Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1 PB PDF
1 PB PDF
www.juridicas.unam.mx http://biblio.juridicas.unam.mx
TENA RAMÍREZ, Felipe: Derecho Constitucional Mexicano. (Un volumen de 476 pági-
nas.) México, D. F. 1949. Editorial Porrúa, S. A.
por otra parte, en cuanto se refiere a libros de Derecho, no se puede decir que exista
entre nosotros, pues las obras jurídicas de las editoriales mexicanas, y las editada~
particularmente por sus autores, tienen precios muy inferiores a las publicadas en el
extranjero, en igualdad de condiciones de presentación y número de páginas.
Los profesores mexicanos que han publicado libros de esta naturaleza, pueden
estar seguros de haber prestado un gran servicio a la cultura jurídica del país, dando,
al mismo tiempo, una facilidad considerable a los alumnos para el estudio. Esta clase
ele obras, y entre ellas el Derecho Constitucional .1\fexicano del doctor Tena Ra-
mírez, es una manifestación ejemplar que responde a una verdadera necesidad de la
enseñanza. Y sus autores, al escribirlas y editarlas, con un esfuerzo que, desde luego,
no re<;ponde casi nunca a la utilidad que reportan, manifiestan un entusiasmo por su
profesión y un desinterés que debe, en todo caso, ser sinceramente reconocido y
admirado.
Dr. Rafael DE PINA
Director del Seminario de Aplicación Jurídica.
RrQUELME, Víctor B.: Instituciones de Derecho Procesal Penal. Tomo JI. Asunción,
"La Colmena, S. A.", 1949. 372 págs.
unidad de contenido la primera ("De la prueba de testigos", capítulo r-x, págs. 11-
139), y la última ("Del procedimiento en los delit'os de injuria, calumnia y difama-
ción", capítulo xx, págs. 289-369), y con heterogénea asociación de materias la se-
gunda. En efecto en ésta, bajo el epígrafe "Del examen pericial" (capítulos xr-xrx,
págs. 143-286), se incluyen: a) tres capítulos consagrados al examen de la pericia
en sus diferentes aspectos, y que son los únicos a que en realidad cuadra el denomina-
dor mencionado; b) un capítulo que trata del sobreseimiento; e) otro relativo a los
artículos de previo y especial pronunciamiento; d) uno más al plenario, y e) tres
dedicados a la prueba y que, por venir al final (capítulos xvn-xrx), producen la
impresión de que ni el testimonio ni la pericia perteneciesen a ella. 2 A nuestro en-
tender, la sistemática habría ganado bastante si la primera parte hubiese agrupado
todo lo concerniente a la prueba (actuales capítulos r-xnr y XVII-XIX), aunque con
ordenamiento distinto, para que las generalidades acerca de la misma precediesen al
est'udio en particular de los distintos medos probatorios, y no tan sólo de los dos que
contempla el autor, aun siendo los más importantes en materia penal. En cuanto d
la segunda parte, podría haber abarcado el procedimiento intermedio y el plenario,
de no dividirla en dos, para considerar por separado cada uno de esos temas ; y la
tercera habría quedado como está. La presente distribución se justifica, en parte, por
la característica duplicación de la prueba, o de algo que a ella se parece, en el pro-
ceso penal 3 y en parte también, pero no de manera decisiva ni siquiera para Riquel-
me, 4 por consideraciones de Derecho positivo.
Consignada esa salvedad, que por referirse a extremo muy visible no cabía silen-
ciar, este segundo tomo de Riquelme nos ha gustado aún más que el primero : guiado
de manera preferente, pero en manera alguna exclusiva, por el procesalismo y la
jurisprudencia rioplatenses, el profesor de la Universidad de Asunción ha profundi-
zado en ellos con provecho, informa con minuciosidad, critica con certero espíritu y
construye con solidez. En definitiva, uno de los mejores libros de Derecho procesal
penal publicados en América, desde que en ella se inició la renovación científica en los
estudios de la disciplina.
Dr. Niceto ALCALÁ-ZAMORA Y CASTILLO,
Director del Seminario de Derecho Procesal.
