1880-1930 El auge y decadencia del modelo Agroexportador
Este período es conocido en el sentido común como ‘Argentina, granero del mundo’. Es un período de gran crecimiento -no desarrollo- en los índices económicos, vinculado a las capacidades específicas de la estructura productiva argentina en su relación con el mercado internacional capitalista de la segunda revolución industrial - particularmente, por su complementariedad-subordinación con la economía británica. Con la renta derivada de los productos agropecuarios -lana, carne y cereales- el país genera una entrada de divisas que, dado la baja necesidad de reinversión de la principal actividad, pueden volcarse en el crecimiento urbano -y la especulación que este permite- y en el incremento de la importación de bienes manufacturados de los países industriales, mientras que las actividades más demandantes de capital -transporte, almacenamiento y comercialización- son dejados en manos de actores extranjeros (o sus representantes locales). Debido a esto, la clase dominante local se enfoca en la producción y los precios de sus productos son fijados desde fuera, en lo que Halperín Donghi llama ‘pacto neocolonial’. ¿Cómo se desarrolla este modelo vinculado al capitalismo mundial? A diferencia de lo ocurrido en los países centrales, que para estos años transitaban la 2da revolución industrial, en nuestro país y el resto de A. Latina el capitalismo no se produce de manera endógena, sino que es introducido como parte del pacto neocolonial. Así, en vez de resultar de la lucha de fracciones dominantes (burguesía, nobleza) el capitalismo local dependiente se construye a la par de su clase dominante, una clase terrateniente fuertemente vinculada al Estado construido y controlado por ella, y cuyos negocios van a estar más vinculados a este dispositivo que a una vinculación directa con el mercado mundial. Cuando esta clase busque diversificar sus actividades, su interlocutor no dejará de ser este Estado; es quien le garantiza en estos años su lugar preeminente en la sociedad. Los factores de la producción agroexportadora se dividen en mercado de mano de obra, mercado de tierras y mercado de capitales. Respecto a las tierras, su disponibilidad es la mayor garantía de expansión del modelo, sustentado en el exterminio y avance sobre los territorios indígenas por parte del ejército a órdenes de Roca -y su homólogo en los territorios indígenas del Chaco-. La posibilidad de disponer de estas enormes extensiones de tierra a precios irrisorios permite a las clases dominantes profundizar su carácter latifundista; por otra parte, la posibilidad de incorporar tierras de forma extensiva y no decantarse por un desarrollo económico intensivo, hace menos necesaria la incorporación masiva de mano de obra y capitales; los primeros se obtienen fomentando una política de incentivos a la inmigración que establece algunas colonias en las tierras arrancadas a los indígenas pero que, en su mayoría, se asientan en las ciudades o en zonas rurales de vieja data; por otra parte, se recurre en ciertas zonas a la mano de obra de indígenas sobrevivientes a la masacre, ahora pauperizados; sin embargo, la actividad pecuaria en particular -ganado ovino o bovino- no precisa de un fuerte componente de trabajo similar al agrícola; por lo que no hay grandes concentraciones de población en la Patagonia latifundista. Por otro lado, la ganadería extensiva tampoco precisa de grandes aportes de capital; aún así, el financiamiento está presente en un momento de expansión del mercado mundial, y las inversiones se van a concentrar, sobre todo, en el aparato transportista y comercializador- ferrocarriles, puertos, frigoríficos, silos de almacenamiento- y en el aparato productivo, en el mejoramiento de las razas de animales de acuerdo a las demandas de los mercados de exportación; en la agricultura, por otra parte, si bien se introducen mejoras, el modelo productivo no se asemeja a la mecanización norteamericana, y se generaliza el régimen de arrendamiento de tierras, o adquisición de pequeñas propiedades, por parte de aquellos agricultores que logran generar los suficientes ingresos en el litoral. ¿Es generalizado el liberalismo económico del régimen conservador? Aunque una mirada sobre los resultados del modelo productivo pareciera sugerir esta idea, lo cierto es que no eran éstas las únicas actividades del espacio argentino. La misma alianza que pone a Roca en la presidencia -figura de origen tucumano- está asentada en el acuerdo de tres economías regionales poderosas de la época, que logran así romper con el dominio de la ciudad portuaria de Buenos Aires. Estas son la pampa húmeda