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RoDRÍGUEZ y RoDRÍGUEZ, Joaquín: Tratado de Sociedades Mercantiles, Editorial Po-


rrúa, México, D. F., 1947. "(Rivista de Diritto Commerciale", 1949, pp.
259 y ss.).

El doctor Joaquín Rodríguez y Rodríguez pertenece al grupo de estudiosos es-


pañoles refugiados en México después de la caída de la República Española, y ha
contribuído con un impulso innegable al progreso intelectual de aquel país. Recor-
damos, entre otros, a Luis Recaséns Siches, cuya obra de Filosofía del Derecho es
conocida internacionalmente y al joven y agudo procesalista Niceto Alcalá-Zamora.
El nombre de Rodríguez nos es ya conocido, a los estudiosos italianos, por su
colaboración en la "Revista de Derecho Privado". Ha desarrollado en México una
actividad excepcionalmente fecunda mediante publicaciones de Cursos y Tratados,
que prueban una envidiable actividad literaria y una profunda dedicación a los es-
tudios. Entre sus obras más interesantes, el Curso sobre la empresa mercantil, que
data de 1941, analiza el tema de la empresa qne es uno de los más apreciados de la
literatura mercantilista latinoamericana como reflejo, en mi opinión, de las condi-
ciones especiales bajo las cuales se desenvuelve la industrialización de esos países.
Rodríguez ha contribuido ampliamente al progreso de los estudios mercantilistas
mexicanos; como profesor, hasta hace poco tiempo, en la joven Universidad de Mon-
terrey -ciudad que, casi en la frontera con los Estados Unidos, constituye la zona
de mayor desarrollo industrial de México- y, actualmente, como director del Semina-
rio de Derecho Mercantil y subdirector del Instituto de Derecho Comparado de la
Escuela Nacional de Jurisprudencia de México (cuya buena revista es conocida en-
tre nosotros).
La doctrina italiana, que ha tenido en México un magnífico introductor en un
jurista de alta clase, el doctor Alberto Vásquez del Mercado (cuya biblioteca de doc-
trina italiana causaría envidia a cualquiera de nuestros estudiosos), es la dominante
en la América latina, tanto en el campo del Derecho penal como en el procesal y
el mercantil (prevalece, en cambio, la influencia francesa en el Derecho civil y en el
Derecho público), y ha encontrado en México una particular acogida en la sensibili-
dad dogmática de los juristas mexicanos, cuyas obras han adquirido un rigor y una
precisión de conceptos, notables. Bastaría recordar, en el ámbito del Derecho mer-
cantil, además del Tratado de Felipe de J. Tena, el reciente y aún incompleto, según
creo, Tratado de Mantilla Malina, que es realmente excelente por el rigor y la pre-
cisión del pensamiento jurídico, virtudes que colocan a esta obra a un elevado nivel
en la literatura comercialista internacional ; así como en un elevado nivel internacional
se encuentran, por su elaboración técnica, algunas leyes mexicanas, como la de Tí-
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178 RESE!VAS BIBLIOGRAFICAS

tulos de Crédito que, por lo demás, ha utilizado ampliamente las conclusiones de la


doctrina italiana.
El innegable resurgimiento intelectual, que ha sido uno de los frutos de la revo-
lución mexicana (y en este sentido bastaría recordar la inigualable colección de obras
económicas y políticas editadas por el Fondo de Cultur~ Económica), se ha traducido
también en un renacimiento universitario y en un nuevo impulso de los estudios ju-
rídicos, que alcanzan su expresión en una serie de revistas de alto rango (como la
de la Escuela Nacional de Jurisprudencia).
En mi opinión, el problema específico que, probablemente, deberá ser afrontado
por los juristas de la América latina en general, y por los de México en particular,
es doble. Por un lado, la doctrina latinoamericana deberá tratar de adquirir una con-
ciencia más precisa del Derecho nacional, no tanto respecto a sus textos positivos (lo
cual es obvio, y obviamente ya sucede), cuanto en relación a su historia (y creo que
ella es cuidada en México con mayor atención que en los demás países), lo que en
algún otro estudio he llamado las premisas implícitas en la peculiaridad de los pro-
blemas de cada país.
Deberán ser objeto de estudio esa cierta divergencia entre la doctrina y la prác-
tica, propia de todos los países de la América latina (y me permito recordar ahora
las reflexiones dedicadas a este fenómeno en mis Saggi Giuridici, Milán, 1949); la
subsistencia o la presencia en la práctica de conceptos jurídicos no aclarados, a
veces, en la doctrina (la cual es más sensible a las corrientes internacionales) ;
así como la diversidad de situaciones y problemas económicos (presupuestos implí-
citamente por la doctrina europea), que existe entre los países europeos con siglo
y medio de desenvolvimiento capitalista, y los países lationoamericanos, de incipiente
capitalismo. Esto, incluso, hará más provechosa la utilización de la doctrina extran-
jera, y permitirá pasar del estado -acaso todavía prevaleciente- de la mera traduc-
ción (que a menudo, inevitablemente, es fuente de equívocos al ser utilizada), al de
las traducciones anotadas (corno ya comienza a suceder en México, en Argentina y
en Brasil), y posteriormente, al estadio de formación de una doctrina nacional in-
dependiente. Este es, por lo demás, el camino seguido por la doctrina italiana que, al
terminar el siglo anterior y al iniciarse el presente, se inspiró y cobró impulso en la
traducción de obras francesas y alemanas, acompañadas de notas (basta recordar las
traducciones con notas del Baudry-Lacantinerie, del Crome y del Windscheid).
En mi opinión, la doctrina jurídica de la América latina tiene una tarea, que
yo llamaría de simbiosis, entre el Derecho de origen romano y el Derecho anglo-
sajón; entre el Derecho romano del continente europeo que pasó a los países
de Latinoamérica a través de la influencia ibérica (caracterizada a su vez por
diversas peculiaridades de las que predominan en Francia y en Italia), y el Derecho
anglosajón de los Estados Unidos.
Esta tarea ha nacido de la misma posición geográfica de la América latina, de
la semejanza, por decenios, de muchos problemas de ésta con los de Estados Uni-
dos, de la intensidad de las relaciones con este país y de la participación -si bien
negada a menudo por los mismos latinoamericanos, llevados quizás de una actitud
natural a afirmar su propio europeísmo frente al poderío económico de Norteamé-
rica-, tanto de Estados Unidos como de Latinoamérica en una común civilización
americana, diversa en algunos aspectos de la europea, de la cual -aunque consciente
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de la heterodoxia de esta afirmación- la América latina se haJia, a mi juicio,


