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La Conferencia de París, el Tratado de Versalles y la Sociedad de Naciones

En vísperas de la gran guerra


El final del siglo XIX en materia de relaciones internacionales era bastante estable a pesar de diversos
brotes revolucionarios, en esta época se amplió la presencia inglesa y francesa en Africa y Asia.
Gran Bretaña cubría con sus dominios la cuarta parte del planeta, y dominaba comercial y
financieramente, y en 1914 su única preocupación era la creciente insurrección en Irlanda.
Estados Unidos en el siglo XX vivió un gran crecimiento debido a la compra de Louisiana (1803) y el
resultado de la guerra civil, que dio paso a un gran crecimiento económico debido a la migración de
millones de europeos y la inversión extranjera. Su posición política era la de mantenerse lejos de los
conflictos europeos.
Alemania surgía a gran velocidad después de su unificación y su victoria en la guerra Franco-Prusiana,
su desarrollo económico y militar comenzaba a generar inquietud al norte del Canal de La Mancha,
Guillermo II creía que su influencia global no reflejaba ni la fuerza de su economía ni de la d su
población.
Francia mediante la influencia universal de su cultura y una mafiosa burguesía buscaba igualar a las
otras potencias, y su diplomacia buscaba los equilibrios y contrapesos necesarios cultivando
relaciones con Gran Bretaña y con Rusia. Fue la rivalidad franco-germana la que colaboró al inicio
de la gran guerra, rivalidad que se debe a que los franceses reconocen a los dos poderes germanos,
Prusia y Austria, como los invasores en 1793 y en 1814 y 1815, y los prusianos y austriacos
recordaban a la ocupación de Francia de sus territorios de 1805 a 1813, en contra de la cual había
logrado su existencia. Pero fue la Guerra Franco-prusiana la que humilló a Francia con la perdida a
de Alsacia y Lorena, las reparaciones de la guerra y especialmente la declaración de unidad alemana
y proclamación de Guillermo I como emperador en el Palacio de Versalles seguido de una marcha
triunfal de su ejército en los Campos Elíseos.
Rusia se recuperaba del impacto de la Guerra de Crimea, aunado al asesinato de Alejandro II (1881)
y la penosa derrota ante Japón. Sin el prestigio con el que contó en el Congreso de Viena, su
diplomacia se hacía presente en París, Berlín y Londres, buscando reintegrarse al juego de las
potencias aprovechando los recelos y rivalidades de las potencias.
En tanto Bismarck buscó consolidar sus vínculos en el centro de Europa para defenderse de los
franceses con las dinastías Hohenzollern en Berlín y Habsburgo en Viena.
En vísperas de la Guerra se crearon dos grandes alianzas: la Triple Alianza de los poderes centrales
que incluía a Alemania, Austria e Italia; mientras que Francia y Gran Bretaña fundaron la Entente-
Cordiale en 1907. Rusia se acercó primero a Alemania, pero al final se alió con Francia y Gran Bretaña
después del arreglo ruso-británico sobre Persia creando la Triple-Entente.
Se pensaba que la guerra estallaría en la tensa frontera franco-germana o en el Mar del Norte; sin
embargo, ocurrió en el corazón de los Balcanes en donde durante el último cuarto del siglo XIX los
Habsburgo de Austria y los Romanov de Rusia habían mantenido un precario equilibrio. En 1903
este equilibrio se vio amenazado seriamente, cuando en Serbia un movimiento nacionalista
sustituyó brutalmente a un régimen sumiso a Viena, y dio inicio a una política de enfrentamiento
con la monarquía austriaca, esto provocó las guerras balcánicas de 1912 y 1913.
El crecimiento de Serbia después de su victoria en la guerra de 1913 y sus ambiciones sobre Bosnia
Herzegovina, se convirtieron en una amenaza para el imperio astro-húngaro. Las relaciones ya
estaban muy deterioradas cuando el heredero del imperio el archiduque Francisco Fernando y su
mujer Sofía Chotek fueron asesinados en Sarajevo el 28 de junio de 1914 por terroristas bosnios.
Inmediatamente después de este atentado, Austria mandó un ultimátum a Serbia que contaba con
apoyo militar y diplomático de Alemania, esto sirvió para dar inicio a la guerra.
En agosto de 1914 los dos bandos se enfrentaron, por un lado, la Entente y sus aliados -Francia,
Reino Unido, Rusia, Serbia y Bélgica- contra los imperios centrales de Alemania y Austria-Hungría,
posteriormente entrarían a la guerra por la Entente Japón y en 1915 Italia; Turquía se uniría a los
imperios centrales, además de otros países dándole a la guerra una magnitud nunca antes conocida.
