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PENELOPE VENIT, ABIT HELENE MUJER Y TRANSGRESION EN LA ELEGIA Y EL EPIGRAMA LATINOS Gregorio Rodriguez Herrera ‘08 Romanos del siglo T a.C. eran conscientes de que su mundo tal y como lo concebian estaba en crisis. El modelo republicano se mostraba incapaz de go- bernar el imperio y las guerras civiles que azotaron todo el siglo culminaron con la pax q@ugustea con lo que se instauré no s6lo otra estructura politica y social sino también otra concepcion de la cultura (Syme: 1989, 575-587). Casi un siglo después, la literatura de poca flavia, también se enmarca en una era de paz tras un periodo de grave inestabili- dad institucional y moral, de ahi que durante el reinado de los flavios, especialmente con Domiciano, se lleven a cabo una serie de reformas con el objetivo de alcanzar una nueva regeneracién moral de Roma. Seria, por tanto, ingenuo pensar, iras largos afios de relajacion de la moral tradicional, que las mujeres y, sobre todo, sus conductas, tal y como nos las presentan Tibulo, Propercio, Ovidio o Marcial producirfan un grandisimo escdndalo en la sociedad romana pues, si bien sus actitudes se apartan claramente del ‘mos maiorum, de la pietasy la pudicitiam que forman la piedra angular de la ortodoxia femenina en Roma, no es menos cierto que ya en la comedia palliata aparecian joven- citas que respondian a algunos de estos estereotipos y que, por otro lado, los poetas de finales de la Reptiblica, en especial Catulo, ya habian sentado también unos preceden- tes que hacian que la provocaci6n no fuera tal (Fitzgerald, 1995; 34-86; Granarolo, 1967: 225-249; Morgan, 2002: 336-358). Recordemos que ya el de Verona nos dice”: Vivamos, Lesbia mia, y amémonos, y las habladurias de los mas severos ancia- nos nos importen todas un as, (Catulo, Poesias5.1-3). Otro caso bien distinto es, sin embargo, el de los epigramas de Marcial puesto que su actitud critica hacia la condicjén femenina hace que nos presente estereotipos que representan todos los uitia femimina (Sullivan, 1991: 198), con un lenguaje directo, en muchos casos soez", que supera las invectivas catulianas: ® Las traducciones de los textos latinos gon cll autor de este trabajo. ™ Moneda de escaso valor, 36 MMETAFORAS DE PERVERSIDAD Levinia, cuya castidad no cedia ni ante las antiguas sabinas, y eso que ella es mas triste que su severo marido, mientuas se suelta ya en el Lucrino, ya en el Averno y mientras se deja acariciar por las aguas de Bayas, estall6 en llamas y, abandonando a su esposo, fue detris de un joven. Vino Penélope, se marché He- Jena®, (Marcial, Epigramas 1.62). Los textos que vamos a analizar son literarios, no responden, pues, a legislacién © a testimonios fidedignos. Debemos tener esto muy en cuenta porque, si bien las acti- tudes femeninas que vamos a sefialar se identifican con un nombre 0 mejor dicho con un seud6nimo, lo que se nos cuenta no tiene por qué responder a una experiencia vital real, efectiva y exacta. Los poetas latinos, especialmente los que escriben poesia amo- rosa, idealizan su relacion de manera que estamos no ante los hechos reales de la amada sino ante la sublimaci6n idilica de su amor tanto en la felicidad como en el suftimiento. Asi, bajo el nombre de Lesbia, Cintia, Delia o Corina debemos entender que puede que s6lo haya una tinica amante o la suma de los escarceos amorosos del poeta; que tal vez haya un trasfondo de realidad en lo que cuenta o simplemente la poetizacion de sus descos incumplidos; que quiz4s sus amantes fuesen crucles 0 carifiosas en grado extre- mo o, simplemente, que el poeta idealiza el amor y el desdén de su amante (Luck, 1993: 121 y 141; Quinn, 1985: 275-284; Veyne, 1991: 95-96). En cualquier caso, y més alla del caracter real o no de estos poemas, si hay una intencién por presentarnos un tipo de mujeres muy determinado cuyas actitudes responden a un didlogo entre el poeta y su sociedad, de manera que el impacto de determinados versos sobre la moral comtin y legalmente aceptada era seguro y, probablemente, buscado. Los