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EpuarDO VADILLO ROMERO BREVE SINTESIS ACADEMICA DE TEOLOGIA Guia para preparacién del examen de Bachillerato INSTITUTO TEOLOGICO SAN ILDEFONSO TOLEDO, 2010 TESIS 33. PENITENCIA Y UNCION para remedio del pecado, Jesucristo otorgs a sus apéstoles el poder de perdonarlo, ‘como atestigua la ‘Tradicién de la Iglesia, que ha celebrado este pcramente de diversos modos; ’su ministro es el sacerdote y requiere una serie dde actos del penitente, para que reciba la reconciliacién con Dios y con la Iglesia. ‘Ante la enfermedad el sacramento de la uncién, ’administrado por los presbiteros ungiendo y orando sobre los enfermos, les comunica una gracia particular. 1, JESUCRISTO Y EL PERDON DE LOS PECADOS 1.1 Pecado y perdén en el AT 1.2 Jesucristo perdona los pecados 1.3 Jesucristo comunica a los apéstoles el poder de perdonar 2. EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA EN LA TRADICION DE LA IcLesia 2.1 Administracién de la penitencia en los primeros siglos 2.2 Determinaciones sobre la Penitencia en la Edad Media 2.3 Ensefianzas del Concilio de Trento ante Ja Reforma 3, EXPLICACION TEOLOGICA DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA 3.1 La actuacién del penitente 3.2 El ministro de la reconciliacién 3.3 Los efectos de este sacramento 4, LA UNCION DE ENFERMOS EN LA ECONOMIA DE LA SALVACION 5. MINISTRO, SUJETO Y EFECTOS DE LA UNCION DE ENFERMOS — ee CEC 1420-1532; Compendio 295-320; CIC 958-1007 Concitio DETRENTO, Decreto sobre los sacramentos de la Penitencia y de la Extrema Uneidn (25.11.1551) DS 1667-1719 Juan Panto II, Exhortacién apostélica Reconciliatio et paenitentia (2.12.1 984) 28-34 CONGREGACION PARA 1A DOCTRINA DE LA Fe, Sacramentum paenitentiae (16.6.1972) en Doc. 12 $.Th. III, qq-86-90 ‘TESIS 33: PENITENCIA Y UNCION 1, JESUCRISTO Y EL PERDON DE LOS PECADOS 1.1 Pecado y perdén en el AT En el AT la nocién de pecado tiene que ver con el apartarse de Dios y romper laalianza (Os 1,2; 1 $ 12,20); también se presenta con la imagen de una mancha © impureza (Ez 39,24) y la consecuencia es la ofensa a Dios y su ira, que conlleva el castigo y la sentencia de muerte para el hombre (Jr 2,19). La penitencia es la vuelta a Dios, con un cambio de conducta (shub-epi- strefein) y una conversién interior (niham-metanoein). Ahora bien, Dios es el \inico que tiene poder sobre el pecado (Ex 34,6-7), y su misericordia es garantia del perdén y de la renovacidn interior (Is 43,25; Ez 36,25-26). De una manera particular los profetas reiteran la necesidad de convertirse y pedir perdén a Dios (Os 6,6; Ez 18,30-32; Jr 31,18; Sal 51). En el AT existen una serie de précticas penitenciales, como el dia de la expiacién (Lev 16), liturgias penitenciales (Joe! 212-17), excomunién penitencial (Lev 17) 0 abluciones (Ex 30,19-21) entre ottos ritos. 1.2 Jesucristo perdona los pecados El perdén de los pecados que otorga Jesucristo esté vinculado a la conversién, que es parte esencial del anuncio del Reino de los cielos (Mt 4,17; 15,19; Mc 1,15; Le 16,22). De este modo los hombres pueden quedar libres de la esclavitud del pecado y participan de la vida divina. Esta conversién no es meramente una obra humana, sino que se requiere la ayuda de la gracia. Jesucristo perdona los pecados como Hijo del Hombre (Dn 7,13-14) y Juez soberano (Mt 9,1-8). Pose en la tierra el poder de perdonar los pecados (Mc 2,10) y se habla de él como el juez escatolégico final. Este perdén de los pecados equivale a una confesién de que Jestis es Dios, pues el perdonar los pecados era un tipico atributo divino en el AT. 1.3 Jesucristo comunica a los apéstoles el poder de perdonar Los apéstoles reciben de Jesucristo el poder de atar y desatar, que equivale a perdonar y retener: dicho poder equivale a un juicio magisterial que interpreta la ley de Dios, pero también al poder disciplinar de excluir y volver a admitir en la comunidad. Ante todo se le concede a Pedro (Mt 16,17-19) y también al resto de los Doce (Mt 18,15-18). En el texto de Jn 20,12-23 se habla ya explicitamente del perdén de los peca- dos por la fuerza del Espiritu Santo. En realidad si se entiende correctamente la comunidad cristiana como el lugar de la salvacién se comprende que el atar y desatar conlleva necesariamente la posibilidad de perdonar los pecados. 