La Primera Guerra Mundial se pronosticaba como un conflicto breve, pero en 1915 y 1916 los
ejércitos se atrincheraron, al menos en occidente se contaba con buena atención médica, sin
embargo, en los Balcanes y las batallas libradas en oriente produjeron epidemias endémicas y
muertes masivas en la población civil.
El fin de la gran guerra y sus efectos
En 1917 dos eventos afectaron la correlación de fuerzas: la Revolución Rusa y la entrada de Estados
Unidos al conflicto. El derrumbamiento de Rusia se inició a principios de 1917 y culminó en octubre
sin embargo, este colapso se compensó con el involucramiento de Estados Unidos en el bando
Entente tras la declaración de guerra a las potencias centrales en abril de 1917 aunque pasó más de
un año para que su ejército se uniera a las hostilidades al mando del general Pershing.
De igual manera en 1917 cayeron el imperio otomano y tres monarquías europeas: los Romanov de
Rusia, los Habsburgo de Austria-Hungría y los Hohenzollern de Alemania.
A finales de verano de 1918 los aliados tomaron la ofensiva, y el alto mando militar alemán inició en
octubre gestiones para una paz en condiciones honorables.
Finalmente en Berlín, el 9 de noviembre de 1918 Philipp Scheidemann desde una ventana del
Reichstag proclamó la República, dos horas antes que Karl Liebknecht, afuera del Palacio Real,
proclamara la República socialista en el modelo ruso.
Las causas de la guerra y su proyección al futuro
Entre diversos análisis sobresalen los que asignan un lugar central a los errores de los protagonistas,
concretamente al káiser Guillermo II y su irresponsable Weltpolitik (política de expansión mundial);
también hay quienes acentúan los factores estructurales o el sistema diplomático de la época.
Esta misma corriente otorga responsabilidad al liderazgo alemán el haber buscado y provocado una
guerra preventiva.
Al respecto A. J. P. Taylor estableció que ningún país de la triple Entente buscaba la guerra, sólo
querían expandir su imperio en Asia y África. Alemania llegó a la conclusión de que sólo podía
expandir su imperio en ultramar hasta que hubiera destruido el equilibrio de poder en Europa, y
Austria-Hungría deseaba una guerra en los Balcanes con el fin de sobrevivir.
Barbara Tuchman señala por otro lado que los orígenes diplomáticos del conflicto son tan sólo
signos de la fiebre, pero no de sus causas. Las rivalidades nacionales, las torpezas de los individuos,
las contradicciones sociales y los accidentes se combinaron en un momento determinado.
Aunado a esto, George F. Kennan agregó un importante elemento que ya estaba en gestación: la
nueva ecuación de la industria y la burocracia militar, como factor determinante de la política
exterior, en donde en lugar de que las operaciones militares buscaran objetivos bélicos limitados,
se buscó en su lugar los jactanciosos sueños de guerra total, rendición incondicional y victoria total
que suponían harían posible la conquista de cualquier cosa.

La Conferencia de París y sus Protagonistas: Clemenceau, Lloyd George y Wilson.


La sede de la Conferencia de Paz fue París, tras haberse descartado la propuesta de Estados Unidos
por Ginebra, y la británica por Bruselas, en razón a la contribución francesa durante el conflicto y
por su rivalidad con Alemania. París volvió a ser el centro de los arreglos de paz de los conflictos
europeos tras en 1815 compartir con Viena la paternidad del Concierto de Europa, y en 1856 las
negociaciones de paz para dar fin a la Guerra de Crimea.
El 18 de enero de 1919 se llevó a cabo la ceremonia de inauguración en la sede del Ministerio de
Relaciones Exteriores francés en el Quai d’Orsay, a orillas del Sena. Esta conferencia de paz fue la
primera de la edad moderna, por lo que es la primera vez que los medios no fueron simples
espectadores: se involucraron en la trama política, y por primera vez en una reunión internacional,
se desplegó el juego entre los medios y el sistema de poder: la filtración de información privilegiada
a cambio de respaldo editorial. Además en esta ocasión los líderes políticos pertenecían a la nueva
edad de la democracia: no sólo habían sido electos de manera directa o indirecta y respondían al
ánimo de sus electores, sino que también porque no formaban parte del “estamento privilegiado”
de sus países.
Georges Clemenceau y la postura francesa
Francia fue el escenario central de la contienda y su infraestructura rural y urbana fue severamente
afectada por la guerra de trincheras, la cual sacudió a la sociedad y predominaba en el país un
explicable deseo de venganza.