poetas en cualquier caso intentan evitar incumplir la legislacion vigente, especialmente la que afectaba a las relaciones intimas con mujeres libres. Aunque la legislaci6n anterior al Imperio es impor tante y algunos de los procesos contra la impudicitia de las matronas fueron muy cono- cidos (Cantarella, 1996: 94-99), Augusto marca un punto de inflexién a este respecto, pues, empefiado en una politica de regeneracion moral, dedic6 una parte muy impor- tante de sus esfuerzos a reprimir el libertinaje y restaurar las buenas costumbres para asi consolidar la familia. Por ello, junto a leyes que fomentaban el matrimonio y la natali- dad, como la Lex Iulia de maritandis ordinis 0 la Lex Papia Poppaea; promulgé otras que evitaran la ruptura de los matrimonios, como la Lex lulia de adultertis coercendis. Con esta tiltima, Augusto sacé el adulterio del Ambito privado y lo convirtié en delito publico. De esta manera, una adtiltera podia ser denunciada, en primer lugar, por su marido o por su padre y, pasados sesenta dias, por cualquier ciudadano mayor de vein- ticinco afios. Si se demostraba su culpabilidad, el pater familias tenia la potestad de Marcial 2:56 6 6.2 Bate verso de Marcial da titulo @ nuestro tabajo. -METAPORAS DE PERVERSIOAO 37 matar a su propia hija y a su amante; y el marido al amante de su esposa, pero no a ella Sin embargo, este castigo no era el mas frecuente, normalmente la pena consistia en que la esposa perdia la mitad de su dote y ella y su amante eran desterrados a islas diferen- tes —relegatio-. Por otro lado, también se establecié una norma sobre la fornicaci6n ile- gal stuprum, segin la cual el hombre podria mantener relaciones sexuales extrama- trimoniales siempre y cuando no fuese con ciudadanas tanto casadas como solteras 0 viudas, ni realizara practicas sexuales ilicitas, En cualquier caso, ambas legislaciones mantuvieron la posibilidad de que el hombre tuviese un doble comportamiento y dis- criminaron claramente a la mujer y s6lo asi puede entenderse que para burlar la legis- lacién de Augusto muchas romanas de la clase alta se inscribieran como prostitutas (Cantarella, 1991: 210-213; Carcopino, 1989: 109-137; Declareuil, 1958: 74-86, Pomeroy, 1987: 181-182; Syme, 1989: 556-558). En cualquier caso la insistencia de los poetas ele- giacos en que sus amantes eran esclavas o libertas no deja de ser un subterfugio para evitar cualquier denuncia y por intentar que, en cierta medida, sus versos parezcan menos escandalosos (Della Corte, 1982; Veyne, 1991: 97-122). Los autores de poesia personal conocen muy bien el ideal femenino preconizado por la costumbre romana y del que las inscripciones sepulcrales y los historiadores nos dan cumplida cuenta: domum seruauit, lanam fecit®. ¥ ellos mismos no se sustraen a esta tradicién, de manera que Propercio en la elegfa 4.11 escribe un elogio de Cornelia, esposa de Paulo Emilio Lépido ¢ hija de Publio Cornelio Escipién y Escribonia, que mas tarde contraerfa matrimonio con Augusto. Asi Propercio en el libro que consagra, en su mayor parte, al ensalzamiento de Roma y en la elegia que cierra su obra, a modo de renuntiatio de la mujer que hasta ahora habia cantado en sus elegias (La Penna, 1977: 94-95; Luck, 1974: 28-29), pone en boca de Cornelia: Me uni a tu talamo, Paulo, para separarme asi de él: que se lea en esta lépi- da ‘estuve casada con un solo hombre’. Te juro, Roma (...) de que ni atenué la ley de la censura ni vuesiros hogares se tuvieron que avergonzar por alguna falta mia. No fue Cornelia afrenta para tan grandes triunfos: antes bien, era digna de imitar en tan ilustre casa, Mi vida transcurri6 sin cambios, toda ella sin tacha: Respetados hemos vivido entre una y otra tea. La naturaleza me dio leyes que nacen de mi san- gre, y no podria ser mejor por miedo a un juez. Por severos que sean los votos que emita de mt la urna, ninguna mujer se avergonzar4 de sentarse a mi lado. (Propercio, Elegias 4.11.35-50). ® Sobre estos escritos puede leerse en este mismo volumen el trabajo cle Mt. D. Garca de Faso Carrasco. “No debe confundirse con la oélebre Cornelia, esposa de Escipién Emiliano, made de Tiberio y Sempronio Graco, que manifest6 que su mayor riqueza eran sus hijos y que @ la muerte de su marido permaneci6 uituina, es decir que le guar dé el luto y la fidelidad aun cuando no le faltaron Iucrativas ofertas de matrimonio. 