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SUPERRCLE Nicholas Car Foto: Joanie Simon Nicholas Carr es autor de los lisros El gran interruptor (2008) y Las tecnologias de la informa- ci6n, éSon realmente una ventaja competi- tiva? (2004), y ha escrito para The Atlantic, The New York Times, The Wall Street Jour- nal, Wired, The Guardian, The Times of London, The New Republic, The Financial Times y Die Zeit, entre otras muchas publi- caciones, www.nicholasgearr.com wwwtheshallowsbook.com Otros titulos publicados enesta coleccion NICHOLAS A. CHRISTAKIS Y JAMES H. FOWLER Conectados AMARTYA SEN La idea de /a Justicia MALCOLM GLADWELL Lo que vio el perro DANIEL COHEN La prosperidad de! mal CARLO ALBERTO BRIOSCHI Breve historia de la corrupcién JUAN GOYTISOLO Blanco White, E1 Espafiol y la independencia de Hispanoamérica TONY JUDT Algo va mat DANIEL JONAH GOLDHAGEN Peor que la guerra GEORGE SOROS Mi filosofia NOAM CHOMSKY EILAN PAPPE Gaza en crisis PETER SINGER Liberacidn animal VUI en IVIALLY {QUE ESTA HACIENDO INTERNET CON NUESTRAS MENTES? ‘«éGoogle nos vuelve estUpidos?» Nicholas Carr condensé asi, en el titulo de un célebre articulo, uno de los debates més importantes de nuestro tiempo: mientras disfrutamos de las bondades de la Red, £es- tamos sacrificando nuestra capacided para leer y pensar con profun- didad? En este libro, Carr desarrolla sus argumentos para crear el mas ravelador andlisis de las consecuencias intelectuales y culturales de Internet publicado hasta la fecha. Nuestro cerebro. como demuestran evidencias cientificas @ hist6- rieas, cambia en respuesta a nuestras experiencias, y la tecnologia ‘que usamos para encontrar, almacenar y compartir informacion pue- de, literalmente, alterar nuestros procesos neuronales. Ademés, cada tecnologia de la informacién conileva una ética intelectual. Asi como el libro impreso servia para centrar nuestra atencién, fomentando el pensamiento profundo y creativo, Intemet fomenta el picoteo rapido y distraido de pequefios fragmentos de informacién de muchas fuen- tes, Su etica es una etica industrial, de la velocidad y la eficlencle. La Red nos esta reconfigurando a su propia imagen, volviéndonos mas nabiles para manejar y ojear superficialmente la informacion pe- ro menos capaces de concentracion, contemplacion y reflexion. Este libro cambiars pare siempre nuestro modo de entender y aprovechar las nuevas tecnalogias, “«Absorbente y perturbador. Todos bremoamos sobre cémo Internet nos ests convirtiende, y especialmente a nuestros hijes, en cabezas de cher- Tito ocelerados ¢ Incapaces de meditaciones profundas. No es ninguna broma, insiate Carr, y a mime hs convencido.n JOHN HORGAN, Wail Street Journal «Una réplica calmada y elocuente a aquellos aue afirman ave Ia cultura di- pital es inofensiva, que afirman, de hecho, que nos astamos volvienda mas listos cada minuto que pasa simplemente porque podemos conectarnos a Un ordenador y dojarnes llevar por un interminable carrusel de links.» JULIA KELLER, Chicago Tribune r i www aditorialtauruscom olraase7lsa0754 SUPERFICIALES —— NICHOLAS CARR SUPERFICIALES 2Qué esta haciendo Internet con nuestras mentes? Traduccién de Pedro Cifuentes TAURUS — PENSAMIENTO owt origin: he Shaina. Wha the tert i Ding ta Our Brain, Dubliesde por W. W, Norton, @Nicholas Cary, 2010 ©De la traducci6n: Pedro Cifuentes © De esta edicion 2011, Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A. Calle 80 No. 9-69 Teléfono: (571) 699 60 00 Bogoti, Colombia ‘* Aguilar, Akea, Taurus, Alfaguara, 8. A, Ax, Leandro N. Alem 720 (1001), Buenos Aires © Santillana Ediciones Generales, 8. A. de G. ¥. Avenida Universidad 787, Colonia del Valle, ‘09100 México, DF. ‘+ Santillana Ediciones Generales, §.L.. ‘Torrelaguna, 60, 28943, Madrid Diseiio de cubierta: Ben Wiseman ISBN orSontrstor Impreso en Colombia Printed in Cilombia Primeraedicién en Colombia, febrero de 2011 Todos os derechos reservados. yea publicacn no puede ser reproducida en toda ei en part, niregitradi ea, otransmitide por on sistema de reeuperacien Aeiformaclén, en ninguna forme ti por singin medio, sea mecinieo, fotoquimic, electronica, magne, lectrosptic, por lowxopia, {9 eualqnierotz sin el permisn previa oreseritode la editor, Ami madre ya la memoria demi padre —— INDICE DE CONTENIDOS Prologo. El perro guardian y el ladrén 1. HAL yyo. 2. LOS CAMINOS VITALES .. Digresiin sobre qué piensa el cerebro cuando piensa acerca de si mismo. 9. LAS HERRAMIENTAS DE LA MENTE 4. LA PAGINA PROFUNDIZADA Digresién sobre Lee de Forest st increible audiin. UN MEDIO DE LA NATURALEZA MAS GENERAL. ). LA VIVA IMAGEN DEL LIBRO 7. MENTALIDAD DE MALABARISTA Diggesién sobre el crecimiento de las pnentuacion ten los tests de inteligencia. 8. La IGLESIA DE GOOGLE. gy. Busca, MEMORIA Digresion sobre la escritura de este libro. 10, ALGO COMO YO Epflogo. Los elementos humanos... Notas. Lecturas recomendadas Agradecimientos Indice analitico. Yen medio de esta amplia quictuad ‘un saniuario rosécen vestiré con el ensejado interminable de un cerebro activo... ‘Jou Keats, «Oda a Psyche» ee a PROLOGO EL PERRO GUARDIAN Y EL LADRON Eqn 1964, justo cuando los Beatles preparaban su invasién-del espectro radiofénico estadounidense, Marshall McLuhan pu- blicé Comprender los medios de comunicacion: las extensiones del ser humano y se transforms de académico desconocido a estrelia. Profético, aforistico y alucinante, el libro era un producto per- fecto de los aiios sesenta, esa década ya distante de viajes lisér- gicos y expediciones lunares, de viajes interiores y exteriores. ‘omprender los medios de comunicacién fue en realidad una profe- cia, y lo que profetizaba era la disolucién de la mente lineal. McLuhan declaraba que los «nedios eléctricos» del siglo xx —teléfono, radio, cine, television— estaban resquebrajando la tirania del texto sobre nuestros pensamientos y sentidos, Nues- tras ments aisladas y fragmentadas, encerradas durante siglos cn la lectura privada de paginas impresas, se estaban comple- tando de nuevo, fusiondndose en el equivalente global de una aldea tribal. Estabamos acercdndonos a «la simulacién tecnold- gica de la consciencia, cuando el proceso creative de conocer sera extendido colectiva y corporativamente a la totalidad de la sociedad humana». Incluso en la cima de su fama, Comprender los medios de comu- nicacién fue un libro mas debatido que leido. Hoy se ha conver- tido en una reliquia cultural, reservada a cursos universitarios sobre comunicacién. Pero McLuban, que tenia tanto de show- ‘man como de erudito, era un maestro en el arte de acuiiar fra- ses, y una de ellas, aurgida de las paginas del libro, pervive en forma de refran popular: «El medio es el mensaje». Lo que se ha olvidado en nuestra repeticién de este aforismo enigmatic es que McLuhan no estaba s6lo reconociendo (y celebrando) el poder transformador de las nuevas tecnologias de la comu- nicaci6n. También estaba emitiendo un aviso sobre la amena- za que plantea ese poder, y el riesgo de no prestar atencién a esa amenaza, «La tecnologia eléctrica esta a las puertas —escri- bi6—y estamos entumecidos, sordos, ciegos y mudos sobre su encuentro con la tecnologia Gutenberg, aquella sobre y a tra- vés de la cual se formé el American way of lifer?, McLuhan comprendié que siempre que aparece un nuevo medio, la gente queda naturalmente atrapada en Ia informa. cién —el «contenido»— que lleva. Le importan las noticias del periédico, la musica de la radio, los programas de la televi- sion, las palabras pronunciadas por la persona que habla al otro lado del teléfono, La tecnologia del medio, por muy des- Tumbrante que pueda ser, desaparece detras de todo aquello que fluya por él —datos, entretenimiento, educaci6n, conver- sacién—, Cuando la gente empieza a debatir (como siempre hace) sobre si los efectos del medio son buenos o malos, discu- ten sobre el contenido, Los entusiastas lo celebran; los escép- ticos lo denuncian. Los términos de la discusién han sido practicamente iguales para cada medio informativo nuevo, re- trotrayéndose al menos hasta los libros salidos de la imprenta de Gutenberg. Los entusiastas, con motivo, alaban el torrente de contenido nuevo que libera la tecnologia, y lo ven como una sefial de «democratizacién» de la cultura. Los escépticos, con motivos igualmente validos, condenan la pobreza del conteni- do, observéndolo como una sefial de «decadencia» de la cul tura. El Edén abundante de una parte es la inmensa tierra bal dia de la otra. Internet ha sido el iiltimo medio en suscitar este debate. El choque entre entusiastas web y escépticos web, desarrollado durante las dos iiltimas décadasa través de docenas de libros y articulos, y miles de posts, videos y podcasts, se ha polarizado como nunca, con los primeros que anuncian una nueva era “4 —— Pab.o00 dorada de acceso y participacién y los segundos que presagian una nueva era oscura de mediocridad y narcisismo. El debate lu sido importante —el contenido si importa—, pero al bas- cular sobre ideologias y gustos personales ha legado a un ca- llgjén sin salida. Las opiniones se han vuelto extremistas; los ataques, personales. «jLuditas!», acusa el entusiasta, «/Filiteos!», rezonga el escéptico. «jCasandral». «jPollyanna!», Lo que no ven ni los entusiastas ni los escépticos es lo que McLuhan si vio: que, a largo plazo, el contenido de un medio importa menos que cl medio en si mismo a la hora de influir en nuestrosactos y pensamientos. Como ventana al mundo, y 4 nosotros mismos, un medio popular moldea lo que vemos y cémo lo vemos —y con el tiempo, si lo usamos lo suficiente, nos cambia, como individues y como sociedad—. «Los efectos de la tecnologia no se dan en el nivel de las opiniones o los conceptos», escribié McLuhan. Mas bien alteran «los patro- nes de percepci6n continuamente y sin resistencias’. El show- manexagera en aras de enfatizar su argumento, pero el argu- mento es vilido. Los medios proyectan su magia, o su mal, en cl propio sistema nervioso. Nuestro foco en el contenido de un medio puede impedir- nos ver estos efectos profundes. Estamos demasiado ocupa- dos, distraidos o abrumados por la programacion como para advertir lo que sucede dentro de muestras caberas. Al final, aacabamos fingiendo que la tecnologia en si misma no tiene mayor importancia. Nos decimos que lo que importa es cémo la utilizamos. La presuncién, reconfortante en su arrogancia, es que controlamos. La tecnologia sélo es una herramienta, inerte hasta que la tomamos ¢ inerte de nuevo cuando la solta- mos. McLuhan cité un pronunciamiento autocomplaciente de David Sarnoff, cl magnate mediatico pionero de la radio en la RGA y de la televisi 6n en la NBC. En un discurso en la Univer sidad de Notre Dame en 1955, Sarnoff deseché las criticas so- bre los medios de masas con los que habfa construido su imperio y su fortuna, Retiré toda culpa sobre los efectos secun- atti 1B Sure actaias darios de las tecnologias y los adjudicé a los oyentes y especta- dores: «Somos demasiado propensos a convertir los instru- mentos tecnolégicos en chivos expiatorios por los pecados de aquellos que los cometen. Los producios de la ciencia mo- derna no son en sf mismos buenos 0 malos; es el modo en que se usan el que determina su valor». McLuhan se burlaba de esa idea, reprochando a Sarnoff que hablara con «la voz del sonambulismo actual». Cada nuevo medio, entendia McLuhan, nos cambia. «Nuestra respuesta convencional a to- dos los medios, en especial la idea de que lo que cuenta es cémo se los usa, es la postura adormecida del idiota tecnolé- gico», escribié. El contenido de un medio es sélo «el trozo jugoso de carne que leva el ladrén para distraer al perro guardian de la mente». Nisiquiera McLuhan podria haber anticipado el banquete que nos ha proporcionado Internet: un plato detras de otro, cada uno mas apetecible que el anterior, sin apenas momen- tos para recuperar el aliento entre bocado y bocado. A medi- da que los ordenadores conectados han menguado de tama- io hasta convertirse en iPhones y BlackBerrys, el banquete se ha vuelto movil, disponible siempre y en cualquier lugar. Esta en casa, en el coche, en clase, en la cartera, en nuestro bolsi- lo, Incluso la gente que sospecha de la influencia irreprimi- ble de la Red pocas veces permite que su preocupacién inter- fiera con el uso y disfrute de fa tecnologia. El critico de cine David Thomson observé que «las dudas pueden considerarse débiles ante la certidumbre del medio»®. Hablaba sobre el cine y c6mo proyecta sus sensaciones y sensibilidades no s6lo sobre la pantalla, sino sobre nosotros, la audiencia absorta y complaciente. Su comentario se aplica incluso con mayor fuerza a la Red, La pantalla del ordenador aniquila nuestras dudas con sus recompensas y comodidades. Nos sirve de tal modo que resultarfa desagradable advertir que también es nuestra ama. 1. HAL y yo Detente, Dave. Detente, por favor... Dave, detente. Puedes parar?». Asi suplica la supercomputadora HAL al implacable astronauta Dave Bowman en una secuencia célebre y conmo- yedora hacia el final de la pelicula 2001: una odisea en el espacio, de Stanley Kubrick. Bowman, a quicn la maquina averiada casi ha enviado a una muerte interestelar, esta desconectando cal- mada y friamente los circuitos de memoria que controlan su cerebro artificial. «Dave, mi mente se esta yendo —dice HAL con tristeza—. Puedo sentirlo, Puedo sentirlo». Yo también puedo sentirlo. Durante los tiltimos arios he te- nido la sensacidn incémoda de que alguien, o algo, ha estado trasteando en mi cerebro, redisefando el circuito neuronal, reprogramando la memoria. Mi mente no se esté yendo —al menos, que yo sepa—, pero esta cambiando. No pienso de la forma que solfa pensar. Lo siento con mayor fuerza cuando leo. Solia ser muy facil que me sumergiera en un libro o un articulo largo. Mi mente quedaba atrapada en los recursos de la narrativa o los giros del argumento, y pasaba horas surcan- lo vasias extensiones de prosa. Eso ocurre pocas veces hoy. Ahora mi concentracién empieza a disiparse después de una pagina o dos. Pierdo el sosiego y el hilo, empiezo a pensar qué otra cosa hacer. Me siento como si estuviese siempre arrastran- «lo mi cerebro descentrado de vuelta al texto. La lectura pro- fiunda que solfa venir naturalmente se ha convertido en un es- fuerzo, Sioneretanen Creo que sé lo que pasa. Durante mas de una década ya, he pasado mucho tiempo online, buscando y navegando y a veces afiadiendo contenido a las grandes bases de datos de Internet, La Web ha sido un regalo del cielo para mi como escritor, In- yestigaciones que anteriormente requerian dias por las estan- terias de hemerotecas o bibliotecas pueden hacerse ahora en cuesti6n de minutos. Unas pocas biisquedas en Google, algu- nos clics rapidos en hipervinculos, y ya tengo el dato definitive © la cita provechosa que estaba buscando. No podria ni empe- zar a contabilizar las horas 0 los litros de gasolina que me ha ahorrado la Red. Resuelvo la mayoria de mis trémites banca- tios y mis compras en la Web. Utilizo mi explorador para pagar facturas, organizar mis reuniones, reservar billetes de avién y habitaciones de hotel, renovar mi camé de conducir, enviar invitaciones y tarjetas de felicitacién. Incluso cuando no estoy trabajando, es bastante posible que me encuentre escarbando en la espesura informativa de la Web: leyendo y escribiendo emails, analizando titulares y posts, siguiendo actualizaciones de Facebook, viendo videos en streaming, descargando musica © sencillamente navegando sin prisa de enlace a enlace. La ‘Web se ha convertilo en mi medio universal, el conducto para Ja mayoria de la informacién que fluye por mis ojos y oidos ha- cia mi mente. Las ventajas de tener acceso inmediato a una fuente de informacién tan increfblemente rica y facilmente es- crutable son muchas, y han sido ampliamente descritas y justa- mente aplaudidas. «Google —dice Heather Pringle, redactora de la revista Archaeology— es un don asombroso para la huma- nidad, que retine y concentra informacién e ideas que antes estaban tan ampliamente diseminadas por el mundo que prac ticamente nadie podia beneficiarse de ellas»!, Seguin Clive Thompson, de Wired, «la memoria perfecta del silicio puede ser un don enorme para el pensamicnto»’. Los beneficios son reales, Pero tienen un precio. Como su- geria McLuhan, los medios no son s6lo canales de informa- cin. Proporcionan la materia del pensamiento, pero también modelan el proceso de pensamiento, Ylo que parece estar ha- MALY Yo ciendo la Web es debilitar mi capacidad de concentracién y contemplacién. Esté online o no, mi mente espera ahora ab- sorber informacion de la manera en la que la distribuye la Web: en un flujo veloz de particulas. En el pasado fui un buzo en un mar de palabras. Ahora me deslizo por la superficie como un tipo sobre una moto acuitica. Quiza soy una aberracién, un caso extraordinario. Pero no parece que sea el caso, Cuando menciono mis problemas con la lectura a algtin amigo, muchos dicen que sufren de afliccio- nes similares. Cuanto més usan Internet, més tienen que es- forzarse para permanecer concentrados en textos largos. Al- xunos estén preocupados por conyertirse en despistados cr6nicos. Bastantes de los blogueros que conozco han men- cionado el fenémeno. Scott Karp, que solfa trabajar en una revista y ahora escribe un blog sobre medios online, confiesa «que ha dejado de leer libros completamente. «Estudié Litera- (ura en la universidad, y era un lector voraz de libros —escri- he—. 