Conocido como El Tigre, al iniciar la guerra se opuso a cualquier intento de buscar la paz con
Alemania. En 1917 el presidente francés Raymond Poincaré lo designó primer ministro en búsqueda
de unidad nacional. Clemenceau llega a esta conferencia de paz con el respaldo de haber sido el
líder más directamente involucrado en el esfuerzo bélico y un patriota sin tacha. Su postura frente
a Alemania fue bastante rigurosa, sin embargo, no fue el más radical, y estuvo sometido a las
presiones del presidente Poncairé.
David Lloyd George y la postura británica
Gran Bretaña sufrió especialmente pérdidas humanas, y sus daños económicos eran muy grandes,
sin embrago, su infraestructura productiva no había sido tan golpeada como la francesa.
Lloyd se hizo cargo del Ministerio de Guerra al iniciarse, y posteriormente ascendió a primer ministro,
viviendo momentos críticos como la aplicación de severas medidas de racionamiento y una dura
protesta social, pero la victoria sobre Alemania le dio un oportuno respiro.
Lloyd buscaba ser moderado, no obstante, llegó a la conferencia de paz teniendo a sus espaldas un
parlamento y una prensa que reclamaba venganza en lugar de un arreglo político duradero, y vivió
defendiéndose de sus adversarios. Su posición se fundaba en una lógica política impecable: armar
una paz que creará condiciones de estabilidad en el corazón de Europa.
Woodrow Wilson y la postura estadounidense
Estados Unidos entró a la guerra ya cuando ambas partes estaban bastante desgastadas, y aunque
sufrió grandes pérdidas humanas, no había sido afectado tan severamente como la mayor parte de
las naciones europeas. Al estallar la guerra Wilson declaró la neutralidad de su país y posteriormente
buscó su reelección con una plataforma pacifista, pero a lo largo de los siguientes meses, Estados
Unidos pasó de la neutralidad al involucramiento y el 20 de marzo de 1917 declaró la guerra a
Alemania.
En su informe a la nación, Wilson presentó un programa de paz integrado por 14 puntos, donde
destacaban el abandono de la diplomacia secreta, la libertad de los mares, la supresión de barreras
económicas, compensaciones y ajustes territoriales y lo más importante, propuso la creación de una
Sociedad de Naciones que garantizara la independencia política y la integridad territorial de todos
los Estados, grandes y pequeños.
Los inicios de la conferencia
A la conferencia fueron invitados los miembros de la coalición victoriosa, que sumaron 76 estados,
cinco dominios británicos y la India, no fueron convocados ni Alemania ni Rusia, Alemania por ser
quien inició el conflicto y Rusia porque la guerra civil continuaba y las potencias apoyaban al ejército
blanco. La mayor parte de las delegaciones estuvo al margen de las decisiones fundamentales. La
primera reunión se limitó a las grandes potencias, Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos e Italia,
posteriormente Japón se sumaría al Consejo de los Cinco. El Supremo Consejo estuvo presidido por
Woodrow Wilson. Los cancilleres sólo abordaron los asuntos que les fueron encomendados o que
ya estaban definidos en grandes lineamientos.
Se designaron cincuenta y ocho comités de trabajo, y dentro de estos los asuntos territoriales y
otros de naturaleza relevantes serían planteadas a las sesiones plenarias para su debida discusión.
Las deliberaciones del Consejo de los Cuatro no estuvieron abiertas a la prensa, solamente tuvo
acceso a las reuniones plenarias que se ocuparon de la fundación de la Sociedad de Naciones.
El Congreso de los Tres.
El Congreso de los Cuatro se reunía de manera regular, sin embargo, Italia tuvo un papel menos
relevante del que se recuerda gráficamente por su débil contribución al esfuerzo bélico, Italia llegó
a París a recoger el botín y no a diseñar un nuevo orden mundial. En realidad sólo fueron 3 los países
que tomaron las decisiones fundamentales Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos.
Las fallas de la Conferencia
Esta cumbre duró únicamente seis meses -de enero a junio de 1919- la principal falla de la
conferencia fue la ausencia de un diseño previo y una hoja de ruta, que contribuyera a la definición
de los principales objetivos y establecieran acuerdos básicos a fin de navegar entre la confusión y
los intereses del momento.
No existía en ese momento la costumbre del trabajo de los sherpas (nombre con el que se le conoce
a quienes tienen a su cargo la importantísima tarea de desbrozar el camino y explorar consensos
antes del inicio de las cumbres de jefes de Estado).