de la Buenos Aires rural, la economía de ingenios azucareros de Tucumán – que empleaba mano de obra cuasi servil- y la producción vitivinícola de Mendoza, regiones que negocian la subordinación de sus Estados Provinciales a un orden nacional con la garantía del acceso preferencial - y protegido- a los mercados mediante la inversión en infraestructura. La posibilidad de comerciar estos productos locales, incapaces de competir con las importaciones internacionales como el azúcar cubano o los vinos franceses, se dio mediante leyes de proteccionismo focalizado, fruto de este acuerdo político orientado a dar forma a ese proyecto de Estado-nación. Por otro lado, las provincias más pobres, sin posibilidad de articulación al mercado, reciben subsidios con el fin de expandir el sector público y así mitigar la falta de oportunidades de desarrollo en sus zonas, a cambio de integrarse al acuerdo estatizante. Así, como vemos, el liberalismo era menos dogmático de lo que podría pensarse, y tenía mucho de pragmatismo, es decir, como ideología puesta al servicio de un modelo de acumulación de una clase dominante-dirigente a cargo del Estado, que le permitía concentrar las ganancias del modelo mientras el país crecía, pero no se desarrollaba, y que le permitía trasladar el peso de la crisis a los sectores no propietarios. Aún así, el liberalismo hegemónico se manifiesta en el grado de vinculación de la economía nacional al mercado mundial, y el impacto local de crisis del capitalismo global: es el caso de la crisis de 1890, que quiebra la unidad del PAN, y la crisis de 1914, que pone fin al experimento de convertir este espacio político en un partido de masas, debido al cimbronazo que supone la primera guerra mundial. La hegemonía liberal era tal que aún luego de este crítico momento, no se pone en discusión un modelo alternativo hasta el derrumbe de 1930, momento que inaugura intensos debates en los países agrominero exportadores acerca de qué camino seguir, al derrumbarse la promesa del progreso ininterrumpido, y luego de que los términos de intercambio, favorables en la primera etapa, se invirtieran a partir de 1914 y se derrumbaran desde 1930; debido al hecho que la potencia tutelar del pacto neocolonial, Gran Bretaña, perdiera su hegemonía -compartida con Estados Unidos en entreguerras, desplazada por aquél luego de 1930- y debido a la incapacidad de financiamiento en un mundo en el que el proteccionismo y el bilateralismo pasan a ser la norma. 1880 a 1916 El régimen liberal-conservador
Los primeros años del consolidado Estado-nación argentino van a caracterizarse
por la hegemonía de la alianza dominante/dirigente, núcleo de latifundistas tanto de la pampa húmeda como de las élites locales provinciales, vinculados al modelo agroexportador cuya expresión política-partidaria va a ser el Partido Autonomista Nacional (PAN) liderado por el presidente Roca. La primera década va a estar signada por el poder del ejecutivo nacional sobre el resto de poderes, que va a poner el Estado en servicio del lugar asignado al país (y al subcontinente) en un mercado mundial liberal bajo hegemonía inglesa como exportador de materias primas, y que buscará modernizarlo de acuerdo al ideario liberal. Al mismo tiempo, la política bajo dominio del PAN se desenvuelve mediante un “acuerdo de notables” en los cuales no hay participación efectiva de las mayorías: si bien el voto no es restringido, si asume caracteres tutelares, ya que se vota de forma grupal y a viva voz; por otra parte, los candidatos a ser electos se decidían mediante acuerdos de la clase dominante. La imposibilidad de competir electoralmente con el PAN lleva a las voces disidentes que surgirán -al resquebrajarse esa hegemonía- a buscar otras vías de expresión: “revoluciones refundacionales” desde el ala radical de la Unión Cívica (luego UCR), protestas y huelgas desde el incipiente movimiento obrero. El modelo agroexportador tiene, en estos años, un saldo positivo para la balanza comercial argentina. Los altos niveles de demanda de Materias Primas por parte de Europa -en especial Gran Bretaña- y las condiciones especiales para su producción favorecidas por la clase dominante desde el Estado alentaron el ingreso de divisas al país, tanto por exportaciones como en inversiones, tanto para el aparato productivo - ferrocarriles, frigoríficos- como para la modernización de las ciudades -infraestructura, tendido eléctrico, etc.