2Qué ha pasado?». Especula con la respuesta: «2Y si toda mi lectura es ondineno tanto porque ha cambiado el modo en cl que leo, es decir, por pura conveniencia, sino porque el imodo en el que PIENSO ha cambiado?»". Bruce Friedman, que bloguea sobre el uso de ordenado- res en la medicina, también ha descrito como Internet esta alterando sus habitos mentales. «He perdido casi completa- mente la capacidad de leer y absorber un articulo largo en pantalla 0 en papel», reconoce*. Patdlogo de la facultad de Medicina de la Universidad de Michigan, Friedman desarro- Id este comentario en una conversacién telefénica conmigo. Su pensamiento, dijo, ha adquirido una cualidad stacatto, que {Ieja el modo en el que capta répidamente fragmentos cor tos de texto desde numerosas fuentes online. Ya no puedo leer Guerra y paz —admite—. He perdido la capacidad de ha- cerlo, Incluso un post de mas de tres o cuatro parrafos es de- ado para absorber. Lo troceo». Philip Davis, un doctorando en Comunicacién por la Uni- versidad de Cornell que colabora en el blog de la Sociedad de Publicaciones Académicas, recuerda un tiempo, alld por los afios noventa, en el que ensefié a una amiga a usar un ex- plorador de Internet. Dice que se quedaba «alucinado» y «hasta irritado» cuando la mujer se detenia para leer el tex- to en las paginas que se encontraban. «jNo se supone que debes leer las paginas web, sino simplemente hacer clic en las palabras con hipervinculo!», la regaaba. Ahora, escribe Davis, «leo mucho, o al menos deberia estar leyendo mu- cho, pero no lo hago. Acorto. Hago scrolling. Tengo muy poca paciencia para los argumentos largos, trabajados, ma- tizados, a pesar de que acuse a otros de dibujar un mundo demasiado sencillo»®. Karp, Friedman y Davis todos hombres educados con vo- cacién de escribir— se muestran relativamente animados so- bre el declive de su capacidad para leer y concentrarse. Des- pués de todo, dicen, los beneficios que obtienen de usar la Web —acceso rapido a montones de informacién, herramien- las potentes de biisqueda y filtrado, una forma facil de com- partir sus opiniones con un piiblico pequeito pero interesa- do— compensan Ia pérdida de su capacidad para sentarse twanquilamente y pasar las paginas de un libro o una revista. Friedman me dijo, en un email, que «nunca ha sido tan creati- vor como en los tiltimos tiempos, y que lo atribuye a «su blog y Ja posibilidad de revisar/escanear “toneladas” de informacién en la Web». Karp esta convencido de que leer muchos frag- mentos pequeiios e interconectados de informacién en Inter- net es una forma més eficiente de expandir su mente que leer «libros de 250 paginas», aunque sefiala que «no podemos reconocer todavia la superioridad de este proceso interco- nectado de pensamiento porque estamos midiéndolo a par tir de nuestro antiguo proceso lineal de pensamiento»’. Davis reflexiona: «Internet puede haber hecho de mi un lector me- nos paciente, pero creo que en muchos aspectos me ha hecho més inteligente. Mas conexiones a documentos, artefactos y personas implican mas influencias externas en mi pensamien- to y, por tanto, en mi escritura»’, Los tres saben que han sacri- HALY vo ficado algo importante, pero no regresarian al estado anterior «le las cosas. Para algunas personas, la mera idea de leer un libro se ha vuelto anticuada, incluso algo tonta—como coser tus propias camisas 0 descuartizar una vaca—. «No leo libros», dice Joe O'Shea, ex presidente del cucrpo de estudiantes en la Univer- xidad de Florida State y beneficiario de la beca Rhodes en. 2008. «Acudo a Google, donde puedo absorber informacion relevante rapidamente>. O'Shea, diplomado en Filosofia, no ve razon alguna para atravesar capitulos de texto cuando lleva im minuto o dos escoger los pasajes pertinentes a través de Google Book Search. «Sentarse y leer un libro de cabo a rabo no tiene sentido —afirma—. No es un buen uso de mi tiempo, ya que puedo tener toda la informacién que quiera con mayor rapidez a través de la Web», Cuando aprendes a ser «un caza- dor experimentado» en Internet, explica, los libros son super- Alias*. O'Shea parece ser més Ia regla que la excepcién. En 2008, una firma de investigaci6n y consultoria Hamada nGenera pu- hlicd un estudio sobre los efectos de Internet en la poblacion Joven, La compaiiia entrevist6 a unos seis mil miembros de lo que llama «generacién Web» (niiios que han crecido usando Internet), *. En una charla de una reciente reunion Phi Beta Kappa, la profesora de la Uni- versidad de Duke Katherine Hayles confes6: -Ya no puedo conseguir que mis alumnos lean libros enteros»"®. Hayles en- neiia inglés; los estudiantes de los que habla son estudiantes de Literatura. La gente usa Internet de muchas maneras diferentes. Algu- nus personas han adoptado ansiosa, incluso compulsivamente, lua tiltimas tecnologias. Mantiencn cuentas con una docena, 0 mix, de servicios onlins, y estén suscritas a multitud de feeds de informacién. Bloguean y ctiquetan, mandan mensajes y tweets. A otras no les importa mucho estar a la tltima, pero de todas formas estan onlinela mayor parte del tiempo, tecleando en su ordenador de sobremesa, su portitil, su teléfono mévil. La Web se ha convertido en una parte esencial de su trabajo, sus estudios o su vida social, y muchas veces de los tres. Todavia hay gente que se conecia sélo algunas veces al dia —para compro- bar su correo, seguir alguna noticia, investigar sobre algdin tema de interés o hacer alguna compra—. Y hay, por supuesto, muchas personas que no utilizan Internet para nada, ya sea porque no pueden permitirselo o porque no quieren, Lo que esta claro, sin embargo, es que para la sociedad en su conjunto la Web se ha convertido, en tan s6lo los veinte aftos transcurri- dos desde que el programador de sofivare Tim Berners-Lee es- cribiera el cédigo para la World Wide Web, en el medio de co- municaci6n e informacién preferido. La magnitud de su uso no tiene precedentes, ni siquiera segtin los estandares de los medios de comunicacién de masas del siglo xx. El ambito de su influencia es igualmente amplio. Por eleccin o necesidad, hemos abrazado su modo caracteristicamente instantaneo de recopilar y dispensar informacién, Pareciera que hemos llegado, como anticipé McLuhan, aun momento crucial.en nuestra historia intelectual y cultural, una fase de transicién entre dos formas muy diferentes de pensamiento. Lo que estamos entregando a cambio de las r+ quezas de Internet —y s6lo un bruto se negaria a ver esa rique- za— es lo que Karp Hama «nuestro viejo proceso lineal de pensamicnto». Calmada, concentrada, sin distracciones, la mente lineal esta siendo desplazada por una nueva clase demen- te que quiere y necesita recibir y diseminar informacién en es tallidos cortos, descoordinados, frecuentemente solapados —cuanto més rapido, mejor—. John Battelle, ex editor de una revista y profesor de Periodismo que dirige ahora una agencia de publicidad online, ha descrito la fascinacién intelectual que experimenta cuando navega por paginas web: «Cuando hago bricolaje en tiempo real durante varias horas, “siento” como MALY vo ne enciende mi cerebro, “siento” que se vuelve mas inteligen- te»'!, La mayorfa de nosotros ha experimentado sensaciones similares cuando esta online, Los sentimientos son intoxicado- rex, tanto que pueden distraernos de las consecuencias cogni- tivas mas profundas que tiene la Web. Durante los tiltimos cinco siglos, desde que la imprenta de Gutenberg hiciese de la lectura un afin popular, la mente li- neal y literaria ha estado en el centro del arte, Ja ciencia y Ia nvciedad. Tan diictil como sutil, ha sido la mente imaginativa del Renacimiento, la mente racional de la Iustraci6n, la men- te inventora de la Revolucién Industrial, incluso la mente sub- versiva de la modernidad. Puede que pronto sea la mente de ayer. La computadora HAL 9000 fue alumbrada, 0 , el comando «deshacer». Tenia que edi- tar todo en pantalla, Al usar el procesador de textos, yo mismo me habja convertido en una especie de procesador de textos. Cambios mayores vinieron después de que me comprase un médem, alla por 1990, Hasta entonces, el Plus habia sido una maquina contenida, sus funciones limitadas al software que instalaras en su disco duro. Guando se conectaba a otros ordenadores a través del modem, adquiria una nueva identi- dad y un nuevo rol. Ya no era slo una navaja suiiza de alta tec- nologia. Era un medio de comunicacién, un dispositivo para buscar, organizar y compartir informacion. Probé todos los servicios online —CompuServe, Prodigy, incluso el efimero eWorld de Apple—, pero me quedé con America Online. Mi MALY yo suscripeién original a AOL me limitaba a cinco horas online por semana, y repartirfa a duras penas esos minutos precio- sos para intercambiar correos electrénicos con un pequefio grupo de amigos que también tenjan cuentas, para seguir las conversaciones en algunos foros y para leer articulos impresos dle periddicos y revistas. Lleg6 a gustarme el sonido de mi mé- dem conectindose con los servidores AOL a través de las li- neas telefénicas. Escuchar los bleeps y clangs era como seguir ima discusion amistosa entre dos robots. A mediados de los hoventa estaba atrapado, sin quejarme, en el «ciclo de actuali- zaciones». Jubilé el viejo Plus en 1994, reemplazdndolo con un Macintosh Performa 550 con pantalla a color, unidad CD- ROM, un disco duro de 500 megabytes y lo que parecia en aquel tiempo un procesador milagrosamente veloz de 33 me- whercios. El ordenador nuevo requeria versiones actualiza- das de la mayoria de los programas que usaba, y me dejaba ulilizar toda clase de aplicaciones nuevas con las prestaciones multimedia mas recientes. Cuando hube instalado todo el soft- ware nuevo, mi disco duro ya estaba repleto. Tuve que salir y comprar un disco externo suplementario. Afiadi también un disco Zip, y después una grabadora de CD. En un par de aiios ya habia comprado un nuevo ordenador de mesa, con un mo- hitor mucho mayor y un chip mucho més rapido, asi como un modelo portatil que podia usar cuando viajaba, Mi emplea- dor, mientras tanto, habia prohibido los Mac en favor de los PG, asf que estaba usando dos sistemas diferentes, uno en la oficina y otro en casa. Fue alrededor de esa época cuando empecé a ofr hablar de algo llamado Internet, una misteriosa «red de redes» que pro- metia, segtin personas al tanto, «cambiarlo todo». Un articulo publicado en Wired en 1994 declaraba a mi amada AOL «stibi tamente obsoleta», Un invento nuevo, el «explorador gr: co», prometia una experiencia digital mucho més excitante: «Al seguir los vinculos —haga clic, y el documento vinculado Aparece— puede viajar a través del mundo onlinepor los cami- nos del capricho y la intuicién»", Primero estaba intrigado; Sunerictaton después me atrapé. Para finales de 1995 habia instalado el nuevo explorador Netscape en mi ordenador de trabajo y lo estaba usando para visitar las paginas aparentemente infinitas de la World Wide Web. Pronto tendrfa una cuenta ISP en casa también, y un médem mucho més veloz para acompajiarla. Cancelé mi servicio AOL. Ya saben el resto de la historia porque probablemente tam- bién es su historia. Chips cada vez mas yeloces. Médems cada vex mas rapidos. DVD y grabadoras de DVD. Discos duros con capacidades de gigabytes. Yahoo, Amazon, eBay. MP3. Videos en streaming. Banda ancha. Napster y Google. BlackBerrys ¢ iPods. Redes wifi. YouTube y Wikipedia. Blogging y microblog- ging, Smartphones, pen drives, netbooks, eQuién podia resistirse? Ciertamente, yo no. Cuando la Web se hizo 2.0, alld por 2005, yo también me volvi 2.0. Me volvi un activo participante de las redes sociales y un generador de contenido. Registré un dominio, «roughtype. com», y abri un blog. Fue muy estimulante, al menos durante el primer par de afios, Habfa estado trabajando como periodis- ta freelance desde el inicio de la década, escribiendo principal- mente sobre tecnologia, y sabfa que publicar un articulo o un libro cra un asunto lento, comprometido y con frecuencia frus- trante. Te esclavizabas con un manuscrito, se lo mandabas a una editorial y, asumiendo que no fuera rechazado y enviado de vuelta, atravesaba rondas de edicién, comprobacién de da- tosy revisiones varias. El producto acabado no apareceria hasta semanas 0 meses después. Si era un libro, podrias tener que esperar mas de un aiio hasta verlo impreso. Los blogs acaba- ban con el tradicional aparato editorial, Tecleabas algo, codifi- cabas algunos vinculos, dabas al botén «publicar» y tu obra ya estaba ahi fuera, inmediatamente, para todo el mundo. Tam- bién obtenias algo raro en la escritura mas formal: respuestas directas de lectores, en forma de comentarios o, si los lectores tenfan sus propios blogs, vinculos. Era nuevo y liberador. Lalectura online también era nueva y liberadora. Los hiper- vinculos y los motores de busqueda proporcionaban una ofer- HAL Yo twinterminable de palabras, imagenes, sonidos y videos en mi pantalla. Cuando las empresas editoras retiraban sus modelos de pago, el flujo de contenido gratuito se convirtié en un ci- clon. Los titulares se agolpaban a todas horas en mi pagina de inicio Yahoo y mi lector de flujos RSS. Un clic en un vinculo Ilevaba a una docena o un centenar de clics mas. Nuevos co- rreos aparecian en mi bandeja de entrada cada minuto. Regis- tré cuentas en MySpace, Facebook, Digg y Twitter, Comencé a ncelar mis suscripciones a periddicos y revistas. Quién las necesitaba? Cuando llegaban las ediciones impresas, htime- das 0 no, sentia que ya habia visto todas las historias En algtin momento de 2007, un mar de dudas se desliz6 por mi infoparaiso. Empecé a ver que la Red estaba ejercien- do una influencia mucho mayor sobre mi que la que habia te- nido mi viejo ordenador de mesa. No era sdlo que estuviera cmpleando tantisimo tiempo en mirar una pantalla de orde- iiclor, No era slo que muchos de mis habitos y rutinas esta- ban transformandose mientras me acomodaba cada vez mas .y hacia dependiente de, las paginas y servicios de la Red. KJ modo mismo en que mi cerebro funcionaba parecia estar cambiando. Fue entonces cuando empecé a preocuparme so- he mi incapacidad para prestar atenci6n a una sola cosa du- te mas de dos minutos. Al principio pensé que el problema era un sintoma de degradacién mental propia de la madurez. Pero mi cerebro, comprendi, no estaba slo disperso, Estaba hambriento. Exiga ser alimentado de la manera en que lo ali: mentaba la Red, y cuanto mds comia, mas hambre tenfa. In- cluso cuando estaba alejado de mi ordenador, sentia ansias de mirar mi correo, hacer clic en vinculos, googlear. Queria estar conectado. Al igual que Microsoft Word me habia convertido en un procesador de textos de carne y hueso, Intemet, me dlaba cuenta, estaba convirtiéndome en algo parecido a una nriquina de procesamiento de datos de alta velocidad, un HAL humano. Echaba de menos mi viejo cerebro. 2. LOS CAMINOS VITALES Friedrich Nietasche estaba desesperado. Enfermizo de niito, nunca se habia recuperado totalmente de las lesiones que sufriera a los veintipocos aiios, cuando se cay6 de un caba- lo mientras servia en una unidad montada de artiller‘a del ¢jército prusiano. En 1879 sus problemas de salud empeo- raron, obligandole a renunciar a su catedra de Filologia en la Universidad de Basilea. Con s6lo 34 afios, comenz6 a vagar por Europa en busca de alivio a sus muchas dolencias. Llega- do el frio del otofio, se dirigfa hacia el sur, hasta las costas del Mediterraneo, para regresar por primavera al norte, a los A- pes suizos 0 a casa de su madre, cerca de Leipzig. A finales de 1881 alquilé una buhardilla en la ciudad portuaria italiana de Genova. La vista le fallaba; y mantener la mirada fija en una pagina se habia convertido en una tarea agotadora y do- lorosa, 2 menudo causa de fuertes dolores de cabeza e incon tenibles vomitos. Se habfa visto obligado a reducir sus escri- tos, y se temia que pronto tendrfa que renunciar a ellos por completo. Aguzando su ingenio, encarg6 una maquina de escribir da- nesa —una Writing Ball Malling Hansen— que le fue entre- gada en su domicilio durante las primeras semanas de 1889. Inventada unos afos antes por Hans Rasmus Johan Malling- Hansen, director del Instituto Real de Sordomudos de Copen- hague, la bola de tipos méviles era un instrumento de extraiia belleza. Se parecia a un acerico adomado de alfileres de oro. Laan cannon vraien Cincuenta y dos teclas para las letras maytisculas y mimiscu- las, los mtimeros y los signos de puntuacién, sobresalian por la parte superior de la bola en una disposicién concéntrica cientificamente disetiada para permitir la escritura mds eficien- le posible. Justo debajo de las teclas tenfa una placa curvada que contenia la hoja de papel. Mediante un ingenioso sistema dle engranajes, la placa avanzaba como un reloj con cada golpe de tecla, Con la practica suficiente, el mecanégrafo podia es- cribir hasta ochocientos caracteres por minuto con aquel apa- rato, lo que lo convertia en la mas répida maquina de escribir {abricada hasta entonces', Esta maquina rescaté a Nietzsche, al menos por un tiempo Una vez hubo aprendido a usar el teclado, fue capaz de escri- hir con los ojos cerrados, usando s6lo la punta de los dedos. Sus palabras volvian a pasar de su mente a la pagina. Estaba 1 prendado de la creacién de Malling-Hansen, que le escri- bio una oda: Como yo, estiis hecha de hierro mas eres fragil en los viajes. Pacienciay tacto en abundancia, con dedos diestros, exigimos. En marzo, un periédico de Berlin informé de que Nietzs- che se «encuentra mejor que nunca» y, gracias a su maquina de escribir, cha reanudado su actividad escritora>. Pero el dis- positivo surti un efecto mas sutil sobre su obra. Uno de los igjores amigos de Nietzsche, el escritor y compositor Hein- rich Késelitz, noté un cambio en el estilo de su escritura. La prosa de Nietzsche se habia vuelto mas estricta, mas telegrafi- ca, También posefa una contundencia nueva, como si Ia po- tencia de la maquina —su «hierro»—, en virtud de algin miste- rioso mecanismo metafisico, se transmitiera a las palabras impresas en la pagina. «Hasta puede que este instrumento os alumbre un nuevo idioma», le escribié Késelitz en una carta, sciialando que, en au propio trabajo, «mis pensamientos, los Suprarierates musicalesy los verbales, a menudo