Los Tratados de la Conferencia de París
La Conferencia produjo cinco pactos internacionales:
1. Tratado de Versalles (Alemania): es el más importante por el impacto negativo que tuvo sobre la
estabilidad de Europa y por su relación directa con la Segunda Guerra Mundial. Alemania subsistió
a pesar de la derrota, la dinastía de los Habsburgo desapareció en 1918 y el imperio austro-húngaro
estaba en vísperas de su desintegración.
2. Tratado de Saint-Germain (Austria): sancionó el fin del imperio austro-húngaro, de su ruptura
nacieron los estados de Austria, Hungría y Checoslovaquia, además de agregar cesiones de territorio
a Italia y las recié nacidas Polonia y Yugoslavia. Se estableció el pago de reparaciones de guerra a
cargo de Austria, limitaciones en su ejército y la prohibición de su unión con Alemania.
3. Tratado de Trianon (Hungría): coincide con el de Saint-Germain, pero se agregó el pago de
reparaciones por parte del Estado húngaro, además de limitar sus fuerzas armadas. Un tercio de su
población quedó fuera de su territorio, en Eslovenia, Rumanía (Transilvania) y Yugoslavia.
4. Tratado de Sèvres: con este tratado Turquía quedó reducida a la península de Anatolia en Asia y
a la región en torno a Estambul en Europa. Además, se acordó el reparto de las posesiones del
imperio otomano en el Oriente Medio, entre Francia (Siria, Líbano) y Gran Bretaña (Mesopotamia y
Palestina). Las fuertes perdidas territoriales de Turquía en Anatolia y Tracia acordadas en Sèvres, se
anularon por el Tratado de Lausana, tras la victoria turca en su guerra contra Grecia.
5. Tratado de Neuilly: determinó las condiciones de paz con Bulgaria, estableció perdidas
territoriales en beneficio de Rumania, Grecia y Yugoslavia, así como pago de reparaciones y
limitaciones de su ejército.
La Autodeterminación y los Tratados de la Conferencia de París.
La gran guerra generó alentados movimientos revolucionarios que alteraron profundamente la
situación de Europa. De las ruinas del colapso de los cuatro grandes imperios emergió un conjunto
de nuevos Estados medianos y pequeños.
Los 14 puntos de Wilson generaron inquietud entre franceses y británicos a pesar de estar
formulados en términos muy generales. Ni siquiera el equipo estadounidense estaba consciente de
las complejidades que tenían estos 14 puntos.
El principio de autodeterminación promovido por Wilson como criterio a seguir en buena parte de
las tareas de reorganización política y territorial, no consiguió más que enfrentamientos con Londres
y París. Nunca antes se había planteado en una cubre internacional el principio de
autodeterminación, a propósito del reconocimiento de las nacionalidades. Ni siquiera Wilson tenía
idea de las implicaciones de su postura.
Además de esto, se agregó un entramado muy complejo: los tratados secretos celebrados durante
la guerra restringieron la libertad de acción de los negociadores, por lo que los nueve apartados de
Wilson sobre asignaciones territoriales tuvieron que ser conciliados con lo acordado en los acuerdos
secretos. Finalmente, se intentó una difícil amalgama entre la vieja diplomacia del poder y un
nebuloso criterio democrático, ya que los aliados victoriosos no estuvieron dispuestos a aplicarse
las mismas reglas en sus propias colonias y territorios, por ejemplo, se le prohibió a Austria el
integrarse con Alemania, ni se abordó el problema de Irlanda.
En 1914 el movimiento de independencia irlandés había alcanzado proporciones mayores, y no llegó
a crispar las relaciones británico-estadounidenses ya que Wilson lo consideró como un asunto
doméstico.
Por otro lado el primer ministro italiano reclamaba el cumplimiento del Pacto de Londres en 1915,
en donde se estipulaba la entrega de la región del Fiume. Wilson, Lloyd George y Clemenceau
coincidieron dar viabilidad necesaria al Estado serbio-croata-esloveno. Mientras que la postura de
Wilson estuvo basada en el principio de las nacionalidades, por tratarse de una región
predominantemente eslava, la de Lloyd y Clemenceau buscaba poner un límite al expansionismo
italiano en el Adriático.
El renacimiento de Polonia
La cuestión polaca fue uno de los más álgidos puntos de tensión de las relaciones europeas. Polonia
resurgió el 5 de noviembre de 1916, cuando los imperios centrales que ocupaban su territorio
decidieron establecer una monarquía constitucional para debilitar a Rusia y aprovechar sus fuerzas
armadas, con la derrota de los imperios centrales y el colapso del imperio ruso, se abrió una
oportunidad a los grupos nacionalistas polacos para plantear sus demandas.