más alejada de Jo que está la civilización de Jos Estados Unidos, especialmente
en países de intensa inmigración, y, por tanto, en menor grado en México.
Esta tarea se presenta como natural por una doble circunstancia: por un
lado, la influencia dominante de la constitutición de los Estados Unidos en el
Derecho público de la América latina, ya que en todos estos países a la tradición
romanista del Derecho privado se contrapone la tradición americana del Derecho
constitucional y del administrativo; por otro lado, la situación peculiar de algunas
zonas sujetas a los Estados Unidos y que forman parte de la Unión Norteamericana
(como Puerto Rico y en menor medida, la Luisiana y aun, en cierto aspecto,
California), en las cuales la situación actual y la influencia de la historia pasada,
plantean naturalmente el problema de la concurrencia y la coexistencia de conceptos
jurídicos romanistas y anglosajones.
Al acoger en su Derecho positivo la institución anglosajona del trust en la
Ley de Títulos y Operaciones de Crédito, y al adoptar algunas instituciones en la
legislación bancaria, que claramente derivan de la práctica norteamericana, la legis-
lación mexicana se encuentra ya frente al problema mencionado.
Es quizás por este punto de vista, que la doctrina latinoamericana puede ofrecer
una contribución de carácter internacional y creo, por lo demás, que esta tendencia
es ya conscientemente seguida por algunos de Jos más profundos juristas latino-
americanos (como, por ejemplo, Couture, en el campo del Derecho procesal).
El Tratado de Sociedades M e1·cantiles del colega Rodríguez, también puede
ser considerado desde el punto de vista que se indica, por la diligente consideración
del Derecho mexicano y por la extensa referencia de la doctrina extranjera (inclu-
yendo, a veces, la anglosajona). El lector atento notará cómo algunos de los pro-
blemas discutidos por Rodríguez (por ejemplo, el relativo a las acciones sin valor
nominal), derivan su importancia del contraste entre la tradición jurídica roma-
nista y las exigencias financieras conectadas con la influencia norteamericana.
Esta obra es digna de un elogio pleno por la amplitud de los temas tratados
(aunque en algún capítulo, como aquél de la fusión de sociedades y sobre consorcios,
creo que hubiera merecido una atención mayor el examen de fenómenos que revisten
una especial importancia práctica para la América latina, como es el caso de las
export associations) ; por la inteligente utilización de la doctrina extranjera (el
lector italiano podrá, a este efecto, notar el concurso de la doctrina francesa y de
la italiana, la cual, a menudo, desestima injustamente a la doctrina francesa sobre
sociedades, y a veces la utiliza en obras que no son las mejores) ; por el equilibrio
de una elaboración en la que la sensibilidad económica no está reñida con el rigor
dogmático.
El lector italiano podrá recurrir a esta obra, no sólo por el análisis que se hace
de casos y de problemas (por ejemplo, al tratar de la opción en el aumento de
capital), que podrán ser de no escasa ayuda en la solución de problemas jurídicos
que se presenten en Italia, sino también para conocer el Derecho latinoamericano,
ya que el autor considera a menudo junto al Derecho mexicano, el de otros países
latinoamericanos, virtud ésta que, dicho sea de paso, puede Ilevar a augurar que
la doctrina latinoamericana cuidará con mayor diligencia el conocimiento interno
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de las legislaciones y doctrinas respectivas, lo que, en mi opinión, sucede ahora


en medida menor a la deseable.

Dr. Tullio AscARELU,


Profesor de la Universidad de Sao Paulo (Brasil).
Trad. del Lic. Jorge BARRERA GRAF.

TENA RAMÍREZ, Felipe: Derecho Constitucional Mexicano. (Un volumen de 476 pági-
nas.) México, D. F. 1949. Editorial Porrúa, S. A.