38 METAPORAS DE PERVERSIDAD Tal y como nos lo describe el poeta, Comelia fue uniuira, cumpli6 con la pudict- ia y, todo ello, por convencimiento, por educacion y no por imposiciones legales miedo a los castigos, Desde la tea nupcial a la tea de la pira funeraria su vida transcu- 11i6 sine crimine. Pero, ademas Propercio nos presenta también las virtudes de la buena mujer en otras matronas no tan conocidas en su época ni vinculadas a familias de tanta autoridad moral como la de los Escipiones: {Oh Péstume, tres y cuatro veces dichoso con tu casta Gala! Con estas mane- ras digno serfas de otra esposa. {Qué harfa una joven mujer sin el freno de algan temor, cuando Roma es maestra de la lujuria? Pero vete tranquilo: a Gala no la rin- den los regalos, ni ella se acordar4 de tu rigurosidad. Pues en el dia en que los hados te devuelvan sano y salvo, la pudorosa Gala se colgard de tu cuello. Péstumo sera un segundo Ulises por su admirable esposa. (...) Elia Gala vence Ja fidelidad de Penélope. (Propercio, Hlegias 3.12.15-38). Como hemos visto, Péstumo se marcha de viaje pero no tiene nada que temer, pues la pudicitia de Gala, su esposa, no se vera alterada por los vicios de Roma. Su fide- lidad y su castidad en un ambiente propicio para sucumbir a las tentaciones* la con- vierten en un modelo que, incluso, supera a la legendaria Penélope. Por otro lado, el clogio a Atria, en el que Marcial nos muestra que esas uirtutes tradicionales a pesar del paso de los siglos siguen siendo las mismas, es atin més impactante puesto que la matro- na no se mantendr wniuira sino que conociendo la intencién de su esposo de suici- darse, ella lo hard antes para asi proporcionarle ante la duda el animo necesario: Alentregar la casta Arria a su querido Peto la espada que ella misma habia arrancado de sus entrafias, ‘si hay algo seguro — dijo- es que no me duele la herida que me hice, sino que la que tt vas a hacerte, esa, Peto, me duele”, (Marcial, Epi- gramas 1.13). Ahora bien, cabria preguntarse si estas virtuces que cantan en otras mujeres son las que los poetas elegiacos, descartemos por el momento a los epigramaticos, esperan de sus amadas. {Esperan, pues, Tibulo, Propercio y Ovidio que sus duefias sean puellae castae, puellae fideles, uniwirae Pues la respuesta es sy no (Hallet, 1973; Lieberg, 1997; Luck, 1974: 20-23), Tibulo nos sorprende con un pasaje dirigido a su Delia que nos re- cuerda el tradicional epitafio de Claudia y en el que claramente aboga por una amada casta y apegada a las tradiciones: ® Resulta especialmente significativo el ambiente descrito por el poeta dado que en la elegia 1.11.27-31 le pide a Cintia: “Pero ti abandona cuanto antes la comupta Bayas: estas playas traersn la separacion de muchos, playas que han sido ene migas de las jOvenes castas: jay, mueran las aguas de Bayas, asesinas del amox” (METAFORAS DE PERVERSIDAD 39. Pendtope melancéilica junto al telar con Telémaco® (Céramica Atica, circa 450 a.C.) Pero ti, te lo rego, permanece casta y que, como guardiana de tu sagrado pudor, te asista una anciana siempre atenta, Que ella te cuente historietas y, dis- puesta la lémpara, saque largos hilos de la repleta rueca. ¥ que alrededor de ella la joven, fija en sus pesadas tareas, poco a poco suelte labor, rendida por el suefto, :ntonces llegaré de repente, sin que nadie me anuncie antes, sino que parezca que lego a ti enviado del cielo, Entonces, tal cual estés, revueltos tus largos cabellos, sal a mi encuentro, Delia, con pie desnudo. Esto ruego, que la radiante Aurora nos traiga este resplandeciente dia en sus rosados caballos. (Tibulo, Blegias 1.3.83-94) Propercio, por su parte, espera de Cintia esas mismas virtudes y, por ello, le repro- cha constantemente que no responda a ninguna de elas. Asi resulta