Estos grupos organizaron a la importante población polaca que residía en Estados Unidos para hacer
llegar a Washington sus planteamientos, los cuales fueron recogidos en los 14 puntos de Wilson.
Ante esto Estados Unidos y Francia respaldaron de inmediato la moción, mientras que la Gran
Bretaña se mantuvo fría al respecto.
El tema más complicado fue la definición de la frontera germano-polaca. Alemania dependía de las
ricas minas de Silesia, ubicadas en la frontera germano-polaca, de ahí provenía 25 por ciento de de
su producción de carbón y plomo y 80 por ciento de la de zinc. Silesia y la salida al mar báltico fueron
los temas más álgidos de la confrontación con el gobierno de Berlín.
Al final Polonia recibió Poznan y la provincia de Prusia occidental que la extendía hasta el báltico.
También recibió la Alta Silesia como resultado de un plebiscito, el gobierno alemán se manifestó
diciendo que esto era un desacato al principio de la autodeterminación.
A pesar de, resurgimiento de Polonia, los conflictos armados no cesaron, y desde principios de 1919
hasta el otoño de 1920, mediante un duro enfrentamiento con los bolcheviques. Las armas polacas
se impusieron y casi dos años después mediante el Tratado de Riga, las fronteras polacas crecieron
en el este.
La Cuestión de Shandong
A principios de 1917, el almirantazgo británico solicitó el respaldo de Japón para el transporte de
tropas y alimentos en el Mediterráneo. Tokio condicionó su respaldo al compromiso de otorgarles
las Islas en posesión de Alemania en el Pacífico, ubicadas al norte del ecuador, y los derechos
alemanes sobre la provincia china de Shandong. Paris se adhirió con la condición que Japón
levantara su veto para la entrada de China en las hostilidades.
En la Conferencia de París Japón logró casi todos sus reclamos. De todas las derrotas del principio
de autodeterminación, la cuestión de Shandong fue de las más graves, esta decisión tuvo como
resultado grandes disturbios sociales en China, provocó que este mismo no suscribiera el tratado de
Versalles, y aceleró una Cadena de sucesos que cambiarían el destino de China y el equilibrio político
en Asia.
Los Mandatos del Medio Oriente
A las críticas anteriores se le suma las que se han presentado en contra de los mandatos y
fideicomisos otorgados a los países victoriosos para administrar territorios y prepararlos para la
autodeterminación. En caso de Medio Oriente lo que estaba en juego era el petróleo, y es en Medio
Oriente donde se sabía que había grandes reservas petroleras.
En mayo de 1916 hubo un acuerdo secreto entre Gran Bretaña y Francia representadas por sir Mark
Sykes y Georges Picot, donde se disponía “la partición de Asia Menor, así como la de porciones
árabes del imperio otomano, entre Rusia, Francia y Gran Bretaña”.
Desde las primeras sesiones de la Conferencia de París, las cancillerías británica y francesa tenían el
tema de Medio Oriente en sus carteras, pero fue hasta finales de enero de 1919 cuando se abordó
el tema de Medio Oriente. Lloyd George al respecto concluyó que los árabes eran civilizados, pero
necesitaban orientación y guía.
El arreglo de Medio Oriente concluyó mediante las resoluciones de la Sociedad de Naciones de 1922,
relacionadas con los territorios árabes, por las que se constituyeron los mandatos de Palestina,
Transjordania e Irak a favor de los británicos, y los mandatos de Líbano y Siria a favor de Francia.
Después de firmados los tratados de paz relacionados con Medio Oriente, la región entera entró en
un periodo de inestabilidad y violencia. Palestina se convirtió, desde entonces, en el motivo y la
razón de una amarga y prolongada confrontación entre árabes y judíos, con efectos vigentes.
El Tratado de Versalles: la paz de los vencedores.
La práctica prevaleciente en las conferencias de paz europeas había sido la de una negociación entre
los beligerantes, sin embargo, en 1919, los líderes de las delegaciones estadounidense y francesa
coincidieron en que se fijaran las condiciones de la paz con Alemania, “sin ninguna discusión previa
con los vencidos”. El 7 de mayo de 1919 fue comunicado el Tratado al gobierno alemán, que calificó
el Tratado como “El Dictado de Versalles”.
De acuerdo con este Tratado, correspondía al gobierno alemán la total responsabilidad de la guerra
y se comprometía a reparar el daño creado a las poblaciones de los países aliados. Los aliados
consideraban que había sido el verdadero culpable del conflicto y que la contribución de Austria-
Hungría fue secundaria. Además, los altos mandos del ejército se sintieron afectados por las
llamadas cláusulas de honor que acordaban iniciar juicios por crímenes de guerra, en los que se
incluía al káiser Guillermo II, “por ofensas supremas en contra de la moral internacional”.