La Editorial Porrúa ha publicado, con el esmero a que nos tiene acostumbrados,


la segunda edición del Derecho Constitucional Mexicano, del doctor Tena Ramí-
rez, profesor de la Escuela Nacional de Jurispmdencia de la Universidad Nacional
Autónoma de México.
El libro del doctor Tena Ramírez es sobradamente conocido para que nece-
site presentación. Como texto universitario, ha aleccionado a centenares de alumnos
y, además, ha servido eficientemente para la ilustración de infinidad de personas que
se interesan por los problemas constitucionales, no ya como profesionales del Derecho,
sino, simplemente, como ciudadanos.
La segunda edición del Derecho Constitucional Mexicano del doctor Tena
Ramírez aparece cuidadosamente corregida y adicionada. Es esta una obra, como
es sabido, que se caracteriza por su claridad y por la fina interpretación de los tex-
tos constitucionales mexicanos, de los que no es una simple exposición, sino una
explicación profunda y acabada.
Nuestra Escuela Nacional de Jurispmdencia cuenta, merced a la laboriosidad de
sus maestros, con una gran cantidad de textos escolares adecuados para la enseñanza
del Derecho (que debiera completarse en las materias en que todavía no existen),
entre ellos, figura el del maestro Tena Ramírez, que ahora aparece en su- segunda
edición.
Libros de esta naturaleza, cuya publicación debiera fomentarse entre el profe-
sorado por nuestra Universidad, y por los medios que se consideren eficaces, después
de maduro examen, prestan un gran servicio a los estudiantes y les liberan del fu-
nesto sistema de los apuntes, que exigen, de su parte, un esfuerzo tan pesado como
infecundo.
El sistema de apuntes, tomados en clase por el alumno, es expuesto, pues pone en
circulación errores garrafales, que desacreditan la literatura jurídica del país. El
único procedimiento capaz de desterrarlo de las Escuelas o Facultades universitarias,
es el de facilitar la publicación de obras sobre las diferentes disciplinas que integran
los planes de estudio, por los profesores encargados de explicarlas, cosa que la Uni-
versidad de México se encuentra en condiciones de hacer, sin sacrificio de ningún
género.
El libro de texto debe considerarse como un instmmento imprescindible de trabajo
para el estudiante, a pesar de todas las necedades que se han escrito contra él (en
México y fuera de México), a pretexto de abusos que hayan podido cometerse, y que
no se refieren para nada a su valor pedagógico, sino, simplemente, a su precio, sobre
lo cual habría mucho que hablar, en esta época de carestía general; problema que,
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RESEÑAS BIBLIOGRAFICAS 181

por otra parte, en cuanto se refiere a libros de Derecho, no se puede decir que exista
entre nosotros, pues las obras jurídicas de las editoriales mexicanas, y las editada~
particularmente por sus autores, tienen precios muy inferiores a las publicadas en el
extranjero, en igualdad de condiciones de presentación y número de páginas.
Los profesores mexicanos que han publicado libros de esta naturaleza, pueden
estar seguros de haber prestado un gran servicio a la cultura jurídica del país, dando,
al mismo tiempo, una facilidad considerable a los alumnos para el estudio. Esta clase
ele obras, y entre ellas el Derecho Constitucional .1\fexicano del doctor Tena Ra-
mírez, es una manifestación ejemplar que responde a una verdadera necesidad de la
enseñanza. Y sus autores, al escribirlas y editarlas, con un esfuerzo que, desde luego,
no re<;ponde casi nunca a la utilidad que reportan, manifiestan un entusiasmo por su
profesión y un desinterés que debe, en todo caso, ser sinceramente reconocido y
admirado.
Dr. Rafael DE PINA
Director del Seminario de Aplicación Jurídica.

CouTURE, Eduardo J. El concepto de la fe pública, Introducción al Derecho Notarial.


Montevideo, 1947.

El profesor Couture, cuya personalidad en el campo del Derecho procesal destaca


entre las ele los más ilustres cultivadores de esta disciplina jurídica, aborda ahora el
Derecho notarial, con gran entusiasmo y seria preparación, pudiendo esperarse que
en esta rama de la Enciclopedia Jurídica consiga éxitos t;m graneles y merecidos co-
mo los que ha obtenido en la especialidad que con tanta autoridad cultiva, de los que
es un anticipo el que ya puede reconocerse a El concepto de la fe pública.
Producto de sus incursiones en el mundo de lo notarial, es su nuevo ensayo sobre
el tema que queda indicado, sugestivo en extremo, que desarrolla magistralmente.
El autor estudia, en seis capítulos interesantísimos, la idea, concepto, contenido,
función y eficacia procesal y substancial de la fe pública. Ciertamente que, como
afirma Couturc, un estudio de esta naturaleza abarca todo el Derecho notarial, puesto
que el concepto que se tenga de la fe pública es el mismo que se tenga del Derecho
notarial.
Reune este pequeño volumen, de algo más de cien páginas, todas las buenas
cualidades que adornan a la producción, considerable ya, por todos conceptos, del
maestro uruguayo. La exposición del tema, en el estilo característico del profesor
Couture, es acabada y clara; la fundamentación de su tesis, aguda y penetrante,
y el acervo bibliográfico, imprescindible en trabajos de esta naturaleza, certeramente
seleccionado.
El profesor Couture, autor de tantas obras verdaderamente dignas de estima,
añade a ellas este ensayo excelente sobre un tema fundamental del Derecho notarial,
que merece el más sincero elogio y qne es digno de ser leído atentamente por quienes
sientan curiosidad por esta rama del Derecho.
El concepto de la fe pública ha preocupado desde tiempo inmemorial a los
juristas. El notario ha sido considerado como "el órgano vivo de la fe pública en la
Sociedad" (Juan Miguel Ximena e Isidro O. Salomón, El Notariado en España desde
su creación. Madrid, 1848).
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182 RESERAS BIBLIOGRAFICAS