El 27 de enero de 1923 se fundó la Barra Mexicana, filial más que disidencia del
Ilustre y Nacional Colegio de Abogados (creado en 1760 y, por tanto, el más antiguo
2 Como es sabido, esta última ha sido sacada del campo de la prueba por Carne-
lutti (cfr. nuestro comentario a tomo IV de sus Lezioni su/ processo penale, en el
núm. 43 de esta revista, pág. 189); pero Riquelme no parece acoger semejante punto
de vista, pese a hacere eco del mismo y de algunas otras opiniones más o menos afi·
nes (Couture, Alsina, Ricci, Prieto, Sentís: cfr. oh. com., págs. 143-146).
3 Cfr. Alcalá-Zamora y Levene h., Derecho procesal penal, (Buenos Aires, 1945),
tomo 111. págs. 7-11.
4 Puesto que no sigue fielmente el orden del articulado, sino que salta y re-
trocede en su análisis, según permite comprobar una simple ojeada a la obra.
DR © 1950. Universidad Nacional Autónoma de México
Escuela Nacional de Jurisprudencia
Esta revista forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx http://biblio.juridicas.unam.mx
de toda América: cfr. oh. com., pág. 102) ; y en igual mes y día de 1948 se efectuó
'la velada conmemorativa de sus bodas de plata, a la que más tarde, desde el 14 de
abril al 19 de mayo, siguió un ciclo de conferencias relacionadas con la abogacía.
Los discursos que se pronunciaron en la primera, y las conferencias integrantes del
segundo, se recogen en el volumen que ahora reseñamos. Unos y otras estuvieron
a cargo de figuras eminentes del Foro y de la enseñanza del Derecho en México.
El primero de los discursos (págs. 1-7) incumbió al licenciado Antonio Pérez-
Verdía, primer Presidente de la Barra, y en él se ocupó principalmente de la trayec-
toria de la asociación, que en 1927 se fundió con la Orden Mexicana de Abogados.
El licenciado Gustavo R. Velasco, que era en 1948 el Presidente en ejercicio, pro-
nunció el segundo de los discursos (págs. 9-21), para mostrar qué es la Barra, cuál
la misión del abogado, y en qué medida aquélla, por sí o por medio de su revista
El Foro (la más antigua de las jurídicas de México) -y cabría añadir: de sus vincula-
ciones con la Escuela Libre de Derecho--, ha llenado las finalidades que al nacer
se propuso.
El ciclo de conferencias se inició con una del propio licenciado V elasco sobre
Preparación del abogado (págs. 23-47), plena de sugestiones, aunque no todas me
parezcan igualmente atendibles: por ejemplo, estoy por completo de acuerdo con él
en que el plan de estudios de Derecho en México incluye un número excesivo de mate-
rias, 1 y me parece asimismo acertada la incorporación que propugna de cursos de
Historia del Derecho, cuya ausencia actual constituye imperdonable falta en la Escuela
N aciana! de Jurisprudencia; 2 discrepo, en cambio, en cuanto a su creencia de que
el cometido de una Facultad de Derecho -de la "carrera", dice él (pág. 29)-,
sea "formar profesionistas", cuando en rigor a lo que ha de tender es a formar ju-
ristas, para que luego después se conviertan en profesionistas o en investigadores; y
disiento también respecto de su, no desprecio, pero sí menosprecio del Derecho roma-
no, con olvido de que, a través del Derecho castellano y aun de otras influencias, un
enorme número de instituciones vigentes mexicanas proceden de aquél. El licenciado
Carlos Sánchez Mejorada disertó con autoridad y acierto sobre La ética profesional
del abogado (págs. 49-76), tema de interés permanente, y entre los abusos que de-
nunció figura el de los llamados "divorcios mexicanos", 3 al que el escandaloso lío
internacional Bergman-Lindstrom-Rossellini presta en estos días (febrero de 1950)
tan palpitante como lamentable actualidad. Sobre Los abogados y la administración
de justicia (págs. 76-97) habló el licenciado Trinidad García, y estando conforme
con él en lo fundamental, anotaré un par de divergencias: se refiere la primera a
la equiparación que, acaso por un lapsus linguae, establece entre el avocat francés y el