En el tratado se definieron las perdidas territoriales y los países beneficiados; así como el
establecimiento de limitaciones de soberanía, que incluían medidas legales, restricciones de índole
militar y prohibiciones de ciertas actividades económicas y de determinadas decisiones de política
exterior.
El tratado trajo consigo una crisis política en Alemania, donde el jefe de gobierno Philipp
Scheidemann y el jefe del ejército Paul von Hindeburg se vieron obligados a renunciar.
Posteriormente sería Gustav Bauer quien lo suscribiera el 28 de junio de 1919 en ek Salón de los
Espejos del palacio de Versalles, tras la amenaza de una invasión armada.
Las pérdidas de territorio y las nuevas fronteras alemanas.
Alemania perdió 12 por ciento de su territorio y 12.5 por ciento de su población continental, además
de perder todas sus colonias (Camerún, la Unión Africana Alemana del este y del sudeste, Togo y
parte de Nueva Guinea).
En cuanto a los territorios que perdió en Europa, solamente dos cuestiones dieron lugar a fuertes
controversias: la determinación de las fronteras alemanas con Polonia y la intención de Francia de
ocupar militarmente la orilla izquierda del Rin y apropiarse las codiciadas minas del Sarre, a lo cual
Wilson se opuso citando el principio de autodeterminación, sin embargo Lloyd George dio solución
a este conflicto con una fórmula intermedia que consistía en crear un pequeño Estado autónomo
del Sarre, dentro del cual las minas fueron cedidas a Francia. Un plebiscito determinaría 15 años
después que Alemania recuperaría la propiedad de ese territorio.
Francia insistía con mantener presencia militar indefinida de la orilla izquierda del Rin y de sus
principales puentes, pretensión a la que cedería después de que Gran Bretaña y Francia asumieron
el compromiso de defender a Francia en caso de una agresión.
Las limitaciones de soberanía y las restricciones militares.
En cuanto a restricciones sobre su posible expansión, se le prohibió su unión política con Austria y
la anexión de territorios sobre los que pudiera considerarse con algún derecho en Checoslovaquia,
Polonia y Danzig.
Además, la orilla occidental del Rin fue ocupada hasta 1935 y se acordó la desmilitarización de
Renania, por un tiempo indefinido. Se establecieron limitaciones muy estrictas a sus fuerzas
armadas en número de integrantes y equipo. Su ejército de tierra no podía contar con tanques o
artillería pesada, ni exceder de 100,000 efectivos. La marina quedaba limitada a 15000 efectivos y
seis cruceros no mayores de 10 000 toneladas. Por último, se prohibió el restablecimiento de su
fuerza aérea y de su flota de submarinos.
Las reparaciones de guerra
Como responsable de iniciar el conflicto bélico, Alemania quedó obligada a pagar indemnizaciones
que habrían de ser fijadas por una Comisión Especial de Reparaciones integrada por los aliados. En
1920, determinó el porcentaje que recibiera cada país del total: Francia 52%, Gran Bretaña 22%,
Italia 10% y Bélgica 8%.

La Sociedad de Naciones
Los antecedentes
La Sociedad de Naciones es el único acuerdo de gran horizonte de la Conferencia de París. La
referencia más cercana a lograr algo similar, la encontramos en los tiempos de la Paz de Westfalia,
en donde se desarrolló el concepto de la soberanía de los estados. Efectivamente, a finales del siglo
XVIII surgieron, en medio de las guerras, “proyectos para ofrecer una paz duradera en Europa”,
como el del abate Saint Pierre en 1713.
El desarrollo de las comunicaciones y de las relaciones económicas internacionales a lo largo del
siglo XIX proliferaron las reuniones internacionales europeas, y en 1863 se fundó el Comité
Internacional de la Cruz Roja, en 1864 se celebró la Convención de Ginebra sobre derecho marítimo
aplicable a los conflictos armados. Dos conferencias celebradas en La Haya en 1899 y 1907
despertaron la esperanza de que pudieran alcanzarse soluciones por la vía de la cooperación, a la
vez que se codificaron las normas para el trato de civiles y neutrales en los conflictos internacionales.
En la primera de estas conferencias se constituyó la Corte Permanente de Arbitraje Internacional, y
en la celebrada en 1907, se adoptó la Doctrina Drago, por la cual se estableció que las naciones
europeas “no podían hacer uso de la fuerza” para cobrar deudas de los países de América Latina.