Pero ¿qué es la fe pública? Un notario de nuestro tiempo ha establecido una


distinción entre la fe humana y la fe pública. La fe humana -die~, es la creencia
en el testimonio de los hombres; la fe pública, la creencia apoyada en el testimonio
del poder estatal." (Girón, El N otario Práctico o Tratado de N ataría, pág. 30.
Guatemala, Ciudad, 1932.)
El Diccionario de la Lengua Española, de la Academia que se llama Real, sin que
realmente pueda explicarse esta calificación en el momento actual de la vida política
de la nación en que se encuentra, contiene una noción aceptable de la fe pública, de-
finiéndola como "Autoridad legítima atribuida a notarios, escribanos, agentes de cambio
y bolsa, cónsules y secretarios de juzgados, tribunales y de otros institutos oficiales,
para que los documentos que autorizan en debida forma sean considerados como au-
ténticos y lo contenido en ellos sea tenido por verdadero mientras no se haga prueba
en contrario".
La fe notarial puede definirse como una especie de la fe pública. De aquí su deno-
minación de fe pública notarial. Cuando se habla o se escribe respecto a la fe pública
notarial se hace referencia, bien a la función más característica del notario, bien a
la eficacia legal atribuida al ejercicio de la misma.
El ensayo de Couture aborda, en realidad, todos los aspectos en que es dable es-
tudiar la fe pública. Esta es calificada por el profesor uruguayo "como uno de los
más preciosos instrumentos de la convivencia humana en el orden pacífico".
El profesor Couture trata en las páginas finales de su ensayo una cuestión del
mayor interés.
¿Qué razón profunda -se pregunta- puede existir para que el orden jurídico
deposite en un simple particular, el privilegio de la aseveración tan cargada de con-
secuencias jurídicas, como las que supone la fe pública? ¿En nombre de qué razones
-insiste el autor- el orden jurídico confiere al escribano tan noble investidura?
Para Couture, la respuesta es que tal privilegio emana directamente del régimen
de responsabilid~d al cual el escribano se halla sometido.
Pero, aparte de esto, en opinión de Couture, el privilegio de su atestación se apo-
ya en el sutil sustento de la magistratura moral que el escribano está llamado a
desempeñar.
El ensayo de Couture, que forma parte de la Bibloteca de Publicaciones Ofi-
ciales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Unievrsidad de Montevi-
deo, colmado de sugerencias, es ciertamente digno del prestigio de su autor.
Dr. Rafael DE PINA
Director del Seminario de Aplicación Jurídica

RrQUELME, Víctor B.: Instituciones de Derecho Procesal Penal. Tomo JI. Asunción,
"La Colmena, S. A.", 1949. 372 págs.

El profesor paraguayo prosigue, al cabo de tres años, la excelente obra cuyo


primer tomo me cupo el honor de prologar y del que ya di cuenta a los lectores de la
Revista. 1 Al igual que su antecesor, el actual volumen se divide en tres partes, con

1 Cfr. nuestra reseña Procesalismo penal hispano-americano (sobretiro del nú-


mero correspondiente a enero-marzo de 1947). letra h.
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RESE!JAS BIBLIOGRAFICAS 183

unidad de contenido la primera ("De la prueba de testigos", capítulo r-x, págs. 11-
139), y la última ("Del procedimiento en los delit'os de injuria, calumnia y difama-
ción", capítulo xx, págs. 289-369), y con heterogénea asociación de materias la se-
gunda. En efecto en ésta, bajo el epígrafe "Del examen pericial" (capítulos xr-xrx,
págs. 143-286), se incluyen: a) tres capítulos consagrados al examen de la pericia
en sus diferentes aspectos, y que son los únicos a que en realidad cuadra el denomina-
dor mencionado; b) un capítulo que trata del sobreseimiento; e) otro relativo a los
artículos de previo y especial pronunciamiento; d) uno más al plenario, y e) tres
dedicados a la prueba y que, por venir al final (capítulos xvn-xrx), producen la
impresión de que ni el testimonio ni la pericia perteneciesen a ella. 2 A nuestro en-
tender, la sistemática habría ganado bastante si la primera parte hubiese agrupado
todo lo concerniente a la prueba (actuales capítulos r-xnr y XVII-XIX), aunque con
ordenamiento distinto, para que las generalidades acerca de la misma precediesen al
est'udio en particular de los distintos medos probatorios, y no tan sólo de los dos que
contempla el autor, aun siendo los más importantes en materia penal. En cuanto d
la segunda parte, podría haber abarcado el procedimiento intermedio y el plenario,
de no dividirla en dos, para considerar por separado cada uno de esos temas ; y la
tercera habría quedado como está. La presente distribución se justifica, en parte, por
la característica duplicación de la prueba, o de algo que a ella se parece, en el pro-
ceso penal 3 y en parte también, pero no de manera decisiva ni siquiera para Riquel-
me, 4 por consideraciones de Derecho positivo.
Consignada esa salvedad, que por referirse a extremo muy visible no cabía silen-
ciar, este segundo tomo de Riquelme nos ha gustado aún más que el primero : guiado
de manera preferente, pero en manera alguna exclusiva, por el procesalismo y la
jurisprudencia rioplatenses, el profesor de la Universidad de Asunción ha profundi-
zado en ellos con provecho, informa con minuciosidad, critica con certero espíritu y
construye con solidez. En definitiva, uno de los mejores libros de Derecho procesal
penal publicados en América, desde que en ella se inició la renovación científica en los
estudios de la disciplina.
Dr. Niceto ALCALÁ-ZAMORA Y CASTILLO,
Director del Seminario de Derecho Procesal.