muy clarificadora Ja elegia 2.19 en la que la ausencia de Cintia no es motivo de tfisteza para el poeta que se separa de su amada, sino de tranquilidad porque va a un lugar en el que no puede sucumbir a ninguna tentacién —contrasta, por tanto, esta elegia con la dedicada a Gala que ya hemos comentado: * Penélope es el ejemplo mitico de la esposa casta y fel que teje para evitar el acoso de Jos pretendientes. Esta iconogra- fia tended cierta fortuna en el fmbito artistico, incorporando, ademis, @ los pretendientes -Pinturicchio (1509), Rossetti (4869) 0 Waterhouse (1912) 40 MutAORAS DE PERVERSIDAD ‘Aunque a mi pesar, Cintia, sales de Roma, me alegro de que vivas sin mi en campifias apartadas. Ningtin seductor joven habra en los castos campos que con sus halagos no te deje ser fiel, ninguna rifa se originaré ante tw ventana, ni tendras un mal suefio porque te reclamen, Estarés sola y contemplaras, Cintia, montes soli- tarios, el ganado y los linderos de! bumilde campesino. Alli ningin espectéculo podra corromperte, ni los templos, causa habitual de tus pecados, (Propercio, Hle- ‘pias 2.19.1-10). En Ovidio, sin embargo, no encontramos ilusiones de enamorado sino pragma- tismo erético. Al de Sulmona le preocupa mas que su amada encuentre en otzo place- res que él no le pueda proporcionar que respeto por las costumbre © la ley; la suya es una queja en la que priman los celos por encima de cualquier otra consideracién: Pero, infeliz, me atormento no sea que tal vez el otro haya tecibido besos tan buenos, y quisiera que no hubieran sido de buena marca. Ademds eran mucho mejores que los que yo le habia ensefado, y me parecid que les habia afiadido algo nuevo. Es una desgracia que me hayan gustado mas que de costumbre, que tu len- gua por entero se haya colado entre mis labios y la mia entre los tuyos, Y sin embar- go no s6lo esto me hace dafio: no me quejo tanicamente cle besos tan apasionados, aunque también me quejo de estos besos tan apasionados: estos jodidos besos, si no es en la cama, en ningiin otro sitio se pueden aprender; no sé qué maestro obtie~ ne tan buenos honorarios, (Ovidio, Amores 2.5.53-62). Como hemos podido comprobar, aunque con matices, los clegiacos tienen pre sente el ideal romano de mujer, la matrona, por lo que determinadas conductas y este- reotipos femeninos que leemos en sus elegias suponen una transgresi6n tanto de la moral como de la ley. Aunque en muchos casos resulta imposible delimitar las conductas de los estereotipos y viceversa, intentaremos, con una intencién pedagogica enumerar unos y otros, Comencemos, pues, por algunas de las mas relevantes conductas trans- gresoras de la mujer presentes en la elegia y el epigrama romano, partiendo de la legis- laci6n y, por tanto, de las conductas consideradas como delito, La primera de ellas debe ser, sin duda, el adulterio puesto que afecta no s6lo a la institucién del matrimonio y a las conductas relacionadas con el stuprum, sino también a la propiedad en tanto se considera también un delito las relaciones sexuales con una liberta, que mantuviese con su patrono algtin tipo de vinculo afectivo intimo. Con el stigo legal del adulterio se defiende ademés la legitima descendencia, un asunto de enorme relevancia social, politica y econémica en Roma. Los textos sobre el adulterio los encontramos ya en Catulo, puesto que Clodia, ya sea la esposa de Metelo Celer 0 cualquiera otra de sus dos hermanas (Deroux, 1973), son ciudadanas libres casaclas 0 en disposicion de estarlo, por lo que el delito es evidente. Sin embargo este poeta canta sin ningdn rubor sus amores con una matrona, aireando sus encuentros y, aunque bajo METAFORAS DE PERVERSIDAD. 