dependen de la calidad de la plumay el papel». «Tenéis razon —le respondié Nietzsche—, Nuestros utiles de escritura participan en la formacién de nuestros pensa- Mientras Nietzsche aprendia a escribir a maquina en Génova, unos ochocientos kilémetros al noreste de alli un joven estu- diante de Medicina Namado Sigmund Freud estaba trabajan- do como investigador en un laboratorio de neurofisiologia vienés. Su especialidad era la diseccin de los sistemas nervio- sos de peces y crustéceos. A través de sus experimentos dio en suponer que el cerebro, al igual que otros érganos del cuer- po, esta formado por muchas células diferentes. Mas adelante ampli6 su teoria sugiriendo que los huecos intercelulares —las «barreras de contacto», como él las llamaba— desempenaban un papel esencial en el gobierno de las funciones de la mente, dando forma a nuestra memoria y nuestros pensamientos. En aquel entonces los postulados de Freud quedaban al mar- gen de la opinion cientifica mayoritaria. La mayoria de los médicos e investigadores crefan que el cerebro no era celular €n su construcci6n, sino que mas bien constaba de un tejido Yinico y continuo de fibras nerviosas. E incluso entre quienes compartian la opinion de Freud de que el cerebro estaba for- mado por células, pocos prestaron atencidn a lo que pudiera estar sucediendo en los espacios entre elas’. Comprometido en matrimonio y necesitado de aumentar sus ingresos, Freud abandoné tempranamente su carrera como investigador para pasar consulta privada como psicoa- nalista, Sin embargo, estudios posteriores confirmaron sus es- peculaciones juveniles. Armados con microscopios cada vez mas poderosos, los cientificos confirmaron la existencia de cé- lulas nerviosas especificas del cerebro. También descubricron que esas células —nuestras neuronas— son a la vez iguales y diferentes respecto de las demas células de nuestros cuerpos. La eaninon vitan Las ncuronas tienen niicleos centrales, 0 somas, que desem- pet un funciones comunes todas las células, pero también tienen dos tipos de apéndices a modo de tentaculos —los axo- ies las dendritas— que transmiten y reciben impulsos eléc- tricos. Cuando una neurona se activa, un impulso fluye del soma a la punta del ax6n, donde se desencadena la liberacion «le unas sustancias quimicas Hamadas neurotransmisores. Es- los neurotransmnisores afluyen ala ®. Leone observa que «los cam- Came amini ventas, No es de extraiiar que la neuroplasticidad se haya relacio- nado con afecciones mentales que van desde la depresién al trastorno obsesivo-compulsivo, pasando por el tinitus. Cuanto mis se concentra en sus sintomas una persona que sufre, mds le graban los sintomas en sus circuitos neuronales. En el peor de los casos, la mente en esenciase entrena para la enfer- mead, ‘También muchas adicciones se ven reforzadas por el fortilecimiento de esas vias plisticas en el cerebro. Incluso dosis muy pequeiias de drogas adictivas pueden alterar drasti- Gamente el flujo de los neurotransmisores en las sinapsis de ua persona, dando lugar a alteraciones duraderas en los cir (uitos del cerebro y su funci6n, En algunos casos, la acumula- tidn de ciertos tipos de neurotransmisores como la dopami- wa, una prima placentera de la adrenalina, parece realmente impulsar el encendido 0 apagado de ciertos genes particula- tes, lo que fortalece atin mas la ansiedad por Ia sustancia. Los tauminos vitales se vuelven letales. Lumbién existe potencial para adaptaciones neuropkisticas ne deseadas en el Funcionamiento cotidiano y normal de nuestras mentes. Los experimentos demuestran que, al igual (que el cerebro puede crear nuevos circuitos 0 fortalecerlos a Haves de la prictica fisica o mental, a los circuitos puede debi- Iistlos o disolverlos la negligencia. «Si dejamos de ejercer hnestra capacidad mental —escribe Doidge—, el cerebro no av limita a olvidar: el espacio que dedicabaa las viejas habilida- tes se entrega a las nuevas habilidades que se practican en su lugar™, Jeffrey Schwartz, catedratico de Psiquiatria en Ta fae tultud de Medicina de la UCLA, ha definido este proceso tome «da supervivencia de los mas actives». Las habilidades Inentales que sacrificamos pueden ser tan valiosas, 0 incluso nis, que las ganadas, Cuando se tata de la calidad de nuestro pensamiento, nuestras neuronas y las simapsis son completa- mente indiferentes. La posibilidad de deterioro intelectual es luherente ala plasticidad de nuestro cerebro. Eso no significa {ihe no podamos esforzarnos una vez mas en redirigir nuestras avtiales neuronales para reconstruir las habilidades per Si significa que las trayectorias vitales de nuestro cerebro ses rin, como entendia Monsieur Dumont, los caminos de menor resistencia. Seran Jos caminos que la mayorfa de nosotros tome la mayoria de las veces; y cuanto més avancemos pot ellos, mds dificil nos sera dar marcha atris. ee DIGRESION SOBRE QUE PIENSA EL CEREBRO CUANDO PIENSA ACERCA DE SI MISMO Lia timeisn det cerebro, crefa Aristoteles, era impedir que et tuerpo se sobrecalentara. «Compuesta de tierra y agua», la Materia cerebral «atempera el calor hirviente del corazén», es- tribio en Las partes de los animales, un tratado de anatomia y fi- alologia. La sangre se eleva desde el «fuego» que hay en la re- Klin del pecho hasta llegar a la cabeza, donde el cerebro redu- te sit temperatura «a la moderacién». La sangre asi enfriada Muye Inego hacia abajo por el resto del cuerpo. El proceso, st yleve Aristételes, era similar al que «se da cn la produccién de Iivias, Pues cuando el vapor asciende de la tierra Hevado por tlecto del calor a las regiones superiores, tan pronto como Hle- ywil aire frio que esta por encima de Ia tierra, se condensa de huevo en agua debido a la refrigeracion, y vuelve a la tierra en Jurnia de fluvia». La raz6n por la cual el hombre tiene «el ma- yor ecrebro en proporcién al tamaiio de su cuerpo» es que «la iegion del corazén y del pulmén es mas caliente y mas rica en aungre en el hombre que en cualquier otro animal». Parecia ubvio a Aristételes que el cerebro no podia ser «el érgano de la acusacién», como habia conjeturado Hipécrates, entre otros, yu que «cuando se lo toca, no se produce ninguna sensacién». Kur su insensibilidad «se parece —escribié— a la sangre de los wnimales ya sus excrementos». Fs Ficil, hoy en dia, reirse del error de Aristételes. Pero tam- hién es facil entender cémo el gran fildsofo fue Nevado tan le- Jon del buen camino, E] cerebro, embalado cuidadosamente en la caja de hueso que es el craneo, no nos da ninguna sefial sensorial de su existencia. Sentimos latir nuestro corazon, ex- pandirse nuestros pulmones, revolyérsenos el estémago; pero nuestro cerebro, a falta de movilidad y terminaciones nervio- sas sensoriales, sigue siendo imperceptible para nosotres. El origen de la conciencia est mas alli del alcance de la con- ciencia. Los médicos y los filésofos, desde los tiempos clasicos, pasando por Ia Ilustracién, tuvieron que deducir la funcién del cerebro mediante el examen y diseccién de las acumula- ciones de tejido gris encontradas en los craneos de los cadive- res y otros animales muertos. Lo que vefan reflejaba, por lo general, sus suposiciones sobre la naturaleza humana o, mas generalmente, la naturaleza del cosmos, Como describe Ro- bert Martensen en The Brain Takes Shape (El cerebro toma fo ma], encajarfan la estructura visible del cerebro en su metafo- ra metafisica preferida, organizando las partes fisicas del 6rgano «a fin de representar la similitud de acuerdo a sus pro- pios términos», Escribiendo casi dos mil aiios después de Aristételes, Des- cartes evocaha otra metéfora Iiquida para explicar la fiumcién del cerebro. Para él, el cerebro era un componente de una compleja «anéquinay hidraulica cuyo funcionamiento se pare- cia al de las «fuentes de los jardines reales», El corazén bom- bea sangre al cerebro, donde, en la glandula pineal, se wans- formaria, por medio de la presion y el calor, en «espi animales», que a su ve viajarian a través de «las tuberias» de los nervios. «Las cavidades y los poros» del cerebro servian de «aberturas» para regular el flujo de los espiritus animales en el resto del cuerpo’. La explicacién de Descartes del papel del cerebro se ajustaba perfectamente a su cosmologfa meca- nicista, en Ia que, como escribe Martensen, «todos los 6rganos funcionaban de forma dinamica obedeciendo a propiedades Spticas y geométricas» dentro de sistemas aut6nomos'. Nuestros microscopios, escaneres y sensores modernos nos han desengafiado de la mayorfa de las nociones viejas y fanta- siowas sobre cl funcionamicuto del cerebro, Pero la cualidad Sony QUE PIER RIMMEL ANDO HIENNA ALAA mF MENA extraiamente remota del cerebro —el modo en que parece a tn vez. formar parte de nosotros y estar apartado de nosotro sigue influyendo de manera sutil en nuestras percepciones. ‘Wenemos la sensacién de que nuestro cerebro existe en un es- tudo de espléndido aislamiento, que su naturaleza fundamen- tal es inmune a los caprichos de nuestro dia a dia. Si bien sabe- mox que nuestro cerebro ¢s up monitor exquisitamente wensible de la experiencia, queremos creer que esta mas alla dle la influencia de la experiencia. Queremos creer que las im- presiones que nuestro cerebro registra como sensaciones y al- macena como recuerdos no dejan huella fisica en su propia tatructura. Creer lo contrario, nos parece, pone en tela de jui- to ke integridad del yo. :so fire sin duda lo que senti yo cuando me empecé a preo- tupar porque mi uso de Internet pudiera estar cambiando la formicen que mi cerebro procesaba la informacién. Me resist ula idea en un principio, Parecia absurdo pensar que jugando ton un ordenador, una simple herramienta, pudicra alterar tle ninguna manera profunda o duradera lo que estaba pasian- tly dentro de mi cabeza. Pero me equivocaba. Como han des- tubierto los neurélogos, el cerebro —y la mente que alum hnsi— es una tarea en constante progreso. Esto no sélo se rumple para cada uno de nosotros como individuos. Se cum- ple pura todos nosotros como especie. 3. LAS HERRAMIENTAS DE LA MENTE eatinecconacan lapiz de colores de una cajay garabatea un circulo amarillo en la esquina de un papel: es el sol. Coge otro| lapiz y dibuja una linea ondulada verde a través del centro de la| pagina: es el horizonte. Luego dibuja dos lineas marrones que confluyen en un pico irregular; se trata de una montafia. Al lado de la montaia, dibuja un desigual rectingulo negro cor nado por un tridngulo rojo; su casa. La nia crece. Va a la es4 cuela. Dibuja de memoria la silueta del mapa de su pais. Lo di- vide, a grandes rasgos, en un conjunto de formas que represen tan sus divisiones administrativas. Y dentro de una de ellas di- buja una estrella de cinco puntas para marcar su pueblo. La| nina sigue creciendo. Estudia para agrimensora. Compra un conjunto de precisos instrumentos que utiliza para medir los| limites y contornos de una propiedad. Gon la informacién que| se procura, traza un plano preciso de la parcela, que luego se convertira en un modelo para que otros puedan tasarla. Nuesura madurez intelectual como personas puede remon: tarse a la forma en que trazamos dibujos o mapas de nuestro} entorno. Comenzamos con representaciones primitiyas y lite rales del terreno que vemosa nuestro alrededor, y vamos avan- zando hacia representaciones, cada vez mas precisas y abstrac- tas, del espacio geogrifico y topografico. Es decir, avanzamos de la representacion de lo que vemos a la elaboracién de | que sabemos, Vincent Virga, experto en cartografia afiliado al la Biblioteca del Congreso, ha observado que las etapas del desarrollo de nuestras habilidades cartograficas son muy simi- lares a las etapas generales del desarrollo cognoscitivo infantil blecidas por el psicdlogo suizo Jean Piaget en el siglo xx. Pasamos de la percepcin egocéatrica, puramente sensorial, «jue el nifio tiene del mundo al andlisis mas abstracto y objeti- vo de la experiencia en la juventud. «Al principio —escribe Vinga al describir cémo va avanzando la pericia de los niftos en cl trazado de mapas— las percepciones no se corresponden con las capacidades de representacién: y sélo se presentan las unis simples relaciones topograficas, sin tener en cuenta pers pectivas ni distancias. A continuaci6n evohiciona cierto “rez imo” intelectual que representa todo lo conocido con cre- tientes relaciones proporcionales. Y, por iiltimo, aparece una tepresentacién visual “realista”, [que emplea] cilculos cienu- ficos para su consecuciény! Al pasar por este proceso de maduracién intelectual, cada tno de nosotros representa toda la historia de la cartografia. Los primeros mapas de la humanidad se trazaron en tierra ton un palo o se tallaron en piedra con otra piedra; eran tan iuidimentarios como los garabatos de los chiquillos. Con el Heimpo Los dibujos se hicieron mas realistas, describiendo las proporciones reales de un espacio que a menudo se extendia mucho mas alla de lo que podria ver el ojo. Mas avanzado el tleipo, el realismo se convirtié en ciencia, tales eran su preci- alin y su abstraccion, El cartégrafo comenz6 a utilizar herra- Inientas sofisticadas, como Ia brijula y el teodolito, para me- div ingulos, confiando en cémputos y férmulas de género nnitematico. Finalmente, en un salto intelectual mas, los ma- pas llegaron a utilizarse no s6lo para representar en minucio- sy detalle vastas regiones de la Tierra o del firmamento, sino lmbién para expresar ideas: un plan de batalla, el andlisis de In propagacion de una epidemia, una prevision del creci mictite de la poblacién. «El proceso intelectual de transfor- mur la experiencia en el espacio en una abstraccion del espa tlo representa una revoluci6n de los modos de pensar», encribe Virga®, Suireaeteannas Los avances histéricos en cartografia no se limitaron a re- flejar el desarrollo de la mente humana. Ademas ayudaron a impulsar y orientar los mismos avances intelectuales que do- cumentaban, El mapa es un medio que no sélo almacena y iransmite informacién, sino que también incorpora un modo particular de ver y pensar. A medida que progresaba la carto- grafia, la difusién de los mapas difundia a su vez la manera distintiva que un cartégrato tenia de percibir y dar sentido al mundo. Cuanto més consultaba la gente aquellos mapas, mas entrenaba su mente para comprender la realidad basindose en ellos y en su lenguaje. La influencia de los mapas iba mucho mas alla de su empleo practico en el establecimiento de limi- tes de propiedad y el trazado de rutas. «El uso de un espacio reducido para sustituir al de la realidad —explica el histori dor de la cartografia Arthur Robinson— es un acto impresio- nante en sf mismo». Pero atin mas impresionante es que el mapa impulsara la evolucién del pensamiento abstracto» en toda la sociedad. «La combinacién de la reduccién de la reali- dad con la construccién de un espacio analégico es un logro de un orden muy elevado en el pensamiento abstracto —es- cribe Robinson— porque permite descubrir estructuras que se desconocerian si no fueran asignadas»*, La tecnologia del mapa dot6 al hombre de una mente nueva y mas comprensi- va, mas apta para entender las firerzas invisibles que dan for- maa su entorno ysu existencia, Lo que hizo el mapa con el espacio —waducir un fenéme- no natural a una concepcién artificial ¢ intelectual de dicho fendmeno— Io hizo otra tecnologia, el reloj mecanico, con el tiempo. Durante la mayor parte de Ja historia humana, las personas experimentaban el tiempo como un flujo continuo y , ciclico. Fn la medida en que el tiempo «se tenia en cuenta», esta cuenta se llevaba con instrumentos que hacfan hincapié en.este proceso natural: relojes de sol alrededor de los cuales se desplazaban las sombras, relojes de arena por donde se des- lizaba la arena, clepsidras a través de las que corrfa el agua. No habia ninguna necesidad especial de medir el tiempo con Las tinmeaniin rs oh aati previsin ni de fiagmentar un dia en pedacitos. Para la mayo- Ha de kas personas, los movimientos del Sol, la Luna y las estre- Ils eran el tinico reloj que necesitaban. La vida, en palabras tlel medievalista francés Jacques Le Goff, «transcurria domi- mada por los ciclos de la agricultura, indiferente a la exacti- tucl, despreocupada por la productividad»*, Esto comenzé a cambiar en la segunda mitad de la Edad Media, Las primeras personas en exigir una medicién mas precisa del tiempo fueron los monies cristianos, cuya vida gi- aba en torno aun riguroso horario de oracién. En el siglo v1, 1 Benito habia ordenado a sus seguidores celebrar siete mi- may cle oracién en momentos especificos del dia. Seiscientos unos después los cistercienses dieron un nuevo énfasis a la puntualidad, dividiendo el dia en una sccuencia de activida- tles reglamentadas y considerando cualquier retraso 0 pérdi tha «le tiempo como una afrenta a Dios. Impulsados por una necesidad de exactitud temporal, los monjes tomaron Ia int tiativa en el interés por la relojeria, Fue en los monasterios tance empezaron a montarse los primeros relojes mecanicos, «que regian sus movimientos mediante un balancco de contra- pesos; ven los campanarios donde primero sonaron las horas tn que la gente daria en parcelar sus vidas ¥1 deseo de medir el tiempo con precisién se difundié fire- 14 dle-los monasterios, Las cortes reales y principescas de Euro- pet, cuyas an los dispositivos mas recientes € Ingeniosos, empezaron a codiciar los relojes ¢ invertir en su perteccionamiento y fabricacién. A medida que la gente se trastacdaba del campo a la ciudad y comenzaba a trabajar en Joy mcrcados, talleres y fabricas en lugar de arar los campos, aus dias iban rebajandose en segmentos cada vez mas fina- mente divididos, anunciado cada uno de ellos por el taitido dle «nia campana. Gomo describe David Landes en Revolucién ¢n ef Gempo, su historia de la relojeria, «las campanas marcaban of inicio de las labores, las pausas para