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El primer derecho social que se reconoció fue el derecho al trabajo, es

decir, el derecho a escoger una ocupación, en un lugar de elección de cada


persona y en cualquier rama de actividad, que legítimamente demande
capacidades técnicas. El reconocimiento del trabajo como derecho implicó la
aceptación formal de un cambio fundamental de actitudes, además
de tener implicancias jurídicas concretas. En palabras de Marshall (1996),
“el derecho civil básico es el derecho al trabajo”, o “la primera expresión
histórica del derecho social” (Ewald 1986: 437).
La relación entre el trabajador/a y el empleador es una relación de
dependencia jurídico-económica. El Derecho Laboral se caracteriza por
ser una rama del Derecho que legitima la intervención del Estado en la
relación jurídica existente entre partes independientes. Esta intervención
se justifica por el reconocimiento de la desigualdad preexistente entre los
actores de una relación, fundamentalmente por la distinta posición económica y
jerárquica en que se encuentran: uno de los sujetos, el empleador/a, dirige a otro
sujeto, el trabajador/a, que obedece y ejecuta la prestación que ha comprometido
a cambio de un salario. A partir de allí se
establece una peculiar estructura jurídica -funcional al modelo de explotación
capitalista industrial- que viene a regular las relaciones de tipo individual -entre
empleador/a y trabajador/a- como también colectivas -entre
la patronal y los sindicatos-. Esta incorporación de sujetos colectivos legitimados
para actuar, resulta inédita, en tanto autoriza a sujetos grupales a
imponer reglas generales de contratación para ámbitos determinados de
la actividad productiva.
En tanto el principio fundamental en el que se inspira el Derecho del
Trabajo no es la igualdad de las personas, sino la nivelación de las desigualdades
que entre ellas existen, la igualdad deja de ser el punto de partida del Derecho
para convertirse en una meta o aspiración del ordenamiento jurídico. Valores
como la igualdad y la diferencia se constituyen
de este modo en ejes centrales para analizar la forma en que los distintos
ordenamientos jurídicos han tratado el derecho al trabajo para hombres
y mujeres.

El trabajo para toda la vida —con ascensos, formación y crecimiento


progresivo del salario—, ha venido desapareciendo y se vuelve cada vez
más inalcanzable para la mayoría de los colombianos.

Los hijos de las fábricas que construyeron una sólida clase obrera, y que
con sus organizaciones sindicales consiguieron mejorar el nivel de vida, son
hoy piezas de museo.

La globalización económica, dice el sociólogo alemán Ulrich Beck, ha


descubierto la nueva fórmula mágica de la riqueza, que consiste en crear
empresas sin trabajadores y sin pagar impuestos. Para esto, cada día se
automatizan más los procesos de producción, y los gobiernos buscan
reducir al máximo la tributación a las firmas, con la vaga esperanza de que
se puedan crear más empleos.

Hoy en el país casi nadie habla del derecho al trabajo. La industria


manufacturera, que generaba muchos empleos, se ha desplazado al Asia,
donde trabajadores invisibles lo desarrollan en sus casas, o porque los
procesos productivos se han reemplazado por tecnología digital.

Ojalá en la próxima elección presidencial el derecho al trabajo sea un tema


central. Según el DANE, el desempleo en el país es del 10,8%. Pero esta cifra
es engañosa, porque incluye a los trabajadores por cuenta propia, a los que
califican de emprendedores. Cada día aumentan los emprendedores que, por
falta de empleo, se tienen que tomar las vías públicas para vender arepas,
fritos, comida, ropa usada, lotería; y otros ingresan al trabajo ilegal donde el
microtráfico, los hurtos y los atracos se van multiplicando.
Deberíamos empezar a prepararnos para la cuarta revolución industrial, que
implicaría una disminución drástica de las ofertas de trabajo. Según
expertos, en 2020, debido a la tecnología digital, en América Latina
desaparecerá el 20% de los empleos actuales. Y, según el Banco Mundial,
dos tercios de los trabajos que se realizan en los países en desarrollo se
pueden automatizar.

Nunca habrá una paz digna en el país si no hay oportunidades laborales. Así
como en la Revolución Industrial los artesanos debieron cambiar de oficio,
en lugar de lamentarse por la ausencia de empleos y vivir maquillando los
datos de desempleo, hay que dar un gran salto cualitativo como sociedad,
que debe iniciarse con una profunda reforma a la educación superior en los
aspectos relacionados con la formación para el trabajo. Eliminando
profesiones obsoletas y creando otras más cercanas a las nuevas
necesidades, como biotecnología, nanotecnología, inteligencia artificial y
robótica, telecomunicaciones, neurociencias, sistemas computacionales,
diseños, artes y humanidades, que son los campos más asociados a la
generación de empleos en el futuro.

Las superpotencias económicas del mundo tienen capacidad para iniciar


guerras y así deshacerse del desempleo y generar ingresos por la venta de
armas. Afortunadamente, Colombia no tiene esta alternativa. Pero podría ser
una oportunidad aprovechar la nueva economía digital dando, especialmente
a los jóvenes, las herramientas cognitivas a este nuevo mundo marcado por
el desarrollo de la ciencia y de la tecnología.
El derecho laboral colombiano es el conjunto de principios, acciones y normas
que regulan directa e indirectamente las relaciones entre empleadores y
trabajadores, y de estos con el Estado con el objeto de garantizar los derechos
fundamentales de los trabajadores y la protección del trabajo. Todo lo anterior
tiene el único fin de lograr la paz social, siendo esta la finalidad del Código
Laboral Colombiano.

El derecho laboral colombiano es una rama de la ciencia del derecho que tiene
como objeto el trabajo del hombre, dependiente o independiente, en las
relaciones individuales, colectivas y de seguridad social ya sean estos
trabajadores al servicio del estado o particulares.

En principio el trabajo era obligatorio para todas las clases sociales. Los
aristócratas o superiores se encargaban de las tareas intelectuales, la dirección,
organizaron, vigilancia y las de culto; a las clases bajas les tocaba realizar labores
agrícolas, y las demás manuales.

El derecho laboral colombiano tiene como regulador la Constitución Política de


1991, los tratados y convenios internacionales suscritos por Colombia y el
Código Sustantivo del Trabajo.

En todo caso, es importante tener en cuenta que las leyes colombianas es la


más importante de las fuentes del derecho laboral colombiano, puesto que cada
estado dentro de su legislación tendrá su ordenamiento jurídico respecto del
trabajo y dichas disposiciones tendrán que ser acatadas tanto por el empleador
como empleado dentro de determinada jurisdicción.

De acuerdo con la Constitución Política, el derecho al trabajo es un derecho


fundamental de todas las personas que debe ser garantizado por el Estado.
Adicionalmente, la Constitución Política consagra el derecho de asociación
sindical, que ampara tanto a los trabajadores como a los empleadores.

Estas disposiciones concuerdan con los tratados internacionales de los que


Colombia es parte, tales como la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales,
el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y la Convención Americana
sobre Derechos Humanos.
Según el artículo 1 del Código Sustantivo del Trabajo, el objetivo principal es
lograr el equilibrio en las relaciones obrero-patronales, al encontrarse el
trabajador desprotegido desde el punto de vista económico y social. Por ello se
le otorga una serie de prerrogativas, como el principio de irrenunciabilidad,
favor habilidad y la protección del trabajo.

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