecha conservadora; un
empezaba por ahí de las cuatro de la tarde del partido que cargaba con el violento sexenio de Felipe
domingo primero de julio, y concluiría en la madru- Calderón a cuestas; y con una candidata, Josefina
gada del lunes. ¿Tenía que hacerlo? No, pero que- Vázquez Mota, deslucida e indefinible. Descartado
ría. ¿Hubiera podido hacer los arreglos necesarios pues, por triple partida. Del otro lado estaba Enrique
para estar en la Ciudad de México en la mañana, Peña Nieto. Un candidato que era mucha imagen
votar temprano y luego correr al aeropuerto para y poca sustancia; del partido que mi generación
tomar un avión y llegar rayando a mi compromi- aprendió a pensar, muy básicamente, como sinónimo
so? Tal vez, pero no quise. Escogí evitar las prisas, de todo aquello que la transición tendría que erradi-
no estresarme, viajar tranquilo. Como tranqui- car; pero que supo apelar al creciente desengaño ante
lo era el clima previo al día de la votación (dentro los gobiernos de la alternancia, a la especiosa dema-
de lo que cabe, al menos, en un país con los nive- gogia del desencanto –como si la democracia posible
Fotografía: Zuma Press /Antonio Nava

les de violencia, abusos e impunidad que hay en no fuera siempre conflictiva, inacabada y frustrante–,
México). Las campañas habían transcurrido, un y logró aglutinar las preferencias de una mayoría sin
poco como en el 2000, con relativa normalidad ilusión que resolvió darle una nueva oportunidad a la
e, incluso, con mucha menos incertidumbre. A dife- joven cara del viejo pri. Una mayoría a la que quizás
rencia de entonces, cuando las encuestas nunca aca- hubiera podido pertenecer, pues yo también estaba
baron de decantarse bien a bien entre Vicente Fox muy insatisfecho con el rumbo en el que desembocó
el cambio democrático, pero con cuya ominosa resig- gobierno –en la ilusión de que es viable una demo-
nación, entre cínica y nostálgica (“que se vayan los cracia sin antagonismos, de que el disenso es un
pendejos, que regresen los corruptos”), jamás me estorbo, de que el mejor adversario es el que asiente–,
identifiqué. Por eliminación, entonces, solo me que- cristalizando en el “Pacto por México” entre el pre-
daba votar por amlo. sidente y las dirigencias de los principales partidos.
¿Me convencía? Tampoco. Un mes antes de la A pesar de haber sido menos un quid pro quo demo-
elección hice un largo cuestionario que ubicaba las pre- crático que un convenio de complicidad oligárquica,
ferencias de quien lo respondiera conforme a las pla- en su momento fue muy celebrado como eficaz sali-
taformas de los candidatos presidenciales: un ejercicio da de una “parálisis” que, en realidad, nunca hubo.
esclarecedor para identificar las posiciones con las Lo que hubo, en todo caso, eran cuatro o cinco temas
que uno coincidía o discrepaba, pero también des- “estructurales”* en torno a los cuales había discrepan- 49
concertante por todas las incongruencias que hacía cias legítimas, falta de mayorías, oposiciones renuen-
evidentes. En algunos temas mis coincidencias no tes a regalarle triunfos al partido en el poder. Relativa
eran las que hubiera querido o imaginado; en otros, normalidad democrática, pues. Pero en algún punto
los candidatos no parecían cuadrar tanto con sus par- entre 1997 y 2012 fue cobrando fuerza la impresión
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tidos ni viceversa. En general, daba la impresión de de que algo no funcionaba, de que la falta de acuer- DICIEMBRE 2019
que el espectro político mexicano estaba contrahe- dos para hacer tal o cual reforma era una patología,
cho, deforme, no sé, que no acababa de cobrar senti- incluso de que era indispensable cambiar la compo-
do, sobre todo porque a veces la derecha no resultaba sición del Congreso o el sistema electoral con el fin de
tan conservadora ni la izquierda tan progresista. Pero ayudar a los presidentes a tener mayores contingen-
el voto –ese acto de formarse en una fila, marcar un tes legislativos y, de ese modo, aumentar su capaci-
papel y depositarlo en una caja– es un instrumen- dad para cumplir su mandato. El “Pacto por México”
to modestísimo, rudimentario, inútil para expresar demostró que dichas soluciones eran innecesarias,
desconcierto, reservas o matices. “Uno no vota por aunque a costa de validar la premisa implícita de
un candidato en ciertos temas y por otro en otros. que hacía falta corregirle la plana a una ciudadanía que
Y el voto de un elector entusiasta vale exactamente insistía en seguir votando dividido. Las cúpulas
lo mismo que el de un elector escéptico”, anoté por negociaron al margen de las diferencias sustanti-
aquellos días. Votar es simplificar. Despejar la tedio- vas que había entre sus programas, sus militantes,
sa y enredada ecuación política que nos plantea un sus electores, como si su legitimidad no dependie-
proceso electoral hasta una única variable: dónde po- ra precisamente de representar esas diferencias. Y al
ner la equis en la boleta. Antes o después puede hacerlo, no solo dieron cuenta de un vaciamiento del
haber diversas complicaciones, pero votar se reduce sistema de partidos de la transición, sino que ade-
a eso. Por tanto, que ningún candidato nos convenza más socavaron la credibilidad del pan y el prd como
no es, no debería ser, un problema. El problema es, oposiciones.