comer, el fin del traba- Jo. cl cicrre de las puertas, la apertura y el cierre del mercado, lus reuniones y asambleas, las situaciones de emergencia, las quezas premia sesiones del concejo, el cierre de las tabernas, las horas de lim- pieza urbana, el toque de queda y asf sucesivamente, median- te una extraordinaria variedad de repiques especiales en cada puebloy ciudade’, La necesidad de una estricta planificaci6n y sincronizacién del trabajo, el transporte, la devocién e incluso el ocio impul-| saron répidos avances en la tecnologia del reloj. Ya no bastaba con que cada pueblo o parroguia siguiera su propio reloj. La hora tenia que ser la misma en todas partes, en interés del co-| mercio y la industria. Las unidades de tiempo se estandariza- ron —segundos, minutos, horas— y los mecanismos del reloj se ajustaron para medir esas unidades con una precisién mu- cho mayor, Para el siglo x1v el reloj mecinico se habia conver- tido en algo comtin, una herramienta casi universal para coor dinar el complejo funcionamiento de la nueva sociedad! urbana, Las ciudades competfan entre si para instalar los relo- jes mas elaborados en las torres de sus ayuntamientos, iglesias: © palacios. «Ninguna comunidad europea —ha sefialado el historiador Lynn White— se sentia capaz de mantener la ca- beza alta a menos que en su centro urbano los planetas gira sen en ciclos y epiciclos, los angeles tocasen sus trompetas, los gallos cantasen y los apéstoles, reyes y profetas marcharan y! contramarcharan al compas de las horas». Los relojes no sélo ganaron en precision y ornamento. También se volvieron mas pequeiios y econdmicos. Los avan- ces de la miniaturizacién condujeron al desarrollo de relojes asequibles que la gente pudiera meter en las habitaciones de sus casas o incluso Ilevarse puesios consigo. Si la proliferacién| de relojes ptiblicos les cambié la forma de trabajar, comprar, actuary por lo dems comportarse como miembros de unal sociedad cada vez mas regulada, la propagacién de herra- mientas mas personales para el seguimiento del tiempo —ca- rillones, relojes de bolsillo y, més tarde, de pulsera— tendria| consecuencias mas intimas, El reloj personal se convirtid, es cribe Landes, en «un compafiero y vigilante, siempre visible y audible». Al recordar permanentemente a su propictario «el fan tnmtaniyn an ita sieve Hlempo utilizado, el jempo pasado, el tiempo malgastado 0 perdido», se volvié «un acicate clave para la realizacién per sonal y la productividad». La «personalizacién» de la medi- tlin precisa del tiempo «fue un importante estimulo para el {ndividualismo, aspecto sobresaliente de la civilizacién occi- dental», [i] reloj mecnico cambié nuestra forma de vernos. Y al {qual que el mapa, cambi6 la forma en que pensamos, Una vez que cl reloj habia redefinido el tiempo como una serie de uni- dudes de igual duracién, en nuestra mente comienza a desta- tur el metédico wabajo mental de la divisién y la medicién. ¥anpezamos a ver, en todas las cosas y fenémenos, las piezas que componen el conjunto, y luego empezamos a mirar los somponentes de que constaban estas piezas. Nuestro pensa- Inicnto se volvi aristotélico en su énfasis en discernir patro- hey abstractos detras de las superficies visibles del mundo ma- terial. El reloj desempefia un papel crucial en la salida de la Kalacd! Media y Ja entrada en el Renacimiento y la Iustraci6n, Kn Vienica y civilizacién, meditacién de 1934 sobre las conse- tucncias de la tecnologia sobre la vida humana, Lewis Mumford describio cémo el reloj »"*, Hoy, por fin, la niebla que ha oscurecido la interaccién en- tre la tecnologia y la mente est4 empezando a disiparse. Los recientes descubrimientos sobre la neuroplasticidad hacen més visible la esencia del intelecto, y mas facil de marcar sus pasosy limites, Nos dicen que las herramientas que el hombre ha utilizado para apoyar o ampliar su sistema nervioso aque Ilas tecnologias que a través de la historia han influido en {La Mnwaninnian on 1A MEN cémo encontramos, almacenamos e interpretamos la infor- macidn, en como dirigimos nuestra atencién y empleamos nuestros sentidos, en como recordamos y cémo olvidamos— han conformado la estructura fisica y el funcionamiento de la mente humana. Su uso ha fortalecido algunos circuitos neu- ronales y debilitado otros, ha reforzado ciertos rasgos menta- les, dlejando que otros se desvanezcan. La neuroplasticidad proporciona el eslab6n perdido que nos faltaba para compren- der cémo los medios informativos y otras tecnologias intelec- tuales han ejercido su influencia sobre el desarrollo de la civi- Hvacion, ayudando a orientar, a nivel bioldgico, la historia de Iu conciencia humana. tbemos que la forma bisica del cerebro humano no ha rambiado mucho en los tiltimos 40.000 afios". La evolucion a nivel genético se desarrolla con una lentitud exquisita, al me- nos en relacién con la medida humana del tiempo. Pero tam- hie sabemos que a través de los milenios los seres humanos han cambiado de formas de pensar yactuar casi mas alld de lo ieconocible. Como observa H. G. Wells a propésito de la hu- manidad en su obra El cerebro del mundo (1938), «su vida social, aus costumbres, han cambiado por completo, incluso se han vixto revertidas e invertidas, mientras que su herencia genéti- tat parece haber cambiado muy poco 0 nada desde finales de tu Edad de Piedra». Nuestros nuevos conocimientos acerca dle la neuroplasticidad desentraiian este enigma. Las barreras fitelectuales y conductuales establecidas por nuestro cédigo yenctico no son nada estrechas: y el volante lo llevamos noso- ros. A través de lo que hacemos y cémo lo hacemos —mo- mento a momento, dia a dfa, consciente o inconsciente- mente— alteramos los flujos quimicos de nuestras sinapsis, tumbiando efectivamente nuestros cerebros. Y cuando pasa- mos nuestros habitos de pensamiento a nuestros hijos, a tra~ vés del ejemplo que les damos, la educacién que les propor- cionamos ylos mediosde comunicacién a que estiin expuesto: finnbién les estamos pasando las modificaciones en la cstruc- lura de nuestros cerebros. Strvavncanus Aunque el funcionamiento de nuestra materia gris atin esta | fuera del alcance instrumental de los arqueslogos, hoy sabe-) mos no s6lo que probablemente el uso de tecnologias intelec-| tuales formula y reformula Jos circuitos de la cabeza, sino que ademés tenia que ser asf. Tanta experiencia repetida influye en nuestras sinapsis; y las transformaciones provocadas por el uso recurrente de herramientas que amplian 0 complemen-| tan nuestro sistema nervioso deben de ser particularmente pronunciadas. Y aunque no se puedan documentar, a nivel fi- sico, los cambios en el pensamiento que se produjeron en el pasado distante, siguen pudiendo encontrarse en el presente. ‘Tenemos, por ejemplo, evidencia directa del continuo proce- so de regeneraci6n y degeneracién cerebrales que se produce! cuando un ciego aprende a leer en braille, que después de| todo es una tecnologia, un medio de informacién. Sabiendo lo que sabemos de los taxistas de Londres, pode-| mos afirmar que a medida que la gente se volvié mas depen-, diente de los mapas, en lugar de fiar a sus propios recuerdos | la navegaci6n de su entorno, experimenté casi con toda segu-| ridad cambios anatémicos y funcionales en el hipocampo y| otras areas del cerebro relacionadas con la representaci6n es-| pacial y la memoria, Es muy probable que se redujeran los ¢ cuitos dedicados al mantenimiento de las representaciones del espacio, mientras que las areas empleadas para descifrar la | informacion visual compleja y abstracta probablemente se | ampliaran o reforzaran. También sabemos ahora que los cam-! bios cerebrales que estimula el uso de mapas pueden desple-| garse para otros fines, lo que ayuda a explicar cémo el pensa-) miento abstracto, en general, podria yerse favorecido por la! difusin de la cartografia. Nuestra adaptacién mental y social a las nuevas tecnologias | intelectuales se refleja y refuerza en el cambio de las metifo-| ras que usamos para describir y explicar el funcionamiento de la naturaleza. Una vez que los mapas se habian convertido en algo comin, la gente comenzé a imaginar cartograficamente todo tipo de relaciones naturales y sociales, como un conjun- Lan pnmmamirnras ok 1a wiry to de convenciones fijas, limitadas al espacio real o figurado. Empezamos a «proyectar» nuestras vidas, nucstras esferas so- ciales, incluso nuestras ideas. Bajo la influencia del reloj me- tinico, la gente comenzé a pensar en el funcionamiento de mus cerebros, de sus cuerpos, de todo el universo, como en cl dle un reloj. En los engranajes bien interconectados del reloj, «que giran de acuerdo con las leyes de la fisica y conforman una larga y verificable cadena de causas y efectos, nos encon- {ramos con una metéfora mecanicista que parecfa explicar el funcionamiento de todas las cosas, asi como las relaciones en- trv ellas. Dios se convirtié en el Gran Relojero. Su creacién ya ho cra un misterio que habfa que aceptar. Era un rompecabe- 24x que resolver. Descartes escribio en 1646: «Sin duda, cuan- do las golondrinas Hegan en primavera, es que funcionan como relojes»”. KI mapa y el reloj cambiaron indirectamente el idioma, al sux Keri nuevas metéforas para describir los fenémenos natura- les, Otras tecnologias intelectuales cambiaron cl idioma de forma mas directa, y mas profundamente, alterando de hecho nuestra forma de hablar y escuchar de leery escribir, Podian ampliar o comprimir nuestro vocabulario, modificar las nor- mias de la dicci6n 0 el orden de las palabras, fomentar que la alntaxis sca mas sencilla o mas compleja. Puesto que el lengua- Je ¢s, para los seres humanos, el principal vaso de su pensa- micnto consciente, en particular las formas superiores de pensamiento, las tecnologias que reestructuran el Lenguaje Uenden a ejercer la mayor influencia sobre nuestra vida inte- lectual. Como explica el investigador clasico Walter J. Ong, «las tecnologias no son meras ayudas exteriores, sino también transformaciones interiores de la conciencia, y nunca mas que cuando afectan a Ja palabra», La historia de la lengua es también una historia de la mente. El lenguaje en sf mismo no es una tecnologia. Es innato a nuestra especie, Nuestros cuerpos y cerebros han evoluciona- do para hablar y escuchar palabras. Un niio aprende a hablar sin instruccién, como un polluelo aprende a volar. Como la lectura y la escritura se han vuelto tan consustanciales a nues tra identidad y nuestra cultura, es ficil suponer que también son talentos innatos. Pero no es asi. Leer y escribir son actos contra natura, s6lo posibles por el desarrollo a propésito deh alfabeto y de muchas otras tecnologias. Nuestras mentes ti nen que aprender a traducir los caracteres simbélicos que ¥ mos al lenguaje que entendemos. Lectura y escritura requi ren educacién y practica, una conformacién deliberada del cerebro, Las pruebas de este proceso de conformacién son visibl en muchos estudios neurolégicos. Los experimentos han r yelado que el cerebro de los alfabetizados se diferencia del de} Jos analfabetos de varias maneras; no slo por su forma de en. tender el lenguaje, sino también por cémo procesan las seiia4 les visuales, c6mo razonan y cémo forman los recuerdos. «Se] ha demostrado que aprender a leer —informa la psicélo; mexicana Feggy Ostrosky-Solis— conforma poderosamente cl sistema neuropsicolégico del adulto»”. Las exploraciones del cerebro también ban revelado que las personas cuya lengua es- crita emplea simbolos logograificos o ideogramas, caso del chi} no, trazan unos circuitos mentales de lectura que difieren con- iderablemente de los circuits que se encuentran en personas| cuya lengua escrita emplea el alfabeto fonético. Como explical la psicdloga de la Universidad de Tufts, Maryanne Wolf, en su) libro sobre la neurociencia de la lectura Cémo aprendemos a leer, «aunque toda lectura hace uso de algunas partes de los lébu- los frontales y temporales para la planificacién y el andllisis de los sonidos y los significados de las palabras, los sistemas logo grafico parecen activar partes muy distintivas de estas reas, en particular las regiones que participan en habilidades de la memoria motriz»*”, Se han documentado diferencias en la ac. tividad cerebral incluso entre lectores de diferentes lenguas alfabéticas. Los lectores de inglés, por ejemplo, elaboran mas en las areas del cerebro asociadas con descifrar las formas vi- Lax weamanar nasty ia min auatles que los lectores en lengua italiana. La diferencia radica, seytinn se cree, en el hecho de que las palabras inglesas a me- huco presentan una forma que no hace evidente la predic- chin de su sonido, mientras que las palabras italianas tienden Weseribirse exactamente como se pronuncian®, Los ejemplos mas tempranos de escritura se remontan muchos miles de aiios. Ya hacia el 8000 a. C. la gente utilizaba lichas de arcilla grabadas con simbolos sencillos para llevar el ¢éinputo de sus reses y otros bienes. Incluso la interpretacion. de estas rudimentarias marcas requirié el desarrollo de nue- wus y extensas vias neuronales en los cerebros de la gente, co- nectar la corteza visual con las cercanas areas del cerebro que Interpretan los simbolos. Los estudios modernos demuestran que, cuando nos fijamos en simbolos significativos, la activi duct neuronal a Jo largo de estas vias se duplica o triplica en telwcién con la que presentaante garabatos sin sentido. Como describe Wolf, «nuestros antepasados sabfan leer estas tabli- Mus porque sus cerebros eran capaces de conectar sus regio- inex visuales basicas con las regiones adyacentes dedicadas a {tn procesamiento visual y conceptual mas sofisticado», Estz Conexiones, que la gente leg6 a sus hijos cuando les enseiid a Wilizar las tablillas, formaron el cableado basico de la lectura. La tecnologia de la escritura dio un paso importante hacia fi- tiles del cuarto milenio antes de Cristo, Fue entonces cuando los stmerios, que vivian entre los rios Tigris y Eufrates, en lo tque hoy es Trak, comenzaron a escribir con un sistema de sim- holos en forma de cufia, llamado cuneiforme, mientras que No (an Lejos al oeste Los jeroglificos egipcios desarrollaban for- tas cada vez mas abstractas para representar objetos ¢ ideas. Low sistemas de escritura cuneiforme y jeroglifica incorpora- bin muchos caracteres logosikibicos, denotando no sdlo co- ta, sino también sonidos del habla. Estos exigian al cerebro un esfuerzo mucho mayor que un simple simbolo de contabi- clad, Para que el lector pudiera interpretar el significado de icter dado, antes tenia que analizarlo a fin de averiguar se estaba utilizando. Los sumerios y los egipcios tuvie- Soran aerate ron que desarrollar circuitos neuronales que, segtin Wolf, lite- ralmente «entrecruzan» Ia corteza para enlazar reas relacio- nadas no solo con ver y dar sentido, sino también con la audicién, el andlisis espacial y la adopcién de decisiones®. Cuando estos sistemas logosilabicos se ampliaron a cientos de caracteres, su memorizaci6n e interpretacién Megé a ser tan exigente que su uso probablemente estaba restringido a una élite intelectual con una disponibilidad de tiempo y una capa- cidad menual privilegiadas. Para que la tecnologia de escritura avanzara mds alld de los modelos sumerios y egipcios, para que se convirtiera en una herramienia utilizada por los mas antes que por unos poces, tenia que simplificarse mucho. Ello no ocurrié hasta fecha relativamente reciente —hacia el 750.a. C.