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Equipos para tratamientos

fitosanitarios en invernadero

Autores:
1
Julián Sánchez-Hermosilla López.
1
Víctor Jesús Rincón Cervera.
2
Francisco César Páez Cano.
2
María Milagros Fernández Fernández.

1
Departamento de Ingeniería Rural. E.P.S. Universidad de Almería.
2
Centro IFAPA La Mojonera.

-1-
Equipos para Tratamientos Fitosanitarios en Invernaderos. / [Sánchez-Hermosilla, J.;
Rincón, V.J.; Páez, F.C.; Fernández, M.M.]. – Almería. Consejería de Agricultura y Pesca,
Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera, 2012. 1-17 p.- (Producción
Agraria)

Invernaderos – Fitosanitarios – Equipos de aplicación

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Equipos para Tratamientos Fitosanitarios en Invernaderos.

© Edita JUNTA DE ANDALUCÍA. Instituto de Investigación y Formación Agraria y


Pesquera.

Consejería de Agricultura y Pesca.

Almería, Junio de 2012.

Autoría:
2
Julián Sánchez-Hermosilla López.
2
Víctor Jesús Rincón Cervera.
1
Francisco César Páez Cano.
1
María Milagros Fernández Fernández.
1
Centro IFAPA La Mojonera.
2
Departamento de Ingeniería Rural. E.P.S. Universidad de Almería.

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1. INTRODUCCIÓN

Desde que en 1963 el Instituto Nacional de colonización realizara una prueba


piloto en el Campo de Dalías la superficie invernada en la provincia de Almería ha
evolucionado experimentando un crecimiento espectacular, que solo se ha visto frenado
en los últimos años. Actualmente la superficie de cultivo bajo plástico se sitúa en torno a
26.500 ha (Cabrera et al., 2010).

Esto ha permitido que la provincia de Almería ocupe el primer lugar en la


producción de hortalizas, alcanzando 2.814.860 Tm en la campaña 2010/2011 (Cabrera
y Uclés, 2011) situándose como una de las primeras provincias en la producción final
agrícola.

El desarrollo de este sistema productivo no se ha debido sólo al empleo de


invernaderos, o a la existencia de una climatología favorable, también ha influido la
incorporación de tecnologías avanzadas, como los sistemas de control del clima, nuevos
materiales de cobertura, sistemas de riego y fertirrigación de alta eficiencia, nuevas
estructuras de invernadero, técnicas de cultivo sin suelo, etc.

El sistema productivo de esta zona, caracterizado por una alta densidad de


plantación, añadido a las condiciones ambientales de los invernaderos con altas
temperaturas y elevada humedad relativa provocan una alta incidencia de plagas y
enfermedades. El control de las mismas en este tipo de cultivos se ha venido realizando
fundamentalmente mediante la aplicación de productos químicos.

La necesidad de practicar una agricultura respetuosa con el medio ambiente y con


la salud de las personas ha dado lugar al desarrollo y empleo de métodos menos
agresivos, donde se destaca el control integrado (Moreno et al., 1993). A pesar de ello el
empleo de fitosanitarios sigue siendo una de las alternativas más utilizada para satisfacer
las demandas del mercado alimentario por lo que se exige un uso racional de los mismos,
empleando sustancias de baja peligrosidad y aplicándolas eficientemente (Planas, 1994;
Gil, 2003). En este contexto resulta imprescindible realizar tratamientos optimizados
desde un punto de vista técnico y agronómico. Entendiendo por tratamiento optimizado
aquel que proporciona deposiciones cercanas al umbral de control de la plaga o
enfermedad, uniformemente distribuidas en la masa vegetal, minimizando las pérdidas
en el suelo y por deriva.

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2. EQUIPOS DE TRATAMIENTOS EN INVERNADERO

Generalmente los tratamientos fitosanitarios en los invernaderos se realizan


mediante sistemas manuales poco tecnificados, en los que resulta compleja su regulación
y con los que la calidad del tratamiento depende en gran medida de la pericia del
operario.

