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Gráfico 2.2: Cambio en la temperatura media global en


superficie. Proyecciones.

Fuente: IPCC (2014c, p. 11)

latitudes medias como los Himalayas, los Alpes, las Montañas


Rocosas y los Andes. Por otra parte, es muy probable que a futuro las
olas de calor sean más intensas, más frecuentes y de mayor duración
en un clima más cálido, así como que las lluvias aumenten en general,
en las actuales áreas de máximas precipitaciones tropicales, como son
las zonas de monzones; se pronostica además una intensificación de
las lluvias en unas zonas y sequías en otras (IPCC, 2014c; Meehl, et
al., 2007).

2.2. La Hipótesis de Gaia


En la historia de nuestro planeta han existido cambios permanentes en
el entorno a los que algunas especies no lograron adaptarse y
terminaron por extinguirse. En esta adaptación es importante la
velocidad del cambio del fenómeno y la velocidad de adaptación de
las especies y que en algunos casos se requiere de períodos muy largos.
Cambios drásticos pueden implicar extinciones masivas como lo que
en teoría aconteció con los dinosaurios, a pesar de que previamente
pudieron superar estos procesos durante millones de años. Los éxitos
precedentes de supervivencia no garantizan la adaptación a un cambio
nuevo.
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Una teoría controversial relacionada con estos cambios plantea


que la biosfera del planeta se ha desarrollado de tal forma que fomenta
y mantiene las condiciones de su entorno para facilitar su
supervivencia protegiéndose de cambios drásticos.
James Lovelock, posterior miembro de la Real Sociedad, fue
contratado en 1961 por la NASA para investigar sobre atmósferas y
superficies de otros planetas. En 1965, junto con Dian Hitchcock,
recibió de la Jet Propultion Laboratory, en Pasadena, California, la
tarea de examinar los experimentos de detección de vida en Marte. Los
científicos concluyeron que los proyectos revisados se sustentaban en
patrones geocéntricos aplicados a un planeta demasiado diferente a la
Tierra 31 . Los científicos señalaron que los procesos basados en
química inorgánica tienen sus propios equilibrios y que, de existir vida
en Marte, muy probablemente dichos equilibrios se verían afectados
por la actividad biológica. La composición de la atmósfera marciana32,
mostrando un alto nivel de equilibrio químico (inorgánico), señalaría
una casi nula posibilidad de que exista vida en ese planeta (Lovelock,
2009).
Desde su regreso a Inglaterra en 1966, las argumentaciones de
Lovelock sobre Marte generaron una pregunta recurrente sobre
nuestro planeta: “¿Cómo es que la Tierra mantiene una composición
atmosférica tan constante, si los gases componentes son sumamente
reactivos?”. La respuesta que surgió fue la discutida Hipótesis de Gaia,
difundida en la década de 1970 y que enfrentara digresiones menos
científicas también. En esta hipótesis se cuestiona que la vida exista
solo porque las condiciones materiales de la Tierra hayan sido aptas
para su existencia. Lovelock propone que es la misma vida la que
define las condiciones materiales para su supervivencia y se asegura
de que estas permanezcan (Lovelock & Epton, 1975).
Para Lovelock, la vida debe poseer un mecanismo propio de
defensa que habría creado y conservado algunas condiciones
necesarias para sí misma, por ejemplo, encontrando alguna manera de
mantener la temperatura de la superficie de la Tierra dentro del rango

31
Como “una expedición para buscar camellos en Groenlandia”, dicho en sus
propias palabras.
32
Analizada gracias al desarrollo del interferómetro múltiple.
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crítico, entre 15 y 30 °C, durante cientos de millones de años, a pesar