333 BREVE S{NTESIS ACADEMICA DE TEOLOGIA Este poder es concedido sin restriccién alguna. Las referencias a la blasfemia contra el Espfritu Santo (Mc 3,28-29; Mt 12,31-32) o ala imposible renovacién de algunos pecadores (Hb 6,4-8) se refieren més bien al necesario reconocimiento de Cristo y a la imposibilidad del perdén si no se da tal reconocimiento. De modo anélogo se podria entender el texto de 1 Jn 5,16. La Iglesia entendié que el perdén de los pecados se concedia en el Bautismo, pero también se habla, o al menos alude, a situaciones de pecado que deben ser petdonados después del bautismo: 2 Co 5,20; St 5,195 1 Jn 1,8-9. Se constaté bastante pronto que el bautizado podfa caer de nuevo en el pecado y por ello, de diversas maneras, la Iglesia fue aplicando este poder que habia recibido de Jesucristo. 2. EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA EN LA TRADICION DE LA IGLESIA En la reconciliacién del pecador se daban siempre aspectos interiores e invi- sibles de reconciliacién con Dios y aspectos visibles de reintegracién a la Iglesia. De hecho la misma naturaleza sacramental conlleva que el perdén de la Iglesia es el instrumento para que se realice el perdén de Dios. Por otra parte la Iglesia realiza una serie de ritos en torno a los penitentes que posterior mente se recono- cerdn entre los siete sacramentos; la diversidad de formas de su administracién y la compensién progresiva del mismo no pueden poner en duda su origen en la voluntad de Jesucristo de conferir este poder a la Iglesia. 2.1 Administracién de la penitencia en los primeros siglos Ademas del perdén de los pecados que otorgaba el Bautismo, y de la peni- tencia de oracién, ayuno y limosna para pecados leves, existia un rito penitencial que conllevaba un proceso. Dicho proceso a veces se administraba sdlo en una ocasién en la vida (asf lo atestigua el Pastor de Hermas), pero habla excepciones. Se realizaban una serie de practicas penitenciales antes de reintegrarse en la Iglesia, que se entendia era el signo de que el pecador recibfa el don del Espftitu Santo. Debia: a) reconocer el pecado ante el obispo y entrar en el orden de penitentes (san Leén Magno prohibié las confesiones puiblicas como un abuso: DS 323); b) cumplir una serie de obras penitenciales; c) celebracién littirgica solemne en la que se reintegra al penitente. Sin embargo a veces encontramos una aplicacién discreta del esquema anterior en casos que podian suponer un escindalo piiblico. Por otra parte se constata la tendencia a aplicar la penitencia con una frecuencia mayor, préctica que algunos 334 ‘TESIS 33: PENITENCIA Y UNCION concilios tratan de atajar por el riesgo de relajar demasiado la vida cristiana y perder el rigor. De hecho hacia el siglo VI-VII se extiende otro esquema a partir de la tra- dicién mondstica: a) confesién privada; b) penitencia privada o satisfaccién (a veces segxin las tablas de los libros penitenciales, y diversas conmutaciones segtin los pecados); ¢) reconciliacién o absolucién del penitente, que a veces se daba inmediatamente después de la confesién para enfermos graves, o cuando acudfan penitentes de lugares lejanos. 2.2 Determinaciones sobre la Penitencia en la Edad Media Al principio de la Edad Media conviven tres formas de penitencia: la publica solemne, la privada y otra piblica no solemene (como peregtinaciones peniten- ciales). Se tiende a aplicar el principio de que a pecados puiblicos, penitencia piiblica y a pecados privados, penitencia privada. La tendencia es a pasar cada vex més a la forma actual y la oracién de absolucién se formula de manera indi- cativa, més que deprecatoria, Los téologos profundizan en este sacramento, que se incluye en el septenario sacramental, y analizan la cuestién de los actos del penitente, funcién del ministro y de la Iglesia, etc, El concilio Senonense condené la ensefianza de Pedro Abelardo segiin la cual el poder de perdonar los pecados no pasé a los sucesores de los Apéstoles (DS 732); el IV de Letrén regulé su recepcién minima anual (DS 812); el II de Lyon declaré que estaba entre los siete sacramentos (DS 860); se recordé la necesaria intervencién del sacerdote contra Wycliff y Huss (DS 1260); en Florencia (DS 1323) se oftece un breve resumen de la ensefianza de santo Tomés y contra Pedro de Osma (DS 1411-1419) se precisan algunas cuestiones sobre confesién ¢ indulgencias. 