41 el seud6nimo de Lesbia se escondia a la mayorfa la verdadera identidad de su amada en su circulo més cercano esta conducta era plenamente conocida. Asimismo, si en muchos de los poemas el estado civil -digamoslo asi- de Lesbia no se puede establecer, hay otros en donde su condici6n de casada es evidente: Delante de su marido Lesbia me maldice y al estipido esto le divierte muchi- simo. Bestia, gno te das cuenta? Si, olvidada de mf, callara, estaria curada: el que ahora grufia y me critique es que no s6lo se acuerda de mi, sino que, y esto es lo grave, esté enfacada conmigo, es decir que arde de pasién y por eso habla. (Catulo, Poesias 83). Sin embargo los elegiacos Tibulo, Propercio y parece que también Galo se ampa- raron en la condicién de libertas de sus amantes, de manera que estrictamente algunas de sus conductas, aun cuando eran evidentes infidelidades, no ceben considerarse co- mo adulterio®, sino como conductas esperadas en mujeres de baja condicion segiin la moral tradicional romana, de modo que resulta una actitud mas transgresora el serui- tium de los poetas, en la medida en que son ciudadanos libres voluntariamente some- tidos a una esclavitud®, Otro caso bien distinto es el de Ovidio en el que, aunque la exis- tencia de Corina es un asunto polémico (Luck, 1993: 158-160; Sabot, 1977: 443-459), vol- vemos a encontrar referencias directas al adulterio: jLaureles triunfales, venid alrededor de mis sienes! Vencimos: aqut sobre mi pecho tengo a Corina, ella a quien guardaban un marido, un guardiin y una puer- ta infranqueable, jtantos enemigos!, para que con ninguna artimana pudiera ser con- quistada, (Ovidio, Amores 2,12.1-4). Lo escandaloso en estos textos no es s6lo el hecho del adulterio sino la burla expli- cita al marido cornudo, que llega a su méxima expresion en boca del mismo Ovidio cuando le aconseja darle libertad absoluta a su esposa, porque la fidelidad es imposi- ble y porque asi, al menos, también obtiene beneficios, es decir, le invita a ejercer el lenocinio®: {Sino te gustaba un mujer a menos que fuera casta, para qué elegiste la her- mosa? Una y otra no pueden coexistir de ninguna manera Bn Marcial enconteamos ese mismos contenido en 3.26. El marido que conocia el adulterio de su esposa tenfa la obliga. cin de repudiarla so pena de lenocinio (Declaseuil, 1958: 81). Los clegiacos sustituyeron este concept por el foedus amoris, que inicia Catulo y desarrolla hasta su plenitud Propercio (Fasctano, 1982; La Penna, 1951). La esclavitud de amor, vineUlada al exclusus amatory a la puclla auara, goza de enorme fortuna entre los elegiacos latl- nos (Copley, 1947; Bedell, 1989; Lyne, 1979). 42 METAPORAS DE PERVERSIDAD Si tienes juicio, disculpa a la duefia, abandona esa cara tan severa, no recla- mes los derechos de un matido estricto y cultiva el trato de los amigos que te dé tu esposa—que te dar muchos-, Asi, con un minimo esfuerzo, mucho beneficio obtie- nes; asi podras siempre patticipar en los banquetes de los jévenes y ver en tu casa muchos regalos, que tu no le habras hecho. (Ovidio, Amores 3.4.41-48). ‘También en Séneca leemos un breve epigrama de final sorprendente, pues la con- fesion del adulterio sélo debe saberla... el esposo, que el poeta presenta, por tanto, como tun consentidor de las infidelidades de su esposa: Me obligas a prometerte, Gala, que no cuente el juramento. Ti misma jtra- me a tu yez que a nadie se lo diriis -es demasiado dura la ley, lo admito- a no ser que quieras decirsclo, Gala, a tu esposo. (Séneca, Epigramas 57). Fuera de estas relaciones amorosas, es decir, cuando los poetas cantan a otras mujeres que no son sus amadas, el registro cambia completamente y lo que antes era criticas a otros, en especial al marido, se vuelven invectivas hacia la mujer. El caso unas llamativo es el de Catulo que escribe el siguiente epigrama: En el primer consulado de Pompeyo, Cinna, dos frecuentaban a Mecilia ahora en su segundo consulado siguen siendo dos, pero se han multiplicado por mil cada uno. jFecunda semilla de adulterio! (Catulo, Poesias 113), Mas criticos y duros son los epigramas de Marcial dedicados al adulterio, pues el de Bilbilis hace elogios a los esfuerzos de Domiciano por la restauracién moral de Roma Quizas por ello, y por su actitud de azote de los vicios, sus versos sean mucho mis direc- tos (Rodriguez Herrera, 2003). Entre los muchos epigramas que Marcial dedica a esta conducta destacamos uno en el que se aprecia el doble