El proyecto de Woodrow Wilson
David Armstrong ofrece un panorama de los movimientos pacifistas y las iniciativas que surgieron
en las vísperas del estallido de la guerra, con el fin de terminar con “la anarquía endémica de las
relaciones internacionales” y sostiene que la denominación “Sociedad de Naciones” probablemente
tiene su origen en el título del libro de Bourgeois La Societe des Nations, publicado en 1908.
Woodrow Wilson dio a conocer la propuesta desde mayo de 1916 y la adoptó como su creatura
predilecta. Tanto así que no hubo un intento de negociación preparatoria de la propuesta con sus
aliados. Por esta razón, al iniciar la conferencia no existía más que una idea, todavía vaga y muy
general. Lloyd George había creado una comisión presidida por sir Walter Philimore para explorar
desde un punto de vista jurídico la propuesta. Dicha Comisión anticipó muchos de los problemas
que fueron debatidos en París y, en términos generales, el proyecto era visto con simpatía.
Clemenceau integró una Comisión de Estudios presidida por el exprimer ministro Leon Bourgeois
similar a la británica, sólo que en este caso, “Bourgeois proponía dar a la Sociedad su propia fuerza
militar, que sería provista por contribuciones de los países integrantes y por un núcleo internacional
independiente”.
La negociación y los límites de lo posible
Cuatro fueron las áreas centrales de discusión: a) la naturaleza de las crisis internacionales; b) las
reglas para tomar decisiones; c) la discusión de conflictos bélicos por persuasión o contención; d) el
desarme y cómo podía lograrse.
El objetivo principal de la Sociedad de Naciones era preservar la paz. Los Estados firmantes se
obligarían a someter sus conflictos, sea para la investigación correspondiente por parte del Consejo
Ejecutivo, o para su arbitraje por parte de la Corte Internacional Permanente de Justicia que habría
de crearse. Si un Estado miembro recurría a la guerra, su decisión sería entendida como un acto de
guerra en contra de la institución y se le aplicarían las sanciones correspondientes.
Wilson eventualmente sacó adelante su propuesta ya acotada por sus asesores y los integrantes de
la comisión redactora. La iniciativa pasó por el filtro de la cancillería británica y Clemenceau quién
finalmente se sumó al proyecto, a fin de incorporar al gobierno de Washington en la supervisión del
Orden de Paz en Europa. En abril se aprobó el Pacto de la Sociedad de Naciones que fue anexado a
los diversos tratados de paz y entró en vigor en junio de 1919, cuando se firmó el Tratado de
Versalles.
La Sociedad de Naciones, su novedad y sus principales retos.
Por primera vez se pretendía regular la convivencia internacional mediante una organización dotada
de personalidad jurídica, en cuyo seno estaría representada la comunidad de naciones. La tarea de
esta organización era la de fungir como árbitro de un juego de fuerzas multipolar.
El funcionamiento de la sociedad descansaba en tres órganos de gobierno: el Secretariado, el
Consejo y la Asamblea. Estos dos últimos órganos colectivos funcionarían únicamente para deliberar,
pero no eran órganos ejecutivos. Con esto se garantizaba el control de organización por las grandes
potencias.
Una parte importante de la misión de la Sociedad de Naciones fue la implantación de este sistema.
Las primeras sesiones
La Sociedad de Naciones celebró su primera sesión en Londres el 10 de enero de 1920, y sus oficinas
se establecieron en Ginebra en noviembre de ese año.
La Asamblea se reunía una vez al año en septiembre y cada Estado participaba en condiciones de
igualdad con un solo voto. El Consejo tenía la autoridad de ocuparse de cualquier asunto que
afectara la paz mundial y fue integrado, inicialmente, por cuatro miembros permanentes: Gran
Bretaña, Francia, Italia y Japón. Al final llegó a tener 15 miembros, y, eventualmente, Alemania se
unió al Consejo como el quinto miembro permanente en 1926.
Obstáculos infranqueables y desafortunados sucesos minaron muy pronto su legitimidad y eficacia:
1. Previo a la existencia de la Sociedad de Naciones, Washington, Londres y París acordaron
una alianza tripartita para garantizar la seguridad de Francia, por lo que, haciendo a un lado
al endeble mecanismo de seguridad colectiva de la organización.
2. La negativa del Senado estadounidense a ratificar el Tratado de Versalles y participar en la
Sociedad de Naciones le propinó un golpe contundente restándole represtatividad y
autoridad.
3. En ningún momento estuvieron representados todos los principales actores del continente
europeo.
4. Gran Bretaña minó sustantivamente su capacidad de acción, al no suscribir el
importantísimo Protocolo de Ginebra sobre la solución pacífica de los conflictos en 1924.