2.3 Ensefianzas del Concilio de Trento ante la Reforma Los planteamiento de Lutero sobre la reconciliacién dependfan profunda- mente de su nocién de justificacién, Dado que el hombre se justifica por la fe fiducial en que Cristo ha muerto por él, aunque interiormente siga siendo peca- dor, no admite que un signo visible administrado por la Iglesia pueda dar lugar a una destruccién del pecado. Tampoco puede admitir que el penitente pueda colaborar con sus actos (pues para él colaborar serfa sostener que el hombre puede hacer obras que le salven) en el sacramento. No admite las indulgencias, porque supondrian que se puede perdonar la pena eterna y no la temporal completamente, mientras que, para él, el justificado tiene imputada la justicia de Cristo que es perfecta y en la que no queda nada que expiar (aunque, como hemos dicho, el hombre en su interior contintia marcado por el pecado). 335 BREVE SINTESIS ACADEMICA DE TEOLOGIA El Concilio de Trento ensefié en la Sesién XIV que la penitencia es un sacra- mento, instituido por Cristo, distinto del Bautismo, pues su materia, forma y efectos son diversos; también es reiterable y tiene un cardcter judicial. Su ministto es el obispo o el presbftero, que ha recibido este poder del sacramento del orden, y requiere ademds la jurisdiccién necesaria. La estructura del sacramento consta de la forma o absolucién del sacerdore, y la materia o cuasi-materia, que son los actos del penitente: contricién (ya perfecta, ya imperfecta o atricién), confesién de los pecados y satisfaccién. Se considera que es el tinico medio ordinario para la reconciliacién con Dios y la Iglesia, sea recibida actualmente, sea recibida in voto cuando no puede recibirse de otro modo. Posteriormente el Magistetio recordé, frente a los jansenistas, la legitimi- dad de haber variado el orden de los actos del penitente y haber antepuesto la absolucién a la satisfaccién (DS 2634-2636). También precisé el sentido de la contricién y atricién requeridas. Mas recientemente se ha debido recordar la necesidad de la confesién frente a los partidarios de la absolucién colectiva como forma ordinaria del sacramento. 3. EXPLICACION TEOLOGICA DEL SACRAMENTO DELAPENITENCIA 3.1 La actuacién del penitente EI penitente para recibir el perdén sacramental debe realizar una serie de actos, que son la materia de este sacramento. Ante todo debe arrepentirse y dolerse de los pecados, es decir, detestarlos junto el propésito de no volverlos a cometer (aunque sea previsible que puede volver a pecar); sin este dolor y propésito de enmienda tal disposicién no serfa verdadera. El dolor puede ser un perfecto amor a Dios, denominado contricién perfecta, o bien atricién, que nace de considerar la fealdad del pecado y del temor a la pena; también esta tiltima es un don de Dios y es sobrenatural. Tanto una como la otra brotan de la gracia divina libremente aceptada que mueve al pecador a arrepentitse. En el caso de la contricién perfecta conlleva la justificacién, aun antes de recibir el sacramento, aunque siempre en orden al sacramento, pues los sacramentos pueden actuar tambign in voto (otra cuestién distinta es que no sea licito comulgar hasta que no se haya recibido propiamente la penitencia sacramental). El acto de la confesién de los pecados es la manifestacién exterior de ese dolor interior del pérrafo anterior: sino se manifiestan los pecados al representante de la Iglesia en realidad no se esté aceptando que la Iglesia tenga potestad para perdonar los pecados. Debe ser una confesién {ntegra de los pecados mortales, que manifieste realmente que hay dolor por ellos, y que permita los oportunos 336 ‘TESIS 33: PENITENCIA Y UNCION consejos del confesor. Los pecados veniales también se pueden