Los equipos más empleados son las pistolas o lanzas pulverizadoras manuales
(Figura 1), trabajando a altas presiones (20-40 bar). Estas se acoplan a un sistema fijo
de pulverización, consistente en una red de tuberías distribuidas por el invernadero, por
las que circula el caldo fitosanitario a presión, procedente de un depósito situado en una
instalación externa al invernadero, donde también se encuentra la bomba. También hay
equipos en los que las pistolas o lanzas se acoplan a carretillas manuales que se
desplazan por el pasillo central del invernadero, portando el depósito de caldo y la
motobomba. Se trata de equipos de bajo coste, fácil mantenimiento, versátiles y
adecuados para controlar problemas fitosanitarios puntuales y localizados. Sin embargo,
los tratamientos realizados con estos equipos, se caracterizan por su baja eficacia,
debido a las elevadas pérdidas de producto en el suelo y a la falta de uniformidad.

Figura 1. Pistola pulverizadora manual de


4 boquillas (NoviFam®, S.L.)

Aunque minoritariamente, también se emplean en los invernaderos los


pulverizadores hidroneumáticos tipo cañón atomizador (Figura 2). Son equipos
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técnicamente más evolucionados que las pistolas o lanzas manuales. Su uso se ha
incrementado en los últimos años, debido fundamentalmente al ahorro de tiempo que
supone la realización del tratamiento. Sin embargo, hay estudios (Garzón et al., 2000)
que demuestran que estos equipos son menos eficaces que las pistolas cuando se trabaja
en cultivos tutorados, con una alta densidad de vegetación y configurados en líneas,
debido la baja uniformidad longitudinal y transversal de la distribución de fitosanitario
dentro de las líneas de cultivo, al empleo de mayor volumen de caldo y a unas
importantes pérdidas en el suelo.

Otros sistemas de aplicación, todavía con escasa implantación, son las


instalaciones fijas de nebulización, que también se emplean para el control de la
temperatura en el invernadero (Figura 3). Están constituidos por dos redes de tuberías
distribuidas por el interior del invernadero. Por una de ellas circula el caldo fitosanitario a
baja presión (2-3 bar), procedente de un depósito, e impulsado por una bomba situados
en una instalación externa al invernadero. Por la otra circula aire a presión (6-7 bar)
generado por un compresor, y está dotada de unas boquillas distribuidas regularmente.
Estas boquillas se conectan con la red de caldo fitosanitario mediante unos pequeños
conductos, de tal manera que el choque de la vena líquida con la corriente de aire origina
la división en finas gotas.

Figura 2. Cañón atomizador

La principal ventaja de estos sistemas es la automatización de las aplicaciones,


que permite realizarlas en el momento más adecuado, sin la presencia de operarios en el
invernadero y con la frecuencia que se considere oportuno. Sin embargo estos sistemas
originan distribuciones poco uniformes, sobre todo cuando la vegetación está muy
desarrollada. En esta situación las gotas tienen dificultad para alcanzar las partes bajas
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de la planta y el envés de las hojas (Rincón et al., 2011). También se concentra más
caldo en las proximidades de los puntos de emisión (boquillas). Para evitar este
inconveniente, algunas instalaciones de nebulización incorporan ventiladores con el
objetivo de distribuir mejor las gotas el volumen del invernadero. Otro inconveniente de
estos sistemas es que se regulan para tratar todo el volumen del invernadero, sin tener
en cuenta las zonas donde no hay vegetación (pasillos, zonas entre líneas, etc.), dando
lugar a importantes depósitos en el suelo y a un gasto de fitosanitario mayor del
necesario.

Figura 3. Instalación fija de nebulización. Boquilla y niebla generada (drcha)

En algunos invernaderos se emplean nebulizadores portátiles que se colocan


estratégicamente en determinadas zonas del invernadero. Estos equipos tienen las
mismas ventajas e inconvenientes que las instalaciones fijas de nebulización.

Finalmente, en los últimos años están apareciendo en el mercado nuevos equipos.


Se trata de equipos dotados de barras pulverizadoras con varios portaboquillas. La
opción más económica consiste en un carro manual que el agricultor desplaza por los
pasillos interlinea. Los equipos más avanzados son autopropulsados y están diseñados
específicamente para la aplicación de fitosanitarios en invernadero (Figura 4). Son
equipos que permiten un mejor control de variables como la presión y la velocidad de
trabajo. Esto se traduce en aplicaciones más eficaces, con menores pérdidas en el suelo
y con menores riesgos de exposición de los aplicadores (Sánchez-Hermosilla et al, 2003,
2011, 2012; Nuyttens et al. 2004, 2009).