más bien, la expectativa ridícula, pueril, de que para Las reformas se hicieron, algunas con mejor
votar hay que estar convencido. No. O no, al menos, y otras con peor fortuna. Pero dada la inflación de
para mí. Porque si uno trata de ser honesto consigo expectativas que se había generado en torno a ellas,
mismo, y consciente de lo compleja que es la socie- las prematuras y exageradas promesas con las que
dad en la que vive, hay demasiadas incongruencias sus promotores trataban de “venderlas” ante la opi-
–insisto: en uno, en los candidatos, en los partidos nión pública, y las dificultades inherentes al proceso
y en el país– como para pedirle tanto a un gesto tan de su implementación –los errores e imprevistos que
escueto. De modo que, a sabiendas de sus defectos, suelen ocurrir cuando hay que convertir nuevas nor-
carencias, excesos y contradicciones, voté por amlo. mas en acciones y esas acciones en los beneficios de-
No voté contra mis dudas, voté con ellas. Con los ojos seados–, su resultado quedó a deber. Los costos fueron
bien abiertos. No por el candidato que me convencía, evidentes y las utilidades inciertas. Con ello, comen-
no había ninguno ni esperaba que lo hubiera, sino zó a hacer agua no solo la acometida reformista del
por el que me inspiraba las dudas con las que estaba gobierno de Peña Nieto sino la propia fórmula del re-
más dispuesto, en ese momento, a convivir. Incluso formismo, otro de los puntales de la economía políti-
si eran, como las que siempre me ha generado amlo, ca de la transición mexicana a la democracia.
dudas muy incómodas.
Entonces ganó Enrique Peña Nieto, y mis dudas
* Siempre me ha parecido extraña la denominación de “estructural”
respecto a amlo se relativizaron mucho. La dema- respecto a ciertos temas y reformas. ¿Por qué la reforma energética o la
gogia del desencanto como propuesta de campaña educativa lo son y no la reforma al sistema de salud o una que atien-
se transformó en culto al consenso como práctica de da la desigualdad que padecen los pueblos indígenas?
A esos dos desfondamientos, el del sistema de en Estados Unidos, a man with a plan. Es que era, más
partidos y el del reformismo de la transición, se bien, el único candidato de oposición creíble para
sumaron dos fenómenos en los que no hace falta emitir el inequívoco voto de castigo que se ganó,
ahondar, pues fueron muy visibles y son bien cono- a pulso, el gobierno de Peña Nieto.