BARRA MEXICANA-COLEGIO DE ABOGADOs, Conmemoración del XXV aniversario de su


fundación. México, MCMXLVIII. 147 págs.

El 27 de enero de 1923 se fundó la Barra Mexicana, filial más que disidencia del
Ilustre y Nacional Colegio de Abogados (creado en 1760 y, por tanto, el más antiguo

2 Como es sabido, esta última ha sido sacada del campo de la prueba por Carne-
lutti (cfr. nuestro comentario a tomo IV de sus Lezioni su/ processo penale, en el
núm. 43 de esta revista, pág. 189); pero Riquelme no parece acoger semejante punto
de vista, pese a hacere eco del mismo y de algunas otras opiniones más o menos afi·
nes (Couture, Alsina, Ricci, Prieto, Sentís: cfr. oh. com., págs. 143-146).
3 Cfr. Alcalá-Zamora y Levene h., Derecho procesal penal, (Buenos Aires, 1945),
tomo 111. págs. 7-11.
4 Puesto que no sigue fielmente el orden del articulado, sino que salta y re-
trocede en su análisis, según permite comprobar una simple ojeada a la obra.
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184 RESEllAS BIBLIOGRAFICAS

de toda América: cfr. oh. com., pág. 102) ; y en igual mes y día de 1948 se efectuó
'la velada conmemorativa de sus bodas de plata, a la que más tarde, desde el 14 de
abril al 19 de mayo, siguió un ciclo de conferencias relacionadas con la abogacía.
Los discursos que se pronunciaron en la primera, y las conferencias integrantes del
segundo, se recogen en el volumen que ahora reseñamos. Unos y otras estuvieron
a cargo de figuras eminentes del Foro y de la enseñanza del Derecho en México.
El primero de los discursos (págs. 1-7) incumbió al licenciado Antonio Pérez-
Verdía, primer Presidente de la Barra, y en él se ocupó principalmente de la trayec-
toria de la asociación, que en 1927 se fundió con la Orden Mexicana de Abogados.
El licenciado Gustavo R. Velasco, que era en 1948 el Presidente en ejercicio, pro-
nunció el segundo de los discursos (págs. 9-21), para mostrar qué es la Barra, cuál
la misión del abogado, y en qué medida aquélla, por sí o por medio de su revista
El Foro (la más antigua de las jurídicas de México) -y cabría añadir: de sus vincula-
ciones con la Escuela Libre de Derecho--, ha llenado las finalidades que al nacer
se propuso.
El ciclo de conferencias se inició con una del propio licenciado V elasco sobre
Preparación del abogado (págs. 23-47), plena de sugestiones, aunque no todas me
parezcan igualmente atendibles: por ejemplo, estoy por completo de acuerdo con él
en que el plan de estudios de Derecho en México incluye un número excesivo de mate-
rias, 1 y me parece asimismo acertada la incorporación que propugna de cursos de
Historia del Derecho, cuya ausencia actual constituye imperdonable falta en la Escuela
N aciana! de Jurisprudencia; 2 discrepo, en cambio, en cuanto a su creencia de que
el cometido de una Facultad de Derecho -de la "carrera", dice él (pág. 29)-,
sea "formar profesionistas", cuando en rigor a lo que ha de tender es a formar ju-
ristas, para que luego después se conviertan en profesionistas o en investigadores; y
disiento también respecto de su, no desprecio, pero sí menosprecio del Derecho roma-
no, con olvido de que, a través del Derecho castellano y aun de otras influencias, un
enorme número de instituciones vigentes mexicanas proceden de aquél. El licenciado
Carlos Sánchez Mejorada disertó con autoridad y acierto sobre La ética profesional
del abogado (págs. 49-76), tema de interés permanente, y entre los abusos que de-
nunció figura el de los llamados "divorcios mexicanos", 3 al que el escandaloso lío
internacional Bergman-Lindstrom-Rossellini presta en estos días (febrero de 1950)
tan palpitante como lamentable actualidad. Sobre Los abogados y la administración
de justicia (págs. 76-97) habló el licenciado Trinidad García, y estando conforme
con él en lo fundamental, anotaré un par de divergencias: se refiere la primera a
la equiparación que, acaso por un lapsus linguae, establece entre el avocat francés y el