rasero de la sociedad romana, pues mientras que un hombre si puede mantener relaciones sexuales con sus esclavos, a la matrona le estén completamente vedadas y no sélo por el escindalo moral que esto suponga sino por lo que afecta a la legitimacién de los hijos: Padre de siete hijos no libres, Cinna, te ha hecho Marulla: pues ninguno es tuyo, ni es hijo de un amigo o de un vecino, sino que concebidos en camastros y en esteras muestran en sus rasgos los engafios de su madre. Este moro que viene con el cabello rizado dice que ¢s un retofio del cocinero Santra; en cambio ése de nariz chata y labios bembones es el vivo retrato del luchador Panico. ¢Quién no ve que el tercero es hijo del panadero, en cuanto que conoce y ve al legaiioso Duma? El cuanto, de frente afeminada y tez brillante te naci6 de Ligdo, tu concubino: bene- "1a numeraci6n de los epigramas de Séneca sigue la conocida edici6n de C. Prato, MuvArORAS DE PERVERSIDAD 4B ficiate, si asi lo quieres, al hijo: no es un delito. Ese de cabeza picuda y grandes ore- jas que se mueven igual que la de los asnos quién discute que no es hijo del bufén Cirta? Las dos hermanas, una morena y otra pelirtoja, son de! flautista Croto y del granjero Carpo. Tendrfas ya entero él equipo de los hijos de Niobe, si Coreso y Din- dimo no fuesen eunucos. (Marcial, Epigramas 6.39). Vinculado al adulterio debe entenderse otra actitud de indudable transgresién moral que, sin embargo, hay que abordarla también desde una perspectiva legal, nos referimos a las abortistas. El aborto entre las esclavas y las libertas no estaba mal visto si era decidido por el duefio. Entre las mujeres libres el aborto era la tiltima soluci6n para evitar una descendencia ilegitima (Cantarella, 1991; 252-254; Pomeroy, 1987: 189- 191) ‘También en este caso encontramos que los poetas se contradicen y asi mientras Ovidio en Amores 2.14,5-6 afirma que “la primera que estableci6 la costumbre de des- prenderse de los tiernos fetos, habria merecido morir en su campafia’, justo en la ele- gia anterior manifiesta su alivio porque Corina haya abortado voluntariamente de un posible hijo suyo. Esta accién, como acabamos de decir, era algo aceptado entre escla- vas, pero totalmente rechazado entre matronas, que slo podia significar que la abor- tista evitaba el fruto de una relacion adiiltera: Por librarse temerariamente de Ia carga de su vientre hinchado, Corina yace enferma debatiéndose entre la vida y la muette, Merece que me enfade con ella por haber maquinado a mis espaldas”, por supuesto, una acci6n tan peligrosa, pero con el miedo se calma mi enfado, Sin embargo, de mi habia concebido o al menos asi lo creo: pues con frecuencia doy por sentaclo, lo que pudo ser. (Ovidio, Amores 2.13.1-6), Vinculado a estas dos conductas -adulterio y aborto- se encuentra la mala consi deracién social de las mujeres que bebian vino, pues para unos el vino era un abortivo y para otros, al beber, las mujeres perdian su necesaria reserva y podian cometer adul- terio (Cantarella, 1991: 203-204; Cantarella, 1996: 84-87). Por todo ello, la presencia de estas mujeres en los poetas no deja de representar una conducta transgresora, espe- cialmente si pertenecian a la clase alta, Un texto muy conocido son los versos catulia- nos dedicados a Postumia, que se ha identificado con la esposa de Servio Sulpicio Rufo, cOnsul en el 51 a.C. y amante de Julio César (Fordyce, 1961: 158): Joven escanciador del afiejo Falerno® Iléname la copa de uno mis recio, como lo manda la ley de Postumia, nuestra anfitriona, mas borracha que una uva Ta queja de Ovidio, quizés, deba entenderse también como un enfado por haber abortado sin peditle petmiso a él que era el Gnico que podia legalmente dar el consentimiento, © BI falerno es un tipo de vino fuerte cuyo nombre responde a una especie de denominacién de origen como en la 2etua- lidad tigja, porto 0 burdeos. 