—, cuando los griegos inventaron el primer alfabe~ to fonético completo. El alfabeto griego tuvo muchos precur- sores, especialmente el sistema de letras desarrollado por los fenicios unos siglos antes, pero los lingiiistas estén de acuerdo en que fue el primero en incluir caracteres que representaran sonidos de vocales asi como consonantes. Los griegos analiza~ ron todos los sonidos o fonemas que se utilizan en el lenguaje hablado, y fueron capaces de representarlos todos con slo veinticuatro caracteres, lo que hacfa de su alfabeto un sistema completo y eficiente para la escritura y la lectura. La «econo- mia de caracteres», escribe Wolf, reducia «el tiempo y la aten- cidn necesarios para un reconocimiento répido» de los sim- bolosy por lo tanto consumia «menos recursosa ja percepcion ya la memoria». Recientes estudios han revelado que el cere- bro necesita activarse mucho menos en la lectura de palabras formadas por letras fonéticas que al interpretar logogramas © simbolos pictoricos". Elalfabeto griego se convirtié en el modelo para la mayoria de los alfabetos occidentales posteriores, incluido el latino que todavia utilizamos hoy en dia. Su legada marcé el inicio de una de las revoluciones mas trascendentales de la historia intelectual: el cambio de una cultura oral, en la que el conoci- miento se intercambiaha sobre todo mediante el habla, a una {Lan MaaHAMeN TAs DELA MAO cultura literaria, en ka que la escritura se convirtié en el princi- pal medio de expresién del pensamiento. Fue una revolucién que con el iempo cambiarfa la vida y el cerebro de casi toda la humanidad, pero la transformacién no fue bien recibida por todos, al menos al principio. Ya a principios del siglo 1v a. C., cuando la prictica de la es eviuura todavia era una polémica novedad en Grecia, Platén eseribio Fedro, su didlogo sobre el amor, Ja belleza y la ret6rica. En el cuento, el personaje del titulo, ciudadano ateniense, pa- xea por el campo con el gran orador Sécrates. Los dos amigos se sientan bajo un arbol junto a un arroyo y mantienen una vonversaci6n larga y tortuosa, Debaten de oratoria, de la natu- raleza del deseo, de as variedades de la locura, del viaje del ma inmortal, antes de volver su atencién a la palabra escrita, = Queda la cuestién —musita Socrates— de la propiedad ¢ im- propiedad de la escritura». Fedro esi de acuerdo, y Sécrates -mbarca en la narracién de un encuentro entre el polifacé- lico dios egipcio Tot, cuyas muchas invenciones incluyen el lfabeto, y uno de los reyes de Egipto, Thamos. Tot describe a Thamos el arte de la escritura y argumenta que se debe permitir a los egipcios compartir sus bendiciones. Hara, dice, «al pueblo de Egipto mas sabio y mejorara su me- moria al proporcionarle una receta para el recuerdo y la sabi duria», Thamos discrepa. Le recuerda al dios que un inventor ho es el juez més confiable del valor de su invencién: «Oh, gran artesano! A unos les es dado el crear objetos de arte ya Otros el juzgar qué grado de daiio y de beneficio tendran para quienes los empleen. Y es asi que, debido a la tierna solicitud por la escritura que esta en tu crianza, has declarado lo con- trario a su verdadero efecto». En caso de que los egipcios aprendierana escribir, continia Thamos, «se implantaré el ol- vido en su alma: dejarén de ejercitar la memoria, porque se basardn en lo escrito; invocardn las cosas a la memoria, ya no desde dentro de sf mismos, sino por medio de marcas exterio- rex». La palabra escrita no es «ma receta para la memoria, sino un recordatorio. ¥ no es verdadera sabidurfa lo que ofre- a cerds a tus discipulos, sino s6lo su apariencia». Quienes se ba- sen en la lectura para su conocimiento «pareceré que saben mucho, pero la mayorfa de ellos no sabran nada». Estarin le- nos «no de sabiduria, sino del orgullo de parecer sabios». Sécrates, esti claro, comparte la opinién de Thames. «Sdlo un simple», le dice a Fedro, pensarfa que un relato escrito «es mejor en absoluto que el conocimiento y recuerdo de las mis- mas cuestiones». Mucho mejor que una palabra escrita en el sagua» de la tinta es «una palabra grabada por la inteligencia en el alma del que aprendey a través del discurso hablado. $6- crates reconoce que registrar los pensamientos por escrito tie- ne beneficios practicos —«asi como los recordatorios sirven a un anciano olvidadizo»—, pero sostiene que la dependencia de la tecnologfa alfabética altera la mente de una persona, y no para mejor. Mediante la sustitucién de la memoria interna por simbolos externes, la escritura amenaza, dice él, con con- vertirnos en pensadores menos profundos, lo que nos impide alcanzar la profundidad intelectual que conduce a la sabidu- ria y la felicidad verdaderas. A diferencia del orador S6crates, Platén era escritor; y aun- que cabe suponer que compartiera la preocupacién socratica de que la lectura pudiera sustituir al recuerdo, acarreando uma pérdida de profundidad interior, también esta claro que reconoce las ventajas de la palabra escrita sobre Ia hablada. En un famoso y revelador pasaje al final de La Repiiblica, un didlogo que se cree escrito alrededor de la misma época que cl Fedro, Platén hace lanzar a Sécrates um ataque contra la «poesia»: declara a los poetas excluidos de su idea perfec del Estado. Hoy pensamos en la poesfa como parte dela litera- tura, una forma de escritura, pero tal no era el caso en la épo- ca de Platén. Declamada en lugar de escrita, escuchada en vez de leida, la poesia representaba la antigua tradici6n de la ex- presion oral, que seguia siendo el centro del sistema educati- vo griego y de la cultura griega en general. La poesfa y la lite- ratura representaban ideales opuestos al de la vida intelectual. La argumentacién de Platén a propésito de los poetas, canali- Lae npmaananian neta seen vada a través de la vor de Socrates, no iba contra el verso, sino contra la wadici6n oral —la del bardo Homero y también la del mismo Sécrates— y las mentalidades que reflejaba y alen- taba. El «estado oral de la mente», escribié el erudito brivéni co Eric Havelock en su Prefacio a Platén, era el principal ene- migo de Platén®. En la critica de Platon a la poesfa subyacfa implicita, como han demostrado Havelock y Ong entre otros clasicistas, una defensa de las nuevas tecnologias de la escritura y el estado de inimo que alentaba en el lector; l6gico, riguroso, autosufi- ciente. Platén vio los grandes beneficios intelectuales que el alfabeto podria traer a la civilizacin, pues no en vano ya eran evidentes en su propia escritura. «™ La mentalidad literaria, antaio limitada a los claustros del mo: nasterio yla universidad, se habia convertido en la mentalidad general. El mundo, como reconocié Bacon, se habia rchecho, Hay muchos tipos de lectura. Segtin observa David Levy en Soro ling Forward (Avanzar en la pantalla), un libro sobre nuestra actual transicién del documento impreso al electr6nico, las per sonas alfabetizadas «leen todo el dia, sobre todo inconsciente mente». Leemos sefiales de trafico, ments, titulares, la lista de le compra, las etiquetas de los productos, «Estas formas de lectura —explica Levy— tienden a ser superficiales y de corta dura- cién», Son los tipos de lectura que compartimos con nuestros antepasados que descifraban marcas en guijarros y fragmentos de ceramiea. Pero también hay veces, contintia Levy, «que lee- mos con mayor intensidad y duracidn, cuando Hegamos a estar absortos en lo que estamos leyendo durante lapsos mas largos de tiempo. Algunos de nosotros, de hecho, no sdlo leemas asi, sino que nos pensamos a nosotros mismos como lectores»™. En su exquisito poema «La casa en silencio y el mundo en calma», Wallace Stevens ofrece un retrato particularmente memorable yconmovedor del tipo de lectura a que se refiere Levy: La casa en silencio yel mundo en calma. El lector se hizo libro y el verano, noche. Era como el ser consciente del libro. La casa en silencio y el mundo en calma, Palabras lefdas como sin libro: solo el lector inclinado sobre la pagina que quiere apoyarse y mas atin ser el estudioso para quien su libro es verdadero yuna noche de verano es perfeccién del pensamiento. La casa en silencio como tenia que estar. Quietud que es significado, parte de la mente: acceso de la perfeccién a una pagina. Stevens no se limita a describir la lectura en profundidad Fxige una lectura profunda. La aprehensién del pocma re- quiere el estado mental que el poema describe. El silencio y la calna atentos que caracterizan al lector en profundidad se han convertido en «parte del significado» del poema, trazan- do la vfa a través de la cual «la perfeccién» del pensamiento y la expresi6n llega a la pagina. En la metaforica «noche de ve- rano» de la inteligencia totalmente absorta, el escritor se fun de con el lector, para crear juntos y compartir «el ser const ciente del libro». ' Las investigaciones recientes sobre los efectos neurolégicog de la lectura profunda han afadido una patina cientifica ak lirica de Stevens. En un fascinante estudio, llevado a cabo e el Laboratorio de Cognicién Dinamica de la Universidad di fashington y publicado en la revista Psychological Science e1 2009, los investigadores usaron escaneres cerebrales para exa- minar lo que ocurre dentro de las cabezas de las personas que leen ficcién, Encontraron que «los lectores simulan mental mente cada nueva situacién que se encuentan en una nari rad cién, Los detalles de las acciones y sensaciones registrados en el texto se integran en el conocimiento personal de las experien+ cias pasadas». Las regiones del cerebro que se activan amenudo, «son similares a las que se activan cuando la gente realiza, ima: gina u observa actividades similares en el mundo real». La lectud ra profunda, segtin la principal investigadora del estudio, Nico+ le Speer, «no es un ejercicio pasivo»™, El lector se hace libro. El vinculo entre el lector de libros y su escritorha sido siem+| pre una fuerza simbidtica, un medio de fecundacién cruzada de género intelectual y artistico. Las palabras del escritor ac+ tian como un catalizador en Ia mente del lector, inspirandole| nuevas ideas, asociaciones y percepciones, a veces incluso epi fanias. Y la existencia misma del lector atento, critico, propor ciona estimulo al trabajo del escritor. Da al autor confianzal para explorar nuevas formas de expresién, transitar caminos| dificiles y exigentes del pensamiento, aventurarse en territo+ rio desconocido, peligroso a veces. «Todos los grandes hom- bres han escrito con orgullo, sin dar explicaciones —dijo| Emerson—. Sabfan que un lector inteligente llegaria al fin y les! daria las gracias», Nuestra rica tradicién literaria es impensable sin los inti- mos intercambios que tienen lugar entre lectory escritor en el Ta PAN mROHNDHZAIN crisol de un libro. Después de la invencion de Gutenberg, los limites del lenguaje se expandieron ripidamente a medida «jue los escritores competian por la atencién de unos lectores cada vez mas sofisticados y exigentes, esforzandose en expre- sar ideas y emociones con mayor claridad, elegancia y origina- lidad, E] vocabulario inglés, antiguamente limitado a unos po- cosmiles de palabras, se amplié hasta mas de un mill6n con Ta proliferacién de los libros”, Muchas palabras nuevas significa- Jaan conceptos abstractos que simplemente no habian existi- «lo antes. Los escritores experimentaron con la sintaxis y la diccién, abriendo nuevas vias al pensamiento y la imagina- cin. ¥ los lectores las recorrieron con entusiasmo, haciéndo- se duchos en la tarea de seguir una prosa 0 un verso fluido, claborado, idiosincrasico. Las ideas que los escritores podian expresar y los lectores interpretar ganaron en complejidad y sutileza, mientras los argumentos iban surcando las paginas die texto. A medida que el lenguaje se ampliaba, ¢| hombre profundizaba en su conciencia. Esta profundizacion se extendié mésallé de la pagina. No es ninguna exageracin decir que la escritura y la lectura de li bros amplid y refiné la experiencia que las personas tenfan de la vida y la naturaleza. ®, La tranquilidad de la lectura profunda se convirtié en «parte de la mente», como entendia Stevens. Los libros no fueron la nica razén de que la conciencia humana se transformara en los afos siguientes a Ia inven- cién de la tipogratia muchas owas tecnologias y las ten: dencias sociales y demograficas desempefiaron papeles im- portantes—, pero si estuvieron en el centro mismo del cambio. A medida que el libro lleg6 a ser el principal media de intercambio de conocimientos y opiniones, su ética inte lectual se convirtid en el fundamento de nuestra cultura. El libro hizo posible el autoconocimiento delicadamente matiza doen el Preludio de Wordsworth y los ensayos de Emerson, y lz comprensién igualmente sutil de las relaciones sociales y per sonales que se encuentra en las novelas de Austen, Flaubert ) Henry James. Incluso los grandes experimentos de narrative no lineal en el siglo xx por escritores como James Joyce y Wi iam Burroughs habrian sido impensables sin la presuncir de los artistas de que tendrian lectores atentos, pacientes. Une ver wanscrito a pagina, el libre fluir de la conciencia se con vertia en lineal y literario. La ética literaria no se expresaba slo en lo que normal mente consideramos literatura. Se convirtis en la ética del his toriador, mediante obras como Historia de la decadencia y caidi del Inperio romano, de Gibbon. Fue la ética de la filosofia mo derna, informando las ideas de Descartes, Locke, Kant y Niets La rheava paawerunizana che. ¥ sobre todo se convirtié en Ia ética del cientifico. Se po- dirfa argumentar que la obra literaria mas influyente del siglo xix fue Elorigen de las especies, de Darwin. En el siglo Xx la ética literaria recorria libros tan diversos como La rélatividad, de Kinstein; Teoria general del empleo, el interés y el dinero, de Keynes; Estructura de las revoluciones cientificas, de Thomas Kuhn; y Pri- mavera silenciosa, de Rachel Carson. Ninguno de estos logros intelectuales trascendentales habria sido posible sin los cam- hios en la lectura yla escritura —y en la percepcién y el pensa- iniento—espoleados por la reproduccién eficiente de formas largas de escritura en paginas impresas. Como nuestros antepasados de la Baja Edad Media, hoy nos encontramos entre dos mundos tecnolégicos. Después de 550 anos, la imprenta y sus productos se estan viendo desplazados del centro de nuestra vida intelectual hacia sus margenes. El cambio comenzé6 a gestarse en los afios centrales del siglo xx, cuando empezamosa dedicar cada vez mas tiempo yatencién 4 los baratos y abundantes productos de entretenimiento sin lin Hegados con la primera ola de medios cléctricos y electro- nicos: la radio, el cine, el fondgrafo, la television, Sin embar- go, estas tecnologias se vieron siempre limitadas por su inca- pacidad para transmitir la palabra escrita, Podian desplazar, pero no reemplazar, el libro, La cultura dominante segufa ivansmitiéndose a través de la imprenta ‘Ahora la corriente sc desvia de forma répida y decisiva a un nuevo canal, La revolucion electronica esta Hegando a su cul- minacién: el ordenador —personal, portatil, de bolsillo— se ha convertido en nuestro constante compaiiero; e Internet, c1 nuestro medio favorito para almacenar, procesar y compar tir informacién en todas sus formas, incluida la textual. El huevo mundo seguiré siendo, por supuesto, un mundo alfa- betizado, repleto de los familiares simbolos del alfabeto. No podemos volver al mundo oral perdido, como no podemos volver at los tiempos en que los relojes no existian®, «La escri- Surrarwiaus tura, la impresién y el ordenador —escribe Walter Ong— son formas de tecnologizacién de la palabra»; y una vez tecnologk zada, la palabra no puede destecnologizarse“!. Pero el mundo de la pantalla, como ya estamos empezando a comprender, eg un lugar muy diferente del mundo de la pagina. Una nueva ética intelectual se est afianzando. Los caminos de nuestro cerebro vuelven a rediseiiarse. DIGRESION SOBRE LEE DE FOREST ¥ SU INCREIBLE AUDION Nuestros medios de commnicacién modernos tienen un ort yen comtin, un invento que rara vez. se menciona hoy, pero que desempeiié un papel tan decisivo en la conformacién de ti sociedad actual como el motor de combustién interna o la hombilla incandescente. Este invento recibié el nombre de au- dién, Fue el primer amplificador electrénico de sonidos, debi- doa Lee de Forest. Incluso aunque se le juzgue segtin los altos estindares esta- blecidos por tantos inventores estadounidenses que aunaban originalidad y locura, De Forest fue un bicho raro. Desagrada- hle, poco agraciado y despreciado en general —en la escuela secundaria lo eligieron «chico menos atractivo» de su clase—, ‘tctué movido por un descomunal ego, s6lo comparable a su complejo de inferioridad’. Si no estaba casdndose o divorciin- dose, alienando a un colega o Hevando un negocio a la ruina, cstaria en los tribunales defendiéndose de alguna acusacion de fraude 0 falsificacién de paten... O presentando su propia demanda contra alguno de sus muchos enemigos. De Forest se crié en Alabama, hijo de un maestro de escue- la. Después de doctorarse en Ingenieria por la Universidad de Yale en 1896, pas6 una década trasteando con las recientes tecnologias de la radio y el telégrafo. Buscaba desesperada- mente el gran avance que le daria nombre y fortuna. En 1906 llegé su momento. Sin saber muy bien lo que hacfa, cogié una vilvula de vacfo estindar de dos polos, que envié una corien- Surperterates te eléctrica de un hilo conductor (cl filamento) a un segundo} (la placa), y aiadié un tercer hilo a la misma, convirtiendo el} diodo en un triodo. Descubrié que, cuando enviaba una quefia carga eléetrica al tercer hilo —la rejilla—, se intensifid caba la corriente enue el filamento y la placa. El dispositivo, segiin explicé en su solicitud de patente, podia adaptarse «para amplificar corrientes eléctricas débiles Aparentemente modesta, la invencién de De Forest acabé por cambiar el mundo. Puesto que podia utilizarse para am plificar una sefial eléctrica, también seryirfa para amplificar! las transmisiones de audio enviadas y recibidas como ondas de radio. Hasta entonces, las radios habian sido de uso limita do debido a que sus sefiales se desvanecian muy rapidamente. Con el audién para amplificar las sefiales, fueron posibles las tansmisiones inakimbricas de larga distancia, lo que dejé el campo libre para la radiodifusién, Asi, el audién se convirtié en un componente crucial del nuevo sistema telefnico, que permitia conversar a personas situadas en lugares muy distan- tes entre si. De Forest no podia saberlo en aquel momento, pero acababa de inaugurar la era de la electronica. Las co- rrientes eléctricas son, simplemente, flujos de electrones, y el audién fue el primer dispositivo que permitis controlar con precisién la intensidad de los flujos. A medida que avanzaba elsiglo xx, estos tubos de triodos legaron a formar el corazon tecnolégico de las comunicaciones, el ocio y los medios de co- municacién modemos, Se encontraban en transmisores y re- ceptores de radio, en equipos de alta fidelidad, en los sistemas de megafonia, en los amplificadores de las guitarras. Estos tue bos, dispuestos en matrices, también sirvieron como unidades de proceso y sistemas de almacenamiento de datos en muchas maquinas digitales de primera generacién. Los primeros mainframes solian tenerlos por decenas de miles. Cuando, al rededor de 1950, las valvulas de vacio comenzaron a sustituir se por transistores, mas pequeiios, baratos, sélidos y fiables, la popularidad de los aparatos electrénicos explot, En su version miniaturizaca del transistor de triodos, el invento de Lee de Fo- Remar Ly Fours y se ceetnns: avin vests convirtié en el caballo de batalla de nuestra era de la informacion. Al final, De Forest no estaba muy seguro desi debia sentirse contento o consternado por el mundo que habia ayudado a alumbrar. En «Dawn of Electronic Age» [El alba de la era clee- trOnica], un articulo que escribi6 en 1952 para Popular Mecha- nics, entoné um canto a su creacién del audién, refiriéndose a ella como «una pequeiia bellota de la que ha surgido el gigan- tesco roble que hoy abarca el mundo». Al mismo tiempo, la- menté la «depravacién moral» de la radio y la television co- merciales. «El examen de la calidad idiota de la mayoria de los programas radiofénicos que se emiten hoy ofrece una idea muy melancélica del nivel mental de nuestro pais», eseribid. Anticipandose a futuras aplicaciones de la electrénica, su pronéstico era atin mas sombrio, Creia que «los fisidlogos de los electrones» acabarfan por ser capaces de supervisar y ana- lizar «las ondas del pensamiento que emite el cerebro, [le- yando a medir} la alegria y el dolor en unidades cuantitativa~ mente definidas». En definitiva, concluyé, «im profesor podra implantar conocimiento en los reacios cerebros de sus alum- nos del siglo xxit, {Qué terribles posibilidades politicas no nos acecharan! Demos gracias de que tales cosas se reserven a la posteridad, ahorrandosenos a nosotros»’. 