confesar, ¢ incluso los pecados ya perdonados, porque la materia fundamental de este sacramemte son los actos del penitente, y el arrepentimiento puede producirse Tespecto a Pecados ya perdonados. Si la confesién no fuera integra, omitiendo voluntaria- ‘mente algiin pecado, no se ve odmo pudiera darse un verdadero arrepentimiento. Una ver recibido el perdén de la Iglesia, que conlleva el perdén de Dios, el Penitente debe satisfacer por los dafios causados y reestablecer la vida cristiana. Hay que tener en cuenta que por el sacramento se perdona la pena eterna que corresponde al alejamiento de Dios que se da en el pecado mortal, pero no toda la pena temporal (que corresponde por la busqueda desordenada de Ins criaturas). Para cumplir la penitencia se debe realizar, en estado de gracia, lo que ha prescrito el ministro de la Iglesia. El cumplimiento de la satisfaccién después de la reconciliacién pone de manifesto la colaboracién con la redencién del Pecador perdonado que se realiza en razén de que ya ha recibido la gracia de Cristo y puede cooperar con El en la aplicacién de la obra de la salvaci6n. 3.2 El ministro y la celebracién de la reconciliacién El ministro es tinicamente el sacerdote y el obispo, que representan a la Iglesia ¥ acttian como un juez que reintegra a la comunidad y de ese modo otorga el perdén de Dios. Manifiestan, al mismo tiempo, la misericordia divina que Cristo nos ha obtenido por su Cruz. La seriedad con que la Iglesia entiende esta isin se refleja en la dureza de las penas establecidas para el confesor que viole cl sigilo sacramental. El ministro debe tener la jurisdiccidn otorgada por la lplesia (Sea por el mismo derecho, sea por la autoridad competente) para administrar vilidamente este sacramento (CIC 966-977). En determinadas circunstancias (CIC 1357) el confesor puede remitir las censuras canénicas en el fuero interno sacramental, En el actual ritual son formas ordinarias la absolucién de un penitente con confesién y absolucién individual, o de muchos, con una serie de oraciones que concluyen con la confesién y absolucién individual. La absolucién colectiva sélo puede emplearse en las circunstancias extraordinarias que detalla el derecho (CIC 961). El omitir la confesién individual de los pecados sélo es admisible en circunstancias extraordinarias en las que no es posible realizar la confesién {integra de los pecados. Dado que la confesién esté al servicio de manifestar el artepentimiento en tales circunstancias, segiin determina la Iglesia, puede ser omitida y otorgarse un verdadero perdén, pero queda la obligacién, también grave, de manifestar dichos pecados en la siguiente confesién individual que se haga. Quienes pretenden que sus pecados se perdonen sistemdticamente con 337 BREVE SINTESIS ACADEMICA DE TEOLOGIA absoluciones colectivas, en la medida que rechazan de hecho la disposicién de la Iglesia para este sacramento, en realidad no reciben el perdén sacramental. 3.3 Los efectos de este sacramento La res et sacramentum de la penitencia es la reconciliacién con la Iglesia, mediante la que se obtiene la reconciliacién con Dios y el perdén de los pecados, que es la gracia propia de este sacramento. Esta infusién de gracia trae, ademés, paz y serenidad de conciencia y consuelo espiritual, asi como un aumento de las fuerzas espiituales para el combate cristiano. EI perdén de la pena eterna se realiza siempre en este sacramento, pero el de la pena temporal, en la medida que depende del amor desordenado a las ctia- turas, estd en relacién con las disposiciones del penitente. De ahi que la Iglesia también ofrezca la posibilidad de que esa pena temporal se remita mediante las indulgencias. Al reflexionar la misma Iglesia sobre este sactamento y sobre la naturaleza del pecado tomé conciencia de su poder de conceder indulgencias. Por indulgencia se entiende la remisién ante Dios de la pena temporal debida por los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa; en determinadas condiciones el fiel la puede obtener por mediacién de la Iglesia. La indulgencia puede ser parcial o plenaria, segiin libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente. Si la conversién del pecador en el sactamento de la penitencia fuera perfecta podria llegar a una purificacién total sin necesidad de las indulgencias. Los sufrimientos de cada dfa pueden ayudar a purificarle, asi como las obras buenas, pero en la Iglesia como comunién de los Santos y cuerpo mistico de Cristo el pecador puede alcanzar antes esa purificacidn eficaz de las penas del pecado. En virtud del poder de atar y desatar que Cristo concedié a la Iglesia el fiel puede alcanzar esa remisién completa de la pena temporal. 