de los cambios drásticos de la composición atmosférica y un gran
aumento en el flujo solar medio, tal como muestra una abundante
información empírica.
De la misma manera, sorprende la actual composición de la
atmósfera, que parece violentar las leyes de la química, ya que todo el
oxígeno y casi todo el nitrógeno tendrían que ya haber terminado en
el mar, combinados como ion nitrato; sin embargo, ahora constituyen
el 21% y 78% de la atmósfera, respectivamente 33 . En estas
condiciones ambientales observadas, Lovelock fundamentó su
hipótesis de que la materia viva, en conjunto con el aire, los océanos
y la superficie de la tierra, forman parte de un sistema gigante capaz
de controlar la temperatura, la composición del aire y el mar, el pH del
suelo, etc., de manera que sean óptimos para la supervivencia de la
biosfera. Según esta hipótesis, el sistema muestra tener el
comportamiento semejante a un organismo único (Lovelock & Epton,
1975).
Muchas especies animales tienen la capacidad de regular algunas
condiciones internas como la temperatura corporal y el balance entre
acidez y alcalinidad (pH). A esta capacidad se la denomina
homeostasis. En este sentido, Lovelock asigna esta capacidad al
conjunto de ecosistema terrestres. Este autor sostiene que “la historia
del clima terrestre es uno de los argumentos de más peso en favor de
la existencia de Gaia”: como lo pondrían en evidencia las rocas
sedimentarias, durante los últimos 3.500 millones de años, el clima no
ha sido nunca totalmente desfavorable para la vida (1985, pág. 21).
Lovelock (2009) sostiene que, incluso en los períodos de glaciación,
el 70% de la superficie terrestre mantuvo condiciones adecuadas.
La Hipótesis Gaia, contando con numerosos adeptos, también ha
sido objeto de significativo rechazo. James W. Kirchner (2002), por
ejemplo, es tajante al afirmar que las proposiciones de esta teoría no
se sostienen cuando se realiza un análisis más riguroso. El autor
presenta algunos ejemplos de mecanismos biológicos no
homeostáticos que desestabilizan el clima global y señala la

33
Algo semejante sucede con el PH de la tierra y la salinidad de los océanos
3,4%.
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contradicción entre la teoría darwiniana de la selección natural, según


la cual las especies se adaptan a las variaciones del medioambiente, y
la suposición de que los organismos acondicionan el medioambiente a
sus necesidades. En sus conclusiones, Kirchner reconoce que los
organismos no son meros pasajeros pasivos del planeta Tierra, pero no
puede asumirse que lo están dirigiendo.
Kirchner sostiene que, extender la homeostasis de los organismos
al planeta entero exige mayor fundamento empírico; por otro lado, si
tomamos la hipótesis de Gaia como una metáfora, deberíamos
recordar que las capacidades homeostáticas reales enfrentan límites
que de sobrepasar las condiciones externas muchas veces producen
desenlaces fatales. Entonces, es pertinente preguntarnos: ¿cuál es el
límite homeostático del planeta?; ¿podemos medirlo?; ¿estamos
imprudentemente excediéndonos de un límite controlable?
Han pasado varias décadas y Gaia sigue siendo una hipótesis
cuestionada por muchos científicos y aceptada con entusiasmo por
ambientalistas y ecologistas, discrepancias que parecen confirmar lo
dicho por Francis Bacon en el siglo XVII: que cada uno cree más
fácilmente aquello que le gustaría que fuera cierto.
Coincidiendo en buena medida con Kirchner (2002), la visión de
Gaia puede estar influida por lo que quisiéramos que la Tierra fuera,
pero debemos procurar ver las cosas como realmente son. Aunque
estemos lejos de una explicación única o un acuerdo, existen
elementos teóricos que se van generalizando, principalmente gracias a
su fundamento empírico que, aunque no avalen un sistema como Gaia
en forma determinante, si permiten establecer un vínculo entre la
velocidad de cambio de las condiciones ambientales y la probabilidad
de supervivencia de las especies. El calentamiento global, además de
su proceso natural, puede estar siendo acelerado por la actividad
humana y disminuyendo su probabilidad de adaptación.

2.3. Incidencia del cambio climático en el ciclo hídrico a través de


los ecosistemas
Los ciclos hídricos pueden verse afectados de diferente manera como
consecuencia del cambio climático, incidiendo en la flora de los
ecosistemas, pues, de acuerdo con la revisión del ciclo hidrológico

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