sollicitor inglés (cfr. pág. 81), cuando éste, que viene a ser una especie de agente de
negocios judicial, pero en manera alguna un genuino abogado, con quien a lo sumo
podría corresponderse es con el avoué, o procurador; la segunda consiste en la expli-
cable, pero no por ello menos evidente y recusable parcialidad, con que el señalar
los males de la administración de justicia mexicana carga casi toda la culpa sobre la
judicatura y procura eximir de ella a la abogacía. El licenciado Germán Fernández
del Castillo, con ese conocimiento de vistt que le confiere su viajar constante corno
embajador jurídico de México por diversos países, propugna en su conferencia La
asociación profesional de abogados (págs. 99-114) un punto de vista que me es par-
ticularmente grato : el de la colegiación obligatoria y única, que aseguraría una
mejor defensa de los legítimos intereses corporativos y que serviría para acabar con
muchísimas lacras profesionales. Corno detalle curioso destaquemos a este propósito
que fuesen los representantes obreros en la Cámara de Diputados quienes se opu-
sieran a que se implantase la obligatoriedad de la agremiación (cfr. pág. 106). El
volurn<;en, que se abre con el discurso del licenciado Pérez-Verdía, se cierra con su
conferencia, sobre Evolución de la abogacía y su estado actual (págs. 115-147) :
desde Grecia a nuestros días, a través de Roma, la Edad Media, el Derecho español
y el azteca, la Colonia y la Independencia hasta el Segundo Imperio, se expone a
grandes pero precisos trazos la marcha de la profesión, y se remata el trabajo con una
serie de atinadísirnas consideraciones sobre lo que la abogacía debiera ser y, sin em-
bargo, no es en nuestros tiempos. De entre ellas destacaré las relativas al ejercicio pro-
fesional de los "pasantes'', 4 que a mí me ha parecido siempre un desatino, y cele-
bro que un gran abogado mexicano sustente a ese respecto ideas idénticas a las que
desde mi llegada a México he sostenido en este punto. 5 El pasante, el charnbista y
el coyote son los tres grandes enemigos del estudiante mexicano de Derecho, que en
su mayoría sólo lo es de manera secundaria u ocasional, con grave detrimento para su
formación y, muchas veces, con enorme retraso en cuanto a la terminación de su ca-
rrera.
Dr. Niceto ALCALÁ-ZAMORA y CASTILLO,
Director del Seminario de Derecho Procesal.
~1 CQ}egiq lle México inicia con este volumen la publicación de una serie de
<\o.cu~C~Jto~ P«f~ec~entes a la Embajada Española y que ésta ha permitido sean
dad,os a conocer. Com,o se recuerda en la Advertencia, no es la "primera vez que se
abren los archivos diplomáticos españoles a la curiosidad de los investigadores", pues-
to que hace años el de la Embajada de España ante la Santa Sede hizo otro tanto y
permitió así llevar a cabo importantes trabajos históricos.
La circunstancia de hallarse al frente de la Embajada Española en México,
cuando se preparó esta obra, un intelectual de la talla de don Luis Nicolau d'Olwer,
que no sólo comprendió la trascendencia de la empresa, sino que colaboró en ella y ha
prologado el volumen, contribuyó en mucho al logro del propósito, de la misma ma-
nera que el hecho de haber contado el Colegio de México con técnicos de la categoría
de Javier Malagón, Enriqueta Lópezlira de Díaz Thomé y José M. Miquel y Ver-
gés - el primero y el último exilados españoles, al servicio hoy día de la cultura me-
xicana.
Según se indica en la Introducción, la colección se dividirá en dos series: Des-
P.a,chos generales, y l)espachos especiales. La primera agrupará "las comunicaciones ele!
Ministro de España en México a su gobierno, relativas a la marcha política del país,
problemas con la colonia española, relaciones con sus colegas de otr;¡s naciones, vi-
da social, asuntos económicos, reclamaciones, etc." (pág. XXIX). La segunda reunirá
"los do,cu,m,e(\tos. d,ed~cat;los a temas concretos", y probablemente comprenderá dos
volúmenes: "La guerra de Cuba" y "Tratados y Convenciones" (cfr. págs. xxix-
xxxn).