5. No hubo posibilidad de que sus decisiones tuvieran un alcance mundial y mucho menos
fuerza coercitiva.
6. El espíritu de la fundación de la Sociedad de Naciones estaba en contradicción con el del
Tratado de Versalles, que buscaba el castigo de los derrotados sin otro objeto ulterior.
Destacan en ese esfuerzo de creación de instituciones en tiempos muy ásperos, el establecimiento
de la Corte Permanente de Justicia Internacional, un órgano independiente que es el antecedente
de la actual Corte Internacional de Justicia; y la creación de la Organización Internacional del Trabajo.
La Sociedad de Naciones fue disuelta en 1946, de sus 26 años, se atendieron por primera vez, los
asuntos internacionales en el seno de un órgano permanente, colectivo y plural, en contraste con el
modelo de alianzas y coaliciones del pasado.

El Factor Personal en la Conferencia de París


Los atributos personales de Wilson, Clemenceau y Lloyd George afectaron de manera determinante
el curso de la Conferencia de Paz y sus resultados finales.
El idealismo de Wilson se extravió en los laberintos de la realidad. Los testimonios de los
observadores y los análisis de la prensa dieron un acentuado giro, del elogio a los cuestionamientos
sobre su personalidad. Podría pronunciar un sermón sobre todos los temas, o dedicar una oración
al Todopoderoso para su cumplimiento, pero no era capaz de adecuar su aplicación al estado de los
asuntos europeos.
Por otro lado, Clemenceau, no creía en la regeneración de la política internacional y su enfoque era
estrictamente nacional. Su objetivo en toda la conferencia fue la seguridad francesa. Sin embargo,
el líder francés era un hombre razonable, dispuesto a negociar para adaptarse a las condiciones de
la realidad. Cedió varias veces a las presiones de Wilson, sin perder de vista sus fines estratégicos.
Lloyd George buscaba poner al día el sistema de alianzas con mecanismos más sofisticados de
consulta para atender situaciones de crisis de manera conjunta, siempre supo mantener la flema y
la flexibilidad necesarias para mediar entre las pasiones y posiciones encontradas. Gran Bretaña era
un imperio global, y sus pretensiones se encontraban en regiones como Medio Oriente. Hicieron
todos los esfuerzos para diferir la propuesta de Wilson de la Sociedad de Naciones con el fin de
involucrar a Estados Unidos en un esquema de equilibrio fuerzas más amplio.

Una Mirada Final.


Para Norman Davies, desde su origen, el enfoque de la Conferencia de París estaba equivocado, al
ser organizado como un congreso de vencedores, esto es en sí mismo suficiente para crear la
impresión de un dictado o de un “acuerdo impuesto”.
Para la frágil República alemana, el Tratado de Versalles se convirtió en una bomba de tiempo y creó
condiciones propicias para el advenimiento del fascismo dos décadas más tarde.
La Conferencia de 1919 se propuso dos objetivos prioritarios: el castigo y control de Alemania, y la
definición de nuevas reglas de convivencia entre las naciones. Según sus protagonistas, el primero
objetivo se logró con el Tratado de Versalles; el segundo por la creación de la Sociedad de Naciones.
El Acuerdo de Asistencia Mutua, por el que Estados Unidos se obligaba a respaldar a Francia contra
una agresión germana, quedó sin efecto y los británicos hicieron saber de inmediato a los franceses,
que no podían comprometerse en el continente sin el concurso de otros países.
Puede afirmarse sin exageración que de 1914 a 1919 se cerró un capítulo de la historia: la hegemonía
del viejo continente. El periodo en que un evento como el Concierto de las Naciones Europeas
equivalía al Concierto Internacional, había llegado a su fin. El siglo XIX fue el último que el mundo
occidental vivió como eurocéntrico. En sus últimas décadas, la emergencia de Estados Unidos y el
desarrollo industrial de Japón ya habían anunciado la evolución de la comunidad de naciones hacia
una nueva multipolaridad. Los terribles daños que sufrió Europa en los 50 meses que duró el
conflicto precipitaron esta tendencia.
El Tratado de Versalles no dejó a nadie satisfecho. En Washington, Londres y París, las críticas se
impusieron a los escasos elogios; en Berlín cumplió con su fin de desestabilización; en Moscú, el
régimen comunista lo calificó como “un arreglo imperialista de un mundo destinado a extinguirse”.
Ese mundo se extinguió dos décadas después, arrastrando consigo a capitalistas, comunistas y
fascistas, y al resto de la comunidad internacional.

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