2 i 5. UN MEDIO DE LA NATURALEZA MAS GENERAL Ena primavera de 1954, cuando los primeros ordenadores empezaban a producirse en serie, el genial matematico brita- nico Alan Turing se suicidé comiendo una manzana envene- nada con cianuro, fruta que a resultas de este acto no tenemos mis remedio que considerar arrancada del Arbol dela Ciencia a.un costo incalculable. Turing, que toda su corta vida demos- tr6 lo que uno de sus bidgrafos calificé de «una inocencia que no parece de este mundo»!, habia desempefado un papel de- cisivo durante la Segunda Guerra Mundial en descifrar los c6- digos de Enigma, la claborada maquina de escribir que usaban los nazis para cifrar y descifrar las Grdenes militares y otros mensajes confidenciales. La penetracién en los secretos de Enigma fue una gesta que ayudé a cambiar el curso de la gue- rma y asegurar la victoria de los Aliados, aunque no salvé a Tu- ring de la humillacién de ser detenido, unos afios mas tarde, por tener relaciones sexuales con otro hombre. Hoy, Alan Turing es mas recordado como creador de un dis- positivo informatico imaginario que previ y sirvié de modelo ala informatica moderna, No tenia més de veinticuatro aiios, y acababan de elegirlo /éléw en la Universidad de Cambridge, cuando presenté la que daria en llamarse maquina de Tu- ring con una ponencia titulada «On Computable Numbers, with an Application to the Entscheidungsproblem» [Los mtimeros computables aplicados al Enéscheidungsproblem] (1986). La in- tencién de Turing era demostrar que no hay sistema perfecto Une riven ua ATURALIZA MAN ar aalguno basado en Ja légica o las matematicas, pues siempre ha- bra afirmaciones cuya verdad 0 falsedad no se pueda probar, per- maneciendo, pues, «incomputables». Para demostrar esta tesis, armé una sencilla calculadora digital capaz de seguir instruc- ciones codificadas, de leer, escribir y borrar simbolos. Esta computadora, demostr6, podia programarse para realizar las areas desempeviadas por cualquier otro dispositive de proce- samiento de informacion. Era una «maquina universal»? Enum articulo posterior, «Computing Machinery and Inte- lligence» [Maquinaria de computacion e inteligencia] , Turing explicé cémo la existencia de las computadoras programa: bles «tiene la importante consecuencia de que, considera- ciones sobre velocidad aparte, no es necesario disefiar varias maquinas nuevas para realizar los diversos procesos de com- putaci6n. Todos se pueden efectuar con una sola computado- ra digital, adecuadamente programada para cada caso». Esto significa, conclufa, que «todos los equipos digitales son, en cierto sentido, equivalentes»*. Turing no fue el primero cn imaginar cémo podrfa fincionar una computadora progra- mable —mas de um siglo antes otro matematico inglés, Charles Babbage, habia elaborado planes para montar una «maquina analiticay que fuese *, La lucha de Rosen recuerda casi palabra por palabra a la que narraba en 2005 el historiador David Bell, cuando se ley6 en Internet The Genesis of Napoleonic Propagande {La génesis de la propaganda napoleénica]. Bell describis su experiencia en un articulo que salié en New Republic: «En unos pocos dics el texto aparecié puntualmente en mi pantalla. Me puse a leer, pero, aunque el libro esta muy bien escrito y resulta de lo mas informativo, me costaba mucho concentrarme, cosa rara en mi, Navegaba arriba y abajo, buscaba palabras clave y hacia mas pausas de las normales para tomarme un café, mirar el correo, leer las noticias u ordenar mi escritorio. Al final conse= gu acabar el libro, de lo cual me alegro. Pero una semana més tarde noté que me costaba mucho recordar lo leido»* Cuando un libro impreso —ya sea un trabajo de erudicion | recién publicado o una novela victoriana con dos siglos de an- tigitedad— se transfiere a un dispositivo electrénico conecta- doa Internet, se convierte en algo muy parecido a una pagina web. Su texto queda preso de todas las distracciones que ofre- ce un ordenador conectado a Internet. Sus hipervinculos y demas mejoras digitales son un constante foco de atracciones infructuosas para el lector, que pierde lo que John Updike la maba «sus aristas» para disolverse en las vastas y procelosas aguas de la Red. La linealidad del libro impreso se quicbra en pedazos; y con ella, la calmada atencién que induce en el lector. Las prestaciones altamente tecnoldgicas de dispositivos como el Kindle y el nuevo iPad de Apple nos facilitaran la lec- J tura de libros clectrénicos, pero nuestra manera de leerlos sera muy distinta del modo en que lefamos las ediciones im- presas, Estos cambios en la lectura también provocaran cambios en el estilo de escritura: autores y editores se adaptaran a los nuevos habitos y expectativas de los lectores. Japén ya presenta un Ha- mativo ejemplo de este proceso: en 2001 varias jovenes japo- nesas empezaron a componer relatos en sus teléfonos mévi- les, bajo Ja forma de mensajes textuales que cargaban en una pagina web, Maho no i-rando, donde otras personas los lefan y comentaban, Estas historias se expandieron como seriales 0 «novelas telef6nicas» de popularidad creciente. Algunas de estas novelas tuvieron millones de Jectores online. Los editores tomaron nota y empezaron a sacarlas como libros impresos. A finales de la década estas novelas de teléfono mévil habjan pa- sado a dominar las listas de los libros mas vendidos del pais. Las tres novelas japonesas mas vendidas en 2007 fueron escri- tas originalmente por medio de teléfonos moviles. La forma de una novela refleja su origen. Estas, segtin el periodista Norimitsu Onishi, son «sobre todo historias de amor escritas en el estilo breve caracterfstico de los mensajes enviados por e! mévil, pero apenas contienen construcciones argumentales 0 el desarrollo de los personajes que se observa en la novela tradicional». Una de las novelistas telefGnicas mas fios que se hace lamar Rin, explicaba a Onishi por qué los jévenes abandonan la novela tradicional: «No leen novelas de escritores profesionales por que sus frases son demasiado complicadas, con expresiones dcliberadamente rebuscadas; y las historias que cuentan no les resultan familiares»", Puede que la popularidad de las no- velas telefénicas nunca se extienda mds alla del Jap6n, un pais dado a las rarezas, pero aun asi este ejemplo demuestra cémo los cambios en la lectura acaban afectando a la eseritura. Otro sintoma del modo en que la Web comienza a influir cn la literatura se produjo en 2009, cuando O'Reilly Media, populares, uma joven de veintitin 2 editorial estadounidense de libros sobre tecnologia, sacé un. libro sobre Twitter escrito en PowerPoint, un programa de Mi- crosofi para hacer presentaciones visuales. «Hacfa tiempo que nos interesaba explorar como el medio onlinealtera la presen- tacién, la narrativa y la estructura del libro», declaré el conse- jero delegado de la editorial, Tim O'Reilly, al presentar el vo- lumen, que est disponible en forma tanto impresa como electronica. «La mayoria de los libros siguen ateniéndose al vigjo modelo de una narracién sostenida como principio or ganizador. Aqui mas bien hemos usado un modelo del tipo Internet, con paginas independientes, cada una de las cuales puede leerse sola (0 como mucho dentro de un grupo de dos 6 tres)». Segiin O'Reilly, esta sarquitectura modular» refleja el modo en que las pricticas de lectura de la gente han varia~ do para adaptarse al texto en pantalla: «La Web ofrece incon- tables lecciones de cémo Ios libros deben adaptarse al forma- to online»"*. Algunos cambios del modo en que los libros se escriben y presentan seran radicales, Al menos una editorial importante, Simon & Schuster, ya ha empezado a publicar novelas electré- nicas con videos incrustados en sus paginas virtuales. Estos hi- bridos se han dado en Hamar vooks. Otras empresas han em- prendido ya experimentos multimedia similares. «Todo el mundo intenta pensar en la mejor manera de organizar los li- bros y la informacién en el siglo xx1», opina Judith Curr, eje- cutiva de Simon & Schuster, cuando explica el impulso que esta detras de estos vooks, «Lisa y Hanamente, ya no se puede disponer el texto de manera lineal, sin miso! Otras alteraciones de la forma y el contenido seran mas su- tiles y se desarrollarin mas lentamente. Por ejemplo, a medi- da que los lectores accedan a las novedades bibliograficas fun- damentalmente a través de brisquedas en Internet, los autores se veran cada vez mas presionados para usar determinadas pa- labras con mas probabilidades de ser elegidas en esas biisque- das. Es Jo que hacen hoy dia los blogueros y otros escritores online. Steven Johnson apunta algunas probables consecuen- La viva wwaurscon cias: «Los eseritores y editores empezardn a preocuparse por cémo determinadas paginas o capitulos yayan a aparecer en los resultados de Google, y disefiardn las secciones especifica- mente con la esperanza de que atraigan esa corriente constan- te de visitantes Hlegados mediante una busqueda. Los parrafos iniciales levarén marcadores descriptivos que orienten a los potenciales buscadores; y se probaran distintos titulos de capi- tulos para determinar su visibilidad para las biisquedas»"*, Muchos observadores creen que es mera cuestién de tiem- po el que las funciones de las redes sociales se incorporen a los leciores digitales, con lo que la lectura se convertiria en una especie de deporte de equipo. Charlaremos onliney nos pasaremos notas virtuales mientras escaneamos textos electré- nicos. Nos suscribiremos a servicios que actualizaran automé- ticamente nuestros libros aftadiéndoles criticas, comentarios y revisiones de otros lectores. En palabras de Ben Vershbow, del Instituto para el Futuro del Libro, dependiente del C tro de Comunicacion Annenberg de la USC, «pronto los li- bros contendran literalmente discusiones, en forma tanto de charla como de intercambios asincrones mediante comenti- rios y anotaciones sociales. Uno podra ver quién mids esta le- yendo un libro dado, pudiéndose establecer un diitlogo entre lectores»"*, En un controvertido ensayo, el escritor cientifico Kevin Kelly lleg6 a sugerir que se celebrarian fiestas comuna- les de «cortar y pegar» a través de Internet. Confeccionare- mos nuevos libros con retazos de libros viejos. «Una vez digita- lizados—escribe Kelly—, los libros podran reducirse a paginas individuales o incluso a fragmentos de pagina, los cuales se remezclaran en libros reordenados, que a su yez se publicaran para volverse a mezclar como parte del acervo comin». No sabemos si se dara esta posibilidad, pero si parece inevi- table que la tendencia de Internet a transformar todo medio en un medio social surtira un efecto de gran alcance en las maneras de leer y escribir, esto es, en el lenguaje mismo. Cuan- do la forma del libro cambié y permitié con ello la lectura en silencio, una de las consecuencias mas importantes fue el de- ne sarrollo de la escritura privada. Los autores, capaces de supo- ner que un lector atento y comprometido tanto intelectual como emocionalmente «aparecerfa al fin para darles las gra- cias», traspasaron répidamente los limites del discurso social para comenzar a explorar una riqueza de formas marcada- mente literarias, muchas de las cuales no tenfan cabida fuera de la pagina impresa. Esta nueva libertad del escritor privado condujo, como hemos visto, a una explosién experimental que expandié el vocabulario, ensanch6 los limites de la sin- taxis y aumenté la flexibilidad y la expresividad del lenguaje en general. Ahora que el contexto en que se produce la lectu- ra vuelve a cambiar, de la pagina privada ala Red comunitaria, los autores volveran a adaptarse. Cada vez serdn mas los que ajusten sus obras a un medio que el ensayista Caleb Crain des- cribe como gregario, en el cua! la gente leera principalmente «para experimentar la sensacién de pertenencia», mas que para ilustrarse 0 evadirse’’. Cuando el ambito social prima so- bre el literario, el escritor se ve abocado a descartar la virtud y la experimentacién en aras de un estilo inocuo pero inmedia~ tamente accesible. La escritura se convertira en una forma de registrar banales chaicharas. ‘La naturaleza provisional del texto en pantalla también promete influir en los estilos de escritura. Un libro impreso es un objeto terminado, Una vez impresas en la pagina, sus pala- bras son indelebles. La finitud de} acto de publicar ha instila- do tradicionalmente en los mejores escritores y editores el deseo, incluso la ansiedad, por perfeccionar las obras que producen: escriben con la vista y el ofdo puestos en la eterni- dad. Pero el texto electrénico es efimero. En el mercado digi- tal, la edicién se ha convertido en un proceso continuo mas que un suceso puntual. Las revisiones son potencialmente in- finitas. Incluso después de que un libro electrénico se haya descargado a un dispositivo externo, su actualizaci6n automé- tica sigue siendo un proceso sencillo, mas desde luego que la rutinaria actualizacién de programas informaticos que realiza cualquier usuario. No es descabellado suponer que, si se pri- va al hecho de editar de su finitud, acabe cambiando Ia acti- tud de los escritores hacia su obra. La presién por alcanzar la perfeccién disminuird, junto con el rigor artistico que impo- nia, Para ver cémo los menores cambios en los presupuestos del autor pueden acabar surtiendo importantes efectos en lo que escribe, no hay mas que echar un vistazoa la historia de la correspondencia. Una carta personal escrita, digamos, en el siglo xux guarda escasa semejanza con un correo electrénico o mensaje textual de los que se escriben hoy. Nuestra autoin- dulgencia por los placeres de la informalidad y la inmediatez nos ha conducido a mermas de expresividad y elocuencia™. Sin duda, la conectividad y otras prestaciones del libro elec- trénico seran fuente de nuevos goces y diversiones. Hasta pue- de que, como sugiere Kelly, acabemos viendo la digitalizacién como un acto liberador, una forma de liberar el texto de la pagina. Pero el coste volver 2 ser debilitador, cuando no ex- terminador, de la intima conexién intelectual que se estable- cia entre un escritor y un lector solitarios. La practica de la lectura en silencio que se popularizé con el invento de Guten- berg, cuando «el silencio formaba parte del sentido que se abria paso en la mente», seguira menguando, probablemente hasta quedarse en reducto de una élite en trance de desapare- cer. En otras palabras, se restablecera la norma historica. Como un grupo de catedraticos de la Universidad de Northwes tern escribié en 2005 para la Annual Review of Sociology, los re- cientes cambios en nuestros habitos de lectura sugieren que «la cra de la lectura masiva [de libros] ha sido una breve anomalia de nuestra historia intelectual [...]