1 Incluídas las optativas, suman treinta y cuatro en la Escuela Nacional de


Jurisprudencia, muy desigualmente distribuídas, por añadidura. Cuando no hace mucho
se me pidi'ó parecer sobre la reforma del plan de estudios, propuse la reducción de
aquéllas a veinticinco, a razón de cinco por año. Es preferible estudiar menos asigna-
turas, pero bien, a muchos, pero mal.
2 Donde sólo existe como optativo un curso de Historia del Derecho patrio. En
la Escuela Libre de Derecho la situación es más favorable en este punto, ya que en
ella hay un curso de Historia General del Derecho en cuarto año Y otro de Historia
del Derecho patrio en el quinto (cfr. oh. com., pág. 37); pero como es sabidio, su
contingente de alumnos, comparado con el de la Nacional de Jurisprudencia, es muy
reducido.
3 Acerca de ellos véase lo que desde estas columnas dijimos en el número 37,
págs. 213-4.
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RESEÑAS BIBLIOGRAFICAS 185

sollicitor inglés (cfr. pág. 81), cuando éste, que viene a ser una especie de agente de
negocios judicial, pero en manera alguna un genuino abogado, con quien a lo sumo
podría corresponderse es con el avoué, o procurador; la segunda consiste en la expli-
cable, pero no por ello menos evidente y recusable parcialidad, con que el señalar
los males de la administración de justicia mexicana carga casi toda la culpa sobre la
judicatura y procura eximir de ella a la abogacía. El licenciado Germán Fernández
del Castillo, con ese conocimiento de vistt que le confiere su viajar constante corno
embajador jurídico de México por diversos países, propugna en su conferencia La
asociación profesional de abogados (págs. 99-114) un punto de vista que me es par-
ticularmente grato : el de la colegiación obligatoria y única, que aseguraría una
mejor defensa de los legítimos intereses corporativos y que serviría para acabar con
muchísimas lacras profesionales. Corno detalle curioso destaquemos a este propósito
que fuesen los representantes obreros en la Cámara de Diputados quienes se opu-
sieran a que se implantase la obligatoriedad de la agremiación (cfr. pág. 106). El
volurn<;en, que se abre con el discurso del licenciado Pérez-Verdía, se cierra con su
conferencia, sobre Evolución de la abogacía y su estado actual (págs. 115-147) :
desde Grecia a nuestros días, a través de Roma, la Edad Media, el Derecho español
y el azteca, la Colonia y la Independencia hasta el Segundo Imperio, se expone a
grandes pero precisos trazos la marcha de la profesión, y se remata el trabajo con una
serie de atinadísirnas consideraciones sobre lo que la abogacía debiera ser y, sin em-
bargo, no es en nuestros tiempos. De entre ellas destacaré las relativas al ejercicio pro-
fesional de los "pasantes'', 4 que a mí me ha parecido siempre un desatino, y cele-
bro que un gran abogado mexicano sustente a ese respecto ideas idénticas a las que
desde mi llegada a México he sostenido en este punto. 5 El pasante, el charnbista y
el coyote son los tres grandes enemigos del estudiante mexicano de Derecho, que en
su mayoría sólo lo es de manera secundaria u ocasional, con grave detrimento para su
formación y, muchas veces, con enorme retraso en cuanto a la terminación de su ca-
rrera.
Dr. Niceto ALCALÁ-ZAMORA y CASTILLO,
Director del Seminario de Derecho Procesal.

PÉREZ-VERDÍA F., Antonio: Divagaciones sobre la abogacía. México, "Editorial


E.C.L.A.L, 1949. 78 pág".

En un folleto de cuidada presentación, el licenciado Pérez-Verdía, uno de los


abogados"que por su talento, su cultura y su hombría de bien más prestigian al Foro

4 La palabra "pasante" tiene distinto alcance en España y en México. En la


primera, pasante es el licenciado en Derecho que concluidos sus estudios se sitúa
junto a un abogado prestigioso para hacer su aprendizaje profesional (se llama también
pasante al abogado auxiliar, o segundo de a bordo, del abogado principal que está al
frente de un bufete) ; en el segundo, como es sabido, pasante es el estudiante que pro-
visto de la correspondiente "carta" y asociado a algún abogado, comienza a litigar.
S "El panorama de la vida trae ahora al estudiante al ejercicio profesional pre-
maturamente, y los alumnos, que apenas acaban de inscribirse en la cátedra de Intro-
ducción al Estudio del Derecho, ya buscan el ingreso a los bufetes de los abogados,
pidiendo la plaza de "pasante", para comenzar con la copia de acuerdos y seguir en la
práctica judicial, antes de conocer doctrinariamente el enjuiciamiento" (oh. com.,
pág.
DR 135).
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186 RESERAS BIBLIOGRAFICAS