En general, a pesar de existir equipos de aplicación técnicamente avanzados


(instalaciones de nebulización y equipos autopropulsados), su empleo es muy escaso y se
utilizan mayoritariamente las pistolas o lanzas pulverizadoras. Esto unido a las
condiciones en las que se desarrollan los cultivos en los invernaderos (alta densidad de
plantación, humedades y temperaturas elevadas, escasa renovación del aire,...), originan

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una serie de problemas asociados a los tratamientos fitosanitarios en este sistema
productivo, como son:

1. Baja eficacia de los tratamientos


2. Elevados riesgos de contaminación ambiental.
3. Riesgos para la salud de los operarios.

Figura 4. Pulverizadores autoprulsados (www.carretillasamate.com, www.fumimatic.com)

3. OPTIMIZACIÓN DE LA PULVERIZACIÓN

Debido a los importantes inconvenientes que presentan los tratamientos


fitosanitarios en los invernaderos, es necesario conocer el comportamiento de los
diferentes equipos así como la configuración de los mismos para poder realizar una
aplicación optimizada desde el punto de vista técnico y agronómico. En este sentido se
deben tener en cuenta aspectos como: el equipo de tratamiento utilizado, tipo y
orientación de las boquillas, volumen unitario de aplicación y la presión de trabajo.

3.1. Influencia del equipo de tratamiento

El tipo de equipo empleado en las aplicaciones fitosanitarias tiene una gran


influencia sobre la calidad de las mismas. Sánchez-Hermosilla et al. (2011) con la
intención de comparar equipos de tratamiento, llevan a cabo una aplicación con pistola
pulverizadora a un volumen estándar (1666 l/ha) y la comparan con 3 aplicaciones
realizadas con barras verticales a 3 volúmenes diferentes (1000, 750 y 500 l/ha). Los
resultados evidencian que el equipo dotado de barras verticales con boquillas de abanico
aporta mejoras a la aplicación de fitosanitarios (Figura 5), ya que, trabajando a presiones
mas bajas (8 bar), consigue depositar una cantidad similar de producto sobre las hojas
aplicando un 40% menos de caldo (1000 l/ha) que el aplicado con la pistola
pulverizadora. Además reduce a la mitad las pérdidas al suelo.

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Barra Vertical Pistola
40
35
Deposición (µg/cm2)

Haz
30
Envés
25
Suelo
20
15
10
5
0
500 750 1000 1666
Volumen aplicado (l/ha)

Figura 5. Comparación barra pulverizadora vertical vs. pistola pulverizadora. Deposiciones por
zonas a diferentes volúmenes de aplicación

3.2. Influencia del tipo de boquilla

Los equipos empleados en los invernaderos están equipados con boquillas de


abanico o con boquillas de chorro cónico. Los aplicadores no utilizan ningún criterio a la
hora de emplear un tipo de boquilla u otro. Sin embargo hay estudios que confirma un
mejor comportamiento de las boquillas de abanico en los cultivos hortícolas en
invernadero. Planas et al. (2001) comprueban que una pistola equipada con una boquilla
de abanico doble, origina deposiciones en las hojas del cultivo similares, a las debidas a
la misma pistola equipada con una boquilla de chorro cónico, pero distribuyendo un
volumen unitario 2 veces más pequeño, y originando menores pérdidas en el suelo y
menores riesgos de exposición del aplicador.

Sánchez-Hermosilla et al. (2003) también comprueban que las aplicaciones


realizadas con una barra pulverizadora vertical equipada con boquillas de abanico, origina
un índice de cobertura medio en la masa vegetal, aproximadamente 2 veces superior, al
de la misma barra equipada con boquillas de chorro cónico.

Braeckman et al. (2010) realizan un ensayo en cultivo de tomate, empleando una


barra vertical equipada con distintos tipos de boquillas. Llegan a la conclusión de que las
boquillas de abanico son las que mejor resultado ofrecen.