. Estamos viendo cémo ese tipo de lectura vuelve a su antigua base social: una minoria que se perpetiia a si misma, lo que podriamos Hamar la clase leyen- te», La cuestion pendiente de resolver, concluian, es si esta cla~ se leyente tendra «el poder y el prestigio asociados a una forma cada vez mas rara de capital cultural» o se les yeré como a ex- céntricos adeptos a «una aficién cada vez mas arcana»””, Cuando el consejero delegado de Amazon, Jeff Bezos, pre- senté el Kindle, no pudo resistirse al autobombo: «Nada mas Sumaunctanys ambicioso que tomar un objeto tan altamente evolucionado como el libro y mejorarlo; tal vez incluso cambiar la forma en que la gente lees". No hay «tal vez» que valga: la forma en que la gente lee —y escribe— ya ka ha cambiado la Red; y los cam- bios continuaran, sin prisa pero sin pausa, mientras las pala- bras de los libros sigan extrayéndose de la pagina impresa para incrustarse en las «tecnologias propias de la ecologia de Ia interrupcién»: las de la informatica. Los guntis llevan tiempo intentando enterrar el libro. A princi- pios del siglo x1x, la floreciente popularidad de los periédicos —s6lo en Londres se editaban mas de cien— lev6 a muchos observadores a suponer que los libros estaban a punto de que- darse obsoletos. '. Si dejan de enviar mensae jes, corren el riesgo de volverse invisibles. Mas nan i ALAIN Nuestro uso de Internet implica més de una paradoja, pero la que promete ejercer a largo plazo una mayor influencia so- bre el modo en que pensamos es ésta: la Red atrae nuestra atencién s6lo para dispersarla, Nos centramos intensamente cn el medio, en la pantalla, pero nos distrae el fuego granea- do de mensajes y estimulos que compiten entre si por atraer nuestra atencién. Donde quiera y cuando quiera que nos co- nectemos, la Red nos coloca ante un batiburrillo con una in- creible capacidad de seduccién. Tendemos a «buscar situacio- nes que exigen actividades simultaneas o situaciones en las que nos abruma el volumen de la informacién»”, Si el lento progreso de las palabras por la pagina impresa atempera nues- tro afin de inundarnos de estimulos mentales, la Red lo fo- menta. Nos deyuelve a nuestro estado natural de distraccién irreflexiva, nos coloca ante infinidad de distracciones que ja- més tentaron a nuestros antepasados. No todas las distracciones son malas. Como nos ha ocurri- do a muchos, si nos concentramos demasiado en un proble- ma dado, puede que nos atasquemos en un bucle mental. Nuestro pensamiento se estrecha mientras pugnamosen vano por alumbrar ideas nuevas. Pero si dejamos el problema de lado unas horas —si lo «consultamos con la almohada»—, 1 menudo Jo retomamos con una perspectiva mas fresca y una creatividad renovada. Las investigaciones de Ap Dijksterhuis, psicélogo holandés que dirige ". Lo que no hacemos cuando estamos conectados a Internet también entraia consecuencias neurolégicas. Asi como Tas neuronas cuyas sinapsis estén unidas permanecen unidas, aquellas cuyas sinapsis no lo estan, no. Mientras el tiempo que pasamos buceando en la Red supere de largo el que pasamos leyendo libros, en tanto que el tiempo dedicado a intercam- biar mensajes medibles en bits exceda grandemente al tiem- po que pasamos redactando pisrafos, a medida que el tiempo cmpleado en saltar de un vinculo a otro sobrepase con mucho al tiempo que dedicamos a la meditacién y la contemplacién en calma, los circuitos que sostenian los antiguos propésitos y funciones intelectuales se debilitan hasta desmoronarse. El cerebro recicla las neuronas en desuso y dedica sus sinapsis a otras tareas, mas urgentes, que se le encomiendan. Adquiri- mos nuevas habilidades y perspectivas en detrimento de las viejas. Gary Small, catedratico de Psiquiatria en la UCLA y director de su Centro de Memoria y Envejecimiento, se ha dedicade estudiar los efectos psicolégicos y neurolégicos del uso de los medios digitales. Sus hallazgos apoyan la creencia de Merze- nich de que la Red provoca extensos daiios cerebrales. «Lit tual explosién de la tecnologia digital no esta cambiando s6lo Ia forma en que vivimos y nos comunicamos, sino que también esté altcrando répidamente nuestros cerebros», afi ma. El uso diario de ordenadores, smartphones, buscadores y otras herramientas informaticas «estimula la alteracién de las cClulas cerebrales y la liberacién de neurotransmisores, forta- leciendo gradualmente nuevas vias neuronales al tiempo que debilita las viejas»?. En 2008, Small y dos de sus colegas realizaron el primer ex: perimento que de hecho mostraba cémo el cerebro de la gen- te cambiaba a raiz del uso de Internet’, Los investigadores re- clutaron a veinticuatro voluntarios —una docena de usuarios experimentados de Internet y una docena de usuarios noye- Surman les—y escanearon sus cerebros mientras ellos hacian biisque+ das en Google (como un ordenador personal no cabe en el aparato de resonancia magnética, los sujetos al experimento iban equipados con unas gafas, en cuyos lentes se les proyectas ban imagenes de paginas web, y con una especie de ratén con que accionar el cursor de la pantalla). El escaner mostro que la actividad cerebral de los usuarios experimentados en Google superaba con mucho a la de los novatos, En particular, «log que inas sabian de ordenadores usaban una red especializada sita en la region frontal izquierda del cerebro, la corteza prex frontal dorsolateral, [mientras que] los neéfitos en Internet mostraban minima 0 nula actividad en esa area». Gomo cons trol de la prueba, los investigadores también hicieron a los ine dividuos leer texto lineal, a semejanza de la lectura de un librot eneste caso, el escéner no refle|6 ninguna diferencia de active dad cerebral entre ambos grupos. Era evidente que los usuae rios online experimentados habian desarrollado circuitos neu- ronales distintos como consecuencia de su uso de Internet. La parte mas notable del experimento se produjo cuando se repitieron las pruebas seis dias después. Entretanto, los ine vestigadores habfan hecho pasar a los usuarios noveles de Ine ternet una hora diaria navegando por ella. Los nuevos escdne+ res revelaron que el area de la corteza prefrontal que habia estado mucho tiempo dormida mostraba ahora una gran actis vidad, Ja misma que se apreciaba en los cerebros de los usuar rios veteranos, «Después de slo cinco dias de practica, exaol tamente el mismo circuito neuronal en el Iébulo frontal def cerebro se activa en los usuarios noveles —informa Small- Cinco horas en Internet habian bastado para que estos sujetoq reajustaran sus circuits». Y se pregunta; «Si nuestros cerebr son tan sensibles a una sola hora diaria de exposicion a Intet net, gqué ocurre cuando pasamos mas tiempo [conect dos]?»*. Otro hallazgo del estudio arroja luz sobre la diferencia tre la lectura de paginas web y la de libros. Los investigado descubricron que, cuando la gente hace biisquedas en la Redy MON rALina 1 MALAY muestra un patron de actividad cerebral muy distinto del que uparece cuando lee texto como el de un libro. Los lectores de libros presentan mucha actividad en regiones relacionadas con el lenguaje, la memoria y el procesamiento visual, pero no tanta en las regiones prefrontales asociadas con la adop- ci6n de decisiones y la resoluci6n de problemas. Los usuarios experimentados de la Red, en cambio, muestran una activi- dad extensa por todas esas regiones cerebrales cuando rebus- can paginas en Internet. Las buenas noticias son que la nave- {acién por Internet, debido a que activa tantas funciones del cerebro, puede ayudar alas personas de mas edad a mantener la agudeza de sus mentes. Parece que la actividad de rebuscar en Ja Red «ejercita» el cerebro de modo similar a la de resol- verun crucigrama, segtin Small. Pero Ia extensa actividad cerebral de un navegante de la Red también apunta a por qué la lectura atenta y otras activie dades de concentracién sostenida se vuelven tan arduas onli- ne. La necesidad de evaluar enlaces para hacer elecciones en vonsecuencia, al tiempo que se procesan multitud de lagaces estimulos sensoriales, exige una coordinacién mental y una capacidad de decision constantes, lo que distrac al cerchro, Gada vez que este lector se enfrenta a un enlace dinamico, tiene que detenerse, aunque sea una fraccién de segundo, para que la corteza prefrontal pueda evahuar si deberia pi charlo 0 no. Puede que la redireccion de nuestros recursos mentales, desde la lectura de libros hasta la formacién de jui- cios, sca imperceptible para nosotros —tcnemos un cerebro muy rapido—, pero esta demostrado que impide la compren- sidn y la retenci6n, sobre todo cuando se repite con frecuencia. Cuando entran en funcionamiento las funciones ejecutivas de la corteza cerebral, nuestros cerebros no se limitan a ejercitar- se, sino que se sobrecargan. De forma muy real, la Red nos devuelve a los tiempos de la seriptura continua, cuando la lec- {ura constituia un acto marcadamente exigente desde el punto de vista cognoscitivo. Al leer online, afirma Maryanne Wolf, sacrificamos la capacidad que permite la lectura pro- Sumeanicravs funda. Regresamos al estado de «meros descodificadores de informaciéne'", Nuestra capacidad de establecer las ricas co nexiones mentales que se forman cuando leemos profundas mente y sin distracciones permanece en gran medida deso- cupada. Steven Johnson, en su libro de 2005 Everything Bad is Good {Jor You [Todo lo malo es bueno para usted], comparaba la exe tensa y torrencial actividad detectada en los cerebros de los usuarios de ordenadores con la actividad mucho mas serena que se vefa en los cerebros de los lectores de libros. Esta com- paracién le Hevaba a sugerir que el uso del ordenador genera una estimulacién mental mucho mis intensa que la lectura de libros. La evidencia neuronal podia incluso, escribe Johnson, llevar a mas de uno a concluir que «la lectura de libros subestie mula de forma crénica los sentidos»!!, Aunque el diagnéstico de Johnson es correcto, su interpretacién de los distintos pax trones de actividad cerebral es engafiosa. EI hecho mismo de que la lectura de libros «subestimula los sentidos» es justo lo que hace de esta actividad algo un intelectualmente gratifie cante. Al permitirnos filtrar las distracciones, acallar las funcio- nes del lébulo frontal que regulan la resolucién de problemas,| Ja lectura profunda se convierte en una forma de pensamiento! profundo, La mente del lector experimentado es una mente en cala, no en ebullicién. Cuando se trata de actividad new ronal, es un error suponer que cuanta mas, mejor. John Sweller, psicopedagogo australiano, ha pasado tres decenios estudiando ¢l modo cn que nuestra mente proce: la informacién y, en particular, como aprendemos. Su trabaj ilustra cémo la Red y otros medios influyen en el estilo y | profundidad de nuestro pensamiento. Nuestro cerebro, € plica, incorpora dos tipos de memoria bien diferentes: una corto plazo y otra a largo. Conseryamos nuestras impresion sensaciones y pensamientos inmediatos bajo la forma de re cuerdos a corto plazo, de los que tienden a durar no més qu unos pocos segundos, Todas las cosas que hemos aprendi del mundo, ya sea consciente 0 inconscientemente, se alm: cenan como recuerdos a largo plazo, de los que pueden per- manecer en nuestros cerebros dias, afios, toda la vida. Nues- tro tipo particular de memoriaa corto plazo, llamada memoria de trabajo, desempeiia un papel instrumental en Ia transfe- rencia de informacion a la memoria a largo plazo y, por lo tanto, en la creacién de nuestro almacén personal de conoci- miento. La memoria de trabajo forma, en un sentido muy real, el contenido de nuestra consciencia en un momento dado. «Somos conscientes de lo que est en nuestra memo- ria de trabajo e inconscientes de todo aquello que no esté alli», explica Sweller!®, Sila memoria de trabajo es el bloc de notas de Ja mente, entonces la memoria a largo plazo ¢s su ar- chivo. El contenido de nuestra memoria a largo plazo se en- cuentra principalmente fuera de nuestra consciencia. Para que podamos pensar en algo ya aprendido o experimentado, nuee tro cerebro tiene que devolver la transferencia de la memoria a largo plazo a la memoria de trabajo. «Sélo somos conacientex de que algo esta almacenado en la memoria a largo plazo cuan do este algo se leva a la memoria de trabajom, contintia Swe- Her", Antes se suponia que la memoria a largo plazo servi me= ramente como un gran almacén de hechos, impresiones y sucesos, que «desempefiaba un papel menor en procesos coy: noscitivos complejos como el pensamiento y la resolucién de problemas», Pero los neurélogos han acabado por darse cuenta de que la memoriaa largo plazo es de hecho la sede del cntendimiento. No sélo almacena hechos, sino también con- ceptos complejos, esquemas. Al organizar datos dispersos bajo un patrén de conocimiento, estos esquemas dotan a nuestro pensamiento de profundidad y riqueza. En palabras de Swe- ler, «nuestra capacidad intelectual proviene en gran medida de Jos esquemas que hemos adquirido durante largos periodos de tiempo. Entendemos conceptos de nuestias reas de pericia porque tenemos esquemas asociados a dichos conceptos»™’ La profundidad de nuestra inteligencia gira en torno a nuestra capacidad de transferir informacién de la memoria de trabajo ala memoriaa largo plazo, entretejiendo esquemas conceptuales durante el proceso. Pero el transito de ka memno« ria de trabajo a Ja memoria a largo plazo también forma el mayor embotellamiento en nuestro cerebro. A diferencia de la memoria a largo plazo, que cuenta con una gran capacis dad, la memoria de trabajo slo es capaz de retener un volue men de informacién muy reducido. En una célebre ponencia de 1956, «The Magical Number Seven, Plus or Minus Twow [Ia magia del niimero siete, mas o menos dos], el psicdlogo de Princeton George Miller observé que la memoria de trabas jo por lo general podia retener no mas de siete elementos de, informacion. Hoy dia se consideran muchos. Segtin Sweller, las pruebas actuales sugieren que «no podemos procesar mas de unos dos 0 cuatro elementos en un momento dado, y probable mente el niimero real esté mas por lo bajo que por lo alto dé esa horquilla. Ademis, esos pocos elementos que logramos re+ tener en la memoria de trabajo se desvanecen ripidamente, «sale yo que los renovemos mediante la repeticién>"™, Llenar una banera con un dedal: ése es el reto que afronta la transferencia de datos desde la memoria de trabajo ala mes moriaa largo plazo. Al regular la velocidad y la intensidad del flujo de informacion, los medios ejercen una fuerte influencia en este proceso. Cuando leemos un libro, el grifo de la infors maci6n mana con un goteo constante, que podemos regular con la velocidad de nuestra lectura. Gracias a nuestra concen+ tracidn en el texto, podemos transferir toda nuestra informa- cion o su mayoria, dedal a dedal, a la memoria a largo plazo forjar las ricas asociaciones fundamentales para crear esqued mas. Gon la Red, tenemos muchos grifos de informacién, tor dos manando a chorros. Y el dedal se nos desborda mientrag corremos de un grifo al otro. Sélo podemos transferir una pe¢ queiia porcién de los datos a la memoria a largo plazo, y I que transferimos es un céctel de gotas de diferentes grifos, ni una corriente continua con la coherencia de una sola fuente, La informacién que fluye a nuestra memoria de trabajo e un momento dado es nuestra «carga cognitiva». Cuando estal carga supera nuestra capacidad de almacenamiento —cuan« do se desborda el dedal—, no podemos retener la informa- cién ni extract conexiones con la informacion ya almacenada en nuestra memoria a largo plazo. No podemos traducir los datos nuevos @ esquemas. Nuestra capacidad de aprendizaje se resiente, y nuestro entendimiento no pasa de somero, Pues- lo que nuestra capacidad de mantener Ia atencién también depende de nuestra memoria de abajo —como dice Torkel Klingberg, «tenemos que recordar en qué hay que concen- trarse-—, una carga cognitiva elevada amplifica la dispersién que nos invade, Cuando nuestro cerebro esta sobrecargado, «las distracciones nos distraen mas»!’, (Algunos estucios aso- cian cl déficit de atencién con esta sobrecarga de la memoria dle trabajo). Los experimentos indican que, cuando forzamos esta memoria hasta su limite, se nos hace mas dificil distinguir fa informacion relevante de la irrelevante, la sefial del ruido. Nos convertimos en descerebrados consumidores de datos. Las dificultades para desarrollar nuestro entendimiento de ima materia 0 concepio parecen estar «sumamente determi- nadas por la carga de nuestra memoria de trabajo», escribe Sweller; y cuanto mas complejo sea lo que intentamos leer, inayor sera la pena exigida por una mente sobrecargada!® Hay muchas fuentes posibles de sobrecarga cognitiva, pero los de las mas importantes, segrin Sweller, son del texto impre- so. «Escapando de las constricciones impuestas por una tee nologia limitada a la pagina impresa [...], ofrecia un modelo mejor para la capacidad mental de reorganizar los elementos de la experiencia mediante la sustitucién de los enlaces entre ellos por asociacion o determinacién) Hacia el final de la década, el entusiasmo habia empezado a disiparse. La investigaci6n pintaba un cuadro mas completo y muy diferente de los efectos cognoscitivos del hipertexto, Resulté que evaluar enlaces y navegar por una ruta a través de cllos implicaba la realizacién de muy exigentes tareas de reso lucion de problemas ajenas al acto de leer en si mismo. Descis frar hipertextos es una actividad que incrementa sustanciak mente la carga cognitiva de los lectores; de ahi que debilite su capacidad de comprender y retener lo que estan leyendo. Un estudio de 1989 demostré que los lectores de hipertextos 4 menudo acababan vagando distraidamente «de una pagina a otra, en lugar de Ieerlas atentamente». Otro experimento, de 1990, revelé que los lectores de hipertextos a menudo «n¢ eran capaces de recordar lo que habjan lefdo y lo que no». En Manrazanat mn wa un estudio de ese mismo afio, los investigadores hicieron que dos grupos de personas respondieran a una serie de pregun- tas mediante consultas a un conjunto de documentos. Un gru- po consulté documentos electrénicos dotados de hipertextos, mientras que el otro consulté documentos tradicionales im- presos en papel. El grupo que consulté documentos impresos superé en rendimiento al grupo dotado de hipertextos a la hora de completar su tarea. Al revisar los resultados de estos y otros experimentos, los editores de un libro de 1996 sobre hipertexto y cognicién escribieron que, puesto que el hiper- texto «impone al lector una carga cognitiva mas alta», no es sorprendente «que las comparaciones empiricas entre la pre- sentacién en papel (una situacién familiar) y el hipertexto (una situacion nueva y exigente desde el punto de vista cog- noscitivo) no siempre favorezcan al hipertexto». Pero predije- ron que a medida que los lectores fueran adquiriendo una mayor «alfabetizacién en hipertextos», los problemas cognos- citivos probablemente disminuirian”. No ha sido asi. Aunque Internet haya convertido el hiper- (exto en un lugar comtin, incluso ubicuo, las investigaciones no dejan de demostrar que la gente que lee texto lineal entien- de més, recuerda mas y aprende mas que aquellos que leen texto salpimentado de vinculos dindmicos. En un estudio de 2001, dos eruditos canadienses pidieron a setenta personas que leyeran The Demon Lover [El amante demonio], un cuento dle la escritora modernista Elizabeth Bowen. Un grupo leyé el cuento en su formato tradicional de texto lineal; otro ley6 una versién con vinculos de los que se encuentran cominmente en una pagina web. Los lectores de hipertexto tardaron mas cn leerel cuento. Ademas, en las entrevistas subsiguientes tam- bién demostraron mayor confusi6n e incertidumbre acerca de lo leido. Tres cuartos de ellos dijeron haber tenido dificultades para seguir el texto, mientras que slo uno de cada diez entre los lectores de texto lineal refirié tales problemas. Un lector de bipertexto adujo: «La narracién saltaba de un sitio a otro. Nosé si fue por el hipertexto, pero hice algunas elecciones, y Sumasieaanes como consecuencia de ellas, no flufa como debia. Me encom té saltando de una idea a otra nueva que no podia seguir». Una segunda prueba realizada por los mismos investigadores utiliz6 