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La Sociedad de Naciones
Los antecedentes
La Sociedad de Naciones es el único acuerdo de gran horizonte de la Conferencia de París. La
referencia más cercana a lograr algo similar, la encontramos en los tiempos de la Paz de Westfalia,
en donde se desarrolló el concepto de la soberanía de los estados. Efectivamente, a finales del siglo
XVIII surgieron, en medio de las guerras, “proyectos para ofrecer una paz duradera en Europa”,
como el del abate Saint Pierre en 1713.
El desarrollo de las comunicaciones y de las relaciones económicas internacionales a lo largo del
siglo XIX proliferaron las reuniones internacionales europeas, y en 1863 se fundó el Comité
Internacional de la Cruz Roja, en 1864 se celebró la Convención de Ginebra sobre derecho marítimo
aplicable a los conflictos armados. Dos conferencias celebradas en La Haya en 1899 y 1907
despertaron la esperanza de que pudieran alcanzarse soluciones por la vía de la cooperación, a la
vez que se codificaron las normas para el trato de civiles y neutrales en los conflictos internacionales.
En la primera de estas conferencias se constituyó la Corte Permanente de Arbitraje Internacional, y
en la celebrada en 1907, se adoptó la Doctrina Drago, por la cual se estableció que las naciones
europeas “no podían hacer uso de la fuerza” para cobrar deudas de los países de América Latina.
El proyecto de Woodrow Wilson
David Armstrong ofrece un panorama de los movimientos pacifistas y las iniciativas que surgieron
en las vísperas del estallido de la guerra, con el fin de terminar con “la anarquía endémica de las
relaciones internacionales” y sostiene que la denominación “Sociedad de Naciones” probablemente
tiene su origen en el título del libro de Bourgeois La Societe des Nations, publicado en 1908.
Woodrow Wilson dio a conocer la propuesta desde mayo de 1916 y la adoptó como su creatura
predilecta. Tanto así que no hubo un intento de negociación preparatoria de la propuesta con sus
aliados. Por esta razón, al iniciar la conferencia no existía más que una idea, todavía vaga y muy
general. Lloyd George había creado una comisión presidida por sir Walter Philimore para explorar
desde un punto de vista jurídico la propuesta. Dicha Comisión anticipó muchos de los problemas
que fueron debatidos en París y, en términos generales, el proyecto era visto con simpatía.
Clemenceau integró una Comisión de Estudios presidida por el exprimer ministro Leon Bourgeois
similar a la británica, sólo que en este caso, “Bourgeois proponía dar a la Sociedad su propia fuerza
militar, que sería provista por contribuciones de los países integrantes y por un núcleo internacional
independiente”.
La negociación y los límites de lo posible
Cuatro fueron las áreas centrales de discusión: a) la naturaleza de las crisis internacionales; b) las
reglas para tomar decisiones; c) la discusión de conflictos bélicos por persuasión o contención; d) el
desarme y cómo podía lograrse.
El objetivo principal de la Sociedad de Naciones era preservar la paz. Los Estados firmantes se
obligarían a someter sus conflictos, sea para la investigación correspondiente por parte del Consejo
Ejecutivo, o para su arbitraje por parte de la Corte Internacional Permanente de Justicia que habría
de crearse. Si un Estado miembro recurría a la guerra, su decisión sería entendida como un acto de
guerra en contra de la institución y se le aplicarían las sanciones correspondientes.
Wilson eventualmente sacó adelante su propuesta ya acotada por sus asesores y los integrantes de
la comisión redactora. La iniciativa pasó por el filtro de la cancillería británica y Clemenceau quién
finalmente se sumó al proyecto, a fin de incorporar al gobierno de Washington en la supervisión del
Orden de Paz en Europa. En abril se aprobó el Pacto de la Sociedad de Naciones que fue anexado a
los diversos tratados de paz y entró en vigor en junio de 1919, cuando se firmó el Tratado de
Versalles.
La Sociedad de Naciones, su novedad y sus principales retos.
Por primera vez se pretendía regular la convivencia internacional mediante una organización dotada
de personalidad jurídica, en cuyo seno estaría representada la comunidad de naciones. La tarea de
esta organización era la de fungir como árbitro de un juego de fuerzas multipolar.
El funcionamiento de la sociedad descansaba en tres órganos de gobierno: el Secretariado, el
Consejo y la Asamblea. Estos dos últimos órganos colectivos funcionarían únicamente para deliberar,
pero no eran órganos ejecutivos. Con esto se garantizaba el control de organización por las grandes
potencias.
Una parte importante de la misión de la Sociedad de Naciones fue la implantación de este sistema.
Las primeras sesiones
La Sociedad de Naciones celebró su primera sesión en Londres el 10 de enero de 1920, y sus oficinas
se establecieron en Ginebra en noviembre de ese año.
La Asamblea se reunía una vez al año en septiembre y cada Estado participaba en condiciones de
igualdad con un solo voto. El Consejo tenía la autoridad de ocuparse de cualquier asunto que
afectara la paz mundial y fue integrado, inicialmente, por cuatro miembros permanentes: Gran
Bretaña, Francia, Italia y Japón. Al final llegó a tener 15 miembros, y, eventualmente, Alemania se
unió al Consejo como el quinto miembro permanente en 1926.
Obstáculos infranqueables y desafortunados sucesos minaron muy pronto su legitimidad y eficacia:
1. Previo a la existencia de la Sociedad de Naciones, Washington, Londres y París acordaron
una alianza tripartita para garantizar la seguridad de Francia, por lo que, haciendo a un lado
al endeble mecanismo de seguridad colectiva de la organización.
2. La negativa del Senado estadounidense a ratificar el Tratado de Versalles y participar en la
Sociedad de Naciones le propinó un golpe contundente restándole represtatividad y
autoridad.
3. En ningún momento estuvieron representados todos los principales actores del continente
europeo.
4. Gran Bretaña minó sustantivamente su capacidad de acción, al no suscribir el
importantísimo Protocolo de Ginebra sobre la solución pacífica de los conflictos en 1924.
5. No hubo posibilidad de que sus decisiones tuvieran un alcance mundial y mucho menos
fuerza coercitiva.
6. El espíritu de la fundación de la Sociedad de Naciones estaba en contradicción con el del
Tratado de Versalles, que buscaba el castigo de los derrotados sin otro objeto ulterior.
Destacan en ese esfuerzo de creación de instituciones en tiempos muy ásperos, el establecimiento
de la Corte Permanente de Justicia Internacional, un órgano independiente que es el antecedente
de la actual Corte Internacional de Justicia; y la creación de la Organización Internacional del Trabajo.
La Sociedad de Naciones fue disuelta en 1946, de sus 26 años, se atendieron por primera vez, los
asuntos internacionales en el seno de un órgano permanente, colectivo y plural, en contraste con el
modelo de alianzas y coaliciones del pasado.