En otro trabajo de Sánchez-Hermosilla et al. (2012) analizan el comportamiento


de las barras verticales empleando boquillas de abanico estándar y boquillas de abanico
de inducción de aire. Encontraron un comportamiento muy similar para ambos tipos de
boquillas, siendo ligeramente mejor el de las boquillas estándar.

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3.3. Influencia de la orientación de las boquillas

Otro aspecto a tener en cuenta en la optimización de los tratamientos


fitosanitarios en invernadero, es la orientación de las boquillas. Se han realizado estudios
(Lee et al., 2000; Sánchez-Hermosilla, et al., 2007) en los que se han comparado las
pulverizaciones realizadas con las boquillas dispuestas horizontalmente y formando un
ángulo de 45º. Todos ellos ponen de manifiesto que el empleo de boquillas inclinadas
origina una mayor deposición en el cultivo, mejor distribución del caldo entre el haz y el
envés y menores pérdidas en el suelo (Figura 6).

Además el empleo de la asistencia de aire no mejora la deposición en el cultivo,


como lo demuestran los resultados obtenidos por Lee et al. (2000), comparando una
barra pulverizadora vertical con diferentes configuraciones. Se obtiene mayor deposición
con las boquillas de abanico inclinadas 45º respecto a la horizontal, que con los
tratamientos realizados con asistencia de aire. La uniformidad de las aplicaciones y la
relación entre la deposición entre el haz y el envés son similares tanto con la boquillas
inclinadas como en la barra asistida por aire. Por lo que respecta a la deposición en el
suelo en todas las combinaciones analizadas resultaron similares.

Horizontal Inc. 45º

3,0
Deposición (µg/cm2)

2,5
2,0
1,5

1,0
0,5

0,0
Haz Envés Suelo

Figura 6. Deposiciones originadas con las boquillas colocadas


horizontalmente e inclinadas 45º

3.4. Influencia de la presión de trabajo

Como se ha comentado anteriormente en los invernaderos se utilizan pistolas


pulverizadoras trabajando a presiones comprendidas entre 20-40 bar. Existe una
creencia, por parte de los aplicadores, que las presiones elevadas originan una mejor
cobertura de la masa vegetal y un mejor control de los problemas fitosanitarios. Sin

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embargo, se ha comprobado que con presiones inferiores se consiguen buenas
deposiciones de fitosanitario en la masa vegetal. En este sentido, Van Os et al. (2005),
ensayan una barra pulverizadora en un cultivo de tomate en diferentes estadios de
desarrollo, empleando 3 presiones diferentes (2,5-5-10 y 15 bar), y observan como al
reducir la presión de 15 a 5 bar se reduce sensiblemente la deposición de caldo
fitosanitario en el suelo, mientras que se obtiene una deposición adecuada en las hojas.
Por el contrario, la presión de 2,5 bar originó una deposición insuficiente en la hojas.

Trabajos realizados por los autores de este documento (Sánchez-Hermosilla et al.)


demuestran que para aplicaciones con pistola también se puede trabajar a presiones más
bajas. Realizaron un ensayo a 3 presiones distintas (10, 15 y 20 bar) con una pistola de
4 boquillas de doble chorro plano (NoviFam S.L.). Obtuvieron deposiciones más altas con
las aplicaciones a 10 y 15 bar. En las pérdidas al suelo no hubo diferencias significativas
entre tratamientos. La aplicación a 15 bar mejoró la deposición en el envés en torno a un
25% respecto de la aplicación a 10 y 20 bar.

3.5. Determinación del volumen de aplicación

Otro aspecto a tener en cuenta en la optimización de los tratamientos en


invernaderos es tener algún criterio racional para determinar el volumen unitario a
aplicar en cada momento. El hecho de tratarse de cultivos en línea, con una masa
vegetal tridimensional cuyo volumen varía de forma importante a lo largo del ciclo, hace
que no sea útil la práctica de distribuir un volumen por unidad de superficie. Un aspecto
importante que supone la mejora en la aplicación de fitosanitarios en cultivos en línea, es
el uso de técnicas de Pulverización Adaptada al Cultivo (Crop Adapted Sparying, CAS)
(Felber, 1997). El objetivo es mantener constante la deposición de materia activa en la
masa vegetal, independientemente de la altura o porte del cultivo. Se ha comprobado
que se puede reducir un 50% el volumen de aplicación, mediante el manejo adaptado al
estado vegetativo del cultivo (Furness et al, 1998).