mexic~qq, !la retmido una serie de discursos, conferencias y alocuciones por él


sustentadQS desde 1921 a 1949, en diversos actos relacionados con la profesión que
con tan noble pasión ejerce o destinados a honrar a eminentes colegas. De entre
e~os trabajos destaca por su importancia la conferencia sobre Evolución de la abo-
gacía y su eslado aclual; pero como ella forma parte asimismo del volumen que re-
seño inmediatamente antes de éste, al comentario que allí hago me remito, como
también por lo que atañe al discurso pronunciado ante la Barra Mexicana en el XXV
aniversario de su fundación. Sólo añadiré que cuando hace poco, ante ciertos sínto-
mas alarmantes de relajación profesional, se hablaba de la conveniencia de instaurar
en la Escuela Nacional de Jurisprudencia una cátedra de Etica profesional, el nom-
bre de don Antonio Pérez-Verdía brotó en todos los labios como el del titular ideal
para la misma. Y o no sé hasta qué punto con la expresada cátedra se remediarían
males que obedecen a causas muy complejas y arraigadas; pero de lo que sí estoy segu-
ro es que desde ella el maestro Pérez-Verdía brindaría la lección luminosa de su
ejemplo.
Dr. Niceto ALCALÁ-ZAMORA Y CASTILLO
Director del Seminario de Derecho Procesal.

E;~ CoLE(;JO :qE )l,t:rupco: Relaciones diplomáticas hispano-mexicanas (1839-1898). Se-


ri~ 1: J)esp~{l~os geflerales: l. 1839-1841. (México), 1949. xxxn-379 págs.

~1 CQ}egiq lle México inicia con este volumen la publicación de una serie de
<\o.cu~C~Jto~ P«f~ec~entes a la Embajada Española y que ésta ha permitido sean
dad,os a conocer. Com,o se recuerda en la Advertencia, no es la "primera vez que se
abren los archivos diplomáticos españoles a la curiosidad de los investigadores", pues-
to que hace años el de la Embajada de España ante la Santa Sede hizo otro tanto y
permitió así llevar a cabo importantes trabajos históricos.
La circunstancia de hallarse al frente de la Embajada Española en México,
cuando se preparó esta obra, un intelectual de la talla de don Luis Nicolau d'Olwer,
que no sólo comprendió la trascendencia de la empresa, sino que colaboró en ella y ha
prologado el volumen, contribuyó en mucho al logro del propósito, de la misma ma-
nera que el hecho de haber contado el Colegio de México con técnicos de la categoría
de Javier Malagón, Enriqueta Lópezlira de Díaz Thomé y José M. Miquel y Ver-
gés - el primero y el último exilados españoles, al servicio hoy día de la cultura me-
xicana.
Según se indica en la Introducción, la colección se dividirá en dos series: Des-
P.a,chos generales, y l)espachos especiales. La primera agrupará "las comunicaciones ele!
Ministro de España en México a su gobierno, relativas a la marcha política del país,
problemas con la colonia española, relaciones con sus colegas de otr;¡s naciones, vi-
da social, asuntos económicos, reclamaciones, etc." (pág. XXIX). La segunda reunirá
"los do,cu,m,e(\tos. d,ed~cat;los a temas concretos", y probablemente comprenderá dos
volúmenes: "La guerra de Cuba" y "Tratados y Convenciones" (cfr. págs. xxix-
xxxn).
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RESEGAS BIBLIOGRAFICAS 187

El primer volumen publicado pertenece a la serie "Despachos generales" y


abarca el período 1839-1841, o sea el correspondiente a la misión de Angel Calderón
de la Barca, primer ministro de España en México, y a los primeros meses de su
sucesor Pedro Pascual de Oliver. En él se recogen 105 documentos, varios de ellos
seguidos de anexos y aclarados por 117 eruditas notas (págs. 314-342). El volumen
se cierra con tres índices : uno de personas y otro de lugares citados, más la rela-
ción de los documentos recopilados.

Dr. Niceto ALCALÁ-ZAMORA Y CASTILLO


Director del Seminario de Derecho Procesal.

NARDI-GRECO, Carlos: Sociología Jurídica. Buenos Aires, Editorial Atalaya, 15 de


Agosto de 1949. Un volumen de 318 páginas.

Aunque el título de esta obra sugiere como contenido de la misma el estudio de


las formas sociales de índole juridica, o bien el aspecto y si se quiere la fundamen-
tación sociológicos del Derecho, lo cierto es que constituye más bien un ensayo de
definición o caracterización del Derecho desde el punto de vista de la sociología des-
criptiva. Así lo reconoce el autor, cuando afirma: "Hemos intentado construir una
teoría sociológica general de los fenómenos del derecho, basándola en los elementos
que nos suministran las ciencias menos complejas de la sociología (biología y socio-
logía general) ... " (Pág. 317.) Y a pesar de esto, el método que sigue no es el in-
ductivo, sino que trata de reconstruir el proceso que según su opinión convierte las
reacciones colectivas en reacciones jurídicas, "deduciendo de las leyes de la psicolo-
gía general, aplicadas a las circunstancias de la vida social humana y a las cualidades
específicas del hombre, confirmando el resultado de la deducción con los datos de la
sociología descriptiva''. (Pág. 307.)
Las conclusiones a que llega Nardi-Greco al estudiar el origen de los fenómenos
jurídicos, pueden sintetizarse en estas afirmaciones : "Los hechos jurídicos son ac-
tos individuales que provocan contra quien los comete la reacción de todo el grupo
de modo normal y constante." (Pág. 26.) "La constante y normal costumbre de repri-
mir colectivamente ciertos actos, obra como fuerza inhibitoria sobre el ánimo de quien
se siente inclinado a realizarlos." (Pág. 27.) "Al inhibir determinadas acciones contra
el goce de ciertos bienes (mujeres, caza, territorio, árboles, integridad corporal),
se vienen a garantir estos bienes y estas actividades, engendrándose en quien los
posee, un sentimiento de seguridad. Y en esto tenemos un estudio embrionario del
doble lado subjetivo del fenómeno jurídico: la inhibición de una parte, y la se-
guridad de otra." (Pág. 27.) Es que para él, "hasta en las reglas jurídicas más sen-
cillas se encuentra como elemento esencial la sanción externa acompañada de su
efecto psíquico: la inhibición". (pág. 29.)
Puede decirse que esta es la tesis fundamental que sustenta el autor en los ca-
pítulos más importantes de su obra, en los cuales estudia las características generales
de los fenómenos jurídicos, las causas que determinan las variaciones de esos fenó-
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188 RESE!JAS BIBLIOGRAFICAS