DR © 1950. Universidad Nacional Autónoma de México
Escuela Nacional de Jurisprudencia
Esta revista forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx http://biblio.juridicas.unam.mx
menos, y las causas generales del derecho. Y sin advertir que su tesis la establece a
priori y dogmáticamente, se lanza a defenderla de las objeciones más elementales que
se le pueden hacer. Así explica: "Aun cuando se ha observado por alg~nos que las
reglas jurídicas son cumplidas en los casos de la vida social espontáneamente, y que
la coacción no es sino un elemento excepcional, esta constante y normal observancia
de los preceptos del Derecho, no se puede desarrollar plenamente sin la convicción
anterior, general en los individuos, de la indefectibilidad de la aplicación de las san-
ciones contenidas en aquellos preceptos al ser infringidos." (Pág. 203.) Y agrega más
adelante: "Es cierto que muchos de los preceptos del Derecho son observados en la
realidad, por ser también preceptos impuestos por la moral, por la religión, por las
opiniones ajenas, por la etiqueta, por los usos particulares de una sociedad; pero la
regla jurídica es propiamente aquélla que, cuando faltase otro motivo, tendería "
determinar ella sola el acto con la representación de la coacción. Esto nos induce
a no considerar como reglas de Derecho, en el sentido estrictamente positivo del
término, el llamado Derecho internacional." (Pág. 204.)
Partiendo de la tesis según la cual los elementos esenciales de las reglas jurí-
dicas son la sanción externa y su efecto inseparable, la inhibición, es lógico que
acabe por confundirse la norma jurídica con el hecho de la observancia de una regla,
la validez con la eficacia, y el fundamento de la obligatoriedad de un precepto ju-
rídico con la coerción. Así se explican estas afirmaciones de Nardi-Greco: "No pue-
de hablarse de la existencia de una norma de Derecho si esta norma no es observada
en el orden real de los hechos y si al ser infringida no se aplica efectivamente. La
validez de la norma jurídica se basa en un elemento puramente subjetivo: la convicción
de la inevitabilidad de su aplicación." (Pág. 29.) "La razón de la obligatoriedad de
la regla jurídica en todos los casos posibles, reside en la sanción, cuya aplicación está
asegurada por la fuerza social." (Pág. 206.)
Y de aquí al voluntarismo jurídico más radical, no hay más que un paso, que el
autor da con toda decisión, al afirmar: "La tutela jurídica se dirige siempre a la
defensa de los bienes y de las actividades que son útiles a aquellas que imponen la re-
gla. En las sociedades igualitarias, el derecho garantiza actividades y bienes que son
útiles a cada uno de sus individuos; en las organizaciones de dominio las reglas
jurídicas se dirigen principalmente al aseguramiento del dominio de algunos sobre
muchos, en oposición a los intereses de estos últimos; y en el Estado existen reglas
que tutelan los intereses particulares de aquellos que se apoderan del poder estatua!
contra los intereses de las demás clases sociales.'' (Pág. 207.) Con razón se ha con-
siderado al logicismo y voluntarismo jurídicos, como tres versiones al parecer diferen-
tes, pero esencialmente idénticas del positivismo jurídico.
La definición o caracterización que del derecho nos ofrece N ardí-Greco en su
sociología jurídica, es ésta: "El derecho se compone de reglas garantidas por la fuer-
za social por medio de la coacción, y encaminadas a la defensa de los intereses más
importantes de los que disponen de dicha fuerza.' (Pág. 210.) Y tal vez la única re-
ferencia que hace en su libro a los fines valiosos del derecho, sea la siguiente: "Cuan-
do se afirma que en las reglas de derecho debe dominar el concepto fundamental de
la justicia, se alude evidentemente a un carácter que las reglas jurídicas deberían
tener
DR © 1950. o tienden
Universidad a tener,
Nacional no de
Autónoma verdad a un carácter que tienen efectivamente o han
enMéxico
Escuela Nacional de Jurisprudencia
Esta revista forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx http://biblio.juridicas.unam.mx
tenido en las sociedades humanas." (Pág. 211.) Parece no advertir el autor que
tratándose de estructuras valiosas como las del derecho y de las bellas artes, su "ser"
es precisamente su "valer'' o deber ser; y que del mismo modo que no cabe distinguir
las obras de arte que son, de las que debieran ser -ya que sólo son obras de art'e
las que en alguna medida encarnan o realizan la belleza-, tampoco es válida la dis-
tinción entre el derecho que es y el que debiera ser, pues estrictamente sólo es derecho
el que garantiza en mayor o menor medida, justamente, el bien de la comunidad.
Lic. Rafael PRECIADO HERNÁNDEZ,
Director Interino del Seminario de Filosofía
del Derecho y Sociología Jurídica.