La puesta en práctica de una pulverización adaptada al cultivo, requiere el


conocimiento previo del volumen de la masa vegetal existente en una superficie
determinada. Buyers et al. (1971) proponen el método de TRV (Tree Row Volume)
consistente en determinar el volumen de aplicación, comparando el volumen de
vegetación por unidad de superficie con el volumen de un cultivo definido como estándar.
A pesar de que se considera que el volumen de vegetación por unidad de superficie,
permite estimar con fiabilidad el índice de área foliar de la vegetación, el método del TRV
no se ha generalizado, posiblemente debido a que es complicado y difícil de entender su
aplicación práctica (Furness et al., 1998). Otro inconveniente, es que el TRV no tiene en

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cuenta la densidad de la vegetación, que es un factor determinante para la deposición y
eficacia del tratamiento (Cross et al., 2001).

Un método simplificado fue propuesto por Furness et al. (1998), denominado Unit
Canopy Row (UCR). Consiste en utilizar como base para la determinación del volumen de
aplicación el volumen máximo retenido en un UCR. El UCR se define como una unidad de
masa vegetal de 1 m de atura, 1 m de anchura y 100 m de longitud (1 UCR=100 m3).
Este método expresa el volumen de aplicación en l/100m de fila, es independiente del
espacio entre filas y centra la pulverización en la fila de cultivo y no en la superficie entre
ellas (Bjugstad y Stensvand, 2002).

Estos métodos, junto con el método del recubrimiento óptimo, basado en el índice
de área foliar (Leaf Area Index, LAI) y el tamaño de la población de gotas, han sido
analizados en un cultivo de pimiento en invernadero por Medina et al. (2004). Los
resultados muestran que el LAI, es el parámetro más adecuado para estimar el volumen
unitario de aplicación (Figura 7). Sin embargo, resulta un índice poco práctico, ya que su
tanto su cálculo como su aplicación resulta complejo a nivel de campo. Por otra parte,
tanto el UCR como el TRV, son parámetros más fáciles de medir en campo y más
comprensibles por los agricultores. Además, permiten estimar el volumen de aplicación
cometiendo unos errores respecto al volumen considerado óptimo de 13,1% para el caso
del UCR y 8,5% para el TRV, que están dentro de unos límites que pueden considerarse
tolerables.

900
800
700
600 Vopt
V(l/ha)

500 VLAI
400 VTRV
300
VUCR
200
100
0
1 2 3 4 5

Ensayos

Figura 7. Volumen de aplicación óptimo (Vopt) y volúmenes de aplicación


estimados a partir del LAI (VLAI), del TRV (VTRV) y el UCR (VUCR)

4. RIESGOS DE EXPOSICIÓN

Los riesgos de exposición de los aplicadores, inherentes a la realización de


cualquier tratamiento fitosanitario, se ven incrementados en los invernaderos por la
frecuencia con la que se realizan los tratamientos y las condiciones ambientales
-11-
existentes en el interior de los mismos. Por término medio se realizan entre 12 y 16
aplicaciones por ciclo de cultivo (Cabello, 1996).

Hasta hace poco el riesgo de exposición era mayor, debido al desconocimiento


general de la peligrosidad y toxicidad de los productos empleados por parte del
agricultor, así como el empleo reducido de las medidas de protección deseables para el
desarrollo de estos trabajos. Si bien, hay que destacar que los intensos trabajos que se
están realizando desde instituciones públicas y privadas están dando sus resultados como
así lo refleja el estudio realizado dentro del proyecto The Safe Use Iniciative (ECPA,
2005), en el que se analizan diferentes aspectos relacionados con los riesgos para la
salud derivados del empleo de fitosanitarios en invernaderos. En la Tabla 1 se recoge
cómo ha evolucionado el uso de algunas de las medidas de protección individual, que
deben emplearse para la realización de una aplicación fitosanitaria. Se observa, como el
uso de los diferentes medios de protección ha aumentado con los años, pero todavía hay
aplicadores que no los utilizan.