un. cuento més breve y mas sencillo, The Trout [La trus cha], de Sean O'Faolain, con los mismos resultados. Los lector res de hipertextos volvieron a demostrar una mayor confusién 4 Ia hora de seguir el hilo: y sus comentarios sobre el argumentoy las imagenes de la narracién eran menos detallados y meno§ precisos que los que aportaban los lectores de texto lineal. La conclusién de los investigadores fue que el hipertexto «parece disuadir de una lectura absorta y personal», La atencién del lect tor «se dirige ala maquinaria del hipertexto y sus funciones mas que ala experiencia que ofrecfa la historia»"". EI medio utilizas do para presentar las palabras oscurecia su sentido. En otro experimento, los investigadores hicieron que los sujetos se sentaran ante sendos ordenadores y leyeran dos ars ticulos online que describfan teorfas opuestas sobre el apren- dizaje. Un articulo exponia el argumento de que el conoci« miento es objetivo; el otro argiifa que el conocimiento es relativo. Los dos articulos estaban oxganizados de la misma forma, con encabezamientos similares; y cada uno de ellos tes nfa enlaces o vinculos con el otro articulo, lo que permitia al lector alternarlos répidamente para comparar ambas teorfas, La hipétesis de los investigadores era que aquellos provistos de vinculos dinamicos obtendrian un entendimiento mis rico de ambas teorias y las diferencias entre ellas en comparacién| con quienes lefan las paginas secuencialmente, terminando una antes de pasar a la siguiente. Se equivocaron: los sujetos que leyeron las paginas linealmente obtuvieron, de hecho, puntuaciones considerablemente més altas en el examen del comprensi6n posterior, que aquellos que pinchaban alternati4 vamente de unas paginas a otras. La conclusion de los invests gadores fue que los vinculos se habfan interpuesto como ob: téculos en Ja via al aprendizaje” Otra investigadora, Exping Zhu, dirigié un experimental de otra indole, pero también encaminado a discernir la ine {uencia del hipertexto en la comprensi6n: hizo que distintos grupos de personas leyeran un mismo fragmento de texto on- line, pero varié el mtimero de hipervinculos incluidos en el pasaje. A continuacién examiné la comprensién de los lecto- res: les pidié que redactaran un resumen de Io leido y realiza- ran un test de eleccién miltiple. Encontré que la compren- mn disminufa a medida que aumentaba el nimero de vinculos. Los lectores se veian obligados a dedicar cada vez mds atencién y potencial cerebral a evaluar los vinculos para decidir si pulsarlos o no. Ello dejaba menos atencidn y recur- sos cognitivos que dedicar al entendimiento de lo lefdo. El expcrimento sugirié la existencia de una correlacion muy es- trecha «entre el ntimero de vinculos y la desorientacién por sobrecarga cognitiva —escribe Zhu—. La lectura y la com- prension exigen el establecimiento de relaciones entre con- ceptos, hacer inferencias, activar conocimientos previos y sin- tetizar ideas fundamentales. La desorientacién por sobrecarga cognitiva puede interferir con las actividades cognoscitivas de ta lectura y la comprensién»®. En 2005 Diana DeStefano y Jo-Ame LeFevre, psicélogas del Centro de Investigacién Cognitiva Aplicada de la Universi- dad de Carleton (Canada), sometieron a revision exhaustiva treinta y ocho experimentos ya realizados en relacion con la lectura de hipertextos. Aunque no todos estos estudios mos- traban que el hipertexto menguaba la comprensién, encon- traron «muy poco apoyo» para la teorfa, entonces mayoritaria, de que «el hipertexto enriqueceria la experiencia lectora». Por el contrario, la mayoria de las prucbas indicaba que «las crecientes demandas de toma de decisiones y procesamiento visual que parten del hipertexto perjudicaban al rendimiento de la lectura», especialmente en contraste con «la presenta- ci6n lineal tradicional». Conchuyeron que «muchas prestacio- nes del hipertexto aumentaban la carga cognitiva, pudiendo cxigir mayor memoria de trabajo de la que tenian los lecto- reset, La Red combina la tecnologia del hipertexto con la tecnolo- gfa multimedia, generando los «hipermedia». No se limita a presentar y vincular electr6nicamente palabras, sino también imagenes, sonidos y animacién. Igual que los pioneros del his! pertexto pensaban que los vinculos ofrecerfan una experien+ cia de aprendizaje mas rica para Tos lectores, muchos educas dores también presumian que los multimedia —«rich media! [medios enriquecidos], se los llama a yeces— profundizarfan la comprension y fortalecerian el aprendizaje. Cuantos mas, infnuts, mejor. Pero esta suposicién, larga tiempo aceptada sin} prucba alguna, sc ha visto contradicha por la investigacion. Lal division de la atencién que exige lo multimedia sobrecarga} ain mas muestras capacidades cognitivas, lo cnal disminuye] nuestro aprendizaje y debilita nuestro entendimiento. Guarel do se trata de aportar a la mente la materia de la que ential hechos los pensamientos, puede que mas sea menos. | En un estudio publicado en Media Psychology en 2007, los| investigadores reclutaron a mas de cien voluntarios para que} vieran una presentacion sobre un pais africano, Mali, en unt navegador de Internet. Algunos de los sujetos vieron una vers sin de la presentacién que s6lo inclufa una serie de paginas de texto, Otro grupo vio una versién que incluia, junto con l paginas de texto, otra ventana en la que se hacfa una presenta cién audiovisual de material relacionado. Los sujetos podiary detenery reanudar la presentaci6n a voluntad. Después de ver la presentacién, los sujetos contestaron tres preguntas sobre el material. Los que habjan leido so mente texto obtuvieron una puntuacién media de 7,04, mien tras que los que habjan visto el multimedia no pasaron d 5,98, uma diferencia significativa a juicio de los investigadores| A los sujetos también sc les hizo una scric de preguntas sob! sus percepciones de la presentacion. Los lectores de texto encontraron mucho mas interesante, mas educativa, mas int ligible y mas agradable que los espectadores de multimedia; €stos se mostraron mucho mas de acuerdo con la afirmaciéa «no he entendido nada de esta presentacién» que los lectores! de texto sin mas. Segtin concluyeron los investigadores, las tecnologias multimedia, tan comunes a Internet, «parecerian limitar mas que ampliar la adquisicién de informacién»”™ En owo experimento, una pareja de investigadores de Cor nell dividieron una clase en dos grupos. A uno se le permiti navegar por la Red mientras escuchaba una conferencia. El registro de esa actividad demostré que los integrantes de este grupo consultaban paginas web relacionadas con el conteni- do de la conferencia, pero también visitaban otras que no te- nian ninguna relacion con ella, miraban sus e-mails, se iban de compras, miraban videos y, en general, hacfan todo lo que hace la gente cuando se conecta a Internet, El segundo grupo escuché la misma conferencia sin abrir sus ordenadores por- tatiles. Inmediatamente después, ambos grupos se sometie- ron a una prueba que media cuanto recordaban de la confe- rencia. Segtin los investigadores, los navegadores por la Red «tuyieron unos resultados significativamente mas pobres en medidas inmediatas de memoria del contenido por asimilar». Ademés, tampoco import6 si las paginas por las que navega- ban estaban relacionadas 0 no con la conferencia; de todas formas, sus resultados fueron malos, Cuando los investigado- res repitieron el experimento con otra clase, los resultados fueron los mismos”. Eruditos de la Kansas State University realizaron un estudio realista de manera similar: pidieron aun grupo de universita- rios que vieran un telediario de la CNN cuya presentadora in- formaba de cuatro noticias mientras varias infografias parp: deaban en la pantalla y Jos teletipos desfilaban por su parte inferior. Luego hicieron que un segundo grupo viera el mis- mo programa, omitiendo esta vez las infografiasy el desfile de teletipos, Las prucbas subsiguientes demostraron que los es- tudiantes que habjan visto la version multimedia recordaban significativamente menos datos de Ia historia que aquellos que habjan visto la version mas simple. «Parece ser —escribie- ron los investigadores— que este formato multimensaje so- brepasaba la capacidad de atencién de los espectadores»"”. Suministrar informacién en mas de un formato simultd- neamente no siempre le cobra un tributo al entendimiento, Como todos sabemos por haber leido libros de texto y manua- les con ilustraciones, las imagenes pueden ayudarnos a clarifi- car y reforzar las explicaciones escritas. Los pedagogos tam- bién han descubierto que las presentaciones bien discitadas que combinan explicaciones 0 instrucciones auditivas con otras visuales pueden aumentar el aprendizaje de los alum- nos. El motivo de esto, segtin sugieren recientes teorias. es que nuestros cerebros usan canales diferentes para procesar Jo que vemosy lo que oimos. Como explica Sweller, «la memo- ria de trabajo auditiva cs distinta de la visual, al menos en cier ta medida; y puesto que son distintas, la memoria de trabajo efectiva puede aumentarse usando ambos procesadores en lu- gar de sdlo uno». En consecuencia, habra casos en que ™. Asi que pedimos a Internet que siga interrumpiéndonos, de formas cada vez mas numerosas y variadas. Aceptamos de buen grado esta pérdida de concentracién y enfoque, la divi- sion de nuestra atenci6n y Ia fragmentaci6n de nuestro pensa- miento, a cambio de Ja informacién atractiva 0 al menos di- vertida que recibimos. Desconcctar no es una opcién que muchos consideremos. En 1879, un oftalmélogo francés Hamado Louis Emile Javal descubrié que, cuando la gente lee, sus ojos no recorren el texto de manera perfectamente fluida. Su foco visual avanza en saltitos (saccades), breves paradas en puntos diferentes de lit linea. Un colega de Javal en la Universidad de Paris no tardé en realizar otro descubrimiento: que el patron de estas sacca- des o «fijaciones oculares» puede variar mucho en funcion de lo lefdo y del lector. A Ia vista de estos descubrimientos, los neurélogos empezaron a realizar experimentos de trayectoria ocular para aprender mas de cémo leemos y emo funcionan nuestras mentes. Tales estudios también se han demostrado valiosos para entender mejor los efectos de la Red en la aten- cidn y la cognicién. En 2006, Jakob Nielsen, veterano consultor de disefio de paginas web que Hlevaba estudiando Ia lectura onlinedesde los noventa, realizé un estudio de movimientos oculares de los usuarios de la Red. Pidio a 232 voluntarios que portaran una pequefia cdmara que registraba sus movimientos oculares a medida que lefan paginas textuales 0 examinaban otros conte- nidos, Nielsen encontr6 que casi ninguno de los participantes leia el texto en pantalla de manera metédica, linea por linea, como se Ieen las paginas de un libro impreso. La inmensa ma- yoria de ellos echaba una répida ojeada con la que escaneaba la pantalla en un patron que seguia aproximadamente el trazo de Ia letra F. Empezaban con un vistazo a las dos 0 tres primeras l= neas del texto. Luego bajaban la vista un tanto para escanear unas lfneas mas a mitad de pantalla. Por Gltimo, dejaban pasear la vista un rato, como un cursor, un poco mas abajo, hacia la parte inferior izquierda de la ventana. Este patrén de lectura online se vio confirmado por otro estudio de contro! del movi- miento visual realizado en el] Laboratorio de Investigacion de Usabilidad de Software de la Universidad Estatal de Wichita™. Como escribié Nielsen al resumir sus conclusiones a sus clientes, «F de fast» [rapido]: asi es como los usuarios leen sus preciosos contenidos. En pocos segundos sus ojos se des- plazan a velocidades asombrosas por el texto de su pagina web, segiin un patrén muy diferente del que ustedes apren- dieron en el colegio», Complementariamente a este estudio de movimientos oculares, Nielsen analiz6 una extensa base de datos sobre el comportamiento de los usuarios de la Red, re- copilada por un equipo de investigadores alemanes. Habfan monitorizado los ordenadores de veinticinco personas duran- te un promedio de unas cien horas por persona, de modo que se registré el tiempo que los sujetos invertian en consultar unas cincuenta mil paginas web. Al cribar los datos, Nielsen encontré que a medida que aumentaba el niimero de pala- bras por pagina, aumentaba también el tiempo que un visitan- te pasaba mirandola, pero no aumentaba tanto. Por cada cien palabras ids el internauta medio solo pasaba 4,4 segundos més examinando la pagina. Puesto que ni el mas competente de los lectores es capaz de leer mas de dieciocho palabras en 4,4 segundos, Nielsen dijo a sus clientes: «Cuando se afade verboa una pagina, cabe suponer que los clientes leerain el 18 por ciento»; y advirtié: «Probablemente me quede largo», Ademds, es improbable que los participantes en el estudio pa- saran todo el tiempo leyendo; también se dedicarian a mirar fotos, videos, anuncios y otros contenidos*®. E] anidlisis de Nielsen corroboraba las conclusiones de los propios investigadores alemanes. Ellos ya habfan dicho que la mayoria de las paginas web no se visionaban durante mas de diez segundos. Menos de una de cada diez permanecia abier- ta durante mas de dos minutos, sin que ello significara que el usuario la estuviera leyendo todo ese tiempo, pues muy bien podia tener abiertas otras muchas simultaneamente. Los in- vestigadores observaron que «incluso las paginas mas novedo- sas, con informacién profusa y muchos vinculos, por lo gen ral s6lo se visionaban durante un periodo muy efimero». Seguin ellos, estos resultados confirmaban que «la navegacién ¢s una actividad répidamente interactiva»”. Estos resultados también reforzaban algo que Nielsen habfa escrito en 1997, después de su primer estudio de la lectura en pantalla, «zC6mo leen los usuarios en la Red?», se preguntaba enton= ces. Su respuesta fue sucinta: «No leen»™, Las paginas web recogen rutinariamente datos detalladon del comportamiento de sus visitantes y estas estadisticas recal- can la rapidez con la que saltamos de unas paginas cuando estamos conectados. Durante un periodo de dos me- ses de 2008, una empresa israeli llamada ClickTale, que sum nistra software para cl andlisis de cémo usa la gente las paginas web empresariales, recogio datos del comportamiento de un millén de visitantes de paginas mantenidas por sus clientes en todo el mundo. ClickTale averigué que en la mayoria de los paises la gente pasa una media de 19 a 27 segundos mirando una misma pagina antes de desplazarse a la siguiente. Esto in- cluye el tiempo necesario para que la pagina se cargue en la ventana del navegador. Los internautas alemanes y canadien- ses pasaban una media de 20 segundos por pagina; los esta- dounidenses y briténicos, unos 21 segundos; los indios y aus- tralianos, unos 24; y los franceses, unos 25°", En la Web no. existe la navegacion ociosa. Lo que queremos es recabar tanta otras informacién como nuestros ojos puedan escanear y nuestros dedos puedan mover. Esto se cumple también en el ambito de Ja inyestigacion académica. Como parte de un estudio quinquenal que finali- 26 a principios de 2008, un grupo del University College de Londres examin6 los datos que documentaban el comporta- miento de los visitantes de dos populares sitios dedicados a la investigacién, uno operado por la Biblioteca Britanica y el otro por un consorcio educative del mismo pais. Ambos sitios ofrecian a los usuarios acceso a articulos, e-books y otras fuen- tes de informacién escrita. Los eruditos descubrieron que la gente que usaba estos sitios exhibfa una clara «actividad de rastreo» en Ja cual saltaba rapidamente de una fuente a otra y rara vez volvia a alguna fuente que ya hubiera visitado. Lo mas normal era que leyera como mucho una o dos paginas de un articulo o libro antes de «rebotar» a otra pagina. «Esta claro que los usuarios no leen online de Ja misma manera que lefan tradicionalmente —informaron los autores del estudio—; de hecho, hay sintomas de que surgen nuevas formas de lectura en los usuarios, que buscan el titular, el resumen, la palabra clara, rastreando el texto sin llegar a leerlo. Casi parece como sise conectaran a Internet para no tener que leer». Este cambio en nuestro enfoque de la lectura y la investiga cién parece consecuencia inevitable de nuestra dependencia de la tecnologia de la Red, sostiene Merzenich, que nos habla de una wansformaci6n mas profunda en nuestro pensamiento; «No cabe dudaalguna de que los modernos motores de busque- day sitios web con referencias cruzadas han dotado de potentes instrumentos ala investigaci6n ya la comunicaci6n, [...] ni cabe ninguna duda de que nuestros cerebros se ocupan menos direc- tamente y més superficialmente en la sintesis de la informacién cuando usamos estrategias de investigacién fascinadas por la efi- ciencia, las referencias secundarias (y fuera de contexto) y unas primeras impresiones tomadas muy a la ligera»“'. El trnsito de lectura a potencia de navegaci6n se est pro- duciendo muy rapidamente. Segiin Ziming Liu, catedratico ‘MNHAtAAD 1 seALANANINTA de biblioteconomia en la Universidad Estatal de San José, «el advenimiento de los medios digitales y la creciente acumula- cién de documentos digitales ha tenido un profundo impacto en la lectura». En 2003, Liu encuesté a 113 personas altamen- te alfabetizadas —ingenicros, cientificos, contables, profeso- res, gerentes de empresa y estudiantes de posgrado, la mayoria de ellos entre los treinta y cinco y cuarenta anos de edad— para calibrar la medida en que sus habitos de lectura habian cambiado en los tiltimos diez afos, Cerca del 85 por ciento de los encuestados informé de que pasaba mas tiempo leyendo documentos electr6nicos. Cuando se le pidié que caracteriz ran como se habia alterado su practica de la lectura, el 81 por ciento afirmé que ahora pasaba mas tiempo

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