4 ‘METAFONAS DE PERVERSIDAD borracha, Pero vosotras, aguas, perdici6n del vino, marchaos de aqui a donde os dé a gana, y salid corriendo junto a hombres serios: aqui slo hay vino del mismi- simo Baco. (Catulo, Poesfas 27). Sin embargo los versos que mejor recogen esta relacién del vino con la infideli- dad femenina y que, ademas, presentan una “inaceptable” actitud condescendiente con esta conducta femenina los encontramos en Propercio: Con el vino muere la belleza, con el vino se marchita la juventud, con el vino a menudo la amante no reconoce a su hombre, ;Desgraciado de mf! jNada la ha cambiado el mucho vino! Bebe ya: eres hermosa: nada te perjudican los vinos, cuan- do guirnaldas que cuelgan se deslizan en tu copa y lees mis poemas con languida you, que tu mesa se humedezca al derramarse en abundancia el Falerno y haga sua- ves espumas en la dorada copa. Sin embargo, ninguna se retira con gusto sola al lecho: hay algo que Amor 0s empuja a buscar, Siempre es mAs intensa la pasion en ausencia de los amantes: el placer prolongado cansa a los hombres asiduos. (Pro- percio, Blegias 2.33b.33-44) Las diferentes leyes sobre el adulterio o el stuprum evidencialsan una doble moral, puesto que al hombre, como hemos visto, no se le impedfa ni legal ni moralmente la fornicaci6n con esclavas, libertas o prostitutas, todas ellas consideradas de baja condi- cién. En esta linea debemos entender los versos de Propercio: Al contrario, me gusta la que camina libre con manto hacia atrés y no es cus- todiada por el temor de sus guarcianes. Esa que a menudo desgasta la via Sacra con enlodadas sandalias®, y no pone reparos a quien quiera acercérsele; ésta nunca se hard de rogar ni, charlatana, te pedir lo que un padre avaro deploraria siempre haberte dado, y no dird: “Tengo miedo, date prisa en levantarte, por favor. Infeliz de mi, hoy viene mi marido del campo”. Me agradan las j6venes que envi6 el Eufta- tes y el Orontes: No quisiera engafios en un lecho conyugal. (Propercio, Blegias 2.23,.13-22). A la luz de lo expuesto hasta ahora, es evidente que, pese a los intentos por limi- tar sus acciones, la libertad de las mujeres romanas era un hecho, aunque para ello tuvie- sen que inftingir o burlar la ley. Ante esta realidad las actitudes sexuales de algunas muje- res de clase alta fueron tachadas de prostitucién (Cantarella, 1991; 242-252), En esta linea se van a expresar los autores de epigramas y, asi, Catulo tras la ruptura definitiva con Lesbia olvida sus momentos de pasion amorosa y atremete contra ella con estos versos*: En Roma la prostitucién se ejercia habitualmente cn la calle, como lo testimonian los abundantes grafitos pompeyanos sobre esta profesién “Bn la misma linea Catulo 37, MBsTAFORAS DE PERVERSIDAD 6 Celio, mi Lesbia, aquella Lesbia, la famosa Lesbia, a quien Catulo quiso mas que a si mismo y que a todos los suyos, ahora en las esquinas y callejuelas se la mama a los nietos del magndnimo R6mulo. (Catulo, Poestas 58). Marcial, también, recurre a los mismos argumentos, aunque en su descargo hay que decir que no ofrecié nunca una vision condescendiente de estas matronas libetadas: Lelia, aunque no vives en Fifeso, ni en Rodas o Mitilene, sino en una casa en el barrio patricio y aunque tu madre, que nunca se maquill6, desciende de los colo- rados etruscos, y tu rudo padre de Aricia, me agobias con tus: ‘duefio mio, miel mia, alma mia‘, qué vergiienza! Ni conciudadana de Hersilia y de Egetia. Que estas palabras las escuche una cama, y no una cama cualquiera, sino la que una amante ha preparado para su insaciable amigo. Quieres saber de qué manera habla una casta mairona? ZEs que, cuando te contoneas, puedes set més cautivadora? Pues, aunque aprendas ¢ imites toda la lujuria de Corinto, sin embargo, Leila, no seras del todo una Lais, (Marcial, Apigramas 10.68). Dentro de este ambito de cardcter legal hemos de tener en consideraci6n la legis- lacién romana sobre la riqueza de las mujeres que desde la época de las guerras PGnicas se puso en vigor y que a lo largo de la reptiblica y posteriormente durante el imperio fueron derogacas, reinstauradas 0 reformadas, pero que, en definitiva, muestran el inte- rés dle los dirigentes romanos por limitar la ostentaci6n y la posesién de bienes por parte