Tabla 1. Empleo de los medios de protección individual (%)


(1) (2) (2)
Año 1998 2002 2005
Traje 22 42 62
Guantes 30 40 61
Botas 12 60 79
Fuentes: (1) Sánchez-Hermosilla et al., 1999
(2) The Safe Use Iniciative (ECPA, 2005)

Tsakirakis et al. (2010) realizaron un estudio en el que analizaban la exposición


del operario al emplear una pistola de 4 boquillas (Novi-Fam S.L.) y compararon los
resultados con otros ensayos realizados previamente con una pistola tradicional.
Realizaron los tratamientos con dos tipos de traje protector, uno de algodón/poliéster al
50% de 215 g/m2 (Hydrofoil®) y otro 100% algodón de 287 g/m2. Vieron que con el
primero se reducía 6 veces la exposición dérmica real, y la penetración era 3,5 veces
menor. También aclaran que la exposición real con la pistola de 4 boquillas es 30 veces
mayor que la producida con pistolas convencionales.

Desde el punto de vista de la exposición también es importante el equipo de


aplicación empleado, así como una correcta utilización del mismo. En este sentido,
Nuyttens et al. (2009) realizan un estudio, centrado en el análisis de la exposición a la
que se someten los operarios realizando aplicaciones con diferentes equipos. Tomando
como referencia la exposición obtenida para una pistola pulverizadora (100%), se
observó como con la lanza desplazada en el sentido de la aplicación la exposición fue 2,5
veces superior. Sin embargo la misma lanza desplazada en el sentido contrario a la
aplicación reducía, aproximadamente 7 veces la cantidad de caldo recibida por el
-12-
operario. Los menores riesgos de exposición se obtuvieron con la utilización de un carro
manual equipado con 2 barras verticales y con un equipo autopropulsado. En estos casos
la cantidad de caldo fitosanitario recibida por el operario se redujo en 20 y 60 veces para
la barra vertical y el pulverizador autopropulsado respectivamente.

Cerruto et al., 2008 analizaron la exposición del operario durante una aplicación
fitosanitaria empleando pistolas hidráulica tipo lanza en un cultivo de tomate en
invernadero. Llevaron a cabo el estudio realizando aplicaciones a dos volúmenes
diferentes en las que el operario se desplazaba en dos direcciones (caminando hacia
delante y hacia atrás). En el primero aplicaron un volumen de 1000 l/ha y en el segundo
1500 l/ha. En ambos casos las aplicaciones realizadas caminando hacia delante obtienen
exposiciones más altas en comparación a las realizadas caminando hacia atrás, 4,1 y 8,6
veces mayor en el primer y en el segundo ensayo respectivamente. Las extremidades
inferiores fueron donde se encontró mayores tasas de exposición.

Estos resultados dejan de manifiesto la importancia de utilizar adecuadamente un


equipo, así como la ventaja que supone el empleo de una barra pulverizadora vertical
que se desplace entre las líneas de cultivo, a la hora de reducir los riesgos de exposición.

5. RECOMENDACIONES

A modo de resumen destacar, de todo lo comentado anteriormente, que para la


optimización de los tratamientos fitosanitarios en invernadero hay que tener presente los
siguientes aspectos:

- El empleo de barras pulverizadoras verticales originan:

o Mayor deposición en la masa vegetal.


o Mejor penetración en la masa vegetal.
o Mayor uniformidad de las aplicaciones.
o Menor volumen de aplicación.
o Menor riesgo de exposición.

- Las boquillas de abanico garantizan mayor deposición en la masa vegetal y menores


pérdidas en el suelo.

- La inclinación de las boquillas formando 45º respecto a la horizontal, origina una


mejor penetración y uniformidad de las distribuciones.

- Si se emplean las barras verticales el empleo de presiones superiores a 10 bar, no


mejora la deposición en la masa vegetal y por contra incrementan las pérdidas de
fitosanitario por deposición en el suelo. Usando la pistola pulverizadora, presiones de
10-15 bar proporcionan buenos resultados de deposición sobre el cultivo.
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Equipos para Tratamientos Fitosanitarios en
Invernaderos.

Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera

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Este trabajo ha sido cofinanciado al 80% por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional, dentro del Programa Operativo FEDER de Andalucía 2007-2013

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