- Esto estimuló el crecimiento de las ciudades, que a su vez experimentaron una explosión demográfica importante ante la política inmigratoria promovida por el Estado. La inmigración, que en un inicio se pensaba dirigida a crear una clase moderna de agricultores propietarios, en la práctica sirvió para dinamizar el mercado de trabajo urbano mientras en el ámbito rural crecía la concentración latifundista -excepto en regiones como el litoral santafesino-, y los inmigrantes se incorporaron mayoritariamente a los sectores urbanos ligados a la exportación -puertos, ferrocarriles, frigoríficos, construcción, etc.-. En sus inicios, el balance comercial positivo posibilitó la dinamización de otros sectores de la economía como el pequeño comercio y los trabajos artesanales, que abastecían un mercado local -no de carácter nacional-, además de que la estructuración del Estado posibilitó la inserción laboral de capas medias en puestos burocráticos. Sin embargo, el imperante liberalismo mostró una primera debilidad ante la sacudida del mercado internacional en la década de 1890. Este pequeño bache se sumó al problema político de la sucesión en la presidencia de Roca por parte de Juárez Celman, que buscó desligarse de aquél y crear una base política propia dentro del PAN. Su política económica ante la crisis externa siguió los lineamientos del liberalismo hegemónico: Ante la retracción del capital externo, se buscó achicar el Estado mediante una parálisis de la obra pública y la baja de salarios estatales, así como por la venta de obras del Estado y tierras fiscales, al tiempo que se profundizaba el endeudamiento externo. La crisis de esta década no pone en discusión al modelo agroexportador ni al carácter dependiente del Estado argentino, pero si plantea un quiebre en la hegemonía del PAN, mediante el cuestionamiento de la desastrosa gestión de Juárez Celman tanto por miembros del partido dominante como por fuerzas externas; de este conflicto la oposición -entre quienes se encontraban, entre otros, Mitre, Alem y Bernardo de Irigoyen- organiza la Unión Cívica como alianza entre núcleos descontentos, de clase media, para enfrentarse al PAN. En este primer momento la Unión Cívica impulsa la política de “revolución refundacional”, es decir, buscaban regenerar la república que ellos interpretaban como “pervertida” por el PAN -república imaginada, ya que no había existido como tal en los hechos-. Esta “revolución” se trató de un llamado a las armas a los sectores medios urbanos que fue rápidamente vencido por las armas; sin embargo, la experiencia de interpelación armada al Estado evidenció la profunda crisis de legitimidad política del gobierno de Juárez Celman, y este es depuesto mediante un acuerdo entre Pellegrini (del núcleo roquista del PAN) y Mitre. Las diferencias al interior de la Unión Cívica en relación al acuerdo con el bloque roquista del PAN generan una ruptura: el sector “acuerdista” de Mitre pasa a denominarse Unión Cívica Nacional, mientras que la facción no acuerdista de Alem crea la Unión Cívica Radical, que en sus primeros años plantea la lógica de abstención electoral y llamado a nuevas revoluciones. Bernardo de Irigoyen, dentro de la UCR, va a abogar por la estrategia de elecciones locales, que lo distancia de Alem. El suicidio de este último en 1896 va a poner un freno a la política de Irigoyen, y promover la separación de la figura de Juan B. Justo, que conforma el partido socialista argentino. Estos nuevos espacios políticos van a asentarse sus bases en aquellos sectores de la población excluidos de la participación política institucional efectiva, descontentos con el régimen, por lo que se entienden como los primeros partidos argentinos de carácter ‘moderno’, es decir, que representan a una ‘parte’ de la sociedad y defienden sus intereses en el juego institucional. Por otro lado, la fractura en el bloque dominante del PAN va a originar la conformación de un sector de liberales reformistas dentro del partido de gobierno que buscan modificar el impacto de las consecuencias negativas del modelo político- económico de la republica liberal conservadora. Ante la crisis económico-política, el nuevo presidente Pellegrini plantea una serie de medidas coyunturales heterodoxas como la creación del Banco de la Nación Argentina con el fin de que controle la emisión monetaria, los empréstitos con capitales internos y la disminución de importaciones arancelando ciertos productos de producción local. A partir de las fracturas del Partido, las sucesiones presidenciales van a ser más complejas: el núcleo de notables designa a Luis Sáenz Peña (padre de Roque) pero éste termina renunciando en favor del vicepresidente, Uriburu, que contaba con el apoyo de Roca, y que sería sucedido por éste último para la presidencia de un país más problemático que en su primer mandato. La última década del siglo XIX trajo