de las mujeres (Cantarella, 1996: 119-132). Esta actitud masculina tuo amplio reflejo en. la poesia personal ya como critica a las mujeres en los epigramas ya como parte de elo- gios a la belleza natural en las elegfas. Entre los elegiacos se critica la ostentacion de la riqueza porque oculta la belleza natural de la amada y asi Propercio nos dice: se qué sirve, vida mia, ir con el cabello dorado y mover los delicados plie- gues de un vestido de Cos, o de qué rociar la cabellera con mirra del Orontes, y venderte con productos extranjeros, y perder la belleza natural con complementos comprados, y no permitir que tu cuerpo luzea con sus encantos naturales? Créeme, no existe cosmético alguno para tu belleza: Amor, desnudo, no ama la belleza arti- ficial, (Propercio, Hlegias 1.2.1-8). Sin embargo en Marcial lo que se critica es la posibilidad de que un hombre esté econémicamente por debajo de su esposa, algo que ya era habitual durante el imperio: Estas expresiones carinosas las dice Lelia en griego. Dado que las prostitutas més apreciadas eran las griegas, Marcial ya ‘nos anticipa la catadura moral de esta matrona romana, “fais era uta famosa prostituta de Corinto de época hielenttica, Su utilizacién como estereotipo de conductas impropins cera muy frecuente y ast la encontramas también en Propercio 2.6.1 0 en Ovidio Amores 1.5.12, 46 -MBTAPORAS DE PERVERSIDAD ‘Me preguntdis por qué no quiero casarme con una tica? No quiero ser la mujer de mi mujer. Sea la matrona, Prisco, inferior a su marido: de otra manera no llegan a ser iguales el hombre y la mujer. (Marcial, Epigramas 8.12). Otra conducta femenina que se sittia tanto en el Ambito legal como en el moral es el delito de incesto. Entre los romanos el incesto -sanguinis contumelia- dio lugar a severas prohibiciones de matrimonio entre parientes, incluso, en sexto o séptimo gtado®, Fl delito de incesto se castigaba obligando al suicidio y, a partir del siglo La. C., atrojando al condenado desde la roca Tarpeya (Declareuil, 1958: 78-79; Guillén, 1977: 130). Un ejemplo de esta consideracién del incesto como delito entre parientes y no solo entre hijos y padres o entre hermanos es el epigrama de Catulo, del denominado ciclo de Gelio en el que ctitica a Lucio Gelio Publicola, cénsu! en el 36 a.C. (Fordyce, 1961: 403), de mantener relaciones con su madre, su hermana y su tia {Qué hace Gelio, el que se excita con su madre y su hermana y en pelotas pasa las noches en vela? Qué hace el que no deja ser marido a su tio? Ya sabes qué ‘enorme delito ests cometiendo? (Catulo, Poesias 88.1-4), En este ciclo catuliano la tonica no es de critica directa a la mujer sino al hombre, influido ademas por el hecho de que Gelio pertenecia al partido de Clodio, al que Catulo tiene un especial odio puesto que también fue rival en sus amores con Clodia-Lesbia, aun cuando eran hermanos*. Sin embargo, fuera de este ambito de la rivalidad amoro- sa y politica encontramos un epigrama en el que se critica a Aufilena por su incesto; es decir, que, ahora sf, la invectiva es contra una mujer: Aufilena, pasar la vida con su Gnico esposo es para las casadas el mayor elo- gio entre los elogios: pero para una mujer es mejor ponerse debajo de cualquiera antes que parir de su tio primos hermanos. (Catulo, Poesias 111) En este epigrama, contribuye a la eficacia de la critica el primer distico en el que se hace un elogio de la mujer casta, para en el segundo afirmar que es preferible el adul- terio que el incesto. También en Séneca encontramos otra invectiva contra una mujer, que es un ciimulo de witia feminina: rica y manisrota, hermosa e impidica, mentirosa y polémica: Eres hermosa -lo admito- rica, generosa, llena de encantos; por completo lo admito todo, si quieres, Pero concédeme esto; en verdad eres poco casta, fuiste sor- © A lo largo del Imperio la Iegislaci6n se atenu6 permitiéndose matsimonios entre tos y sobrina: 1a. la linea directa EL Lesbio del este poema se ha identificado con Publio Clodio Polcer: "Lesbio es guapo.

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