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4-1EL EVANGELIO DE LA INFANCIA DE JESUS

El anuncio del nacimiento de Juan el Bautista


En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías,
de la clase sacerdotal de Abías. 1 Crónicas 24, 10 Su mujer, llamada Isabel,
era descendiente de Aaró Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en
forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor. no
tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad avanzada. Un
día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la función sacerdotal
delante de Dios, le tocó en suerte, según la costumbre litúrgica, entrar en el
Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la asamblea del pueblo
permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso. Entonces se le
apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al
verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo, Pero el Ángel le dijo: "No
temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un
hijo al que llamarás Juan Él será para ti un motivo de gozo y de alegría, y
muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del
Señor. No beberá vino ni bebida alcohólica; Números 6, 3 estará lleno del
Espíritu Santo desde el seno de su madre.

Mateo 5 1,12
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los
Cielos”. Estas son las personas que aman y sirven desinteresadamente a los
demás, que no buscan el reconocimiento, ni la recompensa, ni el prestigio,
que no les interesa el poder ni el dinero, y que por esta desposesión son
semejantes a Jesús pobre que pasó ofreciendo el Reino gratuito del amor.
“Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra”.
Estas son las personas que no buscan peleas ni se dejan provocar por la
agresión, que vencen el odio con la magnanimidad y son capaces de
responder con actos buenos a quienes les hacen mal. “Bienaventurados los
que lloran, porque ellos serán consolados”. Estas son las personas que han
derramado lágrimas por la pérdida de los seres que más amaron, por la
destrucción de los sueños, por el dolor de las propias equivocaciones, y
encuentran en la sinceridad de su dolor sin fondo la consolación de Dios.
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia

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