4, LAUNCION DE ENFERMOS EN LA ECONOMIA DE LA SALVACION En el AT la enfermedad se considera como una consecuencia del pecado (Ex 15,26), aunque en Isafas se abre la posibilidad de un suftimiento que pueda tener sentido redentor para otros. En cualquier caso el enfermo implora la curacién a Dios, y su enfermedad puede ser camino de conversién (Sal 38; 39, 9.12). Jesuctisto realizé diversos milagros de curacién, como signo de la cercanfa del Reino de los cielos y de que ha venido a salvar al hombre entero. Al mismo tiempo toma sobre s{ las enfermedades y dolencias de los hombres y su victoria sobre la muerte y el pecado da un sentido nuevo al sufrimiento. El Sefior, al mismo tiempo que invita a sus discfpulos a tomar su cruz, les encomienda la tarea de sanar a los enfermos (Mt 10,8). En Mc 6,13 se insintia 338 ‘TESIS 33: PENITENCIA Y UNCION esta uncién y en St 5,14-15 se habla explicitamente de una oracién de los Presbiteros sobre el enfermo: la Iglesia reconocid en esta accién un sacraments como atestigua la Tiaditio apostolica, Inocencio I (DS 216) y definié el Concilic, de Trento (DS 1696), precisando Pablo VI el rito en 1972. Caben otro tipo de celebraciones litirgicas en favor de los enfermos, como la Misa pro infirmis y algunas bendiciones, ast como celebraciones de le Palabra, y también otro tipo de actos de piedad, pero no pueden nunca considerarse come, si fueran una altermativa de tipo carismético ala uncién de enfermos. Es neces tio recordar que el “carisma de curacign’” del que se habla en 1 Cor 12 no puede ser atribuido a un grupo particular de fieles. De hecho la Congregacién para la Doctrina de la Fe tuvo que intervenir (Doc. 91) ante las situaciones producidas Por encuentros de oracién en este sentido en los que no quedaba clara la misme estructura de la Iglesia, 5. MINISTRO, SUJETO Y EFECTOS DE LA UNCION DE ENFERMOS Sélo los obispos y presbiteros pueden administrar este sacramento, que se realiza ungiendo al enfermo con aceite de oliva,o al menos, vegetal. Nee dni. camente para los que estén a punto de morir sino para los que se encuentran en un estado de enfermedad real. Su efecto es la gracia del Espicitu Santo que da consuelo y paz en la situa: cién de enfermedad, ayuda a vencer las tentaciones, de manera que contribuya a la curacién del alma, y también a la del cuerpo si es la voluntad de Dice Puede conllevar el perdén de los pecados en determinadas circunstancias, Fs importante notar que, al contrario que en el sacramento de la penitencia, aqué la materia es el aceice vegetal con que se unge, no los actos del penitente. Por este motivo, aunque el enfermo haya perdido la conciencia y no pueda hacer actos de arrepentimiento, mientras no haya una disposicién contraria anterior, recibe este sacramento; podria aplicarse un razonamiento andlogo al del bautismo de los nifios. Al mismo tiempo une al enfermo a la pasién de Cristo y cuando se trata de la enfermedad final le prepara para el trénsito tiltimo. Ha habido diferentes explicaciones sobre la res et sacramentum de la uncién de enfermos, como la de santo Toms que hablaba de una cierta devoto interior, como si fuera una nueva uncién espiritual. Quid este aspecto pettenezca més a la res por su relacién con la gracia, y se podria pensat en una res et sacramen fum como el estado mismo de enfermedad en cierto modo consagrado por el sacramento, para identificar sacramentalmente con los suftimientos y muerte de Cristo, en su cuerpo, que es la Iglesia. De ese estado brotarfa la devotio a la que alude santo Tomés. 339

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