cidos: un repunte de la violencia y una cascada de Con todo, si hubiera votado por él, como pensa-
escándalos de corrupción. Sin entrar a desmenuzar ba hacerlo, no hubiera sido con esperanza sino con
cada uno de sus múltiples episodios, lo que me inte- renuencia. Compartía suficientes de las razones que
resa es recordar el efecto que su acumulación tuvo había para votar por él, aunque no por eso iba a preten-
sobre el ánimo de amplios sectores de la población, der que no tenía las dudas que siempre he tenido res-
entre los que desde luego me incluyo; cómo fueron pecto suyo. Nunca he dejado de criticarlo, ni entonces
50 cobrando forma, por un lado, una nítida imagen de ni ahora. ¿Me arrepiento? No. Porque tengo memoria
que el país estaba en llamas mientras la clase gober- y en el contexto del 2018 votar por él tenía para mí, con
nante se dedicaba a robar y, por el otro, un crecien- todo y mis dudas, sentido. Acaso no el mismo sentido
te sentimiento de desolación y enojo –alimentado, que tenía para sus simpatizantes más leales, de prime-
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a su vez, por otros agravios de más larga data, aunque ra o última hora, pero sí el sentido que podía tener para
DICIEMBRE 2019 no por eso de menor actualidad, como la pobreza, muchos ciudadanos no militantes de su movimiento
la desigualdad, la impunidad o la discriminación–. que, de todos modos, en ese momento, estábamos dis-
El saldo, hacia el final de un sexenio tan malogrado puestos a darle una oportunidad. ¿Estoy decepciona-
como el de Enrique Peña Nieto, no podía ser otro do? Sí. Y no porque tuviera grandes expectativas, la
que la fractura de la confianza pública. verdad, sino porque nunca imaginé que gobernaría
La elección presidencial de 2018 transcurrió, más preocupado por la lealtad que por los resultados,
para mí, a la sombra de dicha fractura. El pri postuló tan a sus anchas en sus propias limitaciones, con tanto
a un candidato que quiso capitalizar como virtudes descuido por la administración pública, tanto desdén
dos hechos, digamos, irónicos: nunca haber militado por la evidencia, tanta hostilidad contra la prensa, con
entre sus filas y haber sido funcionario de primer nivel en una oposición tan débil y contrapesos tan frágiles. Me
los gobiernos de Calderón y Peña Nieto. El pan y el decepciona, sobre todo, que haya hecho de la fractu-
prd, en el colmo de su desdibujamiento, postularon a ra de la confianza pública no un problema por resol-
un joven dirigente del pan en cuyo meteórico ascenso ver sino un arma política a su disposición. Y que, en la
político había tenido mucho que ver su palaciega cer- lógica de la polarización que él y sus incondicionales no
canía con el gobierno de Peña Nieto (la escandalosa dejan de atizar, se haya reducido tanto el espacio para
ofensiva en su contra desde la Procuraduría General ejercer ciudadanía, es decir, autonomía, escrutinio, exi-
de la República por supuestos cargos de corrupción, gencia, crítica, participación, más allá de los estrechos
con fundamento o sin él, siempre tuvo la fisonomía confines del antagonismo entre los lopezobradoristas y
de un cobro por su volte face contra los peñanietis- sus adversarios. (Estos últimos, por cierto, no son me-
tas que lo habían impulsado). Ambos, José Antonio nos decepcionantes, pero es consecuencia de la histo-
Meade y Ricardo Anaya, tenían trayectorias que los ria que aquí conté.)
ubicaban en el centro de la fractura. Aunque algu- En un régimen democrático siempre hay, siem-
nas de sus propuestas no carecieran de mérito, sus pre debe haber, un lugar legítimo para la decep-
figuras carecían del mínimo de credibilidad nece- ción. Las preferencias políticas no son estáticas, las
saria para ponderarlas. No tenían cómo constituir expectativas rara vez se cumplen, los tiempos cam-
una genuina alternativa. Cada uno, a su modo y con bian. Decepcionarse no es un defecto, una abomi-
sus asegunes, representaba un símbolo de continui- nación, ni una deslealtad. Es una forma de evaluar
dad en una competencia cuya trama era, de principio los hechos, de permanecer alerta, de ponerse al día.
a fin, el cambio. López Obrador, en contraste, supo No es una obligación mas tampoco tiene por qué
ser el candidato que encarnaba ese zeitgeist. Es más, ser un estigma. Decepcionarse es parte fundamen-
en cierto sentido lo había diagnosticado desde antes. tal de la experiencia democrática. Los autoritaris-
El sexenio de Peña Nieto acabó dándole la razón a mos no admiten la decepción como tampoco aceptan
las críticas en las que López Obrador llevaba más de la disidencia. Las democracias se nutren, aprenden
una década insistiendo. Al tiempo que la clase polí- y se renuevan con ellas.
tica y el sistema de partidos de la transición experi- Hoy, en México, ¿cuál es ese lugar para los de-
mentaban un profundo déficit de credibilidad, López cepcionados? ~
Obrador se volvió más creíble que nunca. Aunque CARLOS BRAVO REGIDOR es historiador, ensayista
algunas de sus propuestas carecieran, hay que reco- político, profesor investigador y director del Programa
nocerlo, de mérito. No es que amlo fuera, como dicen de Periodismo del cide.

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