Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
SARX
Raíces en el A. T.: "basar, nefesh"
Los hagiógrafos del A.T. veían en esos dos principios, no tanto elementos ontológicos
constitutivos de un compuesto substancial, sino más bien dos principios de acción que
respondían plenamente a la concepción religiosa -surgida en gran parte del episodio de
la caída del Edén. El basar no es el cuerpo de la psicología aristotélico-escolástica. Para
la mentalidad hebrea, en el basar se contiene todo aquello que envuelve la idea de
perecedero, de débil, de impotencia, en cierta manera de propensión al mal.
Pablo y Juan son tributarios de toda la cultura de sus mayores. La sarx (= carne) para
ellos designa el hombre no renovado y purificado por el pneuma (= espíritu). El hombre
que, aunque por su realidad natural -creada por Dios- es bueno, encierra con todo en sí
un querer perverso, pues desea hallar su vida exclusivamente en la sarx, alejándose así
de Dios.
Es quizá la Epístola a los Hebreos, la que ha recalcado con más fuerza esta humillación.
Su autor describe al Pontífice del N.T., en cierto sentido rebajado (2, 9); probado y
tentado y habiendo experimentado nuestras debilidades (2,8; 4,15). Habla de una
perfección en Cristo, obtenida por su obediencia, por sus sufrimientos y padecimientos,
por sus pruebas.
Si, como Sumo Sacerdote, puede interesarse, compadecerse de las tentaciones y pruebas
de los cristianos, es precisamente porque durante su vida experimentó -en su sarx y por
razón de ella- todas esas debilidades físicas y morales (Heb 4, 15).
La tentación de Cristo.
así como Jesús ha sido también tentado, y precisamente porque lo ha sido, porque lo ha
experimentado, puede ayudar y auxiliar a los demás (Heb 2, 18).
La Epístola a los Hebreos, al señalar tan vivamente la tentación de Jesús, cuida también
de enunciar, con no menor fuerza, la impecabilidad de Jesús: a excepción del pecado.
Ningún otro autor ha dado tanto realce a la impecabilidad de Jesús. Esta doctrina ya está
en los Sinópticos, pero el autor sagrado de Hebreos se interesa por ella de modo
particular, relacionándola con el carácter sacerdotal de Jesús. Para Heb el hecho de que
Jesús haya sido tentado no es óbice alguno para la impecabilidad. Más bien, es así como
la impecabilidad de Jesús brilla más fuertemente, en cuanto que, probado en todo, no
sucumbió a la tentación.
Todo ello es consecuencia de la sarx que asumió el Hijo de Dios. En los días de su
carne -dirá Heb 5, 7- ofreciendo plegarias y súplicas con grande clamor y lágrimas a
aquél que podía salvarle de la muerte.
No obstante ser Hijo de Dios, aprendió la obediencia, precisamente por lo que tuvo que
sufrir, habiendo experimentado en su carne todo aquello que insistentemente pedía al
Padre le sustrajera (Heb 5, 8). La obediencia de Jesús se ha recalcado siempre (Rom 5,
19; Flp 2, 8; Heb 10, 5-9). En cuanto hombre, en contacto directo con lo que entraña de
dificultoso la obediencia -sobre todo, en la prueba suprema de la muerte-, Jesús se ha
enriquecido. Ha obtenido una experiencia psicológica, una comprensión práctica y una
apreciación del sufrimiento que le era indispensable para compadecerse, como Sumo
Sacerdote, de las debilidades y tentaciones de sus hermanos.
Estos textos son de una importancia capital en la cristología. Parece como si se quisiera
subrayar que la vida de Jesús no sería verdaderamente humana sin ese tinte de lucha
moral, de debilidades y flaquezas físicas, que nacen sin género de duda de la concepción
escriturística de la sarx: hace falta sufrir con los hombres, para poder sufrir por los
hombres.