menos, y las causas generales del derecho. Y sin advertir que su tesis la establece a
priori y dogmáticamente, se lanza a defenderla de las objeciones más elementales que
se le pueden hacer. Así explica: "Aun cuando se ha observado por alg~nos que las
reglas jurídicas son cumplidas en los casos de la vida social espontáneamente, y que
la coacción no es sino un elemento excepcional, esta constante y normal observancia
de los preceptos del Derecho, no se puede desarrollar plenamente sin la convicción
anterior, general en los individuos, de la indefectibilidad de la aplicación de las san-
ciones contenidas en aquellos preceptos al ser infringidos." (Pág. 203.) Y agrega más
adelante: "Es cierto que muchos de los preceptos del Derecho son observados en la
realidad, por ser también preceptos impuestos por la moral, por la religión, por las
opiniones ajenas, por la etiqueta, por los usos particulares de una sociedad; pero la
regla jurídica es propiamente aquélla que, cuando faltase otro motivo, tendería "
determinar ella sola el acto con la representación de la coacción. Esto nos induce
a no considerar como reglas de Derecho, en el sentido estrictamente positivo del
término, el llamado Derecho internacional." (Pág. 204.)
Partiendo de la tesis según la cual los elementos esenciales de las reglas jurí-
dicas son la sanción externa y su efecto inseparable, la inhibición, es lógico que
acabe por confundirse la norma jurídica con el hecho de la observancia de una regla,
la validez con la eficacia, y el fundamento de la obligatoriedad de un precepto ju-
rídico con la coerción. Así se explican estas afirmaciones de Nardi-Greco: "No pue-
de hablarse de la existencia de una norma de Derecho si esta norma no es observada
en el orden real de los hechos y si al ser infringida no se aplica efectivamente. La
validez de la norma jurídica se basa en un elemento puramente subjetivo: la convicción
de la inevitabilidad de su aplicación." (Pág. 29.) "La razón de la obligatoriedad de
la regla jurídica en todos los casos posibles, reside en la sanción, cuya aplicación está
asegurada por la fuerza social." (Pág. 206.)
Y de aquí al voluntarismo jurídico más radical, no hay más que un paso, que el
autor da con toda decisión, al afirmar: "La tutela jurídica se dirige siempre a la
defensa de los bienes y de las actividades que son útiles a aquellas que imponen la re-
gla. En las sociedades igualitarias, el derecho garantiza actividades y bienes que son
útiles a cada uno de sus individuos; en las organizaciones de dominio las reglas
jurídicas se dirigen principalmente al aseguramiento del dominio de algunos sobre
muchos, en oposición a los intereses de estos últimos; y en el Estado existen reglas
que tutelan los intereses particulares de aquellos que se apoderan del poder estatua!
contra los intereses de las demás clases sociales.'' (Pág. 207.) Con razón se ha con-
siderado al logicismo y voluntarismo jurídicos, como tres versiones al parecer diferen-
tes, pero esencialmente idénticas del positivismo jurídico.
La definición o caracterización que del derecho nos ofrece N ardí-Greco en su
sociología jurídica, es ésta: "El derecho se compone de reglas garantidas por la fuer-
za social por medio de la coacción, y encaminadas a la defensa de los intereses más
importantes de los que disponen de dicha fuerza.' (Pág. 210.) Y tal vez la única re-
ferencia que hace en su libro a los fines valiosos del derecho, sea la siguiente: "Cuan-
do se afirma que en las reglas de derecho debe dominar el concepto fundamental de
la justicia, se alude evidentemente a un carácter que las reglas jurídicas deberían
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RESEÑAS BIBLIOGRAFICAS 189

tenido en las sociedades humanas." (Pág. 211.) Parece no advertir el autor que
tratándose de estructuras valiosas como las del derecho y de las bellas artes, su "ser"
es precisamente su "valer'' o deber ser; y que del mismo modo que no cabe distinguir
las obras de arte que son, de las que debieran ser -ya que sólo son obras de art'e
las que en alguna medida encarnan o realizan la belleza-, tampoco es válida la dis-
tinción entre el derecho que es y el que debiera ser, pues estrictamente sólo es derecho
el que garantiza en mayor o menor medida, justamente, el bien de la comunidad.
Lic. Rafael PRECIADO HERNÁNDEZ,
Director Interino del Seminario de Filosofía
del Derecho y Sociología Jurídica.

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