aparejada, junto al enorme crecimiento económico-social de los años previos, y la sacudida de la crisis, la puesta en escena de la “cuestión social”. Uno de los mayores problemas de los grandes centros urbanos era la cuestión higiénica y de hacinamiento, fruto de la no intervención del orden estatal en materia de salud y acceso a la vivienda en un país receptor de población. La crisis, asimismo, generó incremento de precios e inflación que afectaron de forma mayoritaria a los sectores populares. Es a fines de siglo, entonces, y en sintonía con el clima de ideas mundial, cuando se desarrolla en el país el anarquismo y el socialismo como ideas contestarias, que buscaban interpelar al orden de distintas maneras. El primero va a promover la organización autónoma del movimiento obrero y los métodos de acción directa -como las huelgas- enfocándose sobre todo en los sectores dinámicos del modelo agroexportador. El socialismo argentino, por otro lado, va a plantear la disputa electoral y va a tener un carácter marcadamente nacionalista. Es por esto último que el anarquismo tendrá, en estos años, más éxito en convocar las simpatías de los trabajadores inmigrantes, por su carácter internacionalista. La inmigración también comienza a plantearse como un problema para el orden estatal. Por un lado, por la incorporación de ideologías contestatarias de corte europeo de los sectores populares, pero también por los obstáculos que planteaban en el proyecto de ‘crear la nación’. Son años de intensos debates acerca del ‘ser nacional’, de la identidad del joven país, y la cuestión nacional del inmigrante, agrupado en buena medida en sociedades nacionales de su país de origen, ponía un freno a la creación de ‘ciudadanos argentinos’ por las políticas nacionalistas. Tanto la educación como la cultura va a ponerse en servicio de la nacionalización masiva, y una de las vías más eficaces en este sentido será el servicio militar obligatorio. Este es preexistente a la ley Sáenz Peña, es decir, que en el imaginario la obligación cívica precedió al derecho a la ciudadanía efectiva. En su segundo mandato, Roca tuvo conflictos en varios frentes, mientras se iba minando su facción dentro del poder. A principios del siglo XX hubo varios levantamientos promovidos por la UCR, localizados en el litoral, que desafiaron el monopolio estatal de la violencia. Además, fueron años de huelgas importantes organizadas por el movimiento obrero de impronta anarquista, a los que responde represivamente con la ley de residencia y la ley de defensa social. Por otro lado, en el frente externo el gobierno tuvo conflictos diplomáticos con Chile, que fueron mediados por Gran Bretaña. Hacia dentro del PAN, Roca y su facción tuvieron una ruptura cada vez mayor con el sector reformista, que se agudizó al perder a Pellegrini y su sector como aliado. En la elección del sucesor, Roca designa a Manuel Quintana pero los reformistas logran imponer a Figueroa Alcorta como vice, que logra asumir ante la muerte del presidente en 1906. La presidencia de Figueroa Alcorta está signada por la búsqueda de consolidación del sector reformista del PAN en el Estado, mediante la eliminación de la influencia roquista cerrando el congreso e interviniendo los gobiernos provinciales- práctica recurrente en estos años-. Prepara así el acceso de Roque Sáenz Peña a la presidencia. Este sector buscaba una modernización de la política por medio de la conformación de un partido de masas moderno, que pudiera disputar el poder mediante elecciones libres frente a las grietas del monolitismo del PAN. A su vez, planteaban reformas de corte cultural para granjearse el apoyo de las clases medias, y laborales para las clases trabajadoras. La Ley Sáenz Peña es la cristalización de este proyecto, que buscaba redefinir la ciudadanía y generar una legitimidad propia, mediante la reglamentación del sufragio secreto y obligatorio -universal en el discurso, pero que en la práctica restringía la ciudadanía a mujeres, indígenas, infantes y habitantes de territorios nacionales-. Sin embargo, el sector reformista sobreestimó sus capacidades de redefinir la política nacional. Por un lado, Argentina sufrió, como el resto de economías dependientes, la crisis generada por el cierre de mercados europeos ante la primera guerra mundial. Por otro lado, subestimó la capacidad del radicalismo, que bajo el liderazgo de Hipólito Yrigoyen redefinió su estrategia frente a la apertura política del nuevo contexto. Frente a un partido-estado agotado, la redefinición de la ciudadanía promovió el derrumbe de la república oligárquica y el comienzo del primer experimento democrático del siglo XX argentino.